Miniescritos, prosa y verso.

Hacer el amor, es sentir las olas rompiendo en la orilla de tu playa.
Se acercan traviesas, curiosas.
Se alejan, regresan, se alejan de nuevo calmadas, tiernas y siempre deseas que no escapen.
 

Música amorosa

Fluida sinfonía,
desgranando vas los sentimientos.
Encendida partitura,
que con clave de sol me luces.
Sostenida melodía,
por mis manos vuelas viajera.
Atrevida cadencia,
espirales de viento por mis ojos.
Prendida corchea,
eres diapasón en mis labios.
Detenida nota,
posada, en el soplo de mi beso..
.
 
Es bella y superior, como una madonna renacentista. Escucha y calla. Los ojos brillan un poco, pero mantiene su aire de esfinge, en lugar de decir improperios y regodearse en el fango como hacen otras.

Mientras hablo, la miro, y no dejo de pensar en lo que me gustaría trenzarle la larguísima cabellera, entre castaña y pelirroja, ponerla a cuatro patas y jugar luego a azotarla con esa misma trenza.

- ¿Y eso fue todo? -dice, mientras revuelve el azúcar de su café.

- Sí, el cabrón al final se fue. Mira la última...

Le muestro las marcas de la espalda y sus labios tiemblan:

- ¿Qué te hizo?
 
Bolsillos.

En un día con bolsillos, puedes llevar el móvil, incluso puedes llevar el cariño de la mano que te apretó y te acarició, acompañándote. Puedes llevar también los recuerdos, las llaves, la documentación, las emociones... Lo básico y elemental de tu vida.

En un día sin bolsillos, las manos no tienen donde sujetarse. Es entonces cuando el mundo, se te cae.
 
Última edición:
Chicas Grandes.

¿Las chicas grandes dan patadas?
Si, claro que sí.
A la tierra dan fuerte pisotada y que la huella quede.
¿Las chicas grandes, la mirada se les empaña?
Si, claro que si.
Los labios de lágrimas, les queman.
¿Las chicas grandes, corren y corren?
Si, claro que si.
Siempre sin mirar atrás.
¿Las chicas grandes, escupen?
Si, claro que si.
Pero mejor, sin tenerse que equivocar.
 
Última edición:
Bolsillos.

En un día con bolsillos, puedes llevar el móvil, incluso puedes llevar el cariño de la mano que te apretó y te acarició, acompañándote. Puedes llevar también los recuerdos, las llaves, la documentación, las emociones... Lo básico y elemental de tu vida.

En un día sin bolsillos, las manos no tienen donde sujetarse. Es entonces cuando el mundo, se te cae.
En un día sin bolsillos vas ligero de equipaje/ como los hombres de la mar.
 
Instante de felicidad.

No esperabas que te fuese a buscar.
Era tu primer día en el nuevo trabajo y estabas muy ilusionada por tal motivo, querías causar buena impresión y no te importó prolongar la jornada. Me dejaste un mensaje en el “wasap” avisándome que llegarías tarde a casa.
Por mi parte, salí de la oficina a la hora acostumbrada. No tenía claro la hora exacta en que tú terminarías; pero allí estaba, esperándote paciente y dispuesto a sorprenderte.
Situado en la acera opuesta, oculto parcialmente por la marquesina de la parada de bus que obligatoriamente deberías tomar, miraba hacia aquella puerta, por donde deberías salir, contemplando el continuo devenir de la gente.

Apareciste, exultante, sin duda satisfecha contigo misma. Como una exhalación cruzaste la calle por el paso de peatones sin reparar apenas en tu entorno, y te detuviste sin ser consciente de mi presencia. Quedaste apenas a un par de metros del lugar en el cual me encontraba, separados por varias personas que también aguardaban el bus.
Buscabas afanosamente el teléfono en la profundidad sinfín de tu bolso...
Sigiloso, me acerqué a ti por detrás, e introduje mis dedos en él, pegándome a la vez a tus nalgas; de súbito, apretándolo contra ti, te giraste; en tan sólo unas décimas de segundo tu rostro cambio de la mayor estupefacción, indignación y susto, a una expresión de alegría y grata sorpresa. Te colgaste efusivamente de mi cuello con los ojos riéndote, buscándome con tus labios mi boca, apresando la lengua con la tuya.

No necesitamos sujetarnos, el autobús marcha repleto y cada cual se acomoda como bien puede. Vamos de pié, abrazados y ajenos al resto del pasaje, el bolso entremedias de los dos, tu cabeza sobre mi pecho y mis besos en tu pelo.
De vez en cuando, levantas los ojos y me miras radiante, y nos sonreímos dichosos. Los frenazos y los acelerones nos acompañan con su zarandeo. Nuestros cuerpos, compartiéndose, se dejan llevar de ese movimiento y su cadencia, improvisando un baile de sensaciones que no necesita de melodías.

Conmovido, me recreo en este sencillo instante disfrutándolo, sintiéndome infinitamente feliz.
 
Instante de felicidad.

No esperabas que te fuese a buscar.
Era tu primer día en el nuevo trabajo y estabas muy ilusionada por tal motivo, querías causar buena impresión y no te importó prolongar la jornada. Me dejaste un mensaje en el “wasap” avisándome que llegarías tarde a casa.
Por mi parte, salí de la oficina a la hora acostumbrada. No tenía claro la hora exacta en que tú terminarías; pero allí estaba, esperándote paciente y dispuesto a sorprenderte.
Situado en la acera opuesta, oculto parcialmente por la marquesina de la parada de bus que obligatoriamente deberías tomar, miraba hacia aquella puerta, por donde deberías salir, contemplando el continuo devenir de la gente.

Apareciste, exultante, sin duda satisfecha contigo misma. Como una exhalación cruzaste la calle por el paso de peatones sin reparar apenas en tu entorno, y te detuviste sin ser consciente de mi presencia. Quedaste apenas a un par de metros del lugar en el cual me encontraba, separados por varias personas que también aguardaban el bus.
Buscabas afanosamente el teléfono en la profundidad sinfín de tu bolso...
Sigiloso, me acerqué a ti por detrás, e introduje mis dedos en él, pegándome a la vez a tus nalgas; de súbito, apretándolo contra ti, te giraste; en tan sólo unas décimas de segundo tu rostro cambio de la mayor estupefacción, indignación y susto, a una expresión de alegría y grata sorpresa. Te colgaste efusivamente de mi cuello con los ojos riéndote, buscándome con tus labios mi boca, apresando la lengua con la tuya.

No necesitamos sujetarnos, el autobús marcha repleto y cada cual se acomoda como bien puede. Vamos de pié, abrazados y ajenos al resto del pasaje, el bolso entremedias de los dos, tu cabeza sobre mi pecho y mis besos en tu pelo.
De vez en cuando, levantas los ojos y me miras radiante, y nos sonreímos dichosos. Los frenazos y los acelerones nos acompañan con su zarandeo. Nuestros cuerpos, compartiéndose, se dejan llevar de ese movimiento y su cadencia, improvisando un baile de sensaciones que no necesita de melodías.

Conmovido, me recreo en este sencillo instante disfrutándolo, sintiéndome infinitamente feliz.
Sublime, me has transportado hasta ese autobús. Y los besos en el cabello, me han ganado 😍.
 
Una gran montaña azul
y a sus pies, tú.
Blancas nubes la rodean
nuevos vientos llegan.

Aroma de verano
y en su brisa, tu prisa.
Por amar, jugar y soñar.
A todo tiendes tus manos,
El flequillo, de libertad despeinado.

Un, dos, tres
y hasta el cuatro,
sabemos pasar divertido rato.
Cinco, seis, siete
y por fin el infinito ha llegado.
Un ocho tumbado, para ser amado.


💋 💋
 
Aroma de verano
y en su brisa, tu prisa.
Por amar, jugar y soñar.
A todo tiendes tus manos,
El flequillo, de libertad despeinado.

Viento caliente
por tus cabellos,
ya, silente,
luciendo de alhajas
trigales y pajas

Sudor soñoliento
entre tus senos,
ya, siento,
regar el dorado
maduro y solano.

Sedienta voz
en frutas de estío,
ya, veloz,
convoca tu nube
impulsa y sube.

Tormenta avisa
palabra en trueno,
ya, aprisa,
muestra tu cuerpo
abierto y dispuesto.

Relámpago arcano
con gotas de savia,
ya, verano,
lloviendo vida,
ardiente y fluida.
 
Detenidos en el tiempo,
dos gotas de mar en el alma
compartiendo un sentimiento
que perdurará aún al alba.

Te miro y me miras
y más allá de esta ventana,
mas allá, no hay nada.
Aquí y ahora
mis besos con tus caricias,
nuestro apasionamiento
y nuestras voces reposadas.

En tu cuerpo de guitarra
rasgan sus cuerdas los sentidos,
en él vibra todo mi universo
y se encuentran los caminos.

Pulso intro y te despiertas,
tremolas, me sientes, te miro,
volamos mientras me besas,
me dejo llevar
y entonces...
¡Suspiro!
 
De caminos y cegueras.

Camino hacia un lugar en que no estás,
ni tan solo existe ese lugar.
Camino con los brazos extendidos,
palpando, pues no existe ese camino.
Camino y me tropiezo y trastabillo,
y me yergo una vez más, por ver si atino.
Y alcanzo a vislumbrar, allá a lo lejos,
un resquicio de lo que pudo haber sido.
No reparo, maldita la ceguera que me aqueja,
que a mi lado caminas tú conmigo.
 
Sin cursilerías

¿Reproches porque no sueno cursi?
Disculpe, caballero,
siempre he escrito al dictado
de una voz que no oigo.

"Garañón", "puñadito de arena",
"proyectil al futuro",
"infatigable sol de todas mis noches"
-me decía-.

Ahora dice
casa, agenda, macetas,
cómplice, muchas gracias.
 
La cocina (sin cursilerías)

Han visto la peladora de papas?
centrifuga el tubérculo a una lija,
desgastando su cubierta con dureza.
Han visto el trinchante de hoja ancha?
pica y corta, las verduras en juliana.
Han visto vaporera y horno lento?
poco a poco va ablandando lo que sea.
Así, cual cocina de figón,
con un pinche descuidado a sus fogones,
la rutina procesa los momentos,
convirtiendo los manjares de otros días
en fast-food a consumir sin alegría
por mera sensación de dar sustento.
 
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