La propuesta

"―Ten cuidado con él (Álex), aunque no parece muy listo, bueno no lo es, ja, ja, ja, tiene algo que gusta mucho a las chicas... y no, no me refiero a lo que tiene entre las piernas, que también, es guapo y llama la atención, no puedo describirlo con palabras, pero es atractivo... y desprende mucha energía sexual... y eso lo notamos las chica y Cayetana también...
―No, ya, de eso me he dado cuenta, porque ayer os pasasteis un poco..., ¿y por qué dices que tenga cuidado con él?

―Joder, Jorge, pues porque se ha encaprichado de Cayetana y si le surgiera la oportunidad ni lo dudes que haría algo con ella... y ya cuando le comenté que era virgen, bueno, eso le voló la cabeza, porque todavía no lo habéis hecho, ¿no?"

Nadie más entendido que Marta para advertirle de Álex a Jorge, jugando su mejor papel de cuñada solidaria aprovecha la ocasión para llegar al fin a su entrepierna, una egoísta manipulación o una sincera preocupación, como sea, es quien mejor conoce los más íntimos secretos y fantasías de su célibe hermana, y por otro lado es quien más sabe de lo que su cachondo novio es capaz.

La información merece cuidado, Jorge deberá poner mayor atención en su "inmaculada" novia, que por distraerse en la lujuria por su prima podría acabar calzando perfecto el dicho, "...por andar volando le robaron los huevos al Águila", lo que para algunos parece un simple refrán para otros termina siendo un verdadero estigma de vida. :oops::rolleyes:;):cool:
 
Joder con Martita, vaya tablas que lleva la niña... su hermana una mojigata, pero ella salió bien lanzada... Jorge parece un adolescente, esa falta de control la va a terminar pagando cara... :cool::cool::cool::cool::cool::cool::cool::cool: Y en cuanto a Beatriz, me da que debe tener algún problema por que si aún no se ha quedado embarazada después de esos encuentros... :rolleyes::rolleyes::rolleyes::rolleyes: Da que pensar... :unsure::unsure::unsure::unsure::unsure::unsure::unsure:
 
A mí me cae mucho mejor Marta que le novia mojigata y reprimida y que la cuñada pija, clasista y falsa.


La novia parece la tipica meapilas educada en un colegio de monjas, y la prima clasista y pija, juega con esa doble moral de las altas clases que piensan que todo les pertenece y que el dinero compra todo y abre todas las puertas... :cool::cool::cool::cool::cool::cool::cool::confused::confused::confused::confused::confused::confused::confused::confused::confused::confused::confused:
 
Partiendo de que Jorge se está calzando a la prima de la familia y que a Marta la tiene a punto de caramelo está claro que no es un looser pero ya sería una putada para Jorge que el tontoelculo de Alex sea quien estrene a Cayetana. Veremos
Si Cayetana hace eso es que muy lista no es.
Porque Marta está deseando algo con Jorge y Ya ha dejado claro que Alex le da bastante igual.
 
En primer lugar, felicitar de nuevo a David.... me encantan tus historias.
En segundo lugar.... no he leido el libro pero para mi, que cuando lleguen a la casa estos dos.... Alex ha desvirgado a Cayetana... jeje.. como decia Marta que tuviera cuidado Jorge... no habrá sido un complot entre Marta y Alex para que éste aproveche a follarse a su hermana ??. A ver como va la historia... esperaremos.
 
Capítulo 23



El domingo por la tarde lo pasé con Beatriz en el centro comercial y después entramos al cine a ver una peli. Por desgracia no pudimos hacer nada, porque la sala estaba abarrotada, por lo que nos quedamos los dos con las ganas. Una vez ya metida en la vorágine del curso universitario, entre sus clases y las horas que se pegaba en la biblioteca, veía muy poco a mi novia, lo que se tradujo también en un descenso drástico de nuestras relaciones sexuales.

Todo lo que habíamos avanzado durante el verano no me sirvió de mucho cuando le propuse ir con el coche a la zona de las pistas deportivas de su urbanización. Por supuesto que Cayetana se negó y la dejé en su casa un poquito antes de las once. Tampoco quise insistir, porque entraba en la semana en la que tenía que quedar con Beatriz, así que debía reservarme para ella.

Por desgracia uno de esos días coincidió con otra cita muy importante para mí: el cumpleaños de Cayetana. Mi chica cumplía veintidós años y, como más o menos cuadraba con otros cumples de un par de tíos, varios hijos de sus primas y su abuela, lo quisieron celebrar todos juntos en la mansión de Hans y Beatriz.

El sábado teníamos fiesta, y yo me preguntaba cómo lo íbamos a hacer, porque los días fértiles de Beatriz caían en viernes, sábado y domingo.

Todavía faltaba mucho, y quizás ya debería haber empezado a acumular semen para los encuentros con la prima de mi novia, como me pidió Hans, pero a mí no me interesaba que ella se quedara embarazada, por lo que me masturbé cada noche, incluida la del jueves, y con eso también evitaba llegar demasiado cachondo y que mi encuentro con Beatriz no durara nada.

El viernes me levanté nervioso y excitado sabiendo que por la noche tenía que acostarme con Beatriz. Todavía no me había llamado Hans para decirme a qué hora debía acudir a su casa y sobre las nueve recibí un mensaje suyo, en el que me citaba en el despacho de su empresa. No se me ocurrió ninguna excusa y al final me tocó acudir a media mañana a la improvisada reunión con el alemán.

Al llegar al edificio donde trabajaba Hans, le pregunté a uno de los de seguridad y me acompañó en el ascensor hasta la planta en la que tenía el despacho su jefe. Igual que la otra vez, él ya me estaba esperando, me saludó con un fuerte apretón de mano y después me pidió que le acompañara hasta su oficina.

No sabía el motivo de esa reunión, por lo que acudí bastante nervioso, aunque Hans parecía más contento de lo normal y me dijo que no me preocupara, que solo quería que nos viéramos de manera informal y me dio una documentación relativa a mi supuesto «trabajo» en su empresa.

Me pidió que tomara asiento en la mesa que presidía el despacho y él hizo lo propio frente a mí, como si fuéramos un doctor y su paciente.

―Esta noche, ¿a qué hora te viene bien venir? ―me preguntó directo al grano.
―Cuando queráis, sobre las ocho o las nueve, me da igual, puedo antes o después también…
―Pues a las ocho, así no se nos hace muy tarde y tú puedes ir a cenar a casa tranquilamente… ¿Hoy no has quedado con Cayetana?
―No, no, desde que empezó la universidad nos vemos menos, así que por eso no te preocupes…
―Entiendo. Mañana es su cumple, ¿no?
―Sí, veintidós años.
―Celebramos la fiesta en nuestra casa, después no sé si vas a poder verte con Beatriz, supongo que estará difícil…; aun así, yo te voy a pagar los tres encuentros…
―Sí, no creo que sea el día más adecuado, aunque quizás después de la fiesta, cuando deje a Caye en su casa, podría volver y…
―Bueno, veremos cómo transcurre todo, no nos adelantemos…, y ya que estás aquí me gustaría preguntarte qué tal estás llevando esta situación, me supongo que no tiene que ser nada fácil para ti.
―Desde luego que todo esto es muy raro, y ya ni te cuento más adelante. Si Beatriz se queda embarazada, en cada reunión familiar, en cada evento…, yo sabré que vuestro hijo es mío. Si lo pienso bien, es una locura, todavía no sé ni por qué acepté esto…
―Y te lo agradecemos de verdad, solo esperamos que no te afecte mentalmente y no esté interfiriendo en tu relación con Cayetana.
―No, en ese aspecto todo bien, aunque no me gusta engañarla…, no sé realmente si esto se puede considerar una infidelidad; yo lo veo como un «favor» o un «trabajo» que hago para ti…, pero lo más importante es que ella no salga perjudicada, eso sí que jamás me lo perdonaría.
―Nosotros tampoco, cuando termine esto, queremos que sigas siendo su pareja y esperamos que con el paso del tiempo podamos olvidar estos meses, aunque será difícil, porque habrá un chiquillo correteando por nuestra casa que nos lo recordará constantemente…
―¿Por qué me has pedido que venga, Hans?
―Ya te he dicho que por nada en especial, solo quería verte, darte la documentación y preguntarte qué tal estabas. Nada más.
―Vale, pues quizás ya debería irme, esta tarde nos vemos…
―Espera, Jorge…, también quería comentarte una cosa. Verás, la última vez que viniste a casa, eeeeh ―dudó el alemán, cosa rara en él―, me dijo Beatriz que os acostasteis dos veces seguidas, y también que la segunda habías estado dentro de ella más tiempo de lo que en un principio habíamos establecido…

En cuanto escuché esas palabras, rompí a sudar y ahora fui yo el que tartamudeé mi respuesta.

―Sí, eeeeh, le dije que, como solo íbamos a tener dos encuentros el mes pasado, yo podía eyacular casi de seguido, así había más probabilidad de que se quedara embarazada… Perdón si te ha molestado o Beatriz se ha sentido ofendida. Yo…, eeeeh, no quería que…
―No me gusta que te tomes esas licencias. Quedamos en que te masturbarías y cuando estuvieras a punto la penetrarías para terminar dentro. Nada más.
―Sí, sí, claro…
―Espero que no se repita, esto no es para que tengáis sexo, y mucho menos para que lo disfrutes; como bien has dicho antes, es solo un «trabajo».
―Sí, claro, lo entiendo perfectamente. No volverá a pasar, luego le pediré disculpas a Beatriz…
―No, no le comentes nada, ella no sabe que has venido hoy aquí, pero quería aclarar esto contigo antes de lo de esta noche…
―De acuerdo.
―Pues ahora sí, ya puedes irte, hasta las ocho, Jorge… ―dijo sin tan siquiera levantarse, señalando con la mano en dirección a la puerta.

Estaba claro que no tenía mucha intención de acompañarme a la salida y yo me bajé en el ascensor completamente derrotado. Todo el mes fantaseando con volver a follarme a Beatriz, pensando que los dos polvos que habíamos echado habían sido la hostia y resulta que ella se lo contó a su marido, que no había dudado en llamarme para frenarme en seco.

Cada vez entendía menos el comportamiento de Hans, nos espiaba desde la puerta, me permitía acostarme con su mujer para que la preñara, pero seguía pidiéndome que cumpliera las normas pactadas, como si fuera sencillo no sentir satisfacción sexual mientras eyaculaba dentro de Beatriz Beguer.

El alemán había conseguido intimidarme de nuevo en su despacho, con su traje negro, esa oficina tan grande, con las vistas de la ciudad por el enorme ventanal… Era todo un empresario de éxito. Y un tío con muchos contactos, que imponía con su acento y ese hablar tan serio.

No sabía si tomarme su aviso como una advertencia, pero, en cuanto puse un pie en la calle, y mientras caminaba de vuelta a casa, pensé: «que se joda el puto Hans». Fue él quien me pidió que me acostara con su mujer, ¿ahora no quiere que lo disfrute?, pues lo siento mucho, si no les gusta lo que hago, que se busquen a otro.

Yo sé bien lo que vi la última vez y el orgasmo de su mujercita no había sido fingido. Ella me puso las manos en el culo para que la embistiera más fuerte, me pasó la lengua por los labios y permitió que me la follara hasta que me corrí como un semental. ¿Y después se había sentido molesta y le fue con el cuento a su marido?

No entendía nada.

Pero si esto era una especie de juego entre los dos, yo no iba a dejarme manejar por ellos como si fuera un pelele, Hasta el momento me había comportado de manera correcta; sin embargo, a partir de ese día decidí que quizás tenía que empezar a ser un poco cabrón y preocuparme menos por Beatriz y Hans e ir más a lo mío.

No me había parecido correcto que el alemán me llamara a su empresa, allí jugaba con ventaja y era muy fácil para él intimidarme en ese entorno de tiburones financieros. Después de comer seguía dándole vueltas al pequeño incidente con Hans y, cuanto más lo pensaba, más me ponía de mala hostia; no obstante, cuando entré a la ducha una hora antes de ir a su mansión, algo dentro de mí había cambiado y me encontraba extrañamente excitado.

Era una especie de morbo que nunca había experimentado, como si el saber que a Hans le molestaba que me acostara con Beatriz, me pusiera más cachondo. Si lo que pretendía el alemán era intimidarme, había logrado el efecto contrario.

Mientras me vestía ya estaba con la polla dura y me miré al espejo con el bóxer blanco marcando bulto a lo bestia. Me pregunté qué sentiría Beatriz al verme así y me agarré el paquete con toda la mano, abarcando mis huevos.

«Le voy a meter todo esto a tu mujercita» suspiré recreándome frente al espejo con lo que estaba a punto de suceder. Y otra vez esos nervios inevitables que afloraban en mi estómago me dispararon la adrenalina y sentí la imperiosa necesidad de arrancar el coche y salir disparado a su casa. La última hora se me hacía eterna y durante el trayecto hasta la mansión fantaseé con cómo iba a transcurrir la cita con Beatriz.

Al llegar al parking, paré el motor del coche, me eché una última miradita al espejo para comprobar que llevaba el pelo perfecto y bajé del coche alisando mi camisa a rayas. Llegué seis o siete minutos antes de las ocho. Hans tardó en abrirme un rato y me saludó con efusividad, como si lleváramos tiempo sin vernos.

―Vienes pronto ―dijo mirando su reloj.
―Sí, me gusta la puntualidad…
―Me cae bien la gente puntual, eso dice mucho de las personas.
―Gracias.

Me acompañó caminando despacio hasta el salón, Hans no parecía tener prisa y yo estaba deseando perderlo de vista y llegar hasta el cuarto en el que me esperaba su mujer.

―Recuerda lo que hablamos esta mañana ―insistió―. Ah, y Beatriz no sabe que nos hemos visto hoy, no le comentes nada…
―Sí, claro…
―¿Te apetece tomar algo? ―me preguntó por mera cortesía.
―Pues, mira, sí ―contesté solo por fastidiarle, porque lo que más deseaba del mundo era estar con su mujer, pero tengo que admitir que disfrutaba mucho esos instantes previos y me encantaba esa sensación de nervios tan bestia en la boca del estómago.
―¿Qué quieres?
―Lo que te apetezca. ―Y me senté en el sofá con las piernas cruzadas.
―¿Un whisky?, yo me voy a servir uno…
―Quizás no debería beber algo tan fuerte antes de…, pero bueno, sí, un whisky estaría bien…

Hans preparó un par de ellos en unos vasos anchos, que tenían pinta de ser de lujo.

―¿Me pones un hielo, por favor?
―Esto se bebe sin hielo, chico…
―Ya, pero a mí me gusta con él…
―Es un Macallan escocés que me ha regalado un amigo…, mejor que no sepas lo que cuesta una botella de esto… ―dijo pasándome el vaso.

Me quedé mirándolo de abajo arriba, deslumbrado por el cristal, que parecía brillar entre mis dedos.

―¿Te gusta el vaso?, tienes buen gusto, son unos Schott Zwiesel, una colección especial fabricada en exclusiva para mí… ―alardeó el empresario.

El cabrón tenía buen gusto para todo, de eso no cabía duda. La mansión estaba decorada de forma moderna y minimalista. Poseía una colección de cuadros que debía estar valorada en varios millones de euros; un Porche Cayenne Coupé, que no podía ser más bonito; vestía con las mejores firmas italianas, y qué decir de Beatriz. Si Hans había elegido a esa mujer, era por algo.

Al empresario alemán solo le gustaba lo mejor.

Y allí, sentado entre tantos lujos, me sentí un privilegiado. Yo iba a tomar prestado lo que más quería Hans de todas aquellas posesiones y sonreí mientras le daba un trago a ese whisky escocés, que me supo de pena. Se sentó frente a mí y me miró fijamente, ninguno de los dos decía nada. Era una especie de duelo silencioso, que solo rompió Hans para preguntarme por el sabor.

―Está bueno, eh… mmmm, se te queda un regusto en el paladar exquisito...
―No mucho, si te soy sincero…, pero me lo voy a tomar para calmar un poco los nervios…
―¿Te pone nervioso estar con mi mujer?
―Sí, bastante, aunque ¿a quién no le pondría nervioso estar con Beatriz?
―Es una mujer excepcional…, jamás pensé que tuviéramos que pasar por esto…
―Para ti también tiene que ser muy duro ―traté de empatizar un poco con él.
―Venga, termina eso y sube, Beatriz ya te está esperando… ―me cortó de golpe.

Intenté vaciar el vaso con un par de tragos, pero no pude y desperdicié un centímetro de aquel whisky tan caro, sabiendo que eso le fastidiaría a alguien que apreciaba tanto aquel licor. Dejé a Hans en su sofá, sin despedirme de él, me incorporé con celeridad y encaré las escaleras del gran salón.

Toqué con los nudillos en la puerta y Beatriz me pidió que pasara desde el otro lado.

―Has tardado mucho… ―me recriminó.

En cuanto la vi tragué saliva y se me puso realmente dura. Beatriz se tapaba las piernas con la toalla blanca, pero en la parte de arriba tan solo llevaba puesto un sujetador de color negro y supuse que debajo tendría las braguitas a juego.

―Hans me ha ofrecido tomar algo y, bueno…, no he querido ser descortés…
―Pues cuando quieras… ―me dijo como si estuviera molesta y se tumbó en la cama.

Me senté a los pies y me fui desnudando de cintura para abajo, aunque me dejé el bóxer puesto y me quité el resto de la ropa. Después me situé de rodillas ante ella y, antes de sacarme la polla, esperé a que Beatriz se fijara en cómo se me marcaba el paquete.

―¿Empiezo? ―pregunté sobándome por encima, como había hecho una hora antes frente al espejo de mi casa.
―Sí, claro… ―Y su mirada se dirigió inevitablemente a mi entrepierna. Es lo que deseaba.
―Está bien ―afirmé tirando del elástico del bóxer para que mi polla saliera despedida.

No había comenzado y ya tenía una empalmada tremenda. Apoyé una mano en su rodilla y me pegué unas cuantas sacudidas, mirando fijamente a Beatriz, recreándome en el pajote que me estaba haciendo.

―¿Quieres que te la meta ya? ―pregunté.
―¿Estás a punto? ―se extrañó por lo pronto que se lo había pedido.
―No, todavía me queda, pero no quiero que pase lo del primer día…
―Pues aguanta un poquito más…
―¡Uf, Beatriz! ―resoplé―, mejor no arriesgar, estoy muy excitado. ―Y me incliné sobre ella y agarré los laterales de sus braguitas.
―¿Qué haces…?
―Quitarte esto…, así estaremos más cómodos…
―¡Jorge! ―intentó protestar, pero levantó las caderas para facilitar que pudiera quitarle su prenda más íntima.

Y de repente me vi con sus braguitas en la mano y su coño debajo de mí, expuesto, abierto, húmedo, a escasos centímetros de mi polla.

―Aaaah, vale, puedo aguantar un poco más sin meterla ―jadeé masturbándome frente a ella, rozando con mi capullo entre sus labios vaginales.
―Sí, mejor…

Por supuesto que lo hice a propósito, esa noche podía durar más de lo normal, porque me había corrido siete veces en los últimos cinco días, así que no estaba tan desesperado por hacerlo, y seguí tirando de la piel hacia atrás, descubriendo mi hinchado glande, que se apoyó en el coño de Beatriz. Se le escapó un gemido e incluso abrió más las piernas, la muy zorra ya estaba buscando que se la metiera, pero me acababa de pedir que aguantara, por lo que me recreé en ese vaivén lento, pero efectivo.

―Aaaaah, todavía me queda un poquito…, unos dos o tres minutos… ―mentí soltándome la polla y frotándome contra su cuerpo, arriba y abajo, continuando la paja, aunque ahora lo hiciera con su coñito empapado.

Le restregaba la polla entre los labios vaginales con un ritmo desesperante y Beatriz tensó las caderas, echando la cabeza hacia atrás y soltando un gemido desgarrador. Ahora ya parecía que follábamos, con el único detalle de que no se la había clavado. Era tal y como hacía con Cayetana.

Estábamos «follando sin follar».

Y eso lo dominaba a la perfección. Movía el culo hasta que mis huevos se topaban con su coño y descendía pasando todo mi tronco caliente por la humedad de Beatriz, hasta la punta de mi polla. Amenazaba con metérsela al acariciar su entrada, pero la dejaba otra vez con las ganas, pasando de largo.

―Aaaaaah, aaaaaah, Jorgeeee ―gimió Beatriz agarrándose a mi espalda.
―Todavía me queda otro minuto, ya queda poquito, mmmm, tenemos que aguantar otro minuto más ―jadeé en su oído, sabiendo que ella estaba al límite.

A la siguiente pasada Beatriz levantó la cadera, me impidió avanzar en mi recorrido y se quedó así, mirándome fijamente, suplicándome, pero sin pedirme lo que yo quería.

―¿Qué pasa?, aaaaah, deja que siga…

Bajó la mano ella misma, me agarró la polla y la puso justo sobre su coño.

―Vamos, empuja, aaaaah, no sea que me lo eches fuera… ―me pidió con un suspiro.
―Pero antes dijimos que…
―Vamos, aaaaah, métemela… métemela ya, aaaaah…

Fue todo un triunfo escuchar esas palabras por boca de Beatriz. Me giré sin que ella lo viera y me fijé en la puerta de la habitación, que esta vez había dejado abierta para confirmar mis sospechas. Esbocé una sonrisa de satisfacción al distinguir una sombra justo cuando penetraba a Beatriz y ella soltó un grito de placer desgarrador.

Su marido nos estaba espiando desde la puerta y aquello me dio un morbazo indescriptible. La embestí duro, con ganas, me la follé tan fuerte que de los empujones hasta levanté sus caderas de la cama y agarré una de sus piernas para que me la pasara por la espalda. Beatriz trataba de cogerme los brazos, acariciarme la espalda, apretar mi culo contra su cuerpo, completamente fuera de sí; gemía en alto y aquello me animaba a follármela todavía más a lo bestia. Sentí sus dos piernas rodeando mi espalda, abrazándola, y mis pollazos rebotaban contra su coño. Yo me echaba hacia atrás y dejaba que asomara mi capullo para volver a clavársela hasta el fondo.

«Mira, cabrón, mira bien cómo me follo a tu mujercita», pensé mientras movía las caderas con intensidad, sin detenerme ni un solo segundo. Una de las veces quise embestir tan fuerte a Beatriz que se me salió la polla y se quedó entre sus labios vaginales, y la froté a través de su empapada rajita, que me pedía a gritos volver a entrar en ella.

Los gemidos de Beatriz subieron todavía más de decibelios. Me encantaba que por fin diera rienda suelta a su lujuria y no ahogara sus jadeos en mi hombro, y, levantando las caderas y tensando su cuerpo, me suplicó que volviera a penetrarla.

―Aaaaaah, métemela otra vez, aaaaah, métemela… ―me pidió bajando la mano y agarrándomela para situarla a la entrada de su coño.

Pero yo quise hacérselo desear un poco más. Seguro que ella estaba al tanto de que su marido nos observaba como un puto voyeur desde la puerta y aparté su mano frotándome otra vez contra ella, hasta que mis huevos toparon con su culo.

―Aaaaah, métemela, aaaaah, ¿qué haces, Jorge? ―suspiró desesperada.
―¿Quieres que te folle?
―Sí, métemela, vamos…
―¡Dime que te folle!
―Venga, vamos, por favor…, aaaaah, aaaaah…
―¿Qué te pasa?, ¿estás a punto de correrte?
―Métemela, por favor…, métemela ―murmuró Beatriz mordiendo mi hombro y clavándome los dedos en la espalda.

Nos quedamos quietos, mirándonos a los ojos y reanudé mis movimientos de manera muy lenta, pasándole la polla en toda mi longitud. Beatriz gimoteaba y no dejaba de suplicarme con su expresión que la penetrara y yo seguía restregándome, haciendo que cada segundo se mojara más y más.

―¡Dime que te folle y lo hago!, ¡yo también estoy a punto de correrme!
―Aguanta un poquito más, por favor… ―me pidió Beatriz.
―Está bien, y ahora dime que te folle. Quiero que me lo pidas.
―¡Fóllame!
―Otra vez, más alto…
―¡¡Fóllame!!
―¡Más alto!
―¡¡¡Fóllame, fóllame, cabrón!!!, ¿me has escuchado bien?, ¡¡QUIERO QUE ME FOLLES!!, ¡¡¡AAAAHHHGGG!!! ―gritó cuando mi polla volvió a penetrarla.

Me clavó las uñas en los glúteos con rabia, desesperada, y yo busqué su boca para fundirme con ella en un morreo antes de comenzar a embestirla a toda velocidad.

―¡¡¡Aaaaah, mááááás, mááááás, fóllame, Jorge, fóllame, no pares, por favor!!!
―¡No pensaba hacerlo, joder!, ¡¡me voy a correr dentro de ti, uf!!, ¡voy a llenarte enterita!, ¿me has oído?, ¡¡voy a correrme dentro de ti!!
―Sí, hazlo, hazlo, aaaah, aaaaah, aaaaah, ¡no puedo más!, aaaaah, yo también… ¡¡¡AAAAH, AAAAH, AAAAAH, AAAAH!!!

Y un tremendo espasmo sacudió a Beatriz, que se aferró a mi culo, tensó los muslos aprisionando mi espalda y echó la cabeza hacia atrás, revolviéndose de placer mientras mi polla entraba y salía a toda velocidad de su coño. Casi a la vez me vino el orgasmo y con un gruñido comencé a eyacular en su interior, vaciando mi esperma caliente dentro de ella, que al notar que yo también me corría avivó su clímax.

Con la cara hundida en su cuello, fui besuqueando a la prima de mi novia por la mejilla, acariciando sus pechos por encima del sujetador y busqué su boca, pero esta vez ella me rechazó, apartando la cabeza hacia el otro lado.

Esos segundos después de correrme eran la hostia y Beatriz me permitía quedarme así, disfrutando de la sensación de estar dentro de ella hasta escurrir la última gota que salía de mi polla. Luego me retiré y me quedé tumbado a su lado, con la respiración agitada, dejando a Beatriz abierta de piernas, tratando de que mi semen no se le saliera.

Se notaba que todavía seguía excitada y me ponía muy cachondo verla así, casi desnuda, tan solo con el sujetador puesto, y tensionando las piernas para levantar las caderas. No se había molestado ni en ponerse el cojín debajo y yo pasé la mano por su firme abdomen, jugando con su ombligo.

―¡Uf, ha sido una pasada, Beatriz!

Ella no tenía ganas de hablar y no parecía que le apeteciera mucho compartir sus sensaciones conmigo. Me había recostado a su lado, con la polla flácida y goteando sobre mi propio estómago, y entonces me tumbé de medio lado, apoyando el codo y sujetándome la cabeza con la mano, mirando hacia Beatriz.

―Estás increíble así…, si te apetece, no sé, podría repetirlo, ya sabes que puedo hacerlo dos veces seguidas…
―No, es mejor que lo dejemos hasta mañana…
―Sí, aunque mañana es el cumpleaños de Cayetana y se celebra la fiesta aquí en vuestra casa. Empieza a las seis y no voy a poder venir antes y me va a ser muy difícil quedar después si nos vamos muy tarde…
―Bueno, pues entonces nos vemos el domingo.
―Por esto te decía que si quieres ahora… ―Y pasé la mano por su vientre.
―No, Jorge… ―se negó apartándome de ella.
―Si es por esto no te preocupes ―dije señalando mi polla―. En un minuto ya estaría listo de nuevo…
―Vete, por favor… ―me pidió de manera muy seria.
―Lo, lo siento… si te he molestado…, no era mi intención.
―No es eso, pero ahora prefiero estar sola, por favor…
―Está bien. ―Le di un beso en el hombro, me incorporé y le mostré el culo mientras me dirigía a por mi ropa.

Me vestí despacio, observando el coño de Beatriz, que no se preocupó en cubrirse, y salí de la habitación con un simple «hasta mañana». Al bajar las escaleras me encontré a Hans, que esta vez ni tan siquiera se acercó a despedirse, tan solo levantó la mano a distancia y siguió sentado en su butacón, degustando otro vaso de whisky.

¿Le habría molestado lo que acababa de ver?

Ese no era mi problema, me daba absolutamente igual lo que pensara y solo me quedé preocupado por el extraño comportamiento de Beatriz. Estaba claro que la prima de Cayetana disfrutaba mientras follábamos e incluso conseguía llegar al orgasmo, pero en cuanto terminábamos se arrepentía de lo que acabábamos de hacer.

Y al día siguiente, me tocaba volver a la mansión de Hans y Beatriz, y yo me preguntaba cómo iba a poder cumplir con Cayetana y su prima.

Lo único que tenía claro es que acababa de echarle un polvazo a Beatriz delante de su marido, que me había quedado satisfecho como un cabrón y lo que ocurriera al día siguiente ni tan siquiera estaba en mi mano.

Solo tendría que actuar según transcurriera la fiesta.
 
Capítulo 24



No faltó nadie. La enorme mansión estaba llena de gente, pues además del cumpleaños de Cayetana, también se celebraban otros cuantos de varios de sus familiares y cada uno había invitado a sus amigos, así que no solo había miembros de la familia Beguer.

Y por parte de Cayetana asistieron sus padres, Marta y Álex y su grupo de amigos de la universidad. Los invitados fuimos llegando a partir de las seis. Habían preparado una especie de merienda en el patio y a las ocho party en los jardines con un DJ y barra libre.

Mi chica estaba espectacular con el pelo suelto, un vestido rojo de gala con la falda por encima de las rodillas y escote palabra de honor. Sencilla, discreta y elegante, como era Cayetana. Por supuesto, y para no faltar a las buenas costumbres, Martita se vistió como una fulana, con una minifalda de cuero, botas militares y camiseta negra ajustada de Iron Maiden.

Luego observé a Álex con sus pantalones anchos, camiseta blanca y esa cadena plateada al cuello, parecía que se había colado entre los invitados. Me hacía gracia cómo desentonaba la parejita, con lo pijos y refinados que eran los Beguer, ellos eran la nota discordante.

A los padres de mi chica no les quedaba otra que aceptar los caprichitos de su hija y ya estaban acostumbrados a los novios de Marta, aunque este le estaba durando más de lo que todos nos habíamos imaginado. Lo peor para mí era que, como Álex solo hablaba conmigo, lo tenía pegado a mi culo todo el rato e iba a mi vera como un perrito faldero.

Se me hacía muy extraño visitar esa mansión, en la que estaba manteniendo los encuentros con Beatriz. Nadie se podía imaginar que unas horas antes había estado follando con la anfitriona en una de las habitaciones de la planta alta y reconozco que esa sensación me dio mucho morbo. Me encantaba ver a la prima de mi novia paseando entre los invitados, deslumbrándonos con el vestido negro que había elegido para la ocasión. Un vestido con falda larga, ceñido a su cuerpo, y una abertura lateral por la que mostraba una de sus piernas, que todavía lo hacía más sensual. Se había recogido el pelo de manera profesional y podía decirse que, si no fuera por la belleza y la juventud de Cayetana, que era la única que le hacía sombra, ella eclipsaba al resto de los invitados.

Ya estábamos acostumbrados a que Hans se quedara al margen, vigilando que todo estuviera en su sitio y solo hablaba amablemente con algún familiar cuando este se acercaba a él, aunque el alemán le solía despachar con cuatro palabras secas.

La merienda pasó rápido, enseguida les dimos los regalos a los cumpleañeros y a las ocho ya comenzó la disco party. Antes nos estuvimos haciendo unas fotos en el photocall y me di cuenta de cómo Álex se aprovechó para hacerle un buen reportaje a mi novia desde todos los ángulos. Entonces sentí una mano por detrás, apoyándose en mi hombro, y al girarme vi que era Marta.

―Está guapa mi hermana hoy, ¿eh?
―Sí, está increíble…
―Siempre ha sido el ojito derecho de mis padres, y no me extraña, ¡es perfecta!… A veces reconozco que me encantaría tener ese cuerpo y sus piernas… y su sonrisa, ¡es una pena que sonría tan poco!, me da mucha envidia.
―¿Por qué?
―Pues por todo, ¿o te crees que no me doy cuenta de cómo la mira la gente y, sin embargo, a mí me ven siempre como el bicho raro?
―Eso no es así, Marta, tú eres un poco la nota discordante de la familia, pero caes muy bien a todo el mundo, seguro que, si preguntáramos a cualquiera de los que está aquí con quién se iría de fiesta, te elegirían casi todos a ti…
―¿Y tú?
―Para irme de fiesta, sin dudarlo, ja, ja, ja.
―¿Me elegirías antes que a mi hermana?
―Ya sabes lo que quiero decir…
―Vaya, vaya, parece que le ha salido un nuevo admirador ―dijo mirando a su novio mientras le tomaba fotos en primera fila a Cayetana.
―Sí, eso parece…
―En días como hoy es cuando más me apetece hacer una de mis locuras…

Sentí el cálido aliento de Marta golpeando mi nuca, lo cual hizo temblar mi oído y me erizó la piel cuando se pegó más a mí.

―¿Y qué te apetecería hacer? ―pregunté sin girarme, siguiéndole el juego.
―No sé ―dijo rozando mis dedos con su mano―. En este día tan especial para Cayetana, pues, por ejemplo, sentirme como ella, aunque solo fuera por unos minutos…
―Deberías ir con tu novio.
―Aquí estoy bien…, ahora me arrepiento de lo que pasó entre nosotros el día que te lesionaste…
―No pasó nada.
―Por eso me arrepiento, creo que nos debemos una los dos, no es muy sano lo de ir quedándose a medias, ¿no crees?

Esas palabras de Martita en la oreja me pusieron cachondo al instante. La zorrita no se cortaba ni un pelo, y eso que estábamos rodeados de todos los primos, tíos, sus padres y los amigos de su hermana; pero ella seguía acariciándome la mano, simulando que me pajeaba con dos dedos en el índice.

―Vale ya, Marta, no me hace gracia, aquí pueden vernos, para…
―Todos están pendientes de las cumpleañeras…, de hacer fotos…

Siguió acariciándome y yo me dejé hacer unos segundos más, era demasiado intensa esa sensación de su mano deslizándose en mi dedo, como si me estuviera masturbando. Había logrado empalmarme en segundos.

―Reconoce que el día que salimos a correr te hubiera gustado terminar…
―Marta, cállate, pueden escucharnos, para ya, joder…
―¿Sabes que desde que hemos llegado estoy jugando a una cosa con Álex?
―Muy bien, me alegro por vosotros…
―¿Y no quieres saberlo?
―Nooooo…
―¿Te lo cuento?
―Te he dicho que no…
―Pues yo creo que sí…, por eso sigues aquí…
―Marta, para…
―Te lo voy a contar de todas maneras… Álex me ha hecho quitarme el tanguita, es un juego nuestro, una especie de reto. Llevo una hora sin él y no veas lo caliente que estoy… Lo he dejado escondido en uno de los baños de la casa, ¿quieres que te diga dónde?, podrías quedártelo de recuerdo si lo encuentras tú primero… ―susurró cerrando su puño en mi índice y lo giró sobre mi dedo arriba y abajo, «pajeándome sin pajearme».
―¿Te quieres callar?
―Está arriba, en la planta alta, en el primer baño girando a la derecha, después de subir las escaleras… Lo he dejado en el segundo cajón del mueble, debajo de unos rollos de papel higiénico… Si lo quieres…, es tuyo. Será mi regalo para ti.

Y justo en ese momento, vi que Cayetana me llamaba con la mano al photocall para que me acercara a ella. En estado de shock por lo que acababa de contarme Martita, me puse al lado de mi chica y dejé que nos hicieran toda clase de fotos; primero con sus padres, con sus amigos, con Marta y Álex y finalmente una con Beatriz y Hans.

Sorprendí a mi novia con un precioso conjunto de colgante y anillo de oro que sabía que le gustaba desde hacía tiempo. No era nada barato, pero ahora tenía dinero gracias a las generosas recompensas de Hans por acostarme con su mujer y ver la cara que puso Cayetana no tuvo precio.

Pero después me quedé unos minutos asimilando lo que me había dicho Marta, ¿sería verdad?, ¿o era otro de sus estúpidos juegos? El caso es que durante la música del DJ, mientras todos bailaban y cantaban a coro, yo no hacía más que darle vueltas a ese asunto. Pensaba en el tanguita de Marta en el baño y ella no dejaba de mirarme con su sonrisa de zorra, adivinando mis pensamientos, se fue acercando a mí, como el que no quiere la cosa, hasta que consiguió ponerse a mi lado, bailando de manera sexy la música dance que sonaba.

No podía evitar imaginar que debajo de esa faldita minúscula no llevaba nada puesto, y eso me excitaba, pero al parecer no era el único interesado en su pareja opuesta, porque, a unos metros de distancia, Álex trataba de bailar con mi novia, que se moría de vergüenza delante de todos sus amigos por la insistencia del macarrilla. Finalmente Álex consiguió su objetivo y no solo eso, sino que incluso pareció que Cayetana se lo pasaba muy bien con él y terminaron echándose unas risas juntos.

¡Lo nunca visto!, ¡Cayetana y Álex como si fueran dos buenos amigos!

―Vaya, vaya, parece que Álex sigue empecinado en hacérselo con mi hermana, se la está trabajando poco a poco…, ya te lo advertí y Cayetana está entrando al trapo. Yo que tú me andaría con ojo…
―Sí, me tiene muy preocupado tu novio, ja, ja, ja…
―Pues debería, y no me reiría tanto, no sea que te lleves una sorpresita un día de estos…
―Me arriesgaré…

Entonces se acercó a mi oído y me susurró:

―¿No vas a comprobar lo que te dije antes? Álex todavía no lo sabe, está bastante ocupado con Cayetana…, pero en cuanto se lo diga irá él a por ellas y se habrá acabado tu oportunidad.
―Mejor…
―Piensas que es mentira, ¿verdad?
―Es que me da igual lo que hagáis, Marta…
―Pues yo creo que no…, te encanta saber que no llevo nada debajo de esta faldita, es tan corta que no voy a poder sentarme en toda la noche…
―Vale ya…
―¿Por qué no subes y me traes el tanguita en el bolso?, ¿te atreverías a hacerlo?, ¿te lo imaginas?, te cruzarías toda la casa y te pasearías entre los invitados sin que nadie supiera lo que llevas escondido. ¡Vamos, no me digas que no te da morbo!, o es que eres tan aburrido como mi hermanita…
―Marta, deja de meterte con Caye…
―Venga, sube a por ellas…, sabes dónde están… En un par de minutos ya estarías de vuelta conmigo y hasta podrías quedártelas si te gustan…

Miré hacia Cayetana, que se dirigía a la otra punta del jardín con Álex, en dirección a la barra, y otra vez a Marta, que asintió con la cabeza.

―Ahora es el mejor momento…, solo tienes que entrar en casa como si fueras al baño, subir las escaleras y en el primero que hay, a mano derecha, ahí las tienes…, en el segundo cajón… ¿o prefieres comprobar antes que no las llevo?
―¡Vete a la mierda! ―dije separándome de ella.

Entonces me di cuenta de que Hans no dejaba de mirarnos y estaba muy pendiente de lo que hacía. Caminé entre la gente sin rumbo fijo, separándome de Marta, que se quedó con su sonrisa de zorra a mi espalda. La fiesta ya se había vuelto loca, y en el jardín encendieron las luces porque se acababa de poner el sol. Me saludaron varias tías de Cayetana, que bailaban sin miedo al ridículo, y, cuando atravesé la maraña de personas, llegué a la puerta de la casa por la que entraban y salían los invitados para ir a los baños que se habían habilitado en la planta baja.

No podía dejar de pensar en el tanguita de Marta y me preguntaba dónde estaría Cayetana, a la que había perdido de vista. Entonces vi a Beatriz junto al portón de acceso al patio, hablando con uno de sus primos y justo se despidió de él, tocándole el brazo de manera amable. En cuanto se quedó sola, levantó la vista y me encontró allí, a cinco metros de ella, mirándola, y yo me acerqué despacio.

Estaba tan concentrado en las provocaciones de Marta que hasta me había olvidado que Beatriz se encontraba en uno de sus días fértiles y que después de la fiesta tenía que volver a su casa y acostarme con ella. Si es que podía.

―Hola, Beatriz, impresionante el evento que has montado. Está todo de diez, la música, la comida, el sitio…
―Muchas gracias, Jorge…
―Solo quería decirte que… no creo que pueda venir luego, tengo que llevar a Caye en el coche, es su cumple y, bueno…, ya me entiendes… ―cuchicheé en bajito acercándome a su lado.
―Aquí no ―afirmó con la cabeza sonriendo justo cuando pasaban los amigos de una de las primas.

Caminamos hasta el interior y pasó el camarero con unas copas y refrescos en una bandeja; Beatriz cogió una de champán y yo un corto de cerveza.

―No pasa nada, lo entiendo perfectamente ―me soltó deteniéndonos junto a la escalera.

Allí podíamos hablar con un poco más de tranquilidad, pues los invitados que pasaban hasta el baño y volvían a salir lo hacían a unos diez metros de distancia. Beatriz y yo nos quedamos uno al lado del otro, viendo a la gente pasar y hablando sin mirarnos a la cara. Solo era una charla informal entre la anfitriona y el novio de su prima, nadie tendría por qué sospechar lo que pasaba entre nosotros y entonces decidí tantearla.

―Me hubiera encantado venir antes de la fiesta, todavía no he podido olvidarme de lo de ayer, ¡fue una pasada!

Beatriz se quedó callada, se notaba que se había ruborizado por mis palabras, agachó la cabeza y cruzó los brazos, manteniendo la copa de manera elegante y saludando a la gente con una sonrisa forzada cuando decían algo al pasar a nuestro lado.

―No puedo prometerte nada, pero intentaré venir después, salvo que Cayetana y yo… ¡Es que hoy tengo muchas ganas de estar contigo!, no sé por qué… ¿Sobre qué hora terminará la fiesta?
―Tenemos contratado al DJ hasta las doce…
―Uf, luego entre que salimos, la llevo, vuelvo…, casi hasta la una y media no podría regresar, lo mismo es mejor dejarlo ya para mañana…
―Claro, como mejor te venga…
―¿Me esperarías tan tarde?
―Eeeeh…, si pudieras venir, sí… ―susurró avergonzada posando la vista en el suelo.
―Mmmmm, ¡Dios mío!, tengo tantas ganas que te lo haría ahora mismo… ―afirmé mirando en dirección a la escalera.
―¿Ahora?, ¡tú estás loco!, ¡hay mucha gente!, ¡no vamos a hacerlo ahora!, ¡y menos con tantos invitados merodeando por todas partes!
―Nadie se daría cuenta, míralos, cada uno va a lo suyo. Sería muy rápido, Beatriz, y si te digo la verdad ya estoy listo…, ¡estoy bastante excitado! ―Y me metí la mano en los bolsillos sacando las caderas para que viera mi paquete abultado bajo los pantalones.
―Vale, vale, para, ¡no hagas eso! ―me pidió dándole un trago a su copa de champán.
―Entonces, ¿subo?
―¡Ni se te ocurra!
―Tengo ganas de ir al baño, voy a aprovechar y utilizar el de arriba. Venga, ahora que no hay nadie es nuestra oportunidad…
―Que nooooo…

Dejé a Beatriz con la palabra en la boca y enfilé las escaleras a toda velocidad. No sabía ni yo mismo lo que estaba haciendo. ¿En serio le acababa de plantear la posibilidad de acostarme con ella en medio de la fiesta? Y lo mejor es que la prima de mi novia me decía que no, pero yo podía ver en su cara que quería hacerlo.

La muy puta se moría de vergüenza por sentir aquello. Trataba de mantenerse digna, altiva, pulcra, pero se acababa de poner cachonda imaginando que me la follaba en la planta alta mientras mi novia, mis suegros y todos sus familiares celebraban la fiesta justo debajo de nosotros.

Y, como ya tenía excusa para moverme libremente, avancé por el pasillo hasta que llegué al baño en el que supuestamente Marta había dejado su tanguita. En cuanto entré al servicio, sin tiempo que perder, eché el cerrojo y abrí el segundo cajón del mueble.

El papel higiénico cubría el fondo, tal y como me había dicho Marta, lo levanté y, ¡bingo!, allí estaba ese trozo de tela negro. ¡El tanga de mi cuñadita! Lo cogí con delicadeza, comprobé el tacto y me imaginé cómo debía quedarle aquello entre los glúteos. De un tirón me desabroché los botones de la bragueta y bajé el elástico de mis bóxer, hasta que mi polla salió disparada.

¡Joder, estaba cachondísimo!

Con una mano sostenía su tanguita, sin dejar de acariciarlo, y con la otra comencé a meneármela sobre la taza, cuando de repente sentí que alguien trataba de entrar. Giré el cuello y para mi sorpresa el pestillo cedió y la puerta del baño se abrió.

¡Era Marta! ¡Menuda pillada!

Se coló dentro de manera fugaz, cerró y se quedó con la espalda pegada a la puerta.

―¡Bueno, bueno, bueno!, ¿qué estás haciendo?, ¿en serio te estabas pajeando con mi tanga?, a ver si no vas a ser tan santurrón como me había imaginado, ja, ja, ja… ―dijo con una sonrisa maliciosa, comenzando a subirse su faldita de cuero…
 
Uffffff.....!!!!! 😓😓😓😓 Que pasada.... esto se está descontrolando en dos frentes. Me da que Beatriz cada vez se está enganchando más a Jorge y Hans ya se puede ir considerando un cornudo en toda regla... 🤘🤘🤘🤘🤘 Quien con fuego juega se termina quemando... 🔥🔥🔥🔥:cool::cool::cool::cool::cool::cool:

Y por otro lado, parece que Marta va a estrenar a su cuñado antes que la mojigata de su hermana... :cool::cool::cool::cool::cool: Solo hay un riesgo, que al final Beatriz se decida a subir a ese baño y les pille en plena faena... :follar1::follar1::follar1: :eek::eek::eek::eek::eek: Eso sería el final para Jorge y seguramente que Hans buscaría otro semental que preñe a su mujer... :rolleyes::rolleyes::rolleyes::rolleyes::rolleyes::rolleyes::unsure::unsure::unsure::unsure::unsure::unsure::unsure::unsure:
 
Marta está deseando tener sexo con Jorge y Beatriz lo está disfrutando demasiado, por eso reacciona así.
Lástima que esté por en medio el imbécil de Álex, que está claro que está deseando llevarse a la cama a Cayetana.
Sería para que se lo haga mirar que lo que tanto le niega a Jorge, al que tanto dice que le ama, lo haga con ese imbécil.
Por otra parte, a ver cómo sale de esta Jorge, porque Marta lo ha pillado con todo el equipo.
 
Uffffff.....!!!!! 😓😓😓😓 Que pasada.... esto se está descontrolando en dos frentes. Me da que Beatriz cada vez se está enganchando más a Jorge y Hans ya se puede ir considerando un cornudo en toda regla... 🤘🤘🤘🤘🤘 Quien con fuego juega se termina quemando... 🔥🔥🔥🔥:cool::cool::cool::cool::cool::cool:

Y por otro lado, parece que Marta va a estrenar a su cuñado antes que la mojigata de su hermana... :cool::cool::cool::cool::cool: Solo hay un riesgo, que al final Beatriz se decida a subir a ese baño y les pille en plena faena... :follar1::follar1::follar1: :eek::eek::eek::eek::eek: Eso sería el final para Jorge y seguramente que Hans buscaría otro semental que preñe a su mujer... :rolleyes::rolleyes::rolleyes::rolleyes::rolleyes::rolleyes::unsure::unsure::unsure::unsure::unsure::unsure::unsure::unsure:
De este relato, el que no me gusta nada es Alex.
Yo no entiendo como Marta, que está claro que no siente gran cosa por el, no lo manda a paseo.
 

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