Sumisión suave

Los chicos llamaron que se quedaban en el club hasta tarde, tenían partido después de
almorzar.
Un problema menos para la tarde. ¡Tarde libre para nosotros!
Seguí a Fernanda al dormitorio.
Se acostó, boca arriba, y yo hice lo mismo a su lado. Cubierta sólo con ese baby doll era la imagen de la sensualidad, la imagen de una mujer seduciendo a su hombre.
Era casi todo transparente, pero no totalmente, dejando adivinar los relieves y las zonas más oscuras. Muy corto, apenas cubría el inicio de sus muslos. Insinuaba que el mínimo movimiento, expondría toda su intimidad a la mirada de quien ella quisiera.
Yo sabía que era muy puta, que venía de coger con dos hombres y de pasar la noche con uno de ellos fuera de casa, mientras que yo, su marido, la esperaba, excitado en casa. Y me encantaba, me excitaba que fuera así y la quería más por eso.
La abracé, besando su cara, buscando su boca. Ella se giró hacia mí y, entreabriendo sus labios, buscó los míos. Nos besamos, primero suave, despacio, y de a poco fuimos adquiriendo pasión, abriendo las bocas, explorando con las lenguas, intercambiando humedad y calor. ¡Sabía tan bien! Y a mí me ilusionaba saber que esa boca que yo besaba había besado a otros el día anterior y aún más, había recibido pollas y leche de macho hacía pocas horas.
Mi polla era ya un fierro de dura, buscando escapar de la tanga femenina que la envolvía. Fernanda la buscó con su mano y la acariciaba por fuera de la ropa. Yo metí mi mano por debajo de su lencería y acaricié su piel desnuda, aún sin bañarse después de dormir con otro. Sus muslos mostraban machucones y pegotes, su concha seguía muy mojada, y con chorros secos alrededor. Un chupón adornaba su labio derecho del coño y otro cubría su tatuaje. Acaricié sus tetas, con sus pezones erguidos, duros, deteniéndome en el machucón que lucía en la teta derecha, resultado de otro chupón apasionado de alguno de los dos.
A mí no me deja marcarla.
Dice que queda mal que su amante vea que coge con otro, aunque sea su marido. Cuando me dijo eso, hace años, ¡se me paró la verga! Aún me acuerdo.
Pero como sabe que a mí me gusta, se deja marcar por sus machos, para ellos y para mí.
Olía a ella, a su perfume de siempre, más otros olores que se mezclaban. A sexo, al perfume de otros hombres. Un poco a sudor y otro poco a leche de polla. Me gustaba así.
Exploré con mi mano su cuerpo, que tanto placer me daba. Acaricié sus muslos, su cintura y agarré sus tetas, acercándola a mí mientras pellizcaba su erguido pezón.
  • Dale cornudo, chúpame la concha, pero suavecito, con mucha lengua, con cariño, amor, dame placer, mucho, como sabes vos.
Me deslicé a lo largo de su cuerpo, introduciéndome sobre su muslo más próximo, acercando mi boca a su coño, preparado para recibirme. Estaba perfectamente depilado, suavecita la piel. Muy mojado y gustoso. Fernanda, con sus dos manos, separó los labios, facilitando el acceso de mis labios a su interior. Olí con placer y metí mi lengua y mis labios a la tarea de chupar y saborear esa concha follada, ese coño que fuera sitio de diversión de mi mujer con dos machos el día anterior.
Metí mi boca y lengua, buscando su vagina, para meterme en ella y chupar lo que tuviera para darme.
  • Uuuy sí, amor, así. ¿Sentís el gusto a leche?, a coño follado? Meté bien la lengua adentro, mmmmmm sí, sí, uuuu que lindo es esto! ¡¡¡Que mi marido me coma el chocho cogido de ayer!!!, cómo me gusta. Sabés que sos el 3ero que me chupa? ¿Desde ayer? ¿Sentís el gusto de la leche? Porque Claudio me folló dos veces, y Leo más veces, pero Leo también me chupó la leche de Claudio, hahaha, vos querías eso, ¿no? Y después Leo me folló muchas veces, cómo 3 veces en el coño, una en el culo y otra en la boca. Esa fue la última. ¿Me vas a chupar el culo también? Eso me gusta mucho, pero mucho, porque vos sabés que tu mujer es muy puta, ¿te gusta eso no?, que sea muy puta. Jajaja, me cogieron tres tíos ayer, contándote a vos, pero a vos eso te gusta, ¿me querés coger? ¿Me lo vas a meter? ¿No te molesta que venga de follar con otros, verdad que no? Dale, decímelo que me gusta oirte, me gusta que me lo digas.
Mientras me decía todo eso yo chupaba concha, me atragantaba con todo lo que tenía adentro y también bajaba buscándole el culo, ese que ahora sabía que iba a encontrar abierto y rezumando leche también. El culo estaba ligeramente abierto y mi lengua entraba fácilmente, provocándole suspiros, ahssss y uhssss. Ella normalmente me hacía la paja cuando me hablaba después de coger con otro, pero esta vez le pedí que no lo hiciera porque estaba demasiado caliente y no iba a durar nada.
En eso estaba cuando, de pronto, interrumpió los suspiros, ¡y se acabó!, me agarró la cabeza y me la apretó contra su culo, viniéndose, gritando y empujándome con su pelvis contra mi boca. Me insultaba, me trataba de puto, de cornudo, de marica mientras se retorcía en la cama en un largo, muy largo y fuerte orgasmo.
Finalmente dejó de hablar, me soltó y se aflojó toda. Los brazos me soltaron y se abrieron estirados a los lados. Las piernas rectas y separadas una de la otra. La cabeza extendida, la boca entreabierta y los ojos cerrados. Se serenó y dejó de sacudirse. Yo me separé y la cubrí con mi cuerpo, penetrándola por la concha, que encontré dilatada y lubricada. Mi pija bailaba dentro de ella. Apenas tenía roce de tan abierta y follada que estaba. Fernanda, después del orgasmo, se había aflojado toda, y abierta, se entregaba. La saqué de su concha y se la metí en el culo, bastante más apretado, también lubricado con mi saliva y la leche de Leo. No demoré nada en acabarme, bien adentro, echando litros de leche acumulados en todos estos días, bien dentro de ella. Por fin, después de casi dos días tenía mi descarga, y con quién más quería. Fernanda, mi esposa, mi amiga, mi amante, mi dueña.
Me despertó el teléfono, eran los chicos que pedían que los fuera a buscar su madre. Fernanda dormía. Les dije que iba yo.
Me duché rápidamente, me vestí y salí a buscarlos.
Cuando volvimos Fernanda seguía en la misma posición, dormida profundamente. La dejé descansar, había tenido mucha actividad en las últimas horas.
Bajé a ocuparme de los chicos. Los hice bañarse, cambiarse de ropa, puse la usada a lavar. Luego, viendo la TV, pedimos pizza y cenamos viendo una película. Una noche normal. Fernanda no se despertó hasta la mañana siguiente.

Ese día marcó la vuelta a nuestra normalidad.
Fernanda volvió a salir con sus amigos, y a follar con ellos.
Yo hacía mi vida principalmente de trabajo, familia y club. Jugábamos casi todas las semanas con Juan y seguíamos siendo follamigos, pero era muy raro que yo lo follara, no le gustaba. Supongo que sería por la relación de dominancia, ya que yo sabía que Monica se lo follaba duro con el arnés. Pero a mí me mandaba y me dominaba cómo lo hacía Fernanda. Lo mismo hacía Mónica, su mujer. Yo era el sumiso de todos. A todos obedecía y satisfacía sus gustos.
Mónica ya estaba bastante más suelta y le metía cuernos a Juan, no sólo conmigo sino también con otros. Ya era toda una hotwife. La que, según Juan creía antes, ¡no le gustaba coger! Daba risa.
Conmigo hacía de todo. Últimamente había agarrado la costumbre, cómo Fernanda, de hacerme la paja mientras me contaba sus aventuras con nuevos amantes. Eso a mí me ponía mucho y yo lo disfrutaba. Después descansábamos un rato, charlábamos, tomábamos algo y, si se daba, follábamos otra vez.
Del mantenimiento de mi relación con Mónica, Fernanda estaba al tanto, al igual que de mi vinculación con Juan. A ambos ella los aceptaba y con ambos había tenido sexo varias veces. Nunca con los dos a la vez. Sostenía siempre que los tríos la distraían. Decía que el sexo era de a uno o de a dos.

Esta situación casi ideal duró un buen tiempo, tal vez cerca de dos años. No nos dábamos cuenta de cuan felices éramos.

Después vino otra crisis.
Y para mí, la peor. O al menos, fue la crisis que yo pasé peor.
Fue la más larga y la más frustrante, porque estábamos alejados. Sin complicidad.
Como todo tenía sus partes buenas, y disfruté varias sensaciones nuevas. Pero no estaba tranquilo, y eso era lo peor. Tuve miedo de perderla.
 
Voy a relatar ahora cómo empezó ese período que, como dije, recuerdo como muy angustiante para mí, por el temor que tuve de poder perder el amor de Fernanda. Fue el peor rival que tuve en todos los años que estuvimos juntos, fue quien más la separó de mí y que casi termina en una separación total.

Ese día yo había llegado a casa temprano.

Estaba tranquilo, en el estar, con un café, pensando no recuerdo en qué, con la TV encendida en avisos, casi como siempre.

Llega Fernanda del Laboratorio, me da un beso y se sienta a mi lado.

  • No podés creer lo que me pasó, ni yo lo creo todavía.
  • ¿Bueno o malo? pregunté.
  • No, nada malo, no sé si bueno, todavía. Interesante, sin duda. Te cuento. Hoy fui al Banco a una reunión con el gerente.
  • ¿El que te gusta, ese?
  • Si, ese, pero eso no importa, vas a ver.
  • Cuando salgo, veo que era muy temprano, todo había salido muy fácil y bien. Me sobraba tiempo para volver a la oficina, así que me metí en una cafetería nueva que abrieron en la esquina a tomar un café y hacer nada por un rato. Estaba casi sola, a esa hora de la tarde éramos sólo 3 clientes en el bar. En eso estaba, haciendo nada, cuando aparece una chica, joven, bonita, que se me para enfrente a la mesa, y me dice, con mucha seguridad: “hola Fernanda, me llamo Alicia, no me conocés y me gustaría mucho conocerte.” Así, de la nada. Alta, morocha de pelo largo, lacio y suelto. Piel mediterránea, color oliva, ojos celestes como una bolita, muy buen cuerpo y no más de 30 años, no menos de 25 tampoco. Una boca como me gustan, de labios gruesos, carnosos, con una sonrisa pícara. La miré y le dije lo que me vino a la cabeza, -no te entiendo, parecés un macho levantándose una mina, le contesté, además, ¿cómo sabés mi nombre? Se rió, bueno, puede ser sí, algo así, como un macho, hahaha, sé tu nombre porque Rosina lo dijo cuándo te llamó para que pasaras a hablar con Jaime. También me gustó cómo trataste a Rosina, como a una amiga. Es cierto eso, la conozco desde la secundaria, vos sabés. Entonces, con total seguridad de no ser rechazada, retiró una silla y se sentó. ¿Te invito con otro café y charlamos, puede ser?, me preguntó. Asentí, divertida, para ver a donde iba. Resulta que es la hermana de Jaime, el gerente ese que me gusta, como vos decís, y que no me da bola. Y lo primero que me dijo cuándo se sentó, fue que es lesbiana y solo lesbiana, no bisexual, no quiere nada con hombres, pero que yo le gusté mucho y que percibe, que no estoy cerrada a una relación homosexual. Así que se animó a hablarme.
  • ¿Y entonces?, pregunté, intrigado, para ver a donde iba.
  • Bueno, entonces...entonces pasó que llegué tarde a la oficina!, jajaja. Nos quedamos charlando una hora, contándome su vida, seduciéndome. Es un encanto.
  • ¿Y vos, te dejaste seducir, te convenció de salir con ella?
  • Si, así fue. Es encantadora y muy seductora, me invitó, y voy a ir, a cenar a su casa el viernes. Ah, y ya sé porque Jaime no me da bola, es gay, cómo ella, y está en pareja con un jugador de básquetbol desde hace 2 años.
  • Es bastante menor que vos, comenté, aunque sin duda Fernanda a sus 40 se conserva muy bien, con un cuerpo que parece mucho menor.
  • Si, es así, pero a ella eso no le importa. Lo curioso es que con esta chica es parecido a estar con un hombre. Vos sabés que nunca me atrajeron especialmente las mujeres, o más bien, una relación amorosa, fuera del sexo o la amistad con una mujer. He follado con varias y me encanta, pero esto es distinto… y estoy curiosa. Sería una experiencia que nunca tuve. ¿Te importa?
  • No, claro que no me importa, me intriga. Y te invitó a la casa. ¡Espero que de esto no salgo otro Leo u otro Guzmán!
  • Nooo, de eso olvidate, quedate tranquilo. Dice que cocina muy bien y que le gusta hacerlo para quien ella quiere. ¡Hasta me dejó elegir el menú! Completo, con entrada, plato principal y postre. Ella va a elegir los vinos. Le dije que sólo tomo vinos blancos, se rio y me contestó que ya veríamos eso. Desde luego que le dije que estoy casada, y como es la relación que tengo contigo. Que no crea que estoy sola o que te engaño. Pero ya lo sabía todo porque le había preguntado a Rosina. Cuando me dijo eso me extrañó que Rosina anduviera contando intimidades mías, Pero entonces tuve otra sorpresa, tiene mucha confianza con Rosina, porque ¡fue pareja de ella dos años!, nunca me hubiera imaginado! Se separaron bien, sin rencores, cuando Rosina se casó. Siguen amigas, pero nunca más tuvieron nada sexual. Raro, ¿no? Y ahora me tenés que coger por que la guacha me dejó muy cachonda.
Todo era raro, pero parecía algo nuevo y excitante para explorar. Mi mujer estaba a punto de tener una amante mujer, como si fuera un amante hombre. No como una relación casual.

Esa noche cogimos fantástico. Fernanda estaba desatada y no paraba de hablar de Alicia. Se acabó varias veces. Yo también acabé varias veces, tres, mi límite en una noche.

Quedé contento, pero no sabía que de a poco, esa satisfacción que sentía, se iba a ir perdiendo.

El viernes salió a cenar a la casa de Alicia. Se vistió como si fuera a una cita con un hombre. O con más cuidado, tal vez.

Lencería nueva, claro, regalo mío de Victoria Secret. Mini pero muy mini falda, luciendo sus piernas, tacos altos, para lo mismo. Una camisa nueva que compró esa tarde, que dejaba un amplio escote, que apenas la cubría y le permitía lucir sus tetas. Fue a la peluquería, se maquilló y arregló manos y pies. El día antes, pensando en la cita, se retocó todas sus depilaciones, incluyendo, desde luego, el coño.
Pero cuando estaba vestida, espectacular, decidió cambiarse todo.
No voy a ir vestida de puta facilonga, dijo. Se saco la mini y la camisa y se puso un vestido negro ajustado y elegante, con un escote moderado y, como detalle sexy, un gran tajo en la falda que llegaba a medio muslo. Se cambió las fantasías por joyas de verdad, se puso un collar de perlas muy bueno que tiene, que era de la abuela, perlas en las orejas, y en las manos, la alianza de matrimonio y en la otra sólo un brillante solitario que yo le regalé. Era otra. Pura elegancia, desprendía una sensualidad profunda, indubitable, pero insinuada, nada grosero ni evidente.

Estaba deslumbrante.

Mientras se vestía, yo la miraba en el dormitorio. Me encantaba eso, pensar que se arreglaba para otro, bueno, ahora para otra, ¡era raro!
Antes nos tocamos un poco, nos apretamos y le chupé un rato la concha para dejarla bien preparada, jugosa, y con muchas ganas. Estaba divina de chupar, recién depilada, suavecita y caliente. Le puse perfume, el mismo que se ponía en el cuello.

No quiso acabar, para llevar muchas ganas. Tampoco quiso terminarme, me dijo que juntara ganas para cuando volviera, con ganas de hombre, de una buena verga que la follara. Y que mientras follábamos o me hacía la paja, me contaría.

Todo venía bien. Yo estaba tranquilo y contento, una experiencia nueva con mi mujer. Se auguraban nuevos y espectaculares polvos.






[J1]inod
 
Volvió a las 10 de la mañana siguiente.

Los chicos ya se habían ido al futbol. Les dije que su madre tenía “guardia”. Nunca tenía realmente en el laboratorio, pero era una excusa fácil para explicar que a veces no durmiera en casa.

Cara lavada, pelo apenas arreglado, descalza, con los zapatos de tacón en la mano. Cansada, pero con cara de contenta.

  • Hola, ¿cómo te fue?, pregunté, al abrirle la puerta.
  • Muy bien, mi amor, muy bueno todo, -dijo mientras me daba un beso rápido en los labios.
  • ¿Pasaste bien?
  • Fue de lujo, sólo ahora, en el garaje, tuve la primera bronca.
  • ¿Por qué? ¿Qué pasó?
  • Me estoy bajando del auto en el garaje y sale del ascensor la vieja del 5to. Me miró, yo bajando del auto, abierta de piernas, sin medias, con la mini, y me puso una cara de asco que no se puede creer, yo la saludé, amable y me contestó con un murmullo, “mdia”, mirando para abajo, con cara de profunda desaprobación, vieja concha seca esa, seguro que muerta de envidia. No debe haber follado nunca después que se murió su marido, y antes, quien sabe. Vive lamiéndole el culo a los curas en la iglesia.
  • Jajajaja, y vos, madre y esposa, te bajás del auto vestida de noche a media mañana , descalza, despeinada, sos la imagen de la depravación, jajajaj
  • Ni me hables, Pedro, casi le digo algo, pero pensé que no valía la pena
  • No, no le digas nada, vas a quedar peor y más enojada todavía. ¿Querés tomar algo? ¿Ya desayunaste?
  • Si, ya desayunamos, ¡como cocina esa mujer!, hizo unos huevos revueltos, papas, panceta, no podés creer, y todo en 5 minutos. Es asombrosa, pero ahora vamos a la cama que estoy con ganas de mucha pija, ¿te aguantaste anoche, ¿no? ¿Te pusiste una tanga mía?
  • Si, claro que me aguanté, vamos a la cama y me contás.
Fuimos a la cama, se fue sacando el vestido por la cabeza mientras caminaba hacia el dormitorio. Estaba totalmente desnuda por debajo, sin ropa interior.

Me dijo que a Alicia le había encantado la lencería que le regalé y que entonces ella se la dejó de recuerdo. Le gustó mucho saber que me la habías regalado para que yo cogiera con ella. ¿No te importa, verdad, mi cornudo?, ,me dijo, segura que me gustaría.

Se tiró boca arriba en la cama y separando los muslos, expuso su concha. Me la señaló y dobló las piernas, abriéndose más. Yo me saqué la bata y quedé en tanga de mujer. Me arrodillé entre sus muslos y metí la boca entre sus labios del coño, era distinto a lo que estaba acostumbrado. Estaba brillante y con un gusto diferente al habitual de cuando venía de coger con otro. No había leche, era sólo ella, pero con algo más. Me preguntó si me gustaba, si no sentía gusto distinto. Cuando le dije que sí me dijo que el lubricante que usó Alicia para follarla ¡fue saliva, manteca y aceite de oliva! ¡Realmente condimentada! ¡Le faltaba sólo sal y pimienta! Deliciosa, diferente.

Me sacó la cabeza y me pidió que le metiera la verga, que tenía muchas ganas de tener una de verdad adentro.

Como un caballero le hice el gusto de inmediato. Estaba distinta también, pero no solo distinta de cómo venía de coger con otro sino de cuando cogemos los dos solos. Supongo que sería el condimento, pero además de eso estaba abierta, dilatada. Me entraba muy fácil, pese a que mi verga es gruesa, sentía poco roce.

Me sentís abierta? Porque te siento poco, Alicia me folló con una verga de silicona que tiene con arnés que es enorme, me encantó, me acabé varias veces, como la sentía de abierta e hinchada, mucho más grande que vos, cornudo, pero igual quédate tranquilo, porque una pija viva es mucho más linda, ¡sin duda! Lo que voy a tener que llamar a Juan, para que me llene, hahahah, ¿no te importa? ¿Eh? Cornudito mío, ¿verdad que no te importa?

Yo, mientras la oía decirme esos disparates que me encantan y con las ganas que tenía, no iba demorar en acabarme.

Y no te acabes todavía, porque tenés que cogerme un poco más y si podés, después, en la cola, porque no la dejé, no tiene vergas normales, son todos enormes.

Y cuando me dijo eso me acabé, no pude aguantar más. Suspirando, pidiéndole que no, pero me fui del todo, bien adentro.

Pero si serás puto, te acabaste. Bueno, ahora me chupás hasta que me venga, y me debés una, no te olvides. Hoy me tenés que hacer el culo. ¿O te parece que mejor llame a tu amigo, Juan?

En realidad, yo no sé qué preferir. Desde luego que quiero hacerle el culo, me encanta, pero que venga con él cogido también me gusta mucho, chupárselo lleno de leche y después cogerlo, o a la inversa, no importa. Todo eran buenas perspectivas.

Finalmente, no llamó a Juan y dormimos un rato después de que acabó chupándole yo el chocho lleno de mi leche. Cuando nos despertamos, los dos desnudos en la cama, me contó cómo fue la cena.

  • Cuando llegué ella estaba también vestida formal, pero con pantalones y camisa de seda, sin sostén. Se había cortado el pelo casi como un varón y, como es tan linda, le quedaba muy bien. Me saludó con dos besos, muy cerca de mi boca. Me hizo pasar, sirvió dos copas de champan y con unos bocaditos deliciosos preparados por ella, brindamos por una buena y divertida amistad. Me tomó la mano y me acariciaba los dedos y un poco el antebrazo, pero nada más. Así estuvimos hablando una media hora.
  • Luego pasamos al comedor, es un hermoso apartamento, grande, bien arreglado, clásico y cómodo. El comedor está al lado de la sala. La mesa estaba servida para dos, con toda la paquetería que se te ocurra. Mantel blanco, candelabros de plata, muy buena vajilla y cristalería. Cocinó todo ella, primero una ensalada de mariscos, después un pescado con una salsa no sé de qué, pero espectacular y un risotto de arroz delicioso. Para el postre hizo una tarta de chocolate y naranja increíble. Todo acompañado de vinos blancos acordes. La charla fue general, de trabajo, política, etc.
Mientras me contaba me acariciaba la verga que ya estaba dando respuesta a sus mimos. Me comentó que todo era muy erótico. Le rozaba las manos, el cuello, a veces la cara, en un momento le dio un pequeño beso en la boca, cortito y como jugando.. pero no entró en materia sexual hasta después del postre.



Me contó que estaban sentadas otra vez en el sillón, una al lado de la otra. Tomaban un café muy rico, ni que hablar que lo muele ella misma y la mezcla de granos es una propia. ¡Es en todo tan sofisticada! Ella lo acompañaba con un cognac, que sabés que no me gusta. Yo seguía con mi vino.

Cuando estábamos ahí, pasó su brazo por detrás de mis hombros, y suavemente me acercó a ella, buscando mi boca con la suya. Tenía un gusto delicioso a café, coñac y a ella. Muy dulce. Me besó y era un beso tan tierno y tan sensual a la vez que creí que me derretía. Respondí abriendo mis labios y entregándole mi boca, que fue penetrada por su lengua. Me abrazó y me encantó sentir su cuerpo contra el mío. Sus manos iniciaron la exploración que mi cuerpo ansiaba. Tomó posesión de mis tetas y luego de mis muslos desnudos, buscando mi concha, que encontró hinchada, mojada y receptiva. Creo que cuando me tocó ya tuve un pequeño orgasmo, de tan caliente que me puso con sus caricias.

Es tan distinto de cuando te toca un tipo y no tiene nada que ver con las veces en que he cogido con otras mujeres. Casi siempre esto fue en un contexto de parejas. No tenía nada de la ternura de esta chica. Eso fue lo mejor de la experiencia. Creo que por primera vez entendí una relación entre mujeres.



Mientras me contaba todo esto, yo ya estaba con mi verga bien dura. Entonces se dio vuelta, ofreciéndome sus nalgas y su orificio para que la penetrara. No me hice rogar. Estaba divina, como siempre que le hago el culito. El anillo me ajustaba perfecto y estaba lo suficientemente lubricado como para que se deslizara cuando la penetraba y cuando la retiraba. Casi enseguida comenzó con sus gemidos que fueron aumentando de volumen a medida que se acercaba al orgasmo, éste se produjo sin otro estímulo que mi pija en su interior y fue muy intenso, mi polla sentía cómo latía tal y como si estuviera ordeñándola, por lo que no demoré en volver a llenarla de leche, ahora por atrás.

Se dio vuelta, me dio un beso, me dijo gracias por todo mi amor y se quedó dormida.

Yo quedé encantado, había sido un polvo apoteósico. Gracias Alicia, pensé. ¡Qué bien la preparaste para mí!

Después de ese día la relación entre ellas se mantuvo con contactos que fueron siendo en el tiempo cada vez más frecuentes. Al principio se veían una vez por semana o cada dos semanas. Incluso hubo un mes en que no se vieron. Fernanda y yo seguíamos con nuestras vidas y amantes habituales. De vez en cuando Fernanda experimentaba con alguien nuevo, del club o del trabajo o de la calle.

Todo normal.

Pero después de unos meses, tal vez 6 u 8 meses luego del primer encuentro la relación se fue haciendo cada vez más estrecha. Ya se veían casi todos los días y cuando sus agendas respectivas no se lo permitían se hablaban por teléfono. Fernanda estaba con muy poco interés sexual en hombres. Ni en mí, ni en ninguno de sus amantes habituales. Las pocas veces que follamos era con poco interés de su parte, como para cumplir una obligación.

Empezó mi mujer a darnos a mí y a sus hijos cada vez menos pelota.

Llegaba a casa tarde, después que los chicos se habían acostado, y conmigo se fue distanciando cada vez más. Ya casi no follábamos. Estaba cada vez más frecuentemente cansada o alguna otra excusa, evidente y, descaradamente, excusas.

Preocupado, le preguntaba que pasaba. La respuesta era siempre igual. Que no fuera exagerado, que no pasaba nada. Que todo era como había sido siempre.

Hasta que me enojé.

Ese día llegué a casa, como casi siempre últimamente, antes que ella. Sobre su mesa de luz había sacado mi foto y puesto una foto de Alicia, en un portarretrato muy lindo, de plata.

Me molestó y, cuando llegó, le pedí explicaciones.
Ahí se desató la tormenta.

Me mandó a la mierda, insultándome, que qué me pensaba yo, que cómo era macho ella me debía explicar todo, que ya esa época había pasado y mil disparates más.
Agarró la cartera, las llaves de su auto y se fue de casa dando un portazo.

Volvió al otro día, temprano en la mañana, después de que los chicos se fueron para el colegio. Otra vez guardia, tuve que explicarles. Ella entró, se duchó, se cambió de ropa y salió para el trabajo, sin hablarme. Furiosa.

Entonces empezó otra etapa de nuestra relación. Nunca había pasado antes. No me hablaba, fuera de cosas prácticas. A veces venía a dormir y otras veces no. Yo tuve que hacerme cargo fulltime de los chicos (eran hijos de ella, de un matrimonio anterior), de la comida, de la limpieza, de la empleada, etc. No podía contar con su ayuda para nada. Lo que más me asombraba era el desprendimiento de los chicos. Ella los adoraba, por eso era esto tan raro.
Pasaron una cantidad de cosas nuevas, raras durante este período, que duró tal vez dos o tres meses. A veces fue interesante, a veces una desgracia que me hizo sufrir. Mis relaciones sexuales eran con Juan, Mónica y conmigo. Sobre todo, conmigo. Cuando estaba muy deprimido una buena paja siempre me hacía bien.
Luego las cuento.
 
Cuando pasaron dos o tres días desde que se fuera ese día tan enojada sin que cambiara nada, intenté hablar.

No me contestaba nada, y al final, me dijo que yo me ocupara de mis cosas que ella atendía las de ella. No entendí nada.

¿No eran cosas de ella su marido y sus hijos?, le pregunté. Se volvió a enojar.

Que no me metiera entre ella y Alicia, me contestó.

Y se fue otra vez, para volver dos días después, con un golpe evidente en su ojo izquierdo, hinchado y rodeado de un regio hematoma.

Llegó de lentes negros y andaba en casa con ellos puestos, mientras hablaba con los chicos, les cocinaba y se ocupaba, por fin, de algunas cosas de la casa.

Lavó ropa, ordenó los placares de los chicos, simulando una situación normal.

Le pregunté por los lentes negros cuando se fueron los chicos al colegio. Sin hablarme aún, se dio vuelta y se sacó los lentes, mirándome. Aunque yo me imaginaba lo que iba a ver, igual fue una sorpresa el grado de hematoma y la hinchazón de su ojo izquierdo, cuando me miró, sin lentes. Estaba tan cerrado por la hinchazón que no se veía, no podía abrirlo.

La seguí al dormitorio, pidiendo me explicara. Se cambió de ropa y ahí fue peor. Tenía varios hematomas en el cuerpo y en la cola y espalda varías líneas como arañazos, con sangre. Las dos nalgas enrojecidas, con pequeñas heridas.

No me quiso explicar nada.

Esas lesiones pasaron, pero se repitieron después dos o tres veces, más o menos durante un mes, con distinta intensidad y localizaciones.

Lo malo para mí, era que, cuando la vieron en el edificio, sobretodo la vieja del 5to, todos pensaban que yo era el culpable. La vieja, cuando me veía, ponía una cara de culo mal y rezongaba entre dientes. Otros vecinos me saludaban secos, sin la amabilidad normal, la que tenían antes.

Solo una vez uno me dijo en el ascensor: “¡por fin puso a su mujer en su lugar!, yo no entendía cómo la dejaba hacer todo lo que le hacía. Bien merecido tiene que la casque un poco”.

No supe que contestarle, solo le agradecí. No podía explicarle todo.

La situación en casa mejoró bastante. Estaba a las horas en que estaban los chicos despiertos y volvía a tener una relación normal con ellos.

Conmigo no había cambiado casi nada, seguíamos distanciados, por decir algo. Me hablaba lo socialmente necesario, todo de temas ajenos a nosotros. Cuando intentaba hablar algo más de pareja cambiaba de tema, sin responderme, o se iba a otra parte de la casa.

Dado que salía casi todas las noches apenas los chicos se dormían y volvía de madrugada, cuando aún dormían, no dormíamos juntos. Si alguna vez pasaba que se quedara (y alguna vez pasó) todo era como siempre, con excepción de que no pasaba nada entre nosotros ni se tocaban temas referentes a su “noviazgo”.

Yo empecé a preocuparme realmente. Nunca había durado tanto ningún “enamoramiento” de mi mujer. Con ningún hombre, por lo menos.

Parecía que, a la inversa, cada vez estábamos más lejos.

Me trataba como a un desconocido. Me mandaba, como siempre, pero de alguna manera era peor. Era como que le daba órdenes a un servidor.

Yo estaba realmente mal.

No había forma de que no pensara en el tema. Por un rato una paja me ayudaba.

Juan y Mónica eran realmente amigos. Ellos estaban al tanto de todo, eran mi paño de lágrimas. Ninguno de los dos entendía por qué yo no la mandaba a la mierda y me iba, que se arreglara ella con la casa y sus hijos.

Yo trataba de explicarles las dos seguridades que yo tenía:

la primera era que me quería, aunque no lo pareciera yo estaba seguro de eso.

La segunda era mi confianza en su incapacidad de ser fiel. No iba a demorar demasiado en aburrirse de Alicia y engañarla. Y entonces volvería la vieja Fernanda. Me miraban, dudando, sin compartir mi fe.

No les confesé mis miedos. La veía como no la había visto nunca en todas las veces en que me engañó. Además, tampoco nunca había durado tanto una relación ni había sido tan radical la separación.

Una tarde Juan me vio peor que de costumbre, estábamos en su casa, en su cueva y no conseguí mantener una erección. Estábamos los dos desnudos, nos habíamos puesto en el sofá en 69, pero mientras que Juan me llenó la boca de leche mientras le metía varios dedos en el culo, yo, recibiendo el mismo trato, no conseguía que se pusiera dura, cuanto menos acabar.

  • Estás peor que nunca Pedro.
  • Sí, es cierto, estoy mal, muy angustiado.
  • Mónica que dice?
  • Que tengo que dejarla, que no tiene sentido que acepte la situación como está. Hace unos días, salí con ella y tampoco pude cogerla. Me acabé masturbándome, pensando en Fernanda. Pero eso no se lo dije a Mónica.
  • Mónica quiere hablar con ella, te parece mal?
  • Que haga lo que quiera. Si querés, hablá vos también, y si podés, cogétela.
  • Jajajaj, eso no lo creo, pero si querés, pruebo.

Mónica la llamó y quedaron en tomar algo. Se encontraron, charlaron un rato, como amigas. Pero cuando Mónica le preguntó por la situación conmigo se enojó. Le dijo que eso eran problemas que no iba a discutir con ella. Que era entre Pedro y ella y que Pedro era suficientemente grande como para resolver sus líos solo. Mónica le recordó entonces a los niños, y fue peor. Se levantó, la mandó a la mierda, con el mismo argumento. Nadie se mete con mis hijos, ¿oíste? le dijo, y se fue, dejándola plantada en el bar.

Con Juan fue parecido, pero por teléfono. Estuvo más civilizada, le tomó el pelo, riéndose. ¿Así que ahora mi marido manda a su macho a que le arregle los problemas maritales?, hahahah, esta mal tu amigo, Juan. Cuando Juan la invitó a tomar algo, por los viejos tiempos, se volvió a reír y, adivinándole la idea, le dijo que no tenía interés en pijas. Que la guardara para otros, y riéndose le cortó.

Cuando ambos me contaron me resigné a seguir esperando, muy asustado.


De a poco la situación mejoró un poco.

Sin cambios bruscos, dejó de ser tan grosera conmigo. Me trataba mejor, me hablaba normal, estaba más en casa.

Si bien estaba mejor conmigo y me trataba casi normal, no me contaba nada. Nuestras charlas eran normales, del trabajo, las noticias, amigos, pero nada relativo al serio problema en que estaba nuestra relación.


Y entonces, después de alrededor de otro mes sin cambios, una noche que se quedó a dormir en casa, me empezó a contar algunas cosas.

Me contó que la relación con Alicia era muy difícil.

Ella le exigía fidelidad absoluta pero no correspondía de la misma manera. Me contó de la primera vez que vino golpeada.

Según me dijo, habían ido a una fiesta en la casa de una amiga. Era una fiesta de lesbianas y el tema central era la dominación y los castigos.

Alicia estaba bastante metida en ese ambiente y la convenció a Fernanda de participar.

Cuando entraron Fernanda quedó asombrada. Era en un apartamento normal. Entraron a lo que parecía una sala de un lugar de vivienda normal, amueblada como cualquier apartamento.

Pero contra la pared había una chica desnuda, atadas las manos y ambas fijadas a un gancho en la pared, más alto que ella. Estaba de espaldas a la sala. Mostraba espalda y culo desnudos. Su pareja, (parecía serlo), era mayor, bastante gorda y estaba vestida con vaquero y camisa. Tenía un látigo en una mano, un vaso con una bebida en la otra. En una mesita a su lado había un cenicero con un cigarrillo encendido.

Daba latigazos lentamente, periódicamente a la otra, en dorso y cola. La castigada se quejaba bajito cuando el golpe era fuerte. Tenía la espalda cruzada de rayas rojas de los golpes recibidos. Las nalgas estaban también muy rojas, pero no sangraba, no había heridas.

La gorda periódicamente paraba, fumaba, bebía, la tocaba o le metía un dedo entre las piernas o en el culo. A veces la tomaba del pelo, le giraba la cabeza y la escupía… ¡o la besaba en la boca!

En el medio de la sala otra pareja se exhibía. Ambas desnudas, una negra muy bonita y otra una veterana, normal. La negra estaba en 4 sobre la alfombra y la otra la tocaba, le pegaba con unas paletas o con las palmas de las manos.

En una barra, en un lado, servían bebidas. Junto a ella había un grupo grande de chicas, 5 o 6, la mayoría vestidas normal, alguna con poca ropa. Sin camisa o sin pantalones. Hablaban y bebían, riéndose, ignorando a las dos parejas que se golpeaban en la sala, a las que de vez en cuando miraban con poco interés.

Alicia le trajo bebidas de la barra y salieron a recorrer el apartamento.

Había para todos los gustos.

En los dormitorios había varias mujeres, casi todas desnudas, follaban en grupos de 3, 4 o 5. Se tocaban, se chupaban o se cogían con arneses que llevaban gruesos penes de silicona. Había chicas de todas las edades y estados. Gordas, flacas, musculosas, varoniles y otras muy femeninas. Lindas y feas.

Era muy excitante para Fernanda que nunca había presenciado, ni imaginado algo así. Otras chicas, sentadas en sillones o paradas contra la pared, miraban y charlaban.

En uno de los cuartos había tres chicas. Alicia saludó de lejos a una chica. Ésta saludó efusivamente de lejos, dejó a su pareja del momento y se acercó a ellas, con una amplia sonrisa. La abrazó a Alicia y le plantó un beso en la boca mientras la acercaba a ella, tomándola del culo. Estaba desnuda, vestida sólo con un arnés, que exhibía una gruesa verga. Alicia también la abrazó, respondiendo al morreo de la otra.

Fernanda se quedó muda. No podía creer que su amante tuviera ese atrevimiento. ¿Besar a otra delante de ella? Parecía imposible.

Enojada, se dio vuelta y se alejó. Cuando Alicia se dio cuenta fue tras ella. La tomó del hombro y le preguntó, de mala manera, qué pasaba.

Fernanda se lo dijo, rápido y seca.

Alicia, por toda respuesta, le pegó una trompada en el ojo que la sentó en el suelo. Le dijo que supiera que ella besaba a quien se le antojaba. Que no la molestara.

Y, dándose vuelta, sin decir más nada. se fue al cuarto donde estaba la otra, dejándola ahí, tirada en el suelo donde había caído.

Otra chica se arrodilló a su lado, ofreciendo su ayuda. La ayudó a levantarse y volvieron juntas a la sala. Le trajo otro vaso con su bebida, que había caído junto con ella, derramándose todo.

Se puso a hablar con ella. Era una chica muy dulce, preocupada, si estaba bien, cómo podía ayudarla, etc. Fernanda, asustada, se puso a lagrimear y la chica la abrazó, dándole besitos en la mejilla y el cuello.

Cuando se dio cuenta se estaba besando con su nueva amiga, cuyo nombre no conocía. La chica le acariciaba las tetas y la besaba ahora en los labios, apasionadamente.

Fernanda la agarró del culo y la atrajo hacia ella, uniéndose en un abrazo apretado, cruzando los muslos, apretándose las conchas y tetas una contra la otra. La calentura mutua fue subiendo de nivel hasta que apareció nuevamente Alicia.

Las separó a los golpes, insultándola, tratándola de puta, la llevó a los empujones a la sala, donde le ató las manos y las fijó en uno de los ganchos que colgaban del techo. Cuando Fernanda estuvo así colgada, la desnudó.

Quedó ahora vecina a la chica que había visto siendo castigada con látigo y paletas cuando entraron.

La gorda miró interrogando con la mirada a Alicia. Esta, sin hablar, le señaló a mi mujer, y se fue, dejándola ahí, desnuda, colgando, en las manos de la gorda que ahora la castigaría. Comenzó con latigazos en la espalda y en las nalgas. Al principio fueron suaves, pero luego fue aumentando la intensidad. Alternaba con paletazos en las nalgas. Fernanda sufría, lloraba y se quejaba. Pero fue aún mayor su sorpresa cuando vio que Alicia volvió, y vio que tomaba el látigo, enojada, rezongando a a gorda porque le pegaba muy suave Ella provocó las heridas que yo vi cuando se desnudó en casa, el día del ojo negro. Lo peor, me contó Fernanda, es que inexplicablemente, tuvo un fuerte orgasmo mientras Alicia la castigaba.

Cuando Alicia vio que Fernanda se había acabado con el castigo, se rio y le dijo que se iba a coger con Sofía (la que la había besado) y la dejó ahí colgada, desnuda e indefensa. Vulnerable, ofrecida para que el que quisiera le pegara o hiciera de todo con ella.

Dos o tres tomaron el látigo y le dieron algunos golpes. La mayoría venía y la tocaba, le pellizcaba las tetas, le metía los dedos en la concha o en el culo o se la follaba con una verga de plástico. Algunas la besaban o se frotaban contra su cuerpo desnudo. Otra vez, volvió a sorprenderse cuando tuvo varios orgasmos, algunos muy fuertes, en respuesta a estas prácticas sin duda abusivas y violatorias. Las chicas que la rodeaban se reían y la besaban cada vez que se acababa.

Al rato volvió Alicia, la desató y cubriéndola de mimos y besos se la llevó a un dormitorio, la acostó en una cama y le hizo el amor con mucho cariño. Mientras estaban en esa tarea apareció Sofía, desnuda, y se metió en la cama con ellas dos, buscando la boca de Fernanda para besarla. Fernanda dice que le dio mucho morbo, después de toda la discusión y el castigo. Hicieron un trío, donde mi mujer era la pieza central que se compartían las otras dos.

Dice que fue muy excitante.

Fernanda igual no entendía ese tipo de amor, de castigo y dolor. No era para ella. Y se lo dijo a Alicia. La respuesta fue que a ella le gusta y se acabó la discusión.

Volvieron a ese lugar dos o tres veces más, hasta que Fernanda se puso firme en que no iba a ir más, de ninguna manera.

La verdad era qué pese a que no lo disfrutaba, tenía unos orgasmos excelentes. Pero también pasaba mal y sufría, tanto que no compensaba los polvos que se echaba. Si conoció a varias chicas con las que tuvo sexo normal, gratificante, sin dolor. Eso a Alicia no le hizo gracia, pero no podía protestar.

Cuando finalmente Fernanda decidió que no volvería a ir, Alicia se descontroló otra vez.

La cascó de nuevo, en medio de un escándalo de empujones, insultos y golpes y quiso obligarla a ir. Terminaron follando, luego de que le arrancó toda la ropa, furiosa. Cuando acabaron, y mientras Alicia estaba en el baño, Fernanda se vistió y se fue. No la vio ni la llamó por varios días.

Esos días fueron cuando volvió a casa con una actitud casi normal, solo un poco apagada, en comparación con su carácter habitual.

Le ofrecí mi ayuda, como amigo, si quería hablar. Con cara triste me abrazó y me agradeció el cariño y la paciencia, pero que por ahora no podía hablar conmigo. Yo la abracé, fuerte y quise despertar en ella algo que pudiera llevarnos a follar. Le puse una mano en el culo y la apreté contra mi verga, que estaba muy dura. Pero no pasó nada. Se separó cuando sintió mi dureza, me dio un beso casto en la mejilla y me pidió perdón.

No quiso ir a la cama ni coger. Eso no Pedro, me dijo, riéndose, que, si las historias me habían dejado caliente, como era de imaginar conociéndome y con lo dura que sintió que tenía la pija, me hiciera una buena paja. Que lo único que me ofrecía era desnudarse y que la mirara, mientras me la hacía frente a ella. Eso hice, mostrándole como todavía y pese a todo, cuánto me ponía.

Yo igual me quedé con la ilusión de que ahora era posible el regreso a la normalidad.

Pero desgraciadamente esa separación no duró más de dos o tres días. Alicia la llamó, pidiéndole perdón y rogándole que volviera. Que todo sería cómo ella quería. Que no podía perderla, etc. etc. Ahí empezó una segunda luna de miel, que aún duraba.

Mi impresión era que, aunque seguía bien con Alicia, algo había cambiado. Me pareció que estaba pasando lo de siempre. Fernanda no era capaz de ser constante con nadie. Pero nunca se había demorado tanto. Tal vez las chicas que se incorporaron al juego a instancias de Alicia le dieron un vistazo de otras relaciones, que funcionaban muy bien también.
Tal vez extrañaba una buena tranca.
En esa época esas eran mis esperanzas. Pero cada vez parecían menos posibles.
 
La situación se estabilizó, relativamente, estábamos más o menos bien. Fernanda en casa volvió a ser la de siempre en cuanto a actividad, trato con sus hijos y horarios.

Conmigo estaba normal, pero sin sexo. No se tocaban cosas íntimas. Ella seguía con Alicia, la veía casi todos los días, salía con ella los fines de semana o la alternativa era hacer actividades los 4. Dormíamos juntos, pero no pasaba de eso, de dormir.

Yo esperaba el aburrimiento de Fernanda. No podía creer que alguien fuera capaz de transformarla tanto. Estaba seguro que iba a pasar.

Y empezaron pequeñas señales.

Comentarios como “qué bueno que está aquél” que eran impensables, volvieron a ser normales. Rezongos y quejas sobre “otra vez salir con esas, sabe que me aburren”, “esta mujer me tiene podrida,” no eran infrecuentes, cuando antes eran imposibles. Me empezó a parecer que estaba metiéndole cuernos, saliendo con otra gente.

No me daba cuenta si eran hombres o mujeres, pero las señales me parecían claras.

Cuando le preguntaba no se enojaba, se reía y no me contestaba.

Entonces le recordaba que podía engañarla conmigo, su marido, y que eso no se podía reprochar. Empezó a reírse de esas sugerencias, cuando antes la enojaban. Todavía me contestaba que no me hiciera ilusiones, que ella tenía novia.

Pero no era tan dura como antes.

Yo la empecé a buscar en la cama, y si bien todavía me rechazaba, me parecía que no era tan radical.



Un hombre se va haciendo a conocer los rechazos femenino, que a veces dicen cosas distintas.

Una posibilidad es no, y es no. Entonces uno se abre. Otras veces es no, pero sí; o no, pero podría ser; o no pero no sé. Y uno, con experiencia, y conociendo a su mujer, va reconociendo esos distintos no. Me daba la impresión de que ya no era un no cerrado, que era un -insistí, por favor. Y eso hacía yo.



Una noche salió cómo hacía siempre. Yo pensé que con Alicia, pero después de una hora de haberse ido de casa, la llama Alicia.

Cosa muy rara, que casi nunca pasaba. Y todavía más raro, ¡pregunta por mí! Cuando atiendo, intrigado, me pregunta por Fernanda.



Me explica que esperaba una llamada de mi mujer o que ella fuera por su casa. No fue y no le atendía el teléfono. Yo estaba asombrado, ¿esta mujer no tenía vergüenza? ¡Llama al marido de su amante a preguntarle donde está!. Además, me trata mal, como a un empleado, lo que me molestó todavía más.

Pienso rápidamente y me doy cuenta de que, si no está con ella, es porque está con otro… u otra. Me decido protegerla.

Le dije, de mala manera, que había ido a la casa de los padres por que la madre no se sentía bien. Entonces todavía tiene la desvergüenza de preguntarme, enojada y reprochándome a mí, ¿por qué no la había llamado a ella para avisarle?

Le contesté muy sencillo: ¿por qué no te vas a la mierda?, y sintiéndome muy bien, le colgué. Volvió a llamar muchas veces y le corté sin atenderla, finalmente se aburrió y no llamó más.



Llamé inmediatamente a Fernanda, quien me atendió en seguida. Le conté lo que había pasado, y la excusa que le inventé. Se rio, me agradeció y cortó.

Quedé contento porque me dijo, “muchas gracias, mi amor, te quiero mucho, mucho, beso”.

Bien cornudo, pensé yo después. Mi mujer me engaña con una novia y cuando engaña a la novia, y aunque no es conmigo, yo la cubro. Más idiota no puedo ser.

Pero siempre fui así con ella. Y en compensación, ella me dio los mejores polvos de mi vida.

Antes y después de ella.

Insuperable. Me enseñó una enorme cantidad de cosas en la cama y en las relaciones con hombres y mujeres, sexuales y no sexuales. Aprendí y disfruté mucho.

Siempre recuerdo haber leído una frase en pajilleros, muy cierta: “polvos, los de soltero; pajas, las de casado”. No recuerdo de quién es, pero me gustaría saberlo para poder felicitarlo. Pero con Fernanda polvos y pajas eran espectaculares, algo inusual. Nunca sabías que elegir con ella entre los dos.



Bueno, pero el hecho, muy bueno, es que Fernanda está engañando a Alicia. Y está abriéndose conmigo. Me quedé tan contento que me hice una hermosa paja. La disfruté mucho y me dormí tranquilo.



No sentí a Fernanda cuando llegó, seguramente tarde.

Pero cuando desperté en la mañana tuve una buena señal: estaba durmiendo totalmente desnuda, como sabe que me gusta.

La miré, estaba de espaldas a mí, medio boca abajo. Las sábanas solo cubrían sus piernas hasta las rodillas. La espalda desnuda mostraba dos arañazos recientes y en el muslo tenía un machucón. Mirándole esa cola tan linda y recordando las veces que se la cogí, se me despertó el amigo, y. al tocarme, lo sentí ya bastante endurecido.

Me deslicé en la cama y me puse en paralelo a su cuerpo, acercando mi pija ya totalmente dura al surco entre sus nalgas redonditas y firmes, gracias al deporte diario.

Un poco más y ya estaba rozando su piel, sintiendo su tibieza. Mis manos fueron a su culo y se lo acaricié con mucha delicadeza, muy suave. No dijo nada, ni se movió. Envalentonado, aproximé mi cuerpo hasta tocar todo el suyo, en cucharita. Mi verga bien parada hizo presión en el surco del culo. Se movió un poco, acomodándose, sin rechazo, y soltó un mmmmuuummm, despacito, de placer, frotando despacio su culo con mi pija.

Casi lloro de alegría.

La abracé y comencé mi rutina habitual para estas situaciones.

Mi boca y mi lengua fueron a buscar su culo, para prepararlo para lo que seguía. Estaba divino, suave y abierto, algo estuvo ahí anoche, pero no parecía haber leche de pija, ¿una verga de silicona?, me pregunté. Pasé mi lengua por el entorno y, poniéndola dura, la metí despacito, penetrándola con ella, sin dificultad.

Ay si, si así Pedro, como extrañaba esa lengua divina tuya, dale seguí así, ensalivame bien, abrímelo bien que quiero que me cojas hoy.

Con muchas ganas le hice caso, chupándolo bien y metiéndole la lengua todo lo que podía entrar.

Fernanda gemía encantada, y se movía buscando mi boca.

Estimulado por su respuesta redoblé mis besos y penetraciones con lengua a lo que agregué mis dedos, de a uno hasta tener 3 adentro. Estaba divina, suavecita, blandita.

Ahora Pedrito, ¿sabés que preciso? Necesito que me la metas bien metida, que me revientes el culo bien, dámela fuerte, por favor, mi amor, - me dijo mientras se acomodaba el cuerpo para que yo acomodara el mío contra ella y la pija en su ojete.

Se la apoyé y le metí un pedacito, y paré.

  • Nonono, no así no, no seas malo, no me hagas rogar, cógeme con todo, ¡COMO UN MACHO! dame bien fuerte, ya es toda tuya esa cola – y eso me decía mientras yo jugaba en la puerta, haciéndosela desear. Cuando yo tampoco podía más de ganas, se la enterré toda, de un golpe, fuerte, acompañando la penetración con una fuerte palmada.
  • Esooooo, sí así, pégame fuerte, soy muy puta y también muy mala contigo…muy, pero muy puta…como me gusta que me cojan el culo Pedro, no sabés. Anoche me lo cogieron también, te habrás dado cuenta, bien cogido si, pero la pija era más chiquita que la tuya e insistió en ponerse condón. Sabés que no me gusta, pero entre no ser cogida y serlo, aunque fuera con condón, lo preferí. Se movía bien el guacho, pero sabés que yo necesito la leche para acabar por el culo. ¿Me la vas a dar? ¿Verdad que sí? Ayyyyy así ¡que divino!, estoy a punto Pedro, ¡dame tu leche!, dámela para acabarme contigo adentro…
Le di tan fuerte que se fue corriendo sobre la cama y casi se cae del otro lado al suelo. Se acomodó, riéndose, y retomamos, pidiéndome ella que se la diera todo adentro, pija y leche, todo. Y claro que se la di, yo ya tampoco me aguantaba más. Se la metí de un golpe, toda, y la dejé adentro mientras mi polla se sacudía, latiendo e inyectándole mi leche, yo sentía como apretaba el esfínter del culo y me sujetaba la verga adentro, como si no quisiera que la sacara nunca. Cuando pasó la agitación de la acabada, me agarró la mano suspiró, y buscó mi boca girando la cabeza. Nuestros labios se buscaron y se encontraron en un fuerte beso, con pasión contenida y muchas ganas de parte de ambos. Delicioso.

Estaba empezando otra historia. Por suerte y por fin. Me hizo pasar mal, aunque me motivó algunas buenas pajas.



Se dio vuelta, de frente a mí, me abrazó y me pidió perdón por todas las cosas que me hizo esos meses y las bobadas y ofensas que me dijo. Me juró que Alicia era historia, que no lo había aún hablado pero que lo haría esa noche. Le pedí que no hablara eso en su casa. Que fuera a hablar a un local público, por si se descontrolara. Era muy loca y capaz de pegarle y lastimarla.

Si quería, yo también iría y la vigilaría de lejos, sin que ella supiera que yo estaba. Me agradeció, pero dijo que no era necesario. Yo la iba a seguir e igual iba a estar. No le tenía ninguna confianza a Alicia.

Después le pregunté por anoche.

  • ¿Vamos a desayunar y después te cuento, te parece? Capaz que hasta querés algo más. Seguro que yo ya estoy queriendo más, así que te espera más trabajo, por lo menos de lengua, hahaha
  • Encantado, -contesté, totalmente sincero.
Desayunamos hablando de cosas de todos los días. No quiso adelantarme nada. Los dos de bata, desnudos debajo. Los chicos estaban en la casa de campo de unos compañeros del colegio.



Después de desayunar, tranquilos, sin apuro, me empezó a contar.

El de ayer era Cacho, un vecino de Alicia, de hecho, vive en el apartamento vecino, en el mismo piso del edificio. Tiene 22 años y está en pareja con una médica anestesista, mayor que él. Me contó que hace tiempo que lo conoce.

Se lo presentó Alicia una vez que se encontraron en las puertas de sus apartamentos. A Fernanda le gustó de primera y, por la forma en que él la miraba, fue mutuo. Por suerte Alicia no se dio cuenta.

Él es estudiante de ingeniería, y se pasa la mayor parte del tiempo estudiando en su casa. Su mujer, al contrario, trabajaba mucho y eso hacía que estuviera muy poco en casa.

Eso dio lugar a que, cuando Fernanda quedaba sola porque Alicia tenía que trabajar, lo iba a visitar.

Tomaban café y charlaban.

Así supo que su mujer trabajaba y ganaba bien, por lo que mantenía el hogar. En correspondencia, Cacho debía estudiar y recibirse rápido y con muy buenas notas. Ella fue la que lo impulsó a estudiar porque él no hacía nada cuando la conoció. En realidad, trataba de ganarse la vida con el futbol, pero no le alcanzaba el talento, por lo que iba cuesta abajo.

Eso explicaba su físico, muy bueno y desarrollado, de atleta profesional.

Un día él la llamó a la oficina a invitarla. Se encontraron para almorzar, eso fue unas dos semanas antes-

Pasaron muy bien y la atracción mutua era evidente. Me dijo mi mujer que en un momento él le agarró la mano sobre la mesa, ella lo miró, miró su mano, que dice que es muy linda de forma, y sintió que se mojaba la concha.

Estaba el juego hecho. Alicia iba a llevar cuernos.

Ella tuvo que volver a la oficina y cuando se saludaron coincidieron en darse un beso, cortito, pero en la boca. Los dos se rieron y pidieron perdón, los dos muy falsos, me confesó Fernanda riéndose.

La semana siguiente la mujer de Cacho se fue a un congreso, 5 días

Fernanda, que lo sabía, lo fue a visitar apenas se fue Alicia a la oficina.

Cacho estaba esperándola. En bata, parecía y estaba, como supo después, desnudo por debajo, saliendo de la ducha, con el pelo mojado.

Cerró la puerta y se abrazaron, de ahí a la cama fue un segundo. Fernanda estaba, me dijo, ansiosa por volver a tener una verga adentro. Y Cacho tenía una buena verga, gorda y larga. Además, tenía 22 años. Se acababa dos veces sin sacarla y luego de un descanso, una tercera. Lo malo era que siempre tenía que ser con condón, él era obsesivo. Y Fernanda, que es una fanática de la leche, le hacía acabarse en su boca, lo único que le dejaba hacer sin forro.

Con esta historia yo ya estaba al palo otra vez. Fuimos a la cama y me pidió que se la metiera. Se acostó boca arriba, abrió las piernas y me dejó entrar.

  • ¡Estás cómo un guacho, otra vez, vas a acabar dos veces!
  • Tres, -le contesté, - me hice una paja anoche, ¡después que te llamé!
  • ¡Que divino!, voy a hacer esto más seguido…jajajaja
  • No seas hija de puta, contáme algo más.
  • Anoche con Cacho estuvo bueno. Pero ya Alicia llevaba cuernos. Se los había metido con una amiga de ella, con la que hacíamos tríos en el local sado. Me llamó y me dijo de vernos solas
  • ¿Y lo hiciste?
  • Siii, si ella me los metía por qué yo no? Y nos echamos flor de polvo las dos en su casa un mediodía.
Entonces me contó el polvo con Cacho, como hacía siempre, lleno de detalles. Como era la verga, como la cogía, qué le decía. Se asombró cuando le dijo que era casada e hijos, y que vivía conmigo. Como había acabada ya dos veces, duré bastante antes de llenarle ahora el coño de leche. Me acabé cuando me dijo que él no le creía que me iba a contar todo lo que estaban haciendo, porque a los dos nos gustaba, a ella contarme y a mí que lo hiciera.

Como en los viejos tiempos, después que acabé volví a chuparla con mi leche adentro y tuvo otro orgasmo sensacional.

Empezaba otra historia.
 
Volvimos a nuestra rutina habitual.

Fernanda hacía lo mismo de antes. Yo también.


Empezamos a vernos otra vez con Juan y Mónica, nuestros amigos más próximos y los únicos que conocían totalmente nuestro estilo de vida.

Fernanda renovó su relación con antiguos amantes, agregando a los nuevos y las nuevas. Tenía dos amigas nuevas, adquiridas durante su período lésbico, cómo decía ella.


Sus amigas lesbianas eran, cómo ella, en realidad bisexuales. Nos visitaban frecuentemente en casa, y a veces, se quedaban a dormir. Follé a una de ellas, varias veces, sin que Fernanda se enterara, al inicio. Después que lo supo estuvo enojada conmigo un tiempo, y finalmente lo aceptó y se le pasó la bronca. Nos castigó a los dos ignorándonos un tiempo.

Cuando venían a casa era como amigas de Fernanda. Se llevaban muy bien con los chicos. Varias veces se quedaban a dormir, de a una por supuesto, a Fernanda seguían sin gustarle los tríos.

Cuando se quedaba alguna, después que se acostaban los chicos, mi mujer y su amiga se iban a dormir a nuestro dormitorio y yo iba al de huéspedes, como buen cornudo.

No me importaba, en realidad me gustaba y me masturbaba casi siempre oyéndolas, a través de la puerta. Fernanda sabía que yo hacía eso y me lo facilitaba, dejando si podía, una hendija abierta para que oyera y viera algo. Sus amigas no sabían nada. Hablamos de poner una cámara, pero al final nunca se dio.

Cuando estaba con invitados de este tipo, es decir, amantes, yo pasaba a un segundo plano. Era como el anfitrión.

Servía las copas, ponía la comida a calentar, me ocupaba de los chicos, traía el café después de cenar y estaba disponible por si necesitaban algo. Algo cómo más café, otra copa de vino u otra bebida, etc.

Me encantaba servirlas así.
Pero me hizo dudar cuando se le ocurrió invitar a un hombre amante.

Me preguntó antes de hacerlo. Dos preguntas: 1. ¿Te molestaría que traiga un hombre, como vienen las chicas? Y la 2. ¿Te importaría servirnos como hacés con ellas?

Me pareció muy fuerte, mucha sumisión, servir al amante de mi mujer en mi casa. Le pedí para pensarlo.

Tenía claro de que el hecho de que vinieran a cenar no me molestaba.

Yo recordaba al marido de una amiga a quien encontré varias veces en casa al yo regresar del trabajo. Yo todavía entonces no era cornudo consentidor. Lo recuerdo sentado en la sala, tomando mi whisky, fumando uno de mis cigarros. Me pareció raro y pensé si no se estaría acostando con Fernanda. No me molestaba, me excitaba pensarlo. Después resultó que así era, y tuvo un problema serio en la casa porque la mujer lo supo. Se terminó su amistad con mi mujer y el tío no vino más a visitarla. Pero no lo recuerdo con dolor sino con excitación sexual. Me gustaba.

Así que esa parte no sería el problema.

Era más complicada la segunda parte.

Yo, en principio estaba dispuesto, por ella y porque me gustaba. Pero todo dependería de la actitud de él. Si no me trataba bien no sé cómo me sentiría.

En un post previo conté una situación que se dio y que terminó con el único trío que hice con Fernanda. Esa vez él terminó follándonos a los dos. Desde que empezó a ligar con ella en la disco me humilló suavemente, con humor. Fue muy bueno y muy estimulante. Durante varias semanas cogíamos casi todos los días con ese hecho y los recuerdos y sentimientos de cada uno. No se repitió, aunque Fernanda siguió viéndolo un tiempo.

Le pedí que me diera un poco de tiempo para pensarlo y que me ayudara a elaborar la situación, poniéndome ejemplos, para pensar juntos cómo podría reaccionar.

Yo tenía claro que servir a dos chicas, mi mujer y otra amiga, no me molestaba ni me hacía sentir mal, aunque era claro que no era lo habitual. Eran sus invitadas y yo actuaba casi cómo el mayordomo de la casa.

Ella igual sería la que hacía la comida, como siempre. ¡¡Otra cosa sería un desastre!!jejeje. Yo solo la calentaba, la traía, servía las copas, etc. Era normal que la ayudara, pero no que yo hiciera todo. Y creo que no sería machismo lo que digo. En suma, yo haría el papel de esposa con un invitado del “marido”. ¡Invitado normal, no un amante!

Lo pensamos una semana. Fernanda proponiéndome situaciones y evaluando juntos mi reacción.

Finalmente le dije que sí, principalmente porque me intrigaba como me sentiría y porque quería hacerlo.

Estaba casi seguro de que me iba a gustar servir al amante de mi mujer y humillarme así suavemente delante de él, haciendo el trabajo que habitualmente hacen más las mujeres que los hombresa. Otra vez sé que suena machista, pero así son las costumbres todavía aquí. Y todavía más, sirviendo al hombre que viene a follarse a tu mujer.

.
Después de la cena vendría otra parte fuerte.

Ellos dormirían en nuestro dormitorio, y yo, el marido, en el cuarto de huéspedes.

Esperaba que la situación se diera naturalmente y que no hubiera nada forzado. O bromas sobre el hecho. Sobre todo eso, no me gustaría. Creo.

Un poco de humillación me gusta, me excita, me caliento. Pero no una falta de respeto. La línea puede ser muy fina y exige habilidad por parte de los dos. ¡Puede ser interesante!

El Sr tiene que entender que, si está ahí, en mi casa, es porque yo se lo permito, porque quiero. No solo por la invitación de mi mujer.

Entonces acordamos que pasara.

Me avisó que había arreglado para el viernes. Los chicos se iban de tarde con el padre por el fin de semana.

Yo estaba bastante nervioso, no sabía que pasaría ni como me sentiría. No quiso decirme quien vendría.

Salió temprano de la oficina, pasó por el supermercado y llegó a casa a cocinar.

Yo bebía despacito whisky desde temprano, buscaba serenarme un poco.

Cuando terminó todo me pidió que pusiera la mesa, como siempre, pero para 4.

  • ¿Para cuatro? Pregunté, asombrado.
  • Si, vos haceme caso. Ya viste el menú, poné lo que corresponde. Arregla un poco la sala que está muy desordenada. En una caja en la heladera está el copetín.
Las bebidas van a ser champagne, vino tinto, blanco y whisky para vos. Poné también agua con gas. Fijgate que haya Coca fría también. Ah, en la despensa hay una caja con galletitas para el café.

  • ¿A qué hora llegan?
  • En una hora, tenés tiempo, me voy a duchar. Vestite más formal, con camisa, pantalón de vestir y saco.
Intrigado, me puse a trabajar, dejando todo pronto en 20’. Fernanda aun estaba en el bano por lo que me duché en el otro bano, me vestí de acuerdo a instrucciones. Pantalón negr, camisa blanca y saco crema de hilo.


Cuando salí ya estaba vestida. Como siempre, deslumbrante y sencilla. Camisa roja, abierto el escote y sin sostén, dada la forma en que se movían las tetas bajo la seda de la camisa. Un pantalón vaquero negro super apretado, le hacía un culo sensacional y, por la forma en que se le marcaba la concha, me hacía sospechar que tampoco tenía bombacha. Zapatos de taco alto, sin talón. Un personaje de novela los llama “fuck me shoes”, ¡bien al caso! Pocas joyas, fantasías. Poco maquillaje, el pelo impecable.

Elegante y muy sexy. Nada ordinario, pero nada casta tampoco.

Le serví una copa de champán y me serví otro whisky. Nos sentamos a esperar, ambos nerviosos.

Puntualmente sonó el timbre, abrí abajo y abrí la puerta del ascensor. Temblaba de nervios, ¿quien o quienes serían? ¿Por qué habrá decidido invitar a dos para esta primera vez?

Parado en la puerta del apartamento oigo llegar al ascensor, se abren las puertas y salen, ¡Juan y Mónica! Muertos de risa me abrazan los dos y me dan unas botellas.

  • ¿Qué te creías? ¿A quién esperabas? Jajajaja, fue idea de éstas locas, dijo, mirando a su mujer.
  • Fernanda me contó lo que estaban por hacer y las dudas que tenían. Entonces se me ocurrió venir nosotros, para que practiquen. ¿No te parece buena idea? claro que también nos vamos a divertir, ¿no?
Y, abrazándome, me dio un beso en la boca, lleno de lengua, mientras su mano me agarraba el paquete, aún sin respuesta.

Fue muy divertido, yo hice mi papel, como cuando venían las chicas. Ellos tres se sentaron en la sala mientras yo servía los platitos y las bebidas de introducción. Juan me miraba divertido, no perdía oportunidad de pellizcarme el culo cuando pasaba cerca. Fue muy cómodo y relajado por la confianza que nos teníamos los 4.

Fernanda acariciaba a Mónica y le daba algún besito de vez en cuando.

Así transcurrió la velada, yo mayordomo/marido y ellos tres invitados. La comida estaba deliciosa y los vinos también. El alcohol nos fue soltando ya que nunca habíamos estado los cuatro así, para follar.

Fernanda sacó a Juan a bailar y yo me senté al lado de Mónica. El fregoteo de esos dos bailando era casi vergonzoso. Nosotros no nos quedábamos atrás, nos besamos y yo ya supe que no tenía tanga bajo su mini.

Entonces interrumpí los juegos para el postre y el café. Fui abucheado pero obedecido. Los postres de Fernanda tienen muy buena fama. Claro que luego vendrá el postre mayor, hhahahaha.

Yo todavía no sabía como pensaba distribuirnos Fernanda. Todos juntos seguro que no. Sería de a dos, pero ¿qué dos parejas formaría?

Después del café, Fernanda se paró y declaró abierto el juego, jajaja, agarró a Juan de la mano y se lo llevó.

Juan por ahora duerme conmigo, uds, hagan lo que quieran, jajaja.

Nos besamos con Mónica, la tomé de la mano y la llevé al dormitorio de huéspedes. Fue delicioso, cómo en los viejos tiempos. ¡Se había puesto tan buena, y había aprendido tanto! Fue sensacional, nos chupamos y nos cojimos en varias posiciones. Finalmente acabamos los dos, ella más de una vez. Después nos quedamos dormidos.

A eso de las 3 de la mañana siento que me sacuden, protestando, me despierto. Era Juan, desnudo, que venía a buscara a Mónica, convocada por Fernanda para nuestra cama. La despertó. Mónica, protestando, de mal humor, no le gusta despertarse en la noche, fue al baño y también desnuda, más calmada, fue a encontrarse con mi mujer. Cuando la cama quedó libre de Mónica, Juan se acostó a mi lado. Yo, de espaldas a la puerta, apenas me había movido. Me abrazó, en posición de cucharita. Sentí su grueso miembro apoyado en mis nalgas, buscando acomodarse en el surco. Me dio un beso en el hombro y no recuerdo más nada hasta la mañana. Nos quedamos los dos dormidos, abrazados, desnudos.

Nos despertamos a las 8, abrazados, desnudos y los dos con las vergas al palo. Nos abrazamos de frente, nos besamos y frotamos nuestras pijas como en una tortilla femenina, cuando hacen la tijera. Era muy excitante. Pero Juan quería más.

-Quiero cogerme al mayordomo, estuvo excelente y está muy bueno, me dijo.

Y así terminamos la noche, con él dentro mío y su mano en mi polla, pajeándome hasta que llegamos los dos al orgasmo.

Nos volvimos a despertar a las 10.

Las chicas ya estaban en la mesa, desayunando, vestidas. Felices.

No nos dejaron acompañarlas desnudos. Nos tuvimos que duchar y vestirnos para poder desayunar con ellas.

La experiencia fue todo un éxito para nosotros. tanto el intercambio cómo mi papel sumiso de los 3. Pienso que valió la pena como aprendizaje, además del buen rato pasado.

El viernes siguiente sería la prueba, esto fue solo un ensayo. No me quiso decir a quién iba a invitar. Solo me aseguró que no sería un tipo muy joven.
 
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