Magda.

megarrabo

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He pensado en desarrollar un hilo contando mi relación con la cerda tragona de mi jefa, Magda. Ya he contado alguna cosa en algunos hilos, pero si veo que gusta, podría contar la historia en este hilo. ¿Qué os parece?
 
Hombre, si además de tus experiencias con ella lo acompañas de material gráfico pues mejor,deseando estamos de ver la tragona de Magda
 
Venga, empiezo desde el principio, aunque supongo que iré alternando con lo que vaya pasando ahora.
Esto empezó a finales de 2021, cuando sustituyeron a mi anterior jefe por Magda. Divorciada, en ese momento de unos 45 años, curvy, morena, ojos oscuros, y un mal carácter legendario en la empresa y que muy pronto comprobamos que no era un invento.
Mi relación con ella era la de jefa a empleado, ni más ni menos. Meramente profesional. Tratamiento con cortesía, con frecuencia soportando sus borderías... Ningún contacto especial.
Las cosas empezaron a cambiar en la fiesta de Navidad de aquel año. Después de la típica cena, nos trasladamos a una disco que la empresa había reservado, y allí corrió el alcohol. Bea, mi mujer, iba bien achispada, y tras las horas iniciales de bailes y copas, vi que estaba charlando con Magda. Me extrañó, porque Bea no había sido para Magda más que una empleada más sobre quien volcar su mal genio. Es más, muchas veces observé que la miraba con una especie de desprecio. Imaginé que se trataba de que Bea tiene un cuerpazo y a Magda le sobran unos kilos. Cosas de mujeres, pensé con frecuencia.
Pero aquella noche estaban charlando y hasta vi que se reían. Incluso, por primera vez, me fijé en Magda como mujer. Llevaba un vestido negro ajustado, que, por ser rellenita, marcaba todas sus curvas y esos kilos de más.
En el taxi de vuelta a casa, le pregunté a Bea sobre aquella conversación.
-Bueno, tampoco es tan ogro... -respondió con una risita-. Hasta me comentó que hay algunos compis a los que se les podría dar un revolcón...
-¿¿¿Quéééé?? -me había sorprendido- ¿Que te ha comentado qué?
Soltó una carcajada.
-Le he dicho que tengo bastante contigo, que estás buenorro, bien dotado... Y que estoy tan cachonda que te voy a follar en cuanto lleguemos a casa y te voy a sacar hasta la última gota...
Esto último lo dicho poniendo la mano sobre mi paquete. Me di cuenta de que el taxista miraba con frecuencia a Bea por el retrovisor, que iba sentada detrás del asiento del copiloto, y que se había desabrochado el chaquetón, dejando a la vista el escote de su vestido blanco y los pezones que se marcaban debajo, no sé si por el frío de diciembre o por lo caliente que iba. La muy puta se había dado cuenta y se colocó en una buena posición para que el hombre disfrutase de las vistas. A buen seguro, esa noche se hizo una buena paja en su honor.
Para abreviar, al llegar a casa iba tan cachondo que la empujé a cuatro sobre la cama, la follé hasta que se corrió y entonces la enculé hasta que me vacié en su culo. Después la tumbé en la cama y le comí el coño hasta que se corrió dos veces en mi boca. Pero durante todo ese tiempo, estuve imaginando cómo sería follarme a Magda.
 
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tiene muy buena pinta este hilo. Sigue contando
 
Después de la fiesta, llegaron nuestras vacaciones de Navidad, dos semanas en las que nos fuimos a visitar a nuestras familias, en las que también tuvimos unos días para nosotros solos y en los que aprovechamos para practicar sexo siempre que tuvimos oportunidad. Bea estaba especialmente cerda (esta palabra la pronunció en infinidad de veces) y yo, como buen marido, tenía que tenerla bien satisfecha.
La tarde de Nochebuena, que pasamos con la familia de Bea, estaba tan caliente que me llevó al dormitorio, que compartíamos con su hermana Cris. Allí, desnudos, se arrodilló ante mí y se puso a comerme los huevos, poniendo su cara bajo mi rabo, que empezó a crecer y ponerse gordo y duro sobre su carita sin que ella lo tocase, ya que sus manos estaban ocupadas en abrirme las nalgas y explorar mi ojete.
Una vez que mi rabo estaba a punto de estallar, con el capullo golpeando su frente, sacó los dedos de mi ano, agarró el rabo con fuerza, le pegó dos lamidas, se lo metió un par de veces en la boca, y acto seguido, me empujó sobre la cama, se sentó sobre mi rabo y me cabalgó. Entré en ella hasta los huevos, con sus tetazas bamboleándose delante de mí, mientras yo me agarraba a su culo, disfrutando de la vista de su coñito rubio follándome.
Pero ella no quería terminar rápido. Se levantó para sacarse mi rabo del coño, lo agarró con las dos manos y se lo clavó en el culo. Su culito tragón ya está lo suficientemente lamido, trabajado con los dedos y follado, como para que no le cueste mucho meterse mi rabo, sobre todo si el ojete está tan mojado como aquel dia. Cabalgó con mi polla en su culo mientras yo le metía tres dedos en el coño y ella se masajeaba el clítoris.
Yo estaba totalmente dentro de su culo, ella montaba a buen ritmo y sé que en ocasiones así, no tarda en correrse y queda tan servida que no quiere más.
Así que la obligué a sacarse mi polla de dentro, la tumbé en la cama y me dediqué a su coñito. Le hice un cunninligus especialidad de la casa hasta que se corrió en mí cara.
Ella, que sabe terminar correctamente, me dedicó un mamadón de los que ella sabe hacer hasta que notó mi lefa en la boca se apartó un poco y dejó que le regase las tetazas, aunque dos de los chorros le cayeron en la cara, las gafas y el pelo.
Me morreó, porque el acuerdo es que si me corro en su boca, yo también trago lefa.
Entonces Bea miró hacia un lado y ahogó un grito:
-Hostia!
Me giré y vi que alguien nos espiaba desde la puerta, que apenas estaba abierta. Bea se abalanzó hacia allí, la abrió un poco más y tiró de quien estaba al otro lado y cerrándola enseguida. Era Cris.
-Joder, Cris, qué haces? -trató de regañarla Bea, aunque desnuda, sudorosa y con la cara, el pelo y las tetas pringadas de mi corrida, no tenía mucha autoridad, y así se veía en la cara de Cris, que miraba a su hermana mayor entre burlona y cachonda.
-Pasar un buen rato, aunque no tan bueno como el vuestro... Vaya herramienta, querido... No te preocupes, Bea, que no voy a contar nada a nuestros padres. Eso sí, a ver si me enseñas a hacer todo eso que sabes hacer...
Ni corta ni perezosa, pasó el dedo sobre las tetas de Bea, tomó parte de mi lefa y se chupó los dedos. Acto seguido, salió.
Cris no contó nada a sus padres, pero sí a las otras dos hermanas, Ana y Marta, con todo lujo de detalles, con lo que las indirectas volaron el resto de los días que estuvimos allí.
 
Última edición:
Menuda historia hombre, anda que tus cuñadas estarán esperando que les des un repaso 😅😅
 
Después de la fiesta, llegaron nuestras vacaciones de Navidad, dos semanas en las que nos fuimos a visitar a nuestras familias, en las que también tuvimos unos días para nosotros solos y en los que aprovechamos para practicar sexo siempre que tuvimos oportunidad. Bea estaba especialmente cerda (esta palabra la pronunció en infinidad de veces) y yo, como buen marido, tenía que tenerla bien satisfecha.
La tarde de Nochebuena, que pasamos con la familia de Bea, estaba tan caliente que me llevó al dormitorio, que compartíamos con su hermana Cris. Allí, desnudos, se arrodilló ante mí y se puso a comerme los huevos, poniendo su cara bajo mi rabo, que empezó a crecer y ponerse gordo y duro sobre su carita sin que ella lo tocase, ya que sus manos estaban ocupadas en abrirme las nalgas y explorar mi ojete.
Una vez que mi rabo estaba a punto de estallar, con el capullo golpeando su frente, sacó los dedos de mi ano, agarró el rabo con fuerza, le pegó dos lamidas, se lo metió un par de veces en la boca, y acto seguido, me empujó sobre la cama, se sentó sobre mi rabo y me cabalgó. Entré en ella hasta los huevos, con sus tetazas bamboleándose delante de mí, mientras yo me agarraba a su culo, disfrutando de la vista de su coñito rubio follándome.
Pero ella no quería terminar rápido. Se levantó para sacarse mi rabo del coño, lo agarró con las dos manos y se lo clavó en el culo. Su culito tragón ya está lo suficientemente lamido, trabajado con los dedos y follado, como para que no le cueste mucho meterse mi rabo, sobre todo si el ojete está tan mojado como aquel dia. Cabalgó con mi polla en su culo mientras yo le metía tres dedos en el coño y ella se masajeaba el clítoris.
Yo estaba totalmente dentro de su culo, ella montaba a buen ritmo y sé que en ocasiones así, no tarda en correrse y queda tan servida que no quiere más.
Así que la obligué a sacarse mi polla de dentro, la tumbé en la cama y me dediqué a su coñito. Le hice un cunninligus especialidad de la casa hasta que se corrió en mí cara.
Ella, que sabe terminar correctamente, me dedicó un mamadón de los que ella sabe hacer hasta que notó mi lefa en la boca se apartó un poco y dejó que le regase las tetazas, aunque dos de los chorros le cayeron en la cara, las gafas y el pelo.
Me morreó, porque el acuerdo es que si me corro en su boca, yo también trago lefa.
Entonces Bea miró hacia un lado y ahogó un grito:
-Hostia!
Me giré y vi que alguien nos espiaba desde la puerta, que apenas estaba abierta. Bea se abalanzó hacia allí, la abrió un poco más y tiró de quien estaba al otro lado y cerrándola enseguida. Era Cris.
-Joder, Cris, qué haces? -trató de regañarla Bea, aunque desnuda, sudorosa y con la cara, el pelo y las tetas pringadas de mi corrida, no tenía mucha autoridad, y así se veía en la cara de Cris, que miraba a su hermana mayor entre burlona y cachonda.
-Pasar un buen rato, aunque no tan bueno como el vuestro... Vaya herramienta, querido... No te preocupes, Bea, que no voy a contar nada a nuestros padres. Eso sí, a ver si me enseñas a hacer todo eso que sabes hacer...
Ni corta ni perezosa, pasó el dedo sobre las tetas de Bea, tomó parte de mi lefa y se chupó los dedos. Acto seguido, salió.
Cris no contó nada a sus padres, pero sí a las otras dos hermanas, Ana y Marta, con todo lujo de detalles, con lo que las indirectas volaron el resto de los días que estuvimos allí.
Deseando saber el resto de la hisotria, los comentarios de tus cuñadas, si llegó a pasar algo con ellas, y como evolucionó el tema con Magda.
En fin, que tienes mucho que contarnos, jeje. Continua por favor...
 
Mis cuñadas le dijeron un par de veces: "Podríamos cenar huevos fritos, a Bea le encanta comer huevos...", y también, en los desayunos " Bea, ten cuidado, a ver si se derrama la leche por encima de ti!" A mí me dijo Cris "Cuándo me invitas a comer salchicha?". Cosas de ese tipo.
En fin, a la vuelta de vacaciones, Magda empezó a ser más simpática con Bea. A mí me seguía tratando igual, pero con Bea era cada vez más cercana. De vez en cuando comían juntas y un par de veces se quedaron a tomar algo al salir del trabajo. Cuando yo le preguntaba a Bea acerca de aquello, simplemente me decía que Magda no tenía amigas, que había sufrido por el divorcio y que necesitaba a alguien para desahogarse. Yo me di por satisfecho con aquellas explicaciones y lo dejé estar.
A mediados de febrero, Magda me llamó a su despacho.
-En Francia va a desarrollarse un proyecto importante -me dijo sin más preámbulos-. Te gustaría encargarte de echarlo a andar?
-Por supuesto -respondí. Se trataba de un reto importante para mí. Estaba contento con la propuesta.
Magda se levantó de su sillón, rodeó la mesa y se colocó delante de mí. Vestía una camisa blanca, bajo la que se adivinaban unas buenas tetas, y una falda ajustada que parecía que iba a reventar por la contundencia de sus caderas.
-Me alegro. El lunes te vienes conmigo a París.
 
Nos fuimos a Paría, Magda y yo. Nada más sentarnos en el avión, me soltó un dossier del cliente para que terminase de preparar la reunión que tendríamos esa misma mañana. Tan simpática como de costumbre, se puso a mirar su propia documentación y apenas me dirigió la palabra durante el resto del viaje.
Después de varias reuniones aburridas, nos dirigimos al hotel. Nos asignaron nuestras habitaciones y se despidió de mí hasta el día siguiente a las 7:30 en recepción.
Una vez en mi habitación, me puse cómodo. O sea, me desnudé y me tumbé sobre la cama a descansar. Sería un breve descanso, porque Magda me había encargado que revisase el acta de la reunión para poder mantener otra con el cliente a primera hora del día siguiente.
Así que a los pocos minutos me incorporé y me dispuse a volver a currar. Antes, me asomé al balcón de la habitación y me quedé un rato mirando a la calle. Poco después sonó mi móvil. Era Magda, pidiéndome que fuera un momento a su habitación.
Me vestí rápido y fui hacia allí. Me recibió y me hizo entrar.
-¡Vaya, qué rápido te has vestido!
La miré, desconcertado.
-Hijo mío, te he visto en pelotas mirando por el balcón -me explicó, mirándome como si fuese estúpido-. Bueno, te he visto yo y medio hotel, supongo...
Me señaló a su balcón. Mi habitación hacía ángulo recto con aquella, así que quien hubiera estado asomado me habría visto.
-En fin... Tu rubita me ha estado contando que se lo pasa muy bien contigo, ¿no te ha dicho nada? -preguntó con cierta sorna.
-Ehhhh... No... -estaba completamente descolocado y no sabía que decirle.
-La verdad es que no eres de los tipos que me van. Me gustan más musculosos. -Me miró de arriba abajo.- Pero puedo sacarte alguna utilidad. En el trabajo soy tu jefa, y a partir de ahora, en privado voy a ser tu dueña, ¿entendido?
Fruncí el ceño, no entendía de qué iba aquello. Dio un paso adelante y me abofeteó con la mano derecha.
-¿¡Que si me has entendido!?
La bofetada me sorprendió, pero me subió una oleada de morbo desde la entrepierna. Nunca había jugado a algo así, pero decidí seguirle la corriente, a ver dónde iba a parar.
-Claro, mi ama, ¿qué deseas?
-Desde este momento, vives para darme placer. Y nada más. Cada vez que te llame, obedecerás las órdenes que yo te de. Procuraré respetar que tienes pareja y no te convocaré cuando esté ella, pero tú harás SIEMPRE lo que te ordene. No te preocupes, no habrá dolor ni mierdas de esas. Lo único es que tú no tendrás placer ante mí. Por ahora, sólo servirás para comerme el coño cuando yo quiera. No podrás tocarme ni tocarte mientras estés conmigo, ¿entendido?
Dudé un segundo. ¿qué se proponía?
Otra bofetada me sacó de mi ensimismamiento.
-Sí, entendido...
-Entendido... ¿qué?
-Entendido, mi ama.
Me miró, sonriendo, sabiendo que estaba haciendo de mí su esclavo sexual y pensando en lo que se iba a divertir conmigo desde entonces.
-La rubita dice que lo comes muy bien. Más vale que te esmeres -dijo, mientras se bajaba la falda, las medias y las bragas. Se sentó al borde de la cama y abrió las piernas gruesas-. Venga, amórrate.
Me arrodillé entre las piernas ante su coño. Llevaba los labios rasurados y una matita corta de vello negro en el pubis. Me pregunté qué le habría contado Bea sobre nuestro sexo mientras acercaba mis labios a los suyos y comenzaba a juguetear con la lengua. Me agarró del pelo y casi me metió la cara en su coño. Decidí darle lo que deseaba. Me dediqué a coméselo todo, jugando con mi lengua dentro de su sexo. Cuando aflojó la presión sobre mi cabeza, me dediqué a su clítoris. Era bastante grande, unos 3 cm, de modo que, si quería, podía mordisquearlo, lo que le arrancaba unos buenos gemidos. Le gustaba tanto que volvió a apretar mi cabeza contra ella, haciendo movimientos circulares y de vaivén con las caderas, como si con su clítoris enhiesto estuviera follándome la boca.
Cuando sentía que no tenía aire y creía que iba a asfixiarme, dio un grito y soltó un enorme chorro de squirt, al que siguieron otros tres. Me dejó la cara y la camisa empapadas.
Soltó mi cara y me miró con cara de puta viciosa.
-No lo has hecho mal. Has pasado la prueba. Ahora vas a ir a tu habitación, te vas a poner en pelotas, ya que estás tan animado -dijo, mirando el bulto en mi pantalón-, y te vas a cascar una paja en la puerta del balcón, donde estabas antes.
-Sí, ama -respondí, desean hacerme esa paja, y me volví a mi habitación.
Cuando abría la puerta, Magda me dijo:
-Córrete en el cristal y déjalo todo ahí.
Más morbo todavía. Me pajeé, entreviéndola mientras me miraba, saboreando su corrida en mi boca, y pensando en que algiuien más miraría, y solté mis disparos de lefa contra el cristal.
Me acosté pensando en qué depararía el día siguiente.
 
El resto de las noches en París siguió el mismo patrón. Durante el trabajo era la misma jefa antipática, seca y mandona de siempre. Al volver al hotel, yo me ponía desnudo ante la puerta del balcón y esperaba su llamada. Iba a su habitación, y hacía siempre lo mismo: aguantaba un par de bofetadas, me arrodillaba ante su coño hinchado y empapado, me comía sus labios, su vulva y su clítoris, sufría sus apretones de mi cara contra su coño y recibía su squirt en la cara. Regresaba a mi habitación, me pajeaba y dejaba la corrida en el cristal.
Ella nunca se desnudó de cintura para arriba. Se quitaba lo justo para recibir mi cuninlingus.
En el vuelo de vuelta, me dijo:
-A partir de mañana, no podrás darme placer a diario. Pero de vez en cuando tendremos algún encuentro. Yo me encargo de todo. No te preocupes, la rubita no tiene que enterarse...
 
El resto de las noches en París siguió el mismo patrón. Durante el trabajo era la misma jefa antipática, seca y mandona de siempre. Al volver al hotel, yo me ponía desnudo ante la puerta del balcón y esperaba su llamada. Iba a su habitación, y hacía siempre lo mismo: aguantaba un par de bofetadas, me arrodillaba ante su coño hinchado y empapado, me comía sus labios, su vulva y su clítoris, sufría sus apretones de mi cara contra su coño y recibía su squirt en la cara. Regresaba a mi habitación, me pajeaba y dejaba la corrida en el cristal.
Ella nunca se desnudó de cintura para arriba. Se quitaba lo justo para recibir mi cuninlingus.
En el vuelo de vuelta, me dijo:
-A partir de mañana, no podrás darme placer a diario. Pero de vez en cuando tendremos algún encuentro. Yo me encargo de todo. No te preocupes, la rubita no tiene que enterarse...
Andá con la jefa. Tú que sentías al referirse ella a tu mujer como la rubita?
 
Joder vaya con Magda. Supongo que en algún momento llegarías a enterarte de qué le contó Bea a ella, ¿no?
 
Andá con la jefa. Tú que sentías al referirse ella a tu mujer como la rubita?
Mucho morbo. Son bastante diferentes, tanto físicamente como de personalidad. Bea es simpática, agradable y extrovertida, y Magda es antipática, poco sociable y malhumorada.
 
No volví a dar placer a Magda hasta el siguiente viaje a París, tres semanas más tarde. La primera tarde, al llegar al hotel, me ordenó ir a su habitación. Me arrodillé ante ella, sin tocarla, y levantó la falda. Se había quitado el tanga y contemplé su chocho húmedo un instante antes de que me agarrase del pelo y me obligase a amorrarme a él. Llevaba semanas deseando comérmelo y complacerla, hacerla gozar y dejarla bien satisfecha, así que me apliqué con la lengua, los labios y los dientes hasta que hice que se corriera en mi cara entre gemidos de satisfacción.
Cuando me soltó el pelo y me permitió levantarme para marcharme, me dijo:
-A partir de ahora no puedes pajearte.
Yo, que tenía el rabo a punto de reventar y estaba deseando entrar en mi habitación para desnudarme y masturbarme delante de la ventana, la miré desconcertado.
-A qué viene esa cara? Eres gilipollas? Te prohíbo que juegues con tu gusanito hasta que la rubita quiera follarte. Entendido? Ahora vete a tu habitación.
Volví pensando por qué iba a tener que obedecer. Total, no iba a enterarse si me la meneaba, llevo toda la vida haciendo edging y puedo pasarme horas pajeándome controlando perfectamente el momento de correrme. Y eso sería lo que haría.
Y sin embargo, lo que hice fue darme una ducha fría que bajase mi enrme calentón.
Así pasaron los cuatro días de estancia en París. Cada tarde iba a su habitación, le daba todo el placer que ella me exigía, y volvía a mi habitación, donde permanecía toda la noche sin masturbarme.
Evidentemente, al volver a casa aquella semana, Bea recibió una follada memorable. La follé con ganas por todas partes, su ojete tragón quedó bien dilatado, su coñito bien servido, su boca bien follada, y terminó con tal corridón en la cara y las tetas, que se miró al espejo y dijo:
-Joder, qué abundancia, parece que vengo de un bukkake...
 
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