La Belladama y el Bestianicola
Erase que se era en una bonita cuidad, aquí o allá que más da pero, no fuera del mundo; que vivía un muchacho que tenia fama de lobito, de devorador de mujeres, pero ese era otro cuento y había un caperucito, no un lobito.
Un día el muchacho andaba paseando por el bosque "Wassap", conocido como ventana-caliente y se encontró con una bruja, pero él no sabia que era una bruja.
Ella le preguntó si podía meter la mano en el tronco de la derecha, nada más atravesar el río de las "Siete verdades" y traerle la empanadilla de la merienda. Él, como andaba rodeado de indias y de indios, no le hizo ni caso.
La bruja gamberra, tomó la determinación de hacerle un conjuro de los suyos.
Tendría los dientes mal alineados que ni un dentista podría arreglárselos (y eso costaba una pasta y no italiana precisamente), hasta que pudiese demostrar sentimientos de terciopelo como las rosas. Le envió, vía mensajería rápida, en un "Globo", una rosa en una urna de cristal que debería cuidar.
El día que esa rosa, perdiese el ultimo pétalo, si él no había demostrado esos sentimientos, los dientes torcidos para toda la vida se le quedarían.
Por la ventana-caliente
sin arpías, sin diablesas, sin culebras
a las que hincar el diente.
Por las empanadillas que son una maravilla,
por los indios que siempre lo pillan,
los dientes torcidos tendrás,
si no aprendes a querer más.
El conjuro de la bruja ya estaba en marcha y sin necesidad de conexión WiFi.
Una mañana que había nevado, en la otra punta de la ciudad, andaba una muchacha con sus guantes forrados (no de billetes en curso, que ahora has de declarar cantidad mínima) y vocación de meter mano... De meter mano a los dientes, era dentista ¡claro!. Esa muchacha se llamaba Belladama, la muchacha más encantadora, paciente y de sonrisa permanente que vivía en aquel lugar. Sin saber como, se encontró perdida y Bestianicola la encontró a ella, circunstancia que propició para lo que aconteció.
Bestianicola era muy ducho en las artes de la embaucación, peloterismo y liarla parda, así es como logró llevar a Belladama a su caverna palaciega. Los muchachos pretendientes a la mano y al resto del cuerpo de Belladama, conocida entre ellos como "La potente", empezaron a sufrir de celitis y para eso no había frenadol que frenase los síntomas ni farmacéutico al que consultar.
Bestianicola en su caverna, tenia montones de libros, le encantaba que le comiesen la oreja, literalmente hablando. Le encantaba que Belladama al amor de la lumbre, le leyese libros y libros, pero sin nada de enseñarse los dientes, que eso de los mordiscos estaba reservado, solo si se habían tomado sus pastillas azules correspondientes.
Belladama los primeros días andaba un poco tímida, pero a los dos días, cogió la sartén por el mango, frió un par de huevos, preparó unas pastillas y esperó a que Bestianicola dejase de tener indios. Cuando se sentó a comer, ella le recordó que debía regar la rosa de la urna o vendría el Señor Ratón Pérez y se le caerían los dientes.
Así que Belladama le preparó una regadera, Bestianicola cumplió con su obligación y espero paciente a su pastilla. Y vaya, si que tuvo su dosis correspondiente.
Belladama se le plantó delante del jardín de la cueva, vestida muy ligera, sin refajo, sin enaguas, sin mandil. Vamos, tan ligera, que solo llevaba un conjunto amarillo que resaltaba su sonrisa y su pechuga.
Belladama apagó todas las luces de la caverna, se acercó a Bestianicola, le acarició la nuca, la espalda, el culo y Bestianicola sintió un escalofrío, que hizo a la caverna temblar, se notó en toda la ciudad, provocando una avalancha de placer que les llevó a viajar sin necesidad de tren entre ellos y llegar a diana, perdón, hasta hacer diana.
Bestianicola huía de Belladama, diciéndole:
- Belladama sé cariñosa, sé paciente conmigo. Soy un lobito que puede perder sus dientes, ten cuidado conmigo, nada de pervertirme, ¡no, no, no!, sé más sensible.-decía dejándose hacer, porque el siempre necesitaba que dieran el primer paso, no fuese a confundirse y cruzar un paso de cebra, en vez de un paso de peatones.
-Bestianicola, demuéstrame como eres, sé que lo guardas en tu interior. Venga, ¡qué estoy guerrera, no me huyas!. Debes mantener esa rosa tiesa, entre otras cosas o vendrá la bruja gamberra y ya verás.-le respondía Belladama riendo y llamándole con el dedo, para que se acercase a ella.
Belladama hizo correr a Bestianicola por toda la caverna, hasta pillarlo y al darle un abrazo, se escuchó un estruendo. Era un castillo de fuegos artificiales, la petarda de la bruja gamberra andaba haciendo de las suyas. Belladama logró meterle mano a Bestianicola y a sus dientes.
El conjuro de la bruja se había deshecho, Bestianicola ya no estaba embrujado, había demostrado querer y respetar a Belladama. La rosa estaba tan tiesa, como la sonrisa de Bestianicola cuando Belladama se metía debajo de la mesa.
Y colorín colorado, que risas sean lo que haya, este cuento logrado.
Gmbr.