Sumisión suave

Fernanda

Los primeros tiempos con ella fueron fáciles, sin obligaciones más que gozar. Todo cambió un tiempo después, como un año, cuando empezamos a vernos más seguido y empecé a involucrarme más en su vidda y pretender que me fuera fiel. Releyendo lo que escribí cuando la describí cuando digo que era muy puta pienso que debo agregar muy inteligente. Me entendió y me llevó como quiso.

La conocí en una disco. La vi cuando bailaba sola, se movía muy bien. Recordé que dicen que quien baila bien, folla bien.

Era rubia, delgada, bonita de cara, alta, con buen cuerpo. Tetas chicas, lindas piernas, bien formada toda. Muy divertida. Fumaba todo el tiempo y tomaba mucho, exclusivamente vino blanco. Y así, con un cigarrillo en una mano y una copa en la otra, bailaba, usaba un vestido muy apretado al cuerpo, estampado con verdes y amarillos, largo a los tobillos con un largo corte que llegaba muy alto, tercio superior de muslo. Era tan apretado que seguramente estaba desnuda por debajo, porque no se notaba ningún relieve. Al moverse sacaba toda la pierna izquierda, hasta la parte alta del muslo, por el corte de la falda, por lo apretado que era. Me gustó, y pese a que ella ignoraba a todos los que se le acercaban, yo me fui arrimando hasta que quedamos frente a frente. No nos separamos más esa noche

No follamos, porque estaba en “esos días “, según me dijo. Además, también me dijo que tenía novio, pero que estaba peleada. Me dio su teléfono, y me pidió que la llamara en unos días. Cuando le pregunté por el novio, se rio, se encogió de hombros, olvídate de ese idiota, -me dijo, - y llamáme, - me exigió mientras se iba, después de despedirse con un rápido beso en mi boca. Quedó en mi memoria esos labios húmedos y suaves, tiernos.

Cuando llegué a casa me hice la paja pensando en ella.

Al otro día la llamé. Me invitó a cenar a la casa el viernes, me explicó que era el fin de semana en el que sus hijos estaban con el padre.

El viernes compré una botella de buen vino blanco seco, como el que sabía que le gustaba, y puntualmente, a la hora indicada, con el vino y un ramo de flores, tocaba el timbre.

Estaba muy linda, con un vestido cortito, azul estampado, no muy justo. Le brillaba el pelo, los ojos y sonreía, parecía contenta de verme.

Pasé a la sala, me hizo sentarme en un sillón y me trajo whisky, un vaso y la botella. Al agacharse frente a mí, yo sentado, para poner todo sobre la mesa, el borde del escote del vestido se abre y me muestra totalmente las tetas, desnudas, sin sostén. Se demoró, manteniendo la posición mientras me miraba a la cara, poniendo el vaso sobre la mesa, preguntándome si estaba bien de hielo. Mientras yo miraba, como un idiota, esas lindas tetitas, redonditas, con los pezones largos. Se sonrió, creo que satisfecha con el efecto que había tenido, teniendo bien claro que le había mirado las tetas, mientras se enderezaba.

Después de las charlas habituales, me dijo,

  • Tengo que contarte algo, por las dudas que pase algo.
  • ¿Por las dudas de que?
  • Te cuento, ayer me llamó Ernesto, mi ex. Tanto me pidió que finalmente me hizo ir a su casa a hablar. No entiende lo que es no, quería coger de cualquier manera. Es muy bueno cogiendo, eso no lo discuto, pero no quiero empezar de nuevo con él.
  • ¿Y no acepta no?
  • No, al final cogimos, bueno, casi me violó, pero tuve que dejar que lo hiciera para poder irme. Le pedí la llave de acá y me la devolvió sin discutir. Pero es tan pesado que no me extrañaría que se apareciera por acá. No le voy a abrir, pero si hizo un duplicado va a entrar. Por favor, no te metas, ni le hables, es muy violento. Dejáme que lo maneje yo, ¿de acuerdo?
  • Ok, pero no voy a dejar que te viole.
  • Tampoco es que haya sido un sufrimiento, jajaja, casi acabé, me dejó con ganas y todo. Como te dije, coge muy bien, pero mejor no te metas, es muy difícil y fuerte.
  • Esperemos que no venga.
  • Sí, eso.
Finalmente, por suerte, no vino nadie.

La noche fue excelente, la comida, hecha por ella, estaba muy bien.

Cuando terminamos con el postre y el vino se levantó, me tomó la mano y me llevó al dormitorio. En la puerta se sacó el vestido y quedó con unas bragas diminutas negras, la cola desnuda.

Yo me desnudé por el camino y nos metimos en la cama. Nos abrazamos semidesnudos, con mucha piel en contacto, todo muy agradable. Me buscó la pija sacándola del calzoncillo y, acostándose de piernas abiertas, me llevó a su concha.

- Metémela de una vez, no sabés las ganas que tengo, el hijo de puta de Ernesto ayer me dejó sin acabar, cuando se acabó él me dijo que me fuera, que a las putas hay que tratarlas así. Furiosa me fui, dale, Pedro, vamos, ¡metémela de una vez!

Pero yo volvía a mis orígenes. Se me había bajado y no se recuperaba.

Todo lo que hicimos esa noche para que se pusiera de nuevo dura fue inútil. Como no quería dejarla así, la llevé al orgasmo dos veces chupándole la concha, le encantó, pero los dos nos quedamos con ganas de más. Y por más que ella me dijera que era algo normal, que les pasaba a todos, que no me preocupara, yo no podía dejar de hacerlo.

Al día siguiente llamé a una follamiga y salimos a la noche. Todo funcionó sensacional. No tuve ningún problema con ella. Esa noche la recuerdo especialmente. Se llamaba también Graciela y éramos amigos, ella era libre. Estaba entonces saliendo con un chico menor que ella, de unos 25 años, más o menos como yo entonces. Ella tenía 35 o 40, nunca pude saber bien. Tampoco me importaba demasiado. Era excelente en la cama.

Me contaba Graciela que este amigo de ella lubricaba muchísimo, me decía que le chorreaba la verga cuando estaba en erección, lo que a ella le gustaba mucho para chupársela y para que le diera por el culo. Decía que era muy morboso. Tanto que ese día, mientras estábamos revolcándonos en su cama, se le ocurrió llamarlo e invitarlo a hacer un trío conmigo. Siempre tuvo la idea de verme coger con un hombre, lo hablamos, y era algo que nos excitaba mucho a los dos. Ella tenía un strap on con el que me follaba.

En ese mismo momento lo llamó y le dijo que estaba conmigo, por qué no se venía a jugar los tres. Ella sostenía que en un trío llegaba un momento en que a nadie le importaba con quién estaba, por lo que sería ideal para verme cogido por otro macho. Aunque creía que éste nunca lo haría en frío.

Desgraciadamente no se animó, parece que su idea de un trío era con otra chica, distinto de lo que quería Graciela.

El hecho es que funcioné normal. Al día siguiente llamé a Fernanda y se lo comenté. No le hizo ninguna gracia, y me pidió que fuera al mediodía a su casa.

Me recibió bastante seca, estaba molesta por que hubiera estado con otra. Me lo dijo y le respondí que por el momento éramos libres, que yo supiera. No me contestó, me tomó de la mano y me llevó al dormitorio. Se sacó el vestido que tenía por la cabeza, estaba desnuda por debajo. Me besó muy caliente, con la boca abierta y con lengua, buscándome la pija sobre el pantalón, que desde luego encontró ya dura.

Me desnudé rápidamente y nos metimos en la cama. A los pocos minutos ya estaba dentro de ella. Fue muy bueno. Me pidió que le contara que había hecho anoche, mientras la follaba. Le conté todo, incluso la llamada al amante. Se ve que eso la había calentado, aunque no le gustara.

Era como yo.

Cogimos toda la tarde. Nos chupamos, y los dos acabamos dos veces. Ella me contaba detalles de la follada con su exnovio y compartíamos lo que ambos habíamos hecho.

A partir de esa tarde nos veíamos con frecuencia, pero sin exclusividad. Eso duró unos meses. Luego fuimos aumentando la frecuencia de nuestros encuentros hasta que nos veíamos casi todos los días. Entonces empezaron los problemas. Con esa presencia diaria me parecía normal pretender que no hubiera terceros en nuestra relación, y se suponía que éramos fieles. Al menos yo lo hacía y lo era.

Lo primero que pasó fue que a veces caía en unas depresiones en las que no hablaba casi conmigo y de follar ni hablemos. Nos veíamos, cenábamos juntos, ya en presencia de los chicos y dormíamos juntos varias veces en la semana. Los períodos en los que ella no quería coger eran cada vez más frecuentes y estaba como ida, en otra cosa. A veces duraba así una semana o más. Si estábamos solos un domingo, por ej., y yo quería coger de tarde, en la siesta, se enojaba. ¿Por qué hay que coger los domingos? me decía, enojada. Y dejaba de hablarme.

Cuando yo le reclamaba o me ignoraba, no respondiendo, o me contestaba que era normal. Si le señalaba que hacía una semana, me decía que me preparara porque eso no era nada, podía ser un mes o más. Si le preguntaba que se suponía que hiciera yo, me contestaba que me hiciera la paja y no la jodiera.

Con mi carácter sumiso eso hacía yo. Aceptaba los límites que ella imponía y las condiciones. A veces discutíamos y yo me iba enojado, y al día siguiente no la llamaba. Sufría todo el día, pensando que estaría haciendo, porque ella tampoco me buscaba.

Varias veces en este período aparecieron otros tipos en su vida, y cuando eso pasaba me lo decía. Entonces nos separábamos y yo volvía a mi vida previa. Pero no la pasaba bien. Estaba enamorado, aunque no quisiera aún aceptarlo.

Después sucedía que a la semana o algo así me volvía a llamar, llorando. Me pedía que por favor volviera, que el otro era una porquería, que no lo vería nunca más, que la perdonara, que me extrañaba, etc.

Y yo, ya un buen cornudo, volvía.

Las reconciliaciones eran espectaculares. Follábamos como nunca, me contaba todo lo que había pasado, como era el otro, y que mal se había portado con ella.

Y eso duraba dos o tres semanas para luego volver a repetirse el proceso. A veces sin ningún hombre, otras con uno nuevo o con alguno repetido.

Lo malo para mí era que cuando estaba tomando una nueva rutina, sin ella, y aceptando que esa relación era algo terminado, todo empezaba de nuevo. Quise resistirme, pero no podía, era más fuerte que yo y siempre se salía con la suya.

Y yo era el confidente cuando retornábamos juntos. Me contaba todo, desde cómo había sido con ella, que les decía de mí, hasta como cogían, si era bueno o no en la cama, si tenía la polla grande y cuantas veces podía acabarse en una noche.

Un día, hablando, después de que esta situación se repitiera varias veces, me dijo que si nos casáramos sería diferente. Que así ella se sentía insegura conmigo y hacia los demás.

Entonces me comentó de uno de los novios que reaparecía más frecuentemente que no la quería lo suficiente como para casarse con ella, le decía que no lo hacía porque ella había follado con uno de sus amigos. No soportaba pensar que su esposa hubiera cogido con un amigo.
Y si eso era un problema para él, no lo era para mí.

Realmente tuvo momentos en su vida de una intensa promiscuidad. Me contaba que había veces en que saludaba a alguno en la calle y no se acordaba si se lo había cogido o no. Así me decía, a este no sé de dónde lo conozco, me parece que una vez me lo cogí, ¿está mal que no me acuerde?, ¿no?

Y además en esos períodos follaba con cualquiera que estuviera cerca y dispuesto. Una vez había cogido con un limpiador de la empresa que hacia la limpieza de las oficinas del laboratorio donde trabajaba. El tio parece que les contó a todos, encantado de que una mina como Fernanda hubiera accedido a follar con él.

En la oficina lo supieron todos sus compañeros. Al principio a Fernanda le dio mucha vergüenza, después ya no le importó y se lo cogió varias veces. Era un hombre mayor, 60 años, aparentemente atractivo y simpático, con una verga muy grande que manejaba muy bien. Pero, sin establecer ningún juicio de valor, no era habitual que eso pasara. La inversa, que un hombre se cogiera a una limpiadora, era más frecuente. Prejuicios sociales sí, pero que existen. El hecho es que Fernanda se quedó tarde en la oficina y llegó este hombre a trabajar, se pusieron a conversar y terminaron follando sobre un escritorio. ¡Felizmente a los jefes nunca les llegó el rumor!

Y entonces se me planteó a mí la gran pregunta. ¿Me casaría yo con Fernanda? Mayor que yo, dos hijos, regularmente infiel y con quién teníamos una relación muy tormentosa, con picos muy buenos y otros muy malos. Ella aseguraba que esas infidelidades se terminarían si nos casábamos. Tengo que reconocer que los antecedentes no eran buenos en ese sentido. Pero yo quería creerle.

Y cómo dice el refrán, que tira más un pelo de coño que una yunta de bueyes, me casé. O me cazó, según mis amigos, que decían que yo estaba loco en casarme con ella. No me engañó, yo quise creerle, y fue porque me gustaba, porque no era difícil ver cuál sería el desenlace en ese sentido.

Después, mucho tiempo después, reconozco que yo sabía que pasaría y en realidad era lo que quería. Ser un cornudo consentidor. Me gustaba que follara con otros y me lo contara. Cuando los dos lo entendimos y lo aceptamos todo funcionó muy bien.
Pero eso no fue desde el principio. Tuvimos que reconocerlo y aceptarlo los dos, y no fue sin dolor.
 
CASAMIENTO

El casamiento empezó mal.

La luna de miel fue un desastre. Nos fuimos de viaje en auto. Empezó con una depresión de Fernanda de esas en las que no quería nada. A los 4 días aún no habíamos follado y yo estaba ya un poco molesto.

Pretendía que me explicara qué había pasado con todas sus promesas de que todo cambiaría después de casados. Que eso le daría confianza y entonces estaríamos bien. Pero no había pasado así.

Estuve a punto de irme de vuelta a casa en medio de la luna de miel y a la llegada ya pedir el divorcio. O la anulación por no haberse consumado el matrimonio, hahahaha.

Pero cuando se lo dije, de buena manera, pero firme, de que me iba y si quería volvía conmigo o se quedaba, como ella quisiera, por alguna razón cambió.

Apareció la Fernanda que me gustaba, alegre, y que tenía ganas de coger. Incluso fuimos a ver un show erótico, o más bien pornográfico porque follaban en el escenario parejas heterosexuales y lesbianas.

En el local había la zona de bar y show, donde se tomaba, se podía bailar y se hacían los shows. Pero atrás de la barra había otra zona donde se podía ir con alguna de las chicas o chicos y se arreglaban “bailes privados.” Yo ya conocía el lugar de visitas previas, de antes de Fernanda. Fantaseaba con que ella se iba al fondo con uno de los del show. Pero ella tenía otras ideas. Me pidió para irse con una de las chicas, a “bailar” al fondo.

Arreglamos con una, morocha, muy linda, joven, y pasamos al fondo. Era un corredor que tenía pequeños cuartos, cerrados con cortinas y que permitían intimidad. Adentro había un sillón y espacio suficiente como para estar cómodos. Las dos chicas se pusieron a bailar, abrazadas y yo me senté a mirarlas. Vi cómo Fernanda la agarraba del culo, casi desnudo con un pantalón corto casi cola less (tenía un culo divino, redondito, nada caído) y la apretaba. Me sorprendió que la chica le respondió besándola y apretándose contra ella. En eso estaban que Fernanda se separa, viene hacia mí y me pide que me vaya, que las deje solas porque yo la distraigo. Me aseguró que después me contaba todo.

Y eso hice. Volví al salón a esperarlas. Demoraron casi una hora en volver, vino ella sola ahora. Sonriente, me pidió que le trajera una bebida. Mientras fui a la barra a buscarla, vi que se le acercaba uno de los chicos del show que se puso a charlar con ella. Me pedí yo también una copa para mirarla, a ver que hacía. Pero no pasó nada, se rieron un poco los dos y el chico se fue, dejándola sola.

Cuando volví a la mesa con las bebidas me contó que cuando yo me fui se quitaron mutuamente la ropa y bailaron desnudas, frotándose conchas y tetas. Mi mujer llevó a la otra al sillón, la sentó y se arrodilló entre sus rodillas para chuparle la concha mientras se hacía ella un dedo. Cuando estuvo muy caliente, cambiaron posiciones y se acabó con la chica chupándole la concha y metiéndole varios dedos en la concha y el culo. Dice que acabó cómo una cerda, gimiendo y retorciéndose cómo hacía tiempo no lo conseguía.

Estaba muy contenta. Me costó unos cuantos euros, pero valió la pena verla tan feliz y además, disfruté mucho cuando me dejó que la cogiera luego en el hotel.

Desde ahí en adelante se desarrolló todo bien, pasamos muy bien el resto del viaje. Hubo algún momento de tensión y discusión un día en que me despierto de la siesta y no estaba en la habitación. Me vestí y sin pensar nada, bajé a buscarla.

La encontré en el bar, sentada en la barra y hablando muy entusiasmada con un tipo, tomando algo. Me hizo acordar a un incidente que tuvimos de novios en un balneario, cuando la encontré igual. Ya lo conté, y nunca supe si había follado o no con ese.

Cuando me acerco el hombre se para y se presenta. Era brasilero, atractivo, menor que nosotros. Fernanda le explica que soy su marido y que no soy celoso, hahaha. Que a mí no me importa que tome algo con amigos hahaha. Ya estaba bastante bajo el efecto del trago, le brillaban los ojos. Era evidente que no podía con su carácter, le encantaba seducir y calentar a los tipos. Yo todavía entonces sentía que debía enojarme y defender mi posición de marido no cornudo.

Con poca gracia y supongo que, con cara de culo, me senté en el banco del otro lado de Fernanda. Pero no le importó, siguió dándome la espalda y hablando con el amigo del bar. No me daba ninguna entrada en la charla, ni me miraba. Con el brasilero era toda risas, lo tocaba, se acercaba y a mí nada. Yo de a poco me fui enojando y finalmente, en forma grosera, la interrumpí y le dije que nos íbamos. Me miró mal, pero por suerte aceptó y nos fuimos. Antes me hizo pagar sus copas. También me dio rabia que no pagara el seductor. Claramente Fernanda no iba a cambiar su naturaleza.

La escena en conjunto me costó una cena con Fernanda enojada enfrente, que casi ni habló, no quiso salir después y cuando se acostó se dio vuelta para el otro lado y me ignoró totalmente. Recién mejoró en el desayuno a la mañana siguiente. No me dijo nada, ningún reproche. Yo tampoco.

El resto del viaje transcurrió normalmente, nos divertimos y la pasamos muy bien. Mucha playa, caipirinhas, buena comida, fuimos a ver algún show típico aunque no repetimos el show erótico. Yo hubiera ido pero ella no quiso. También fuimos un par de veces a una disco en el hotel y todo estuvo bien.

La vida en casa se fue estableciendo más o menos normal. De vez en cuando entraba en sus depresiones, yo la dejaba ser y pasaba en unos días, a veces más, a veces menos, pero era tolerable. No había indicios de terceros en su vida.

Era posible y fácil engañarnos, ya que los dos trabajábamos y si bien teníamos horarios también había actividades fuera de las estrictas horas de oficina, que no eran muy estrictas. Siempre fuimos bastante libres en nuestras idas y venidas.

A los 6 u 8 meses, con los chicos de vacaciones, nos fuimos unos días a la playa. Por un problema en la oficina tuve que volver un par de días mientras ellos se quedaban.

Solo en casa, buscando no recuerdo qué, encontré una libreta escondida entre sus cosas en el escritorio. Al abrirla me encuentro con relatos de sus sueños, escritos para su psiquiatra. Sé que estuve muy mal, pero me senté a leerlos. Contaba el sueño como lo recordaba y luego su relación con la realidad.

Ahí supe por primera vez que era un marido bien cornudo.

Me estaba engañando con dos antiguas relaciones, uno era un exnovio (el que no quiso casarse con ella) y el otro también un examante, casado, compañero de trabajo.

También contaba lo mal que se sentía conmigo por estar acostándose con otros a mis espaldas, después de haberme asegurado que no lo haría si nos casábamos. Parte de los sueños eran pesadillas donde el tema era que se supiera que seguía saliendo con ellos. Sobre todo, temía que su madre se enterara.

No sabía qué hacer. Mi primera reacción fue no volver a la casa de la playa y ya dejarla. Mandarla a la mierda. Pero todavía tenía que estar un día más en la ciudad, trabajando. Decidí hacer mis cosas y luego decidir.

Al día siguiente, con el trabajo terminado, volví a la playa.

Nunca le dije nada que había visto su libreta ni que sabía que me estaba engañando. No tengo claro por qué. Podía ser para no confesar que había leído lo que no debí, pero yo creo que fue porque no quería dejarla, aunque me engañara. Mucho tiempo después me di cuenta, o tal vez, recién entonces pude reconocerme a mí mismo, que en realidad esa era una de las cosas que me gustaban de ella. Que fuera muy puta y que me engañara

Ahí empezó mi vida de cornudo. Ya lo consentía, pero todavía no lo aceptaba y entonces no lo disfrutaba como debía.

Comenzó un período confuso, donde discutíamos mucho. Un tema que se repetía continuamente era el de la ausencia de relaciones sexuales por períodos a veces muy largos, un mes, dos meses incluso. Nos separamos varias veces, por varios días, después de largas y desagradables discusiones.

No era ese el único tema de discusión, se sumaban celos por parte de ella, tan intensos que llegó al punto de insistir en ser mi secretaria en el estudio.

No lo acepté porque me sería imposible trabajar con ella, sin contar con que no es secretaria, y yo necesito en el estudio una profesional. Pero me imaginé dándole órdenes y ella ignorándolas, por ser mi esposa y hacer lo que quiere. ¡Sin contar los problemas potenciales con mi socio! Fue suficiente para no aceptar de ninguna manera.

Sumisión sexual sí, pero suicidio profesional no.

Era hasta gracioso. Me engañaba y me celaba. Es algo que he visto bastante, cuanto más engañan, mas celosas son. Los hombres hacemos igual. Suele ser que los fieles no son celosos, consideran normal ser fiel. Los infieles, que saben lo que puede pasar, están todo el tiempo pendiente de si los engañan o no.

Otro tema eran las discusiones intrascendentes. Cualquier cosa servía para discutir, para estar de mal humor, irse con portazos o insultos, mantener un mal humor todo el día, etc.

Desde luego no era esto la mayor parte del tiempo, a la inversa, en general estábamos bien, a veces muy bien. Pero era muy pesado, no saber con qué humor se iba a levantar o cuando iba a cambiar para peor. Era muy estresante, además. Me daba la sensación de estar montado en un caballo nervioso, donde debía estar atento todo el tiempo a que hacía o decía, bajo la pena de que si me equivocaba me tiraba por el aire en un ataque de mal humor o de suspicacias asombrosas.

No era fácil.

Así nos separamos varias veces. Como dije antes, fue relativamente frecuente y por períodos variables, dos a tres días, o dos a tres semanas, lo más largo poco más de un mes.

Estas separaciones eran vividas por mí de forma diferente. A veces con mucha angustia y la llamaba al otro día, a veces con indiferencia o mucho enojo y pasaban días o semanas antes de comunicarnos, en general y habitualmente por parte de ella, cuando había sido algo muy serio. Me llamaba para “hablar”. Que era eso y luego coger, como siempre. También pedir disculpas, llorar un poco y prometer que no pasaría más.

Esto se repitió alrededor de 2 años, y la realidad es que yo no estaba bien. No sabía qué hacer, divorciarme era difícil porque sabía que no podía estar sin ella, buscarme una amante que me complementara lo que ella no me daba no era sencillo. No quería joder a nadie, y para que eso no pasara tenía que ser alguien muy especial, con necesidades como las mías.

Todo empezó a cambiar una vez que estuvimos separados como un mes. Yo vivía en un hotel, trabajaba como siempre y follaba con mis amigas

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LA BUENA EPOCA



Todo empezó a cambiar una vez que estuvimos separados como un mes.

Yo me había ido a vivir en un hotel, trabajaba como siempre y follaba con mis amigas

Una mañana me llama Fernanda. Me dice que necesitaba pedirme un favor, si podía pasar a hablar con ella. Me dijo que estaría todo el día en casa, sola. Los chicos estaban con el padre y la empleada tenía libre. Le dije que iba al mediodía.

Sobre las 12 me llama, que iba a estar en el fondo tomando sol, que entrara con mi llave, y agrega que en la heladera había cerveza fría.

Entra directo al fondo, conocés la casa, hahaha. No me hagas entrar a abrirte, además, no voy a oír el timbre desde el fondo.

Eso hice,abrí, fui a la cocina, agarré una lata de cerveza y seguí al fondo. Esperanzado de que esto terminara en la cama. Siempre el mismo cornudo.

Estaba acostada en una reposera, con un paño cubriéndole los ojos, totalmente desnuda.

El fondo de casa estaba cerrado a los vecinos. El muro de una casa de un lado, sin ventanas hacia nosotros, otro muro alto en el fondo y en el otro costado, un jardín, con un muro verde alto y tupido. Vivía ahí un matrimonio mayor, que rara vez salía al fondo y vivían con ellos dos hijos ya grandes, de unos 20 años o por ahí, que nunca estaban. Y si estuvieran tampoco le importaba a mi mujer.

Así que no era problema estar desnuda. Podían verla desde unos edificios, pero estaban lejos.

  • Hola, ¿sos vos Pedro? me dijo, sin levantarse ni sacarse el cubre ojo.
  • Si, ¿esperabas a alguien más?
  • No, bobo, solo a vos. Vení, sentate acá, al lado y dame un beso. Veo que ya agarraste la cerveza.
Brillaba de protector solar, estaba bronceada y bien rubia. Se había afeitado totalmente los pelos del coño, que también brillaba al sol, bien expuesto al abrir ella los muslos para que el sol le diera directamente en la concha. Le gustaba mucho eso, tomar sol ahí, tanto que muchas veces en la playa se corría la malla del bikini para exponerlo. Me agaché para darle un beso rápido en la boca, pero entreabrió los labios y no me dejó irme rápido. Estaba caliente del sol, húmeda y tierna. Me agarró de la nuca y me besó largo, metiéndome la lengua.

Mmmm cómo me gusta besarte! Arrimate una reposera, desnúdate, y tomá sol conmigo mientras hablamos, dale.

Muchas veces hicimos eso de tomar sol desnudos en el jardín, terminando la tarea con un buen polvo en el dormitorio. Imposible negarme, y, ya excitado, hice lo que me pidió. Tenía ya la verga dura.

  • ¡Veo que estuviste en la peluquería íntima! Te queda bien, tenés una linda concha.
  • Sí, me gustó la idea, gracias, Pedro, tú siempre tan amable. Me encanta porque se pone más sensible, siento mucho más el roce y el tacto. Y la piel se siente tan suave, tocala, vas a ver.
  • ¿Te gustó la idea? pregunté, intrigado por el origen de la idea. Y buscando que me contara, claro, mientras comprobaba que sí, estaba muy suave.
  • Si, Ana se lo hizo y me contó cuánto más sentía. Así que lo hice, y es cierto, se siente mucho más. La muy puta se hizo también un tatuaje, ¿qué te parece? ¿Me lo haré yo también?
Bueno, así que la toqué y así empezamos. La acaricié y después de comprobar lo suave que estaba también comprobé lo mojada que estaba por adentro y lo duro que tenía el clítoris. Suspiró bajito cuando le metí un dedo y cuando le hice unos rozamientos en el clítoris. Me arrodillé a su lado y le dí un beso en el ombligo. Desde ahí fui bajando, lamiendo su transpiración sobre la piel caliente del sol. Le metí la lengua en la concha y busqué su clítoris. Estaba muy rica. Separó totalmente los muslos, doblándolos sobre el abdomen y mostrando todo su coño desnudo. Le hice una regia chupada que terminó en un fuerte orgasmo en pocos minutos.

  • Sos el que mejor me chupa, lejos. Dame un beso ahora, con gusto a mí. Mmmmm, que dura tenés la pija! – dijo, mientras me la agarraba y me pajeaba un poco- Te sigo gustando, veo. Después nos ocupamos de ella, dejame descansar un poco mientras te cuento por qué te pedí que vinieras.
  • Bueno, contame, y sí, hacete un tatuaje, una rosa negra. Así podés decir, si me ve el tatuaje, ¡me folló!
  • Siii, me encanta, una rosa negra, y si me ve el tatuaje me cogió, que bueno! Vamos al tema, te cuento, resulta que como sabés la casa matriz del laboratorio todos los años organiza una reunión en algún lado y de acá siempre va alguien. Bueno, este año es en Punta Cana y me pidieron que fuera yo, encabezando la delegación.
  • ¿Van muchos?
  • No, dos y yo, va Raquel, de finanzas, y va Antonio Pérez, de marketing. Los conocés a los dos.
  • Raquel… no la recuerdo, a Antonio, sí, siempre te mira con cara de baboso.
  • Si, justo, hahaha, ese Antonio, y no es solo la cara, es un baboso. Raquel es mayor, como de 60, cara de abuelita buena, pero es una fiera en su trabajo. Muy buena, y buena tipa. Me llevo bien con ella.
  • ¿Y qué necesitás que haga?
  • Te quiero pedir si no podés esos días que no voy a estar quedarte en casa. El padre de los chicos tampoco va a estar y no tengo a quien pedirle que me merezca la confianza que me das tú. Decime que sí, que podés. Carmen me dijo que se queda todos los días. No va a salir, para ayudarte.
  • Dejame ver las fechas… y si… no veo nada que me impida estar en Montevideo. ¿Así que Carmen va a estar? Eso es importante.
Carmen era la empleada de casa, que vivía en una habitación con baño, en la casa misma. Era necesaria para poder tener cierta independencia con los chicos en casa.

  • Si, a ella ya la comprometí para que esos días no salga. ¿Podés Pedro?
  • Si, está bien. Me mudo esos días. Después arreglamos los detalles.
  • ¡Qué buena noticia me das!!! Gracias, sos un amor. ¿Dormimos un rato la siesta? ¿Tenés un rato antes de volver a la oficina?
Yo ya había arreglado para ir tarde, corriendo las citas que tenía. Por las dudas, que tuviera esta suerte.

Fuimos a la cama, como tantas veces antes. Fue, como solía ser con Fernanda, excelente y muy caliente. No puedo describir que lo hacía así. Nos besábamos, nos reíamos, pero todavía no nos contábamos todo con toda confianza, con la confianza que no tienes en un mejor amigo, como empezó a ser ese día. Y eso fue lo memorable y el hito que marcó. Estábamos separados, casados, pero viviendo en diferentes domicilios desde hacía un mes. Y estábamos en la cama, en la que fue mi cama cuando vivíamos juntos.

Los movimientos fueron los de siempre, nos chupamos, follamos, la volvía a chupar. Grandes orgasmos por parte de ambos.

Pero lo mejor vino después. Sin darnos cuenta la charla se transformó en una charla de amigos, amigos que no juzgan ni exigen nada del otro, solo lealtad. Como estábamos separados, y ya de un tiempo, no había celos activos ni lugar a reproches de ningún tipo hacia las posibles relaciones que puedan haber surgido en este período.

Me contó que salía con un tío nuevo, que conoció hacía poco. Un periodista deportivo muy conocido y famoso por su fama de mujeriego y parrandero.

De ahí seguimos hablando de las características de nuestros (y nuestras) compañeras de cama. De alguno, relataba ella, que la tenía muy grande, divina, “Pedro, no sabés que pedazo de pija”, me decía. Y de otro que se acababa muchas veces, 5 o 6 en una noche, “al final te pudre, ¿sabés? ¡Otra vez se te paró! No, basta, arréglate solo, yo no quiero más,” me dijo que le había dicho varias veces. Fue gracioso, porque me contaba que a veces no le daba tiempo a fumar un cigarrillo que ya la tenía dura otra vez. Si así lo medís, dije yo, ¡conmigo tenés tiempo de fumarte una caja!, hahaha.

Fue muy interesante cuando me di cuenta de como estábamos hablando. Yo hablaba igual, con la misma libertad, y no tenía tampoco por parte de ella ninguna bronca. Asombro por alguna anécdota, consejos femeninos explicándome el por qué de algunas reacciones de una mujer, etc. Muy divertido y muy libre.

Finalmente llegó la hora de tener que irme. Nos despedimos con mucho cariño, se iba la semana siguiente así que no nos veríamos hasta la vuelta.

Mejor, creo que de esa forma podríamos mantener esta relación de amistad, convivir y disfrutar de la atracción sexual que sentíamos a la vez, sin enojos. Entendí que si podía hacer que entendiera que yo quería que fuera así mientras estábamos juntos, nuestra relación podría mejorar. Del punto de vista de mis cuernos o de su infidelidad era lo mismo, igual lo iba a hacer. Yo debía aceptar que me gustaba, que quería que lo hiciera y me contara, más que aceptar diría reconocerme a mí mismo. También ella debía creerme que no me molestaba y no sentirse culpable o pensar que debía ocultármelo, para que yo no me diera cuenta

. ¡Ella debía aceptarlo! ¡cómo hacía ahora!

La pregunta clave de Fernanda era: “Pedro, decime honestamente, ¿a vos te gusta que yo folle con otros?” Y la respuesta honesta mía, era, “sí, claro que me gusta, me encanta que lo hagas”. Políticamente muy incorrecta, pero cierta.

Ese fue para mí, el vuelco clave en nuestra relación.

Ese reconocimiento explícito y mutuo de nuestros deseos hizo posible que luego pudiéramos volver a vivir juntos y llevarnos bien, haciendo cada uno lo que tenía ganas y no podía evitar. Aun nos llevó un tiempo, pero lo conseguimos. Yo buscaba lo mismo que ella quería, quería que cogiera con otros. No me pregunto más por qué, forma parte de los misterios de la sexualidad.

Ese fue el siguiente capítulo de nuestras vidas, un capítulo que para mí empieza esa tarde, unido a lo que yo llamo nuestra amistad.
 
LA AMISTAD Y EL BUEN MATRIMONIO

Yo buscaba lo mismo que ella, yo también quería que cogiera con otros. No me pregunto más por qué, forma parte de los misterios de la sexualidad.

Ese fue el siguiente capítulo de nuestras vidas, un capítulo que para mí empieza esa tarde en el jardín, unido a lo que yo llamo nuestra amistad.

Se fue de viaje y me llamó cuando volvió. Yo me había instalado esos días en casa y habíamos hablado varias veces por teléfono, pidiendo y dando informes de que todo estaba normal.

Cuando volvió vino contenta, pero algo contenida. Como que algo no estaba bien del todo. Le pregunté, pero no quiso decirme nada.

Volví al hotel esa noche, que la perdonara me dijo, que estaba muy cansada. Que luego hablábamos, que ella me llamaba.

Demoró 3 días.

Salimos a cenar y luego a tomar algo. Estaba rara. Finalmente me preguntó si podía contarme algo, que tenía algo que la ponía mal y no podía sacárselo de arriba. Me dijo que su amiga Ana, su confidente en todo, no la iba a entender y la iba a decir de todo. Y ella no necesitaba eso, precisaba alguien que la oyera, y no la rezongara, que ya bastante se rezongaba ella misma. me pidó si podía ser su amigo, además de su marido. Separado, claro, completó, riéndose.

Entonces me contó.

  • Estuve muy mal en el viaje, hice una cagada de la que me arrepiento y de la que creo que me voy a arrepentir siempre.
  • ¿Qué pasó? ¿Qué puede ser tan grave?
  • Cogí con quien no debía. Eso pasó y me había prometido no hacerlo más. Pero lo volví a hacer.
Y le corrían las lágrimas por las mejillas.

  • No, Fer, eso no puede ser tan grave, que fue, ¿un menor?
  • Nooo, estás loco, con eso no se juega, no, un menor no. Jajaja, más bien al contrario, hahaha – una risa triste, no graciosa. Y entonces me di cuenta.
  • ¡No me digas, te cogiste a Antonio!
Miro para abajo, me agarró las manos y asintió, con la cabeza, sin mirarme. Estuvo así unos instantes, luego levantó la cabeza, me miró y siguió:

  • Y el idiota ahora no me deja tranquila, quiere salir de nuevo, me acosa, me llama, me persigue y está siendo un papelón en la oficina.
  • ¿Y cómo fue?
  • Bueno ya sabés cuando tomo qué pasa, como me pongo. Hubo una cena para los latinos y fuimos todos. Al regreso yo estaba contenta, con ganas de seguir. Se dio cuenta y me invitó a tomar algo en el hotel. Acepté, sin pensar nada raro. Tomamos, y charlamos, nos reímos mucho. Es muy gracioso cuando quiere. Me tocaba las manos, la cara, los muslos, cada vez más arriba y yo cada vez más borracha. Finalmente dije que me iba a dormir. Como todo un caballero, me acompañó a la habitación. Cuando abrí la puerta entró conmigo y me dijo:
  • ¿La última? Hay un vinito en la heladera muy rico, ¿te parece?
  • Acepté, me trajo la copa, me la alcanzó a donde yo estaba, sentada en la cama. Se sentó a mi lado, enlazamos los brazos en esa bobada de los codos, bebimos, y entonces me besó. Y no sé por qué, le respondí. Terminamos follando en mi cama. Me chupó, lo chupé, me empujó sobre la cama, ya sin tanga y me la metió. Tiene una buena polla y la usa bien, eso se lo reconozco. Hasta acabé, ¡te imaginás que cachonda tenía que estar! Se quedó a dormir y repetimos a la mañana, ahí yo ya no estaba borracha, solo cachonda. No estuvo mal y yo llevaba varios días de abstinencia.
  • ¿Y ahora qué pasa?
  • Quiere salir de nuevo, que almorcemos juntos, que volvamos a coger. Pero el colmo fue hoy. Quiere que lo ascienda o cuenta todo. ¡Me amenazó! ¡Te das cuenta! ¡Qué hijo de puta! Lo que me da más rabia es que yo sabía que esto no podía pasar con él, pero soy tan puta calentona que no me contengo, ¡cuando se me moja la concha tengo que llenarla de pija!
  • ¿Y qué vas a hacer?
  • Ya hablé con Julio, lo va a arreglar. Pero me ligué flor de rezongo, como te imaginas. Me recordó la de Nestor, el limpiador. Me dio mucha vergüenza, Pedro, te lo aseguro. Pero soy así, no cambio por más esfuerzos que haga en un momento me salta la puta y hago cualquier cagada.
  • ¿Él supo lo de Néstor? No sabía.
  • Si, sabe todo y me conoce muy bien.
  • ¿Hace mucho que lo conocés?
Y entonces me contó su relación con Julio, el gerente general del laboratorio. Estuvo casado con una tía de Fernanda. La tía conoció a un inglés, se enamoró, dejó a Julio y se fueron del país. ¡Así que era tío de Fernanda!

  • Si, era mi tío, pero hay más historia. Yo de chica, era como ahora, bastante putona y Julio me encantaba. Lo vivía provocando. Finalmente, una tarde, solos en casa, no se contuvo más, y allá se fue mi virginidad. Esto no lo sabe nadie, nosotros dos y ahora vos, pero fuimos amantes varios años, hasta que yo me casé con el padre de los chicos.
  • Así que sabe bien lo puta que soy y como me pongo cuando me caliento, sobre todo cuando tomé alcohol.
  • Nunca me contaste mucho de tus principios.
  • No, es cierto. Bueno, ahora ya sabés como perdí la virginidad.
  • ¿Y cuándo acabaste por primera vez?
  • Eso fue de casualidad. Me gustaba tocarme y frotarme la concha desnuda. Me acostaba y me sacaba todo y me tocaba. Un día me abracé a la almohada y me la metí entre las piernas y me imaginé que era un chico que me gustaba y se dio, tuve mi primer orgasmo. Me di flor de susto, pero me encantó, así que volví a hacerlo y me gustó más todavía.
  • ¿Y hubo más?
  • Bueno, antes estudiaba con otra compañera, ni me acuerdo cómo se llamaba, ¿Carla? No importa. Me quedaba muchas veces a dormir con ella. Tenía un cuarto con una cama grande y dormíamos juntas. Yo ya me pajeaba, pero nadie lo sabía. Una noche me despierto y la veo destapada, el pijama en el cuello y la concha desnuda, haciéndose un dedo, gimiendo y moviéndose. Sin cortarme hice lo mismo, se dio cuenta, me miró y se rio. Fue glorioso.
  • ¿Y siguieron?
  • Si, como podrás imaginarte luego nos tocamos una a la otra, nos chupamos las conchas, nos besamos, nos cogíamos con cosas, de todo. Estábamos deseando acostarnos temprano para madrugar a estudiar, !hahahah!, los padres de ella estaban asombrados de cuanto estudiábamos. Después ella cambió de colegio por que trasladaron al padre a otra ciudad y perdimos contacto.
  • Entonces la virginidad la perdiste con las cosas que te follaba Carla, no?
  • Si, tenés razón, pero solo técnicamente razón, mi primera pija fue la de Julio. Lo otro eran bananas, pepinos, cosas así.
  • ¿Y el amigo de tu padre que te follaba? ¿Era Julio?
  • No, ese era otro. Era amigo de mi padre y sigue siendo. Vos lo conocés. Es Antonio. Venía siempre a casa, muchas veces alquilaban las dos familias una casa en la playa y pasábamos las vacaciones juntos. Es bastante menor que mi viejo. Y así se dio. Verano, poca ropa, a mí él me encantaba, se notaba que calzaba una buena polla por el bulto en la malla de baño. Yo lo provocaba siempre que podía, andaba medio desnuda, me mostraba, me le sentaba en la falda como cuando era chica y sentía su erección, ¡pobre! Yo vivía a pajas imaginándome con él. Era tanto que mi padre me decía que lo dejara tranquilo, que no fuera pesada. Pero yo sabía que no era pesada y que a él le inhibía que fuera la hija de su amigo. Yo ya no era virgen, desde luego, follaba regularmente con Julio. Un día todos salieron y el se quedó, no recuerdo por qué. Me le tiré arriba y no pudo evitarme. Tiene una linda verga. Vos no te das cuenta, pero cuando estamos juntos ahora en alguna reunión o cumpleaños me mira y nos hacemos gestos. No sería una mala idea recordar viejos tiempos, creo que él no tendría inconvenientes ¡hahaha!. ¿Ves cómo soy? Ya estoy caliente, sólo de recordar. ¿Vamos a coger?
  • ¿Estas mejor ahora?
  • Si, hablar contigo me hace mucho bien. Sos divino, un queso. Vamos a casa, dale, tengo muchas ganas .
Nunca pude entender a que llaman un “queso”. Pero es bueno. Y fuimos a casa y me quedé a dormir. Estaban los chicos, a quienes no les pareció mi presencia nada raro. Cogimos como todos los matrimonios con hijos, con poco ruido. Fue cómo antes, cuando vivíamos juntos.

Pero después me fui al hotel y no nos vimos por una semana. De a poco fue estableciéndose una rutina en la que cada vez nos veíamos más seguido, siempre bien. Cualquiera de los dos llamaba, proponía algo y el otro aceptaba o no podía, postergándolo para después, sin malas reacciones. Pasaron así varios buenos meses.

Uno de esos días le comenté que bien que estábamos así. Estuvo de acuerdo, pero pensaba que si volvíamos a convivir se iba a estropear de nuevo todo. Yo había estado pensando mucho en el tema.

Le propuse probar, pero con total libertad de ambos. Ser amigos, que viven en la misma casa y cama, pero cada uno hace su vida. Yo y ella ya sabíamos lo que funcionaba. Esos meses fueron el período más largo que estuvimos bien, sin peleas, sin discusiones y felices los dos. ¿Por qué no intentar un escalón más?

Me hizo entonces su contrapropuesta. Estaríamos como ahora, cogeríamos cuando se diera y si ella no quería no, pero yo no lo exigiría. Si ella quería estaba descontado que yo también, siempre fue así.

Seríamos amigos que compartían la vida y la casa.

Si ella cogía con otros era su vida y podía hacerlo cuando quisiera, sin el menor reproche mío, sin importar con quien fuera. Ante los demás estaríamos juntos, socialmente un matrimonio normal. Con sus particularidades, que algunos conocerían y otros no.

Sexualmente semiabierto, por ahora. Era lo único que me ofrecía dudas. Ella quería que yo fuera sumiso y fiel. Ella no iba a ser cornuda. Y si se me planteaba algo lo discutíamos. Yo quería ser libre también y ese era un punto para evaluar después.

Como un compromiso para empezar, quedamos en que yo me liberaba en esos períodos en que ella no estaba sexualmente conmigo. Si estaba conmigo yo era fiel, pero ella no estaba obligada a nada. Eso no me molestaba, en realidad me gustaba.

Y así empezó una nueva época. La mejor,

Las historias que preceden son de esa época. Desde luego que hubo momentos difíciles y angustiantes, pero se resolvieron muy bien.









 
Amigos en las buenas y en las malas.

Y así empezó una nueva época. La mejor.

No voy a decir que nunca hubo conflictos. Desde luego que discutimos, nos peleamos, etc. pero ahora desde otro nivel. Con respeto mutuo y sin que se planteara la separación. En algunos momentos fue bastante duro para ambos, a veces para uno, otras para el otro. Pero se resolvieron bien, básicamente porque nos queríamos y nos respetábamos. He contado situaciones con amantes de Fernanda que se nos fueron de las manos y que costó encarrilarnos. Pero con amor y confianza todo se resolvió bien.

Éramos amigos, amigos en serio, sin secretos, sin temas que no pudiéramos discutir entre nosotros. Nuestra bisexualidad era aceptada por ambos, mis cuernos y mi placer en ellos también. A veces no eran entendidos, pero Fernanda sabía que podía contarme cualquier cosa, que yo siempre la iba a apoyar, aunque la criticara. Lo mismo mis deslices a la regla de no ponerle los cuernos, regla que fue abolida en los hechos.

En realidad, no creo que se puedan llamar cuernos cuando ambos lo sabíamos, los aceptábamos y, sobre todo en mi caso. en que me excitaba y me daba placer, los disfrutábamos. Nadie engañaba al otro. Todo era abierto y sabido. Como se vio en varias historias, molestaba cuando era con personas que al otro no le gustaban o se llevaba mal. Eso me pasó con más frecuencia a mí. Pero no era muy grave.

Era interesante cómo los problemas de uno se podían tratar en conjunto. Vimos en mis historias del hilo varios casos.

Hubo alguno mío también. No todos fueron de Fernanda.

Yo tenía una amante de la época oscura, como me gusta llamar a la pre-amistad.

Beatriz era soltera, de mi edad, trabajaba en la empresa familiar donde tenía un buen cargo directivo. Era amiga del club, donde jugábamos tenis frecuentemente. Se fue entablando una amistad, donde nos contábamos nuestros problemas de pareja. Tenía un novio que era un tiro al aire, que yo estaba seguro iba por su dinero. De otro nivel cultural y económico, jugador profesional de básquetbol, no muy bueno, le metía cuernos todo el tiempo. Pero ella lo quería, de alguna manera.

El compartir nuestros problemas nos llevó, como era de esperar, a la cama. Las señales de las ganas mutuas estaban, y en la primera separación que ella tuvo por cuernos, cuando ya estábamos bastante cerca, le entré y nos acostamos. Era divertida en la cama, pero nada del otro mundo. No era muy creativa y no le gustaba mucho experimentar cosas nuevas. Pero pasábamos bien, en momentos complicados de la vida de ambos.

Debería haber quedado ahí.

Pero el novio la dejó. Y ella entonces se volcó a mí, en forma bastante pesada.

Ya no era equilibrado. Yo estaba casado y ella estaba sola, ya en edad de haberse casado, y no tenía candidato.

Me llamaba todos los días, quería vernos todo el tiempo y le costaba entender que yo estaba casado, que yo quería a mi mujer pese a todos los problemas y que no estaba decidido a separarme. O tal vez más acertado, no podía hacerlo, aunque quisiera. Cada vez que lo intentaba, volvíamos juntos al poco tiempo. Igual le pasaba a Fernanda. Entonces seguíamos. Y lo más importante, yo no estaba enamorado de Beatriz. Estábamos bien juntos, de vez en cuando, follábamos bien y éramos amigos, pero no pareja.

Como dije, me llamaba todos los días y pretendía vernos todos los días. Controlaba a Fernanda, inútilmente porque yo sabía que en esa época en el club no hacía nada con nadie. No quería problemas ahí. A diferencia mía, hahaha. Pero Beatriz igual me contaba con todos los hombres con los que hablaba y todo lo que hacía.

Insistía en que dejara a mi mujer y nos fuéramos juntos. Que ella me adoraba, y que estaba segura de que mi mujer me engañaba, que abriera los ojos me decía, que seríamos una pareja ideal, etc., etc.

Hasta consiguió que dejara de ir al club, con tal de no verla. Le busqué novios, infructuosamente, aunque sé que se acostó con uno de mis amigos solteros a quien le di su teléfono. Pero como conmigo, nadie quiso ir más adelante. No sé por qué, porque era razonablemente bonita, buena tipa y en buena posición económica y laboral. Pero algo hacía que nadie se enganchara mucho tiempo con ella. Tal vez demasiado intensa.

Cuando dejé de ir al club me llamaba a la oficina y cuando “no podía atenderla en ese momento”, instrucción dada a mi secretaria, me empezó a llamar a casa, en cualquier momento. Si estaba con Fernanda no le importaba, o tal vez hasta lo prefiriera.

Luego pasó a llamar a Fernanda.

Le decía que yo la engañaba con ella y le contaba cómo era yo, dándole detalles que sólo podía saber alguien con quien me hubiera encamado. Así que después tenía que bancar a Fernanda y sus justificados reproches.

Entonces tomé el toro por las guampas, como decimos acá, y le conté todo a Fernanda. Ya estábamos en la buena época, éramos amigos. Le pedí ayuda.

Me oía con una sonrisa. Como diciéndome, no me decís nada nuevo. La tenía totalmente ubicada del club y no le gustaba nada. Le gustaba tener una razón para joderla.

  • No te preocupes Pedrito, dejala a mama Fernanda que te arregla tus líos. Mirá que te dije que no folles con otras. Eso no es para vos, sos demasiado bueno o bobo, no sé. Esta piruja se cree que me va a desbancar a mí para casarse contigo. Que lo piense de nuevo, ¡qué puta idiota!
  • ¿Qué vas a hacer?
  • No te lo voy a explicar. Te aseguro que no te jode más. Y después vamos a hablar, no puede ser que estas locas que te cogés piensen que se van a quedar contigo. Tenés que ser más vivo.
  • Pará que no soy tan nabo, cuando empecé con ella tenía novio, y para casarse. Después el tipo la dejó y me empezó a perseguir a mí.
Entonces Fernanda se volvió a reír. Me dijo que yo era un inocente, que no conocía a las mujeres. Me dijo palabra por palabra lo que había hecho Beatriz. ¡Y era exactamente lo que había pasado! Era pura técnica de robo de marido. Así lo llamó mi mujer. Y agregó que el novio no la dejó, según sabía de buena fuente, que fue a la inversa. Seguro ella pensó que yo era mejor candidato.

Nada nuevo, me dijo, muy triste que esa boba tenga que recurrir a eso jajajajaj, eso te muestra lo que es. No te preocupes que te lo arreglo.

Contame, ¿folla bien? No parece muy inteligente, pero a veces una se sorprende.

Y entonces le conté lo que le gustaba y lo que no hacía. Por el culo no le gustaba, solo se lo pude hacer una vez. No le dolía, pero no le daba placer. Por otro lado, tenía pánico de quedar embarazada, pese a que tomaba pastillas. Me hacía acabar afuera, nunca en el coño. La chupaba bien y se tragaba la leche como una ternera.

Las historias le gustaron a mi mujer que se puso cachonda y terminamos cogiendo bien rico. Como era durante el intervalo del mediodía tuvimos que ir a un hotel. Estuvo bueno. Especialmente porque estábamos en uno de los períodos en que no follaba conmigo.

Yo me quedé tranquilo de que Fernanda lo iba a resolver y sacarme esa pesada de arriba.

La verdad es que nunca más me molestó. La veía en el club, pero apenas nos saludábamos, por los demás, claro.

Fernanda me comentaba todo como a una amiga.

Me mostraba o me contaba de los tíos que le gustaban o que querían algo con ella. Me gustaba saber qué le decían, cómo lo hacían, etc. Hasta me pedía consejo, ¿qué te parece fulano? me preguntaba, y seguía, sabés que me está gustando?, no sé qué tiene que me pongo cachonda cuando estoy con él. Y me preguntaba si alguna vez le había visto la polla en el vestuario, si la tenía grande, larga o gorda. ¡Si no me importaba ayudarla a cogerlo!. Cuando le hacía notar que era del club se justificaba en que era casado y no contaría nada.

Otra cosa que me gustaba era cuando me decía: - a Javier un día me lo voy a coger, le tengo ganas y se ve que él también. Una vez, con uno de esos salimos juntos, él con una amiga de Fernanda. Cuando volvimos a casa se hizo cierto ambiente de joda, pusimos porno en la TV, abrimos unas botellas para seguirla.

Él y la amiga de Fernanda ya estaban en etapa de morreo intenso, con manoseo visible. Yo vi la posibilidad de, por lo menos, una follada de a 4 en la sala de casa. Mi mujer estaba caliente y por la joda. Nos sentamos a ver un film de dos parejas que se la montaban juntos (elegida por mí, claro) y seguimos con manoseo.

Le abrí la camisa a mi mujer, que no llevaba sostén, y le toqué las tetas expuestas, mientras la besaba con mucha lengua y mucho vicio, todo para que Javier y Gaby nos vieran y le vieran las tetas desnudas. Pero fue demasiado para Gaby que le dijo algo a Javier en la oreja, bajaron las revoluciones y se decidieron irse. Con Fernanda luego nos cogimos muy bien, fantaseando un posible intercambio.

Después me contó Fernanda que finalmente había follado con él una noche en que ella salió con un grupo y yo me quedé en casa.

Éramos como cómplices en nuestras aventuras amorosas.

Otro de esos lo encontramos una vez en un balneario en vacaciones. Estábamos todos con la familia. Yo lo veía a él y me daban ganas de que se follara a mi mujer. Era evidente que a ella le gustaba. Fernanda me comentó que lástima que él estaba con la mujer, porque ya habían tenido un intercambio que no pudo llegar a nada, pero se tenían ganas y algo habían hablado

Así que le propuse a Fernanda que arreglara una tarde para verlo, si quería.

Yo me llevaría a los chicos a una playa algo alejada que nos habían recomendado para surf. Así quedaba él tranquilo de que yo no volvería de improviso. ¡Él no sabía mi vicio ni cuánto me gustaba que follara con otros!
Entonces arreglaron para encontrarse, a espaldas de su mujer y mías, claro. Pero surgió otro problema, adónde ir?

Fernanda me preguntó si me molestaría que follaran en casa, en nuestra cama, porque en la casa de él, con la mujer era imposible. Desde luego que no me molestaba, me daba mucho morbo que lo hiciera. Le pedí que se quedara como siempre, con toda la leche adentro, para mí, como me gusta. Y así fue. Como otro adorno más la llamé cuando llegamos a la playa. Era una hora de auto. Para que se quedara tranquila de que habíamos llegado bien. Para morbosearnos nosotros , más que nada. Siempre me gustó hablar con ella cuando estaba en la cama con otro. También para que él se quedara tranquilo de que volveríamos tarde, jejeje. Era evidente en que estaba cuando hablamos brevemente, respiración agitada, algún gemidito dedicado a mí. Casi tengo que hacerme la paja en la playa de lo caliente que me dejó.

Cuando volvimos con los chicos, cerca de las 7 de la tarde, Fernanda estaba durmiendo.

Los chicos se ducharon, tomaron la merienda, se subieron en sus bicicletas y fueron a buscar a sus amigos. Yo entré en nuestro dormitorio y comprobé que mi mujer estaba esperándome, desnuda, calentita, con olor a sexo, bien cogida. Me di un festín chupándola y ella tuvo otro buen orgasmo en la tarde.

Me gustaba mucho ayudarla a que follara con otros. Era realmente también un placer para mí la preparación y que me contara luego los detalles.

Hablábamos como dos follamigos, no como marido y mujer. Era curioso, muy liberador y muy cómodo. Fue excelente.

Así es como más me gustaba el sexo.


[J1]
 
Un ejemplo de un día de esos de complicidad entre nosotros. Esa vez el que se complicó fui yo.

Había salido a correr, como hacía frecuentemente entonces. Para no aburrirme solía variar los recorridos. Uno que era especialmente divertido era en un parque donde en la noche se encontraban travestis que se prostituían.

Después de una tanda inicial de unos 30 minutos había parado para estirar los músculos de las piernas. Con intención lo hice cerca de donde estaba uno que me había gustado. De unos 40 años, sin demasiado maquillaje, buenas piernas, vestido con una mini y un top que desnudaba un abdomen plano. Estaba bueno y discreto. No me gustaban muy jóvenes.

Me miró y se acercó a donde yo hacía mis ejercicios.

- qué buscás?, preguntó.

Sin decir nada lo toqué donde debía estar su pene. Encontré una verga medio dura, de buen tamaño. Lo acaricié y lo miré a la cara.
Se rió y corriendo la tanga que tenía bajo la mini la sacó. Estaba muy bien, ni chica ni grande, le hizo una paja mirándome mientras la ponía dura rápidamente. Le desnudó una cabeza colorada, brillante de jugos y muy atractiva.

-Vamos a hacer algo?, allá atrás de esos arbustos hay un buen lugar. Estoy virgen hoy, no hice nada todavía y tengo muchas ganas de cogerme a un putito como vos. Cobro... mencionó una cifra habitual, - como ya sabés, -agregó.
- hago otra vuelta y vemos, - contesté, todavía inseguro, indeciso, aunque con ganas.

Volvía a los 20 minutos y empecé mis ejercicios de distensión.
Cuando me vio venir se acercó nuevamente, ya con la polla descubierta, pajeándola para exhibirla bien dura, más tentadora.
Se paró a mi lado. Yo estaba agachado, estirando los músculos de atrás de la pierna y del muslo. Me la mostraba y la acercaba a mi cara.

- Dale papi, ¿qué quieres? me la chupas bien o me dejas que te coja? que te gustaría más? Yo hoy estoy para todo, sigo sin hacer nada y me tienes muy caliente.

Estiró una mano y la apoyó sobre mi cola, acariciándola suavemente. No dije nada, me gustaba que hiciera eso. Al ver que no lo rechazaba, metió su mano bajo el elástico de mi pantalón de gimnasia encontrando mi piel desnuda, ya que no me pongo ropa interior cuando voy a a correr ahí.

- uyyyy que linda cola que tienes, suavecita y caliente, pero durita como un macho, que ganas que me das, dale deja esas mariconadas y vamos atrás de los arbustos, es un buen lugar, muy tranquilo, así te cojo bien ahhh, mira cómo tienes ese culo, ¡qué divino!

Mientras decía esto me buscaba la raja del medio y el ojete. Lo encontró abierto, blandito y bien lubricado. Cuando voy a ese parque antes me dilato bien y me pongo abundante lubricante, por si se da que encuentre quien me quiera coger. Siguó explorando y me metió un dedo. Al ver lo fácil que entraba, lo acompañó con otro.

Me paré, le agarré la nuca y le comí la boca, con gusto a lápiz de labios.
Me apretó contra él, enterrando los dos dedos profundamente en mi culo. Luego me soltó, me tomó de la mano y me llevó hacia los arbustos.
Sin decir nada, lo acompañé.

Atrás de los arbustos había un pequeño lago y entre ambos pasaba un sendero poco transitado. Los arbustos eran altos y tupidos,no dejaban ver a su través. Había un banco que miraba hacia el lago del lado de los arbustos.
Hacia ahí me llevó, a la oscuridad entre los arbustos y el banco. Poniendo sus manos en mis hombros me hizo arrodillarme y me frotó su verga en la cara. Se había ablandado un poco, me la metió así en la boca. Abrí mi boca, recibiéndola casi toda adentro, caliente, suave y con gusto agradable.
Sujetándome de la cabeza me hizo follarle la pija, que al entrar y salir de mi boca caliente y húmeda se fue poniendo cada vez más grande y dura.
Cuando estuvo bien dura me levantó y me dio vuelta, apoyando mis manos en el respaldo del banco. Me bajó los pantalones y apoyó su pija ya bien dura entre mis nalgas, buscando el lugar para cogerme. Lo ayudé con mi mano y entró un poquito. Cuando la sintió suspiró y la empujaba, entraba un poco, la dejaba adentro y la sacaba, despacio, para meterla de nuevo sin hacerme doler. Asi, de a poco, la sentí cada vez más adentro, mi culo cada vez más dilatado y estimulado por esa verga que sin piedad me penetraba. Yo tenía mi píja como un fierro, si me tocaba me acababa. Quería prolongar lo más posible el placer que estaba recibiendo.

¡¡¡¡¡Y entonces de armó el gran lío!!!!!

Gritos por todos lados, pitos, linternas y gente corriendo en todas direcciones.

Mi amante se salió de adentro mío, se acomodó la ropa y gritando: -Razzia, es una razzia, corré, la policía, corré para donde puedas!! Y se fue corriendo. Yo me metí entre los arbustos, me arreglé la ropa y, en un momento que me pareció más tranquilo, salí al sendero, trotando, en un intento de pasar como corredor.
Pero fue inútil.

- ¡Deténgase, ya!, - me grita alguien de atrás mientras me enfoca una de esas linternas grandes y poderosas, - levante las manos y quédese quieto.
- qué pasa agente? yo estoy corriendo en el parque, que pasó?
-, hahahah, si corriendo, cogiendo será mejor que digas! Jajaja, te estaba mirando cuando la Sara te tenía empotrado atrás del banco.
- no, le juro que no, se confunde Ud.
- puede ser, vamos a la comisaría que te revise el médico, me parece que te va a encontrar ese culo bien abierto, hahahaha. No me tomes por idiota, puto de mierda. No perdamos tiempo.

Sentí que se me caía el mundo. ¿A la comisaría por atentado a pudor? con un travesti en un parque? desastre total para mi vida, mi matrimonio, todo.
- y ahora, que pasa?
- bueno, vamos a la comisaría, mañana pasas al juez que es el que va a decidir que sanción te aplica. ¡Dale, vamos! Tenés documentos?

¡Cada vez era peor! ¡Qué desesperación! y ahora, ¿qué hago?
 
Desesperado, sin saber para donde salir, le pedí x favor al policía q me tuviera consideración, q yo no era un criminal, etc .
Me miraba, indiferente, sin responder. Todo mi futuro dependía de que pudiera convencerlo de no llevarme detenido.

Solo cuando ofrecí pagarle una “multa” mostró interés. Dijo que tenía que consultar con su compañero.
Le urgí a hacerlo, ansioso, una vez q vi una pequeña esperanza de salirme de este lío. Le ofrecí lo que quisiera.

Hablo por teléfono con alguien. Se reía de algo que dijo el otro. Finalmente cortó, y me dijo que le diera el dinero.
Le di lo que tenía, unos €30, que siempre llevo.
Me dijo q esa muy poco, le expliqué que no llevaba más conmigo.
Conseguí más, fue su breve y desinteresada respuesta.
Le dije que tenía que ir a casa a por más. Entonces dijo que me acompañaba.
Fuimos a mi auto y se sentó a mi lado.
Manejé hasta mi casa en silencio.
Estacioné en la esquina, intentando evitar que viera donde vivo. No sé si lo conseguí. Entré corriendo, tomé 4 billetes de 50 del cajón donde ponemos el dinero y volví a salir corriendo. Fernanda preguntó desde la cocina que pasaba, respondí que nada y salí.
Arranqué, anduve unas cuadras, y paré en un lugar tranquilo. Le di 100 euros y me pidió algo más para su compañero. Le di 50 más, asintió y los guardó.

- todo en orden?, -pregunté, antes de arrancar - a dónde te llevo?.
- casi todo listo, -me dijo, sonriendo -vuelve al parque, a donde te encontré. Vas mucho a "correr" a ese parque?
digo "correr", pero es claro a que vas, no?
- te equivocas, voy y siempre corro. A veces hago algo más después.
- está bien, pero hoy corriste y cogiste, hahaha , pero, y acabaste hoy?
- vos estabas mirando, me dijiste. Claro que no acabé, y apenas cogí, recién
empezábamos cuando se armó el lío.
- si, claro, es cierto. Y, le pagaste?
- no, tampoco le pagué. Suele ser al final.
- bueno, ahora entonces págame a mí porque te voy a follar ese culo.
- me sacaste toda la plata, no tengo más. A casa no puedo volver, me espera mi mujer y no voy a poder volver a salir sin explicar algo. Además, ahora no tengo ganas.
- pero yo ahora si tengo ganas. Pero está bien, hoy no te cobro, hahahah. Así que te vas a joder, me vas a chupar la verga y después, cuando la tenga bien dura, te voy a llenar ese culo puto de verga y de leche. No me discutas si no quieres ir a la comisaría.
- no sabía que eras puto, te los debes coger a todos los trava, no?
- no, no, no soy puto. Yo cojo, a mi nadie me coge.
- es lo mismo, dale. Y hace mucho que coges putos?
- y si, hace mucho. El primero fue un primo, que me vio salir de la ducha empalmado. Vio que ya tenía pelos.
- pero mirá mi primito menor, qué linda verga calza! y además ya tiene pelos, si tiene pelos ya es grande y puede coger. Vení conmigo al fondo. Y ahí fue mi primera vez y pérdida de virginidad. Me encantó. Después me quiso coger él y me dolió mucho, así que no lo dejé. Yo soy sólo activo.
- tenés macho fijo?
- pero no, ya te dije que no soy puto. Tengo novia pero prefiero coger el culo de un macho más que a mi novia, jajaja.

Para entonces, así charlando llegamos al parque y caminamos al mismo lugar donde todo empezó.
Resignado, me dejé llevar al banco y me hizo sentar.
Se bajó los pantalones y me mostró su verga. Normalita, oscura, blanda. Me la puso en la cara y me hizo abrir la boca y tragársela.
Sabía bien y fue creciendo a medida que la acariciaba con mis labios y mi lengua. El suspiraba y gemía bajito.
Me gusta mucho meterme en la boca una verga blanda y sentir como se va poniendo grande y se endurece.
Sentí que mi pija respondía y se levantaba. Cuando se paró bien era bastante más grande y gorda de lo que parecía blanda, me costaba tragarla toda y me hacía cosquillas en la garganta.
El milico empujaba fuerte al fondo cada vez que me cogía la boca, tocándome bien atrás en la garganta. Le apretaba el glande con los labios y me la tragaba de a poco, tan suave, tan caliente y tan dura.

El milico me hablaba todo el tiempo.
- pero que buen chupa pija que resultaste, mira como te gusta, putazo sos, lamela bien, como un helado, uy que puto, cómo disfrutas con una verga en la boquita, a ver, tragátela toda, pero toda, toda, mmmmm que rico, esa lenguita, como la soboreas, si, si dale, asi, metele lengua a la punta, a la cabezota, mucha lengua, ufa, que rico que la chupas, se ve que tienes mucha experiencia y que te encanta, uyyy, si así, reputo, prepárala bien que te la vas a tragar toda...

Y así seguía, cogiéndome la boca en la tranquilidad de la noche en el parque vacío después de la razzia de la policía.
Yo ya estaba bien caliente. Me bajé los pantalones y saqué mi verga para poder pajearla mientras chupaba. Había recuperado con creces las ganas perdidas.

- pará, pará que me vas a hacer venir, te quiero coger. - me dijo, sacándome el dulce de la boca.

Me hizo arrodillarme en el banco, en 4, la cola apuntando para arriba, la cabeza y los brazos sobre el banco. Yo todavía estaba lubricado y dilatado. Igual él me escupió y desparramó la saliva buscando el agujero.
Metió un dedo y, al ver lo fácil que entraba siguió con dos y tres. Me contaba lo que hacía con comentarios.

- pero la puta que te parió! qué abierto tienes este culo! te lo dejó bien la Sara, y tan suavecito!
Me moví hacia atrás, deseando que de una vez me la metiera. - ya va ya va, no seas impaciente, qué ganas tienes de que te rellene ese agujero, puto de mierda.

Le gustaba insultarme.

- eres reputo, y dime, tú mujer, sabe lo puto que eres? sospecho que sí, tiene que saberlo y seguro que además eres cornudo, flor de cornudo, no? te gusta que folle con otros? la acompañas y te la cascas mientras la miras? eh? te gustaría que la cogiera yo?, cuéntame, te gustaría?

= Me vas a coger o solo vas a hablar? - le dije, para provocarlo un poco.

Me pego un palmada fuerte en una nalga y después me abrió con las dos manos, separando los cachetes y exponiendo bien mi cola. Ahora vas a ver, puta, me dijo.

Se acercó, apoyando la verga mojada, dura y de un empujón me metió un pedazo, bruscamente, mientras me daba otra cachetada fuerte. Me dolió! Y mucho! Grite, y me volvió a pegar, sin moverse, dejando que me abriera, acostumbrándome a su invasión.
Así, de a poco, me termino de abrir y cuando estuvo toda adentro comenzó con un rico mete y saca.
Se sentía muy bien, entrando y saliendo, suave, estimulando la piel del culo y los músculos al estirarlos para entrar. Lo hacía como un cogedor experimentado, dando y tomando placer.
Sentí que me acababa sin tocarme, del placer que me daba, y me lo dejé ir, esa noche necesitaba eso, había sido muy duro el susto !!
Fue un orgasmo largo y fuerte, largos chorros de leche cayeron sobre el banco, un desahogo muy deseado.
El mílico se dio cuenta, se reía. Se vino adentro mío.
- si serás puto, te viniste sin tocarte, y cómo te late el culo cuando te acabas , me vas a sacar la leche, siiiiii!, asiiiiii,!! toma puto! toma todo adentro! Resoplaba mientras me cogia fuerte y hondo. Asombrosamente sentí los latidos de su polla cuando me inyectaba la leche.
Me ha pasado muy pocas veces. Pero cuando ocurre es muy memorable!
Se salió y se sentó en el banco. Hice lo mismo a su lado, apoyando mi cabeza en su hombro, entregado. Ambos con nuestras pollas desnudas y blandas.
Pasó su brazo sobre mis hombros y me dio un beso en la boca. Le respondí y nos besamos largo, labios húmedos y lenguas. Me reí.
- no me imaginaba esa mariconada tuya!!

Se rio el también, me dio una palmada en la pierna y se paró, arreglándose la ropa.
- vamos, es tarde.
Fue una corta tregua, lo llevé cerca de su casa y volví a la mía. Me pidió y me dio su teléfono.
Cuando llegue a casa vino el tercer capítulo, otro gran lío. Fernanda estaba nerviosa y enojada.
 
Fernanda estaba nerviosa, si, por si me había pasado algo.
Pero estaba más q nerviosa, estaba muy, ¡pero muy enojada!
Me atacó en la misma puerta, ya bañada y vestida para dormir. No me dejó decirle nada:

- de donde mierda vienes? ¿Se puede saber? ¿Qué te dio hoy? ¿Con quién estuviste? ¡Y no me digas “corriendo” porque te saco a patadas a dormir a la calle! ¿Me entiendes?

Trate de calmarla y de que me escuchara.
Cuando lo logré le conté todo lo que pasó, sin omitir nada.

Me miraba sin decir nada, pero sus gestos decían todo. ¡No estaba nada contenta, no!

Tampoco demostró ninguna empatía por la situación tan angustiante que acababa de vivir ni por la horrible perspectiva en que me encontré.
Su cara expresaba todo lo contrario.
Cada vez se enojaba más. Yo me ponía cada vez más nervioso.

¡Nadie quiere ver a Fernanda enojada, lo aseguro!
¡Y es peor aún, cuando sabe que tiene razón!
Mil veces me dijo que no tuviera contacto con los trans. Nunca le hice caso. Me cuidaba muy bien de contarle nada.

Ahora había salido de un lio, pero estaba metido en otro. Lo mejor era no discutir, dejarla hablar y desahogarse, diciéndome de todo, y esta vez, lo reconozco, con razón.

Cuando llegué cerca del final, al milico llevándome de nuevo al parque, explotó.
Nunca lo había hecho, me pegó una trompada que me dio vuelta la cara. Furiosa, gritaba:

-lo único que faltaba, que fueras ahora el amante de un policía corrupto, lo único, imbécil, bien decía mi madre que no me casara contigo, que no te veía sincero,

¡La madre, si vos supieras de tu madre! pensaba yo mientras la aguantaba sin oírla.

Cuando vio que no iba a discutir nada, vio que aceptaba sus reproches y reconocía mis errores, empezó a aflojar. Menos gritos, más preguntas.
Y finalmente, a reirse de mi estupidez.
Ya más des contraída, viendo el lado cómico de la situación, me preguntaba de todo.

- y así que la trava, o el trava en realidad, dice que se llama Sara, qué nombre para elegir! y te cogió bien? ah, es cierto que no llego a casi nada. Pero que sinvergüenza el milico ese, primero te chantajea y después te coge. ¿Y ese, te cogió bien? acabaste?
Y esa vez se invirtió la situación usual, donde era ella la que salía y la que me contaba después sus experiencias con otros.
Se agregó para facilitar eso, el que, como dije, estaba vestida para dormir. Ella duerme con una camiseta larga, como pijama y sin ropa interior.
Estábamos sentados en la sala de casa, le puse la mano en el muslo y fui subiendo, hasta llegar a la concha, que encontré bien mojada.
Y entonces le conté todo, desde el principio, pero poniendo énfasis en la descripción de las partes sexuales de la historia, con mucho detalle.

Le conté como me buscaba Sara, lo que hice con ella y después lo que me decía el milico, (por entonces sin nombre, no se lo pregunté y no me lo dijo). Y luego entré en detalles, como hacía Fernanda cuando me contaba sus aventuras.
Cómo tenía la verga, que hacía, que me decía, como era chuparla, y finalmente, como me había cogido y como me había acabado, yo primero y luego él.

Fernanda se fue mojando la concha mientras la tocaba y le contaba, suspiraba, cada vez más caliente. hasta que le llegó un buen orgasmo.
Pero Fernanda no para con uno. Me hizo traer en arnés con una polla de silicona y me folló. Por 3era vez en la noche, tuve el culo ocupado, con 3 pollas diferentes.
Mientras lo hacía, yo otra vez en 4, se dedeaba el coño, buscando el segundo, mínimo para que ella esté tranquila
No demoró en conseguirlo.
A mí se me paró lo suficiente como para cogerla un poco, sin demorar el darle leche en la concha, mientras me hacía repetir el cuento del polvo del milico.

Quedamos en tan buenas relaciones esa noche que se quedó pensando en cogerse a Sara y al milico, para ver cómo eran y compartir impresiones conmigo. Nunca lo hizo.
 
Es una pena que nadie más tenga experiencias de este tipo en el matrimonio o de novios o amantes.
me gustaría leer si otros también son dominados por su corneadora esposa o novia o por su novio, si lo tuvieran.
 
Una historia de sumisión interesante es la que le sucedió a Fernanda con una amiga de Ana, su mejor amiga.

Tami, por Tamara, estaba de novia con un americano de California, Ronnie, que había llegado navegando hacía ya un año.
Le gustó vivir aca y se quedó a pasar el invierno. Mientras, trabajaba preparando el barco, un estupendo 12 metros, para el regreso.
Había llegado navegando en su velero por toda la costa americana del Pacifico, después cruzó por el estrecho de Magallanes y ahora planeaba volver por el Atlántico y cruzar por el canal de Panamá.
Tenía mucho dinero y vivía en el Hilton, donde tenía una suite tomada desde hacía casi un año. .
Era joven, unos 30 años y no trabajaba casi nada, apenas un rato en su computadora donde hacía sus “business”. Alto rubio, ojos celestes, siempre bronceado por el sol, de físico atlético y barba tupida. Estaba muy bueno, decían Ana y Fernanda. Ninguna de las dos se lo habían podido coger. Por algo no le interesaban. Yo les decía que era porque a los 40 eran muy viejas para el, y no les gustaba nada!
Tami era secretaria en una empresa de Bolsa, donde había conocido a Ronnie. Era muy joven, 22 o 23 años, bonita, bastante inocente en comparación con Ana o Fernanda, a quienes admiraba.
Finalmente el barco estuvo pronto para enfrentar al océano Atlántico, equipado y aprovisionado. Ronnie invitó a 3 amigos del club a que lo acompañarían hasta Rio.
Sus planes llegaban hasta ahí. Después estaba todo abierto, todo era posible. A veces pensaba seguir a California, otras veces cruzaba a África o al Mediterráneo. Depende, decían. Y cuando le preguntaban de que dependía, se reía y contestaba que no sabía de que, de las ganas que tuviera.
Organizaron una fiesta de despedida en el barco para la noche antes de la partida. Algo para comer, y mucho para beber. Esas eran las fiestas de Ronnie!
Hacía mucho calor a fines de enero. Una noche totalmente despejada, sin viento.
Cuando estuvieron todos a bordo Ronnie arrancó el motor y salió del puerto, anclando en una bahía cercana, a unos 15 minutos de navegación. Ahí estaban solos y tranquilos, el agua era más limpia que en el puerto y podrían bañarse tranquilos.
Estaban desparejos, 4 hombres y solo 2 chicas, y ambas con novio a bordo.
Era el único problema.
 
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