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Capítulo 24: Lo de Gloria con Yoshi:
...
Concentrada en lo que estaba haciendo, no percibí los pasos que se me acercaban por detrás, por lo que di un gran respingo cuando, inesperadamente, dos manos me rodearon y se apoderaron de mis senos, estrujándolos con fuerza.
Durante un segundo, mi corazón se disparó desbocado, soñando con que quizás se trataba de mi Amo, que había venido a buscarme…
Mi gozo en un pozo.
Me lo estoy pasando de miedo. A ver esas manos ... yo apuesto por el director.Capítulo 24: Lo de Gloria con Yoshi:
- Casi. Aún faltaba un incidente más – dijo ella.
- Lo de Gloria con Yoshi.
- Precisamente.
Aunque ya me sentía suficientemente achispada, tenía la boca seca así que pedí otra ronda más.
- Las dos semanas de Gloria en mi restaurante fueron larguísimas. Al principio me mostré un poco dubitativa, pidiéndole cosa sencillas, que ayudara con las mesas, que recibiera a los clientes… cosas así. Pero el Amo no se mostraba satisfecho con eso y me empujaba a exigirle más, para comprobar los límites de su sumisión.
- ¿Y cómo se enteraba?
- Nos veíamos casi todos los días, para “practicar” ya sabes y me pedía informes. Y si no nos veíamos, me llamaba por teléfono.
- Así que empezaste a pedirle más a Gloria.
- Exacto. Todas las tareas desagradables iban para ella, limpiar los retretes (qué guarros sois los españoles por cierto), sacar la basura, fregar las ollas… Y ella lo hacía todo sin rechistar, aunque nunca logré borrar de su cara el desafío y el desprecio, lo que me irritaba profundamente.
- ¿Y tu hermano? – pregunté sabiendo por donde iban los tiros de la historia.
- Estaba todo el tiempo en el restaurante. Ni siquiera en los periodos en que estuvo echándome una mano con el local pasó allí tanto rato. Estaba fascinado con Gloria y deseando sin duda llevársela a la cama, lo que me ponía todavía más celosa y enfadada con ella.
- Ya veo.
- Cuando llegó el último día de obediencia de Gloria, ella llegó al local con una sonrisa de oreja a oreja, pavoneándose orgullosa por haber logrado quedar encima de mí. Y yo decidí borrar esa sonrisa.
- Ya sé cómo lo hiciste.
- Precisamente. En los dos o tres últimos días había estado sugestionando a mi hermano, incitándole a que se lo montara con ella, hablándole de lo buena que estaba y de lo mucho que había disfrutado cuando se lo chupó. Fue muy sencillo entonarle. Como acercar una cerilla a un bidón de gasolina.
- Ya lo supongo.
- Esa tarde, después del servicio de medio día, envié a mis empleados a casa con la tarde libre, cerrando el local al público. Cuando Gloria se dio cuenta, intuyó que algo iba a pasar y por primera vez vi miedo en su mirada. Me gustó mucho.
- Eres diabólica - siseé fascinada.
- Es verdad. Cuando todos se hubieron marchado, la llamé a mi despacho. Cuando entró, se encontró conmigo sentada a mi mesa, sonriendo. Mi hermano, por su parte, la esperaba sentado en el sofá, completamente desnudo y con el mástil apuntando al techo. Gloria inmediatamente supo lo que iba a pasarle y se asustó mucho.
- Mientras le decía eso cogí mi móvil, que estaba sobre la mesa y me puse a buscar el número del Amo.
- No – dijo con voz temblorosa – Cualquier cosa menos eso.
- No hay problema – dije con firmeza – Márchate.
- Resignada, Gloria aún tardó unos instantes en claudicar. Finalmente, su orgullo venció y no queriendo ser vencida por mí, decidió obedecer hasta el final. Lentamente, se desnudó por completo, sin vergüenza, como demostrándome que nada de lo que yo hiciera podría apartarla del Amo. He de reconocer que admiré su valor, porque el simple hecho de mirar la formidable barra de carne que la esperaba bastaba para estremecerse.
- ¡No lo hagas! Por favor – me suplicó una vez más.
- Gloria, esta es la última orden que te doy. Cúmplela y tu castigo habrá terminado. O no lo hagas y tendrás que despedirte del Amo para siempre. Tú eliges.
- Por favor, no lo digas – imploró.
- Fóllate a mi hermano – sentencié.
- Y se acostó con él.
- Digo que sí. Yoshi se tumbó boca arriba en el sofá y ella se arrodilló junto a él. Supongo que con la intención de lubricar aquello un poco, Gloria la chupó y lamió por todas partes, ensalivándola a conciencia. Mi hermano gemía y jadeaba, disfrutando como un loco, cada vez más cachondo y deseoso de follarla.
- No me extraña.
- Por fin, Gloria dejo de lamer y se incorporó, decidida a acabar con aquello cuanto antes mejor. Como pudo, se situó a horcajadas sobre mi hermano y, lentamente, fue empalándose en su verga. A medida que aquella cosa la penetraba, la expresión de la muchacha iba cambiando, poniendo una cara de asombro que resultaba casi cómica.
- Sí, un hartón de reír sin duda – dije para mí.
- Con un buen trozo incrustado en la vagina, pero aún con un gran pedazo fuera, Gloria comenzó a cabalgar sobre mi hermano, apoyando sus manos en el pecho de él para impedir quedar ensartada por completo. Obviamente, intentaba deslizar la verga en su interior con mucho cuidado, moviéndose muy despacio.
- Normal.
- Yoshi-chan, muy excitado, llevó sus manos a los pechos de la chica y empezó a acariciarlos dulcemente. Ella agradeció el gesto con una sonrisa, pero siguió muy concentrada en moverse despacito sobre la verga. Cada vez que bajaba sobre ella, un rictus de dolor se dibujaba en su cara, pero hay que reconocer que, hasta ese momento, la chica se defendía bastante bien.
- ¿Y qué pasó?
- El problema fue que mi hermano, excitado hasta el límite, quería más, así que empezó a subir a su vez su pelvis, de forma que, cuando ella bajaba, se metía una porción cada vez mayor de rabo. Y claro, aquello le hacía daño.
- Pero Yoshi estaba empezando a perder el control y no aguantó mucho rato.
- No, no, por favor – suplicaba la chica – Déjame a mí.
- ¿Qué hizo?
- De repente, Yoshi se incorporó y abrazó a Gloria, pegando la cara a sus pechos, chupándolos y lamiéndolos. Ella intentaba no romper el ritmo, seguir metiéndose aquella cosota lentamente, manteniendo el control. Pero onii-chan quería otra cosa.
- ¿Y?
- Cuando quise darme cuenta, onii-chan se puso en pie, llevando a Gloria empalada en su hombría. Era incluso gracioso ver cómo se mantenía en pie con una chica empotrada en su entrepierna, mientras ella se aferraba como podía a su cuello para evitar clavarse hasta el fondo.
- Madre mía.
- Con un gesto brusco, Yoshi-chan la tumbó en el sofá boca arriba, con él encima y esta vez fue él quien se encargó de marcar el ritmo de la follada.
- Pobrecilla. Cómo la dejaría.
- Ni te lo imaginas. Ya completamente fuera de control, Yoshi-chan empezó a bombearla con fuerza. Tras cada empellón, podía ver cómo su polla penetraba cada vez más profundamente, Gloria, con la boca desencajada, aullaba de dolor y placer. Parecía decir algo, pero no se le entendía absolutamente nada.
- Ahora sí que estaba preocupada. Yo sabía (porque él me lo había dicho) que eran muy pocas las mujeres que eran capaces de recibir todo su trozo en su interior y que, además, tenía que follarse a esas pocas elegidas muy lentamente. Sin embargo, con Gloria mi hermano perdió completamente el control y se la folló a lo bestia. Por fortuna, no tardó mucho en correrse, con lo que pronto se la sacó y se pajeó la monstruosa verga hasta dejar el desmadejado cuerpo de Gloria pringado de semen.
- ¡¡UUUAAAAAAHAHHAAAAA! ¡MI COLMPO!¡DIOOOSSSSS! ¡NOOOOO!
- ¡Sí, guarra, sí! ¡Tómala toda! – aullaba mi hermano mientras seguía insultándola, alternando el castellano con el japonés.
- ¿Y Gloria?
- Inconsciente. Se desmayó al poco de ser penetrada. No se movía en absoluto, parecía muerta.
- ¡No me jodas!
- Yoshi, que parecía haber recuperado la razón, se preocupó por ella y trató de despertarla, pero no consiguió nada. Bastante asustados, intentamos reanimarla, pero Gloria seguía desmayada en el sofá.
- Por Dios.
- Como no despertaba, nos asustamos y llamamos a nuestro primo Eichi, que es médico y acupuntor. Mientras éste venía al restaurante, aprovechamos para asear un poco el cuerpo de Gloria. Vi entonces que sangraba un poco por la vagina, lo que me asustó muchísimo.
- ¡Por Dios! – repetí.
- Mi primo la reconoció y logró que recuperara el sentido. La llevamos a su clínica y la ingresamos allí. Mi primo y un compañero la reconocieron, diagnosticando un agotamiento extremo y desgarros vaginales de diversa consideración. Por fortuna, no era nada tan grave como parecía, pero aún así, Gloria se pasó un par de días ingresada.
- ¿Y qué dijo Jesús? – pregunté.
- No sabes el miedo que pasé cuando se lo dije. En mi mente sólo estaba la imagen del culo de Gloria enrojecido por los azotes. Sin embargo, el Amo no me hizo nada.
- ¿Nada?
- Esa noche me hinché de llorar en mi cama. La que había perdido el control había sido yo y no Yoshi. Me sentí muy mal. Quería visitar a Gloria en el hospital, pero no me atrevía, pues sabía que ella no querría verme.
- Si es eso lo que le has ordenado, ha hecho lo correcto obedeciéndote – me dijo – Yo no te marqué límites a lo que podías pedirle. Eso sí, mañana es posible que seas tú la que tenga que obedecer a Gloria, así que atente a las consecuencias.
- No es de extrañar – dije.
- Pero al día siguiente recibí una llamada de Jesús, ordenándome acudir a la habitación de Gloria en la clínica. Muy asustada, obedecí, encontrándome con que nos había reunido allí a todas.
- ¿Para qué?
- Ese día instauró el sistema de rangos. Nos dijo que había estado meditándolo y que le parecía la solución para los problemas entre nosotras. Estaba harto de discusiones, peleas y puñaladas traperas. A partir de ese momento, todas tendríamos que pensarnos mucho qué le hacíamos a las otras, pues era muy posible que, al cambiar los rangos, las víctimas se convirtieran en agresoras, así que, lo que más nos convenía, era llevarnos bien. Y esa es mi historia.
Me quedé callada unos minutos, jugando con la sombrillita de mi cocktail, tratando de digerir la increíble crónica que acababa de escuchar. Por fin, me armé de valor y le hablé a Kimiko.
- No te ofendas, Kimiko. Pero, tras escucharte, he de concluir que la culpa de la enemistad con Gloria es completamente tuya.
- Nunca dije lo contrario – dijo ella sencillamente – Me descontrolé por completo y me pasé muchísimo de la raya.
- ¿Y ella no se vengó?
- Claro que lo hizo. Aunque he de reconocer que nunca me ha hecho nada tan grave como lo de Yoshi. Y no por falta de ganas…
- ¿Cómo es eso? – pregunté.
- Verás, Gloria tiene el defecto de que no sabe mantener la boca cerrada y eso molesta mucho al Amo. Por eso su rango es el que fluctúa más a menudo. Es capaz de obedecer las órdenes más peregrinas de Jesús-sama sin vacilar, con lo que sube muchos puestos, pero luego lo estropea hablando en el momento menos apropiado. Por eso no me hace putadas muy gordas, porque yo podría vengarme.
- Extraño status quo – dije.
- Sí, así es. Pero funciona. Los enfrentamientos entre nosotras acabaron aquella tarde en la clínica. Ha habido tiranteces, claro, pero ahora todo va mucho mejor. Y por supuesto, también ayudó la llegada de Natalia y Yolanda, que son un encanto. Y tú también caes simpática a todas…
Seguimos charlando un buen rato, siendo incapaz de decidir si aquella japonesita me caía bien o mal. Me parecía increíble que hubiera tratado así a Gloria sin conocerla apenas, pero no tenía más remedio que preguntarme si yo habría hecho algo distinto de haber estado en su lugar. Si hubiera disputado con otra chica por la atención de Jesús… quizás no.
- Bueno – dijo entonces Kimiko – Ahora que ya nos conocemos un poco mejor voy a ser directa. ¿Para qué me has citado esta tarde?
- Quería hacerte algunas preguntas, aunque ya me has contestado a algunas de ellas.
- Ah, ¿si? ¿A cuales?
- Quería que me hablaras de Yoshi. Mañana voy a acudir con el Amo a que me haga el tatuaje.
- Y estás inquieta por si Jesús-sama decide pagar los servicios de Yoshi-chan en especie ¿verdad? – dijo ella adivinando con exactitud mis inquietudes.
- Exacto. Y la verdad es que tu relato no ha contribuido a tranquilizarme precisamente.
- No tienes por qué preocuparte – me dijo – Simplemente obedece al Amo en todo lo que te diga, no le enfades y no pasará absolutamente nada. Además, aunque le enfades, te aseguro que no te ordenará que te acuestes con mi hermano. Ese castigo fue idea mía.
- ¡Ah, vale! – respondí un poco más serena.
- ¿Y nada más?
- Bueno… también quería preguntarte sobre la fiesta de cumpleaños.
- Si es por el regalo… No te sientas obligada a contribuir. Puedes comprarle cualquier cosa. Lo que el Amo quiere de nosotras no son regalos precisamente.
- No, no es eso. Esta tarde he ingresado 2000€ para contribuir. Es sólo que me siento… como si no fuera bastante. Me parece un poco impersonal. Y me preguntaba si alguna de vosotras pensaba en hacer algo más por él. Siento que soy la última en llegar y que tengo que hacer más que las otras para estar a vuestra altura…
Kimiko me contempló en silencio unos instantes, calibrando mis palabras.
- Me dices que quieres hacerle un regalo especial al Amo…
- Exacto. Vosotras le conocéis mejor. ¿Qué le gustaría?
- Mira, hay algo que me encantaría ofrecerle al Amo, pero no puedo, pues en la fiesta sólo podemos estar nosotras y el Amo y yo he de encargarme de preparar la cena y servirla, pero, si tú estás dispuesta…
- Dime, dime – dije muy interesada.
- ¿Has escuchado el término nyotaimori?
- En mi vida.
- Pues escucha esto, que podría interesarte.
Y me interesó…
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El Jueves por fin había llegado.
Por la mañana desperté alerta, despejada, con los sentidos en tensión. Por fin había llegado el día. Esa misma tarde pertenecería por completo a mi señor. Para siempre.
Mario, el dulce Mario, había percibido que esos días estaba un poco rara. Equivocadamente, pensó que era por culpa suya, que me sentía molesta por sus continuas ausencias por su trabajo. En otro tiempo fue así. Ahora ya no.
El pobre se había levantado antes que yo, para prepararme un delicioso desayuno que me diera fuerzas para el duro día de clases que me aguardaba. Desayunamos juntos, conversando, aunque no como siempre. Me estaba convirtiendo en una maestra del disimulo. Ya era capaz de charlar tranquilamente con él mientras mi mente volaba a otra parte. Hacia Jesús.
No podía esperar más. Anhelaba que la tarde llegara ya, para ser marcada como una pertenencia de mi Amo. Para ser totalmente suya.
Ya no me acordaba de Yoshi ni de su enorme polla, me daba igual, si mi Amo me lo ordenaba, dejaría que el japonés me la metiera entera. Me daba lo mismo. Sólo quería estar junto a él.
A pesar de mis esfuerzos, Mario percibía que mi atención estaba en otra parte, por lo que redoblaba los suyos para distraerme. Yo se lo agradecí con una hipócrita sonrisa, pues la verdad es que estaba empezando a cansarme. Pensé en pegarle un corte y mandarlo al carajo.
Pero no, él no se merecía eso, Mario era muy bueno conmigo. Si no le tuviera a mi lado, le echaría de menos. Quizás…
Logrando por fin poner un poco más de atención, conseguí mantener una charla en apariencia normal con él. Inesperadamente, Mario me preguntó por las bolsas con frutas y verduras que había encontrado delante de la puerta los últimos días.
Me había olvidado por completo. El vecino voyeur cumplía su parte del acuerdo.
No pasaba nada. No me alteré en absoluto mientras inventaba una patraña para Mario. Cada vez me costaba menos mentirle. Mejor.
Le dije que un vecino de enfrente, con esto de la crisis, había empezado a vender frutas entre la gente del barrio. Que se traía lo que podía del camión con el que trabajaba y lo repartía. Luego, a final de mes, ya haría yo cuentas con él. No había problema. Mario se lo tragó. Como todo lo que yo le contaba.
Seguimos charlando. Me acordé entonces de avisarle de que ese día llegaría tarde. Vendría a casa a almorzar, pero por la tarde volvería a marcharme. Él sugirió volver a recogerme al instituto, para ir a comer juntos por ahí, pero yo me negué, pues era posible que luego insistiera en acompañarme por la tarde. Y eso no podía ser.
Un poco mosqueado por mi negativa, Mario siguió desayunando en silencio. No me importó. Incluso lo agradecí. Me sorprendía cada vez más de lo poco que me afectaban sus estados de ánimo. Y pensar que dos semanas atrás él era lo más importante de mi vida…
Jesús tenía razón… Soy una zorra.
Me despedí de Mario con un beso en los labios, que él devolvió sin mucho entusiasmo, un tanto pensativo. Tomé nota mental de resarcirle un poquito cuando volviera, no porque me preocupara por él, sino para ahorrarme complicaciones. Mejor tenerle satisfecho.
Conduje hacia el instituto como un autómata. Por fortuna, la ruta me la conocía como la palma de la mano, pues mi atención estaba en la conducción sólo a medias. A medida que me acercaba al curro, me sentía cada vez más exultante. Y eso que aún faltaban horas para mi ingreso en el grupo.
Hablando de mañanas eternas. No voy a aburrirles contándoles lo largas que se me hicieron las horas de clase. Me mostraba distraída hasta tal punto que los alumnos lo notaron y, como hacen siempre en esas situaciones, aprovecharon para hacer el gamberro un poco más de lo habitual.
Normalmente, hubiera cortado ese comportamiento de raíz, expulsando de clase a alguno si hacía falta. Pero ese día me daba todo igual, menos el reloj que había en la pared, que marcaba cansinamente las horas.
Y fue peor cuando me tocó la clase del Amo, pues esa mañana, él no había asistido a clase. Al parecer, los jueves eran su día libre, pues la semana anterior (la víspera de la venta de mi culo) tampoco había venido.
Sin su presencia, la clase se me antojó triste y apagada. Me costó Dios y ayuda motivarme lo suficiente para impartir algo de materia. Y, para más inri, Gloria tampoco estaba. Seguro que esa pelandusca estaba en ese momento gozando de la verga del Amo.
Maldita zorra… Es broma. Bueno, no del todo.
Pero todo tiene su final y por fin, las clases matutinas terminaron. Me sentía mentalmente agotada, pero en mi interior ardía la llama de la emoción por lo que tenía que venir. Por desgracia, entonces tuvo lugar un pequeño incidente que me ensombreció un poco el estado de ánimo.
Como todos los jueves, tras acabar con la última clase pasé por la sala de profesores, para dejar algunos papeles. Tenía la intención de quedarme un rato, para retrasar así la hora del regreso a casa, pues no tenía muchas ganas de volver a enfrentarme a Mario y su mudo reproche.
Me senté en una mesa y me puse a ordenar las cosas de mi maletín, aprovechando de camino para preparar las clases del día siguiente. La sala de profesores era un trajín de compañeros entrando y saliendo, recogiendo sus cosas para salir pitando hacia sus casas. Algunos me saludaron y otros simplemente pasaron corriendo. Ni caso les hice.
Poco a poco, la sala fue quedando desierta. No era extraño que algún profesor se quedara más rato allí, pero, ese día, estaba yo solita. O eso creía.
Concentrada en lo que estaba haciendo, no percibí los pasos que se me acercaban por detrás, por lo que di un gran respingo cuando, inesperadamente, dos manos me rodearon y se apoderaron de mis senos, estrujándolos con fuerza.
Durante un segundo, mi corazón se disparó desbocado, soñando con que quizás se trataba de mi Amo, que había venido a buscarme…
Mi gozo en un pozo.
Cada episodio me dejas con ganas de seguir leyendo.Capítulo 29: En mi casa:
Como buenamente pude, calmé los ánimos de los alumnos y empecé con la materia. Esta hora fue un poco más jodida que las anteriores, pues cada vez que miraba a Jesús, me ponía nerviosa. Aún así, me las arreglé para sacar la lección adelante y, cuando sonó el timbre, sentí un infinito alivio.
A los chicos les quedaba otra hora antes de salir, aunque yo había acabado ya, pero, como le había dicho a Gloria que la llevaría, tenía que esperarla. Tras decirle adiós con la mirada a Jesús (y de que él me ignorara por completo, lo que me agobió un poco) le dije a Gloria que la esperaba de nuevo en el bar.
No quería ir a la sala de profesores, pues aún recordaba el desagradable incidente con el director, así que me llevé mis cosas a la cantina del instituto (mucho más vacía a esas horas), pedí un refresco y me dediqué a ordenar papeles.
Pero no podía concentrarme. Mi mente viajaba continuamente hacia Jesús y me di cuenta de que la completa satisfacción sexual que sentí por la mañana había desaparecido y nuevamente me encontraba contando los minutos que faltaban para mi siguiente encuentro con el Amo. Puto vídeo porno amateur de los cojones.
Como no iba a sacar nada en claro con las cosas del trabajo, me puse a redactar la lista de la compra, incluyendo todas aquellas cosas que podían gustarle a Jesús, pues si iba a pasar todo el fin de semana en mi casa, quería prepararle una buena comida.
Mientras estaba en ello, mi móvil sonó de nuevo. Nerviosa, volví a sacarlo, pero esta vez se trataba de un mensaje de Mario. Me decía que llegaría tarde para almorzar, pues había tenido que ir a llevar unos papeles a no sé dónde. Como siempre, mi responsable novio me avisaba si algo iba a sacarlo de su rutina, para que no me preocupara.
Trascurrida la hora y en medio de la barahúnda de alumnos abandonando el centro, Gloria pasó a recogerme. Tras pagar la consumición nos fuimos juntas al coche y, en cuanto estuvimos las dos dentro, la joven volvió al ataque.
- ¿Qué coño te ha mandado Jesús por el móvil? – me espetó sin perder un segundo.
- ¿Tú qué crees? – le respondí divertida.
- ¡Alguna guarrada de las tuyas! – exclamó la joven.
- Muy aguda – reí mientras arrancaba el vehículo.
- ¡Quiero verlo!
- Luego lo verás – le dije concentrada en no atropellar a ningún alumno – Es un vídeo del fin de fiesta y es mejor que te lo cuente todo por orden.
Conduje hacia nuestro edificio contándole con todo lujo de detalles mis aventurillas del día anterior. Gloria, sin poder evitarlo, no callaba ni para respirar, por lo que la narración se alargó de nuevo.
Mientras aparcaba mi coche en el garaje, la joven se reía a carcajadas.
- ¿Y no sabías lo que era el sabo? – se descojonaba - ¡Pues estás bien harta de probarlo!
Me sentía tan de buen humor que ni siquiera me molestaron sus palabras.
- ¡Y tú lo mismo, guapa! – retruqué riendo a mi vez.
Juntas, caminamos hacia el ascensor. Me sentía bien y estaba disfrutando con la narración. Me gustaba compartir mis depravadas experiencias con alguien que no iba a juzgarme, pues sus experiencias eran al menos tan depravadas como las mías.
- ¡Vaya mierda! – dijo Gloria tal y como yo esperaba – Ahora tendré que esperar a mañana para saber cómo sigue.
- Pues vente un rato a mi casa. Mario aún tardará en llegar y puedo seguir contándotelo todo. Te invito a un refresco.
- ¡Estupendo! – exclamó Gloria con los ojos brillantes – Aunque prefiero que me invites a una cerveza.
- ¿Cerveza? – dije en tono muy serio – Aún eres una menor. Menuda profesora sería yo si le diera alcohol a uno de mis alumnos.
En cuanto pronuncié esas palabras, me di cuenta de lo cataclísmicamente estúpidas que eran. Gloria me miraba atónita, sin saber qué decir quizás por primera vez en su vida. Al verla así, no pude evitar echarme a reír.
Casi llorando de risa, llegamos las dos a mi piso. Gloria, con toda la confianza del mundo, se lanzó sobre el sofá, arrojando su carpeta con descuido sobre una silla. Yo, todavía riendo, fui a la cocina a por las cervezas y algo de picar.
En pocos minutos estábamos las dos sentadas, contándole a mi alumna cómo Jesús se había follado a su profesora en el parque, mientras tres desconocidos repintaban el coche con su semen. Toma ya.
- Increíble. Menuda guarra estás hecha – me dijo Gloria admirada.
- ¿Y tú no habrías hecho lo mismo si Jesús te lo ordenara? – dije sonriendo.
- ¿Y quién dice que no lo haya hecho? – respondió ella juguetona.
- Entonces también eres una guarra – sentencié.
- Yo no he dicho lo contrario – retrucó ella haciéndonos reír de nuevo.
Minutos más tarde, con una nueva cerveza en la mano, Gloria miraba con los ojos como platos el vídeo que me había mandado Jesús.
- Vaya cara de zorra – siseó – Parece que se te haya ido la cabeza. Es increíble cómo te gustan las pollas… menuda golfa.
- ¡Oye! – la regañé medio en broma – Que soy tu profesora. No me hables así.
Bromeando, le di un suave golpecito en la rodilla, pero Gloria no se reía. Súbitamente seria, me miró fijamente.
- Te hablo como me da la gana. No te olvides de quien soy – me dijo en tono frío como el hielo.
Me estremecí.
- Lo… lo siento – acerté a decir sin saber muy bien qué hacer.
Aquellos súbitos cambios de actitud me descolocaban. Debería estar ya acostumbrada debido a Jesús, pero lo cierto es que siempre me pillaban por sorpresa.
- Buena chica – dijo Gloria sin apartar sus ojos de mi rostro – Haces bien en disculparte.
- Gracias – asentí sumisa.
- Además, he de reconocer que tu historia me ha puesto muy cachonda, así que he pensado que me apetece que me comas el coño.
Un calambrazo recorrió mi columna vertebral. Miré a Gloria a los ojos, tratando de averiguar si estaba hablando en serio. Pero sus ojos no bromeaban.
- Enseguida – respondí obediente.
Sin perder un instante, dejé mi cerveza sobre la mesa y me acerqué a Gloria. Ella me miraba con una excitante sonrisa de lascivia dibujada en los labios, observando cómo su profesora se disponía a practicarle sexo oral en el sofá de su propia casa.
Me arrodillé en el suelo frente a ella mientras se repantingaba a gusto sobre el cojín. Llevé mis manos a la cinturilla del pantalón, abriendo el botón fácilmente, pues la putilla no llevaba correa. Gloria, colaboradora, levantó el culo del sofá para que pudiera bajarle los pantalones. Me costó un poco, pues la zorrilla gustaba de ir marcando curvas, así que los pantalones eran muy ajustados.
Mientras yo dejaba los pantalones sobre una silla ella misma se bajó el tanga. Sacó una sola pierna, por lo que la prenda quedó colgando de un tobillo, mientras su dueña se abría de patas al máximo sobre el sofá.
Con una sonrisa increíblemente libidinosa, Gloria observó cómo volvía a arrodillarme entre sus muslos abiertos y, sin más dilación, posaba mis labios en la palpitante vulva de mi alumna.
Un estremecimiento de placer azotó el cuerpo de la chica cuando mi lengua se hundió entre sus labios vaginales y comenzó a juguetear en medio. Llevada por la excitación, literalmente hundí la cara entre sus muslos, de forma que incluso mi nariz quedó enterrada en el coño de la joven, mientras mi lengua serpenteaba y chapoteaba en las humedades que allí había. Para ser tan sólo el segundo coño que me comía, lo estaba haciendo bastante bien, a juzgar por los gemidos y suspiros de la pequeña Gloria.
Sin embargo, cuando me animé a meterle un par de dedos en el coño, Gloria se retorció como una culebra.
- Te… te he dicho que… que me lo comas – jadeó – Na… nada de dedos.
Sorprendida, no tuve más remedio que obedecer, sacando los dedos del interior de la jovencita y redoblando mis esfuerzos con la lengua y los labios. Sabiendo lo que me gustaba a mí, absorbí su clítoris entre mis labios y empecé a juguetear con él con la lengua, lo que le gustó bastante a la zorrilla.
- SÍ… ASÍ PUTA… CÓMEMELO… - aullaba mientras apretaba mi rostro contra su entrepierna.
Por fin, Gloria se corrió, con fuerza y voluptuosidad. Sus caderas bailaron en mi cara y sus muslos aplaudieron contra mis oídos. Finalmente, se relajó por fin, apartando su mano de mi cabeza, permitiéndome salir de entre sus piernas.
Me relamí de gusto, bastante cachonda a mi vez, pensando que, al fin y al cabo, el sexo lésbico no estaba nada mal.
Dispuesta a seguir con la juerguecita, me quedé esperando nuevas instrucciones de la chica, pero, por desgracia, ella no pensaba quedarse.
- Ha estado genial, Edurne – me dijo dándome un besito en la mejilla – Me has puesto super caliente con tu historia. Y ese vídeo… Me muero por ver la copia completa.
¡Coño! Gloría tenía razón. El vídeo sólo duraba unos segundos y el tipo había estado grabando un buen rato. Lógico, seguro que Jesús lo había editado.
- Y te ha mandado un fragmento donde no se le ve la cara – pensé sin saber por qué.
Gloria seguía charla que te charla mientras se ponía la ropa. Cuando estuvo decente, volvió a besarme en la mejilla, desconcertándome de nuevo con sus cambios de humor y se despidió de mí hasta la mañana siguiente, dejándome con un calentón de aquí te espero.
Mario sacó provecho de ello, pues cuando volvió, bastaron con un par de insinuaciones bastante descaradas para que el muy ladino se animara a echarme un polvo sobre la mesa de la cocina.
Y por la noche, para despedirse antes del viaje, unos cuantos más. Y estuvieron muy bien.
Agotada, me levanté a las seis de la mañana para despedir a mi novio. La despedida fue sincera, pues sentí que le iba a echar de menos, aunque en cuanto llegara Jesús… le olvidaría por completo.
Cuando se marchó, volví a dormirme un rato, con idea de levantarme a las ocho, arreglar un poco la casa e ir a hacer la compra al supermercado, pero con el cansancio acumulado, me olvidé de conectar el despertador, así que me levanté cerca de las diez, sin tiempo para hacer todo lo que tenía pensado.
Por fortuna, la solución se me ocurrió con rapidez.
Busqué mi móvil y escribí un SMS: “Asómate a la ventana” decía simplemente.
Tras enviarlo, me dirigí al ventanal del salón y, ni corta ni perezosa, me desnudé por completo asomándome al cristal, de forma que mi vecino el voyeur, que ya había obedecido mis instrucciones, pudiera hacerse una buena paja en mi honor mientras yo me acariciaba las tetas. Muy poético todo.
Cuando el buen hombre hubo acabado (y después de que limpiara frenéticamente las huellas de su aventurilla del cristal, para que su mujer no se diera cuenta) le hice un gesto inequívoco de que quería que viniera a mi piso.
Menos de cinco minutos después, llamaban a la puerta. Completamente desnuda, le abrí y dejé que se recreara unos instantes más con mi anatomía. Cuando el pobre recobró la respiración, le di nuevas instrucciones.
- Necesito que vayas al supermercado por mí – le dije sin más preámbulos – Y tienes que estar de vuelta antes de las once y media.
- No… no hay problema – balbuceó el pobre con los ojos amenazando salirse de las órbitas.
- Toma. Aquí tienes la lista de lo que necesito y el dinero.
El tipo cogió ambas cosas sin mirarlas, pues estaba ocupado mirando otra cosa.
- Venga, date prisa – le dije empujándole suavemente.
- Sí… sí… vale…
Si me hubieran dicho semanas atrás que iba a hacer algo como eso me habría apostado sin dudar la nómina de 5 años. Las vueltas que da la vida.
Me puse una camiseta y un pantalón corto y como un huracán, me dediqué a arreglar el piso y a quitar el polvo. No había mucho que limpiar, pues Mario es muy apañado y cuando está en casa solo se entretiene limpiando, pero aún así se me fue un buen rato cambiando sábanas, limpiando el baño y pasando el plumero por los muebles.
Cuando volvieron a llamar, fui a abrir como un rayo. Esta vez no me molesté en desnudarme, pues ya le había pagado de sobra el servicio al buen hombre. El pobre no pudo evitar dirigirme una mirada tan desconsolada que me hizo sonreír.
Muy eficiente, me ayudó a llevar las bolsas a la cocina y me entregó el cambio y el ticket de compra.
- Gracias Roberto – le dije mirando nerviosa el reloj – Si no te importa, voy con la hora justa y…
- Claro, claro… me marcho… no dude usted en pedirme cualquier cosa que necesite. Aquí estamos para servir.
Le miré sonriente. Qué majo el tipo. Qué educadito. Para ser un voyeur pajillero digo. Me dio hasta cosa hacerle marchar sin más. Si no llego a ir tan justa de tiempo, le hubiera hecho una pajita y todo. Por apañado.
Fue por esto por lo que, una vez que hubo salido del piso y se dirigía al ascensor, no pude evitar llamarle.
- Shiist… ¡Eh, Roberto! – le llamé.
El tipo se dio la vuelta y una enorme sonrisa se dibujó en su rostro cuando vio que me había subido la camiseta hasta el cuello y que estaba moviendo los hombros hacia los lados, para que mis tetas bailotearan como dos campanas.
Tras unos segundos de espectáculo le tiré un beso y regresé a mi piso sonriendo. Era simpático el pajillero.
Viendo que ya eran menos cuarto, arrojé la ropa que llevaba a la lavadora y me metí en la ducha. Me froté a conciencia, pues quería estar bien limpita para mi Amo. Me sequé a toda velocidad y me puse la ropa que había preparado: un tanguita, sin sujetador y un vestidito veraniego bastante corto que, aunque estaba un poco fuera de época, sabía que me quedaba muy bien, y como a Jesús le gustaba poner la calefacción en el piso… Y qué coño, seguro que frío no iba a pasar.
No llevaba ni dos minutos sentada en el salón agitando una pierna nerviosamente, cuando volvieron a llamar a la puerta. Mi cuerpo se tensó tanto que creo que se me borró el agujero del culo.
Temblorosa, tragué saliva y sacudiéndome un poco el vestido, fui a abrir la puerta, encontrándome de nuevo con la sonrisa lobuna que me quitaba el sueño.
- Hola perrita – me dijo Jesús desnudándome con la mirada.
- Ho… hola Amo – balbuceé.
Me mojé toda.
Aturrullada, acerté solamente a apartarme de la puerta para que Jesús pudiera entrar, cosa que hizo sin perder un instante. Penetró en mi casa con su conocido aire de suficiencia, mirando alrededor como si todo aquello le perteneciese, cosa que no distaba demasiado de la verdad.
Detrás venía Gloria, un poco sofocada, cargando una voluminosa bolsa de deporte, en la que supuse traían ropa para pasar el fin de semana. La saludé con una sonrisa, que ella correspondió con un guiño cómplice.
Cerré la puerta tras de ella y la acompañé al salón, donde Jesús ya nos esperaba sentado en el sofá, tomando posesión de toda la habitación.
- ¿Dó… dónde puedo dejar esto? – dijo Gloria hablando la primera, como siempre.
- ¡Ay!, perdona cariño, no me he dado cuenta de que pesaba. Déjame a mí.
Como buena anfitriona, me adelanté y cogí la bolsa de deporte, constatando que pesaba bastante. Sin duda, allí dentro había algo más que ropa.
Bastante nerviosa, llevé el bulto a mi dormitorio y lo dejé en la cama, regresando después al salón. Estaba deseando que mi Amo me metiera mano de una vez, pero, la fuerza de la costumbre y la buena educación hicieron que les preguntara si les apetecía tomar algo.
- Yo me tomaría un café – dijo Jesús para mi sorpresa – Me he levantado tarde y no me ha dado tiempo a desayunar.
- Si quieres te preparo algo – dije dubitativa.
- Unas tostadas estarían bien. Gracias.
Me quedé parada un momento. ¿Por qué me lo pedía? Si lo que querían eran tostadas le bastaba una simple orden para que yo le preparara 100. Jesús seguía desconcertándome. Apuesto a que eso era lo que quería.
Una vez en la cocina empecé a prepararlo todo. Al poco escuché pasos a mi espalda, pero cuando me volví esperanzada, resultó ser Gloria que venía a ayudarme. Le sonreí encogiéndome indecisa de hombros y ella me entendió perfectamente.
- Jo, tía, se te ve en la cara que no te apetece mucho estar aquí preparando café.
- No, no es eso – le dije mientras enchufaba la cafetera – Es sólo que no esperaba que el fin de semana empezara así… Yo haré todo lo que me diga, claro, pero…
- Pero tú preferirías estar ya con la polla de Jesús metida hasta el fondo – dijo Gloria con su sonrisilla pícara en el rostro.
- Bueno… pues sí – asentí riendo.
- ¿Y qué esperabas hija? ¿Que nos íbamos a tirar 48 horas follando sin parar? ¡Nos daría un síncope!
- Pues tienes razón – concedí sonriendo.
La verdad era que no había pensado en ello.
Poco después regresamos las dos al salón. Acerqué una mesita al sofá y le serví café a Jesús. Gloria se sentó a su lado y también le serví una taza, aunque no quiso comer nada.
En honor a Gloria hay que reconocer que aguantó casi un minuto antes de empezar a cotorrear. Sin pudor alguno, empezó a contarle a Jesús nuestra aventurilla del día anterior, narrándole con pelos y señales lo bien que le había comido el coño. A esas alturas, ya no me daba la más mínima vergüenza hablar de ese tipo de cosas, así que no la interrumpí y la dejé explayarse a gusto.
En silencio, los miré a ambos y, para mi desazón, no pude menos que reconocer que hacían buena pareja. Jóvenes, guapos y depravados. Incluso parecían haberse vestido conjuntados, pues Jesús iba de sport, con unos pantalones chinos y una camisa a rayas, mientras que ella llevaba un vestidito blanco de tenis, con una camisa también de sport por encima. La minifalda del vestido dejaba bien al descubierto sus apetecibles y juveniles muslos, mientras su dueña narraba cómo menos de 24 horas antes había tenido mi cara bien hundida en medio.
Jesús sonreía en silencio, paladeando su café con tostadas.
- ¿Y tú no tienes nada nuevo que contarme? – me preguntó Jesús repentinamente.
- ¿Yo? – exclamé sorprendida.
Estuve a punto de describirle los polvos que había echado con Mario el día anterior, pero intuía que eso no agradaría a mi Amo precisamente. Así que le conté la aventurilla con el vecino de enfrente. Le gustó mucho.
- ¿Lo ves? – dijo satisfecho – Te dije que te resultaría útil.
- Tenías razón – asentí.
Entonces, inesperadamente, como todo lo que Jesús hacía, movió su mano hasta posarla en el muslo desnudo de Gloria. Ella, sin perder un segundo se despatarró encima del sofá, abriéndose de piernas al máximo, con lo que pude comprobar que la muy guarrilla iba sin bragas. Jesús, ni corto ni perezoso, posó su mano en el chochito de la chica y empezó a frotarlo vigorosamente, mientras sus ojos no se apartaban de los míos.
- Ya he notado que vas sin sujetador – me dijo mientras arrancaba suspiros y gemidos de la pequeña Gloria - ¿Llevas bragas?
Por toda respuesta, con el corazón latiéndome con fuerza en el pecho, me puse en pié y me subí el vestido, mostrándole a mi Amo el delicado tanguita que había escogido esa mañana.
- Muy bonito – dijo sin dejar de frotar chocho – Pero este fin de semana no lo necesitarás. Te quiero accesible en todo momento. Cuando me apetezca poseerte no quiero encontrar obstáculos.
Me sentía eufórica mientras me bajaba rápidamente el tanga y me lo quitaba por completo. Pensé en arrojarlo a un lado, pero me acordé justo a tiempo de lo pulcro que era Jesús, así que fui al cuarto de baño y lo deposité en el cesto de la ropa sucia.
Cuando regresé al salón, contemplé con envidia que Jesús había sentado a Gloria en su regazo y que sus manos se perdían en su ropa, una en su escote y la otra bajo su falda. Y a tenor de los gemidos de la chica, le estaba gustando mucho que estuvieran por allí perdidas.
- Mastúrbate - me ordenó simplemente.
Excitada, caminé por el salón hasta donde reposaba el sillón monoplaza, el mismo que había usado días atrás para darle el primer espectáculo al vecino de enfrente. Con esfuerzo, lo arrastré hasta situarlo justo frente al sofá y me senté, quedando cara a cara con mis joviales alumnos.
Sin perder un segundo, me abrí de piernas y empecé a obedecer las instrucciones de mi Amo. El fuego ardía en mis entrañas mientras mis propios dedos se abrían camino en mi intimidad, aunque sabía perfectamente que tan sólo Jesús sería capaz de sofocar esas llamas.
Me excité mucho masturbándome, pues mientras lo hacía, los ojos de mi Amo permanecieron clavados en los míos, y en ellos pude leer lo mucho que me deseaba. Por un instante, me olvidé de que Gloria estaba allí y estuvimos solos los dos, yo dándome placer para el disfrute de mi Amo y él… devorándome con la mirada.
Pero Gloria no podía permanecer callada por mucho rato y claro, cuando se corrió sobre el regazo de Jesús, montó un escándalo de aquí te espero.
- ¡OH, DIOS CARIÑO! SÍIII… ME CORROO….
Jesús, tal vez un poco molesto por los gritos de la chica, actuó con la rapidez acostumbrada. Sin dudarlo un instante, empujó a Gloria hacia delante, de forma que, para no caerse, se vio obligada a apoyar las manos en el sillón en que yo estaba. Como las intenciones de Jesús eran obvias, me abrí aún más de piernas ofreciéndole mi palpitante vagina a la charlatana jovencita. Y allí, medio en volandas entre el sofá y el sillón, conseguimos que Gloria permaneciera callada un ratito simplemente llenándole la boca de coño.
Y qué bien lo comía la puñetera.
Cuando me corrí, volví a clavar los ojos en los de mi Amo, que me miraba sonriente. El culo de Gloria quedaba justo frente a su cara, pero él no hacía nada, limitándose a disfrutar del espectáculo que le ofrecíamos. Me excité todavía más.
Bastante sofocada, Gloria se bajó del sofá con cuidado de no caerse. Sudorosa, se quitó la camisa, quedando tan sólo con el vestidito blanco. Con cuidado, depositó la prenda en el respaldo de una silla, evitando todo desorden.
- Muy bien zorras, no ha estado nada mal. Me habéis excitado.
Gloria y yo nos miramos sonrientes.
- Luego os daré vuestra recompensa.
- ¡Estupendo! – pensé.
- Pero ahora, Edurne, dame el mando de la tele, que echan la ronda de calificación dela Fórmula1 y quiero verla.
Me quedé estupefacta pero, por fortuna, reaccioné rápido y cogí el mando de encima de la mesa, alargándoselo a Jesús.
- Podéis ir a preparar el almuerzo – nos dijo – Por cierto, ¿qué hay para comer?
- Yo… - dije insegura – Había pensado en preparar paella… Pero si prefieres otra cosa…
- No, no, la paella me encanta. Perfecto.
Obedientes, las dos nos fuimos a la cocina y empezamos (con mucha calma, pues todavía era temprano) a preparar el arroz. Gloria no sabía mucho de cocina (ni yo tampoco, aunque por suerte Mario me había enseñado a preparar la paella), así que ella hacía de pinche, troceando lo que yo le indicaba.
- Vaya mierda – me dijo sin poder aguantar más rato callada – Se ve que esas dos furcias tetonas le dejaron cansado anoche. ¡Joder, yo estaba deseando que me follara!
- Y yo – asentí – Aunque, como me dijiste antes, no vamos a estar todo el día dale que te pego.
- Ya, pero un poco de dale que dale no habría estado mal para empezar.
Ambas reímos.
Seguimos charlando un buen rato, mientras escuchábamos los ruidos de la retransmisión deportiva provenientes del salón. Un poco más calmadas, concluimos que, al fin y al cabo, estábamos allí para hacer lo que Jesús quisiera, no lo que quisiéramos nosotras.
- Pues espero que “quiera” follarnos un ratito – dijo Gloria riendo.
- Eso espero.
Poco después, la voz de Jesús resonó llamando a Gloria para que le llevara una cerveza. Yo seguí a lo mío, trajinando entre fogones, pero, cuando hubieron pasado 5 minutos y Gloria no regresó, me asomé al salón sintiendo una vaga inquietud.
Efectivamente, me encontré con una escenita que, aunque bastante esperada, hizo que un pequeño ramalazo de celos recorriera mi cuerpo.
Jesús seguía sentado en el sofá con los brazos abiertos, apoyados sobre el respaldo, con un botellín de cerveza en una mano. Gloria, de rodillas a su lado, le practicaba una soberana felación, que el joven disfrutaba a la par que las carreras.
Sin apartar la vista de la pantalla, como si hubiera sabido en todo momento que estaba allí, Jesús me habló con voz firme.
- ¿No se te quemará el arroz?
- No, no Amo – respondí dando un respingo de sorpresa – Ya está listo. Lo he dejado apartado del fuego para que repose. Podremos almorzar en 10 minutos.
- Estupendo. Entonces ven aquí.
Un poco inquieta, caminé hasta quedar al lado del sofá, pudiendo ver un perfecto primer plano de la mamada que Gloria estaba practicando. Sentí envidia.
- Pues, si no tienes nada que hacer, ensalívale un poco el culo a esta zorra.
Mientras decía esto, agarró con la mano el borde de la faldita de Gloria y la alzó, dejando al aire sus tersas nalgas. Pude notar que Gloria se encogía súbitamente, nerviosa, pero ni por un momento dejó de comerle la polla al Amo.
Sin perder un instante, me arrodillé tras la grupa de la joven y agarrando una nalga con cada mano, las separé para poder acceder al prieto agujerito de su culo. Con más entusiasmo que experiencia, procedí a ensalivarle a conciencia la zona a la chica, pues tenía una idea bastante aproximada de lo que iba a pasar. Las caricias de mi lengua pronto lograron relajar un poco el esfínter de la joven, con lo que pude introducir la lengua en su interior. Aunque no me habían dicho que lo hiciera, le metí el dedo corazón por el culo, para dilatárselo un poco, haciendo que el cuerpo de Gloria se tensara al percibir al intruso.
- Ensalívalo bien, puta – dijo Jesús en una frase que podía aplicarse a las dos – Que te la voy a meter por el culo.
Pensándolo bien, era a Gloria a quien se dirigía.
Tras un par de minutos de lametones y chupetones, Jesús estuvo dispuesto. No sé si fue casualidad, pero en ese preciso instante la retransmisión de la tele se interrumpió por publicidad.
Jesús se puso de pie y con cierta brusquedad, obligó a Gloria a ponerse en pompa sobre el sofá, subiéndole la faldita con violencia, pues se le había bajado al moverla. Sin perder un segundo, ubicó la punta de su ensalivada verga en la entrada del culito de la chica y, sin más miramientos, la enculó de un soberano cipotazo que hizo que se le saltaran las lágrimas.
- ¡AAAGGAGGAAAAAAHHHHAAAHHH! – aullaba la pobre Gloria mientras su esfínter era penetrado a las bravas.
Yo, que aún seguía arrodillada en el suelo, asistí atónita desde primera fila a la impresionante sodomización. Me sentí asustada al pensar que pronto me tocaría a mí, quizás ese mismo fin de semana. Tragué saliva con nerviosismo.
- ¡AMOOOOOO, NOOOO! ¡JESÚS, POR FAVOR, MÁS DESPACIO! ¡ME VAS A PARTIR EN DOS! – gritaba Gloria con las lágrimas saltadas.
- ¡Cállate ya, guarra! – exclamó Jesús mientras apretaba la cara de la chica contra el brazo del sofá, ahogando sus gritos – Así que me dejaron cansado anoche, ¿eh? ¿Pensabas que no tendría fuerzas para romperte el culo? ¡Dime, maldita puta!
Me quedé petrificada. Jesús había oído nuestra charla. Asustadísima, traté de recordar si yo había pronunciado alguna palabra inapropiada, porque, si era así, pronto ocuparía el lugar de la pobre chica.
Cada vez mas enganchado. Deseando que continue.Capítulo 29: En mi casa:
Como buenamente pude, calmé los ánimos de los alumnos y empecé con la materia. Esta hora fue un poco más jodida que las anteriores, pues cada vez que miraba a Jesús, me ponía nerviosa. Aún así, me las arreglé para sacar la lección adelante y, cuando sonó el timbre, sentí un infinito alivio.
A los chicos les quedaba otra hora antes de salir, aunque yo había acabado ya, pero, como le había dicho a Gloria que la llevaría, tenía que esperarla. Tras decirle adiós con la mirada a Jesús (y de que él me ignorara por completo, lo que me agobió un poco) le dije a Gloria que la esperaba de nuevo en el bar.
No quería ir a la sala de profesores, pues aún recordaba el desagradable incidente con el director, así que me llevé mis cosas a la cantina del instituto (mucho más vacía a esas horas), pedí un refresco y me dediqué a ordenar papeles.
Pero no podía concentrarme. Mi mente viajaba continuamente hacia Jesús y me di cuenta de que la completa satisfacción sexual que sentí por la mañana había desaparecido y nuevamente me encontraba contando los minutos que faltaban para mi siguiente encuentro con el Amo. Puto vídeo porno amateur de los cojones.
Como no iba a sacar nada en claro con las cosas del trabajo, me puse a redactar la lista de la compra, incluyendo todas aquellas cosas que podían gustarle a Jesús, pues si iba a pasar todo el fin de semana en mi casa, quería prepararle una buena comida.
Mientras estaba en ello, mi móvil sonó de nuevo. Nerviosa, volví a sacarlo, pero esta vez se trataba de un mensaje de Mario. Me decía que llegaría tarde para almorzar, pues había tenido que ir a llevar unos papeles a no sé dónde. Como siempre, mi responsable novio me avisaba si algo iba a sacarlo de su rutina, para que no me preocupara.
Trascurrida la hora y en medio de la barahúnda de alumnos abandonando el centro, Gloria pasó a recogerme. Tras pagar la consumición nos fuimos juntas al coche y, en cuanto estuvimos las dos dentro, la joven volvió al ataque.
- ¿Qué coño te ha mandado Jesús por el móvil? – me espetó sin perder un segundo.
- ¿Tú qué crees? – le respondí divertida.
- ¡Alguna guarrada de las tuyas! – exclamó la joven.
- Muy aguda – reí mientras arrancaba el vehículo.
- ¡Quiero verlo!
- Luego lo verás – le dije concentrada en no atropellar a ningún alumno – Es un vídeo del fin de fiesta y es mejor que te lo cuente todo por orden.
Conduje hacia nuestro edificio contándole con todo lujo de detalles mis aventurillas del día anterior. Gloria, sin poder evitarlo, no callaba ni para respirar, por lo que la narración se alargó de nuevo.
Mientras aparcaba mi coche en el garaje, la joven se reía a carcajadas.
- ¿Y no sabías lo que era el sabo? – se descojonaba - ¡Pues estás bien harta de probarlo!
Me sentía tan de buen humor que ni siquiera me molestaron sus palabras.
- ¡Y tú lo mismo, guapa! – retruqué riendo a mi vez.
Juntas, caminamos hacia el ascensor. Me sentía bien y estaba disfrutando con la narración. Me gustaba compartir mis depravadas experiencias con alguien que no iba a juzgarme, pues sus experiencias eran al menos tan depravadas como las mías.
- ¡Vaya mierda! – dijo Gloria tal y como yo esperaba – Ahora tendré que esperar a mañana para saber cómo sigue.
- Pues vente un rato a mi casa. Mario aún tardará en llegar y puedo seguir contándotelo todo. Te invito a un refresco.
- ¡Estupendo! – exclamó Gloria con los ojos brillantes – Aunque prefiero que me invites a una cerveza.
- ¿Cerveza? – dije en tono muy serio – Aún eres una menor. Menuda profesora sería yo si le diera alcohol a uno de mis alumnos.
En cuanto pronuncié esas palabras, me di cuenta de lo cataclísmicamente estúpidas que eran. Gloria me miraba atónita, sin saber qué decir quizás por primera vez en su vida. Al verla así, no pude evitar echarme a reír.
Casi llorando de risa, llegamos las dos a mi piso. Gloria, con toda la confianza del mundo, se lanzó sobre el sofá, arrojando su carpeta con descuido sobre una silla. Yo, todavía riendo, fui a la cocina a por las cervezas y algo de picar.
En pocos minutos estábamos las dos sentadas, contándole a mi alumna cómo Jesús se había follado a su profesora en el parque, mientras tres desconocidos repintaban el coche con su semen. Toma ya.
- Increíble. Menuda guarra estás hecha – me dijo Gloria admirada.
- ¿Y tú no habrías hecho lo mismo si Jesús te lo ordenara? – dije sonriendo.
- ¿Y quién dice que no lo haya hecho? – respondió ella juguetona.
- Entonces también eres una guarra – sentencié.
- Yo no he dicho lo contrario – retrucó ella haciéndonos reír de nuevo.
Minutos más tarde, con una nueva cerveza en la mano, Gloria miraba con los ojos como platos el vídeo que me había mandado Jesús.
- Vaya cara de zorra – siseó – Parece que se te haya ido la cabeza. Es increíble cómo te gustan las pollas… menuda golfa.
- ¡Oye! – la regañé medio en broma – Que soy tu profesora. No me hables así.
Bromeando, le di un suave golpecito en la rodilla, pero Gloria no se reía. Súbitamente seria, me miró fijamente.
- Te hablo como me da la gana. No te olvides de quien soy – me dijo en tono frío como el hielo.
Me estremecí.
- Lo… lo siento – acerté a decir sin saber muy bien qué hacer.
Aquellos súbitos cambios de actitud me descolocaban. Debería estar ya acostumbrada debido a Jesús, pero lo cierto es que siempre me pillaban por sorpresa.
- Buena chica – dijo Gloria sin apartar sus ojos de mi rostro – Haces bien en disculparte.
- Gracias – asentí sumisa.
- Además, he de reconocer que tu historia me ha puesto muy cachonda, así que he pensado que me apetece que me comas el coño.
Un calambrazo recorrió mi columna vertebral. Miré a Gloria a los ojos, tratando de averiguar si estaba hablando en serio. Pero sus ojos no bromeaban.
- Enseguida – respondí obediente.
Sin perder un instante, dejé mi cerveza sobre la mesa y me acerqué a Gloria. Ella me miraba con una excitante sonrisa de lascivia dibujada en los labios, observando cómo su profesora se disponía a practicarle sexo oral en el sofá de su propia casa.
Me arrodillé en el suelo frente a ella mientras se repantingaba a gusto sobre el cojín. Llevé mis manos a la cinturilla del pantalón, abriendo el botón fácilmente, pues la putilla no llevaba correa. Gloria, colaboradora, levantó el culo del sofá para que pudiera bajarle los pantalones. Me costó un poco, pues la zorrilla gustaba de ir marcando curvas, así que los pantalones eran muy ajustados.
Mientras yo dejaba los pantalones sobre una silla ella misma se bajó el tanga. Sacó una sola pierna, por lo que la prenda quedó colgando de un tobillo, mientras su dueña se abría de patas al máximo sobre el sofá.
Con una sonrisa increíblemente libidinosa, Gloria observó cómo volvía a arrodillarme entre sus muslos abiertos y, sin más dilación, posaba mis labios en la palpitante vulva de mi alumna.
Un estremecimiento de placer azotó el cuerpo de la chica cuando mi lengua se hundió entre sus labios vaginales y comenzó a juguetear en medio. Llevada por la excitación, literalmente hundí la cara entre sus muslos, de forma que incluso mi nariz quedó enterrada en el coño de la joven, mientras mi lengua serpenteaba y chapoteaba en las humedades que allí había. Para ser tan sólo el segundo coño que me comía, lo estaba haciendo bastante bien, a juzgar por los gemidos y suspiros de la pequeña Gloria.
Sin embargo, cuando me animé a meterle un par de dedos en el coño, Gloria se retorció como una culebra.
- Te… te he dicho que… que me lo comas – jadeó – Na… nada de dedos.
Sorprendida, no tuve más remedio que obedecer, sacando los dedos del interior de la jovencita y redoblando mis esfuerzos con la lengua y los labios. Sabiendo lo que me gustaba a mí, absorbí su clítoris entre mis labios y empecé a juguetear con él con la lengua, lo que le gustó bastante a la zorrilla.
- SÍ… ASÍ PUTA… CÓMEMELO… - aullaba mientras apretaba mi rostro contra su entrepierna.
Por fin, Gloria se corrió, con fuerza y voluptuosidad. Sus caderas bailaron en mi cara y sus muslos aplaudieron contra mis oídos. Finalmente, se relajó por fin, apartando su mano de mi cabeza, permitiéndome salir de entre sus piernas.
Me relamí de gusto, bastante cachonda a mi vez, pensando que, al fin y al cabo, el sexo lésbico no estaba nada mal.
Dispuesta a seguir con la juerguecita, me quedé esperando nuevas instrucciones de la chica, pero, por desgracia, ella no pensaba quedarse.
- Ha estado genial, Edurne – me dijo dándome un besito en la mejilla – Me has puesto super caliente con tu historia. Y ese vídeo… Me muero por ver la copia completa.
¡Coño! Gloría tenía razón. El vídeo sólo duraba unos segundos y el tipo había estado grabando un buen rato. Lógico, seguro que Jesús lo había editado.
- Y te ha mandado un fragmento donde no se le ve la cara – pensé sin saber por qué.
Gloria seguía charla que te charla mientras se ponía la ropa. Cuando estuvo decente, volvió a besarme en la mejilla, desconcertándome de nuevo con sus cambios de humor y se despidió de mí hasta la mañana siguiente, dejándome con un calentón de aquí te espero.
Mario sacó provecho de ello, pues cuando volvió, bastaron con un par de insinuaciones bastante descaradas para que el muy ladino se animara a echarme un polvo sobre la mesa de la cocina.
Y por la noche, para despedirse antes del viaje, unos cuantos más. Y estuvieron muy bien.
Agotada, me levanté a las seis de la mañana para despedir a mi novio. La despedida fue sincera, pues sentí que le iba a echar de menos, aunque en cuanto llegara Jesús… le olvidaría por completo.
Cuando se marchó, volví a dormirme un rato, con idea de levantarme a las ocho, arreglar un poco la casa e ir a hacer la compra al supermercado, pero con el cansancio acumulado, me olvidé de conectar el despertador, así que me levanté cerca de las diez, sin tiempo para hacer todo lo que tenía pensado.
Por fortuna, la solución se me ocurrió con rapidez.
Busqué mi móvil y escribí un SMS: “Asómate a la ventana” decía simplemente.
Tras enviarlo, me dirigí al ventanal del salón y, ni corta ni perezosa, me desnudé por completo asomándome al cristal, de forma que mi vecino el voyeur, que ya había obedecido mis instrucciones, pudiera hacerse una buena paja en mi honor mientras yo me acariciaba las tetas. Muy poético todo.
Cuando el buen hombre hubo acabado (y después de que limpiara frenéticamente las huellas de su aventurilla del cristal, para que su mujer no se diera cuenta) le hice un gesto inequívoco de que quería que viniera a mi piso.
Menos de cinco minutos después, llamaban a la puerta. Completamente desnuda, le abrí y dejé que se recreara unos instantes más con mi anatomía. Cuando el pobre recobró la respiración, le di nuevas instrucciones.
- Necesito que vayas al supermercado por mí – le dije sin más preámbulos – Y tienes que estar de vuelta antes de las once y media.
- No… no hay problema – balbuceó el pobre con los ojos amenazando salirse de las órbitas.
- Toma. Aquí tienes la lista de lo que necesito y el dinero.
El tipo cogió ambas cosas sin mirarlas, pues estaba ocupado mirando otra cosa.
- Venga, date prisa – le dije empujándole suavemente.
- Sí… sí… vale…
Si me hubieran dicho semanas atrás que iba a hacer algo como eso me habría apostado sin dudar la nómina de 5 años. Las vueltas que da la vida.
Me puse una camiseta y un pantalón corto y como un huracán, me dediqué a arreglar el piso y a quitar el polvo. No había mucho que limpiar, pues Mario es muy apañado y cuando está en casa solo se entretiene limpiando, pero aún así se me fue un buen rato cambiando sábanas, limpiando el baño y pasando el plumero por los muebles.
Cuando volvieron a llamar, fui a abrir como un rayo. Esta vez no me molesté en desnudarme, pues ya le había pagado de sobra el servicio al buen hombre. El pobre no pudo evitar dirigirme una mirada tan desconsolada que me hizo sonreír.
Muy eficiente, me ayudó a llevar las bolsas a la cocina y me entregó el cambio y el ticket de compra.
- Gracias Roberto – le dije mirando nerviosa el reloj – Si no te importa, voy con la hora justa y…
- Claro, claro… me marcho… no dude usted en pedirme cualquier cosa que necesite. Aquí estamos para servir.
Le miré sonriente. Qué majo el tipo. Qué educadito. Para ser un voyeur pajillero digo. Me dio hasta cosa hacerle marchar sin más. Si no llego a ir tan justa de tiempo, le hubiera hecho una pajita y todo. Por apañado.
Fue por esto por lo que, una vez que hubo salido del piso y se dirigía al ascensor, no pude evitar llamarle.
- Shiist… ¡Eh, Roberto! – le llamé.
El tipo se dio la vuelta y una enorme sonrisa se dibujó en su rostro cuando vio que me había subido la camiseta hasta el cuello y que estaba moviendo los hombros hacia los lados, para que mis tetas bailotearan como dos campanas.
Tras unos segundos de espectáculo le tiré un beso y regresé a mi piso sonriendo. Era simpático el pajillero.
Viendo que ya eran menos cuarto, arrojé la ropa que llevaba a la lavadora y me metí en la ducha. Me froté a conciencia, pues quería estar bien limpita para mi Amo. Me sequé a toda velocidad y me puse la ropa que había preparado: un tanguita, sin sujetador y un vestidito veraniego bastante corto que, aunque estaba un poco fuera de época, sabía que me quedaba muy bien, y como a Jesús le gustaba poner la calefacción en el piso… Y qué coño, seguro que frío no iba a pasar.
No llevaba ni dos minutos sentada en el salón agitando una pierna nerviosamente, cuando volvieron a llamar a la puerta. Mi cuerpo se tensó tanto que creo que se me borró el agujero del culo.
Temblorosa, tragué saliva y sacudiéndome un poco el vestido, fui a abrir la puerta, encontrándome de nuevo con la sonrisa lobuna que me quitaba el sueño.
- Hola perrita – me dijo Jesús desnudándome con la mirada.
- Ho… hola Amo – balbuceé.
Me mojé toda.
Aturrullada, acerté solamente a apartarme de la puerta para que Jesús pudiera entrar, cosa que hizo sin perder un instante. Penetró en mi casa con su conocido aire de suficiencia, mirando alrededor como si todo aquello le perteneciese, cosa que no distaba demasiado de la verdad.
Detrás venía Gloria, un poco sofocada, cargando una voluminosa bolsa de deporte, en la que supuse traían ropa para pasar el fin de semana. La saludé con una sonrisa, que ella correspondió con un guiño cómplice.
Cerré la puerta tras de ella y la acompañé al salón, donde Jesús ya nos esperaba sentado en el sofá, tomando posesión de toda la habitación.
- ¿Dó… dónde puedo dejar esto? – dijo Gloria hablando la primera, como siempre.
- ¡Ay!, perdona cariño, no me he dado cuenta de que pesaba. Déjame a mí.
Como buena anfitriona, me adelanté y cogí la bolsa de deporte, constatando que pesaba bastante. Sin duda, allí dentro había algo más que ropa.
Bastante nerviosa, llevé el bulto a mi dormitorio y lo dejé en la cama, regresando después al salón. Estaba deseando que mi Amo me metiera mano de una vez, pero, la fuerza de la costumbre y la buena educación hicieron que les preguntara si les apetecía tomar algo.
- Yo me tomaría un café – dijo Jesús para mi sorpresa – Me he levantado tarde y no me ha dado tiempo a desayunar.
- Si quieres te preparo algo – dije dubitativa.
- Unas tostadas estarían bien. Gracias.
Me quedé parada un momento. ¿Por qué me lo pedía? Si lo que querían eran tostadas le bastaba una simple orden para que yo le preparara 100. Jesús seguía desconcertándome. Apuesto a que eso era lo que quería.
Una vez en la cocina empecé a prepararlo todo. Al poco escuché pasos a mi espalda, pero cuando me volví esperanzada, resultó ser Gloria que venía a ayudarme. Le sonreí encogiéndome indecisa de hombros y ella me entendió perfectamente.
- Jo, tía, se te ve en la cara que no te apetece mucho estar aquí preparando café.
- No, no es eso – le dije mientras enchufaba la cafetera – Es sólo que no esperaba que el fin de semana empezara así… Yo haré todo lo que me diga, claro, pero…
- Pero tú preferirías estar ya con la polla de Jesús metida hasta el fondo – dijo Gloria con su sonrisilla pícara en el rostro.
- Bueno… pues sí – asentí riendo.
- ¿Y qué esperabas hija? ¿Que nos íbamos a tirar 48 horas follando sin parar? ¡Nos daría un síncope!
- Pues tienes razón – concedí sonriendo.
La verdad era que no había pensado en ello.
Poco después regresamos las dos al salón. Acerqué una mesita al sofá y le serví café a Jesús. Gloria se sentó a su lado y también le serví una taza, aunque no quiso comer nada.
En honor a Gloria hay que reconocer que aguantó casi un minuto antes de empezar a cotorrear. Sin pudor alguno, empezó a contarle a Jesús nuestra aventurilla del día anterior, narrándole con pelos y señales lo bien que le había comido el coño. A esas alturas, ya no me daba la más mínima vergüenza hablar de ese tipo de cosas, así que no la interrumpí y la dejé explayarse a gusto.
En silencio, los miré a ambos y, para mi desazón, no pude menos que reconocer que hacían buena pareja. Jóvenes, guapos y depravados. Incluso parecían haberse vestido conjuntados, pues Jesús iba de sport, con unos pantalones chinos y una camisa a rayas, mientras que ella llevaba un vestidito blanco de tenis, con una camisa también de sport por encima. La minifalda del vestido dejaba bien al descubierto sus apetecibles y juveniles muslos, mientras su dueña narraba cómo menos de 24 horas antes había tenido mi cara bien hundida en medio.
Jesús sonreía en silencio, paladeando su café con tostadas.
- ¿Y tú no tienes nada nuevo que contarme? – me preguntó Jesús repentinamente.
- ¿Yo? – exclamé sorprendida.
Estuve a punto de describirle los polvos que había echado con Mario el día anterior, pero intuía que eso no agradaría a mi Amo precisamente. Así que le conté la aventurilla con el vecino de enfrente. Le gustó mucho.
- ¿Lo ves? – dijo satisfecho – Te dije que te resultaría útil.
- Tenías razón – asentí.
Entonces, inesperadamente, como todo lo que Jesús hacía, movió su mano hasta posarla en el muslo desnudo de Gloria. Ella, sin perder un segundo se despatarró encima del sofá, abriéndose de piernas al máximo, con lo que pude comprobar que la muy guarrilla iba sin bragas. Jesús, ni corto ni perezoso, posó su mano en el chochito de la chica y empezó a frotarlo vigorosamente, mientras sus ojos no se apartaban de los míos.
- Ya he notado que vas sin sujetador – me dijo mientras arrancaba suspiros y gemidos de la pequeña Gloria - ¿Llevas bragas?
Por toda respuesta, con el corazón latiéndome con fuerza en el pecho, me puse en pié y me subí el vestido, mostrándole a mi Amo el delicado tanguita que había escogido esa mañana.
- Muy bonito – dijo sin dejar de frotar chocho – Pero este fin de semana no lo necesitarás. Te quiero accesible en todo momento. Cuando me apetezca poseerte no quiero encontrar obstáculos.
Me sentía eufórica mientras me bajaba rápidamente el tanga y me lo quitaba por completo. Pensé en arrojarlo a un lado, pero me acordé justo a tiempo de lo pulcro que era Jesús, así que fui al cuarto de baño y lo deposité en el cesto de la ropa sucia.
Cuando regresé al salón, contemplé con envidia que Jesús había sentado a Gloria en su regazo y que sus manos se perdían en su ropa, una en su escote y la otra bajo su falda. Y a tenor de los gemidos de la chica, le estaba gustando mucho que estuvieran por allí perdidas.
- Mastúrbate - me ordenó simplemente.
Excitada, caminé por el salón hasta donde reposaba el sillón monoplaza, el mismo que había usado días atrás para darle el primer espectáculo al vecino de enfrente. Con esfuerzo, lo arrastré hasta situarlo justo frente al sofá y me senté, quedando cara a cara con mis joviales alumnos.
Sin perder un segundo, me abrí de piernas y empecé a obedecer las instrucciones de mi Amo. El fuego ardía en mis entrañas mientras mis propios dedos se abrían camino en mi intimidad, aunque sabía perfectamente que tan sólo Jesús sería capaz de sofocar esas llamas.
Me excité mucho masturbándome, pues mientras lo hacía, los ojos de mi Amo permanecieron clavados en los míos, y en ellos pude leer lo mucho que me deseaba. Por un instante, me olvidé de que Gloria estaba allí y estuvimos solos los dos, yo dándome placer para el disfrute de mi Amo y él… devorándome con la mirada.
Pero Gloria no podía permanecer callada por mucho rato y claro, cuando se corrió sobre el regazo de Jesús, montó un escándalo de aquí te espero.
- ¡OH, DIOS CARIÑO! SÍIII… ME CORROO….
Jesús, tal vez un poco molesto por los gritos de la chica, actuó con la rapidez acostumbrada. Sin dudarlo un instante, empujó a Gloria hacia delante, de forma que, para no caerse, se vio obligada a apoyar las manos en el sillón en que yo estaba. Como las intenciones de Jesús eran obvias, me abrí aún más de piernas ofreciéndole mi palpitante vagina a la charlatana jovencita. Y allí, medio en volandas entre el sofá y el sillón, conseguimos que Gloria permaneciera callada un ratito simplemente llenándole la boca de coño.
Y qué bien lo comía la puñetera.
Cuando me corrí, volví a clavar los ojos en los de mi Amo, que me miraba sonriente. El culo de Gloria quedaba justo frente a su cara, pero él no hacía nada, limitándose a disfrutar del espectáculo que le ofrecíamos. Me excité todavía más.
Bastante sofocada, Gloria se bajó del sofá con cuidado de no caerse. Sudorosa, se quitó la camisa, quedando tan sólo con el vestidito blanco. Con cuidado, depositó la prenda en el respaldo de una silla, evitando todo desorden.
- Muy bien zorras, no ha estado nada mal. Me habéis excitado.
Gloria y yo nos miramos sonrientes.
- Luego os daré vuestra recompensa.
- ¡Estupendo! – pensé.
- Pero ahora, Edurne, dame el mando de la tele, que echan la ronda de calificación dela Fórmula1 y quiero verla.
Me quedé estupefacta pero, por fortuna, reaccioné rápido y cogí el mando de encima de la mesa, alargándoselo a Jesús.
- Podéis ir a preparar el almuerzo – nos dijo – Por cierto, ¿qué hay para comer?
- Yo… - dije insegura – Había pensado en preparar paella… Pero si prefieres otra cosa…
- No, no, la paella me encanta. Perfecto.
Obedientes, las dos nos fuimos a la cocina y empezamos (con mucha calma, pues todavía era temprano) a preparar el arroz. Gloria no sabía mucho de cocina (ni yo tampoco, aunque por suerte Mario me había enseñado a preparar la paella), así que ella hacía de pinche, troceando lo que yo le indicaba.
- Vaya mierda – me dijo sin poder aguantar más rato callada – Se ve que esas dos furcias tetonas le dejaron cansado anoche. ¡Joder, yo estaba deseando que me follara!
- Y yo – asentí – Aunque, como me dijiste antes, no vamos a estar todo el día dale que te pego.
- Ya, pero un poco de dale que dale no habría estado mal para empezar.
Ambas reímos.
Seguimos charlando un buen rato, mientras escuchábamos los ruidos de la retransmisión deportiva provenientes del salón. Un poco más calmadas, concluimos que, al fin y al cabo, estábamos allí para hacer lo que Jesús quisiera, no lo que quisiéramos nosotras.
- Pues espero que “quiera” follarnos un ratito – dijo Gloria riendo.
- Eso espero.
Poco después, la voz de Jesús resonó llamando a Gloria para que le llevara una cerveza. Yo seguí a lo mío, trajinando entre fogones, pero, cuando hubieron pasado 5 minutos y Gloria no regresó, me asomé al salón sintiendo una vaga inquietud.
Efectivamente, me encontré con una escenita que, aunque bastante esperada, hizo que un pequeño ramalazo de celos recorriera mi cuerpo.
Jesús seguía sentado en el sofá con los brazos abiertos, apoyados sobre el respaldo, con un botellín de cerveza en una mano. Gloria, de rodillas a su lado, le practicaba una soberana felación, que el joven disfrutaba a la par que las carreras.
Sin apartar la vista de la pantalla, como si hubiera sabido en todo momento que estaba allí, Jesús me habló con voz firme.
- ¿No se te quemará el arroz?
- No, no Amo – respondí dando un respingo de sorpresa – Ya está listo. Lo he dejado apartado del fuego para que repose. Podremos almorzar en 10 minutos.
- Estupendo. Entonces ven aquí.
Un poco inquieta, caminé hasta quedar al lado del sofá, pudiendo ver un perfecto primer plano de la mamada que Gloria estaba practicando. Sentí envidia.
- Pues, si no tienes nada que hacer, ensalívale un poco el culo a esta zorra.
Mientras decía esto, agarró con la mano el borde de la faldita de Gloria y la alzó, dejando al aire sus tersas nalgas. Pude notar que Gloria se encogía súbitamente, nerviosa, pero ni por un momento dejó de comerle la polla al Amo.
Sin perder un instante, me arrodillé tras la grupa de la joven y agarrando una nalga con cada mano, las separé para poder acceder al prieto agujerito de su culo. Con más entusiasmo que experiencia, procedí a ensalivarle a conciencia la zona a la chica, pues tenía una idea bastante aproximada de lo que iba a pasar. Las caricias de mi lengua pronto lograron relajar un poco el esfínter de la joven, con lo que pude introducir la lengua en su interior. Aunque no me habían dicho que lo hiciera, le metí el dedo corazón por el culo, para dilatárselo un poco, haciendo que el cuerpo de Gloria se tensara al percibir al intruso.
- Ensalívalo bien, puta – dijo Jesús en una frase que podía aplicarse a las dos – Que te la voy a meter por el culo.
Pensándolo bien, era a Gloria a quien se dirigía.
Tras un par de minutos de lametones y chupetones, Jesús estuvo dispuesto. No sé si fue casualidad, pero en ese preciso instante la retransmisión de la tele se interrumpió por publicidad.
Jesús se puso de pie y con cierta brusquedad, obligó a Gloria a ponerse en pompa sobre el sofá, subiéndole la faldita con violencia, pues se le había bajado al moverla. Sin perder un segundo, ubicó la punta de su ensalivada verga en la entrada del culito de la chica y, sin más miramientos, la enculó de un soberano cipotazo que hizo que se le saltaran las lágrimas.
- ¡AAAGGAGGAAAAAAHHHHAAAHHH! – aullaba la pobre Gloria mientras su esfínter era penetrado a las bravas.
Yo, que aún seguía arrodillada en el suelo, asistí atónita desde primera fila a la impresionante sodomización. Me sentí asustada al pensar que pronto me tocaría a mí, quizás ese mismo fin de semana. Tragué saliva con nerviosismo.
- ¡AMOOOOOO, NOOOO! ¡JESÚS, POR FAVOR, MÁS DESPACIO! ¡ME VAS A PARTIR EN DOS! – gritaba Gloria con las lágrimas saltadas.
- ¡Cállate ya, guarra! – exclamó Jesús mientras apretaba la cara de la chica contra el brazo del sofá, ahogando sus gritos – Así que me dejaron cansado anoche, ¿eh? ¿Pensabas que no tendría fuerzas para romperte el culo? ¡Dime, maldita puta!
Me quedé petrificada. Jesús había oído nuestra charla. Asustadísima, traté de recordar si yo había pronunciado alguna palabra inapropiada, porque, si era así, pronto ocuparía el lugar de la pobre chica.
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