Capítulo 19: La historia de Rocío (Parte 2):
- ¿Qué buscabas? – pregunté intrigada.
- La pistola de mi padre.
- ¡Dios mío! – exclamé al comprender las implicaciones de lo que Rocío me decía.
- Me vestí como el Amo me había indicado, sin usar ropa interior, pero mi intención era únicamente lograr que me dejara entrar en su casa.
- ¿Ibas a matarle? – exclamé horrorizada.
- Estaba completamente decidida. O eso creía yo.
Estaba flipando con lo que escuchaba. Aunque, en realidad, tampoco era nada tan extraño. ¿Acaso no había deseado yo misma que Jesús se muriera la noche después de nuestro primer encuentro?
- Me dirigí a la dirección que figuraba en la tarjeta y subí al piso. Jesús me abrió la puerta y, al verle, me quedé paralizada.
- ¿Por qué? – pregunté.
- ¡Porque estaba en pelotas y empalmado, tonta – exclamó Gloria riendo, incapaz de permanecer callada ni un segundo más.
- Exactamente. Cuando le vi, con el pene erecto apuntando hacia mí, con la piel brillante por el sudor… sentí cómo mi vagina se estremecía, mientras un escalofrío me recorría de la cabeza a los pies.
- Ya me imagino – asentí.
- Durante un instante, me olvidé por completo de mis intenciones y me quedé mirando embobada su erección. Entonces escuché la risilla del Amo, lo que me devolvió a la realidad.
- Vaya, vaya, has tardado un poco más de lo que pensaba. Pensé que vendrías ayer mismo.
- No… no… - acerté a responder
- Y bien, ¿has traído tu entrada?
- Comprendí perfectamente a qué se refería, así que lentamente, me subí la falda para que pudiera verificar que iba sin bragas. Lo hice con cuidado, pues llevaba la pistola a mi espalda, metida en la cinturilla de la falda, no fuera a ser que se cayese.
- Jesús, al comprobar que llevaba el coño al aire, sonrió y la hizo pasar – continuó Gloria, necesitada de hablar – Yo, que no quería que me pillaran espiando, corrí a la cama y me eché encima de un salto. Pocos segundos después, entró en el cuarto Jesús, aún con su empalmada en ristre, seguido por esta guarrilla, con una cara de acojone que daba risa.
- Era normal – intervine –teniendo en cuenta lo que pensaba hacer…
- Sí, supongo – coincidió mi alumna – Pues bien, Jesús se tumbó a mi lado y empezó a acariciarme las tetas. Me empujó un poco para que quedara de espaldas a él, estando los dos de costado y empezó a frotarme la polla por mi rajita desde atrás, lo que me hizo abrir las piernas, loca porque continuase con la faena, pero entonces…
- Jesús me indicó que me desnudara – siguió Rocío – Durante un segundo estuve tentada de obedecerle, pero logré reunir valor suficiente y saqué la pistola apuntándoles a ambos.
- Lo de valor suficiente es un decir - interrumpió Gloria - Porque las manos le temblaban tanto que, aunque estaba a menos de un metro de nosotros, no creo que nos hubiera acertado a ninguno.
- ¿No te dio miedo? – pregunté dirigiéndome a Gloria.
- ¿Estás de coña? – exclamó ésta - ¡Casi me cago encima del colchón! De no ser porque Jesús me agarró con fuerza, impidiéndome levantarme, hubiera quedado una silueta de mí atravesando la puerta de la casa…
- Yo también estaba asustadísima… No comprendo cómo se me ocurrió hacer aquello – susurró Rocío.
Estuve a punto de decirle que la comprendía, pero me lo pensé mejor y callé, no fuera a ser que alguna le contara a Jesús que yo también había pensado en cargármelo.
- Pues ni te cuento yo. En mi vida me habían apuntado con un arma. Y espero que esa fuese la última vez…
- Ya me imagino – coincidí.
- Estaba aterrorizada – siguió Rocío – A esas alturas no sé si pretendía hacerle daño de verdad, creo que realmente no me hubiese atrevido a apretar el gatillo, pero al menos quería darle un susto de muerte al Amo, vengarme y humillarle… hacerle suplicar por su vida, porque sentía que eso me ayudaría a recuperar el control de la mía pero…
- Pero, ¿qué? – pregunté al ver que Rocío detenía la narración.
- No conseguí nada – concluyó.
- ¿Por qué no?
- Porque el Amo no se amilanó lo más mínimo.
- Vaya, así que has decidido acabar conmigo para vengarte – me dijo tranquilamente.
- ¡Sí, cabrón, voy a volarte las pelotas! – respondí, enfadada sobre todo porque él no se mostrara asustado.
- Pues vale, si es lo que quieres hacer…
- ¿Q… qué?- balbuceé sin podérmelo creer.
- Yo tampoco podía creérmelo – interrumpió Gloria.
- Que si es lo que quieres hacer… no puedo hacer nada para impedírtelo. Estoy tumbado en la cama y tú estás de pié con un arma. Si intento quitártela me volarás la cabeza, así que no puedo hacer nada. Si estás decidida a ir a la cárcel, adelante, dispara.
- ¡Voy a hacerlo! – grité reuniendo los pocos arrestos que me quedaban.
- Pues hazlo. Pero antes quiero pedirte dos pequeños favores.
- ¿Có… cómo? – murmuré.
- Que me concedas dos favores antes de matarme. Ya sabes, la última voluntad del condenado.
- Ha… habla – tartamudeé.
- Primero, que no le hagas daño Gloria. Ella no tuvo la culpa de lo que pasó y no podría haber hecho nada para impedirlo. Además, si yo se lo ordeno no testificará en tu contra en el juicio así que no tendrás que preocuparte.
- ¡Cuánto quise a Jesús en ese momento! Casi me echo a llorar – exclamó Gloria, incapaz de contenerse.
- Y… ¿y el otro...? – susurré.
- Que me dejes terminar el polvo que estaba echando. No quisiera morirme empalmado sin haberme corrido.
- No podía creérmelo. La desfachatez del Amo me dejaba anonadada. Nada estaba saliendo como yo había planeado.
- Quien calla otorga – dijo el Amo al ver que yo me había quedado con la boca abierta.
- Y ni corto ni perezoso me endiñó un cipotazo desde atrás. Yo no me lo esperaba para nada, pues no podía creerme que se dedicara a follarme tranquilamente mientras una loca nos apuntaba con una pistola, pero, cuando quise darme cuenta, ya la tenía enterrada hasta el fondo y me estaba propinando sus formidables culetazos en el coño.
- Me quedé atónita al ver cómo empezaba a tener sexo con el Ama Gloria ignorándome por completo. Yo miraba estúpidamente la pistola, como queriendo asegurarme de que realmente estaba allí…
- Y Jesús, importándole todo un bledo, siguió folla que te folla, sujetándome bien fuerte, no fuera a ser que me diera por salir cagando leches de allí.
- ¿Y te hubieras escapado dejándole allí? – pregunté.
- ¡Ay, cariño! ¡En cuanto me la metió se me fueron de la cabeza todas las ideas de fuga! ¡No sé si fue porque aquel podía ser su último polvo, pero lo cierto es que me aplicó un tratamiento de primera categoría.
- Madre mía – dije sin saber si reír o llorar.
- Jesús siguió martilleándome el coño a lo bestia. Cuando se hartó de la posición me cogió por la cintura y, sin sacármela, me puso a cuatro patas y siguió follándome de rodillas desde atrás. Me penetraba con violencia, con empellones secos y certeros, que me hacían ver las estrellas. Me corrí a lo bestia, escuchando cómo su polla chapoteaba en mi inundado coño.
- ¡Es verdad! – exclamó Rocío - ¡Aquel sonido! El ruido que hacía su pene al clavarse me estaba volviendo loca. Me sentía caliente, no podía pensar con claridad. Mis ojos estaban fijos en el pene del Amo, viendo cómo se hundía una y otra vez en Ama Gloria… y yo solamente deseaba ocupar su lugar….
- Déjate ya de tonterías y únete a nosotros. Desnúdate de una puta vez – me ordenó el Amo de repente.
- Y obedecí. Como un autómata dejé caer la pistola sobre la alfombra. Con rapidez, me despojé del jersey, la minifalda y los zapatos y me subí a la cama donde el Amo seguía hundiéndose una y otra vez en ella – dijo Rocío apretando levemente sobre los hombros de Gloria – Me acerqué al rostro del Amo e intenté besarle, pero él apartó la cara, poco dispuesto a perdonarme.
- ¿Quieres besarme? – siseó - ¿Crees que voy a besar a una furcia que ha intentado matarme? ¡Aún te queda mucho antes de que te permita algo semejante!
- Jesús, yo… - balbuceé confundida.
- ¡Nada de Jesús, zorra! ¡Para ti soy, ahora y para siempre tu AMO!
- Sí, Amo, lo que usted diga – asentí.
- Y si quieres besar algo de mí, puedes empezar por ¡MI CULO!
- Entendí perfectamente lo que el Amo me pedía. Ya lo había hecho antes con otros chicos. Me arrodillé detrás de él y le separé las nalgas con mis temblorosas manos, hundiendo mi cara en medio. Enseguida, empecé a estimular su ano con mi lengua, chupándolo con ardor y tratando de llegar cada vez más adentro.
- Aquello le gustó mucho a Jesús, pues empezó a jadear y a gemir de placer y redobló sus esfuerzos en mi coño. Yo se lo agradecí con un nuevo orgasmo, que me dejó ya medio desmayada y sin fuerzas, aunque a él le dio igual pues siguió follándome con las mismas ganas.
- ¡Límpiamelo bien, puerca! – gritó Jesús - ¡Que esta mañana he cagado un montón y no me he limpiado!
- ¿En serio? – exclamé incrédula.
- ¡Bah! – dijo Gloria – era una mentira para humillar a Rocío. ¿No te has dado cuenta de que Jesús es muy limpio?
- Sí, era mentira – dijo Rocío – Y yo lo sabía, pero me encendió el que me insultara. Tenía la vagina empapada….
- Jesús te calibró bien, ¿eh guarrilla? – rió Gloria.
- Sí. El leyó a través de mí y comprendió mis auténticos deseos…
Las miré un par de segundos, atónita y alucinada por lo que me estaban contando. Aunque, en el fondo, lo que pensaba es que me hubiera gustado estar en su lugar.
- Cuando Jesús notó que iba a correrse me la sacó del coño y apartó a Rocío de un empujón, dejándola tumbada sobre el colchón. De rodillas acercó su polla hasta la cara de esta guarra y se la metió en la boca hasta la garganta.
- Casi me ahogo de la impresión, su pene se abrió paso sin compasión entre mis labios y se deslizó por mi garganta. No pude soportar las arcadas y traté de apartarme, pero el me sujetó con fuerza, manteniendo mi cara apretada contra su ingle.
- Y se corrió, claro – aseveré de forma totalmente innecesaria.
- ¡Y tanto que lo hizo! – rió Gloria - ¡Esta golfa no podía con tanta leche y gemía y lloraba tratando de escapar de Jesús, pero él se mantenía firme vaciando las pelotas en su garganta!
- Comprendí que lo único que podía hacer era tragármelo todo – siguió Rocío con entusiasmo – aunque no podía con tanto semen y parte se escapaba por la comisura de mis labios, pues tenía toda la boca llena. Cuando el Amo estuvo satisfecho, me empujó a un lado y yo caí sobre el colchón, escupiendo sobre la alfombra gruesos pegotes de semen.
- Me dio hasta pena verla así, pero ni se me pasó por la cabeza protestar, no fuera a ser que me hicieran a mí lo mismo – dijo Gloria.
- Vamos, venid conmigo, que estoy todo sudado y quiero ducharme – ordenó Jesús.
- En cuanto salió del dormitorio ayudé a Rocío a levantarse. Tenía miedo de que se cabreara otra vez y cogiera de nuevo el arma, pues Jesús había pasado olímpicamente de ella y la había dejado allí tirada.
- Pero a mí ni se me pasó por la imaginación hacer algo semejante. Sólo quería ir detrás del Amo y hacer lo que me ordenara, para ver si así recibía un premio como el Ama Gloria.
- Le seguimos al baño y nos metimos todos en la bañera, donde las dos nos dedicamos a lavar el cuerpo de Jesús.
- Sí, ya sé cómo va eso – dije.
- Lo que le hacíamos debía de gustarle, pues poco a poco la polla fue poniéndosele morcillona. Entonces nos ordenó que se la chupáramos. Ni cortas ni perezosas nos arrodillamos frente a él y procedimos a asearle el falo con nuestras lenguas, mientras éste crecía cada vez más.
- Cuando estuvo bien duro – siguió Rocío – el Amo me obligó a darme la vuelta y a ofrecerle mi culo.
- Con la habilidad que le caracteriza en estos menesteres, Jesús se la colocó en el culo y se la clavó hasta el fondo, mientras Rocío gritaba como si le rompieran el alma.
- Es que me dolió mucho, Ama Gloria, yo no esperaba que me sodomizaran con tanta fuerza, sino que pensaba que el Amo iba a usar mi vagina.
- Sea como fuere, los gritos de esta golfa molestaron a Jesús.
- Tápale la boca a esta puta, Gloria – me ordenó.
- Y claro, yo se la tapé con lo que más tenía a mano.
- Déjame que lo adivine – la interrumpí riendo – Le pusiste el coño en la boca.
- ¡Toma, claro! ¡Y la verdad es que me lo comió bien comido! ¡Desde luego no era su primera vez.
- No, no lo era. Como mi Amo me ordenaba que le diera placer al Ama Gloria, yo me dediqué a ello con ahínco, mientras sentía cómo el pene del Amo se hundía una y otra vez en mi trasero. Poco a poco el dolor fue menguando y enseguida me encontré disfrutando al máximo.
- ¡Digo! ¡No veas cómo gemía y aullaba contra mi coño! ¡Había hasta eco! – exclamó Gloria.
- Eso es mérito suyo - retrucó Rocío haciéndonos reír a la tres.
- Jesús siguió dale que te pego en el culo de ésta hasta que se hartó y se la clavó en el coño.
- ¡Oh, fue maravilloso cuando la verga del Amo se deslizó en mi vagina! ¡Me sentí tan feliz que llegué al orgasmo!
- Y yo también. Cuando esta guarra se corrió me chupó el coño con tantas ganas que yo también me corrí.
- Por desgracia el Amo también estaba a punto y llegó al clímax enseguida, pues por mí hubiéramos seguido así para siempre. Su semen inundó mi vientre como antes había hecho en mi boca y me sentí feliz y satisfecha.
- Será mejor que empieces a tomar la píldora si es que no lo haces ya – me dijo el Amo mientras se retiraba de mi interior – Aunque la verdad es que me importa una mierda si lo haces o no.
- Sí, que lo hago… Amo – respondí.
- Pues vale.
- Dicho esto terminó de enjuagarse y salió de la bañera con una toalla.
- ¡Recoged esta pocilga! – nos gritó.
- Obviamente, ambas obedecimos rápidamente – dijo Rocío.
- Y tanto. El resto del fin de semana fue más o menos igual. Jesús nos hizo estar desnudas a todas horas y nos usaba cómo y cuando quería – dijo Gloria.
- Sí. Yo estaba deseando en todo momento que el Amo viniera y se encargara de mí.
- Supongo que por la novedad, Jesús se folló a esta guarra más veces que a mí ese fin de semana.
- Lo siento mucho, Ama – dijo Rocío, de nuevo compungida.
- ¡Bah! No fue culpa tuya. Además, yo también tuve mi ración, pues Jesús me dijo que podía ordenarle a Rocío lo que me diera la gana.
- Y tú le pediste el tratamiento completo, claro – dije sonriendo.
- El completo… varias veces. Y el completísimo… Unas cuantas también – respondió Gloria sonriendo a su vez.
- El Amo me usó como quiso, lo que me llenó de felicidad. Por ejemplo, esa noche televisaron el partido de su equipo y el Amo me hizo chupársela mientras veía el partido.
- ¡Seguro que se corrió cuando marcaron un gol! – reí.
- Bueno, la verdad es que primero marcaron los del otro equipo. El Amo se enfadó y dijo que era culpa mía, por no chupársela bien, por lo que me dio unos azotes.
- ¿Que era culpa tuya? – exclamé sorprendida.
- Era solamente una forma de marcar territorio – intervino Gloria – Aunque el culo se lo dejó como un tomate.
- No me importó. Me había portado muy mal con el Amo… le había amenazado con un arma… me merecía el castigo – dijo Rocío con la mirada baja.
- Esa noche yo dormí con Jesús en la cama – dijo Gloria – Y ésta tuvo que dormir en la alfombra… con el consolador negro otra vez metido en el coño…
- ¿En serio? – exclamé atónita - ¿Te ató otra vez?
- No, no – dijo Rocío meneando la cabeza – Sólo me hizo dormir con el dildo alojado en mi interior. Y ni siquiera fue entero…
- ¿Y por qué hizo eso?
- Para que aprendiera cual era mi lugar.
Las tres nos quedamos calladas. Rocío se mostraba ahora un tanto cohibida, como si se avergonzara ahora de todo lo que me había contado.
- El domingo por la noche regresó Esther a la casa. Jesús sabía que su padre no vendría, así que nos quedamos con él las tres – dijo Gloria – Entonces nos indicó a su madrastra y a mí que, a partir de entonces, Rocío sería una más del grupo y que cualquiera de nosotras podría ordenarle lo que le viniera en gana, pues tendría que obedecernos como si se tratara de él.
- A mí no me importó en absoluto – siguió Rocío – Pues lo único en que podía pensar era en que Jesús volviera a usarme como le complaciera.
- Y entonces instauró lo de los rangos – intervine.
- ¡No, no! Eso fue mucho después. En ese momento éramos sólo tres y, aunque Esther y yo no nos llevábamos muy bien, todavía no era necesario nada semejante, pues Jesús se las apañaba para tenernos controladas. Esther me veía como algo parecido a la novia de Jesús, por lo que se sentía celosa y me incordiaba todo lo que podía, pero Rocío… no era una amenaza para nadie, pues lo único que quería era que le mandáramos cosas.
- Sí, así descubrí mi verdadera naturaleza – dijo la chica.
- ¡Joder! – exclamé - ¡Menuda historia! ¡Y yo que pensaba que lo mío había sido fuerte! ¡No sé si habría podido soportar lo que te pasó a ti!
- Oh, sí que lo hubieras hecho… - dijo Rocío mirándome enigmáticamente.
Un nuevo silencio sepulcral se apoderó de la sala del jacuzzi.
- Pero no te creas que todo fueron cosas malas para nuestra Rocío, ¿verdad, nena? – dijo Gloria.
- No, por supuesto que no – respondió la aludida.
- Sí, ya lo pillo – intervine yo – Lo que a ella le gusta es ser humillada y maltratada por todos, así que se lo pasa muy bien con todo esto.
- ¡No sólo me refiero a eso! – exclamó Gloria - ¡Hablo de cambios en su vida!
- ¿En su vida? – pregunté extrañada.
- ¡Claro! – exclamó Gloria – A partir de ese instante, Jesús la apartó de esa pandilla de macarras que abusaban de ella.
- Para abusar de ella él mismo – pensé en silencio.
- Se acabaron los trapicheos de drogas, las peleas y los follones. Como se veía que Rocío no valía para estudiar bachillerato, le consiguió plaza en una academia de estética. ¡Y lo pagó todo de su bolsillo!
- ¿En serio? – exclamé sorprendida.
- ¡Y tanto! Entre los tres buscamos cual podría ser la vocación de Rocío y descubrimos que era muy buena con los masajes, así que la metimos en el cursillo y ya lleva casi un año trabajando aquí. Le va muy bien, folla cuanto quiere y gana un buen dinero ¿verdad, golfilla?
- Es cierto. Además, desde mi posición puedo colaborar para que las el Amo y las otras siervas puedan disfrutar de estas instalaciones – dijo la chica.
- ¿Y no pueden pillarte? – pregunté.
- No lo creo. Tengo mucho cuidado. Pero, si pasara algo… mantengo una relación con el encargado del centro y estoy segura de que podría evitar el castigo.
- Eso es por todo lo que le haces, guarrilla… - bromeó Gloria salpicando con agua a Rocío.
- Y eso… ¿te lo ordenó Jesús? – indagué.
- ¡Oh, no! El Amo nos permite a todas mantener relaciones con quien queramos, siempre que estemos listas en cualquier momento para que él pueda usarnos. Martín es simplemente… algo así como un novio.
- ¿Y disfrutas con él? – pregunté mirando fijamente a Rocío.
- Ni la milésima parte que con el Amo – respondió ella sin dudar un segundo – Aunque me temo que eso mismo me pasaría con cualquier hombre que no fuera él.
Eso mismo me temía yo.
Rocío tuvo que marcharse a seguir con sus quehaceres, pues se había hecho tarde y ya no íbamos a tener tiempo de aplicarnos los tratamientos de belleza, así que ella se reincorporó al trabajo.
Gloria y yo seguimos charlando un rato más, especialmente sobre Rocío y su particular relación con el grupo, hasta que el pellejo empezó a ponérsenos como los garbanzos en remojo.
Así me enteré de que Jesús se enfrentó con un par de macarras de la pandilla de Rocío, que no se resignaban a quedarse sin su juguete favorito, pero por lo visto eran unos mierdas y no se atrevieron con él.
Rocío, además, descubrió así quienes eran sus auténticos amigos dentro de su grupo y quienes se juntaban con ella para aprovecharse, con lo que consolidó una fuerte amistad con un par de chicas, a las que ella misma ayudó a salir de esos ambientes tan feos.
Aquello me dejó mucho más tranquila, pues el relato de la historia de Rocío había hecho que me formara una imagen de un Jesús despótico y sin sentimientos y eso era algo que no acababa de gustarme.
Pero al final comprendí que no era así, sino que Jesús, simplemente, nos daba a cada una lo que necesitábamos.
Hartas de estar en remojo salimos del jacuzzi y nos pusimos los albornoces. No hizo falta llamar a nadie para salir de allí, pues Gloria se conocía las instalaciones como la palma de la mano y me llevó sin problemas al cuarto donde estaba mi ropa.
Tras vestirnos, nos reunimos de nuevo en el hall y allí rellené el formulario para darme de alta como socia, que entregamos a la recepcionista. Justo cuando nos marchábamos, Rocío apareció para despedirse y Gloria, sorprendiéndome, le dio dos cariñosos besos en las mejillas. Yo la imité.
- De vez en cuando agradece una pequeña muestra de cariño – me susurró mientras nos marchábamos.
Gloria me cayó todavía mejor después de eso.
……………………………………
Cuando llegamos al bloque era bastante tarde, casi la hora de cenar. Nos montamos juntas en el ascensor y Gloria se despidió de mí en el cuarto, quedando en venir a recogerme por la mañana para ir juntas al colegio. Aunque no tan temprano como ese día.
- Y tranquila, que mañana no hay que masturbar a ningún conserje – me dijo sonriendo mientras se cerraba la puerta del ascensor.
Mi encantador novio me esperaba con la cena preparada, cosa que le agradecí enormemente. Como estaba hambrienta, prácticamente devoré la comida. Como estaba cachonda, prácticamente devoré su polla cuando nos fuimos al dormitorio.
Fue una noche de sexo genial. Pero me dormí algo insatisfecha, pues ese día no había estado con mi Amo Jesús.
A veces parece mentira cómo los problemas se solucionan por si solos. Estaba preocupada por cómo justificar ante Mario mi ausencia la semana siguiente para el cumpleaños de Jesús (porque estaba segura de que esa noche volvería tarde a casa) cuando él, mientras desayunábamos el martes por la mañana, me anunció que le habían cambiado los destinos y que al final tendría que marcharse el sábado, teniendo que pegarse por lo menos una semana en ruta.
En ese preciso instante afloró mi lado más hipócrita, pues mientras me lamentaba en voz alta por tenerle otra vez lejos tanto tiempo, por dentro me sentía contenta y aliviada. Un problema menos.
Tras acabar de desayunar me vestí a toda prisa, pues Gloria debía estar a punto de llegar. Precisa como un reloj, en cuanto estuve lista pegaron al timbre, con lo que sólo tuve que detenerme un segundo para despedirme de Mario antes de reunirme con mi alumna.
Supongo que Mario estaba un poco extrañado porque me dedicara ahora a llevar a mi vecina al instituto, pero si era así no comentó nada.
Gloria me saludó con su sonrisilla maliciosa mientras trataba de echar un vistazo dentro de mi piso, intentando atisbar a Mario. Me daba igual.
Interiormente, esa mañana me sentía muy inquieta y nerviosa. Mientras me vestía, le había estado dando vueltas al coco para determinar la causa de mi nerviosismo, hasta que llegué a la simple conclusión de que todo se debía a que, el día anterior, no había recibido las atenciones de mi Amo.
Sentí incluso un ramalazo de celos al recordar que Jesús había pasado la noche con Kimiko, la dulce japonesa que había conocido por la tarde.
Y lo que era peor, como los martes no tenía clase con el grupo de Novoa, era muy probable que ese día también trascurriera sin que mi Amo viniera a ocuparse de mí. Menuda mierda.
Pero, como he dicho al principio, a veces los problemas se solucionan solos.