El Hombre de la Casa

CAPÍTULO 6: UN NUEVO ESTILO DE VIDA

La mañana siguiente me desperté y la vi a mi lado, tumbada y observándome. En su mirada se podía intuir que estaba sumida en sus propios pensamientos.

-Buenos días, Roberto -me dijo con una tímida sonrisa. Acto seguido acercó sus labios a los míos y me dio un beso muy tierno y dulce.

-Buenos días, mamá -le respondí con voz de recién levantado. Le di el mejor abrazo del que me sentí capaz, ya que al fin y al cabo no me podía mover como hubiera querido.

-Cuidado, hijo -me dijo con una dulce voz.- Aún estás en reposo, ¿Recuerdas?

Asentí. Mientras ella correspondía el abrazo, dije:

-Aunque me siga doliendo el cuerpo estoy muy feliz.

-¿Feliz? -dijo mi madre con una pequeña carcajada.- ¿De qué, cariño?

-De despertarme y ver que no fue un sueño.

Me volvió a besar mucho más apasionadamente que antes. Entonces noté mi erección matutina y comprobé que volvía a tener ganas. Empecé a tocarla tanto como pude, empezando por sus tetas. Por desgracia, al incorporarme, el dolor del cuerpo pudo conmigo. Emití un quejido involuntario.

-¡Robe! -se alarmó mi madre.- Descansa... Lo de anoche han sido ya demasiados esfuerzos para ti...

Me resigné porque ganas no me faltaban.

-Además ahora no sabemos a que hora podrían llegar tus hermanas. Por suerte no nos hemos apalancado durmiendo, porque si nos encontraran así... -puso gesto de horror.- Te voy a preparar el desayuno ¿Vale? Aunque si quieres dormir más puedes... Debería acompañarte a tu cama porque Marta y Laura fliparían de verte durmiendo aquí...

-Vale, mamá... -respondí.- Pero ya estoy harto del reposo...

-No te queda otra, cielo -me dijo justo antes de besarme en la frente.

Me ayudó a ir a mi habitación y me recosté en mi cama. Ella bajó a la cocina y no tardó en regresar con un rico desayuno. Había traído para ella también y se sentó en mi cama para desayunar conmigo. Iba en un batín rosado de tela fina que no se había atado demasiado fuerte. Podía ver su canalillo en la obertura que le quedaba a la altura del pecho.

-Lo de Marta y Laura me preocupa un poco... -me confesó.- Que tu tía me haya convencido que esto que hemos hecho no es TAN raro no significa que el resto de gente lo pueda descubrir alegremente. Yo confío en Isa como en nadie más en este mundo y nos puede guardar el secreto, pero...

-Ya lo entiendo, mamá -interrumpí.- Ni una palabra.

-Es una suerte que ayer nos dejaran la casa para nosotros dos... -miró al techo y suspiró.- Pero con ellas en casa nos debemos comportar como si todo fuera normal.

-De acuerdo -acepté.

-Porque tú... -miró entonces al suelo sonrojándose.- ¿Querrás volverlo a hacer, no?

-¡Por supuesto! -dije yo ante tal obviedad.

Mi madre se rio un poco avergonzada. Me dio otro beso en la frente y me acarició la nuca. Vi su canalillo muy cerca de mi cara y me quedé paralizado. Cuando se volvió a quedar sentada donde estaba, siguió hablando:

-Pero tu reposo absoluto también nos limita un poco.

-Ya, bueno... -respondí con tristeza.- Me gustaría poder moverme bien.

-Hijo... -dijo mi madre con ternura y una sonrisa.- Podrás.

-Mami... -dije con un hilo de voz, esta vez mirando yo a mis propios pies.

-Dime, cariño.

-¿Entonces lo podremos hacer más veces cuando esté recuperado?

Ella me miró y, tras un no muy largo silencio, sonrió ampliamente y exclamó:

-¡Claro que sí, hijo! -se recostó para abrazarme por la cabeza de nuevo, quedando sus tetas a la altura de mi cara.- Es muy raro, pero ya me da igual. Yo también lo deseo.

Con mi cara entre sus tetas ya no pude aguantar más. Me restregué con frenesí por aquel canalillo.

-¡Jajaja! -se rió mi madre.- Como te conozco ya...

Acto seguido me puso la mano en el paquete y mientras me miraba a los ojos murmuró:

-Lo que imaginaba...

-Es que me pones mucho, mamá... -dije mientras ella me buscaba los labios para morrearme. Después del morreo ella contestó:

-Y tú también a mi.

Intenté incorporarme a pesar de mi dolor, pero no me pareció fácil.

-Hijo... -dijo ella.- Ya te he dicho que no tú no haces más esfuerzos por hoy... -hizo una de sus famosas pausas.- Aunque... Habrá que hacer algo con esto.

Me apretó un poco la polla por encima de los calzoncillos. ¡Que placer me dio!

-Me pongo así porque vas por casa con este batín tan abierto... -dije jadeando.

-Ay... Tetas, tetas, tetas... Te flipan ¿eh? -se rió mi madre.- Sigo diciendo que eres clavado a tu padre... También le encantan.

Me incomodó un poco el comentario y su burla amistosa, pero sonreí.

-Anda, ven -se levantó mi madre agarrándome la mano. Se la di y ayudó a que me levantara. Me sentó en el borde de la cama mientras me dijo:

-Si te pareces a tu padre la mitad de lo que creo... Esto te va a encantar...

Ella se arrodilló en el suelo, enfrente de mi. Me quitó rápido el boxer y liberó mi pene erecto. Ella hizo una mueca golosa y lo empezó a acariciar. Lo lamió y se lo metió en la boca sin muchos preámbulos. Yo aún no lo sabía, pero la mamada no era la parte importante. Aún así mi madre se entregó a fondo con ella y se entretuvo un buen rato haciéndomela. Entonces se la sacó de la boca y me dijo muy excitada:

-Ahora hijo, cómeme las tetas...

Se abrió el batín y me las puso frente la cara. Me volví a maravillar, como si fuera de nuevo la primera vez que las veía. No vacilé ni un segundo en hacer lo que me pedía. Le chupé los pezones con intensidad.

-Robe... -dijo ella- Lámelas bien... Que queden llenas de saliva...

Así lo hice. Mi madré me soltó la polla (me había seguido pajeando durante todo el rato, excepto en aquel momento) y se sujetó una teta con cada mano.

-Ven... -me dijo con un susurro muy sensual.- Lame aquí...

Y me aprisionó otra vez la cara en su canalillo. Yo obedecí encantado de estar ahogado entre aquellas dos maravillas. Pasé mi lengua por enmedio y aquella zona quedó húmeda de mi saliva. Poco después mi madre se apartó de mi.

-Ya verás como esto te encanta... -dijo sin soltarse las tetas y arrodillándose a un nivel más bajo de nuevo.- Tú disfruta...

Sus pechos se dirigieron a mi polla e hicieron contacto. La punta de su pezón directamente con mi frenillo me dio un gustillo enorme, y más aún cuando me agarró el falo y lo deslizó por sus tetas en su totalidad. Estuve unos segundos sintiendo aquel enorme placer hasta que finalmente ella acorraló mi polla entre sus dos berzas. Mi pene quedó aprisionado en su canalillo y mi madre comenzó la fricción. Cuando comprendí que me estaba haciendo una paja con sus pechos sentí el increíble placer que esto me suponía. Me estaba haciendo mi primera cubana. Suspiré y miré al techo.

-¿Qué tal, cariño? -me preguntó coqueta.

-Mamá... -pude articular.- No me lo puedo creer... De verdad que no.

-¿Pero te gusta? -preguntó con interés.

-¡Me encanta!

-Disfrútalo, hijo.

Mi madre se iba recolocando cada cierto tiempo para que mi polla no saliera de entre sus tetas y la fricción lubricada con saliva fuera lo más placentera posible. La miraba encantado y la veía laboriosa, concentrada en el placer de su hijo. Aceleró el ritmo de su cubana y yo moví un poco instintivamente mis caderas para aumentar aquella fricción, ya que cada vez sentía menos dolor. No sé cuantos minutos duró exactamente, pero noté por momentos el orgasmo crecer poco a poco dentro de mi. Cuando iba a estallar avisé a mi madre, porque se iba a manchar mucho a juzgar por lo que sentía en mi interior:

-Me corro... ¡Cuidado!

-Córrete así, cariñ... -empezó a decir mi madre mientras mi esperma salía como una erupción volcánica, blanco y cálido, esparciéndose por sus tetas y su canalillo- ...ooh... ¡sí! -se interrumpió a ella misma al verlo.

Me estuvo acariciando la polla con sus tetas durante un buen rato. Me encantaba como me alargaba el placer durante el máximo tiempo posible. Cuando se separó de mi, vi su entreteto todo blanco a causa de mi semen, y sus tetas chorreando también un poco. Ella sonreía algo sonrojada. Aquella escena fue un gran deleite. Me habló dulcemente:

-Te ha gustado ¿no? -sonrió un poco más.- Tal y como me imaginaba... -Yo no sabía que decir, quería agradecerle todo aquello pero no tenía palabras.

-Mamá...

Simplemente me abrazó con su cuerpo prácticamente desnudo, con las tetas aún pegajosas, pero no me importó. Noté aquella piel que por fin podía acariciar cuanto quisiera. Otra vez me sentí en una nube cuando de repente oímos el ruido que hace la llave al abrir la puerta de casa.

-¡Ya estoy aquí!

Era la voz de Marta, mi hermana pequeña, que hablaba desde el piso de abajo. Mi madre me miró con gesto de aterrorizada y dijo muy rápido:

-Te tapo con la sábana pero límpiate rápido la corrida. Yo me voy pitando a la ducha.

Y salió de mi habitación veloz pero silenciosa mientras yo obedecía.

-¿Hola? -volvió a sonar la voz de Marta.- ¿Hay alguien despierto?

Se oyeron sus pasos subiendo por la escalera. También se empezó a oír el agua de la ducha. Entonces vi que no había motivo para estar paralizado y en silencio.

-¡Hola Marta!

-¡Buenas, tete! -dijo mientras picaba a mi puerta (que ya estaba abierta) entrando respetuosamente a mi habitación. Yo respiraba un poco nervioso pero intenté que no se me notara. La cuestión es que no contaba con algo que me alteraría aún más mi tranquilidad. Además del susto que nos había dado unos segundos antes, Marta iba vestida con una camiseta de tirantes nueva, mucho más ajustada de lo habitual en ella. En su cuerpo tan joven, aquellas tetas destacaban demasiado y verle el canalillo era algo hipnótico. Me quedé alucinado como de costumbre.

-¿Has dormido bien? -me sonrió.

-Sí, bueno... -balbuceé.- Lo que se puede.

-¿Todo bien, tete?

-Bueno... -disimulé.- Que tengo ganas de volver a tener dos brazos y unas piernas funcionales.

-Bueeno, todo llegará -me sonrió aún más.- ¿Y mamá?

-En la ducha.

-Ah.. -dijo ella con un ligero gesto sorprendido. Nuestra madre casi nunca se duchaba por la mañana y mucho menos en verano teniendo piscina.- Bueno, me bajo a nadar un ratito. ¡Que tengas un buen día!

-¡Tu también!

Se metió en su habitación y me la imaginé quitándose aquella atrevida prenda para ponerse el bikini que ya le empezaría a quedar pequeño si aquello seguía creciendo a ese ritmo. Realmente, habiendo sido saciado tanto y tan recientemente, ¿Como podía seguir pensando de aquella manera?

Después de aquella pequeña advertencia del destino, mi madre y yo nos dimos unas horas prudenciales de cara a poder tener la intimidad necesaria para hablar del tema a solas. Ocurrió aquella tarde cuando tanto Laura como Marta estuvieron de nuevo fuera de casa. Mamá estaba en la cocina terminando de fregar unos platos y yo me acerqué a ella para abrazarla desde sus espaldas. Mi madre rio con suavidad diciendo:

-Enseguida termino, cielo, y estoy por ti.

Nos sentamos en el sofá. Ella iba de estar por casa con una de sus camisetas de tirantes largas. No llevaba pantalones debajo, así que le podía ver los muslos perfectamente cuando se puso la mar de cómoda al sentarse. No tardó en sacar el tema:

-Bueno... Vaya susto esta mañana cuando Marta ha llegado tan pronto.

-Ya ves, mamá... -reflexioné.- Si nos hubiera pillado...

-Hijo -me interrumpió.- Esto NO puede pasar. ¿Entendido? Y menos con Marta, con lo inocente que es... Tendría un trauma y nos llamaría locos de por vida. Porque lo hemos aceptado, pero sigue siendo una locura.

-Tienes razón, mamá -le dije.- Debemos tener más cuidado.

-Totalmente -respondió tajante.- Seamos madre e hijo normales la mayor parte del tiempo, por favor... Debemos guardarnos para ocasiones especiales. Tienes dos hermanas a las que tenemos que respetar viviendo con ellas. Solo cuando estemos seguros de que no estarán ni llegarán de repente, entonces podemos...

-...¿Follar? -continué yo, ya que se había atascado en esta palabra.

-Follar -dijo ella con una sonrisa, aún no pudiéndose creer que lo que estaba diciendo fuera cierto.

Me puse a reír de ver su cara. Por mucho que llevara tiempo deseándolo había que reconocer que la situación era muy surrealista. Ella se rio conmigo.

-Bueno... También es verdad que tenemos una cómplice... -dijo mi madre pensativa.- Si tía Isabel se las llevara un día de compras y nos quedáramos la casa...

Recordé entonces a mi tía Isabel. Ella me había ayudado días atrás y además había ayudado a que mamá aceptara la situación. Me pareció que en aquel momento esta última también cayó en la cuenta de la profundidad de los hechos más recientes.

-¡Hay que ver! -soltó.- A tu tía aún no la he llamado para contarle NADA de como ha ido la cosa... Seguro que va a alucinar, aunque ya se lo espere...

Yo me quedé callado con mis pensamientos. Se volvió dirigir directamente a mi:

-Robe... Esto es aún más enrevesado... -dijo en voz más bajita.- Casi me olvido de... Bueno. Esta conexión que habéis hecho tú y ella estos días.

-Ya... -suspiré viendo que me leía el pensamiento.- Es para flipar.

-Ella también estaba preocupada por ti y no dudó ni un segundo en ayudarte. Es lo que tiene ser tan abierta de mente... y estar un poco loca.

-Nos ha acabado contagiando su locura -me reí yo.

-Bueno, es que a ella estas cosas le divierten mucho -respondió. Se quedó un rato callada y siguió.- De hecho...

-De hecho ¿Qué? -pregunté yo viendo que mi madre hacía otra de sus pausas que se alargan.

-Contigo también -continuó.- Contigo también lo ha hecho por diversión... Aparte de ayudarte.

No supe que decir. Entonces ella habló de nuevo:

-Hijo... A ti te gusta tía Isabel, esto está claro ¿No?

-¡Mamá! -me sonrojé yo.- Sí, pero me gustas má...

-No te he preguntado eso, cariño -me interrumpió en tono amable.- Solo digo que si ella también te gusta.

-Sí -admití.- La verdad es que sí. ¡Pero tú más!

-¡Jajaja! -se rió con soltura.- Eso no lo dudo... -Y se agarró las tetas con las manos, sujetándolas un poco hacia arriba para aumentar la longitud de su canalillo visible.- Porque yo las tengo más grandes. ¿A qué sí?

-¡Mamá! ¡Por favor! -exclamé riendo nerviosamente.- ¡Que uno no es de piedra!

-¡Jajaja! Pues hoy ya has tenido tu ración de estas, mejor nos controlamos -dijo volviendo lentamente a un tono más serio.- Cualquiera de tus hermanas podría entrar ahora mismo por la puerta.

-Entendido -me resigné yo. Respiré y volví al tema.- De todos modos tú simplemente me gustas más que ella... Porque sí. Y ya.

-Hijito... -dijo ella con cierto tono emocionado.- Que vergüenza admitir lo tonta que me pone que me digas eso...

-No la sientas, mamá -le respondí.- Es la verdad.

-Vale... Gracias. -contestó.- Volviendo al tema. Lo que hemos empezado a hacer es muy raro, pero... Si me pregunto a mi misma si me sentaría mal que lo hicieras de nuevo con tía Isabel... La respuesta es no.

-¿No? -pregunté confuso.

-Que no me sentaría mal. Es algo vuestro, de vosotros dos -continuó explicando.- No puedo juzgarte a ti de que tengas relaciones con tu tía ni tampoco a ella por tener relaciones con su sobrino... Especialmente si tenemos en cuenta que... ¡Por Dios! ¡Yo soy tu madre!

Me volví a quedar callado.

-Y si algún día conoces a una chica de tu edad... -dijo ella.- Bueno, da igual. Que yo no voy a acapararte. Nunca.

-Mamá... -contesté.- No te preocupes, de verdad. No nos queremos hacer daño.

-Lo sé -respondió ella mirándome a los ojos.- Lo sé, cariño. Solo digo eso. Tu vida es totalmente tuya. Eres mayor para tomar decisiones y tía Isabel siempre será buena y sincera contigo. Eso te lo garantizo.

-Vale, mami -concluí.- Pero si algo te molesta házmelo saber. No más sentimientos ocultos. ¿Vale?

-Vale -concluyó.- Por cierto... Ya va siendo hora de ducharte. ¿no? ¿Vamos allá?

-De acuerdo -dije recordando de repente el rumbo que habían tomado las duchas con mamá durante los últimos días. Aunque ella misma había dicho en tono bromista que ya había tenido mi ración aquella mañana.

Durante la ducha se me puso morcillona, pero no tan dura como de costumbre. Lo comenté a modo de broma y ella dijo que era normal con las dos corridas de la noche y la de esta mañana. Que no me preocupara, que ya abría tiempo para jugar y que así nos podíamos concienciar para no poner en peligro nuestro secreto. A pesar de eso, cuando me envolvió con la toalla para secarme me dio un tierno beso en los labios.

. . .

Los días transcurrían con lentitud. Yo me iba encontrando un poco mejor y deseaba que pronto se acabara mi estado dependiente. Llegó un día muy significativo en el que mi madre me anunció:

-Robe, hoy nos vamos las tres de compras a Barcelona y pasaremos todo el día fuera. Seguro que estarás bien solo, que cada día te vemos mejor... -se puso muy maternal y continuó.- Tienes comida para calentar al microondas, pero por cualquier urgencia tía Isabel estará por aquí. ¿De acuerdo? Llámala si hace falta.

-Uhms... -balbuceé yo.- De acuerdo...

No supe si lo decía con segundas y evidentemente no iba a preguntarlo con mis hermanas delante. No pude hacerlo porque ya no se separaron en ningún momento y las vi marchar por la puerta minutos después. Me quedé solo y en silencio. Me puse algo de música y pensé en qué podía hacer. ¿Y si la llamaba? Realmente no había ninguna urgencia... Aunque...

Me di unos minutos. Pasaron lentos y pensé que era una tontería, realmente tenía ganas de llamarla.

-¿Diga? -dijo mi tía con su sensual voz cuando me contestó al teléfono.

-Hola tía, soy...

-¡Roberto! -exclamó.- ¿Como estás? Te han dejado solo, ¿No? ¿Necesitas algo?

-Pues sí... -contesté con vergüenza.- Y no... Bueno...

-Dime, dime -siguió ella con un tono que me pareció sutilmente picante.

-Bueno, sí. Como voy a estar aquí solo todo el día... -le dije.- Si en algún momento te quieres pasar...

-¡Oh! -respondió.- ¡Piscina con mi sobrinito! ¡Planazo!

-Bueno, que aquí estoy.

-Tardaré un poco más de un hora, pero allí estaré.

-Vale. Hasta ahora.

Colgué el teléfono y de nuevo me pareció una pasada. ¿Vendría con intenciones de?... El corazón me iba a mil por hora. Aquella hora se me hizo eterna y me distraje tanto como pude. Me apareció una erección bastante notable durante esa espera pero intenté no hacerle caso. Cuando por fin sonó el timbre fui a abrir tan rápido como pude.

-¡Buenos días, chaval! -dijo mi tía con su habitual euforia al saludar. De nuevo iba con un vestido que le marcaba la figura y el bikini estaba visiblemente debajo.- Que buen día hace. ¿No?

-La verdad es que sí -dije invitándola a entrar.- Pasa.

-¿Y esa música? ¿Esto que suena no es... Extremoduro?

-Correcto -respondí.

-Pero esto es en plan muy suave no... -dijo pensativa.- Cuando yo era joven daban mas caña.

-¡Bueno -expliqué,- este disco lo sacaron el año pasado y ya te digo que es increíble. Te lo recomiendo. También tiene partes de más caña.

-A mi me encantaba el Agíla, y los anteriores... -me comentó.- Pero le daré una oportunidad a este. Me fío de tu criterio, no en vano le propuse tu nombre a tu madre por lo que nos flipaban en sus inicios...

-Sí -respondí.- Algo me ha llegado... Erais super jóvenes cuando mamá me tuvo. Pero mamá ahora ya solo los escucha de fondo por mi o por Laura, que también le gustan.

-Bueno... ¿Y tu bañador?

-Es verdad... -dije.- En mi habitación.

-Subo a buscártelo yo -espetó enérgica.- Espérame aquí.

-Armario izquierdo -grité mientras subía la escalera.- Tercer cajón.

Bajó con uno de mis bañadores con estilo de surfista y me dijo con una sonrisa pícara:

-¿Te ayudo a ponértelo?

-Vale...

Al acercarse a mi y al percibir yo su olor me excité. Volvió mi erección con un poco más de fuerza y se me notó a través del pantalón corto de mi pijama.

-Vaya, vaya... -dijo risueña.- Al final me voy a acostumbrar a tu forma de saludarme...

-Bueno... ya me conoces -dije yo sonrojado.

-Y eso que -continuó con un tono insinuante.- Según me han dicho últimamente te han mimado bastante ¿No?

-Mamá... -comencé a hablar después de quedarme unos segundos mudo.- ¿Te lo ha contado ya?

-Sí, sobrino, sí -me informó.- ¡Que locura, por favor! Mira que se veía venir pero aún así es tan... ¡Flipante! Pero es que creo que tanto ella como tu estáis TAN felices con esto...

-Pues sí... -contesté.- Y gracias a ti.

-No me las des -sonrió.- Yo lo estoy disfrutando también como la que más.

Me volví a quedar mudo.

-Además ya me ha comentado que bueno... Que tú y yo... -aquí pareció ser mi tía la que se trababa. Algo inusual en ella.- Bueno, que le da igual lo que hagamos.

-Bueno... -continué.- Eso dijo, sí...

Sonrió y me miró. Estaba más cerca de mi que al inicio de la conversación. Puso su mano en mi cintura y me besó muy lentamente en la boca, abriendo los labios. Nuestras lenguas se entrecruzaron. Se rio cuando se separó de mi.

-Pues nada -dijo con su voz más sensual.- Sigamos con la locura.

Después clavó su mirada en mi paquete y continuó diciendo:

-Vamos a hacer algo con esto, que si no... No podrás nadar.

-Pero si igualmente no pued..¡ooh! -gemí al notar que me lo agarraba y me lo empezaba a acariciar.

-Siéntate -me sugirió siguiendo con su risa.- Ya lo haremos de pie cuando estés recuperado.

Me senté en el sofá del salón y me liberó la polla que se encontraba en estado de extrema dureza. Ella la miró con lujuria:

-Vaya con los jóvenes... -dijo mientras me volvía a mirar a los ojos.- Tu madre me comentó que te gusta mucho esto...

Y se metió mi pene en la boca. Empezó el movimiento para estimularme y lo sentí... Diferente al de mi madre. Tenía otro estilo. Recordaba al de mi madre más suave y cariñoso, pero el de mi tía era más bien "técnico", como si supiera justo que puntos de mi glande atacar para poder causar mi eyaculación. Era como si se hubiera entrenado para la ocasión. Yo le acariciaba la cabeza con mi mano izquierda y bajé hasta sus tetas. Ella sacó mi pene de su boca y se quitó el vestido quedando en bikini. El resto me lo dejó a mi, ya que rápidamente prosiguió con su felación y yo pude sacarle las tetas del bikini para amasarlas con gusto. Mi tía seguía chupando y se ayudaba con la mano para darme más placer. Realmente no podría aguantar mucho más:

-Tía -gemí.- Creo que ya...

-Uhmmm -murmuró ella. Con la punta de su lengua empezó un movimiento muy rápido que fue demolidor. Con su mano me masturbó intensamente mientras mi chorro de esperma comenzó a brotar. Gemí como un poseso y ella se pringó toda la boca, le salpicó en la mano y un poco en la cara y barbilla. Eché mucho esperma, ya que mi madre no me había podido "vaciar" en un tiempo.

-Uou... -dijo tía Isabel con los ojos muy abiertos y mi semen por sus labios y barbilla.- ¿Pero tú donde guardas tanta leche?

-Lo siento tía -me disculpé.

-No, no... -respondió ella.- Ya me gusta que vayas tan salido... Yo tengo el coño mojadísimo ahora.

-¿En serio? -pregunté con sorpresa.

-Sí, pero no te preocupes -dijo ella quitándole importancia.- Ya te enseñaré a devolverme el favor cuando te puedas mover más...

-¿Te refieres a..?

-Sí, Robe, sí -se rió.- A comerme el coño.

Entonces me reí yo. De nuevo aquella sensación de alucine, de que aquello debía ser un sueño. Después de aquello nos fuimos a la piscina y ella, en vez de ponerse bien la parte de arriba del bikini, se la acabó de quitar:

-¡Está muy bien situada esta piscina para que el vecindario no nos pueda ver! Ya ves tú que falta me hace llevar esto para nadar...

Me reí contento. No la podía dejar de observar. Se puso a nadar en topless, con cara de feliz y relajada. Yo me volví a sentar en la escalera con mis piernas en remojo. Se hizo un silencio que emanaba tranquilidad. Después nos tumbamos a tomar el sol hasta que mi bañador quedó seco del todo. No sé si estuvimos varias horas en este estado de calma, hasta que mi tía dijo:

-Bueno, Roberto... ¿Vamos a comer?

Fuimos dentro de la casa y le dije que no hacía falta cocinar nada, que había comida suficiente para los dos, preparada para calentar. Me puse a ello, que ya estaba harto de ser un inútil.

-Estupendo -dijo ella.- Yo voy a cambiarme mientras se calienta.

Y se fue al salón aún con los pechos al aire caminando por mi casa, vistiendo solo la braga del bikini que no le tapaba demasiado su redondeado culo. La imagen me pareció inusual y muy excitante. Cuando volvió lo hizo con el vestido playero otra vez puesto, pero ya no se le veía bikini debajo, si no un sujetador de ropa interior.

Comimos charlando animadamente, como cualquier sobrino con su tía con la que se llevaba fenomenal. Después de poner los platos y cubiertos en el lavavajillas nos tumbamos en el sofá. Iba a hacer la sugerencia de poner algo en la tele pero mi móvil sonó de repente. Había recibido un sms.

-¡Vaya! -dije mientras lo leía.- Es mamá... Dice que espera que esté bien... Que van a seguir paseando por la tarde y a ver algo al cine...

-¡Oh! -contestó tía Isabel.- Tu madre nos está diciendo claramente que tenemos tanto tiempo como queramos...

-¿Qué dices? -me sorprendí.- Si ni siquiera sabe que estás aquí.

-Seguro que se lo imagina -me dijo traviesa.- ¿Qué mejor forma de pasar el día que invitando a tu querida tía a tu fantástica piscina?

-¿Tú crees? -pregunté.

-Cielo... -contestó.- Tu madre y yo siempre hemos sido muy cercanas. Nos hablamos con sinceridad de todo. Las dos sabemos que tanto yo como ella te ponemos... bastante cachondo ¿Por qué no decirlo así? -cambió a un tono más melancólico.- Y hemos sido jóvenes. Te tuvo de muy joven y eran tiempos locos... Ella eligió una vida familiar y yo alargar esa locura. Pero tu madre está hecha de una madera muy similar a la mía y es mucho más abierta de mente de lo que parece. A los hechos me remito.

-Vaya... -contesté sin saber más bien que decir.

-La cuestión es que ni ella ni yo somos tontas -continuó.- Siendo honestos con lo que deseamos los tres... Cuando me dijo que se iba a pasar el día a fuera ya me imaginaba yo que era para dejarnos la casa a nosotros.

Me volví a quedar tan callado y alucinado como cuando asimilaba estas cosas. No me percaté que tía Isabel se estaba acercando lentamente a mi. Lo suficiente como para decirme en voz muy bajita y sensual:

-Así que... ¿Como quieres pasar la tarde?

No contesté. No hacía falta y además mi boca quedó tapada por la boca de mi tía durante unos segundos que se alargaron de forma deliciosa.

-¿Vamos a tu cuarto? -me dijo volviendo a su tono travieso.

Me ayudó a subir la escalera pero me noté con suficiente fuerza para hacerlo a más velocidad de la que me había acostumbrado. Me estaba recuperando y mi excitación me daba mucha energía para ello. Cuando llegamos a la habitación nos seguimos morreando y la empecé a tocar con mi único brazo bueno. Ella me pasaba las manos por la espalda y se restregaba junto a mi cuerpo. Mi erección estaba pegada a su vientre y disfruté de aquella sensación.

-Túmbate -me comunicó sugerente.- Ponte cómodo.

Lo hice y ella lo hizo encima de mi. Se quitó el vestido de forma muy sensual. Quedó en un conjunto de ropa interior increíblemente bello, de color morado y de lencería de encaje. Mis ojos se salían de sus órbitas:

-Uau... Tía... Estás...

-Me compré este conjunto el otro día -me comentó como si no le diera importancia. Cambió el tono a uno mucho más sexy para continuar.- Y lo estoy estrenando hoy. ¿Te gusta?

-Me encanta...

Aún con el conjunto puesto (y yo con el bañador), ella restregaba su entrepierna con la mía para darnos placer. Se estuvo un rato así hasta que se dio la vuelta y se puso de espaldas a mi. Entonces vi que la parte de abajo del conjunto era un tanga precioso. El culo redondo de mi tía destacaba debajo de su más bien fina cintura. Solía fijarme más en las tetas, pero aquello era increíble también. Le toqué el culo suavemente mientras ella me sacaba la polla del bañador. En aquella posición me empezó a masturbar mientras acercaba su culo y su coño a mi cara. Aquella visión era de infarto. Aún lo fue más cuando noté que mi polla entraba en su boca.

-Uhmmm -murmuró ella cuando escuchó mis gemidos.

Volví a notar los hábiles movimientos de su lengua. Su coño, aún tapado por el tanga que llevaba, estaba muy cerca de mi cara y noté su olor y su calor. Me acerqué a él cuando de repente paró y se levantó. Con cara de extasiada me miró y me dijo:

-Dime, Roberto... ¿Tienes condones?

Asentí. Tenía una caja guardada por si alguna vez los necesitaba. Y aquel era el momento. Le indiqué donde estaban y ella mismo fue a buscarlos. Abrió la caja y sacó uno de su envoltorio. Me agarró de nuevo el pene y lo desenrolló para ponérmelo. Yo me dejaba hacer con estupefacción. Se quitó el tanga y se volvió poner encima de mi, para sentarse de lleno en mi polla, que agarró con una mano para hacer coincidir la punta de esta con la entrada de su vagina. Se sentó y acomodó mientras yo iba entrando deliciosamente dentro de ella. El placer era indescriptible a pesar de la fina capa de látex que nos separaba. Se inclinó hacia mi (acercando mucho sus tetas a mi cara) e inició un movimiento de caderas sublime para crear una fricción increíble. Era el paraíso.

-Deja que me mueva mientras la siento dentro, Roberto -dijo mi tía gimiendo.- Que dura está...

Aceleró el ritmo y yo no pude resistir la tentación de chuparle los pezones mientras le acariciaba el culo cada vez más intensamente.

-¡Oh, sí! -dijo ella.- ¡Me encanta follar con mi sobrino!

Oír aquello me excitó y le apreté la nalga con más fuerza.

-No pares, tía, por favor... -dije entre gemidos. Ella respondió:

-¡Dame un poco fuerte en el culo, Roberto!

Obedecí y empezó a gemir mucho más fuerte. Era escandalosa y me encantaba. Estuvimos follando un buen rato ya que yo tenía más fuelle del que hubiera tenido si no me hubiera corrido antes de comer. Fuera como fuese, también lamenté el hecho de no poder tener mi movilidad habitual.

-¡Oh, por favor! -gritó mientras yo le daba cachetes en las nalgas cuando comprobé cuanto le gustaban.- Me voy a correr...

Y empezó a temblar. Sus ojos se cerraron e hizo una mueca de rabia. Gimió y gritó muchísimo más fuerte indicando que estaba disfrutando de un orgasmo muy intenso. Mi momento iba a llegar justo después.

-Oh... tía...

Y me tocó a mi. Noté como mi esperma llenaba el preservativo que me había puesto hacía unos minutos mientras sus movimientos siguieron aumentando de nuevo para darme más placer. Yo no podía contener ninguno de mis gemidos.

-Tía... -dije cuando recuperé el aliento.- Te mueves de una forma increíble...

-Jejeje... -se rio cerca de mi cara.- Ya aprenderás a moverte tú cuando puedas.

Nos besamos en la boca de nuevo.

Horas más tarde llegó mi madre con mis hermanas a casa. La escena que encontraron fue la de una tía viendo la tele con su sobrino lisiado.

-¡Tía Isa! -exclamó Marta.- ¡Qué sorpresa!

-Buenas -dijo Laura.- ¿Qué tal?

-¿Como ha ido el día, familia? -preguntó con naturalidad mi madre.

-Pues... -empezó tía Isabel.

-¡Muy bien! -dije yo con una sonrisa.- ¿Y el vuestro?

. . .

-Bueno... -dijo mi médico.- Creo que esto ya está mucho mejor. Lo vamos a quitar ya ¿Vale?

Intenté evitar dar botes de alegría. Después de tantas semanas con el brazo escayolado, el día en que me lo iban a quitar podría haber sido el más feliz de mi vida, si no fuera porque ese día lo superaría cualquiera de mis momentos íntimos con mi querida madre o mi fogosa tía. La primera era quien me acompañaba en aquella visita y vio con alegría como me quitaban el yeso. Mi mano derecha volvería a estar disponible otra vez, la mano con la que escribo, con la que como, con la que siempre me he masturbado... Si el pacto con mi madre hubiera quedado solo en aquello, allí habría terminado todo. Pero, por suerte, no había sido así. El Doctor se fue a hablar con la enfermera y nos quedamos mamá y yo solos en aquella consulta. Nos abrazamos y nos fundimos en un apasionado beso de amantes. Nos separamos rápido por si el médico nos pillaba, pero le dije bajito:

-Ya verás cuando lleguemos a casa, lo que te voy a hacer ahora que tengo dos manos...

-Tiemblo... -dijo ella levantando una ceja.- Tengo unas ganas de comprobarlo...

Sonreí. Ya me estaba acostumbrando a mi nueva vida. Mi madre, mi tía... ¿Quien lo habría podido imaginar?

CONTINUARÁ...
muy bueno! tienes más relatos publicados en otros sitios?
 
Muy buenas! En la página donde publico los relatos, (t o d o r e l a t o s) ya aclaré que con el capítulo 6 terminaba la primera etapa de la serie. Me doy una semana de tiempo (y aprovechando que estamos en vacaciones) para que no me pille el toro al seguir escribiendo y que la segunda etapa pueda seguir publicándose con un ritmo semanal. Ahora mismo estoy terminando el 10, pero quiero tener margen para repasarlo bien todo, así que nos vemos por aquí el domingo 27 de abril.

Salud, y cuidaos mucho!
 
Muy bueno el relato, esperando su continuación y dándote las gracias por tu esfuerzo
 
CAPÍTULO 7: VACACIONES SIN ESCAYOLA

Volvía de la consulta hacia mi casa en coche, con mi madre conduciendo a mi lado. Yo me miraba el brazo derecho y lo movía mientras sonreía embobado. ¡Cuanto había hechado de menos la mobilidad en aquel brazo! No sabía si me acordaría de escribir o de agarrar los cubiertos con la mano con la que lo había hecho toda la vida. Mi madre me habló:

-Estás contento. ¿Eh?

-Sí, claro -respondí fascinado.- No te puedes imaginar que sensación tan buena... ¡Es fantástico poder volver a tener dos brazos!

-Aún quedan días de verano, te dará tiempo de disfrutarlo sin escayola...

-Mamá -le dije mirándola.- Ya he estado disfrutando mucho todo este verano.

Ella sonrió con cierta ilusión. Yo lo decía de todo corazón y además ella tenía razón. Me quedaban aún dos buenas semanas de agosto para disfrutar de las vacaciones y de esta situación tan increíble que estaba viviendo con mi madre y mi tía. La verdad es que con esta primera había podido aprovechar y disfrutar algunas pocas noches en que nos quedábamos solos en casa, viviendo experiencias muy placenteras mientras mi movilidad iba regresando poco a poco. Fue en el momento de haberme quitado el yeso del brazo derecho cuando experimenté la euforia de volver a sentirme yo, con plenas intenciones de vivir aún más de aquellas situaciones tan geniales.

Era mediodía cuando llegábamos a casa. Por fortuna del destino ninguna de mis dos hermanas estarían para la hora de comer, por lo que se sobreentendía que mi madre y yo tendríamos tiempo para celebrar mi recuperación en la intimidad. Cuando llegamos, ella abrió la puerta con la llave y me invitó a entrar a mi primero. Me siguió y cerró de golpe la puerta detrás de mi. Me giré y la sorprendí con un abrazo muy intenso por su espalda.

-Hijo... -me dijo jadeando por lo inesperado.- No tienes paciencia ¿Eh?

Yo me quedé abrazándola en silencio y sin una respuesta clara a su acierto. Ella continuó hablando:

-Y me encanta... -Se giró hacia mi y nos fundimos en un apasionado beso lleno de deseo. Allí mismo la empecé a magrear con mis dos manos... ¡Por fin con las dos! Me separé unos centímetros de ella y agarré cada una de sus tetas con cada mano. Las apreté suavemente y las subí un poco. El canalillo que le dibujaba la camiseta de tirantes ajustada que llevaba para ir por la calle, se acentuó. A mi se me caía la baba por comérmelas de nuevo.

-Ay, mamá -balbuceé.- No sabes las ganas que tenía de poder hacer esto… ¡Una con cada mano!

-Ay, cielo -me respondió con la respiración acelerada.- ¡No sabes tú las ganas que tenía yo de que lo pudieras hacer!

Estuve amasándolas unos segundos y no tardé en lanzar mi cabeza a aquel canalillo cual depredador de sabana. Con mi lengua empecé a recorrer aquella línea que me enloquecía.

-Vamos arriba -me sugirió.

-Vamos... -le contesté entre respiraciones agitadas.

Llegamos a la escalera y ella misma me preguntó:

-¿A mi habitación o a la tuya?

Sonreí por aquella pregunta y me atreví a proponer:

-Vamos a la mía. Quiero hacerlo donde me hice las pajas imaginándome esto. Antes de pensar que pudiera llegar a ser real.

-Vale, cariño -respondió mientras andaba apresurada.- Hoy estás de celebración así que lo mejor será que nos montemos la fiesta en tu cama...

-La fiesta de cumple que me hubiera encantado al empezar el verano -dije mientras le acariciaba la cintura subiendo por las escaleras.- Cuando empecé a desearte tantísimo.

-Más vale tarde que nunca -dijo ella cogiéndome de la mano y llevándome a mi propia habitación.

Cuando llegamos nos lanzamos a la cama y nos seguimos comiendo los labios. La volví a tocar con dos manos y me sentí increíblemente bien. Aún no tenia el 100% de mi energía, ya que aún me faltaban algunos días para una recuperación plena. Igualmente iba a emplear toda la que tuviera en aquel momento en follarme a mi madre de la forma que siempre había deseado hacerlo.

La desnudé quitándole primero su camiseta, a lo que ella respondió haciendo lo mismo con la mía. Me puse a comerle las tetas para deleitarme al máximo, aún con su sujetador puesto pero casi siendo arrancado por mis manos antes de desabrocharlo, liberando esos pezones deliciosos que acabaron irremediablemente en mi boca. Le acariciaba la espalda para acabar de quitarle aquella prenda y, en vez de tan solo chupar, empecé a dar unos suavísimos mordiscos.

-¡Joder Roberto, me vas a volver más loca de lo que estoy!

Sus manos me habían estado acariciando el torso y la espalda, pero una de ellas se dirigió a desabrocharme el pantalón con maestría. Oí el ruido de mi cremallera y no me quise quedar atrás, así que fui a deshacerme también del suyo. Nos deshicimos de los pantalones y nuestras manos empezaron a acariciarse mutuamente los genitales, yo por encima de su tanga y ella por encima de mis calzoncillos.

-Solo así ya puedo notar lo mojada que estás, mamá -le dije en pleno éxtasis.

-Me mojo cuando noto lo duro que estás tú -me explicó.- Y quiero que me folles con eso...

-Hoy me voy a poner arriba -anuncié.- Quiero hacerlo así y moverme yo.

-Vale, hijo -contestó cada vez más perdida en su propio placer.- Como tú quieras...

Sin quitarnos la ropa interior que nos quedaba, ella se abrió de piernas y yo me puse encima de ella haciendo coincidir a la misma altura mi pene y su vagina. Empujé hacia ella para crear un maravilloso roce y apreté mi erección cubierta por la tela de ropa con su humedad también tapada. Estuve un rato así hasta el punto que ella me dijo casi gimiendo:

-¡Por favor, Robe, métemela ya! ¡No puedo aguantar más!

Con mi mano derecha aparté la tela de su tanga sin quitárselo. Mojé mis dedos en sus fluídos densos y calientes, los deslicé buscando lo que ya estaba aprendiendo que era el clítoris, dándole cuidadosamente una ligera estimulación.

-¡Oh, Dios! -gritó mi madre, con un leve intento de contenerse.- ¡Esto es genial!

Me bajé por fin los calzoncillos, y aproveché que su tanga estaba apartado para poder penetrar aquella vagina mojada con mi polla endurecida. Mi madre emitió un gemido muy intenso cuando la sintió dentro.

-¡Oh! ¡Sí! -pronunció.- ¡Roberto!

Yo iba más que salido y sabía que no duraría demasiado, no obstante quería follar con toda aquella intensidad por primera vez en mi vida. Empecé a moverme yo, a enloquecer y a dejarme ir a mi propio placer. Mi madre ya estaba fuera de si y seguía gimiendo. Miré sus tetas, como se movían al ritmo de mis embestidas. Me pareció una imagen divina. Sentí que no podría durante mucho más tiempo, pero intenté aguantar.

No fue hasta pasados unos minutos en que sentí que sería inevitable:

-Mamá... Me... Corr...

-¡Córrete a gusto, hijo! -me interrumpió.

No desobedecí. Cerré los ojos, apreté los dientes y sentí como mi leche caliente impregnaba el interior de mi querida madre. El placer se multiplicó hasta el puro éxtasis durante los segundos maravillosos que duró mi orgasmo. Yo seguía con mi intensidad para sentirlo al máximo, pero poco a poco fui bajando el ritmo. No la saqué inmediatamente por puro vicio, ya que me encantaba seguir dentro mientras aún sentía espasmos. Por si se me ocurriera lo contrario mi madre me suplicó:

-¡No la saques Robe!

Allí me quedé. Aún con un suave movimiento de entrada y salida vi como ella dirigía sus dedos a su clítoris y empezaba a masajearlo. Yo me quedé muy sorprendido ya que nunca había visto una masturbación femenina en directo. Pocos segundos le bastaron a mi madre para poder decir con convicción:

-Me corro... ¡Me corro! ¡Ohhh!

Y gimió como nunca la había oído gemir hasta entonces. Por mi parte noté las paredes de su vagina contraerse contra mi pene, que aún se movía y resbalaba en los deliciosos fluídos de aquel mojado agujero. Tuvo que pasar un tiempo para que tanto ella como yo respiráramos con mucha más tranquilidad.

Ella abrió los ojos y me sonrió:

-Buff... Que maravilla...

-¿Y esto último? -pregunté con mi polla aún dentro.

-Te habías corrido y yo estaba a punto... -respondió.- El orgasmo llega con la estimulación del clítoris.

-Sí... -dije.- Creo que sé lo que es...

-No te preocupes -continuó.- Nadie nace enseñado. Seguro que vas aprendiendo un montón ahora que te puedes mover tan bien.

-Mamá, te quiero -le dije con emoción.

-Yo también a ti, cariño -me contestó. Y nos volvimos a dar un tierno y apasionado beso, estando aún yo dentro de ella.

. . .

Agosto iba avanzando con persistencia. Yo no sentía en absoluto mi verano desaprovechado, pero quería asegurarme de disfrutarlo al máximo, ya que al fin y al cabo no sabía como se desarrollarían los acontecimientos a partir de septiembre, cuando empezara el nuevo curso escolar. Un día cenando surgió una interesante conversación:

-Tete -me dijo mi joven hermana Marta.- ¡Qué alegría verte tan bien por fin! Recuperado y con unos días de verano aún por delante. ¡Debe haber sido duro estar encerrado mientras los demás han podido disfrutar tanto de las vacaciones!

-Pues sí -dije fingiendo, para ocultar que realmente mi accidente había resultado en una de las mejores cosas que me habían sucedido en la vida.- A ver si puedo aprovechar los días que quedan.

-¿Y tus amigos? -preguntó mamá.- ¿Les has ido llamando para decirles como estás?

-Juan estará en el pueblo hasta el último día de agosto... -respondí con cierta nostalgia.

-¿Y aquella chica...? -continuó mi madre.- ¿Ainara?

Marta me miró mucho más callada, con una expresión un tanto misteriosa. Laura en cambio hizo una sonrisa más bien cínica, alzando una ceja. Yo contesté a la pregunta con tanta naturalidad como pude, sorprendido por la repentina curiosidad de mi madre por mi relación con chicas de mi edad:

-Está de viaje por Europa con su familia...

-Ya es una lástima -respondió mi progenitora,- pero seguro que encuentras a alguien con quien salir, ir a la playa...

-¡Sí, claro que sí! -dijo Marta.- Yo este año ya he ido un montón a la playa con las de mi clase, ¡Pero a la próxima podemos ir los dos! Mañana mismo si quieres.

-¡Estupendo! -exclamó mamá.- Laura, con lo que a ti te gusta la playa, ¿No vas a ir con ellos?

Miré a Laura, que puso una cara de aburrimiento bastante evidente antes de decir:

-Pues no sé... Quizás tenga mejores planes, la verdad.

-¿Alguno de tus novios? -preguntó Marta con un marcado tono cotilla.

-¿Ilguini di tis nivis? -le contestó Laura poniendo voz infantil para no tener que responder a la pregunta. No lo hizo en tono agresivo, lo que provocó las risas de toda la mesa.

-Bueeno... -dijo mi madre, conciliadora como siempre. Dejemos la vida de Laura para ella, que ya es mayor.

-Pero podríamos ir algún otro día los cuatro -comenté yo.- O se lo decimos a tía Isa... ¿Tu mañana no te apuntas, mamá?

-Yo precisamente he quedado con ella mañana, hace tiempo que no nos ponemos al día -me dijo con cierta mirada de reojo.- ¡Id vosotros dos y pasadlo bien! Ya iremos otro día los cinco, ¿De acuerdo?

-Vale... -dijo Laura dándose por aludida.- De acuerdo...

-Bueno, de momento vamos los dos mañana -insistió Marta.

-Sí... -dije yo animándome con la idea.- ¡Mañana vamos!

. . .

El día siguiente me desperté con una dulce voz sonando a la puerta de mi habitación:

-¡Buenos días, tete! ¡Vamos si quieres aprovechar el día!

Me desperecé y vi a Marta ya preparada para la ocasión. Iba cubierta con un bonito pareo naranja y una bolsa de donde sobresalía la toalla.

-Buenos días -dije remoloneando.- ¿Qué hora es?

-¡Las nueve y media! -contestó Marta con muchísima energía, dirigiéndose a mi cama.- ¡Arriba dormilón!

Se sentó a mi lado y me empezó a zarandear en broma. Yo la abracé cariñosamente y seguí con la broma:

-¡Joo... Cinco minutitos más!

-Vengaaa -se rió ella.- ¡Arriba!

Me percaté de mi erección matutina. Por suerte iba tapado con la sábana porque solo con el pantalón corto de pijama se me habría notado seguro.

-Ahora voy -dije más serio.- Ya me levanto, de verdad. Espérame abajo.

-¡Vale! -contestó con alegría.- Te espero abajo y desayunamos.

Se fue y me quedé solo en mi habitación. Aquel día sería más duro de lo que había imaginado, y nunca mejor dicho. Me quité los shorts del pijama y busqué mi bañador en el armario. Antes de ponérmelo, vi mi polla. Aquella erección sería muy difícil de bajar a menos qué... No. No había tiempo. Me puse el bañador y acomodé mi pene dentro de forma que se notara lo menos posible. Por desgracia se notaba de cualquier de las maneras. “En fin…” pensé. Cogí una toalla, una camiseta ligera y me preparé para ir. Antes de eso me fui al baño y allí, después de evacuar, me relajé más y se me pudo bajar un poco. Pude llegar a la cocina con una sonrisa y ganas de pasar un día de sol en la playa con mi hermana.

Desde mi casa no había mucho tiempo andando hasta la playa, así que Marta y yo caminamos por la calle bajo un sol radiante. Agradecí tan solo aquel momento de pasear tranquilamente con el buen tiempo de mediados de agosto, con mi cuerpo más fortalecido y dispuesto a disfrutar de lo que quedaba de verano. Fuimos a un sitio mucho más apartado que el que solía estar más concurrido por turistas y familias domingueras.

-Aquí es mi sitio favorito -recordé.- Mucho más tranquilo que la zona del paseo marítimo.

-Estoy muy de acuerdo -asintió Marta.- Aquí se está mucho mejor.

Llegó el momento de buscar un sitio en la arena y poner allí nuestras toallas. Lo hicimos a una buena distancia del agua, sin quedar muy lejos de ella. Puse mi toalla al lado de la suya y me quité la camiseta. Vi que ella se iba a quitar el pareo y no pude evitar mirarla de reojo.

Cuando se descubrió, apareció su joven cuerpo cubierto por un bikini muy distinto al que le había visto en las anteriores ocasiones. Era uno azul marino que le cubría mucho menos las tetas. Supe que debía disimular mi cara de embobado para que no se me notara. Quizás no tenía la cintura tan estrecha como mi otra hermana, pero sus tetas ya eran oficialmente más grandes. ¿Como podían haber crecido tanto en tan poco tiempo? Aquello era una locura. Ella siguió instalándose en el sitio y se agachó hacia su bolsa.

-Antes que nada -dijo sacando algo de su interior.- Hay que ponerse crema. ¿Tú llevas?

Me mostró un bote de crema solar con una amplia sonrisa.

-¿Eh?... -respondí saliendo de mi estado distraído.- No...

-Ay, Tete... -se rio.- Menos mal que tu hermanita pequeña piensa en todo...

-Jejeje -me reí yo nerviosamente.- Pues sí. Menos mal.

Se sentó en su toalla y yo hice lo mismo en la mía. Como no tenía mi propia crema no pude hacer más que esperar mi turno mientras observaba con deleite como ella se embadurnaba de cuerpo entero. Cuando lo hizo en la parte visible de sus pechos, intuí lo suaves que debían ser y deseé con todas mis fuerzas haber podido ser yo quien les aplicara crema.

Poco más duró la escena hasta que me dijo:

-Esto... ¿Me pones en la espalda?

-Claro... -respondí mostrando seguridad.

Se puso de espaldas a mi y acabé su tarea conformándome en poner la crema solamente allí.

-¡Gracias, Tete! -me dijo al terminar.- ¡Toma!

Me dio el bote a mi para que me pudiera poner la crema. Me la apliqué de cuerpo entero y al final ella me dijo:

-¿Te pongo en la espalda?

-¿Eh? -contesté sorprendido.- Sí...

Le devolví el bote e hizo conmigo lo mismo que yo había hecho con ella justo antes.

-Gracias -le dije.

-¡De nada! -exclamó con alegría. Acto seguido me abrazó desde detrás y las noté. Noté sus tetas en mi espalda, calientes por el sol y desprotegidas, ya que no nos separaba nada más que un bikini de fina tela. ¡Que sensación más buena! Me besó en la mejilla tal y como estaba y se separó de mi con naturalidad.

-¿En un rato nos vamos al agua? -preguntó.- Cuando la crema se haya absorbido...

-Por supuesto -dije aún disimulando mi excitación.- Este año aún no me he bañado en el mar.

Me senté para ocultar la erección entre mis piernas y procuré relajarme con el ambiente de la playa poco concurrida. Pasados unos minutos, ya estaba más tranquilo cuando ella dijo:

-¿Vamos?

Andamos hasta la orilla y el agua del Mediterráneo abrazó mis pies. Caminamos hacia dentro del mar mientras nuestros cuerpos iban asimilando el cambio de temperatura. Por fin pude meterme de cuerpo entero y me sentó genial. ¡Qué felicidad! En el agua jugamos, como no podía ser de otra forma. Nos ahogábamos el uno al otro en broma y yo agradecía cada tipo de roce que sentía con su piel mojada. Me encantaba sentirla mientras se reía feliz conmigo.

Cuando nos cansamos de jugar y nadar nos fuimos a las toallas otra vez y nos tumbamos bocabajo. No pude evitar decir:

-Se está genial...

-Sí, -contestó Marta.- Qué relax...

Y se hizo el silencio. Un silencio de calma y tranquilidad acompañado de la suave música de las olas del mar. No sé cuantos minutos pasaron hasta que ella volvió a hablar:

-Tete...

-¿Sí? -murmuré volviendo a la realidad después de navegar en mis pensamientos de bienestar y felicidad.

-¿Piensas a veces en papá?

La pregunta me pilló por sorpresa. Tardé un poco en responder:

-Claro... -dije con un poco de vergüenza.

-Creo que hoy mamá y tía Isa han ido a verle -explicó.- Hace tiempo que no vamos y creo que deberíamos.

-Tienes razón. -contesté.- Mamá siguie yendo a menudo, pero nosotros no vamos nunca.

-Creo que mamá ya no va tan a menudo como antes -comentó.- Este verano se ha esforzado mucho por cuidarte, y le ha ido bien para distraerse.

Me sentí mal. Por mi culpa mi madre estaba descuidando a papá. Y era por cosas peores de las que Marta pudiera imaginar. Yo sabía que mi madre le hablaba cuando iba al Hospital pero ¿Qué le contaría de los últimos acontecimientos? ¿Y si mi padre lo pudiera oír todo en su estado? ¿Y si experimentaba un shock emocional?

-Robe, lo digo de verdad -dijo Marta viendo que yo no respondía, con toda mi cara de preocupación.- No te ralles porque a mamá la ha ido muy bien retomar la vida familiar y la veo mucho más alegre. Debemos ir con Laura a ver a papá y contarle lo felices que estamos. Explicarle como seguimos adelante y decirle que seguiremos así. Que cuando vuelva a estar con nosotros se encontrará una familia preciosa. La que siempre ha tenido.

La miré con sorpresa. La más joven de la casa estaba madurando mucho. No podría evitar que me sintiera culpable por follar con la mujer de mi padre comatoso, pero desde su punto de vista y conocimiento tenía toda la razón del mundo.

-Vale -concluí.- Vamos a ir a verlo. Los tres.

-Yo se lo digo a Laura -me tranquilizó.- Ya sé que entre vosotros os cuesta hablar de estas cosas.

-Gracias Marta -dije yo después y antes de otros paréntesis de silencio.

-Lo hecho de menos ¿Sabes? -dijo ella volviéndolo a romper. Había mucha nostalgia en su hablar.

-Yo también... -añadí. Le cogí la mano y ella me la agarró suavemente.

-Cuanto más creces, más te pareces a él, Tete.

No respondí. Estaba acostumbrado a ese mantra. Todo el mundo decía que era calcado a él cuando este tenía mi edad. Seguimos cogidos de la mano un buen rato.

La mañana pasó y se acercaba la hora de comer. Ella se puso el pareo y yo la camiseta. Després de recoger las cosas pusimos rumbo a nuestra casa. Cuando llegamos no había nadie. Tansolo una nota de mamá:

"Voy a comer con tía Isa. Si coméis en casa tenéis sobras de los macarrones de ayer para calentar. Os quiero."

-Mamá nos ha dejado comida. -comenté a mi hermana.

-Vale -contestó.- ¡Pero antes te enseño un truco para quitarnos rápido la arena de playa!

-¿Como dices? -me reí.

-Ven... -me cogió de la mano.

Me llevó hasta la piscina y se volvió a quitar el pareo. Se puso debajo de la ducha exterior y yo no pude evitar volver a mirarla embobado. Se duchó enfrente de mi y vi como las gotas de agua recorrían aquel potencialmente voluptuoso cuerpo solamente cubierto por aquel despampanante bikini.

-¡Burr! -gritó ella.- ¡Que fresquita!

Luego se fue alegremente brincando hasta la piscina y saltó al agua. Yo no hice exactamente lo mismo que ella: me duché de la misma forma pero después de apagar el agua me dirigí a la piscina, bajando tranquilamente por la escalera.

-¿No te tiras? -me preguntó mientras nadaba.

-Me trae malos recuerdos -bromeé. Aunque había parte de verdad.

-¡Ven aquí, Tete! -me gruitó entusiasmada.

Fui nadando hacia ella y me agarró en un intenso abrazo. Me había llegado a acostumbrar a sentir aquellas tetazas apretadas contra mi, pero igualmente me encantaba la sensación y se me volvió a endurecer la polla. Creo que la rocé con su pierna. Ella quizás notó algo, porque su sonrisa pasó a tener cierto aire misterioso. Nos separamos con naturalidad. Y me dijo:

-¿Ves? Nada de arena de playa.

Sonreí ante su euforia y energía. Me fascinaba.

Después del rápido baño y otra ducha en el jardín, cada uno fue a su habitación para quitarse el bañador mojado y ponerse algo más cómodo. Comimos los macarrones y nos tumbamos en el sofá. Con la tele encendida para hacer una más que apetecible siesta.

A media tarde, mi madre y mi tía entraron por la puerta de casa:

-¡Muy buenas! -dijo tía Isa con su habitual alegría.- ¿Hay alguien en casa?

-Buenas tardes -dije yo desde el sofá.- Aquí estamos.

-¿Como ha ido el día de playa? -nos preguntó mi madre.- ¡El tiempo hoy está genial!

-Muy bien, mami -respondió Marta.- ¿Y vuestro día?

Mi tía se calló y dejó hablar a mi madre:

-Bueno, bien -comenzó.- Hemos ido a ver a vuestro padre. No hay ninguna novedad desde el Hospital. Todo tranquilo.

-Ya me imaginaba que habíais ido... -dijo Marta.- En la playa hemos dicho que un día tenemos que ir los tres hermanos a verle.

-Me parece una idea genial, Marta -dijo mi madre con el corazón enternecido.- Y otro día podríamos ir los cinco, antes de que acaben las vacaciones. Como hacíamos las primeras veces.

-¡Claro que sí! -respondió tía Isabel con una gran sonrisa.

Tía Isabel se quedó a merendar. Como siempre surgió una entretenida charla con ella:

-¿Y la hermana mayor? -nos preguntó.- ¿Donde está Laura?

-A saber -dijo Marta riéndose.- Va a su bola.

-¿A quen habrá salido? -insinuó mi madre mirando a tía Isa de reojo.

-¡A mi no me mires! -exclamó mi tía entre carcajadas. Le devolvió la mirada y añadió:- Mis genes no los tiene...

-¿Yo? -contestó mamá teatralizando su expresión.- Pobre de mi...

Nos reímos un buen rato entre bromas varias.

-¿Y tú, Roberto? -Me interrogó tía Isabel.- Ahora que ya te encuentras bien... ¿Ya estás aprovechando para salir de casa? ¿Ya quedas con tus amiguetes para salir por la noche?

-Pues casi todos están fuera. -dije resignado.- Es difícil tener plan así.

-¡Bueno! -dijo mi tía quitándole hierro al asunto.- ¡Ya te irán saliendo planes, estoy segura!

Pasó la tarde en poco tiempo. Aunque había bastante luz se acercaba la hora de cenar. Tía Isa se despidió y se marchó. Subí a la habitación una horita más tarde y cogí el móvil por fortuna. Había un mensaje sms.

"Guapo, si no tienes plan esta noche... ¿Te apetece salir a cenar? Yo invito ;-)"

. . .

Me encontraba frente a mi tía, que llevaba un elegante pero informal vestido escotado y muy ceñido. Yo me había puesto camisa de manga corta para la ocasión. Estábamos sentados en una mesa de restaurante de precio moderado y no se si la gente nos estaría mirando por llamar la atención a causa de nuestra diferencia de edad. Mi madre ya era una madre joven de por si, pero mi tía, además de serlo más que ella, aparentaba aún menos edad. Quizás colábamos como hermanos de distintas generaciones pero nuestra vestimenta parecía más la de una pareja, por lo que algo raro debíamos de tener a los ojos de miradas desconocidas.

-Entonces... -me preguntó ella leyendo la carta.- ¿A tu madre se lo has dicho?

-Pues sí -contesté yo.- Cuando Marta no escuchaba le pregunté si podía ir por ahí contigo. La verdad es que sonrió con ilusión al decirme que sí.

-Bendita tu madre -se rio.- Lo lleva con una naturalidad brutal, me recuerda a lo loca que estaba de joven.

-La que se ha extrañado es Marta -continué.- Me ha dicho tal cual "¿Pero tú hace un rato no decías que no tenías con quien salir?". Me he inventado que hay un par de compañeros de clase que aún están por aquí.

-Pobre Marta -dijo mi tía.- Es inocente y tiene una bondad...

-Exacto -contesté.- Me sabe mal mentirle pero habría flipado si le digo que voy a cenar a solas contigo.

Cenamos y charlamos de como había ido el día, de como estábamos los dos, de como estaba mi madre y también sobre mis hermanas. Tía Isabel me miraba fascinada cuando yo hablaba de ellas, pero no hizo ningún comentario al respecto. Naturalizamos muchos temas que en ocasiones anteriores no se hubieran hablado con tanto desparpajo. El vínculo sexual que teníamos desde hacía semanas nos permitió tratarlos como si nada en la conversación. Ella nunca tenía problemas para hablarnos de sus relaciones que nunca implicaban compromiso, pero en aquella ocasión profundizó más en el tema:

-Y luego está Javier, -me contaba.- Que desde que supo que soy bisexual está obsesionado en encontrar otra chica para hacer un trío.

-¿Perdón? -dije yo sobresaltándome.- ¿Como has dicho?

-¿Qué ocurre? -preguntó antes de beber de su copa de vino con expresión de indiferencia.

-No nos habías dicho que fueras bisexual... -respondí.

-Tampoco recuerdo haberte dicho nunca que sea heterosexual -dijo alzando media sonrisa y una ceja.- No hay que dar siempre tantas cosas por sentado.

-Jajaja -me reí.- Tienes razón. Me surgen tantas preguntas... En serio.. ¿Un trío?

-Seguro que tienes muchas preguntas Roberto. -dijo en un tono más adulto.- Pero es natural... Estás en tu despertar sexual y, en tu extraordinario caso, lo estás descubriendo todo con tu madre y con tu tía. Es un proceso muy curioso, pero seguro que siendo nosotras podemos enseñarte bien -terminó de hablar mientras me guiñaba un ojo.

Me excité de oír lo que había dicho y de ver su expresión facial. Noté su pie totalmente desnudo rozarme la pantorrilla por debajo de la mesa de forma disimulada, ella se había quitado la sandalia veraniega y mi pierna también estaba descubierta porque llevaba pantalones piratas. Me mordí el labio y recé para que trajeran pronto la cuenta.

Cuando llegamos a su piso de soltera y cerramos la puerta detrás de nosotros nos sentimos al fin aislados del mundo exterior lleno de leyes y morales que no aprobarían lo que íbamos a hacer. Literalmente nos empezamos a devorar mútuamente mientras íbamos hacia su habitación.

-Espérame aquí -dijo después de que yo me sentara en su cama.

Se fue y volvió con una botella de cava y dos copas. La abrió allí mismo y vertió parte de su contenido en ellas. Cogí una de las copas y brindamos.

-Por tu mejor verano hasta el momento -dijo ella.- Chin-chin.

Solamente sonreí con lujuria. Bebí y luego vi como ella bebía más. Yo solo me habia pimplado una cuarta parte de la botella de vino del restaurante y ella se había bebido el resto, así que tenía los colores subidos. Realmente estaba preciosa. Despues de beber nos seguimos comiendo las bocas mientras nos desnudábamos. Me encantó como de aquella manera desabrochó cada uno de los botones de mi camisa, uno a uno. En aquella ocasión, puso su mano por debajo de mi calzoncillo para agarrar directamente mi falo antes de quitármelo. Yo hice lo mismo y le toqué la entrada de su vagina mojada por debajo de su tanga. Llegó el momento de acabarnos de quitar la ropa interior cuando ella se tumbó bocarriba y se abrió de piernas. Yo le comía las tetas mientras las apretaba. No había tanta carne para coger como en las de mamá, pero eran simplemente preciosas. Me miró con una de sus expresiones más traviesas y me dijo sonriendo:

-Es el momento de que te enseñe algo que te prometí.

Lo entendí enseguida. Me acordaba de aquello que estaba pendiente.

-Baja más -me pidió,- y observa mi coño, Robe...

Obedecí. Me puse a la altura de este y lo miré con atención. Iba un poco depilada però no al 100%. Lo abrió con sus dedos para mi deleite. Empezó su explicación didáctica:

-Ya conoces bien este agujero, y creo que ya sabes donde está el clítoris, lo sabes encontrar bien con los dedos...

-Gracias.. -dije sonriendo.

Con tu lengua también está bien que lo estimules, ¿Sabes? Pero hay que conocer bien a cada persona para hacérselo bien de verdad... No hay dos coños iguales.

-Qué te parece... ¿así? -pregunté antes de lamer un poco por el costado, acercándome cada vez a la raíz de su placer. Con mi lengua busqué el sitio donde debía estar su clítoris y la deslicé por este.

-Bien, bien... -gimió ella.- Pero cuidado no seas bruto, a mi me va la caña pero no a todas...

-Vale -dije yo dirigiéndome a la vagina para seguir.

-Oh... -continuó disfrutando ella al sentir mi lengua en su interior.- Espera... Túmbate aquí.

Me hizo un gesto para que me tumbara boca arriba. Se colocó encima de mi, sentada en mi vientre y, de espaldas a mi, dirigió su hipnotizante culo hasta mi cara, aterrizando su coño en mi boca.

-Prueba así ahora -me dijo.

Continué lamiendo y le puse una mano en cada nalga. Fue un auténtico disfrute empezar a darle los cachetes que tanto le gustaban mientras le comía el coño. Ella empezó una de sus laboriosas mamadas en aquella misma posición. Allí experimenté con aquel coño, ya que estaba totalmente a mi alcance. Probé metiendo mis dedos, metiendo mi lengua, lamiendo distintas zonas... Algo debí hacer bien porque ella gemía de lo lindo, hasta el punto que me dijo:

-Oh, quiero meterme esa polla...

Ella misma se levantó y cogió rápidamente una caja de preservativos del cajón la mesilla de noche, como si ya tuviera mucha práctica en aquel mismo gesto. Me puso uno y en aquella ocasión se puso de cara a mi para iniciar la penetración:

-Oh sí... -siguió gimiendo.

Pero aquella vez fue distinto. Yo podía seguir el ritmo de sus movimientos y agarrar su trasero con las dos manos para moverlo al mismo compás que mis caderas. Aquello era una auténtica pasada. El placer aumentaba por momentos y nos estábamos volviendo locos mirándonos a los ojos con expresiones de placer y ceño fruncido. Mis cachetes en su culo aumentaron su intensidad y ella rozaba su clítoris por mi pubis de una forma muy desesperada. Poco después se puso recta y fueron sus propios dedos los que empezaron a estimularlo. Me recordó al gesto que había hecho mi madre la última vez, y el resultado fue el mismo:

-¡Oooh.. Síí! -se deshizo del todo.- Me corro...

Pasados varios espasmos se rindió encima de mi. Pero en vez de dar la sesión por finalizada, dijo en aquella misma posición:

-Roberto... ¿Te has corrido?

-No... -contesté.- Aún no.

-¿Quieres hacerlo de otra manera? -me preguntó con picardía.

-¿Como por ejemplo? -dije con curiosidad.

-No me has soltado el culo en todo el rato -señaló mi tía.- Solo para darme cachetes... ¡A ver si ahora vas a ser más de culos que de tetas!

-Jajajaja -me reí.- Creo que me gusta todo. Y tu culo es una pasada...

-¡Ay! Gracias cariño... -me dijo con ilusión antes de darme un beso tierno en los labios.- ¿Quieres que me ponga a cuatro patas y así ves mi culo mientras me follas?

Abrí los ojos de par en par.

De aquella manera fue como no tardé demasiado en correrme, mientras seguía agarrando y dando cachetes a su trasero, penetré su vagina y disfruté una vez más de mi movilidad. Ella siguió gimiendo de lo lindo hasta que llegó mi inevitable corrida.

-Ooooh... -gemí.- ¡Tía!

-¡Córrete sobrino! -me ordenó.

Una vez más llené un preservativo con mi esperma, dentro de la vagina de mi tía mientras me agarraba fuerte a su redondeado culo. Luego de aquello me quedé a dormir en su piso y en su cama. Mi madre ya estaba avisada de que podría ocurrir y ella misma mentiría a mis hermanas diciendo que pasaría la noche con un grupete de compañeros de clase en casa de uno de ellos.

CONTINUARÁ...​
 
CAPÍTULO 7: VACACIONES SIN ESCAYOLA

Volvía de la consulta hacia mi casa en coche, con mi madre conduciendo a mi lado. Yo me miraba el brazo derecho y lo movía mientras sonreía embobado. ¡Cuanto había hechado de menos la mobilidad en aquel brazo! No sabía si me acordaría de escribir o de agarrar los cubiertos con la mano con la que lo había hecho toda la vida. Mi madre me habló:

-Estás contento. ¿Eh?

-Sí, claro -respondí fascinado.- No te puedes imaginar que sensación tan buena... ¡Es fantástico poder volver a tener dos brazos!

-Aún quedan días de verano, te dará tiempo de disfrutarlo sin escayola...

-Mamá -le dije mirándola.- Ya he estado disfrutando mucho todo este verano.

Ella sonrió con cierta ilusión. Yo lo decía de todo corazón y además ella tenía razón. Me quedaban aún dos buenas semanas de agosto para disfrutar de las vacaciones y de esta situación tan increíble que estaba viviendo con mi madre y mi tía. La verdad es que con esta primera había podido aprovechar y disfrutar algunas pocas noches en que nos quedábamos solos en casa, viviendo experiencias muy placenteras mientras mi movilidad iba regresando poco a poco. Fue en el momento de haberme quitado el yeso del brazo derecho cuando experimenté la euforia de volver a sentirme yo, con plenas intenciones de vivir aún más de aquellas situaciones tan geniales.

Era mediodía cuando llegábamos a casa. Por fortuna del destino ninguna de mis dos hermanas estarían para la hora de comer, por lo que se sobreentendía que mi madre y yo tendríamos tiempo para celebrar mi recuperación en la intimidad. Cuando llegamos, ella abrió la puerta con la llave y me invitó a entrar a mi primero. Me siguió y cerró de golpe la puerta detrás de mi. Me giré y la sorprendí con un abrazo muy intenso por su espalda.

-Hijo... -me dijo jadeando por lo inesperado.- No tienes paciencia ¿Eh?

Yo me quedé abrazándola en silencio y sin una respuesta clara a su acierto. Ella continuó hablando:

-Y me encanta... -Se giró hacia mi y nos fundimos en un apasionado beso lleno de deseo. Allí mismo la empecé a magrear con mis dos manos... ¡Por fin con las dos! Me separé unos centímetros de ella y agarré cada una de sus tetas con cada mano. Las apreté suavemente y las subí un poco. El canalillo que le dibujaba la camiseta de tirantes ajustada que llevaba para ir por la calle, se acentuó. A mi se me caía la baba por comérmelas de nuevo.

-Ay, mamá -balbuceé.- No sabes las ganas que tenía de poder hacer esto… ¡Una con cada mano!

-Ay, cielo -me respondió con la respiración acelerada.- ¡No sabes tú las ganas que tenía yo de que lo pudieras hacer!

Estuve amasándolas unos segundos y no tardé en lanzar mi cabeza a aquel canalillo cual depredador de sabana. Con mi lengua empecé a recorrer aquella línea que me enloquecía.

-Vamos arriba -me sugirió.

-Vamos... -le contesté entre respiraciones agitadas.

Llegamos a la escalera y ella misma me preguntó:

-¿A mi habitación o a la tuya?

Sonreí por aquella pregunta y me atreví a proponer:

-Vamos a la mía. Quiero hacerlo donde me hice las pajas imaginándome esto. Antes de pensar que pudiera llegar a ser real.

-Vale, cariño -respondió mientras andaba apresurada.- Hoy estás de celebración así que lo mejor será que nos montemos la fiesta en tu cama...

-La fiesta de cumple que me hubiera encantado al empezar el verano -dije mientras le acariciaba la cintura subiendo por las escaleras.- Cuando empecé a desearte tantísimo.

-Más vale tarde que nunca -dijo ella cogiéndome de la mano y llevándome a mi propia habitación.

Cuando llegamos nos lanzamos a la cama y nos seguimos comiendo los labios. La volví a tocar con dos manos y me sentí increíblemente bien. Aún no tenia el 100% de mi energía, ya que aún me faltaban algunos días para una recuperación plena. Igualmente iba a emplear toda la que tuviera en aquel momento en follarme a mi madre de la forma que siempre había deseado hacerlo.

La desnudé quitándole primero su camiseta, a lo que ella respondió haciendo lo mismo con la mía. Me puse a comerle las tetas para deleitarme al máximo, aún con su sujetador puesto pero casi siendo arrancado por mis manos antes de desabrocharlo, liberando esos pezones deliciosos que acabaron irremediablemente en mi boca. Le acariciaba la espalda para acabar de quitarle aquella prenda y, en vez de tan solo chupar, empecé a dar unos suavísimos mordiscos.

-¡Joder Roberto, me vas a volver más loca de lo que estoy!

Sus manos me habían estado acariciando el torso y la espalda, pero una de ellas se dirigió a desabrocharme el pantalón con maestría. Oí el ruido de mi cremallera y no me quise quedar atrás, así que fui a deshacerme también del suyo. Nos deshicimos de los pantalones y nuestras manos empezaron a acariciarse mutuamente los genitales, yo por encima de su tanga y ella por encima de mis calzoncillos.

-Solo así ya puedo notar lo mojada que estás, mamá -le dije en pleno éxtasis.

-Me mojo cuando noto lo duro que estás tú -me explicó.- Y quiero que me folles con eso...

-Hoy me voy a poner arriba -anuncié.- Quiero hacerlo así y moverme yo.

-Vale, hijo -contestó cada vez más perdida en su propio placer.- Como tú quieras...

Sin quitarnos la ropa interior que nos quedaba, ella se abrió de piernas y yo me puse encima de ella haciendo coincidir a la misma altura mi pene y su vagina. Empujé hacia ella para crear un maravilloso roce y apreté mi erección cubierta por la tela de ropa con su humedad también tapada. Estuve un rato así hasta el punto que ella me dijo casi gimiendo:

-¡Por favor, Robe, métemela ya! ¡No puedo aguantar más!

Con mi mano derecha aparté la tela de su tanga sin quitárselo. Mojé mis dedos en sus fluídos densos y calientes, los deslicé buscando lo que ya estaba aprendiendo que era el clítoris, dándole cuidadosamente una ligera estimulación.

-¡Oh, Dios! -gritó mi madre, con un leve intento de contenerse.- ¡Esto es genial!

Me bajé por fin los calzoncillos, y aproveché que su tanga estaba apartado para poder penetrar aquella vagina mojada con mi polla endurecida. Mi madre emitió un gemido muy intenso cuando la sintió dentro.

-¡Oh! ¡Sí! -pronunció.- ¡Roberto!

Yo iba más que salido y sabía que no duraría demasiado, no obstante quería follar con toda aquella intensidad por primera vez en mi vida. Empecé a moverme yo, a enloquecer y a dejarme ir a mi propio placer. Mi madre ya estaba fuera de si y seguía gimiendo. Miré sus tetas, como se movían al ritmo de mis embestidas. Me pareció una imagen divina. Sentí que no podría durante mucho más tiempo, pero intenté aguantar.

No fue hasta pasados unos minutos en que sentí que sería inevitable:

-Mamá... Me... Corr...

-¡Córrete a gusto, hijo! -me interrumpió.

No desobedecí. Cerré los ojos, apreté los dientes y sentí como mi leche caliente impregnaba el interior de mi querida madre. El placer se multiplicó hasta el puro éxtasis durante los segundos maravillosos que duró mi orgasmo. Yo seguía con mi intensidad para sentirlo al máximo, pero poco a poco fui bajando el ritmo. No la saqué inmediatamente por puro vicio, ya que me encantaba seguir dentro mientras aún sentía espasmos. Por si se me ocurriera lo contrario mi madre me suplicó:

-¡No la saques Robe!

Allí me quedé. Aún con un suave movimiento de entrada y salida vi como ella dirigía sus dedos a su clítoris y empezaba a masajearlo. Yo me quedé muy sorprendido ya que nunca había visto una masturbación femenina en directo. Pocos segundos le bastaron a mi madre para poder decir con convicción:

-Me corro... ¡Me corro! ¡Ohhh!

Y gimió como nunca la había oído gemir hasta entonces. Por mi parte noté las paredes de su vagina contraerse contra mi pene, que aún se movía y resbalaba en los deliciosos fluídos de aquel mojado agujero. Tuvo que pasar un tiempo para que tanto ella como yo respiráramos con mucha más tranquilidad.

Ella abrió los ojos y me sonrió:

-Buff... Que maravilla...

-¿Y esto último? -pregunté con mi polla aún dentro.

-Te habías corrido y yo estaba a punto... -respondió.- El orgasmo llega con la estimulación del clítoris.

-Sí... -dije.- Creo que sé lo que es...

-No te preocupes -continuó.- Nadie nace enseñado. Seguro que vas aprendiendo un montón ahora que te puedes mover tan bien.

-Mamá, te quiero -le dije con emoción.

-Yo también a ti, cariño -me contestó. Y nos volvimos a dar un tierno y apasionado beso, estando aún yo dentro de ella.

. . .

Agosto iba avanzando con persistencia. Yo no sentía en absoluto mi verano desaprovechado, pero quería asegurarme de disfrutarlo al máximo, ya que al fin y al cabo no sabía como se desarrollarían los acontecimientos a partir de septiembre, cuando empezara el nuevo curso escolar. Un día cenando surgió una interesante conversación:

-Tete -me dijo mi joven hermana Marta.- ¡Qué alegría verte tan bien por fin! Recuperado y con unos días de verano aún por delante. ¡Debe haber sido duro estar encerrado mientras los demás han podido disfrutar tanto de las vacaciones!

-Pues sí -dije fingiendo, para ocultar que realmente mi accidente había resultado en una de las mejores cosas que me habían sucedido en la vida.- A ver si puedo aprovechar los días que quedan.

-¿Y tus amigos? -preguntó mamá.- ¿Les has ido llamando para decirles como estás?

-Juan estará en el pueblo hasta el último día de agosto... -respondí con cierta nostalgia.

-¿Y aquella chica...? -continuó mi madre.- ¿Ainara?

Marta me miró mucho más callada, con una expresión un tanto misteriosa. Laura en cambio hizo una sonrisa más bien cínica, alzando una ceja. Yo contesté a la pregunta con tanta naturalidad como pude, sorprendido por la repentina curiosidad de mi madre por mi relación con chicas de mi edad:

-Está de viaje por Europa con su familia...

-Ya es una lástima -respondió mi progenitora,- pero seguro que encuentras a alguien con quien salir, ir a la playa...

-¡Sí, claro que sí! -dijo Marta.- Yo este año ya he ido un montón a la playa con las de mi clase, ¡Pero a la próxima podemos ir los dos! Mañana mismo si quieres.

-¡Estupendo! -exclamó mamá.- Laura, con lo que a ti te gusta la playa, ¿No vas a ir con ellos?

Miré a Laura, que puso una cara de aburrimiento bastante evidente antes de decir:

-Pues no sé... Quizás tenga mejores planes, la verdad.

-¿Alguno de tus novios? -preguntó Marta con un marcado tono cotilla.

-¿Ilguini di tis nivis? -le contestó Laura poniendo voz infantil para no tener que responder a la pregunta. No lo hizo en tono agresivo, lo que provocó las risas de toda la mesa.

-Bueeno... -dijo mi madre, conciliadora como siempre. Dejemos la vida de Laura para ella, que ya es mayor.

-Pero podríamos ir algún otro día los cuatro -comenté yo.- O se lo decimos a tía Isa... ¿Tu mañana no te apuntas, mamá?

-Yo precisamente he quedado con ella mañana, hace tiempo que no nos ponemos al día -me dijo con cierta mirada de reojo.- ¡Id vosotros dos y pasadlo bien! Ya iremos otro día los cinco, ¿De acuerdo?

-Vale... -dijo Laura dándose por aludida.- De acuerdo...

-Bueno, de momento vamos los dos mañana -insistió Marta.

-Sí... -dije yo animándome con la idea.- ¡Mañana vamos!

. . .

El día siguiente me desperté con una dulce voz sonando a la puerta de mi habitación:

-¡Buenos días, tete! ¡Vamos si quieres aprovechar el día!

Me desperecé y vi a Marta ya preparada para la ocasión. Iba cubierta con un bonito pareo naranja y una bolsa de donde sobresalía la toalla.

-Buenos días -dije remoloneando.- ¿Qué hora es?

-¡Las nueve y media! -contestó Marta con muchísima energía, dirigiéndose a mi cama.- ¡Arriba dormilón!

Se sentó a mi lado y me empezó a zarandear en broma. Yo la abracé cariñosamente y seguí con la broma:

-¡Joo... Cinco minutitos más!

-Vengaaa -se rió ella.- ¡Arriba!

Me percaté de mi erección matutina. Por suerte iba tapado con la sábana porque solo con el pantalón corto de pijama se me habría notado seguro.

-Ahora voy -dije más serio.- Ya me levanto, de verdad. Espérame abajo.

-¡Vale! -contestó con alegría.- Te espero abajo y desayunamos.

Se fue y me quedé solo en mi habitación. Aquel día sería más duro de lo que había imaginado, y nunca mejor dicho. Me quité los shorts del pijama y busqué mi bañador en el armario. Antes de ponérmelo, vi mi polla. Aquella erección sería muy difícil de bajar a menos qué... No. No había tiempo. Me puse el bañador y acomodé mi pene dentro de forma que se notara lo menos posible. Por desgracia se notaba de cualquier de las maneras. “En fin…” pensé. Cogí una toalla, una camiseta ligera y me preparé para ir. Antes de eso me fui al baño y allí, después de evacuar, me relajé más y se me pudo bajar un poco. Pude llegar a la cocina con una sonrisa y ganas de pasar un día de sol en la playa con mi hermana.

Desde mi casa no había mucho tiempo andando hasta la playa, así que Marta y yo caminamos por la calle bajo un sol radiante. Agradecí tan solo aquel momento de pasear tranquilamente con el buen tiempo de mediados de agosto, con mi cuerpo más fortalecido y dispuesto a disfrutar de lo que quedaba de verano. Fuimos a un sitio mucho más apartado que el que solía estar más concurrido por turistas y familias domingueras.

-Aquí es mi sitio favorito -recordé.- Mucho más tranquilo que la zona del paseo marítimo.

-Estoy muy de acuerdo -asintió Marta.- Aquí se está mucho mejor.

Llegó el momento de buscar un sitio en la arena y poner allí nuestras toallas. Lo hicimos a una buena distancia del agua, sin quedar muy lejos de ella. Puse mi toalla al lado de la suya y me quité la camiseta. Vi que ella se iba a quitar el pareo y no pude evitar mirarla de reojo.

Cuando se descubrió, apareció su joven cuerpo cubierto por un bikini muy distinto al que le había visto en las anteriores ocasiones. Era uno azul marino que le cubría mucho menos las tetas. Supe que debía disimular mi cara de embobado para que no se me notara. Quizás no tenía la cintura tan estrecha como mi otra hermana, pero sus tetas ya eran oficialmente más grandes. ¿Como podían haber crecido tanto en tan poco tiempo? Aquello era una locura. Ella siguió instalándose en el sitio y se agachó hacia su bolsa.

-Antes que nada -dijo sacando algo de su interior.- Hay que ponerse crema. ¿Tú llevas?

Me mostró un bote de crema solar con una amplia sonrisa.

-¿Eh?... -respondí saliendo de mi estado distraído.- No...

-Ay, Tete... -se rio.- Menos mal que tu hermanita pequeña piensa en todo...

-Jejeje -me reí yo nerviosamente.- Pues sí. Menos mal.

Se sentó en su toalla y yo hice lo mismo en la mía. Como no tenía mi propia crema no pude hacer más que esperar mi turno mientras observaba con deleite como ella se embadurnaba de cuerpo entero. Cuando lo hizo en la parte visible de sus pechos, intuí lo suaves que debían ser y deseé con todas mis fuerzas haber podido ser yo quien les aplicara crema.

Poco más duró la escena hasta que me dijo:

-Esto... ¿Me pones en la espalda?

-Claro... -respondí mostrando seguridad.

Se puso de espaldas a mi y acabé su tarea conformándome en poner la crema solamente allí.

-¡Gracias, Tete! -me dijo al terminar.- ¡Toma!

Me dio el bote a mi para que me pudiera poner la crema. Me la apliqué de cuerpo entero y al final ella me dijo:

-¿Te pongo en la espalda?

-¿Eh? -contesté sorprendido.- Sí...

Le devolví el bote e hizo conmigo lo mismo que yo había hecho con ella justo antes.

-Gracias -le dije.

-¡De nada! -exclamó con alegría. Acto seguido me abrazó desde detrás y las noté. Noté sus tetas en mi espalda, calientes por el sol y desprotegidas, ya que no nos separaba nada más que un bikini de fina tela. ¡Que sensación más buena! Me besó en la mejilla tal y como estaba y se separó de mi con naturalidad.

-¿En un rato nos vamos al agua? -preguntó.- Cuando la crema se haya absorbido...

-Por supuesto -dije aún disimulando mi excitación.- Este año aún no me he bañado en el mar.

Me senté para ocultar la erección entre mis piernas y procuré relajarme con el ambiente de la playa poco concurrida. Pasados unos minutos, ya estaba más tranquilo cuando ella dijo:

-¿Vamos?

Andamos hasta la orilla y el agua del Mediterráneo abrazó mis pies. Caminamos hacia dentro del mar mientras nuestros cuerpos iban asimilando el cambio de temperatura. Por fin pude meterme de cuerpo entero y me sentó genial. ¡Qué felicidad! En el agua jugamos, como no podía ser de otra forma. Nos ahogábamos el uno al otro en broma y yo agradecía cada tipo de roce que sentía con su piel mojada. Me encantaba sentirla mientras se reía feliz conmigo.

Cuando nos cansamos de jugar y nadar nos fuimos a las toallas otra vez y nos tumbamos bocabajo. No pude evitar decir:

-Se está genial...

-Sí, -contestó Marta.- Qué relax...

Y se hizo el silencio. Un silencio de calma y tranquilidad acompañado de la suave música de las olas del mar. No sé cuantos minutos pasaron hasta que ella volvió a hablar:

-Tete...

-¿Sí? -murmuré volviendo a la realidad después de navegar en mis pensamientos de bienestar y felicidad.

-¿Piensas a veces en papá?

La pregunta me pilló por sorpresa. Tardé un poco en responder:

-Claro... -dije con un poco de vergüenza.

-Creo que hoy mamá y tía Isa han ido a verle -explicó.- Hace tiempo que no vamos y creo que deberíamos.

-Tienes razón. -contesté.- Mamá siguie yendo a menudo, pero nosotros no vamos nunca.

-Creo que mamá ya no va tan a menudo como antes -comentó.- Este verano se ha esforzado mucho por cuidarte, y le ha ido bien para distraerse.

Me sentí mal. Por mi culpa mi madre estaba descuidando a papá. Y era por cosas peores de las que Marta pudiera imaginar. Yo sabía que mi madre le hablaba cuando iba al Hospital pero ¿Qué le contaría de los últimos acontecimientos? ¿Y si mi padre lo pudiera oír todo en su estado? ¿Y si experimentaba un shock emocional?

-Robe, lo digo de verdad -dijo Marta viendo que yo no respondía, con toda mi cara de preocupación.- No te ralles porque a mamá la ha ido muy bien retomar la vida familiar y la veo mucho más alegre. Debemos ir con Laura a ver a papá y contarle lo felices que estamos. Explicarle como seguimos adelante y decirle que seguiremos así. Que cuando vuelva a estar con nosotros se encontrará una familia preciosa. La que siempre ha tenido.

La miré con sorpresa. La más joven de la casa estaba madurando mucho. No podría evitar que me sintiera culpable por follar con la mujer de mi padre comatoso, pero desde su punto de vista y conocimiento tenía toda la razón del mundo.

-Vale -concluí.- Vamos a ir a verlo. Los tres.

-Yo se lo digo a Laura -me tranquilizó.- Ya sé que entre vosotros os cuesta hablar de estas cosas.

-Gracias Marta -dije yo después y antes de otros paréntesis de silencio.

-Lo hecho de menos ¿Sabes? -dijo ella volviéndolo a romper. Había mucha nostalgia en su hablar.

-Yo también... -añadí. Le cogí la mano y ella me la agarró suavemente.

-Cuanto más creces, más te pareces a él, Tete.

No respondí. Estaba acostumbrado a ese mantra. Todo el mundo decía que era calcado a él cuando este tenía mi edad. Seguimos cogidos de la mano un buen rato.

La mañana pasó y se acercaba la hora de comer. Ella se puso el pareo y yo la camiseta. Després de recoger las cosas pusimos rumbo a nuestra casa. Cuando llegamos no había nadie. Tansolo una nota de mamá:

"Voy a comer con tía Isa. Si coméis en casa tenéis sobras de los macarrones de ayer para calentar. Os quiero."

-Mamá nos ha dejado comida. -comenté a mi hermana.

-Vale -contestó.- ¡Pero antes te enseño un truco para quitarnos rápido la arena de playa!

-¿Como dices? -me reí.

-Ven... -me cogió de la mano.

Me llevó hasta la piscina y se volvió a quitar el pareo. Se puso debajo de la ducha exterior y yo no pude evitar volver a mirarla embobado. Se duchó enfrente de mi y vi como las gotas de agua recorrían aquel potencialmente voluptuoso cuerpo solamente cubierto por aquel despampanante bikini.

-¡Burr! -gritó ella.- ¡Que fresquita!

Luego se fue alegremente brincando hasta la piscina y saltó al agua. Yo no hice exactamente lo mismo que ella: me duché de la misma forma pero después de apagar el agua me dirigí a la piscina, bajando tranquilamente por la escalera.

-¿No te tiras? -me preguntó mientras nadaba.

-Me trae malos recuerdos -bromeé. Aunque había parte de verdad.

-¡Ven aquí, Tete! -me gruitó entusiasmada.

Fui nadando hacia ella y me agarró en un intenso abrazo. Me había llegado a acostumbrar a sentir aquellas tetazas apretadas contra mi, pero igualmente me encantaba la sensación y se me volvió a endurecer la polla. Creo que la rocé con su pierna. Ella quizás notó algo, porque su sonrisa pasó a tener cierto aire misterioso. Nos separamos con naturalidad. Y me dijo:

-¿Ves? Nada de arena de playa.

Sonreí ante su euforia y energía. Me fascinaba.

Después del rápido baño y otra ducha en el jardín, cada uno fue a su habitación para quitarse el bañador mojado y ponerse algo más cómodo. Comimos los macarrones y nos tumbamos en el sofá. Con la tele encendida para hacer una más que apetecible siesta.

A media tarde, mi madre y mi tía entraron por la puerta de casa:

-¡Muy buenas! -dijo tía Isa con su habitual alegría.- ¿Hay alguien en casa?

-Buenas tardes -dije yo desde el sofá.- Aquí estamos.

-¿Como ha ido el día de playa? -nos preguntó mi madre.- ¡El tiempo hoy está genial!

-Muy bien, mami -respondió Marta.- ¿Y vuestro día?

Mi tía se calló y dejó hablar a mi madre:

-Bueno, bien -comenzó.- Hemos ido a ver a vuestro padre. No hay ninguna novedad desde el Hospital. Todo tranquilo.

-Ya me imaginaba que habíais ido... -dijo Marta.- En la playa hemos dicho que un día tenemos que ir los tres hermanos a verle.

-Me parece una idea genial, Marta -dijo mi madre con el corazón enternecido.- Y otro día podríamos ir los cinco, antes de que acaben las vacaciones. Como hacíamos las primeras veces.

-¡Claro que sí! -respondió tía Isabel con una gran sonrisa.

Tía Isabel se quedó a merendar. Como siempre surgió una entretenida charla con ella:

-¿Y la hermana mayor? -nos preguntó.- ¿Donde está Laura?

-A saber -dijo Marta riéndose.- Va a su bola.

-¿A quen habrá salido? -insinuó mi madre mirando a tía Isa de reojo.

-¡A mi no me mires! -exclamó mi tía entre carcajadas. Le devolvió la mirada y añadió:- Mis genes no los tiene...

-¿Yo? -contestó mamá teatralizando su expresión.- Pobre de mi...

Nos reímos un buen rato entre bromas varias.

-¿Y tú, Roberto? -Me interrogó tía Isabel.- Ahora que ya te encuentras bien... ¿Ya estás aprovechando para salir de casa? ¿Ya quedas con tus amiguetes para salir por la noche?

-Pues casi todos están fuera. -dije resignado.- Es difícil tener plan así.

-¡Bueno! -dijo mi tía quitándole hierro al asunto.- ¡Ya te irán saliendo planes, estoy segura!

Pasó la tarde en poco tiempo. Aunque había bastante luz se acercaba la hora de cenar. Tía Isa se despidió y se marchó. Subí a la habitación una horita más tarde y cogí el móvil por fortuna. Había un mensaje sms.

"Guapo, si no tienes plan esta noche... ¿Te apetece salir a cenar? Yo invito ;-)"

. . .

Me encontraba frente a mi tía, que llevaba un elegante pero informal vestido escotado y muy ceñido. Yo me había puesto camisa de manga corta para la ocasión. Estábamos sentados en una mesa de restaurante de precio moderado y no se si la gente nos estaría mirando por llamar la atención a causa de nuestra diferencia de edad. Mi madre ya era una madre joven de por si, pero mi tía, además de serlo más que ella, aparentaba aún menos edad. Quizás colábamos como hermanos de distintas generaciones pero nuestra vestimenta parecía más la de una pareja, por lo que algo raro debíamos de tener a los ojos de miradas desconocidas.

-Entonces... -me preguntó ella leyendo la carta.- ¿A tu madre se lo has dicho?

-Pues sí -contesté yo.- Cuando Marta no escuchaba le pregunté si podía ir por ahí contigo. La verdad es que sonrió con ilusión al decirme que sí.

-Bendita tu madre -se rio.- Lo lleva con una naturalidad brutal, me recuerda a lo loca que estaba de joven.

-La que se ha extrañado es Marta -continué.- Me ha dicho tal cual "¿Pero tú hace un rato no decías que no tenías con quien salir?". Me he inventado que hay un par de compañeros de clase que aún están por aquí.

-Pobre Marta -dijo mi tía.- Es inocente y tiene una bondad...

-Exacto -contesté.- Me sabe mal mentirle pero habría flipado si le digo que voy a cenar a solas contigo.

Cenamos y charlamos de como había ido el día, de como estábamos los dos, de como estaba mi madre y también sobre mis hermanas. Tía Isabel me miraba fascinada cuando yo hablaba de ellas, pero no hizo ningún comentario al respecto. Naturalizamos muchos temas que en ocasiones anteriores no se hubieran hablado con tanto desparpajo. El vínculo sexual que teníamos desde hacía semanas nos permitió tratarlos como si nada en la conversación. Ella nunca tenía problemas para hablarnos de sus relaciones que nunca implicaban compromiso, pero en aquella ocasión profundizó más en el tema:

-Y luego está Javier, -me contaba.- Que desde que supo que soy bisexual está obsesionado en encontrar otra chica para hacer un trío.

-¿Perdón? -dije yo sobresaltándome.- ¿Como has dicho?

-¿Qué ocurre? -preguntó antes de beber de su copa de vino con expresión de indiferencia.

-No nos habías dicho que fueras bisexual... -respondí.

-Tampoco recuerdo haberte dicho nunca que sea heterosexual -dijo alzando media sonrisa y una ceja.- No hay que dar siempre tantas cosas por sentado.

-Jajaja -me reí.- Tienes razón. Me surgen tantas preguntas... En serio.. ¿Un trío?

-Seguro que tienes muchas preguntas Roberto. -dijo en un tono más adulto.- Pero es natural... Estás en tu despertar sexual y, en tu extraordinario caso, lo estás descubriendo todo con tu madre y con tu tía. Es un proceso muy curioso, pero seguro que siendo nosotras podemos enseñarte bien -terminó de hablar mientras me guiñaba un ojo.

Me excité de oír lo que había dicho y de ver su expresión facial. Noté su pie totalmente desnudo rozarme la pantorrilla por debajo de la mesa de forma disimulada, ella se había quitado la sandalia veraniega y mi pierna también estaba descubierta porque llevaba pantalones piratas. Me mordí el labio y recé para que trajeran pronto la cuenta.

Cuando llegamos a su piso de soltera y cerramos la puerta detrás de nosotros nos sentimos al fin aislados del mundo exterior lleno de leyes y morales que no aprobarían lo que íbamos a hacer. Literalmente nos empezamos a devorar mútuamente mientras íbamos hacia su habitación.

-Espérame aquí -dijo después de que yo me sentara en su cama.

Se fue y volvió con una botella de cava y dos copas. La abrió allí mismo y vertió parte de su contenido en ellas. Cogí una de las copas y brindamos.

-Por tu mejor verano hasta el momento -dijo ella.- Chin-chin.

Solamente sonreí con lujuria. Bebí y luego vi como ella bebía más. Yo solo me habia pimplado una cuarta parte de la botella de vino del restaurante y ella se había bebido el resto, así que tenía los colores subidos. Realmente estaba preciosa. Despues de beber nos seguimos comiendo las bocas mientras nos desnudábamos. Me encantó como de aquella manera desabrochó cada uno de los botones de mi camisa, uno a uno. En aquella ocasión, puso su mano por debajo de mi calzoncillo para agarrar directamente mi falo antes de quitármelo. Yo hice lo mismo y le toqué la entrada de su vagina mojada por debajo de su tanga. Llegó el momento de acabarnos de quitar la ropa interior cuando ella se tumbó bocarriba y se abrió de piernas. Yo le comía las tetas mientras las apretaba. No había tanta carne para coger como en las de mamá, pero eran simplemente preciosas. Me miró con una de sus expresiones más traviesas y me dijo sonriendo:

-Es el momento de que te enseñe algo que te prometí.

Lo entendí enseguida. Me acordaba de aquello que estaba pendiente.

-Baja más -me pidió,- y observa mi coño, Robe...

Obedecí. Me puse a la altura de este y lo miré con atención. Iba un poco depilada però no al 100%. Lo abrió con sus dedos para mi deleite. Empezó su explicación didáctica:

-Ya conoces bien este agujero, y creo que ya sabes donde está el clítoris, lo sabes encontrar bien con los dedos...

-Gracias.. -dije sonriendo.

Con tu lengua también está bien que lo estimules, ¿Sabes? Pero hay que conocer bien a cada persona para hacérselo bien de verdad... No hay dos coños iguales.

-Qué te parece... ¿así? -pregunté antes de lamer un poco por el costado, acercándome cada vez a la raíz de su placer. Con mi lengua busqué el sitio donde debía estar su clítoris y la deslicé por este.

-Bien, bien... -gimió ella.- Pero cuidado no seas bruto, a mi me va la caña pero no a todas...

-Vale -dije yo dirigiéndome a la vagina para seguir.

-Oh... -continuó disfrutando ella al sentir mi lengua en su interior.- Espera... Túmbate aquí.

Me hizo un gesto para que me tumbara boca arriba. Se colocó encima de mi, sentada en mi vientre y, de espaldas a mi, dirigió su hipnotizante culo hasta mi cara, aterrizando su coño en mi boca.

-Prueba así ahora -me dijo.

Continué lamiendo y le puse una mano en cada nalga. Fue un auténtico disfrute empezar a darle los cachetes que tanto le gustaban mientras le comía el coño. Ella empezó una de sus laboriosas mamadas en aquella misma posición. Allí experimenté con aquel coño, ya que estaba totalmente a mi alcance. Probé metiendo mis dedos, metiendo mi lengua, lamiendo distintas zonas... Algo debí hacer bien porque ella gemía de lo lindo, hasta el punto que me dijo:

-Oh, quiero meterme esa polla...

Ella misma se levantó y cogió rápidamente una caja de preservativos del cajón la mesilla de noche, como si ya tuviera mucha práctica en aquel mismo gesto. Me puso uno y en aquella ocasión se puso de cara a mi para iniciar la penetración:

-Oh sí... -siguió gimiendo.

Pero aquella vez fue distinto. Yo podía seguir el ritmo de sus movimientos y agarrar su trasero con las dos manos para moverlo al mismo compás que mis caderas. Aquello era una auténtica pasada. El placer aumentaba por momentos y nos estábamos volviendo locos mirándonos a los ojos con expresiones de placer y ceño fruncido. Mis cachetes en su culo aumentaron su intensidad y ella rozaba su clítoris por mi pubis de una forma muy desesperada. Poco después se puso recta y fueron sus propios dedos los que empezaron a estimularlo. Me recordó al gesto que había hecho mi madre la última vez, y el resultado fue el mismo:

-¡Oooh.. Síí! -se deshizo del todo.- Me corro...

Pasados varios espasmos se rindió encima de mi. Pero en vez de dar la sesión por finalizada, dijo en aquella misma posición:

-Roberto... ¿Te has corrido?

-No... -contesté.- Aún no.

-¿Quieres hacerlo de otra manera? -me preguntó con picardía.

-¿Como por ejemplo? -dije con curiosidad.

-No me has soltado el culo en todo el rato -señaló mi tía.- Solo para darme cachetes... ¡A ver si ahora vas a ser más de culos que de tetas!

-Jajajaja -me reí.- Creo que me gusta todo. Y tu culo es una pasada...

-¡Ay! Gracias cariño... -me dijo con ilusión antes de darme un beso tierno en los labios.- ¿Quieres que me ponga a cuatro patas y así ves mi culo mientras me follas?

Abrí los ojos de par en par.

De aquella manera fue como no tardé demasiado en correrme, mientras seguía agarrando y dando cachetes a su trasero, penetré su vagina y disfruté una vez más de mi movilidad. Ella siguió gimiendo de lo lindo hasta que llegó mi inevitable corrida.

-Ooooh... -gemí.- ¡Tía!

-¡Córrete sobrino! -me ordenó.

Una vez más llené un preservativo con mi esperma, dentro de la vagina de mi tía mientras me agarraba fuerte a su redondeado culo. Luego de aquello me quedé a dormir en su piso y en su cama. Mi madre ya estaba avisada de que podría ocurrir y ella misma mentiría a mis hermanas diciendo que pasaría la noche con un grupete de compañeros de clase en casa de uno de ellos.

CONTINUARÁ...​
Que bueno! A quien no le gustaría una familia así
 
CAPÍTULO 8: DESPIDIÉNDOSE DEL VERANO

-Tete, ¿Te falta mucho? -preguntó Marta desde el pasillo, sin entrar en mi habitación.

-Un segundo. No tardo nada -contesté.

Había llegado septiembre y el calendario marcaba la fecha que habíamos acordado para ir a ver a nuestro padre al hospital. En aquel momento me terminaba de vestir con una ropa lo suficientemente discreta pero también fresca, ya que el calor aún persistía en el ambiente.

Bajé las escaleras y vi a Laura desayunando en la cocina. Estaba callada y mirando al vacío:

-Buenos días -le dije.

-Ah... Buenos días, Enano -me contestó acabándose de percatar de que ya estaba allí.

Marta apareció en la cocina diciendo:

-Bueno, bueno... En cuanto terminéis de desayunar podemos ir -y nos mostró el ramo de flores que había comprado para la ocasión.- Yo ya estoy preparada.

Nos fuimos casi en silencio al Hospital donde estaba mi padre ingresado. El camino a pie no era muy largo desde nuestra casa, pero aún así se nos hizo un poco raro caminar hablando tan poco. Realmente no tenía nada que decir y Laura, como de costumbre, no hacía ningún esfuerzo para entablar ninguna conversación. Marta, en cambio, sí que iba haciendo comentarios amenos sobre temas varios, pero desistió al poco rato al ver que ninguno de los dos contestaba con respuestas que dieran paso a más réplicas.

-Bueno -dijo ella finalmente,- hemos llegado.

Después de entrar, nos fuimos directamente a la habitación donde estaba mi padre, ya que nos sabíamos el número de memoria. Cuando estuvimos delante de la puerta, nos detuvimos un segundo antes de seguir. Marta fue la primera en entrar, y yo fui después de ella. Laura entró detrás de mi.

-Buenos días, papá -dijo Marta un poco emocionada por la situación. Allí estaba él: el hombre de quien decían que yo representaba una versión mucho más joven. Tumbado boca arriba y con gesto de paz y calma absoluta, sumido en el profundo coma del que no sabíamos cuando despertaría.

-Antes que nada -continuó mi hermana más joven.- Perdona el tiempo que llevamos sin venir. Espero que estés contento de que hemos hecho lo posible para pasar unas vacaciones de verano tan buenas como hemos podido.

Marta siguió contándole cosas sobre su verano. Cosas alegres típicas de las chicas de su edad. Cuando terminó, nos miró a Laura y a mi sin decir nada. Lo entendí enseguida: nos estaba preguntando con su mirada si queríamos hablar.

-Papá... -dije yo cogiendo fuerzas.- Quiero que sepas que, como ha dicho Marta, estamos bien. Supongo que mamá ya te habrá contado lo de mi accidente... -me paré ahí. No sabía como continuar.- Pero realmente no fue nada y ahora estoy mejor que nunca. Tenemos muchas ganas de que despiertes y puedas volver a casa. Seguro que cada día falta menos.

Y no supe qué más decir. Me lo pensé un rato, pero justo cuando iba a seguir, oí hablar a Laura a mi lado:

-Papá -dijo con un hilo de voz.- Te echamos mucho de menos -la miré y vi que se le empañaban los ojos mientras pronunciaba aquellas palabras.- Despierta pronto, por favor.

Y rompió a llorar. Marta se giró hacia nosotros y nos miró paralizada, entonces yo abracé a Laura y esta me devolvió el abrazo mientras sollozaba. Pensé que hacía muchísimo tiempo que no nos abrazábamos con esa sinceridad. Se calmó poco después.

Estuvimos un rato más haciendo compañía a mi padre, ya con mucha menos tensión de la que había cuando habíamos entrado en aquella habitación, por primera vez sin la compañía de mi madre. Meses antes habíamos venido en varias ocasiones con ella, aunque cada vez menos a menudo. Seguimos hablando y contándole cositas del verano (yo por supuesto no entré en detalles). En un momento determinado Laura nos dijo que salía un rato al pasillo, y en un acto reflejo le pregunté:

-¿Estás bien?

-Sí -dijo mirándome de reojo y con la voz muy calmada.- Gracias, Enano.

Me quedé alucinado. No le había oído un "gracias" en mucho tiempo, y aún menos uno que sonara de todo corazón como aquel. Miré a Marta y me sonrió sin decir nada. Creo que le alegraba ver que nuestra querida hermana mayor no escondía sus sentimientos bajo una coraza de frialdad, aunque solo fuera en aquel preciso instante. Me senté al lado de mi padre mientras Marta seguía hablándole de pie y me uní a la conversación durante un rato. Pasado un tiempo nos percatamos de que Laura no volvía y entonces le dije a Marta:

-¿Te parece que la vaya a buscar, a ver si la encuentro y a ver como está?

-Claro, Tete -respondió Marta.

Salí y caminé por el pasillo de aquel Hospital. Realmente había algo muy deprimente en el ambiente, pero también se notaban rayos de esperanza y de vida al ver a familiares reunidos y sonriendo. Encontré a Laura sentada en una de las salas de espera que había girando a la izquierda al final del pasillo, mirando al suelo pensativa.

-Buenas -saludé.

-¡Ah! -dijo sorprendida pero tranquila.- Hola, Roberto...

Me pareció que incluso sonreía un poco al verme, aunque pensé que debía ser mi imaginación. Me senté a su lado.

-Que situación, de verdad... -dijo justo después de un largo silencio.- Y mira que cada vez hace más tiempo de su accidente... Pero no me acostumbro. Te juro que no me acostumbro.

No respondí, pero mostré con mi expresión toda mi atención en sus palabras:

-Yo intento hacer mi vida, Roberto. Hacerme mayor, ser adulta... Pero a veces me pongo triste cuando pienso en él y me lo niego. Me lo niego rotundamente.

-Yo creo que es normal -dije cuando hubo terminado.- Una cosa no quita la otra, Laura. Papá... Antes del accidente ya estaba feliz de vernos crecer, de ver como nos convertimos en adultos... Pero tenemos derecho a estar tristes también... Mientras seguimos adelante ¿No crees?

-Supongo -contestó.- Pero me da miedo estar demasiado triste y sufrir.

-Creo que este miedo -dije inmediatamente,- es mucho más sufrimiento que el estar triste en si.

-No lo sé, Roberto -concluyó.- Cada uno tenemos nuestra forma de funcionar, y a mi me gustaría ser como Marta. ¿Como puede ser tan fuerte y tan positiva siempre? Y tan madura, con lo joven que es...

-Bueno... -dije yo.- Supongo que también lo sufre a su manera.

-Venga, vamos -respondió armándose de coraje.- Está sola con papá y dijimos que iríamos los tres para hacerle compañía.

Volvimos a la habitación y encontramos a Marta en la misma situación en que la había dejado unos minutos atrás, pero con signos visibles de haber derramado lágrimas por sus ojos.

-Oh, ya estáis aquí... -dijo con vagos intentos de disimular que había estado llorando.- ¿Os importa si me voy a pasear yo un rato? No tardo nada... Quizás me coja una chocolatina de la máquina... ¿Queréis algo?

-Por mi no, gracias -dijo Laura un poco más seca que antes.

-Bueno... -dije sacando un par de monedas de mi cartera y dándoselas.- Una chocolatina para mi estará bien.

Y nos quedamos Laura y yo en la habitación de nuestro padre. Nos miramos y los dos entendimos que Marta también sufría por la situación. Había estado llorando pero también se sobreponía a ello tanto como podía. Laura caminó hacia papá poco a poco, agachó su cabeza y le besó la frente con mucha dulzura.

-Te quiero, papi... -dijo en voz baja, emanando mucha paz en sus palabras.

Cuando Marta volvió con las chocolatinas, disfrutamos de otro momento de calma. Cuando decidimos despedirnos y volver a casa, Marta le anunció a mi padre la decisión familiar:

-¡Volveremos pronto, lo prometemos! ¡Y con mamá y tía Isa!

. . .

Un par de días después de la visita al hospital, nos encontrábamos comiendo los cuatro en nuestra casa y mi madre nos anunció algo:

-Pues dice tía Isabel que esta noche quiere que salgamos ella y yo de copas. Así que os dejo cuidando la casa. ¿Va bien?

-Vaya, vaya... -dijo Laura que había recuperado su habitual cinismo.- Las reinas de la noche...

-Jejeje... -se rió tímidamente mi madre.- Bueno, le he dicho que sí porque dice que hace falta que me distraiga un poco antes de que empiecen otra vez las clases. Os juro que no tramamos nada malo -bromeó.

-La verdad es que tiene razón -añadí.- No has aprovechado el verano porque casi todo te lo has pasado cuidando de mi.

-Ay, hijo... -contestó mi madre en tono muy cariñoso.- Evidentemente que te he cuidado, porque lo primero sois vosotros tres. Y estoy muy feliz de haber podido estar por ti todo este tiempo y el que haga falta.

Creo que percibí alguna especie de doble sentido en lo que dijo. Fuera como fuese, yo quise entender ese doble sentido.

-Y yo no sé como agradecerte lo bien que me has cuidado -continué.- Por eso es muy buena idea que salgáis a divertiros. Yo hoy no tengo ningún plan, como de costumbre.

-Yo tampoco -soltó Laura con cierto tono de amargura.

-Uy... -añadió Marta.- Eso es que ninguno de tus pretendientes está disponible...

-¡Pero serás..! -contestó efusivamente Laura sin mostrar un enfado evidente.

-Pues con mis amigas decíamos de ir en casa de Sandra a ver alguna peli... -contó Marta.- Y quizás nos quedamos a dormir.

-Vale -contestó mi madre. Hacéis bien en aprovechar las vacaciones que os quedan. Luego a concentrarse en los estudios los tres. ¿Eh?

-Claro -dijo Marta.

Mi madre no podía quejarse en ningún caso de nuestro rendimiento escolar, pero siempre intentaba estar encima de nosotros (sin agobiar) para que no falláramos en nada y siguiéramos con nuestras buenas notas.

. . .

Después de que tía Isa recogiera a mi madre y de que Marta se fuera, la casa se quedó en silencio. Me fui al sofá y encendí la televisión. Al poco rato vino Laura y se sentó a mi lado. La miré de reojo y vi que solo llevaba una camiseta de tirantes larga que le llegaba hasta el muslo. Se puso cómoda y el muslo se vio aún más, ya que no hacía ningún esfuerzo para taparse. Además, vi que claramente no llevaba sujetador. Que sus tetas fueran las menos grandes de las chicas de la familia no significaba precisamente que tuviera una talla modesta, y además sus pezones se notaban bien por debajo de la ropa. Por si esto fuera poco, se veía el lado de estas ya que la apertura de los brazos era muy grande y casi se podía decir que le quedaba más cerca de la cintura que de la axila. Yo le eché un par de miradas de reojo disimulando tanto como pude. De repente ella habló con la mirada fija a la televisión:

-¿Qué estás viendo?

Me sobresalté muy asustado. Entonces caí en la cuenta que se refería a la tele. Estaban dando un late-night de humor pero no le había prestado atención hasta entonces. Respondí:

-Pues... Lo que pongan. Si quieres coge el mando y pon lo que te apetezca.

El mando a distancia estaba justo a mi lado, así que tuvo que acercarse a mi para cogerlo, momento en que la volví a mirar de reojo, viendo si el movimiento me permitía ver más carne de sus tetas. Creo que las vi balancearse, aunque puede que solamente fuera el morbo y mi imaginación con esas ganas de ver más. Sin decir nada se puso a hacer zapping y me centré en mirar a la pantalla del televisor para ver qué ponía. Acabó dejando el mismo canal diciendo:

-Bueno, a ver si al menos nos reímos un poco.

Fue muy curioso que lo dijera con la misma seriedad de siempre acompañada del cansancio y el bajón del momento triste que había tenido aquel día. Aunque era arisca le gustaba reír, pero siempre lo hacía con un tono amargo. Me dio un poco de pena y recordé la conversación de la mañana. La primogénita se sentía la más inmadura emocionalmente y eso debía ser duro para ella.

Cuando le hacía gracia algún chiste del programa se le dibujaba alguna mueca que derivaba en sonrisa, cosa que me dio un poco más de alegría por ella. Yo también me reía pero estaba bastante cansado y vi que me tendría que ir a la cama en poco rato.

Terminó el programa y dirigí su mirada de nuevo hacia ella para decirle que me iba a dormir, pero me sorprendió descubrir que ella ya se había dormido allí mismo, en el sofá. Me quedé contemplándola atentamente y vi que se había puesto mas cómoda según se había ido durmiendo, pero lo que más me sorprendió fue ver que uno de sus pechos asomaba por el tirante de su camiseta, de tal forma que casi se le empezaba a adivinar el pezón. Me quedé embobado y, a pesar del cansancio, noté como se me endurecía el miembro. Me lo acaricié instintivamente pero reflexioné: era mi hermana mayor... ¿Y si me descubría? Así que me quedé mirándola sin más.

Tanto duró mi estado de congelación absoluto que no fui consciente que en la tele empezaban anuncios de aquellos que solo aparecían de madrugada, anuncios para descargar pornografía mediante sms con imágenes de gente follando de fondo. Los gemidos de los anuncios y las voces en off exageradamente sexualizadas estaban a un volumen más alto que el programa que había terminado unos minutos antes. Miré a la pantalla casi asustado por el cambio de temática en la programación. Entonces oí su voz:

-Vaya, Enano... -dijo en tono burlón.- ¿Te has quedado despierto viendo guarradas?

Se había despertado e incorporado. Además, también se había puesto bien la camiseta. No sé si se preguntaría si había visto como se le salía la teta hacía un momento.

-¿Qué? -dije yo alteradísimo por la cantidad de estímulos recibidos a la vez.

-¡Jajaja! -se rió ella, esta vez con carcajadas de verdad.- Tranquilo que ya no eres un niño. Te lo dejo ver y a lo mejor aprendes algo.

-Muy graciosa, como siempre -le respondí con sarcasmo.

Pero el caso es que ella se quedó también mirando la pantalla y se hizo otro silencio. Con Laura siempre había largos silencios, pero este era el más incómodo que pude recordar. Mientras se oía aquella melodía de saxofón y se escuchaban gemidos, los dos mirábamos a la pantalla callados. Cuando la observé de reojo pude apreciar claramente que ella también hacía lo miso, pero no hacia mi cara: miraba mi paquete que seguía erecto, y se me notaba en el pantalón corto que llevaba. "Mierda", pensé. La situación ya era incómoda de por si y además ella se había percatado de mi estado. Con la poca comunicación que teníamos, aquello era lo más embarazoso que me podía imaginar. Al menos tenía la excusa perfecta, ya que ella pensaría que estaba cachondo por los anuncios y nada más. Yo (y supongo que ella también) volví a mirar a la pantalla, intentando simular un estado de indiferencia que era evidente que era falso. Me volví a atrever a mirarla de nuevo con un disimulo extremo y esta vez ella estaba mirando al vacío. Estaba sonrojada y con los ojos muy abiertos. Claramente también estaba incómoda y tampoco sabía qué decir.

Respiré preparado para decir que me iba a dormir definitivamente, y a pesar de ser también incómodo decir cualquier frase en aquel momento, era lo único que se me había ocurrido para terminar de una vez por todas con aquella situación. Pero antes de que lo dijera se oyó la puerta de nuestra casa abriéndose. Ahí sí que nos miramos con auténtica cara de terror, ya que eso significaba que nuestra madre estaba entrando. A pesar de que no estuviéramos haciendo nada malo y todo fueran las casualidades que nos habían llevado ahí, la vergüenza que sentiríamos si ella nos encontraba a los dos viendo porno (además con mi bulto en el paquete) nos provocaría un estado de pánico extremo.

Tanto mi hermana mayor como yo buscamos el mando a distancia a toda velocidad y nuestras manos chocaron con torpeza. Finalmente ella lo pudo agarrar bien y pulsar el botón de apagar la tele directamente. Mientras tanto, se oían risas que entraban por la puerta en medio de una conversación muy animada. La voz de mi tía Isabel decía:

-¡Pero si el tío te miraba más a ti! ¿A mi qué me cuentas?

-¡Yo te juro que te mato! -decía mi madre entre carcajadas.- Eres el mal en persona.

Entraron en el salón y, cuando nos vieron, se quedaron calladas. Iban muy elegantes, aunque mi madre fuera un poco más recatada, la camisa que llevaba no le disimulaba para nada el tamaño de sus increíbles pechos. Mi tía iba más bien escotada, de una manera muy parecida a la que se había vestido para nuestra cita días antes. Eran dos bellezones llegando a casa un poco ebrias y de muy buen humor.

-¡Uy! -dijo mi madre sorprendida.- ¿Todavía despiertos?

Seguro que les pareció muy raro que Laura y yo estuviéramos en el sofá, con el televisor apagado como si mantuviéramos una conversación, cuando nunca en la vida eso había sucedido.

-Yo no sé ni qué hora es -dijo tía Isa entre un medio bostezo.- Buenas noches, chavales.

-De hecho -dije yo deseando poder encerrarme en mi cuarto de una vez.- Justo ahora me iba a dormir.

-Sí -habló inmediatamente Laura después de mi.- Yo me voy a la cama ya.

Se levantó y dijo:

-Buenas noches.

Y se fue intentando disimular no tener prisa alguna. Andaba como un robot.

Mi madre y mi tía le dedicaron un "buenas noches" casi al unísono. Yo lo dije justo después con un hilo de voz.

-¿Qué le pasa? -preguntó tía Isabel bajando mucho el tono de su voz para que mi hermana no nos oyera.

-No sé -dije yo en el mismo volumen.

-¿No habréis discutido? -preguntó mi madre con un tono muy directo.

-No, de verdad -contesté.- Se estaba durmiendo aquí y estará ya muy cansada de todo el día.

-Vale, vale -dijo mamá.

-¿Roberto, se te ha puesto dura? -dijo mi tía al percatarse de mi estado y susurrando muy bajito.

-Isa, por favor -dijo mi madre hablando incluso más bajito que ella, mientras se ponía un dedo en los labios y con la otra mano señalaba el pasillo por el que se había ido Laura.- Ahora no… ¡Por muy borracha que vayas!

Tía Isa se quedó callada y asintió en señal de aprobación, entendiendo lo importante que era que ni se hablara de estos temas con cualquiera de mis hermanas en casa. No obstante, las dos miraron mi paquete y luego me lanzaron una mirada interrogadora llena de curiosidad. Susurrando tan bajito como pude, dije:

-Vais muy guapas las dos y, cuando os he visto, claro…

Las dos sonrieron de forma traviesa y se miraron con auténtica complicidad fraternal. Me pareció un momento rarísimo pero me dio mucho morbo. La verdad es que ya la tenía dura desde antes de verlas, pero preferí dar esa otra explicación. Tía Isa vocalizó sin hablar la palabra “calentorro”, luego señaló a su hermana e hizo el gesto de comerse una polla para luego señalarme a mi y echarse a reír inmediatamente después, intentando mantener el silencio sin mucho éxito. Mi madre le lanzó una mirada asesina y también vocalizó sin hablar: “Te mato”, le comunicó para luego volver a señalar el pasillo haciendo un claro gesto de “hoy no” con su mano. Entendí que evidentemente no podía aceptar la alegre sugerencia de mi tía por estar Laura en casa, lo cual era una pena porque me hubiera venido genial. Fuera como fuere, hubiera sido un error que no estábamos dispuestos a cometer, ni siquiera con mi madre un poco borracha.

-Tienes razón... -reconoció mi tía con tranquilidad.- Sea como sea, yo me voy para mi casa ya.

-Hazme una perdida cuando llegues -le pidió mi madre.

-Claro, mami -le bromeó su hermana menor para quedarse con una sonrisilla puesta.- Vosotros pasad buena noche también…

-Isabel… -le dijo mi madre casi interrumpiendo y de nuevo en voz muy baja.- Espero que no lo digas con segundas.

-¡Que no, que no! -contestó tía Isa susurrando.- Lo decía de todo corazón.

Mi madre respiró hondo y se relajó:

-Vale, Isabel, pero por favor ten mucho más cuidado.

-Lo tendré -contestó asintiendo.- Me voy ya -añadió sonriendo de una forma encantadora.- Me lo he pasado muy bien, Luisa.

-Yo también -contestó mi madre con la misma sonrisa. Ahí vi el parecido físico que a primera vista no se les notaba en absoluto.

-Buenas noches, crack -me dijo mi tía guiñándome un ojo.

-Buenas noches, tía -respondí mucho más tranquilo.

Se fue por la puerta y me quedé en el salón a solas con mi querida madre. Se hizo el silencio de nuevo, y ella se acercó lentamente a mi mientras yo me quedaba paralizado otra vez. Se acercó y me besó en los labios en una combinación de pasión y ternura absoluta. Yo me dejé hacer, porque me encantaba esa sensación, pero estaba muy sorprendido porque hacía nada que ella misma había dicho que con Laura en casa teníamos que mantener las formas al cien por cien. Cuando nos separamos yo mismo le dije susurrando nerviosamente:

-Pero Laura...

-Lo sé ,lo sé -me contestó recuperando la cordura.- Perdona, es que he bebido un poquito -y sonrió con una mirada pícara de esas que me vuelven loco.- Buenas noches -me dio un pico mucho más cariñoso para despedirme.

Cuando llegué a mi habitación maldecí que Laura estuviera en casa porque tenía muchas ganas de follar con mi madre. Antes de dormirme me pajeé como un loco hasta correrme de forma escandalosa, ahogando mis propios gemidos para no hacer ruido. Lo curioso es que cuando me corrí, la imagen que me vino a la mente no fue la de mi madre, ni tampoco la de mi tía. Fue la de Laura tumbada con su camiseta de tirantes en el sofá.

. . .

Mi madre ya estaba yendo por las mañanas a la escuela donde trabaja para preparar el curso escolar, pero tanto yo como mis hermanas aún no empezábamos las clases, así que aún nos quedaban unos preciados días de vacaciones y de suficiente calor como para seguir usando la piscina de vez en cuando. Una mañana me encontré que Marta y Laura tomaban el sol en bikini cuando salí a darme un chapuzón. Ya me había acostumbrado a verlas más a menudo, pero me seguían pareciendo tan bellas y deseables como me lo habían parecido el día de mi cumpleaños. Las tetas de Marta cada día se veían más grandes y el culo redondo y respingón de Laura me hipnotizaba de una forma inimaginable.

Yo aguantaba el tipo ante estas situaciones, pero volví a masturbarme bastante a menudo. Echaba de menos los momentos íntimos con mi madre y tía Isabel también empezaba a ir bastante liada con sus movidas... Aunque llegó aquel bendito segundo fin de semana de septiembre. Días antes, mi madre nos dijo mientras cenábamos:

-Antes de que empiecen las clases estaría bien hacer algo en familia ¿no?

-¿Como por ejemplo? -preguntó Marta.

-Una escapadita a la montaña de un par de días -contestó mi madre con cierta emoción.- Aprovechando que el viernes es festivo, podemos ir el viernes y volver el domingo.

-No sé... -dijo Laura.- Esto es dentro de unos días y yo este finde ya había quedado...

-Ya estam... -dijo Marta con su sonrisa maliciosa.

-No sigas -la interrumpió Laura en seco.- No estoy de humor.

Yo lo escuchaba todo sin abrir la boca. Laura siempre le replicaba a Marta siguiendo sus bromas, pero aquel día no le apetecía bromear en absoluto, por lo visto. Marta recondujo la conversación:

-Pues Sandra tiene entre ceja y ceja que quiere despedirse de la playa este finde y casi que me está suplicando para que vayamos todas.

-Bueno, da igual -se resignó mi madre.- Tenía que haberlo propuesto con más tiempo. En otro momento será.

Se hizo el silencio, entonces hablé:

-Pues a mi me gustaría...

Mi madre me miró con cara de lástima:

-Bueno Robe, planificamos algo con más tiempo para otr...

-Como quieras -respondí.- Pero si a ti te apetece hacer una escapada, yo creo que te lo mereces y te puedo acompañar si te parece bien.

Mamá me miró con cierta sorpresa. Creo que le pasó por la mente lo mismo que a mi. Tres días y dos noches para nosotros dos solos. Entonces vi la cara de Laura, que la observaba a ella con cierta curiosidad. Combinada con la expresión de mala leche que llevaba aquel día, me dio mucho miedo porque si algo no era Laura, era tonta. Pero... ¿Como se iba a imaginar algo así? Mi madre tardó unos segundos en contestar:

-Ay, hijo... Pero... ¿Seguro que a ti te apetece?

-Sí -dije. Entonces Laura me miró a mi con una cara más bien de póquer. No dijo nada y siguió comiendo. Marta nos había estado escuchando tranquilamente y añadió:

-Jolines, pues estaría muy bien ir los cuatro, pero si podéis ir vosotros... Mamá, te lo mereces.

-Pero entonces -dijo mi madre en tono de madre,- vais a cuidar las dos de la casa, ¿no? Podéis invitar a gente a la piscina, pero que esté todo perfecto cuando volvamos, ¿vale? Me fio de vosotras.

-¡Prometido, mamá! -dijo Marta sonriendo.

-Sin problema -dijo Laura justo después.- Que lo paséis bien.

Sentí un escalofrío. Viniendo de Laura y de un día de mal humor este cumplido sonaba hasta envenenado. ¿Eran paranoias mías o realmente se estaba imaginando cosas?

Más tarde aquella misma noche vi a mi madre con el ordenador portátil en el sofá. Estaba reservando habitación en un hostal.

-Mira, Robe -me dijo al verme.- ¿Que te parece este?

-El que a ti te guste, mamá -dije sonriendo.

-He estado mirando unos cuantos y me quedo con este -sentenció ella.

Vi como con el cursor elegía las opciones de la habitación. Una de ellas era cama doble o dos camas individuales. Me miró levantando una ceja pero manteniendo una expresión de indiferencia. Yo me puse un poco tímido y sonreí mirando hacia un lado. Ella sonrió mucho más, casi riéndose, y vi como elegía la opción de la cama doble.

. . .

-¡Joder, hijo! -dijo mi madre ahogando sus gemidos.- ¡Me vas a romper el coño!

No podíamos elevar la voz porque sospechábamos que desde la habitación de aquel hostal se podría oír cualquier cosa. Aún así, era un auténtico placer tener a mi madre a cuatro patas delante de mi mientras yo penetraba su interior con mi pene endurecido y todas las ganas que llevaba acumuladas. Hacía pocos minutos que habíamos llegado a la habitación que ella había reservado unos días antes. Al encontrarme a solas con ella en aquel ambiente de intimidad, no había podido resistir las ganas de abalanzarme sobre su cuerpo. Después de quitarle la ropa (incluído un sujetador gris más bien de estilo deportivo) y de comerle las tetas un buen rato, ella me había mamado un rato la polla con el mismo entusiasmo. Y así no tardamos demasiado en llegar a aquel gratificante coito. No duré mucho, pero no me importaba porque tenía todo el tiempo del mundo con ella en aquella escapada de tres días.

-Me corro... ¡Me corro! -temí haberlo dicho demasiado fuerte, pero estaba disfrutando de una forma bárbara de aquel polvo.

-¡Córrete! -contestó mamá.- ¡Lléname de tu leche!

Descargué una buena cantidad de semen en la vagina de mi madre. Después de caer extasiados en la cama que aún seguía hecha, mi madre me miró sonriendo y dijo:

-Vaya si llevabas ganas acumuladas...

-Pues sí -reconocí.- Pero aún sigo teniendo, ¿Eh?

-Ese es mi chico -me dijo mi madre mientras me daba un apasionado morreo en los labios.

Como habíamos llegado a aquel pueblo del Pirineo el viernes cerca del mediodía, aún no habíamos comido, así que nos vestimos con ropa de montaña y fuimos a buscar algún sitio para almorzar antes de hacer la excursión que planificábamos para aquella tarde. La sintonía que tuvimos mi madre y yo caminando tranquilamente por la naturaleza fue de ensueño: en algunas ocasiones nos cogíamos de la mano y caminábamos por aquellos senderos como si fueramos una pareja convencional. Compartir aquellos momentos fue precioso, pero yo también esperaba la hora de volver a nuestra habitación.

Ya atardecía cuando llegamos de nuevo al hostal. Al entrar a la habitación, mi madre dijo:

-Nos damos una ducha y nos vestimos para salir a cenar ¿vale?

-¡Vale! Vamos a la ducha.

Sin decir más, entramos los dos en el cuarto de baño. Ella me miró con su sonrisa juguetona y se empezó a quitar la camiseta sudada de tanto andar. Debajo llevaba el mismo sujetador deportivo de antes, que le apretaba las tetas y las disimulaba lo poco que se podían disimular. Yo también me desnudaba mientras no le quitaba ojo, cosa de la que ella era plenamente consciente y que hacía que sonriera aún más, con una pizca de vergüenza.

Se quitó el sujetador y las bragas negras que llevaba en el mismo momento en que yo me quitaba el calzoncillo y me empezaba a a empalmar de forma claramente visible. Se mordió el labio inferior y dijo sonriendo:

-Tu primero.

Era una ducha lo suficientemente ancha como para caber los dos, así que no tuvo problema en seguirme. Yo mismo abrí el agua e intenté encontrar una temperatura adecuada para ambos usando el regulador. Ella se juntó mucho a mi y el agua nos empapó cayendo desde arriba, momento en el que nos abrazamos y nos empezamos a besar apasionadamente. Yo disfruté de poder tocar su culo con el agua tibia bajando por sus nalgas y de hacer lo mismo con sus impresionantes tetas. Ella también me empezó a acariciar de arriba a abajo.

Cuando tocó enjabonarse, los dos nos llenamos las manos de gel y empezamos a enjabonar el cuerpo del otro, con caricias y toqueteos incluídos. Sus tetas fueron (como no podía ser de otra forma) uno de los puntos donde me entretuve por más tiempo, amasándolas a la vez que quedaban resbalosas y cubiertas de pompitas y espuma. Ella iba haciendo lo propio por todo mi cuerpo y de repente dijo:

-Esto me trae recuerdos de cuando yo te tenía que duchar...

-Es verdad -respondí.- Ahora hacía tiempo que no me limpiabas...

-Recuerdo limpiar con especial cariño... -comenzó a decir mientras me agarraba la polla dura con su mano enjabonada.- Esto...

-Buff -suspiré.- Mamá, me encanta...

Y sin ningún tipo de disimulo me empezó a pajear allí mismo. Atrás habían quedado aquellas pajas en la ducha de nuestra casa, llenas de reparo y dudas, aquello era una placentera paja hecha con mucha devoción por una madre para su amado hijo. Yo le sobaba los pechos mientras me dejaba hacer, ya que me apetecía muchísimo disfrutar así de nuevo de los cuidados de mi madre. Ella no quiso que la cosa se quedara tan solo en una paja.

Paró un momento y cogió más gel de baño para enjabonarse bien la parte de entre sus tetas. Justo después se arrodilló diciendo:

-Ponla entre mis tetas, como a ti te gusta.

Obedecí. De pie, puse una mano mía encima de cada uno de sus hombros mientras ella se agarraba los pechos y apretaba mi polla con ellos. Ella empezó a hacer fricción a mi pene moviendo sus berzas con sus manos y yo contribuí a crear más fricción moviendo mi pelvis hacia atrás y hacia adelante follándomelas a placer. La sensación era indescriptible. No sé cuantos minutos tardé, pero finalmente noté que me iba a correr. Cuando mis gemidos se intensificaron, ella lo vio bien claro y exclamó:

-¡Córrete en las tetas de tu madre, Robe!

Volví a obedecer a mi querida mamá. Un potente chorro de leche blanca salió despedido desde la punta de mi pene hasta que aterrizó otra vez en ella, pringando sus pechos y escurriéndose por su canalillo. Mi madre sabía que mis espasmos podían durar minutos, así que aún después de sacar unos cuantos chorros más de denso esperma, ella continuó haciendo que mi polla siguiera haciendo fricción entre sus tetas resbalosas de agua, jabón y semen. Finalmente, la agarró con su propia mano y ella misma la deslizó con delicadeza por sus enormes senos, parando en sus pezones en algunos momentos.

-Joderrr... Mamá... -dije sin poder disimular los espasmos.

-¡Ay, Robe! -se rio.- ¡Me encanta ver hasta que punto lo disfrutas!

Sonreímos y nos miramos. Ella estaba preciosa de rodillas delante de mi, con mi polla en su mano deslizándose por esas partes de ella que me volvían loco. Entonces, dijo justo antes de levantarse:

-¡Venga, que hay que buscar un sitio para cenar!

Después de acabarnos de limpiar debidamente, nos secamos y nos vestimos. Ella se puso un conjunto de ropa interior morado que yo ya conocía. Era de lo más sexy que había visto entre sus distintas indumentarias:

-Mamá, me encanta este conjunt...

-Lo sé -me interrumpió ella sintiéndose halagada.- Por eso me lo he traído. Para ti.

-Mamá... -dije emocionado abrazándola y besándola.

-Guarda energía para después de cenar, que acabas de descargar -me dijo entre risas.

Se puso la misma ropa que se había puesto para salir con tía Isa varios días antes. La encontraba preciosa, aunque mi madre en público no solía ponerse escotada. Personalmente, a mi me habría gustado poder cenar con ella delante enseñando un poco más pero no se puede tener todo en esta vida. Encontramos una pizzería muy buena y charlamos animadamente sobre muchas cosas, algunas de ellas importantes como el estado emocional de mi hermana mayor, Laura:

-Espero que Laura recupere el ánimo pronto -decía mamá.- La veo muy angustiada.

-Bueno -respondía yo,- ya sabes que es más bien de carácter cerrado.

-En fin -dijo mi madre con cierto tono melancólico.- Va a empezar el curso... A ver si así nos distraemos con otras cosas.

Cuando volvíamos a la habitación, lo hacíamos agarrados como una pareja. Habíamos bebido vino durante la cena y estábamos un poco alegres, así que casi se podría decir que por la calle ni siquiera disimulábamos.

Al volver a estar en la intimidad, vi claramente que mi madre traía muchísimas ganas de volver a follar. Yo había descargado dos veces aquel día, por lo que quizás podría aguantar más tiempo en correrme del habitual. Besándonos apasionadamente nos quitamos la ropa y pude contemplarla en el conjunto morado que me volvía loco. Más que contemplarla tenía ganas de tocarla, de estrujarla, de acariciarla y de lamerla entera, y eso mismo hice. Ella estaba totalmente desatada, entre euforia, lujuria y ebriedad. Disfrutamos de aquel momento al máximo. Después, le comí el coño simplemente apartando las bragas y ella no se quiso quedar atrás pondiéndome el miembro bien duro utilizando su boca. Acto seguido le follé el coño en un misionero delicioso en el que ella tenía las piernas muy abiertas y me acariciaba la espalda mientras sus tetas se balanceaban de forma hipnótica. Se tocó el clítoris hasta tener uno de sus fascinantes orgasmos y, al cabo de un buen rato, fue ella quien se puso encima de mi. Mientras estaba tumbado boca arriba y me miraba de frente, sus tetazas quedaron a la altura de mi cara y se las pude agarrar y chupar mientras seguíamos follando, con un fantástico movimiento de pelvis conjunto.

Con mi cara entre sus tetas, sintiendo todo el peso de ellas, y mis manos agarrando fuerte sus nalgas, intenté decir sin ahogarme:

-Mmmfh... ¡Me corro!

-Eso es -balbuceó ella.- Córrete a gusto...

Y me volví a vaciar en el coño de mi madre.

Ya estábamos apagando la luz para descansar después de aquel día tan ajetreado cuando ella dijo:

-Ay, hijo... Que buena idea tuviste de hacer esta escapada los dos.

-¿Pero qué dices, mama? -contesté.- Si la idea de hacer una escapada fue tuya.

-Sí, pero tu propusiste que fuéramos solo los dos -me respondió.- Y esa me parece una muy buena decisión -dijo sonriendo traviesa.

-Mami... -continué.- Te quiero.

-Y yo a ti, mi niño.

Y nos dimos en los labios uno de aquellos besos de buenas noches, tan llenos de ternura y pasión que no los habría podido imaginar mejores.

A la mañana siguiente me desperté notando una extraña pero agradable sensación. Al abrir los ojos lo comprendí: mi madre me estaba despertando con una mamada. Cuando vio que ya me había despertado se quitó mi polla de su boca para mirarme sonriendo y decir:

-¡Buenos días, cariño! -y siguió mamando muy concentrada.

Me relajé y disfruté de mi regalo matutino. Aquella era una gloria con la que meses atrás apenas podría haber soñado. Mi madre se esmeró y aquello duró unos geniales minutos, pero ella lo hacía tan bien que no pude contenerme más. Cuando llego el momento lo intenté anunciar:

-Mamá... Que me... Mmh...

Ella lo entendió e hizo un riudo de "Mmmmhhh" mientras mi polla empezaba a expulsar semen directamente dentro de su boca. Como era habitual, mis espasmos se alargaron mucho y ella hizo lo posible para alargar mi disfrute al máximo con lametones cuidadosamente ejecutados. Cuando la cosa se calmó, sacó mi polla de su boca y tragó lo que yo le había echado dentro.

-¡Venga, dormilón, que hoy tenemos una excursión larga para hacer y tenemos incluído el desayuno! -dijo aún con una gota de leche que le caía desde los labios hasta la barbilla.- Aunque se podría decir que yo ya he desayunado.

Se relamió los labios para no perder ni una gota de mi esperma y nos pusimos a reír en aquel momento de felicidad absoluta.

La tónica general de nuestro pequeño viaje fue aquella. Más unidos que nunca, madre e hijo disfrutábamos del senderismo y de la naturaleza en público y del sexo apasionado en privado. Recuerdo la última noche de aquel fantástico fin de semana, después de follar como salvajes, tumbados en la cama desnudos y abrazados, hablando:

-Estos días han sido un regalo magnífico, Robe -me decía ella.

-Tienes razón, mamá -le contesté.- Ha sido fantástico.

-Pero ahora ya empieza el curso y ya sabes que toca concentrarse en los estudios... -continuó.- Sabes perfectamente que en casa no tendremos tanta intimidad y que esto es un secreto absoluto para tus hermanas. ¿Eres consciente de ello, verdad?

-Sí... -dije resignado.- Durante el curso siempre van a estar Marta y Laura... ¿Entonces no podremos...?

-Bueno -dijo ella.- Me gusta pensar que algún momento vamos a encontrar... Pero no creo que sea muy a menudo, la verdad.

-Sea como sea -dije yo,- ahora mismo he disfrutado mucho de estos días y esto no lo voy a olvidar, mamá. De verdad.

-Yo tampoco, hijo -y sentenció la conversación con un beso en mi boca.

El día siguiente, con mi madre al volante y yo a su lado, hicimos el camino de regreso a casa. La miré y la encontré muy bella, como siempre la veía. Di gracias al destino por todo lo vivido, pasara lo que pasara a partir de entonces.

. . .

Al llegar a casa, entramos cargados con las mochilas mientras saludábamos a Marta y a Laura, que se encontraban en el salón. Mi hermana más joven nos vino a abrazar a los dos y, cuando lo hizo conmigo, noté esas grandes masas que seguían creciendo en su pecho de forma imparable: un gran regalo de bienvenida, la verdad. Marta nos preguntaba qué tal había ido todo, y yo le dije que muy bien con una gran sonrisa, evidentemente. Entonces vi la mirada de Laura, que se clavaba en mi rostro. No sabría decir si su expresión era de duda, de interrogación, de acusación o incluso de consternación. No lo sé, pero había algo de cada una de estas cosas en sus ojos. Yo le sonreí nerviosamente y observé que ella también hacía una mueca que no acabé de entender, justo antes de girar su cabeza para mirar hacia otro lado. Algo me inquietaba a mi y tenía la sensación de que algo la inquietaba a ella. Aunque tardaría todavía unas semanas, acabaría descubriendo de qué se trataba.

CONTINUARÁ...
 
CAPÍTULO 8: DESPIDIÉNDOSE DEL VERANO

-Tete, ¿Te falta mucho? -preguntó Marta desde el pasillo, sin entrar en mi habitación.

-Un segundo. No tardo nada -contesté.

Había llegado septiembre y el calendario marcaba la fecha que habíamos acordado para ir a ver a nuestro padre al hospital. En aquel momento me terminaba de vestir con una ropa lo suficientemente discreta pero también fresca, ya que el calor aún persistía en el ambiente.

Bajé las escaleras y vi a Laura desayunando en la cocina. Estaba callada y mirando al vacío:

-Buenos días -le dije.

-Ah... Buenos días, Enano -me contestó acabándose de percatar de que ya estaba allí.

Marta apareció en la cocina diciendo:

-Bueno, bueno... En cuanto terminéis de desayunar podemos ir -y nos mostró el ramo de flores que había comprado para la ocasión.- Yo ya estoy preparada.

Nos fuimos casi en silencio al Hospital donde estaba mi padre ingresado. El camino a pie no era muy largo desde nuestra casa, pero aún así se nos hizo un poco raro caminar hablando tan poco. Realmente no tenía nada que decir y Laura, como de costumbre, no hacía ningún esfuerzo para entablar ninguna conversación. Marta, en cambio, sí que iba haciendo comentarios amenos sobre temas varios, pero desistió al poco rato al ver que ninguno de los dos contestaba con respuestas que dieran paso a más réplicas.

-Bueno -dijo ella finalmente,- hemos llegado.

Después de entrar, nos fuimos directamente a la habitación donde estaba mi padre, ya que nos sabíamos el número de memoria. Cuando estuvimos delante de la puerta, nos detuvimos un segundo antes de seguir. Marta fue la primera en entrar, y yo fui después de ella. Laura entró detrás de mi.

-Buenos días, papá -dijo Marta un poco emocionada por la situación. Allí estaba él: el hombre de quien decían que yo representaba una versión mucho más joven. Tumbado boca arriba y con gesto de paz y calma absoluta, sumido en el profundo coma del que no sabíamos cuando despertaría.

-Antes que nada -continuó mi hermana más joven.- Perdona el tiempo que llevamos sin venir. Espero que estés contento de que hemos hecho lo posible para pasar unas vacaciones de verano tan buenas como hemos podido.

Marta siguió contándole cosas sobre su verano. Cosas alegres típicas de las chicas de su edad. Cuando terminó, nos miró a Laura y a mi sin decir nada. Lo entendí enseguida: nos estaba preguntando con su mirada si queríamos hablar.

-Papá... -dije yo cogiendo fuerzas.- Quiero que sepas que, como ha dicho Marta, estamos bien. Supongo que mamá ya te habrá contado lo de mi accidente... -me paré ahí. No sabía como continuar.- Pero realmente no fue nada y ahora estoy mejor que nunca. Tenemos muchas ganas de que despiertes y puedas volver a casa. Seguro que cada día falta menos.

Y no supe qué más decir. Me lo pensé un rato, pero justo cuando iba a seguir, oí hablar a Laura a mi lado:

-Papá -dijo con un hilo de voz.- Te echamos mucho de menos -la miré y vi que se le empañaban los ojos mientras pronunciaba aquellas palabras.- Despierta pronto, por favor.

Y rompió a llorar. Marta se giró hacia nosotros y nos miró paralizada, entonces yo abracé a Laura y esta me devolvió el abrazo mientras sollozaba. Pensé que hacía muchísimo tiempo que no nos abrazábamos con esa sinceridad. Se calmó poco después.

Estuvimos un rato más haciendo compañía a mi padre, ya con mucha menos tensión de la que había cuando habíamos entrado en aquella habitación, por primera vez sin la compañía de mi madre. Meses antes habíamos venido en varias ocasiones con ella, aunque cada vez menos a menudo. Seguimos hablando y contándole cositas del verano (yo por supuesto no entré en detalles). En un momento determinado Laura nos dijo que salía un rato al pasillo, y en un acto reflejo le pregunté:

-¿Estás bien?

-Sí -dijo mirándome de reojo y con la voz muy calmada.- Gracias, Enano.

Me quedé alucinado. No le había oído un "gracias" en mucho tiempo, y aún menos uno que sonara de todo corazón como aquel. Miré a Marta y me sonrió sin decir nada. Creo que le alegraba ver que nuestra querida hermana mayor no escondía sus sentimientos bajo una coraza de frialdad, aunque solo fuera en aquel preciso instante. Me senté al lado de mi padre mientras Marta seguía hablándole de pie y me uní a la conversación durante un rato. Pasado un tiempo nos percatamos de que Laura no volvía y entonces le dije a Marta:

-¿Te parece que la vaya a buscar, a ver si la encuentro y a ver como está?

-Claro, Tete -respondió Marta.

Salí y caminé por el pasillo de aquel Hospital. Realmente había algo muy deprimente en el ambiente, pero también se notaban rayos de esperanza y de vida al ver a familiares reunidos y sonriendo. Encontré a Laura sentada en una de las salas de espera que había girando a la izquierda al final del pasillo, mirando al suelo pensativa.

-Buenas -saludé.

-¡Ah! -dijo sorprendida pero tranquila.- Hola, Roberto...

Me pareció que incluso sonreía un poco al verme, aunque pensé que debía ser mi imaginación. Me senté a su lado.

-Que situación, de verdad... -dijo justo después de un largo silencio.- Y mira que cada vez hace más tiempo de su accidente... Pero no me acostumbro. Te juro que no me acostumbro.

No respondí, pero mostré con mi expresión toda mi atención en sus palabras:

-Yo intento hacer mi vida, Roberto. Hacerme mayor, ser adulta... Pero a veces me pongo triste cuando pienso en él y me lo niego. Me lo niego rotundamente.

-Yo creo que es normal -dije cuando hubo terminado.- Una cosa no quita la otra, Laura. Papá... Antes del accidente ya estaba feliz de vernos crecer, de ver como nos convertimos en adultos... Pero tenemos derecho a estar tristes también... Mientras seguimos adelante ¿No crees?

-Supongo -contestó.- Pero me da miedo estar demasiado triste y sufrir.

-Creo que este miedo -dije inmediatamente,- es mucho más sufrimiento que el estar triste en si.

-No lo sé, Roberto -concluyó.- Cada uno tenemos nuestra forma de funcionar, y a mi me gustaría ser como Marta. ¿Como puede ser tan fuerte y tan positiva siempre? Y tan madura, con lo joven que es...

-Bueno... -dije yo.- Supongo que también lo sufre a su manera.

-Venga, vamos -respondió armándose de coraje.- Está sola con papá y dijimos que iríamos los tres para hacerle compañía.

Volvimos a la habitación y encontramos a Marta en la misma situación en que la había dejado unos minutos atrás, pero con signos visibles de haber derramado lágrimas por sus ojos.

-Oh, ya estáis aquí... -dijo con vagos intentos de disimular que había estado llorando.- ¿Os importa si me voy a pasear yo un rato? No tardo nada... Quizás me coja una chocolatina de la máquina... ¿Queréis algo?

-Por mi no, gracias -dijo Laura un poco más seca que antes.

-Bueno... -dije sacando un par de monedas de mi cartera y dándoselas.- Una chocolatina para mi estará bien.

Y nos quedamos Laura y yo en la habitación de nuestro padre. Nos miramos y los dos entendimos que Marta también sufría por la situación. Había estado llorando pero también se sobreponía a ello tanto como podía. Laura caminó hacia papá poco a poco, agachó su cabeza y le besó la frente con mucha dulzura.

-Te quiero, papi... -dijo en voz baja, emanando mucha paz en sus palabras.

Cuando Marta volvió con las chocolatinas, disfrutamos de otro momento de calma. Cuando decidimos despedirnos y volver a casa, Marta le anunció a mi padre la decisión familiar:

-¡Volveremos pronto, lo prometemos! ¡Y con mamá y tía Isa!

. . .

Un par de días después de la visita al hospital, nos encontrábamos comiendo los cuatro en nuestra casa y mi madre nos anunció algo:

-Pues dice tía Isabel que esta noche quiere que salgamos ella y yo de copas. Así que os dejo cuidando la casa. ¿Va bien?

-Vaya, vaya... -dijo Laura que había recuperado su habitual cinismo.- Las reinas de la noche...

-Jejeje... -se rió tímidamente mi madre.- Bueno, le he dicho que sí porque dice que hace falta que me distraiga un poco antes de que empiecen otra vez las clases. Os juro que no tramamos nada malo -bromeó.

-La verdad es que tiene razón -añadí.- No has aprovechado el verano porque casi todo te lo has pasado cuidando de mi.

-Ay, hijo... -contestó mi madre en tono muy cariñoso.- Evidentemente que te he cuidado, porque lo primero sois vosotros tres. Y estoy muy feliz de haber podido estar por ti todo este tiempo y el que haga falta.

Creo que percibí alguna especie de doble sentido en lo que dijo. Fuera como fuese, yo quise entender ese doble sentido.

-Y yo no sé como agradecerte lo bien que me has cuidado -continué.- Por eso es muy buena idea que salgáis a divertiros. Yo hoy no tengo ningún plan, como de costumbre.

-Yo tampoco -soltó Laura con cierto tono de amargura.

-Uy... -añadió Marta.- Eso es que ninguno de tus pretendientes está disponible...

-¡Pero serás..! -contestó efusivamente Laura sin mostrar un enfado evidente.

-Pues con mis amigas decíamos de ir en casa de Sandra a ver alguna peli... -contó Marta.- Y quizás nos quedamos a dormir.

-Vale -contestó mi madre. Hacéis bien en aprovechar las vacaciones que os quedan. Luego a concentrarse en los estudios los tres. ¿Eh?

-Claro -dijo Marta.

Mi madre no podía quejarse en ningún caso de nuestro rendimiento escolar, pero siempre intentaba estar encima de nosotros (sin agobiar) para que no falláramos en nada y siguiéramos con nuestras buenas notas.

. . .

Después de que tía Isa recogiera a mi madre y de que Marta se fuera, la casa se quedó en silencio. Me fui al sofá y encendí la televisión. Al poco rato vino Laura y se sentó a mi lado. La miré de reojo y vi que solo llevaba una camiseta de tirantes larga que le llegaba hasta el muslo. Se puso cómoda y el muslo se vio aún más, ya que no hacía ningún esfuerzo para taparse. Además, vi que claramente no llevaba sujetador. Que sus tetas fueran las menos grandes de las chicas de la familia no significaba precisamente que tuviera una talla modesta, y además sus pezones se notaban bien por debajo de la ropa. Por si esto fuera poco, se veía el lado de estas ya que la apertura de los brazos era muy grande y casi se podía decir que le quedaba más cerca de la cintura que de la axila. Yo le eché un par de miradas de reojo disimulando tanto como pude. De repente ella habló con la mirada fija a la televisión:

-¿Qué estás viendo?

Me sobresalté muy asustado. Entonces caí en la cuenta que se refería a la tele. Estaban dando un late-night de humor pero no le había prestado atención hasta entonces. Respondí:

-Pues... Lo que pongan. Si quieres coge el mando y pon lo que te apetezca.

El mando a distancia estaba justo a mi lado, así que tuvo que acercarse a mi para cogerlo, momento en que la volví a mirar de reojo, viendo si el movimiento me permitía ver más carne de sus tetas. Creo que las vi balancearse, aunque puede que solamente fuera el morbo y mi imaginación con esas ganas de ver más. Sin decir nada se puso a hacer zapping y me centré en mirar a la pantalla del televisor para ver qué ponía. Acabó dejando el mismo canal diciendo:

-Bueno, a ver si al menos nos reímos un poco.

Fue muy curioso que lo dijera con la misma seriedad de siempre acompañada del cansancio y el bajón del momento triste que había tenido aquel día. Aunque era arisca le gustaba reír, pero siempre lo hacía con un tono amargo. Me dio un poco de pena y recordé la conversación de la mañana. La primogénita se sentía la más inmadura emocionalmente y eso debía ser duro para ella.

Cuando le hacía gracia algún chiste del programa se le dibujaba alguna mueca que derivaba en sonrisa, cosa que me dio un poco más de alegría por ella. Yo también me reía pero estaba bastante cansado y vi que me tendría que ir a la cama en poco rato.

Terminó el programa y dirigí su mirada de nuevo hacia ella para decirle que me iba a dormir, pero me sorprendió descubrir que ella ya se había dormido allí mismo, en el sofá. Me quedé contemplándola atentamente y vi que se había puesto mas cómoda según se había ido durmiendo, pero lo que más me sorprendió fue ver que uno de sus pechos asomaba por el tirante de su camiseta, de tal forma que casi se le empezaba a adivinar el pezón. Me quedé embobado y, a pesar del cansancio, noté como se me endurecía el miembro. Me lo acaricié instintivamente pero reflexioné: era mi hermana mayor... ¿Y si me descubría? Así que me quedé mirándola sin más.

Tanto duró mi estado de congelación absoluto que no fui consciente que en la tele empezaban anuncios de aquellos que solo aparecían de madrugada, anuncios para descargar pornografía mediante sms con imágenes de gente follando de fondo. Los gemidos de los anuncios y las voces en off exageradamente sexualizadas estaban a un volumen más alto que el programa que había terminado unos minutos antes. Miré a la pantalla casi asustado por el cambio de temática en la programación. Entonces oí su voz:

-Vaya, Enano... -dijo en tono burlón.- ¿Te has quedado despierto viendo guarradas?

Se había despertado e incorporado. Además, también se había puesto bien la camiseta. No sé si se preguntaría si había visto como se le salía la teta hacía un momento.

-¿Qué? -dije yo alteradísimo por la cantidad de estímulos recibidos a la vez.

-¡Jajaja! -se rió ella, esta vez con carcajadas de verdad.- Tranquilo que ya no eres un niño. Te lo dejo ver y a lo mejor aprendes algo.

-Muy graciosa, como siempre -le respondí con sarcasmo.

Pero el caso es que ella se quedó también mirando la pantalla y se hizo otro silencio. Con Laura siempre había largos silencios, pero este era el más incómodo que pude recordar. Mientras se oía aquella melodía de saxofón y se escuchaban gemidos, los dos mirábamos a la pantalla callados. Cuando la observé de reojo pude apreciar claramente que ella también hacía lo miso, pero no hacia mi cara: miraba mi paquete que seguía erecto, y se me notaba en el pantalón corto que llevaba. "Mierda", pensé. La situación ya era incómoda de por si y además ella se había percatado de mi estado. Con la poca comunicación que teníamos, aquello era lo más embarazoso que me podía imaginar. Al menos tenía la excusa perfecta, ya que ella pensaría que estaba cachondo por los anuncios y nada más. Yo (y supongo que ella también) volví a mirar a la pantalla, intentando simular un estado de indiferencia que era evidente que era falso. Me volví a atrever a mirarla de nuevo con un disimulo extremo y esta vez ella estaba mirando al vacío. Estaba sonrojada y con los ojos muy abiertos. Claramente también estaba incómoda y tampoco sabía qué decir.

Respiré preparado para decir que me iba a dormir definitivamente, y a pesar de ser también incómodo decir cualquier frase en aquel momento, era lo único que se me había ocurrido para terminar de una vez por todas con aquella situación. Pero antes de que lo dijera se oyó la puerta de nuestra casa abriéndose. Ahí sí que nos miramos con auténtica cara de terror, ya que eso significaba que nuestra madre estaba entrando. A pesar de que no estuviéramos haciendo nada malo y todo fueran las casualidades que nos habían llevado ahí, la vergüenza que sentiríamos si ella nos encontraba a los dos viendo porno (además con mi bulto en el paquete) nos provocaría un estado de pánico extremo.

Tanto mi hermana mayor como yo buscamos el mando a distancia a toda velocidad y nuestras manos chocaron con torpeza. Finalmente ella lo pudo agarrar bien y pulsar el botón de apagar la tele directamente. Mientras tanto, se oían risas que entraban por la puerta en medio de una conversación muy animada. La voz de mi tía Isabel decía:

-¡Pero si el tío te miraba más a ti! ¿A mi qué me cuentas?

-¡Yo te juro que te mato! -decía mi madre entre carcajadas.- Eres el mal en persona.

Entraron en el salón y, cuando nos vieron, se quedaron calladas. Iban muy elegantes, aunque mi madre fuera un poco más recatada, la camisa que llevaba no le disimulaba para nada el tamaño de sus increíbles pechos. Mi tía iba más bien escotada, de una manera muy parecida a la que se había vestido para nuestra cita días antes. Eran dos bellezones llegando a casa un poco ebrias y de muy buen humor.

-¡Uy! -dijo mi madre sorprendida.- ¿Todavía despiertos?

Seguro que les pareció muy raro que Laura y yo estuviéramos en el sofá, con el televisor apagado como si mantuviéramos una conversación, cuando nunca en la vida eso había sucedido.

-Yo no sé ni qué hora es -dijo tía Isa entre un medio bostezo.- Buenas noches, chavales.

-De hecho -dije yo deseando poder encerrarme en mi cuarto de una vez.- Justo ahora me iba a dormir.

-Sí -habló inmediatamente Laura después de mi.- Yo me voy a la cama ya.

Se levantó y dijo:

-Buenas noches.

Y se fue intentando disimular no tener prisa alguna. Andaba como un robot.

Mi madre y mi tía le dedicaron un "buenas noches" casi al unísono. Yo lo dije justo después con un hilo de voz.

-¿Qué le pasa? -preguntó tía Isabel bajando mucho el tono de su voz para que mi hermana no nos oyera.

-No sé -dije yo en el mismo volumen.

-¿No habréis discutido? -preguntó mi madre con un tono muy directo.

-No, de verdad -contesté.- Se estaba durmiendo aquí y estará ya muy cansada de todo el día.

-Vale, vale -dijo mamá.

-¿Roberto, se te ha puesto dura? -dijo mi tía al percatarse de mi estado y susurrando muy bajito.

-Isa, por favor -dijo mi madre hablando incluso más bajito que ella, mientras se ponía un dedo en los labios y con la otra mano señalaba el pasillo por el que se había ido Laura.- Ahora no… ¡Por muy borracha que vayas!

Tía Isa se quedó callada y asintió en señal de aprobación, entendiendo lo importante que era que ni se hablara de estos temas con cualquiera de mis hermanas en casa. No obstante, las dos miraron mi paquete y luego me lanzaron una mirada interrogadora llena de curiosidad. Susurrando tan bajito como pude, dije:

-Vais muy guapas las dos y, cuando os he visto, claro…

Las dos sonrieron de forma traviesa y se miraron con auténtica complicidad fraternal. Me pareció un momento rarísimo pero me dio mucho morbo. La verdad es que ya la tenía dura desde antes de verlas, pero preferí dar esa otra explicación. Tía Isa vocalizó sin hablar la palabra “calentorro”, luego señaló a su hermana e hizo el gesto de comerse una polla para luego señalarme a mi y echarse a reír inmediatamente después, intentando mantener el silencio sin mucho éxito. Mi madre le lanzó una mirada asesina y también vocalizó sin hablar: “Te mato”, le comunicó para luego volver a señalar el pasillo haciendo un claro gesto de “hoy no” con su mano. Entendí que evidentemente no podía aceptar la alegre sugerencia de mi tía por estar Laura en casa, lo cual era una pena porque me hubiera venido genial. Fuera como fuere, hubiera sido un error que no estábamos dispuestos a cometer, ni siquiera con mi madre un poco borracha.

-Tienes razón... -reconoció mi tía con tranquilidad.- Sea como sea, yo me voy para mi casa ya.

-Hazme una perdida cuando llegues -le pidió mi madre.

-Claro, mami -le bromeó su hermana menor para quedarse con una sonrisilla puesta.- Vosotros pasad buena noche también…

-Isabel… -le dijo mi madre casi interrumpiendo y de nuevo en voz muy baja.- Espero que no lo digas con segundas.

-¡Que no, que no! -contestó tía Isa susurrando.- Lo decía de todo corazón.

Mi madre respiró hondo y se relajó:

-Vale, Isabel, pero por favor ten mucho más cuidado.

-Lo tendré -contestó asintiendo.- Me voy ya -añadió sonriendo de una forma encantadora.- Me lo he pasado muy bien, Luisa.

-Yo también -contestó mi madre con la misma sonrisa. Ahí vi el parecido físico que a primera vista no se les notaba en absoluto.

-Buenas noches, crack -me dijo mi tía guiñándome un ojo.

-Buenas noches, tía -respondí mucho más tranquilo.

Se fue por la puerta y me quedé en el salón a solas con mi querida madre. Se hizo el silencio de nuevo, y ella se acercó lentamente a mi mientras yo me quedaba paralizado otra vez. Se acercó y me besó en los labios en una combinación de pasión y ternura absoluta. Yo me dejé hacer, porque me encantaba esa sensación, pero estaba muy sorprendido porque hacía nada que ella misma había dicho que con Laura en casa teníamos que mantener las formas al cien por cien. Cuando nos separamos yo mismo le dije susurrando nerviosamente:

-Pero Laura...

-Lo sé ,lo sé -me contestó recuperando la cordura.- Perdona, es que he bebido un poquito -y sonrió con una mirada pícara de esas que me vuelven loco.- Buenas noches -me dio un pico mucho más cariñoso para despedirme.

Cuando llegué a mi habitación maldecí que Laura estuviera en casa porque tenía muchas ganas de follar con mi madre. Antes de dormirme me pajeé como un loco hasta correrme de forma escandalosa, ahogando mis propios gemidos para no hacer ruido. Lo curioso es que cuando me corrí, la imagen que me vino a la mente no fue la de mi madre, ni tampoco la de mi tía. Fue la de Laura tumbada con su camiseta de tirantes en el sofá.

. . .

Mi madre ya estaba yendo por las mañanas a la escuela donde trabaja para preparar el curso escolar, pero tanto yo como mis hermanas aún no empezábamos las clases, así que aún nos quedaban unos preciados días de vacaciones y de suficiente calor como para seguir usando la piscina de vez en cuando. Una mañana me encontré que Marta y Laura tomaban el sol en bikini cuando salí a darme un chapuzón. Ya me había acostumbrado a verlas más a menudo, pero me seguían pareciendo tan bellas y deseables como me lo habían parecido el día de mi cumpleaños. Las tetas de Marta cada día se veían más grandes y el culo redondo y respingón de Laura me hipnotizaba de una forma inimaginable.

Yo aguantaba el tipo ante estas situaciones, pero volví a masturbarme bastante a menudo. Echaba de menos los momentos íntimos con mi madre y tía Isabel también empezaba a ir bastante liada con sus movidas... Aunque llegó aquel bendito segundo fin de semana de septiembre. Días antes, mi madre nos dijo mientras cenábamos:

-Antes de que empiecen las clases estaría bien hacer algo en familia ¿no?

-¿Como por ejemplo? -preguntó Marta.

-Una escapadita a la montaña de un par de días -contestó mi madre con cierta emoción.- Aprovechando que el viernes es festivo, podemos ir el viernes y volver el domingo.

-No sé... -dijo Laura.- Esto es dentro de unos días y yo este finde ya había quedado...

-Ya estam... -dijo Marta con su sonrisa maliciosa.

-No sigas -la interrumpió Laura en seco.- No estoy de humor.

Yo lo escuchaba todo sin abrir la boca. Laura siempre le replicaba a Marta siguiendo sus bromas, pero aquel día no le apetecía bromear en absoluto, por lo visto. Marta recondujo la conversación:

-Pues Sandra tiene entre ceja y ceja que quiere despedirse de la playa este finde y casi que me está suplicando para que vayamos todas.

-Bueno, da igual -se resignó mi madre.- Tenía que haberlo propuesto con más tiempo. En otro momento será.

Se hizo el silencio, entonces hablé:

-Pues a mi me gustaría...

Mi madre me miró con cara de lástima:

-Bueno Robe, planificamos algo con más tiempo para otr...

-Como quieras -respondí.- Pero si a ti te apetece hacer una escapada, yo creo que te lo mereces y te puedo acompañar si te parece bien.

Mamá me miró con cierta sorpresa. Creo que le pasó por la mente lo mismo que a mi. Tres días y dos noches para nosotros dos solos. Entonces vi la cara de Laura, que la observaba a ella con cierta curiosidad. Combinada con la expresión de mala leche que llevaba aquel día, me dio mucho miedo porque si algo no era Laura, era tonta. Pero... ¿Como se iba a imaginar algo así? Mi madre tardó unos segundos en contestar:

-Ay, hijo... Pero... ¿Seguro que a ti te apetece?

-Sí -dije. Entonces Laura me miró a mi con una cara más bien de póquer. No dijo nada y siguió comiendo. Marta nos había estado escuchando tranquilamente y añadió:

-Jolines, pues estaría muy bien ir los cuatro, pero si podéis ir vosotros... Mamá, te lo mereces.

-Pero entonces -dijo mi madre en tono de madre,- vais a cuidar las dos de la casa, ¿no? Podéis invitar a gente a la piscina, pero que esté todo perfecto cuando volvamos, ¿vale? Me fio de vosotras.

-¡Prometido, mamá! -dijo Marta sonriendo.

-Sin problema -dijo Laura justo después.- Que lo paséis bien.

Sentí un escalofrío. Viniendo de Laura y de un día de mal humor este cumplido sonaba hasta envenenado. ¿Eran paranoias mías o realmente se estaba imaginando cosas?

Más tarde aquella misma noche vi a mi madre con el ordenador portátil en el sofá. Estaba reservando habitación en un hostal.

-Mira, Robe -me dijo al verme.- ¿Que te parece este?

-El que a ti te guste, mamá -dije sonriendo.

-He estado mirando unos cuantos y me quedo con este -sentenció ella.

Vi como con el cursor elegía las opciones de la habitación. Una de ellas era cama doble o dos camas individuales. Me miró levantando una ceja pero manteniendo una expresión de indiferencia. Yo me puse un poco tímido y sonreí mirando hacia un lado. Ella sonrió mucho más, casi riéndose, y vi como elegía la opción de la cama doble.

. . .

-¡Joder, hijo! -dijo mi madre ahogando sus gemidos.- ¡Me vas a romper el coño!

No podíamos elevar la voz porque sospechábamos que desde la habitación de aquel hostal se podría oír cualquier cosa. Aún así, era un auténtico placer tener a mi madre a cuatro patas delante de mi mientras yo penetraba su interior con mi pene endurecido y todas las ganas que llevaba acumuladas. Hacía pocos minutos que habíamos llegado a la habitación que ella había reservado unos días antes. Al encontrarme a solas con ella en aquel ambiente de intimidad, no había podido resistir las ganas de abalanzarme sobre su cuerpo. Después de quitarle la ropa (incluído un sujetador gris más bien de estilo deportivo) y de comerle las tetas un buen rato, ella me había mamado un rato la polla con el mismo entusiasmo. Y así no tardamos demasiado en llegar a aquel gratificante coito. No duré mucho, pero no me importaba porque tenía todo el tiempo del mundo con ella en aquella escapada de tres días.

-Me corro... ¡Me corro! -temí haberlo dicho demasiado fuerte, pero estaba disfrutando de una forma bárbara de aquel polvo.

-¡Córrete! -contestó mamá.- ¡Lléname de tu leche!

Descargué una buena cantidad de semen en la vagina de mi madre. Después de caer extasiados en la cama que aún seguía hecha, mi madre me miró sonriendo y dijo:

-Vaya si llevabas ganas acumuladas...

-Pues sí -reconocí.- Pero aún sigo teniendo, ¿Eh?

-Ese es mi chico -me dijo mi madre mientras me daba un apasionado morreo en los labios.

Como habíamos llegado a aquel pueblo del Pirineo el viernes cerca del mediodía, aún no habíamos comido, así que nos vestimos con ropa de montaña y fuimos a buscar algún sitio para almorzar antes de hacer la excursión que planificábamos para aquella tarde. La sintonía que tuvimos mi madre y yo caminando tranquilamente por la naturaleza fue de ensueño: en algunas ocasiones nos cogíamos de la mano y caminábamos por aquellos senderos como si fueramos una pareja convencional. Compartir aquellos momentos fue precioso, pero yo también esperaba la hora de volver a nuestra habitación.

Ya atardecía cuando llegamos de nuevo al hostal. Al entrar a la habitación, mi madre dijo:

-Nos damos una ducha y nos vestimos para salir a cenar ¿vale?

-¡Vale! Vamos a la ducha.

Sin decir más, entramos los dos en el cuarto de baño. Ella me miró con su sonrisa juguetona y se empezó a quitar la camiseta sudada de tanto andar. Debajo llevaba el mismo sujetador deportivo de antes, que le apretaba las tetas y las disimulaba lo poco que se podían disimular. Yo también me desnudaba mientras no le quitaba ojo, cosa de la que ella era plenamente consciente y que hacía que sonriera aún más, con una pizca de vergüenza.

Se quitó el sujetador y las bragas negras que llevaba en el mismo momento en que yo me quitaba el calzoncillo y me empezaba a a empalmar de forma claramente visible. Se mordió el labio inferior y dijo sonriendo:

-Tu primero.

Era una ducha lo suficientemente ancha como para caber los dos, así que no tuvo problema en seguirme. Yo mismo abrí el agua e intenté encontrar una temperatura adecuada para ambos usando el regulador. Ella se juntó mucho a mi y el agua nos empapó cayendo desde arriba, momento en el que nos abrazamos y nos empezamos a besar apasionadamente. Yo disfruté de poder tocar su culo con el agua tibia bajando por sus nalgas y de hacer lo mismo con sus impresionantes tetas. Ella también me empezó a acariciar de arriba a abajo.

Cuando tocó enjabonarse, los dos nos llenamos las manos de gel y empezamos a enjabonar el cuerpo del otro, con caricias y toqueteos incluídos. Sus tetas fueron (como no podía ser de otra forma) uno de los puntos donde me entretuve por más tiempo, amasándolas a la vez que quedaban resbalosas y cubiertas de pompitas y espuma. Ella iba haciendo lo propio por todo mi cuerpo y de repente dijo:

-Esto me trae recuerdos de cuando yo te tenía que duchar...

-Es verdad -respondí.- Ahora hacía tiempo que no me limpiabas...

-Recuerdo limpiar con especial cariño... -comenzó a decir mientras me agarraba la polla dura con su mano enjabonada.- Esto...

-Buff -suspiré.- Mamá, me encanta...

Y sin ningún tipo de disimulo me empezó a pajear allí mismo. Atrás habían quedado aquellas pajas en la ducha de nuestra casa, llenas de reparo y dudas, aquello era una placentera paja hecha con mucha devoción por una madre para su amado hijo. Yo le sobaba los pechos mientras me dejaba hacer, ya que me apetecía muchísimo disfrutar así de nuevo de los cuidados de mi madre. Ella no quiso que la cosa se quedara tan solo en una paja.

Paró un momento y cogió más gel de baño para enjabonarse bien la parte de entre sus tetas. Justo después se arrodilló diciendo:

-Ponla entre mis tetas, como a ti te gusta.

Obedecí. De pie, puse una mano mía encima de cada uno de sus hombros mientras ella se agarraba los pechos y apretaba mi polla con ellos. Ella empezó a hacer fricción a mi pene moviendo sus berzas con sus manos y yo contribuí a crear más fricción moviendo mi pelvis hacia atrás y hacia adelante follándomelas a placer. La sensación era indescriptible. No sé cuantos minutos tardé, pero finalmente noté que me iba a correr. Cuando mis gemidos se intensificaron, ella lo vio bien claro y exclamó:

-¡Córrete en las tetas de tu madre, Robe!

Volví a obedecer a mi querida mamá. Un potente chorro de leche blanca salió despedido desde la punta de mi pene hasta que aterrizó otra vez en ella, pringando sus pechos y escurriéndose por su canalillo. Mi madre sabía que mis espasmos podían durar minutos, así que aún después de sacar unos cuantos chorros más de denso esperma, ella continuó haciendo que mi polla siguiera haciendo fricción entre sus tetas resbalosas de agua, jabón y semen. Finalmente, la agarró con su propia mano y ella misma la deslizó con delicadeza por sus enormes senos, parando en sus pezones en algunos momentos.

-Joderrr... Mamá... -dije sin poder disimular los espasmos.

-¡Ay, Robe! -se rio.- ¡Me encanta ver hasta que punto lo disfrutas!

Sonreímos y nos miramos. Ella estaba preciosa de rodillas delante de mi, con mi polla en su mano deslizándose por esas partes de ella que me volvían loco. Entonces, dijo justo antes de levantarse:

-¡Venga, que hay que buscar un sitio para cenar!

Después de acabarnos de limpiar debidamente, nos secamos y nos vestimos. Ella se puso un conjunto de ropa interior morado que yo ya conocía. Era de lo más sexy que había visto entre sus distintas indumentarias:

-Mamá, me encanta este conjunt...

-Lo sé -me interrumpió ella sintiéndose halagada.- Por eso me lo he traído. Para ti.

-Mamá... -dije emocionado abrazándola y besándola.

-Guarda energía para después de cenar, que acabas de descargar -me dijo entre risas.

Se puso la misma ropa que se había puesto para salir con tía Isa varios días antes. La encontraba preciosa, aunque mi madre en público no solía ponerse escotada. Personalmente, a mi me habría gustado poder cenar con ella delante enseñando un poco más pero no se puede tener todo en esta vida. Encontramos una pizzería muy buena y charlamos animadamente sobre muchas cosas, algunas de ellas importantes como el estado emocional de mi hermana mayor, Laura:

-Espero que Laura recupere el ánimo pronto -decía mamá.- La veo muy angustiada.

-Bueno -respondía yo,- ya sabes que es más bien de carácter cerrado.

-En fin -dijo mi madre con cierto tono melancólico.- Va a empezar el curso... A ver si así nos distraemos con otras cosas.

Cuando volvíamos a la habitación, lo hacíamos agarrados como una pareja. Habíamos bebido vino durante la cena y estábamos un poco alegres, así que casi se podría decir que por la calle ni siquiera disimulábamos.

Al volver a estar en la intimidad, vi claramente que mi madre traía muchísimas ganas de volver a follar. Yo había descargado dos veces aquel día, por lo que quizás podría aguantar más tiempo en correrme del habitual. Besándonos apasionadamente nos quitamos la ropa y pude contemplarla en el conjunto morado que me volvía loco. Más que contemplarla tenía ganas de tocarla, de estrujarla, de acariciarla y de lamerla entera, y eso mismo hice. Ella estaba totalmente desatada, entre euforia, lujuria y ebriedad. Disfrutamos de aquel momento al máximo. Después, le comí el coño simplemente apartando las bragas y ella no se quiso quedar atrás pondiéndome el miembro bien duro utilizando su boca. Acto seguido le follé el coño en un misionero delicioso en el que ella tenía las piernas muy abiertas y me acariciaba la espalda mientras sus tetas se balanceaban de forma hipnótica. Se tocó el clítoris hasta tener uno de sus fascinantes orgasmos y, al cabo de un buen rato, fue ella quien se puso encima de mi. Mientras estaba tumbado boca arriba y me miraba de frente, sus tetazas quedaron a la altura de mi cara y se las pude agarrar y chupar mientras seguíamos follando, con un fantástico movimiento de pelvis conjunto.

Con mi cara entre sus tetas, sintiendo todo el peso de ellas, y mis manos agarrando fuerte sus nalgas, intenté decir sin ahogarme:

-Mmmfh... ¡Me corro!

-Eso es -balbuceó ella.- Córrete a gusto...

Y me volví a vaciar en el coño de mi madre.

Ya estábamos apagando la luz para descansar después de aquel día tan ajetreado cuando ella dijo:

-Ay, hijo... Que buena idea tuviste de hacer esta escapada los dos.

-¿Pero qué dices, mama? -contesté.- Si la idea de hacer una escapada fue tuya.

-Sí, pero tu propusiste que fuéramos solo los dos -me respondió.- Y esa me parece una muy buena decisión -dijo sonriendo traviesa.

-Mami... -continué.- Te quiero.

-Y yo a ti, mi niño.

Y nos dimos en los labios uno de aquellos besos de buenas noches, tan llenos de ternura y pasión que no los habría podido imaginar mejores.

A la mañana siguiente me desperté notando una extraña pero agradable sensación. Al abrir los ojos lo comprendí: mi madre me estaba despertando con una mamada. Cuando vio que ya me había despertado se quitó mi polla de su boca para mirarme sonriendo y decir:

-¡Buenos días, cariño! -y siguió mamando muy concentrada.

Me relajé y disfruté de mi regalo matutino. Aquella era una gloria con la que meses atrás apenas podría haber soñado. Mi madre se esmeró y aquello duró unos geniales minutos, pero ella lo hacía tan bien que no pude contenerme más. Cuando llego el momento lo intenté anunciar:

-Mamá... Que me... Mmh...

Ella lo entendió e hizo un riudo de "Mmmmhhh" mientras mi polla empezaba a expulsar semen directamente dentro de su boca. Como era habitual, mis espasmos se alargaron mucho y ella hizo lo posible para alargar mi disfrute al máximo con lametones cuidadosamente ejecutados. Cuando la cosa se calmó, sacó mi polla de su boca y tragó lo que yo le había echado dentro.

-¡Venga, dormilón, que hoy tenemos una excursión larga para hacer y tenemos incluído el desayuno! -dijo aún con una gota de leche que le caía desde los labios hasta la barbilla.- Aunque se podría decir que yo ya he desayunado.

Se relamió los labios para no perder ni una gota de mi esperma y nos pusimos a reír en aquel momento de felicidad absoluta.

La tónica general de nuestro pequeño viaje fue aquella. Más unidos que nunca, madre e hijo disfrutábamos del senderismo y de la naturaleza en público y del sexo apasionado en privado. Recuerdo la última noche de aquel fantástico fin de semana, después de follar como salvajes, tumbados en la cama desnudos y abrazados, hablando:

-Estos días han sido un regalo magnífico, Robe -me decía ella.

-Tienes razón, mamá -le contesté.- Ha sido fantástico.

-Pero ahora ya empieza el curso y ya sabes que toca concentrarse en los estudios... -continuó.- Sabes perfectamente que en casa no tendremos tanta intimidad y que esto es un secreto absoluto para tus hermanas. ¿Eres consciente de ello, verdad?

-Sí... -dije resignado.- Durante el curso siempre van a estar Marta y Laura... ¿Entonces no podremos...?

-Bueno -dijo ella.- Me gusta pensar que algún momento vamos a encontrar... Pero no creo que sea muy a menudo, la verdad.

-Sea como sea -dije yo,- ahora mismo he disfrutado mucho de estos días y esto no lo voy a olvidar, mamá. De verdad.

-Yo tampoco, hijo -y sentenció la conversación con un beso en mi boca.

El día siguiente, con mi madre al volante y yo a su lado, hicimos el camino de regreso a casa. La miré y la encontré muy bella, como siempre la veía. Di gracias al destino por todo lo vivido, pasara lo que pasara a partir de entonces.

. . .

Al llegar a casa, entramos cargados con las mochilas mientras saludábamos a Marta y a Laura, que se encontraban en el salón. Mi hermana más joven nos vino a abrazar a los dos y, cuando lo hizo conmigo, noté esas grandes masas que seguían creciendo en su pecho de forma imparable: un gran regalo de bienvenida, la verdad. Marta nos preguntaba qué tal había ido todo, y yo le dije que muy bien con una gran sonrisa, evidentemente. Entonces vi la mirada de Laura, que se clavaba en mi rostro. No sabría decir si su expresión era de duda, de interrogación, de acusación o incluso de consternación. No lo sé, pero había algo de cada una de estas cosas en sus ojos. Yo le sonreí nerviosamente y observé que ella también hacía una mueca que no acabé de entender, justo antes de girar su cabeza para mirar hacia otro lado. Algo me inquietaba a mi y tenía la sensación de que algo la inquietaba a ella. Aunque tardaría todavía unas semanas, acabaría descubriendo de qué se trataba.

CONTINUARÁ...
Con ganas de mas
 
CAPÍTULO 9: EL RECELO DE LAURA

No habían pasado demasiados días desde el inicio de curso y los horarios de la rutina habían vuelto a imponerse sobre nuestra familia. Fuera como fuese, mi mamá había empezado sus clases con alegría y entusiasmo, y lo sabíamos por como nos contaba divertidas anécdotas sobre sus chavales. Nos las solía explicar a la hora de la cena, cuando estábamos los cuatro reunidos. Parecía que las risas habían vuelto a ser algo más habitual en nuestra casa, ya que ella estaba visiblemente mucho más animada que al comienzo de las vacaciones, antes del día de mi cumpleaños. Marta disfrutaba mucho de aquel ambiente añadiendo sus carcajadas a las de mi madre, y esta situación me hacía sonreír de felicidad.

Pero ahí también estaba Laura, sentada en silencio y absorta en sus pensamientos. Este hecho no tendría porque causar sorpresa a nadie, pero yo percibía que no solamente lo estaba porque su tipo de humor (mucho más sarcástico) no encajara con el de las otras dos chicas, si no que además escondía algo en sus pensamientos. Durante las últimas semanas había ido encerrando de nuevo su mente, poco a poco y de forma hermética para que sus emociones no afloraran. Daba la sensación de que solamente se comunicaba con nosotros usando los gestos y palabras estrictamente necesarios. Mamá y Marta lo achacarían a su forma de llevar lo de papá, pero yo sin duda notaba algo más que me erizaba la espina dorsal.

Durante esos momentos en familia en los que ella acostumbraba a quedarse en silencio, solía tener también una mirada atenta a lo que decíamos y a los movimientos que hacíamos, con una expresión facial que hacía lo posible por mostrar indiferencia. Eso sí: tal y como prometimos hicimos varias visitas más a nuestro padre y ella vino a todas aunque fuera en este mismo estado anímico.

En cuanto a mi, mi vida había cambiado un poco más, sobretodo por el hecho de haber empezado la universidad (con todo lo que esto implica), pero por lo demás seguía siendo un chico de 18 años un pelín introvertido que veces se tomaba una o dos cervezas con algunas amistades cercanas. Lo que pasa es que, dentro de esa "normalidad", muy de vez en cuando rompía esta rutina y echaba un placentero polvo con mi madre o con mi tía para luego todo volver a nuestro día a día. Pronto entendí lo difícil que sería tener encuentros regulares con mi madre. A parte del tiempo que mis estudios ya que empezaban a quitar de por si, pocas veces se daba la casualidad de que mi madre y yo nos encontráramos en casa a solas y con tiempo suficiente para desatarnos un poquito.

Un domingo después de comer llegó una ocasión que recuerdo con especial morbo. Laura había comido fuera de casa (a saber con quién, pero ya no preguntábamos nada) anunciando que volvería por la tarde para preparar un pequeño examen que tenía aquella semana. Marta se iba a pasar la tarde con sus amigas, y nos encontramos a solas recogiendo la mesa y poniendo los platos en remojo en el fregadero para luego trasladarlos al lavavajillas. Como Marta se acababa de ir, se hizo un silencio que nos llamó la atención. "Estamos solos", pensamos casi con telepatía mirándonos a los ojos.

Ella debió de ver lujuria en la forma en que la miraba porque enseguida dijo:

-Bueno, Laura no sabemos a qué hora puede venir...

-Tienes razón -contesté.- Pero...

-Pero... -dijo ella imitando mi tono.- Jejeje. Yo también tengo ganas, cielo.

-Entonces... -dije sin saber bien como iba a continuar.

-¿Vas muy salido? -preguntó.

-Pues... -dije señalando mi paquete que estaba creciendo por momentos.

-Si te corres rápido lo podemos hacer ahora aquí mismo -me propuso ella.- Yo creo que ya estoy mojada también....

-¡Gracias, mamá! -dije lleno de alegría sonriendo y con el corazón acelerado.- ¡Eres la mejor!

-Lo que tú digas... -se rio con timidez.- Disfrútalo pero termina pronto ¿Vale?

-Vale, mami -dije lleno de ganas mientras ella misma ya se iba bajando las mallas que llevaba estando en casa, juntamente con sus bragas. Después me dio la espalda y se apoyó en la encimera sacando el culo hacia afuera. ¡Que imagen!

Yo me saqué la polla del pantalón y me la agarré para dirigirla a su entrada vaginal desde detrás de ella. Agarré su cadera con mi mano libre empujé hacia adentro con mi pelvis. ¡Que gran delicia meterla de nuevo allí! Me acerqué a ella agachándome un poco y besé sus cuello entre mordiscos dulces. Le dije suave a su oreja:

-Tienes razón, mamá... Ya estabas muy mojada...

-Pues sí... -dijo ella.- Son ya muchos días sin hacerlo.

Moví mi pelvis poco a poco, contrariamente a lo pactado pero disfrutando enormemente de aquella fricción tan lenta. Ella me recordó el trato hecho minutos antes:

-Vamos, Robe, fóllame con ganas hasta descargarlo todo.

Y evidentemente no se puede desobedecer así como así a una madre en ese contexto. Le empecé a dar mucha caña de golpe y a agarrar del culo. Tampoco me olvidé de sus tetas y, aunque no le quité la camiseta, si que las agarré por debajo de ella mientras mi pelvis continuaba con su movimiento frenético, liberándolas parcialmente del sujetador gris que llevaba aquel día:

-Me falta nada... -le dije entre gemidos.

Ella se tocó el clítoris para hacer llegar su orgasmo antes (o durante) de que yo me corriera, ya que también estaba al borde del orgasmo. Yo por mi parte me concentré también en mi propio placer para echar tanto esperma como fuera posible:

-Ah... ora! -dije cerrando los ojos y los dientes mientras ella ya temblaba. No detuve en ningún momento el movimiento de vaivén y eyaculé abundantemente, sintiendo un placer totalmente divino. Ella gemía con una mueca similar.

Seguí deslizando mi pene por el interior de aquella vagina llena de los flujos de mi madre y de mi propio esperma, con mucha menos velocidad para sentir mis queridos espasmos tanto rato como fuera posible. Mi madre respiraba y se recuperaba de aquel polvo fugaz, que creo que no había pasado de los tres minutos. Entonces ella giró su cara, me miró de reojo sonriendo y, aún siendo penetrada por mi, dijo:

-¿Mejor?

-Sí, mami -contesté.- ¿Tú bien?

-Me alegro -sonrió más.- Yo genial.

Y nos besamos en los labios antes de sacársela. Cogió papel de cocina para poder recoger la inminente cascada de semen que empezaría a salir de su coño en cuestión de segundos, ya que había echado un montón aquel día. Después de tirarlo a la basura, llegó el momento de subirse las mallas y continuar ejerciendo de madre responsable diciendo:

-Venga, ayúdame a terminar de meter todo esto en el lavavajillas y luego nos tumbamos a ver una peli de siesta en el sofá.



Y pasaban los días, las semanas e incluso los meses. Todo el mundo en mi familia hacía su vida social y laboral/estudiantil como siempre lo había hecho. Laura, por ejemplo, estaba cambiando su semblante triste y apático por su modo estrés, ya que estaba en su último año de carrera. Eso la volvía aún más irascible que de costumbre, pero ella misma evitaba el contacto humano encerrándose a menudo a la habitación a estudiar para todo lo que le se le venía encima.

Llegó el día de su cumpleaños al empezar el mes de noviembre. No quiso grandes celebraciones y simplemente hicimos una cena especial para darle sus regalos. Con sus amigas se fue a celebrarlo el sábado siguiente, sin decirnos a donde ni como. Su humor no parecía mejorar, y los siguientes días continuó con su expresión enfurruñada de universitaria estresada por los estudios. Un día ella llegó a casa y yo ya había terminado de comer.

-Buenas -la saludé.- ¿Has comido? Ha quedado mucho de las sobras de ayer.

-Pues no -me respondió con la energía muy baja.- Me lo caliento ahora.

Yo seguí a lo mío mientras ella comía en la cocina. La verdad es que verla más seca que nunca me sabía un poco mal y me hubiera gustado animarla. Me decidí por ir a darle conversación. Entré a la cocina como si fuera a buscar cualquier cosa y le pregunté:

-¿Qué tal vas?

-Fatal, gracias -dijo ella con esa sequedad tan característica.- Una mierda todo.

-¿Quieres hablar? -le propuse sin muchas esperanzas.

-Necesito terminar de comer y ponerme a estudiar -me respondió.- Pero... gracias.

Su último agradecimiento me pilló desprevenido. En aquel momento oímos la puerta de casa abrirse y a mi madre saludar inmediatamente después. Mi hermana continuó:

-Así os dejo tranquilos y puedes seguir disfrutando de tu mamitis...

Me dejó helado, ya que el tono le había vuelto a cambiar al borde extremo. ¿Qué habría querido decir con aquello? No respondí y me fui de la cocina aparentando tanta normalidad como pude.

Poco después, con ella ya encerrada en su cuarto, decidí hablar con mi madre. En voz baja le dije:

-Mamá, ¿Tienes un momento?

-Claro, hijo -dijo dirigiendo su atención hacia mi inmediatamente.- ¿Que ocurre?

-Laura me ha hecho un comentario un poco... raro -respondí susurrando.- ¿Tú crees que podría sospechar algo?

-¡Roberto! -susurró ella también.- Ya sabes que es mejor no hablar de esto con tus hermanas en casa, precisamente para que no sospechen...

-Lo sé... -le respondí.- Pero es que me ha dicho que tengo "mamitis"...

-Bueno... -dijo mi madre quedándose un poco pensativa.- Eso puede ser simplemente un comentario de que nos ve muy apegados últimamente. Para sospechar algo más, hay que tener una mente un poco retorcida.

-Supongo... -le dije con cierto alivio.

-Si quieres hablo yo con ella -me propuso.

-¡Que no, mamá! -continué intentando no subir el tono de mis susurros.- Si le damos más importancia va a sospechar más.

-Vale, cariño -aceptó.- Ya veremos como sigue el trimestre. Ahora ella necesita su espacio de calma.

-Okay -seguí.- Gracias por todo.

-De nada -me dijo mientras me daba un abrazo de madre de los de toda la vida pero del que disfruté mucho por sentir sus tetazas apretujándose contra mi pecho.

Y subí a mi cuarto, ya que a mi también me vendría bien repasar un poco del temario que nos estaban dando en la facultad. Al pasar por delante de la puerta de Laura, oí un ruido. Me detuve siendo lo más silencioso que pude. ¿Qué era? Se trataba de un zumbido constante. No... no era constante. A veces se alargaba muchos segundos, a veces se oía de forma intermitente, a veces subía de intensidad y volviéndose más agudo y a veces retornaba a un tono más grave y relajado. ¿Podía ser que..? Ya llevaba unos minutos escuchando en absoluto silencio cuando oí otro ruido. Aquella vez era un gemido, un gemido que Laura intentó ahogar pero se escapó de esa posibilidad. Sonreí con cierto morbo: al parecer Laura estaba haciendo un buen uso de su espacio de calma. Al quedar todo en silencio me puse en estado de alerta. Debía andar hasta mi habitación y encerrarme allí sin que se oyera ninguno de mis pasos. Creo que lo conseguí, andando de la forma más cautelosa que pude. Cuando llegué a mi habitación cerré la puerta y vi mi cama. Mi intención era estudiar, pero antes... Me apeteció hacer yo también un buen uso de mi espacio de calma con una buena paja hasta descargar bien a gusto. Pensé en Laura y me la imaginé disfrutando con su vibrador.

Más tarde, después de hacer un breve repaso a mis apuntes, oí que Laura bajaba las escaleras para ir al piso de abajo, así que pensé que también era el tiempo de tomarme un descanso hasta la hora de la cena. Salí de mi cuarto y caminé por el pasillo, pasando por delante de la habitación de mi hermana mayor, cuya puerta estaba abierta. Con un inocente vistazo, vi un cierto desorden: apuntes y bolígrafos tirados por la mesa, una taza de café sin recoger, un tanga de lencería azul encima de la cama... Me quedé paralizado. Seguramente era el tanga que mi hermana llevaba puesto antes de masturbarse con su juguete vibrador. Su cama estaba muy cerca de la puerta de entrada, ya que nuestras habitaciones son más bien pequeñas, así que lo tenía a pocos metros.

Decidí dar un par de pasos. Decidí agacharme y evitar tocarlo para dejarlo todo como estaba sin que se notara que había entrado unos segundos allí dentro... Pero también decidí acercar mi nariz a la mancha de flujo que se veía en el tanga y olerla. Me embriagué de ese aroma y rápidamente me puse de pie otra vez. Salí de la habitación extasiado por el aroma del flujo vaginal de mi hermana Laura y sintiéndome un poco mal por aquello.



Noviembre trajo los primeros días de frío y alargó las noches, así que los cuatro nos solíamos quedar en casa más a menudo. Los momentos con mi madre eran ya muy escasos y empecé a echarlos mucho de menos. En cuanto a mi tía, algún día pudimos encontrar, pero solía estar más atareada incluso que yo. Un viernes por la tarde mi madre anunció que se iría a cenar con ella, pero que ya nos había dejado preparada la cena.

-No hacía falta que te molestaras -le dije antes de darle un tremendo abrazo para conseguir el único contacto físico que podía tener con ella últimamente.- ¡Muchas gracias, mami!

Cuando me giré hacia Laura, vi su cara de asqueada y me sentó bastante mal.

-Hoy voy a salir con tía Isa, solo un ratillo y vuelvo, que mañana quiero aprovechar bien el sábado. Dijimos que saldríamos más a menudo pero no lo estamos haciendo y queremos aprovechar antes de que haga más frío.

-Vale, mamá. Aquí estaremos -respondió Marta con ternura.

-¿Ninguno de los tres va a salir hoy?

-No, mamá -respondió Laura en un tono fatigado.- Somos estudiantes. Nuestra vida es una mierda y necesitamos descansar.

-Y quizás evadiros un poco... -dijo nuestra progenitora en un alarde de modernidad.- Aunque entiendo que si mañana os tenéis que pasar el día estudiando, prefiráis no salir hoy.

-Estaremos bien -concluí yo.- Pasadlo bien.

-¡Os quiero mucho, Trío Calavera! -nos dijo mi madre con una sonrisa de pura felicidad. A ella sí que le apetecía evadirse.

Se fue y nos quedamos los tres cenando en nuestros pijamas bien anchos, casi en silencio. Realmente, cuando no estaba mamá, costaba que arrancaran las conversaciones. Marta se cansó de hacer estos esfuerzos porque Laura nunca quería seguir comunicándose y a mi me costaba horrores gestionar estas negativas. Después de cenar nos propusimos algún plan conjunto:

-¿Vemos una peli de miedo? -dijo Marta emocionada por su propia idea.

-¡Buena idea! -respondí.

-Vale -dijo Laura.- Al menos un poco de emoción en mi vida...

Marta y yo ya empezábamos a creer que Laura dramatizaba simplemente por el hecho de dramatizar. La verdad es que la película nos pilló un poco desprevenidos y pasamos bastante tensión y algunos sustos. Cuando terminó, dije:

-A ver quien puede dormir ahora.

-La verdad es que yo me muero de sueño -dijo Marta a quien no le suelen desvelar ni siquiera las películas de terror.- Creo que me voy a la cama… ¡Buenas noches!

-Buenas noches... -le dijimos Laura y yo.

Y allí nos quedamos. Cada uno acomodado en un lado del sofá, en completo silencio. Quería romper el hielo pero ya había agotado un montón de estrategias. Probé con algo simple:

-¿Quieres hacer algo?

-No sé... -dijo ella apática.

-¿Pongo la tele? -pregunté.

-Como quieras... -respondió en el mismo tono.

-Laura -dije finalmente.- ¿Quieres hablar de algo?

-¿De qué? -me contestó cambiando un poco el tono a uno que mostraba más interés por romper la situación incómoda en que nos mantenía su silencio.

-De lo que necesites -le respondí.- Siempre decimos que es bueno hablar pero nos terminamos callando la mayor parte del tiempo.

-Es que no me entiendo ni yo, Enano -empezó a desahogarse.- Siento mucha rabia dentro. Siento que soy yo la que no puede seguir. Veo que los demás encontráis razones para seguir adelante y que yo ya me quiero rendir.

-Bueno, supongo que sí -reconocí,- que nos aferramos a lo que podemos, y tú seguro que también encuentras algo.

-Llevo años buscando algo, buscando un "lo que sea" -me contó.- Y siento que siempre me falta algo, que nunca estoy en paz.

-No creo que ninguno estemos totalmente en paz, Laura -le puntualicé.- Supongo que solamente encontramos un mínimo equilibrio para seguir adelante.

-Pues yo no encuentro ni eso, Roberto -me confesó.- Y me dais rabia -se le empezaron a empañar los ojos.- Me da rabia cuando os veo felices. Y sé que está mal sentir rabia por eso... pero es que no lo puedo controlar. Y me jode no poder controlarlo. Y te puedes hacer daño...

-¿Daño? -pregunté sorprendido.- ¿A qué te refieres?.

-Creo que la... "conexión" que has hecho con mamá... -dijo un poco más serena y en un tono de hermana mayor más experimentada.- Está bien que nos cuidemos como familia, pero creo que no te toca eso ya por edad.

Me quedé mudo y entré en pánico. Seguí escuchando.

-Me parece como que tenéis una co-dependencia un poco rara. Seguramente nuestra situación familiar lo ha generado pero este verano he visto un cambio en mamá y en ti... No quiero que se haga daño ella proyectando la imagen de papá en ti.

Seguí impertérrito y callado mientras ella seguía hablando.

-Y tú tienes 18 años. No sales a airearte, te quedas mucho en casa para hacerle compañía. ¿No te apetece salir y conocer chicas, por ejemplo? ¡O chicos, me da igual! ¡No te pierdas esa etapa! Ainara se veía que te gustaba... ¿Ya no quedas con ella?

Y ahí se calló después de soltar esta retahíla de opiniones inesperadas. Supuse que me tocaba hablar a mi:

-Bueno... Creo que estás exagerando.

Ella calmó su tono:

-Lo siento, pero es que me sorprende a veces que no tengas ciertas inquietudes propias de tu edad.

-No eres mucho mayor que yo -le dije calmándome.

-¡Por eso mismo! Yo, aunque no encuentre mi calma, sigo buscándola fuera de casa. Sigo distrayéndome, porque si no ya sí que no puedo con mi vida.

-Bien por ti... -le dije con aprobación.

-¿Y tú? -me empezó a interrogar.- Es que tengo la sospecha de que sigues siendo virgen y que te importa poco. Y eso es raro en un tío de 18.

-¿Yo? -me sonrojé de repente.

Y me observó con mucha atención para luego añadir:

-Aunque no sé... Algo en ti ha cambiado.

Miré al suelo sin saber bien qué decir.

-Venga -me dijo ella con un tono más divertido y relajado.- ¡Confiesa, que no se lo contaré a nadie..!

-Bueno, yo... -empecé a decir sin saber como iba a seguir. Entonces sonaron las llaves de la puerta de casa. Mi madre entró en casa e interrumpió la conversación.

-¡Buenas noches! -nos saludó. Parecía totalmente sobria.- ¿Marta ya duerme?

-Buenas noches -dijimos mirándola.- Sí.

-Bien, yo me voy a acostar en nada. -nos contó bostezando.

-Sí -añadió Laura,- yo también. ¡Buenas noches!

La miré de reojo.

-¿Seguimos hablando mañana? -me dijo bajito con una sonrisa cómplice cuando mi madre se alejó de nosotros.

-Vale... -contesté yo.

-Buenas noches, Enano -dijo al levantarse del sofá y sonriendo.- Tenías razón. Me ha venido bien hablar.

-Buenas noches... -le dije a ella. No sabía muy bien lo que había pasado, pero la había visto sonreír. Supongo que eso era un alivio. Cuando me fui a la cama me costó mucho conciliar el sueño. No entendía muy bien si Laura era capaz de sospechar lo que ocurría realmente en mi vida y sufría imaginando los escenarios en los que me seguía interrogando. Tenía que pensar que podía decir en cada caso. Creo que tardé horas en dormirme.

. . .

El día siguiente levanté con la pereza típica de un sábado y con la sensación de no haber dormido lo suficiente. Me fui a la cocina a desayunar y allí estaban las otras tres habitantes de la casa.

-¿Que planes tenéis para hoy? -nos preguntó mi madre.

-Estudiar, y luego estudiar un poco más -dijo Laura tomándose un café bien cargado.- Nos van a dar bien por el culo con los exámenes de este curso.

-Y luego vacaciones de Navidad -dijo mi madre intentando dirigir la conversación al optimismo.

-Y por la noche me molaría ir a un concierto que hacen en Barcelona -continuó mi hermana mayor.- ¿Te podría pillar el coche?

-Uhm -dijo mamá.- Pues yo no lo necesito -reconoció.- Si lo cuidas como siempre, no hay problema.

-Gracias, mamá -le dijo Laura. Luego me miró a mí.- ¿Te quieres venir, Enano?

-¡Hostia! -dije con sorpresa. No sería la primera vez que mi hermana me llevaba a algún conciertillo con el coche de mamá. Tanto a mi como a ella nos gustaba bastante el mismo estilo de música y en verano no habíamos podido ir juntos a ningún bolo debido a mi accidente.- ¿Quién toca?

-New Model Army -anunció ella.

-No los he escuchado mucho, pero me apunto -le dije casi instintivamente. Me apetecía salir de concierto, aunque eso implicara que seguramente ella seguiría con sus preguntas. Imaginé que si me apuntaba con sus amigos no habría ningún momento de interrogatorio incómodo. Marta se terminó su desayuno mientras hablábamos y tuve en consideración la posibilidad de que ella nos acompañara también, pero sus gustos musicales eran un poco diferentes a los de Laura y míos, por lo que no solía apuntarse a este tipo de planes.

-¡Que bien! -dijo mi madre.- Hacía una eternidad que no hacíais planes juntos.

-¡Yo también me alegro! -dijo Marta.- ¡Espero que os vaya genial! A mi me apetece quedarme aquí para una noche de videojuegos.

Al recoger la mesa, le comenté lo siguiente a Laura:

-Gracias por invitarme a venir al concierto. Espero que no le moleste que me acople a la gente que ya vaya contigo.

-¿A qué gente? -dijo ella levantando una ceja.- Si solo vamos a ir tu y yo.

Me quedé callado.

. . .

-¿Estás listo, Enano? -me preguntó mi hermana mayor antes de salir.

-¡Voy! -le dije mientras me dirigía a la puerta de nuestra casa. Allí estaba ella, con una larga chaqueta puesta para no tener frío.

Nos fuimos al parking y buscamos el coche de mi madre, que Laura abrió con el mando a distancia de las llaves. Poco después ya estábamos en marcha por las carreteras que nos llevarían a la ciudad donde tendría lugar el concierto. Yo iba en el asiento del copiloto y Laura conducía. Los dos íbamos en silencio.

-La verdad es que me apetece mucho ir -dijo ella.- Suerte que aún quedaban entradas.

-Pues sí -respondí yo.- Yo pensaba que ya tenías este plan desde hacía tiempo con amigos tuyos.

-Nop -me explicó.- Había visto el anuncio del concierto pero no ha sido hasta hoy que me he decidido por ir. Suerte que me has querido acompañar.

-Gracias a ti por decírmelo -añadí.

-Entonces... -dijo ella después de coger aire.- ¿Te apetece seguir con lo que hablábamos ayer? La verdad es que el chisme me animó pero creo que debería disculparme por si fui demasiado invasiva.

-No te preocupes... -le contesté.- Prefiero eso que verte encerrada dentro de ti misma como estabas antes de la conversación.

-Ya, lo siento -se disculpó. De verdad que estaba irreconocible.- Tengo un carácter de mierda y tengo que hacer esfuerzos.

-Que no te ralles, Laura... -le dije.- No hay problema.

-Además, te juzgué por como estás llevándolo tú, cuando yo lo llevo peor... -reflexionó ella.- Tú al menos sabes pasar tiempo con mamá y distraerla, aunque me sigue preocupando que sea demasiado y que te estés perdiendo tu juventud.

-No te preocupes tampoco por eso, Laura -le repetí.

Ella se empezó a reír y habló en broma:

-Si quieres hoy en el concierto buscamos a alguna chica mona para ti y le pedimos el móvil.

-Muy graciosa -dije con sarcasmo.- Si voy contigo se van a pensar que ya tengo plan.

-¡Ja! -dijo ella.- Ya te gustaría a ti estar con alguien tan pibón y con tanta experiencia como yo.

-¿Qué dices, Laura? -me reí tímidamente.

-¿Qué te crees? -me preguntó.- Si te digo que te recomiendo no saltarte la época del tonteo y el ligoteo, es porque sé como se puede llegar a disfrutar.

-Vaya, vaya... -le dije.- Así que hoy eres tú la sincera.

-Pues sí, ya eres mayorcito como para poder hablarte de según qué. Aunque sigo sin saber qué grado de experiencia tienes tú.

-Bueno, Laura -intenté aparentar tranquilidad sonriendo.- Tengo la que tengo, no hace falta entrar en detalles.

-O sea que seguro que algo has tenido -reflexionó ella,- aunque no sé ni el qué, ni con quién, ni cuando...

-¡Ni donde! -la corté yo intentando bromear con una sonrisa nerviosa.- Y no pasa nada -continué con mucha diplomacia.- Veo que tú tienes ganas de sincerarte, pero yo creo que aún no estoy preparado para contarte según qué. Lo siento.

-Y voy a respetarlo. -continuó.- Pero no es nada de que avergonzarte. Yo estado con muchos chicos, y hasta con alguna chica.

-¿De verdad? -le dije poniendo unos ojos como platos.- ¿Con chicas también?

-Sí, Roberto -dijo asintiendo con orgullo.- Tu hermana mayor es bisexual.

Entendí aún más como el hecho de hablar de esos temas mejoraba el estado anímico de Laura.

-Que fuerte -dije.

-Bueno, al final es algo muy normal -se rio ella.- Por eso te digo, que por mucha vergüenza que te de contar tus cosas, seguro que tampoco son para tanto.

Hice una mueca. Mi secreto con mi madre y con mi tía era un tabú social extremadamente grande. Dijera lo que dijera Laura, esto superaría todas sus expectativas y le podría causar un shock con consecuencias inimaginables.

-Lo importante es que lo que nos contemos no salga de ahí -me especificó.- Hay gente muy maja pero también hay mucho imbécil suelto que no conviene que tenga información de más. Yo nunca me he querido comprometer en una relación, pero siempre he intentado ser clara en ese aspecto para intentar no herir a nadie.

-Has salido a nuestra tía... -dije yo casi sin pensar. Se hizo el silencio.

-¡Supongo! -se carcajeó.- Aunque tampoco me lo ha contado nunca a mi directamente. Mamá es la que sabe todos sus chismes.

-Ya... -hice yo.

-¿Tú sabes detalles? -Me preguntó con interés.- Sería curioso...

-¿Curioso? -pregunté con nerviosismo.-

-Sí -hizo ella.- Curioso porque también pareces bastante apegado a tía Isa y algo te habría podido contar. Además has sido tú quien acaba de decir que yo he salido a ella en cuanto al nivel de "zorrez".

-¡Laura! -le dije al oír esa palabra. Nunca la había oído hablar así. Ella se descojonó:

-¡Que no pasa nada, no lo digo como nada malo! Ya te digo que siempre ha sido para pasarlo bien simplemente, pero siempre con precaución y cabeza.

-Claro... -volví a percibir la faceta responsable de mi hermana.- Eso siempre.

-Bueno, Roberto -me dijo sonriendo.- Gracias por animarme con la posibilidad de chismear así contigo. Con Marta no me atrevo porque es muy joven, pero contigo mola. Aunque quieras seguir siendo Mr.Misterioso con tus cosas.

-No hay de qué, Laura. -dije yo.

-Entonces... -continuó ella.- ¿Que sabes de tía Isa?

-Pocos detalles -reconocí.- Pero también un buen nivel de "zorrez".

Laura se volvió a reír fuerte y dijo:

-Tenemos que enterarnos de más cosas, que ya somos mayorcitos.

Asentí. Aunque en el fondo pensaba que estábamos entrando en terreno pantanoso.

Cuando llegamos a Barcelona aparcamos un poco lejos de la sala (al primer sitio que encontramos después de buscar un rato) y nos dirigimos allí, donde iba a ser el concierto. Íbamos un poco apurados de tiempo así que apretamos la marcha. Cuando pudimos entrar, Laura me dijo que la acompañara al servicio de guardarropía porque quería dejar el abrigo. Llegamos allí y se lo quitó para que se lo guardaran durante el concierto. Yo creo que incluso la chica del guardarropa se sorprendió del escote triangular que lucía mi hermana en aquella prenda, que también dejaba los brazos descubiertos al no tener mangas. En cuanto a mi, también me pilló totalmente desprevenido. Aunque las tetas de mi hermana Laura fueran las menos grandes (que no pequeñas) de las chicas de mi familia, con un escote tan espectacular se veían totalmente increíbles.

Intenté disimular mi cara de asombro mientras Laura se volvía a girar hacia mi. Me vio y sonrió cínicamente, creo que me pilló mirándola pero no me mencionó el tema en aquel momento. En vez de eso, me dijo:

-¿Quieres ir a pillar algo a la barra o vamos directamente a coger sitio?

-Como tú quieras -le respondí.

Mi hermana, responsable como siempre, sabía que solo se tomaría una cerveza y nada más si luego tenía que conducir a la vuelta, así que la fuimos a pedir (y también otra para mi) antes de ir a buscar un buen sitio para ver al grupo.

Durante el concierto vi a Laura darlo todo, desahogarse, bailar, saltar... Me pareció una visión angelical (por su belleza en general) y demoníaca (por su tipazo tan tentador). Sus pantalones tejanos le marcaban un culo de 10. "Está buenísima", pensé. El concierto acabó y nos fuimos a recuperar su abrigo.

-¡Como ha molado! -decía ella con una sonrisa de satisfacción.- Necesitaba tanto esto, entre tanta mierda de la facultad...

-Me alegro que hayas disfrutado -le decía yo a punto de despedirme de aquella visión, ya que ella recogía de nuevo su abrigo para volvérselo a poner.

-Mucho -me dijo suspirando tranquila.

Y nos volvimos al coche andando. Al llegar, subí y me volví a sentar en el asiento del copiloto.

-Tengo calor ahora... -murmuró sentada en el volante antes de quitarse de nuevo el abrigo y de descubrir nuevamente su escote en frente de mi. Se puso el cinturón de seguridad y vi como este le quedaba entre sus tetas. Ella sonreía arrancando el coche.

Condujo en silencio hasta que dijo:

-Bueno... Toca volver a la rutina, pero gracias por acompañarme y por todo lo que hemos hablado. Me ha sentado bien y te he conocido un poco más. Aunque te sigas guardando secretitos, yo ya voy viendo por donde van los tiros.

La miré de reojo:

-Gracias a ti también por conducir y por proponérmelo -le dije con cordialidad y un tono de preocupación porque no entendía a qué se refería.- ¿Qué quieres decir con lo de "por donde van los tiros"?

-Pues que cuando te veía a ti también un poco encerrado en casa llegué a pesar que quizás serías asexual o algo así... Pero creo que eres un calentorro como toda tu familia.

-Ay, Laura... -me quejé.- ¿Que quieres que te diga?

-Nada -se rio.- Si estas cosas se ven. Por como echas ciertas miraditas ya se ve que no eres de piedra.

-¿Miraditas? -pregunté aterrado.

-Pero que es muy normal, Roberto -dijo ella bien tranquila.- A mi por ejemplo no me incomoda, si veo que no es algo descarado. Al principio me quedé un poco en shock pero luego ya comprendí que es normalísimo en un chico de tu edad.

-¿De qué estás hablando, Laura? -pregunté un poco sobresaltado.

-Muchas veces me parece que te veo echar miradas a chicas -me explicó.- Y casualmente tu vives con tres chicas. Lo intentas disimular muy bien pero a mi misma alguna vez me has dado algún buen repaso. Y creo que a mamá e incluso a Marta también.

Me volví a quedar mudo. Ella continuó:

-Pero por lo que sé, lo estás gestionando. Si dices que ya te has estrenado ahora tu mente ya se va a centrar en las chicas que conozcas de tu edad.

-Supongo... -dije yo suspirando de nervios.

-Lo que pasa es que sigue sin cuadrarme ni el cuando ni con quién puede haber sucedido esto. -dijo como hablando para ella misma.- Últimamente no te has despegado de mamá...

Temblé aterrorizado. El corazón me latía a mil. Ella lo notó y la vi tragar saliva. También se estaba asustando. Tenía miedo porque parecía empezar a atar cabos con la explicación más lógica, aunque fuera la más retorcida.

-¿Podemos parar un momento? -me dijo.- Por aquí hay una área de descanso.

-Vale... -respondí secamente.

Sacó el coche de la autopista y lo aparcó en un sitio oscuro y absolutamente vacío. Apagó el motor y las luces. Siguió hablando tal y como estábamos, en los asientos del piloto y del copiloto. Medía sus palabras de forma muy premeditada y calmada, aunque se le humedecieron los ojos:

-Roberto... Creo que necesito tu sinceridad al máximo. De verdad. Tan solo dime lo que pasa, porque creo que podré lidiar mucho más con cualquier realidad que con esta incertidumbre que hace días que siento. Creo que tengo derecho a saber lo que ocurre en mi casa.

-Laura -le dije con toda la calma que pude.- No sé qué decirte ni como.

-¿Hasta que punto estás apegado a mamá, Roberto? -me preguntó de forma directa.

Me quedé en silencio. No pude evitar poner la misma expresión que había puesto cuando ella me estaba preguntando si ya había perdido la virginidad. Como aquel que calla y otorga.

-Ya lo veo -suspiró mirando directamente a un árbol que se intuía en la oscuridad de la noche.- Ya lo veo...

Nos quedamos en absoluto silencio. Me empezaron a asomar lágrimas de los ojos porque no sabía lo que ocurriría a partir de ahora. Justamente unos instantes después, comenzó a reírse.

-Lo sabía -dijo.- Era impensable pero era real.

La volví a mirar.

-¡Vaya locura! -se empezó a reír fuerte, rozando el histerismo.- ¡Es lo más loco que he oído en mi vida!

La seguí mirando en silencio. Su risa se fue apagando de forma tranquila.

-Enano, por favor -dejó de reírse del todo y me miró con la expresión más sincera de toda aquella noche.- Me gustaría saberlo todo.

Así fue como intenté contárselo en calma y de forma comprensible. Le expliqué como se había desarrollado todo desde mi accidente y a lo largo de todo el verano. Cuando le conté las partes que también incluían a tía Isabel abrió mucho más los ojos, pero siguió atenta sin interrumpirme.

-Vale... -dijo después de que yo terminara.- Buf, cuantas sensaciones.

La miré para averiguar su estado anímico después de escuchar todo aquello:

-¿Sensaciones? -le pregunté.

-Sí, sensaciones -me respondió.- Hay mucho que procesar en todo lo que me has contado.

Me quedé callado, dándole su espacio hasta que ella misma volvió a hablar.

-O sea, que mamá y tú os permitís vuestros momentos de experimentar y… “pasarlo bien”, pero tú sigues siendo un adolescente que puede seguir haciendo su vida y conocer chicas. Y con tía Isa también... Y la familia sigue intacta ¿No?

-Supongo que así es -respondí con vergüenza.

-Eso es muy de mamá -reflexionó.- Se deja llevar por sus instintos pero usa su lógica responsable para que estas cosas no causen problemas. Ella va a querer proteger a su querida familia siempre unida, pero también te va a dar lo que necesites con todo su deseo y ganas. Tiene lógica.

En aquel momento admiré a Laura por esa sabiduría y conocimiento sobre nuestra propia madre. Un saber que yo nunca había podido apreciar hasta aquel momento. No se lo dije aunque lo consideré. En aquel momento me costaba discernir entre lo que era adecuado decir y lo que no, después de contar tantas intimidades.

-Le voy a enviar un mensaje a mamá -informó Laura.

-¿Como? -dije yo llevándome un susto de muerte.

-¡Para decirle que llegamos tarde, tontainas! -dijo a punto de volverse a reír.- Le puedo decir que nos hemos ido a tomar algo después del concierto. Algo sin alcohol para la conductora, claro. Llevamos aquí un buen rato y si llegamos muy tarde va a estar sufriendo. No le voy a decir por mensaje que estamos hablando de esto.

-De acuerdo… -dije otra vez más apaciguado.

Mientras Laura escribía el mensaje con su teléfono, seguía hablando:

-Sinceramente necesito quedarme un rato aquí porque tengo mucho que procesar. Luego podemos volver tranquilamente a casa.

-Como tú quieras -acepté yo.

Se relajó y se desabrochó el cinturón de seguridad para evitar la molestia que le estaba empezando a causar. Este dejó de taparle su fabuloso canalillo. No hablamos nada más hasta pasados unos minutos, momento en el cual dijo:

-Supongo que la idea de considerar tan siquiera la posibilidad de que mis sospechas fueran ciertas ya me convierte en otra depravada.

La miré en silencio.

-No me malinterpretes -aclaró entre una risa suave.- No digo depravado como despectivo. Supongo que al ponerme en la piel de cualquiera de los dos puedo entender que las cosas hayan ido como han ido. Tú tienes esa edad de curiosidad, de necesidades y de tentaciones como todos tenemos.

-Pero yo no tengo tanto éxito con las chicas como tú lo tienes con los chicos... y con algunas chicas -proclamé mucho más cómodo con la conversación.

-Bueno -respondió.- Porque nunca te has puesto en serio en ello. Ya te daré clases de ligar algún día, pero precisamente feo no eres.

Simplemente me reí. Ella siguió hablando con un tono de suficiencia más habitual en ella:

-Para mi ser promiscua es útil para ver lo que te gusta y lo que no. No de todo se disfruta igual y también conoces a personas de mierda a parte de las majas.

Yo la escuchaba cada vez sintiéndome más a gusto con la conversación. Me costaba de asimilar que la Laura de siempre tenía una información que hasta hacía un momento creía que nunca podría haber sabido y que nuestra relación de hermanos seguía intacta.

-Cuando he estado mal, a veces he intentado distraerme follando mucho -me confesó.- Te distrae, pero si estás realmente mal no te soluciona nada. Se folla mucho mejor estando bien.

Hizo un silencio y luego continuó:

-Gracias por permitirme ser clara contigo, me tranquiliza mucho -dijo.- No esperaba que te incomodara tanto al principio, ya que normalmente tú tienes más facilidad para hablar que yo, pero el secreto que tratabas de proteger era bien gordo. Siento la posición en la que te he puesto antes.

-Yo siento que te lo hayamos tenido que esconder y que lo pasaras mal por eso -le dije.

-Cada uno teníamos nuestros motivos -dijo pensativa antes de continuar con un tono más interrogativo.- Venga va, dime.. ¿Quien folla mejor? ¿Mamá o tía Isa?

-¡Laura...! -me volví a sonrojar.

-Venga, que me muero de la curiosidad… -dijo divertida.

-Mamá es muy cariñosa y me encanta -le expliqué sonriendo con timidez,- sabe dar mucho placer… Nuestra tía ha estado con más gente y es bastante experta y activa en echar polvos más… “intensos”, por así decirlo.

-Me muero… -dijo Laura.- Tal y como me imaginaba. Pero tú has hecho trampa en la vida. Has empezado con dos mujeres experimentadas y mucho mayores que tú.

-Supongo -dije sonrojado.

-Te recomiendo que igualmente vivas tu juventud, ya te lo he dicho. Con chicas más de tu edad que también están descubriendo el mundo. Sal por ahí, conoce a alguien para buscar sitios oscuros para magrearos porque no tenéis casa propia... ¡Para descubrirlo todo con aventuras emocionantes!

-No tengo ni idea de hacer eso.. -dije sonriendo.

-Tú tranquilo, me puedes pedir consejo y una vez llegues ahí te puedes dejar llevar. Se te va a dar bien.

-Nunca te había visto tan interesada por mi bienestar, Laura -le informé.

-Bueno -hizo ella alzando los hombros que tenía desnudos porque su vestimenta no tenía mangas.- Quizás me preocupa la ausencia de figura paterna en este momento de nuestra vida. Ya sabes que lo vivo de forma muy irregular. No soy como tú o como Marta.

Nos quedamos en silencio. Para evitar el bajón de moral ella misma volvió a sacar temas de conversación más tentadores:

-¿Te gusta hacerlo con las dos por igual? Hablo de mamá y tía..

-Supongo que sí -contesté interrumpiéndola.

-¿Las dos te parecen igual de atractivas? -dijo ella cada vez más curiosa por mis respuestas.

-No -sentencié.- Me encantan las dos, pero de diferente forma.

-Explícate -me pidió Laura.

-Por ejemplo -dije,- tía Isa tiene unas piernas y un culazo… En cambio mamá tiene unas tetas…

-¡Ja! -me interrumpió mi hermana.- ¡Las tetas te encantan! Se te nota…

-Es posible -le dije sonriendo con timidez.

Ella se miró el escote y siguió hablando:

-La verdad es que yo no me puedo quejar. Me dicen que son muy buenas tetas, pero en cuanto a tamaño no me puedo comparar a mamá… Y creo que Marta ya me va superando.

-Las tuyas también parecen estar muy bien -dije sin ninguna vergüenza.

-Vaya, vaya, hermanito guarrete... -me dijo mirándome de reojo.- Que tampoco me pierdes de vista a la que enseño un poquito...

Yo simplemente me reí.

-Oye -dijo ella después de otro silencio,- y ya que tanto mamá como tía Isabel están tan cómodas con esto... ¿Nadie ha propuesto un trío?

-¿Un trío? -dije flipando.- ¡Estás fatal! -me reí.

-No me digas que no te gustaría la idea -me desafió Laura.

-Sería brutal, la verdad -murmuré con honestidad.- Pero por mucha confianza que tengan para hablar el tema, ellas son hermanas... Sería muy raro estar los tres ahí.

-¿Hola? -dijo con un sarcasmo muy marcado.- ¿Estoy hablando con el señor "Me Follo a Mi Madre y a Mi Tía"?

Me reí con vergüenza, dejando claro que me divirtió su comentario, pero me estremecí de sus palabras. Me gustó oírla hablar tan directamente y unas expresiones tan explícitas.

-Ya -reflexioné,- supongo que puestos a hacer cosas raras...

-Estoy segura de que el incesto entre hermanos es más común que entre progenitores e hijos.- proclamó ella dándole una mínima importancia al asunto que estaba tratando.

-¿Tú crees? -le dije yo.- Yo es que eso no creo que ocurra a menudo. ¿Eh? Ni una cosa ni la otra... -sentía mucho calor y notaba mi pulso acelerarse. Sabía lo que me estaba ocurriendo.- Supongo que son cosas que podría ser que ocurrieran en algunas familias y nunca salen a la luz, pero seguro que poquísimas.

-Estoy convencida de que sí -dijo mientras me miraba con una expresión que creo que no le había visto hasta la fecha. Mis calores internos se volvieron más notorios.

-Es muy posible -añadí girándome un poco hacia ella.

-Por supuesto -dijo acercándose a mi.

-Segurament.. -y no pude seguir porque me tapó mi boca con la suya. Me dio un morreo intenso, un morreo que empezó suave pero luego se desató, indicando que el deseo había ido en aumento desde hacía rato. Yo recibí el beso con agrado, aunque mi cabeza iba a mil por hora. Cuando nos separamos hablé:

-¿Estás segura de eso?

-No -me respondió cerrando los ojos y en medio de una sonrisa,- pero me apetece mucho hacerlo. Me he puesto muy caliente con la conversación.

Nos volvimos a morrear y me empezó a acariciar el cuello. Cuando nos volvimos a separar me habló ella:

-No puedo ocultarle a mamá que ya lo sé todo, Roberto. Y creo que tampoco deberíamos ocultarle lo que está ocurriendo aquí. Nos podemos sentar los tres y hablarlo. Ninguno va a estar en condiciones de juzgar a nadie. Basta ya de seguir normas si nos apetece ser diferentes. Yo también quiero disfrutar de estas locuras.

-Vale, buscaremos el momento para sincerarnos con mamá -concluí.

-Pero Marta sí que no debe saber nada -siguió Laura.- Ella aún es demasiado joven para gestionar algo así.

-De acuerdo... -respondí mientras ya me dejaba ir entre sus brazos, besando sus labios y su lengua.

Le puse las manos a la cintura y empecé a subir. Me preguntaba hasta donde tendría derecho a llegar con ella, ya que al fin y al cabo seguía siendo mi hermana mayor. Llegué a sus tetas y las empecé a sobar con prudencia, pero vi que le gustaba y empecé a amasarlas con más pasión. No me llenaban tanto la mano como las de tía Isa o (mucho menos) las de mi madre. Pero lo cierto es que notaban algo más tersas y suaves que las únicas que había tocado anteriormente, además de ser lo suficientemente contundentes y abundantes como para disfrutarlas de buena gana. Nos dejamos de morrear y vi una expresión en su mirada casi malvada, cargada con lujuria y deseo y complementada una sonrisa traviesa. Con este mismo semblante fue cuando me dijo:

-¿Ves como no debes perderte lo de estar con una chica más cercana a tu edad en un coche, de noche, y en el saliente de una autopista?

-Empiezo a ver que tienes razón -le dije, supongo que con una expresión parecida a la suya.

-Pues vas a flipar de lo que te voy a hacer en este coche, enano... -me dijo con mucha seguridad.- Aunque...

-Dime -le pedí.

-¿Tienes condones? -preguntó.

-Nop... -respondí. ¿Como los iba a llevar "por si a caso" si solo iba a un concierto con mi hermana mayor?

-Mierda -se quejó ella.- Yo tampoco.

Me quedé en silencio viendo como ponía una expresión de frustración. Me hizo la siguiente pregunta:

-¿Verdad que nadie te la ha mamado en el asiento de atrás de un coche?

-Pues no... -le dije emocionado.

-Pues yo voy a ser la primera. Pero después me enseñas tú si sabes dar placer a un coño.

-Lo haré -afirmé.

Nos fuimos al asiento de atrás y allí nos desatamos más. Le sobé las tetas, el culo, la cintura, sus piernas... Nos íbamos quitando ropa al tiempo que nos morreábamos y ella también acariciaba mi torso, mis brazos, mi entrepierna... Después de quitarle la camiseta le descubrí un sujetador sin aros que le quedaba precioso. Me recreé aún más en sus tetas y en su culo, quitándole los tejanos y descubriendo un tanga de encaje a conjunto. La erección que llevaba era bien rígida en el momento en que me desabrochó la cremallera el pantalón. No tardó mucho en bajarme el bóxer y en liberar mi polla de su prisión. Me miró a los ojos y volvió a sonreír con aquella picardía:

-Nada mal, Enano -comentó mientras me empezaba a masturbar.

-Uff... -suspiré yo rindiéndome al placer que mi hermana me empezó a ofrecer. Ella paró un momento y se lamió los dedos impregnándolos con su saliva antes de continuar haciéndome aquella maravillosa paja.- Esto es increíble, Laura.

-Espera y verás -dijo mientras acercaba su cara a mi polla. La empezó a mamar con muchas ganas e intensidad justo después de darme unos lametones en el tronco y en el glande como preámbulo. La verdad es que lo hacía divinamente y tantos días sin sexo con mi madre o mi tía habían pasado factura, por lo que no podría aguantar demasiado. Tuve que anunciarlo en pocos minutos:

-Laura, no voy a poder aguantar mucho más.

Se sacó mi polla de su boca y me la empezó a menear con fuerza pero también con una muy buena técnica, a la vez que su lengua no se separaba de la punta de mi glande y se movía juguetona por esa misma zona. Esa lengua estaba a punto de recibir una buena descarga de mi esperma. Era evidente cuando me costó trabajo pronunciarlo por todo el placer que estaba sintiendo, pero aún así traté de decirlo:

-Me corro... -anuncié a duras penas al tiempo que ella aceleraba el ritmo de su lengua para intensificar aún más mi placer. Y empezaron a salir los chorros que chocaron inmediatamente con su lengua, a la vez que también le manchaban los labios y caían por el tronco de mi pene pringando la mano con la que me seguía masturbando. Unos segundos después, se la volvió a meter en la boca para intensificar mi placer y dejarme la polla bien limpia, brindándome algún otro espasmo antes de que me pudiera relajar por completo.

Se tragó la cantidad que le había quedado en la boca alzando la cabeza.

-Buf... -dijo ella mirando al vacío.- Ya soy oficialmente del club del incesto... Que fuerte todo, Roberto.

No dije nada y me abalancé sobre ella para volverla a morrear. Su boca sabía un poquito a mi polla, pero no me importó en absoluto, así que seguí jugando con mi lengua contra la suya y empecé a recrearme en tocarla y quitarle el sujetador para poder ver por fin sus tetas. Allí pude apreciar (aunque no había demasiada luz) esas preciosidades contundentes, firmes (las más firmes que había tocado nunca) y redondeadas, con un pezón pequeñito y rosado. Empecé a lamerlas, a chupar aquellos ricos pezones y a amasar aquellos senos apretándolos contra mi cara. Mientras hacía esto, mi mano se dirigió a su entrepierna y empezó a fisgar por la zona, buscando el calor de su coño, que no tardó en encontrar.

-Ay, Roberto... -respiró aceleradamente.- Me vas a volver más loca aún...

No dije nada y continué. Me aparté un poco de ella para poder tener una visión más global de lo que me disponía a hacer. Mis dedos empezaron a presionar su vulva a través de su tanga y ella intensificó el volumen de sus gemidos. Poco después decidí apartar aquel tanga y comprobé que su vagina caliente chorreaba a más no poder. Estaba muy cachonda, aunque yo no sabía si esto sería lo habitual en mi hermana, siendo mi primera vez con ella. Pero entonces me detuve gracias a un momento de lucidez:

-Estás chorreando, Laura.

-Lo sé... -contestó jadeando.- Estoy perrísima...

-Le vamos a manchar el coche a mamá -dije cada vez más preocupado.

-Espera -me ordenó ella volviendo también a tocar de pies en el suelo,- toma.

Me dio el top escotado que se había puesto para el concierto y lo pusimos en el asiento, para que se sentara encima, posando su culo en él. Así sus fluidos vaginales caerían sobre el top y no directamente sobre el asiento. Con el tanga fuera de la ecuación tenía el coño de mi hermana justo delante de mi, abierto y deseoso de atenciones. Rasurado casi en su totalidad pero conservando un poco de pelo recortado que le daba mucha belleza en su parte superior. Mis dedos empezaron a trabajar. Apliqué todo lo aprendido con mi madre y con mi tía ya que quería impresionar a la promiscua y experimentada Laura, quería que viera que su hermano pequeño también se había podido espabilar durante aquel tiempo. Fue así como fui estimulando rincones de su vagina, su clítoris e incluso me aventuré a encontrar su punto G. Veía su expresión y me encantó ver como se llevaba una mano a la cabeza con desesperación mientras arqueaba su cuello de lado a lado. Se empezaba a retorcer de auténtico disfrute y parecía totalmente fuera de si, cada vez de forma más clara y marcada. Decidí ir a lo cómodo y a lo seguro y atacar directamente su clítoris: si se parecía a su madre o a su tía, no habría ningún problema en hacer que se corriera a gusto. Con mi otra mano, masajeé sus tetas.

Y así fue. Sus gemidos se intensificaron a más no poder y se convirtieron en gritos desesperados. Tuvo un orgasmo que hizo que se estremeciera de los pies a la cabeza mientras mis dedos terminaban de machacar su clítoris, bajando la intensidad a la vez que lo hacían sus temblores. Cuando pudo abrir los ojos, me miró fijamente:

-Buff... -y entonces fue ella quien se abalanzó sobre mi con pronunciados morreos de agradecimiento.- Vaya con el hermanito... -añadió al separar lentamente su boca de la mía, con una tierna sonrisa y sus ojitos cerrados.

Después de vestirnos ella retomó la conducción hacia nuestra casa. La parada había sido a medio camino, así que nos quedaban unos pocos kilómetros para llegar:

-Me siento rarísima, la verdad -dijo ella.- Muy contenta pero rarísima... ¿Te acabas acostumbrando a eso y deja de parecerte raro?

-Ya... -le dije con un suspiro.- La verdad es que al principio es como que cuesta de asimilar, por mucho que te guste hacerlo. Pero después ya lo vas encontrando más... "normal".

-Me apetecía un montón hacerlo y me alegro de haber seguido mis instintos -continuó reflexionando ella en un tono mucho más pausado que el del resto de la noche.- Sobretodo sabiendo que no me ibas a juzgar por el bagaje que ya llevabas... La verdad es que verte bien y feliz haciendo una cosa tan atípica me ha dado ganas de probarlo a mi también. Me alegro que te hayas prestado a ello.

-Ha sido un placer -sonreí.- Y de los gordos. La chupas muy bien ¿Eh?

-¡Jajaja! -se rio ella.- Ya sabes, la práctica de haberme comido unas cuantas… Tú también lo tocas la mar de bien. Y eso que en el coche es bastante incómodo...

-Claro, sería mejor en una cama... -respondí.

-Enano -me dijo más solemne.- Tenemos que ir con cuidado porque seguimos siendo una familia. Ya sabes que no soy la mejor oradora del mundo, pero que nos sentemos con mamá y hablemos de esto es muy importante. Aunque su mente se haya ido abriendo de par en par estos últimos meses, quizás le cueste mucho asimilar lo que acaba de ocurrir en su coche. Y quiero que sepa que estoy al corriente de lo que ocurre entre vosotros y que me parece bien. Basta ya de escondernos cosas.

-De acuerdo -dije yo, sintiendo un lógico miedo por si salía mal.- Hablamos con ella cuando no esté Marta en casa, ¿vale?

-Vale. Habrá que buscar el momento -a ella también se la veía nerviosa con la idea.

Cuando llegamos a casa, abrimos la puerta y vimos oscuridad. Marta y nuestra madre ya debían de estar durmiendo. Entramos hasta el pasillo y nos preparamos para ir a la cama. Justo antes de meternos en nuestras habitaciones, nos vimos frente a frente.

-Buenas noches, Enano -me dijo Laura con un susurro delicioso mientras su boca se dirigía a la mía para darme un suave beso en los labios, en absoluto silencio.

-Buenas noches, Laura -le respondí susurrando y sonriendo después de su magnífico beso.

Cada uno se metió en su habitación y fue el momento de quedarse un rato en la cama pensado en todo y en nada. En el pasado, en el presente y en el futuro. En imágenes que cada vez se iban difuminando más hasta que los ojos se cerraran para entrar en el descanso de un placentero sueño.

CONTINUARÁ...
 
CAPÍTULO 9: EL RECELO DE LAURA

No habían pasado demasiados días desde el inicio de curso y los horarios de la rutina habían vuelto a imponerse sobre nuestra familia. Fuera como fuese, mi mamá había empezado sus clases con alegría y entusiasmo, y lo sabíamos por como nos contaba divertidas anécdotas sobre sus chavales. Nos las solía explicar a la hora de la cena, cuando estábamos los cuatro reunidos. Parecía que las risas habían vuelto a ser algo más habitual en nuestra casa, ya que ella estaba visiblemente mucho más animada que al comienzo de las vacaciones, antes del día de mi cumpleaños. Marta disfrutaba mucho de aquel ambiente añadiendo sus carcajadas a las de mi madre, y esta situación me hacía sonreír de felicidad.

Pero ahí también estaba Laura, sentada en silencio y absorta en sus pensamientos. Este hecho no tendría porque causar sorpresa a nadie, pero yo percibía que no solamente lo estaba porque su tipo de humor (mucho más sarcástico) no encajara con el de las otras dos chicas, si no que además escondía algo en sus pensamientos. Durante las últimas semanas había ido encerrando de nuevo su mente, poco a poco y de forma hermética para que sus emociones no afloraran. Daba la sensación de que solamente se comunicaba con nosotros usando los gestos y palabras estrictamente necesarios. Mamá y Marta lo achacarían a su forma de llevar lo de papá, pero yo sin duda notaba algo más que me erizaba la espina dorsal.

Durante esos momentos en familia en los que ella acostumbraba a quedarse en silencio, solía tener también una mirada atenta a lo que decíamos y a los movimientos que hacíamos, con una expresión facial que hacía lo posible por mostrar indiferencia. Eso sí: tal y como prometimos hicimos varias visitas más a nuestro padre y ella vino a todas aunque fuera en este mismo estado anímico.

En cuanto a mi, mi vida había cambiado un poco más, sobretodo por el hecho de haber empezado la universidad (con todo lo que esto implica), pero por lo demás seguía siendo un chico de 18 años un pelín introvertido que veces se tomaba una o dos cervezas con algunas amistades cercanas. Lo que pasa es que, dentro de esa "normalidad", muy de vez en cuando rompía esta rutina y echaba un placentero polvo con mi madre o con mi tía para luego todo volver a nuestro día a día. Pronto entendí lo difícil que sería tener encuentros regulares con mi madre. A parte del tiempo que mis estudios ya que empezaban a quitar de por si, pocas veces se daba la casualidad de que mi madre y yo nos encontráramos en casa a solas y con tiempo suficiente para desatarnos un poquito.

Un domingo después de comer llegó una ocasión que recuerdo con especial morbo. Laura había comido fuera de casa (a saber con quién, pero ya no preguntábamos nada) anunciando que volvería por la tarde para preparar un pequeño examen que tenía aquella semana. Marta se iba a pasar la tarde con sus amigas, y nos encontramos a solas recogiendo la mesa y poniendo los platos en remojo en el fregadero para luego trasladarlos al lavavajillas. Como Marta se acababa de ir, se hizo un silencio que nos llamó la atención. "Estamos solos", pensamos casi con telepatía mirándonos a los ojos.

Ella debió de ver lujuria en la forma en que la miraba porque enseguida dijo:

-Bueno, Laura no sabemos a qué hora puede venir...

-Tienes razón -contesté.- Pero...

-Pero... -dijo ella imitando mi tono.- Jejeje. Yo también tengo ganas, cielo.

-Entonces... -dije sin saber bien como iba a continuar.

-¿Vas muy salido? -preguntó.

-Pues... -dije señalando mi paquete que estaba creciendo por momentos.

-Si te corres rápido lo podemos hacer ahora aquí mismo -me propuso ella.- Yo creo que ya estoy mojada también....

-¡Gracias, mamá! -dije lleno de alegría sonriendo y con el corazón acelerado.- ¡Eres la mejor!

-Lo que tú digas... -se rio con timidez.- Disfrútalo pero termina pronto ¿Vale?

-Vale, mami -dije lleno de ganas mientras ella misma ya se iba bajando las mallas que llevaba estando en casa, juntamente con sus bragas. Después me dio la espalda y se apoyó en la encimera sacando el culo hacia afuera. ¡Que imagen!

Yo me saqué la polla del pantalón y me la agarré para dirigirla a su entrada vaginal desde detrás de ella. Agarré su cadera con mi mano libre empujé hacia adentro con mi pelvis. ¡Que gran delicia meterla de nuevo allí! Me acerqué a ella agachándome un poco y besé sus cuello entre mordiscos dulces. Le dije suave a su oreja:

-Tienes razón, mamá... Ya estabas muy mojada...

-Pues sí... -dijo ella.- Son ya muchos días sin hacerlo.

Moví mi pelvis poco a poco, contrariamente a lo pactado pero disfrutando enormemente de aquella fricción tan lenta. Ella me recordó el trato hecho minutos antes:

-Vamos, Robe, fóllame con ganas hasta descargarlo todo.

Y evidentemente no se puede desobedecer así como así a una madre en ese contexto. Le empecé a dar mucha caña de golpe y a agarrar del culo. Tampoco me olvidé de sus tetas y, aunque no le quité la camiseta, si que las agarré por debajo de ella mientras mi pelvis continuaba con su movimiento frenético, liberándolas parcialmente del sujetador gris que llevaba aquel día:

-Me falta nada... -le dije entre gemidos.

Ella se tocó el clítoris para hacer llegar su orgasmo antes (o durante) de que yo me corriera, ya que también estaba al borde del orgasmo. Yo por mi parte me concentré también en mi propio placer para echar tanto esperma como fuera posible:

-Ah... ora! -dije cerrando los ojos y los dientes mientras ella ya temblaba. No detuve en ningún momento el movimiento de vaivén y eyaculé abundantemente, sintiendo un placer totalmente divino. Ella gemía con una mueca similar.

Seguí deslizando mi pene por el interior de aquella vagina llena de los flujos de mi madre y de mi propio esperma, con mucha menos velocidad para sentir mis queridos espasmos tanto rato como fuera posible. Mi madre respiraba y se recuperaba de aquel polvo fugaz, que creo que no había pasado de los tres minutos. Entonces ella giró su cara, me miró de reojo sonriendo y, aún siendo penetrada por mi, dijo:

-¿Mejor?

-Sí, mami -contesté.- ¿Tú bien?

-Me alegro -sonrió más.- Yo genial.

Y nos besamos en los labios antes de sacársela. Cogió papel de cocina para poder recoger la inminente cascada de semen que empezaría a salir de su coño en cuestión de segundos, ya que había echado un montón aquel día. Después de tirarlo a la basura, llegó el momento de subirse las mallas y continuar ejerciendo de madre responsable diciendo:

-Venga, ayúdame a terminar de meter todo esto en el lavavajillas y luego nos tumbamos a ver una peli de siesta en el sofá.



Y pasaban los días, las semanas e incluso los meses. Todo el mundo en mi familia hacía su vida social y laboral/estudiantil como siempre lo había hecho. Laura, por ejemplo, estaba cambiando su semblante triste y apático por su modo estrés, ya que estaba en su último año de carrera. Eso la volvía aún más irascible que de costumbre, pero ella misma evitaba el contacto humano encerrándose a menudo a la habitación a estudiar para todo lo que le se le venía encima.

Llegó el día de su cumpleaños al empezar el mes de noviembre. No quiso grandes celebraciones y simplemente hicimos una cena especial para darle sus regalos. Con sus amigas se fue a celebrarlo el sábado siguiente, sin decirnos a donde ni como. Su humor no parecía mejorar, y los siguientes días continuó con su expresión enfurruñada de universitaria estresada por los estudios. Un día ella llegó a casa y yo ya había terminado de comer.

-Buenas -la saludé.- ¿Has comido? Ha quedado mucho de las sobras de ayer.

-Pues no -me respondió con la energía muy baja.- Me lo caliento ahora.

Yo seguí a lo mío mientras ella comía en la cocina. La verdad es que verla más seca que nunca me sabía un poco mal y me hubiera gustado animarla. Me decidí por ir a darle conversación. Entré a la cocina como si fuera a buscar cualquier cosa y le pregunté:

-¿Qué tal vas?

-Fatal, gracias -dijo ella con esa sequedad tan característica.- Una mierda todo.

-¿Quieres hablar? -le propuse sin muchas esperanzas.

-Necesito terminar de comer y ponerme a estudiar -me respondió.- Pero... gracias.

Su último agradecimiento me pilló desprevenido. En aquel momento oímos la puerta de casa abrirse y a mi madre saludar inmediatamente después. Mi hermana continuó:

-Así os dejo tranquilos y puedes seguir disfrutando de tu mamitis...

Me dejó helado, ya que el tono le había vuelto a cambiar al borde extremo. ¿Qué habría querido decir con aquello? No respondí y me fui de la cocina aparentando tanta normalidad como pude.

Poco después, con ella ya encerrada en su cuarto, decidí hablar con mi madre. En voz baja le dije:

-Mamá, ¿Tienes un momento?

-Claro, hijo -dijo dirigiendo su atención hacia mi inmediatamente.- ¿Que ocurre?

-Laura me ha hecho un comentario un poco... raro -respondí susurrando.- ¿Tú crees que podría sospechar algo?

-¡Roberto! -susurró ella también.- Ya sabes que es mejor no hablar de esto con tus hermanas en casa, precisamente para que no sospechen...

-Lo sé... -le respondí.- Pero es que me ha dicho que tengo "mamitis"...

-Bueno... -dijo mi madre quedándose un poco pensativa.- Eso puede ser simplemente un comentario de que nos ve muy apegados últimamente. Para sospechar algo más, hay que tener una mente un poco retorcida.

-Supongo... -le dije con cierto alivio.

-Si quieres hablo yo con ella -me propuso.

-¡Que no, mamá! -continué intentando no subir el tono de mis susurros.- Si le damos más importancia va a sospechar más.

-Vale, cariño -aceptó.- Ya veremos como sigue el trimestre. Ahora ella necesita su espacio de calma.

-Okay -seguí.- Gracias por todo.

-De nada -me dijo mientras me daba un abrazo de madre de los de toda la vida pero del que disfruté mucho por sentir sus tetazas apretujándose contra mi pecho.

Y subí a mi cuarto, ya que a mi también me vendría bien repasar un poco del temario que nos estaban dando en la facultad. Al pasar por delante de la puerta de Laura, oí un ruido. Me detuve siendo lo más silencioso que pude. ¿Qué era? Se trataba de un zumbido constante. No... no era constante. A veces se alargaba muchos segundos, a veces se oía de forma intermitente, a veces subía de intensidad y volviéndose más agudo y a veces retornaba a un tono más grave y relajado. ¿Podía ser que..? Ya llevaba unos minutos escuchando en absoluto silencio cuando oí otro ruido. Aquella vez era un gemido, un gemido que Laura intentó ahogar pero se escapó de esa posibilidad. Sonreí con cierto morbo: al parecer Laura estaba haciendo un buen uso de su espacio de calma. Al quedar todo en silencio me puse en estado de alerta. Debía andar hasta mi habitación y encerrarme allí sin que se oyera ninguno de mis pasos. Creo que lo conseguí, andando de la forma más cautelosa que pude. Cuando llegué a mi habitación cerré la puerta y vi mi cama. Mi intención era estudiar, pero antes... Me apeteció hacer yo también un buen uso de mi espacio de calma con una buena paja hasta descargar bien a gusto. Pensé en Laura y me la imaginé disfrutando con su vibrador.

Más tarde, después de hacer un breve repaso a mis apuntes, oí que Laura bajaba las escaleras para ir al piso de abajo, así que pensé que también era el tiempo de tomarme un descanso hasta la hora de la cena. Salí de mi cuarto y caminé por el pasillo, pasando por delante de la habitación de mi hermana mayor, cuya puerta estaba abierta. Con un inocente vistazo, vi un cierto desorden: apuntes y bolígrafos tirados por la mesa, una taza de café sin recoger, un tanga de lencería azul encima de la cama... Me quedé paralizado. Seguramente era el tanga que mi hermana llevaba puesto antes de masturbarse con su juguete vibrador. Su cama estaba muy cerca de la puerta de entrada, ya que nuestras habitaciones son más bien pequeñas, así que lo tenía a pocos metros.

Decidí dar un par de pasos. Decidí agacharme y evitar tocarlo para dejarlo todo como estaba sin que se notara que había entrado unos segundos allí dentro... Pero también decidí acercar mi nariz a la mancha de flujo que se veía en el tanga y olerla. Me embriagué de ese aroma y rápidamente me puse de pie otra vez. Salí de la habitación extasiado por el aroma del flujo vaginal de mi hermana Laura y sintiéndome un poco mal por aquello.



Noviembre trajo los primeros días de frío y alargó las noches, así que los cuatro nos solíamos quedar en casa más a menudo. Los momentos con mi madre eran ya muy escasos y empecé a echarlos mucho de menos. En cuanto a mi tía, algún día pudimos encontrar, pero solía estar más atareada incluso que yo. Un viernes por la tarde mi madre anunció que se iría a cenar con ella, pero que ya nos había dejado preparada la cena.

-No hacía falta que te molestaras -le dije antes de darle un tremendo abrazo para conseguir el único contacto físico que podía tener con ella últimamente.- ¡Muchas gracias, mami!

Cuando me giré hacia Laura, vi su cara de asqueada y me sentó bastante mal.

-Hoy voy a salir con tía Isa, solo un ratillo y vuelvo, que mañana quiero aprovechar bien el sábado. Dijimos que saldríamos más a menudo pero no lo estamos haciendo y queremos aprovechar antes de que haga más frío.

-Vale, mamá. Aquí estaremos -respondió Marta con ternura.

-¿Ninguno de los tres va a salir hoy?

-No, mamá -respondió Laura en un tono fatigado.- Somos estudiantes. Nuestra vida es una mierda y necesitamos descansar.

-Y quizás evadiros un poco... -dijo nuestra progenitora en un alarde de modernidad.- Aunque entiendo que si mañana os tenéis que pasar el día estudiando, prefiráis no salir hoy.

-Estaremos bien -concluí yo.- Pasadlo bien.

-¡Os quiero mucho, Trío Calavera! -nos dijo mi madre con una sonrisa de pura felicidad. A ella sí que le apetecía evadirse.

Se fue y nos quedamos los tres cenando en nuestros pijamas bien anchos, casi en silencio. Realmente, cuando no estaba mamá, costaba que arrancaran las conversaciones. Marta se cansó de hacer estos esfuerzos porque Laura nunca quería seguir comunicándose y a mi me costaba horrores gestionar estas negativas. Después de cenar nos propusimos algún plan conjunto:

-¿Vemos una peli de miedo? -dijo Marta emocionada por su propia idea.

-¡Buena idea! -respondí.

-Vale -dijo Laura.- Al menos un poco de emoción en mi vida...

Marta y yo ya empezábamos a creer que Laura dramatizaba simplemente por el hecho de dramatizar. La verdad es que la película nos pilló un poco desprevenidos y pasamos bastante tensión y algunos sustos. Cuando terminó, dije:

-A ver quien puede dormir ahora.

-La verdad es que yo me muero de sueño -dijo Marta a quien no le suelen desvelar ni siquiera las películas de terror.- Creo que me voy a la cama… ¡Buenas noches!

-Buenas noches... -le dijimos Laura y yo.

Y allí nos quedamos. Cada uno acomodado en un lado del sofá, en completo silencio. Quería romper el hielo pero ya había agotado un montón de estrategias. Probé con algo simple:

-¿Quieres hacer algo?

-No sé... -dijo ella apática.

-¿Pongo la tele? -pregunté.

-Como quieras... -respondió en el mismo tono.

-Laura -dije finalmente.- ¿Quieres hablar de algo?

-¿De qué? -me contestó cambiando un poco el tono a uno que mostraba más interés por romper la situación incómoda en que nos mantenía su silencio.

-De lo que necesites -le respondí.- Siempre decimos que es bueno hablar pero nos terminamos callando la mayor parte del tiempo.

-Es que no me entiendo ni yo, Enano -empezó a desahogarse.- Siento mucha rabia dentro. Siento que soy yo la que no puede seguir. Veo que los demás encontráis razones para seguir adelante y que yo ya me quiero rendir.

-Bueno, supongo que sí -reconocí,- que nos aferramos a lo que podemos, y tú seguro que también encuentras algo.

-Llevo años buscando algo, buscando un "lo que sea" -me contó.- Y siento que siempre me falta algo, que nunca estoy en paz.

-No creo que ninguno estemos totalmente en paz, Laura -le puntualicé.- Supongo que solamente encontramos un mínimo equilibrio para seguir adelante.

-Pues yo no encuentro ni eso, Roberto -me confesó.- Y me dais rabia -se le empezaron a empañar los ojos.- Me da rabia cuando os veo felices. Y sé que está mal sentir rabia por eso... pero es que no lo puedo controlar. Y me jode no poder controlarlo. Y te puedes hacer daño...

-¿Daño? -pregunté sorprendido.- ¿A qué te refieres?.

-Creo que la... "conexión" que has hecho con mamá... -dijo un poco más serena y en un tono de hermana mayor más experimentada.- Está bien que nos cuidemos como familia, pero creo que no te toca eso ya por edad.

Me quedé mudo y entré en pánico. Seguí escuchando.

-Me parece como que tenéis una co-dependencia un poco rara. Seguramente nuestra situación familiar lo ha generado pero este verano he visto un cambio en mamá y en ti... No quiero que se haga daño ella proyectando la imagen de papá en ti.

Seguí impertérrito y callado mientras ella seguía hablando.

-Y tú tienes 18 años. No sales a airearte, te quedas mucho en casa para hacerle compañía. ¿No te apetece salir y conocer chicas, por ejemplo? ¡O chicos, me da igual! ¡No te pierdas esa etapa! Ainara se veía que te gustaba... ¿Ya no quedas con ella?

Y ahí se calló después de soltar esta retahíla de opiniones inesperadas. Supuse que me tocaba hablar a mi:

-Bueno... Creo que estás exagerando.

Ella calmó su tono:

-Lo siento, pero es que me sorprende a veces que no tengas ciertas inquietudes propias de tu edad.

-No eres mucho mayor que yo -le dije calmándome.

-¡Por eso mismo! Yo, aunque no encuentre mi calma, sigo buscándola fuera de casa. Sigo distrayéndome, porque si no ya sí que no puedo con mi vida.

-Bien por ti... -le dije con aprobación.

-¿Y tú? -me empezó a interrogar.- Es que tengo la sospecha de que sigues siendo virgen y que te importa poco. Y eso es raro en un tío de 18.

-¿Yo? -me sonrojé de repente.

Y me observó con mucha atención para luego añadir:

-Aunque no sé... Algo en ti ha cambiado.

Miré al suelo sin saber bien qué decir.

-Venga -me dijo ella con un tono más divertido y relajado.- ¡Confiesa, que no se lo contaré a nadie..!

-Bueno, yo... -empecé a decir sin saber como iba a seguir. Entonces sonaron las llaves de la puerta de casa. Mi madre entró en casa e interrumpió la conversación.

-¡Buenas noches! -nos saludó. Parecía totalmente sobria.- ¿Marta ya duerme?

-Buenas noches -dijimos mirándola.- Sí.

-Bien, yo me voy a acostar en nada. -nos contó bostezando.

-Sí -añadió Laura,- yo también. ¡Buenas noches!

La miré de reojo.

-¿Seguimos hablando mañana? -me dijo bajito con una sonrisa cómplice cuando mi madre se alejó de nosotros.

-Vale... -contesté yo.

-Buenas noches, Enano -dijo al levantarse del sofá y sonriendo.- Tenías razón. Me ha venido bien hablar.

-Buenas noches... -le dije a ella. No sabía muy bien lo que había pasado, pero la había visto sonreír. Supongo que eso era un alivio. Cuando me fui a la cama me costó mucho conciliar el sueño. No entendía muy bien si Laura era capaz de sospechar lo que ocurría realmente en mi vida y sufría imaginando los escenarios en los que me seguía interrogando. Tenía que pensar que podía decir en cada caso. Creo que tardé horas en dormirme.

. . .

El día siguiente levanté con la pereza típica de un sábado y con la sensación de no haber dormido lo suficiente. Me fui a la cocina a desayunar y allí estaban las otras tres habitantes de la casa.

-¿Que planes tenéis para hoy? -nos preguntó mi madre.

-Estudiar, y luego estudiar un poco más -dijo Laura tomándose un café bien cargado.- Nos van a dar bien por el culo con los exámenes de este curso.

-Y luego vacaciones de Navidad -dijo mi madre intentando dirigir la conversación al optimismo.

-Y por la noche me molaría ir a un concierto que hacen en Barcelona -continuó mi hermana mayor.- ¿Te podría pillar el coche?

-Uhm -dijo mamá.- Pues yo no lo necesito -reconoció.- Si lo cuidas como siempre, no hay problema.

-Gracias, mamá -le dijo Laura. Luego me miró a mí.- ¿Te quieres venir, Enano?

-¡Hostia! -dije con sorpresa. No sería la primera vez que mi hermana me llevaba a algún conciertillo con el coche de mamá. Tanto a mi como a ella nos gustaba bastante el mismo estilo de música y en verano no habíamos podido ir juntos a ningún bolo debido a mi accidente.- ¿Quién toca?

-New Model Army -anunció ella.

-No los he escuchado mucho, pero me apunto -le dije casi instintivamente. Me apetecía salir de concierto, aunque eso implicara que seguramente ella seguiría con sus preguntas. Imaginé que si me apuntaba con sus amigos no habría ningún momento de interrogatorio incómodo. Marta se terminó su desayuno mientras hablábamos y tuve en consideración la posibilidad de que ella nos acompañara también, pero sus gustos musicales eran un poco diferentes a los de Laura y míos, por lo que no solía apuntarse a este tipo de planes.

-¡Que bien! -dijo mi madre.- Hacía una eternidad que no hacíais planes juntos.

-¡Yo también me alegro! -dijo Marta.- ¡Espero que os vaya genial! A mi me apetece quedarme aquí para una noche de videojuegos.

Al recoger la mesa, le comenté lo siguiente a Laura:

-Gracias por invitarme a venir al concierto. Espero que no le moleste que me acople a la gente que ya vaya contigo.

-¿A qué gente? -dijo ella levantando una ceja.- Si solo vamos a ir tu y yo.

Me quedé callado.

. . .

-¿Estás listo, Enano? -me preguntó mi hermana mayor antes de salir.

-¡Voy! -le dije mientras me dirigía a la puerta de nuestra casa. Allí estaba ella, con una larga chaqueta puesta para no tener frío.

Nos fuimos al parking y buscamos el coche de mi madre, que Laura abrió con el mando a distancia de las llaves. Poco después ya estábamos en marcha por las carreteras que nos llevarían a la ciudad donde tendría lugar el concierto. Yo iba en el asiento del copiloto y Laura conducía. Los dos íbamos en silencio.

-La verdad es que me apetece mucho ir -dijo ella.- Suerte que aún quedaban entradas.

-Pues sí -respondí yo.- Yo pensaba que ya tenías este plan desde hacía tiempo con amigos tuyos.

-Nop -me explicó.- Había visto el anuncio del concierto pero no ha sido hasta hoy que me he decidido por ir. Suerte que me has querido acompañar.

-Gracias a ti por decírmelo -añadí.

-Entonces... -dijo ella después de coger aire.- ¿Te apetece seguir con lo que hablábamos ayer? La verdad es que el chisme me animó pero creo que debería disculparme por si fui demasiado invasiva.

-No te preocupes... -le contesté.- Prefiero eso que verte encerrada dentro de ti misma como estabas antes de la conversación.

-Ya, lo siento -se disculpó. De verdad que estaba irreconocible.- Tengo un carácter de mierda y tengo que hacer esfuerzos.

-Que no te ralles, Laura... -le dije.- No hay problema.

-Además, te juzgué por como estás llevándolo tú, cuando yo lo llevo peor... -reflexionó ella.- Tú al menos sabes pasar tiempo con mamá y distraerla, aunque me sigue preocupando que sea demasiado y que te estés perdiendo tu juventud.

-No te preocupes tampoco por eso, Laura -le repetí.

Ella se empezó a reír y habló en broma:

-Si quieres hoy en el concierto buscamos a alguna chica mona para ti y le pedimos el móvil.

-Muy graciosa -dije con sarcasmo.- Si voy contigo se van a pensar que ya tengo plan.

-¡Ja! -dijo ella.- Ya te gustaría a ti estar con alguien tan pibón y con tanta experiencia como yo.

-¿Qué dices, Laura? -me reí tímidamente.

-¿Qué te crees? -me preguntó.- Si te digo que te recomiendo no saltarte la época del tonteo y el ligoteo, es porque sé como se puede llegar a disfrutar.

-Vaya, vaya... -le dije.- Así que hoy eres tú la sincera.

-Pues sí, ya eres mayorcito como para poder hablarte de según qué. Aunque sigo sin saber qué grado de experiencia tienes tú.

-Bueno, Laura -intenté aparentar tranquilidad sonriendo.- Tengo la que tengo, no hace falta entrar en detalles.

-O sea que seguro que algo has tenido -reflexionó ella,- aunque no sé ni el qué, ni con quién, ni cuando...

-¡Ni donde! -la corté yo intentando bromear con una sonrisa nerviosa.- Y no pasa nada -continué con mucha diplomacia.- Veo que tú tienes ganas de sincerarte, pero yo creo que aún no estoy preparado para contarte según qué. Lo siento.

-Y voy a respetarlo. -continuó.- Pero no es nada de que avergonzarte. Yo estado con muchos chicos, y hasta con alguna chica.

-¿De verdad? -le dije poniendo unos ojos como platos.- ¿Con chicas también?

-Sí, Roberto -dijo asintiendo con orgullo.- Tu hermana mayor es bisexual.

Entendí aún más como el hecho de hablar de esos temas mejoraba el estado anímico de Laura.

-Que fuerte -dije.

-Bueno, al final es algo muy normal -se rio ella.- Por eso te digo, que por mucha vergüenza que te de contar tus cosas, seguro que tampoco son para tanto.

Hice una mueca. Mi secreto con mi madre y con mi tía era un tabú social extremadamente grande. Dijera lo que dijera Laura, esto superaría todas sus expectativas y le podría causar un shock con consecuencias inimaginables.

-Lo importante es que lo que nos contemos no salga de ahí -me especificó.- Hay gente muy maja pero también hay mucho imbécil suelto que no conviene que tenga información de más. Yo nunca me he querido comprometer en una relación, pero siempre he intentado ser clara en ese aspecto para intentar no herir a nadie.

-Has salido a nuestra tía... -dije yo casi sin pensar. Se hizo el silencio.

-¡Supongo! -se carcajeó.- Aunque tampoco me lo ha contado nunca a mi directamente. Mamá es la que sabe todos sus chismes.

-Ya... -hice yo.

-¿Tú sabes detalles? -Me preguntó con interés.- Sería curioso...

-¿Curioso? -pregunté con nerviosismo.-

-Sí -hizo ella.- Curioso porque también pareces bastante apegado a tía Isa y algo te habría podido contar. Además has sido tú quien acaba de decir que yo he salido a ella en cuanto al nivel de "zorrez".

-¡Laura! -le dije al oír esa palabra. Nunca la había oído hablar así. Ella se descojonó:

-¡Que no pasa nada, no lo digo como nada malo! Ya te digo que siempre ha sido para pasarlo bien simplemente, pero siempre con precaución y cabeza.

-Claro... -volví a percibir la faceta responsable de mi hermana.- Eso siempre.

-Bueno, Roberto -me dijo sonriendo.- Gracias por animarme con la posibilidad de chismear así contigo. Con Marta no me atrevo porque es muy joven, pero contigo mola. Aunque quieras seguir siendo Mr.Misterioso con tus cosas.

-No hay de qué, Laura. -dije yo.

-Entonces... -continuó ella.- ¿Que sabes de tía Isa?

-Pocos detalles -reconocí.- Pero también un buen nivel de "zorrez".

Laura se volvió a reír fuerte y dijo:

-Tenemos que enterarnos de más cosas, que ya somos mayorcitos.

Asentí. Aunque en el fondo pensaba que estábamos entrando en terreno pantanoso.

Cuando llegamos a Barcelona aparcamos un poco lejos de la sala (al primer sitio que encontramos después de buscar un rato) y nos dirigimos allí, donde iba a ser el concierto. Íbamos un poco apurados de tiempo así que apretamos la marcha. Cuando pudimos entrar, Laura me dijo que la acompañara al servicio de guardarropía porque quería dejar el abrigo. Llegamos allí y se lo quitó para que se lo guardaran durante el concierto. Yo creo que incluso la chica del guardarropa se sorprendió del escote triangular que lucía mi hermana en aquella prenda, que también dejaba los brazos descubiertos al no tener mangas. En cuanto a mi, también me pilló totalmente desprevenido. Aunque las tetas de mi hermana Laura fueran las menos grandes (que no pequeñas) de las chicas de mi familia, con un escote tan espectacular se veían totalmente increíbles.

Intenté disimular mi cara de asombro mientras Laura se volvía a girar hacia mi. Me vio y sonrió cínicamente, creo que me pilló mirándola pero no me mencionó el tema en aquel momento. En vez de eso, me dijo:

-¿Quieres ir a pillar algo a la barra o vamos directamente a coger sitio?

-Como tú quieras -le respondí.

Mi hermana, responsable como siempre, sabía que solo se tomaría una cerveza y nada más si luego tenía que conducir a la vuelta, así que la fuimos a pedir (y también otra para mi) antes de ir a buscar un buen sitio para ver al grupo.

Durante el concierto vi a Laura darlo todo, desahogarse, bailar, saltar... Me pareció una visión angelical (por su belleza en general) y demoníaca (por su tipazo tan tentador). Sus pantalones tejanos le marcaban un culo de 10. "Está buenísima", pensé. El concierto acabó y nos fuimos a recuperar su abrigo.

-¡Como ha molado! -decía ella con una sonrisa de satisfacción.- Necesitaba tanto esto, entre tanta mierda de la facultad...

-Me alegro que hayas disfrutado -le decía yo a punto de despedirme de aquella visión, ya que ella recogía de nuevo su abrigo para volvérselo a poner.

-Mucho -me dijo suspirando tranquila.

Y nos volvimos al coche andando. Al llegar, subí y me volví a sentar en el asiento del copiloto.

-Tengo calor ahora... -murmuró sentada en el volante antes de quitarse de nuevo el abrigo y de descubrir nuevamente su escote en frente de mi. Se puso el cinturón de seguridad y vi como este le quedaba entre sus tetas. Ella sonreía arrancando el coche.

Condujo en silencio hasta que dijo:

-Bueno... Toca volver a la rutina, pero gracias por acompañarme y por todo lo que hemos hablado. Me ha sentado bien y te he conocido un poco más. Aunque te sigas guardando secretitos, yo ya voy viendo por donde van los tiros.

La miré de reojo:

-Gracias a ti también por conducir y por proponérmelo -le dije con cordialidad y un tono de preocupación porque no entendía a qué se refería.- ¿Qué quieres decir con lo de "por donde van los tiros"?

-Pues que cuando te veía a ti también un poco encerrado en casa llegué a pesar que quizás serías asexual o algo así... Pero creo que eres un calentorro como toda tu familia.

-Ay, Laura... -me quejé.- ¿Que quieres que te diga?

-Nada -se rio.- Si estas cosas se ven. Por como echas ciertas miraditas ya se ve que no eres de piedra.

-¿Miraditas? -pregunté aterrado.

-Pero que es muy normal, Roberto -dijo ella bien tranquila.- A mi por ejemplo no me incomoda, si veo que no es algo descarado. Al principio me quedé un poco en shock pero luego ya comprendí que es normalísimo en un chico de tu edad.

-¿De qué estás hablando, Laura? -pregunté un poco sobresaltado.

-Muchas veces me parece que te veo echar miradas a chicas -me explicó.- Y casualmente tu vives con tres chicas. Lo intentas disimular muy bien pero a mi misma alguna vez me has dado algún buen repaso. Y creo que a mamá e incluso a Marta también.

Me volví a quedar mudo. Ella continuó:

-Pero por lo que sé, lo estás gestionando. Si dices que ya te has estrenado ahora tu mente ya se va a centrar en las chicas que conozcas de tu edad.

-Supongo... -dije yo suspirando de nervios.

-Lo que pasa es que sigue sin cuadrarme ni el cuando ni con quién puede haber sucedido esto. -dijo como hablando para ella misma.- Últimamente no te has despegado de mamá...

Temblé aterrorizado. El corazón me latía a mil. Ella lo notó y la vi tragar saliva. También se estaba asustando. Tenía miedo porque parecía empezar a atar cabos con la explicación más lógica, aunque fuera la más retorcida.

-¿Podemos parar un momento? -me dijo.- Por aquí hay una área de descanso.

-Vale... -respondí secamente.

Sacó el coche de la autopista y lo aparcó en un sitio oscuro y absolutamente vacío. Apagó el motor y las luces. Siguió hablando tal y como estábamos, en los asientos del piloto y del copiloto. Medía sus palabras de forma muy premeditada y calmada, aunque se le humedecieron los ojos:

-Roberto... Creo que necesito tu sinceridad al máximo. De verdad. Tan solo dime lo que pasa, porque creo que podré lidiar mucho más con cualquier realidad que con esta incertidumbre que hace días que siento. Creo que tengo derecho a saber lo que ocurre en mi casa.

-Laura -le dije con toda la calma que pude.- No sé qué decirte ni como.

-¿Hasta que punto estás apegado a mamá, Roberto? -me preguntó de forma directa.

Me quedé en silencio. No pude evitar poner la misma expresión que había puesto cuando ella me estaba preguntando si ya había perdido la virginidad. Como aquel que calla y otorga.

-Ya lo veo -suspiró mirando directamente a un árbol que se intuía en la oscuridad de la noche.- Ya lo veo...

Nos quedamos en absoluto silencio. Me empezaron a asomar lágrimas de los ojos porque no sabía lo que ocurriría a partir de ahora. Justamente unos instantes después, comenzó a reírse.

-Lo sabía -dijo.- Era impensable pero era real.

La volví a mirar.

-¡Vaya locura! -se empezó a reír fuerte, rozando el histerismo.- ¡Es lo más loco que he oído en mi vida!

La seguí mirando en silencio. Su risa se fue apagando de forma tranquila.

-Enano, por favor -dejó de reírse del todo y me miró con la expresión más sincera de toda aquella noche.- Me gustaría saberlo todo.

Así fue como intenté contárselo en calma y de forma comprensible. Le expliqué como se había desarrollado todo desde mi accidente y a lo largo de todo el verano. Cuando le conté las partes que también incluían a tía Isabel abrió mucho más los ojos, pero siguió atenta sin interrumpirme.

-Vale... -dijo después de que yo terminara.- Buf, cuantas sensaciones.

La miré para averiguar su estado anímico después de escuchar todo aquello:

-¿Sensaciones? -le pregunté.

-Sí, sensaciones -me respondió.- Hay mucho que procesar en todo lo que me has contado.

Me quedé callado, dándole su espacio hasta que ella misma volvió a hablar.

-O sea, que mamá y tú os permitís vuestros momentos de experimentar y… “pasarlo bien”, pero tú sigues siendo un adolescente que puede seguir haciendo su vida y conocer chicas. Y con tía Isa también... Y la familia sigue intacta ¿No?

-Supongo que así es -respondí con vergüenza.

-Eso es muy de mamá -reflexionó.- Se deja llevar por sus instintos pero usa su lógica responsable para que estas cosas no causen problemas. Ella va a querer proteger a su querida familia siempre unida, pero también te va a dar lo que necesites con todo su deseo y ganas. Tiene lógica.

En aquel momento admiré a Laura por esa sabiduría y conocimiento sobre nuestra propia madre. Un saber que yo nunca había podido apreciar hasta aquel momento. No se lo dije aunque lo consideré. En aquel momento me costaba discernir entre lo que era adecuado decir y lo que no, después de contar tantas intimidades.

-Le voy a enviar un mensaje a mamá -informó Laura.

-¿Como? -dije yo llevándome un susto de muerte.

-¡Para decirle que llegamos tarde, tontainas! -dijo a punto de volverse a reír.- Le puedo decir que nos hemos ido a tomar algo después del concierto. Algo sin alcohol para la conductora, claro. Llevamos aquí un buen rato y si llegamos muy tarde va a estar sufriendo. No le voy a decir por mensaje que estamos hablando de esto.

-De acuerdo… -dije otra vez más apaciguado.

Mientras Laura escribía el mensaje con su teléfono, seguía hablando:

-Sinceramente necesito quedarme un rato aquí porque tengo mucho que procesar. Luego podemos volver tranquilamente a casa.

-Como tú quieras -acepté yo.

Se relajó y se desabrochó el cinturón de seguridad para evitar la molestia que le estaba empezando a causar. Este dejó de taparle su fabuloso canalillo. No hablamos nada más hasta pasados unos minutos, momento en el cual dijo:

-Supongo que la idea de considerar tan siquiera la posibilidad de que mis sospechas fueran ciertas ya me convierte en otra depravada.

La miré en silencio.

-No me malinterpretes -aclaró entre una risa suave.- No digo depravado como despectivo. Supongo que al ponerme en la piel de cualquiera de los dos puedo entender que las cosas hayan ido como han ido. Tú tienes esa edad de curiosidad, de necesidades y de tentaciones como todos tenemos.

-Pero yo no tengo tanto éxito con las chicas como tú lo tienes con los chicos... y con algunas chicas -proclamé mucho más cómodo con la conversación.

-Bueno -respondió.- Porque nunca te has puesto en serio en ello. Ya te daré clases de ligar algún día, pero precisamente feo no eres.

Simplemente me reí. Ella siguió hablando con un tono de suficiencia más habitual en ella:

-Para mi ser promiscua es útil para ver lo que te gusta y lo que no. No de todo se disfruta igual y también conoces a personas de mierda a parte de las majas.

Yo la escuchaba cada vez sintiéndome más a gusto con la conversación. Me costaba de asimilar que la Laura de siempre tenía una información que hasta hacía un momento creía que nunca podría haber sabido y que nuestra relación de hermanos seguía intacta.

-Cuando he estado mal, a veces he intentado distraerme follando mucho -me confesó.- Te distrae, pero si estás realmente mal no te soluciona nada. Se folla mucho mejor estando bien.

Hizo un silencio y luego continuó:

-Gracias por permitirme ser clara contigo, me tranquiliza mucho -dijo.- No esperaba que te incomodara tanto al principio, ya que normalmente tú tienes más facilidad para hablar que yo, pero el secreto que tratabas de proteger era bien gordo. Siento la posición en la que te he puesto antes.

-Yo siento que te lo hayamos tenido que esconder y que lo pasaras mal por eso -le dije.

-Cada uno teníamos nuestros motivos -dijo pensativa antes de continuar con un tono más interrogativo.- Venga va, dime.. ¿Quien folla mejor? ¿Mamá o tía Isa?

-¡Laura...! -me volví a sonrojar.

-Venga, que me muero de la curiosidad… -dijo divertida.

-Mamá es muy cariñosa y me encanta -le expliqué sonriendo con timidez,- sabe dar mucho placer… Nuestra tía ha estado con más gente y es bastante experta y activa en echar polvos más… “intensos”, por así decirlo.

-Me muero… -dijo Laura.- Tal y como me imaginaba. Pero tú has hecho trampa en la vida. Has empezado con dos mujeres experimentadas y mucho mayores que tú.

-Supongo -dije sonrojado.

-Te recomiendo que igualmente vivas tu juventud, ya te lo he dicho. Con chicas más de tu edad que también están descubriendo el mundo. Sal por ahí, conoce a alguien para buscar sitios oscuros para magrearos porque no tenéis casa propia... ¡Para descubrirlo todo con aventuras emocionantes!

-No tengo ni idea de hacer eso.. -dije sonriendo.

-Tú tranquilo, me puedes pedir consejo y una vez llegues ahí te puedes dejar llevar. Se te va a dar bien.

-Nunca te había visto tan interesada por mi bienestar, Laura -le informé.

-Bueno -hizo ella alzando los hombros que tenía desnudos porque su vestimenta no tenía mangas.- Quizás me preocupa la ausencia de figura paterna en este momento de nuestra vida. Ya sabes que lo vivo de forma muy irregular. No soy como tú o como Marta.

Nos quedamos en silencio. Para evitar el bajón de moral ella misma volvió a sacar temas de conversación más tentadores:

-¿Te gusta hacerlo con las dos por igual? Hablo de mamá y tía..

-Supongo que sí -contesté interrumpiéndola.

-¿Las dos te parecen igual de atractivas? -dijo ella cada vez más curiosa por mis respuestas.

-No -sentencié.- Me encantan las dos, pero de diferente forma.

-Explícate -me pidió Laura.

-Por ejemplo -dije,- tía Isa tiene unas piernas y un culazo… En cambio mamá tiene unas tetas…

-¡Ja! -me interrumpió mi hermana.- ¡Las tetas te encantan! Se te nota…

-Es posible -le dije sonriendo con timidez.

Ella se miró el escote y siguió hablando:

-La verdad es que yo no me puedo quejar. Me dicen que son muy buenas tetas, pero en cuanto a tamaño no me puedo comparar a mamá… Y creo que Marta ya me va superando.

-Las tuyas también parecen estar muy bien -dije sin ninguna vergüenza.

-Vaya, vaya, hermanito guarrete... -me dijo mirándome de reojo.- Que tampoco me pierdes de vista a la que enseño un poquito...

Yo simplemente me reí.

-Oye -dijo ella después de otro silencio,- y ya que tanto mamá como tía Isabel están tan cómodas con esto... ¿Nadie ha propuesto un trío?

-¿Un trío? -dije flipando.- ¡Estás fatal! -me reí.

-No me digas que no te gustaría la idea -me desafió Laura.

-Sería brutal, la verdad -murmuré con honestidad.- Pero por mucha confianza que tengan para hablar el tema, ellas son hermanas... Sería muy raro estar los tres ahí.

-¿Hola? -dijo con un sarcasmo muy marcado.- ¿Estoy hablando con el señor "Me Follo a Mi Madre y a Mi Tía"?

Me reí con vergüenza, dejando claro que me divirtió su comentario, pero me estremecí de sus palabras. Me gustó oírla hablar tan directamente y unas expresiones tan explícitas.

-Ya -reflexioné,- supongo que puestos a hacer cosas raras...

-Estoy segura de que el incesto entre hermanos es más común que entre progenitores e hijos.- proclamó ella dándole una mínima importancia al asunto que estaba tratando.

-¿Tú crees? -le dije yo.- Yo es que eso no creo que ocurra a menudo. ¿Eh? Ni una cosa ni la otra... -sentía mucho calor y notaba mi pulso acelerarse. Sabía lo que me estaba ocurriendo.- Supongo que son cosas que podría ser que ocurrieran en algunas familias y nunca salen a la luz, pero seguro que poquísimas.

-Estoy convencida de que sí -dijo mientras me miraba con una expresión que creo que no le había visto hasta la fecha. Mis calores internos se volvieron más notorios.

-Es muy posible -añadí girándome un poco hacia ella.

-Por supuesto -dijo acercándose a mi.

-Segurament.. -y no pude seguir porque me tapó mi boca con la suya. Me dio un morreo intenso, un morreo que empezó suave pero luego se desató, indicando que el deseo había ido en aumento desde hacía rato. Yo recibí el beso con agrado, aunque mi cabeza iba a mil por hora. Cuando nos separamos hablé:

-¿Estás segura de eso?

-No -me respondió cerrando los ojos y en medio de una sonrisa,- pero me apetece mucho hacerlo. Me he puesto muy caliente con la conversación.

Nos volvimos a morrear y me empezó a acariciar el cuello. Cuando nos volvimos a separar me habló ella:

-No puedo ocultarle a mamá que ya lo sé todo, Roberto. Y creo que tampoco deberíamos ocultarle lo que está ocurriendo aquí. Nos podemos sentar los tres y hablarlo. Ninguno va a estar en condiciones de juzgar a nadie. Basta ya de seguir normas si nos apetece ser diferentes. Yo también quiero disfrutar de estas locuras.

-Vale, buscaremos el momento para sincerarnos con mamá -concluí.

-Pero Marta sí que no debe saber nada -siguió Laura.- Ella aún es demasiado joven para gestionar algo así.

-De acuerdo... -respondí mientras ya me dejaba ir entre sus brazos, besando sus labios y su lengua.

Le puse las manos a la cintura y empecé a subir. Me preguntaba hasta donde tendría derecho a llegar con ella, ya que al fin y al cabo seguía siendo mi hermana mayor. Llegué a sus tetas y las empecé a sobar con prudencia, pero vi que le gustaba y empecé a amasarlas con más pasión. No me llenaban tanto la mano como las de tía Isa o (mucho menos) las de mi madre. Pero lo cierto es que notaban algo más tersas y suaves que las únicas que había tocado anteriormente, además de ser lo suficientemente contundentes y abundantes como para disfrutarlas de buena gana. Nos dejamos de morrear y vi una expresión en su mirada casi malvada, cargada con lujuria y deseo y complementada una sonrisa traviesa. Con este mismo semblante fue cuando me dijo:

-¿Ves como no debes perderte lo de estar con una chica más cercana a tu edad en un coche, de noche, y en el saliente de una autopista?

-Empiezo a ver que tienes razón -le dije, supongo que con una expresión parecida a la suya.

-Pues vas a flipar de lo que te voy a hacer en este coche, enano... -me dijo con mucha seguridad.- Aunque...

-Dime -le pedí.

-¿Tienes condones? -preguntó.

-Nop... -respondí. ¿Como los iba a llevar "por si a caso" si solo iba a un concierto con mi hermana mayor?

-Mierda -se quejó ella.- Yo tampoco.

Me quedé en silencio viendo como ponía una expresión de frustración. Me hizo la siguiente pregunta:

-¿Verdad que nadie te la ha mamado en el asiento de atrás de un coche?

-Pues no... -le dije emocionado.

-Pues yo voy a ser la primera. Pero después me enseñas tú si sabes dar placer a un coño.

-Lo haré -afirmé.

Nos fuimos al asiento de atrás y allí nos desatamos más. Le sobé las tetas, el culo, la cintura, sus piernas... Nos íbamos quitando ropa al tiempo que nos morreábamos y ella también acariciaba mi torso, mis brazos, mi entrepierna... Después de quitarle la camiseta le descubrí un sujetador sin aros que le quedaba precioso. Me recreé aún más en sus tetas y en su culo, quitándole los tejanos y descubriendo un tanga de encaje a conjunto. La erección que llevaba era bien rígida en el momento en que me desabrochó la cremallera el pantalón. No tardó mucho en bajarme el bóxer y en liberar mi polla de su prisión. Me miró a los ojos y volvió a sonreír con aquella picardía:

-Nada mal, Enano -comentó mientras me empezaba a masturbar.

-Uff... -suspiré yo rindiéndome al placer que mi hermana me empezó a ofrecer. Ella paró un momento y se lamió los dedos impregnándolos con su saliva antes de continuar haciéndome aquella maravillosa paja.- Esto es increíble, Laura.

-Espera y verás -dijo mientras acercaba su cara a mi polla. La empezó a mamar con muchas ganas e intensidad justo después de darme unos lametones en el tronco y en el glande como preámbulo. La verdad es que lo hacía divinamente y tantos días sin sexo con mi madre o mi tía habían pasado factura, por lo que no podría aguantar demasiado. Tuve que anunciarlo en pocos minutos:

-Laura, no voy a poder aguantar mucho más.

Se sacó mi polla de su boca y me la empezó a menear con fuerza pero también con una muy buena técnica, a la vez que su lengua no se separaba de la punta de mi glande y se movía juguetona por esa misma zona. Esa lengua estaba a punto de recibir una buena descarga de mi esperma. Era evidente cuando me costó trabajo pronunciarlo por todo el placer que estaba sintiendo, pero aún así traté de decirlo:

-Me corro... -anuncié a duras penas al tiempo que ella aceleraba el ritmo de su lengua para intensificar aún más mi placer. Y empezaron a salir los chorros que chocaron inmediatamente con su lengua, a la vez que también le manchaban los labios y caían por el tronco de mi pene pringando la mano con la que me seguía masturbando. Unos segundos después, se la volvió a meter en la boca para intensificar mi placer y dejarme la polla bien limpia, brindándome algún otro espasmo antes de que me pudiera relajar por completo.

Se tragó la cantidad que le había quedado en la boca alzando la cabeza.

-Buf... -dijo ella mirando al vacío.- Ya soy oficialmente del club del incesto... Que fuerte todo, Roberto.

No dije nada y me abalancé sobre ella para volverla a morrear. Su boca sabía un poquito a mi polla, pero no me importó en absoluto, así que seguí jugando con mi lengua contra la suya y empecé a recrearme en tocarla y quitarle el sujetador para poder ver por fin sus tetas. Allí pude apreciar (aunque no había demasiada luz) esas preciosidades contundentes, firmes (las más firmes que había tocado nunca) y redondeadas, con un pezón pequeñito y rosado. Empecé a lamerlas, a chupar aquellos ricos pezones y a amasar aquellos senos apretándolos contra mi cara. Mientras hacía esto, mi mano se dirigió a su entrepierna y empezó a fisgar por la zona, buscando el calor de su coño, que no tardó en encontrar.

-Ay, Roberto... -respiró aceleradamente.- Me vas a volver más loca aún...

No dije nada y continué. Me aparté un poco de ella para poder tener una visión más global de lo que me disponía a hacer. Mis dedos empezaron a presionar su vulva a través de su tanga y ella intensificó el volumen de sus gemidos. Poco después decidí apartar aquel tanga y comprobé que su vagina caliente chorreaba a más no poder. Estaba muy cachonda, aunque yo no sabía si esto sería lo habitual en mi hermana, siendo mi primera vez con ella. Pero entonces me detuve gracias a un momento de lucidez:

-Estás chorreando, Laura.

-Lo sé... -contestó jadeando.- Estoy perrísima...

-Le vamos a manchar el coche a mamá -dije cada vez más preocupado.

-Espera -me ordenó ella volviendo también a tocar de pies en el suelo,- toma.

Me dio el top escotado que se había puesto para el concierto y lo pusimos en el asiento, para que se sentara encima, posando su culo en él. Así sus fluidos vaginales caerían sobre el top y no directamente sobre el asiento. Con el tanga fuera de la ecuación tenía el coño de mi hermana justo delante de mi, abierto y deseoso de atenciones. Rasurado casi en su totalidad pero conservando un poco de pelo recortado que le daba mucha belleza en su parte superior. Mis dedos empezaron a trabajar. Apliqué todo lo aprendido con mi madre y con mi tía ya que quería impresionar a la promiscua y experimentada Laura, quería que viera que su hermano pequeño también se había podido espabilar durante aquel tiempo. Fue así como fui estimulando rincones de su vagina, su clítoris e incluso me aventuré a encontrar su punto G. Veía su expresión y me encantó ver como se llevaba una mano a la cabeza con desesperación mientras arqueaba su cuello de lado a lado. Se empezaba a retorcer de auténtico disfrute y parecía totalmente fuera de si, cada vez de forma más clara y marcada. Decidí ir a lo cómodo y a lo seguro y atacar directamente su clítoris: si se parecía a su madre o a su tía, no habría ningún problema en hacer que se corriera a gusto. Con mi otra mano, masajeé sus tetas.

Y así fue. Sus gemidos se intensificaron a más no poder y se convirtieron en gritos desesperados. Tuvo un orgasmo que hizo que se estremeciera de los pies a la cabeza mientras mis dedos terminaban de machacar su clítoris, bajando la intensidad a la vez que lo hacían sus temblores. Cuando pudo abrir los ojos, me miró fijamente:

-Buff... -y entonces fue ella quien se abalanzó sobre mi con pronunciados morreos de agradecimiento.- Vaya con el hermanito... -añadió al separar lentamente su boca de la mía, con una tierna sonrisa y sus ojitos cerrados.

Después de vestirnos ella retomó la conducción hacia nuestra casa. La parada había sido a medio camino, así que nos quedaban unos pocos kilómetros para llegar:

-Me siento rarísima, la verdad -dijo ella.- Muy contenta pero rarísima... ¿Te acabas acostumbrando a eso y deja de parecerte raro?

-Ya... -le dije con un suspiro.- La verdad es que al principio es como que cuesta de asimilar, por mucho que te guste hacerlo. Pero después ya lo vas encontrando más... "normal".

-Me apetecía un montón hacerlo y me alegro de haber seguido mis instintos -continuó reflexionando ella en un tono mucho más pausado que el del resto de la noche.- Sobretodo sabiendo que no me ibas a juzgar por el bagaje que ya llevabas... La verdad es que verte bien y feliz haciendo una cosa tan atípica me ha dado ganas de probarlo a mi también. Me alegro que te hayas prestado a ello.

-Ha sido un placer -sonreí.- Y de los gordos. La chupas muy bien ¿Eh?

-¡Jajaja! -se rio ella.- Ya sabes, la práctica de haberme comido unas cuantas… Tú también lo tocas la mar de bien. Y eso que en el coche es bastante incómodo...

-Claro, sería mejor en una cama... -respondí.

-Enano -me dijo más solemne.- Tenemos que ir con cuidado porque seguimos siendo una familia. Ya sabes que no soy la mejor oradora del mundo, pero que nos sentemos con mamá y hablemos de esto es muy importante. Aunque su mente se haya ido abriendo de par en par estos últimos meses, quizás le cueste mucho asimilar lo que acaba de ocurrir en su coche. Y quiero que sepa que estoy al corriente de lo que ocurre entre vosotros y que me parece bien. Basta ya de escondernos cosas.

-De acuerdo -dije yo, sintiendo un lógico miedo por si salía mal.- Hablamos con ella cuando no esté Marta en casa, ¿vale?

-Vale. Habrá que buscar el momento -a ella también se la veía nerviosa con la idea.

Cuando llegamos a casa, abrimos la puerta y vimos oscuridad. Marta y nuestra madre ya debían de estar durmiendo. Entramos hasta el pasillo y nos preparamos para ir a la cama. Justo antes de meternos en nuestras habitaciones, nos vimos frente a frente.

-Buenas noches, Enano -me dijo Laura con un susurro delicioso mientras su boca se dirigía a la mía para darme un suave beso en los labios, en absoluto silencio.

-Buenas noches, Laura -le respondí susurrando y sonriendo después de su magnífico beso.

Cada uno se metió en su habitación y fue el momento de quedarse un rato en la cama pensado en todo y en nada. En el pasado, en el presente y en el futuro. En imágenes que cada vez se iban difuminando más hasta que los ojos se cerraran para entrar en el descanso de un placentero sueño.

CONTINUARÁ...
Que relatos mas eroticos, enhorabuena!!
 
Genial, como va in crescendo, un relato estupendo gracias por tu esfuerzo me gusta, esperando su continuación y expectante con lo que pase con Marta o no?
 
CAPÍTULO 9: EL RECELO DE LAURA

No habían pasado demasiados días desde el inicio de curso y los horarios de la rutina habían vuelto a imponerse sobre nuestra familia. Fuera como fuese, mi mamá había empezado sus clases con alegría y entusiasmo, y lo sabíamos por como nos contaba divertidas anécdotas sobre sus chavales. Nos las solía explicar a la hora de la cena, cuando estábamos los cuatro reunidos. Parecía que las risas habían vuelto a ser algo más habitual en nuestra casa, ya que ella estaba visiblemente mucho más animada que al comienzo de las vacaciones, antes del día de mi cumpleaños. Marta disfrutaba mucho de aquel ambiente añadiendo sus carcajadas a las de mi madre, y esta situación me hacía sonreír de felicidad.

Pero ahí también estaba Laura, sentada en silencio y absorta en sus pensamientos. Este hecho no tendría porque causar sorpresa a nadie, pero yo percibía que no solamente lo estaba porque su tipo de humor (mucho más sarcástico) no encajara con el de las otras dos chicas, si no que además escondía algo en sus pensamientos. Durante las últimas semanas había ido encerrando de nuevo su mente, poco a poco y de forma hermética para que sus emociones no afloraran. Daba la sensación de que solamente se comunicaba con nosotros usando los gestos y palabras estrictamente necesarios. Mamá y Marta lo achacarían a su forma de llevar lo de papá, pero yo sin duda notaba algo más que me erizaba la espina dorsal.

Durante esos momentos en familia en los que ella acostumbraba a quedarse en silencio, solía tener también una mirada atenta a lo que decíamos y a los movimientos que hacíamos, con una expresión facial que hacía lo posible por mostrar indiferencia. Eso sí: tal y como prometimos hicimos varias visitas más a nuestro padre y ella vino a todas aunque fuera en este mismo estado anímico.

En cuanto a mi, mi vida había cambiado un poco más, sobretodo por el hecho de haber empezado la universidad (con todo lo que esto implica), pero por lo demás seguía siendo un chico de 18 años un pelín introvertido que veces se tomaba una o dos cervezas con algunas amistades cercanas. Lo que pasa es que, dentro de esa "normalidad", muy de vez en cuando rompía esta rutina y echaba un placentero polvo con mi madre o con mi tía para luego todo volver a nuestro día a día. Pronto entendí lo difícil que sería tener encuentros regulares con mi madre. A parte del tiempo que mis estudios ya que empezaban a quitar de por si, pocas veces se daba la casualidad de que mi madre y yo nos encontráramos en casa a solas y con tiempo suficiente para desatarnos un poquito.

Un domingo después de comer llegó una ocasión que recuerdo con especial morbo. Laura había comido fuera de casa (a saber con quién, pero ya no preguntábamos nada) anunciando que volvería por la tarde para preparar un pequeño examen que tenía aquella semana. Marta se iba a pasar la tarde con sus amigas, y nos encontramos a solas recogiendo la mesa y poniendo los platos en remojo en el fregadero para luego trasladarlos al lavavajillas. Como Marta se acababa de ir, se hizo un silencio que nos llamó la atención. "Estamos solos", pensamos casi con telepatía mirándonos a los ojos.

Ella debió de ver lujuria en la forma en que la miraba porque enseguida dijo:

-Bueno, Laura no sabemos a qué hora puede venir...

-Tienes razón -contesté.- Pero...

-Pero... -dijo ella imitando mi tono.- Jejeje. Yo también tengo ganas, cielo.

-Entonces... -dije sin saber bien como iba a continuar.

-¿Vas muy salido? -preguntó.

-Pues... -dije señalando mi paquete que estaba creciendo por momentos.

-Si te corres rápido lo podemos hacer ahora aquí mismo -me propuso ella.- Yo creo que ya estoy mojada también....

-¡Gracias, mamá! -dije lleno de alegría sonriendo y con el corazón acelerado.- ¡Eres la mejor!

-Lo que tú digas... -se rio con timidez.- Disfrútalo pero termina pronto ¿Vale?

-Vale, mami -dije lleno de ganas mientras ella misma ya se iba bajando las mallas que llevaba estando en casa, juntamente con sus bragas. Después me dio la espalda y se apoyó en la encimera sacando el culo hacia afuera. ¡Que imagen!

Yo me saqué la polla del pantalón y me la agarré para dirigirla a su entrada vaginal desde detrás de ella. Agarré su cadera con mi mano libre empujé hacia adentro con mi pelvis. ¡Que gran delicia meterla de nuevo allí! Me acerqué a ella agachándome un poco y besé sus cuello entre mordiscos dulces. Le dije suave a su oreja:

-Tienes razón, mamá... Ya estabas muy mojada...

-Pues sí... -dijo ella.- Son ya muchos días sin hacerlo.

Moví mi pelvis poco a poco, contrariamente a lo pactado pero disfrutando enormemente de aquella fricción tan lenta. Ella me recordó el trato hecho minutos antes:

-Vamos, Robe, fóllame con ganas hasta descargarlo todo.

Y evidentemente no se puede desobedecer así como así a una madre en ese contexto. Le empecé a dar mucha caña de golpe y a agarrar del culo. Tampoco me olvidé de sus tetas y, aunque no le quité la camiseta, si que las agarré por debajo de ella mientras mi pelvis continuaba con su movimiento frenético, liberándolas parcialmente del sujetador gris que llevaba aquel día:

-Me falta nada... -le dije entre gemidos.

Ella se tocó el clítoris para hacer llegar su orgasmo antes (o durante) de que yo me corriera, ya que también estaba al borde del orgasmo. Yo por mi parte me concentré también en mi propio placer para echar tanto esperma como fuera posible:

-Ah... ora! -dije cerrando los ojos y los dientes mientras ella ya temblaba. No detuve en ningún momento el movimiento de vaivén y eyaculé abundantemente, sintiendo un placer totalmente divino. Ella gemía con una mueca similar.

Seguí deslizando mi pene por el interior de aquella vagina llena de los flujos de mi madre y de mi propio esperma, con mucha menos velocidad para sentir mis queridos espasmos tanto rato como fuera posible. Mi madre respiraba y se recuperaba de aquel polvo fugaz, que creo que no había pasado de los tres minutos. Entonces ella giró su cara, me miró de reojo sonriendo y, aún siendo penetrada por mi, dijo:

-¿Mejor?

-Sí, mami -contesté.- ¿Tú bien?

-Me alegro -sonrió más.- Yo genial.

Y nos besamos en los labios antes de sacársela. Cogió papel de cocina para poder recoger la inminente cascada de semen que empezaría a salir de su coño en cuestión de segundos, ya que había echado un montón aquel día. Después de tirarlo a la basura, llegó el momento de subirse las mallas y continuar ejerciendo de madre responsable diciendo:

-Venga, ayúdame a terminar de meter todo esto en el lavavajillas y luego nos tumbamos a ver una peli de siesta en el sofá.



Y pasaban los días, las semanas e incluso los meses. Todo el mundo en mi familia hacía su vida social y laboral/estudiantil como siempre lo había hecho. Laura, por ejemplo, estaba cambiando su semblante triste y apático por su modo estrés, ya que estaba en su último año de carrera. Eso la volvía aún más irascible que de costumbre, pero ella misma evitaba el contacto humano encerrándose a menudo a la habitación a estudiar para todo lo que le se le venía encima.

Llegó el día de su cumpleaños al empezar el mes de noviembre. No quiso grandes celebraciones y simplemente hicimos una cena especial para darle sus regalos. Con sus amigas se fue a celebrarlo el sábado siguiente, sin decirnos a donde ni como. Su humor no parecía mejorar, y los siguientes días continuó con su expresión enfurruñada de universitaria estresada por los estudios. Un día ella llegó a casa y yo ya había terminado de comer.

-Buenas -la saludé.- ¿Has comido? Ha quedado mucho de las sobras de ayer.

-Pues no -me respondió con la energía muy baja.- Me lo caliento ahora.

Yo seguí a lo mío mientras ella comía en la cocina. La verdad es que verla más seca que nunca me sabía un poco mal y me hubiera gustado animarla. Me decidí por ir a darle conversación. Entré a la cocina como si fuera a buscar cualquier cosa y le pregunté:

-¿Qué tal vas?

-Fatal, gracias -dijo ella con esa sequedad tan característica.- Una mierda todo.

-¿Quieres hablar? -le propuse sin muchas esperanzas.

-Necesito terminar de comer y ponerme a estudiar -me respondió.- Pero... gracias.

Su último agradecimiento me pilló desprevenido. En aquel momento oímos la puerta de casa abrirse y a mi madre saludar inmediatamente después. Mi hermana continuó:

-Así os dejo tranquilos y puedes seguir disfrutando de tu mamitis...

Me dejó helado, ya que el tono le había vuelto a cambiar al borde extremo. ¿Qué habría querido decir con aquello? No respondí y me fui de la cocina aparentando tanta normalidad como pude.

Poco después, con ella ya encerrada en su cuarto, decidí hablar con mi madre. En voz baja le dije:

-Mamá, ¿Tienes un momento?

-Claro, hijo -dijo dirigiendo su atención hacia mi inmediatamente.- ¿Que ocurre?

-Laura me ha hecho un comentario un poco... raro -respondí susurrando.- ¿Tú crees que podría sospechar algo?

-¡Roberto! -susurró ella también.- Ya sabes que es mejor no hablar de esto con tus hermanas en casa, precisamente para que no sospechen...

-Lo sé... -le respondí.- Pero es que me ha dicho que tengo "mamitis"...

-Bueno... -dijo mi madre quedándose un poco pensativa.- Eso puede ser simplemente un comentario de que nos ve muy apegados últimamente. Para sospechar algo más, hay que tener una mente un poco retorcida.

-Supongo... -le dije con cierto alivio.

-Si quieres hablo yo con ella -me propuso.

-¡Que no, mamá! -continué intentando no subir el tono de mis susurros.- Si le damos más importancia va a sospechar más.

-Vale, cariño -aceptó.- Ya veremos como sigue el trimestre. Ahora ella necesita su espacio de calma.

-Okay -seguí.- Gracias por todo.

-De nada -me dijo mientras me daba un abrazo de madre de los de toda la vida pero del que disfruté mucho por sentir sus tetazas apretujándose contra mi pecho.

Y subí a mi cuarto, ya que a mi también me vendría bien repasar un poco del temario que nos estaban dando en la facultad. Al pasar por delante de la puerta de Laura, oí un ruido. Me detuve siendo lo más silencioso que pude. ¿Qué era? Se trataba de un zumbido constante. No... no era constante. A veces se alargaba muchos segundos, a veces se oía de forma intermitente, a veces subía de intensidad y volviéndose más agudo y a veces retornaba a un tono más grave y relajado. ¿Podía ser que..? Ya llevaba unos minutos escuchando en absoluto silencio cuando oí otro ruido. Aquella vez era un gemido, un gemido que Laura intentó ahogar pero se escapó de esa posibilidad. Sonreí con cierto morbo: al parecer Laura estaba haciendo un buen uso de su espacio de calma. Al quedar todo en silencio me puse en estado de alerta. Debía andar hasta mi habitación y encerrarme allí sin que se oyera ninguno de mis pasos. Creo que lo conseguí, andando de la forma más cautelosa que pude. Cuando llegué a mi habitación cerré la puerta y vi mi cama. Mi intención era estudiar, pero antes... Me apeteció hacer yo también un buen uso de mi espacio de calma con una buena paja hasta descargar bien a gusto. Pensé en Laura y me la imaginé disfrutando con su vibrador.

Más tarde, después de hacer un breve repaso a mis apuntes, oí que Laura bajaba las escaleras para ir al piso de abajo, así que pensé que también era el tiempo de tomarme un descanso hasta la hora de la cena. Salí de mi cuarto y caminé por el pasillo, pasando por delante de la habitación de mi hermana mayor, cuya puerta estaba abierta. Con un inocente vistazo, vi un cierto desorden: apuntes y bolígrafos tirados por la mesa, una taza de café sin recoger, un tanga de lencería azul encima de la cama... Me quedé paralizado. Seguramente era el tanga que mi hermana llevaba puesto antes de masturbarse con su juguete vibrador. Su cama estaba muy cerca de la puerta de entrada, ya que nuestras habitaciones son más bien pequeñas, así que lo tenía a pocos metros.

Decidí dar un par de pasos. Decidí agacharme y evitar tocarlo para dejarlo todo como estaba sin que se notara que había entrado unos segundos allí dentro... Pero también decidí acercar mi nariz a la mancha de flujo que se veía en el tanga y olerla. Me embriagué de ese aroma y rápidamente me puse de pie otra vez. Salí de la habitación extasiado por el aroma del flujo vaginal de mi hermana Laura y sintiéndome un poco mal por aquello.



Noviembre trajo los primeros días de frío y alargó las noches, así que los cuatro nos solíamos quedar en casa más a menudo. Los momentos con mi madre eran ya muy escasos y empecé a echarlos mucho de menos. En cuanto a mi tía, algún día pudimos encontrar, pero solía estar más atareada incluso que yo. Un viernes por la tarde mi madre anunció que se iría a cenar con ella, pero que ya nos había dejado preparada la cena.

-No hacía falta que te molestaras -le dije antes de darle un tremendo abrazo para conseguir el único contacto físico que podía tener con ella últimamente.- ¡Muchas gracias, mami!

Cuando me giré hacia Laura, vi su cara de asqueada y me sentó bastante mal.

-Hoy voy a salir con tía Isa, solo un ratillo y vuelvo, que mañana quiero aprovechar bien el sábado. Dijimos que saldríamos más a menudo pero no lo estamos haciendo y queremos aprovechar antes de que haga más frío.

-Vale, mamá. Aquí estaremos -respondió Marta con ternura.

-¿Ninguno de los tres va a salir hoy?

-No, mamá -respondió Laura en un tono fatigado.- Somos estudiantes. Nuestra vida es una mierda y necesitamos descansar.

-Y quizás evadiros un poco... -dijo nuestra progenitora en un alarde de modernidad.- Aunque entiendo que si mañana os tenéis que pasar el día estudiando, prefiráis no salir hoy.

-Estaremos bien -concluí yo.- Pasadlo bien.

-¡Os quiero mucho, Trío Calavera! -nos dijo mi madre con una sonrisa de pura felicidad. A ella sí que le apetecía evadirse.

Se fue y nos quedamos los tres cenando en nuestros pijamas bien anchos, casi en silencio. Realmente, cuando no estaba mamá, costaba que arrancaran las conversaciones. Marta se cansó de hacer estos esfuerzos porque Laura nunca quería seguir comunicándose y a mi me costaba horrores gestionar estas negativas. Después de cenar nos propusimos algún plan conjunto:

-¿Vemos una peli de miedo? -dijo Marta emocionada por su propia idea.

-¡Buena idea! -respondí.

-Vale -dijo Laura.- Al menos un poco de emoción en mi vida...

Marta y yo ya empezábamos a creer que Laura dramatizaba simplemente por el hecho de dramatizar. La verdad es que la película nos pilló un poco desprevenidos y pasamos bastante tensión y algunos sustos. Cuando terminó, dije:

-A ver quien puede dormir ahora.

-La verdad es que yo me muero de sueño -dijo Marta a quien no le suelen desvelar ni siquiera las películas de terror.- Creo que me voy a la cama… ¡Buenas noches!

-Buenas noches... -le dijimos Laura y yo.

Y allí nos quedamos. Cada uno acomodado en un lado del sofá, en completo silencio. Quería romper el hielo pero ya había agotado un montón de estrategias. Probé con algo simple:

-¿Quieres hacer algo?

-No sé... -dijo ella apática.

-¿Pongo la tele? -pregunté.

-Como quieras... -respondió en el mismo tono.

-Laura -dije finalmente.- ¿Quieres hablar de algo?

-¿De qué? -me contestó cambiando un poco el tono a uno que mostraba más interés por romper la situación incómoda en que nos mantenía su silencio.

-De lo que necesites -le respondí.- Siempre decimos que es bueno hablar pero nos terminamos callando la mayor parte del tiempo.

-Es que no me entiendo ni yo, Enano -empezó a desahogarse.- Siento mucha rabia dentro. Siento que soy yo la que no puede seguir. Veo que los demás encontráis razones para seguir adelante y que yo ya me quiero rendir.

-Bueno, supongo que sí -reconocí,- que nos aferramos a lo que podemos, y tú seguro que también encuentras algo.

-Llevo años buscando algo, buscando un "lo que sea" -me contó.- Y siento que siempre me falta algo, que nunca estoy en paz.

-No creo que ninguno estemos totalmente en paz, Laura -le puntualicé.- Supongo que solamente encontramos un mínimo equilibrio para seguir adelante.

-Pues yo no encuentro ni eso, Roberto -me confesó.- Y me dais rabia -se le empezaron a empañar los ojos.- Me da rabia cuando os veo felices. Y sé que está mal sentir rabia por eso... pero es que no lo puedo controlar. Y me jode no poder controlarlo. Y te puedes hacer daño...

-¿Daño? -pregunté sorprendido.- ¿A qué te refieres?.

-Creo que la... "conexión" que has hecho con mamá... -dijo un poco más serena y en un tono de hermana mayor más experimentada.- Está bien que nos cuidemos como familia, pero creo que no te toca eso ya por edad.

Me quedé mudo y entré en pánico. Seguí escuchando.

-Me parece como que tenéis una co-dependencia un poco rara. Seguramente nuestra situación familiar lo ha generado pero este verano he visto un cambio en mamá y en ti... No quiero que se haga daño ella proyectando la imagen de papá en ti.

Seguí impertérrito y callado mientras ella seguía hablando.

-Y tú tienes 18 años. No sales a airearte, te quedas mucho en casa para hacerle compañía. ¿No te apetece salir y conocer chicas, por ejemplo? ¡O chicos, me da igual! ¡No te pierdas esa etapa! Ainara se veía que te gustaba... ¿Ya no quedas con ella?

Y ahí se calló después de soltar esta retahíla de opiniones inesperadas. Supuse que me tocaba hablar a mi:

-Bueno... Creo que estás exagerando.

Ella calmó su tono:

-Lo siento, pero es que me sorprende a veces que no tengas ciertas inquietudes propias de tu edad.

-No eres mucho mayor que yo -le dije calmándome.

-¡Por eso mismo! Yo, aunque no encuentre mi calma, sigo buscándola fuera de casa. Sigo distrayéndome, porque si no ya sí que no puedo con mi vida.

-Bien por ti... -le dije con aprobación.

-¿Y tú? -me empezó a interrogar.- Es que tengo la sospecha de que sigues siendo virgen y que te importa poco. Y eso es raro en un tío de 18.

-¿Yo? -me sonrojé de repente.

Y me observó con mucha atención para luego añadir:

-Aunque no sé... Algo en ti ha cambiado.

Miré al suelo sin saber bien qué decir.

-Venga -me dijo ella con un tono más divertido y relajado.- ¡Confiesa, que no se lo contaré a nadie..!

-Bueno, yo... -empecé a decir sin saber como iba a seguir. Entonces sonaron las llaves de la puerta de casa. Mi madre entró en casa e interrumpió la conversación.

-¡Buenas noches! -nos saludó. Parecía totalmente sobria.- ¿Marta ya duerme?

-Buenas noches -dijimos mirándola.- Sí.

-Bien, yo me voy a acostar en nada. -nos contó bostezando.

-Sí -añadió Laura,- yo también. ¡Buenas noches!

La miré de reojo.

-¿Seguimos hablando mañana? -me dijo bajito con una sonrisa cómplice cuando mi madre se alejó de nosotros.

-Vale... -contesté yo.

-Buenas noches, Enano -dijo al levantarse del sofá y sonriendo.- Tenías razón. Me ha venido bien hablar.

-Buenas noches... -le dije a ella. No sabía muy bien lo que había pasado, pero la había visto sonreír. Supongo que eso era un alivio. Cuando me fui a la cama me costó mucho conciliar el sueño. No entendía muy bien si Laura era capaz de sospechar lo que ocurría realmente en mi vida y sufría imaginando los escenarios en los que me seguía interrogando. Tenía que pensar que podía decir en cada caso. Creo que tardé horas en dormirme.

. . .

El día siguiente levanté con la pereza típica de un sábado y con la sensación de no haber dormido lo suficiente. Me fui a la cocina a desayunar y allí estaban las otras tres habitantes de la casa.

-¿Que planes tenéis para hoy? -nos preguntó mi madre.

-Estudiar, y luego estudiar un poco más -dijo Laura tomándose un café bien cargado.- Nos van a dar bien por el culo con los exámenes de este curso.

-Y luego vacaciones de Navidad -dijo mi madre intentando dirigir la conversación al optimismo.

-Y por la noche me molaría ir a un concierto que hacen en Barcelona -continuó mi hermana mayor.- ¿Te podría pillar el coche?

-Uhm -dijo mamá.- Pues yo no lo necesito -reconoció.- Si lo cuidas como siempre, no hay problema.

-Gracias, mamá -le dijo Laura. Luego me miró a mí.- ¿Te quieres venir, Enano?

-¡Hostia! -dije con sorpresa. No sería la primera vez que mi hermana me llevaba a algún conciertillo con el coche de mamá. Tanto a mi como a ella nos gustaba bastante el mismo estilo de música y en verano no habíamos podido ir juntos a ningún bolo debido a mi accidente.- ¿Quién toca?

-New Model Army -anunció ella.

-No los he escuchado mucho, pero me apunto -le dije casi instintivamente. Me apetecía salir de concierto, aunque eso implicara que seguramente ella seguiría con sus preguntas. Imaginé que si me apuntaba con sus amigos no habría ningún momento de interrogatorio incómodo. Marta se terminó su desayuno mientras hablábamos y tuve en consideración la posibilidad de que ella nos acompañara también, pero sus gustos musicales eran un poco diferentes a los de Laura y míos, por lo que no solía apuntarse a este tipo de planes.

-¡Que bien! -dijo mi madre.- Hacía una eternidad que no hacíais planes juntos.

-¡Yo también me alegro! -dijo Marta.- ¡Espero que os vaya genial! A mi me apetece quedarme aquí para una noche de videojuegos.

Al recoger la mesa, le comenté lo siguiente a Laura:

-Gracias por invitarme a venir al concierto. Espero que no le moleste que me acople a la gente que ya vaya contigo.

-¿A qué gente? -dijo ella levantando una ceja.- Si solo vamos a ir tu y yo.

Me quedé callado.

. . .

-¿Estás listo, Enano? -me preguntó mi hermana mayor antes de salir.

-¡Voy! -le dije mientras me dirigía a la puerta de nuestra casa. Allí estaba ella, con una larga chaqueta puesta para no tener frío.

Nos fuimos al parking y buscamos el coche de mi madre, que Laura abrió con el mando a distancia de las llaves. Poco después ya estábamos en marcha por las carreteras que nos llevarían a la ciudad donde tendría lugar el concierto. Yo iba en el asiento del copiloto y Laura conducía. Los dos íbamos en silencio.

-La verdad es que me apetece mucho ir -dijo ella.- Suerte que aún quedaban entradas.

-Pues sí -respondí yo.- Yo pensaba que ya tenías este plan desde hacía tiempo con amigos tuyos.

-Nop -me explicó.- Había visto el anuncio del concierto pero no ha sido hasta hoy que me he decidido por ir. Suerte que me has querido acompañar.

-Gracias a ti por decírmelo -añadí.

-Entonces... -dijo ella después de coger aire.- ¿Te apetece seguir con lo que hablábamos ayer? La verdad es que el chisme me animó pero creo que debería disculparme por si fui demasiado invasiva.

-No te preocupes... -le contesté.- Prefiero eso que verte encerrada dentro de ti misma como estabas antes de la conversación.

-Ya, lo siento -se disculpó. De verdad que estaba irreconocible.- Tengo un carácter de mierda y tengo que hacer esfuerzos.

-Que no te ralles, Laura... -le dije.- No hay problema.

-Además, te juzgué por como estás llevándolo tú, cuando yo lo llevo peor... -reflexionó ella.- Tú al menos sabes pasar tiempo con mamá y distraerla, aunque me sigue preocupando que sea demasiado y que te estés perdiendo tu juventud.

-No te preocupes tampoco por eso, Laura -le repetí.

Ella se empezó a reír y habló en broma:

-Si quieres hoy en el concierto buscamos a alguna chica mona para ti y le pedimos el móvil.

-Muy graciosa -dije con sarcasmo.- Si voy contigo se van a pensar que ya tengo plan.

-¡Ja! -dijo ella.- Ya te gustaría a ti estar con alguien tan pibón y con tanta experiencia como yo.

-¿Qué dices, Laura? -me reí tímidamente.

-¿Qué te crees? -me preguntó.- Si te digo que te recomiendo no saltarte la época del tonteo y el ligoteo, es porque sé como se puede llegar a disfrutar.

-Vaya, vaya... -le dije.- Así que hoy eres tú la sincera.

-Pues sí, ya eres mayorcito como para poder hablarte de según qué. Aunque sigo sin saber qué grado de experiencia tienes tú.

-Bueno, Laura -intenté aparentar tranquilidad sonriendo.- Tengo la que tengo, no hace falta entrar en detalles.

-O sea que seguro que algo has tenido -reflexionó ella,- aunque no sé ni el qué, ni con quién, ni cuando...

-¡Ni donde! -la corté yo intentando bromear con una sonrisa nerviosa.- Y no pasa nada -continué con mucha diplomacia.- Veo que tú tienes ganas de sincerarte, pero yo creo que aún no estoy preparado para contarte según qué. Lo siento.

-Y voy a respetarlo. -continuó.- Pero no es nada de que avergonzarte. Yo estado con muchos chicos, y hasta con alguna chica.

-¿De verdad? -le dije poniendo unos ojos como platos.- ¿Con chicas también?

-Sí, Roberto -dijo asintiendo con orgullo.- Tu hermana mayor es bisexual.

Entendí aún más como el hecho de hablar de esos temas mejoraba el estado anímico de Laura.

-Que fuerte -dije.

-Bueno, al final es algo muy normal -se rio ella.- Por eso te digo, que por mucha vergüenza que te de contar tus cosas, seguro que tampoco son para tanto.

Hice una mueca. Mi secreto con mi madre y con mi tía era un tabú social extremadamente grande. Dijera lo que dijera Laura, esto superaría todas sus expectativas y le podría causar un shock con consecuencias inimaginables.

-Lo importante es que lo que nos contemos no salga de ahí -me especificó.- Hay gente muy maja pero también hay mucho imbécil suelto que no conviene que tenga información de más. Yo nunca me he querido comprometer en una relación, pero siempre he intentado ser clara en ese aspecto para intentar no herir a nadie.

-Has salido a nuestra tía... -dije yo casi sin pensar. Se hizo el silencio.

-¡Supongo! -se carcajeó.- Aunque tampoco me lo ha contado nunca a mi directamente. Mamá es la que sabe todos sus chismes.

-Ya... -hice yo.

-¿Tú sabes detalles? -Me preguntó con interés.- Sería curioso...

-¿Curioso? -pregunté con nerviosismo.-

-Sí -hizo ella.- Curioso porque también pareces bastante apegado a tía Isa y algo te habría podido contar. Además has sido tú quien acaba de decir que yo he salido a ella en cuanto al nivel de "zorrez".

-¡Laura! -le dije al oír esa palabra. Nunca la había oído hablar así. Ella se descojonó:

-¡Que no pasa nada, no lo digo como nada malo! Ya te digo que siempre ha sido para pasarlo bien simplemente, pero siempre con precaución y cabeza.

-Claro... -volví a percibir la faceta responsable de mi hermana.- Eso siempre.

-Bueno, Roberto -me dijo sonriendo.- Gracias por animarme con la posibilidad de chismear así contigo. Con Marta no me atrevo porque es muy joven, pero contigo mola. Aunque quieras seguir siendo Mr.Misterioso con tus cosas.

-No hay de qué, Laura. -dije yo.

-Entonces... -continuó ella.- ¿Que sabes de tía Isa?

-Pocos detalles -reconocí.- Pero también un buen nivel de "zorrez".

Laura se volvió a reír fuerte y dijo:

-Tenemos que enterarnos de más cosas, que ya somos mayorcitos.

Asentí. Aunque en el fondo pensaba que estábamos entrando en terreno pantanoso.

Cuando llegamos a Barcelona aparcamos un poco lejos de la sala (al primer sitio que encontramos después de buscar un rato) y nos dirigimos allí, donde iba a ser el concierto. Íbamos un poco apurados de tiempo así que apretamos la marcha. Cuando pudimos entrar, Laura me dijo que la acompañara al servicio de guardarropía porque quería dejar el abrigo. Llegamos allí y se lo quitó para que se lo guardaran durante el concierto. Yo creo que incluso la chica del guardarropa se sorprendió del escote triangular que lucía mi hermana en aquella prenda, que también dejaba los brazos descubiertos al no tener mangas. En cuanto a mi, también me pilló totalmente desprevenido. Aunque las tetas de mi hermana Laura fueran las menos grandes (que no pequeñas) de las chicas de mi familia, con un escote tan espectacular se veían totalmente increíbles.

Intenté disimular mi cara de asombro mientras Laura se volvía a girar hacia mi. Me vio y sonrió cínicamente, creo que me pilló mirándola pero no me mencionó el tema en aquel momento. En vez de eso, me dijo:

-¿Quieres ir a pillar algo a la barra o vamos directamente a coger sitio?

-Como tú quieras -le respondí.

Mi hermana, responsable como siempre, sabía que solo se tomaría una cerveza y nada más si luego tenía que conducir a la vuelta, así que la fuimos a pedir (y también otra para mi) antes de ir a buscar un buen sitio para ver al grupo.

Durante el concierto vi a Laura darlo todo, desahogarse, bailar, saltar... Me pareció una visión angelical (por su belleza en general) y demoníaca (por su tipazo tan tentador). Sus pantalones tejanos le marcaban un culo de 10. "Está buenísima", pensé. El concierto acabó y nos fuimos a recuperar su abrigo.

-¡Como ha molado! -decía ella con una sonrisa de satisfacción.- Necesitaba tanto esto, entre tanta mierda de la facultad...

-Me alegro que hayas disfrutado -le decía yo a punto de despedirme de aquella visión, ya que ella recogía de nuevo su abrigo para volvérselo a poner.

-Mucho -me dijo suspirando tranquila.

Y nos volvimos al coche andando. Al llegar, subí y me volví a sentar en el asiento del copiloto.

-Tengo calor ahora... -murmuró sentada en el volante antes de quitarse de nuevo el abrigo y de descubrir nuevamente su escote en frente de mi. Se puso el cinturón de seguridad y vi como este le quedaba entre sus tetas. Ella sonreía arrancando el coche.

Condujo en silencio hasta que dijo:

-Bueno... Toca volver a la rutina, pero gracias por acompañarme y por todo lo que hemos hablado. Me ha sentado bien y te he conocido un poco más. Aunque te sigas guardando secretitos, yo ya voy viendo por donde van los tiros.

La miré de reojo:

-Gracias a ti también por conducir y por proponérmelo -le dije con cordialidad y un tono de preocupación porque no entendía a qué se refería.- ¿Qué quieres decir con lo de "por donde van los tiros"?

-Pues que cuando te veía a ti también un poco encerrado en casa llegué a pesar que quizás serías asexual o algo así... Pero creo que eres un calentorro como toda tu familia.

-Ay, Laura... -me quejé.- ¿Que quieres que te diga?

-Nada -se rio.- Si estas cosas se ven. Por como echas ciertas miraditas ya se ve que no eres de piedra.

-¿Miraditas? -pregunté aterrado.

-Pero que es muy normal, Roberto -dijo ella bien tranquila.- A mi por ejemplo no me incomoda, si veo que no es algo descarado. Al principio me quedé un poco en shock pero luego ya comprendí que es normalísimo en un chico de tu edad.

-¿De qué estás hablando, Laura? -pregunté un poco sobresaltado.

-Muchas veces me parece que te veo echar miradas a chicas -me explicó.- Y casualmente tu vives con tres chicas. Lo intentas disimular muy bien pero a mi misma alguna vez me has dado algún buen repaso. Y creo que a mamá e incluso a Marta también.

Me volví a quedar mudo. Ella continuó:

-Pero por lo que sé, lo estás gestionando. Si dices que ya te has estrenado ahora tu mente ya se va a centrar en las chicas que conozcas de tu edad.

-Supongo... -dije yo suspirando de nervios.

-Lo que pasa es que sigue sin cuadrarme ni el cuando ni con quién puede haber sucedido esto. -dijo como hablando para ella misma.- Últimamente no te has despegado de mamá...

Temblé aterrorizado. El corazón me latía a mil. Ella lo notó y la vi tragar saliva. También se estaba asustando. Tenía miedo porque parecía empezar a atar cabos con la explicación más lógica, aunque fuera la más retorcida.

-¿Podemos parar un momento? -me dijo.- Por aquí hay una área de descanso.

-Vale... -respondí secamente.

Sacó el coche de la autopista y lo aparcó en un sitio oscuro y absolutamente vacío. Apagó el motor y las luces. Siguió hablando tal y como estábamos, en los asientos del piloto y del copiloto. Medía sus palabras de forma muy premeditada y calmada, aunque se le humedecieron los ojos:

-Roberto... Creo que necesito tu sinceridad al máximo. De verdad. Tan solo dime lo que pasa, porque creo que podré lidiar mucho más con cualquier realidad que con esta incertidumbre que hace días que siento. Creo que tengo derecho a saber lo que ocurre en mi casa.

-Laura -le dije con toda la calma que pude.- No sé qué decirte ni como.

-¿Hasta que punto estás apegado a mamá, Roberto? -me preguntó de forma directa.

Me quedé en silencio. No pude evitar poner la misma expresión que había puesto cuando ella me estaba preguntando si ya había perdido la virginidad. Como aquel que calla y otorga.

-Ya lo veo -suspiró mirando directamente a un árbol que se intuía en la oscuridad de la noche.- Ya lo veo...

Nos quedamos en absoluto silencio. Me empezaron a asomar lágrimas de los ojos porque no sabía lo que ocurriría a partir de ahora. Justamente unos instantes después, comenzó a reírse.

-Lo sabía -dijo.- Era impensable pero era real.

La volví a mirar.

-¡Vaya locura! -se empezó a reír fuerte, rozando el histerismo.- ¡Es lo más loco que he oído en mi vida!

La seguí mirando en silencio. Su risa se fue apagando de forma tranquila.

-Enano, por favor -dejó de reírse del todo y me miró con la expresión más sincera de toda aquella noche.- Me gustaría saberlo todo.

Así fue como intenté contárselo en calma y de forma comprensible. Le expliqué como se había desarrollado todo desde mi accidente y a lo largo de todo el verano. Cuando le conté las partes que también incluían a tía Isabel abrió mucho más los ojos, pero siguió atenta sin interrumpirme.

-Vale... -dijo después de que yo terminara.- Buf, cuantas sensaciones.

La miré para averiguar su estado anímico después de escuchar todo aquello:

-¿Sensaciones? -le pregunté.

-Sí, sensaciones -me respondió.- Hay mucho que procesar en todo lo que me has contado.

Me quedé callado, dándole su espacio hasta que ella misma volvió a hablar.

-O sea, que mamá y tú os permitís vuestros momentos de experimentar y… “pasarlo bien”, pero tú sigues siendo un adolescente que puede seguir haciendo su vida y conocer chicas. Y con tía Isa también... Y la familia sigue intacta ¿No?

-Supongo que así es -respondí con vergüenza.

-Eso es muy de mamá -reflexionó.- Se deja llevar por sus instintos pero usa su lógica responsable para que estas cosas no causen problemas. Ella va a querer proteger a su querida familia siempre unida, pero también te va a dar lo que necesites con todo su deseo y ganas. Tiene lógica.

En aquel momento admiré a Laura por esa sabiduría y conocimiento sobre nuestra propia madre. Un saber que yo nunca había podido apreciar hasta aquel momento. No se lo dije aunque lo consideré. En aquel momento me costaba discernir entre lo que era adecuado decir y lo que no, después de contar tantas intimidades.

-Le voy a enviar un mensaje a mamá -informó Laura.

-¿Como? -dije yo llevándome un susto de muerte.

-¡Para decirle que llegamos tarde, tontainas! -dijo a punto de volverse a reír.- Le puedo decir que nos hemos ido a tomar algo después del concierto. Algo sin alcohol para la conductora, claro. Llevamos aquí un buen rato y si llegamos muy tarde va a estar sufriendo. No le voy a decir por mensaje que estamos hablando de esto.

-De acuerdo… -dije otra vez más apaciguado.

Mientras Laura escribía el mensaje con su teléfono, seguía hablando:

-Sinceramente necesito quedarme un rato aquí porque tengo mucho que procesar. Luego podemos volver tranquilamente a casa.

-Como tú quieras -acepté yo.

Se relajó y se desabrochó el cinturón de seguridad para evitar la molestia que le estaba empezando a causar. Este dejó de taparle su fabuloso canalillo. No hablamos nada más hasta pasados unos minutos, momento en el cual dijo:

-Supongo que la idea de considerar tan siquiera la posibilidad de que mis sospechas fueran ciertas ya me convierte en otra depravada.

La miré en silencio.

-No me malinterpretes -aclaró entre una risa suave.- No digo depravado como despectivo. Supongo que al ponerme en la piel de cualquiera de los dos puedo entender que las cosas hayan ido como han ido. Tú tienes esa edad de curiosidad, de necesidades y de tentaciones como todos tenemos.

-Pero yo no tengo tanto éxito con las chicas como tú lo tienes con los chicos... y con algunas chicas -proclamé mucho más cómodo con la conversación.

-Bueno -respondió.- Porque nunca te has puesto en serio en ello. Ya te daré clases de ligar algún día, pero precisamente feo no eres.

Simplemente me reí. Ella siguió hablando con un tono de suficiencia más habitual en ella:

-Para mi ser promiscua es útil para ver lo que te gusta y lo que no. No de todo se disfruta igual y también conoces a personas de mierda a parte de las majas.

Yo la escuchaba cada vez sintiéndome más a gusto con la conversación. Me costaba de asimilar que la Laura de siempre tenía una información que hasta hacía un momento creía que nunca podría haber sabido y que nuestra relación de hermanos seguía intacta.

-Cuando he estado mal, a veces he intentado distraerme follando mucho -me confesó.- Te distrae, pero si estás realmente mal no te soluciona nada. Se folla mucho mejor estando bien.

Hizo un silencio y luego continuó:

-Gracias por permitirme ser clara contigo, me tranquiliza mucho -dijo.- No esperaba que te incomodara tanto al principio, ya que normalmente tú tienes más facilidad para hablar que yo, pero el secreto que tratabas de proteger era bien gordo. Siento la posición en la que te he puesto antes.

-Yo siento que te lo hayamos tenido que esconder y que lo pasaras mal por eso -le dije.

-Cada uno teníamos nuestros motivos -dijo pensativa antes de continuar con un tono más interrogativo.- Venga va, dime.. ¿Quien folla mejor? ¿Mamá o tía Isa?

-¡Laura...! -me volví a sonrojar.

-Venga, que me muero de la curiosidad… -dijo divertida.

-Mamá es muy cariñosa y me encanta -le expliqué sonriendo con timidez,- sabe dar mucho placer… Nuestra tía ha estado con más gente y es bastante experta y activa en echar polvos más… “intensos”, por así decirlo.

-Me muero… -dijo Laura.- Tal y como me imaginaba. Pero tú has hecho trampa en la vida. Has empezado con dos mujeres experimentadas y mucho mayores que tú.

-Supongo -dije sonrojado.

-Te recomiendo que igualmente vivas tu juventud, ya te lo he dicho. Con chicas más de tu edad que también están descubriendo el mundo. Sal por ahí, conoce a alguien para buscar sitios oscuros para magrearos porque no tenéis casa propia... ¡Para descubrirlo todo con aventuras emocionantes!

-No tengo ni idea de hacer eso.. -dije sonriendo.

-Tú tranquilo, me puedes pedir consejo y una vez llegues ahí te puedes dejar llevar. Se te va a dar bien.

-Nunca te había visto tan interesada por mi bienestar, Laura -le informé.

-Bueno -hizo ella alzando los hombros que tenía desnudos porque su vestimenta no tenía mangas.- Quizás me preocupa la ausencia de figura paterna en este momento de nuestra vida. Ya sabes que lo vivo de forma muy irregular. No soy como tú o como Marta.

Nos quedamos en silencio. Para evitar el bajón de moral ella misma volvió a sacar temas de conversación más tentadores:

-¿Te gusta hacerlo con las dos por igual? Hablo de mamá y tía..

-Supongo que sí -contesté interrumpiéndola.

-¿Las dos te parecen igual de atractivas? -dijo ella cada vez más curiosa por mis respuestas.

-No -sentencié.- Me encantan las dos, pero de diferente forma.

-Explícate -me pidió Laura.

-Por ejemplo -dije,- tía Isa tiene unas piernas y un culazo… En cambio mamá tiene unas tetas…

-¡Ja! -me interrumpió mi hermana.- ¡Las tetas te encantan! Se te nota…

-Es posible -le dije sonriendo con timidez.

Ella se miró el escote y siguió hablando:

-La verdad es que yo no me puedo quejar. Me dicen que son muy buenas tetas, pero en cuanto a tamaño no me puedo comparar a mamá… Y creo que Marta ya me va superando.

-Las tuyas también parecen estar muy bien -dije sin ninguna vergüenza.

-Vaya, vaya, hermanito guarrete... -me dijo mirándome de reojo.- Que tampoco me pierdes de vista a la que enseño un poquito...

Yo simplemente me reí.

-Oye -dijo ella después de otro silencio,- y ya que tanto mamá como tía Isabel están tan cómodas con esto... ¿Nadie ha propuesto un trío?

-¿Un trío? -dije flipando.- ¡Estás fatal! -me reí.

-No me digas que no te gustaría la idea -me desafió Laura.

-Sería brutal, la verdad -murmuré con honestidad.- Pero por mucha confianza que tengan para hablar el tema, ellas son hermanas... Sería muy raro estar los tres ahí.

-¿Hola? -dijo con un sarcasmo muy marcado.- ¿Estoy hablando con el señor "Me Follo a Mi Madre y a Mi Tía"?

Me reí con vergüenza, dejando claro que me divirtió su comentario, pero me estremecí de sus palabras. Me gustó oírla hablar tan directamente y unas expresiones tan explícitas.

-Ya -reflexioné,- supongo que puestos a hacer cosas raras...

-Estoy segura de que el incesto entre hermanos es más común que entre progenitores e hijos.- proclamó ella dándole una mínima importancia al asunto que estaba tratando.

-¿Tú crees? -le dije yo.- Yo es que eso no creo que ocurra a menudo. ¿Eh? Ni una cosa ni la otra... -sentía mucho calor y notaba mi pulso acelerarse. Sabía lo que me estaba ocurriendo.- Supongo que son cosas que podría ser que ocurrieran en algunas familias y nunca salen a la luz, pero seguro que poquísimas.

-Estoy convencida de que sí -dijo mientras me miraba con una expresión que creo que no le había visto hasta la fecha. Mis calores internos se volvieron más notorios.

-Es muy posible -añadí girándome un poco hacia ella.

-Por supuesto -dijo acercándose a mi.

-Segurament.. -y no pude seguir porque me tapó mi boca con la suya. Me dio un morreo intenso, un morreo que empezó suave pero luego se desató, indicando que el deseo había ido en aumento desde hacía rato. Yo recibí el beso con agrado, aunque mi cabeza iba a mil por hora. Cuando nos separamos hablé:

-¿Estás segura de eso?

-No -me respondió cerrando los ojos y en medio de una sonrisa,- pero me apetece mucho hacerlo. Me he puesto muy caliente con la conversación.

Nos volvimos a morrear y me empezó a acariciar el cuello. Cuando nos volvimos a separar me habló ella:

-No puedo ocultarle a mamá que ya lo sé todo, Roberto. Y creo que tampoco deberíamos ocultarle lo que está ocurriendo aquí. Nos podemos sentar los tres y hablarlo. Ninguno va a estar en condiciones de juzgar a nadie. Basta ya de seguir normas si nos apetece ser diferentes. Yo también quiero disfrutar de estas locuras.

-Vale, buscaremos el momento para sincerarnos con mamá -concluí.

-Pero Marta sí que no debe saber nada -siguió Laura.- Ella aún es demasiado joven para gestionar algo así.

-De acuerdo... -respondí mientras ya me dejaba ir entre sus brazos, besando sus labios y su lengua.

Le puse las manos a la cintura y empecé a subir. Me preguntaba hasta donde tendría derecho a llegar con ella, ya que al fin y al cabo seguía siendo mi hermana mayor. Llegué a sus tetas y las empecé a sobar con prudencia, pero vi que le gustaba y empecé a amasarlas con más pasión. No me llenaban tanto la mano como las de tía Isa o (mucho menos) las de mi madre. Pero lo cierto es que notaban algo más tersas y suaves que las únicas que había tocado anteriormente, además de ser lo suficientemente contundentes y abundantes como para disfrutarlas de buena gana. Nos dejamos de morrear y vi una expresión en su mirada casi malvada, cargada con lujuria y deseo y complementada una sonrisa traviesa. Con este mismo semblante fue cuando me dijo:

-¿Ves como no debes perderte lo de estar con una chica más cercana a tu edad en un coche, de noche, y en el saliente de una autopista?

-Empiezo a ver que tienes razón -le dije, supongo que con una expresión parecida a la suya.

-Pues vas a flipar de lo que te voy a hacer en este coche, enano... -me dijo con mucha seguridad.- Aunque...

-Dime -le pedí.

-¿Tienes condones? -preguntó.

-Nop... -respondí. ¿Como los iba a llevar "por si a caso" si solo iba a un concierto con mi hermana mayor?

-Mierda -se quejó ella.- Yo tampoco.

Me quedé en silencio viendo como ponía una expresión de frustración. Me hizo la siguiente pregunta:

-¿Verdad que nadie te la ha mamado en el asiento de atrás de un coche?

-Pues no... -le dije emocionado.

-Pues yo voy a ser la primera. Pero después me enseñas tú si sabes dar placer a un coño.

-Lo haré -afirmé.

Nos fuimos al asiento de atrás y allí nos desatamos más. Le sobé las tetas, el culo, la cintura, sus piernas... Nos íbamos quitando ropa al tiempo que nos morreábamos y ella también acariciaba mi torso, mis brazos, mi entrepierna... Después de quitarle la camiseta le descubrí un sujetador sin aros que le quedaba precioso. Me recreé aún más en sus tetas y en su culo, quitándole los tejanos y descubriendo un tanga de encaje a conjunto. La erección que llevaba era bien rígida en el momento en que me desabrochó la cremallera el pantalón. No tardó mucho en bajarme el bóxer y en liberar mi polla de su prisión. Me miró a los ojos y volvió a sonreír con aquella picardía:

-Nada mal, Enano -comentó mientras me empezaba a masturbar.

-Uff... -suspiré yo rindiéndome al placer que mi hermana me empezó a ofrecer. Ella paró un momento y se lamió los dedos impregnándolos con su saliva antes de continuar haciéndome aquella maravillosa paja.- Esto es increíble, Laura.

-Espera y verás -dijo mientras acercaba su cara a mi polla. La empezó a mamar con muchas ganas e intensidad justo después de darme unos lametones en el tronco y en el glande como preámbulo. La verdad es que lo hacía divinamente y tantos días sin sexo con mi madre o mi tía habían pasado factura, por lo que no podría aguantar demasiado. Tuve que anunciarlo en pocos minutos:

-Laura, no voy a poder aguantar mucho más.

Se sacó mi polla de su boca y me la empezó a menear con fuerza pero también con una muy buena técnica, a la vez que su lengua no se separaba de la punta de mi glande y se movía juguetona por esa misma zona. Esa lengua estaba a punto de recibir una buena descarga de mi esperma. Era evidente cuando me costó trabajo pronunciarlo por todo el placer que estaba sintiendo, pero aún así traté de decirlo:

-Me corro... -anuncié a duras penas al tiempo que ella aceleraba el ritmo de su lengua para intensificar aún más mi placer. Y empezaron a salir los chorros que chocaron inmediatamente con su lengua, a la vez que también le manchaban los labios y caían por el tronco de mi pene pringando la mano con la que me seguía masturbando. Unos segundos después, se la volvió a meter en la boca para intensificar mi placer y dejarme la polla bien limpia, brindándome algún otro espasmo antes de que me pudiera relajar por completo.

Se tragó la cantidad que le había quedado en la boca alzando la cabeza.

-Buf... -dijo ella mirando al vacío.- Ya soy oficialmente del club del incesto... Que fuerte todo, Roberto.

No dije nada y me abalancé sobre ella para volverla a morrear. Su boca sabía un poquito a mi polla, pero no me importó en absoluto, así que seguí jugando con mi lengua contra la suya y empecé a recrearme en tocarla y quitarle el sujetador para poder ver por fin sus tetas. Allí pude apreciar (aunque no había demasiada luz) esas preciosidades contundentes, firmes (las más firmes que había tocado nunca) y redondeadas, con un pezón pequeñito y rosado. Empecé a lamerlas, a chupar aquellos ricos pezones y a amasar aquellos senos apretándolos contra mi cara. Mientras hacía esto, mi mano se dirigió a su entrepierna y empezó a fisgar por la zona, buscando el calor de su coño, que no tardó en encontrar.

-Ay, Roberto... -respiró aceleradamente.- Me vas a volver más loca aún...

No dije nada y continué. Me aparté un poco de ella para poder tener una visión más global de lo que me disponía a hacer. Mis dedos empezaron a presionar su vulva a través de su tanga y ella intensificó el volumen de sus gemidos. Poco después decidí apartar aquel tanga y comprobé que su vagina caliente chorreaba a más no poder. Estaba muy cachonda, aunque yo no sabía si esto sería lo habitual en mi hermana, siendo mi primera vez con ella. Pero entonces me detuve gracias a un momento de lucidez:

-Estás chorreando, Laura.

-Lo sé... -contestó jadeando.- Estoy perrísima...

-Le vamos a manchar el coche a mamá -dije cada vez más preocupado.

-Espera -me ordenó ella volviendo también a tocar de pies en el suelo,- toma.

Me dio el top escotado que se había puesto para el concierto y lo pusimos en el asiento, para que se sentara encima, posando su culo en él. Así sus fluidos vaginales caerían sobre el top y no directamente sobre el asiento. Con el tanga fuera de la ecuación tenía el coño de mi hermana justo delante de mi, abierto y deseoso de atenciones. Rasurado casi en su totalidad pero conservando un poco de pelo recortado que le daba mucha belleza en su parte superior. Mis dedos empezaron a trabajar. Apliqué todo lo aprendido con mi madre y con mi tía ya que quería impresionar a la promiscua y experimentada Laura, quería que viera que su hermano pequeño también se había podido espabilar durante aquel tiempo. Fue así como fui estimulando rincones de su vagina, su clítoris e incluso me aventuré a encontrar su punto G. Veía su expresión y me encantó ver como se llevaba una mano a la cabeza con desesperación mientras arqueaba su cuello de lado a lado. Se empezaba a retorcer de auténtico disfrute y parecía totalmente fuera de si, cada vez de forma más clara y marcada. Decidí ir a lo cómodo y a lo seguro y atacar directamente su clítoris: si se parecía a su madre o a su tía, no habría ningún problema en hacer que se corriera a gusto. Con mi otra mano, masajeé sus tetas.

Y así fue. Sus gemidos se intensificaron a más no poder y se convirtieron en gritos desesperados. Tuvo un orgasmo que hizo que se estremeciera de los pies a la cabeza mientras mis dedos terminaban de machacar su clítoris, bajando la intensidad a la vez que lo hacían sus temblores. Cuando pudo abrir los ojos, me miró fijamente:

-Buff... -y entonces fue ella quien se abalanzó sobre mi con pronunciados morreos de agradecimiento.- Vaya con el hermanito... -añadió al separar lentamente su boca de la mía, con una tierna sonrisa y sus ojitos cerrados.

Después de vestirnos ella retomó la conducción hacia nuestra casa. La parada había sido a medio camino, así que nos quedaban unos pocos kilómetros para llegar:

-Me siento rarísima, la verdad -dijo ella.- Muy contenta pero rarísima... ¿Te acabas acostumbrando a eso y deja de parecerte raro?

-Ya... -le dije con un suspiro.- La verdad es que al principio es como que cuesta de asimilar, por mucho que te guste hacerlo. Pero después ya lo vas encontrando más... "normal".

-Me apetecía un montón hacerlo y me alegro de haber seguido mis instintos -continuó reflexionando ella en un tono mucho más pausado que el del resto de la noche.- Sobretodo sabiendo que no me ibas a juzgar por el bagaje que ya llevabas... La verdad es que verte bien y feliz haciendo una cosa tan atípica me ha dado ganas de probarlo a mi también. Me alegro que te hayas prestado a ello.

-Ha sido un placer -sonreí.- Y de los gordos. La chupas muy bien ¿Eh?

-¡Jajaja! -se rio ella.- Ya sabes, la práctica de haberme comido unas cuantas… Tú también lo tocas la mar de bien. Y eso que en el coche es bastante incómodo...

-Claro, sería mejor en una cama... -respondí.

-Enano -me dijo más solemne.- Tenemos que ir con cuidado porque seguimos siendo una familia. Ya sabes que no soy la mejor oradora del mundo, pero que nos sentemos con mamá y hablemos de esto es muy importante. Aunque su mente se haya ido abriendo de par en par estos últimos meses, quizás le cueste mucho asimilar lo que acaba de ocurrir en su coche. Y quiero que sepa que estoy al corriente de lo que ocurre entre vosotros y que me parece bien. Basta ya de escondernos cosas.

-De acuerdo -dije yo, sintiendo un lógico miedo por si salía mal.- Hablamos con ella cuando no esté Marta en casa, ¿vale?

-Vale. Habrá que buscar el momento -a ella también se la veía nerviosa con la idea.

Cuando llegamos a casa, abrimos la puerta y vimos oscuridad. Marta y nuestra madre ya debían de estar durmiendo. Entramos hasta el pasillo y nos preparamos para ir a la cama. Justo antes de meternos en nuestras habitaciones, nos vimos frente a frente.

-Buenas noches, Enano -me dijo Laura con un susurro delicioso mientras su boca se dirigía a la mía para darme un suave beso en los labios, en absoluto silencio.

-Buenas noches, Laura -le respondí susurrando y sonriendo después de su magnífico beso.

Cada uno se metió en su habitación y fue el momento de quedarse un rato en la cama pensado en todo y en nada. En el pasado, en el presente y en el futuro. En imágenes que cada vez se iban difuminando más hasta que los ojos se cerraran para entrar en el descanso de un placentero sueño.

CONTINUARÁ...
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