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Les quedó perfecta la terraza con un par de tumbonas modernas, una mesa grande con ocho sillas donde se podría comer o cenar, y luego una zona apartada con una mesita rodeada por varios sofás de exterior para tomarse las copas.
La inmensa terraza de más de cuarenta metros cuadrados ofrecía un mundo de posibilidades. Laura tenía muy buen gusto para esas cosas, pues le encantaba el mundo de la decoración; y yo solo esperaba que la nuestra quedara parecida. Desde luego que Sofía ya había tomado buena nota.
La mesa estaba preparada con todo lujo de detalle y ayudé a Sergio a llevar la cena desde la cocina; mientras, las chicas se tomaban un vinito blanco sentada en los sofás. Cuando terminamos, fuimos con ellas y nos servimos una copa.
―La cena está lista ―dijo Sergio levantando el brazo para hacer un brindis―. Por nosotros, porque esta amistad dure para toda la vida y porque disfrutemos este increíble piso. Creo que hemos hecho un gran trabajo y nos lo merecemos.
―Salud…
Crucé la mirada con Laura y la apartó casi de inmediato, como si se ruborizara. Nos iba a costar tiempo volver a la normalidad después de lo que había sucedido en la casa rural, pero esperaba que con la boda, y pasado el verano, poco a poco se fueran calmando las aguas. Yo quería que fuera así.
Laura y Sergio iban a ser nuestros vecinos, ¡para toda la vida!, y también es verdad que, aunque con el paso de los años lo de la casa rural se iría quedando como un vago recuerdo, tanto Laura como yo siempre tendríamos presente que poco antes de su boda, terminamos follando en su despedida de soltero conjunta.
Me fijé bien en Laura, llevaba un short azul marino de vestir y una blusa blanca con puntos azules. Todo en ella era muy natural, con el pelo muy largo recogido en una coleta, sin maquillar, y a pesar de no hacer deporte, tenía un cuerpo pequeñito y compacto. Se notaba que había adelgazado unos kilos, seguramente por el estrés de su inminente boda, y eso le había afilado la cara, pero seguía estando muy guapa. Era una chica que al principio no me llamaba la atención, pero con el paso de los años, me había ido dando un morbo especial. Supongo que a todos nos pasa con los amigos del grupo de toda la vida, al menos a mí siempre me ha sucedido lo mismo. Lo que jamás imaginé, ni por lo más remoto, es que terminaría acostándome con ella.
Había cruzado las piernas de manera muy sensual y evitaba mirarme, atenta a la charla que se traían los dos hermanos, que ya se habían enfrascado en una conversación política; y Laura y yo sabíamos cómo se ponían y decidíamos no intervenir. Era una discusión constante entre los dos; Sofía, votante del PP; y su hermano, más radical, afiliado a *** desde hacía unos años era quizás el único punto en el que no se entendían.
Compartían despacho en su oficina, habían heredado el negocio de los padres y los dos se ganaban muy bien la vida como administradores de fincas. Laura decidió tirar por la rama de la banca, aunque no trabajaba de cara al público, y yo encontré el curro en la notaría cuando salí de la facultad y allí seguía; por lo que se podía decir que los cuatro teníamos buenos sueldos.
Terminamos el vino y pasamos a la mesa, Sergio y su hermana no paraban de discutir, y al final fue Laura la que les pidió cambiar de tema.
―Tengo que felicitaros, chicos, os ha quedado genial la terraza… ―afirmé.
―La verdad es que sí, Laura estuvo mirando en muchos sitios, si os gusta, os podemos decir dónde hemos comprado todo…
―Pues sí, os lo iba a preguntar, porque la nuestra quiero que quede igual ―dijo Sofía.
―La siguiente semana es la despedida de soltera, a ver lo que hacéis ―bromeó Sergio cambiando de tema―. No os paséis mucho con Laura, eh…
―Bueno, un poquito ―le advirtió mi chica, que era la que se estaba encargando de organizarlo.
―¿Cuántas vamos a ser? ―preguntó Laura.
―Unas cuantas, pero no te lo voy a decir; por cierto, me ha escrito Elvira esta mañana, que al final no va a poder venir, aunque le hubiera encantado.
―¡Jo, qué pena!, hace tiempo que no la veo, a ver si la llamo, que entre lo de la boda y su trabajo llevamos tiempo sin hablar ―comentó Laura.
―A la boda sí que viene, ¿no? ―añadió Sofía.
―Sí, sí, ya nos lo confirmó hace tiempo.
―¡Y la supermodelo italiana también! ―exclamó un emocionado Sergio―. Me hace ilusión que haya una famosa en la boda, ahora mismo es una de las top más internacionales. Se rumorea que podría desfilar el año que viene en Victoria's Secrets.
―Joder, no sabía que era tan top, aunque es verdad que en ********* tiene varios millones de seguidores.
―¿Y tú por qué miras el ********* de esa? ―me preguntó Sofía.
―Pues porque está muy buena, como todos ―me sacó del apuro Sergio―, y, además, sabiendo que es la novia de Elvira, todavía me da más morbo…, por mi parte, alguna paja ha caído con ella, no os lo voy a negar…
―¡Qué idiota eres!, ¿te quieres callar? ―lo riñó Laura con una sonrisa en la boca.
―Joder, tío, que está aquí tu hermana, córtate un poco ―seguí yo con la coña.
―Ya estoy acostumbrada… ―dijo resignada Sofía.
―No se puede decir nada ahora, ja, ja, ja, ¿qué pasa, Adri?, ¿no me digas que tú no te has tocado con la italiana?
Todas las miradas se dirigieron a mí. Se hizo un incómodo silencio y yo seguí cenando, como si no le hubiera escuchado.
―Por supuesto que no, no le hace falta ―se adelantó Sofía.
―Ya, ya, seguro ―murmuró Sergio.
―Por cierto, ¿sabéis que nos han invitado en verano a pasar unos días en Ibiza? ―se quiso chulear un poco mi chica.
―¿Quién?, ¿Elvira y la italiana?
―Sí.
―¡¿Quééé?!, no me fastidies, ¡qué suerte!, se nota que Adri es su ojito derecho, siempre se han llevado muy bien, porque a nosotros no nos ha invitado ―dijo Sergio con sorna―. ¿Y vais a ir?
―Creo que sí, me hace ilusión porque nunca hemos estado en esa isla, Elvira nos ha enseñado fotos y, bueno, el sitio es una pasada, una megacasa con piscina, vistas al mar…, muy exclusiva, apartada de paparazzis y curiosos. Se la debe prestar un amigo, ellas van a estar allí un mes, y si eso nosotros nos pasaremos una semana. En cuanto nos lo confirmen, sacaremos los billetes ―añadió Sofía.
Habíamos terminado los entrantes y Laura se levantó a por el segundo plato, yo me puse de pie también y le ayudé a recoger. Quería coincidir con ella a solas en la cocina para ver si me decía algo, pero solo me pidió que dejara los platos en la encimera y que llevara otra botella de vino.
Al volver ya estaban otra vez los dos hermanos como el perro y el gato, yo creo que pasaban juntos demasiadas horas, como si fueran un matrimonio, y solo dejaron de discutir cuando apareció Laura con el pescado en una fuente de barro.
La cena estaba deliciosa, y felicitamos a los cocineros por el trabajo que habían hecho.
―Cuando os invitemos a nuestra casa, nosotros lo vamos a pedir todo de fuera, ¿eh? ―les advertí.
―Bah, eso no tiene mérito, tenéis que prepararlo vosotros, no seáis vagos, que Sofía sabe cocinar muy bien y yo sé que tú te defiendes ―me dijo Sergio―. Por cierto, ¿cuándo te vas a venir a vivir aquí?
―Se lo estaba comentando esta tarde a Sofía, en cuanto pueda, me mudo para no seguir pagando alquiler. La cocina ya está equipada, solo hay que dar de alta la luz, el agua y el gas. Compraremos un colchón aunque lo tenga que poner en el suelo, y con una mesita del Ikea para comer, un par de sillas, un sofá y una tele me iré apañando…
―Pues sí, todo lo que sea ahorrarse unos meses de alquiler.
―Son ochocientos pavos al mes, con eso me compro la tele y con otros ochocientos, el colchón. Luego lo iré pintando poco a poco, tampoco tenemos prisa, hasta el año que viene que nos casemos y Sofía se venga a vivir aquí…
―¡Qué guay!, nos va a encantar teneros de vecinos, y para cualquier cosa que necesitéis, aquí nos tienes.
―Muchas gracias, Sergio.
Nos quedamos en la terraza tomando una copa hasta la una de la mañana, se estaba muy a gusto aunque ya refrescara, y me hacía mucha ilusión saber que en poquito tiempo podría estar en mi propia casa haciendo lo mismo y contemplando las bonitas vistas que teníamos. De regreso en el coche, fuimos charlando de lo agradable que había sido la cena, y antes de llegar a casa Sofía me sacó de repente el tema de la novia de Elvira.
―¿Así que te haces pajas con Fioreeella? ―me preguntó exagerando el acento italiano con una sonrisa en la boca.
―Yo no he dicho eso.
―Te voy a dar yo a ti…
―Pero si ha sido tu hermano…, ja, ja, ja, él sí que se hace pajas con todo, yo creo que el otro día hasta se puso cachondo cuando nos escuchó follar.
―¡Idiota!, deja de decir tonterías, sois tal para cual, decís los dos las mismas chorradas…
―Debía retumbar mucho el sonido con el eco, entre que la habitación estaba vacía y que gimes muy alto…
―¿Que yo gimo alto?
―Sí, muchísimo, pero sabes que me encanta.
―¡Qué vergüenza que nos escucharan mi hermano y Laura!
―A ver si por eso te vas a cortar ahora cuando nos vayamos a vivir juntos, ¡me la suda!, pienso seguir follándote igual de duro, que lo sepas… Y, por cierto, estás muy guapa con ese vestido que traes hoy…, en cuanto lleguemos a casa…
―Ya es un poco tarde.
―Para eso nunca es tarde.
Es verdad que Sofía estaba muy guapa con el vestido que llevaba. Era gris, largo, y de manga larga, muy ajustado a su cuerpo y realzaba sus tremendas curvas. Y yo cumplí mi promesa y no le di tiempo ni a quitárselo.
En cuanto entramos por la puerta, nos fuimos besando hasta el salón, yo estaba extrañamente excitado, más cachondo de lo normal. Los últimos días habían sido muy intensos y necesitaba aliviar todas las tensiones acumuladas y volver a centrarme en mi chica.
Amasé sus enormes tetas con las dos manos, Sofía tenía unos pechos grandes, pesados, voluminosos, que sin ninguna duda eran lo mejor de su anatomía junto con su precioso pelo rizado. Lo malo es que no podía sacárselas por encima del vestido al ser tan ajustado, y, además, me apetecía follármela sin que se lo quitara.
Le di la vuelta, la puse contra la mesa y fui tirando del vestido hasta que desnudé sus glúteos cubiertos tan solo por un fino tanguita. Sujeté a Sofía por el pelo para que no se moviera, con la otra mano me desabroché los pantalones y, con esfuerzo, conseguí sacarme la polla.
De un solo tirón le bajé el tanguita, me agaché detrás de ella y le metí la lengua en el ojete. Sofía protestó tímidamente, aunque el sexo anal le gustaba, no era de sus prácticas preferidas y tenía que estar muy caliente y preparada para dejar que la enculara. Aun así, me permitió que se lo lamiera, y me apretó la cabeza contra su cuerpo.
―Aaaaah, Adrián, ¿qué haces? ―me preguntó con un gemido al notar que uno de mis dedos se abría paso en su estrecho ano.
―Me apetece follarte por el culo ―le dije dándole un mordisquito en la nalga derecha.
―Noooo, hoy no…
―Venga, por favor, tengo muchísimas ganas. ―Y tiré de sus glúteos abriéndoselos bien para meterle la lengua un poco más profundo.
―Aaaaah, cabrón, me vuelves loca cuando haces eso, pero…, aaaah, aaaah…
Seguí subiendo sus cachetes, tirando a la vez para descubrir su ano y se lo trabajé todo lo sucio y duro que pude. Le soltaba unos buenos lametazos y las piernas de Sofía se fueron tensionando, y las dobló cuando apoyó los codos en la mesa.
―Aaaaah, Adri, no, no, para, para…
Pero yo no estaba dispuesto a dejar escapar su culo, me puse de pie, sujetándomela con la mano, y apoyé la polla con decisión en el punto exacto. Sofía gritó al notar la presión y volvió a protestar poniendo cara de dolor. Con un golpe de cadera la penetré un centímetro y ella se dejó caer en la mesa.
―Aaaaaah, aaaaah, ¡te voy a matar!, ¡me estás partiendo!, ¡¡AAAAAH!!
Los gemidos de Sofía me ponían muy cachondo, eran graves, exagerados, le brotaba un sonido desde la garganta que no podía controlar aunque lo intentara, y yo continué perforándola hasta que mis abdominales rebotaron contra su culo, lo que me indicaba que ya tenía toda mi polla clavada en su esfínter. Esta vez el grito de placer de Sofía se debió escuchar en todo el vecindario, y no le di ni tiempo a que se acostumbrara, casi de inmediato comencé a follármela a lo bestia, apoyándome en su espalda y manoseando sus dos tetazas.
―¡¡Aaaaah, hijo de puta, sigueeee!!
Normalmente, me gustaba sodomizarla apartándole el hilito del tanga, sin embargo, esa noche me puso muy cachondo bajárselo a lo bruto. Una vez dentro de ella, a los cinco minutos mi polla se había amoldado perfectamente en su estrecho paso y salía y entraba con facilidad. Tiré de su pelo, ella se levantó y me sujetó los brazos a la vez que me amenazaba.
―¡¡Aaaaah, más despacio, te voy a matar, aaaaah, aaaaah!!
―¿Es que no te gusta?
―¡¡Me haces daño!!
―¿Y por qué sacas el culo hacia fuera?, ¿es que quieres que pare?
―¡Aaaaah, aaaaah, aaaaah!, ¡no me tires tan fuerte del pelo!
Pero no hice caso a lo que me pedía y seguí destrozándola hasta que llegó al orgasmo. Entonces la zarandeé por su enorme melena y en el forcejeo la embestí más fuerte haciendo que Sofía se corriera mientras intentaba soltarse de mis garras. Me puso muy cachondo el grito que soltó cuando liberó su clímax.
―¡¡¡¡¡AAAAH, AAAAAH, AAAAAH, AAAAAH, DIOSSSSS, ADRIIII, ME CORROOO, ME CORROOOO, SÍÍÍÍÍÍ, AAAAAH!!!!!
Aguanté como pude hasta que terminó y con un par de acometidas más noté que era mi turno.
―¡Uf, Sofi!, ¡lo tengo apunto, lo tengo apunto, aaaaah!
Pero Sofía apenas era capaz de articular palabra, bastante tenía con intentar recuperar el aliento, y todavía se dejaba encular con la cabeza agachada. Parecía una muñeca inerte y volví a tirar de su pelo con fuerza, haciendo que reaccionara de inmediato.
―¡Quiero correrme en tu boca!, ¡agáchate!
Ni tan siquiera protestó y se dejó caer de rodillas mientras yo me agarraba la polla; después comencé a meneármela a toda velocidad delante de ella. Sofía abrió la boca y me aseguré de que no pudiera moverse volviendo a agarrar su pelo.
¡Un primer lefazo salió volando y le atravesó desde la barbilla hasta la frente!
―¡Hijo de puta!, nooooo… ―me insultó con la boca abierta y la lengua fuera esperando mi semen.
Este fue aterrizando por toda su cara. Y yo me aseguré de acertar de pleno, sin soltarla, corriéndome con rabia y tirando de su pelo mientras ella subía los brazos y forcejeaba, tratando de liberarse.
―Aaaah, cabrón, nooooo, cabrónnnn…, suéltame…
Al cuarto disparo le metí la polla en la boca y solté su preciosa melena, pero fue solo para poner las manos en su cabeza y clavársela hasta la garganta. Sofía se agarró a mis muslos y dejó que terminara de vaciar mis huevos en una potente corrida, y yo seguí follándome sus preciosos labios hasta que comencé a perder dureza.
―¡¡Aaaaah, hijo de puta, sabes que en la cara no me gusta!! ―me increpó de rodillas pasándose los dedos por la mejilla para intentar retirar los restos de mi lefada.
Hacía tiempo que no me corría con esa rabia, con esa potencia, de esa manera tan abundante. La cara de Sofía era un poema y de la comisura de sus labios se escapaban goterones mezclados con su saliva.
―Perdona, cariño, es que hoy me tenías muy cachondo…
―Joder, Adri, ¡no me gusta esto!, has estado muy bestia, ¡te has pasado!
―Yo pensé que… ¡Me ha gustado que te corras con esa intensidad!, aunque, sí…, tienes razón, es que llevo unos días con mucho estrés, entre el trabajo, lo del piso, la boda de tu hermano, las despedidas… me he descuadrado un poco… Perdóname, Sofía.
―¡Vete a la mierda!, ¡mira cómo me has puesto! ―gritó poniéndose de pie, mirando su empapado escote sin poder apoyarse en ningún sitio porque tenía las manos llenas de semen.
Salió del salón en dirección al baño, ni tan siquiera se había podido bajar la falda y me mostró el culo, que me acababa de follar, mientras salía refunfuñando. Yo me senté en el sofá con la polla fuera y los pantalones por los tobillos. Sofía tenía razón, me había pasado con ella, y es que todo lo de Mónica, Elvira y Laura me estaba afectando.
¡Era inevitable!
Esa noche se quedó Sofía a dormir conmigo y al día siguiente salimos a comer fuera. Después del café volvimos a casa y antes de que Sofía regresara con sus padres follamos de nuevo en mi piso de alquiler. Otra vez por el culo. Solo que en esta ocasión fue ella la que me pidió que la sodomizara, y yo terminé corriéndome dentro mientras la embestía a cuatro patas desnudos en la cama.
Necesitaba pasar un fin de semana así con Sofía, volver a centrarme en ella y en el trabajo, recuperar la normalidad; aunque todavía quedaba la boda de su hermano —que nos estaba alterando a todos—, y después ya llegaría el verano para poder disfrutar de la playa y de unas merecidas vacaciones.
La tranquilidad me duró poco, apenas un par de horas. Mientras cenaba yo solo un sándwich viendo la película de la primera, me entró un whatsapp. Lo miré sin darle importancia, y al ver de quién se trataba el corazón me latió a toda velocidad.
¡No podía ser!
Mónica 22:12
Hola, Adrián
Qué tal?
Oye, siento molestarte, pero me gustaría hablar contigo…
¿Cómo tienes la semana que viene?
Si quieres quedamos donde el otro día, estaba bien el sitio. Me da igual el día.
¿Te parece bien?