Mi sobrina de 18 años y yo (Relato real)

Buenas noches. Continúo donde lo dejé, con mi sobrina y yo camino al apartamento. Solos.

Despedidos de mis cuñados, mi mujer y mis hijos, de camino al apartamento guardé silencio en espera de si Teresa decía algo. Pero no parecía dispuesta a abrir la boca, ni siquiera a mirarme, así que le pregunté:

- Qué tal estás?
- Bien, respondió ella. Bueno, bien no, no sé, estoy muy confundida, revolucionada.
- Revolucionada?, pregunté yo.
- Sí, lo que ha pasado no está bien, no puede ser, eres mi tío.
- Bueno, tus padres son familia lejana (Nota para quienes leéis: es cierto), y ahí están.
- Ya, pero tú estás casado con mi tía, y están mis primos...
- Bueno, no te preocupes, yo no quiero convencerte de nada, solo quería saber si estabas bien y si te había gustado lo de estas noches.

Entrábamos por la puerta de casa, cuando Teresa me contestó:

- Ese es el problema.
- Cuál?, pregunté yo.
- Que me ha gustado mucho.
- De veras?
- Sí, no se me notaba?
- Sí, desde luego, le respondí yo.
- Es que he tenido, bueno y tengo sensaciones que jamás había tenido.

Me estaba encantando la conversación, pero había que disimular cuando viniera la familia, así que le dije:

- Voy a empezar a poner la mesa y a preparar la comida, pero sigue por favor.

En la puerta de la cocina, me respondió:

- Pues es que... Desde hace tres noches vivo acelerada, con la piel de gallina todo el rato, con mucho calor...
- Bueno, eso es lo normal en esas circunstancias, le dije yo.
- Ya, pero yo jamás había sentido nada así, me contestó mi sobrina.
- Pero cuando lo recuerdas, te gusta o no?
- Pues... Sí, y mucho. Por eso no puedo mirarte a la cara mucho, porque siento que me voy a poner cardiaca al recordar.

Yo me sonreí, y mientras iba poniendo la mesa, le dije:

- Bueno, no tienes por qué preocuparte, y mucho menos por mí. Para mí ha sido una sorpresa y un regalo esto, y si tú decides que no quieres seguir jugando, yo no voy a intentar convencerte de lo contrario ni voy a forzar nada.
- No, si a mí me está gustando el juego, pero me da miedo llegar a querer más.
- Más?, le pregunté yo.
- Sí, me da miedo que pueda llegar a querer que hagas más cosas conmigo.
- Bueno, como te he dicho antes, tú mandas. Si quieres seguir jugando, genial. Si no, pues así lo dejamos.
- Gracias, me dijo ella. Voy a quitarme el bikini y a ponerme ropa seca.

Y tomó camino a su habitación.

Medio en broma medio en serio, se me ocurrió decirle:

- Si quieres, puedo quitártelo yo, le dije desde el salón.

Se hizo un silencio de unos diez segundos, al cabo de los cuales escuché:

- Qué pillo eres. Pues si quieres...

Aquello me puso la polla dura como una barra de hierro. Fui a su habitación y estaba de espaldas a la puerta, mirándose en el espejo del tocador.

Me acerqué por detrás a ella, sin pegarme, y le susurré:

- Gracias.
- Por qué?, preguntó ella.
- Porque esto es como desenvolver un regalo, respondí yo.

Ella solo sonrió, y entonces a mí, antes de quitar el nudo a su bikini, se me ocurrió pasar el dorso de mi mano por su espalda de abajo a arriba, algo que le hizo estremecer a Teresa, quien dijo:

- Jo, ves? Esto es lo que te quería decir antes. Ya estoy acelerada.
- Y eso que solo te he rozado, le susurré yo. Si te llego a hacer así...

Y me agaché para hacer pasar la punta de mi lengua desde el final de su espalda hasta la nuca.

Teresa solo acertó a decir:

- Uffff, mientras todo su cuerpo se encorvaba y quedaba pegado al mío.

Esa fue la señal definitiva. No tardé en deshacer el nudo de su bikini, y mientras con una mano le retiraba la melena para empezar a besarle el cuello y la nuca, con la otra dejaba caer la parte superior del bikini al suelo, mientras mi sobrina seguía pegada espalda contra pecho conmigo.

Yo estaba cardíaco, empalmadísimo, y ella frotaba su culo contra mi paquete, mientras gemía diciendo:

- Esto es demasiado, me estás volviendo loca.
- Y eso que apenas te he tocado, respondí yo, momento en que mis manos la rodearon y fueron directamente a sus tetas.

Aquello fue increíble, estaba acariciando las jóvenes tetas de mi sobrina, pequeñas pero con unos pezones durísimos. Fue empezar a jugar con ellos y Teresa cambió gemidos por pequeños gritos, diciendo:

- Por favor, qué me estás haciendo, estoy ardiendo, estoy mojada, ufffff.
- Muy mojada?, pregunté yo.
- Síííí, fue todo lo que me puso responder.

No tardé en hacer bajar una de mis manos por su ombligo hasta llegar a la braguita del bikini, siempre sin dejar de besar su cuello y sin dejar de acariciar sus tetas con la otra mano.

Efectivamente, esa braguita estaba empapada y no era por haber estado en la playa. Fue poner mi mano sobre su coño por encima de esa prenda para que Teresa me dijera:

- Lo ves cómo estoy?
- Lo veo y lo siento, le dije yo, pero voy a hacer una comprobación mejor.

Y con mucha sutileza, metí mis dedos por dentro de la braguita, encontrándome un coño algo peludo y completamente encharcado. No me hizo falta abrir mucho sus labios para rozar con mis dedos un clítoris hinchadísimo, el cual empecé a masturbar lentamente.

Ahí mi sobrina dejó de ser una inocente chica de 18 años para convertirse en una pantera, porque empezó a gritar diciendo que no parara, que la estaba matando de gusto, que la estaba volviendo loca...

Yo no quería desatarme del todo, pues no debía tardar en llegar la familia, así que me afané en masturbarla con todo el morbo y toda la delicadeza posible, lo cual desembocó en una espectacular y empapadora corrida por su parte mientras gritaba:

- Aaaaaah, siiiiiiiiii.

Cuando terminó de correrse no pudo sino quedar rendida boca abajo sobre la cama. Y yo me quedé unos segundos contemplándola. Mientras ella se recuperaba, aún tumbada, me agaché a su lado para susurrarle:

- Ha sido increíble. Eres increíble.

Le di un beso en la mejilla y añadí:

- Voy a terminar de preparar la mesa. Aprovecha si quieres para cambiarte antes de que vengan.
- Vale, me dijo ella en un susurro.

Yo volví al salón impresionado. No me creía lo que acababa de suceder. Había sido uno de los momentos más morbosos de mi vida. Un par de minutos después entró Teresa ya cambiada, con una sonrisa de oreja a oreja, y le dije con picardía:

- Parece que alguien lo ha pasado bien.
Ella sonrió, y me dijo:
- Ya sabes que lo he pasado muy muy bien. Aun me tiemblan las piernas.
- Pues esto ha sido solo el aperitivo, como el que tengo aquí preparado.

Nos reímos a la vez, yo me fui a la cocina mientras ella se sentaba en el sofá y diez minutos después llegó toda la familia del Mercadona.

Lo que siguió pasando ese y el resto de los días lo contaré a la mayor brevedad posible.
 
Buenas noches. Continúo donde lo dejé, con mi sobrina y yo camino al apartamento. Solos.

Despedidos de mis cuñados, mi mujer y mis hijos, de camino al apartamento guardé silencio en espera de si Teresa decía algo. Pero no parecía dispuesta a abrir la boca, ni siquiera a mirarme, así que le pregunté:

- Qué tal estás?
- Bien, respondió ella. Bueno, bien no, no sé, estoy muy confundida, revolucionada.
- Revolucionada?, pregunté yo.
- Sí, lo que ha pasado no está bien, no puede ser, eres mi tío.
- Bueno, tus padres son familia lejana (Nota para quienes leéis: es cierto), y ahí están.
- Ya, pero tú estás casado con mi tía, y están mis primos...
- Bueno, no te preocupes, yo no quiero convencerte de nada, solo quería saber si estabas bien y si te había gustado lo de estas noches.

Entrábamos por la puerta de casa, cuando Teresa me contestó:

- Ese es el problema.
- Cuál?, pregunté yo.
- Que me ha gustado mucho.
- De veras?
- Sí, no se me notaba?
- Sí, desde luego, le respondí yo.
- Es que he tenido, bueno y tengo sensaciones que jamás había tenido.

Me estaba encantando la conversación, pero había que disimular cuando viniera la familia, así que le dije:

- Voy a empezar a poner la mesa y a preparar la comida, pero sigue por favor.

En la puerta de la cocina, me respondió:

- Pues es que... Desde hace tres noches vivo acelerada, con la piel de gallina todo el rato, con mucho calor...
- Bueno, eso es lo normal en esas circunstancias, le dije yo.
- Ya, pero yo jamás había sentido nada así, me contestó mi sobrina.
- Pero cuando lo recuerdas, te gusta o no?
- Pues... Sí, y mucho. Por eso no puedo mirarte a la cara mucho, porque siento que me voy a poner cardiaca al recordar.

Yo me sonreí, y mientras iba poniendo la mesa, le dije:

- Bueno, no tienes por qué preocuparte, y mucho menos por mí. Para mí ha sido una sorpresa y un regalo esto, y si tú decides que no quieres seguir jugando, yo no voy a intentar convencerte de lo contrario ni voy a forzar nada.
- No, si a mí me está gustando el juego, pero me da miedo llegar a querer más.
- Más?, le pregunté yo.
- Sí, me da miedo que pueda llegar a querer que hagas más cosas conmigo.
- Bueno, como te he dicho antes, tú mandas. Si quieres seguir jugando, genial. Si no, pues así lo dejamos.
- Gracias, me dijo ella. Voy a quitarme el bikini y a ponerme ropa seca.

Y tomó camino a su habitación.

Medio en broma medio en serio, se me ocurrió decirle:

- Si quieres, puedo quitártelo yo, le dije desde el salón.

Se hizo un silencio de unos diez segundos, al cabo de los cuales escuché:

- Qué pillo eres. Pues si quieres...

Aquello me puso la polla dura como una barra de hierro. Fui a su habitación y estaba de espaldas a la puerta, mirándose en el espejo del tocador.

Me acerqué por detrás a ella, sin pegarme, y le susurré:

- Gracias.
- Por qué?, preguntó ella.
- Porque esto es como desenvolver un regalo, respondí yo.

Ella solo sonrió, y entonces a mí, antes de quitar el nudo a su bikini, se me ocurrió pasar el dorso de mi mano por su espalda de abajo a arriba, algo que le hizo estremecer a Teresa, quien dijo:

- Jo, ves? Esto es lo que te quería decir antes. Ya estoy acelerada.
- Y eso que solo te he rozado, le susurré yo. Si te llego a hacer así...

Y me agaché para hacer pasar la punta de mi lengua desde el final de su espalda hasta la nuca.

Teresa solo acertó a decir:

- Uffff, mientras todo su cuerpo se encorvaba y quedaba pegado al mío.

Esa fue la señal definitiva. No tardé en deshacer el nudo de su bikini, y mientras con una mano le retiraba la melena para empezar a besarle el cuello y la nuca, con la otra dejaba caer la parte superior del bikini al suelo, mientras mi sobrina seguía pegada espalda contra pecho conmigo.

Yo estaba cardíaco, empalmadísimo, y ella frotaba su culo contra mi paquete, mientras gemía diciendo:

- Esto es demasiado, me estás volviendo loca.
- Y eso que apenas te he tocado, respondí yo, momento en que mis manos la rodearon y fueron directamente a sus tetas.

Aquello fue increíble, estaba acariciando las jóvenes tetas de mi sobrina, pequeñas pero con unos pezones durísimos. Fue empezar a jugar con ellos y Teresa cambió gemidos por pequeños gritos, diciendo:

- Por favor, qué me estás haciendo, estoy ardiendo, estoy mojada, ufffff.
- Muy mojada?, pregunté yo.
- Síííí, fue todo lo que me puso responder.

No tardé en hacer bajar una de mis manos por su ombligo hasta llegar a la braguita del bikini, siempre sin dejar de besar su cuello y sin dejar de acariciar sus tetas con la otra mano.

Efectivamente, esa braguita estaba empapada y no era por haber estado en la playa. Fue poner mi mano sobre su coño por encima de esa prenda para que Teresa me dijera:

- Lo ves cómo estoy?
- Lo veo y lo siento, le dije yo, pero voy a hacer una comprobación mejor.

Y con mucha sutileza, metí mis dedos por dentro de la braguita, encontrándome un coño algo peludo y completamente encharcado. No me hizo falta abrir mucho sus labios para rozar con mis dedos un clítoris hinchadísimo, el cual empecé a masturbar lentamente.

Ahí mi sobrina dejó de ser una inocente chica de 18 años para convertirse en una pantera, porque empezó a gritar diciendo que no parara, que la estaba matando de gusto, que la estaba volviendo loca...

Yo no quería desatarme del todo, pues no debía tardar en llegar la familia, así que me afané en masturbarla con todo el morbo y toda la delicadeza posible, lo cual desembocó en una espectacular y empapadora corrida por su parte mientras gritaba:

- Aaaaaah, siiiiiiiiii.

Cuando terminó de correrse no pudo sino quedar rendida boca abajo sobre la cama. Y yo me quedé unos segundos contemplándola. Mientras ella se recuperaba, aún tumbada, me agaché a su lado para susurrarle:

- Ha sido increíble. Eres increíble.

Le di un beso en la mejilla y añadí:

- Voy a terminar de preparar la mesa. Aprovecha si quieres para cambiarte antes de que vengan.
- Vale, me dijo ella en un susurro.

Yo volví al salón impresionado. No me creía lo que acababa de suceder. Había sido uno de los momentos más morbosos de mi vida. Un par de minutos después entró Teresa ya cambiada, con una sonrisa de oreja a oreja, y le dije con picardía:

- Parece que alguien lo ha pasado bien.
Ella sonrió, y me dijo:
- Ya sabes que lo he pasado muy muy bien. Aun me tiemblan las piernas.
- Pues esto ha sido solo el aperitivo, como el que tengo aquí preparado.

Nos reímos a la vez, yo me fui a la cocina mientras ella se sentaba en el sofá y diez minutos después llegó toda la familia del Mercadona.

Lo que siguió pasando ese y el resto de los días lo contaré a la mayor brevedad posible.
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Buenas noches. Continúo donde lo dejé, con mi sobrina y yo camino al apartamento. Solos.

Despedidos de mis cuñados, mi mujer y mis hijos, de camino al apartamento guardé silencio en espera de si Teresa decía algo. Pero no parecía dispuesta a abrir la boca, ni siquiera a mirarme, así que le pregunté:

- Qué tal estás?
- Bien, respondió ella. Bueno, bien no, no sé, estoy muy confundida, revolucionada.
- Revolucionada?, pregunté yo.
- Sí, lo que ha pasado no está bien, no puede ser, eres mi tío.
- Bueno, tus padres son familia lejana (Nota para quienes leéis: es cierto), y ahí están.
- Ya, pero tú estás casado con mi tía, y están mis primos...
- Bueno, no te preocupes, yo no quiero convencerte de nada, solo quería saber si estabas bien y si te había gustado lo de estas noches.

Entrábamos por la puerta de casa, cuando Teresa me contestó:

- Ese es el problema.
- Cuál?, pregunté yo.
- Que me ha gustado mucho.
- De veras?
- Sí, no se me notaba?
- Sí, desde luego, le respondí yo.
- Es que he tenido, bueno y tengo sensaciones que jamás había tenido.

Me estaba encantando la conversación, pero había que disimular cuando viniera la familia, así que le dije:

- Voy a empezar a poner la mesa y a preparar la comida, pero sigue por favor.

En la puerta de la cocina, me respondió:

- Pues es que... Desde hace tres noches vivo acelerada, con la piel de gallina todo el rato, con mucho calor...
- Bueno, eso es lo normal en esas circunstancias, le dije yo.
- Ya, pero yo jamás había sentido nada así, me contestó mi sobrina.
- Pero cuando lo recuerdas, te gusta o no?
- Pues... Sí, y mucho. Por eso no puedo mirarte a la cara mucho, porque siento que me voy a poner cardiaca al recordar.

Yo me sonreí, y mientras iba poniendo la mesa, le dije:

- Bueno, no tienes por qué preocuparte, y mucho menos por mí. Para mí ha sido una sorpresa y un regalo esto, y si tú decides que no quieres seguir jugando, yo no voy a intentar convencerte de lo contrario ni voy a forzar nada.
- No, si a mí me está gustando el juego, pero me da miedo llegar a querer más.
- Más?, le pregunté yo.
- Sí, me da miedo que pueda llegar a querer que hagas más cosas conmigo.
- Bueno, como te he dicho antes, tú mandas. Si quieres seguir jugando, genial. Si no, pues así lo dejamos.
- Gracias, me dijo ella. Voy a quitarme el bikini y a ponerme ropa seca.

Y tomó camino a su habitación.

Medio en broma medio en serio, se me ocurrió decirle:

- Si quieres, puedo quitártelo yo, le dije desde el salón.

Se hizo un silencio de unos diez segundos, al cabo de los cuales escuché:

- Qué pillo eres. Pues si quieres...

Aquello me puso la polla dura como una barra de hierro. Fui a su habitación y estaba de espaldas a la puerta, mirándose en el espejo del tocador.

Me acerqué por detrás a ella, sin pegarme, y le susurré:

- Gracias.
- Por qué?, preguntó ella.
- Porque esto es como desenvolver un regalo, respondí yo.

Ella solo sonrió, y entonces a mí, antes de quitar el nudo a su bikini, se me ocurrió pasar el dorso de mi mano por su espalda de abajo a arriba, algo que le hizo estremecer a Teresa, quien dijo:

- Jo, ves? Esto es lo que te quería decir antes. Ya estoy acelerada.
- Y eso que solo te he rozado, le susurré yo. Si te llego a hacer así...

Y me agaché para hacer pasar la punta de mi lengua desde el final de su espalda hasta la nuca.

Teresa solo acertó a decir:

- Uffff, mientras todo su cuerpo se encorvaba y quedaba pegado al mío.

Esa fue la señal definitiva. No tardé en deshacer el nudo de su bikini, y mientras con una mano le retiraba la melena para empezar a besarle el cuello y la nuca, con la otra dejaba caer la parte superior del bikini al suelo, mientras mi sobrina seguía pegada espalda contra pecho conmigo.

Yo estaba cardíaco, empalmadísimo, y ella frotaba su culo contra mi paquete, mientras gemía diciendo:

- Esto es demasiado, me estás volviendo loca.
- Y eso que apenas te he tocado, respondí yo, momento en que mis manos la rodearon y fueron directamente a sus tetas.

Aquello fue increíble, estaba acariciando las jóvenes tetas de mi sobrina, pequeñas pero con unos pezones durísimos. Fue empezar a jugar con ellos y Teresa cambió gemidos por pequeños gritos, diciendo:

- Por favor, qué me estás haciendo, estoy ardiendo, estoy mojada, ufffff.
- Muy mojada?, pregunté yo.
- Síííí, fue todo lo que me puso responder.

No tardé en hacer bajar una de mis manos por su ombligo hasta llegar a la braguita del bikini, siempre sin dejar de besar su cuello y sin dejar de acariciar sus tetas con la otra mano.

Efectivamente, esa braguita estaba empapada y no era por haber estado en la playa. Fue poner mi mano sobre su coño por encima de esa prenda para que Teresa me dijera:

- Lo ves cómo estoy?
- Lo veo y lo siento, le dije yo, pero voy a hacer una comprobación mejor.

Y con mucha sutileza, metí mis dedos por dentro de la braguita, encontrándome un coño algo peludo y completamente encharcado. No me hizo falta abrir mucho sus labios para rozar con mis dedos un clítoris hinchadísimo, el cual empecé a masturbar lentamente.

Ahí mi sobrina dejó de ser una inocente chica de 18 años para convertirse en una pantera, porque empezó a gritar diciendo que no parara, que la estaba matando de gusto, que la estaba volviendo loca...

Yo no quería desatarme del todo, pues no debía tardar en llegar la familia, así que me afané en masturbarla con todo el morbo y toda la delicadeza posible, lo cual desembocó en una espectacular y empapadora corrida por su parte mientras gritaba:

- Aaaaaah, siiiiiiiiii.

Cuando terminó de correrse no pudo sino quedar rendida boca abajo sobre la cama. Y yo me quedé unos segundos contemplándola. Mientras ella se recuperaba, aún tumbada, me agaché a su lado para susurrarle:

- Ha sido increíble. Eres increíble.

Le di un beso en la mejilla y añadí:

- Voy a terminar de preparar la mesa. Aprovecha si quieres para cambiarte antes de que vengan.
- Vale, me dijo ella en un susurro.

Yo volví al salón impresionado. No me creía lo que acababa de suceder. Había sido uno de los momentos más morbosos de mi vida. Un par de minutos después entró Teresa ya cambiada, con una sonrisa de oreja a oreja, y le dije con picardía:

- Parece que alguien lo ha pasado bien.
Ella sonrió, y me dijo:
- Ya sabes que lo he pasado muy muy bien. Aun me tiemblan las piernas.
- Pues esto ha sido solo el aperitivo, como el que tengo aquí preparado.

Nos reímos a la vez, yo me fui a la cocina mientras ella se sentaba en el sofá y diez minutos después llegó toda la familia del Mercadona.

Lo que siguió pasando ese y el resto de los días lo contaré a la mayor brevedad posible.
Muy bueno el relato , te hace vivirlo en primera persona, espero la siguiente cuando puedas escribirlo
 

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