La noche que cambió a Carmen

Me lo he leído casi del tirón. La historia atrapa, y más cuando yo tuve una Carmen en mi vida (siendo yo un Javier, pero no tan golfo como el del relato, ni de lejos 😅) y habiendo un Luis en esa historia... ¡Estoy deseando ya la siguiente parte!

Y Javier... creo que todo lo que hace no es más que una vía de escape al no poder estar con Carmen. Las risas con los amigos, los encuentros sexuales... son formas de encajar donde está, pero sin ser donde realmente quiere. Luis no quiere ver la realidad y Carmen... sigue con Luis por miedo a estar sola, no porque lo quiera, pues ya le perdió todo el amor y respeto.
 
Por el ritmo de publicación que llevaba éste relato, daba la impresión que ya estaba escrito en su totalidad. Ahora de repente se ha parado.
Estará el autor replanteándose el final?
 
Pues si lo está haciendo, me conformo con que pague las consecuencias Carmen y que a Javier le vaya bastante mal.
Y si puede ser, que Luis tengo una relación con Ana, que sería un golpe mortal.
 
Por el ritmo de publicación que llevaba éste relato, daba la impresión que ya estaba escrito en su totalidad. Ahora de repente se ha parado.
Estará el autor replanteándose el final?

Igual se ha sentido presionado, al ver que no íbamos a aceptar a un Luis consentidor y está reescribiendo un final diferente. No sé,no sé. Es que Carlos a veces, puede ser muy convincente. :ROFLMAO:
 
El domingo por la tarde, tras una sesión intensa pero breve en el hotel de la Calle Alcalá, Carmen y Javier se despidieron en la estación de Atocha. El aire estaba cargado de arrumacos: ella se colgó de su cuello, besándolo con una mezcla de ternura y urgencia, sus manos enredándose en su pelo mientras él la apretaba contra sí, rozándole la cintura. “Cuídate, mi nene,” susurró Carmen, sus labios rozando los de él en un último pico juguetón. Javier sonrió, acariciándole la mejilla. “Tú también, guapa. Hablamos pronto.” No hubo confesiones, ni rastro de Carlos ni del descampado; ese secreto seguía enterrado en el pecho de Carmen, y él, ajeno, solo veía el brillo de sus ojos.

Javier subió al AVE rumbo a Zaragoza con el cuerpo saciado pero la cabeza enredada. En el vagón, mirando el paisaje que se deslizaba tras la ventana, sintió un mar de dudas creciendo en él. Carmen lo había atrapado, y no era solo el sexo —aunque ese vínculo era un fuego que lo consumía—. Había algo más: admiraba su determinación, la forma en que manejaba su vida con una inteligencia afilada, su carácter que lo desafiaba y lo atraía como un imán. Pero el enganche sexual lo tenía al borde, perdiendo la cabeza con cada recuerdo: su boca devorándolo con esa entrega feroz. Durante la semana, pensó en ella de una manera distinta, más profunda. No respondió las dos llamadas de Carlos —el móvil vibró en su bolsillo el lunes y el jueves, pero lo ignoró, un instinto silencioso guiándolo—. Quería a Carmen más allá de las sábanas, y eso lo descolocaba.

Mientras tanto, en Madrid, Carmen llegó al piso en Chamberí, el Audi aparcado y una bolsa vacía en la mano como prueba de sus “compras”. Entró disimulando, el cuerpo aún vibrando por Javier pero la mente tejiendo la fachada. “Ya estoy aquí,” dijo, dejando la bolsa en la entrada. Luis salió del dormitorio, sudoroso, con una camiseta vieja pegada al pecho y una sonrisa de orgullo infantil. La agarró de la mano, misterioso, y la llevó al cuarto. “¡Tachán!” exclamó, señalando el mueble de piezas montado en la entrada del dormitorio, una estructura de madera que había peleado con tornillos rebeldes durante horas. Carmen abrió los ojos, fingiendo sorpresa. “¡Guau! Qué apañado eres,” dijo, dándole un beso rápido en la mejilla como agradecimiento, aunque su entusiasmo era más teatro que verdad.

Se cambió al pijama —un conjunto gris de algodón que contrastaba con el body sensual de horas antes que Carmen tapó al llegar a casa bajo su abrigo— y cenaron una ensalada ligera que ella preparó. “La nueva dieta me está funcionando, hice bien yendo al gimnasio,” comentó, desviando la conversación hacia terreno seguro, evitando cabos sueltos. Luis la escuchó, asintiendo, pero sus ojos buscaban algo más: un roce, una chispa. Esperaba que su esposa se quedara un rato con él, quizás un momento de cercanía tras su esfuerzo con el mueble, pero Carmen seguía en su burbuja. Luis contestó: “Me parece genial lo de la dieta amor, yo voy a ver unos goles en el móvil antes de dormir,” dijo aburrido, cogiendo el teléfono con un suspiro. “Yo me voy ya a la cama, estoy rendida,” respondió ella, dándole un beso cariñoso en la frente que sonó frío, mecánico. Luis se quedó en el sofá, tumbado, viendo los resúmenes de la jornada de liga, pensativo.

La notaba distante, diferente, y una tristeza apagada se mezclaba con su confusión. La semana transcurrió así: él en sus números, ella en su rutina, un abismo silencioso creciendo entre los dos.

Días después, el jueves por la tarde, el móvil de Luis vibró sobre la mesa del despacho mientras trabajaba. Era Ana. Lo agarró con sorpresa, el nombre en la pantalla descolocándolo. Se conocían desde hacía años, pero sus charlas solían ser por WhatsApp; una llamada directa era raro, y eso lo inquietó. “¿Ana? ¿Ha ocurrido algo?” preguntó, la voz tensa. Ella respondió rápido, disimulando con una naturalidad ensayada. “No, tranqui, Luis, es que estoy aquí en el súper con la niña y no me deja escribir tranquila, qué revoltosa es. Pensé, pues le llamo y termino antes. ¿Podemos tomar un café esta semana? Tengo que contarte algunas cosas, es sobre el cumple de Carmen, para planearlo bien. Ya sabes que queremos hacerle una fiesta bonita y quiero hablar contigo. ¡Pero no se te ocurra decirle que te he llamado para quedar, te mato!” Rió, un sonido ligero que ocultaba su verdadero propósito, y Luis relajó los hombros, atrapado por la coartada.

“Vale, me parece bien,” dijo, rascándose la nuca. “¿Quedamos en el bar de Legazpi? El mismo que se pasan cargando los cafés tocados de whisky.” Ana soltó una carcajada, y él también sonrió, un eco de complicidad que lo tranquilizó. “Mañana a las 12:30 estoy ahí,” respondió, colgando con una mezcla de curiosidad y alivio. No sospechaba nada; el cumpleaños de Carmen —que sería en unas semanas— era una excusa creíble, y Ana sabía cómo jugar sus cartas. Pero tras la risa, su llamada no era casual. Quería verlo, tantearlo, sin dejar rastro en mensajes que Carmen pudiera encontrar. El incidente con Carlos la había dejado inquieta, y aunque en principio no iba a delatar a su amiga, algo en su conciencia la empujaba a actuar.

En Zaragoza, Javier trabajaba esa semana con la cabeza en Madrid, imaginando a Carmen en su body negro, pero también en su risa, en su forma de hablar. Carmen seguía su rutina, pendiente del móvil, mientras Luis, en su apatía, notaba grietas que no sabía nombrar. Y Ana, con su café en Legazpi planeado, estaba a punto de mover una pieza en un tablero que ninguno entendía del todo.
 
Estoy seguro que el Autor esta modficando el final y nos revelará que Luis es un organismo cibernético con tejido vivo sobre un endoesqueleto de hiperaleación mas conocido como el T-800. Cuya misión es lograr que Carmen contraiga alguna enfermedad de transmisión sexual contagiada por algún amante. :cool::cool: (Saquen caps) :ROFLMAO::ROFLMAO:
 
Estoy seguro que el Autor esta modficando el final y nos revelará que Luis es un organismo cibernético con tejido vivo sobre un endoesqueleto de hiperaleación mas conocido como el T-800. Cuya misión es lograr que Carmen contraiga alguna enfermedad de transmisión sexual contagiada por algún amante. :cool::cool: (Saquen caps) :ROFLMAO::ROFLMAO:
Me encantan tus reflexiones. Son realmente disruptivas y ocurrentes, de eso se trata (de que cada uno exponga su visión). Un saludo y gracias por participar.
 
Me encantaría que Luis acabara con Ana, aunque supongo que esto no irá por ahí, pero es lo que se merecería esa nefasta mujer y peor Esposa.
Lo que si estoy convencido es de que Ana se lo va a contar y se le van a acabar las mentiras a esta mala mujer.
Se nota que sientes simpatía por Ana, la única (o único) que te cae bien.
 
Igual se ha sentido presionado, al ver que no íbamos a aceptar a un Luis consentidor y está reescribiendo un final diferente. No sé,no sé. Es que Carlos a veces, puede ser muy convincente. :ROFLMAO:
Cada cosa a su tiempo. Luis tiene sus esquemas, ¿Carlos convincente? Depende de los ojos con los que lo analices. Un saludo.
 
Me lo he leído casi del tirón. La historia atrapa, y más cuando yo tuve una Carmen en mi vida (siendo yo un Javier, pero no tan golfo como el del relato, ni de lejos 😅) y habiendo un Luis en esa historia... ¡Estoy deseando ya la siguiente parte!

Y Javier... creo que todo lo que hace no es más que una vía de escape al no poder estar con Carmen. Las risas con los amigos, los encuentros sexuales... son formas de encajar donde está, pero sin ser donde realmente quiere. Luis no quiere ver la realidad y Carmen... sigue con Luis por miedo a estar sola, no porque lo quiera, pues ya le perdió todo el amor y respeto.
Bienvenido, y me alegra que te haya gustado y lo leyeras casi del tirón. Supongo que el hecho de tener a una Carmen del pasado en tu vida te habrá hecho que recuerdes cosas, espero que sean para bien. Nadie se atreve a decir nada bueno de Carmen (para gustos colores). Un saludo, y gracias por unirte al debate.
 

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