El inquilino universitario 2: El reencuentro

La cuestión es que eso parece que paso un tiempo antes de este encuentro con Elvira y sería interesante como le ha afectado esto a la novia de Sergio, que supongo que lo habrá superado y olvidado
Hay que tener mucho cuidado con las despedidas, porque seguro que no querían pero les entraría un calentón y fue inevitable.
 
Si lo está atormentando, si, parece que fue con algún fruto prohibido, y eso dice que no sólo, no respeta a su novia, sino que no respeta a nadie, un picha loca.

Quizás ya casado, siente realmente cabeza, eso suele ser un quiebre mental.

Por ahora, hagan sus apuestas, a ver si tiene o no un remember con Elvira
 
3



Tres semanas antes


Me desperté somnoliento, desorientado, no sabía ni qué hora era ni dónde estaba, lo único que sentía es que tenía las piernas dormidas, más bien agarrotadas. Los primeros rayos de sol entraban por la ventana, Laura seguía sentada encima de mí, y yo la tenía cogida como si fuera un bebé.

La fiesta se nos había ido de las manos, con veintiocho años ya no salíamos tanto como antes, al menos no de esa manera, y la casa rural que alquilamos para la despedida de soltero conjunta de Sergio y Laura, en la que nos reunimos veinte amigos, fue la excusa perfecta para desmadrarnos. Lo que no me podía imaginar es que el sábado iba a amanecer con la futura novia sentada en mi regazo.

Tenía un sentimiento confuso, apenas recordaba nada, solo gente saltando, bailando, con la música a todo volumen y me dejé caer en el butacón con una copa en la mano. Sí, en aquel momento ya solo quedábamos ocho en la fiesta, y los dos novios tenían prohibido irse a la cama mientras hubiera alguno que aguantara. Era la única norma.

Sofía ya hacía tiempo que nos había dejado, de hecho, nuestra habitación estaba en la casa rural de al lado, pues habíamos alquilado dos que estaban pegadas, porque todos no cabían en una. Sergio y Pablo se bebían copas y chupitos uno tras otro y la poca gente que quedaba ya había tomado posición por los sillones situados en el gran salón.

Vino Laura hacia mí, bailando, visiblemente borracha, se dejó caer encima y se sentó en mis piernas. Nunca la había visto así, tan pasada y efusiva de felicidad, de hecho, hacía años que apenas bebía y aquella noche quizás habíamos sido muy cabrones con la parejita mandándoles multitud de pruebas que la mayoría implicaba ingerir cantidades ingentes de todo tipo de alcohol.

―Ya sabes que te quiero mucho ―me dijo―, eres muy importante para Sergio, y para mí también, siempre has estado ahí cuando te hemos necesitado, te considero una persona de las más cercanas en mi vida, ¿hace cuántos años que nos conocemos? ―Y me dio un beso en la mejilla.
―Pufff, ya hace muchos, ni me acuerdo. Me alegro mucho de que os vaya tan bien y que mi mejor amigo se vaya a casar contigo. Creo que no podía haber elegido a una chica mejor que tú.

Estuvimos hablando, recordando anécdotas, ya eran muchos años desde que nos conocíamos, habíamos compartido en parejitas multitud de cenas, de viajes, de escapadas a la montaña, malos momentos como el fallecimiento de su padre, y un sinfín de vivencias desde la universidad. Laura no solo era la novia de Sergio, su futura mujer, también era una gran amiga.

Tenía su pequeño cuerpo encima de mí, llevaba una minifalda vaquera y una camiseta negra de tirantes, y al despertarme me sentí ridículo con la mano apoyada en uno de sus muslos. Me venía vagamente a la cabeza el recuerdo de la gente despidiéndose y sí, Pablo y Sergio habían sido los últimos en salir del salón abrazados como dos colegas.

―Te vienes a dormir conmigo, joder…
―No te lo crees ni tú ―protestaba Sergio sin mucho entusiasmo, discutiendo con el grandullón.
―Ahí está tu novia, ¿la despertamos?
―No, déjalos, ja, ja, ja, sácales una foto para vacilarlos mañana un poquito ―sugirió Sergio.

Me pareció que Pablo se acercaba a nosotros y nos tiraba alguna foto, pero tampoco me enteré mucho; después salieron del salón, dejándonos solos.

Ya debía haber pasado una hora de eso, por lo menos, y no se escuchaba nada en la casa. Las habitaciones estaban arriba, entonces desperté a Laura con un besito en el pelo.

―Ey, deberíamos irnos a la cama, creo que nos han dejado solos…
―¿Qué…? ―balbuceó ella visiblemente desorientada―. ¿Dónde estamos?, tengo frío. Sí, hace rato que estos ya se han ido… ―Y se encogió en mi regazo un poquito más, haciéndose una bolita.

Yo la rodeé con mis brazos, en plan paternalista, y volví a darle un beso en su larga melena, que llevaba recogida en una coleta.

―Vamos, Laura, muévete, tengo las piernas dormidas…

Y cuando ella se acurrucó moviendo su culo peligrosamente cerca de mi paquete me di cuenta de que estaba empalmado. Yo no quería que eso pasara, de verdad que no, había sido involuntario, y sin pretenderlo me había despertado con un inesperado calentón encima. Y que Laura estuviera sobre mí con tan poca ropa no ayudaba mucho a que me calmara.

Sentía la suave piel de sus muslos sobre mi cuerpo, y es que la minifalda vaquera no era muy larga, además, se le había subido unos centímetros y casi podía verle las braguitas desde mi posición. Ella se acomodó otra vez, pasándome un brazo por el cuello, y pegó sus labios en él.

―¡Adri! ―susurró antes de darme un tierno beso en esa zona tan delicada.
―Laura, por favor, vamos a la cama ―le pedí otra vez.

La situación era muy confusa; por un lado, me quería levantar, pues tenía las piernas muy agarrotadas; pero, por otro lado, también estaba muy a gusto sujetando entre mis brazos el pequeño cuerpo de Laura. Y un calor me subía por la entrepierna hasta el cerebro que no me dejaba pensar bien. Ella no paraba de besuquearme el cuello, lo hacía de manera cariñosa, en plan colega, pero emitía un suspirito mientras lo hacía que me estaba volviendo loco.

Yo le correspondí apoyando mis labios en su sien, y ella se encogió todavía más. Tenía una mano en su muslo y después sentí sus dedos en mi mejilla; hizo una leve presión y me acercó a ella para continuar con sus besos en el otro lado, ya peligrosamente cerca de la boca.

―Mmmmm, Laura, deberíamos irnos a la cama, se está haciendo de día ―le pedí empezando a preocuparme por lo que estaba sucediendo en ese cómodo butacón.

Pero ella no se detenía, y después fui yo el que la besó en la cara mientras Laura escondía la cabeza bajo mi cuello para seguir tanteándome en esa zona. Luego volvió a subirla, ya nos dábamos besitos casi a la vez, cada vez más próximos, hasta que ocurrió lo inevitable.

Nuestros labios se encontraron, más bien se rozaron.

Sentí una leve descarga eléctrica y a ella le pasó igual, y casi de inmediato nos separamos, pero no mucho, lo suficiente para notar el aliento del uno en la cara del otro. Otra vez nos fuimos acercando para tocarnos los labios de nuevo. Ahora ya no nos apartamos y nos quedamos con las bocas separadas por apenas un centímetro.

El siguiente beso fue más sonoro, más intencionado, más buscado. Más beso. Laura abrió ligeramente la boca y apretó mi labio inferior para después volver a cerrarla y soltarme otro pico. Sus brazos rodeaban mi cuello y yo seguía teniendo una mano en su muslo y la otra, por su espalda.

Me daba mucha vergüenza que Laura pudiera notar mi erección, y aunque tenía las piernas medio dormidas, metí el estómago para intentar no rozarme con ella; no obstante, parecía que me buscaba y con un golpe de cadera más brusco posó sus dos glúteos encima de mi paquete. Ahora ya no podía hacer nada.

Laura se acababa de enterar de que estaba empalmado.

La siguiente vez que abrió la boca me mojó el labio superior, que se me había quedado seco, y después el inferior hasta que noté el principio de su lengua rozándome sutilmente.

―Oh, Laura, no sé qué está pasando, ¿qué estamos haciendo? ―dije muy confundido y excitado a partes iguales.

Era como si me hubieran echado algo en la bebida, no tenía casi capacidad de reacción. O es que llevaba tanto tiempo sin emborracharme que al mezclar licores, chupitos, cervezas, todo concentrado en una noche y en tan pocas horas ―sin estar acostumbrado―, me había cogido una buena cogorza.

Laura tampoco me lo ponía fácil, con un ronroneo muy erótico y con su respiración acelerada sin parar de darme besitos por la cara, el cuello y los labios. Ella llevaba la voz cantante y yo me dejaba hacer. «No es mi puta culpa lo que está sucediendo», me repetía en la cabeza una y otra vez.

Casi sin querer moví la mano que tenía en su muslo, ni tan siquiera fue una caricia, lo hice por inercia, y, de repente, ella abrió un poco las piernas. Miré hacia abajo, la falda vaquera ya se le había subido demasiado y desde mi posición se le veía el comienzo de sus braguitas blancas.

Un espasmo involuntario sacudió mi polla y ella al notarlo meció suavemente su culo sobre mí.

―Deberíamos irnos a la cama ―me susurró Laura en el oído para después darme un mordisquito en el lóbulo de la oreja.
―Sí, sería lo mejor ―le contesté con la respiración acelerada.

Después colé la mano muy despacio por debajo de su falda, fueron apenas unos centímetros, y enseguida me topé con la tela de sus braguitas. Tenía el dedo apoyado en su coño e hice una ligera presión.

―¿Qué haces, Adri?, aaaah ―me preguntó con un gemido.
―Nada, lo siento, es que… ―intenté excusarme, pero sin retirar la mano.

En ese momento no era consciente de lo que estaba sucediendo, lo veía solo como un juego, un tonteo entre dos amigos y ya está, pero eso sí, me empezaron a subir los calores y la polla me palpitó de manera involuntaria otra vez.

Laura seguía martirizándome con sus labios, con continuos besitos cortos que me estaban poniendo muy burro, y cuando fui a retirar la mano que tenía bajo su faldita, noté que ella colaba el brazo por debajo de su cuerpo y me tanteaba el paquete.

―Joder, Laura…, ¿qué estamos haciendo? ―suspiré buscando su boca.

Y nos fundimos en un beso mucho más agresivo, esta vez no me anduve con rodeos y le metí la puta lengua con fuerza, y para mi sorpresa Laura no protestó, más bien al contrario. Entrelazó sus dedos en mi pelo y me apretó contra ella. Nuestras lenguas se fundieron en una sola y subí la mano para acariciar sus pechos por encima de la camiseta.

Me seguía apretando la polla, jugando con ella, sintiendo mi dureza y esta vez ataqué su entrepierna con más decisión. Se le había subido tanto la falda que ya se le veían las braguitas e hice presión en la tela, hundiendo mis dedos en sus labios vaginales. Un nuevo gemido se le escapó a Laura y cuando me quise dar cuenta, apoyó un pie en el suelo y abrió las piernas para luego dejarse caer y sentarse sobre mí como si me estuviera montando.

Después todo sucedió demasiado deprisa. Sin dejar de besarnos sus manos desabrocharon mis pantalones y yo tiré de su falda hacia arriba dejándola en braguitas. Sobé su culo con ganas en lo que ella me sacaba la polla y cuando me quise dar cuenta, ya la tenía entre sus dedos.

No era consciente de lo que estaba a punto de suceder. Ya no podía pensar y aparté la tela de sus braguitas para que ella acomodara mi polla a la entrada de su coño. Laura se dejó caer deprisa, como si quisiera hacerlo lo más rápido posible para no arrepentirse, y de repente…, todo mi miembro la penetró hasta el fondo. Luego levantó el culo y se dejó caer otra vez, agarrándose a mi cuello.

¡Estaba follando con Laura!

Dejé que ella meneara su culo adelante y atrás, frotándose contra mí, en un polvo delicioso, agradable y placentero. Ella no botaba, solo se deslizaba entre mis piernas con un contorsionismo de caderas que me estaba encantando. Metí la mano por debajo de sus braguitas para acariciarle directamente la piel de sus glúteos y Laura se inclinó sobre mí buscando de nuevo mi boca.

No hablábamos, no nos mirábamos. Sabíamos que aquello que estábamos haciendo era algo muy grave, pero yo creo que eso intensificaba el morbo. De pronto, sentí una sensación parecida a cuando follaba con Mónica en esos encuentros prohibidos en su casa. Aunque con Sofía el sexo era muy placentero, no había vuelto a experimentar ese placer que te brota del estómago, te encoge las pelotas y te pone la piel de gallina.

Laura seguía moviendo su culito y yo clavando sus dedos en él. Me acerqué sigiloso a su ano e hice una ligera presión para tantearla, vi como ella cerraba los ojos e intensificaba su movimiento de caderas. Parecía que le había gustado, así que insistí un poco más hasta que su apretado culo se tragó la puntita de mi dedo corazón.

Se le escapó otro gemido y reprimió las ganas de gritar mordiéndome el hombro. No podíamos hacer ruido, ni jadear en alto, solo se había acelerado nuestra respiración, y de repente, sentí que me iba a correr. No pensé si llevaba preservativo ni nada de eso, en ese momento me daba igual, me costaba pensar con claridad y no quería moverme ni cambiar nada, lo estaba disfrutando de una manera muy intensa y me dejé llevar sin tan siquiera avisar a Laura, que ya debió intuir lo que pasaba e incrementó el vaivén de sus caderas.

Mi dedo entró decidido hasta el fondo de su culo y justo cuando se lo clavé, nos corrimos. Los dos a la vez. Ella mordiéndome el hombro y yo enterrando mi boca en su cuello, descargando en su interior una potente corrida. Todavía nos fundimos en otro morreo mientras terminaba de vaciarme y después Laura detuvo sus movimientos.

No dijo nada, solo se puso de pie y pasó una pierna por encima de mi cuerpo para desmontarse de mí. Se colocó la faldita, tirando de ella hacia abajo y se arregló la camiseta antes de dejarme solo.

Y allí me quedé, en el butacón, con la polla fuera, dura, palpitando, todavía me temblaba y un par de goterones blancos y espesos me resbalaban por el tronco. No era capaz de asimilar lo que acababa de pasar. Más bien parecía un sueño, pero no lo era.

Ni tan siquiera era muy consciente en ese momento de lo que acababa de hacer. Me coloqué la ropa y salí de la casa rural para pasar a la de al lado. Me quité los pantalones, la camiseta y me metí semidesnudo en la cama con Sofía.

Era casi la hora de la comida cuando Sofía entró en la habitación para despertarme.

―Vamos, perezoso, ¿a qué hora llegaste anoche que no te oí llegar?
―Bufff, no sé, era muy tarde, casi de día…
―Anda, que ya te vale, no te puedo dejar solo, venga, que ya estamos todos en el salón, solo faltas tú…
―Vale, ahora voy, me pego una ducha y en cinco minutos estoy…
―No tardes. ―Se subió en la cama para darme un beso y luego me dejó solo.

Mientras me caía el agua, se me vino a la cabeza lo que había sucedido unas horas antes y comprendí la gravedad de la situación.

Me había follado a Laura. Ni más ni menos que a la futura mujer de mi mejor amigo.
 
Se veía venir. El problema es si ha sido esa noche que se les ha ido de las manos o van a repetir, que eso ya si sería bastante peor.
 
Para que repitan, tendrían que crear una situación de asiduidad, para que vuelvan a caer en la tentación.

Pero la verdad no creo que con ella sea, supuestamente Mónica va a ser la protagonista... o no?
 
Para que repitan, tendrían que crear una situación de asiduidad, para que vuelvan a caer en la tentación.

Pero la verdad no creo que con ella sea, supuestamente Mónica va a ser la protagonista... o no?
Lo que sería interesante en esta confesión con Elvira es saber cómo están ahora mismo Laura y Adrián.
Aquí lo inquietante es que como a Laura le haya gustado mucho si no lo va a buscar, aunque yo creo que no y se queda ahí, que además es lo mejor para todos.
 
4



Terminé el relato y al escucharlo de mi boca todavía me pareció peor de lo que pensaba. Elvira no me interrumpió en toda la historia, se quedó callada, agarrada a mi brazo, y después se hizo un silencio incómodo que apenas duró un minuto.

Yo sabía que ella no me iba a juzgar, por eso se lo había contado. Le acababa de revelar mis dos grandes secretos: mi relación con Mónica diez años atrás y mi primera infidelidad a Sofía, precisamente con la novia de su hermano. Ese silencio me estaba matando y yo deseaba que Elvira dijera algo, lo que fuera, pero los dos mirábamos al mar, contemplando las olas romperse muy cerca de nuestros pies.

De repente sentí su mano tanteando mi muslo, muy cerca de mi paquete, y Elvira me murmuró al oído.

―¡Eres más cabrón de lo que pensaba!, te gusta liarla a lo grande, ¿eh?, mira que tenías mujeres en el mundo y has ido a elegir a Laura, joder; y ahora, además, te vas a vivir a su lado, sabes que es muy probable que te la folles más veces, ¿verdad?
―No, no creo…, lo de la casa rural fue…, no sé ni lo que fue…, un polvo que echamos sin pensar.
―Te sigue gustando el sexo igual que hace años, eres incapaz de aguantarte, de decir que no…, ¡y eso me encanta!, reconozco que me ha gustado la historia y bueno…, ¡estoy bastante excitada!, y seguro que tú estás igual, ¿a que te has empalmado mientras me la contabas? ―Y tanteó mi paquete con su mano.
―¡Elvira! ―le grité sorprendido, pero dejándome hacer.
―¿Sabes?, hace mucho que no toco una polla… ―suspiró comenzando a desabrocharme el pantalón con las dos manos―. ¿Te importa?

Seguía apoyada con la cabeza en mi hombro y yo dejé que me la sacara. Estaba muy a gusto sentado con ella en la arena, protegidos por la oscuridad, y me encantó la sensación de sus dedos calientes rodeando mi tronco.

―Dime la verdad, ¿te gustó follar con Laura?

Yo me giré hacia ella y busqué su boca, pero Elvira me retiró la cara.

―No, solo la paja…

Y siguió masturbándome despacio, sacudiéndome la polla mientras me acariciaba el frenillo con el dedo pulgar, con esa manera tan particular de hacer las pajas. Solía ser más agresiva, pero esta vez me lo estaba haciendo despacio, como si quisiera que durase más.

―Mmmmm, se me había olvidado lo que era tener una buena polla en la mano…
―¿Tanto tiempo hace que no tocas una?
―Sí, más de cinco años, por lo menos… Y ahora, dime, no me has respondido a la pregunta que te he hecho antes: ¿te gustó follar con Laura?
―No sé, fue raro, los dos estábamos medio dormidos…, pero muy excitados. Al día siguiente me sentí fatal, y Laura, uffff, estaba como ida, no se acercó a mí hasta que nos fuimos de la casa rural. Ahora intenta aparentar normalidad, pero claro, la relación entre nosotros está un poco rara, como comprenderás; además, todavía lo tenemos muy reciente… y ella se casa en menos de un mes…
―Siempre me he imaginado qué tal debe follar Laura, me encanta cómo baila, aunque no sea una guarra, seguro que es muy buena en la cama…
―Sí, se mueve muy bien, prácticamente fue ella la que me folló…
―Mmmmm.
―Pero lo que más me gustó fue cómo besaba, lo hacía muy dulce con su lengua, eso me puso muy cachondo.
―En la universidad me ponía mucho, no para salir con ella y tal, pero sí me hubiera gustado follar con ella alguna vez…
―Joder, Elvira…
―Y te aseguro que yo no hubiera sido nada dulce con ella.
―Uffff…
―Fuimos muchas veces juntas al baño, me encantaba su culito tan pequeño y duro, las braguitas infantiles que solía llevar y su coñito depilado, ¿lo seguía llevando así?
―Sí, creo que sí, tampoco se lo pude ver muy bien, pero me pareció que sí…
―¿Y te la volverías a follar?
―No, bueno, no sé..., no debería, pero son tantos años siendo su amigo que me da mucho morbo desde hace tiempo. Supongo que al final nos atrae la gente más cercana, ¿a quién no le gusta la mujer de su mejor amigo?, muchos dirán que no, que eso es de ser un hijo de puta…
―En el fondo son unos hipócritas, ¡claro que se acostarían con ellas si tuvieran la oportunidad!
―Joder, Elvira, ¡qué rico!, lo haces de maravilla.
―Tenías ganas de una buena paja, ¿eh?
―Síííí…, se la podrías haber hecho a Sergio, hubiera sido un buen regalo de despedida, te tiene muchas ganas desde hace tiempo.
―Lo sé, pero a mí me gusta tu polla.
―Para llevar tiempo sin tocar una, tengo que decirte que lo estás haciendo de cine, te pongo un nueve y medio.
―¿Solo un nueve y medio?, espero que cuando te corras, sea un diez, yo también me estoy poniendo muy cachonda ―suspiró Elvira sin subir la velocidad con la que me la meneaba―. Cuéntame más cosas de lo que pasó con Laura, ¿te gustó meterle el dedito por el culo?, ¿cómo lo tenía?
―Muy estrecho, pero en cuanto se lo metí, hice que se corriera, así que no me extrañaría que con Sergio se corra así, pero yo diría que lo tiene virgen…
―¡Cállate, no me digas esas cosas! ¿Y Sofía también lo tiene virgen o te gusta follártela por el culo?
―Parece mentira que no me conozcas.
―Muy bien, no esperaba menos de ti, ¿así que a Sofía te la follas por detrás?
―Por supuesto, ¿qué pasa?, ¿también te gusta mi novia?
―Bueeeeno, no le diría que no, es muy guapa y tiene muy buenas tetas. Me enrollaría con ella delante de ti si eso te pusiera…
―Joder, casi me gustaría más verte follar con la modelo italiana…
―¿Con Fiorella?
―Sí.
―¿Qué te imaginas que hago con ella?
―Puffff, conociéndote, pues de todo…, pero prefiero que me lo cuentes…, ¿es tan cerda como tú?
―No, pero me deja hacer con ella lo que me apetezca. Me gusta follármela a cuatro patas con un arnés, me encanta comerle el culo y luego metérsela cuando ya lo tiene bien lubricado, ¡se vuelve loca! Chuparle el coño es una gozada, ¡lo tiene muy bonito y sabe delicioso!, podría estar horas y horas comiéndoselo. Y ella se me corre en la cara una vez tras otra.
―Joderrrrrr, aaaaah, ¿sabes que la sigo en *********?
―Ah, ¿sí?
―Sí, es muy guapa, y tiene un cuerpazo que uffff…
―No te habrás pajeado con mi chica, ¿no?
―Alguna que otra, tiene unas fotos en topless de hace dos años, que la pillaron en las Maldivas…
―¿Y te has tocado con esas fotos?
―Son mis favoritas y reconozco que me he corrido con Fiorella más de una vez…
―¡Qué hijo de puta!, pues para que lo sepas, en mi móvil tengo fotos de ella, y no solo en topless, también desnuda enterita, se las he hecho yo…
―Ufff, no me digas eso, ¿me las enseñarías?
―No, ¿o es que quieres correrte con ella?
―Sí, me encantaría, me daría mucho morbo terminar con tu novia mientras me haces una paja, joder, Elvira, había olvidado lo zorra que eras…
―Pues no te pienso enseñar a mi novia, son fotos muy privadas…, pero puedes abrir su ********* y correrte con la foto que quieras…
―Mmmmmm, ¡estoy a punto, Elvira!
―Vale, pero otro día tienes que contarme con calma lo de Mónica, esa historia la quiero conocer con detalle. ¿Me lo prometes?
―Está bien, prometido.
―Y ahora, si quieres, córrete, Adrián ―me pidió subiendo la intensidad de su paja―. Mmmmm, ¡qué dura la tienes, cabrón!, anda, mira a mi novia si eso te pone…

Sacó el móvil y buscó el perfil de Fiorella, seleccionó un par de vídeos que tenía en biquini y me lo puso delante de la cara.

¡Era muy excitante!

Me gustó que Elvira siguiera siendo la misma de siempre. Sí, ahora tenía mucha pasta, vestía con clase, llevaba el pelo más corto, estaba más buena y se había convertido en una pija exquisita; pero todo eso no lograba enmascarar su lado transgresor.

¡Elvira siempre iba a ser una viciosa de cuidado!

―Córrete, córrete… ―me jadeó al oído cuando notó que mi polla se puso increíblemente dura.

Con una mano sujetaba el móvil delante de mí, y con la otra me la sacudía, apretándomela todo lo fuerte que podía. Con una sonrisa celebró el primer lefazo, que salió despedido en medio de mi sudadera. Detuvo el movimiento de su brazo y con el dedo gordo hizo círculos alrededor de mi frenillo dejando que soltara todo lo que tenía guardado.

―Eso es, no pares, córrete, más, más, mmmm, máááás.

Me quedé temblando, con la respiración acelerada y me recosté, apoyando las manos en la arena, pero Elvira seguía sin soltarme la polla, me la masajeaba con su pulgar, haciendo que palpitara mientras una gota blanca y espesa resbalaba por el tronco hasta los huevos. Luego llevó los dedos a su boca y los lamió hasta que no quedó ni rastro de mi corrida.

―Mmmmm, delicioso…
―Si quieres chupármela, por mí adelante ―dije todo chulo mostrándosela dura.
―Ja, ja, ja, ya te la puedes guardar, no creo que te gustara mucho si me agachara ahora y te hiciera un mamadón…
―Está bien, tú te lo pierdes ―afirmé guardándomela en los pantalones.

Nos quedamos unos minutos más mirando el mar después de correrme. No digo que me arrepintiera, pues sabía que podía confiar en Elvira, pero quizás había hablado más de la cuenta y me entraron los remordimientos.

―Elvira…
―Tranquilo, que no voy a contar nada, ya lo sabes; además, a mí tampoco me interesa mucho que alguien se entere de lo que ha pasado esta noche entre nosotros…
―Deberíamos irnos ya al hotel.
―Sí, es buena idea.
―Por cierto, este verano un amigo me ha prestado una casa en Ibiza, vamos a ir la segunda quincena de julio y la primera de agosto, voy a estar con Fiorella, pero la casa es enorme, no sé si te apetecería venir unos días con Sofía…
―Uf, no creo que sea muy buena idea, después de lo que acaba de pasar.
―Bueno, piénsalo y me dices. Me encantaría que vinierais Sofía y tú… ―me invitó de nuevo mi amiga.
―La verdad es que no suena nada mal el plan…, deja que hable con ella y te digo ―le pedí levantándome de la arena y dándole la mano para tirar de ella.

Luego se agarró a mi brazo y fuimos caminando hasta el hotel. La noche refrescaba, y no quedaba mucho para que empezaran a salir los primeros rayos de sol…
 
De todas formas hay unos códigos éticos que creo que se deben seguir y es nunca acostarse con la novia de un amigo y más si encima se van a casar.
Yo no voy a justificar lo que hizo, pero lo hecho, hecho está y deberían hablar y dejar las cosas claras para que no se vuelva a repetir
Ya tiene edad de madurar y ver qué está con una buena chica y no mirar a otras, pero claro, si no, no habría relato y está claro que va a tener más encuentros, con Mónica seguro con la que creo que en cualquier momento va a saltar la bomba y ya veremos si con Laura.
 
5



Mi vida había sido muy tranquila desde que terminé la universidad; trabajo, viajes, cenas informales con amigos y alguna que otra noche de fiesta, aunque cada vez con menos frecuencia. Prefería escaparme a la montaña, hacer alguna ruta o quedarme en mi piso de alquiler con Sofía, sobre todo los findes, que aprovechábamos para estar juntos, pues entre semana apenas podíamos vernos.

Y de repente todo se había puesto patas arriba. Por mi culpa. Ocho años de relación con Sofía, ni una sola infidelidad, y en el último mes, me había acostado con la futura mujer de su hermano y había dejado que Elvira me hiciera una paja en la playa.

Pero lo peor era lo de Mónica, no podía dejar de pensar en ella y en las palabras de Elvira; al principio me lo tomé a coña, pero no era nada descabellada la idea. ¿Y si su hijo era mío?

¡Eso sí que sería un bombazo!

De momento preferí olvidarme del asunto, pero un par de días más tarde, en la notaría me encontré con el expediente de Mónica y le pegué un telefonazo para que pasara a recoger las copias. Solo con escuchar su voz al otro lado de la línea ya me puse nervioso. Dejé la carpetilla preparada en mi mesa y le pedí a mi compañera de recepción que me avisara en caso de que se presentara.

Estuve pendiente toda la mañana, aunque al final no vino. Por la tarde me despreocupé del asunto y diez minutos antes del cierre, al levantar la cabeza, me la encontré de pie delante de mi mesa. Allí estaba Mónica.

Tan guapa y radiante como la recordaba.

Pelo suelto, sin maquillar, cazadora vaquera, blusa blanca, falda larga hasta los pies y unos zapatos veraniegos con cuña.

―Ah, hola, Mónica, ¡qué sorpresa, pensé que ibas a venir por la mañana!
―Sí, esa era mi intención, pero al final no me ha dado tiempo.

Me levanté y fui decidido hacia ella, la sorprendí con un efusivo par de besos que no se esperaba y luego le di la carpeta con la documentación. Ya no quedaba casi nada para terminar la jornada de trabajo y acababa de apagar el ordenador.

―Estoy a punto de salir, ¿tienes mucha prisa? ―le pregunté a Mónica, que me miró extrañada.
―No, bueno, hoy…
―Me gustaría invitarte a tomar algo, si te parece bien, hay una cafetería justo debajo…
―No creo que sea bue…
―Por favor, Mónica, quiero hablar contigo, diez minutillos, aunque no sea más.
―Está bien, pero algo rápido, tampoco puedo quedarme mucho tiempo.

Cogí la chaqueta que tenía sobre la silla y me despedí de mis compañeros. Bajamos por la escalera de madera antigua de la notaría y en un suspiro llegamos a la cafetería.

―¿Qué te apetece tomar?
―Ya es un poco tarde, un descafeinado de máquina…
―Borja, ¿nos pones dos descafeinados de máquina?
―Sí, claro…

Veía a Mónica bastante cortada, y era normal. No debía ser una situación nada fácil, aunque no tenía ninguna intención de incomodarla ni nada por el estilo, pero si necesitaba hablar con ella, saber qué tal le iba después de tanto tiempo, y sobre todo, disculparme por lo que pasó.

Cogimos los cafés y nos sentamos en una mesa apartada, alejados de miradas indiscretas.

―Anda, que vaya casualidad, diez años sin saber nada de ti, y ahora, de repente, nos hemos visto tres veces casi seguidas… ―le dije echando el azúcar en la pequeña tacita, que venía acompañada de una magdalena de chocolate.
―Sí, no sabía que trabajabas aquí cuando vinimos a firmar…
―Si no, no hubierais venido. ―Quise hacer una broma.
―Tampoco es eso, tu jefe tiene muy buena fama, ya hemos firmado alguna cosa más con él, de hecho, la hipoteca también la formalizamos aquí.
―Ah, no lo sabía, ¡vaya coincidencia! Pues nada, Mónica, solo quería preguntarte qué tal te va…
―Ya me has visto en el trabajo, estoy muy contenta allí, tuve mucha suerte de pillar la plaza en la Seguridad Social al aprobar la oposición. Y luego, pues sigo con el yoga, ya sabes, igual que siempre…
―Se nota, se nota que sigues entrenando…, estás muy guapa…

Se ruborizó y bajó la cabeza dando vueltas con su cucharilla en el café. El paso de los años no había menguado en absoluto su belleza, es más, creo que incluso la había mejorado. Seguía estando igual de apetecible, con sus ojos grandes, sus labios carnosos… Y ahora tenía el pelo más largo que cuando vivía con ellos. Al quitarse la cazadora me fijé en sus brazos tonificados. Sin duda, Mónica estaba en una forma física estupenda. Apenas hablaba y estaba muy cortada, como si se arrepintiera de estar allí, aunque aparentaba estar tranquila y se mantenía en un plano discreto, pero conmigo era absurdo disimular.

Yo conocía a la verdadera Mónica.

Diez años atrás, conseguí sacar su lado más oscuro y salvaje. Su cara oculta. Era imposible olvidarme de esos tres meses que compartimos en mi primer año de universidad. Follábamos cada día, probamos cada rincón del chalet e incluso fuimos más allá y terminamos arriesgándonos a hacerlo en sitios públicos. Todo nos daba igual, hasta que Fernando estuviera en casa, y siempre encontrábamos la manera de que mi polla terminara dentro de ella. Éramos dos depravados hambrientos de sexo. Nada nos satisfacía, y en cuanto terminábamos, queríamos más y más.

¡Éramos la lujuria y el vicio personificados!

Tantos años sin vernos no había disminuido esa sensación tan potente, una atracción magnética irresistible, y al tenerla delante seguí sintiendo la energía que desprendía, y al menos por mi parte, me temblaban las manos de la tensión sexual que me provocaba estar con Mónica. Era como si no hubiera pasado el tiempo.

―He hecho varios cursos y ahora soy profesora de yoga… ―dijo rompiendo el incómodo silencio que se había creado.
―¡Qué bueno!, te pega de maravilla, seguro que eres una gran profesora, a mí me enseñaste muy bien. Tenías mucha paciencia.
―Estoy dando clases en el centro cívico, tengo varios grupos, de todas las edades. Y tú, ¿sigues practicando?
―No, lo dejé hace mucho, ya sabes que me costaba hacerlo solo, te recuerdo que tenías que estar encima de mí para que… ¡Uy, perdón!, no quería decir…
―No, tranquilo ―murmuró volviendo a bajar la cabeza avergonzada―, creo que es mejor que me vaya…
―¿Ya?, pero si acabamos de llegar…
―Mira, Adrián, me alegra verte y saber que te va bien, pero no le veo sentido a esto.
―Espera, antes de que te vayas me gustaría disculparme por lo que pasó.
―¿Disculparte?, ¿por qué?
―Por cómo terminó todo, quise llamarte, saber cómo estabas, apoyarte dentro de lo posible, no debió ser agradable para ti cuando me fui de la casa y te dejé sola, ¡me comporté como un puto niñato asustado!
―A ver, Adrián, no podías hacer nada, no eras más que un crío, solo tenías diecinueve años. La culpa de lo que pasó fue mía, yo tenía que haberle puesto cordura y haber cortado aquello de raíz, de hecho, jamás debería haber empezado…
―Quise llamarte, pero me bloqueaste, y supongo que ya me habrás borrado de la agenda, aunque yo te sigo teniendo. ―Y le mandé un whatsapp medio en broma con la palabra «hola».

La pantalla de su móvil se iluminó y apareció mi nombre junto al mensaje. Me sorprendió bastante que todavía mantuviera mi contacto y me hubiera desbloqueado.

―Anda, me sigues teniendo. ¿Sabes?, me acuerdo todos los días de aquellos meses, me ayudaste casi como una madre, como una amiga, eras mi confidente y al final lo que sucedió entiendo que fue algo normal, pasábamos mucho tiempo juntos, fuimos sintiendo algo el uno por el otro…, no sé, nunca me ha pasado nada parecido, creo que hasta me enamoré de ti y si te soy sincero, después ya no he vuelto a disfrutar de la misma manera.
―No te equivoques, Adrián, yo no estaba…, bueno, da igual, debería irme. ―Se apresuró cerrando el bolso y haciendo el amago de ponérselo al hombro.
―También me hubiera gustado disculparme con Fernando, se portó muy bien conmigo, es muy buen tío…
―Ya.
―Espero que no se moleste porque te tomes un café conmigo…
―No se lo voy a decir…
―Ah, claro, perdón, ¡qué idiota soy!…, yo tampoco le he comentado nada a mi novia, no sé por qué, es una tontería, es solo un café entre dos viejos amigos.
―Me dijiste que te casabas el año que viene con la hermana de Sergio, ¿no?
―Sí, llevamos juntos ocho años, desde la universidad. Hace poco firmamos la hipoteca y estamos empezando a planificar la boda para el año que viene, ya sabes, de momento fecha y restaurante, luego viene todo el jaleo…
―Tengo que irme, Adrián, muchas gracias por esto ―dijo levantando la documentación.
―Es una pena que te vayas tan rápido, apenas hemos podido hablar.
―Yo creo que tampoco tenemos mucho más que contarnos. Me alegra que te vaya tan b…
―Me gustaría volver a verte… ―solté de repente sin dejar que terminara la frase.

Y Mónica, que ya estaba de pie con el bolso al hombro, volvió a sentarse. Me miró como si no entendiera lo que acababa de escuchar.

―No me malinterpretes ―me excusé―, lo que quiero decir es que echo de menos aquellas conversaciones que teníamos, lo bien que lo pasábamos juntos, no sé si te apetece..., pero podríamos quedar de vez en cuando a tomar un café.
―Sabes que eso es imposible, ya no solo por mí, también por Fernando; primero, porque no tenemos nada que decirnos, me alegra que estés bien, que te vaya todo tan estupendo y esas cosas, pero esto no tiene sentido; segundo, porque si se entera mi marido, me buscaría un buen problema, y no quiero hacerle sufrir, por bastante hemos pasado ya. Y además, apenas tengo tiempo.
―Siempre hay tiempo para un amigo.
―Entre las clases, las tareas de casa, el trabajo, el niño…
―Es verdad, que tienes un niño, jo, ¡es muy guapo!, ¿cómo se llama?
―Iker.
―Muy bonito, ¿y cuántos años tiene?
―Tengo que irme ya… ―dijo de forma apresurada volviéndose a levantar y cogiendo la cazadora vaquera―. Adiós, Adrián…

Y se marchó a toda velocidad, lo que me llamó mucho la atención. ¡No podía ser!, había sido sacar el tema de su hijo y Mónica no había querido contarme nada de él, ni tan siquiera la edad. Ese comportamiento tan sospechoso hizo que, si hasta ese momento podía tener alguna incertidumbre sobre si yo era el padre, a partir de ahí mis dudas se dispararan.

Llegué casa sin dejar de darle vueltas al asunto y pensando en Mónica. Era increíble como con el mero hecho de estar con ella me había disparado la adrenalina. Me palpitaba con fuerza el corazón, me dejé caer en el sofá y encendí la tele tratando de relajarme.

Pero no podía, los recuerdos de lo que había pasado con ella en los últimos tres meses se me vinieron a la cabeza. Casi instintivamente me desabroché el pantalón, recostándome en el sofá. Tenía cero dudas de que, si hubiera surgido algo entre nosotros, yo no me hubiera podido resistir y habríamos terminado follando en cualquier sitio.

Ese deseo que sentía por Mónica había florecido de nuevo como un chispazo, y lo que me daba más morbo es que podía ver en sus ojos la pasión que desprendían. Había estado perfecta en el papel que se suponía que debía interpretar, el de mujer adulta que se responsabilizaba de lo que ocurrió y que me trataba poco menos que como un niñato inmaduro.

Pero a mí no me engañaba.

Yo conocía su lado más sucio. Cerré los ojos sacudiéndome la polla y recordando aquellos meses, me encantaba follármela al final de la escalera mientras su marido dormía la siesta. Era lo que más nos excitaba, no solo era el placer de metérsela, es que, además, se incrementaba por mil con los nervios y la tensión de que nos pudieran pillar.

¡Eso era lo mejor!

Salíamos alguna vez al cine y allí nos magreábamos como dos enamorados, Mónica me comía la polla en medio de la sala y no me dejaba escapar hasta que me corría en su boca. Enfervorecida y cachonda se abría de piernas y me pedía que le metiera los putos dedos por el coño mientras jugaba con el semen caliente que se le escurría por la comisura de los labios. Y después se dejaba masturbar y llegaba al orgasmo con facilidad.

Llegábamos a casa todavía más cachondos y nos metíamos desnudos en la piscina, nos pasábamos horas allí, besándonos, frotando nuestros cuerpos, me hacía sentarme en la orilla y me la volvía a chupar, y otra vez, dentro del agua le pasaba la polla entre los labios vaginales hasta que terminaba dentro de ella.

¡Es que habíamos hecho tantas cosas! ¡Y cada cual más morbosa!

Me tembló el cuerpo instantes antes de correrme y sentí la descarga comenzando a empaparme el estómago y el pecho. Cerré los ojos y visualicé su cara, su increíble melena, sus labios, su trasero grande y firme, ¡joder, ahora con cincuenta y tres años sí que era toda una MILF!

Hasta las pajas pensando en Mónica eran increíbles. Me palpitaba la polla nerviosa, excitada, como si se acordara de ella, y me quedé unos segundos, relamiéndome, disfrutando esa sensación de un buen clímax.

Pero después me entró un sentimiento de culpa muy grande. Se me estaba yendo la puta cabeza entre lo de Laura, lo de Elvira y ahora con Mónica. Tenía que volver a centrarme, en el trabajo, y sobre todo en Sofía.

Ella era el amor de mi vida, mi compañera de viaje, mi futura mujer, y yo me estaba comportando como un cabrón, como el Adrián de diecinueve años. Cogí el teléfono y la llamé.

Necesitaba escuchar su voz, hablar con ella. Recordarme a mí mismo que seguía enamorado, porque, además, es que lo estaba, y continuar adelante con nuestros planes. Y Sofía me soltó que el fin de semana su hermano y Laura nos habían invitado a cenar en su nuevo piso.

Como se suele decir, la primera en la frente…
 
6



Les quedó perfecta la terraza con un par de tumbonas modernas, una mesa grande con ocho sillas donde se podría comer o cenar, y luego una zona apartada con una mesita rodeada por varios sofás de exterior para tomarse las copas.

La inmensa terraza de más de cuarenta metros cuadrados ofrecía un mundo de posibilidades. Laura tenía muy buen gusto para esas cosas, pues le encantaba el mundo de la decoración; y yo solo esperaba que la nuestra quedara parecida. Desde luego que Sofía ya había tomado buena nota.

La mesa estaba preparada con todo lujo de detalle y ayudé a Sergio a llevar la cena desde la cocina; mientras, las chicas se tomaban un vinito blanco sentada en los sofás. Cuando terminamos, fuimos con ellas y nos servimos una copa.

―La cena está lista ―dijo Sergio levantando el brazo para hacer un brindis―. Por nosotros, porque esta amistad dure para toda la vida y porque disfrutemos este increíble piso. Creo que hemos hecho un gran trabajo y nos lo merecemos.
―Salud…

Crucé la mirada con Laura y la apartó casi de inmediato, como si se ruborizara. Nos iba a costar tiempo volver a la normalidad después de lo que había sucedido en la casa rural, pero esperaba que con la boda, y pasado el verano, poco a poco se fueran calmando las aguas. Yo quería que fuera así.

Laura y Sergio iban a ser nuestros vecinos, ¡para toda la vida!, y también es verdad que, aunque con el paso de los años lo de la casa rural se iría quedando como un vago recuerdo, tanto Laura como yo siempre tendríamos presente que poco antes de su boda, terminamos follando en su despedida de soltero conjunta.

Me fijé bien en Laura, llevaba un short azul marino de vestir y una blusa blanca con puntos azules. Todo en ella era muy natural, con el pelo muy largo recogido en una coleta, sin maquillar, y a pesar de no hacer deporte, tenía un cuerpo pequeñito y compacto. Se notaba que había adelgazado unos kilos, seguramente por el estrés de su inminente boda, y eso le había afilado la cara, pero seguía estando muy guapa. Era una chica que al principio no me llamaba la atención, pero con el paso de los años, me había ido dando un morbo especial. Supongo que a todos nos pasa con los amigos del grupo de toda la vida, al menos a mí siempre me ha sucedido lo mismo. Lo que jamás imaginé, ni por lo más remoto, es que terminaría acostándome con ella.

Había cruzado las piernas de manera muy sensual y evitaba mirarme, atenta a la charla que se traían los dos hermanos, que ya se habían enfrascado en una conversación política; y Laura y yo sabíamos cómo se ponían y decidíamos no intervenir. Era una discusión constante entre los dos; Sofía, votante del PP; y su hermano, más radical, afiliado a *** desde hacía unos años era quizás el único punto en el que no se entendían.

Compartían despacho en su oficina, habían heredado el negocio de los padres y los dos se ganaban muy bien la vida como administradores de fincas. Laura decidió tirar por la rama de la banca, aunque no trabajaba de cara al público, y yo encontré el curro en la notaría cuando salí de la facultad y allí seguía; por lo que se podía decir que los cuatro teníamos buenos sueldos.

Terminamos el vino y pasamos a la mesa, Sergio y su hermana no paraban de discutir, y al final fue Laura la que les pidió cambiar de tema.

―Tengo que felicitaros, chicos, os ha quedado genial la terraza… ―afirmé.
―La verdad es que sí, Laura estuvo mirando en muchos sitios, si os gusta, os podemos decir dónde hemos comprado todo…
―Pues sí, os lo iba a preguntar, porque la nuestra quiero que quede igual ―dijo Sofía.
―La siguiente semana es la despedida de soltera, a ver lo que hacéis ―bromeó Sergio cambiando de tema―. No os paséis mucho con Laura, eh…
―Bueno, un poquito ―le advirtió mi chica, que era la que se estaba encargando de organizarlo.
―¿Cuántas vamos a ser? ―preguntó Laura.
―Unas cuantas, pero no te lo voy a decir; por cierto, me ha escrito Elvira esta mañana, que al final no va a poder venir, aunque le hubiera encantado.
―¡Jo, qué pena!, hace tiempo que no la veo, a ver si la llamo, que entre lo de la boda y su trabajo llevamos tiempo sin hablar ―comentó Laura.
―A la boda sí que viene, ¿no? ―añadió Sofía.
―Sí, sí, ya nos lo confirmó hace tiempo.
―¡Y la supermodelo italiana también! ―exclamó un emocionado Sergio―. Me hace ilusión que haya una famosa en la boda, ahora mismo es una de las top más internacionales. Se rumorea que podría desfilar el año que viene en Victoria's Secrets.
―Joder, no sabía que era tan top, aunque es verdad que en ********* tiene varios millones de seguidores.
―¿Y tú por qué miras el ********* de esa? ―me preguntó Sofía.
―Pues porque está muy buena, como todos ―me sacó del apuro Sergio―, y, además, sabiendo que es la novia de Elvira, todavía me da más morbo…, por mi parte, alguna paja ha caído con ella, no os lo voy a negar…
―¡Qué idiota eres!, ¿te quieres callar? ―lo riñó Laura con una sonrisa en la boca.
―Joder, tío, que está aquí tu hermana, córtate un poco ―seguí yo con la coña.
―Ya estoy acostumbrada… ―dijo resignada Sofía.
―No se puede decir nada ahora, ja, ja, ja, ¿qué pasa, Adri?, ¿no me digas que tú no te has tocado con la italiana?

Todas las miradas se dirigieron a mí. Se hizo un incómodo silencio y yo seguí cenando, como si no le hubiera escuchado.

―Por supuesto que no, no le hace falta ―se adelantó Sofía.
―Ya, ya, seguro ―murmuró Sergio.
―Por cierto, ¿sabéis que nos han invitado en verano a pasar unos días en Ibiza? ―se quiso chulear un poco mi chica.
―¿Quién?, ¿Elvira y la italiana?
―Sí.
―¡¿Quééé?!, no me fastidies, ¡qué suerte!, se nota que Adri es su ojito derecho, siempre se han llevado muy bien, porque a nosotros no nos ha invitado ―dijo Sergio con sorna―. ¿Y vais a ir?
―Creo que sí, me hace ilusión porque nunca hemos estado en esa isla, Elvira nos ha enseñado fotos y, bueno, el sitio es una pasada, una megacasa con piscina, vistas al mar…, muy exclusiva, apartada de paparazzis y curiosos. Se la debe prestar un amigo, ellas van a estar allí un mes, y si eso nosotros nos pasaremos una semana. En cuanto nos lo confirmen, sacaremos los billetes ―añadió Sofía.

Habíamos terminado los entrantes y Laura se levantó a por el segundo plato, yo me puse de pie también y le ayudé a recoger. Quería coincidir con ella a solas en la cocina para ver si me decía algo, pero solo me pidió que dejara los platos en la encimera y que llevara otra botella de vino.

Al volver ya estaban otra vez los dos hermanos como el perro y el gato, yo creo que pasaban juntos demasiadas horas, como si fueran un matrimonio, y solo dejaron de discutir cuando apareció Laura con el pescado en una fuente de barro.

La cena estaba deliciosa, y felicitamos a los cocineros por el trabajo que habían hecho.

―Cuando os invitemos a nuestra casa, nosotros lo vamos a pedir todo de fuera, ¿eh? ―les advertí.
―Bah, eso no tiene mérito, tenéis que prepararlo vosotros, no seáis vagos, que Sofía sabe cocinar muy bien y yo sé que tú te defiendes ―me dijo Sergio―. Por cierto, ¿cuándo te vas a venir a vivir aquí?
―Se lo estaba comentando esta tarde a Sofía, en cuanto pueda, me mudo para no seguir pagando alquiler. La cocina ya está equipada, solo hay que dar de alta la luz, el agua y el gas. Compraremos un colchón aunque lo tenga que poner en el suelo, y con una mesita del Ikea para comer, un par de sillas, un sofá y una tele me iré apañando…
―Pues sí, todo lo que sea ahorrarse unos meses de alquiler.
―Son ochocientos pavos al mes, con eso me compro la tele y con otros ochocientos, el colchón. Luego lo iré pintando poco a poco, tampoco tenemos prisa, hasta el año que viene que nos casemos y Sofía se venga a vivir aquí…
―¡Qué guay!, nos va a encantar teneros de vecinos, y para cualquier cosa que necesitéis, aquí nos tienes.
―Muchas gracias, Sergio.

Nos quedamos en la terraza tomando una copa hasta la una de la mañana, se estaba muy a gusto aunque ya refrescara, y me hacía mucha ilusión saber que en poquito tiempo podría estar en mi propia casa haciendo lo mismo y contemplando las bonitas vistas que teníamos. De regreso en el coche, fuimos charlando de lo agradable que había sido la cena, y antes de llegar a casa Sofía me sacó de repente el tema de la novia de Elvira.

―¿Así que te haces pajas con Fioreeella? ―me preguntó exagerando el acento italiano con una sonrisa en la boca.
―Yo no he dicho eso.
―Te voy a dar yo a ti…
―Pero si ha sido tu hermano…, ja, ja, ja, él sí que se hace pajas con todo, yo creo que el otro día hasta se puso cachondo cuando nos escuchó follar.
―¡Idiota!, deja de decir tonterías, sois tal para cual, decís los dos las mismas chorradas…
―Debía retumbar mucho el sonido con el eco, entre que la habitación estaba vacía y que gimes muy alto…
―¿Que yo gimo alto?
―Sí, muchísimo, pero sabes que me encanta.
―¡Qué vergüenza que nos escucharan mi hermano y Laura!
―A ver si por eso te vas a cortar ahora cuando nos vayamos a vivir juntos, ¡me la suda!, pienso seguir follándote igual de duro, que lo sepas… Y, por cierto, estás muy guapa con ese vestido que traes hoy…, en cuanto lleguemos a casa…
―Ya es un poco tarde.
―Para eso nunca es tarde.

Es verdad que Sofía estaba muy guapa con el vestido que llevaba. Era gris, largo, y de manga larga, muy ajustado a su cuerpo y realzaba sus tremendas curvas. Y yo cumplí mi promesa y no le di tiempo ni a quitárselo.

En cuanto entramos por la puerta, nos fuimos besando hasta el salón, yo estaba extrañamente excitado, más cachondo de lo normal. Los últimos días habían sido muy intensos y necesitaba aliviar todas las tensiones acumuladas y volver a centrarme en mi chica.

Amasé sus enormes tetas con las dos manos, Sofía tenía unos pechos grandes, pesados, voluminosos, que sin ninguna duda eran lo mejor de su anatomía junto con su precioso pelo rizado. Lo malo es que no podía sacárselas por encima del vestido al ser tan ajustado, y, además, me apetecía follármela sin que se lo quitara.

Le di la vuelta, la puse contra la mesa y fui tirando del vestido hasta que desnudé sus glúteos cubiertos tan solo por un fino tanguita. Sujeté a Sofía por el pelo para que no se moviera, con la otra mano me desabroché los pantalones y, con esfuerzo, conseguí sacarme la polla.

De un solo tirón le bajé el tanguita, me agaché detrás de ella y le metí la lengua en el ojete. Sofía protestó tímidamente, aunque el sexo anal le gustaba, no era de sus prácticas preferidas y tenía que estar muy caliente y preparada para dejar que la enculara. Aun así, me permitió que se lo lamiera, y me apretó la cabeza contra su cuerpo.

―Aaaaah, Adrián, ¿qué haces? ―me preguntó con un gemido al notar que uno de mis dedos se abría paso en su estrecho ano.
―Me apetece follarte por el culo ―le dije dándole un mordisquito en la nalga derecha.
―Noooo, hoy no…
―Venga, por favor, tengo muchísimas ganas. ―Y tiré de sus glúteos abriéndoselos bien para meterle la lengua un poco más profundo.
―Aaaaah, cabrón, me vuelves loca cuando haces eso, pero…, aaaah, aaaah…

Seguí subiendo sus cachetes, tirando a la vez para descubrir su ano y se lo trabajé todo lo sucio y duro que pude. Le soltaba unos buenos lametazos y las piernas de Sofía se fueron tensionando, y las dobló cuando apoyó los codos en la mesa.

―Aaaaah, Adri, no, no, para, para…

Pero yo no estaba dispuesto a dejar escapar su culo, me puse de pie, sujetándomela con la mano, y apoyé la polla con decisión en el punto exacto. Sofía gritó al notar la presión y volvió a protestar poniendo cara de dolor. Con un golpe de cadera la penetré un centímetro y ella se dejó caer en la mesa.

―Aaaaaah, aaaaah, ¡te voy a matar!, ¡me estás partiendo!, ¡¡AAAAAH!!

Los gemidos de Sofía me ponían muy cachondo, eran graves, exagerados, le brotaba un sonido desde la garganta que no podía controlar aunque lo intentara, y yo continué perforándola hasta que mis abdominales rebotaron contra su culo, lo que me indicaba que ya tenía toda mi polla clavada en su esfínter. Esta vez el grito de placer de Sofía se debió escuchar en todo el vecindario, y no le di ni tiempo a que se acostumbrara, casi de inmediato comencé a follármela a lo bestia, apoyándome en su espalda y manoseando sus dos tetazas.

―¡¡Aaaaah, hijo de puta, sigueeee!!

Normalmente, me gustaba sodomizarla apartándole el hilito del tanga, sin embargo, esa noche me puso muy cachondo bajárselo a lo bruto. Una vez dentro de ella, a los cinco minutos mi polla se había amoldado perfectamente en su estrecho paso y salía y entraba con facilidad. Tiré de su pelo, ella se levantó y me sujetó los brazos a la vez que me amenazaba.

―¡¡Aaaaah, más despacio, te voy a matar, aaaaah, aaaaah!!
―¿Es que no te gusta?
―¡¡Me haces daño!!
―¿Y por qué sacas el culo hacia fuera?, ¿es que quieres que pare?
―¡Aaaaah, aaaaah, aaaaah!, ¡no me tires tan fuerte del pelo!

Pero no hice caso a lo que me pedía y seguí destrozándola hasta que llegó al orgasmo. Entonces la zarandeé por su enorme melena y en el forcejeo la embestí más fuerte haciendo que Sofía se corriera mientras intentaba soltarse de mis garras. Me puso muy cachondo el grito que soltó cuando liberó su clímax.

―¡¡¡¡¡AAAAH, AAAAAH, AAAAAH, AAAAAH, DIOSSSSS, ADRIIII, ME CORROOO, ME CORROOOO, SÍÍÍÍÍÍ, AAAAAH!!!!!

Aguanté como pude hasta que terminó y con un par de acometidas más noté que era mi turno.

―¡Uf, Sofi!, ¡lo tengo apunto, lo tengo apunto, aaaaah!

Pero Sofía apenas era capaz de articular palabra, bastante tenía con intentar recuperar el aliento, y todavía se dejaba encular con la cabeza agachada. Parecía una muñeca inerte y volví a tirar de su pelo con fuerza, haciendo que reaccionara de inmediato.

―¡Quiero correrme en tu boca!, ¡agáchate!

Ni tan siquiera protestó y se dejó caer de rodillas mientras yo me agarraba la polla; después comencé a meneármela a toda velocidad delante de ella. Sofía abrió la boca y me aseguré de que no pudiera moverse volviendo a agarrar su pelo.

¡Un primer lefazo salió volando y le atravesó desde la barbilla hasta la frente!

―¡Hijo de puta!, nooooo… ―me insultó con la boca abierta y la lengua fuera esperando mi semen.

Este fue aterrizando por toda su cara. Y yo me aseguré de acertar de pleno, sin soltarla, corriéndome con rabia y tirando de su pelo mientras ella subía los brazos y forcejeaba, tratando de liberarse.

―Aaaah, cabrón, nooooo, cabrónnnn…, suéltame…

Al cuarto disparo le metí la polla en la boca y solté su preciosa melena, pero fue solo para poner las manos en su cabeza y clavársela hasta la garganta. Sofía se agarró a mis muslos y dejó que terminara de vaciar mis huevos en una potente corrida, y yo seguí follándome sus preciosos labios hasta que comencé a perder dureza.

―¡¡Aaaaah, hijo de puta, sabes que en la cara no me gusta!! ―me increpó de rodillas pasándose los dedos por la mejilla para intentar retirar los restos de mi lefada.

Hacía tiempo que no me corría con esa rabia, con esa potencia, de esa manera tan abundante. La cara de Sofía era un poema y de la comisura de sus labios se escapaban goterones mezclados con su saliva.

―Perdona, cariño, es que hoy me tenías muy cachondo…
―Joder, Adri, ¡no me gusta esto!, has estado muy bestia, ¡te has pasado!
―Yo pensé que… ¡Me ha gustado que te corras con esa intensidad!, aunque, sí…, tienes razón, es que llevo unos días con mucho estrés, entre el trabajo, lo del piso, la boda de tu hermano, las despedidas… me he descuadrado un poco… Perdóname, Sofía.
―¡Vete a la mierda!, ¡mira cómo me has puesto! ―gritó poniéndose de pie, mirando su empapado escote sin poder apoyarse en ningún sitio porque tenía las manos llenas de semen.

Salió del salón en dirección al baño, ni tan siquiera se había podido bajar la falda y me mostró el culo, que me acababa de follar, mientras salía refunfuñando. Yo me senté en el sofá con la polla fuera y los pantalones por los tobillos. Sofía tenía razón, me había pasado con ella, y es que todo lo de Mónica, Elvira y Laura me estaba afectando.

¡Era inevitable!

Esa noche se quedó Sofía a dormir conmigo y al día siguiente salimos a comer fuera. Después del café volvimos a casa y antes de que Sofía regresara con sus padres follamos de nuevo en mi piso de alquiler. Otra vez por el culo. Solo que en esta ocasión fue ella la que me pidió que la sodomizara, y yo terminé corriéndome dentro mientras la embestía a cuatro patas desnudos en la cama.

Necesitaba pasar un fin de semana así con Sofía, volver a centrarme en ella y en el trabajo, recuperar la normalidad; aunque todavía quedaba la boda de su hermano —que nos estaba alterando a todos—, y después ya llegaría el verano para poder disfrutar de la playa y de unas merecidas vacaciones.

La tranquilidad me duró poco, apenas un par de horas. Mientras cenaba yo solo un sándwich viendo la película de la primera, me entró un whatsapp. Lo miré sin darle importancia, y al ver de quién se trataba el corazón me latió a toda velocidad.

¡No podía ser!

Mónica 22:12
Hola, Adrián
Qué tal?
Oye, siento molestarte, pero me gustaría hablar contigo…
¿Cómo tienes la semana que viene?
Si quieres quedamos donde el otro día, estaba bien el sitio. Me da igual el día.
¿Te parece bien?
 
Sergio y Sofía no me acaban de convencer, hay algo en ellos que no veo claro... :cool::cool::cool::cool::cool: Y Mónica me da que está comenzando a entrar en un no quiero pero tampoco puedo... :unsure::unsure::unsure::unsure::unsure: Ya veremos... :rolleyes::rolleyes::rolleyes::rolleyes::rolleyes:🍻🍻🍻🍻🍻🍻🍻🍻🍻🍻
 
Última edición:
La parte 1 de este relato estuvo muy bien y nos enganchó. Esperamos más ya que promete y hacía falta un relato así en el foro.
 
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