La propuesta

Se empiezan a aclarar las cosas. Habrá que ver como afecta esa obsesión que tiene Jorge con Beatriz a su relación con Cayetana.
Creo que no se enterará y en cualquier caso como ella no espabile veremos a ver si entre Jorge y Beatriz no surge algo fuerte, porque creo que al final va a pasar lo que va a pasar.
Además si Beatriz ha elegido a Jorge debe ser por algo.
 
Creo que no se enterará y en cualquier caso como ella no espabile veremos a ver si entre Jorge y Beatriz no surge algo fuerte, porque creo que al final va a pasar lo que va a pasar.
Además si Beatriz ha elegido a Jorge debe ser por algo.
Hans parece mucho Hans :)
 
Hans parece mucho Hans :)
Pues a mí me da la sensación de que no le llega a Beatriz.
Insisto, es posible que Beatriz esté muy atraída por Jorge y lo de quedar embarazada no seamas que una excusa para estar con el.
Y Marta verás tú, porque está también se siente muy atraída por el y será difícil que no caiga.
Como Cayetana no espabile....
 
PARTE 2



Capítulo 9




Las vacaciones con Cayetana me sentaron de maravilla. Mentiría si dijera que llegué a olvidarme de lo que me aguardaba en unas semanas, pero entre viajes, hoteles, salidas nocturnas, acostarnos tarde, fiestas con amigos, playa y demás cosas típicas del verano, se me hizo más llevadero de lo que pensaba.

Por suerte, durante esos meses estivales, tampoco vi mucho a Marta. Coincidimos un día en casa de sus padres y poco más. Ella también estaba teniendo un verano movidito entre viajes y fiestas y al parecer continuaba su noviazgo con Álex. Debía de ser uno de los chicos que más le habían durado. Ya llevaba con él ni más ni menos que tres meses.

Todo un logro para Martita.

Y yo ahí seguía con Cayetana, que estaba poniendo todo de su parte para que nuestra vida sexual mejorara. Cada vez le importaba menos hacerme pajas y poco a poco se había acostumbrado a perder la timidez a exhibir su cuerpo desnudo, así que de momento no tenía ninguna queja en ese aspecto, aunque durante el verano no pude dejar de pensar en Beatriz.

Imaginaba constantemente los encuentros futuros en su casa y cada vez me excitaba más aquella fantasía que se iba a hacer realidad. Al principio estaba asustado, pero el morbo me fue ganando y ya solo podía pensar en cómo tenía que ser penetrarla y correrme dentro de ella.

Todavía me puse más nervioso cuando Cayetana me comentó que el matrimonio regresaba de Dubái la semana siguiente; y, además, con buenas noticias. Beatriz había conseguido que su proyecto fuera el elegido para la construcción de un megacentro comercial; incluso la prensa nacional e internacional y los telediarios generalistas se hicieron eco de ese logro.

Y es que Beatriz Beguer se estaba convirtiendo en toda una celebrity. Sin quererlo salía en revistas de moda y comentaban sus estilismos, varias firmas habían contratado sus servicios para que llevara su ropa o complementos y ya se la consideraba una de las mujeres más influyentes y elegantes de todo el país.

Eso significaba más presión para mí.

El viernes por la noche estábamos cenando en un chiringuito con unos amigos cuando recibí una llamada de Hans. Me levanté de la mesa deprisa, sin que Caye viera quién era, y me aparté unos metros para poder hablar con él.

―Hola, Hans…
―Ey, hola, Jorge, ¿qué tal el verano?
―Bien, bien, ¿y vosotros? Ya vimos las noticias, enhorabuena por lo de Beatriz.
―Gracias, sí, ya os contaremos. Nada, te llamaba para decirte que el martes que viene podíamos empezar con lo acordado, ya sabes.
―¿El martes? ―pregunté poniéndome bastante nervioso.
―Sí, ¿a las siete de la tarde te viene bien venir a nuestra casa?
―Eh, sí, vale…, a esa hora puedo.
―Si te viene mejor a otra hora, me dices.
―A las siete allí estaré. ¿Y Beatriz está de acuerdo con esto?
―Claro, o no te habría llamado. Te llegará el primer pago el lunes por la mañana. Ah, otra cosa, hoy es viernes, quedan cuatro días para el encuentro. Esta noche puedes hacer lo que quieras, pero luego ya deberías reservarte. Te acuerdas de lo que hablamos, ¿no?
―Eh, sí, no te preocupes por eso…
―Vale, Jorge, pues el martes nos vemos. Un saludo.
―Otro para ti.

Colgué la llamada y regresé a la mesa. Cayetana se me quedó mirando extrañada y me preguntó si me encontraba bien.

―Te has quedado pálido, ¿quién era?
―Hans…
―¿Hans, y eso?, ¿para qué te ha llamado?
―Están buscando un ingeniero para un trabajo temporal en una de sus empresas y quería hablar conmigo.
―Anda, qué bien, podrías trabajar en su grupo. Nunca te lo había dicho para no presionarte, pero me parecería muy buena idea.
―¿Y si me pide ir a Dubái por lo del proyecto de Beatriz?, ¿también te parecerá bien?
―Eso no lo había pensado. Tendríamos que valorarlo. ¿Te ha dicho algo?, ¿es que quieren que vayas?
―No, no, de momento es para un trabajo aquí, pero nunca se sabe…
―Ah, ya me habías asustado ―dijo Caye agarrándose a mi brazo y dándome un beso en la mejilla.

Estuve ausente toda la noche, dándole vueltas a la primera cita con Beatriz. Solo faltaban cuatro días. Y después de salir de fiesta con los amigos, acompañé a Cayetana a su casa. Sus padres estaban de vacaciones en la Casona y Marta llevaba unos días en El Algarve, así que teníamos el piso para nosotros solos.

Me gustaba lo morenita que se había puesto mi chica durante el verano. Enseguida le coge un bronceado muy bonito con unos pocos días de playa. Aquella noche la encontré más preciosa de lo normal, con el pelo suelto y un vestido blanco Ralph Lauren por encima de las rodillas. Comenzamos a enrollarnos en el sofá, con la iluminación bajita y la ventana abierta para que entrara una brisa muy agradable.

Caye subió una pierna, la apoyó en mis muslos y con la mano comenzó a tantearme el paquete.

―Me encantan las noches así ―me ronroneó al oído―. Sin prisas, los dos solos, de madrugada después de tomar una copa con los amigos.
―A mí también… ―dije tirando de su falda hacia arriba y tocando su culo por encima de las braguitas―. Está siendo un verano increíble, mmmmm…

Cerró el puño sobre mi tronco y lo deslizó por la palma de su mano. Me calentaba de verdad ese movimiento que hacía mi novia, masturbándome sobre el calzón hasta que se me ponía dura. Solo cuando lo conseguía metía la mano por dentro y me la agarraba directamente. Le encantaba mirar hacia abajo y ver cómo me pajeaba. Yo creo que Cayetana se ponía cachonda observando mi polla crecer entre sus dedos, y yo tampoco me quedé parado.

Acaricié sus labios vaginales por encima de las braguitas. Apenas hacía presión para tratar de incomodarla lo menos posible y Cayetana tensó los glúteos.

―Aaaaah, Jorge, para, ahí no, aaaaaah ―gimió, retorciéndose de placer.

Ella misma me apartó la mano y la dejó sobre su culo, que apreté con fuerza y después colé mis dedos por debajo de la tela y le acaricié directamente sobre la piel. Un gemido me indicó que aquello le había gustado y noté que hacía más presión con la mano que envolvía la polla y aceleraba sus movimientos.

¡Qué pajote me estaba haciendo en el sofá de su casa!

Tiré de su vestido hacia arriba y se lo saqué con delicadeza por la cabeza; después le solté el sujetador y la dejé casi desnuda, con tan solo las braguitas puestas. Cayetana me miró acalorada, con los pezones erectos, volvió a agarrarme la polla y reanudó su paja mientras yo me quitaba la camiseta y los pantalones como podía.

Esa sensación de estar medio desnudos y con nuestros cuerpos en contacto me ponía cachondísimo y la pierna de Cayetana no dejaba de frotarse contra mis muslos. Era de los días que más excitada había visto a mi chica, así que no desaproveché la oportunidad y volví a introducir mis dedos por debajo de las braguitas, solo que esta vez me acerqué peligrosamente a la entrada de su culo.

Se revolvió inquieta, aplastó la polla contra mi cuerpo y arrastró la palma de la mano por mi tronco en una extraña forma de masturbarme. Ronroneaba de placer y me llegó a rozar los huevos con la rodilla.

¿Qué le pasaba a Cayetana?

Cuando me quise dar cuenta, la yema de mi dedo corazón rozó su ano y Cayetana soltó un gritito, cerrando el culo de inmediato.

―¡¡¿Aaaau, qué haces?!! ―protestó sin dejar de pajearme.
―Nada, solo pruebo cosas nuevas, ¿te gusta?
―Nooo, idiota, ¿cómo me va a gustar eso? ―me susurró al oído.
―Pues es muy normal, a la mayoría les encanta, ¿no quieres probar? ―Y volví a acercar mi dedo a su pequeño agujerito.
―Aaaaaah, Jorge, noooo, para…
―Shhh, déjame, solo te lo voy a acariciar así, por fuera, rozándolo, muy despacio…
―Aaaaaah, aaaaaah, noooooo, no me gustaaaa, aaaaaah…
―¿Seguro? ―dije haciendo círculos alrededor de esa zona tan sensible.

Sus suaves glúteos se relajaron y pude maniobrar mejor con mi mano por dentro de sus braguitas. Cayetana ronroneaba moviendo la pierna que tenía sobre mí. Me rozaba los huevos con ella y me seguía aplastando la polla contra mis abdominales mientras subía y bajaba la palma de la mano por toda la longitud.

Comenzó a mover la cadera en círculos y me dio un besito en el cuello.

―Aaaaah, Jorge, no sé qué me pasa hoy…, tengo muchas ganas… ―me confesó mi chica, haciendo que se me pusiera más dura.

Con una ligera presión colé la yema de mi dedo en su esfínter y a Cayetana se le escapó un gemido más alto.

―AAAAH, ¡deja de hacer eso!, aaaaaah, aaaaaaah…

Pero sus caderas me indicaban otra cosa, así que decidido avancé otro poco más, y cuando me quise dar cuenta ya tenía medio dedo metido en el culo de Cayetana.

―Aaaaaaah, para, paraaaaa, sácalo, paraaaaa, aaaaah, sácalo ya…
―¡Déjame solo un poquito más, por favor!, y te prometo que paro…
―Aaaaaah, pero solo un poquito, aaaaaah…
―Síííí, tranquila…

Y empujé, forzando más la situación, hasta que incrusté todo mi dedo en el delicado esfínter de mi novia. El gritito que soltó no sé si fue de placer o de dolor, pero tensó todo su cuerpo y atrapó mi mano entre sus glúteos.

―AAAAAH, AAAAAH, Jorgeee…

Busqué su boca y nos fundimos en un morreo salvaje, que ella correspondió sacando la lengua y metiéndomela a lo bestia entre los labios. Entonces me soltó la polla, la guardó dentro del calzón y ella misma se movió, haciendo que mi dedo saliera de su culo y después se tumbó bocarriba en el sofá.

―Ven aquí, ponte encima ―me pidió entre jadeos, abriéndose de piernas.

Me dejé caer sobre ella y nuestros sexos entraron en contacto. Pellizqué sus pezones y comencé a moverme en un misionero. Como decía Marta, «follando sin follar», pero a mí, viendo lo cachonda que aquella noche se encontraba mi chica, me apeteció avanzar en nuestros juegos; además, estaba superalterado con lo de Beatriz y era el último día que iba a poder estar con mi chica antes de reservarme para su prima; así que lo tenía que disfrutar bien.

Que me permitiera introducir un dedo en su culo, para mí había sido todo un triunfo, y viendo que Cayetana estaba más permisiva de lo normal, tiré de mi bóxer hacia abajo y mi polla salió despedida.

―Ey, ey, ¿qué haces?, mmmmmm… ―gimió mi novia.
―Hoy me apetece hacerlo así, para sentirte mejor… ―Y la apoyé sobre sus braguitas.
―No, Jorge, dijimos que siempre con la ropa interior…
―¿Y qué más te da?, tú la llevas puesta. Déjame, por favor… ―Y me moví, frotándome contra ella―. La sientes mejor, ¿verdad?
―Aaaaah, aaaaah, Jorge, sí, pero no podemos…
―Shhh, no pasa nada por hacerlo así…
―Aaaaaah, aaaaaah…

Cayetana elevó las caderas, puso las manos sobre mis glúteos y comenzó a moverse al ritmo al que embestía su delicado cuerpo, mientras mi polla se deslizaba con fluidez entre sus labios vaginales. Podía sentir su coño caliente y húmedo a través de las braguitas y entonces se me vino a la cabeza Beatriz.

En unos días iba a estar en una situación parecida a esa. Y justo en el momento exacto tendría que apartar su ropa interior, metérsela hasta el fondo para correrme como un animal y echarle dentro hasta la última gota.

―Aaaaah, aaaaaah, aaaaah, voy a llegar, Jorge, voy a llegar, ya me viene ―me indicó Cayetana con su particular forma de anunciar su orgasmo.

Seguí frotándome contra ella, todavía con más intensidad, clavándole mis huevos en su coño y, cuando se agarró con fuerza a mis brazos y comenzó a temblar, supe que se estaba corriendo.

―¡¡¡AAAAAH, Jorge, qué ricooooo, AAAAAH, AAAAAH, QUÉ RICO, AAAAAAH!!!

Chilló descontrolada un potente orgasmo, dejándose llevar con las piernas bien abiertas en el sofá de la casa de sus padres. Dejé que se recuperara unos minutos y ella apartó su cara avergonzada para que no la viera en ese estado.

Tenía las mejillas encendidas, el pelo alborotado y los pezones erectos. Las gotitas de sudor que recorrían su cuello me mostraron que Cayetana era humana y que también comenzaba a disfrutar de nuestras sesiones de sexo.

Y de repente me vi sobre ella, con la polla erecta y a punto de correrme. Sin que Cayetana se lo esperara me la agarré y me dispuse a sacudírmela entre sus piernas. Mi novia me miró extrañada cuando empecé a masturbarme de rodillas sobre ella.

―¿Qué haces, Jorge?
―Estoy muy excitado y me apetece terminar así…
―¿No prefieres tumbarte encima de mí?
―Desde aquí tengo unas vistas increíbles, ni te imaginas lo espectacular que estás.

Cayetana giró la cabeza y se quedó seria sin tan siquiera mirarme, como si le disgustara lo que estaba ocurriendo.

―¿Estás bien, Caye?
―Sí.
―Pues no lo parece…
―Lo siento, es que pensé que preferías acabar conmigo, no así…, no quiero que me lo eches encima, sabes que no me gusta.
―Nunca lo hemos probado. Lo de antes también decías que no te gustaba y al final…
―Cállate, anda, no seas tonto.
―Me encanta probar cositas nuevas contigo… ¿No te apetece sentir cómo me corro sobre ti?, tiene que ser muy excitante…, ¿no crees?
―No sé.
―Vamos a hacer una cosa, por ser la primera vez, ¿qué te parece si te das la vuelta y eyaculo en tu espalda?, a ver qué te parece…
―Uf, Jorge, no creo que…
―Ven, date la vuelta…, aunque antes me gustaría que hicieras otra cosa…, estás tan sexy así tumbada, con las piernas abiertas, el sudor recorriendo tu canalillo y esos pezones tan duros.

Y justo se tapó los pechos para que no se los viera.

―No te cubras, por favor…
―Y tú no digas esas cosas.
―Quiero que empieces a valorarte, que estés orgullosa del cuerpazo que tienes, que disfrutes exhibiéndote para mí… Vamos, aparta esas manos, así, ¡muy bien!
―¡Me da vergüenza!
―Lo sé, y ahora acaríciate, despacio.
―Noooo…
―Solo un poquito, con eso vas a hacer que me corra enseguida, Caye…
―¿Qué quieres que haga exactamente?
―Tócate los pechos, pásate un dedo por los pezones…

Cayetana hizo con timidez lo que le pedía, pero se notaba que no estaba acostumbrada y no le salía natural. Solo quería satisfacerme y se esforzaba en cumplir mis peticiones, acariciándose de una manera muy autómata, sin disfrutarlo.

―Y ahora apártate las braguitas…, están un poco húmedas y quiero ver lo mojada que estás…
―Jorge, por favor, nooooo…
―Es lo último que te voy a pedir y después termino. Tranquila, que no te voy a rozar con esta ―dije sacudiéndomela delante de ella y mostrándole toda mi erección.

Bajó la mano y echó a un lado su ropa interior para mostrarme su coño. Estaba tal y como me lo imaginaba, hinchado, mojado y lo adornaba un precioso vello negro recortadito. El coño de Cayetana era precioso y exquisito y aceleré el ritmo de mi paja mirándolo detenidamente.

―Joder, Caye, me hundiría ahora mismito dentro de ti, uffff…, ¡qué pasada!
―¡¡¡¡Jorgeeeeee!!!!
―Sigue, por favor, quiero verlo un poquito más…

Durante unos segundos se mantuvo así, apartando sus braguitas blancas y me imaginé que era Beatriz la que estaba debajo de mí. Eso todavía me puso más cerdo y aceleré el ritmo de mi paja. Estaba a punto de correrme y cuando eso pasara tendría que dejarme caer sobre ella y metérsela en el momento justo.

En mi imaginación sustituí a Cayetana por su prima mayor. Ahora era Beatriz la que se postraba ante mí y ya solo tenía ojos para ese coño, hasta que sentí que ya no podía más, entonces volteé a mi novia deprisa, la puse bocabajo y dejé mi polla reposando entre sus glúteos. Besuqueé su cara y con un par de embestidas sobre su culo exploté con un potente disparo que atravesó su espalda.

―Aaaaaah, joderrrrr, aaaaaah, aaaaaah… ―jadeé sin dejar de salpicar el cuerpo de Cayetana.

Me quedé agarrado a su cintura, gimoteando su nombre y frotándome contra su culo hasta que terminé de correrme. Luego me incorporé y observé el estropicio. Era supererótico ver la espalda de Cayetana con varios lefazos y sus braguitas manchadas con mi semen.

Le pasé los dedos por la columna, la recorrí unas cuantas veces; después me recosté sobre ella y besé su hombro.

―Ufffff, ha estado genial, Caye…, para otro día quiero correrme encima de tus tetas…, seguro que te encanta ―dije limpiándola con un pañuelo.

Cayetana se quedó callada, disfrutando de mis caricias y yo seguí admirando su cuerpo, sabiendo que más pronto que tarde iba a terminar con la resistencia de mi chica. Notaba que cada vez le gustaba más lo que hacíamos y solo era cuestión de tiempo que ella terminara pidiéndome que me la follara.

Pasamos un fin de semana genial y el domingo por la tarde noche, mientras tomábamos una caña en una terracita con unos amigos, vi que Cayetana estaba hablando con alguien por Whatsapp. Entonces me soltó una noticia que no me esperaba.

―Jorge, ¿te apetece ir mañana a casa de mi prima?, todavía no los he visto desde que volvieron de Dubái y ahora estoy escribiéndome con ella…
―Eeeeh, ¿con Hans y Beatriz?
―Sí, claro, entonces, ¿les digo que sí?, no tenemos nada que hacer y me apetece verlos; además, van a ir algunos de mis primos también…

No pude negarme, aunque desde luego que no era lo mejor para calmar mis nervios, ver a Beatriz y su marido justo un día antes de nuestro primer encuentro.

El sonido del teléfono me alertó a primera hora de la mañana de que había recibido una transferencia de una empresa alemana, y al abrir mi cuenta bancaria vi que Hans ya me había hecho el pago de los 3000 euros.

Todavía estaba metido en la cama y no hacía más que darle vueltas a lo que me estaba sucediendo. Me pareció extraño lo de la reunión familiar justo aquel lunes, el ingreso que acababa de recibir y, por supuesto, la surrealista propuesta de Hans. Incluso llegué a pensar que lo que pasaba no era una coincidencia y que los Beguer estaban montando todo aquello para comprobar si yo era el candidato idóneo para Cayetana.

Era una posibilidad, aunque bastante retorcida, pero no podía descartar cualquier idea por muy alocada que fuera.

Sobre las ocho de la tarde, Cayetana me pasó a buscar por casa y nos dirigimos a la mansión. Salió a abrirnos Sonia, su asistente personal, y nos indicó que fuéramos al jardín. Allí estaban un par de primas mayores de mi chica con sus hijos y sus respectivos, y Hans y Beatriz.

Ya desde el primer saludo pude comprobar que Beatriz Beguer no era la misma de siempre conmigo. Nos sentamos en una enorme mesa en la que habían preparado un picoteo y me quedé mirando a la prima de mi novia. Beatriz estaba muy morena de piel, como mi novia, así que no solo había estado trabajando en Dubái, se notaba que había tomado el sol, y mucho. Se había recortado unos centímetros su preciosa melena y seguía estando igual de apetecible que siempre.

Incluso más.

Llevaba un vestido blanco veraniego bastante corto y la muy cabrona lucía bronceado y piernas a lo bestia. Nos estuvo explicando las últimas novedades de su proyecto en Dubái y nos dijo que lo más seguro es que en unos meses tuvieran que irse a vivir allí un par de años.

―Pero no os preocupéis, pensamos venir a España a menudo… ―Y en ese momento cruzamos la mirada.

Beatriz me esquivó casi al instante y bajó la cabeza, ruborizada. Durante unos segundos se quedó callada, era evidente que ya estaba al tanto de todo y al igual que yo, ella también había aceptado la surrealista idea de su marido. Hans interrumpió ese silencio incómodo y salió a su rescate, comenzando a contarnos cómo era la casa y el residencial donde se iban a alojar durante su estancia allí, pero yo seguí mirando a Beatriz de manera descarada, ansioso ya por tener nuestro primer encuentro.

Es que era verla y solo con eso me excitaba. No podía creer que fuera a tener mi polla metida dentro de esa mujer en menos de veinticuatro horas. Su cruce de piernas, con el que nos mostraba el muslo, me estaba poniendo cachondo de verdad y Hans se dio cuenta de que no le quitaba el ojo de encima a su mujer.

Unos minutos más tarde, también aparecieron por allí Martita con su novio y me sorprendió que, después de saludar a todos, la hermana de mi novia se sentara en el regazo de Hans, como si fuera una niña pequeña. Estaba claro que era su favorita y siempre lo había sido, pero Marta ya no era una cría y con esos vaqueros tan ridículamente cortos, con los que se le veía medio culo, aquello no me parecía nada apropiado.

―¿Qué tal?, os hemos echado mucho de menos… ―le dijo Marta al alemán.

El resto de familiares no le daba importancia a aquella escena, pues ya estaban acostumbrados al comportamiento infantil y caprichoso de Marta; pero a mí, cuando menos, se me hacía curioso ver a mi cuñada sentada en las piernas del empresario de casi sesenta años.

Hicieron, como se suele decir, la visita del cartero y en menos de una hora Marta y Álex se fueron por donde habían venido. Nosotros nos quedamos un ratito más y a media noche también nos marchamos para casa. Ya me había inventado una excusa con Cayetana para no quedar al día siguiente, así que nos despedimos hasta el miércoles.

Esa noche reconozco que fue muy dura. Entre el calor que hacía, que llevaba tres días sin correrme y que no hacía más que pensar en Beatriz, me debí dormir sobre las tres de la mañana. Curiosamente, pues yo me suelo levantar bastante pronto, me desperté casi a las once con una erección tremenda y en ese instante, no sé por qué, me acordé de los shorts vaqueros de Marta.

Eran tan cortos que parte de sus glúteos se le veían por debajo y le hacían un culito perfecto. Y, metido en la cama, abrí sus fotos del ********* y las repasé una a una. Me apreté la polla por encima del calzón, estaba más excitado de lo que pensaba y durante unos minutos estuve con esa lucha interior de pajearme o no con mi cuñada.

Yo creo que me ponía cachondo martirizarme de esa manera. Me susurraba: «no, no lo hagas», pero mi mano no dejaba de jugar con mi polla y me recreaba en los detalles de las fotos, ampliando su culo cuando salía en biquini o con pantalones ajustados. Casi una hora así terminé con un buen calentón y me puso mucho la idea de ir acumulando más y más semen en mis huevos para después soltarlo todo en el coño de Beatriz.

Así que después de comer, me encerré en mi habitación y estuve masturbándome otras dos horas, viendo videos porno, aunque me iba deteniendo cada poco, quedándome lejos de correrme, pues no quería arriesgar ni llevarme ningún susto, y a eso de las seis de la tarde ya notaba los cojones superhinchados y sensibles.

Me pegué una ducha rápida y me vestí de manera elegante: pantalón cortito azul marino y camisa blanca de lino arremangada. Un poco de Aqua de Gio y ya estaba preparado para mi primer encuentro con Beatriz.

Llegué a la lujosa mansión cinco minutos antes de la hora acordada y delante de la puerta me puse nervioso de verdad. No era para menos. Toqué el timbre y me sorprendió que el que saliera a abrir fuera Hans y no la asistenta, como solía hacer.

―Pasa, Jorge, te estábamos esperando ―me pidió Hans estrechándome la mano.

Fuimos caminando hasta el gran salón y me hizo tomar asiento en un imponente sofá de piel color crema.

―Beatriz te está esperando arriba… ―me indicó el alemán.
―Vale.
―¿Todo bien?, ¿sí?, recibiste el dinero, ¿verdad?
―Sí, sí, todo perfecto…, bueno, estoy un poco nervioso…
―Es normal, mi mujer está igual, así que no te voy a entretener más, cuanto antes pasemos por esto, mejor…
―Sí, claro.
―Lo único me ha pedido que habláramos antes sobre cómo lo vais a hacer, así ella no tiene que tratar contigo sobre estos temas…, te supondrás que le da bastante vergüenza…
―Me imagino…
―Pues eso, como ya hablamos nosotros en su momento, Beatriz y yo hemos pensado que lo mejor es que te masturbes y justo en el momento introduzcas tu pene dentro de ella y eyacules…, ¿te parece bien así?
―Sí, sí, por supuesto.
―Ya sé que es un poco frío, pero ella estará preparada, no te preocupes por eso… Entonces, no se hable más. ―Y con un salto enérgico me indicó que me levantara y apuntó con el dedo hacia las escaleras―. Coge el pasillo de la derecha y Beatriz te espera en la segunda puerta…
―De acuerdo.

Vi que Hans se dirigía al mueble bar, posiblemente a servirse un whisky para tomárselo mientras yo intentaba fecundar a su mujer, y subí despacio la escalera nervioso como un flan. Tomé el pasillo que me había indicado, pasé una puerta y a la segunda me detuve.

Estaba entreabierta y llamé antes de pasar.

―¿Se puede? ―pregunté tímidamente como un idiota y después empujé la puerta y me metí en la habitación.
 
La verdad es que es un poco absurdo lo de Cayetana y esas ideas anticuadas de no tener sexo hasta que se casen.
Por otra parte que Va a tener sexo normal por mucho que empiece de esa forma pactada es más que seguro y que ya se sabe que del roce sale el cariño.
 
No sé, lo del culito es un tanto sospechoso
Algo muy habitual en las mujeres de culturas y etnias que precisan de la virginidad, especialmente en las del sur.
Cabe la opción hipócrita de la himenoplastia también utilizada y conocida en la antigüedad como zurce virgos.
Claro está que en el caso de Cayetana, de momento, es por convicciones, no creo que morales porque esta mas que deseosa...
Veremos si resiste.
Jorge tiene la opción de hacer pleno, incluyendo el premio gordo y los complementarios...
Ya me cayera a mi esa breva...
 
Uffffff... con que ganas me he quedado de leer la continuación... :rolleyes::rolleyes::rolleyes::rolleyes::rolleyes: Intuyo que va a comenzar algo apoteósico y van a saltar chispas... 💥💥💥💥💥 También me da que tanto Hans como Cayetana van a tener que empezar a usargorras con mangas y a picar los cercos de las puertas de sus respectivas casas... ;);););):dancer1::dancer1::dancer1::dancer1::dancer1:🍻🍻🍻🍻🍻🍻🍻🍻
 

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Capítulo 10



Tenía la persiana a medio bajar y entraba un poco de luz por la ventana, lo justo para no estar a oscuras y entonces vi a Beatriz sentada en la cama, cubriéndose los muslos con una toalla blanca.

―Hola... ―dije acercándome a ella.

Me respondió con otro “hola” en bajito y unos segundos más tarde, cuando me fui acostumbrando a la penumbra, pude verla bien. Llevaba una camiseta blanca de manga corta y en la parte de abajo debía estar en braguitas, aunque no podía asegurarlo, porque se había tapado con la toalla.

En ese momento, todavía me puse más nervioso. Allí tenía delante a Beatriz Beguer y en unos minutos tenía que penetrar a aquella mujer tan imponente. Se notaba que ella también estaba tensa y nerviosa, se había dejado el pelo suelto, iba con la cara lavada, sin ningún tipo de maquillaje y me encantó contemplar sus piernas desnudas.

Aun en esa situación tan complicada, Beatriz no perdía la elegancia.

La habitación era enorme, unos 60 metros cuadrados, debía ser un cuarto de invitados y apenas tenía muebles, todo muy minimalista. En la cama de uno ochenta había una colcha blanca y un par de cojines que adornaban la estancia. Poco más. El aire acondicionado apenas era perceptible y le daban a la estancia la temperatura adecuada para que no hiciera ni frío ni calor.

Me quedé de pie, junto a la prima de mi novia y fue ella la que rompió el hielo. Directa y decidida.

―¿Empezamos?, ya te ha dicho Hans más o menos cómo hacerlo, ¿no?...
―Sí...

Y se tumbó bocarriba en el centro de la cama, dejándome el espacio justo para sentarme en el borde, entre sus piernas. Entonces me llegó su perfume, un agradable olor dulce que me encantó. Inspiré profundamente ese aroma, ella se echó la toalla por encima y se quedó estirada esperando que comenzara.

Ahora era mi turno.

Ese fue un instante muy crítico y comencé a temblar de los nervios. Todo era muy frío y allí no había nada sexual y excitante como había fantaseado. Beatriz estaba seria, no hablaba nada y me daba hasta vergüenza sacármela delante de ella para hacerme la paja.

Me puse de medio lado, cubriéndome con la camiseta, y la agarré entre mis dedos, pegándome un par de sacudidas y me llamó la atención lo silencioso que estaba todo. Solo se escuchaba mi mano, rozando con la tela y cuando apenas llevaba treinta segundos Beatriz me preguntó.

―¿Vas a tardar mucho?

Aquello no ayudó precisamente a que me calmara, y aunque estaba muy cachondo, los nervios me impedían disfrutar de la experiencia, y un minuto después, todavía no había conseguido que se me pusiera dura.

―Estoy un poco nervioso ―le dije a Beatriz tratando que se pusiera en mi lugar.

Ella no lo debía estar pasando nada bien, yo sabía lo que suponía para una mujer como Beatriz prestarse a aquello, desde luego que Hans tenía que tener un poder de convicción de la hostia, pero para mí tampoco era nada fácil.

―Tú, tómate tu tiempo, tranquilo... ―murmuró con una voz pausada, dándose cuenta de lo que me estaba pasando.

Y esas palabras fueron mágicas, pues mi polla comenzó a crecer a toda velocidad entre mis dedos y en unos pocos segundos alcancé una portentosa erección. Eso ya era otra cosa. Respiré aliviado y seguí pajeándome, arriba y abajo, sin prisa, como me había pedido Beatriz y un minuto más tarde fui aplacando los nervios y empecé a disfrutarlo.

―Ahora mucho mejor, aaaaah ―y dejé salir un gemido ahogado para que Beatriz lo escuchara.
―Bien ―dijo ella cogiendo un bote de lubricante y esparciéndolo entre sus dedos―. Cuando estés listo me avisas...

Metió la mano por debajo de la toalla y supuse que estaba esparciendo el gel en la entrada de su vagina, aunque no podía verlo. Ese gestito me pareció una pasada, ver a Beatriz así, tumbada en la cama, tocándose el coño me puso muy cachondo y fui tomando posición, colocándome entre sus piernas, que ella ya había flexionada ligeramente.

Mi polla chapoteaba al ritmo de mis sacudidas e incrementé el ritmo, tratando de no ponerme a gimotear como un cerdo delante de ella. Beatriz no podía vérmela, porque yo estaba de costado, ocultándola con la camiseta, aunque tampoco es que me mirara, porque ella tenía la cabeza girada hacia la ventana, abochornada por lo que estaba sucediendo, pero yo sí me fijaba en Beatriz, incluso en la oscuridad se notaba lo suaves que eran esas piernas con las que tantas veces había fantaseado y entonces noté que ya me venía.

Apenas habían pasado cinco minutos y estaba a punto de correrme.

―Oooooh, ooooooh, ya lo tengo... aaaaah, aaaaah....
―Ven aquí ―me pidió Beatriz abriendo más las piernas y apartando la toalla.

Apoyé una mano en la cama y con la otra seguí pajeándome mientras me recostaba sobre ella. No calculé bien y además, fue más rápido de lo que pensaba. Mi eyaculación se precipitó de repente, sin poder buscar su entrada, y Beatriz tampoco me ayudó, pues lo único que hizo fue apartarse las braguitas.

Resultado. Un desastre.

Y cuando traté de penetrarla con un golpe de cadera, fallé estrepitosamente. No tuve tiempo a un segundo intento y mi semen salió despedido sobre las braguitas y el abdomen de Beatriz.

¡Me estaba corriendo sobre ella!

―¡¡Joderrrrr, aaaaah, jodeeeeer, aaaaaah, mierdaaaaa!! ―exclamé sujetándomela por la base y tratando de metérsela de nuevo mientras me derramaba por todas partes.
―Nooooo, noooooo, pero, ¿qué haces? ―me preguntó ella completamente sorprendida.

La postura no era nada fácil para mí, tenía una mano en la cama, para no dejarme caer del todo sobre ella, y con la otra me sujetaba la polla, no podía buscar la entrada de su coño, aparte de que eso no lo habíamos hablado y me reprimí de tantear con mis dedos para penetrarla de manera más deprisa.

Vamos, que quedé como un puto inútil. También es verdad que nunca me había corrido así de rápido y apenas me había dado tiempo desde sentí que eyaculaba hasta que salió todo despedido, pero eso no era excusa y ahora mi semen bañaba el cuerpo de Beatriz, que se había quedado de una pieza.

―¡Lo siento, lo siento! ―traté de disculparme―. Deja que te limpie... por favor...
―Tenías que penetrarme...
―Sí, lo sé... pero no he...

Iba a decirle que no había podido encontrar su coño, que hacía tanto tiempo que no follaba que había perdido práctica, pero me mantuve en silencio para no quedar como un idiota.

―¿Dónde puedo encontrar un poco de papel?, quiero limpiarte ―pregunté guardándome la polla y dando vueltas por la habitación.
―Déjalo, da igual ―dijo limpiándose con la toalla que tenía entre las piernas.
―Joder, lo siento, qué desastre...

Lo había puesto todo perdido, su camiseta, su ropa interior, sus dedos, y Beatriz se incorporó, terminando de quitar los restos de su entrepierna. Luego saltó de la cama y se quedó de pie, mirando el estropicio del que yo era culpable.

Y aquello fue como una visión celestial.

Beatriz Beguer con unas mini braguitas blancas delante de mí, con la camiseta y su ropa interior mojadas por mi corrida. Le había bañado por completo. Y mi polla se puso dura de nuevo, bueno, más bien no se me llegó a bajar.

―Puedo intentarlo de nuevo... ya estoy listo... ―le anuncié para que supiera que seguía empalmado.
―No, da igual, después de esto ―dijo mostrándome la toalla empapada―, no creo que sirva de mucho... ya te puedes ir, Jorge... ―y se metió en el baño sin decir nada más.

Esas palabras sonaron en mi cabeza como un jarro de agua fría. “Ya te puedes ir, Jorge”.

Salí de la habitación derrotado, abatido, sabiendo que era más que probable que Beatriz no quisiera continuar con ese despropósito y que acababa de perder la única posibilidad de penetrar a una de las mujeres más atractivas del mundo.

Al bajar la escalera apareció Hans con el vaso de whisky en la mano. Miró el reloj, sorprendido de lo poco que había durado el encuentro, y es que apenas habían pasado unos quince minutos desde que puse un pie en su mansión.

―¿Qué tal ha ido? ―me preguntó nervioso.
―Eeeeeh... eeeeeeh, bien, bueno, mejor que te lo cuente Beatriz..., tengo que irme, adiós ―contesté buscando la puerta sin mirar hacia atrás.

Respiré aliviado cuando salí de allí y me fui a mi casa. No me apetecía hacer nada ni ver a nadie. Me miré en el espejo de mi habitación y era la viva imagen de la derrota, ¿cómo podía haber fracasado tan estrepitosamente?

Entre todas las posibilidades que había imaginado, jamás contemplé la de no poder penetrar a Beatriz. Esa era lo último que se me hubiera pasado por la cabeza y me metí en la cama con ganas de dormir y olvidarme de todo.

Ojalá hubiera sido un mal sueño, y me sorprendí cuando desperté diez horas después y tenía un mensaje de whatsapp del empresario alemán.

Hans 8:23
Cuando puedas llámame...

No me apeteció hacerlo en ese momento y después de desayunar, cogí el coche y me perdí un par de horas por el monte. Necesitaba respirar, y reflexionar sobre lo que estaba haciendo. Todo iba tan deprisa que ni me había parado a pensar en que lo de la propuesta de Hans ya no era ninguna fantasía, ni ningún juego.

La noche anterior acababa de estar en su casa, y Beatriz me había esperado en la cama, dispuesta a que la penetrara y me corriera dentro de ella para dejarla embarazada.

Sentado en una roca, admirando el paisaje de la ciudad que tenía delante, llamé a Hans. Solo quería que dijera lo que me tuviera que decir y terminar con todo aquello cuanto antes y así poder recuperar mi vida normal junto a Cayetana.

―Hola, Jorge...
―Hola.
―No quería mandarte un mensaje, nada, solo quería comentarte que si te puedes volver a pasar esta noche por casa, Beatriz todavía está en sus días fértiles y podríamos intentarlo un par de veces más...

Al escuchar eso fue una doble sensación, por un lado respiré aliviado, pues iba a tener más oportunidades de estar con Beatriz y por el otro, tendría que esperar un poquito más para poner en orden mi rutina diaria. Supuse que su mujer le habría contado lo que pasó y el desastre de nuestro primer encuentro, pero en ese instante comprendí que estaban dispuestos a llegar hasta el final.

Una vez que se habían involucrado en esto y habíamos comenzado con los encuentros, ya no había vuelta atrás. Tendría que penetrar a Beatriz Beguer tantas veces como hicieran falta hasta conseguir su objetivo.

―Hoy había quedado con Cayetana y unos amigos...
―No pasa nada, ¿podrías pasar a última hora?, sobre las doce o así... ―insistió Hans.
―Es un poco tarde, pero creo que a esa hora sí que podre...
―De acuerdo, Jorge, pues luego nos vemos.
―Adiós, Hans.

Me quedé unos minutos más mirando el paisaje, nervioso otra vez por la inminente cita con Beatriz, cuando me llegó una alerta del banco y vi que acababa de recibir otros 3000 euros en mi cuenta. No estaba nada mal por hacerme una paja y correrme sobre Beatriz Beguer.

Pero eso sería por la noche.

Antes, como le había dicho a Hans, había quedado con Cayetana y unos amigos suyos. Estuvimos picando algo para cenar en una terracita y aunque intenté desconectar de lo que venía después, estuve pendiente casi toda la tarde el reloj. No quería que se me notaran los nervios, pero no debí disimularlos como pensaba, porque incluso mi novia me preguntó si me encontraba bien.

Y a eso de las once de la noche le dije a Caye que me apetecía irme para casa. Ella estaba muy a gusto en compañía de sus amigos, y yo, que no tenía la cabeza allí, no quería estropearle el plan, aunque mi chica se ofreció a venirse conmigo.

―No hace falta, Caye, quédate tú... no me importa.
―Estás muy raro, Jorge, no sé, parece que estás sudando más de lo normal, llevas todo el día distraído, ausente, callado, mirando la hora... ¿o te crees que no me he dado cuenta?, ¿te pasa algo?
―No, no, de verdad que no...
―Bueno, vamos andando hasta casa de mis padres, así me acompañas, nos damos un paseo y te despejas...

Fuimos caminando agarrados de la mano y al llegar al portal, Cayetana me dijo que no había nadie en su casa. Mis suegros estaban de viaje y Marta iba a estar tres días en un festival de música por la costa levantina.

―Quería darte una sorpresa esta noche, por eso no te había dicho nada, pero veo que no te ha hecho mucha ilusión...
―Sí, Caye, es que... eh...
―¿Entonces subes?

No me atreví a volver a mirar el reloj delante de ella, pero ya debían ser las once y media de la noche. El tiempo se me echaba encima y en media hora tenía que estar en casa de Hans y Beatriz y ahora mi novia me estaba pidiendo que subiera con ella a su piso, con lo que eso conllevaba.

―Eh, sí, claro ―contesté sin poder negarme.

Entramos cogidos de la mano y Cayetana me llevó directamente al sofá del salón. Me quedé con la espalda apoyada en el respaldo, mirando al frente, mi chica se sentó a mi lado y puso una de sus piernas sobre mis muslos.

―¿Me vas a decir lo que te pasa? ―susurró dándome un beso en la mejilla―. Ya sé que no te caen muy bien mis amigos, pero al menos podías disimular un poquito.
―No, ¿por qué dices eso?, siempre he estado muy a gusto con ellos.
―¿Y por qué estás así? ―me preguntó girando mi cara y buscando mi boca―. ¿Hoy no te apetece?, estoy poniendo todo de mi parte, ¿es que he hecho algo mal?
―No, no, Caye, no es por ti, es que hoy no he tenido mi mejor día, lo siento.

Bajó la pierna que tenía sobre mi regazo y apoyó la cabeza en mi hombro. Se quedó callada y yo me sentí mal por ella, porque sabía que esas cosas le afectaban. Era un estúpido, estaba tan absorto con lo de Beatriz y Hans que ni tan siquiera me había fijado en lo guapa que estaba mi chica con ese vestido veraniego verde más cortito de lo que ella acostumbraba.

Cogí su pierna e hice que la volviera a apoyar en mi muslo, entonces busqué su boca y nos fundimos en un beso tranquilo, pero buscándonos la lengua de manera sensual. Mi polla no tardó en reaccionar y Caye buscó el contacto con mi paquete, frotándomela por encima del pantalón y yo colé mi mano por debajo de la falda de su vestido, acariciando su culo sobre la tela de las braguitas.

Tenía que reservarme para Beatriz, pero Cayetana me desabrochó el pantalón decidida y me agarró la polla, comenzando a pajearme. Me iba a ser muy difícil escaparme de esta, y yo solo podía pensar en cómo arreglármelas.

Apreté sus glúteos y ella frotó su muslo contra mí, rozando mis huevos con su rodilla. Me ponía muy cerdo cuando hacía eso, además emitiendo un ligero gemidito para calentarme más. Y yo no me quedé quieto e introduje la mano por debajo de sus braguitas, acariciando su culo directamente.

―¿Estás mejor? ―me ronroneó Cayetana al oído sin dejar de darme besitos por la mejilla y el cuello.

Su mano subía y bajaba a buen ritmo sobre mi polla y ella había comenzado a mover las caderas en círculo, frotando su coño contra una de mis piernas.

“No puedo correrme, no puedo correrme. Tengo que reservarme para Beatriz”.

―¿Te gusta? ―me preguntó manteniendo el ritmo al que me masturbaba.
―Sí, aaaaah, aaaaaah, lo estás haciendo muy bien, Caye, uffff, ¡qué bueno!
―Espera, déjame... ―y terminó de pasar del todo su pierna, montándose encima de mí.

Acercó su coño a mi polla y en cuanto entraron en contacto, ella se soltó la coleta de su pelo, dejándolo suelto y se movió frotándose arriba y abajo un par de veces, sintiendo bien la longitud de mi tronco.

―Hoy podemos probar así, aaaaah, ¿te parece bien? ―me sugirió Caye.
―Sí, lo que quieras, mmmmm...

Estaba acostumbrado a tumbarme sobre ella y correrme en una especie de misionero, pero esta vez Cayetana quería tener el control y movió sus caderas en círculo, restregándose lentamente sobre mí, alterando ese movimiento circular con el sube y baja sobre mi polla.

Faltaban diez minutos para las doce de la noche. Ya iba a llegar tarde a la cita, pero todavía tenía la esperanza de poder escapar de esa situación, aunque bien es cierto que mi novia no me lo estaba poniendo nada fácil.

Había elegido mal día para tomar la iniciativa, y la muy cabrona se meneaba mejor de lo que me esperaba. Le había tomado el punto exacto donde tenía que restregarse para sentirme mejor y mi polla ya se había puesto a temblar al contacto con sus finas braguitas blancas. Yo me dejaba llevar, con las manos en su cintura y no pude resistirme más y volví a meterlas por debajo de su falda y de su ropa interior.

Tiré de sus glúteos hacia fuera y a Cayetana se le escapó un gemido, en ese momento pensé en fingir el orgasmo, pero con la polla fuera, se daría cuenta de que no había eyaculado si no manchaba nada, pues además, mis corridas solían ser muy potentes y abundantes.

Con el movimiento de su cuerpo mis dedos se acercaron peligrosamente a su ano y ella acomodó sus caderas, como buscando que lo rozara. Tanteé con mi dedo corazón su pequeño orificio y en cuanto se lo acaricié, Cayetana cerró los ojos y jadeó en mi oreja.

―¿Quieres que lo meta un poquito? ―la pregunté.
―Noooo, aaaaaah, noooo, aaaaah...
―¿Seguro?
―Bueno, si te gusta hazlo, pero solo un poquito, aaaaah...

Saqué la mano de debajo de su falda y me metí el dedo en la boca, lamiéndolo delante de ella, me gustó la cara de curiosidad que puso Cayetana, viéndome chupar ese dedo con el que iba a jugar en su culo y luego lo volví a bajar, rozándola de manera muy suave el ano, pero sin llegar a penetrarla, solo acariciando esa zona. Cayetana se agarró a mi cuello e incrementó su movimiento arriba y abajo, aplastando más fuerte su coño contra mi polla.

Entonces me acordé de Beatriz, me la imaginé en braguitas, tumbada en la cama, esperándome con las piernas abiertas y yo allí estaba con Caye, a poquito de soltar una abundante lefada que debería haber acabado en su interior.

Agarré fuerte su culito con las dos manos, atravesando su piel con mis dedos, y le introduje la yema del corazón en el esfínter. Cayetana tensó sus glúteos y apoyó su frente contra la mía, sin dejar de cabalgarme, subiendo el volumen de sus gemidos.

―¿Así o un poquito más? ―pregunté sabiendo que aquello le estaba empezando a gustar.

Tensó sus glúteos y dejó mi dedo capturado dentro de su culo, aumentando considerablemente el movimiento de sus caderas. Cayetana “me follaba” a toda velocidad y yo me resistía de manera estéril, pensando en que todavía había alguna posibilidad de que mi semen terminara dentro de Beatriz.

Con el vaivén de su cuerpo ella misma consiguió que mi dedo entrara hasta la mitad de su culo y se mordió los labios, a punto de llegar al orgasmo.

―¿Lo meto más?
―Aaaaaah, aaaaaah, sí, un poquito máááááás, aaaaaah, ¡¡voy a llegar!!, ¡¡voy a llegar!!

Y de un golpe seco se lo clavé hasta el fondo. Mis nudillos chocaron contra sus glúteos y Cayetana chilló de placer.

―¡¡¡¡AAAAAH, AAAAAH, AAAAAH!!!!

El temblor descontrolado de su cuerpo me indicó que se estaba corriendo y mis huevos palpitaron sin poder retener mi inminente eyaculación ni un segundo más. Cerré los ojos, negué con la cabeza, “noooo, nooooo, Beatriz lo siento, no puedo más” y me dejé llevar.

El calor del virginial coñito de Cayetana me llevó al séptimo cielo y mi polla reventó mientras Cayetana se seguía derritiendo encima de mí, en un exagerado orgasmo, con mi dedo entrando y saliendo de su culo, al ritmo de sus contracciones.

No podía verlo, pero no hacía falta para saber que lo estaba poniendo todo perdido con mi semen y Cayetana, al darse cuenta de que yo también me estaba corriendo, se frotó con más rabia contra mí, sacándome hasta la última puta gota de lefa de mis huevos.

―Mmmmm, ¿te ha gustado? ―murmuró Cayetana meciéndose con suavidad, una vez que ya había terminado conmigo.
―Sí, ha sido una pasada...
―Ha estado muy bien, aunque te hayas pasado un poco con el dedo ―dijo retirándome la mano de su culo.
―Perdona, pensé que...
―Buffff, habría que limpiar esto, mira cómo lo has puesto todo... ―y se levantó de encima, mirando mi polla reposando en el estómago y empapando mi camiseta blanca.

Me sentí fatal por Hans y Beatriz y mientras Cayetana se iba al baño, puse el teléfono en modo avión para que no pudieran ni llamarme ni mandarme ningún mensaje. Ya eran más de las doce y ni tan siquiera les había podido avisar de que no iba a asistir a la cita.

Aproveché que estaba solo y como una especie de fetiche, me llevé a la nariz el dedo que acababa de tener en el culo de mi novia. No sé cómo hacía Cayetana para oler tan de maravilla, aunque fuera verano y tuviera el ojete más sudado de lo normal. Inspiré con fuerza y su aroma se me incrustó en las papilas olfativas.

Mmmmm, delicioso.

Todavía me quedé un ratito más viendo la tele con ella, y sobre la una de la mañana me despedí de Cayetana. De camino a mi casa encendí el móvil y le mandé un whatsapp a Hans, diciéndole que me había sido imposible acudir ni tampoco avisarles, pues estaba con mi Caye y unos amigos. El alemán me contestó unos minutos más tarde con otro mensaje.

Hans 1:12
¿Cómo lo tienes para mañana a la misma hora?

Demoré la respuesta, pues al día siguiente había vuelto a quedar con Cayetana para ir al cine y quizás, podría repetirse la misma historia. Al llegar a casa me metí en la cama y estuve pensando qué contestar. No quería pegarles otro plantón, y tampoco podía asegurarle que iba a acudir a la cita, aunque al final me arriesgué.

Jorge 1:56
Vale, de acuerdo

Estaba tan centrado en los encuentros con Beatriz, que casi se me había pasado por alto lo bien que se había portado Cayetana. Los progresos con mi chica las últimas semanas estaban siendo alucinantes y ya incluso se permitía el lujo de ponerse encima de mí y frotarse hasta correrse y después hacerme llegar al orgasmo.

Y no solo eso, incluso había permitido que le metiera el dedo por el culo ya un par de veces. La primera ocasión quizás le pilló un poco por sorpresa, pero estaba claro que esta segunda vez, había sido ella la que lo había buscado, aunque luego se hiciera la estrechita y lo aceptara un poco a regañadientes.

Si alguien me llegan a decir un mes atrás, que Cayetana se iba a dejar meter un dedo por el culo, le hubiera dicho que estaba delirando. Incluso en la ropa también notado un pequeño cambio y hoy llevaba un vestido más corto de lo que ella acostumbra, y yo, como un capullo, casi ni me había fijado en lo sexy que se había puesto para mí.

Así que cogí el móvil y le mandé un whatsapp para agradecerle lo que se estaba esforzando y alabar su buen gusto por la ropa.

Jorge 2:12
Por cierto, que no te lo he dicho, pero hoy no podías ir más guapa con ese vestidito verde. ¡Me ha encantado!

Lo de esta noche ha estado genial!

Estoy deseando repetirlo.

Un besazo y TQM.

Desperté al día siguiente con la contestación de Cayetana que bien temprano, para ser verano, ya se había levantado.

Cayetana 8:23
Buenos días, cariño!

Pensé que ni te habías dado cuenta, pero muchas gracias, me alegra que te gustara, no es muy de estilo, pero reconozco que me quedaba muy bien

Un besazo, muaaaac, y yo también estoy deseando repetirlo, aunque creo que esta noche no va a haber suerte, oooooh

Pásame a buscar a las ocho y tomamos algo antes de la peli, que empieza a las nueve y media

Joder, es verdad, ni me acordaba que habíamos quedado para ir una película al cine. Miré en la ficha y duraba una hora y cuarenta, entre los trailers y demás, si empezaba a esa hora que me decía Cayetana, casi hasta las once y media no íbamos salir de la sala, así que quise asegurar y le mandé un mensaje a Hans, retrasando la cita.

Jorge 11:15
Esta noche ya teníamos las entradas sacadas para ir al cine, así que llegaré un ratito más tarde, espero estar sobre las 00:30 o la una de la madrugada.

Es ya muy tarde?
Hans 11:16
No, tranquilo, te esperamos
Jorge 11:16
De acuerdo, pues a esa hora quedamos.


A media tarde, pasé a buscar a Cayetana con mi coche y fuimos directos al centro comercial. Con el calor que hacía era un buen día para perderse por los pasillos y entrar en las tiendas con su aire acondicionado, y después de tomarnos un refresco, accedimos a la sala de cine.

No había mucha gente, pues en pleno mes de agosto apetecía más estar en la piscina, en la playa, o en cualquier sitio al aire libre. Esta vez sí me había fijado en lo que llevaba puesto mi novia, más formal y acorde a su estilo, con el pelo recogido en una coleta, un polo rosa Lacoste y pantalón de vestir corto, azul marino.

Apagaron las luces y nos cogimos de la mano, intenté concentrarme en la película, pero no podía dejar de pensar en Beatriz, y solo con solo fantasear que iba a correrme dentro de ella se me puso dura en un suspiro. Apoyé una mano en el muslo de Cayetana, sin pretender mucho más, y mi chica dejó que se lo acariciara.

Yo sabía que Cayetana era muy pudorosa y que en público no me iba a permitir nada más, pero para mi sorpresa, ella hizo lo mismo que yo y dejó una mano en mi pierna. Al llevar pantalón corto le permitió jugar con los pelitos y después me pasó un dedo, recorriendo mi muslo hasta llegar a la rodilla.

Esa caricia me puso la carne de gallina y miré a Cayetana, que hacía como que no ocurriera nada y ni se inmutó, sin dejar de ver la película, pero seguía jugando con su dedo y su caricia en cada recorrido iba llegando un poco más lejos.

Me pareció que se le escapaba una sonrisilla perversa y no pude esperar más y pasé yo al ataque. Subí la mano por su muslo, la cadera y le acaricié un pecho por encima del polo.

―Ssssssh, Jorge, para... ―suspiró apartándome de su cuerpo, pero ella siguió con ese movimiento sensual con la yema de su dedo por toda mi pierna.

En unos pocos minutos consiguió que estuviera excitado de verdad, aunque no tenía ninguna intención de correrme, sabiendo que en un par de horas tenía que hacerlo dentro de Beatriz. Aun así dejé que Cayetana siguiera jugando conmigo, me intrigaba hasta donde estaba dispuesta a llegar y yo insistí de nuevo, esta vez acariciando su rodilla y subiendo lentamente por la parte de atrás.

Me puse más nervioso cuando su dedo sobrepasó el límite del pantalón y ahora su palma de la mano reposó en todo mi muslo, acercándose peligrosamente a mi paquete. No veía a Cayetana capaz de hacerme una paja en medio del cine, pero con lo que se estaba soltando durante el verano, podía esperarme cualquier cosa.

Apoyé una mano sobre el dorso de la suya y guié sus caricias, entrelazando nuestros dedos. Incluso se atrevió a llegar hasta la parte final de la pierna, por un lado y yo tiré tímidamente de su mano, tratando de llevarla un poco más al centro, pero Cayetana se resistió.

―Para, idiota, aquí no ―suspiró dándome un golpecito en el hombro y dando por terminada su caricia.

Con sinceridad, me hubiera gustado llegar a más, y me incliné sobre ella para robarle un beso y susurrarle al oído.

―Eso está muy mal, cuando empiezas algo hay que terminarlo...

Cayetana sonrió y se llevó el dedo a la boca, sin dejar de mirar la pantalla y luego se giró hacia mí.

―Yo no he empezado nada...

Entonces cogí su mano con decisión y la puse sobre mi paquete, para que notara la dureza de mi miembro.

―¿Seguro que no...?, mira cómo estoy...
―Quita, tonto, eso no es por mi culpa ―dijo tanteando mi paquete y luego retirando la mano.
―Mmmmm, venga, solo un poquito, Caye.
―No, que luego quieres más y más... además, sabes que aquí no estoy cómoda... ¿no tuviste suficiente con lo de ayer? ―y apoyó una mano en mi muslo acercándose a mí para robarme un beso en la boca.
―Nunca es suficiente contigo, cada vez quiero llegar un poquito más lejos...
―Ssssssh, no tengas tanta prisa ―susurró acariciando suavemente mi polla con su dedo índice.

Lo recorrió en toda su longitud tres o cuatro veces y cuando fue a retirar la mano le pedí que siguiera haciendo eso, y que no me importaba no correrme.

―¿En serio?, mejor para ahora, porque cuando salgamos del cine vas a querer terminar.
―Te prometo que no, tú solo acaríciame con ese dedo y ya está. No te voy a pedir nada más.
―Como quieras, tú lo has querido, pero te advierto que solo voy a usar un dedo, ¿eh?
―Perfecto.

Y durante más de una hora Cayetana no dejó de pasarme el dedo por la polla arriba y abajo. Arriba y abajo. Sin hacer mucha presión, la justa para que pudiera sentirlo y me provocara un pequeño espasmo cada vez que llegaba hasta mis testículos. Os podéis imaginar el calentón con el que salí del cine, me dolían hasta los huevos y Cayetana sonrió orgullosa cuando se encendieron las luces y comprobó la pedazo de erección que había provocado.

Tenía la polla a punto de reventar.

Lo que Cayetana no sabía, es que indirectamente me acababa de poner cerdísimo para ir a visitar a su prima y una vez montados en el coche me comporté de manera educada y no intenté nada con ella, quedando como un auténtico señor.

Llevé a mi novia a su casa después del cine y en cuanto la dejé y me quedé solo en el coche, le mandé un whatsapp a Hans.

Jorge 00:04
En 20 minutos podría estar allí

Me quedé en el coche esperando la respuesta y cinco minutos más tarde me llegó su mensaje.

Hans 00:10
De acuerdo

Me hubiera gustado pasar por casa, pegarme una ducha e ir limpito, relajado y reluciente, pero no podía hacer eso siendo ya tan tarde, pues mis padres estaban en casa a esas horas, así que arranqué el coche y cogí la ronda para llegar a la mansión de Hans y Beatriz.

A las doce y media dejé el coche en el parking y salí decidido, plantándome en la puerta principal. Toqué el timbre y esperé pacientemente a que vinieran a abrirme.

Estaba a punto de tener el segundo encuentro con Beatriz Beguer, solo que esta vez no me iba a ocurrir lo mismo que dos días atrás. Eso seguro. No podía permitirme un segundo error e iba convencido de clavársela hasta el fondo de su coño y correrme como un semental.

De lo cachondo que me encontraba hasta me palpitaba la polla y de repente escuché el cerrojo al otro lado de la puerta. Alguien la estaba abriendo...
 
Ufffff....parece que le traicionaron los nervios... :cool::cool::cool: Deseando leer la continuación... ;);););););)🍻🍻🍻🍻🍻🍻
 
Capítulo 11



De negro formal salió Hans a recibirme. Muy serio, como siempre, me estrechó la mano e hizo que le acompañara hasta el salón.

―Siento mucho lo de ayer… ―quise disculparme por mi ausencia la noche anterior.
―No pasa nada, entiendo que tú también tienes tu vida y hay días que no vas a poder, es normal.

Fuimos andando hasta la escalera y sin más preámbulos me indicó que subiera. Beatriz Beguer ya me estaba esperando en la misma habitación.

Me puse igual de nervioso que la primera vez. O incluso más. Solo que en esta ocasión tenía un poco la experiencia del primer encuentro y, además, me encontraba bastante cachondo después de que Cayetana hubiera estado durante más de una hora pasándome el dedo por la polla en la sala de cine.

Toqué en la puerta por cortesía, se encontraba medio abierta y pasé al cuarto. Iluminaba la habitación una pequeña lámpara de mesilla, que emitía una luz cálida y agradable. Beatriz estaba sentada en la cama, llevaba el pelo recogido en una especie de moño informal y se había puesto una camiseta de tirantes de color rosa bastante corta con la que casi se le veía el ombligo. Iba descalza y se cubría las piernas con una toalla blanca de ducha. Se me quedó mirando cuando accedí al cuarto, pero sin cambiar la posición.

―Hola, Jorge…
―Hola, bueno, lo primero quería disculparme por lo de ayer, ya se lo he dicho a Hans y…
―No te preocupes…
―Estaba con Cayetana y unos amigos y se nos hizo tar…
―Prefiero no saberlo… ―dijo bajando la cabeza ruborizada.

Avancé un par de pasos, llegué al borde de la cama y me quedé de pie, esperando las instrucciones de Beatriz.

―Cuando quieras, empezamos… ―me indicó recostándose en el centro de la cama.
―Espera, antes me gustaría aclarar lo que vamos a hacer cuando llegue el momento de…, bueno, ya me entiendes, no me gustaría que sucediera lo mismo que el otro día…
―Está bien ―afirmó apoyándose en los codos e inclinándose ligeramente―. ¿Cómo lo quieres hacer?

La imagen de Beatriz allí tumbada, con sus piernas desnudas estiradas hacia mí, era espectacular y se me puso dura en unos pocos segundos. Era una pena esa toalla que cubría su entrepierna, porque, si no, hubiera sido una de las poses más eróticas que había visto en mi vida. También estaba muy nervioso, pero la excitación superaba con creces la tensión del momento y Beatriz parecía dispuesta a dialogar cómo tenían que ser nuestros encuentros.

―Es que el otro día, cuando llegó la hora de correrm…, eeeeh, de eyacular…
―¿Sí?
―Me dio un poco de vergüenza tumbarme sobre ti y tampoco te quería tantear con los dedos para buscar la entrada, ya me entiendes… Tuve tanto cuidado en ser correcto que, cuando me quise dar cuenta, ya no me dio tiempo a…
―Vale. Tú haz lo que necesites para penetrarme, no me importa; o si quieres te ayudo yo…, pero no puede volver a suceder lo del otro día.
―¿Entonces?
―Déjame a mí, yo te guío, ¿te parece bien?
―Sí, claro.
―Y si quieres, no apures tanto, Jorge, así nos aseguramos.

Noté que el corazón me bombeaba a toda velocidad y me palpitó la polla al escuchar esas palabras de Beatriz. ¿Lo había escuchado bien? Sí, joder, claro que sí, me acababa de pedir que se la metiera unos segundos antes y después me corriera dentro de ella.

―Vale, cuando note que me falta poco, te aviso…
―De acuerdo. Pues, cuando quieras, empezamos. ¿Está todo a tu gusto?, temperatura, luz…
―Sí, sí, todo perfecto. Eh, bueno, otra cosa, ¿te importa si me quito la ropa de cintura para abajo?, así estaré más cómodo.
―Eeeeeh, sí, claro…, eeeeeh, sin problema… ―dudó Beatriz, a la que se notaba que mi sugerencia la había pillado por sorpresa.

Tampoco es que lo necesitara, pero de esa manera tenía más libertad de movimientos y, además, estar así delante de ella me ponía el doble de cachondo.

Y mi polla ya llevaba unos minutos que me pedía a gritos saltar de los pantalones.

Con calma me quité las zapatillas blancas, el bóxer y el pantalón corto de vestir. Doblé la ropa con cuidado y la dejé en el suelo, a mi lado. Tan solo llevaba puesta una camisa blanca de lino y me giré para que Beatriz no viera mi erección. Aunque me provocaba un morbo terrible desnudarme delante de ella, también me daba un poco de vergüenza que viera que ya estaba empalmado sin tan siquiera habérmela tocado.

Todo aquello era demasiado excitante para mí.

―Ya estoy listo… ¿empiezo?
―Sí, por supuesto…

Observé a Beatriz a la vez que me agarraba la polla. Quería ver si ella estaba pendiente de lo que hacía o se mantenía al margen de mi paja. Se había tumbado bocarriba en la cama y con una mano en la frente miraba hacia otro lado. Enseguida cogió el botecito de crema lubricante para después introducir una mano por debajo de la toallita y aplicársela por su zona íntima.

Ya estaba preparada para recibirme.

Esos segundos en los que sus dedos jugaron allí abajo y extendieron bien la cremita por la entrada de su coño, me pusieron todavía más cachondo. Era como si se estuviera masturbando para mí y, deleitándome con ese movimiento de su brazo y sus piernas, comencé a sacudírmela con ganas.

No la miraba detenidamente, pero sí de reojo y su mano se demoró unos segundos más de la cuenta en echarse el gel lubricante. Flexionó las rodillas, apoyó los pies en la cama, se abrió bien y colocó bien la toalla sobre su pubis para tapar su entrepierna.

―¿Qué tal vas? ―me preguntó con voz pausada.
―Bien, bien, creo que no me queda mucho…
―Yo ya estoy preparada también…, así que cuando quieras.
―¿Te… te la meto ya? ―tartamudeé sin obtener respuesta por parte de Beatriz―. Todavía me falta un poquito…

Aceleré el ritmo de mis sacudidas y entonces me situé frente a ella. Ya me daba igual si me veía la polla y cómo me pajeaba. Y, para mi sorpresa, esta vez Beatriz no se giró, sino que se quedó mirándome a los ojos y después bajó la vista, muy atenta a mis movimientos masturbatorios. Me puse de rodillas sobre ella, sin dejar de machacármela, y eché la cadera hacia delante para que me viera bien.

Estaba empalmadísimo y quería que Beatriz contemplara mi polla en todo su esplendor.

Apoyé una mano en su rodilla y cerré los ojos, gimoteando de placer. El contacto con su cuerpo todavía me puso más cerdo y entonces anuncié a Beatriz que estaba muy cerca de correrme.

―Ven, túmbate y déjame a mí… ―me pidió retirando la toalla.

Me dejé caer sobre ella y vi cómo se apartaba las braguitas hacia un lado y, de repente, utilizó la otra mano y sentí los dedos de Beatriz agarrando mi polla y dirigiéndola a la entrada de su coño. ¡¡Ese momento fue sublime!!, y yo solo tuve que dar un pequeño golpe de cadera y disfrutar de esa maravillosa sensación de irme introduciendo en su cuerpo. Su calor envolvió mi polla por completo.

¡¡Qué puta gozada!!

Tenía la polla dentro de Beatriz Beguer.

Mi orgasmo era casi inminente, pero todavía me quedaban unos segundos previos para poder disfrutar antes de que eso ocurriera, así que embestí con suavidad a Beatriz, se la metí muy profundo; luego retiré mi culo hacia atrás y volví a clavársela hasta el fondo. Incluso me pareció que se le escapaba un gemidito involuntario y acaricié su mejilla por un lado y enterré mi cara en su cuello, justo cuando sentí que me corría.

―¡¡Aaaaah, me corro, joder, me corroooo, Beatriz, aaaaah!!

Comencé a temblar de manera descontrolada y después solté mi caliente semen en su interior. No paré de follármela mientras lo hacía, tratando de llegar lo más profundo posible y pasé a embestirla con golpes fuertes y secos, haciendo que mis huevos chocaran contra su coño. Hasta me permití el lujo de besuquear su hombro y moverme en círculos con toda la polla dentro hasta derramar mis últimas gotitas.

Terminé exhausto pero satisfecho, con la respiración acelerada, y Beatriz me permitió que me quedara así un minuto más mientras me susurraba:

―Muy bien, tranquilo, shhh, tranquilo…, ha estado muy bien…
―¿Ya la puedo sacar?
―Sí, yo creo que sí ―dijo dándome unos golpecitos en la espalda.

Despacio comencé a retirar mi polla de su cuerpo. Los dos nos quedamos mirando ese momento y me sorprendió que todavía se quedara un reguero de semen colgando de mi capullo, que conectaba con su cuerpo, y entonces me encontré con su coño brillante, húmedo, expuesto. No sabía si era por mi eyaculación, la crema lubricante o sus fluidos, pero el caso es que estaba mojadísimo.

Beatriz se apartó las braguitas y me facilitó que la sacara. Se quedó unos segundos más así, hasta que se dio cuenta de que estaba mirando su coño directamente y volvió a cubrirse con su ropa interior.

―¿Me ayudas con esto? ―me pidió levantando las caderas y metiéndose un cojín por debajo para coger esa postura que en teoría facilita el embarazo.

Le coloqué bien el cojín y Beatriz se quedó en braguitas, esta vez sin cubrirse con la toalla, mientras yo me vestía despacio sentado en la cama a sus pies.

―Este mes ya no vamos a vernos más... ―dijo Beatriz―. Si no me quedo embarazada, te llamaremos para septiembre.
―Sí, claro, aunque ojalá que sí lo consigamos…
―Bueno, habrá que esperar.
―Me tengo que ir, Beatriz, con lo que sea me decís.
―Vale, y muchas gracias por todo, Jorge.
―No hay de qué… Espero que tengamos suerte… ―Y le hice una pequeña caricia en el pie antes de salir de la habitación.

Hans estaba en el salón, leyendo un libro y con un vaso de whisky al lado. Para él tampoco tenía que ser nada fácil que fuera un chico como yo a su casa y se acostara con su mujer.

―¿Qué tal…? ―me preguntó levantándose y viniendo hacia mí.
―Bien, bien, mucho mejor…
―Me alegro, bueno, Jorge, pues hasta otro día ―se despidió estrechándome la mano.

Ya dentro del coche respiré aliviado. Todavía notaba los efectos de la adrenalina corriendo por mi cuerpo y el corazón me latía a toda velocidad. Apoyé mis temblorosas manos en el volante y traté de calmarme.

¿Qué es lo que acababa de pasar?

Había estado encima de Beatriz, me había agarrado la polla y ella misma se la había introducido en el coño; y no solo eso, incluso me había permitido que me la follara unos segundos. Es que sonaba demasiado fuerte en mi cabeza.

¡Me había follado a Beatriz Beguer!

Y lo mejor fue cuando se le escaparon un par de gemidos. Intentó reprimirlos, pero no pudo evitar que yo escuchara sus jadeos de ¿placer?

¿Es que acaso lo había disfrutado?

En ese instante deseé que aquel encuentro no tuviera ningún resultado. Necesitaba volver a esa habitación con Beatriz y atreverme poco a poco a hacer más cosas con ella, pero para eso todavía faltaba un mes y, además, esperar que Beatriz no se hubiera quedado embarazada. No podía terminar con solo ese recuerdo.

Ahora quería más.




Capítulo 12



¿A quién no le gusta el sexo?

Yo solo tenía veintidós años. No era más que un chico universitario y claro que me encantaba. Pero lo de ese verano no estaba siendo ni medio normal, y es que no podía dejar de pensar en sexo a todas horas. Me despertaba por las mañanas excitado, nervioso, cachondo y lo primero que hacía era fantasear con Beatriz. Mi cabeza todavía no había asimilado lo que estaba ocurriendo. Era algo irreal, y, además, esa noche había sido especial.

Ya habían pasado dos semanas desde nuestro último encuentro y el día anterior acababa de recibir un mensaje de Hans dándome buenas noticias.

Beatriz no se había quedado embarazada.

Eso significaba que en septiembre iba a verme otras tres o cuatro veces con ella, y el pensar en volver a estar con esa diosa me tenía de los nervios. Y no solo era lo de Beatriz. El cambio que había experimentado Cayetana durante el verano había sido brutal. Cada día se atrevía a ir un poco más lejos y le pasaba como a mí, no quería desaprovechar la más mínima oportunidad de disfrutar con cualquier momento que pudiéramos estar a solas.

Gracias a ese cambio radical de mi novia ayudaba a calmarme y no estar pensando constantemente en Beatriz, y tampoco en Marta, a la que no estaba viendo mucho durante el verano. Pero cada semana Marta se encargaba de recordarme que seguía bien presente, subiendo fotos cada vez más subidas de tono en su **********

Las últimas de una escapada a una playa del norte con unos amigos, que habían terminado con una sesión de fotos cerca de las rocas, en las que Marta posaba con un minibiquini rojo, mostrando su increíble culo en tanguita. Aquella mañana ya me desperté con una buena erección y, cuando encendí el móvil, fue lo primero que me saltó en las notificaciones.

Irremediablemente mi mano se fue a mi polla y antes de levantarme le dediqué unas furtivas caricias viendo las fotos de la hermana de mi novia. Sabía que aquello estaba mal, aunque ya era una tontería comparándolo con lo de Beatriz; pero, aun así, seguía teniendo una especie de barrera moral que me impedía pajearme hasta el final con Martita.

Ya había cumplido los dieciocho, pero la consideraba demasiado joven, y esa carita angelical no ayudaba a que la viera como una persona adulta, por lo que para mí seguía siendo una niñata calientapollas que estaba muy buena, sí, pero sin dejar de ser una cría.

Eran muchas emociones a la vez y para rematarme ese fin de semana lo íbamos a pasar en una casa rural que habían alquilado los padres de Cayetana. No solo íbamos a ir mis suegros, Cayetana y yo, también se habían apuntado al viaje Álex y Marta, así que estábamos toda la familia al completo.

Nosotros fuimos en el coche de los padres de Cayetana, y Marta y Álex lo hicieron por su cuenta, en la moto del guaperas sin sangre. Llegamos casi a la vez. La zona era increíble y el principal objetivo de la visita eran unas piscinas naturales termales que había cerca. Entramos en el alojamiento rural y tenía tres cuartos distribuidos por toda la casa.

Se hizo un silencio incómodo y rápidamente la madre de Cayetana repartió las habitaciones.

―Nosotros nos quedamos en esta, mira, aquí podéis dormir vosotras ―le dijo a sus hijas―. Y la que está cerca del jardín, para Álex y Jorge.

No era lo que esperábamos ninguno de los cuatro, que por supuesto queríamos pasar la noche con nuestras parejas, pero no pudimos objetar nada a mi suegra, y Álex y yo arrastramos nuestra bolsa de viaje hasta la habitación que nos habían asignado. En cuanto entramos, el muy cabrón lanzó su mochila a una de las camas, sin darme opción a elegir, y se tumbó con el móvil en la mano.

―Puta mierda de sitio, casi no hay cobertura… ―farfulló entre dientes.

Después de inspeccionar el armario y el baño, deshice la bolsa. Dejé las camisetas bien dobladas en una balda mientras Álex seguía recostado. Estaba claro que no era el compañero de cuarto más hablador y se confirmaron mis sospechas en cuanto se puso unos enormes cascos de música negros.

Unos minutos después llamaron a la puerta y Cayetana pasó a buscarme.

―¿Damos una vuelta? La zona es muy bonita…
―Claro.

Y justo detrás de ella apareció Marta, quien pasó entre los dos como un ciclón yendo a buscar a su noviete.

―Venga, vamos, no pensarás estar ahí tirado todo el día, ¿no? ―dijo arrastrándole por el brazo―. Levanta que nos vamos con mi hermana y Jorge…

Cayetana tenía razón, la zona era preciosa y antes de cenar hicimos una pequeña ruta por los alrededores. Por la noche estuvimos con unos juegos de mesa y sobre la una de la mañana nos fuimos los seis a nuestras habitaciones.

Mientras me lavaba los dientes, Álex se quitó la camiseta y las bermudas, y tal cual estaba se dejó caer en la cama, con el móvil en la mano. Me sorprendió que se quedara así delante de mí, con un bóxer blanco que le marcaba un enorme paquete. No es que quisiera fijarme, pero era evidente el bultazo del imberbe y solo saltó de la cama para ir a echar un pis, regresar a la misma posición en la que estaba y apagar la luz de la habitación.

No me faltaba mucho para dormir cuando Álex se dirigió a mí por primera vez.

―Ey, tío, perdona, estoy escribiéndome con Marta y me dice que si hacemos un intercambio. Ella se viene aquí a pasar la noche y tú te vas con su hermana…; sin problema, ¿no?
―Ya estaba casi dormido. Bah, déjalo, da igual, casi prefiero quedarme como estamos; además, no creo que le haga mucha gracia a Cayetana… ni a su madre.
―Joder… ―susurró, y al mirar hacia él pude ver a través de la luz del móvil que se frotaba la polla, que parecía más hinchada.

Me di media vuelta y un par de minutos después sentí que se abría la puerta de nuestra habitación y al girarme vi que Marta se colaba a hurtadillas y se metía en la cama de Álex. No supe reaccionar y, aunque mi primera intención fue decirle a mi cuñada que volviera por donde había venido, al final no me atreví y me hice el dormido, simulando que respiraba más fuerte. Y es que tengo que reconocer que la situación me dio morbo e inmediatamente mi polla saltó bajó los pantalones.

No pensé que se atrevieran a hacer nada. Yo estaba en la cama de al lado, a dos metros de ellos, pero enseguida empezaron las primeras risas y los susurros.

―No, para, aquí no, tío, eh, dijimos que no… ―me pareció que decía Marta.

Pero los ruidos de cama se sucedían y siguieron hablando en bajito, aunque yo no podía entender lo que se decían, hasta que escuché a Marta murmurando, casi en un gemido que capté con claridad.

―Aaaaah, para, no seas cabrón… eso no, eso no, aaaaah…

No podía creérmelo. ¿En serio iban a hacerlo delante de mí?

Los gemiditos y suspiros de Marta me pusieron bastante cachondo en apenas un par de minutos y yo solo podía percibir desde mi posición un pequeño ruido de la cama y los susurros con los que hablaban. Estaba claro que la hermana de Cayetana intentaba reprimir sus gemidos, pero estos cada vez iban a más y luego escuché a Marta.

―No, eso no, aaaaah, para, paraaaaa…
―Solo un poquito ―le pidió Álex.

Y un prolongado jadeo de mi cuñada me indicó que era más que probable que se la acabaran de meter.

―Aaaaaah, aaaaaah, para, cabrón, te mato, eh, aaaaah, te matoooo…, aaaaah…

Por suerte las camas no eran ruidosas, porque el traqueteo de los dos se notaba más intenso, lo mismo que los bufidos de Marta por la nariz, a la que parecía que le habían puesto una mano en la boca.

―¿Quieres más? ―le preguntó Álex y enseguida me llegó la contestación de ella.
―Venga, termina, aaaaah, termina ya, aaaaah, aaaaah…
―Shhh, no hagas ruido. ―Y por el sonido de los gemidos de Marta otra vez le debió poner la mano en la boca.

Abrí los ojos e intenté que mi vista se acostumbrara a la oscuridad para ver algo, pero solo vislumbraba unos movimientos de sábana y de repente me llegó un gruñido de Álex. Justo en ese instante permitió que Marta tomara aire y se corrió mientras ella emitía un placentero gemido que me hizo palpitar la polla.

Después de eso, más susurros, risas, unos cuantos besos y cinco minutos más tarde se encendió una luz de móvil y vi a Marta saliendo de la cama de su novio. La muy zorra llevaba calcetines para no hacer ruido, camiseta de tirantes y se acomodó el tanguita, con un gesto superexcitante, en cuanto puso un pie en el suelo.

No me dio tiempo a cerrar los ojos y creo que me pilló fingiendo estar dormido, aunque no dijo nada, solo volvió a apagar el móvil, salió a oscuras y regresó, sin hacer ruido, por donde había venido.

Por su puta culpa me acababa de pillar un tremendo calentón y entonces Álex encendió el móvil y se entretuvo un rato, pasando el dedo por la pantalla, posiblemente viendo vídeos de TikTok.

Me quedé de piedra al mirar hacia abajo y ver que el muy hijo de puta ni tan siquiera se había tomado la molestia de taparse y una enorme polla medio morcillona reposaba sobre su estómago. Le salía un líquido viscoso de la punta y llevaba el vello púbico perfectamente depilado.

Ahora entendía por qué Marta seguía con él. Aquel rabo no era ni medio normal.

¡Menudo tamaño!

Tuve que girarme, porque, aunque no me atraen nada los tíos, no podía dejar de mirar aquella verga palpitante que tenía delante de mis narices. Me costó un buen rato dormirme, pensando en lo zorra que era Martita presentándose en nuestra habitación y dejando que su novio se la follara, sabiendo que yo estaba en la cama de al lado.

Y esto solo había sido la primera noche. En aquel momento no podía imaginarme, ni por lo más remoto, lo que iba a suceder los dos siguientes días…
 
Para empezar, que mal rollo da el final del capítulo, aunque yo no veo a Alex de consentidor ni de Voyeur y si más bien de protagonista principal.
Por otra parte ya tenemos al típico gilipollas mono neuronal que si que tendrá una polla enorme, pero que si reúne 2 neuronas en su cerebro muchas son.
De todas formas a Marta siempre le ha gustado mucho Jorge y no me extrañaría nada que intente algo con él.
 
Creo que el próximo encuentro va a ser más intenso y tendrán que repetir porque no se quedará embarazada aún; y tras varios intentos irán profundizando más y más, nunca mejor dicho, hasta que ambos queden enganchados... :follar1::follar1::follar1::cool::cool::cool::cool::cool: Pero por medio anda la juguetona Martita que tiene ganas a su futuro cuñado y como lo provoque lo mismo es ella quien queda embarazada y no Beatriz...:rolleyes::rolleyes::rolleyes::rolleyes::unsure::unsure::unsure::unsure::unsure:;);););););):banana1::banana1::banana1::banana1::banana1:🍻🍻🍻🍻🍻🍻🍻🍻
 
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