7:30 de la mañana de un martes, ahí me encontraba yo, desayunando solo en un hotel en Valencia sin entender muy bien porque tenía que hacer ese trabajo fuera de mi ciudad, e imaginando como sería mi compañera asignada para ese día.
Trabajo en la delegación de una gran consultora en una ciudad de mediano tamaño, siempre supe que me podían pedir que hiciese desplazamientos, pero la verdad es que era la primera vez en cuatro de los seis años que llevo en la compañía, puesto que la carga de trabajo de mi delegación es bastante elevada, es común que nos envíen gente de otras delegaciones a ayudarnos puntualmente, no que nos asignen trabajos en delegaciones más grandes.
Me dijeron que tenía que enseñar como hacíamos las auditorías a Raquel, para que viese como trabajamos. Es muy común que a los auditores senior nos pongan un recién contratado para que vea como trabajamos, y la verdad es que a mí esto me pasaba más que a mis compañeros. Debido a lo mal que me trataron en alguno de mis primeros trabajos, yo siempre trataba de ser amable con los nuevos, y al final esto hacía que a mi me tocase mas veces hacer de mentor.
Apuré mi café con tostadas mientras me imaginaba a Raquel, yo tengo 44 años y estoy casado desde hace 8, nunca he tenido una aventura, pero no voy a mentir, siempre me resulta más agradable que me asignen una jovencita guapa, que cuando me asignan a un chico. Como novatas intentan agradar, y siempre te sube el ego que una jovencita te preste su atención y se esfuerce en agradarte, aunque en el fondo sepas que el motivo de agradar es profesional.
Acabé el desayuno, subí a la habitación a lavarme los dientes. Acto seguido me dirigí al hall del hotel donde tenía que esperar a Raquel.
Una vez allí, me puse a escrutar a la gente buscando una jovencita que suponía vestiría de traje. No había más de tres personas, dos hombres y una mujer de unos 48 años hablando por el móvil, descarté que fuese Raquel, porque no me cuadraba por edad, pero me quedé mirándola aprovechando que ella estaba a lo suyo, hablando por teléfono.
Era una mujer de aproximadamente metro setenta, morena, con pelo largo y rizado, un poco sin ser gorda tenía pechos grandes y un buen culo, una milf en toda regla. Es un tipo de mujer que me llama bastante la atención, porque dista mucho del cuerpo de mi mujer, la cual es bajita y delgadita, con un vientre plano, y un pecho bonito pero pequeño.
Supongo que es lo de siempre, si tienes un SUV, te imaginas como será conducir un deportivo, si vives en un piso piensas en cómo sería vivir en una casa, etc. Así que yo, aunque estoy a gusto con mi mujer, siempre que veo una mujer así, me imagino como sería follármela, más aún teniendo en cuenta que llevo 14 años de monogamia.
Pasaron un par de minutos en los que yo seguía deleitándome con esa mujer, que cada vez me parecía más atractiva, me imaginaba como seria desnuda, y las cosas que me gustaría hacerle, claramente me centraría en sus pechos, se notaba que eran de mucho mayor tamaño que los de mi mujer, los típicos entre los cuales no puedes evitar meter la polla, algo que añoro, porque desde una novia que tuve de adolescente no he vuelto a disfrutar de una buena cubana.
De repente la oí despedirse, nos habíamos quedado solos en la recepción, ella me miró, y dirigiéndose hacia mí, me dijo:
¿Hola, eres Carlos? Yo soy Raquel.
Trabajo en la delegación de una gran consultora en una ciudad de mediano tamaño, siempre supe que me podían pedir que hiciese desplazamientos, pero la verdad es que era la primera vez en cuatro de los seis años que llevo en la compañía, puesto que la carga de trabajo de mi delegación es bastante elevada, es común que nos envíen gente de otras delegaciones a ayudarnos puntualmente, no que nos asignen trabajos en delegaciones más grandes.
Me dijeron que tenía que enseñar como hacíamos las auditorías a Raquel, para que viese como trabajamos. Es muy común que a los auditores senior nos pongan un recién contratado para que vea como trabajamos, y la verdad es que a mí esto me pasaba más que a mis compañeros. Debido a lo mal que me trataron en alguno de mis primeros trabajos, yo siempre trataba de ser amable con los nuevos, y al final esto hacía que a mi me tocase mas veces hacer de mentor.
Apuré mi café con tostadas mientras me imaginaba a Raquel, yo tengo 44 años y estoy casado desde hace 8, nunca he tenido una aventura, pero no voy a mentir, siempre me resulta más agradable que me asignen una jovencita guapa, que cuando me asignan a un chico. Como novatas intentan agradar, y siempre te sube el ego que una jovencita te preste su atención y se esfuerce en agradarte, aunque en el fondo sepas que el motivo de agradar es profesional.
Acabé el desayuno, subí a la habitación a lavarme los dientes. Acto seguido me dirigí al hall del hotel donde tenía que esperar a Raquel.
Una vez allí, me puse a escrutar a la gente buscando una jovencita que suponía vestiría de traje. No había más de tres personas, dos hombres y una mujer de unos 48 años hablando por el móvil, descarté que fuese Raquel, porque no me cuadraba por edad, pero me quedé mirándola aprovechando que ella estaba a lo suyo, hablando por teléfono.
Era una mujer de aproximadamente metro setenta, morena, con pelo largo y rizado, un poco sin ser gorda tenía pechos grandes y un buen culo, una milf en toda regla. Es un tipo de mujer que me llama bastante la atención, porque dista mucho del cuerpo de mi mujer, la cual es bajita y delgadita, con un vientre plano, y un pecho bonito pero pequeño.
Supongo que es lo de siempre, si tienes un SUV, te imaginas como será conducir un deportivo, si vives en un piso piensas en cómo sería vivir en una casa, etc. Así que yo, aunque estoy a gusto con mi mujer, siempre que veo una mujer así, me imagino como sería follármela, más aún teniendo en cuenta que llevo 14 años de monogamia.
Pasaron un par de minutos en los que yo seguía deleitándome con esa mujer, que cada vez me parecía más atractiva, me imaginaba como seria desnuda, y las cosas que me gustaría hacerle, claramente me centraría en sus pechos, se notaba que eran de mucho mayor tamaño que los de mi mujer, los típicos entre los cuales no puedes evitar meter la polla, algo que añoro, porque desde una novia que tuve de adolescente no he vuelto a disfrutar de una buena cubana.
De repente la oí despedirse, nos habíamos quedado solos en la recepción, ella me miró, y dirigiéndose hacia mí, me dijo:
¿Hola, eres Carlos? Yo soy Raquel.