CAPÍTULO 9: EL RECELO DE LAURA
No habían pasado demasiados días desde el inicio de curso y los horarios de la rutina habían vuelto a imponerse sobre nuestra familia. Fuera como fuese, mi mamá había empezado sus clases con alegría y entusiasmo, y lo sabíamos por como nos contaba divertidas anécdotas sobre sus chavales. Nos las solía explicar a la hora de la cena, cuando estábamos los cuatro reunidos. Parecía que las risas habían vuelto a ser algo más habitual en nuestra casa, ya que ella estaba visiblemente mucho más animada que al comienzo de las vacaciones, antes del día de mi cumpleaños. Marta disfrutaba mucho de aquel ambiente añadiendo sus carcajadas a las de mi madre, y esta situación me hacía sonreír de felicidad.
Pero ahí también estaba Laura, sentada en silencio y absorta en sus pensamientos. Este hecho no tendría porque causar sorpresa a nadie, pero yo percibía que no solamente lo estaba porque su tipo de humor (mucho más sarcástico) no encajara con el de las otras dos chicas, si no que además escondía algo en sus pensamientos. Durante las últimas semanas había ido encerrando de nuevo su mente, poco a poco y de forma hermética para que sus emociones no afloraran. Daba la sensación de que solamente se comunicaba con nosotros usando los gestos y palabras estrictamente necesarios. Mamá y Marta lo achacarían a su forma de llevar lo de papá, pero yo sin duda notaba algo más que me erizaba la espina dorsal.
Durante esos momentos en familia en los que ella acostumbraba a quedarse en silencio, solía tener también una mirada atenta a lo que decíamos y a los movimientos que hacíamos, con una expresión facial que hacía lo posible por mostrar indiferencia. Eso sí: tal y como prometimos hicimos varias visitas más a nuestro padre y ella vino a todas aunque fuera en este mismo estado anímico.
En cuanto a mi, mi vida había cambiado un poco más, sobretodo por el hecho de haber empezado la universidad (con todo lo que esto implica), pero por lo demás seguía siendo un chico de 18 años un pelín introvertido que veces se tomaba una o dos cervezas con algunas amistades cercanas. Lo que pasa es que, dentro de esa "normalidad", muy de vez en cuando rompía esta rutina y echaba un placentero polvo con mi madre o con mi tía para luego todo volver a nuestro día a día. Pronto entendí lo difícil que sería tener encuentros regulares con mi madre. A parte del tiempo que mis estudios ya que empezaban a quitar de por si, pocas veces se daba la casualidad de que mi madre y yo nos encontráramos en casa a solas y con tiempo suficiente para desatarnos un poquito.
Un domingo después de comer llegó una ocasión que recuerdo con especial morbo. Laura había comido fuera de casa (a saber con quién, pero ya no preguntábamos nada) anunciando que volvería por la tarde para preparar un pequeño examen que tenía aquella semana. Marta se iba a pasar la tarde con sus amigas, y nos encontramos a solas recogiendo la mesa y poniendo los platos en remojo en el fregadero para luego trasladarlos al lavavajillas. Como Marta se acababa de ir, se hizo un silencio que nos llamó la atención. "Estamos solos", pensamos casi con telepatía mirándonos a los ojos.
Ella debió de ver lujuria en la forma en que la miraba porque enseguida dijo:
-Bueno, Laura no sabemos a qué hora puede venir...
-Tienes razón -contesté.- Pero...
-Pero... -dijo ella imitando mi tono.- Jejeje. Yo también tengo ganas, cielo.
-Entonces... -dije sin saber bien como iba a continuar.
-¿Vas muy salido? -preguntó.
-Pues... -dije señalando mi paquete que estaba creciendo por momentos.
-Si te corres rápido lo podemos hacer ahora aquí mismo -me propuso ella.- Yo creo que ya estoy mojada también....
-¡Gracias, mamá! -dije lleno de alegría sonriendo y con el corazón acelerado.- ¡Eres la mejor!
-Lo que tú digas... -se rio con timidez.- Disfrútalo pero termina pronto ¿Vale?
-Vale, mami -dije lleno de ganas mientras ella misma ya se iba bajando las mallas que llevaba estando en casa, juntamente con sus bragas. Después me dio la espalda y se apoyó en la encimera sacando el culo hacia afuera. ¡Que imagen!
Yo me saqué la polla del pantalón y me la agarré para dirigirla a su entrada vaginal desde detrás de ella. Agarré su cadera con mi mano libre empujé hacia adentro con mi pelvis. ¡Que gran delicia meterla de nuevo allí! Me acerqué a ella agachándome un poco y besé sus cuello entre mordiscos dulces. Le dije suave a su oreja:
-Tienes razón, mamá... Ya estabas muy mojada...
-Pues sí... -dijo ella.- Son ya muchos días sin hacerlo.
Moví mi pelvis poco a poco, contrariamente a lo pactado pero disfrutando enormemente de aquella fricción tan lenta. Ella me recordó el trato hecho minutos antes:
-Vamos, Robe, fóllame con ganas hasta descargarlo todo.
Y evidentemente no se puede desobedecer así como así a una madre en ese contexto. Le empecé a dar mucha caña de golpe y a agarrar del culo. Tampoco me olvidé de sus tetas y, aunque no le quité la camiseta, si que las agarré por debajo de ella mientras mi pelvis continuaba con su movimiento frenético, liberándolas parcialmente del sujetador gris que llevaba aquel día:
-Me falta nada... -le dije entre gemidos.
Ella se tocó el clítoris para hacer llegar su orgasmo antes (o durante) de que yo me corriera, ya que también estaba al borde del orgasmo. Yo por mi parte me concentré también en mi propio placer para echar tanto esperma como fuera posible:
-Ah... ora! -dije cerrando los ojos y los dientes mientras ella ya temblaba. No detuve en ningún momento el movimiento de vaivén y eyaculé abundantemente, sintiendo un placer totalmente divino. Ella gemía con una mueca similar.
Seguí deslizando mi pene por el interior de aquella vagina llena de los flujos de mi madre y de mi propio esperma, con mucha menos velocidad para sentir mis queridos espasmos tanto rato como fuera posible. Mi madre respiraba y se recuperaba de aquel polvo fugaz, que creo que no había pasado de los tres minutos. Entonces ella giró su cara, me miró de reojo sonriendo y, aún siendo penetrada por mi, dijo:
-¿Mejor?
-Sí, mami -contesté.- ¿Tú bien?
-Me alegro -sonrió más.- Yo genial.
Y nos besamos en los labios antes de sacársela. Cogió papel de cocina para poder recoger la inminente cascada de semen que empezaría a salir de su coño en cuestión de segundos, ya que había echado un montón aquel día. Después de tirarlo a la basura, llegó el momento de subirse las mallas y continuar ejerciendo de madre responsable diciendo:
-Venga, ayúdame a terminar de meter todo esto en el lavavajillas y luego nos tumbamos a ver una peli de siesta en el sofá.
…
Y pasaban los días, las semanas e incluso los meses. Todo el mundo en mi familia hacía su vida social y laboral/estudiantil como siempre lo había hecho. Laura, por ejemplo, estaba cambiando su semblante triste y apático por su modo estrés, ya que estaba en su último año de carrera. Eso la volvía aún más irascible que de costumbre, pero ella misma evitaba el contacto humano encerrándose a menudo a la habitación a estudiar para todo lo que le se le venía encima.
Llegó el día de su cumpleaños al empezar el mes de noviembre. No quiso grandes celebraciones y simplemente hicimos una cena especial para darle sus regalos. Con sus amigas se fue a celebrarlo el sábado siguiente, sin decirnos a donde ni como. Su humor no parecía mejorar, y los siguientes días continuó con su expresión enfurruñada de universitaria estresada por los estudios. Un día ella llegó a casa y yo ya había terminado de comer.
-Buenas -la saludé.- ¿Has comido? Ha quedado mucho de las sobras de ayer.
-Pues no -me respondió con la energía muy baja.- Me lo caliento ahora.
Yo seguí a lo mío mientras ella comía en la cocina. La verdad es que verla más seca que nunca me sabía un poco mal y me hubiera gustado animarla. Me decidí por ir a darle conversación. Entré a la cocina como si fuera a buscar cualquier cosa y le pregunté:
-¿Qué tal vas?
-Fatal, gracias -dijo ella con esa sequedad tan característica.- Una mierda todo.
-¿Quieres hablar? -le propuse sin muchas esperanzas.
-Necesito terminar de comer y ponerme a estudiar -me respondió.- Pero... gracias.
Su último agradecimiento me pilló desprevenido. En aquel momento oímos la puerta de casa abrirse y a mi madre saludar inmediatamente después. Mi hermana continuó:
-Así os dejo tranquilos y puedes seguir disfrutando de tu mamitis...
Me dejó helado, ya que el tono le había vuelto a cambiar al borde extremo. ¿Qué habría querido decir con aquello? No respondí y me fui de la cocina aparentando tanta normalidad como pude.
Poco después, con ella ya encerrada en su cuarto, decidí hablar con mi madre. En voz baja le dije:
-Mamá, ¿Tienes un momento?
-Claro, hijo -dijo dirigiendo su atención hacia mi inmediatamente.- ¿Que ocurre?
-Laura me ha hecho un comentario un poco... raro -respondí susurrando.- ¿Tú crees que podría sospechar algo?
-¡Roberto! -susurró ella también.- Ya sabes que es mejor no hablar de esto con tus hermanas en casa, precisamente para que no sospechen...
-Lo sé... -le respondí.- Pero es que me ha dicho que tengo "mamitis"...
-Bueno... -dijo mi madre quedándose un poco pensativa.- Eso puede ser simplemente un comentario de que nos ve muy apegados últimamente. Para sospechar algo más, hay que tener una mente un poco retorcida.
-Supongo... -le dije con cierto alivio.
-Si quieres hablo yo con ella -me propuso.
-¡Que no, mamá! -continué intentando no subir el tono de mis susurros.- Si le damos más importancia va a sospechar más.
-Vale, cariño -aceptó.- Ya veremos como sigue el trimestre. Ahora ella necesita su espacio de calma.
-Okay -seguí.- Gracias por todo.
-De nada -me dijo mientras me daba un abrazo de madre de los de toda la vida pero del que disfruté mucho por sentir sus tetazas apretujándose contra mi pecho.
Y subí a mi cuarto, ya que a mi también me vendría bien repasar un poco del temario que nos estaban dando en la facultad. Al pasar por delante de la puerta de Laura, oí un ruido. Me detuve siendo lo más silencioso que pude. ¿Qué era? Se trataba de un zumbido constante. No... no era constante. A veces se alargaba muchos segundos, a veces se oía de forma intermitente, a veces subía de intensidad y volviéndose más agudo y a veces retornaba a un tono más grave y relajado. ¿Podía ser que..? Ya llevaba unos minutos escuchando en absoluto silencio cuando oí otro ruido. Aquella vez era un gemido, un gemido que Laura intentó ahogar pero se escapó de esa posibilidad. Sonreí con cierto morbo: al parecer Laura estaba haciendo un buen uso de su espacio de calma. Al quedar todo en silencio me puse en estado de alerta. Debía andar hasta mi habitación y encerrarme allí sin que se oyera ninguno de mis pasos. Creo que lo conseguí, andando de la forma más cautelosa que pude. Cuando llegué a mi habitación cerré la puerta y vi mi cama. Mi intención era estudiar, pero antes... Me apeteció hacer yo también un buen uso de mi espacio de calma con una buena paja hasta descargar bien a gusto. Pensé en Laura y me la imaginé disfrutando con su vibrador.
Más tarde, después de hacer un breve repaso a mis apuntes, oí que Laura bajaba las escaleras para ir al piso de abajo, así que pensé que también era el tiempo de tomarme un descanso hasta la hora de la cena. Salí de mi cuarto y caminé por el pasillo, pasando por delante de la habitación de mi hermana mayor, cuya puerta estaba abierta. Con un inocente vistazo, vi un cierto desorden: apuntes y bolígrafos tirados por la mesa, una taza de café sin recoger, un tanga de lencería azul encima de la cama... Me quedé paralizado. Seguramente era el tanga que mi hermana llevaba puesto antes de masturbarse con su juguete vibrador. Su cama estaba muy cerca de la puerta de entrada, ya que nuestras habitaciones son más bien pequeñas, así que lo tenía a pocos metros.
Decidí dar un par de pasos. Decidí agacharme y evitar tocarlo para dejarlo todo como estaba sin que se notara que había entrado unos segundos allí dentro... Pero también decidí acercar mi nariz a la mancha de flujo que se veía en el tanga y olerla. Me embriagué de ese aroma y rápidamente me puse de pie otra vez. Salí de la habitación extasiado por el aroma del flujo vaginal de mi hermana Laura y sintiéndome un poco mal por aquello.
…
Noviembre trajo los primeros días de frío y alargó las noches, así que los cuatro nos solíamos quedar en casa más a menudo. Los momentos con mi madre eran ya muy escasos y empecé a echarlos mucho de menos. En cuanto a mi tía, algún día pudimos encontrar, pero solía estar más atareada incluso que yo. Un viernes por la tarde mi madre anunció que se iría a cenar con ella, pero que ya nos había dejado preparada la cena.
-No hacía falta que te molestaras -le dije antes de darle un tremendo abrazo para conseguir el único contacto físico que podía tener con ella últimamente.- ¡Muchas gracias, mami!
Cuando me giré hacia Laura, vi su cara de asqueada y me sentó bastante mal.
-Hoy voy a salir con tía Isa, solo un ratillo y vuelvo, que mañana quiero aprovechar bien el sábado. Dijimos que saldríamos más a menudo pero no lo estamos haciendo y queremos aprovechar antes de que haga más frío.
-Vale, mamá. Aquí estaremos -respondió Marta con ternura.
-¿Ninguno de los tres va a salir hoy?
-No, mamá -respondió Laura en un tono fatigado.- Somos estudiantes. Nuestra vida es una mierda y necesitamos descansar.
-Y quizás evadiros un poco... -dijo nuestra progenitora en un alarde de modernidad.- Aunque entiendo que si mañana os tenéis que pasar el día estudiando, prefiráis no salir hoy.
-Estaremos bien -concluí yo.- Pasadlo bien.
-¡Os quiero mucho, Trío Calavera! -nos dijo mi madre con una sonrisa de pura felicidad. A ella sí que le apetecía evadirse.
Se fue y nos quedamos los tres cenando en nuestros pijamas bien anchos, casi en silencio. Realmente, cuando no estaba mamá, costaba que arrancaran las conversaciones. Marta se cansó de hacer estos esfuerzos porque Laura nunca quería seguir comunicándose y a mi me costaba horrores gestionar estas negativas. Después de cenar nos propusimos algún plan conjunto:
-¿Vemos una peli de miedo? -dijo Marta emocionada por su propia idea.
-¡Buena idea! -respondí.
-Vale -dijo Laura.- Al menos un poco de emoción en mi vida...
Marta y yo ya empezábamos a creer que Laura dramatizaba simplemente por el hecho de dramatizar. La verdad es que la película nos pilló un poco desprevenidos y pasamos bastante tensión y algunos sustos. Cuando terminó, dije:
-A ver quien puede dormir ahora.
-La verdad es que yo me muero de sueño -dijo Marta a quien no le suelen desvelar ni siquiera las películas de terror.- Creo que me voy a la cama… ¡Buenas noches!
-Buenas noches... -le dijimos Laura y yo.
Y allí nos quedamos. Cada uno acomodado en un lado del sofá, en completo silencio. Quería romper el hielo pero ya había agotado un montón de estrategias. Probé con algo simple:
-¿Quieres hacer algo?
-No sé... -dijo ella apática.
-¿Pongo la tele? -pregunté.
-Como quieras... -respondió en el mismo tono.
-Laura -dije finalmente.- ¿Quieres hablar de algo?
-¿De qué? -me contestó cambiando un poco el tono a uno que mostraba más interés por romper la situación incómoda en que nos mantenía su silencio.
-De lo que necesites -le respondí.- Siempre decimos que es bueno hablar pero nos terminamos callando la mayor parte del tiempo.
-Es que no me entiendo ni yo, Enano -empezó a desahogarse.- Siento mucha rabia dentro. Siento que soy yo la que no puede seguir. Veo que los demás encontráis razones para seguir adelante y que yo ya me quiero rendir.
-Bueno, supongo que sí -reconocí,- que nos aferramos a lo que podemos, y tú seguro que también encuentras algo.
-Llevo años buscando algo, buscando un "lo que sea" -me contó.- Y siento que siempre me falta algo, que nunca estoy en paz.
-No creo que ninguno estemos totalmente en paz, Laura -le puntualicé.- Supongo que solamente encontramos un mínimo equilibrio para seguir adelante.
-Pues yo no encuentro ni eso, Roberto -me confesó.- Y me dais rabia -se le empezaron a empañar los ojos.- Me da rabia cuando os veo felices. Y sé que está mal sentir rabia por eso... pero es que no lo puedo controlar. Y me jode no poder controlarlo. Y te puedes hacer daño...
-¿Daño? -pregunté sorprendido.- ¿A qué te refieres?.
-Creo que la... "conexión" que has hecho con mamá... -dijo un poco más serena y en un tono de hermana mayor más experimentada.- Está bien que nos cuidemos como familia, pero creo que no te toca eso ya por edad.
Me quedé mudo y entré en pánico. Seguí escuchando.
-Me parece como que tenéis una co-dependencia un poco rara. Seguramente nuestra situación familiar lo ha generado pero este verano he visto un cambio en mamá y en ti... No quiero que se haga daño ella proyectando la imagen de papá en ti.
Seguí impertérrito y callado mientras ella seguía hablando.
-Y tú tienes 18 años. No sales a airearte, te quedas mucho en casa para hacerle compañía. ¿No te apetece salir y conocer chicas, por ejemplo? ¡O chicos, me da igual! ¡No te pierdas esa etapa! Ainara se veía que te gustaba... ¿Ya no quedas con ella?
Y ahí se calló después de soltar esta retahíla de opiniones inesperadas. Supuse que me tocaba hablar a mi:
-Bueno... Creo que estás exagerando.
Ella calmó su tono:
-Lo siento, pero es que me sorprende a veces que no tengas ciertas inquietudes propias de tu edad.
-No eres mucho mayor que yo -le dije calmándome.
-¡Por eso mismo! Yo, aunque no encuentre mi calma, sigo buscándola fuera de casa. Sigo distrayéndome, porque si no ya sí que no puedo con mi vida.
-Bien por ti... -le dije con aprobación.
-¿Y tú? -me empezó a interrogar.- Es que tengo la sospecha de que sigues siendo virgen y que te importa poco. Y eso es raro en un tío de 18.
-¿Yo? -me sonrojé de repente.
Y me observó con mucha atención para luego añadir:
-Aunque no sé... Algo en ti ha cambiado.
Miré al suelo sin saber bien qué decir.
-Venga -me dijo ella con un tono más divertido y relajado.- ¡Confiesa, que no se lo contaré a nadie..!
-Bueno, yo... -empecé a decir sin saber como iba a seguir. Entonces sonaron las llaves de la puerta de casa. Mi madre entró en casa e interrumpió la conversación.
-¡Buenas noches! -nos saludó. Parecía totalmente sobria.- ¿Marta ya duerme?
-Buenas noches -dijimos mirándola.- Sí.
-Bien, yo me voy a acostar en nada. -nos contó bostezando.
-Sí -añadió Laura,- yo también. ¡Buenas noches!
La miré de reojo.
-¿Seguimos hablando mañana? -me dijo bajito con una sonrisa cómplice cuando mi madre se alejó de nosotros.
-Vale... -contesté yo.
-Buenas noches, Enano -dijo al levantarse del sofá y sonriendo.- Tenías razón. Me ha venido bien hablar.
-Buenas noches... -le dije a ella. No sabía muy bien lo que había pasado, pero la había visto sonreír. Supongo que eso era un alivio. Cuando me fui a la cama me costó mucho conciliar el sueño. No entendía muy bien si Laura era capaz de sospechar lo que ocurría realmente en mi vida y sufría imaginando los escenarios en los que me seguía interrogando. Tenía que pensar que podía decir en cada caso. Creo que tardé horas en dormirme.
. . .
El día siguiente levanté con la pereza típica de un sábado y con la sensación de no haber dormido lo suficiente. Me fui a la cocina a desayunar y allí estaban las otras tres habitantes de la casa.
-¿Que planes tenéis para hoy? -nos preguntó mi madre.
-Estudiar, y luego estudiar un poco más -dijo Laura tomándose un café bien cargado.- Nos van a dar bien por el culo con los exámenes de este curso.
-Y luego vacaciones de Navidad -dijo mi madre intentando dirigir la conversación al optimismo.
-Y por la noche me molaría ir a un concierto que hacen en Barcelona -continuó mi hermana mayor.- ¿Te podría pillar el coche?
-Uhm -dijo mamá.- Pues yo no lo necesito -reconoció.- Si lo cuidas como siempre, no hay problema.
-Gracias, mamá -le dijo Laura. Luego me miró a mí.- ¿Te quieres venir, Enano?
-¡Hostia! -dije con sorpresa. No sería la primera vez que mi hermana me llevaba a algún conciertillo con el coche de mamá. Tanto a mi como a ella nos gustaba bastante el mismo estilo de música y en verano no habíamos podido ir juntos a ningún bolo debido a mi accidente.- ¿Quién toca?
-New Model Army -anunció ella.
-No los he escuchado mucho, pero me apunto -le dije casi instintivamente. Me apetecía salir de concierto, aunque eso implicara que seguramente ella seguiría con sus preguntas. Imaginé que si me apuntaba con sus amigos no habría ningún momento de interrogatorio incómodo. Marta se terminó su desayuno mientras hablábamos y tuve en consideración la posibilidad de que ella nos acompañara también, pero sus gustos musicales eran un poco diferentes a los de Laura y míos, por lo que no solía apuntarse a este tipo de planes.
-¡Que bien! -dijo mi madre.- Hacía una eternidad que no hacíais planes juntos.
-¡Yo también me alegro! -dijo Marta.- ¡Espero que os vaya genial! A mi me apetece quedarme aquí para una noche de videojuegos.
Al recoger la mesa, le comenté lo siguiente a Laura:
-Gracias por invitarme a venir al concierto. Espero que no le moleste que me acople a la gente que ya vaya contigo.
-¿A qué gente? -dijo ella levantando una ceja.- Si solo vamos a ir tu y yo.
Me quedé callado.
. . .
-¿Estás listo, Enano? -me preguntó mi hermana mayor antes de salir.
-¡Voy! -le dije mientras me dirigía a la puerta de nuestra casa. Allí estaba ella, con una larga chaqueta puesta para no tener frío.
Nos fuimos al parking y buscamos el coche de mi madre, que Laura abrió con el mando a distancia de las llaves. Poco después ya estábamos en marcha por las carreteras que nos llevarían a la ciudad donde tendría lugar el concierto. Yo iba en el asiento del copiloto y Laura conducía. Los dos íbamos en silencio.
-La verdad es que me apetece mucho ir -dijo ella.- Suerte que aún quedaban entradas.
-Pues sí -respondí yo.- Yo pensaba que ya tenías este plan desde hacía tiempo con amigos tuyos.
-Nop -me explicó.- Había visto el anuncio del concierto pero no ha sido hasta hoy que me he decidido por ir. Suerte que me has querido acompañar.
-Gracias a ti por decírmelo -añadí.
-Entonces... -dijo ella después de coger aire.- ¿Te apetece seguir con lo que hablábamos ayer? La verdad es que el chisme me animó pero creo que debería disculparme por si fui demasiado invasiva.
-No te preocupes... -le contesté.- Prefiero eso que verte encerrada dentro de ti misma como estabas antes de la conversación.
-Ya, lo siento -se disculpó. De verdad que estaba irreconocible.- Tengo un carácter de mierda y tengo que hacer esfuerzos.
-Que no te ralles, Laura... -le dije.- No hay problema.
-Además, te juzgué por como estás llevándolo tú, cuando yo lo llevo peor... -reflexionó ella.- Tú al menos sabes pasar tiempo con mamá y distraerla, aunque me sigue preocupando que sea demasiado y que te estés perdiendo tu juventud.
-No te preocupes tampoco por eso, Laura -le repetí.
Ella se empezó a reír y habló en broma:
-Si quieres hoy en el concierto buscamos a alguna chica mona para ti y le pedimos el móvil.
-Muy graciosa -dije con sarcasmo.- Si voy contigo se van a pensar que ya tengo plan.
-¡Ja! -dijo ella.- Ya te gustaría a ti estar con alguien tan pibón y con tanta experiencia como yo.
-¿Qué dices, Laura? -me reí tímidamente.
-¿Qué te crees? -me preguntó.- Si te digo que te recomiendo no saltarte la época del tonteo y el ligoteo, es porque sé como se puede llegar a disfrutar.
-Vaya, vaya... -le dije.- Así que hoy eres tú la sincera.
-Pues sí, ya eres mayorcito como para poder hablarte de según qué. Aunque sigo sin saber qué grado de experiencia tienes tú.
-Bueno, Laura -intenté aparentar tranquilidad sonriendo.- Tengo la que tengo, no hace falta entrar en detalles.
-O sea que seguro que algo has tenido -reflexionó ella,- aunque no sé ni el qué, ni con quién, ni cuando...
-¡Ni donde! -la corté yo intentando bromear con una sonrisa nerviosa.- Y no pasa nada -continué con mucha diplomacia.- Veo que tú tienes ganas de sincerarte, pero yo creo que aún no estoy preparado para contarte según qué. Lo siento.
-Y voy a respetarlo. -continuó.- Pero no es nada de que avergonzarte. Yo estado con muchos chicos, y hasta con alguna chica.
-¿De verdad? -le dije poniendo unos ojos como platos.- ¿Con chicas también?
-Sí, Roberto -dijo asintiendo con orgullo.- Tu hermana mayor es bisexual.
Entendí aún más como el hecho de hablar de esos temas mejoraba el estado anímico de Laura.
-Que fuerte -dije.
-Bueno, al final es algo muy normal -se rio ella.- Por eso te digo, que por mucha vergüenza que te de contar tus cosas, seguro que tampoco son para tanto.
Hice una mueca. Mi secreto con mi madre y con mi tía era un tabú social extremadamente grande. Dijera lo que dijera Laura, esto superaría todas sus expectativas y le podría causar un shock con consecuencias inimaginables.
-Lo importante es que lo que nos contemos no salga de ahí -me especificó.- Hay gente muy maja pero también hay mucho imbécil suelto que no conviene que tenga información de más. Yo nunca me he querido comprometer en una relación, pero siempre he intentado ser clara en ese aspecto para intentar no herir a nadie.
-Has salido a nuestra tía... -dije yo casi sin pensar. Se hizo el silencio.
-¡Supongo! -se carcajeó.- Aunque tampoco me lo ha contado nunca a mi directamente. Mamá es la que sabe todos sus chismes.
-Ya... -hice yo.
-¿Tú sabes detalles? -Me preguntó con interés.- Sería curioso...
-¿Curioso? -pregunté con nerviosismo.-
-Sí -hizo ella.- Curioso porque también pareces bastante apegado a tía Isa y algo te habría podido contar. Además has sido tú quien acaba de decir que yo he salido a ella en cuanto al nivel de "zorrez".
-¡Laura! -le dije al oír esa palabra. Nunca la había oído hablar así. Ella se descojonó:
-¡Que no pasa nada, no lo digo como nada malo! Ya te digo que siempre ha sido para pasarlo bien simplemente, pero siempre con precaución y cabeza.
-Claro... -volví a percibir la faceta responsable de mi hermana.- Eso siempre.
-Bueno, Roberto -me dijo sonriendo.- Gracias por animarme con la posibilidad de chismear así contigo. Con Marta no me atrevo porque es muy joven, pero contigo mola. Aunque quieras seguir siendo Mr.Misterioso con tus cosas.
-No hay de qué, Laura. -dije yo.
-Entonces... -continuó ella.- ¿Que sabes de tía Isa?
-Pocos detalles -reconocí.- Pero también un buen nivel de "zorrez".
Laura se volvió a reír fuerte y dijo:
-Tenemos que enterarnos de más cosas, que ya somos mayorcitos.
Asentí. Aunque en el fondo pensaba que estábamos entrando en terreno pantanoso.
Cuando llegamos a Barcelona aparcamos un poco lejos de la sala (al primer sitio que encontramos después de buscar un rato) y nos dirigimos allí, donde iba a ser el concierto. Íbamos un poco apurados de tiempo así que apretamos la marcha. Cuando pudimos entrar, Laura me dijo que la acompañara al servicio de guardarropía porque quería dejar el abrigo. Llegamos allí y se lo quitó para que se lo guardaran durante el concierto. Yo creo que incluso la chica del guardarropa se sorprendió del escote triangular que lucía mi hermana en aquella prenda, que también dejaba los brazos descubiertos al no tener mangas. En cuanto a mi, también me pilló totalmente desprevenido. Aunque las tetas de mi hermana Laura fueran las menos grandes (que no pequeñas) de las chicas de mi familia, con un escote tan espectacular se veían totalmente increíbles.
Intenté disimular mi cara de asombro mientras Laura se volvía a girar hacia mi. Me vio y sonrió cínicamente, creo que me pilló mirándola pero no me mencionó el tema en aquel momento. En vez de eso, me dijo:
-¿Quieres ir a pillar algo a la barra o vamos directamente a coger sitio?
-Como tú quieras -le respondí.
Mi hermana, responsable como siempre, sabía que solo se tomaría una cerveza y nada más si luego tenía que conducir a la vuelta, así que la fuimos a pedir (y también otra para mi) antes de ir a buscar un buen sitio para ver al grupo.
Durante el concierto vi a Laura darlo todo, desahogarse, bailar, saltar... Me pareció una visión angelical (por su belleza en general) y demoníaca (por su tipazo tan tentador). Sus pantalones tejanos le marcaban un culo de 10. "Está buenísima", pensé. El concierto acabó y nos fuimos a recuperar su abrigo.
-¡Como ha molado! -decía ella con una sonrisa de satisfacción.- Necesitaba tanto esto, entre tanta mierda de la facultad...
-Me alegro que hayas disfrutado -le decía yo a punto de despedirme de aquella visión, ya que ella recogía de nuevo su abrigo para volvérselo a poner.
-Mucho -me dijo suspirando tranquila.
Y nos volvimos al coche andando. Al llegar, subí y me volví a sentar en el asiento del copiloto.
-Tengo calor ahora... -murmuró sentada en el volante antes de quitarse de nuevo el abrigo y de descubrir nuevamente su escote en frente de mi. Se puso el cinturón de seguridad y vi como este le quedaba entre sus tetas. Ella sonreía arrancando el coche.
Condujo en silencio hasta que dijo:
-Bueno... Toca volver a la rutina, pero gracias por acompañarme y por todo lo que hemos hablado. Me ha sentado bien y te he conocido un poco más. Aunque te sigas guardando secretitos, yo ya voy viendo por donde van los tiros.
La miré de reojo:
-Gracias a ti también por conducir y por proponérmelo -le dije con cordialidad y un tono de preocupación porque no entendía a qué se refería.- ¿Qué quieres decir con lo de "por donde van los tiros"?
-Pues que cuando te veía a ti también un poco encerrado en casa llegué a pesar que quizás serías asexual o algo así... Pero creo que eres un calentorro como toda tu familia.
-Ay, Laura... -me quejé.- ¿Que quieres que te diga?
-Nada -se rio.- Si estas cosas se ven. Por como echas ciertas miraditas ya se ve que no eres de piedra.
-¿Miraditas? -pregunté aterrado.
-Pero que es muy normal, Roberto -dijo ella bien tranquila.- A mi por ejemplo no me incomoda, si veo que no es algo descarado. Al principio me quedé un poco en shock pero luego ya comprendí que es normalísimo en un chico de tu edad.
-¿De qué estás hablando, Laura? -pregunté un poco sobresaltado.
-Muchas veces me parece que te veo echar miradas a chicas -me explicó.- Y casualmente tu vives con tres chicas. Lo intentas disimular muy bien pero a mi misma alguna vez me has dado algún buen repaso. Y creo que a mamá e incluso a Marta también.
Me volví a quedar mudo. Ella continuó:
-Pero por lo que sé, lo estás gestionando. Si dices que ya te has estrenado ahora tu mente ya se va a centrar en las chicas que conozcas de tu edad.
-Supongo... -dije yo suspirando de nervios.
-Lo que pasa es que sigue sin cuadrarme ni el cuando ni con quién puede haber sucedido esto. -dijo como hablando para ella misma.- Últimamente no te has despegado de mamá...
Temblé aterrorizado. El corazón me latía a mil. Ella lo notó y la vi tragar saliva. También se estaba asustando. Tenía miedo porque parecía empezar a atar cabos con la explicación más lógica, aunque fuera la más retorcida.
-¿Podemos parar un momento? -me dijo.- Por aquí hay una área de descanso.
-Vale... -respondí secamente.
Sacó el coche de la autopista y lo aparcó en un sitio oscuro y absolutamente vacío. Apagó el motor y las luces. Siguió hablando tal y como estábamos, en los asientos del piloto y del copiloto. Medía sus palabras de forma muy premeditada y calmada, aunque se le humedecieron los ojos:
-Roberto... Creo que necesito tu sinceridad al máximo. De verdad. Tan solo dime lo que pasa, porque creo que podré lidiar mucho más con cualquier realidad que con esta incertidumbre que hace días que siento. Creo que tengo derecho a saber lo que ocurre en mi casa.
-Laura -le dije con toda la calma que pude.- No sé qué decirte ni como.
-¿Hasta que punto estás apegado a mamá, Roberto? -me preguntó de forma directa.
Me quedé en silencio. No pude evitar poner la misma expresión que había puesto cuando ella me estaba preguntando si ya había perdido la virginidad. Como aquel que calla y otorga.
-Ya lo veo -suspiró mirando directamente a un árbol que se intuía en la oscuridad de la noche.- Ya lo veo...
Nos quedamos en absoluto silencio. Me empezaron a asomar lágrimas de los ojos porque no sabía lo que ocurriría a partir de ahora. Justamente unos instantes después, comenzó a reírse.
-Lo sabía -dijo.- Era impensable pero era real.
La volví a mirar.
-¡Vaya locura! -se empezó a reír fuerte, rozando el histerismo.- ¡Es lo más loco que he oído en mi vida!
La seguí mirando en silencio. Su risa se fue apagando de forma tranquila.
-Enano, por favor -dejó de reírse del todo y me miró con la expresión más sincera de toda aquella noche.- Me gustaría saberlo todo.
Así fue como intenté contárselo en calma y de forma comprensible. Le expliqué como se había desarrollado todo desde mi accidente y a lo largo de todo el verano. Cuando le conté las partes que también incluían a tía Isabel abrió mucho más los ojos, pero siguió atenta sin interrumpirme.
-Vale... -dijo después de que yo terminara.- Buf, cuantas sensaciones.
La miré para averiguar su estado anímico después de escuchar todo aquello:
-¿Sensaciones? -le pregunté.
-Sí, sensaciones -me respondió.- Hay mucho que procesar en todo lo que me has contado.
Me quedé callado, dándole su espacio hasta que ella misma volvió a hablar.
-O sea, que mamá y tú os permitís vuestros momentos de experimentar y… “pasarlo bien”, pero tú sigues siendo un adolescente que puede seguir haciendo su vida y conocer chicas. Y con tía Isa también... Y la familia sigue intacta ¿No?
-Supongo que así es -respondí con vergüenza.
-Eso es muy de mamá -reflexionó.- Se deja llevar por sus instintos pero usa su lógica responsable para que estas cosas no causen problemas. Ella va a querer proteger a su querida familia siempre unida, pero también te va a dar lo que necesites con todo su deseo y ganas. Tiene lógica.
En aquel momento admiré a Laura por esa sabiduría y conocimiento sobre nuestra propia madre. Un saber que yo nunca había podido apreciar hasta aquel momento. No se lo dije aunque lo consideré. En aquel momento me costaba discernir entre lo que era adecuado decir y lo que no, después de contar tantas intimidades.
-Le voy a enviar un mensaje a mamá -informó Laura.
-¿Como? -dije yo llevándome un susto de muerte.
-¡Para decirle que llegamos tarde, tontainas! -dijo a punto de volverse a reír.- Le puedo decir que nos hemos ido a tomar algo después del concierto. Algo sin alcohol para la conductora, claro. Llevamos aquí un buen rato y si llegamos muy tarde va a estar sufriendo. No le voy a decir por mensaje que estamos hablando de esto.
-De acuerdo… -dije otra vez más apaciguado.
Mientras Laura escribía el mensaje con su teléfono, seguía hablando:
-Sinceramente necesito quedarme un rato aquí porque tengo mucho que procesar. Luego podemos volver tranquilamente a casa.
-Como tú quieras -acepté yo.
Se relajó y se desabrochó el cinturón de seguridad para evitar la molestia que le estaba empezando a causar. Este dejó de taparle su fabuloso canalillo. No hablamos nada más hasta pasados unos minutos, momento en el cual dijo:
-Supongo que la idea de considerar tan siquiera la posibilidad de que mis sospechas fueran ciertas ya me convierte en otra depravada.
La miré en silencio.
-No me malinterpretes -aclaró entre una risa suave.- No digo depravado como despectivo. Supongo que al ponerme en la piel de cualquiera de los dos puedo entender que las cosas hayan ido como han ido. Tú tienes esa edad de curiosidad, de necesidades y de tentaciones como todos tenemos.
-Pero yo no tengo tanto éxito con las chicas como tú lo tienes con los chicos... y con algunas chicas -proclamé mucho más cómodo con la conversación.
-Bueno -respondió.- Porque nunca te has puesto en serio en ello. Ya te daré clases de ligar algún día, pero precisamente feo no eres.
Simplemente me reí. Ella siguió hablando con un tono de suficiencia más habitual en ella:
-Para mi ser promiscua es útil para ver lo que te gusta y lo que no. No de todo se disfruta igual y también conoces a personas de mierda a parte de las majas.
Yo la escuchaba cada vez sintiéndome más a gusto con la conversación. Me costaba de asimilar que la Laura de siempre tenía una información que hasta hacía un momento creía que nunca podría haber sabido y que nuestra relación de hermanos seguía intacta.
-Cuando he estado mal, a veces he intentado distraerme follando mucho -me confesó.- Te distrae, pero si estás realmente mal no te soluciona nada. Se folla mucho mejor estando bien.
Hizo un silencio y luego continuó:
-Gracias por permitirme ser clara contigo, me tranquiliza mucho -dijo.- No esperaba que te incomodara tanto al principio, ya que normalmente tú tienes más facilidad para hablar que yo, pero el secreto que tratabas de proteger era bien gordo. Siento la posición en la que te he puesto antes.
-Yo siento que te lo hayamos tenido que esconder y que lo pasaras mal por eso -le dije.
-Cada uno teníamos nuestros motivos -dijo pensativa antes de continuar con un tono más interrogativo.- Venga va, dime.. ¿Quien folla mejor? ¿Mamá o tía Isa?
-¡Laura...! -me volví a sonrojar.
-Venga, que me muero de la curiosidad… -dijo divertida.
-Mamá es muy cariñosa y me encanta -le expliqué sonriendo con timidez,- sabe dar mucho placer… Nuestra tía ha estado con más gente y es bastante experta y activa en echar polvos más… “intensos”, por así decirlo.
-Me muero… -dijo Laura.- Tal y como me imaginaba. Pero tú has hecho trampa en la vida. Has empezado con dos mujeres experimentadas y mucho mayores que tú.
-Supongo -dije sonrojado.
-Te recomiendo que igualmente vivas tu juventud, ya te lo he dicho. Con chicas más de tu edad que también están descubriendo el mundo. Sal por ahí, conoce a alguien para buscar sitios oscuros para magrearos porque no tenéis casa propia... ¡Para descubrirlo todo con aventuras emocionantes!
-No tengo ni idea de hacer eso.. -dije sonriendo.
-Tú tranquilo, me puedes pedir consejo y una vez llegues ahí te puedes dejar llevar. Se te va a dar bien.
-Nunca te había visto tan interesada por mi bienestar, Laura -le informé.
-Bueno -hizo ella alzando los hombros que tenía desnudos porque su vestimenta no tenía mangas.- Quizás me preocupa la ausencia de figura paterna en este momento de nuestra vida. Ya sabes que lo vivo de forma muy irregular. No soy como tú o como Marta.
Nos quedamos en silencio. Para evitar el bajón de moral ella misma volvió a sacar temas de conversación más tentadores:
-¿Te gusta hacerlo con las dos por igual? Hablo de mamá y tía..
-Supongo que sí -contesté interrumpiéndola.
-¿Las dos te parecen igual de atractivas? -dijo ella cada vez más curiosa por mis respuestas.
-No -sentencié.- Me encantan las dos, pero de diferente forma.
-Explícate -me pidió Laura.
-Por ejemplo -dije,- tía Isa tiene unas piernas y un culazo… En cambio mamá tiene unas tetas…
-¡Ja! -me interrumpió mi hermana.- ¡Las tetas te encantan! Se te nota…
-Es posible -le dije sonriendo con timidez.
Ella se miró el escote y siguió hablando:
-La verdad es que yo no me puedo quejar. Me dicen que son muy buenas tetas, pero en cuanto a tamaño no me puedo comparar a mamá… Y creo que Marta ya me va superando.
-Las tuyas también parecen estar muy bien -dije sin ninguna vergüenza.
-Vaya, vaya, hermanito guarrete... -me dijo mirándome de reojo.- Que tampoco me pierdes de vista a la que enseño un poquito...
Yo simplemente me reí.
-Oye -dijo ella después de otro silencio,- y ya que tanto mamá como tía Isabel están tan cómodas con esto... ¿Nadie ha propuesto un trío?
-¿Un trío? -dije flipando.- ¡Estás fatal! -me reí.
-No me digas que no te gustaría la idea -me desafió Laura.
-Sería brutal, la verdad -murmuré con honestidad.- Pero por mucha confianza que tengan para hablar el tema, ellas son hermanas... Sería muy raro estar los tres ahí.
-¿Hola? -dijo con un sarcasmo muy marcado.- ¿Estoy hablando con el señor "Me Follo a Mi Madre y a Mi Tía"?
Me reí con vergüenza, dejando claro que me divirtió su comentario, pero me estremecí de sus palabras. Me gustó oírla hablar tan directamente y unas expresiones tan explícitas.
-Ya -reflexioné,- supongo que puestos a hacer cosas raras...
-Estoy segura de que el incesto entre hermanos es más común que entre progenitores e hijos.- proclamó ella dándole una mínima importancia al asunto que estaba tratando.
-¿Tú crees? -le dije yo.- Yo es que eso no creo que ocurra a menudo. ¿Eh? Ni una cosa ni la otra... -sentía mucho calor y notaba mi pulso acelerarse. Sabía lo que me estaba ocurriendo.- Supongo que son cosas que podría ser que ocurrieran en algunas familias y nunca salen a la luz, pero seguro que poquísimas.
-Estoy convencida de que sí -dijo mientras me miraba con una expresión que creo que no le había visto hasta la fecha. Mis calores internos se volvieron más notorios.
-Es muy posible -añadí girándome un poco hacia ella.
-Por supuesto -dijo acercándose a mi.
-Segurament.. -y no pude seguir porque me tapó mi boca con la suya. Me dio un morreo intenso, un morreo que empezó suave pero luego se desató, indicando que el deseo había ido en aumento desde hacía rato. Yo recibí el beso con agrado, aunque mi cabeza iba a mil por hora. Cuando nos separamos hablé:
-¿Estás segura de eso?
-No -me respondió cerrando los ojos y en medio de una sonrisa,- pero me apetece mucho hacerlo. Me he puesto muy caliente con la conversación.
Nos volvimos a morrear y me empezó a acariciar el cuello. Cuando nos volvimos a separar me habló ella:
-No puedo ocultarle a mamá que ya lo sé todo, Roberto. Y creo que tampoco deberíamos ocultarle lo que está ocurriendo aquí. Nos podemos sentar los tres y hablarlo. Ninguno va a estar en condiciones de juzgar a nadie. Basta ya de seguir normas si nos apetece ser diferentes. Yo también quiero disfrutar de estas locuras.
-Vale, buscaremos el momento para sincerarnos con mamá -concluí.
-Pero Marta sí que no debe saber nada -siguió Laura.- Ella aún es demasiado joven para gestionar algo así.
-De acuerdo... -respondí mientras ya me dejaba ir entre sus brazos, besando sus labios y su lengua.
Le puse las manos a la cintura y empecé a subir. Me preguntaba hasta donde tendría derecho a llegar con ella, ya que al fin y al cabo seguía siendo mi hermana mayor. Llegué a sus tetas y las empecé a sobar con prudencia, pero vi que le gustaba y empecé a amasarlas con más pasión. No me llenaban tanto la mano como las de tía Isa o (mucho menos) las de mi madre. Pero lo cierto es que notaban algo más tersas y suaves que las únicas que había tocado anteriormente, además de ser lo suficientemente contundentes y abundantes como para disfrutarlas de buena gana. Nos dejamos de morrear y vi una expresión en su mirada casi malvada, cargada con lujuria y deseo y complementada una sonrisa traviesa. Con este mismo semblante fue cuando me dijo:
-¿Ves como no debes perderte lo de estar con una chica más cercana a tu edad en un coche, de noche, y en el saliente de una autopista?
-Empiezo a ver que tienes razón -le dije, supongo que con una expresión parecida a la suya.
-Pues vas a flipar de lo que te voy a hacer en este coche, enano... -me dijo con mucha seguridad.- Aunque...
-Dime -le pedí.
-¿Tienes condones? -preguntó.
-Nop... -respondí. ¿Como los iba a llevar "por si a caso" si solo iba a un concierto con mi hermana mayor?
-Mierda -se quejó ella.- Yo tampoco.
Me quedé en silencio viendo como ponía una expresión de frustración. Me hizo la siguiente pregunta:
-¿Verdad que nadie te la ha mamado en el asiento de atrás de un coche?
-Pues no... -le dije emocionado.
-Pues yo voy a ser la primera. Pero después me enseñas tú si sabes dar placer a un coño.
-Lo haré -afirmé.
Nos fuimos al asiento de atrás y allí nos desatamos más. Le sobé las tetas, el culo, la cintura, sus piernas... Nos íbamos quitando ropa al tiempo que nos morreábamos y ella también acariciaba mi torso, mis brazos, mi entrepierna... Después de quitarle la camiseta le descubrí un sujetador sin aros que le quedaba precioso. Me recreé aún más en sus tetas y en su culo, quitándole los tejanos y descubriendo un tanga de encaje a conjunto. La erección que llevaba era bien rígida en el momento en que me desabrochó la cremallera el pantalón. No tardó mucho en bajarme el bóxer y en liberar mi polla de su prisión. Me miró a los ojos y volvió a sonreír con aquella picardía:
-Nada mal, Enano -comentó mientras me empezaba a masturbar.
-Uff... -suspiré yo rindiéndome al placer que mi hermana me empezó a ofrecer. Ella paró un momento y se lamió los dedos impregnándolos con su saliva antes de continuar haciéndome aquella maravillosa paja.- Esto es increíble, Laura.
-Espera y verás -dijo mientras acercaba su cara a mi polla. La empezó a mamar con muchas ganas e intensidad justo después de darme unos lametones en el tronco y en el glande como preámbulo. La verdad es que lo hacía divinamente y tantos días sin sexo con mi madre o mi tía habían pasado factura, por lo que no podría aguantar demasiado. Tuve que anunciarlo en pocos minutos:
-Laura, no voy a poder aguantar mucho más.
Se sacó mi polla de su boca y me la empezó a menear con fuerza pero también con una muy buena técnica, a la vez que su lengua no se separaba de la punta de mi glande y se movía juguetona por esa misma zona. Esa lengua estaba a punto de recibir una buena descarga de mi esperma. Era evidente cuando me costó trabajo pronunciarlo por todo el placer que estaba sintiendo, pero aún así traté de decirlo:
-Me corro... -anuncié a duras penas al tiempo que ella aceleraba el ritmo de su lengua para intensificar aún más mi placer. Y empezaron a salir los chorros que chocaron inmediatamente con su lengua, a la vez que también le manchaban los labios y caían por el tronco de mi pene pringando la mano con la que me seguía masturbando. Unos segundos después, se la volvió a meter en la boca para intensificar mi placer y dejarme la polla bien limpia, brindándome algún otro espasmo antes de que me pudiera relajar por completo.
Se tragó la cantidad que le había quedado en la boca alzando la cabeza.
-Buf... -dijo ella mirando al vacío.- Ya soy oficialmente del club del incesto... Que fuerte todo, Roberto.
No dije nada y me abalancé sobre ella para volverla a morrear. Su boca sabía un poquito a mi polla, pero no me importó en absoluto, así que seguí jugando con mi lengua contra la suya y empecé a recrearme en tocarla y quitarle el sujetador para poder ver por fin sus tetas. Allí pude apreciar (aunque no había demasiada luz) esas preciosidades contundentes, firmes (las más firmes que había tocado nunca) y redondeadas, con un pezón pequeñito y rosado. Empecé a lamerlas, a chupar aquellos ricos pezones y a amasar aquellos senos apretándolos contra mi cara. Mientras hacía esto, mi mano se dirigió a su entrepierna y empezó a fisgar por la zona, buscando el calor de su coño, que no tardó en encontrar.
-Ay, Roberto... -respiró aceleradamente.- Me vas a volver más loca aún...
No dije nada y continué. Me aparté un poco de ella para poder tener una visión más global de lo que me disponía a hacer. Mis dedos empezaron a presionar su vulva a través de su tanga y ella intensificó el volumen de sus gemidos. Poco después decidí apartar aquel tanga y comprobé que su vagina caliente chorreaba a más no poder. Estaba muy cachonda, aunque yo no sabía si esto sería lo habitual en mi hermana, siendo mi primera vez con ella. Pero entonces me detuve gracias a un momento de lucidez:
-Estás chorreando, Laura.
-Lo sé... -contestó jadeando.- Estoy perrísima...
-Le vamos a manchar el coche a mamá -dije cada vez más preocupado.
-Espera -me ordenó ella volviendo también a tocar de pies en el suelo,- toma.
Me dio el top escotado que se había puesto para el concierto y lo pusimos en el asiento, para que se sentara encima, posando su culo en él. Así sus fluidos vaginales caerían sobre el top y no directamente sobre el asiento. Con el tanga fuera de la ecuación tenía el coño de mi hermana justo delante de mi, abierto y deseoso de atenciones. Rasurado casi en su totalidad pero conservando un poco de pelo recortado que le daba mucha belleza en su parte superior. Mis dedos empezaron a trabajar. Apliqué todo lo aprendido con mi madre y con mi tía ya que quería impresionar a la promiscua y experimentada Laura, quería que viera que su hermano pequeño también se había podido espabilar durante aquel tiempo. Fue así como fui estimulando rincones de su vagina, su clítoris e incluso me aventuré a encontrar su punto G. Veía su expresión y me encantó ver como se llevaba una mano a la cabeza con desesperación mientras arqueaba su cuello de lado a lado. Se empezaba a retorcer de auténtico disfrute y parecía totalmente fuera de si, cada vez de forma más clara y marcada. Decidí ir a lo cómodo y a lo seguro y atacar directamente su clítoris: si se parecía a su madre o a su tía, no habría ningún problema en hacer que se corriera a gusto. Con mi otra mano, masajeé sus tetas.
Y así fue. Sus gemidos se intensificaron a más no poder y se convirtieron en gritos desesperados. Tuvo un orgasmo que hizo que se estremeciera de los pies a la cabeza mientras mis dedos terminaban de machacar su clítoris, bajando la intensidad a la vez que lo hacían sus temblores. Cuando pudo abrir los ojos, me miró fijamente:
-Buff... -y entonces fue ella quien se abalanzó sobre mi con pronunciados morreos de agradecimiento.- Vaya con el hermanito... -añadió al separar lentamente su boca de la mía, con una tierna sonrisa y sus ojitos cerrados.
Después de vestirnos ella retomó la conducción hacia nuestra casa. La parada había sido a medio camino, así que nos quedaban unos pocos kilómetros para llegar:
-Me siento rarísima, la verdad -dijo ella.- Muy contenta pero rarísima... ¿Te acabas acostumbrando a eso y deja de parecerte raro?
-Ya... -le dije con un suspiro.- La verdad es que al principio es como que cuesta de asimilar, por mucho que te guste hacerlo. Pero después ya lo vas encontrando más... "normal".
-Me apetecía un montón hacerlo y me alegro de haber seguido mis instintos -continuó reflexionando ella en un tono mucho más pausado que el del resto de la noche.- Sobretodo sabiendo que no me ibas a juzgar por el bagaje que ya llevabas... La verdad es que verte bien y feliz haciendo una cosa tan atípica me ha dado ganas de probarlo a mi también. Me alegro que te hayas prestado a ello.
-Ha sido un placer -sonreí.- Y de los gordos. La chupas muy bien ¿Eh?
-¡Jajaja! -se rio ella.- Ya sabes, la práctica de haberme comido unas cuantas… Tú también lo tocas la mar de bien. Y eso que en el coche es bastante incómodo...
-Claro, sería mejor en una cama... -respondí.
-Enano -me dijo más solemne.- Tenemos que ir con cuidado porque seguimos siendo una familia. Ya sabes que no soy la mejor oradora del mundo, pero que nos sentemos con mamá y hablemos de esto es muy importante. Aunque su mente se haya ido abriendo de par en par estos últimos meses, quizás le cueste mucho asimilar lo que acaba de ocurrir en su coche. Y quiero que sepa que estoy al corriente de lo que ocurre entre vosotros y que me parece bien. Basta ya de escondernos cosas.
-De acuerdo -dije yo, sintiendo un lógico miedo por si salía mal.- Hablamos con ella cuando no esté Marta en casa, ¿vale?
-Vale. Habrá que buscar el momento -a ella también se la veía nerviosa con la idea.
Cuando llegamos a casa, abrimos la puerta y vimos oscuridad. Marta y nuestra madre ya debían de estar durmiendo. Entramos hasta el pasillo y nos preparamos para ir a la cama. Justo antes de meternos en nuestras habitaciones, nos vimos frente a frente.
-Buenas noches, Enano -me dijo Laura con un susurro delicioso mientras su boca se dirigía a la mía para darme un suave beso en los labios, en absoluto silencio.
-Buenas noches, Laura -le respondí susurrando y sonriendo después de su magnífico beso.
Cada uno se metió en su habitación y fue el momento de quedarse un rato en la cama pensado en todo y en nada. En el pasado, en el presente y en el futuro. En imágenes que cada vez se iban difuminando más hasta que los ojos se cerraran para entrar en el descanso de un placentero sueño.
CONTINUARÁ...