Mi sobrina de 18 años y yo (Relato real)

Que bien que tú sobrina sepa que estás compartiendo vuestra historia con todos nosotros, estoy seguro que cuándo la lea y sepa lo cachondos que nos ha puesto sólo con imaginarla gracias a tu descripción te espera una buena sesión de sexo.
 
Hola. Me está gustándo mucho el relato de tus experiencias y la manera en que lo narras. Deseando leer la próxima entrega.
Muchas gracias. Creo que podré continuar durante el fin de semana, ahora estoy hasta arriba de trabajo y de otro tipo de obligaciones. Incluso hace ya casi 3 semanas que, por falta de tiempo, no he podido ver a Teresa (aunque sí hablamos casi a diario por ********).
 
Que bien que tú sobrina sepa que estás compartiendo vuestra historia con todos nosotros, estoy seguro que cuándo la lea y sepa lo cachondos que nos ha puesto sólo con imaginarla gracias a tu descripción te espera una buena sesión de sexo.
Pues llevamos casi tres semanas sin vernos por sus estudios y por mi trabajo, así que puedes imaginar las ganas que tenemos de encontrarnos.
 
Continúo. Perdonad la demora, pero están siendo días muy intensos en el trabajo y no tengo tiempo para nada (y cuando llego a casa, menos).

Terminé contando el morboso encuentro de masaje y sexo oral con mi sobrina. Y cómo, tras el mismo, ella me confesó que desde el primer día que me vio con la polla al aire en el baño, aunque su cabeza intentaba quitarse cualquier idea sexual (por ser yo su tío, por tener 30 años más que ella...), cada vez que me veía (que allí en el apartamento era todo el rato), no podía evitar lanzar su mirada a mi paquete y, por extensión, no podía evitar que su cuerpo se encendiera. Que era algo nuevo para ella y que le gustaba mucho sentirse así.

Cuando Teresa añadió, mientras nos arreglábamos esperando a que llegara la familia del cine, que necesitaba más, que necesitaba sentirme dentro, yo le dije que me sentía muy honrado pero que había que ir poco a poco, que todo lo que pudiera pasar debía ser sin prisa, disfrutando cada momento, como acababa justamente de pasar.

Llegaron los cinéfilos, fuimos a comer unas hamburguesas y la noche transcurrió dentro de la más absoluta normalidad. Y en la madrugada, nuevo encuentro en el baño, maravilloso como cada noche, pero con el añadido de nuestras miradas cómplices tras lo que había pasado esa tarde.

Yo me acosté feliz, pletórico, con la tranquilidad de saber que lo que estaba pasando era de total y mutuo acuerdo y con el morbo de ver y sentir a mi sobrina de esa manera.

El día posterior transcurrió sin nada reseñable porque no hubo oportunidad de estar a solas de manera natural, así que solo tuvimos el encuentro del baño en la madrugada.

A la mañana siguiente, en un momento en el que estábamos en la playa, Teresa me comentó apenada que le había venido la regla, que esperaba que no me enfadase. Yo le dije que en absoluto, que no se preocupase, que como le había dicho dos días atrás, lo que tuviese que pasar sería con naturalidad y sin provocar nada, y que si en algún momento ella o yo no teníamos alguna circunstancia que nos impedía hacer nada, no había que enfadarse ni entristecerse, sino esperar el siguiente encuentro con más ganas.

Me sonrió, y en ese día y en los dos siguientes solo tuvimos el encuentro de la madrugada. En la tercera de estas madrugadas, tuve que confesarle a Teresa que tenía ganas de ella, y ella me dijo que estaba igual, que necesitaba que por lo menos la tocase.

Los dos sonreímos, y con las mismas llegó el día siguiente, ya 15 de agosto. Quedaban pocos días para la vuelta a casa (el 18 por la mañana saldríamos de regreso). Yo ya no sabía si era capaz de cumplir mi promesa de no provocar nada, deseaba a mi sobrina. No quería provocar un momento para penetrarla, porque ahí sí tenía claro que si ello llegaba a pasar iba a ser cuando no hubiera ningún tipo de prisa, cuando pudiéramos estar juntos y disfrutar del antes, del durante y del después de ese momento.

Pero sí tenía que buscar el modo de poder encontrar un tiempo para nosotros, aunque solo fuera para magrearnos. No le dije nada a ella de mi plan, porque no quería que se preocupase por eso, era algo que debía ser cosa mía.

Ese día, 15 de agosto, era día importante en La Manga, pues se celebraba la festividad de la Virgen de la Asunción organizada por la Asociación de Mujeres Virgen del Mar. Mi cuñada (devota como mi suegra), propuso, además del plan habitual de playa, ir a misa y a alguna procesión por la tarde. Ella se había encargado de mirar que había misa a las 19 horas con procesión posterior. Mi cuñado, que es un buenazo, no dijo que no. Mi mujer, que no es de naturaleza tan devota como mi cuñada pero es creyente y le gustan mucho esas liturgias, dijo que también se sumaba, y a la orden de ella también irían mis hijos.

Mi mujer ya sabía que yo, que estudié en un colegio de curas y desde que lo dejé, aunque soy creyente, soy amigo de pocas celebraciones, así que les dije que yo me quedaba en una terraza y que cuando terminasen me avisaran. Y según estaba diciendo esto, miré profundamente a mi sobrina, y le pregunté:
  • Y tú, Teresa, qué vas a hacer?
Se quedó petrificada. Ella, que siempre y al igual que mi cuñado, había hecho lo que mi cuñada ordenaba, le preguntó a su madre:
  • Tengo que ir?
  • No quieres?, dijo mi cuñada.
  • No mucho, prefiero quedarme e irme a dar un baño y a tomar el sol en la playa, pero si tú quieres que vaya, voy -dijo mi sobrina.
  • Bueno, pues haz lo que quieras, respondió mi cuñada, nos vemos luego y ya está.
Y así quedaron.

Pasó la mañana, yo muy encendido, y después de comer, a eso de las 17.30 horas, mi sobrina dijo que iba a la playa. Como una hora después salimos el resto de casa, todos hacia la iglesia. Les acompañé hasta allí, y me despedí de ellos en la puerta quedando en vernos al final de toda la celebración.

Fue verles entrar y de inmediato saqué el teléfono y llamé a mi sobrina. Y le dije:
  • Hola, preciosa! Te apetece tomar un helado en casa?
  • Y no va a haber masaje?, me respondió ella.
  • Depende de la prisa que te des, le dije yo entre risas.
  • Pues para allá voy, añadió ella.
  • Hasta ahora.
Cinco minutos tardé yo en llegar al apartamento y diez minutos después lo hizo ella. No sé si era que la veía con otros ojos, que la deseaba o que realmente era así, pero la vi hermosa y radiante. Traía su pelo largo mojado aún de la playa, y un pareo rosa y morado que le favorecía mucho.

Como me he extendido mucho y queda mucho que contar de esa tarde, Intentaré seguir contando en los próximos dos días. Gracias de nuevo por leerme.
 
Continúo. Perdonad la demora, pero están siendo días muy intensos en el trabajo y no tengo tiempo para nada (y cuando llego a casa, menos).

Terminé contando el morboso encuentro de masaje y sexo oral con mi sobrina. Y cómo, tras el mismo, ella me confesó que desde el primer día que me vio con la polla al aire en el baño, aunque su cabeza intentaba quitarse cualquier idea sexual (por ser yo su tío, por tener 30 años más que ella...), cada vez que me veía (que allí en el apartamento era todo el rato), no podía evitar lanzar su mirada a mi paquete y, por extensión, no podía evitar que su cuerpo se encendiera. Que era algo nuevo para ella y que le gustaba mucho sentirse así.

Cuando Teresa añadió, mientras nos arreglábamos esperando a que llegara la familia del cine, que necesitaba más, que necesitaba sentirme dentro, yo le dije que me sentía muy honrado pero que había que ir poco a poco, que todo lo que pudiera pasar debía ser sin prisa, disfrutando cada momento, como acababa justamente de pasar.

Llegaron los cinéfilos, fuimos a comer unas hamburguesas y la noche transcurrió dentro de la más absoluta normalidad. Y en la madrugada, nuevo encuentro en el baño, maravilloso como cada noche, pero con el añadido de nuestras miradas cómplices tras lo que había pasado esa tarde.

Yo me acosté feliz, pletórico, con la tranquilidad de saber que lo que estaba pasando era de total y mutuo acuerdo y con el morbo de ver y sentir a mi sobrina de esa manera.

El día posterior transcurrió sin nada reseñable porque no hubo oportunidad de estar a solas de manera natural, así que solo tuvimos el encuentro del baño en la madrugada.

A la mañana siguiente, en un momento en el que estábamos en la playa, Teresa me comentó apenada que le había venido la regla, que esperaba que no me enfadase. Yo le dije que en absoluto, que no se preocupase, que como le había dicho dos días atrás, lo que tuviese que pasar sería con naturalidad y sin provocar nada, y que si en algún momento ella o yo no teníamos alguna circunstancia que nos impedía hacer nada, no había que enfadarse ni entristecerse, sino esperar el siguiente encuentro con más ganas.

Me sonrió, y en ese día y en los dos siguientes solo tuvimos el encuentro de la madrugada. En la tercera de estas madrugadas, tuve que confesarle a Teresa que tenía ganas de ella, y ella me dijo que estaba igual, que necesitaba que por lo menos la tocase.

Los dos sonreímos, y con las mismas llegó el día siguiente, ya 15 de agosto. Quedaban pocos días para la vuelta a casa (el 18 por la mañana saldríamos de regreso). Yo ya no sabía si era capaz de cumplir mi promesa de no provocar nada, deseaba a mi sobrina. No quería provocar un momento para penetrarla, porque ahí sí tenía claro que si ello llegaba a pasar iba a ser cuando no hubiera ningún tipo de prisa, cuando pudiéramos estar juntos y disfrutar del antes, del durante y del después de ese momento.

Pero sí tenía que buscar el modo de poder encontrar un tiempo para nosotros, aunque solo fuera para magrearnos. No le dije nada a ella de mi plan, porque no quería que se preocupase por eso, era algo que debía ser cosa mía.

Ese día, 15 de agosto, era día importante en La Manga, pues se celebraba la festividad de la Virgen de la Asunción organizada por la Asociación de Mujeres Virgen del Mar. Mi cuñada (devota como mi suegra), propuso, además del plan habitual de playa, ir a misa y a alguna procesión por la tarde. Ella se había encargado de mirar que había misa a las 19 horas con procesión posterior. Mi cuñado, que es un buenazo, no dijo que no. Mi mujer, que no es de naturaleza tan devota como mi cuñada pero es creyente y le gustan mucho esas liturgias, dijo que también se sumaba, y a la orden de ella también irían mis hijos.

Mi mujer ya sabía que yo, que estudié en un colegio de curas y desde que lo dejé, aunque soy creyente, soy amigo de pocas celebraciones, así que les dije que yo me quedaba en una terraza y que cuando terminasen me avisaran. Y según estaba diciendo esto, miré profundamente a mi sobrina, y le pregunté:
  • Y tú, Teresa, qué vas a hacer?
Se quedó petrificada. Ella, que siempre y al igual que mi cuñado, había hecho lo que mi cuñada ordenaba, le preguntó a su madre:
  • Tengo que ir?
  • No quieres?, dijo mi cuñada.
  • No mucho, prefiero quedarme e irme a dar un baño y a tomar el sol en la playa, pero si tú quieres que vaya, voy -dijo mi sobrina.
  • Bueno, pues haz lo que quieras, respondió mi cuñada, nos vemos luego y ya está.
Y así quedaron.

Pasó la mañana, yo muy encendido, y después de comer, a eso de las 17.30 horas, mi sobrina dijo que iba a la playa. Como una hora después salimos el resto de casa, todos hacia la iglesia. Les acompañé hasta allí, y me despedí de ellos en la puerta quedando en vernos al final de toda la celebración.

Fue verles entrar y de inmediato saqué el teléfono y llamé a mi sobrina. Y le dije:
  • Hola, preciosa! Te apetece tomar un helado en casa?
  • Y no va a haber masaje?, me respondió ella.
  • Depende de la prisa que te des, le dije yo entre risas.
  • Pues para allá voy, añadió ella.
  • Hasta ahora.
Cinco minutos tardé yo en llegar al apartamento y diez minutos después lo hizo ella. No sé si era que la veía con otros ojos, que la deseaba o que realmente era así, pero la vi hermosa y radiante. Traía su pelo largo mojado aún de la playa, y un pareo rosa y morado que le favorecía mucho.

Como me he extendido mucho y queda mucho que contar de esa tarde, Intentaré seguir contando en los próximos dos días. Gracias de nuevo por leerme.
Buff me he quedado con ganas de mas
 

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