Keranos
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Capítulo 620
Pero no terminé de responder, porque se lo di igualmente. Ella lanzó un pequeño gemido y puso su mano en mi cara, de manera muy suave. Ángela era una chica preciosa y muy sexy y me tenía loco en ese momento. Estaba encantado por verla de nuevo después de tantos meses sin hacerlo. Más de un año de hecho y verla así de guapa y sonriente en todo momento me hizo recordar muchísimas cosas que viví con ella. Ya lo hice en parte antes de que se me acercara a hablar mientras me lamentaba por no haberlo hecho yo, pero mientras charlábamos, mi mente volaba por esos recuerdos. Y algo que también volaba mucho era mi imaginación al recrear en mi mente un encuentro entre ella e Irene. Ese mismo que me contó, aunque sin el más mínimo detalle sexual, pero no me hacía falta, porque las conocía bien a las dos en ese aspecto y no me hacía falta mucho esfuerzo para imaginarlas así.
El beso se alargó bastante. Yo también puse mi mano en su cara, aunque poco a poco la fui bajando para ponerla en su rodilla y subir por su muslo hasta sus generosas caderas que tanto me encantaban cuando nos acostábamos. Además de todo eso, lo que me tenía bastante a tono también era su olor. Olía estupendamente bien, como siempre desde luego, aunque recuerdo que para ir a clase se solía echar colonia infantil. Pero para las salidas nocturnas o formales en general se echaba un perfume en especial y me encantaba. Por eso puse algo más de agresividad al besarla. Ella parecía acelerada, pero exhaló bastante aire de su nariz cuando la agarré para ponerla sobre mí con una pierna a cada lado. No llegamos a hablar nada más, primero porque el beso que nos estábamos dando nos lo impedía, pero tampoco lo hicimos cuando nos despegamos y nos miramos a los ojos.
Conocía bien esa mirada y sabía lo caliente que estaba, pero lo que sí me sorprendió fue que ella tomara la iniciativa al empezar a desabrochar los primeros botones de mi camisa. Una vez lo hizo, me dio unos besos por el pecho, permitiéndome a mí darle alguno por su cabeza por lo pegada que la tenía a mí. Pero no tardó en volver a mis labios para devorarlos con ansia, tal y como lo hacía yo también. Sin dejarlos, me terminó de quitar la camisa al desabrochar todos los botones, dejándola en el sofá de cualquier manera. Yo mientras tanto, aproveché para quitarle los tacones que llevaba y dejarla descalza, no cuidando tampoco cómo y donde los dejaba. Sus manos se paseaban por mi pecho y por mi cara y las mías por su culazo, aunque no tuve la suerte de mantenerlas mucho tiempo ahí. Pero sí que tuve suerte cuando ella se escurrió por mi cuerpo para ponerse de rodillas en el suelo, desabrochando de manera salvaje mi cinturón y el botón del pantalón para tirar fuertemente hacia abajo de él y de los boxers, para liberar mi polla empalmada.
Casi ni dejó que rebotara, agarrándola con fuerza para subir y bajar su mano un par de veces y metérsela después en la boca para empezar a chupar. Tan solo se metió el glande, pero movía su lengua, causándome bastante placer por lo excitado que estaba ya. Me pajeó durante unos minutos, siguiendo chupando mi glande y moviendo su lengua, pero no tardaría mucho en empezar a tragar más. Nunca había podido comérmela entera y en esta ocasión tampoco pudo, pero lo que sí sabía era cómo hacerlo para que me gustara de verdad. Ella no dejaba de ser una de las chicas con las que más sexo había mantenido y nos conocíamos muy bien en la cama, porque tuvimos esa química desde nuestra primera vez. Y parecía que quería que acabara pronto, pero yo no quería hacerlo tan rápido. Por eso, cuando noté demasiada intensidad y que si seguía así iba a acabar en breve, la agarré para volver a subirla a mí. Ella lanzó una risa nerviosa y juguetona, pero yo no podía esperar más. Necesitaba verla desnuda de nuevo.
No fue nada difícil tirar de su vestido hacia arriba para quitárselo, dejándolo yo en el mismo sitio donde estaba mi camisa. Finalmente, sí que llevaba sujetador, uno muy fino de color negro y sin tirantes. Tampoco tardé nada en quitárselo para poder dejar sus pequeños pechos al aire. Tan bonitos como recordaba pese a que yo los prefería voluminosos, pero no les hacía ascos a unos pequeños, ni mucho menos. Con el tiempo eso de los gustos pasa a un segundo plano, llegando a importar más la afinidad con la otra persona y con Ángela no tenía poca desde luego. Ahí estaban, blanquitos con marca de moreno, redondos y aplanados y con sus pezones rosas de areolas algo más pequeñas que la media, de un color más tenue. Parecían duros, pero quise comprobarlos al acercar mi boca a uno de ellos para chuparlo y succionarlo.
Ángela se estremeció bruscamente, lanzando un gemido bastante alto para estar empezando, pero es que había una razón para ello, porque ella tenía los pezones muy sensibles. Tanto, que en varias ocasiones me decía que jamás salía de casa sin sujetador, porque el roce con la ropa la excitaba. Solo se quitaba el sujetador para estar en casa y tampoco era algo muy frecuente. Yo ya conocía este dato de sobra a esas alturas, por eso me lancé a por ellos, aunque también me apetecía mucho volver a probarlos después de tanto tiempo. Eran tal cual las recordaba, cambiando de una a otra a los pocos segundos. Ángela me acariciaba la cabeza y me llegaba a tirar del pelo por momentos. Su respiración se aceleraba y entrecortaba demasiado, por eso no quise hacerla más sufrir, porque había veces que era demasiado para ella, por eso me separé de ellas, aunque las agarré con mis manos. Nos volvimos a mirar a los ojos y me la encontré de nuevo con esa preciosa sonrisa, aunque ahora tenía el rostro bastante sonrojado. No de vergüenza, porque a esas alturas era imposible que tuviera conmigo, sino de excitación.
-Seguro que estás empapada ya.
-Ya me conoces.
-Ya ves que si lo hago...
Nos volvimos a besar, con ella riendo, y más que lo hizo cuando la tumbé sobre el sofá. Me puse sobre ella para continuar con el beso, aunque ella agarraba mi polla y tiraba de ella, teniendo pinta de que quería comérmela de nuevo, pero no la dejé. Aparté su mano y le agarré de las muñecas para besarla de nuevo y pasar a su cuello. Ella murmuraba e incluso ronroneaba. Tratando de no soltar sus muñecas fui bajando por su cuerpo para besarle por el esternón, pasando a sus tetas y luego a su vientre. Al final tuve que soltarla para poder continuar con la bajada que estaba haciendo, pasando a sus caderas. Joder, cómo me gustaba su cuerpo. Era sensacional, con unas caderas anchas y con unos muslos carnosos que no tardé en besar y mordisquear. Ángela se dejaba hacer, aunque acariciaba mi cabeza, pero yo ya no podía esperar más. Le besé el pubis, viniéndome su olor más íntimo, cosa que me excitó más aún.
Pero aún necesitaba ver su culo, por lo que le di la vuelta para verlo. No pude evitar resoplar al contemplar tal monumento y hasta le di una buena palmada, riendo ella de manera encantadora. Lo agarré con las manos para amasarlo bien e incluso abrirlo, llegando a ver gran parte de su sexo por llevar ella un tanga de hilo. Luego le besé las nalgas y le di algún que otro mordisco y le volví a dar la vuelta para quitarle el tanga y echarlo a un lado. Me encontré su pubis totalmente rasurado, como ya esperaba, aunque mentiría bastante si dijera que no deseaba verlo de otra manera, pero jamás se dejaba crecer nada de pelo en esa zona, llevándolo siempre perfectamente depilado y muy suave. Lo que sí vi fue su rajita, con sus labios interiores rositas sobresaliendo un poco pese a ser muy finos. Estaban brillantes, indicio de su excitación, cosa que ya esperaba como le dije después de comerle las tetas.
Me puse en posición y se lo abrí al poner mis manos en sus ingles y tirar en sentido contrario. Ya expuesto del todo a mí, me recorrió un escalofrío por la espalda al verlo así. Demasiadas veces lo había visto ya así, trayéndome de nuevo muchos recuerdos, por eso me lancé a comérselo de inmediato. Pasé mi lengua desde abajo, casi llegando a su ano, hasta su clítoris, recogiendo esos fluidos que había empezado a segregar. Ángela lanzó un gemido largo y sensual, porque fue algo que hice lentamente y después lanzó un suspiro en lo que yo la saboreaba así una vez más y tragaba saliva. Después seguí pasando mi lengua por todo su coño, llegando a penetrarlo con ella y también a succionar su clítoris y lamerlo con intensidad. Quizá con demasiada, porque ella cerraba sus piernas apretándome la cabeza y lanzando pequeños grititos, pero es que yo no estaba para hacerlo de otra manera.
Sin embargo, no duró mucho ese cunnilingus, porque necesitaba follarla. Por suerte, aún tenía por el salón algunos condones que puse por allí antes de dejar de usarlos, por lo que tardé pocos segundos en coger uno, terminar de desnudarme y ponérmelo a toda prisa para entrar en ella. Me puse sobre su cuerpo una vez más, frotando un par de veces su raja y metiéndola lentamente hasta que hizo tope. Ángela se abrazó a mí, haciendo que nuestros cuerpos quedaran bien pegados. Sus pezones estaban durísimos, porque notaba cómo me los hincaba en mi pecho. Ángela lanzó un suspiro largo y lento, haciendo fuerza al apretar su abrazo con brazos y piernas y al apretarme también de manera interna. Le tuve que preguntar si se encontraba bien, respondiéndome ella afirmativamente muy bajito y con una voz muy tierna. Tan solo levanté un poco mi cabeza para mirarla, encontrándola preciosa, pasando a darnos un beso.
Ya fue cuando empezó a abrir su abrazo, momento que aproveché para empezar a moverme y por lo tanto a follarla. Empecé lento, pero cuando vi su típica cara de estar cachondísima, no pude evitar aumentar el ritmo. No duraríamos ni 5 minutos, porque la follé duramente, al apoyarme sobre mis brazos. Estaba muy cachondo y no podía ni parar ni hacerlo de otra manera. La veía guapísima y supersexy, con sus tetitas rebotando por la fuerza de mis embestidas. Yo fui el primero que tuvo su orgasmo, y eso que llevaba puesto un preservativo, pero es que la cogí con ganas. Y fue uno de los intensos, de esos que hacen que tu cuerpo se encoja por los espasmos y que hiperventiles llegando a marearte un poco por lo mismo. Ángela tuvo el suyo de manera seguida al mío, como si al notar cómo lo tenía yo fuera el desencadenante final para que le llegara el suyo. Ella lo manifestó más al lanzar un gemido bastante alto seguido de unos cuantos más pequeños. Su cuerpo tembló y me volvió a abrazar con fuerza.
Nos quedamos unos momentos en esa postura, con ella acariciando mi espalda y dándome algún beso por la cabeza y por el hombro. Luego levanté mi cabeza para volver a mirarla, encontrándola sonriendo una vez más. Yo le sonreí de vuelta y nos volvimos a besar. Aunque no tardamos mucho en levantarnos para ir a la habitación y seguir allí. En la mesita tenía más condones, así que no había problema. Ya tumbados en la cama y con el aire puesto, nos lo tomamos con más calma. Nos besamos durante varios minutos con ella acariciando mi cara y mis brazos mientras que yo lo hacía con sus muslos. Tan solo se separó de mis labios para decirme que le encantaban mis tatuajes. Después de eso la empecé a tocar de nuevo. Me humedecí los dedos y los llevé hasta su raja para masturbarla lentamente, acariciándola primero para luego meterle los dedos, primero de manera calmada y luego más rápido.
Y ella no se quedó quieta en ese aspecto, porque también me la agarró y me empezó a masturbar, aunque no tardamos mucho en follar de nuevo después de ponerme otro condón. Cayeron dos polvos más durante el rato que estuvimos así. El primero más calmado por haber desfogado de manera tan rápida e intensa, por lo que nos dimos nuestros tiempos. En ese yo acabé cuando ella me montó, haciéndolo después de estar un buen rato así, aunque aceleró el ritmo ya de últimas de manera alta, llevándome al clímax de una de las maneras que más me gustaban. Ella no llegó a terminar así, pero fue algo que remedié al comerle el coño después de quitarme el condón y ponerla bocarriba. Me apretó la cabeza con sus muslazos de manera bastante fuerte, pero traté de seguir todo lo que pude hasta que me rogó que parara, quedando con una respiración muy acelerada y retorciéndose.
El último polvo lo empezamos después de dejar que ella se recuperara del todo. Yo me calmé bastante en el proceso, pero al verla desnuda con ese cuerpo que me encantaba, no podía evitar acariciarlo, besarlo y tocarme mientras lo hacía, provocando que se me pusiera dura de nuevo con suma facilidad. Ella se percató y así empezamos otra vez. La puse a cuatro y la empecé a follar suavemente, pero como es de esperar, en esa postura es difícil mantener ese ritmo, especialmente si la chica está tan buena y tiene un culo como ella. Por eso la follé con mucha fuerza al agarrarla de las caderas, con ella gritando de gusto mientras agarraba las sábanas. A mí también se me escapó algún gemido bastante alto por lo bien que lo estaba pasando con ella y el placer que no paraba de tener. Pero también hicimos más posturas, aunque volvimos a ella para acabar, volviendo a reventarla yo dando ya todo lo que tenía.
Y justo esta vez fue de manera inversa al primer polvo. Ella se corrió primero, encogiendo su cuerpo y derrumbándose sobre la cama, siguiéndola yo y teniendo el mío. Su orgasmo había provocado el mío. Me encantó ver la efusividad con la que manifestaba su orgasmo, gritando bastante alto, pasando a hacerlo después de manera aguda. Quedé sobre ella corriéndome dentro del condón, aunque me puse un poco de lado para dejarme caer sobre la cama y no sobre ella directamente. Pero no tardé en salirme de ella para quitarme el condón y dejarlo junto al otro, que se encontraba en la mesita. A Ángela le estaba costando recuperarse de su orgasmo, estando todo el tiempo con sus ojos cerrados y yo me puse a su lado para calmarme también del todo. En un momento dado, se me abrazó, quedando relajada del todo y llegándose a dormir. Yo la seguí casi de manera instantánea al estar agotado y al ser ya más de las 3 de la mañana.
Ya cuando desperté me di cuenta de lo que había hecho y de las consecuencias que ello conllevaba. No culpo al alcohol ni a Ángela, ni a Julia, ni a Sara. El único culpable de haber acabado así la noche era yo y solo yo. Es cierto que la cosa se había ido calentando progresivamente; Sara me atraía bastante, no era un secreto y pese a estar incómodo y evitarla en todo momento, también me gustaba que se interesara por mí y la verdad es que iba muy provocativa y era imposible que no se me fueran los ojos. Luego con Julia pues prácticamente lo mismo, solo que había que añadir el morbo de que fuera familiar de mi novia. Y más difícil que me lo puso cuando se desnudó de manera tan rápida cuando fue a por todas. Aun teniendo cierto detalle que me fascinaba me mantuve fuerte, pero eso sí, saliendo de allí con una buena erección.
Con Ángela sin embargo fue diferente, porque surgió más natural. Seguramente tenía mucho que ver que lleváramos tanto tiempo sin vernos y bastante más aún sin irnos a la cama, pero es que además estaba guapísima, tal y como lo estaba la primera vez que la vi y desde entonces. Era una chica con un atractivo y una belleza especial, de esas con las que cualquier persona a la que le gusten las chicas acaba obsesionándose. Me hizo tanta ilusión verla, en especial después de no haberme atrevido yo a acercarme y siendo finalmente ella la que lo hizo. No estaba borracho para acabar así, no a pesar de llevar un par de copas encima y un chupito. Si acaso iba con el puntillo, pero desde luego era consciente de lo que estaba haciendo. Ni siquiera paré cuando justo antes de darle el beso me preguntó por mi novia. Estaba demasiado embelesado como para parar en ese momento. Si es que de hecho no reparaba en Valentina para nada. Lo único que quería en ese momento era besar los labios de Ángela.
Y eso era lo que más aturdido me tenía precisamente. ¿Cómo no había podido parar después de todas las tentaciones a las que me había enfrentado? No tenía explicación para mí, aunque sí que tenía algo claro. Esta chica tenía algo para haberme hecho caer y para sembrar dudas en mi anterior relación, porque no olvidaba aquello. Fueron momentos duros, más de los que ya tenía por la época por otros motivos bien diferentes, pero este lo consideraba tan importante como aquellos, o puede que incluso más. Que alguien pudiera ocasionar dudas estando enamorado de mi pareja era algo que no tenía una explicación lógica para mí. Y si ya ocasionaba eso en mí en esos días, pues más de lo mismo estando en una relación en la que no acababa de estar enamorado por mucho que quisiera a mi pareja. En aquel entonces me dejé llevar con ese beso de despedida que me dio y por cómo me seguía interesando por ella al preguntarle cómo le iba a la vez que la felicitaba por su cumpleaños. En esta ocasión me dejé llevar del todo.
Ambos seguíamos desnudos, con ella durmiendo plácidamente de lado. Miraba su cuerpo y cuanto más lo hacía, más me gustaba. Hasta me fijé en detalles en los que no reparé la noche anterior, como el de que llevara las uñas de las manos y de los pies pintadas de blanco, aunque las de las manos eran bastante largas, de esas falsas de gel seguramente. Pero yo ya no podía dormir más. Había cumplido mi cupo de horas sobradamente y ahora no paraba de darle vueltas a la cabeza. Así me incorporé para quedar sentado en el borde de la cama mientras hincaba mis codos en mis muslos y echaba mi cara sobre mis manos, frotándola, en parte para espabilarme y también por lo que había pasado horas antes. Casi me asustó cuando noté su mano acariciar mi espalda, sintiendo también cómo se incorporaba para quedar sentada detrás de mí. Parecía saber de sobra lo que rondaba por mi cabeza, aunque se limitó a seguir acariciando mi espalda, pero al final acabó por empezar la conversación.
Pero no terminé de responder, porque se lo di igualmente. Ella lanzó un pequeño gemido y puso su mano en mi cara, de manera muy suave. Ángela era una chica preciosa y muy sexy y me tenía loco en ese momento. Estaba encantado por verla de nuevo después de tantos meses sin hacerlo. Más de un año de hecho y verla así de guapa y sonriente en todo momento me hizo recordar muchísimas cosas que viví con ella. Ya lo hice en parte antes de que se me acercara a hablar mientras me lamentaba por no haberlo hecho yo, pero mientras charlábamos, mi mente volaba por esos recuerdos. Y algo que también volaba mucho era mi imaginación al recrear en mi mente un encuentro entre ella e Irene. Ese mismo que me contó, aunque sin el más mínimo detalle sexual, pero no me hacía falta, porque las conocía bien a las dos en ese aspecto y no me hacía falta mucho esfuerzo para imaginarlas así.
El beso se alargó bastante. Yo también puse mi mano en su cara, aunque poco a poco la fui bajando para ponerla en su rodilla y subir por su muslo hasta sus generosas caderas que tanto me encantaban cuando nos acostábamos. Además de todo eso, lo que me tenía bastante a tono también era su olor. Olía estupendamente bien, como siempre desde luego, aunque recuerdo que para ir a clase se solía echar colonia infantil. Pero para las salidas nocturnas o formales en general se echaba un perfume en especial y me encantaba. Por eso puse algo más de agresividad al besarla. Ella parecía acelerada, pero exhaló bastante aire de su nariz cuando la agarré para ponerla sobre mí con una pierna a cada lado. No llegamos a hablar nada más, primero porque el beso que nos estábamos dando nos lo impedía, pero tampoco lo hicimos cuando nos despegamos y nos miramos a los ojos.
Conocía bien esa mirada y sabía lo caliente que estaba, pero lo que sí me sorprendió fue que ella tomara la iniciativa al empezar a desabrochar los primeros botones de mi camisa. Una vez lo hizo, me dio unos besos por el pecho, permitiéndome a mí darle alguno por su cabeza por lo pegada que la tenía a mí. Pero no tardó en volver a mis labios para devorarlos con ansia, tal y como lo hacía yo también. Sin dejarlos, me terminó de quitar la camisa al desabrochar todos los botones, dejándola en el sofá de cualquier manera. Yo mientras tanto, aproveché para quitarle los tacones que llevaba y dejarla descalza, no cuidando tampoco cómo y donde los dejaba. Sus manos se paseaban por mi pecho y por mi cara y las mías por su culazo, aunque no tuve la suerte de mantenerlas mucho tiempo ahí. Pero sí que tuve suerte cuando ella se escurrió por mi cuerpo para ponerse de rodillas en el suelo, desabrochando de manera salvaje mi cinturón y el botón del pantalón para tirar fuertemente hacia abajo de él y de los boxers, para liberar mi polla empalmada.
Casi ni dejó que rebotara, agarrándola con fuerza para subir y bajar su mano un par de veces y metérsela después en la boca para empezar a chupar. Tan solo se metió el glande, pero movía su lengua, causándome bastante placer por lo excitado que estaba ya. Me pajeó durante unos minutos, siguiendo chupando mi glande y moviendo su lengua, pero no tardaría mucho en empezar a tragar más. Nunca había podido comérmela entera y en esta ocasión tampoco pudo, pero lo que sí sabía era cómo hacerlo para que me gustara de verdad. Ella no dejaba de ser una de las chicas con las que más sexo había mantenido y nos conocíamos muy bien en la cama, porque tuvimos esa química desde nuestra primera vez. Y parecía que quería que acabara pronto, pero yo no quería hacerlo tan rápido. Por eso, cuando noté demasiada intensidad y que si seguía así iba a acabar en breve, la agarré para volver a subirla a mí. Ella lanzó una risa nerviosa y juguetona, pero yo no podía esperar más. Necesitaba verla desnuda de nuevo.
No fue nada difícil tirar de su vestido hacia arriba para quitárselo, dejándolo yo en el mismo sitio donde estaba mi camisa. Finalmente, sí que llevaba sujetador, uno muy fino de color negro y sin tirantes. Tampoco tardé nada en quitárselo para poder dejar sus pequeños pechos al aire. Tan bonitos como recordaba pese a que yo los prefería voluminosos, pero no les hacía ascos a unos pequeños, ni mucho menos. Con el tiempo eso de los gustos pasa a un segundo plano, llegando a importar más la afinidad con la otra persona y con Ángela no tenía poca desde luego. Ahí estaban, blanquitos con marca de moreno, redondos y aplanados y con sus pezones rosas de areolas algo más pequeñas que la media, de un color más tenue. Parecían duros, pero quise comprobarlos al acercar mi boca a uno de ellos para chuparlo y succionarlo.
Ángela se estremeció bruscamente, lanzando un gemido bastante alto para estar empezando, pero es que había una razón para ello, porque ella tenía los pezones muy sensibles. Tanto, que en varias ocasiones me decía que jamás salía de casa sin sujetador, porque el roce con la ropa la excitaba. Solo se quitaba el sujetador para estar en casa y tampoco era algo muy frecuente. Yo ya conocía este dato de sobra a esas alturas, por eso me lancé a por ellos, aunque también me apetecía mucho volver a probarlos después de tanto tiempo. Eran tal cual las recordaba, cambiando de una a otra a los pocos segundos. Ángela me acariciaba la cabeza y me llegaba a tirar del pelo por momentos. Su respiración se aceleraba y entrecortaba demasiado, por eso no quise hacerla más sufrir, porque había veces que era demasiado para ella, por eso me separé de ellas, aunque las agarré con mis manos. Nos volvimos a mirar a los ojos y me la encontré de nuevo con esa preciosa sonrisa, aunque ahora tenía el rostro bastante sonrojado. No de vergüenza, porque a esas alturas era imposible que tuviera conmigo, sino de excitación.
-Seguro que estás empapada ya.
-Ya me conoces.
-Ya ves que si lo hago...
Nos volvimos a besar, con ella riendo, y más que lo hizo cuando la tumbé sobre el sofá. Me puse sobre ella para continuar con el beso, aunque ella agarraba mi polla y tiraba de ella, teniendo pinta de que quería comérmela de nuevo, pero no la dejé. Aparté su mano y le agarré de las muñecas para besarla de nuevo y pasar a su cuello. Ella murmuraba e incluso ronroneaba. Tratando de no soltar sus muñecas fui bajando por su cuerpo para besarle por el esternón, pasando a sus tetas y luego a su vientre. Al final tuve que soltarla para poder continuar con la bajada que estaba haciendo, pasando a sus caderas. Joder, cómo me gustaba su cuerpo. Era sensacional, con unas caderas anchas y con unos muslos carnosos que no tardé en besar y mordisquear. Ángela se dejaba hacer, aunque acariciaba mi cabeza, pero yo ya no podía esperar más. Le besé el pubis, viniéndome su olor más íntimo, cosa que me excitó más aún.
Pero aún necesitaba ver su culo, por lo que le di la vuelta para verlo. No pude evitar resoplar al contemplar tal monumento y hasta le di una buena palmada, riendo ella de manera encantadora. Lo agarré con las manos para amasarlo bien e incluso abrirlo, llegando a ver gran parte de su sexo por llevar ella un tanga de hilo. Luego le besé las nalgas y le di algún que otro mordisco y le volví a dar la vuelta para quitarle el tanga y echarlo a un lado. Me encontré su pubis totalmente rasurado, como ya esperaba, aunque mentiría bastante si dijera que no deseaba verlo de otra manera, pero jamás se dejaba crecer nada de pelo en esa zona, llevándolo siempre perfectamente depilado y muy suave. Lo que sí vi fue su rajita, con sus labios interiores rositas sobresaliendo un poco pese a ser muy finos. Estaban brillantes, indicio de su excitación, cosa que ya esperaba como le dije después de comerle las tetas.
Me puse en posición y se lo abrí al poner mis manos en sus ingles y tirar en sentido contrario. Ya expuesto del todo a mí, me recorrió un escalofrío por la espalda al verlo así. Demasiadas veces lo había visto ya así, trayéndome de nuevo muchos recuerdos, por eso me lancé a comérselo de inmediato. Pasé mi lengua desde abajo, casi llegando a su ano, hasta su clítoris, recogiendo esos fluidos que había empezado a segregar. Ángela lanzó un gemido largo y sensual, porque fue algo que hice lentamente y después lanzó un suspiro en lo que yo la saboreaba así una vez más y tragaba saliva. Después seguí pasando mi lengua por todo su coño, llegando a penetrarlo con ella y también a succionar su clítoris y lamerlo con intensidad. Quizá con demasiada, porque ella cerraba sus piernas apretándome la cabeza y lanzando pequeños grititos, pero es que yo no estaba para hacerlo de otra manera.
Sin embargo, no duró mucho ese cunnilingus, porque necesitaba follarla. Por suerte, aún tenía por el salón algunos condones que puse por allí antes de dejar de usarlos, por lo que tardé pocos segundos en coger uno, terminar de desnudarme y ponérmelo a toda prisa para entrar en ella. Me puse sobre su cuerpo una vez más, frotando un par de veces su raja y metiéndola lentamente hasta que hizo tope. Ángela se abrazó a mí, haciendo que nuestros cuerpos quedaran bien pegados. Sus pezones estaban durísimos, porque notaba cómo me los hincaba en mi pecho. Ángela lanzó un suspiro largo y lento, haciendo fuerza al apretar su abrazo con brazos y piernas y al apretarme también de manera interna. Le tuve que preguntar si se encontraba bien, respondiéndome ella afirmativamente muy bajito y con una voz muy tierna. Tan solo levanté un poco mi cabeza para mirarla, encontrándola preciosa, pasando a darnos un beso.
Ya fue cuando empezó a abrir su abrazo, momento que aproveché para empezar a moverme y por lo tanto a follarla. Empecé lento, pero cuando vi su típica cara de estar cachondísima, no pude evitar aumentar el ritmo. No duraríamos ni 5 minutos, porque la follé duramente, al apoyarme sobre mis brazos. Estaba muy cachondo y no podía ni parar ni hacerlo de otra manera. La veía guapísima y supersexy, con sus tetitas rebotando por la fuerza de mis embestidas. Yo fui el primero que tuvo su orgasmo, y eso que llevaba puesto un preservativo, pero es que la cogí con ganas. Y fue uno de los intensos, de esos que hacen que tu cuerpo se encoja por los espasmos y que hiperventiles llegando a marearte un poco por lo mismo. Ángela tuvo el suyo de manera seguida al mío, como si al notar cómo lo tenía yo fuera el desencadenante final para que le llegara el suyo. Ella lo manifestó más al lanzar un gemido bastante alto seguido de unos cuantos más pequeños. Su cuerpo tembló y me volvió a abrazar con fuerza.
Nos quedamos unos momentos en esa postura, con ella acariciando mi espalda y dándome algún beso por la cabeza y por el hombro. Luego levanté mi cabeza para volver a mirarla, encontrándola sonriendo una vez más. Yo le sonreí de vuelta y nos volvimos a besar. Aunque no tardamos mucho en levantarnos para ir a la habitación y seguir allí. En la mesita tenía más condones, así que no había problema. Ya tumbados en la cama y con el aire puesto, nos lo tomamos con más calma. Nos besamos durante varios minutos con ella acariciando mi cara y mis brazos mientras que yo lo hacía con sus muslos. Tan solo se separó de mis labios para decirme que le encantaban mis tatuajes. Después de eso la empecé a tocar de nuevo. Me humedecí los dedos y los llevé hasta su raja para masturbarla lentamente, acariciándola primero para luego meterle los dedos, primero de manera calmada y luego más rápido.
Y ella no se quedó quieta en ese aspecto, porque también me la agarró y me empezó a masturbar, aunque no tardamos mucho en follar de nuevo después de ponerme otro condón. Cayeron dos polvos más durante el rato que estuvimos así. El primero más calmado por haber desfogado de manera tan rápida e intensa, por lo que nos dimos nuestros tiempos. En ese yo acabé cuando ella me montó, haciéndolo después de estar un buen rato así, aunque aceleró el ritmo ya de últimas de manera alta, llevándome al clímax de una de las maneras que más me gustaban. Ella no llegó a terminar así, pero fue algo que remedié al comerle el coño después de quitarme el condón y ponerla bocarriba. Me apretó la cabeza con sus muslazos de manera bastante fuerte, pero traté de seguir todo lo que pude hasta que me rogó que parara, quedando con una respiración muy acelerada y retorciéndose.
El último polvo lo empezamos después de dejar que ella se recuperara del todo. Yo me calmé bastante en el proceso, pero al verla desnuda con ese cuerpo que me encantaba, no podía evitar acariciarlo, besarlo y tocarme mientras lo hacía, provocando que se me pusiera dura de nuevo con suma facilidad. Ella se percató y así empezamos otra vez. La puse a cuatro y la empecé a follar suavemente, pero como es de esperar, en esa postura es difícil mantener ese ritmo, especialmente si la chica está tan buena y tiene un culo como ella. Por eso la follé con mucha fuerza al agarrarla de las caderas, con ella gritando de gusto mientras agarraba las sábanas. A mí también se me escapó algún gemido bastante alto por lo bien que lo estaba pasando con ella y el placer que no paraba de tener. Pero también hicimos más posturas, aunque volvimos a ella para acabar, volviendo a reventarla yo dando ya todo lo que tenía.
Y justo esta vez fue de manera inversa al primer polvo. Ella se corrió primero, encogiendo su cuerpo y derrumbándose sobre la cama, siguiéndola yo y teniendo el mío. Su orgasmo había provocado el mío. Me encantó ver la efusividad con la que manifestaba su orgasmo, gritando bastante alto, pasando a hacerlo después de manera aguda. Quedé sobre ella corriéndome dentro del condón, aunque me puse un poco de lado para dejarme caer sobre la cama y no sobre ella directamente. Pero no tardé en salirme de ella para quitarme el condón y dejarlo junto al otro, que se encontraba en la mesita. A Ángela le estaba costando recuperarse de su orgasmo, estando todo el tiempo con sus ojos cerrados y yo me puse a su lado para calmarme también del todo. En un momento dado, se me abrazó, quedando relajada del todo y llegándose a dormir. Yo la seguí casi de manera instantánea al estar agotado y al ser ya más de las 3 de la mañana.
Ya cuando desperté me di cuenta de lo que había hecho y de las consecuencias que ello conllevaba. No culpo al alcohol ni a Ángela, ni a Julia, ni a Sara. El único culpable de haber acabado así la noche era yo y solo yo. Es cierto que la cosa se había ido calentando progresivamente; Sara me atraía bastante, no era un secreto y pese a estar incómodo y evitarla en todo momento, también me gustaba que se interesara por mí y la verdad es que iba muy provocativa y era imposible que no se me fueran los ojos. Luego con Julia pues prácticamente lo mismo, solo que había que añadir el morbo de que fuera familiar de mi novia. Y más difícil que me lo puso cuando se desnudó de manera tan rápida cuando fue a por todas. Aun teniendo cierto detalle que me fascinaba me mantuve fuerte, pero eso sí, saliendo de allí con una buena erección.
Con Ángela sin embargo fue diferente, porque surgió más natural. Seguramente tenía mucho que ver que lleváramos tanto tiempo sin vernos y bastante más aún sin irnos a la cama, pero es que además estaba guapísima, tal y como lo estaba la primera vez que la vi y desde entonces. Era una chica con un atractivo y una belleza especial, de esas con las que cualquier persona a la que le gusten las chicas acaba obsesionándose. Me hizo tanta ilusión verla, en especial después de no haberme atrevido yo a acercarme y siendo finalmente ella la que lo hizo. No estaba borracho para acabar así, no a pesar de llevar un par de copas encima y un chupito. Si acaso iba con el puntillo, pero desde luego era consciente de lo que estaba haciendo. Ni siquiera paré cuando justo antes de darle el beso me preguntó por mi novia. Estaba demasiado embelesado como para parar en ese momento. Si es que de hecho no reparaba en Valentina para nada. Lo único que quería en ese momento era besar los labios de Ángela.
Y eso era lo que más aturdido me tenía precisamente. ¿Cómo no había podido parar después de todas las tentaciones a las que me había enfrentado? No tenía explicación para mí, aunque sí que tenía algo claro. Esta chica tenía algo para haberme hecho caer y para sembrar dudas en mi anterior relación, porque no olvidaba aquello. Fueron momentos duros, más de los que ya tenía por la época por otros motivos bien diferentes, pero este lo consideraba tan importante como aquellos, o puede que incluso más. Que alguien pudiera ocasionar dudas estando enamorado de mi pareja era algo que no tenía una explicación lógica para mí. Y si ya ocasionaba eso en mí en esos días, pues más de lo mismo estando en una relación en la que no acababa de estar enamorado por mucho que quisiera a mi pareja. En aquel entonces me dejé llevar con ese beso de despedida que me dio y por cómo me seguía interesando por ella al preguntarle cómo le iba a la vez que la felicitaba por su cumpleaños. En esta ocasión me dejé llevar del todo.
Ambos seguíamos desnudos, con ella durmiendo plácidamente de lado. Miraba su cuerpo y cuanto más lo hacía, más me gustaba. Hasta me fijé en detalles en los que no reparé la noche anterior, como el de que llevara las uñas de las manos y de los pies pintadas de blanco, aunque las de las manos eran bastante largas, de esas falsas de gel seguramente. Pero yo ya no podía dormir más. Había cumplido mi cupo de horas sobradamente y ahora no paraba de darle vueltas a la cabeza. Así me incorporé para quedar sentado en el borde de la cama mientras hincaba mis codos en mis muslos y echaba mi cara sobre mis manos, frotándola, en parte para espabilarme y también por lo que había pasado horas antes. Casi me asustó cuando noté su mano acariciar mi espalda, sintiendo también cómo se incorporaba para quedar sentada detrás de mí. Parecía saber de sobra lo que rondaba por mi cabeza, aunque se limitó a seguir acariciando mi espalda, pero al final acabó por empezar la conversación.