La propuesta

Capítulo 4



Llegamos a la Casona sobre las seis de la tarde. Abrimos la puerta del garaje y Cayetana se dispuso a aparcar su Q2.

―¡No me lo puedo creer! ―exclamó mi chica.

Miré al fondo y, cuando la vista se acostumbró a la penumbra, me di cuenta de lo que pasaba. La moto de Álex estaba aparcada dentro y eso solo podía significar una cosa.

―¡La mato! ―dijo mi chica muy enfadada, bajando la maleta del coche.

Entramos en la casa por la puerta del garaje y justo pillamos a Marta en la escalera. Venía descalza de las habitaciones de arriba, tenía el pelo mojado y llevaba puesta una camiseta blanca larga, con la que nos mostraba sus bonitas piernas.

―¡No sabía que veníais!
―¡¡¿Qué haces aquí?!!, ¿has dicho algo en casa?
―Porfa, Caye, no se lo digas a papá…
―Ya te vale, Marta, es que siempre tienes que hacer lo que te da la gana. No puedes decir que te vas a la biblioteca y luego venirte a la Casona. ¿Y si te llega a pasar algo?
―Lo siento, no sabía que tú también…
―Sí, ya os lo había dicho, que este finde veníamos a estudiar, pero como siempre vas a tu bola. ¡No te enteras de nada!
―Solo hemos venido a pegarnos un baño… y, bueno…, a estudiar también, he traído los apuntes para la EBAU…
―Sí, ya…
―Te prometo que no os vamos a molestar, pero no se lo digas a nuestros padres, Cayetana; si se enteran de que he venido sin su permiso, me castigan todo el verano.
―No es problema mío.

Yo contemplaba atónito la discusión entre las dos hermanas, preguntándome qué llevaría Marta debajo de la camiseta y si la habríamos pillado follando con su noviete cuando llegamos. Estaba realmente sexy con el pelo húmedo y desde mi posición parecía que no llevaba sujetador bajo la tela. Cuando se ponía terca, siempre se tenía que salir con la suya, pero había topado con un hueso duro de roer, pues su hermana mayor tampoco era de las que daban su brazo a torcer.

―Podrías decirles que hemos venido con vosotros a estudiar, y te prometo que mañana por la mañana nos vamos. Solo nos quedaríamos esta noche. Si estoy contigo, a papá y a mamá no les importará.
―¿Cómo les voy a decir eso? No pienso mentir por ti; además, saben que veníamos solos. Vamos, que no pienso llamarles, así que terminad de «estudiar» y os vais para casa antes de cenar.
―Caye, por favor, deja que hable yo con ellos, te prometo que solo será esta noche. Les digo que lo hemos decidido sobre la marcha y que mañana volvemos en el autobús.
―Va a ser mejor que no se enteren de esto…
―¿No se lo vas a contar?
―Debería hacerlo, porque es lo que te mereces, pero no soy una chivata como te piensas…
―Pues espera un momento… ―Y Marta se dio medio vuelta, subió por la escalera y volvió a su habitación.

Regresó a los tres minutos con el móvil en la mano y, delante de nosotros, con todo el morro del mundo, llamó a sus padres.

―Sí, mamá, estamos en la Casona con Cayetana y Jorge… Noooo…, nos los hemos encontrado y nosotros también hemos venido a estudiar… Mañana regresamos en el bus, no te preocupes, vale, adiós… ¿Que te pase con Caye?

Mi novia empezó a negar con el dedo, pero Marta le cedió el teléfono y mi chica lo cogió con cara de pocos amigos.

―Hola, eh…, sí, mamá ―tartamudeó―. Sí, ya sabes, como ellos tienen la EBAU, al final se han venido con nosotros, pero solo esta noche… Vaaaaale…, no te preocupes, que síííííí…, venga, un beso, mamá… ¡TE VOY A MATAR! ―le recriminó a su hermana en cuanto colgó la llamada y le lanzó el teléfono, que Marta atrapó con habilidad.
―Muchas gracias, hermanita, ¡te debo una! ―Y bajó la escalera para darle un abrazo―. Y a ti también, cuñado ―dijo plantándome un sonoro beso en toda la cara.
―Hemos traído la comida justa para pasar el fin de semana ―le comentó Cayetana.
―Por eso no te preocupes. Nos acercamos ahora al pueblo con la moto y pillamos unas pizzas o algo. ¿Ves?, asunto arreglado…
―Sí, hija, tú todo los ves muy fácil ―protestó su hermana metiendo la pequeña maleta en su cuarto.

La Casona tenía seis habitaciones, tres en la planta alta y otras tres en la baja. Los padres de Cayetana tenían la suya en la baja, lo mismo que mi novia, y yo, cuando iba a pasar algún fin de semana con ellos, a pesar de que llevábamos dos años juntos, todavía me mandaban a dormir solo a alguna habitación de arriba. Aunque, si no estaban mis suegros, Cayetana no tenía inconveniente en que compartiéramos cama, como teníamos pensado hacer en esta escapada.

Ya dentro de la habitación, todavía siguió protestando mientras colocaba la ropa dentro del armario.

―Es que siempre se tiene que salir con la suya. Toda la vida igual con ella…
―Bueno, ya sabes cómo es Marta.
―Sí, por desgracia, sí. Con lo bien que íbamos a estar solos ―dijo Cayetana con tristeza, abrazándome y reposando su cabeza en mi pecho―. Nosotros no vamos a cambiar los planes por ellos, mmmm, qué temperatura más agradable hace en la casa, ¡con el calor que hace fuera!
―Se está fenomenal…
―Voy a preparar el salón y ¿nos ponemos a estudiar un par de horas?
―Perfecto, aunque antes tenía pensado darme un baño en la piscina…
―Sí, yo me lo daré después de cenar.

Y llegó ese momento incómodo de cambiarme delante de Cayetana. A mí no me importaba en absoluto, es más, me gustaba y lo hacía para provocarla. Me quité las bermudas y la ropa interior, con el bañador en la mano, y me quedé desnudo unos segundos.

―Puedes mirar, ¿eh? Sé que estás deseando hacerlo, ¿o te da vergüenza?
―¡Idiota!, anda, ponte el bañador…

Me acerqué y me situé detrás de ella; la abracé y le di un beso en el cuello.

―Este fin de semana me habías prometido…
―Sííííí, lo sé, y yo siempre cumplo lo que prometo, ya lo sabes.
―Mmmmmm…
―Aunque esta noche, estando mi hermana, creo que no vamos a poder hacer nada…
―¡No me fastidies!
―No te preocupes, si mañana se van antes de comer, todavía nos quedaría un día entero para nosotros solos…
―No sabes las ganas que tengo ―afirmé restregándome contra sus shorts vaqueros.

Fue casi inmediato. Me empalmé como un burro y ni nos percatamos de que su hermana y Álex habían bajado. Me dio el tiempo justo a girarme cuando noté que Marta se acercaba a nuestra habitación y empujaba puerta.

―¡Nos vamos a por la cena, ahora ven…! ¡PERDÓN! ―gritó al darse cuenta de que yo estaba desnudo.
―¡Joder, Marta! ―le recriminó su hermana―. ¡Podías haber llamado!
―No pensé que os estaba interrumpiendo, perdón, perdón… solo quería preguntaros si queréis que compremos algo en el pueblo… ―comentó desde el otro lado de la puerta.
―No hace falta nada, hemos traído lo que necesitábamos para todo el finde…
―Tardaremos un ratito en volver, así que podéis aprovechar ―dijo Marta de forma picarona antes de irse de casa.

Nunca me había dado tanta prisa en subirme el bañador y Cayetana se dio la vuelta hacia mí. Se notaba que estaba muy enfadada y me recriminó lo que acababa de pasar, como si yo tuviera la culpa.

―¿Contento?, esto es lo que pasa cuando se hacen las cosas sin pensar…
―Lo siento, Cayetana, pero ahora no me eches a mí la bronca, y yo qué sabía que tu hermana se iba a presentar así, sin avisar…
―Con Marta por casa debemos tener cuidado. Es que le da igual todo, ¡no tiene ninguna educación! Y tienes razón, perdona, no quería enfadarme contigo ―murmuró acercándose a mí y dándome un pico.
―En una cosa sí tiene razón, mmmmm, ahora estamos solos. ―Y bajé las manos por sus costados.
―¡Joooorge!, hemos dicho que íbamos a estudiar y tú te vas a dar un baño; a ver si con eso te calmas ―dijo mirando mi erección.
―Esto no se me va a pasar hasta que tú y yo… Llevo toda la semana aguantando, pensando en este finde, así que imagínate cómo estoy…
―Lo sé…, solo tendrás que esperar un poquito más, hasta mañana, ¿de acuerdo?
―Me va a ser muy difícil, eh…
―Venga, anda, vete a la piscina, que yo voy a ir preparando el salón para estudiar.
―Está bien…

El chapuzón me vino estupendo para relajarme, aunque fuera de la casa es verdad que hacía demasiado calor. Me demoré más de lo que pensaba y al rato llegaron Marta y Álex con un par de pizzas, dos Coca-Colas de litro y medio, unos cuantos postres variados y unos donuts para el desayuno.

Todo muy sano.

―Hola, cuñado, qué bien estás ahí en la piscina. Si nos esperas, ahora bajamos ―me dijo Marta, que se había puesto un top blanco con el que enseñaba el ombligo y unos shorts vaqueros tan cortos que se le veía parte de sus glúteos.
―No, ya voy a salir, es que me está esperando Cayetana para estudiar…
―Oooooh, ¡qué aburrido eres! Si seguro que ya lo llevas todo de maravilla. Porque no saques un sobresaliente no se va a acabar el mundo…

Apoyé las manos en el bordillo y salí con un impulso de manera atlética. Fui a por la toalla, que se encontraba en la tumbona, y me eché el pelo hacia atrás; Marta se adelantó y me la entregó ella misma en la mano.

―Pareces uno de esos de un anuncio de perfumes que salen en la tele… ―susurró para que no lo escuchara su chico.
―¿Cómo dices?
―No, nada. Toma, sécate, que, como entres goteando en la casa, mi hermana te va a echar una buena bronca…

Era curiosa la pasividad de su noviete (bastante guapo, por cierto, con la cara muy aniñada como Marta, y hasta hacían buena pareja en lo físico, pero con un carácter completamente distinto), al que parecía no importarle el tonteo que su novia se traía conmigo.

―Gracias, Marta.
―No hay de que, cuñadito…

Y me echó otro repaso de arriba abajo antes de darse la vuelta y entrar en la Casona con su chico. Me sequé sin prisa y, cuando llegué al salón, Cayetana estaba superconcentrada en sus apuntes, y me senté a su lado sin hacer ruido.

Durante las siguientes dos horas, la única distracción fueron las risas que venían de la parte alta de la casa, yo veía como a Cayetana se le iba cambiando la cara, cada vez más enfadada con su hermana. Miró el reloj, cerró el portátil y recogió los folios que había distribuido por la mesa.

―Las nueve en punto. Creo que por hoy ya está bien, ¿o quieres seguir otro rato? ―me preguntó.
―Por mí no. Si quieres, cenamos, que tengo bastante hambre… Tu hermana ha comprado unas pizzas…
―Pues voy encendiendo el horno. Marta, ¡vamos a cenar! ―gritó al pasar por la escalera para llamar a su hermana.
―Ahora bajamos…

Tuvimos que cenar con la parejita en el patio trasero y, en cuanto terminamos, recogimos rápido y las dos hermanas decidieron pegarse un baño en la piscina.

Álex y yo nos quedamos tranquilamente sentados, tomando una cerveza. Ya estaba comenzando a anochecer y Marta se quitó la camiseta blanca que había llevado puesta en la cena y nos mostró un biquini negro, cuya parte de abajo era un tanguita negro con unas finas cuerdas que se ataban en sus caderas.

Antes de lanzarse al agua, se giró hacia atrás y comprobó que su novio y yo estábamos pendientes de su culo. Disimulé, tratando de ignorarla y centrándome en el móvil, pero ya le había echado un vistazo furtivo a sus prietos glúteos.

¡Aquel culito de dieciocho años era una delicia y tenía pinta de estar duro como una piedra! Y me pregunté si lo tendría igual de suave que el resto de su piel, que era una de las cosas que más me ponía de Martita.

Con una toalla blanca anudada en su cuerpo, apareció Cayetana, mucho más tímida y recatada que su hermana. En ningún momento nos dio la espalda y entró por un lateral para que no pudiéramos fijarnos en su culo; aun así, Álex observó con detenimiento a mi novia y le pegó un buen repaso sin cortarse un pelo.

Mi novia era mucho más alta que Marta, delgada, con pocas curvas, con unas piernas muy llamativas, pelo más largo; era esbelta, frágil, educada y a sus veintiún años tampoco le hacía falta practicar deporte para conservar ese cuerpazo, por lo que tenía una belleza muy natural.

Su hermana pequeña era todo lo contrario. Con esa carita tan infantil llamaba la atención por lo guapa que era, pero no tenía la elegancia ni el porte de Beatriz; y ella sí que hacía ejercicio. Mucho. Gimnasia rítmica en el colegio, atletismo en la adolescencia y ahora llevaba un par de años machacándose en crossfit, cincelando un culo que hubiera firmado la mismísima Jessica Biel.

Ese puto biquini negro no podía ser más erótico y la muy cabrona salió del agua y se quedó sentada, dándonos la espalda. Se recostó hacia atrás, dejando escurrir su pelo y se giró hacia nosotros.

―¿No os metéis?, está buenísima y con el calor que hace…, ¡uf, aquí se está de maravilla!

Su novio ni se lo pensó, sin decir nada se incorporó, se quitó la camiseta, la lanzó contra la silla y se tiró de cabeza a la piscina.

―Ya solo quedas tú, Jorge, venga, anímate y date un bañito…
―Estoy muy bien aquí…
―Mira que te gusta hacerte de rogar ―dijo poniéndose de pie y viniendo hacia mí.

Tiró despacio de mi brazo y yo negué con la cabeza.

―No, Marta, de verdad, que no me apetece…
―¡Qué soso eres!, pues tú te lo pierdes… ―Y caminó despacio hacia la piscina para mostrarme sin tapujos su cuerpo.

Lo hizo a conciencia, recreándose en cada paso que daba y quedándose a la orilla unos segundos antes de saltar al agua. Y yo caí en su juego y esta vez no lo pudo evitar y me deleité con su culo. Pero lo peor fue cuando levanté la vista y Cayetana me miró con cara de pocos amigos desde un lado. Me vi sorprendido, le guiñé el ojo y luego tiré un beso acompañado de una sonrisa, pero eso no pareció ablandar a mi chica, que no varió su gesto.

Me quedé contemplando la escena. Como si fuera una película italiana de los años 70. El sol apenas se veía en el horizonte y ya era casi de noche. Las hermanas compartían belleza en la piscina y el invitado de excepción se quedó mirando a mi novia cuando se puso a nadar de lado a lado como una sirena, sin apenas salpicar.

Marta se acercó a él y se enganchó a su cuello. Desde mi posición no podía verlo bien, pero me pareció que le pasaba las piernas alrededor de la cintura y comenzaron a comerse la boca delante de Cayetana.

La lengua de Martita apareció traviesa por toda la cara de Álex y le besuqueó el cuello, moviendo las caderas bajo el agua. Y, en cuanto Cayetana dejó de nadar, se quedó sorprendida al ver, al otro lado de la piscina, a su hermana pequeña morreándose con su novio.

Con un gesto de desagrado salió molesta del agua. Marta y Álex ni se dieron cuenta de que se quedaban solos y siguieron a lo suyo, hasta que ella dio por terminado el beso. Se quedaron abrazados de manera acaramelada y Marta no paró de hacerle arrumacos a su novio enganchada a su cuello.

El cabreo de Cayetana empezaba a ser considerable. Envolvió su cuerpo con una toalla y después se sentó a mi lado. Unos minutos más tarde los tortolitos salieron del agua, y nos quedamos de piedra al ver la erección de Álex bajo las bermudas.

¡Qué hijo de puta!

Miré a Cayetana y me sorprendió que se ruborizara con el enorme bulto que se le marcaba al novio de su hermana pequeña, pero era casi inevitable que su visión se dirigiera allí. ¡El yogurín iba a reventar las bermudas!

Y mi corazón se aceleró con la perversa sonrisa que me dedicó Marta, como diciendo, «¿has visto cómo se le ha puesto en tan solo unos minutos con unos simples besos?». Ella no se cubrió el cuerpo, de eso nada, se quedó delante de nosotros, poniéndome el culo delante de la cara, a menos de dos metros, y se agachó a escurrirse el pelo, para después secárselo con la toalla.

El hilito negro del tanga se le metía entre los cachetes y la tela se perdió entre sus glúteos. Terminó su show restregándoselo bien con la toalla, para que comprobara que aquello no podía estar más duro.

Traté de controlarme al sentir que yo también me estaba poniendo muy cachondo con la escenita de Marta. No me podía permitir el lujo de empalmarme delante de Cayetana, ya se encontraba bastante furiosa y no quería darle motivos para cabrearla más. También es verdad que llevaba una semana pensando en ese finde, arrastrando un calentón brutal y tenía unas ganas locas de estar a solas con mi novia; y no ayudaba en nada la tensión sexual que provocaba Marta en el ambiente.

―Me encanta cómo está ahora el cielo, ¿me tiras unas fotos? ―dijo cogiendo el móvil y pasándoselo a su novio.

Lo que nos faltaba. Una sesión fotográfica en la piscina. Y Cayetana y yo asistimos incrédulos a las poses de su hermana junto al agua; recostada al borde, tumbada bocabajo, apoyada en la escalerilla sacando el culazo hacia fuera. Quince, veinte fotos, que todavía me encendieron más. Un par de minutos más y no iba a poder evitar empalmarme.

Por suerte aquel suplicio no duró mucho. Se giró para quitarse la parte de arriba del biquini, con lo que nos mostró la espalda, y se puso una camiseta blanca.

―¿Vemos una peli de Netflix o algo? ―preguntó Marta cuando terminó de vestirse.
―Por mí sí ―contestó su novio.
―¿Y a vosotros?, ¿os apetece alguna en especial?
―No te preocupes, preferimos quedarnos aquí tomando el aire y luego nos vamos a acostar. Mañana queremos madrugar para estudiar, así que podéis ver lo que queráis… ―afirmó Cayetana.

Se metieron en casa de la mano y Caye y yo nos quedamos fuera, disfrutando de la ligera brisa que se había levantado y refrescaba mínimamente el día tan caluroso que acabábamos de pasar.

―De verdad que no la soporto ―dijo en alto, sin importarle que nos pudiera escuchar―. A ver si mañana se van pronto y nos dejan tranquilos.
―Bueno, pasa de ellos, como si no estuvieran.
―Es que me altera demasiado. Y luego se podía cortar. El otro día igual. Cuando esté con sus amigos, que haga lo que le dé la gana, pero con la familia tápate un poquito, hija. Me cabrea un montón con esas poses de ********* y paseándose medio desnuda delante de todos. ¡No puedo con ella!, ¡es una niñata!
―Si ya sabes cómo es, ¿para qué te enfadas?
―Es que, con la excusa esa de si ya sabes cómo es, al final, siempre se sale con la suya…
―Bueno, Caye, ¡no te enfades conmigo!, que yo no tengo la culpa…
―Ya lo sé, pero es que parece que yo soy la única que le dice las cosas y todos los demás le bailáis el agua…
―A mí no me metas, eh…
―Perdona, Jorge, tienes razón. ―Se sentó en mi regazo de medio lado y se agarró a mi cuello.

Desenvolví su toalla, metí una mano por dentro y acaricié su costado.

―Tengo muchas ganas de estar contigo…
―Lo sé, pero esta noche, con mi hermana y su amiguito en casa, no vamos a poder hacer nada…
―¡Joder, Caye!, no me digas eso…
―Hay que esperar a mañana, vamos a tener la casa para nosotros, solo tienes que aguantar un día más…
―Uffff, me va a costar, eh… ―Subí la mano despacio y acaricié uno de sus pechos por encima del bañador.
―Solo un día ―me pidió apartándome con discreción para después volver a abrazarse a mí y ponerse de pie―. Voy a leer un ratito…, me encanta hacerlo ahora, en cuanto se hace de noche, con este silencio…
―Yo me voy a poner los cascos y a escuchar un poco de música.
―¿Te importa traerme el libro que tengo en la mesilla de la habitación?
―Claro que no…

Al entrar en casa vi a Marta y su novio que se estaban poniendo cómodos en el sofá. La hermana de mi novia se había cambiado de ropa y ahora llevaba una camisetita blanca de tirantes y un pantalón corto de deportes.

―¡Ey, Jorge!, vamos a ver una de acción, por si te animas…
―Otro día.

Estuvimos más de una hora en el patio; Cayetana recostada leyendo en papel lo último de Idelfonso Falcones; y yo en la hamaca, escuchando canciones en el Spotify. Me sacó del trance una mano en mi hombro, que me zarandeó.

―¡Te has quedado dormido! ―dijo mi novia.
―Ni me había dado cuenta…
―¡Vamos a la cama, anda! Mañana pongo el despertador a las ocho para aprovechar y sacar un buen rato de estudio…
―Vale…

Pasamos por el salón y Marta y Álex tenían el televisor a todo volumen. Cayetana le pidió a su hermana que lo bajara, y yo me fijé en la parejita antes de llegar al pasillo y meternos en nuestra habitación. Marta estaba recostada en el hombro de su chico y se habían tapado con una fina mantita.

A saber qué es lo que estarían haciendo por debajo.

Me lavé los dientes y, sentado en la cama, en calzoncillos y con una camiseta vieja, esperé a que mi pudorosa novia saliera del baño, pues había entrado a cambiarse para no hacerlo delante de mí. Al salir estaba muy sexy, demasiado, y me sorprendió que se pusiera ese pijama tan veraniego, con un pantaloncito blanco muy ajustado y camiseta infantil de tirantes de color azul.

Apagamos la luz y nos tumbamos de medio lado, frente a frente. Con el calentón que tenía me apetecía jugar un poco con Cayetana y me acerqué a ella, buscando su boca; y para mi sorpresa, me correspondió el beso.

Con un ligero suspiro y la respiración acelerada me pidió que esperara a mañana, pero yo ya tenía una erección importante bajo los bóxer.

―Solo un poquito más ―le supliqué, cogiendo su mano y dirigiéndola a mi miembro, pero Cayetana se resistió y se giró para que la abrazara por detrás.

Casi fue peor el remedio que la enfermedad, como se suele decir, porque mi polla se incrustó en su culo y así me iba a ser imposible descansar. Ella se aferró a mis brazos, que envolvieron su cuerpo, y sacó las caderas hacia atrás.

―Vamos a dormir ―me pidió.

Yo no sé cómo lo hacía, pero la cabrona tenía una facilidad insultante para conciliar el sueño. Y en diez minutos sentí que no estaba allí conmigo. Me dejó cachondo y pegado a su culo, y lo peor es que no podía moverme para no despertarla.

Traté de respirar hondo, pensar en otra cosa y lentamente me fui separando de ella, hasta que pude desembarazarme de su abrazo. Mirando hacia el techo, quise dormir, pero seguía erecto, tenso, nervioso, excitado, molesto. Entonces me acordé de Marta y de Álex. Ellos sí que se lo debían estar pasando bien en el sofá, y yo teniendo que esperar hasta el día siguiente para poder descargar la tensión que había ido acumulando durante toda la semana.

¡Era muy injusto!

Se me había secado hasta la boca y me levanté despacio, en dirección a la cocina. Bebí agua y antes de volver a la cama se me ocurrió asomarme al salón. Todo estaba a oscuras, excepto la tele encendida frente a mí, por lo que ellos no podían verme, o eso pensé yo; y, además, tenían el volumen a cero.

Al asomar la cabeza, Marta estaba sentada encima de su chico. Enseguida me vio allí parado y nos quedamos mirando frente a frente, como a unos cinco metros de distancia. Ella sonrió y mi primera reacción, al verme sorprendido, fue la de irme, pero Marta se echó el dedo a la boca y me hizo el gesto de silencio, sin que lo viera Álex. Le acarició el pelo y sin dejar de mirarme comenzó a darle besitos por el cuello.

Si antes había conseguido calmarme mínimamente, aquello hizo que me empalmara casi de inmediato y me quedé allí, temblando, con el corazón a mil pulsaciones, manteniendo el duelo de miradas con la hermana pequeña de mi novia, que de repente se puso de pie y para mi sorpresa fue tirando de la tela de su camiseta hasta que me mostró el ombligo. Y no se detuvo ahí.

¡No me lo podía creer!

Continuó sacándose la camiseta por la cabeza y yo temblé todavía más. La escena era demasiado excitante. La hermana pequeña de mi novia iba a quedarse en topless delante de su novio… y también de mí…
 
Me está empezando a caer bastante mal el tal Alex. Espero que el protagonista no vaya a ir de pringado y aproveche las situaciones que se le van a presentar, porque Marta está bastante claro que está deseando tener sexo con él.
 
Me está empezando a caer bastante mal el tal Alex. Espero que el protagonista no vaya a ir de pringado y aproveche las situaciones que se le van a presentar, porque Marta está bastante claro que está deseando tener sexo con él.
Es claro que Álex quiere intentar con ambas hermanas, desea probar también a Cayetana, algo que podría facilitar la propia Marta con tal de tener su oportunidad con Jorge.
Partiendo por estas dos hermanas, hay mucho morbo familiar envolviendo la inusual propuesta que involucra a la hermana mayor.
 
Es claro que Álex quiere intentar con ambas hermanas, desea probar también a Cayetana, algo que podría facilitar la propia Marta con tal de tener su oportunidad con Jorge.
Partiendo por estas dos hermanas, hay mucho morbo familiar envolviendo la inusual propuesta que involucra a la hermana mayor.
Pero gana Jorge, porque este también va a tener su historia con Beatriz
 
^Continuó sacándose la camiseta por la cabeza y yo temblé todavía más. La escena era demasiado excitante. La hermana pequeña de mi novia iba a quedarse en topless delante de su novio… y también de mí…^

Así no se le va a bajar el calentón nunca.
 
Capítulo 5



Unos segundos más tarde, allí tenía a Martita, mostrándome sin tapujos sus pechos. Un pequeño tanga negro era lo único que llevaba para no estar completamente desnuda.

Me encantaron sus tetas juveniles, pequeñas, frescas, con una areola rosada muy bonita; y ella dejó que las contemplara unos instantes y luego volvió a montarse encima de su novio, que se las manoseó de manera vulgar.

No era posible que le tocara las tetas así, con tan poca clase. Marta ronroneó y dejó que Álex le sobara los pechos mientras se comían la boca. Comenzaron a enrollarse en el sofá y yo permanecí de pie, junto a la puerta, sin poder moverme.

Tampoco me podía quedar mucho tiempo, no fuera que se despertara Cayetana y me descubriera, pero no podía dejar de mirar cómo Marta se restregaba encima de su novio. Era una pena que el sofá ocultara sus cuerpos, porque mi cuñada tenía pinta de moverse de maravilla. Tan solo podía ver sus cabezas y un poco el cuerpo de Marta.

Llegó un momento en que ella incrementó el ritmo y comenzó a gemir, por lo que tuve serias dudas de si estaban follando. No parecía que Marta se hubiera quitado el tanguita, pero lo mismo se lo podía haber echado a un lado y dejar que Álex la penetrara.

Y volvió a levantar la cabeza y me miró a los ojos.

Aquella carita de niñata cachonda me hizo palpitar la polla y bajé la mano para apretarme el paquete por encima del calzón. Ella sonrió y continuó trabajando el cuello de su novio unos segundos más, para después ponerse de pie.

Ahora sí que pude ver bien otra vez sus pechos.

Entonces Marta dio dos pasos laterales y se apoyó en la mesa del salón. Ya no tenía el sofá delante y la panorámica de su cuerpo era perfecta.

Se giró, dio la espalda a su novio y se inclinó hacia delante. Se pasó una mano por el glúteo derecho, descendió hacia su pierna y después comenzó a bajar lentamente su tanguita, hasta que se lo sacó por los pies.

¡Qué morbazo!

Martita estaba completamente desnuda.

Me encantó cuando cogió el tanguita y se lo lanzó a su novio, que, nervioso, me pareció que levantaba las caderas y se bajaba el pantalón corto de deporte. Marta miró su regazo y sonrió. Allí debía estar la polla dura de Álex en todo su esplendor, aunque a mí me la ocultaba el sofá.

Y ella quiso darme otro regalo más. Se puso a cuatro patas y fue gateando hasta su posición. Enseguida le perdí la pista, de rodillas entre las piernas de su chico, pero casi de inmediato me llegó un sonoro beso y después ese sonido inconfundible de succión.

¡Marta le estaba comiendo la polla!

Los gemidos de Álex me sacaron de dudas, y me hubiera encantado verlo, pero no podía moverme ni hacer nada, solo esperar a que Marta volviera a incorporarse y se sentara encima de él. Álex echó la cabeza hacia atrás y se revolvió en el sofá, disfrutando de la mamada que le estaban haciendo.

Otro beso retumbó en el salón y después unos golpecitos me indicaron que Marta se estaba dando azotitos en la cara con su polla. Y de nuevo se la metió en la boca, esta vez a lo bestia, seguramente hasta la garganta, por el glup glup que se escuchaba; y Álex se puso a gimotear.

¡Parecía a punto de correrse!

Pero Marta ya debía conocerlo bien y de repente apareció en escena y volvió a montarse encima de él. Se limpió la boca con la mano y vi que entre los dedos tenía un preservativo. Me encantó la carita de viciosa que puso y su pelo alborotado mientras abría el envoltorio. Cogió el condón, se echó hacia atrás, sentada en sus piernas, y ella misma se lo colocó.

Luego levantó la cabeza, nos miramos a los ojos y fue entonces cuando susurró:

―¿Te gustaría follarme?

Aquella frase hizo que me palpitara la polla. Fue como si me lo hubiera preguntado a mí. Se incorporó lentamente y después se dejó caer, cerrando los ojos y abriendo la boca. Ese gemido tan suave me indicó que se acababa de insertar en la polla de Álex.

Le rodeó el cuello con los brazos y se dispuso a cabalgarlo poco a poco sin dejar de mirarme. Y yo, en un gesto inconsciente, volví a apretarme el paquete por encima del calzón. Marta se mordió el labio y siguió follándose al imberbe, meneando muy despacio su culo delante y atrás, alternando con movimientos circulares.

Me sentí ridículo, con la polla dura, mirando a los ojos a la hermana de mi novia mientras se follaba a su nuevo amiguito, pero a la vez me daba un morbazo tremendo y mi calentón ya pasó al siguiente nivel. Estuve a punto de cometer una locura y sacarme la polla delante de ella para hacerme una paja.

Lo estaba deseando. Eran demasiados días sin correrme.

Pero no sé cómo saqué fuerzas de flaqueza y decidí dar media vuelta y regresar a la habitación con Cayetana. No podía permitir que una niñata de dieciocho años jugara así conmigo. Mi novia seguía bien dormida. Me metí a la cama y pegué mi cuerpo al suyo. Me encantó esa sensación de mi polla dura y sensible rozando su culo y de una pequeña embestida se la incrusté entre los glúteos.

Estaba tan cerdo que creo que se me escapó un gemido y de manera involuntaria ella echó la cadera hacia atrás y yo imaginé que se la metía. Mi paquete se deslizó por su trasero y con un par de vaivenes noté lo mojado que estaba.

Si seguía así, me iba a correr.

Solo tenía que esperar unas horas más a que Marta y Álex se fueran de la Casona para quedarme a solas con mi novia. No podía terminar de esa manera clandestina, restregándome como un vicioso contra el cuerpo desnudo de Cayetana sin su consentimiento y me giré al otro lado.

Todavía me costó dormir un buen rato. No sé ni la de vueltas que pegué y, cuando sonó el despertador, a las ocho de la mañana, me desperté con la sensación de no haber descansado nada. Seguía erecto y tenso y Cayetana me dio un beso de buenos días.

Nos levantamos en silencio a estudiar y no pude evitar fijarme en el sofá en el que unas horas antes Marta y su chico se lo habían montando. Preferí no decirle nada a Cayetana, no era un tema fácil de tratar con ella y podría salir muy mal parado si le contaba que había visto a su hermana apoyada en la mesa en la que estábamos estudiando, bajándose el tanguita y quedándose desnuda delante de mí.

No podía sacarme de la cabeza esa imagen, su culo redondo, esos pechos tan deliciosos, el sonido de succión mientras le comía la polla y el movimiento de cadera cabalgando a Álex.

Cayetana enseguida se concentró en sus estudios, pero yo no podía y me fui a la cocina y preparé un par de cafés. Mantenía la erección matutina, o quizás era la nocturna, porque creo que me quedé dormido con la polla dura y todavía tardó en bajarme media hora más.

Con un simple «gracias» por el café, Cayetana siguió a lo suyo y yo por fin me metí en mis apuntes, hasta que dos horas más tarde escuchamos a los tortolitos levantarse. Ya eran más de la diez y me sorprendió que no nos molestaran; desayunaron rápido y solo entraron al salón para despedirse.

―Nosotros ya nos vamos ―anunció Marta―. Os dejamos la casa para vosotros solos…
―Buen viaje y mucho cuidado ―le dijo su hermana dejando de estudiar y acompañando a Marta hasta el garaje.

Yo ni me moví de mi sitio, me daba una vergüenza terrible mirar a Martita después de haberla visto follando con Álex, y ni tan siquiera levanté la cabeza de los apuntes. Luego escuché el ruido de la moto y la puerta del garaje cerrándose.

Cayetana no tardó en regresar al salón ella sola.

―Pues ya se han ido. Me ha sorprendido que se vayan tan rápido, casi mejor, ¿no? Todavía veía capaz a mi hermana de quedarse todo el finde… ―Y vino hacia mí y se sentó en mis rodillas de medio lado―. ¿Quieres hacer un descansito? ―me preguntó con voz sensual.
―Sí, claro ―afirmé dándole un beso en la boca.
―Perdona por lo de ayer…
―No importa, pero ahora mismo no puedo aguantarme ni un minuto más…
―¿Ah, no?
―No…, vamos a la habitación…
―Vaaale. ―Se puso de pie y me dio la mano para ir juntos hasta nuestro cuarto.

Otra vez mi polla se puso dura. Por fin iba a disfrutar de un buen rato de intimidad con mi chica, y al entrar en la habitación vi su pijama bien doblado encima de la cama.

―¿Te importaría ponértelo? ―le pedí a Cayetana.
―¿Y eso?
―Es que me gustó mucho cómo te quedaba.
―Como prefieras. ―Y lo cogió para irse a cambiar al baño.
―¿Por qué no te lo pones aquí, delante de mí?
―Sabes que me da mucha vergüenza que me veas desnuda, Jorge.
―Si ya te he visto unas cuantas veces, y tú a mí… ¡Quiero contemplar el cuerpazo que tienes!
―Sí, lo sé, pero es que…
―¡Hazlo, porfa!
―No voy a tardar nada, enseguida vuelvo…

Y al final no me hizo caso y entró al servicio a cambiarse. Apenas tardó un par de minutos y aguardé impaciente tumbado en la cama, con tan solo el calzoncillo puesto y una erección más que evidente.

Cayetana apareció con su sexy pijama infantil y sonrió al verme en ese estado. La camiseta azul de tirantes llevaba unos dibujos de muñequitos y se notaba que se había quitado el sujetador, pero me excitaba todavía más la parte de abajo, con ese minipantalón blanco ajustado.

Se tumbó a mi lado y comenzamos a enrollarnos. Acaricié su costado y enseguida bajé la mano hasta su culo. Mi novia permitió que acariciara su trasero y me arrimé más a ella, tratando de que nuestros sexos entraran en contacto. Estaba demasiado excitado y acelerado, y, aunque a Cayetana le gustaban mucho los previos, también se notaba lo cachonda que se encontraba.

Metí la mano por dentro de su camiseta y llegué hasta sus pechos. Cayetana cerró los ojos, procurando ahogar sus gemidos, y soltó un gritito cuando pellizqué sus pezones.

―¡Aaaaah, eso ha dolido!, más despacio, Jorge, estás muy…
―Lo siento, es que son demasiados días pensando en esto… ―Y seguí jugando con sus tetas, manoseándolas fuerte y volví a tirar de uno de sus pezones.
―Aaaaaah, Jorge, más despacito, aaaaah…
―¿No te gusta?
―Sí, pero… me haces daño.
―Shhh, déjame a mí…
―Aaaaaa, para, para… ―protestó al tercer pellizco apartándome la mano, que saqué de debajo de su camiseta y la llevé hasta su culo.

Pasé un dedo entre sus glúteos y descendí lo justo hasta llegar a sus labios vaginales, que acaricié con sumo cuidado por encima del pantaloncito blanco de pijama.

―Aaaaaah, Jorge, eso no, ya sabes que…
―Venga, Caye, solo un poquito, nunca me dejas… ―Y la agarré del brazo para dirigir su mano a mi polla.

Ella cerró el puño sobre mi abultado paquete y la movió unos segundos lentamente arriba y abajo, haciéndome una especie de paja por encima del calzón. Yo insistí con la caricia en su coño, volviendo a la carga, y Cayetana dejó de tocarme y se tumbó bocarriba.

―¡Ven, ponte encima!
―¿Ya?
―Sí, hazlo…

Con las piernas bien abiertas me esperó impaciente a que me tumbara sobre ella y mi polla entró en contacto con su coño en una especie de misionero, pero con la ropa interior puesta.

―Aaaaaah, muévete… ―me pidió Cayetana jadeando.

Me deslicé con suavidad entre sus labios vaginales. No tardé en acelerar el ritmo, frotándome con más fuerza, moviéndome con energía sobre ella, simulando que me la estaba follando, y Cayetana abrió más las piernas y puso las manos en mi culo.

―Aaaaaah, así muy bien, asííííí, sigue, Jorge, aaaaah…
―Diossss, Caye, hoy me tienes demasiado cachondo…, ¿podría quitarme al menos el bóxer?
―Nooooo, si haces eso, me lo echarás todo por encima…
―Pues quítate tú las braguitas, ufffff, me gustaría sentirte mejor…
―Nooooo, Jorge, eso es demasiado… Vamos, sigue, muévete, me gusta así, ya lo sabes… muévete…, puedes terminar cuando quieras…
―Joder, Caye…
―Sigueeeee, sigueeeee ―me pidió sacando las caderas para que me rozara más fuerte contra su cuerpo.

Tiré de la camiseta hacia arriba para ver sus pechos y con unos cuantos golpes secos, restregando mi falo entre sus labios vaginales, sentí que ya no podía más.

―Aaaaaaah, voy a correrme, Caye, voy a correrme…
―Síííííí, yo también, aaaaaah, aaaaaah, aaaaaaah.

Y de esa manera comencé a eyacular dentro de mi bóxer sin dejar de frotar el coño de mi chica, que también pareció llegar al orgasmo a la vez que yo. Descargué la tensión acumulada durante toda la semana y mi ropa interior se fue inundando poco a poco. Sentí mi propia humedad empapándome y seguí meciéndome despacio sobre el cuerpo de Caye, que me dejó un par de minutos más.

―¡Uf, ha estado genial! Anda, ve a lavarte ―me pidió apartándome de su lado.

Ella se quedó recostada en la cama, y al levantarme me gustó verla con el pelo revuelto, una pierna estirada y la otra flexionada sobre la colcha. Tenía las mejillas encendidas y me dedicó una sonrisa tímida.

―Jorge, ¿te ha gustado? ―me preguntó antes de que entrara a limpiarme el estropicio.
―Sí, claro…, aunque, quizás, no sé, creo que deberíamos hablar.
―¿Hablar?, ¿y eso?
―Espera, que ahora vuelvo…

Salí del baño completamente desnudo cinco minutos después, pero limpio. Todavía tenía la polla semierecta y me tumbé en la cama al lado de Cayetana, que no había cambiado su postura.

―¿Vas a quedarte así? ―dijo mirando mi polla.
―Sí…
―Si vamos a hablar, podrías taparte un poquito, ¿no?
―Casi prefiero quedarme así, no me importa que me veas desnudo.
―Como quieras. ¿Y de qué quieres hablar?
―Ya lo sabes.
―Me lo supongo, pero prefiero que empieces tú…
―Mira, lo de hoy ha estado muy bien y tal…
―¿No has disfrutado?
―Sí, pero no es eso, es que…
―Venga, dilo sin rodeos.
―Cuando comenzamos a salir, fuiste muy clara, Caye, y yo te doy las gracias por ser directa y por tu sinceridad. Me gustas mucho y estoy dispuesto a esperar lo que haga falta por ti. Lo que pasa es que, a medida que pasa el tiempo, tengo más ganas de estar contigo… y hasta que nos casemos aún faltan muchos muchos años…
―Sabía que tarde o temprano íbamos a tener esta conversación.
―Lo que te quiero decir es que respeto tu decisión de llegar virgen al matrimonio.
―Gracias. Tú mismo lo has dicho antes, cuanto más tiempo pasa, más ganas tenemos de estar el uno con el otro. ¿Te imaginas lo que sucederá el día que lo hagamos por primera vez?, será una experiencia inolvidable.
―Si no te digo que no, pero no es solo por eso, de hecho es la punta del iceberg. Son otras cosas, el resto diría yo. Por ejemplo no vernos desnudos, que no me dejes tocarte ahí debajo, que te dé vergüenza masturbarme. Es que es todo.
―Ya sabes que me da mucho corte que me veas desnuda.
―¿Por qué?
―No me gusta…
―Llevamos dos años saliendo y ya te he visto. Hasta nos hemos duchado juntos, pero sigues sin estar cómoda delante de mí, y es que no lo entiendo y tampoco pones mucho de tu parte para remediarlo.
―¿Y qué quieres que haga?
―Pues que seas más natural, como yo ahora…, no me importa que me veas así.
―Es distinto, tú eres un chico, has tenido otras novias…
―¿Y qué tiene que ver que sea hombre o mujer?, joder, Cayetana, tienes un cuerpazo increíble, no puedes ser más guapa. Y luego me dejas que te vea los pechos, que juegue con ellos, pero ahí abajo no me dejas hacer…
―Es que me da miedo.
―¿Por qué?
―No sé, podría colarse tu dedo y…
―No por eso vas a dejar de ser virgen.
―Pero no puedo evitar tener miedo.
―Lo que hacemos está muy bien, y lo disfruto; y creo que tú también, ¿no?
―Sí, claro.
―Lo que te quiero decir es que deberías dejarte llevar. Ya te he dicho que respeto tu decisión de llegar virgen al matrimonio, pero lo que hacemos en un sinsentido: simulamos hacer el amor e incluso llegamos al orgasmo con la ropa interior puesta; me tocas por encima, pero no me quieres masturbar hasta el final ni tocármela directamente; no me permites acariciarte ahí abajo, pero sí los pechos; dormimos juntos y no puedo verte desnuda. ¿No ves todo esto muy raro?
―Sí, puede que sí, aunque la masturbación es un pecado…
―Es igual de pecado hacerlo por encima que por debajo de la ropa interior…
―Cada vez hacemos más cosas. Según va pasando el tiempo, vamos explorando nuestros cuerpos, conociéndonos; y yo necesito ir poco a poco, sin que me metas presión…
―¿Presión?, llevamos dos años, creo que estoy siendo bastante correcto contigo, ¿no? Nunca te he pedido nada ni te he obligado. Por supuesto… acepté lo de no hacerlo hasta que nos casemos, aunque no esté de acuerdo, pero se pueden hacer muchas más cosas que no solo sea penetración. Yo creo que entiendes por dónde voy.
―Sí, y eso te quería decir, que quizás yo necesite más tiempo. No es por ti, no puedo estar más contenta con el novio tan encantador que tengo y ahora siento que ya tengo la confianza contigo para poder avanzar un poco más… Me alegra que estemos teniendo esta conversación. Es un paso intermedio necesario hasta llegar a nuestro objetivo final.
―Ven, tócame…

Cogí su mano y la llevé a mi polla. Los dos estábamos recostados, tumbados de medio lado, mirándonos fijamente y Cayetana me la agarró con timidez. Era la primera vez que me la tocaba directamente y mi polla comenzó a crecer y ponerse erecta entre los dedos de Cayetana. Ni tan siquiera había tenido que pajearme para conseguir que me empalmara.

Yo creo que le gustó esa sensación de ver mi miembro creciendo en su mano y cerró el puño sobre mi tronco.

―¿Te apetece ahora?, has terminado hace poco…, yo pensé que…
―Estaba tan excitado que me he quedado con ganas de más… ¡Mueve la mano, por favor!

Esta vez Cayetana fue obediente y comenzó a masturbarme con mucha lentitud.

―Mmmmm, ¿sabes lo que ahora sería perfecto? ―pregunté.
―No…
―Que tú también estuvieras desnuda, como yo…
―Bueno, poco a poco, no quieras hacerlo todo el primer día.
―¿Ves cómo a todo le dices que no?
―Te estoy tocando… ¿es que no te gusta?
―Claro que me gusta, mmmmm, lo haces muy bien… ¿Y harías otra cosa por mí?, hay algo que tengo en mente que me encantaría…
―Dime…
―Terminar sobre tu cuerpo, correrme encima de ti.
―Jorge, ¡no seas guarro!
―¿Por qué?, es muy morboso…
―¡¡¡Ahhhgggg, eso me daría asco!!!
―¿Y cómo lo sabes si nunca lo hemos hecho? ¿O es que lo probaste con tu otro novio?
―Noooo, idiota, pero no quiero que me lo eches por encima, aaaaahhhggg, noooo, ¡qué horror!, solo de pensarlo…
―No tiene que ser en la cara ni en la boca… con correrme encima de tu vientre o en tu espalda o en tu culo me valdría…
―¡¡¿Correrte en mi cara o en mi boca?!!, eso es repulsivo, creo que vomitaría… Yo no entiendo cómo hay chicas a las que les gusta eso… ¿Tú se lo has hecho a tus otras novias?
―A una de ellas sí, ¡y le encantaba!, me lo pedía ella misma y se ponía muy cachonda cuando se lo echaba por la cara…
―Vale, vale, no quiero más detalles.

La verdad es que Cayetana lo hacía de maravilla para ser su primera paja. Sí, llevábamos dos años y nunca me lo había hecho, ni a mí ni a nadie, pero parecía toda una experta; ejercía la presión exacta, movía la mano hasta el final, aplastando mi sensible glande y llevaba una cadencia lenta y continua. No sé cómo podía haber aguantado tanto tiempo sin que al menos Cayetana satisficiera mis necesidades a pajas, pero los acontecimientos de las últimas semanas habían sido demasiado intensos y yo necesitaba ya algo más.

Entre la propuesta de Hans y el peligroso juego que se traía Marta conmigo, llevaba unos días nervioso, excitado, tenso, y si a eso le sumábamos que entrábamos en la recta final de curso, con los exámenes finales, el cóctel de adrenalina era explosivo.

Cayetana no dejaba de mirarme la polla, sacudiéndomela a buen ritmo, pero sin acelerar, como si no tuviera prisa en hacer que me corriera.

―¡¡Uf, qué bueno, Caye!! ―exclamé cambiando de posición y tumbándome bocarriba.

No me quedaba mucho para correrme y, al menos por esta vez, no tendría más remedio que echármelo todo por encima para no manchar nada. Cayetana apoyó una mano en mi pecho y se tumbó a mi lado, besó mi hombro, volviendo a mirar mi polla, y la apretó un poco más.

―¡Ah, Caye, eso es!

Pasó una pierna por mi muslo y pegó su cuerpo a mi cadera; luego me dio un beso en la mejilla y otro en el cuello, me jadeó al oído y comenzó a acelerar el movimiento de su mano. Seguro que había notado cómo se me había puesto más dura y ya era consciente de que no me quedaba mucho para terminar.

Tensé las caderas y levanté el culo de la cama, tratando de acompasarme con la paja que me hacía, subiendo y bajando, como si me follara su mano. Ella ya me la sacudía a toda velocidad y con un gruñido me dejé caer justo en el preciso momento en el que el primer chorro salió volando.

―¡¡¡Aaaaaah, me corro, me corroooooo!!!

Se le escapó un gritito de sorpresa a Cayetana y me soltó la polla, asustada. Justo en el mejor momento.

―¡¡Noooo, no pares ahora, sigueeee, ven, sigueeee!!

Y rápidamente bajó la mano, me la agarró de nuevo y reanudó la paja mientras yo no dejaba de soltar lefazos uno tras otro sobre mis abdominales. Cayetana miraba incrédula la cantidad de leche que salía de mi polla y cuando terminé le tuve que pedir que bajara el ritmo y que fuera cediendo la presión poco a poco, sin dejar de acariciarme.

Me encantó ver su mano manchada con mi caliente semen y ella se quedó mirando atónita lo que acababa de provocar. Sobre mi cuerpo había varios disparos en distintas trayectorias y gotas y salpicaduras por todas partes.

El pecho le latía con fuerza y Cayetana siguió a mi lado sin saber qué decir ni qué hacer, disfrutando de esos momentos posteriores. Su cara se había transformado y en ese instante entendí que aquello había sido un descubrimiento increíble para mi chica.

―¿Qué te ha parecido? ―le pregunté.
―¡Guau!, ha estado muy bien, no me lo esperaba así…
―¿Ah, no?, ¿y cómo te lo esperabas?
―No sé, distinto…
―¿Y te ha gustado hacerme disfrutar?
―Sí, claro, mucho.
―Pues a partir de ahora me apetece probar muchas más cosas contigo…
―¿Más cosas?
―Sí…, sé que ahora estás muy excitada, es normal.
―Sí, un poco.
―¿Te apetece pegarte una ducha conmigo?
―¿Ahora?
―Sí.
―No sé, Jorge…
―Ven aquí. ―Tiré de su camiseta y desnudé sus pechos.
―¿Qué haces?
―No querrás meterte en la ducha vestida, ¿no?, pues deja que te desnude…

Se quedó tumbada en la cama y yo contemplé sus pequeñas tetas con los pezones erectos. Cayetana tenía las mejillas encendidas y no sé si alguna vez había estado tan cachonda como esa mañana. Después de limpiarme el pecho, me metí entre sus piernas y comencé a tirar del pantaloncito de su pijama.

―¡Jorge, no! ―me pidió Cayetana girando la cara a un lado para que no viera la vergüenza que estaba pasando.
―Tranquila, no vamos a hacer nada, solo quiero desnudarte. ―Y de un tirón me deshice de su short y la dejé en braguitas.

Pude apreciar una pequeña mancha de humedad justo en la zona de su entrepierna. Aquello me confirmó que Cayetana se había mojado mientras me hacía la paja, y después le pedí que levantara el culo para poder sacarle su prenda más íntima. Ella negó con la cabeza, pero me dejó hacer y tiré de los laterales de sus braguitas para quitárselas lentamente y recorrer sus largas piernas, hasta que Cayetana se quedó tumbada en la cama.

Estaba completamente desnuda.

Le pasé la mano por el pubis y miré detenidamente su coño. Llevaba el vello depilado de una manera exquisita, muy bien recortado, formando un triangulito con la cantidad de pelo justa. Hasta el coño lo tenía bonito y elegante, y me empalmé de manera inmediata.

Terminamos en la ducha enjabonándonos mutuamente. Cayetana dejó que le lavara el pelo y frotara su cuerpo con la esponja y ella se puso detrás de mí e hizo lo mismo. Y por la noche quise recrear la escena entre Marta y su novio y nos enrollamos en el sofá.

Le pedí que me cabalgara, como hizo su hermana, y desnuda de cintura para arriba, mi chica se frotó contra mí en braguitas, con lo que alcancé un intenso orgasmo y consiguió que me corriera también en los calzones en unos pocos minutos. Y todavía me gusto más esa sensación de quedarme abrazado a ella, sintiendo la piel de su espalda y con mi polla palpitando debajo de su coño.

No estaba nada mal. Tres orgasmos en un solo día.

Solo esperaba que a partir de esta escapada naciera una nueva Cayetana y así poder olvidarme de Marta y de la propuesta de Hans. En apenas un par de semanas terminaba los exámenes, comenzaba el verano y me apetecía pasarlo tranquilamente y disfrutarlo con mi chica.

Esa era mi idea.

Lo que no me imaginaba es que tanto Hans como Martita no pensaban igual y no me lo iban a poner nada fácil. Todavía no era consciente de la que se me venía encima…
 
Ya está el libro completo desde hoy, que ha salido publicado. Lo iré subiendo aquí poco a poco hasta el final de la primera parte (quedan tres capítulos más) y luego haré un pequeño parón hasta después de navidad.

Un saludo!
 
Ya está el libro completo desde hoy, que ha salido publicado. Lo iré subiendo aquí poco a poco hasta el final de la primera parte (quedan tres capítulos más) y luego haré un pequeño parón hasta después de navidad.

Un saludo!
El descanso del guerrero, bien merecido... Muchas gracias
 
Ya está el libro completo desde hoy, que ha salido publicado. Lo iré subiendo aquí poco a poco hasta el final de la primera parte (quedan tres capítulos más) y luego haré un pequeño parón hasta después de navidad.

Un saludo!
Muy top tu libro, en la línea de El Inquilino Universitario, que de los tuyos es mi favorito.
La Propuesta pide a gritos también una segunda parte, por cierto
 
Ya está el libro completo desde hoy, que ha salido publicado. Lo iré subiendo aquí poco a poco hasta el final de la primera parte (quedan tres capítulos más) y luego haré un pequeño parón hasta después de navidad.
Un saludo!
Son 29 capítulos que no tienen desperdicio, es como me gusta leerte DL. :cool:
 
Creo que Jorge se va a llevar 6 aciertos, el complementario, pleno al 15 y el cuponazo.
y ...!ojito con la abuela!
 
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