Me pregunto, retóricamente, cómo puede la señora ser tan puta. Y lo hago retóricamente porque veo que la señora ha cogido el gusto a mostrar sus encantos a sabiendas de las reacciones que provocan. Esos senos con los pezones queriendo salir del enrejado, esa curvilínea grupa que apenas se oculta tras un vaporoso atuendo de bailarina.
Tiene la señora la virtud de la provocación. Y seguro que imagina la señora lo que puede pasar por mi mente al verla de esa guisa. Podría decir que la imagino ofreciéndose en la sala de recepción de un piso de meretrices, y que tras elegirte de entre todas, te llevaría de la mano al dormitorio, te follaría la boca hasta provocarte arcadas, te tiraría sobre la cama, boca abajo, y apartándote el tanga te follaría el culo, más bien te lo reventaría, haciéndote gritar de dolor y de placer hasta dejarte el orificio escocido, y por supuesto, lleno de mi leche. Y después de haberte usado, allí te dejaría, tendida sobre la cama, después de arrojar a tu lado los billetes por el servicio. Podría decirle todo eso a la señora, pero no lo haré, ya sabe que soy un caballero