El inquilino universitario 2: El reencuentro

Pero vamos a ver. Se supone que todos los que están leyendo esto ya han leído la primera parte y no destripamos nada.
Además yo lo que he dicho es una suposición mía, que además Adrián en el final de la primera parte ya sospechaba y no hay que ser un lince para verlo.
 
Yo al menos, la leí y la disfruté.
No hay que destripar nada: Adrián es el cazador paciente, cuya mira telescópica apunta a Mónica, acariciando con mimo el gatillo, mientras espera el momento de conseguir su trofeo. Mónica es mucha Mónica
Como buen cazador, no despreciará otra piezas que se pongan a tiro.
No es el caso de Laura: fue ella quien se tiró ( nunca mejor dicho) a la escopeta.
La espera, como en la primera entrega, seguro que será apasionante y cada capítulo, te deja con ganas.
Y sobre Iker… se cierne la sombra, razonable, de la sospecha paternal. Habrá que ir tirando del hilo… muy muy despacito
 
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Capítulo 7



La semana se me hizo muy larga hasta que llegó el jueves. Había quedado con Mónica en la cafetería que estaba justo debajo de mi trabajo, y la verdad es que sus mensajes, el domingo por la noche, me habían dejado muy descolocado. El día que nos tomamos el café ella estaba como loca por irse y me dijo que no tenía ningún sentido ese encuentro, pues ya habían pasado muchos años y no teníamos nada de lo que hablar; y de repente, y sin que me lo esperara, ahora era ella la que quería verme.

Esa cita con Mónica me tenía atacadísimo de los nervios. A las siete menos cinco apagué el ordenador y antes de salir de la oficina me coloqué bien el peinado frente al espejo. Al entrar en el bar la vi sentada en una mesa al fondo y me saludó con la mano para que me acercara.

―Hola, Adrián, gracias por venir… ―me dijo a modo de saludo sin tan siquiera levantarse.
―Por supuesto, ¿cómo no iba a venir?, me sorprendieron tus whatsapp, no me lo esperaba…
―Sí, la verdad es que quería disculparme por lo del otro día.
―No tienes por qué, Mónica, por mí no hay problema, disculpas aceptadas.
―Quizás estuve un poco borde contigo…
―No tiene importancia, en serio.

Bajó la cabeza sin atreverse a mirarme a la cara. Aunque no iba arreglada, a mí me seguía pareciendo que estaba guapísima. Con una camiseta blanca de deporte y mallas negras de running, me comentó que luego daba una clase de yoga. Me encantaba cómo llevaba el pelo recogido en una coleta y su cara limpia sin ningún tipo de maquillaje.

Esa belleza natural a sus cincuenta y tres años era deslumbrante.

Ahora sí que Mónica era una jodida MILF; con las arruguitas de su cara me ponía todavía más que antes y me moría de ganas porque se pusiera de pie y ver cómo encajaba su tremendo culazo bajo la tela de las mallas.

―Pues tú dirás ―le comenté al ver que ella no tenía muchas ganas de hablar y que estaba adoptando un comportamiento pasivo similar a la otra vez que nos vimos.
―No, nada, solo era eso, bueno, lo que te he dicho antes, creo que te debía una disculpa porque no fui muy justa contigo.
―En parte entiendo que estés enfadada, supongo que cuando me fui de la casa, no debió ser una situación nada agradable para ti, aunque me alegra mucho que sigas con Fernando y que, además, hayáis tenido un hijo.
―Lo pasamos muy mal, sí, no te lo voy a negar, no merecía que Fernando me perdonara, me podría haber dejado, y yo lo hubiera entendido…, ¡hubiera sido lo más lógico!

Asentí con la cabeza poniendo cara de compungido. En el fondo no podía evitar sentir compasión por su marido, era un gran hombre que me había ayudado mucho cuando estuve viviendo con ellos, y yo se lo había pagado acostándome con su mujer. Y en su momento podría hasta tener una excusa; con diecinueve años era un mocoso pajillero que iba con la polla dura todo el día, y tener delante a una mujer como Mónica era una oportunidad que no podía desaprovechar.

Sin embargo, habían pasado diez años y seguía siendo el mismo, para qué engañarme. Remitiéndome a los hechos acababa de follarme a la mujer de mi mejor amigo. No dejaba de pensar con la polla y eso no iba a cambiar. Nunca. Mónica me parecía tan atractiva que no tenía ninguna duda de que me volvería a acostar con ella si surgiera la oportunidad, eso lo tenía clarísimo. Solo con su presencia sentía unos nervios y un morbo como no había tenido con ninguna otra mujer. Me ponía nervioso con mirarla a los ojos, con tomar un café, con volver a oler su fragancia de vainilla.

Era una atracción sexual irresistible.

No sé si Mónica sentiría lo mismo o algo parecido, desde luego que teníamos un pasado juntos, y no era precisamente un cuento de hadas. Era imposible que ella se hubiera olvidado de lo que hacíamos en su casa. Cuando cerraba la puerta y el garaje con llave de su chalet, ya estábamos solos entre esas cuatro paredes, y el mundo se detenía para nosotros.

Solo queríamos follar, devorarnos, sacar nuestros instintos más básicos. Como dos animales en celo. Practicábamos un sexo irracional, primitivo, pasional, sin estar pendientes de nada más, solo de satisfacernos.

¿Cómo podría Mónica olvidarse de todas esas veces que habíamos follado juntos?

Nos daba igual si era por la mañana, por la tarde o por la noche, en la cocina o en el salón, en su dormitorio o en el mío, y donde más nos gustaba era en aquella piscina que tanto echaba de menos. No sé ni la de veces que me la follé allí.

Ahora fantaseaba con que cuando se bañaba en esa piscina ella sola, se acordaría de lo nuestro. Yo me la imaginaba en el agua, desnuda, acariciándose con los ojos cerrados y pensando en nuestros polvos hasta que llegaba al orgasmo.

¿Cuántos dedos se habría hecho pensando en mí?

No me creía que Mónica hubiera quedado conmigo solo para pedirme disculpas, notaba un ligero temblor en la mano con la que cogía el café y seguía callada, pero tenía ganas de contarme algo. Lo podía ver en su rostro.

―Mónica, ¿estás bien?, si hay algo que me quieras decir…
―No es fácil para mí esto, ¿sabes?, lo he estado hablando con Fernando y, al final, no sé cómo ha accedido a que quede contigo.
―¿Fernando sabe que estamos ahora juntos? ―pregunté sorprendido.
―Sí…

Joder. Mi polla pegó un respingo bajo los pantalones, ¿qué cojones estaba pasando?, ¿es que acaso se habían vuelto una pareja liberal y su marido le estaba dando el visto bueno para que quedara conmigo?, o quizás ya lo eran cuando Mónica y yo tuvimos el affaire. Me puse muy nervioso con la posibilidad de volver a follar con ella, tenía que tratarse de eso, si no, ¿por qué querría Mónica que nos viéramos?

―¿Qué ocurre, Mónica?, no entiendo nada…, me tienes desconcertado.
―Iker, mi hijo…
―Sí, ¿pasa algo con él?, ¿está bien? ―Nada más hacer la pregunta me sentí como un estúpido. Abrí los ojos como platos y el corazón me bombeó a toda velocidad.

Creo que estuve a punto de desmayarme, y Mónica se percató de que me había quedado blanco. Me costaba hasta respirar y la erección se me bajó de golpe.

―Cuando te fuiste, llevaba embarazada unas cinco semanas, todavía no lo sabía…
―¡Mónica!, ¿me estás diciendo que ese niño…?
―Sí, es tuyo, Fernando se hizo la prueba de paternidad para asegurarnos, aunque los dos lo teníamos muy claro. Me confié, habían sido tantos años intentándolo con él que pensé que ya no podía…, pero de repente…
―Joder, ¡me estás diciendo que soy el padre de vuestro hijo!, bueno, de tu hijo, porque Fernando…
―Fernando es su padre y siempre lo va a ser, tiene devoción por el crío y lo quiere igual o más que si fuera suyo.
―Me imagino…, ufffff, ¿y qué se supone qué tengo que decir ahora?
―Espero que nada, por eso he querido quedar contigo. Cuando le viste la primera vez en la notaría, pensé que lo podrías haber intuido, no es que se parezca mucho a ti, pero tiene el pelo igual, y, no sé, por los años y tal…
―¿Y por qué me lo cuentas ahora, Mónica?, ¡han pasado diez años!
―Pues porque creo que es justo que lo sepas.
―¿Qué es justo?, me lo tendrías que haber dicho en cuanto supiste que estabas embarazada.
―Bueno, no es que fuera muy buen momento que digamos. Fernando y yo estuvimos separados un tiempo; luego me enteré de que estaba embarazada de ti y decidimos volver, con todas las consecuencias. Desde entonces, Fernando ha querido a Iker como si fuera su propio hijo y jamás me ha hecho un reproche por lo que pasó. Ahora tenemos una vida tranquila, pero siempre está esa incertidumbre de saber que en un futuro Iker podría enterarse de que Fernando no es su padre… Y entonces apareciste tú…
―¿Y…?
―Llevamos unas semanas consultando abogados, informándonos del tema; bueno, nuestra idea era que firmaras un documento privado en el que renunciaras para siempre a la patria potestad de Iker…, sería algo que no sabría nadie, un secreto entre Fernando, tú y yo…
―Y el abogado ―dije sin saber todavía lo que quería Mónica en todo este asunto.
―Sí, aunque no ha sido posible, porque en España no se puede renunciar, entonces, he creído conveniente hablarlo directamente contigo, me costó convencer a Fernando, pero al final accedió a esto.
―¿Y qué queréis que haga, Mónica?
―Nada, no queremos que hagas nada, que siga todo igual, pero quiero tu palabra de que jamás vas a ponerte en contacto con él ni que vas a reclamar ningún tipo de custodia, ni nada por el estilo…
―Como si no existiera el niño…
―Eso es.
―Pues no habérmelo dicho.
―Creíamos que era lo justo. Lo legal.
―¿Y por qué ahora?, ¿por qué me lo cuentas justo ahora?, voy a casarme con Sofía, hemos firmado la hipo…, ¡claro!, de eso se trata, sabías lo de mi relación con Sofía, que la boda es el año que viene, que nos acabamos de hipotecar… Estabas bien segura de que esto ahora me llega en el peor momento…
―No es eso ―contestó Mónica ruborizándose porque sabía que había acertado de pleno.
―Claro que es eso, así es como has convencido a tu marido para hablar conmigo, ¿verdad?
―Para nosotros tampoco es nada fácil, Adrián, ¿crees que nos gustaría que se enteraran de que nuestro hijo es tuyo?, imagina la situación en la que quedaríamos Fernando y yo: nuestros amigos, vecinos, conocidos, familiares sabrían que le fui infiel ¡con un crío de dieciocho años!, y que, además, me dejó embarazada, ¿qué crees que pensarían?
―¿Y yo cómo le digo a Sofía que tengo un hijo?, madre mía, ¡me mataría!, ella es muy tradicional para esas cosas, no lo entendería y mucho menos querría que me ocupara de él, aunque…
―Por eso te lo decía, creo que debías saberlo, y sé que es duro para ti, pero piénsalo bien, Adrián, lo mejor para todos es que nadie se entere nunca; así mantendríamos lo nuestro en secreto. Creo que se lo debemos a Fernando, no quiero que la gente lo vea como un… pobre cornudo humillado…, pero sobre todo te lo pido por Iker, es solo un chico de diez años. Sabes que con nosotros estará genial y que nunca le va a faltar de nada. Fernando lo adora y lo cuida como si fuera su propio hijo; para mí, él es su padre, ha estado ahí desde que nació. Tú eres su padre biológico, pero nada más…

Aquello era muy duro, que te suelten así de sopetón que tienes un hijo de diez años os aseguro que no es nada fácil de asimilar; pero Mónica tenía razón, me había impactado más la noticia que el hecho en sí. Yo no sentía nada por ese chico, ni tan siquiera le conocía, solo lo había visto una vez y lo que menos me apetecía era meterme en problemas legales por su custodia. No podía hacerles eso a Mónica y a Fernando, y menos al chico. Y si pensaba egoístamente, también me convenía que todo este asunto no saliera a la luz; tampoco es que le hubiera hecho nada a Sofía, pues, cuando yo me acostaba con Mónica, todavía no éramos novios, pero lo mejor para todas las partes era lo que me estaba pidiendo Mónica.

Que me olvidara del chico.

―No sé cómo asimilar esto ―dije cabizbajo poniéndome en pie.
―¿Dónde vas, Adrián?
―Estoy muy confuso, lo tengo que pensar…
―¿El qué tienes que pensar…?
―Pues me gustaría reflexionar sobre qué hacer…, déjame unos días, tampoco te pido tanto, ¿no?
―Está bien, sí, perdona, me parece lógico… Y, entonces, ¿qué le digo a Fernando?
―Lo pienso y en unos días te llamo y lo hablamos…
―De acuerdo.

Y me incliné sobre ella para darle dos besos a modo de despedida. Salí de la cafetería dejándola allí plantada y caminé casi una hora sin rumbo fijo. Me senté en un parque que había cerca, intentaba aclararme, pero estaba demasiado saturado, y después regresé a casa.

Tenía varias llamadas perdidas de Sofía, ni tan siquiera me había dado cuenta de que el móvil me había estado vibrando toda la tarde, y apenas charlé con ella un par de minutos. No recuerdo ni de lo que hablamos. Esa noche no cené y me metí en la cama con los cascos puestos, escuchando un poco de música para intentar relajarme, pero me costó mucho dormir; mi cabeza no dejaba de dar vueltas como una centrifugadora, y al final, ya por agotamiento, caí rendido.

Abrí los ojos sobresaltado, no sabía dónde estaba ni qué hora era, miré el móvil y ya marcaba más de las diez. ¡Me había dormido!, pegué un bote y llamé al trabajo para decir que llegaba en media hora. Ducha rápida, me puse lo primero que pillé y salí despedido hacia la notaría. El día ya fue un desastre desde el principio, descolocado, fuera de hora, con la cabeza en otro lugar, aunque, por suerte, al ser viernes no me tocaba trabajar por la tarde.

Ni me acordaba de que después había quedado con Sofía para ver muebles, era lo que menos me apetecía en ese momento, y por la noche fuimos a casa y se quedó a dormir conmigo. Ella notó que estaba raro, Sofía me conocía bien, y por un instante estuve muy tentado de contarle lo que me sucedía. Era muy grave ocultarle ese secreto a mi futura mujer, sería algo con lo que tendría que convivir para siempre; y, además, si por lo que fuera ella se enterara, eso sí que no me lo iba a perdonar.

Cuantas más vueltas le daba, más y más dudas tenía.

Al final, por supuesto que no le dije nada a Sofía. Simplemente no estaba preparado para contárselo. No me atreví, pero a medida que fueron pasando los días, también mi cabeza se fue aclarando y creo que llegué a una decisión más o menos coherente.

El jueves le mandé un mensaje a Mónica y le pedí volver a reunirme con ella en la misma cafetería de siempre. Expectante acudió a la cita, otra vez vestida de manera informal, con ropa deportiva. Ya empezaba a hacer bastante calor y me encantó cuando la vi entrar con un conjuntito deportivo de la marca Nike. Esta vez sí que iba sexy, con un top blanco de tirantes que terminaba justo donde comenzaban sus mallas, como queriendo enseñar el ombligo, pero sin hacerlo, y unos leggins negros bien ajustados, demasiado diría yo, que resaltaban sus generosas caderas y su increíble culazo.

¡Seguía estando tremenda!, diría que incluso más que cuando la conocí, al menos a mí me daba más morbo.

Se pidió un té y esta vez sí me dio dos besos al saludarme. Enseguida tomó asiento a mi lado, se la notaba ansiosa, expectante, y dejó que hablara yo.

―Creo que ya he decidido lo que voy a hacer…
―Sí, dime.
―Tenías razón, esto tiene que quedar entre nosotros. Se me llegó a pasar por la cabeza contárselo a mi chica, pero, sinceramente, no me he atrevido, y tienes mi palabra de que nunca lo haré. Lo he pensado bien y lo mejor es seguir como hasta ahora, aunque…, bueno…
―Sabía que había un pero…
―Comprenderás que ahora que sé que tengo un hijo tampoco quiero desentenderme del todo de él; al fin y al cabo es mi hijo.
―¿Y…?
―Me gustaría que quedáramos alguna vez y que me hablaras de Iker, que me cuentes cómo es, lo que hace, qué notas saca, qué carrera va a estudiar…
―Eso lo empeoraría todo, al final podrías encariñarte con él, no creo que sea una buena idea, lo mejor es que no sepas nada. Además, Fernando no va a aceptar esto. Jamás.
―Pues será algo entre tú y yo, nos veremos a escondidas…, en secreto…
―¡Eso sería como una infidelidad!
―Estamos en igualdad de condiciones; mi mujer tampoco lo sabrá. Es lo justo, ¿no? Quedaremos y me hablarás de Iker, me enseñarás fotos suyas… No creo que te esté pidiendo tanto a cambio de mi silencio…
―¿Y si te digo que no?
―No soy mala persona, nunca haría nada que perjudicara al crío, no me voy a jugar un farol diciéndote que iría por lo legal, que te llamarán mis abogados ni chorradas de esas… Si me dices que no, me iré a casa con las orejas gachas y aceptaré que tengo un hijo del que nunca sabré nada…
―Se te da muy mal ir de víctima, Adrián.
―¿Tan descabellado es lo que te estoy pidiendo?
―Mira, chico, te veo de lejos, no sé si con esto pretendes quedar conmigo a solas…, pero vamos, quiero dejarte bien claro que entre tú y yo no va a volver a pasar nada, tanto si acepto lo que me has pedido como si no lo hago…
―Yo también voy a casarme, te recuerdo que tengo pareja…, por si lo habías olvidado ―le dije con rabia―. Bah, lo siento, no quiero discutir contigo, me fastidia que pienses así de mí, aunque en el fondo tengas razón, tampoco te voy a mentir, me gusta la sinceridad; y sí, puede que haga esto por seguir viéndote, me gustas, estoy muy a gusto contigo, te tengo mucho cariño y, además, todavía siento una atracción sexual bastante fuerte por ti…
―¡Lo sabía!
―Ha sido verte hoy, cómo vas vestida y, uffff, ¡no me digas que a ti no te pasa lo mismo!, puedo verlo en tus ojos… ―Puse una mano sobre la suya y Mónica la apartó inmediatamente.
―Pensé que querrías ver a Iker, que estabas interesado en él, pero sigues siendo el mismo mocoso que iba a la facultad…, ¿es que no vas a madurar?
―Ah, y me lo dice una que se folló a un «mocoso» de diecinueve años…
―Si no estuviéramos tratando un tema tan serio, ya me habría ido, no he quedado contigo para discutir ni para aguantar tus tonterías, no voy a rebajarme a ese nivel…
―Ni yo tampoco, perdona, Mónica.
―Estoy dispuesta a aceptar tu oferta, pero nada de discutir y mucho menos quiero insinuaciones como la de antes, si eso se repite, ¡se acabó!, y soy bien clara en este asunto, prefiero que lo hablemos ahora para que luego no haya malentendidos, ¿de acuerdo?
―Sí, está bien, entonces…, ¿de verdad aceptas?
―Sí, ya hablaremos de cómo quedar y dónde…, si realmente estás interesado en Iker, nos veremos alguna vez y te hablaré de él…
―Vale, gracias, Mónica.
―Pero nada de tonterías, ¿eh?… Y ahora tengo que irme, Adrián.
―¿Y cuándo será la primera reunión?, me he perdido diez años…
―Antes del verano, tengo que escaparme una hora, ya veré cómo lo hago…
―Vale.
―Ya pensaremos dónde nos vemos y eso…, quiero que sea un sitio muy discreto.
―Me parece bien.
―Bueno, Adrián, me voy…, ya te avisaré. Y otra cosa, espera a que sea yo quien te escriba, jamás se te ocurra ponerte en contacto conmigo; ni llamarme ni mandarme un mensaje, ¿de acuerdo?, se supone que esta es la última vez que tú y yo íbamos a quedar.
―Claro, lo entiendo…; a mí tampoco me interesa que me vean contigo…
―Bien, mejor, pues nada más, en unas semanas te pego un toque… como si fuera una clienta de la notaría, para no incomodarte por si estás con tu pareja.
―¡Buena idea!
―Iré recopilando fotos de Iker de todos estos años para que las veas… y te hablaré de él.
―Me parece perfecto…
―Vale, pues nos vemos. ―Y cogió su bolsa deportiva y se la puso al hombro.

Me quedé mirando su culo mientras Mónica salía de la cafetería. Seguía teniéndolo de diez, y parecía igual de duro que cuando me lo follaba. No pude retirar la vista de sus glúteos hasta que se fue a su clase de yoga. Después, me marché a casa extrañamente satisfecho con la reunión.

Mónica estaba dispuesta a quedar conmigo y quizás era una buena solución intermedia para no hacerme cargo del chico, pero tampoco desentenderme de él. Pero lo mejor es que íbamos a vernos en secreto, sin que nuestras parejas lo supieran, y aquello tenía un punto morboso que me ponía muy cachondo.

Sin embargo, Mónica me lo había dejado bien claro: a la más mínima insinuación por mi parte no volvería a verla y se acabaría todo de inmediato. No tenía ninguna posibilidad con ella. Había sido tajante, pero entonces…

¿Por qué temblaba y me encontraba tan extrañamente excitado?
 
Hay que tener mucha cara para soltarle la bomba y decir que renuncie a él.
Y hay que tener todavía más cara para no decírselo antes.
Lo que tenía que hacer Adrián es decírselo a Sofía y no renunciar a él.
 
Pero al fin y al cabo fue algo anterior.
Es una situación muy complicada y yo creo que lo mejor que puede hacer es decírselo, porque si no la conciencia no le va a dejar tranquilo.


Yo que él no haría semejante cosa... Esa Sofía no es de fiar, igual que su hermano; les veo algo que no se... pero no me convencen ninguno de los dos... :unsure::unsure::unsure::unsure::unsure::unsure::cool::cool::cool::cool::cool::cool::cool:🍻🍻🍻🍻🍻🍻🍻
 
"Tú eres su padre biológico, pero nada más…"

Porque tú se lo ocultaste hdp. Pero mira que cara tiene esta.

Merece otra enculada, si señor.
Es de vergüenza lo que le suelta y tan tranquila.
Le oculta por la cara durante 10 años que es su hijo y encima en plan prepotente.
No, Mónica, tú le quitaste a a Adrián su derecho a ver crecer a su hijo y lo que te mereces es que Adrián haga valer sus derechos.
 
Merece otra enculada, si señor
Se la merece pero no se la merece porque le gustaría y…muuucho. Y por ocultadora, no se la merece.
¿Será la ley no escrita : dicen que no quieren con la boca pequeña y gimen con la boca grande?
 
PARTE 2



Capítulo 8



Junio, 2022


La previsión del tiempo no podía ser más calurosa. Habían anunciado en las noticias que era el día de junio con la temperatura más alta en los últimos veinte años, y ya por la mañana se notaba el bochorno.

Por fin había llegado el momento. Sergio y Laura se casaban en la iglesia del barrio de ella.

Salí de la ducha, pero me dio igual, antes de ponerme el traje ya estaba otra vez sudando, y eso que todavía no eran ni las once; solo faltaban dos horas para el enlace. Me vestí y después pasé por la casa de los padres de Sergio y Sofía. Como me imaginé, tenían montado un buen follón: familiares, gente arreglándose, todos muy nerviosos y apenas pude saludar a mi novia. Ella era la encargada de llevar y repartir los detalles, de organizar las ofrendas en misa y decirles a los invitados dónde se tenían que sentar en la iglesia.

Así que Sofía ni tan siquiera se fijó en mí, al saludarme me dijo que estaba muy guapo y enseguida se fue a ayudar a vestir a su madre. Yo entré en la habitación de Sergio, que también se estaba poniendo su traje frente al espejo, y al verme nos dimos un abrazo.

―Ey, tío, ¿nervioso?
―Sí, bastante, tengo unas ganas de que termine ya todo… ―me contestó.
―Tengo el coche listo, ha quedado muy bonito…

Mi mejor amigo me había pedido que lo llevara hasta la iglesia en un coche de gama alta que nos había prestado un familiar y yo le puse unos adornos la noche anterior que quedaron geniales. Y para Laura habían alquilado un coche de época, en el que luego se irían los dos, una vez terminada la ceremonia.

Según se acercaba la hora, los nervios en el novio iban en aumento y la casa se fue vaciando poco a poco. Me despedí de Sofía con un beso y ella llevó a su padre y un par de primos en su coche. Ya solo quedábamos en el piso Sergio, su madre y yo. Y media hora antes salimos para la iglesia.

Ya nos estaban esperando todos los invitados cuando llegamos con cinco minutos de antelación, y la gente se acercó a saludar al novio y a la madrina. Yo me situé con los colegas de la facultad y Pablo me dio un abrazo y luego me presentó a su chica. Todavía no había llegado Elvira.

―Me ha dicho que está de camino, esta es capaz de llegar más tarde que la novia, ja, ja, ja.
―Pues seguro.

Y no llegó más tarde, pero casi. Por suerte para Sergio, Laura no fue muy mala y «solo» se retrasó diez minutillos, y prácticamente a la vez, con paso ligero, aparecieron ellas. Fue una entrada estelar, llamativa, Laura abrió su coche de época y justo a su lado pasaron Elvira y Fiorella cogidas de la mano.

La gente dividió la atención entre la novia y aquellas dos diosas que lucían unos vestidos demasiado sugerentes, mientras Sofía metía prisa a los invitados para que entraran en la iglesia antes de que bajara la novia. Escuché un murmullo detrás de mí, en el que pude entender claramente.

―Joder, tío, era verdad, es Fiorella Moretti, la top model italiana.

Elvira y su chica se acercaron hasta donde estaba yo, pero antes tuve unos segundos para deleitarme con la ropa que llevaban puesta. Cogiditas de la mano, Elvira había elegido un vestido de color verde turquesa con la falda muy corta, un escote imponente y los tirantes cruzados por la parte delantera.

Pude cerciorarme de que mi amiga había mejorado muy mucho con el paso de los años, y de que se notaban las horas de entrenamiento con su coach personal; sus piernas se veían increíbles, más anchas, fibradas, lo mismo que su pequeño culo, que ya no era tan pequeño. Había ganado volumen en sus glúteos, ¡menuda trasera tenía ahora Elvira!, por no hablar de sus brazos tonificados, en el que destacaba su tatuaje. No iba para nada vulgar, con los labios pintados de un rojo intenso y la media melena bien lisa, lo que le daba un toque de clase y distinción.

Y si Elvira estaba radiante, qué decir de su acompañante, Fiorella, con un vestido azul metalizado, igual de corto que el de Elvira, con un escote menos sugerente, pero con toda la espalda al aire. Era como una tabla la jodía, muy alta y con poquitas curvas; además, había elegido unos taconazos que todavía le hacían más estilizada, y se movía de manera glamurosa con unas enormes gafas de sol y con el pelo en una especie de recogido descuidado que parecía que se había hecho ella misma, pero que le sentaba de maravilla.

Yo creo que, si Fiorella se ponía una mierda en la cabeza, también le quedaría bien. ¡Era una cosa de locos!

Mi amiga me saludó con un beso rápido en la mejilla y después hice lo mismo con su chica.

―Te acuerdas de Adrián, ¿verdad? ―le preguntó a Fiorella, que movió la cabeza de manera afirmativa sin soltar una palabra.
―Pero, ¿qué haces ahí? ―me regañó de repente Sofía, mirando de reojo a mis dos acompañantes―. Venga, que los familiares ya van cogiendo sitio, tienes que ponerte en aquel hueco de allí, junto a mi padre, que yo ahora tengo que preparar a los niños para las ofrendas ―dijo mi chica atacada de los nervios.
―Hola, Sofía ―le saludó Elvira.
―Ey, hola, perdona que no te haya dicho nada, es que menudo jaleo tengo. ―Y se saludaron con dos besos―. Estás muy guapa, Elvira, luego hablamos…
―De acuerdo.
―Bueno, chicas, pues os dejo, luego a la salida nos vemos.

Me puse donde me había indicado Sofía; cualquiera le llevaba la contraria —aunque a mí me apeteciera más quedarme con los colegas de la facultad— y al mirar hacia atrás vi que Pablo le daba un abrazo a Elvira y después saludaba a la modelo italiana.

La ceremonia fue muy emotiva, demasiado, y Laura no pudo evitar ponerse a llorar un par de veces. Había perdido unos cuantos kilos las últimas semanas, pero eligió muy bien su vestido, acorde a su estatura y tenía que reconocer que estaba muy guapa. No se soltó de la mano de Sergio durante la hora que duró la misa y por fin se acercó el momento de la verdad.

Entonces se me vino a la cabeza el día de la casa rural. Apenas los tenía a cuatro metros, de espaldas, y no podía dejar de mirar el cuello desnudo de Laura. No quería pensar en eso, pero me fue inevitable. No habían pasado ni dos meses desde que me había follado a la novia y ahora allí estaba, casándose con mi mejor amigo.


Movía sus caderas de manera acompasada, adelante y atrás, frotándome con los glúteos en mis muslos, mordiéndome el hombro y terminé metiendo un dedito en su culo. Hasta el fondo. Y entonces nos corrimos juntos, ni tan siquiera usé preservativo, nada. Inundé su coño con una abundante lefada.

Y caí en la cuenta. Joder, en cuanto saliéramos de la iglesia, Laura y yo seríamos familia oficialmente.

¡Me había follado a mi cuñada!

Crucé las piernas hacia el otro lado intentando acomodarme el paquete, pero era muy difícil. Me había empalmado a lo bestia y, cuanto más intentaba apartar ese pensamiento de mi cabeza, más dura se me ponía. Una erección potente y hasta dolorosa justo cuando Laura y Sergio se daban el «sí, quiero».

Allí estaba yo, detrás de ellos, de pie con un descarado bulto bajo los pantalones del traje y una gota de sudor perlando mi frente mientras veía a Sergio besar a la novia. Noté unos golpecitos en el hombro y al girarme vi a Pablo.

―Vamos, tío, tenemos que liarla bien, hemos preparado el arroz y unos cuantos cañones de confeti, vamos a atar unas latas en el coche, y hemos pegado las fotocopias que hicimos con sus caras, ja, ja, ja, Laura se va a pillar un buen rebote…

Ya estaban todos los compañeros de la universidad preparados cuando salí de la iglesia, hasta Fiorella tenía un cañón en la mano y Elvira me pasó otro y unos puñados de arroz, fue cuando se dio cuenta del destacado bulto en mi bragueta y esbozó una sonrisa traviesa mirándome a los ojos.

―¡Eres un cabrón! ―me susurró al oído sin que nadie más la escuchara.

En cuanto salieron los bañamos en arroz y papelitos y después llegó una maratoniana sesión de fotos. Yo tuve que ponerme en la de los amigos, en la de la familia de él, nos hicimos otra solo con los novios y Sofía, total, más de media hora tuvieron que soportar Sergio y Laura a treinta y cinco grados a la sombra.

Pero no fueron los únicos a los que reclamaron fotos. Varios jóvenes reconocieron a la novia de Elvira y le pidieron retratarse con ella. Fiorella accedió con una sonrisa forzada, aunque había unos doscientos invitados, no fueron más de diez los que se acercaron, pero unos primos de la novia se pusieron un poco pesados e hicieron varias poses en plan de broma que no le gustaron nada a la supermodelo. Tuvo que ser Elvira la que les pidiera de manera muy seria que se fueran, que ya se habían hecho las fotos y que por favor no molestaran más a Fiorella.

Cuando se quedaron solas, nos acercamos a ellas fuimos Pablo y yo, y nos tiramos una foto con Elvira, y también le pedí, con toda la educación del mundo, hacerme una con su novia. A mí también me hacía ilusión tener un recuerdo con una de las modelos más cotizadas del mundo.

Elvira se quedó mirando cómo agarraba a su chica de la cintura y Pablo nos tiró tres o cuatro fotos hasta que apareció de nuevo Sofía y nos dijo que fuéramos saliendo para el hotel.

―Venga, Adri, joder, te estaba buscando, tienes que llevar a mis padres a la comida. Están allí a la sombra, se están achicharrando los pobres…
―Vale, voy para allá…
―Yo llevo a mis tíos, ahora nos vemos. ―Y se despidió de mí con un pico.

Solo esperaba que en el hotel Sofía se tranquilizara, se relajara y disfrutara de la boda de su hermano, porque hasta el momento no había parado ni un segundo. Me despedí de Elvira, Fiorella, Pablo y su chica y quedaron que los cuatro iban juntos en el coche de nuestro colega.

Ya en los jardines del hotel nos juntamos todos los amigos de la universidad. Habían preparado un lunch antes del convite y lo primero que hicimos fue buscar una de las pocas sombras que había disponibles. Casi a las dos de la tarde el puto calor era infernal y yo ya me había quitado la americana y la corbata.

Ahora sí, Sofía charlaba animadamente con Elvira y Fiorella y mi novia me llamó con la mano para que me acercara con ellas.

―Les estaba diciendo que ya hemos sacado los billetes de avión ―me dijo Sofía.
―¡Qué bien que vengáis con nosotras una semanita a Ibiza!, es una pasada el sitio, la casa, las vistas, la playa privada que tenemos debajo…
―Me enseñó Adri las fotos, la verdad es que sí, tiene muy buena pinta…
―Y para comer, y por eso no os preocupéis, tenemos contratado un catering para todo el mes y, además, una chica que se encarga de las tareas de la casa…
―Pero eso saldrá por un pico ―le comenté―, ya me dirás cuánto os tenemos que dar por los gastos…
―Por favor, sois mis invitados, no me tienes que dar nada, y me da igual el precio, es mi mes de vacaciones…, ya lo hemos hecho así el año pasado y es una gozada. Estaremos encantadas de teneros con nosotras ―dijo Elvira pasando el brazo por la espalda de Fiorella y dándole un beso en el hombro.

Enseguida llegaron los novios y, después de saludar a todos los invitados, Laura y Sergio vinieron con nosotros. La novia se dio un efusivo abrazo con Elvira, se llevaban muy bien en la universidad y yo me quedé mirando la evidente diferencia de altura. Si Elvira estaba sobre el 1,78, Laura apenas llegaba al 1,55.

―Me alegra mucho que hayas venido, tía.
―Por favor, no podía perderme esta boda por nada del mundo…
―Estás guapísima, no sé cómo lo haces, pero cada vez que te vemos estás más espectacular ―le dijo Laura.
―Tú sí que estás preciosa con ese vestido.
―Tengo que irme, pero luego nos vemos y tomamos algo, ¿eh?
―Por supuesto…

Después de la comida comenzó la fiesta. Fiorella se soltó un poco más, pero se notaba que era bastante tímida y que no estaba en su ambiente, aunque Elvira trataba de bailar con ella todo el rato y no se separaban ni un centímetro.

Yo no podía dejar de mirar a Elvira, me volvía loco ver cómo le botaban las tetas mientras se meneaba. Hacía muy buena pareja con la italiana y por unos segundos me las imaginé juntas en la cama. ¡Aquello tenía que ser un espectáculo!

Con un par de copas encima y el vino de la comida ya empezaba a ir bastante animado y cuando llegaron los pasodobles, evité bailar con Laura para que no se sintiera incómoda, pero en un cambio de pareja me tocó con Elvira mientras Pablo probaba las mieles de dirigir los pasos de Fiorella. Nos agarramos con fuerza y yo puse una mano en su espalda.

―No se separa de ti ni un segundo… ―le susurré a mi amiga.
―Normal, no habla nada de español y está un poco cortada.
―Es muy seria, ¿no?
―Bueno…, en casa es más informal…, pero sí, es muy reservada…
―Hacéis muy buena pareja.
―Lo sé.
―Por cierto, que no te lo he dicho, ¡estás increíble con ese vestido!, en un par de años te has puesto como un puto cañón…
―¿Me estás tirando los trastos?
―Puede…
―¡Qué cabrón eres!, ¿todavía te dura el calentón o qué…?, antes me he dado cuenta, joder, has salido como un burro de la iglesia, no me digas que no…
―¿Y tú por qué me miras el paquete?
―Ha sido inevitable, era demasiado descarado… ¿Me quieres decir que estabas pensando para ponerte así dentro de una iglesia?
―Nada, ha sido involuntario…
―Sí, ya, ya…, ¿no tendrá algo que ver con lo que pasó con Laura?
―Buuuueno, un poquito…
―Yo también me he acordado de lo que me contaste en la playa ―me cuchicheó al oído.
―¿Ah, sí?
―Sí…
―Lo que pasa es que a ti no se te nota, pero seguro que te has puesto caliente…
―Puede ser. ―Y levantó las cejas.
―Seguro que sí… Y ya que estamos de confesiones, antes os he estado observando y te he imaginado con tu novia en la cama…
―¿Te gustaría verme follando con Fiorella?
―¡Uf, me encantaría!
―En Ibiza nos verás en topless en la playita, creo que te va a gustar…
―Joder, Elvira, sigues siendo igual de…
―¿De qué…?
―Iba a decir de guarra, sigues siendo una buena zorra… Y por cierto ―murmuré acercando mis labios a su cuello―, ¡me encantó el pajazo que me hiciste en Gijón!
―Hacía mucho que no tocaba una polla…, pensé que estaría más desentrenada…
―Pues no se notó nada, lo hiciste muy bien, y yo encantado, eh, vamos, que podías haber hecho lo que…

¡Cambio de pareja!

Y me tocó bailar con una tía de Sofía. La breve conversación con Elvira y el estar agarrado a ella, moviéndonos rítmicamente, había hecho que se me volviera a poner dura. Después fue un poco incómodo para mí bailar erecto con la cincuentona tía de mi chica y me separé de ella todo lo que pude para que no notara nada extraño. A nuestro lado pasaron Elvira y Pablo y me eché una mirada furtiva con mi amiga.

La cabrona de Elvira estaba igual que yo, la conocía muy bien, y me buscaba constantemente, en un tonteo que pasó desapercibido para el resto de los invitados. Por desgracia no pude volver a acercarme a ella, porque cuando terminaron los pasodobles, regresó con Fiorella y ya no se separaron el resto de la noche.

El último baile fue con mi chica, que ya parecía más distendida después del día tan ajetreado que había tenido.

―Cuando te veo con Elvira, es como si no hubiera pasado el tiempo ―me soltó de repente.
―Anda, ¿y eso?
―Me acuerdo mucho de la universidad, siempre estabais juntos, hasta fuisteis novios una temporada…
―¿Y…?, ¿ahora vas a estar celosa…?, si te elegí a ti…
―No, pero con ella tienes una complicidad especial que conmigo nunca has tenido.
―Ja, ja, ja, menuda tontería. Sí, siempre nos hemos llevado muy bien, pero te recuerdo que salimos juntos y la dejé porque nunca estuve enamorado de ella, y sin embargo, en cuanto te vi, me gustaste de una manera especial…
―Encima se ha puesto buenorra la cabrona.
―Eso sí que no te lo voy a negar.
―Antes era un palo con dos tetas y ahora…, joder…, ¡lo que hace el dinero!
―El dinero y currárselo en el gimnasio, sus buenas horas de entrenamiento se ha pegado, aunque tenga una entrenadora personal, lleva unos cuantos años dándole muy duro.
―Pues ya me gustaría a mí cambiar así mi cuerpo.
―¿Quééééé…?, ni se te ocurra, vamos, a mí me encantas como estás, ¡tienes un polvazo!, que por cierto te voy a echar en cuanto lleguemos a casa…
―¿Ah, sí?
―Ni lo dudes, no sé por qué las bodas me ponen tan cachondo, pero cuenta con que te voy a follar muy duro…
―Mmmmmm…, y por cierto, ¿qué te parece su novia?, parece que le han metido un palo por el culo, no puede ser más tiesa…
―Me ha dicho Elvira que es un poco tímida…
―Y estirada.
―Eso también, ja, ja, ja, ya veo que te cae muy bien Fiorella.
―Sí, de maravilla.
―Pues la vas a tener que aguantar toda la semana de vacaciones en Ibiza.
―Algo malo tenía que tener que nos dejen alojarnos gratis en su casa de lujo…
―Bueno, ¿ya más tranquila?
―Sí, ha sido un día muy estresante…
―Porque tú has querido, no tenías por qué haberte ocupado de tantas cosas… Y para el año que viene la nuestra.
―Lo estoy deseando, esa sí que me apetece organizarla ―dijo de forma cariñosa dándome un pico en los labios.
―Te quiero.
―Y yo más…

Un rato más tarde terminó la fiesta del hotel, pero todavía era muy pronto y decidimos ir a picotear algo de cena para luego continuar con la juerga en una discoteca que había reservado Sergio. Pero al salir de la sala, Elvira me dijo que ella y Fiorella ya se quedaban en el hotel, al parecer a la modelo no le apetecía mucho seguir con nosotros.

―Venga, Elvira, ¡no me fastidies!, ¿te vas a ir tan pronto de la boda de Sergio y Laura?, no me esperaba esto de ti ―la regañé para ver si lograba convencerla.
―No, si a mí me gustaría ir con vosotros, pero… ―dijo en un tono apesadumbrado mirando hacia su chica, que la esperaba separada a unos metros de distancia con los brazos cruzados.
―¿Está bien?, ¿se ha enfadado?
―No, qué va, pero dice que está cansada y se quiere quedar en el hotel…
―¿Y no podrías venir tú? ―insistí―. Cena con ella y luego te unes con nosotros, venga, Elvira, por favor…
―Está bien, lo intentaré, pero no prometo nada…

Se despidió a medias y yo vi en su cara que estaba deseando quedarse. Quizás más tarde volviéramos a ver a Elvira, pero su novia ni tan siquiera se acercó a nosotros, y nos despidió a distancia con la mano, con un saludo tan frío como ella.

Después de cenar algo rápido llegamos al bar que habían concertado Sergio y Laura para tomarnos unas cuantas copas. Todavía hacía mucho calor para ser las once de la noche y ya apenas quedábamos los jóvenes y cuatro o cinco matrimonios de entre cuarenta y cincuenta años.

Terminamos en la barra Sergio, Pablo y yo y le pedimos a nuestras chicas que nos hicieran una foto a los tres juntos. Levantamos las copas y brindamos en alto por Iván, y Sergio hizo un emotivo brindis para que se unieran todos. Me dio mucha tristeza ver cómo se le escapaba una lágrima a mi mejor amigo en recuerdo de nuestro compañero de universidad, pero así de perra es la vida.

Luego le pedí a Sofía que me hiciera unas fotos con Laura y Sergio y después se puso ella con su hermano.

―Y ahora, tú una con la novia ―me pidió Sergio.

Agarré a Laura por la cintura e intenté aparentar normalidad, lo mismo que Laura, pero no debimos ser muy convincentes, pues su reciente marido nos lo recriminó:

―Joder, ¿pero qué os pasa…?, parece que estáis enfadados, vamos, juntaos más y sonreíd, eso es, y ahora, Adrián, dale un abrazo y un besazo a la novia…

Nos quedamos unos segundos dudando y tímidamente me situé detrás de Laura para hacer lo que nos había pedido Sergio.

―Estás muy guapa y me alegro mucho por vosotros ―le dije a la novia envolviéndola con los brazos.

Tras las fotos comenzó la parte final de la fiesta. Ya llevábamos muchas horas acumuladas, demasiado alcohol y el calor había hecho que llegáramos con las fuerzas justas, cuando, media hora más tarde, casi a las doce de la noche y sin que ya no nos lo esperáramos, apareció Elvira. Entró como un torbellino en el bar y fue una inyección importante de adrenalina para que no decayera la fiesta.

¡Menudo alegrón nos pegamos!

―Te has animado a venir, ¡genial!
―Claro, no podía perderme esta boda.
―¿Y Fiorella?
―Bueno, prefiero no hablar de eso ―me dijo apartándose de mí para ir a darse un abrazo cariñoso con Laura.

Las vi irse juntas a la barra, sonriendo, como si no hubiera pasado el tiempo, pero claro que había pasado, ya no eran las dos universitarias de dieciocho que conocimos, se habían convertido en dos mujeres bien atractivas y no pude evitar recrearme en el culo de Elvira cuando se apoyó en la barra y se inclinó hacia delante para pedir.

Ni tan siquiera lo vi venir y Pablo me agarró por el cuello, agachándome y frotándome el pelo con fuerza.

―Cabronazo, deja de mirarle el culo a Elvira, que se te van a salir los ojos de las órbitas, ja, ja, ja…

Debía haber sido muy evidente para que hasta Pablo, con el ciego que llevaba, se diera cuenta y después me tomé otra copa con él. La penúltima. Sofía se lo estaba pasando en grande con sus primas, y Sergio se acercó a nosotros. También llevaba una buena cogorza encima.

―Mis dos mejores amigos, joder, cómo os quiero… ―Y si no se llega a abrazar en nuestros cuellos, creo que se hubiera ido directo al suelo.

Yo me seguía fijando en Laura y en Elvira, se las veía muy entretenidas en su conversación; Laura, ya sin esa tensión ni los nervios de un día tan importante, tenía la cara mucho más relajada, y Elvira seguía con el mismo vestido sugerente, pero se había quitado los zapatos de tacón para cambiarlos por unas deportivas.

Y encima le quedaban bien.

Me pregunté si seguiría llevando algún piercing en los pezones, con esas areolas enormes y rosadas, en unos pechos prácticamente iguales a los de la actriz porno Kendra Sunderland cuando era más jovencita.

Me encantaba que se hubiera unido de nuevo a la fiesta, sin ella no era lo mismo, y no sé por qué me reconfortaba que estuviera con nosotros. Y cuando reclamaron a la novia, se quedó sola en la barra y al girarse me vio también sin compañía a unos metros de ella. Frente a frente. Me hizo un gesto con la mano y no me lo tuvo que pedir dos veces.

―Te quedan de maravilla esas zapatillas con el vestido, ja, ja, ja… ―le dije al llegar hasta ella.
―Sí, ¿verdad?, tenía los pies reventados, es lo que pasa por no estar acostumbrada a llevar zapatos de tacón.
―Al final te has animado, es una pena que no haya venido Fiorella…
―Bueno, a mí también me hubiera gustado…, después de cenar se lo he pedido, y ella no ha querido…
―No habréis discutido, ¿no?
―Ya estoy acostumbrada, mañana se nos pasará…
―Lo siento, no quería que terminara así el…
―Lo que me ha fastidiado es que tampoco quería que viniera yo, ¡joder, eso es muy egoísta por su parte!, por eso hemos discutido y yo he cogido la puerta y… aquí estoy…

Se me escapó una sonrisa que traté de disimular, pero Elvira se dio cuenta.

―¿Te hace gracia?
―No, no, perdona, solo es que te estaba imaginando teniendo una bronca en inglés con tu chica…
―Cuando se enfada, Fiorella suelta los tacos en italiano…
―Ah, bueno, entonces en eso son iguales que los españoles.
―Mira, prefiero no seguir hablando de ella, además, también estaba muy celosa contigo, no le ha gustado mucho cuando nos ha visto bailar, dice que se nota que hemos sido pareja y que entre nosotros todavía queda algo…
―Pues entonces no es la única, porque a Sofía también le ha pasado lo mismo ―le comenté en bajito acercándome a su oído.
―¡Vaya par de idiotas!
―Y eso que no saben lo de Gijón ―bromeé con Elvira.
―Mejor que no se enteren, no quiero que tu novia me mate…
―Sí, va a ser lo mejor para los dos, a mí podría cortármela… ¡y no exagero!… ¿Sabes?, Sofía me ha dicho que te has puesto muy buenorra y la verdad es que tiene razón, ¡estás tremenda!
―Muchas gracias.
―Llevo todo el día mirándote el puto culo ―le confesé acercándome a su oído―, y preguntándome si estará tan duro como parece…
―¿Eso es una proposición indecente?, ¿es que acaso te gustaría comprobarlo aquí rodeado de amigos y familiares?, podrían pillarnos…
―Por supuesto…
―Es una pena que haya tanta gente, peroooo… no me importaría que lo hicieras y me dijeras qué te parece. Llevo dos años entrenándome con mucho sacrificio, controlando la alimentación; tardan en verse los resultados…, esto no es de un día para otro…
―¿Y si te lo toco ahora, crees que alguien se daría cuenta? ―pregunté bajando la mano con disimulo y acariciando furtivamente su trasero.

Apenas me dio tiempo a apretar su glúteo derecho por encima del vestido y enseguida volví a subir el brazo para apoyarlo en la barra. Efectivamente, lo tenía duro y bien redondito, como había imaginado, pero me quedé con ganas de más.

―Uf, no está nada mal…

Ella bebió de la copa mirándome a los ojos y esbozó una sonrisa de satisfacción. La muy cabrona sabía que estaba buena y le encantaba tontear conmigo sabiendo el riesgo que eso conllevaba. Esos nervios de que alguien nos pudiera ver eran muy morbosos. Alcé la vista al fondo del bar y me encontré a mi chica bailando con sus primas, pero yo en ese momento solo tenía ojos para Elvira y los dirigí sin remedio a su magnífico escote.

―Bueno, estas ya las tenías de serie, no te ha hecho falta que entrenaras esa parte…
―¡Eres un idiota!
―¿Sigues llevando el piercing en los pezones?, es solo por curiosidad, si no quieres, no me contestes…
―Depende del día, incluso me hice otro hace años, aunque ahora quería quitármelos, pero a Fiorella le ponen, me dice que le dan mucho morbo, así que cuando follamos, me los suelo poner… A veces llevo uno, o los dos, pero en el día a día ya no los utilizo, pues cuando voy sin sujetador, se notan bastante… y aunque no debería importarme, entiendo que no dan muy buena imagen como empresaria, pero vamos, más que nada ya te digo que es por comodidad…; me la sopla que unos babosos me miren fijamente las tetas en una reunión porque las tenga grandes y lleve unos jodidos piercings en los pezones…
―Uf, Elvira, sigues siendo la caña…, ¡me encanta que no hayas cambiado nada!
―Lo mismo te digo. ¿Sabes?, antes, cuando estaba hablando con Laura, no he podido evitar recordar lo que me contaste de la casa rural… y bueno, esas cosas me ponen mucho… ―me susurró en el oído―, hacía mucho que no bebía y creo que se me ha subido el puto alcohol, me voy a llevar otra bronca de Carol el lunes cuando vaya a entrenar, me va a hacer sudar como a una cerda.
―Mmmmm, ¿así que te has puesto cachonda pensando en cómo me follaba a la novia?
―¡Exacto!

Eché otra ojeada alrededor y nadie estaba pendiente de nosotros. Me gustaba estar tan cerca de Elvira, arrimarme a ella, sentir el calor que desprendía, esa cara de zorra viciosa que se le dibujaba en el rostro cuando estaba cachonda y que yo conocía tan bien.

―Dime una cosa ―cuchicheó―, ¿te follarías hoy a Laura si surgiera la oportunidad?
―¡Joder, Elvira!, menuda preguntita…
―No me has contestado.
―No, no me la follaría, y lo digo muy en serio…
―¿Me quieres decir que con lo borracho que estás y con la polla tan dura no se la meterías?, no te lo crees ni tú…
―¿Y cómo sabes que la tengo dura?
―Por favor, Adrián, que nos conocemos…
―Sí, vale, tienes razón, estoy cachondo, pero creo sinceramente que no me la follaría. Lo de la casa rural fue un error, Sergio es mi mejor amigo y no lo volvería a hacer; además, Laura ahora es mi cuñada…
―Pues ya te has follado a tu cuñada, ja, ja, ja…
―¡Qué cabrona eres!
―¿Y a mí… me follarías? ―me preguntó mirándome fijamente mientras se pasaba la lengua por los labios esperando mi respuesta.
―¿Ahora?
―Sí, claro…
―¡Sigues siendo una putita, Elvira!
―¿Te estoy poniendo cachondo o qué…?
―¡Ni te imaginas cuánto!
―No me has contestado.
―Ahora estoy con Sofía…
―Eso no te impidió follarte a Laura…
―Es distinto, estaba muy borracho, nos despertamos, no éramos muy conscientes de lo que hacíamos…
―¿En serio piensas que Laura lo hizo sin querer?, ¿que se arrepiente?, seguro que tenía ganas de echarte un polvazo desde hacía mucho tiempo y al final se salió con la suya, probó otra polla antes de su boda…
―Joder, Elvira…, ¡qué puta mente más calenturienta tienes!
―Lo sé, y eso te encanta, porque eres igual que yo… Y ahora, contéstame una cosa, por favor, en Gijón, ¿me hubieras follado en la playa esa noche?
―¿Te hubieras dejado?
―No, pero si te soy sincera, me quedé con muchas ganas de hacerte una buena mamada…
―Mmmmm, no me digas esas cosas…
―Es lo que más echo de menos de estar con un tío ―me murmuró a la oreja y después me dio un beso en la mejilla―, me encantaba cuando se me corrían en la cara y sobre todo esa sensación de chupársela, notar que se les ponía más dura en la boca y de repente esa explosión, mmmmmm, ¡eso era lo mejor!
―Buffff… ―gimoteé pasando mis dedos por uno de sus muslos, justo donde terminaba el vestido.
―¿Quieres meter la mano por debajo?, antes te ha sabido a poco cuando me has tocado.
―¿Puedo?
―No, pero quieres hacerlo igualmente.
―¿Llevas tanga o braguitas?
―A lo mejor no llevo nada…
―¿Y Fiorella tampoco llevaba nada?
―¿Quieres saber qué ropa interior llevaba mi novia?
―Sí.
―Un mini tanguita muy fashion, negro, italiano, de una tela increíble, ¡vale cien euros el puto trapito!
―Uffff… ―Y después colé la mano por debajo de su falda.

Nos juntamos bien a la barra y nos pusimos de lado, intentando ocultar mi brazo todo lo posible, y en un segundo alcancé su glúteo izquierdo. Le pasé los dedos con miedo, acariciándola despacio, tenía el culo muy suave y cuando apreté con fuerza, sentí lo duro que estaba. Un culo pequeñito, redondo y prieto que era una delicia y Elvira cerró los ojos al sentirme directamente sobre su piel.

―Llevas tanguita, ¿el tuyo también vale cien euros? ―pregunté jugando con el hilo que se le perdía entre los cachetes.
―¡Méteme el dedito por el culo!, por favor, mmmm…, con cuidado… ―me pidió en una especie de jadeo, apoyando su cabeza en la mía y aplastando uno de sus pechos contra mi hombro.
―¿Cómo dices?
―Que me hagas lo mismo que le hiciste a Laura, quiero que me metas el dedo…
―Joder, Elvira…
―¡Venga, hazlo! ―Y después de apremiarme se mordió los labios.

Noté que se acomodaba a mi mano y esperó ansiosa que cumpliera lo que me pedía. Yo me acerqué a su agujerito y antes le pasé el dedo corazón por los labios vaginales para lubricarlo un poco. Creo que se le abrió la boca y debió soltar un tenue gemido antes de que introdujera la puntita en el ano.

Estábamos tan concentrados que ni me percaté de que Sofía se acercaba a nosotros; al levantar la vista me la encontré a tres metros y saqué el brazo como un muelle, cambiando la cara y esbozando una sonrisa para recibir a mi novia.

―Aaaah, ¿por qué par…? ―quiso decirme Elvira, hasta que se dio cuenta de que Sofía ya estaba delante de nosotros.

Los dos nos pusimos rojos de vergüenza y fue tan evidente la pillada que no lo supimos disimular.

―Me estaba contando Elvira que ha discutido con Fiorella… ―salí del paso como pude.
―¿Ah, sí?, ¿y eso? ―preguntó mi novia.
―Bueno, es que no quería venir, estaba cansadilla la pobre, y tampoco es que le gusten mucho este tipo de fiestas, no las entiende mucho…
―Pues lo siento…
―No pasa nada.

Luego se hizo un silencio incómodo y Elvira supo retirarse a tiempo dejando la copa a medio beber en la barra.

―Si me disculpáis, tengo que ir al baño…

Cuando nos quedamos solos, Sofía se me quedó mirando con cara de pocos amigos. No sé si habría visto algo, pero de lo que no cabía duda es de que me había visto en actitud cariñosa con Elvira.

―¿Qué estabais haciendo?
―Nada…
―¿Nada?, pero si solo os faltaba comeros la boca delante de todos…
―¿Qué dices, Sofía?, Elvira estaba fastidiadilla por lo de su novia y me lo estaba contando, aquí soy el único con el que puede hablar, necesitaba desahogarse…
―Parecía que te estaba besando el cuello y cuando he llegado, joder, os habéis puesto muy tensos los dos.
―Sofi, vale, ¡pero si además Elvira es lesbiana!, ¿en serio después de tantos años te vas a poner celosa con ella?
―Yo solo digo lo que he visto, no sé, es que parecía…
―Me estaba contando lo de Fiorella, han tenido una bronca fuerte, pero solo es eso… Anda, ven aquí… ―La cogí de la cintura y me acerqué para darle un muerdo.

No calculé demasiado bien y al juntar los cuerpos mi chica notó que estaba empalmado, por lo que se separó inmediatamente de mí.

―¿Y por eso se te ha puesto dura? ―me preguntó frunciendo el ceño.
―Se me ha puesto así por estar contigo, idiota, solo estoy pensando en el polvo que te voy a echar cuando lleguemos a casa, antes me lo has prometido y no admito un no por respuesta…
―Ya veremos…

El resto de la noche, Sofía no se separó de mí, había estado muy cerca de pillarme con Elvira y yo creo que no se tragó mi absurda excusa. Mi novia no tenía un pelo de tonta, un poco más y casi me caza con el dedo metido en el culo de Elvira. Había sido una estupidez por mi parte hacer eso delante de todos y estaba claro que, si no controlaba esos impulsos, tarde o temprano me iba a terminar descubriendo en algún renuncio.

La despedida con Elvira fue más bien fría; al darnos dos besos y un abrazo, los dos nos miramos con la misma sensación de tener más ganas de seguir jugando, y al final quedamos en llamarnos para concretar el tema de las vacaciones en Ibiza.

Al llegar a casa con Sofía, ya había amanecido. Echamos el típico polvo resacoso, con el alcohol que llevaba encima me costó correrme y después de follármela durante una hora de todas las maneras posibles, ella me la meneó a toda velocidad y eyaculé en sus enormes tetazas, cubriéndoselas de leche.

Mi chica se durmió enseguida, pero yo me quedé bocarriba en la cama, dándole vueltas a la cabeza. La boda había estado muy bien y me pregunté qué habría pasado si hubiera estado a solas con Elvira.

¿Hasta dónde habríamos llegado?

Habíamos empezado una especie de tonteo morboso que me tenía muy cachondo, y en apenas un mes íbamos a pasar una semana de vacaciones con ella y Fiorella en Ibiza. Sofía se había molestado al pillarme tonteando con Elvira, lo que yo consideraba normal, mi novia tenía mucho carácter, muchísimo, y yo sabía que no me iba a pasar ni media. Entonces, me pregunté qué me haría si se enterara de que me había follado a Laura, de que había dejado que Elvira me hiciera una paja en la despedida de su hermano y de que tenía un hijo con Mónica y en unos días íbamos a vernos a escondidas en nuestra primera cita.

Y es que una semana antes de la boda, Mónica se puso en contacto conmigo, lo que todavía me había revolucionado más y terminamos quedando el jueves en mi casa. Ella no quería que nos viéramos en una cafetería, porque podría vernos alguien, y yo le sugerí la posibilidad de que se acercara a mi piso de alquiler. Le comenté que vivía solo y que así íbamos a estar más tranquilos. Ella dudó, y tras pensárselo unos minutos, al final accedió.

Una vez terminada la boda, ahora tocaba pensar en Mónica...
 
La verdad es que va a ser casi imposible que no tenga sexo en algún momento de calentón con todas estas chicas con las que ha tenido algún affaire.
Aunque Laura se resista, creo que va a caer otra vez y con Elvira es evidente que hay una atracción imparable.
 
Tengo la sensación de que va a volver a tener sexo con Elvira ( la atracción física y quizás algo más es inevitable y va a explotar tarde o temprano), con Mónica ( idem que con Elvira) y con Laura también.
Aunque yo creo que al final seguirá con Sofía.
 
Una parte de mi cabeza, bueno… de mis dos cabezas dice: Follatelas a todas!! Disfruta que la vida son dos días!!
Pero la otra parte dice: eres un pedazo de mierda por hacerle eso a tu mejor amigo…

Deseando leer más!!
Gracias por el relato!
 

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