Cuenta la historia...
Que eran dos almas
que se encontraron un día,
sin buscarse,
sin siquiera imaginarse
que serían parte un capricho de la vida,
un complot, un desatino
o una simple casualidad del destino.
El amor no estaba en sus planes,
tampoco querían complicarse.
No eran amigos, ni novios,
tampoco amantes,
solo dos personas que se gustaban,
para dar rienda suelta
al placer unos instantes.
Se buscaban en las noches solitarias,
se encontraban en los momentos de soledad,
pero nunca se atrevían esa línea cruzar;
a dar el siguiente paso
por miedo a perder lo que ya tenían,
por miedo tal vez
a lo que después pueda pasar.
Se hacían el amor incontables veces,
lo hacían tan suave
que cuando se besaban
dejaban este mundo,
y cuando lo hacían fuerte y rudo;
sus gemidos hacían temblar
de la habitación los muros.
Lo hacían con tanta pasión y entrega
que el tiempo se detenía a observar.
Ellos se comían a ratos,
a escondidas, a eternidades,
entre fuego y sombra...
Solo bastaba una llamada,
ella solo esperaba una invitación y él,
él la buscaba para suavemente devorarla,
para escribir a besos sobre su vientre
y en su estrecho caliente
las más perversas poesías.
Ella fingía no amarlo,
sólo desearlo, pero sin darse cuenta
poco a poco de él se fue enamorando.
Era inevitable no ceder
a sus más oscuras fantasías,
pues mientras más
sus piernas se resistían,
más fiero era el deseo
de con sus lengua poseerla.
Ella había probado otra bocas,
pero solo con la suya de entregaba,
solo con la suya volaba.
Y así pasaron noches y días,
entre risas y miradas cómplices,
entre sábanas cálidas
y despedidas frías.
Hasta que un día, sin saber cómo;
se dieron cuenta de que algo
igual no se sentía,
de que algo había cambiado.
Se percibía en el aire,
en la piel erizada,
al tacto húmedo de su cavidad
con el hierro al rojo vivo de su virilidad
cuando ambos se fundían,
esa chispa que
el alma les estremecía...
Ya no eran sólo amigos,
pero tampoco amantes,
eran algo más, aunque no sabían definirlo.
Se querían con locura, pero temían perderse,
por eso seguían siendo ese ”casi algo”,
que era mejor a no tenerse, a no sentirse.
Pero fue más grande la cobardía,
el miedo a la suerte de caer en el amor,
que un día se separaron sin razón,
que decidieron echarle la culpa
al posible fracaso
sin antes haberlo intentado,
sin antes haber apostado el corazón.
O quizá fue una de las ironías del destino;
algo que queremos tener
y no podemos
ni con todas nuestras fuerzas retener,
esa cobardía que nos paraliza
y nos impide entregarnos
plenamente por miedo a perder...
Cuando esto pasó,
ella tomó sus alas y echó a volar.
Él se convirtió en poeta y le escribió incansablemente letras
que la pudieran alcanzar.
No para que vuelvan,
sino para poder olvidar;
que fueron ese ”casi algo”
que nunca pudieron concretar,
ese intento fallido de un amor de verdad...
