Miniescritos, prosa y verso.

Astenia

Cansancio del cansancio, que ya cansa,
desgana de tus ganas y mis ganas,
pereza de la molicie y la vagancia,
astenia por tan larga primavera,
por los brotes que no devienen en frutos,
por las flores que se mueren inconclusas,
de un "ya sé", del que nunca aprendes nada.
 
Astenia

Cansancio del cansancio, que ya cansa,
desgana de tus ganas y mis ganas,
pereza de la molicie y la vagancia,
astenia por tan larga primavera,
por los brotes que no devienen en frutos,
por las flores que se mueren inconclusas,
de un "ya sé", del que nunca aprendes nada.
Cuanta verdad.
💋 💋
 
Última edición:
LA ANCIANA Y EL PEQUEÑO MONSTRUO

La anciana llegó a casa y tras ella, cerrando la puerta quedó el frío viento que la empujaba con prisa por llegar y le despeinaba sus inquietos pensamientos.

Se quitó sus negros botines, sus coloridos calcetines de rallas, le tocaba ahora el turno a su azulado vestido con pequeñas flores, que llamaba a la primavera y por fin deshizo de su rizado cabello, todos sus quehaceres. Se puso un bonito camisón y una desgastada bata de felpa, que había conocido otros tiempos mejores, donde lucir su ajado color gris.

Se calentó una infusión y mientras se enfriaba entre sus manos, un ruido le quitó la atención de la taza.

-¡Pom, pom!- sonaba como una pelota rebotando contra una puerta, como antaño su sobrino jugaba.
-¡Pom, pom!- de nuevo escuchó el golpeteo, se giró, miró hacía el rincón donde estaba el viejo baúl y entornó los ojos. No distinguía nada. Así que siguió con sus manos enlazadas en la taza, calentándoselas.
-¡Pom, pom!- ahora si, el miedo, la inquietud y el nerviosismo se habían apoderado de toda ella; de su cuerpo menudo, de sus finas y temblorosas manos dejando la taza sobre la mesa; de sus delgadas e inestables piernas que tanto le habían hecho correr de aquí para allá y de allá para acá, y a todo tratar de llegar. Se había apoderado de sus pequeños pies con marcadas venas y de su rígida cadera que antes, tanto le había permitido no parar y ahora la tenía anclada al dolor.

Se levantó lo más rápida y decidida que pudo; fue acercándose al oscuro rincón donde se encontraba el baúl, abriendo al mismo tiempo, mucho sus curiosos ojos; cuando alargando su mano, para que fuese esta la primera que tropezase con algo… ¡Sí!, ¡su mano tropezó!, ¡era pelo, pelo muy suave!...

Muy lentamente el menudo bulto peludo, fue saliendo del viejo baúl y se dejó acariciar por la luz de la luna que se colaba a través de la ventana. La anciana pudo distinguir un pequeño monstruo peludo, sin ojos, sin oídos, con una única boca redonda y completita de dientes, que se sostenía sobre dos pequeños y pesados pies.

El pequeño monstruo emitió un ligero gruñido, la anciana retiró su mano y sin asustarse, trató de interpretar aquel sonido.

-¡Gggg..!- Tan solo decía “ge”. La anciana trató de averiguar que quería, le enseñó letras, palabras, libros; le mostró diversos canales de tv, internet. Hasta le hizo un breve recorrido por su casa y ahí fue cuando descubrió, que el pequeño monstruo solo comía cosas que empezaban por la letra “G”, como bien podían ser galletas, granos de maíz, granadas maduras. Y por la despensa empezaron.

Pero hete aquí, que al pequeño monstruo no le bastaba con la comida que la anciana le ofrecía. El pequeño monstruo al principio tímido y más tarde, ya confiado en que en la casa de la anciana, no sufriría ningún mal, fue descubriendo y comiéndose todo aquello, que se ponía en su camino y empezaba por la letra “G”. Transcurrió toda esa noche, en la que el pequeño monstruo se comió desde los grifos de ducha calientes y frías para recompensar tu día, hasta los geles de baño, para hacer pompas y terminando por los girasoles y geranios, que habían en el jardín de la anciana. Todo lo devoró el pequeño monstruo y entonces cuando nada más encontró en la casa y ya había amanecido, salió a la calle.


Fuera de la casa de la anciana, siguió alimentándose, con aquellas cosas, que empezaban por la letra “G”. La anciana lo observaba en la distancia, a través de sus prismáticos. El pequeño monstruo no había ido muy lejos. Abría mucho, mucho su redonda boca, inspiraba y todo lo que había próximo a el, se lo comía. Se comió los goles de balones lanzados por los jóvenes, que se perdían en el parque cercano. Y los jóvenes le chillaban. Se comió las abandonadas gafas 3D, que quedaron en la butaca de un cine próximo y las golosinas caídas en la oscuridad. Si, las golosinas le gustaban mucho. Y el acomodador del cine, se lo agradecía riéndose.

Incluso a un vecino de la anciana, el pequeño monstruo se le zampó un giradiscos, porque la vida gira y gira, dando vueltas y nunca sabes que música te va a tocar. El monstruo aquella tarde vio de refilón el giradiscos y al regresar del parque, aprovechó que la ventana estaba abierta, para darse un atracón. Inspiró, inspiró y el giradiscos junto con algunos discos, se comió. Al vecino, no le hizo mucha ilusión.

Al caer de nuevo la oscuridad, el pequeño monstruo regresó a la casa, junto a la anciana.
Con su enorme y única boca redonda, llena de dientes, dibujo una alargada e infinita sonrisa dirigida a ella. Fue entonces cuando sintió un pellizco en el corazón.
El pequeño monstruo, había llegado para hacerle compañía. Ya nunca estaría sola.
Contaba con Inspiración.

Y desde entonces, sentada en su silla, delante de sus papeles y lápiz en mano, escribe y escribe, observando el oscuro rincón donde habita su imaginación.

Gmbr.
 
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LA ANCIANA Y EL PEQUEÑO MONSTRUO

La anciana llegó a casa y tras ella, cerrando la puerta quedó el frío viento que la empujaba con prisa por llegar y le despeinaba sus inquietos pensamientos.

Se quitó sus negros botines, sus coloridos calcetines de rallas, le tocaba ahora el turno a su azulado vestido con pequeñas flores, que llamaba a la primavera y por fin deshizo de su rizado cabello, todos sus quehaceres. Se puso un bonito camisón y una desgastada bata de felpa, que había conocido otros tiempos mejores, donde lucir su ajado color gris.

Se calentó una infusión y mientras se enfriaba entre sus manos, un ruido le quitó la atención de la taza.

-¡Pom, pom!- sonaba como una pelota rebotando contra una puerta, como antaño su sobrino jugaba.
-¡Pom, pom!- de nuevo escuchó el golpeteo, se giró, miró hacía el rincón donde estaba el viejo baúl y entornó los ojos. No distinguía nada. Así que siguió con sus manos enlazadas en la taza, calentándoselas.
-¡Pom, pom!- ahora si, el miedo, la inquietud y el nerviosismo se habían apoderado de toda ella; de su cuerpo menudo, de sus finas y temblorosas manos dejando la taza sobre la mesa; de sus delgadas e inestables piernas que tanto le habían hecho correr de aquí para allá y de allá para acá, y a todo tratar de llegar. Se había apoderado de sus pequeños pies con marcadas venas y de su rígida cadera que antes, tanto le había permitido no parar y ahora la tenía anclada al dolor.

Se levantó lo más rápida y decidida que pudo; fue acercándose al oscuro rincón donde se encontraba el baúl, abriendo al mismo tiempo, mucho sus curiosos ojos; cuando alargando su mano, para que fuese esta la primera que tropezase con algo… ¡Sí!, ¡su mano tropezó!, ¡era pelo, pelo muy suave!...

Muy lentamente el menudo bulto peludo, fue saliendo del viejo baúl y dejándose acariciar por la luz de la luna que se colaba a través de la ventana. La anciana pudo distinguir un pequeño monstruo peludo, sin ojos, sin oídos, con una única boca redonda y completita de dientes, que se sostenía sobre dos pequeños y pesados pies.

El pequeño monstruo emitió un ligero gruñido, la anciana retiró su mano y sin asustarse, trató de interpretar aquel sonido.

-¡Gggg..!- Tan solo decía “ge”. La anciana trató de averiguar que quería, le enseñó letras, palabras, libros; le mostró diversos canales de tv, internet. Hasta le hizo un breve recorrido por su casa y ahí fue cuando descubrió, que el pequeño monstruo solo comía cosas que empezaban por la letra “G”, como bien podían ser galletas, granos de maíz, granadas maduras. Y por la despensa empezaron.

Pero hete aquí, que al pequeño monstruo no le bastaba con la comida que la anciana le ofrecía. El pequeño monstruo al principio tímido y más tarde, ya confiado en que en la casa de la anciana, no sufriría ningún mal, fue descubriendo y comiéndose todo aquello, que se ponía en su camino y empezaba por la letra “G”. Transcurrió toda esa noche, en la que el pequeño monstruo se comió desde los grifos de ducha calientes y frías para recompensar tu día, hasta los geles de baño, para hacer pompas y terminando por los girasoles y geranios, que habían en el jardín de la anciana. Todo lo devoró el pequeño monstruo y entonces cuando nada más encontró en la casa y ya había amanecido, salió a la calle.


Fuera de la casa de la anciana, siguió alimentándose, con aquellas cosas, que empezaban por la letra “G”. La anciana lo observaba en la distancia, a través de sus prismáticos. El pequeño monstruo no había ido muy lejos. Abría mucho, mucho su redonda boca, inspiraba y todo lo que había próximo a el, se lo comía. Se comió los goles de balones lanzados por los jóvenes, que se perdían en el parque cercano. Y los jóvenes le chillaban. Se comió las abandonadas gafas 3D, que quedaron en la butaca de un cine próximo y las golosinas caídas en la oscuridad. Si, las golosinas le gustaban mucho. Y el acomodador del cine, se lo agradecía riéndose.

Incluso a un vecino de la anciana, el pequeño monstruo se le zampó un giradiscos, porque la vida gira y gira, dando vueltas y nunca sabes que música te va a tocar. El monstruo aquella tarde vio de refilón el giradiscos y al regresar del parque, aprovechó que la ventana estaba abierta, para darse un atracón. Inspiró, inspiró y el giradiscos junto con algunos discos, se comió. Al vecino, no le hizo mucha ilusión.

Al caer de nuevo la oscuridad, el pequeño monstruo regresó a la casa, junto a la anciana.
Con su enorme y única boca redonda, llena de dientes, dibujo una alargada e infinita sonrisa dirigida a ella. Fue entonces cuando sintió un pellizco en el corazón.
El pequeño monstruo, había llegado para hacerle compañía. Ya nunca estaría sola.
Contaba con Inspiración.

Y desde entonces, sentada en su silla, delante de sus papeles y lápiz en mano, escribe y escribe, observando el oscuro rincón donde habita su imaginación.

Gmbr.
Precioso y agridulce, esperamos que el pequeño monstruo no se coma la genialidad ni las ganas ni el goce...


Brillante, como siempre.
 
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Para A.E.P alias H. Qué me devolviste la vida para no perderme en la locura.

613

Una hotel
Una placa
Un beso entre cortinas
Una mano que te esponja
Un secreto que me das
Un deseo que se cumple
Una copa de vino compartida
Un abrazo en la oscuridad
Y 613 veces te acunare en mi regazo para que duermas feliz y segura.

Siempre existen segundas oportunidades. Siempre.
 
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Suena Nina Simone

Suena Nina Simone y su voz de gata me araña con balas rotas llenas de pena.
Sólo veo bailar ondulantes neones, en humo que sube húmedo y denso.
Lágrimas olvidadas, no lloradas, son el trago que arrasa, y cedo cuerdo a la caída.
No hablo por mi garganta quemada, por noches grises de alcohol, por huidizas timbas de farol,
por tetas encorsetadas en vinilo, y años de loco sin sentido.
Ya ves, soy el capo del silencio. Nací tirado en una cloaca,
Mi cuna fue orín y cartón seco.

Crecí entre mentiras y estafas,
mi escuela fue la penumbra
de la farola y después romperla a pedradas.
Antes te den, tú dispara con rabia, es el credo de los sin ley.
Cuatro Rosas frías me calman de amores fugaces e imposibles,
de ser castigo de inocentes almas,
Para mí son sólo dianas invisibles. 38 corto en el sobaco limpio,
certero hará el encargo.
Cae ceniza en el asfalto,
La lluvia lava el rojo rastro.
Pólvora es incienso de funerala en mis tacones de himno de estampida
grabando su solitaria lápida en este callejón lleno de ratas.
Melodía de perdedor, blues de heridas abiertas en la madrugada
ahora acompañan mi conciencia, olvidada en la adolescencia.
Tú o yo, no hay salida,
sólo un pijama de pino sin almidón,
ni apresto, vestiremos el domingo.

Repican campanas en la barra de estaño
con mis nudillos al son del tres por cuatro.
Detrás de mi sombrero calado resuenan sirenas
de uniformes azules torpes ignorantes sin saber buscar dónde.
Mueca audaz, ironía en mis labios,
no levantaros ojos, apurar el trago
mientras unas caderas licuan
de mi sucia e inmoral mirada y otro trago quema mi hígado endulzado
en humo espeso de tabaco.
“Sirve otra copa mi reina, tal vez mañana
¿Sabes? Sea mi pecho un cráter abierto, sean mis zapatos cemento
para arrecife de alimento de acuario”
Sales de la barra, bajas el cierre despacio,
la cremallera suena cómo un tren expreso.
“Dame un beso robado,
la noche cómo sabes príncipe
la reinan los gatos sin dueño,
rotos y descamisados”
Suena Nina Simone,
y mis manos guían una cintura
adrede coja
dónde mi ventilador ruge nocturno
la balada de los perdedores.
Pero a mi lado hoy suda piel
fluorescente y rosada
de otro ángel caído en el arroyo.
Y Nina nos da el sopor de la incertidumbre,
de querer olvidar
este negro mundo
en un beso de la araña metálica.

By... Nades.
 
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Suena Nina Simone

Suena Nina Simone y su voz de gata me araña con balas rotas llenas de pena. Sólo veo bailar ondulantes neones, en humo que sube húmedo y denso. Lágrimas olvidadas, no lloradas, son el trago que arrasa, y cedo cuerdo a la caída. No hablo por mi garganta quemada, por noches grises de alcohol, por huidizas timbas de farol, por tetas encorsetadas en vinilo, y años de loco sin sentido. Ya ves, soy el capo del silencio. Nací tirado en una cloaca, Mi cuna fue orín y cartón seco. Crecí entre mentiras y estafas, mi escuela fue la penumbra de la farola y después romperla a pedradas. Antes te den, tú dispara con rabia, es el credo de los sin ley. Cuatro Rosas frías me calman de amores fugaces e imposibles, de ser castigo de inocentes almas, Para mí son sólo dianas invisibles. 38 corto en el sobaco limpio, certero hará el encargo. Cae ceniza en el asfalto, La lluvia lava el rojo rastro. Pólvora es incienso de funerala en mis tacones de himno de estampida grabando su solitaria lápida en este callejón lleno de ratas. Melodía de perdedor, blues de heridas abiertas en la madrugada ahora acompañan mi conciencia, olvidada en la adolescencia. Tú o yo, no hay salida, sólo un pijama de pino sin almidón, ni apresto, vestiremos el domingo. Repican campanas en la barra de estaño con mis nudillos al son del tres por cuatro. Detrás de mi sombrero calado resuenan sirenas de uniformes azules torpes ignorantes sin saber buscar dónde. Mueca audaz, ironía en mis labios, no levantaros ojos, apurar el trago mientras unas caderas licuan de mi sucia e inmoral mirada y otro trago quema mi hígado endulzado en humo espeso de tabaco. “Sirve otra copa mi reina, tal vez mañana ¿Sabes? Sea mi pecho un cráter abierto, sean mis zapatos cemento para arrecife de alimento de acuario” Sales de la barra, bajas el cierre despacio, la cremallera suena cómo un tren expreso. “Dame un beso robado, la noche cómo sabes príncipe la reinan los gatos sin dueño, rotos y descamisados” Suena Nina Simone, y mis manos guían una cintura adrede coja dónde mi ventilador ruge nocturno la balada de los perdedores. Pero a mi lado hoy suda piel fluorescente y rosada de otro ángel caído en el arroyo. Y Nina nos da el sopor de la incertidumbre, de querer olvidar este negro mundo en un beso de la araña metálica.

By... Nades.
El sentido no tiene nombre para mi
ni una sola palabra, ni una sola canción
sino estas aqui para oirla conmigo
 
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Suena Nina Simone

Suena Nina Simone y su voz de gata me araña con balas rotas llenas de pena. Sólo veo bailar ondulantes neones, en humo que sube húmedo y denso. Lágrimas olvidadas, no lloradas, son el trago que arrasa, y cedo cuerdo a la caída. No hablo por mi garganta quemada, por noches grises de alcohol, por huidizas timbas de farol, por tetas encorsetadas en vinilo, y años de loco sin sentido. Ya ves, soy el capo del silencio. Nací tirado en una cloaca, Mi cuna fue orín y cartón seco. Crecí entre mentiras y estafas, mi escuela fue la penumbra de la farola y después romperla a pedradas. Antes te den, tú dispara con rabia, es el credo de los sin ley. Cuatro Rosas frías me calman de amores fugaces e imposibles, de ser castigo de inocentes almas, Para mí son sólo dianas invisibles. 38 corto en el sobaco limpio, certero hará el encargo. Cae ceniza en el asfalto, La lluvia lava el rojo rastro. Pólvora es incienso de funerala en mis tacones de himno de estampida grabando su solitaria lápida en este callejón lleno de ratas. Melodía de perdedor, blues de heridas abiertas en la madrugada ahora acompañan mi conciencia, olvidada en la adolescencia. Tú o yo, no hay salida, sólo un pijama de pino sin almidón, ni apresto, vestiremos el domingo. Repican campanas en la barra de estaño con mis nudillos al son del tres por cuatro. Detrás de mi sombrero calado resuenan sirenas de uniformes azules torpes ignorantes sin saber buscar dónde. Mueca audaz, ironía en mis labios, no levantaros ojos, apurar el trago mientras unas caderas licuan de mi sucia e inmoral mirada y otro trago quema mi hígado endulzado en humo espeso de tabaco. “Sirve otra copa mi reina, tal vez mañana ¿Sabes? Sea mi pecho un cráter abierto, sean mis zapatos cemento para arrecife de alimento de acuario” Sales de la barra, bajas el cierre despacio, la cremallera suena cómo un tren expreso. “Dame un beso robado, la noche cómo sabes príncipe la reinan los gatos sin dueño, rotos y descamisados” Suena Nina Simone, y mis manos guían una cintura adrede coja dónde mi ventilador ruge nocturno la balada de los perdedores. Pero a mi lado hoy suda piel fluorescente y rosada de otro ángel caído en el arroyo. Y Nina nos da el sopor de la incertidumbre, de querer olvidar este negro mundo en un beso de la araña metálica.

By... Nades.
Por favor, ayuda con la lectura,
Deja espacios, por los de "la vista cansada"
Gracias.
 
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