Muy buenas de nuevo.
Como le comenté hace un momento a
@Luis12 , procedo a contaros algo que, en sí, no es una continuación como tal del relato. O sí, pero no es una continuación sexual.
Escribo estas líneas para contar lo que sucedió días después del trío que hicimos Ricardo y yo con mi sobrina. Y que sirvió para reafirmar más aún lo que estábamos haciendo y, sobre todo, cómo lo estábamos haciendo.
Como sabéis, como siempre hago, al día siguiente de nuestro encuentro a tres escribí a Teresa para saber cómo se encontraba.
Me dijo que tenía mil agujetas, que le dolían todos los músculos del cuerpo y que sentía el coño y el culo muy abiertos, palpitantes.
Que sentía algo de escozor pero que cada vez que recordaba lo que había pasado y lo bien que se lo habia pasado, cualquier molestia del día después le parecía insignificante.
Yo me alegré mucho de saber eso, pero aun así quería hablar con ella. Sin sexo de por medio. Una cosa era que lo pasáramos bien juntos y otra muy distinta que no me preocupara por saber cómo se sentía ella como mujer, como persona.
Así que le dije eso, que quería hablar con ella, quedar un día solo para tomar algo.
Teresa se quedó preocupada y preguntó varias veces si es que había algún problema, si había hecho mal...
Yo la tranquilicé diciéndole que no, que todo lo contrario, que todo estaba bien, pero que quería hablar con ella para saber cómo se encontraba, cuáles eran sus sentimientos y pensamientos...
Mi sobrina repitió que ella estaba bien, feliz, pero yo insistí y, finalmente, quedamos en que, tras la Semana Santa, yo iría un día a recogerla y a llevarla a la universidad por la mañana.
La Semana Santa pasó sin novedad y, tras un intercambio de mensajes, convenimos que iría a buscarla para llevarla a la universidad el martes 22 de abril por la mañana.
Quedamos a la salida del metro donde la dejaba después de cada encuentro sexual, y tras demostrarnos con un buen morreo que teníamos muchas ganas de vernos, me dirigí hacia la Universidad Complutense.
Fui directo. Le pregunté qué tal estaba, cómo se sentía como mujer.
- Cuando hablamos de esto por primera vez -me dijo Teresa-, ya te comenté que estaba bien, que me sentía bien. Cuidada, mimada, feliz y satisfecha.
- Sí, lo recuerdo, pero desde entonces a ahora han pasado muchas cosas, incluída la última con Ricardo -le comenté.
- Bueno, la verdad es que cuando noté que había otro hombre me quedé helada, sobre todo por lo inesperado, pero en cuanto empezó a comerme al tiempo que tú me tocabas, perdí el sentido y ya viste que me dejé llevar -contestó Teresa.
- Y te gustó realmente o solo lo hiciste por mí? -necesitaba saber que ella lo hacía por deseo y no por darme el gusto a mí, de ahí mi pregunta.
- No seas tonto -dijo mi sobrina-, claro que lo hice porque me gustó. Cómo no iba a gustarme? Caray, recibir placer por partida doble tiene o tendría que gustarle a todo el mundo.
- Jejeje, en eso tienes razón, pero lo difícil es siempre empezar a probar.
- Ya, pero tú siempre pones muy fácil eso, lo de probar cosas nuevas, y me encanta -dijo Teresa pícaramente.
- Pues me alegro un montón escuchar todo esto de ti, porque yo por encima de cualquier placer lo primero que quiero es tu bienestar.
- Pues estoy fenomenal, tío, me siento incluso más empoderada como se dice ahora -confesó Teresa-. Sentirme tan querida, respetada y deseada, y ahora no solo por ti sino también por Ricardo, me hace sentirme más segura, con más confianza en mí misma.
- Pues entonces me haces inmensamente feliz -le dije con un punto de emoción-, porque si además de darte placer he conseguido que te veas más...madura, la satisfacción es completa.
Estábamos cerca del destino, la Universidad Complutense, y hasta llegar allí seguimos hablando un poco más sobre lo mismo, así como sobre sus amigas, sus estudios, mis hijos y mi mujer...
Paré un poco retirado de su facultad, para así despedirme de ella como merecía, y tras fundirnos en otro maravilloso beso/morreo y quedar en concretar una cita lo antes posible, justo antes de salir del coche, Teresa me preguntó:
- Pero la próxima cita va a ser también con sorpresa?
- Quieres que la haya? -le pregunté.
- Sí todas las sorpresas dan tanto placer como la de Ricardo, puedes hacer lo que quieras, jajaja -sonrió mi sobrina.
- Tomo nota, picarona.
Y en eso quedamos. Yo me quedé muy tranquilo tras esta maravillosa conversación, y el siguiente encuentro lo contaré el fin de semana.
Gracias.
Alberto.