Capítulo 7
Valeria no había vuelto a mencionar lo sucedido en casa de Carlos. El silencio había sido su refugio durante los días siguientes al encuentro, pero sabía que no podía seguir así por mucho tiempo. El peso de lo que había hecho, de lo que ambos habían planeado, era demasiado grande como para ignorarlo. Sabía que Oscar, en algún momento, querría hablar sobre lo que sucedió, y aunque ella lo había anticipado, enfrentarlo sería más difícil de lo que había imaginado. Esa noche, apenas unos días después del encuentro, Oscar finalmente rompió el silencio. Estaban acostados en la cama, y Valeria podía sentir la tensión en el aire, el modo en que Oscar la miraba, como si hubiera estado esperando el momento adecuado para hacer las preguntas que lo habían estado consumiendo.
—Valeria… —su voz era suave, pero cargada de algo más, una mezcla de ansiedad y deseo—. Necesito saber. ¿Lo disfrutaste?
Valeria se quedó en silencio con sus ojos fijos en el techo. Sabía que esta pregunta llegaría, pero aún así, enfrentarlo la llenaba de una mezcla de vergüenza y confusión. ¿Cómo podía responderle? ¿Cómo explicarle lo que realmente había sentido, cómo decirle que había sido un polvazo?
—Sí, pero no mucho— le mintió—. Fue diferente.
Oscar respiró hondo, su pecho subiendo y bajando con una rapidez que Valeria no pudo ignorar. Había algo en su mirada, un dolor profundo que nunca había visto.
Valeria cerró los ojos por un momento, intentando ordenar sus pensamientos. ¿Cómo podía poner en palabras lo que había experimentado? Había sido más intenso de lo que imaginó, más excitante, pero también más perturbador. Se sintió atrapada entre dos mundos: el deseo que había sentido con Carlos y el amor que siempre había tenido por Oscar.
—Fue… diferente —dijo, eligiendo sus palabras con cuidado para no herirlo más —. Carlos fue gentil.
Oscar se quedó en silencio, pero Valeria podía ver cómo su respiración se aceleraba. Sabía que, no lo estaba pasando bien. Verla con otro hombre, imaginar lo que había sucedido en esa casa, lo hacía sentir una mezcla de celos y dolor que lo consumía.
—Me alegra saberlo, Valeria. Me alegra saber que no lo disfrutaste tanto. Pero… —hizo una pausa, acercándose más a ella—. Quiero que recuerdes que, sin importar lo que sucedió con él, tú eres mía. Siempre lo serás.
Las palabras de Oscar eran posesivas, pero no había rencor en ellas, solo un deseo profundo de reafirmar su conexión con Valeria. A pesar de lo que habían compartido con otro hombre, Oscar seguía queriéndola, deseándola como siempre. Valeria, por su parte, sintió una oleada de emociones. El deseo que había sentido con Carlos seguía presente en su memoria, pero ahora, en ese momento, era Oscar quien ocupaba su mente, su cuerpo y su corazón. Lo amaba. Siempre lo había amado.
—Soy tuya cariño—susurró finalmente, mirándolo a los ojos—. Siempre lo seré. Aunque en su mente flotaba una duda intensa, qué pasaría si quería tener otro bebé, ¿volvería a hacerlo, se divorciaría? Con ese pensamiento cerró los ojos y esperó que el sueño la atrapara.
Oscar sonrió, ajeno a la tormenta que había en su mujer, y esa fue la única respuesta que necesitaba. El juego había terminado. Ahora, lo que quedaba era su vida juntos.
El tiempo pasó rápido, aunque si no quedaba embarazada tendría que volver a follar con Carlos hasta conseguirlo, de momento decidió que algún día tenía que hablar con Carlos y hacerle ver que fue una aventura y que no significó nada más.
Y no fue hasta unas semanas después cuando Valeria comenzó a notar los primeros signos de cambio en su cuerpo. Los pequeños mareos matutinos, el cansancio inexplicable, y esa intuición profunda que parecía estar gritando algo en su interior. Podría estar embarazada. La idea la llenaba de un pánico y una alegría que se entrelazaban en su pecho como un torbellino. Una mañana, incapaz de soportar más la incertidumbre, Valeria salió temprano a la farmacia. Cuando regresó, Oscar se había marchado ya al trabajo. Entró al baño con el test de embarazo en la mano, sus dedos temblorosos mientras lo abría y lo colocaba sobre el lavabo. El tiempo de espera fue eterno. Valeria observaba la tira con una mezcla de terror y esperanza, preguntándose cómo cambiaría su vida si la respuesta era positiva. ¿Estaba realmente lista para esto? Cuando finalmente el resultado apareció en la pequeña pantalla del test, el mundo de Valeria se detuvo.
Positivo.
Valeria se apoyó en la pared, sus piernas temblando bajo su peso. Estaba embarazada. El sueño que había tenido desde que podía recordar, el deseo profundo de ser madre, estaba finalmente a su alcance. Pero junto a la euforia, había algo más. Una duda persistente que no desaparecía. ¿Podría realmente criar a este bebé sabiendo que no era de Oscar?
Horas después, Valeria se sentó en la mesa del comedor, el test de embarazo en las manos, esperándolo a él. Oscar había salido temprano esa mañana, y Valeria sabía que tenía que decírselo en cuanto llegara. Sabía que él lo había deseado tanto como ella, pero en ese momento, no estaba segura de cómo reaccionaría. Las emociones en su interior seguían en conflicto. ¿Qué sucedería cuando Oscar supiera que el plan había funcionado? Cuando Oscar finalmente regresó a casa, Valeria lo observó mientras se quitaba la chaqueta y se acercaba a ella con una sonrisa ligera, sin saber lo que estaba a punto de escuchar.
—¿Todo bien? —preguntó él, mirándola con la preocupación habitual que siempre la reconfortaba.
Valeria tragó saliva y extendió el test de embarazo sobre la mesa, permitiendo que Oscar lo viera. Su mirada pasó del test a los ojos de Valeria, y por un momento, el silencio llenó la habitación. Entonces, su expresión cambió lentamente, una mezcla de sorpresa y alegría que hizo que los ojos de Valeria se llenaran de lágrimas.
—¿Es… es real? —preguntó Oscar en voz baja, casi como si no se atreviera a creerlo.
Valeria asintió, sin poder contener más las lágrimas. Estaba embarazada. Oscar la rodeó con los brazos, y por un instante, ambos se dejaron llevar por la alegría de la noticia. Habían logrado lo que tanto deseaban, lo que parecía imposible. Oscar la besó en la frente, sus manos temblando mientras la abrazaba con fuerza.
—Vamos a ser padres —susurró, su voz llena de una mezcla de felicidad y alivio.
Pero mientras Oscar la sostenía, Valeria no podía evitar que las dudas comenzaran a invadirla de nuevo. ¿Qué pasaría cuando naciera el bebé? Sabía que Oscar lo amaría, que lo criaría como si fuera suyo, pero una parte de ella no podía dejar de preguntarse si alguna vez se resentiría por ello. Este no era su hijo biológico, y aunque Oscar lo había aceptado, esa realidad la atormentaba. Por un momento, Valeria se permitió sentir la felicidad, se dejó llevar por la emoción de Oscar. Pero las dudas seguían allí, como una sombra persistente que no desaparecía. A medida que los días pasaban, las preguntas comenzaron a acumularse en su mente. ¿Qué pasaría cuando naciera el bebé? ¿Cómo se sentiría Oscar cuando viera los rasgos de Carlos reflejados en el rostro de su hijo? Sabía que Oscar lo amaría, lo había prometido, pero Valeria no podía evitar temer que, en algún momento, la realidad de la biología fuera más fuerte que el amor.
Finalmente decidió que debería hablar con Carlos y hacerle ver lo inevitable. Quedaron en una cafetería para hablar de lo sucedido y no darle falsas esperanzas, porque a pesar de su embarazo había seguido viéndose con Carlos para charlar y tomar café de vez en cuando.
Carlos y Valeria estaban sentados en un rincón apartado de una cafetería, en la penumbra de la tarde, y ambos sabían que la conversación que estaban a punto de tener iba a cambiar las cosas. Carlos la miraba en silencio, con una sonrisa melancólica, como si intuyera que algo estaba por terminar. Valeria, sin embargo, mantenía la mirada fija en su taza, dándole vueltas al café, buscando las palabras para decirle lo que él debía entender sin hacerle daño.
—Carlos… —comenzó Valeria, con un tono suave—. Creo que ha llegado el momento de poner las cosas en claro, antes de que esto se vaya de las manos.
Carlos levantó la mirada, sus ojos fijos en los de ella, expectantes.
—¿En claro? —preguntó, ladeando la cabeza, aunque había un brillo de comprensión en su mirada—. Supongo que eso significa que ya no nos veremos de la misma manera.
Valeria esbozó una leve sonrisa, algo culpable, y asintió.
—Mira, lo que hemos compartido ha sido… —Valeria hizo una pausa, eligiendo sus palabras—. Ha sido intenso, especial. No te imaginas lo que significó para mí. Pero es importante que entiendas que esto, lo nuestro, no es algo que pueda durar.
Carlos la observó en silencio, asimilando sus palabras, y entonces, respiró profundamente antes de asentir.
—¿Por qué siento que esto es una despedida? —preguntó, con una sonrisa suave, pero un tanto resignada.
Valeria bajó la mirada y luego volvió a levantarla, sus ojos reflejando tanto gratitud como firmeza.
—Porque, en el fondo, lo es. Yo estoy casada, Carlos. Mi vida, mi hogar, mi historia… todo eso está con Oscar. —Valeria tomó un respiro, manteniéndose firme en su decisión—. Lo nuestro fue… una aventura, algo que significó mucho para mí, pero que debe quedarse en el pasado. Me hizo mucha ilusión volverte a ver pero se nos fue de las manos, no te culpo porque la que está casada soy yo, pero es mejor que esto quede como un bonito recuerdo.
Carlos tragó saliva y apartó la mirada, claramente herido, pero su voz era calmada cuando volvió a hablar.
—¿Solo una aventura? —preguntó, su tono lleno de algo más que simple curiosidad—. Porque, para mí, significó más que eso. Pensé que…
Valeria le tomó la mano, en un intento de suavizar el golpe, y sonrió tristemente.
—Para mí también fue importante. Pero necesito que entiendas que, para mí, esto solo podía ser algo pasajero. Nunca tuve la intención de que fuera más allá.
Carlos la miró, procesando sus palabras, intentando comprender. Hizo una pausa antes de responder.
—Entonces… no hay nada que pueda decir que cambie lo que has decidido, ¿verdad?
Valeria negó con la cabeza, apretando su mano suavemente.
—No, Carlos. Lo siento… pero esto no va a cambiar.
Carlos asintió lentamente, soltando su mano y mirándola con una mezcla de tristeza y aceptación. Después de un momento de silencio, sonrió, aunque la tristeza seguía presente en su mirada.
—No te preocupes, Valeria. Lo entiendo. Y… te agradecería que no me vuelvas a contactar, no quiero sentirme como alguien que solo quieres para echar un polvo. Cuídate.
Valeria sonrió con tristeza y alivio a la vez, y en ese momento, ambos sabían que lo que habían compartido quedaría en el pasado, guardado como un recuerdo. Nunca sabría qué el bebé que crecía en su interior era suyo.
Una noche, cuando Valeria ya estaba avanzada en el embarazo, se sentaron juntos en el sofá, observando las ecografías que el médico les había dado.
—Se ve tan perfecto —murmuró Oscar, con una sonrisa tierna mientras observaba la pequeña figura en la imagen.
Valeria lo miró, su corazón latiendo con fuerza en el pecho. Sabía que este era el momento de hablar sobre lo que ambos habían estado evitando.
—Oscar… —empezó, con voz temblorosa—. ¿Qué vas a sentir cuando nazca? ¿Cuando veas al bebé y… tal vez se parezca a Carlos?
Oscar se quedó en silencio por un momento, su mirada aún fija en las ecografías. Valeria lo observó, temiendo la respuesta.
—Lo he pensado —dijo finalmente, con la voz baja—. Sé que probablemente se parecerá a él, y sé que eso podría ser difícil al principio. Pero Valeria, este bebé será nuestro en todos los sentidos que importan. Yo lo criaré como si fuera mío, porque lo será. Tú eres mi vida, y este bebé es parte de eso.
Valeria dejó escapar el aliento que había estado conteniendo. Las palabras de Oscar la reconfortaban, aunque las dudas seguían ahí, latentes. Amaba a Oscar, más de lo que podía expresar, pero sabía que esta situación sería una prueba para ambos.
—Gracias… —susurró, apoyando la cabeza en el hombro de su esposo—. Sé que no será fácil, pero te prometo que, juntos, lo lograremos.
El día que nació el bebé fue el clímax de todo lo que Valeria había estado esperando y temiendo. El parto fue difícil, pero al final, sostener a su hijo en brazos fue la experiencia más poderosa de su vida. Cuando Oscar entró en la habitación del hospital y vio al bebé por primera vez, las lágrimas llenaron sus ojos.
—Es perfecto —murmuró, tomando al bebé en brazos con una ternura que hizo que Valeria llorara también.
Mientras Oscar lo sostenía, Valeria lo observó con una mezcla de amor y alivio. Sabía que, sin importar lo que hubiera sucedido, sin importar los lazos biológicos, este era su hijo, y juntos lo criarían con todo el amor del mundo. Las dudas no desaparecieron por completo, pero en ese momento, Valeria supo que había tomado la decisión correcta. Oscar era su vida, y el bebé que habían traído al mundo era un reflejo de su amor, más allá de cualquier otra cosa.
Habían comenzado una nueva vida juntos, y aunque el futuro sería complicado, lo enfrentarían de la mano, como siempre lo habían hecho.
Fin.