Capítulo 10
Tenía la persiana a medio bajar y entraba un poco de luz por la ventana, lo justo para no estar a oscuras y entonces vi a Beatriz sentada en la cama, cubriéndose los muslos con una toalla blanca.
―Hola... ―dije acercándome a ella.
Me respondió con otro “hola” en bajito y unos segundos más tarde, cuando me fui acostumbrando a la penumbra, pude verla bien. Llevaba una camiseta blanca de manga corta y en la parte de abajo debía estar en braguitas, aunque no podía asegurarlo, porque se había tapado con la toalla.
En ese momento, todavía me puse más nervioso. Allí tenía delante a Beatriz Beguer y en unos minutos tenía que penetrar a aquella mujer tan imponente. Se notaba que ella también estaba tensa y nerviosa, se había dejado el pelo suelto, iba con la cara lavada, sin ningún tipo de maquillaje y me encantó contemplar sus piernas desnudas.
Aun en esa situación tan complicada, Beatriz no perdía la elegancia.
La habitación era enorme, unos 60 metros cuadrados, debía ser un cuarto de invitados y apenas tenía muebles, todo muy minimalista. En la cama de uno ochenta había una colcha blanca y un par de cojines que adornaban la estancia. Poco más. El aire acondicionado apenas era perceptible y le daban a la estancia la temperatura adecuada para que no hiciera ni frío ni calor.
Me quedé de pie, junto a la prima de mi novia y fue ella la que rompió el hielo. Directa y decidida.
―¿Empezamos?, ya te ha dicho Hans más o menos cómo hacerlo, ¿no?...
―Sí...
Y se tumbó bocarriba en el centro de la cama, dejándome el espacio justo para sentarme en el borde, entre sus piernas. Entonces me llegó su perfume, un agradable olor dulce que me encantó. Inspiré profundamente ese aroma, ella se echó la toalla por encima y se quedó estirada esperando que comenzara.
Ahora era mi turno.
Ese fue un instante muy crítico y comencé a temblar de los nervios. Todo era muy frío y allí no había nada sexual y excitante como había fantaseado. Beatriz estaba seria, no hablaba nada y me daba hasta vergüenza sacármela delante de ella para hacerme la paja.
Me puse de medio lado, cubriéndome con la camiseta, y la agarré entre mis dedos, pegándome un par de sacudidas y me llamó la atención lo silencioso que estaba todo. Solo se escuchaba mi mano, rozando con la tela y cuando apenas llevaba treinta segundos Beatriz me preguntó.
―¿Vas a tardar mucho?
Aquello no ayudó precisamente a que me calmara, y aunque estaba muy cachondo, los nervios me impedían disfrutar de la experiencia, y un minuto después, todavía no había conseguido que se me pusiera dura.
―Estoy un poco nervioso ―le dije a Beatriz tratando que se pusiera en mi lugar.
Ella no lo debía estar pasando nada bien, yo sabía lo que suponía para una mujer como Beatriz prestarse a aquello, desde luego que Hans tenía que tener un poder de convicción de la hostia, pero para mí tampoco era nada fácil.
―Tú, tómate tu tiempo, tranquilo... ―murmuró con una voz pausada, dándose cuenta de lo que me estaba pasando.
Y esas palabras fueron mágicas, pues mi polla comenzó a crecer a toda velocidad entre mis dedos y en unos pocos segundos alcancé una portentosa erección. Eso ya era otra cosa. Respiré aliviado y seguí pajeándome, arriba y abajo, sin prisa, como me había pedido Beatriz y un minuto más tarde fui aplacando los nervios y empecé a disfrutarlo.
―Ahora mucho mejor, aaaaah ―y dejé salir un gemido ahogado para que Beatriz lo escuchara.
―Bien ―dijo ella cogiendo un bote de lubricante y esparciéndolo entre sus dedos―. Cuando estés listo me avisas...
Metió la mano por debajo de la toalla y supuse que estaba esparciendo el gel en la entrada de su vagina, aunque no podía verlo. Ese gestito me pareció una pasada, ver a Beatriz así, tumbada en la cama, tocándose el coño me puso muy cachondo y fui tomando posición, colocándome entre sus piernas, que ella ya había flexionada ligeramente.
Mi polla chapoteaba al ritmo de mis sacudidas e incrementé el ritmo, tratando de no ponerme a gimotear como un cerdo delante de ella. Beatriz no podía vérmela, porque yo estaba de costado, ocultándola con la camiseta, aunque tampoco es que me mirara, porque ella tenía la cabeza girada hacia la ventana, abochornada por lo que estaba sucediendo, pero yo sí me fijaba en Beatriz, incluso en la oscuridad se notaba lo suaves que eran esas piernas con las que tantas veces había fantaseado y entonces noté que ya me venía.
Apenas habían pasado cinco minutos y estaba a punto de correrme.
―Oooooh, ooooooh, ya lo tengo... aaaaah, aaaaah....
―Ven aquí ―me pidió Beatriz abriendo más las piernas y apartando la toalla.
Apoyé una mano en la cama y con la otra seguí pajeándome mientras me recostaba sobre ella. No calculé bien y además, fue más rápido de lo que pensaba. Mi eyaculación se precipitó de repente, sin poder buscar su entrada, y Beatriz tampoco me ayudó, pues lo único que hizo fue apartarse las braguitas.
Resultado. Un desastre.
Y cuando traté de penetrarla con un golpe de cadera, fallé estrepitosamente. No tuve tiempo a un segundo intento y mi semen salió despedido sobre las braguitas y el abdomen de Beatriz.
¡Me estaba corriendo sobre ella!
―¡¡Joderrrrr, aaaaah, jodeeeeer, aaaaaah, mierdaaaaa!! ―exclamé sujetándomela por la base y tratando de metérsela de nuevo mientras me derramaba por todas partes.
―Nooooo, noooooo, pero, ¿qué haces? ―me preguntó ella completamente sorprendida.
La postura no era nada fácil para mí, tenía una mano en la cama, para no dejarme caer del todo sobre ella, y con la otra me sujetaba la polla, no podía buscar la entrada de su coño, aparte de que eso no lo habíamos hablado y me reprimí de tantear con mis dedos para penetrarla de manera más deprisa.
Vamos, que quedé como un puto inútil. También es verdad que nunca me había corrido así de rápido y apenas me había dado tiempo desde sentí que eyaculaba hasta que salió todo despedido, pero eso no era excusa y ahora mi semen bañaba el cuerpo de Beatriz, que se había quedado de una pieza.
―¡Lo siento, lo siento! ―traté de disculparme―. Deja que te limpie... por favor...
―Tenías que penetrarme...
―Sí, lo sé... pero no he...
Iba a decirle que no había podido encontrar su coño, que hacía tanto tiempo que no follaba que había perdido práctica, pero me mantuve en silencio para no quedar como un idiota.
―¿Dónde puedo encontrar un poco de papel?, quiero limpiarte ―pregunté guardándome la polla y dando vueltas por la habitación.
―Déjalo, da igual ―dijo limpiándose con la toalla que tenía entre las piernas.
―Joder, lo siento, qué desastre...
Lo había puesto todo perdido, su camiseta, su ropa interior, sus dedos, y Beatriz se incorporó, terminando de quitar los restos de su entrepierna. Luego saltó de la cama y se quedó de pie, mirando el estropicio del que yo era culpable.
Y aquello fue como una visión celestial.
Beatriz Beguer con unas mini braguitas blancas delante de mí, con la camiseta y su ropa interior mojadas por mi corrida. Le había bañado por completo. Y mi polla se puso dura de nuevo, bueno, más bien no se me llegó a bajar.
―Puedo intentarlo de nuevo... ya estoy listo... ―le anuncié para que supiera que seguía empalmado.
―No, da igual, después de esto ―dijo mostrándome la toalla empapada―, no creo que sirva de mucho... ya te puedes ir, Jorge... ―y se metió en el baño sin decir nada más.
Esas palabras sonaron en mi cabeza como un jarro de agua fría. “Ya te puedes ir, Jorge”.
Salí de la habitación derrotado, abatido, sabiendo que era más que probable que Beatriz no quisiera continuar con ese despropósito y que acababa de perder la única posibilidad de penetrar a una de las mujeres más atractivas del mundo.
Al bajar la escalera apareció Hans con el vaso de whisky en la mano. Miró el reloj, sorprendido de lo poco que había durado el encuentro, y es que apenas habían pasado unos quince minutos desde que puse un pie en su mansión.
―¿Qué tal ha ido? ―me preguntó nervioso.
―Eeeeeh... eeeeeeh, bien, bueno, mejor que te lo cuente Beatriz..., tengo que irme, adiós ―contesté buscando la puerta sin mirar hacia atrás.
Respiré aliviado cuando salí de allí y me fui a mi casa. No me apetecía hacer nada ni ver a nadie. Me miré en el espejo de mi habitación y era la viva imagen de la derrota, ¿cómo podía haber fracasado tan estrepitosamente?
Entre todas las posibilidades que había imaginado, jamás contemplé la de no poder penetrar a Beatriz. Esa era lo último que se me hubiera pasado por la cabeza y me metí en la cama con ganas de dormir y olvidarme de todo.
Ojalá hubiera sido un mal sueño, y me sorprendí cuando desperté diez horas después y tenía un mensaje de whatsapp del empresario alemán.
Hans 8:23
Cuando puedas llámame...
No me apeteció hacerlo en ese momento y después de desayunar, cogí el coche y me perdí un par de horas por el monte. Necesitaba respirar, y reflexionar sobre lo que estaba haciendo. Todo iba tan deprisa que ni me había parado a pensar en que lo de la propuesta de Hans ya no era ninguna fantasía, ni ningún juego.
La noche anterior acababa de estar en su casa, y Beatriz me había esperado en la cama, dispuesta a que la penetrara y me corriera dentro de ella para dejarla embarazada.
Sentado en una roca, admirando el paisaje de la ciudad que tenía delante, llamé a Hans. Solo quería que dijera lo que me tuviera que decir y terminar con todo aquello cuanto antes y así poder recuperar mi vida normal junto a Cayetana.
―Hola, Jorge...
―Hola.
―No quería mandarte un mensaje, nada, solo quería comentarte que si te puedes volver a pasar esta noche por casa, Beatriz todavía está en sus días fértiles y podríamos intentarlo un par de veces más...
Al escuchar eso fue una doble sensación, por un lado respiré aliviado, pues iba a tener más oportunidades de estar con Beatriz y por el otro, tendría que esperar un poquito más para poner en orden mi rutina diaria. Supuse que su mujer le habría contado lo que pasó y el desastre de nuestro primer encuentro, pero en ese instante comprendí que estaban dispuestos a llegar hasta el final.
Una vez que se habían involucrado en esto y habíamos comenzado con los encuentros, ya no había vuelta atrás. Tendría que penetrar a Beatriz Beguer tantas veces como hicieran falta hasta conseguir su objetivo.
―Hoy había quedado con Cayetana y unos amigos...
―No pasa nada, ¿podrías pasar a última hora?, sobre las doce o así... ―insistió Hans.
―Es un poco tarde, pero creo que a esa hora sí que podre...
―De acuerdo, Jorge, pues luego nos vemos.
―Adiós, Hans.
Me quedé unos minutos más mirando el paisaje, nervioso otra vez por la inminente cita con Beatriz, cuando me llegó una alerta del banco y vi que acababa de recibir otros 3000 euros en mi cuenta. No estaba nada mal por hacerme una paja y correrme sobre Beatriz Beguer.
Pero eso sería por la noche.
Antes, como le había dicho a Hans, había quedado con Cayetana y unos amigos suyos. Estuvimos picando algo para cenar en una terracita y aunque intenté desconectar de lo que venía después, estuve pendiente casi toda la tarde el reloj. No quería que se me notaran los nervios, pero no debí disimularlos como pensaba, porque incluso mi novia me preguntó si me encontraba bien.
Y a eso de las once de la noche le dije a Caye que me apetecía irme para casa. Ella estaba muy a gusto en compañía de sus amigos, y yo, que no tenía la cabeza allí, no quería estropearle el plan, aunque mi chica se ofreció a venirse conmigo.
―No hace falta, Caye, quédate tú... no me importa.
―Estás muy raro, Jorge, no sé, parece que estás sudando más de lo normal, llevas todo el día distraído, ausente, callado, mirando la hora... ¿o te crees que no me he dado cuenta?, ¿te pasa algo?
―No, no, de verdad que no...
―Bueno, vamos andando hasta casa de mis padres, así me acompañas, nos damos un paseo y te despejas...
Fuimos caminando agarrados de la mano y al llegar al portal, Cayetana me dijo que no había nadie en su casa. Mis suegros estaban de viaje y Marta iba a estar tres días en un festival de música por la costa levantina.
―Quería darte una sorpresa esta noche, por eso no te había dicho nada, pero veo que no te ha hecho mucha ilusión...
―Sí, Caye, es que... eh...
―¿Entonces subes?
No me atreví a volver a mirar el reloj delante de ella, pero ya debían ser las once y media de la noche. El tiempo se me echaba encima y en media hora tenía que estar en casa de Hans y Beatriz y ahora mi novia me estaba pidiendo que subiera con ella a su piso, con lo que eso conllevaba.
―Eh, sí, claro ―contesté sin poder negarme.
Entramos cogidos de la mano y Cayetana me llevó directamente al sofá del salón. Me quedé con la espalda apoyada en el respaldo, mirando al frente, mi chica se sentó a mi lado y puso una de sus piernas sobre mis muslos.
―¿Me vas a decir lo que te pasa? ―susurró dándome un beso en la mejilla―. Ya sé que no te caen muy bien mis amigos, pero al menos podías disimular un poquito.
―No, ¿por qué dices eso?, siempre he estado muy a gusto con ellos.
―¿Y por qué estás así? ―me preguntó girando mi cara y buscando mi boca―. ¿Hoy no te apetece?, estoy poniendo todo de mi parte, ¿es que he hecho algo mal?
―No, no, Caye, no es por ti, es que hoy no he tenido mi mejor día, lo siento.
Bajó la pierna que tenía sobre mi regazo y apoyó la cabeza en mi hombro. Se quedó callada y yo me sentí mal por ella, porque sabía que esas cosas le afectaban. Era un estúpido, estaba tan absorto con lo de Beatriz y Hans que ni tan siquiera me había fijado en lo guapa que estaba mi chica con ese vestido veraniego verde más cortito de lo que ella acostumbraba.
Cogí su pierna e hice que la volviera a apoyar en mi muslo, entonces busqué su boca y nos fundimos en un beso tranquilo, pero buscándonos la lengua de manera sensual. Mi polla no tardó en reaccionar y Caye buscó el contacto con mi paquete, frotándomela por encima del pantalón y yo colé mi mano por debajo de la falda de su vestido, acariciando su culo sobre la tela de las braguitas.
Tenía que reservarme para Beatriz, pero Cayetana me desabrochó el pantalón decidida y me agarró la polla, comenzando a pajearme. Me iba a ser muy difícil escaparme de esta, y yo solo podía pensar en cómo arreglármelas.
Apreté sus glúteos y ella frotó su muslo contra mí, rozando mis huevos con su rodilla. Me ponía muy cerdo cuando hacía eso, además emitiendo un ligero gemidito para calentarme más. Y yo no me quedé quieto e introduje la mano por debajo de sus braguitas, acariciando su culo directamente.
―¿Estás mejor? ―me ronroneó Cayetana al oído sin dejar de darme besitos por la mejilla y el cuello.
Su mano subía y bajaba a buen ritmo sobre mi polla y ella había comenzado a mover las caderas en círculo, frotando su coño contra una de mis piernas.
“No puedo correrme, no puedo correrme. Tengo que reservarme para Beatriz”.
―¿Te gusta? ―me preguntó manteniendo el ritmo al que me masturbaba.
―Sí, aaaaah, aaaaaah, lo estás haciendo muy bien, Caye, uffff, ¡qué bueno!
―Espera, déjame... ―y terminó de pasar del todo su pierna, montándose encima de mí.
Acercó su coño a mi polla y en cuanto entraron en contacto, ella se soltó la coleta de su pelo, dejándolo suelto y se movió frotándose arriba y abajo un par de veces, sintiendo bien la longitud de mi tronco.
―Hoy podemos probar así, aaaaah, ¿te parece bien? ―me sugirió Caye.
―Sí, lo que quieras, mmmmm...
Estaba acostumbrado a tumbarme sobre ella y correrme en una especie de misionero, pero esta vez Cayetana quería tener el control y movió sus caderas en círculo, restregándose lentamente sobre mí, alterando ese movimiento circular con el sube y baja sobre mi polla.
Faltaban diez minutos para las doce de la noche. Ya iba a llegar tarde a la cita, pero todavía tenía la esperanza de poder escapar de esa situación, aunque bien es cierto que mi novia no me lo estaba poniendo nada fácil.
Había elegido mal día para tomar la iniciativa, y la muy cabrona se meneaba mejor de lo que me esperaba. Le había tomado el punto exacto donde tenía que restregarse para sentirme mejor y mi polla ya se había puesto a temblar al contacto con sus finas braguitas blancas. Yo me dejaba llevar, con las manos en su cintura y no pude resistirme más y volví a meterlas por debajo de su falda y de su ropa interior.
Tiré de sus glúteos hacia fuera y a Cayetana se le escapó un gemido, en ese momento pensé en fingir el orgasmo, pero con la polla fuera, se daría cuenta de que no había eyaculado si no manchaba nada, pues además, mis corridas solían ser muy potentes y abundantes.
Con el movimiento de su cuerpo mis dedos se acercaron peligrosamente a su ano y ella acomodó sus caderas, como buscando que lo rozara. Tanteé con mi dedo corazón su pequeño orificio y en cuanto se lo acaricié, Cayetana cerró los ojos y jadeó en mi oreja.
―¿Quieres que lo meta un poquito? ―la pregunté.
―Noooo, aaaaaah, noooo, aaaaah...
―¿Seguro?
―Bueno, si te gusta hazlo, pero solo un poquito, aaaaah...
Saqué la mano de debajo de su falda y me metí el dedo en la boca, lamiéndolo delante de ella, me gustó la cara de curiosidad que puso Cayetana, viéndome chupar ese dedo con el que iba a jugar en su culo y luego lo volví a bajar, rozándola de manera muy suave el ano, pero sin llegar a penetrarla, solo acariciando esa zona. Cayetana se agarró a mi cuello e incrementó su movimiento arriba y abajo, aplastando más fuerte su coño contra mi polla.
Entonces me acordé de Beatriz, me la imaginé en braguitas, tumbada en la cama, esperándome con las piernas abiertas y yo allí estaba con Caye, a poquito de soltar una abundante lefada que debería haber acabado en su interior.
Agarré fuerte su culito con las dos manos, atravesando su piel con mis dedos, y le introduje la yema del corazón en el esfínter. Cayetana tensó sus glúteos y apoyó su frente contra la mía, sin dejar de cabalgarme, subiendo el volumen de sus gemidos.
―¿Así o un poquito más? ―pregunté sabiendo que aquello le estaba empezando a gustar.
Tensó sus glúteos y dejó mi dedo capturado dentro de su culo, aumentando considerablemente el movimiento de sus caderas. Cayetana “me follaba” a toda velocidad y yo me resistía de manera estéril, pensando en que todavía había alguna posibilidad de que mi semen terminara dentro de Beatriz.
Con el vaivén de su cuerpo ella misma consiguió que mi dedo entrara hasta la mitad de su culo y se mordió los labios, a punto de llegar al orgasmo.
―¿Lo meto más?
―Aaaaaah, aaaaaah, sí, un poquito máááááás, aaaaaah, ¡¡voy a llegar!!, ¡¡voy a llegar!!
Y de un golpe seco se lo clavé hasta el fondo. Mis nudillos chocaron contra sus glúteos y Cayetana chilló de placer.
―¡¡¡¡AAAAAH, AAAAAH, AAAAAH!!!!
El temblor descontrolado de su cuerpo me indicó que se estaba corriendo y mis huevos palpitaron sin poder retener mi inminente eyaculación ni un segundo más. Cerré los ojos, negué con la cabeza, “noooo, nooooo, Beatriz lo siento, no puedo más” y me dejé llevar.
El calor del virginial coñito de Cayetana me llevó al séptimo cielo y mi polla reventó mientras Cayetana se seguía derritiendo encima de mí, en un exagerado orgasmo, con mi dedo entrando y saliendo de su culo, al ritmo de sus contracciones.
No podía verlo, pero no hacía falta para saber que lo estaba poniendo todo perdido con mi semen y Cayetana, al darse cuenta de que yo también me estaba corriendo, se frotó con más rabia contra mí, sacándome hasta la última puta gota de lefa de mis huevos.
―Mmmmm, ¿te ha gustado? ―murmuró Cayetana meciéndose con suavidad, una vez que ya había terminado conmigo.
―Sí, ha sido una pasada...
―Ha estado muy bien, aunque te hayas pasado un poco con el dedo ―dijo retirándome la mano de su culo.
―Perdona, pensé que...
―Buffff, habría que limpiar esto, mira cómo lo has puesto todo... ―y se levantó de encima, mirando mi polla reposando en el estómago y empapando mi camiseta blanca.
Me sentí fatal por Hans y Beatriz y mientras Cayetana se iba al baño, puse el teléfono en modo avión para que no pudieran ni llamarme ni mandarme ningún mensaje. Ya eran más de las doce y ni tan siquiera les había podido avisar de que no iba a asistir a la cita.
Aproveché que estaba solo y como una especie de fetiche, me llevé a la nariz el dedo que acababa de tener en el culo de mi novia. No sé cómo hacía Cayetana para oler tan de maravilla, aunque fuera verano y tuviera el ojete más sudado de lo normal. Inspiré con fuerza y su aroma se me incrustó en las papilas olfativas.
Mmmmm, delicioso.
Todavía me quedé un ratito más viendo la tele con ella, y sobre la una de la mañana me despedí de Cayetana. De camino a mi casa encendí el móvil y le mandé un whatsapp a Hans, diciéndole que me había sido imposible acudir ni tampoco avisarles, pues estaba con mi Caye y unos amigos. El alemán me contestó unos minutos más tarde con otro mensaje.
Hans 1:12
¿Cómo lo tienes para mañana a la misma hora?
Demoré la respuesta, pues al día siguiente había vuelto a quedar con Cayetana para ir al cine y quizás, podría repetirse la misma historia. Al llegar a casa me metí en la cama y estuve pensando qué contestar. No quería pegarles otro plantón, y tampoco podía asegurarle que iba a acudir a la cita, aunque al final me arriesgué.
Jorge 1:56
Vale, de acuerdo
Estaba tan centrado en los encuentros con Beatriz, que casi se me había pasado por alto lo bien que se había portado Cayetana. Los progresos con mi chica las últimas semanas estaban siendo alucinantes y ya incluso se permitía el lujo de ponerse encima de mí y frotarse hasta correrse y después hacerme llegar al orgasmo.
Y no solo eso, incluso había permitido que le metiera el dedo por el culo ya un par de veces. La primera ocasión quizás le pilló un poco por sorpresa, pero estaba claro que esta segunda vez, había sido ella la que lo había buscado, aunque luego se hiciera la estrechita y lo aceptara un poco a regañadientes.
Si alguien me llegan a decir un mes atrás, que Cayetana se iba a dejar meter un dedo por el culo, le hubiera dicho que estaba delirando. Incluso en la ropa también notado un pequeño cambio y hoy llevaba un vestido más corto de lo que ella acostumbra, y yo, como un capullo, casi ni me había fijado en lo sexy que se había puesto para mí.
Así que cogí el móvil y le mandé un whatsapp para agradecerle lo que se estaba esforzando y alabar su buen gusto por la ropa.
Jorge 2:12
Por cierto, que no te lo he dicho, pero hoy no podías ir más guapa con ese vestidito verde. ¡Me ha encantado!
Lo de esta noche ha estado genial!
Estoy deseando repetirlo.
Un besazo y TQM.
Desperté al día siguiente con la contestación de Cayetana que bien temprano, para ser verano, ya se había levantado.
Cayetana 8:23
Buenos días, cariño!
Pensé que ni te habías dado cuenta, pero muchas gracias, me alegra que te gustara, no es muy de estilo, pero reconozco que me quedaba muy bien
Un besazo, muaaaac, y yo también estoy deseando repetirlo, aunque creo que esta noche no va a haber suerte, oooooh
Pásame a buscar a las ocho y tomamos algo antes de la peli, que empieza a las nueve y media
Joder, es verdad, ni me acordaba que habíamos quedado para ir una película al cine. Miré en la ficha y duraba una hora y cuarenta, entre los trailers y demás, si empezaba a esa hora que me decía Cayetana, casi hasta las once y media no íbamos salir de la sala, así que quise asegurar y le mandé un mensaje a Hans, retrasando la cita.
Jorge 11:15
Esta noche ya teníamos las entradas sacadas para ir al cine, así que llegaré un ratito más tarde, espero estar sobre las 00:30 o la una de la madrugada.
Es ya muy tarde?
Hans 11:16
No, tranquilo, te esperamos
Jorge 11:16
De acuerdo, pues a esa hora quedamos.
A media tarde, pasé a buscar a Cayetana con mi coche y fuimos directos al centro comercial. Con el calor que hacía era un buen día para perderse por los pasillos y entrar en las tiendas con su aire acondicionado, y después de tomarnos un refresco, accedimos a la sala de cine.
No había mucha gente, pues en pleno mes de agosto apetecía más estar en la piscina, en la playa, o en cualquier sitio al aire libre. Esta vez sí me había fijado en lo que llevaba puesto mi novia, más formal y acorde a su estilo, con el pelo recogido en una coleta, un polo rosa Lacoste y pantalón de vestir corto, azul marino.
Apagaron las luces y nos cogimos de la mano, intenté concentrarme en la película, pero no podía dejar de pensar en Beatriz, y solo con solo fantasear que iba a correrme dentro de ella se me puso dura en un suspiro. Apoyé una mano en el muslo de Cayetana, sin pretender mucho más, y mi chica dejó que se lo acariciara.
Yo sabía que Cayetana era muy pudorosa y que en público no me iba a permitir nada más, pero para mi sorpresa, ella hizo lo mismo que yo y dejó una mano en mi pierna. Al llevar pantalón corto le permitió jugar con los pelitos y después me pasó un dedo, recorriendo mi muslo hasta llegar a la rodilla.
Esa caricia me puso la carne de gallina y miré a Cayetana, que hacía como que no ocurriera nada y ni se inmutó, sin dejar de ver la película, pero seguía jugando con su dedo y su caricia en cada recorrido iba llegando un poco más lejos.
Me pareció que se le escapaba una sonrisilla perversa y no pude esperar más y pasé yo al ataque. Subí la mano por su muslo, la cadera y le acaricié un pecho por encima del polo.
―Ssssssh, Jorge, para... ―suspiró apartándome de su cuerpo, pero ella siguió con ese movimiento sensual con la yema de su dedo por toda mi pierna.
En unos pocos minutos consiguió que estuviera excitado de verdad, aunque no tenía ninguna intención de correrme, sabiendo que en un par de horas tenía que hacerlo dentro de Beatriz. Aun así dejé que Cayetana siguiera jugando conmigo, me intrigaba hasta donde estaba dispuesta a llegar y yo insistí de nuevo, esta vez acariciando su rodilla y subiendo lentamente por la parte de atrás.
Me puse más nervioso cuando su dedo sobrepasó el límite del pantalón y ahora su palma de la mano reposó en todo mi muslo, acercándose peligrosamente a mi paquete. No veía a Cayetana capaz de hacerme una paja en medio del cine, pero con lo que se estaba soltando durante el verano, podía esperarme cualquier cosa.
Apoyé una mano sobre el dorso de la suya y guié sus caricias, entrelazando nuestros dedos. Incluso se atrevió a llegar hasta la parte final de la pierna, por un lado y yo tiré tímidamente de su mano, tratando de llevarla un poco más al centro, pero Cayetana se resistió.
―Para, idiota, aquí no ―suspiró dándome un golpecito en el hombro y dando por terminada su caricia.
Con sinceridad, me hubiera gustado llegar a más, y me incliné sobre ella para robarle un beso y susurrarle al oído.
―Eso está muy mal, cuando empiezas algo hay que terminarlo...
Cayetana sonrió y se llevó el dedo a la boca, sin dejar de mirar la pantalla y luego se giró hacia mí.
―Yo no he empezado nada...
Entonces cogí su mano con decisión y la puse sobre mi paquete, para que notara la dureza de mi miembro.
―¿Seguro que no...?, mira cómo estoy...
―Quita, tonto, eso no es por mi culpa ―dijo tanteando mi paquete y luego retirando la mano.
―Mmmmm, venga, solo un poquito, Caye.
―No, que luego quieres más y más... además, sabes que aquí no estoy cómoda... ¿no tuviste suficiente con lo de ayer? ―y apoyó una mano en mi muslo acercándose a mí para robarme un beso en la boca.
―Nunca es suficiente contigo, cada vez quiero llegar un poquito más lejos...
―Ssssssh, no tengas tanta prisa ―susurró acariciando suavemente mi polla con su dedo índice.
Lo recorrió en toda su longitud tres o cuatro veces y cuando fue a retirar la mano le pedí que siguiera haciendo eso, y que no me importaba no correrme.
―¿En serio?, mejor para ahora, porque cuando salgamos del cine vas a querer terminar.
―Te prometo que no, tú solo acaríciame con ese dedo y ya está. No te voy a pedir nada más.
―Como quieras, tú lo has querido, pero te advierto que solo voy a usar un dedo, ¿eh?
―Perfecto.
Y durante más de una hora Cayetana no dejó de pasarme el dedo por la polla arriba y abajo. Arriba y abajo. Sin hacer mucha presión, la justa para que pudiera sentirlo y me provocara un pequeño espasmo cada vez que llegaba hasta mis testículos. Os podéis imaginar el calentón con el que salí del cine, me dolían hasta los huevos y Cayetana sonrió orgullosa cuando se encendieron las luces y comprobó la pedazo de erección que había provocado.
Tenía la polla a punto de reventar.
Lo que Cayetana no sabía, es que indirectamente me acababa de poner cerdísimo para ir a visitar a su prima y una vez montados en el coche me comporté de manera educada y no intenté nada con ella, quedando como un auténtico señor.
Llevé a mi novia a su casa después del cine y en cuanto la dejé y me quedé solo en el coche, le mandé un whatsapp a Hans.
Jorge 00:04
En 20 minutos podría estar allí
Me quedé en el coche esperando la respuesta y cinco minutos más tarde me llegó su mensaje.
Hans 00:10
De acuerdo
Me hubiera gustado pasar por casa, pegarme una ducha e ir limpito, relajado y reluciente, pero no podía hacer eso siendo ya tan tarde, pues mis padres estaban en casa a esas horas, así que arranqué el coche y cogí la ronda para llegar a la mansión de Hans y Beatriz.
A las doce y media dejé el coche en el parking y salí decidido, plantándome en la puerta principal. Toqué el timbre y esperé pacientemente a que vinieran a abrirme.
Estaba a punto de tener el segundo encuentro con Beatriz Beguer, solo que esta vez no me iba a ocurrir lo mismo que dos días atrás. Eso seguro. No podía permitirme un segundo error e iba convencido de clavársela hasta el fondo de su coño y correrme como un semental.
De lo cachondo que me encontraba hasta me palpitaba la polla y de repente escuché el cerrojo al otro lado de la puerta. Alguien la estaba abriendo...