Después de la fiesta, llegaron nuestras vacaciones de Navidad, dos semanas en las que nos fuimos a visitar a nuestras familias, en las que también tuvimos unos días para nosotros solos y en los que aprovechamos para practicar sexo siempre que tuvimos oportunidad. Bea estaba especialmente cerda (esta palabra la pronunció en infinidad de veces) y yo, como buen marido, tenía que tenerla bien satisfecha.
La tarde de Nochebuena, que pasamos con la familia de Bea, estaba tan caliente que me llevó al dormitorio, que compartíamos con su hermana Cris. Allí, desnudos, se arrodilló ante mí y se puso a comerme los huevos, poniendo su cara bajo mi rabo, que empezó a crecer y ponerse gordo y duro sobre su carita sin que ella lo tocase, ya que sus manos estaban ocupadas en abrirme las nalgas y explorar mi ojete.
Una vez que mi rabo estaba a punto de estallar, con el capullo golpeando su frente, sacó los dedos de mi ano, agarró el rabo con fuerza, le pegó dos lamidas, se lo metió un par de veces en la boca, y acto seguido, me empujó sobre la cama, se sentó sobre mi rabo y me cabalgó. Entré en ella hasta los huevos, con sus tetazas bamboleándose delante de mí, mientras yo me agarraba a su culo, disfrutando de la vista de su coñito rubio follándome.
Pero ella no quería terminar rápido. Se levantó para sacarse mi rabo del coño, lo agarró con las dos manos y se lo clavó en el culo. Su culito tragón ya está lo suficientemente lamido, trabajado con los dedos y follado, como para que no le cueste mucho meterse mi rabo, sobre todo si el ojete está tan mojado como aquel dia. Cabalgó con mi polla en su culo mientras yo le metía tres dedos en el coño y ella se masajeaba el clítoris.
Yo estaba totalmente dentro de su culo, ella montaba a buen ritmo y sé que en ocasiones así, no tarda en correrse y queda tan servida que no quiere más.
Así que la obligué a sacarse mi polla de dentro, la tumbé en la cama y me dediqué a su coñito. Le hice un cunninligus especialidad de la casa hasta que se corrió en mí cara.
Ella, que sabe terminar correctamente, me dedicó un mamadón de los que ella sabe hacer hasta que notó mi lefa en la boca se apartó un poco y dejó que le regase las tetazas, aunque dos de los chorros le cayeron en la cara, las gafas y el pelo.
Me morreó, porque el acuerdo es que si me corro en su boca, yo también trago lefa.
Entonces Bea miró hacia un lado y ahogó un grito:
-Hostia!
Me giré y vi que alguien nos espiaba desde la puerta, que apenas estaba abierta. Bea se abalanzó hacia allí, la abrió un poco más y tiró de quien estaba al otro lado y cerrándola enseguida. Era Cris.
-Joder, Cris, qué haces? -trató de regañarla Bea, aunque desnuda, sudorosa y con la cara, el pelo y las tetas pringadas de mi corrida, no tenía mucha autoridad, y así se veía en la cara de Cris, que miraba a su hermana mayor entre burlona y cachonda.
-Pasar un buen rato, aunque no tan bueno como el vuestro... Vaya herramienta, querido... No te preocupes, Bea, que no voy a contar nada a nuestros padres. Eso sí, a ver si me enseñas a hacer todo eso que sabes hacer...
Ni corta ni perezosa, pasó el dedo sobre las tetas de Bea, tomó parte de mi lefa y se chupó los dedos. Acto seguido, salió.
Cris no contó nada a sus padres, pero sí a las otras dos hermanas, Ana y Marta, con todo lujo de detalles, con lo que las indirectas volaron el resto de los días que estuvimos allí.