Buenos días. Algunos ya nos vais conociendo poco a poco a través de nuestras colaboraciones en este foro. Tenemos bastante material fotográfico para publicar en varios hilos de esta página y, de hecho, lo hacemos en "salir a la calle sin bragas", en "vestidas sin sujetador", en "transparencias", en "esposas nudistas", en "gente de la zona norte"... en fin, que vamos nutriendo determinados hilos con nuestras cositas.
Pero hoy dudábamos si publicar esto en "gente de la zona norte", en "compartir esposa" o en este hilo por el que finalmente nos hemos decidido.
Sabemos que estamos en la sección de relatos pero esperamos que los administradores no nos regañen por poner algunas fotos para ilustrarlo.
Al grano. Después de haber entablado relación telemática con un chico, con incontables conversaciones y envío de fotos eróticas a través de una aplicación y A LO LARGO DE UNOS CUATRO O CINCO AÑOS, nos decidimos a conocerlo personalmente para alimentar el morbo necesario para algunOs de nosotrOs.
Como la distancia que nos separaba era larga, acordamos un encuentro a mitad de camino para facilitar las cosas al "invitado".
Yo, la parte masculina de la pareja, tenía mis dudas acerca del comportamiento y del atrevimiento de mi esposa. Iba muy nervioso pero con la esperanza de que ella estuviera a la altura.
Ella, en cambio, iba segura y con toda la artillería preparada para el juego (he de aclarar que todos teníamos claro que era solo un juego de exhibición y morbo y el invitado tenía el conocimiento de que no debería de tener más pretensiones).
Por su parte él, según nos confesó posteriormente, hacía el viaje con la idea preconcebida de que no iba a merecer la pena el gasto del viaje con su correspondiente pérdida de tiempo. Había visto muchas fotos de ella desde el móvil, le atraía, le gustaba, pero seguro que, o le plantábamos o no sería tanto como él lo imaginaba.
Cuando llegamos al punto de encuentro yo temblaba como una hoja de papel. Mi esposa, en cambio, estaba segura de si, plena y con ganas de regalarme el juego que yo tantas veces le había pedido.
Ella llevaba una minifalda sin bragas, medias de rejilla color carne y una camisa transparente, por supuesto, sin sujetador, tal y como yo le había pedido.
Se produjo el encuentro y yo cada vez temblaba más. Al invitado también se le notaba nervioso. Dimos un paseo por el pueblo para romper el hielo, en el que ella era la más tranquila y la que llevaba la voz cantante. Al rato propuso sentarnos a tomar una cerveza y ahí casi se me sale el corazón por la boca. Lo estaba haciendo genial, tal y como yo lo había soñado.
El invitado sabía que a partir de ese momento él tenía que mirar todo lo que ella mostrara, sin pudor, pero manteniendo la calma, el tipo y el respeto, lo cual cumplió sin el más mínimo problema, conversando con naturalidad a la vez que iba viendo los descuidos cada vez más abundantes de mi esposa.
Os puedo decir que fueron momentos de latidos extraordinarios para mi y para el invitado.
Quizás otro día continúe con el relato porque todavía ahora me pongo nervioso por el simple hecho de escribirlo, así que de momento os dejo con la parte gráfica del relato
Ojalá os guste tanto como a mi. Saludos.