No el más raro, pero si "raro reciente"

: En la salita de control de un párking. Por trabajo, tuve que ir a las oficinas de un cliente de Barcelona, algo lejos de mi curro, así que lo programé para viernes al mediodía (la tarde libro). El caso es que se me "olvidó" Grindr abierto y, cuando salgo del ascensor que da a la calle, después de aparcar me saltan tres mensajes,dos lejanos y uno MUY cerca. Lástima que el perfil no fuese mi tipo: de perfil un torso rellenito (hasta ahí bien),180cm de altura y muy de pelo en pecho, vaya, un osazo de libro. Iba a contestarle por educación diciendo que sólo curioseaba y que iba al curro, pero me llega una fotopolla

que hizo que me parase en la acera.
-Cinco de capullo, tres de barra y 15 de largo hasta los cojones-, apareció bajo ella. Cambié mi respuesta por un -¡Mmm...! ¿Estás ahí en media hora?-, contesté. -¡Claro!-, apareciendo otra imagen del glande super brillante y con alguna gota de precum asomando, -¿Estás parado en la acera con un portátil, pantalones azules y camisa rosa?-. ¡Joder! Eso me acojonó bastante. Hasta que me citó en la cabina de control del párquing dónde había aparcado después de mandarme una foto de cara. El cabrón tenía una trampa para maricones con cámaras en todas partes...

Total: que liquido el trabajo tan rápido cómo puedo, no sin antes pedir a la chica de recepción por el baño (Menos mal que mi "putikit" siempre va conmigo. Enema cortito, algo de agua como pude, lubricante Bioglide anal, compresa para no manchar y el plug mediano para dentro

). Salí disparado de la oficina tras firmar el parte y me planté ante la pequeña cristalera del cuarto de control del párquing. El oso me abre, me invita a entrar y, sin más, baja una persiana eléctrica (la que activa el letrero de "Responsable en tareas de mantenimiento" y el teléfono de empresa, ¡Menudo hipócrita!

y, antes de que pueda dar un vistazo a los monitores (incluido el de la calle que me pilló) y apreciar un colchón de espuma que no debería estar en el suelo, ya está el tio sin pantalones.
-¡Mira como está ya, marica!-, me instruye. Sus primeras palabras. la foto no metía: totalmente recta, champiñón super acusado, ni larga ni corta, caliente al tacto... Me arrodillo sobre el colchoncito y, sin más, me la trago. ¡Buenísima! Mi lengua diferencia clarísimamente el capullo del tronco, pensando que, al sacarla me va a partir pero no puedo parar de mamar. -¡Para cabrón, qué me voy a correr!¡Ponte que te follo!-, me instruye.
Me descalzo con más prisa que tino, pantalones, braguitas y compresa fuera y, tras pasarle un condón y dos sobres de lubri, me apoyo en la mesa ante los monitores exhibiendo mi culete. -Quítalo despacio-, le pido refiriéndome al plug. -Vaya puta me ha tocado-, dice el oso tras enfundársela (le quedaba raro el condón con tanto glande) y retirando el juguete como le dije no sin antes follarme un poco con él. Justo cuando sale, noto el capullo punteando mi ojete, abriéndose paso. -Uf, uf...-, jadeé. -Aguanta, mariconcito-, me aconsejó apretando un poco más

. Notaba mi culo abriéndose demasiado cuando, de pronto: -¡Ah, me partes!-, chillé en cuanto entró. Sin pararse, hasta que se metió todo. De la barra, casi ni me enteraba

Pero el casco del nabo arrasaba mi recto por dónde pasaba. -¡Ya, maricón!¡Ya la tienes toda!-, me informó. Lo corroboré como suelo hacer, llavando mi mano hasta mis huevos y, si cuento cuatro, ya me tienen empalado

. -¡Jodeme!Pero no la saques hasta el final-, le imploré. El tio empezó a barrenarme y a darme placer. Era una follada rara: casi sólo notaba el capullo moviéndose por dentro de mi culete

como el pistón de un coche subiendo y bajando del cilindro. Eso y ver en los monitores a gente de todos los pelajes, familias, hombres, mujeres, seguro que algún marica como yo esperando turno... me dió por reir

.
-¿De qué te ríes, maricona?-, inquirió. -¡Ay, es que me encanta esta polla!-, medio mentí. Y, en una pérdida de control, se le salió. Creí que se llevaba mi esfínter con ella. -¡Oh, joder!-, acusé sólo para sentir como, tras una ración más de lubricante, volvía a entrar. Me emboló un par de minutos más y, agarrándome la cintura que casi me rompe, se clavó a fondo y, entre bufidos y palabras inconexas, se vació en el condón. -


Espera, no la saques-, le pedí con la esperanza que se le bajase y me doliese menos la extracción. -Vale-, concedió llevando una de sus manazas a mi pichulina que creció bajo su atención y empezando una paja.
-Creo que ya puedes sacarla-, dije cuando noté la cabeza del champi no tan grande. A pesar de todo, noté cuando salía y también que, debido a la pérdida de vigor, el condón quedó parcialmente alojado en mi ojete. Luego, no es que me sorprendiese, pero sí agradecí, fue él quien se arrodilló en la colchoneta y se tragó mi pollita

. Nada mal para un activo. Dándose cuenta de que el condón seguía en mi trasero, metió uno de sus dedazos y lo retiró, lo que hizo, claro, que me corriese como una bendita en su boca


.
Y ya. Lo escupió en una papelera, me dejó lavarme un poco en un minúsculo baño, me vestí y, no sin darme un vale para el importe de mi parquing, me indicó la puerta de mantenimiento (no por la que entré). -Bueno, ya sabes dónde hay aparcamiento cuando vuelvas-, me instruyó mientras ya salía...