El inquilino universitario 2: El reencuentro

Pero vamos a ver. Se supone que todos los que están leyendo esto ya han leído la primera parte y no destripamos nada.
Además yo lo que he dicho es una suposición mía, que además Adrián en el final de la primera parte ya sospechaba y no hay que ser un lince para verlo.
 
Yo al menos, la leí y la disfruté.
No hay que destripar nada: Adrián es el cazador paciente, cuya mira telescópica apunta a Mónica, acariciando con mimo el gatillo, mientras espera el momento de conseguir su trofeo. Mónica es mucha Mónica
Como buen cazador, no despreciará otra piezas que se pongan a tiro.
No es el caso de Laura: fue ella quien se tiró ( nunca mejor dicho) a la escopeta.
La espera, como en la primera entrega, seguro que será apasionante y cada capítulo, te deja con ganas.
Y sobre Iker… se cierne la sombra, razonable, de la sospecha paternal. Habrá que ir tirando del hilo… muy muy despacito
 
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Capítulo 7



La semana se me hizo muy larga hasta que llegó el jueves. Había quedado con Mónica en la cafetería que estaba justo debajo de mi trabajo, y la verdad es que sus mensajes, el domingo por la noche, me habían dejado muy descolocado. El día que nos tomamos el café ella estaba como loca por irse y me dijo que no tenía ningún sentido ese encuentro, pues ya habían pasado muchos años y no teníamos nada de lo que hablar; y de repente, y sin que me lo esperara, ahora era ella la que quería verme.

Esa cita con Mónica me tenía atacadísimo de los nervios. A las siete menos cinco apagué el ordenador y antes de salir de la oficina me coloqué bien el peinado frente al espejo. Al entrar en el bar la vi sentada en una mesa al fondo y me saludó con la mano para que me acercara.

―Hola, Adrián, gracias por venir… ―me dijo a modo de saludo sin tan siquiera levantarse.
―Por supuesto, ¿cómo no iba a venir?, me sorprendieron tus whatsapp, no me lo esperaba…
―Sí, la verdad es que quería disculparme por lo del otro día.
―No tienes por qué, Mónica, por mí no hay problema, disculpas aceptadas.
―Quizás estuve un poco borde contigo…
―No tiene importancia, en serio.

Bajó la cabeza sin atreverse a mirarme a la cara. Aunque no iba arreglada, a mí me seguía pareciendo que estaba guapísima. Con una camiseta blanca de deporte y mallas negras de running, me comentó que luego daba una clase de yoga. Me encantaba cómo llevaba el pelo recogido en una coleta y su cara limpia sin ningún tipo de maquillaje.

Esa belleza natural a sus cincuenta y tres años era deslumbrante.

Ahora sí que Mónica era una jodida MILF; con las arruguitas de su cara me ponía todavía más que antes y me moría de ganas porque se pusiera de pie y ver cómo encajaba su tremendo culazo bajo la tela de las mallas.

―Pues tú dirás ―le comenté al ver que ella no tenía muchas ganas de hablar y que estaba adoptando un comportamiento pasivo similar a la otra vez que nos vimos.
―No, nada, solo era eso, bueno, lo que te he dicho antes, creo que te debía una disculpa porque no fui muy justa contigo.
―En parte entiendo que estés enfadada, supongo que cuando me fui de la casa, no debió ser una situación nada agradable para ti, aunque me alegra mucho que sigas con Fernando y que, además, hayáis tenido un hijo.
―Lo pasamos muy mal, sí, no te lo voy a negar, no merecía que Fernando me perdonara, me podría haber dejado, y yo lo hubiera entendido…, ¡hubiera sido lo más lógico!

Asentí con la cabeza poniendo cara de compungido. En el fondo no podía evitar sentir compasión por su marido, era un gran hombre que me había ayudado mucho cuando estuve viviendo con ellos, y yo se lo había pagado acostándome con su mujer. Y en su momento podría hasta tener una excusa; con diecinueve años era un mocoso pajillero que iba con la polla dura todo el día, y tener delante a una mujer como Mónica era una oportunidad que no podía desaprovechar.

Sin embargo, habían pasado diez años y seguía siendo el mismo, para qué engañarme. Remitiéndome a los hechos acababa de follarme a la mujer de mi mejor amigo. No dejaba de pensar con la polla y eso no iba a cambiar. Nunca. Mónica me parecía tan atractiva que no tenía ninguna duda de que me volvería a acostar con ella si surgiera la oportunidad, eso lo tenía clarísimo. Solo con su presencia sentía unos nervios y un morbo como no había tenido con ninguna otra mujer. Me ponía nervioso con mirarla a los ojos, con tomar un café, con volver a oler su fragancia de vainilla.

Era una atracción sexual irresistible.

No sé si Mónica sentiría lo mismo o algo parecido, desde luego que teníamos un pasado juntos, y no era precisamente un cuento de hadas. Era imposible que ella se hubiera olvidado de lo que hacíamos en su casa. Cuando cerraba la puerta y el garaje con llave de su chalet, ya estábamos solos entre esas cuatro paredes, y el mundo se detenía para nosotros.

Solo queríamos follar, devorarnos, sacar nuestros instintos más básicos. Como dos animales en celo. Practicábamos un sexo irracional, primitivo, pasional, sin estar pendientes de nada más, solo de satisfacernos.

¿Cómo podría Mónica olvidarse de todas esas veces que habíamos follado juntos?

Nos daba igual si era por la mañana, por la tarde o por la noche, en la cocina o en el salón, en su dormitorio o en el mío, y donde más nos gustaba era en aquella piscina que tanto echaba de menos. No sé ni la de veces que me la follé allí.

Ahora fantaseaba con que cuando se bañaba en esa piscina ella sola, se acordaría de lo nuestro. Yo me la imaginaba en el agua, desnuda, acariciándose con los ojos cerrados y pensando en nuestros polvos hasta que llegaba al orgasmo.

¿Cuántos dedos se habría hecho pensando en mí?

No me creía que Mónica hubiera quedado conmigo solo para pedirme disculpas, notaba un ligero temblor en la mano con la que cogía el café y seguía callada, pero tenía ganas de contarme algo. Lo podía ver en su rostro.

―Mónica, ¿estás bien?, si hay algo que me quieras decir…
―No es fácil para mí esto, ¿sabes?, lo he estado hablando con Fernando y, al final, no sé cómo ha accedido a que quede contigo.
―¿Fernando sabe que estamos ahora juntos? ―pregunté sorprendido.
―Sí…

Joder. Mi polla pegó un respingo bajo los pantalones, ¿qué cojones estaba pasando?, ¿es que acaso se habían vuelto una pareja liberal y su marido le estaba dando el visto bueno para que quedara conmigo?, o quizás ya lo eran cuando Mónica y yo tuvimos el affaire. Me puse muy nervioso con la posibilidad de volver a follar con ella, tenía que tratarse de eso, si no, ¿por qué querría Mónica que nos viéramos?

―¿Qué ocurre, Mónica?, no entiendo nada…, me tienes desconcertado.
―Iker, mi hijo…
―Sí, ¿pasa algo con él?, ¿está bien? ―Nada más hacer la pregunta me sentí como un estúpido. Abrí los ojos como platos y el corazón me bombeó a toda velocidad.

Creo que estuve a punto de desmayarme, y Mónica se percató de que me había quedado blanco. Me costaba hasta respirar y la erección se me bajó de golpe.

―Cuando te fuiste, llevaba embarazada unas cinco semanas, todavía no lo sabía…
―¡Mónica!, ¿me estás diciendo que ese niño…?
―Sí, es tuyo, Fernando se hizo la prueba de paternidad para asegurarnos, aunque los dos lo teníamos muy claro. Me confié, habían sido tantos años intentándolo con él que pensé que ya no podía…, pero de repente…
―Joder, ¡me estás diciendo que soy el padre de vuestro hijo!, bueno, de tu hijo, porque Fernando…
―Fernando es su padre y siempre lo va a ser, tiene devoción por el crío y lo quiere igual o más que si fuera suyo.
―Me imagino…, ufffff, ¿y qué se supone qué tengo que decir ahora?
―Espero que nada, por eso he querido quedar contigo. Cuando le viste la primera vez en la notaría, pensé que lo podrías haber intuido, no es que se parezca mucho a ti, pero tiene el pelo igual, y, no sé, por los años y tal…
―¿Y por qué me lo cuentas ahora, Mónica?, ¡han pasado diez años!
―Pues porque creo que es justo que lo sepas.
―¿Qué es justo?, me lo tendrías que haber dicho en cuanto supiste que estabas embarazada.
―Bueno, no es que fuera muy buen momento que digamos. Fernando y yo estuvimos separados un tiempo; luego me enteré de que estaba embarazada de ti y decidimos volver, con todas las consecuencias. Desde entonces, Fernando ha querido a Iker como si fuera su propio hijo y jamás me ha hecho un reproche por lo que pasó. Ahora tenemos una vida tranquila, pero siempre está esa incertidumbre de saber que en un futuro Iker podría enterarse de que Fernando no es su padre… Y entonces apareciste tú…
―¿Y…?
―Llevamos unas semanas consultando abogados, informándonos del tema; bueno, nuestra idea era que firmaras un documento privado en el que renunciaras para siempre a la patria potestad de Iker…, sería algo que no sabría nadie, un secreto entre Fernando, tú y yo…
―Y el abogado ―dije sin saber todavía lo que quería Mónica en todo este asunto.
―Sí, aunque no ha sido posible, porque en España no se puede renunciar, entonces, he creído conveniente hablarlo directamente contigo, me costó convencer a Fernando, pero al final accedió a esto.
―¿Y qué queréis que haga, Mónica?
―Nada, no queremos que hagas nada, que siga todo igual, pero quiero tu palabra de que jamás vas a ponerte en contacto con él ni que vas a reclamar ningún tipo de custodia, ni nada por el estilo…
―Como si no existiera el niño…
―Eso es.
―Pues no habérmelo dicho.
―Creíamos que era lo justo. Lo legal.
―¿Y por qué ahora?, ¿por qué me lo cuentas justo ahora?, voy a casarme con Sofía, hemos firmado la hipo…, ¡claro!, de eso se trata, sabías lo de mi relación con Sofía, que la boda es el año que viene, que nos acabamos de hipotecar… Estabas bien segura de que esto ahora me llega en el peor momento…
―No es eso ―contestó Mónica ruborizándose porque sabía que había acertado de pleno.
―Claro que es eso, así es como has convencido a tu marido para hablar conmigo, ¿verdad?
―Para nosotros tampoco es nada fácil, Adrián, ¿crees que nos gustaría que se enteraran de que nuestro hijo es tuyo?, imagina la situación en la que quedaríamos Fernando y yo: nuestros amigos, vecinos, conocidos, familiares sabrían que le fui infiel ¡con un crío de dieciocho años!, y que, además, me dejó embarazada, ¿qué crees que pensarían?
―¿Y yo cómo le digo a Sofía que tengo un hijo?, madre mía, ¡me mataría!, ella es muy tradicional para esas cosas, no lo entendería y mucho menos querría que me ocupara de él, aunque…
―Por eso te lo decía, creo que debías saberlo, y sé que es duro para ti, pero piénsalo bien, Adrián, lo mejor para todos es que nadie se entere nunca; así mantendríamos lo nuestro en secreto. Creo que se lo debemos a Fernando, no quiero que la gente lo vea como un… pobre cornudo humillado…, pero sobre todo te lo pido por Iker, es solo un chico de diez años. Sabes que con nosotros estará genial y que nunca le va a faltar de nada. Fernando lo adora y lo cuida como si fuera su propio hijo; para mí, él es su padre, ha estado ahí desde que nació. Tú eres su padre biológico, pero nada más…

Aquello era muy duro, que te suelten así de sopetón que tienes un hijo de diez años os aseguro que no es nada fácil de asimilar; pero Mónica tenía razón, me había impactado más la noticia que el hecho en sí. Yo no sentía nada por ese chico, ni tan siquiera le conocía, solo lo había visto una vez y lo que menos me apetecía era meterme en problemas legales por su custodia. No podía hacerles eso a Mónica y a Fernando, y menos al chico. Y si pensaba egoístamente, también me convenía que todo este asunto no saliera a la luz; tampoco es que le hubiera hecho nada a Sofía, pues, cuando yo me acostaba con Mónica, todavía no éramos novios, pero lo mejor para todas las partes era lo que me estaba pidiendo Mónica.

Que me olvidara del chico.

―No sé cómo asimilar esto ―dije cabizbajo poniéndome en pie.
―¿Dónde vas, Adrián?
―Estoy muy confuso, lo tengo que pensar…
―¿El qué tienes que pensar…?
―Pues me gustaría reflexionar sobre qué hacer…, déjame unos días, tampoco te pido tanto, ¿no?
―Está bien, sí, perdona, me parece lógico… Y, entonces, ¿qué le digo a Fernando?
―Lo pienso y en unos días te llamo y lo hablamos…
―De acuerdo.

Y me incliné sobre ella para darle dos besos a modo de despedida. Salí de la cafetería dejándola allí plantada y caminé casi una hora sin rumbo fijo. Me senté en un parque que había cerca, intentaba aclararme, pero estaba demasiado saturado, y después regresé a casa.

Tenía varias llamadas perdidas de Sofía, ni tan siquiera me había dado cuenta de que el móvil me había estado vibrando toda la tarde, y apenas charlé con ella un par de minutos. No recuerdo ni de lo que hablamos. Esa noche no cené y me metí en la cama con los cascos puestos, escuchando un poco de música para intentar relajarme, pero me costó mucho dormir; mi cabeza no dejaba de dar vueltas como una centrifugadora, y al final, ya por agotamiento, caí rendido.

Abrí los ojos sobresaltado, no sabía dónde estaba ni qué hora era, miré el móvil y ya marcaba más de las diez. ¡Me había dormido!, pegué un bote y llamé al trabajo para decir que llegaba en media hora. Ducha rápida, me puse lo primero que pillé y salí despedido hacia la notaría. El día ya fue un desastre desde el principio, descolocado, fuera de hora, con la cabeza en otro lugar, aunque, por suerte, al ser viernes no me tocaba trabajar por la tarde.

Ni me acordaba de que después había quedado con Sofía para ver muebles, era lo que menos me apetecía en ese momento, y por la noche fuimos a casa y se quedó a dormir conmigo. Ella notó que estaba raro, Sofía me conocía bien, y por un instante estuve muy tentado de contarle lo que me sucedía. Era muy grave ocultarle ese secreto a mi futura mujer, sería algo con lo que tendría que convivir para siempre; y, además, si por lo que fuera ella se enterara, eso sí que no me lo iba a perdonar.

Cuantas más vueltas le daba, más y más dudas tenía.

Al final, por supuesto que no le dije nada a Sofía. Simplemente no estaba preparado para contárselo. No me atreví, pero a medida que fueron pasando los días, también mi cabeza se fue aclarando y creo que llegué a una decisión más o menos coherente.

El jueves le mandé un mensaje a Mónica y le pedí volver a reunirme con ella en la misma cafetería de siempre. Expectante acudió a la cita, otra vez vestida de manera informal, con ropa deportiva. Ya empezaba a hacer bastante calor y me encantó cuando la vi entrar con un conjuntito deportivo de la marca Nike. Esta vez sí que iba sexy, con un top blanco de tirantes que terminaba justo donde comenzaban sus mallas, como queriendo enseñar el ombligo, pero sin hacerlo, y unos leggins negros bien ajustados, demasiado diría yo, que resaltaban sus generosas caderas y su increíble culazo.

¡Seguía estando tremenda!, diría que incluso más que cuando la conocí, al menos a mí me daba más morbo.

Se pidió un té y esta vez sí me dio dos besos al saludarme. Enseguida tomó asiento a mi lado, se la notaba ansiosa, expectante, y dejó que hablara yo.

―Creo que ya he decidido lo que voy a hacer…
―Sí, dime.
―Tenías razón, esto tiene que quedar entre nosotros. Se me llegó a pasar por la cabeza contárselo a mi chica, pero, sinceramente, no me he atrevido, y tienes mi palabra de que nunca lo haré. Lo he pensado bien y lo mejor es seguir como hasta ahora, aunque…, bueno…
―Sabía que había un pero…
―Comprenderás que ahora que sé que tengo un hijo tampoco quiero desentenderme del todo de él; al fin y al cabo es mi hijo.
―¿Y…?
―Me gustaría que quedáramos alguna vez y que me hablaras de Iker, que me cuentes cómo es, lo que hace, qué notas saca, qué carrera va a estudiar…
―Eso lo empeoraría todo, al final podrías encariñarte con él, no creo que sea una buena idea, lo mejor es que no sepas nada. Además, Fernando no va a aceptar esto. Jamás.
―Pues será algo entre tú y yo, nos veremos a escondidas…, en secreto…
―¡Eso sería como una infidelidad!
―Estamos en igualdad de condiciones; mi mujer tampoco lo sabrá. Es lo justo, ¿no? Quedaremos y me hablarás de Iker, me enseñarás fotos suyas… No creo que te esté pidiendo tanto a cambio de mi silencio…
―¿Y si te digo que no?
―No soy mala persona, nunca haría nada que perjudicara al crío, no me voy a jugar un farol diciéndote que iría por lo legal, que te llamarán mis abogados ni chorradas de esas… Si me dices que no, me iré a casa con las orejas gachas y aceptaré que tengo un hijo del que nunca sabré nada…
―Se te da muy mal ir de víctima, Adrián.
―¿Tan descabellado es lo que te estoy pidiendo?
―Mira, chico, te veo de lejos, no sé si con esto pretendes quedar conmigo a solas…, pero vamos, quiero dejarte bien claro que entre tú y yo no va a volver a pasar nada, tanto si acepto lo que me has pedido como si no lo hago…
―Yo también voy a casarme, te recuerdo que tengo pareja…, por si lo habías olvidado ―le dije con rabia―. Bah, lo siento, no quiero discutir contigo, me fastidia que pienses así de mí, aunque en el fondo tengas razón, tampoco te voy a mentir, me gusta la sinceridad; y sí, puede que haga esto por seguir viéndote, me gustas, estoy muy a gusto contigo, te tengo mucho cariño y, además, todavía siento una atracción sexual bastante fuerte por ti…
―¡Lo sabía!
―Ha sido verte hoy, cómo vas vestida y, uffff, ¡no me digas que a ti no te pasa lo mismo!, puedo verlo en tus ojos… ―Puse una mano sobre la suya y Mónica la apartó inmediatamente.
―Pensé que querrías ver a Iker, que estabas interesado en él, pero sigues siendo el mismo mocoso que iba a la facultad…, ¿es que no vas a madurar?
―Ah, y me lo dice una que se folló a un «mocoso» de diecinueve años…
―Si no estuviéramos tratando un tema tan serio, ya me habría ido, no he quedado contigo para discutir ni para aguantar tus tonterías, no voy a rebajarme a ese nivel…
―Ni yo tampoco, perdona, Mónica.
―Estoy dispuesta a aceptar tu oferta, pero nada de discutir y mucho menos quiero insinuaciones como la de antes, si eso se repite, ¡se acabó!, y soy bien clara en este asunto, prefiero que lo hablemos ahora para que luego no haya malentendidos, ¿de acuerdo?
―Sí, está bien, entonces…, ¿de verdad aceptas?
―Sí, ya hablaremos de cómo quedar y dónde…, si realmente estás interesado en Iker, nos veremos alguna vez y te hablaré de él…
―Vale, gracias, Mónica.
―Pero nada de tonterías, ¿eh?… Y ahora tengo que irme, Adrián.
―¿Y cuándo será la primera reunión?, me he perdido diez años…
―Antes del verano, tengo que escaparme una hora, ya veré cómo lo hago…
―Vale.
―Ya pensaremos dónde nos vemos y eso…, quiero que sea un sitio muy discreto.
―Me parece bien.
―Bueno, Adrián, me voy…, ya te avisaré. Y otra cosa, espera a que sea yo quien te escriba, jamás se te ocurra ponerte en contacto conmigo; ni llamarme ni mandarme un mensaje, ¿de acuerdo?, se supone que esta es la última vez que tú y yo íbamos a quedar.
―Claro, lo entiendo…; a mí tampoco me interesa que me vean contigo…
―Bien, mejor, pues nada más, en unas semanas te pego un toque… como si fuera una clienta de la notaría, para no incomodarte por si estás con tu pareja.
―¡Buena idea!
―Iré recopilando fotos de Iker de todos estos años para que las veas… y te hablaré de él.
―Me parece perfecto…
―Vale, pues nos vemos. ―Y cogió su bolsa deportiva y se la puso al hombro.

Me quedé mirando su culo mientras Mónica salía de la cafetería. Seguía teniéndolo de diez, y parecía igual de duro que cuando me lo follaba. No pude retirar la vista de sus glúteos hasta que se fue a su clase de yoga. Después, me marché a casa extrañamente satisfecho con la reunión.

Mónica estaba dispuesta a quedar conmigo y quizás era una buena solución intermedia para no hacerme cargo del chico, pero tampoco desentenderme de él. Pero lo mejor es que íbamos a vernos en secreto, sin que nuestras parejas lo supieran, y aquello tenía un punto morboso que me ponía muy cachondo.

Sin embargo, Mónica me lo había dejado bien claro: a la más mínima insinuación por mi parte no volvería a verla y se acabaría todo de inmediato. No tenía ninguna posibilidad con ella. Había sido tajante, pero entonces…

¿Por qué temblaba y me encontraba tan extrañamente excitado?
 
Hay que tener mucha cara para soltarle la bomba y decir que renuncie a él.
Y hay que tener todavía más cara para no decírselo antes.
Lo que tenía que hacer Adrián es decírselo a Sofía y no renunciar a él.
 
Pero al fin y al cabo fue algo anterior.
Es una situación muy complicada y yo creo que lo mejor que puede hacer es decírselo, porque si no la conciencia no le va a dejar tranquilo.


Yo que él no haría semejante cosa... Esa Sofía no es de fiar, igual que su hermano; les veo algo que no se... pero no me convencen ninguno de los dos... :unsure::unsure::unsure::unsure::unsure::unsure::cool::cool::cool::cool::cool::cool::cool:🍻🍻🍻🍻🍻🍻🍻
 
"Tú eres su padre biológico, pero nada más…"

Porque tú se lo ocultaste hdp. Pero mira que cara tiene esta.

Merece otra enculada, si señor.
Es de vergüenza lo que le suelta y tan tranquila.
Le oculta por la cara durante 10 años que es su hijo y encima en plan prepotente.
No, Mónica, tú le quitaste a a Adrián su derecho a ver crecer a su hijo y lo que te mereces es que Adrián haga valer sus derechos.
 
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