Mi padre me enseñó a ser un hombre [Historia de Incesto Real entre Padre e Hijo]

PADRE E HIJO: PARTE I

Era la primera vez que mi padre y yo nos fundíamos en un beso, nos comíamos la boca, la primera vez que habíamos pasado ciertos limites que JAMAS pensaba que ocurriría. Aquellos limites familiares ya parecía que se habían roto y estábamos dispuestos a llegar a donde hiciera falta para satisfacer nuestros deseos como "machos" que siempre decía mi padre.

Después de que mi padre me dejara la lefa en la comisura de los labios no pude evitar sacar la lengua (como cuando tienes un poco de mayonesa) y limpiar bien para impregnarme de aquel sabor. Era mágico, sabia a morbo, a prohibido, a deseo, a placer, a querer mas...

Mi padre acabo de ducharse para acto seguido salir a correr.

-Dúchate, vale guarrete? -me soltó mi padre con una sonrisa. -Si claro, no me voy a quedar así.

Mi padre se fue y yo me metí en la ducha, debajo de aquella alcachofa mientras me caía el agua calentita volvieron a mi mente los momentos que previamente habíamos vivido y mi polla volvió a ponerse dura como un resorte al instante. Pensar en aquel hombre, aquel macho, que era mi puto padre joder, pero menudo morbazo...cuantas familias estarían viviendo lo mismo y no se dice, se mantiene en secreto, se disfruta...pensar en la ducha sobre aquello me hacia sentir de alguna manera "poderoso" y elevaba mi calentura al x1000.

Me duche tranquilamente (aunque me hubiese cascado otro pajote, no lo negare) y salí de la ducha. Empecé a secarme el cuerpo, saque el secador y me seque el pelo, en fin, lo típico en estos casos

Me dispuse a ponerme yo también mi ropa de deporte para salir a correr un rato con la música puesta a todo volumen y así relajar un poco la mente, así que así lo hice. Siempre me gusta salir a correr por la naturaleza, no soy nada de gimnasios ni nada por el estilo. En una de estas me encontré a mi padre que ya iba de vuelta a casa.

-Ey, ¿ya vas a casa? -Le dije a mi padre. -Tu me dirás, alguien tendrá que hacer la comida, ¿no? o prefieres "hacérmela" tu?

En ese momento que no pasaba nadie (y menos mal) mi padre se arremango uno de los camales del pantalón hasta lo máximo que pudo dejando su polla morcillona al aire, mis ojos se fueron directos hacia ese miembro y no daba crédito.

-¡Papa coño, que estamos en la calle! -le dije yo. Mi padre se bajo el camal -Vaya, ¿ahora el niño se escandaliza? Cuando llegues a casa te vas a enterar. Mi padre se fue mirándome con una mirada que jamás me había soltado antes y no supe interpretar que querían decir exactamente sus palabras, aunque por culpa de enseñarme el rabo empezaba a tener una semi-erección que iba a ser complicado disimular.

Acabe mi trayecto como buenamente pude (entre momentos de calentón y calma) y me dirigí a casa. La cabeza me iba a mil por hora, a que se refería mi padre, que querría decir con aquello, estaría enfadado o no...Subí las escaleras de casa y abrí la puerta. Entre saludando y cerré la puerta.

Cuando avance un poco pasando por el cuarto de mi hermana seguido estaba el de mis padres, y ahí estaba mi padre con toda la ropa sudada, de pie, mirándose en el espejo.

-Hombre, pero si ya estas aquí -me dijo mi padre. -Pero si he dicho buenas cuando he entrado, ¿no me has escuchado? -Mi padre se giro y me miro con cara de extrañeza y se dirigió a mi -Pero que coño te pasa, ¿se puede saber el estar tan contestón a que viene? me dijo.

-No, contestón no, pero me dices de llevar esto en secreto sabiendo que vivimos en un pueblo pequeño y vas y me enseñas el rabo ahí sin pudor, joder córtate un poco. ¿Sabes que si la gente se entera la podemos liar? le dije a mi padre en un tono bastante elevado.

-¡EH! A mi que sea la ultima vez que te diriges así y en ese tono, ¿te queda claro puto niñato? -me soltó mi padre en un tono habitual de cuando se enfadaba o algo le sentaba mal.

-Mira, vete a...-no me dio tiempo a terminar cuando mi padre se lanzo a mi boca con su mano tapándola, y con el otro brazo me agarro de la espalda.

-Que me vaya donde, dime donde -me dijo mi padre pero esta vez bajando el tono y en un leve susurro a escasos centímetros de mi cara. -Ya no eres tan gallito, ¿no? Esto es lo que quieres ¿verdad? Pues tranquilo, que ahora te vas a enterar.

Mi padre quito su mano de mi boca y apretándome con sus dejos las mejillas me soltó -Por tu bien espero que me obedezcas a todo en este momento, ahora vas a saber lo que es ser un buen macho.

-Papa que...que vas a...-dije yo titubeando.

Mi padre se alejo de mi unos centímetros y empezó a desvestirse. Empezó a quitarse la camiseta dejando todo ese torso velludo a la vista que tanto me gustaba, le brillaba por el sudor y se llevo su mano a uno de sus pezones mientras se los acariciaba mirándome lascivo y señalándome con el dedo que me acercara.

Aquello empezaba a ponerme a cien y como buen hijo obedecí, me acerque poco a poco donde estaba el y me susurro - acaríciame los pezones con la lengua, y no quiero un no por respuesta.

Mi padre había pasado de un mosqueo a convertirlo en un juego donde quedaba claro que yo seria la presa, y no lo pensé, la rabia momentánea empezó a convertirse en un morbo irrefrenable y yo quería dejarme llevar hasta las ultimas consecuencias. Como bien me ordeno mi padre saque la lengua y empecé a lamer ese pezón, mi padre daba jadeos pequeños pero suficientemente intensos como para saber que aquello le estaba poniendo como una moto.

-Así así pequeño gallito -me decía mi padre mientras me dio un golpe en el mentón señalando que dejara de lamer y le mirara a la cara, nuestras bocas volvieron a juntarse, mi padre separó su cara, me escupió en la lengua y me empezó a morrear desenfrenadamente.

-Cógeme la polla y cáscamela con fuerza, ¿entendido? -me dijo.

-Si papá.

Era la primera vez que recibía la orden de tener ese miembro en mis manos, aquel miembro que entraba en el coño de mi madre, aquel miembro que me engendró en su día, hoy lo tendría entre mis manos.

Acerque mi mano a su polla y casi no podía cerrarla, que grosor, que dureza, que venas se marcaban. Empecé a bajar la piel de su polla primero bastante despacio mientras seguíamos besándonos como locos.

-Cáscamelo más rápido joder -me soltó.

Que me diera órdenes me ponía todavía más a mil por hora, así que empecé a masturbarle lo más rápido que pude y procurando no parar para satisfacerle a sus órdenes.

-Ufff, así así cabrón, que bien se te da hijo, dale no pares -me decía entre gemidos mezclados con los besos.

Mientras pajeaba a mi padre el se lanzó a sacarme la polla por encima del pantalón de deporte y empezó a acariciarme los huevos con un suave masaje con las yemas de sus dedos para después de un rato subir su mano por el tronco y proceder a masturbarme. Y ahí estábamos los dos, padre e hijo fundiéndose en lo prohibido y el morbo desenfrenado, en la inmoralidad, en lo más tabú…pero sinceramente en ese momento me daba todo igual. Me daba igual mi madre, me daba igual si se enteraban, me daba igual si estaba mal…era mi padre, yo quería disfrutar de él, me apetecía e iba a ir a por todas.

La habitación olía a sudor, a deseo acumulado, a noches de miradas furtivas y palabras no pronunciadas. La luz tenue se filtraba por la ventana entreabierta, dejando ver apenas las siluetas de dos cuerpos que se miraban como dos depredadores a punto de destrozarse.

Mi padre lo lo tenía claro. Esa noche iba a devorarme, sin permiso, sin frenos.

Notaba cómo mi cuerpo se encendía como gasolina en contacto con una cerilla. No había nada dulce allí. Solo pura tensión carnal, salvaje, casi animal. En un momento dado mi padre me estampó contra la pared, clavando sus manos en mis caderas, en mi cuello, en cualquier parte de mi cuerpo que pudiera agarrar.

—Te voy a follar hasta que no puedas ni andar, ¿me oyes? -me dijo mi padre.

Desafiándole con la mirada le dije -no tienes huevos, pero no sabía que estaba a punto de descubrir que mi padre aún podía ser más salvaje de lo que aparentaba.
Joder uffffffffff
 
Ostiaaaa… qué afortunado ese chaval, que va a aprender lo que es una buena polla de la mano del cabrón de su padre…. Menudo salido cabrón, joder.
 
Leyendo los primeros capítulos me imaginaba a padre e hijo yendo a debutar y tener sexo con prostitutas, amigas, jovencitas y mayores. Todo con el fin de ensañarle el arte del sexo.
Y derivo en que lo machos de polla grande eran dos gays ocultos que cogen entre ellos.
 
Bueno, más que gays ocultos, en el caso del padre es más bien un tío vacilando de polla gorda, con la mujer, con el hijo, y con quien se le ponga por delante, menudo semental…
 
Yo la ultima parte desearía un extended cut.. me supo a poco 😋
 
Leyendo los primeros capítulos me imaginaba a padre e hijo yendo a debutar y tener sexo con prostitutas, amigas, jovencitas y mayores. Todo con el fin de ensañarle el arte del sexo.
Y derivo en que lo machos de polla grande eran dos gays ocultos que cogen entre ellos.
Quizá si no te adelantaras en sacar conclusiones precipitadas leerás que mi padre me enseñó a disfrutar del sexo con y sin el, pero es más fácil hablar antes de tiempo 😁
 
Jaja, por favor, que siga! Tengo un par de obreros en una tienda debajo de mi casa, padre e hijo. El chaval, unos veintipocos, de gym, y el papá unos 40 largos, con culazo y brazacos de estar en la obra toda la vida… Los dos ahí, currando, sudando, los calzoncillos que se ven cuando se agachan… joer, me recuerdan a los protas de esta historia; me imagino al hijo matándose a pajas toda la noche pensando en su padre en la obra, buaaaah
 
Buuf, chavales… hoy me he fijao bien en la bragueta del papá obrero… ostia qué paquetón!! Debe estar el chaval hasta pegándole pollazos a la almohada por la noche, imaginando que los pega encima de los huevazos gordos de su padre, joder….
 
Buenos días, chavales! Mientras el compañero no continúa su historia, sigo flipando con los obreros, papá e hijo 😀. Ya están trabajando, menuda sudada… cómo deben quedar esos gayumbos, JODER.
 
Buenos días, chavales! Mientras el compañero no continúa su historia, sigo flipando con los obreros, papá e hijo 😀. Ya están trabajando, menuda sudada… cómo deben quedar esos gayumbos, JODER.
Sacale una foto y nos los enseñas
 
Sacale una foto y nos los enseñas
Jajaj…. Pues más o menos así debe estar el padre tumbao en el sofá cuando llegan a casa, antes de la ducha y con esos gayumbos que los va a reventar con las pelotas…
 

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Jaja, como siempre, me uno a la petición, por favor! Ufff, me hace pensar toda esta historia también en mi tío Ramón, alias “tío rabón”, ya os imagináis 🤣🤣
 
Lecciones de un Hombre


La habitación aún olía a sexo. A sudor. A virilidad desatada.

Las sábanas estaban arrugadas, húmedas. Yo yacía el centro de la cama boca arriba, el pecho subiendo y bajando con fuerza. Tenía la piel aún caliente, los labios entreabiertos, los ojos perdidos en el techo. Sentía las piernas flojas, la entrepierna sensible, el cuerpo lleno de una energía nueva, adictiva.

A mi lado, mi padre, mi referente, el hombre de la casa. Desnudo, sin vergüenza, sin urgencia. Me miró de reojo y cuando lo hizo empecé a conversar con él:

—¿Y ahora qué? —pregunté aún jadeando.

Mi padre soltó una carcajada ronca, grave.

—¿Ahora qué, dices? —me contestó mi padre—. Ahora empieza lo bueno, chaval. Lo de antes fue solo… una iniciación.

Al escuchar aquello tragué saliva. No sabía si lo que sentía eran nervios o hambre de más. Mi cuerpo lo pedía. Mi mente no lo entendía del todo, pero algo se había abierto dentro de mi. Algo que no quería cerrar.

—¿Te ha gustado? —preguntó mi padre, girando la cabeza para mirarme directamente.

—Sí… mucho —contesté con un hilo de voz.

Mi padre se inclinó sobre mi, me cogió por la mandíbula con firmeza y me obligó a mirarle a los ojos.

—Mírame bien. Esto no es un jueguecito de críos calientes. Esto es cosa de hombres. Y si vamos a seguir haciendo esto, más te vale que aprendas cómo se comporta un macho. ¿Entendido?

—Sí… —asentí entre excitado y sometido.

Mi padre me soltó mi cara, pero no su mirada.

—No me vengas con dudas de moral ni mierdas. Lo que hicimos está bien si tú lo quieres. No me importa si está bien o mal para el resto del mundo. Lo que importa es que tú has abierto las piernas, me pediste más, y yo te hice un hombre. ¿O no fue así?

Yo bajé la mirada, mordiéndome el labio. Me costaba asumirlo… pero me gustaba escucharlo así.

—Sí, joder…Me ha encantado.

Mi padre sonrió, satisfecho.

—Eso quería oír.


Mi padre se levantó de la cama, caminando desnudo por la habitación con la seguridad de un semental. Era un hombre hecho, curtido, con manos grandes, dedos gruesos, y una voz que vibraba en el estómago cuando hablaba.

Se puso un bóxer apretado y se giró con calma.

—Hoy te voy a llevar a un sitio. Quiero que veas algo. Quiero que aprendas.

—¿A dónde?

—A un sitio donde los hombres como yo nos soltamos la correa. Un local donde las tías se te sientan encima y te piden que las hagas callar con la polla. ¿Has estado alguna vez en uno?

El chico negó con la cabeza, con la boca seca.

—Pues hoy es tu bautizo. No te me rajes.

—¿Y qué vamos a hacer ahí… juntos?

Mi padre se agachó frente a mi, volvió a cogerme la cara con una mano firme y me dijo:

—Yo voy a enseñarte a mirar. A desear. A controlarte. Y si eres valiente… hasta te dejaré participar. Solo quiero que aprendas a moverte como un macho.

En ese momento sentí una punzada en la entrepierna. El morbo se disparó. Mi cuerpo estaba ardiendo otra vez.


—Quiero ir —dijo, firme.

—Buena respuesta —asintió mi padre, dándome una palmada fuerte en el muslo—. Así me gusta. Te estás volviendo hombre.

Poco después mi padre y yo nos preparábamos para ir a aquel lugar lleno de lujuria y deseo, de lucecitas, donde los hombre van cuando no tienen en casa quien les tenga bien servidos, o que simplemente quieren catar otros coños por estar hartos de estar probando años y años el mismo.

Nos pusimos bien guapos y nos montamos en el coche de mi padre.

El motor rugía mientras atravesábamos la carretera. Yo iba en el asiento del copiloto, las piernas separadas, los nervios a flor de piel. Mi padre manejaba con una sola mano, la otra descansaba en su propio muslo, sin prisa, sin filtro.

—¿Estás nervioso? —me preguntó mi padre, con una sonrisa ladeada.

—Un poco.

—Mejor. Eso significa que no eres un trozo de carne sin sangre. Pero escúchame bien: allí dentro, quiero que observes. Mira cómo caminan los tíos, cómo agarran a las tías, cómo les hablan al oído, cómo les ordenan. Olvídate de la culpa. Lo que pasa ahí dentro se queda ahí.

—¿Y tú? ¿Qué harás tú?-le dije a mi padre.

El me miró de reojo.

—Yo disfrutaré. Y tú aprenderás a mirar como se mira una hembra. Como un macho que sabe lo que quiere.

Yo apreté las piernas. El simple tono de voz de mi padre me empalmaba. Su manera de hablar, tan cruda, tan directa, tan sucia… me daban ganas de obedecer en todo.

A lo lejos, apareció un cartel de neón rojo (no diré el nombre del sitio). Una antigua nave industrial reconvertida en club privado, llegamos y aparcamos en la parte trasera.

Mi padre apagó el motor y se giró hacia mi.

—Una última cosa —dijo, serio—. Aquí no eres un chaval. Aquí eres mi sombra. No hables si no te lo digo. No toques si no te doy permiso. Y si te portas bien… quizás, solo quizás, te deje aprovechar la noche.

En ese momento tragué saliva.

—Sí, señor.

Mi padre sonrió de lado, abrió la puerta del coche y salió, acto seguido hice lo mismo y caminando juntos nos acercábamos al lugar, y la noche solo acababa de comenzar.
 
Lecciones de un Hombre


La habitación aún olía a sexo. A sudor. A virilidad desatada.

Las sábanas estaban arrugadas, húmedas. Yo yacía el centro de la cama boca arriba, el pecho subiendo y bajando con fuerza. Tenía la piel aún caliente, los labios entreabiertos, los ojos perdidos en el techo. Sentía las piernas flojas, la entrepierna sensible, el cuerpo lleno de una energía nueva, adictiva.

A mi lado, mi padre, mi referente, el hombre de la casa. Desnudo, sin vergüenza, sin urgencia. Me miró de reojo y cuando lo hizo empecé a conversar con él:

—¿Y ahora qué? —pregunté aún jadeando.

Mi padre soltó una carcajada ronca, grave.

—¿Ahora qué, dices? —me contestó mi padre—. Ahora empieza lo bueno, chaval. Lo de antes fue solo… una iniciación.

Al escuchar aquello tragué saliva. No sabía si lo que sentía eran nervios o hambre de más. Mi cuerpo lo pedía. Mi mente no lo entendía del todo, pero algo se había abierto dentro de mi. Algo que no quería cerrar.

—¿Te ha gustado? —preguntó mi padre, girando la cabeza para mirarme directamente.

—Sí… mucho —contesté con un hilo de voz.

Mi padre se inclinó sobre mi, me cogió por la mandíbula con firmeza y me obligó a mirarle a los ojos.

—Mírame bien. Esto no es un jueguecito de críos calientes. Esto es cosa de hombres. Y si vamos a seguir haciendo esto, más te vale que aprendas cómo se comporta un macho. ¿Entendido?

—Sí… —asentí entre excitado y sometido.

Mi padre me soltó mi cara, pero no su mirada.

—No me vengas con dudas de moral ni mierdas. Lo que hicimos está bien si tú lo quieres. No me importa si está bien o mal para el resto del mundo. Lo que importa es que tú has abierto las piernas, me pediste más, y yo te hice un hombre. ¿O no fue así?

Yo bajé la mirada, mordiéndome el labio. Me costaba asumirlo… pero me gustaba escucharlo así.

—Sí, joder…Me ha encantado.

Mi padre sonrió, satisfecho.

—Eso quería oír.


Mi padre se levantó de la cama, caminando desnudo por la habitación con la seguridad de un semental. Era un hombre hecho, curtido, con manos grandes, dedos gruesos, y una voz que vibraba en el estómago cuando hablaba.

Se puso un bóxer apretado y se giró con calma.

—Hoy te voy a llevar a un sitio. Quiero que veas algo. Quiero que aprendas.

—¿A dónde?

—A un sitio donde los hombres como yo nos soltamos la correa. Un local donde las tías se te sientan encima y te piden que las hagas callar con la polla. ¿Has estado alguna vez en uno?

El chico negó con la cabeza, con la boca seca.

—Pues hoy es tu bautizo. No te me rajes.

—¿Y qué vamos a hacer ahí… juntos?

Mi padre se agachó frente a mi, volvió a cogerme la cara con una mano firme y me dijo:

—Yo voy a enseñarte a mirar. A desear. A controlarte. Y si eres valiente… hasta te dejaré participar. Solo quiero que aprendas a moverte como un macho.

En ese momento sentí una punzada en la entrepierna. El morbo se disparó. Mi cuerpo estaba ardiendo otra vez.


—Quiero ir —dijo, firme.

—Buena respuesta —asintió mi padre, dándome una palmada fuerte en el muslo—. Así me gusta. Te estás volviendo hombre.

Poco después mi padre y yo nos preparábamos para ir a aquel lugar lleno de lujuria y deseo, de lucecitas, donde los hombre van cuando no tienen en casa quien les tenga bien servidos, o que simplemente quieren catar otros coños por estar hartos de estar probando años y años el mismo.

Nos pusimos bien guapos y nos montamos en el coche de mi padre.

El motor rugía mientras atravesábamos la carretera. Yo iba en el asiento del copiloto, las piernas separadas, los nervios a flor de piel. Mi padre manejaba con una sola mano, la otra descansaba en su propio muslo, sin prisa, sin filtro.

—¿Estás nervioso? —me preguntó mi padre, con una sonrisa ladeada.

—Un poco.

—Mejor. Eso significa que no eres un trozo de carne sin sangre. Pero escúchame bien: allí dentro, quiero que observes. Mira cómo caminan los tíos, cómo agarran a las tías, cómo les hablan al oído, cómo les ordenan. Olvídate de la culpa. Lo que pasa ahí dentro se queda ahí.

—¿Y tú? ¿Qué harás tú?-le dije a mi padre.

El me miró de reojo.

—Yo disfrutaré. Y tú aprenderás a mirar como se mira una hembra. Como un macho que sabe lo que quiere.

Yo apreté las piernas. El simple tono de voz de mi padre me empalmaba. Su manera de hablar, tan cruda, tan directa, tan sucia… me daban ganas de obedecer en todo.

A lo lejos, apareció un cartel de neón rojo (no diré el nombre del sitio). Una antigua nave industrial reconvertida en club privado, llegamos y aparcamos en la parte trasera.

Mi padre apagó el motor y se giró hacia mi.

—Una última cosa —dijo, serio—. Aquí no eres un chaval. Aquí eres mi sombra. No hables si no te lo digo. No toques si no te doy permiso. Y si te portas bien… quizás, solo quizás, te deje aprovechar la noche.

En ese momento tragué saliva.

—Sí, señor.

Mi padre sonrió de lado, abrió la puerta del coche y salió, acto seguido hice lo mismo y caminando juntos nos acercábamos al lugar, y la noche solo acababa de comenzar.
Mmm te has quedado en lo mejor jjj
 

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