La tentación de Sara

Capítulo 21



El lunes llamé a Sara a mediodía para preguntarle por su nuevo trabajo en la gestoría, estuvimos hablando por teléfono unos quince minutos y ya no volví a tener noticias de ella durante toda la semana. Tampoco le di mucha importancia, pues me tocaba la custodia de las niñas y no tuve un segundo de respiro.

El domingo dejé a mis hijas en casa de mi ex y al regresar volví a llamar a Sara, con la que estuve charlando casi una hora. Me apetecía mucho verla, o quedar el fin de semana, aunque no me atreví a decírselo, pues esperaba que saliera de ella y que no se lo tuviera que estar mendigando. Me sentí muy decepcionado cuando Sara me dejó caer que ya tenía planes con sus amigos también el siguiente finde.

Parecía que no tenía ni un rato libre para nosotros, y el miércoles ya habían pasado diez días desde la última vez que nos habíamos visto. No entendía el comportamiento de Sara conmigo, pues cuando quedábamos estábamos genial, pero luego se podía pasar días y días sin saber de mí.

Ya me estaba comiendo mucho la cabeza con todo este asunto cuando aquella mañana me sorprendí al recibir un whatsapp de ella.

Sara 10:49
Hola!
Qué tal va la semana?
Tienes algún plan hoy por la tarde?, me gustaría verte…

Ya había quedado con Daniel para ir al gimnasio, pero no podía desperdiciar las pocas oportunidades de verme con Sara, y aunque me jodía tener que cambiar los planes, no me lo pensé y le mandé un mensaje a mi amigo para decírselo.

Daniel 11:15
Serás cabroncete!, aunque yo también haría lo mismo…, pásalo bien, Pablito… mañana le damos caña a esos músculos y me cuentas…

Y después le mandé un mensaje a Sara para confirmar nuestra cita.

Pablo 11:16
Había quedado con Daniel, pero he hablado con él y ya me tienes a tu disposición, jajaja.
Sara 11:17
Guay
Te parece bien si me paso por tu casa esta tarde?​
Pablo 11:17
Me parecería genial
Sara 11:18
Pues luego nos vemos
Un beso​
Pablo 11:19
Un beso


Directa y decidida. Sin perder el tiempo. Eso era lo que más me gustaba de Sara, que tenía muy claro lo que quería e iba a por ello.

Me puse muy nervioso, pues aquello sonaba a tarde de sexo salvaje sin salir de la cama, pero tratándose de Sara cualquier cosa me podía esperar.

Recogí la casa a marchas forzadas, aunque más o menos estaba limpia, me pegué una ducha y a las cuatro y media ya estaba listo en el sofá, esperando que llegara. Encendí la tele y cambié de un canal a otro sin dejar de mirar el reloj, y entonces caí en la cuenta de que no habíamos quedado a ninguna hora.

Debería haberle mandado un mensaje a Sara para preguntarle cuándo se iba a pasar, pero no quería parecer impaciente; así que me tocó esperar casi dos horas, lo que hizo que mi tensión sexual no dejara de crecer. Cada vez estaba más nervioso y con ganas de que llegara Sara y a las seis y media sonó el telefonillo del portal.

Casi me da un puto infarto y me levanté con el corazón palpitando para abrir la puerta. Me quedé allí hasta que llegó el ascensor y unos segundos más tarde apareció Sara.

―Perdona, hemos quedado las chicas de la gestoría para comer después del trabajo y se me ha hecho un poco tarde… ―se excusó dándome un beso en la boca antes de entrar en casa.
―No pasa nada…

Sara se coló directamente en el salón y dejó el bolso sobre la mesa. Yo fui detrás de ella y le pregunté si quería beber algo. No pude evitar fijarme en su vestuario, con una camisa blanca, con la que se le transparentaba el sujetador negro, falda de tubo oscura hasta las rodillas y zapatos de tacón.

―Me he tomado tres cañas con las del trabajo y ya voy un poco contentilla… ―comentó acercándose a mí.
―Se nota, se nota…, ja, ja, ja.
―Oye, que voy bien.
―Era broma.

Me rodeó con los brazos y me dio otro beso más intenso, metiéndome la lengua en la boca y yo bajé las manos para sobar su culazo, apretándoselo con ganas. Ya estaba empalmadísimo y Sara lo comprobó con una sonrisa sensual, pasándome la palma por el paquete.

―Mmmmm, ¡cómo estamos ya! ―susurró en mi oído soltándome un pequeño mordisquito en el lóbulo de la oreja―. ¡Siéntate en el sofá! ―me ordenó de repente.
―¿Perdona?
―Que te sientes… y quítate la ropa. ¡Desnúdate!

Sara venía muy decidida y después de tanto tiempo esperando este momento no le quise llevar la contraria. En menos de treinta segundos me quité toda la ropa y ella se quedó de pie, a unos dos metros de mí.

―Me encanta que ya estés así ―afirmó cuando vio que me agarraba la polla y me pegaba un par de sacudidas para que se pusiera más dura, si es que eso era posible.

Esbozó una sonrisa al ver cómo me la meneaba y ella comenzó a desabrocharse la camisa, botón a botón, lo hacía muy despacio y sin dejar de mirarme y me quedé estupefacto ante el espectáculo que Sara me brindaba.

―¿No querías verme desnuda? ―preguntó quitándose la camisa para quedarse solo con el sujetador, mientras comenzaba a bajarse la cremallera lateral de la falda, que en unos segundos también tocó el suelo.

Allí la tenía delante. Con un precioso conjunto de lencería negro y Sara se giró para que viera su culazo, tan solo cubierto por un fino tanguita que se perdía entre sus prominentes glúteos.

―¡No pares, sigue tocándote mientras me miras! ―me pidió mordiéndose los labios, luego se pasó las manos hacia atrás y soltó el broche del sujetador, que siguió el mismo camino que la falda.

Volvió a darse la vuelta y me mostró sus tetazas de manera impúdica, con los brazos en jarra, exhibiéndose ante mí, y yo seguía con la polla en la mano, meneándomela a cámara lenta, absorto con el cuerpazo de Sara. Me gustaba lo morena que estaba, su firme vientre, esas piernas tan largas, con el cuerpo limpio, sin ningún tatuaje ni piercing.

Todo en ella era natural y volvió a agarrarse las tetas, moviéndolas de arriba abajo y dejándolas caer antes de girarse otra vez.

―Hazte una paja mientras me miras…, más rápido… ―jadeó metiendo los dedos por el elástico de su tanguita.

Tenía su culo a menos de un metro y me recosté en el sofá acariciándome la polla muy despacio. No quería subir la intensidad para no correrme, quería disfrutarlo con calma, la situación era muy morbosa, uno no tiene todos los días a una chica como Sara desnudándose en medio del salón, y ella echó la vista hacia atrás, como si quisiera asegurarse de que aquello lo estaba viendo bien.

―Te he dicho que lo hagas más rápido, vuélvete loco, ¡destrózatela!
―Quiero follarte… y si sigo así, me voy a… ―protesté.
―Shhh, tú haz lo que te digo…, tenemos toda la tarde para nosotros. ―Y después se pasó las manos por las piernas hasta que llegó a los tobillos, agachándose como una jodida stripper para mostrarme todo el culazo.

Abrió las piernas y vi sus dedos asomando entre la cara interna de los muslos, peligrosamente cerca de su coño, que seguía cubierto por la tela del tanguita. Yo aumenté la intensidad de mi paja, aunque quizás no tanto como se esperaba Sara, que al girarse me lo volvió a recriminar.

―Más, más fuerte, ¿eso es destrozártela para ti?
―Joder, Sara, aaaah…
―No me importa que te corras, de hecho, es lo que quiero…
―Pero…
―Me encantó la última vez cuando te corriste encima…, me puso muy cachonda ―susurró comenzando a bajarse el tanguita.

Me pareció muy erótico ese gesto, cuando coló los dedos por el lateral y los deslizó por sus largas piernas. Meneó las caderas de lado a lado con mucha sensualidad y el tanguita abandonó su posición hasta que se posó entre sus tobillos y Sara se quedó completamente desnuda.

Su culo lucía poderoso y potente y yo aceleré el pajote que me estaba haciendo. Todavía me puse más caliente cuando Sara se inclinó hacia abajo y abrió las piernas, mostrándome el coño desde atrás. Sus labios vaginales tenían un brillo especial y me excitó comprobar que Sara también estaba muy cachonda.

La muy cabrona se pasó un par de dedos por el coño y después se los metió hasta el fondo. Se le escapó un gemido que todavía me puso más cerdo, y cuando se los sacó, tiró de su glúteo derecho hacia fuera mostrándome su pequeño ano, que se encontraba escondido entre su carnoso culo.

―¡Joder, Sara! ―jadeé sin dejar de pajearme.

Ya me daba igual correrme, porque era lo que pretendía Sara; así que solo me preocupé de disfrutar del momento y deleitarme ante el espectáculo que me estaba brindando. Ella seguía con la mano tirando de su cachete y me fijé en la humedad de sus dedos, que se restregaba ansiosa por la firme piel de su trasero.

Daban ganas de incorporarse, poner las manos en su culo y meter la cara entre sus posaderas. En ese momento me acordé de Javier, cuando en Bilbao no se había podido resistir en lamer aquel ojete que ahora se me ofrecía abierto.

En cuanto ella apartó la mano, sus glúteos volvieron a su lugar original. Sara se giró y se quedó frente a mí.

―Eso es, muy bien, vamos, dale más, más fuerte… ―insistió.

Ya me pajeaba todo lo rápido que podía. Sara dio un paso, elevó la pierna y la apoyó en el sofá. Tenía su depilado coño delante de mi cara y estiré el brazo para tocar su firme vientre, deteniendo unos segundos mi masturbación.

―No pares…, ¡córrete!, mmmmmm…, ¿esto es lo que querías?, ¿verme desnuda? ―Y abrió más la pierna levantada para pasarse un par de dedos por el clítoris, que ya se veía erecto y sensible.

De repente me llegó el olor de su coño y aquello ya fue demasiado para mí, y cuando Sara comenzó a masturbarse a treinta centímetros de mi cara, estiré el brazo libre y lo pasé por detrás para acariciar su culo. Escuchaba el chapoteo de sus dedos jugando dentro de ella y Sara me ordenó en una especie de gemido.

―Aaaah, córrete, échatelo todo por encima, Pablo…, quiero verlo…, aaaah…

Tensé las caderas liberando mi orgasmo mientras, ahora sí, me destrozaba la polla como quería Sara. Me sorprendió otra vez la potencia de mis chorros, que salieron descontrolados y me impactaron en el cuello, que recibió cinco o seis lefazos consecutivos, animado por Sara, que no paraba de gritar «Córrete, córrete», hasta que terminé de vaciarme sobre mi estómago.

―Mmmmm, me encanta que hagas lo que te pido, uf, estabas muy excitado… ―ronroneó Sara bajando la pierna y dándome un beso en los labios.

Sin que me lo esperara me agarró la polla y le pegó un par de sacudidas a la vez que me metía la lengua en la boca.

―Límpiate y vamos a la cama…, ahora tienes que follarme…
―Sara…
―Sí, ya sé lo que vas a decir…, que te vuelvo loco, ¿verdad?
―Ni te lo imaginas, esto jamás me había pasado, lo de correrme y seguir así ―dije señalando mi erección―. Es que ese cuerpo que tienes… Creo que no podré acostumbrarme nunca a verte desnuda, me excitas demasiado…
―Venga, vamos. ―Y tiró de mi mano para que me levantara del sofá.
―Cómo te has puesto, me pone mucho cuando te lo echas encima, como ahora o el otro día…, me hubiera dado morbo que te corrieras en la cara otra vez…

Fuimos agarrados de la mano, me metí en el baño y dejé a Sara que continuara ella sola, moviendo su culo por el pasillo hasta que llegó a mi habitación. Cuando me limpié el semen que bañaba mi cuerpo, Sara ya me estaba esperando en la cama.

Había dejado caer la colcha al suelo y estaba tumbada bocarriba con las piernas abiertas, ofreciéndome su exquisito coño.

―Acércate ―me pidió―. ¿Cómo era eso que dijiste el otro día?, lo de verme desnuda, comerme, follarme sin parar toda la noche, ducharte conmigo…, era así, ¿no?…, creo que ahora te toca lo de comerme…

Me subí a la cama gateando hasta sus piernas. No dije nada, solo me tumbé y pasé las manos por sus muslos. Me quedé unos segundos mirando su coño e incluso pasé la nariz por su agujerito, intentando que me llegara el olor a sexo que emanaba.

Sara me esperaba ansiosa, con la espalda apoyada en la cama y sin mirarme, pero acariciándose los pechos, cuyos pezones apuntaban directos hacia el techo. No se lo hice desear más y en cuanto apoyé la lengua en su coño ella se crispó y elevó las caderas.

―Aaaaah, joder, estoy muy sensible…

Se lo abrí con las manos e hice círculos con mi lengua antes de metérsela. Comencé a soltarle lametazos a la vez que intentaba follármela y Sara pareció enloquecer, subiendo y bajando su culo, que golpeaba contra la cama en cada recorrido. Me puso las manos en el pelo y me aplastó contra su cuerpo, restregándome el coño por la boca.

―¡Aaaah, aaaaah!, ¡qué bueno! ―jadeó sin dejar de apretarse los pechos.

No había que ser muy listo para darse cuenta de que a Sara le encantaba llevar la iniciativa en la cama. Le gustaba mandar, darme órdenes, que se hiciera lo que ella quería y someterme a su completa voluntad.

Dejé que ella se frotara contra mí, saqué la lengua a lo largo de toda su rajita, hasta que Sara levantó tanto la cadera que sin querer llegué a rozar su ano.

―¡Aaaaah, aaaaaah, sí, sí! ―Y esta vez fue ella la que buscó que mi lengua quedara a la altura de su culito.

Yo jamás se lo había comido a Natalia, era algo que no le gustaba y el sexo anal nunca había entrado entre nuestras prácticas sexuales; por eso me aparté pensando que le iba a molestar a Sara, pero volvió a agarrarme por el pelo y guio mi boca hasta su ojete.

―Sigue, sigueeee, cómemelo…, mmmmm, eso, eso…, cómemelo ―me repitió para que no quedara ninguna duda.

Y ahí estaba yo, tumbado en mi cama, lamiendo el culo de aquella jovencita de veinticinco años que se movía como una puta serpiente en círculos sobre mi cara.

―¡¡Aaaaaah, qué rico, Pablo, qué rico!!, me encanta…, me encanta… ―dijo girándose de medio lado e incrustándome la cabeza entre sus glúteos.

Hice verdaderos esfuerzos por tratar de penetrar su apretado culo con la lengua, e incluso creo que llegué a conseguirlo varias veces, y cuando ya le estaba cogiendo el tranquillo, Sara se volvió a tumbar bocarriba y se abrió el coño.

―Méteme la puta lengua y los dedos…, aaaah, aaaah, fóllame con los dedos…, uffff, estoy a punto de correrme…

Aquellas palabras hicieron que se me pusiera más dura, desde que me había corrido todavía no se me había bajado y en ese momento lo que más me apetecía del mundo era tumbarme sobre ella y clavarle mi polla.

Pero Sara quería otra cosa.

Le metí dos dedos de golpe, que entraron demasiado fácil, y luego busqué su clítoris con la boca y lo succioné en cuanto apareció delante de mí.

―Aaaaah, cabrón, aaaaah, qué bueno, joder…

Sara estaba a punto de correrse y de repente vi cómo colaba un dedo por debajo de su cuerpo y se lo metió por el culo. Yo seguí lamiendo su botoncito, follándomela y contemplando alucinado el dedo de Sara entrando y saliendo de su ano.

Sin dejar de jugar con su clítoris, los gemidos de Sara se transformaron en gritos de placer y tensó las caderas para correrse en mi cara, aplastándome contra su cuerpo.

―¡¡AAAAH, AAAAAH, AAAAAH, ME CORRO, JODER, SÍÍÍÍÍÍ, SÍÍÍÍÍÍ!!

Esa fue la primera vez que hice llegar a Sara al orgasmo. Me sentí orgulloso por el trabajo que había hecho, y con un beso en el coño abandoné su clítoris antes de pasar mi lengua por la cara interna de sus muslos.

El dedo de Sara salió de su culo cuando se dejó caer en la cama y la muy cabrona me lo metió en la boca, haciendo que se lo lamiera. Miré hacia arriba y ella sonreía satisfecha, con una cara de puta viciosa que me hizo comprender que esa tarde no la iba a olvidar en la vida.

Jugaba con su dedo, pasándomelo por los labios y otra vez me lo volvió a introducir en la boca, los dos sabíamos dónde lo había tenido metido, lo que hacía que aquello fuera más sucio y depravado. Y Sara no dejaba de mirarme y de someterme a su antojo.

Hacía de mí lo que quería.

Su respiración ahogada era prácticamente un gemido y sin tiempo que perder me lanzó un condón que tenía a su lado.

―Ponte eso y fóllame ―dijo sin titubeos.

Me quedé de rodillas entre sus piernas y me mordí los labios sabiendo que en unos segundos mi polla iba a estar dentro de aquel coño, que Sara me ofrecía abierto, mojado y palpitante.

Recubierto de látex me dejé caer sobre ella y casi sin sujetármela encontré su entrada, que acogió gustosa mi polla. A Sara se le escapó un gemido cuando la penetré y bajó las dos manos para ponerlas sobre mi culo.

―¡Quiero que me folles… fuerte! ―me ordenó.

Y comencé a embestirla, pero Sara no se quedaba quieta y movía su cuerpo, acompasando sus caderas con las mías y saliendo a recibir cada pollazo que le daba.

―¡Más, más fuerte, mááááás…
―Joder, Sara, no te muevas tanto ―le pedí.

Así era imposible que pudiera llevar el control, era como si ella me follara a mí y eso que yo estaba encima. El sexo con Sara era muy salvaje y busqué su cuello para comérselo mientras le estrujaba las dos tetas con las manos. Y sin que me lo esperara noté una de sus uñas jugando con mi culo.

Seguí embistiendo y por los gemidos parecía que le estaba gustando mi manera de follar. Sentí su dedo corazón haciendo círculos en mi ano. No sabía qué era lo que pretendía Sara, ¿es que iba a meterme un dedo por el culo sin tan siquiera pedirme permiso?

En veinte años con Natalia jamás se le había ocurrido hacerme eso y yo tampoco se lo hubiera permitido.

Pero Sara no era mi ex y sentí cómo se fue abriendo paso en mi culo, proporcionándome un placer desconocido, antes de que pudiera protestar.

―¡Fóllame, fóllame! ―gritó Sara sin dejar de lanzar sus caderas contra mí.

Cuando me quise dar cuenta, ya me lo había incrustado hasta el fondo de mi ano. No sé qué cojones hizo con el dedo, pero comenzó a moverlo, y rozó algo en mi interior que disparó mi orgasmo casi de inmediato.

Tensé el culo, atrapando la mano de Sara entre mis glúteos y dejé de follármela intentando retrasar lo inevitable. Ahora fue Sara la que se incorporó y buscó el lóbulo de mi oreja para soltarme un mordisquito a la vez que me decía:

―No te preocupes, córrete dentro…, aaaaah…, aaaaah…, les pasa a todos…

Mi semen salió como un misil, dejé de luchar y caí sobre el cuerpo de Sara, que no paró de menear sus caderas contra mí, follándome con el dedo, mientras me corría en su interior en un polvazo de apenas tres minutos.

Nos quedamos unos segundos abrazados, desnudos, sudando, satisfechos, con una sonrisa en la boca de oreja a oreja. Sara me sacó el dedo del culo y me dio unas palmaditas en las nalgas como si fuera un niño pequeño.

―Muy bien, ha estado muy bien… ―suspiró antes de que sacara mi polla de su interior.

Me quedé de medio lado, mirando su cuerpo, y Sara se giró hacia mí, en una imagen muy tierna. Sin decir nada comenzamos a besarnos, yo no podía dejar de magrear su cuerpo, y a pesar de que mi polla pedía un descanso, mi cabeza quería volver a follar con ella una y otra vez.

Aquella diosa me excitaba demasiado. Sara era una tentación creada por el mismísimo diablo, que había cincelado cada curva de su voluptuoso cuerpo en sus noches más oscuras y prohibidas.

Por suerte fue ella la que me dio un respiro, y después de comerme la boca se levantó para meterse al baño. Eso sí, antes me advirtió:

―Todavía no he terminado contigo…

Yo me quedé mirando su culo desnudo con la boca abierta y después aproveché para quitarme el preservativo y levantarme a beber un poco de agua. Necesitaba hidratarme para lo que faltaba. En ese momento la habitación ya apestaba a sexo y al regresar con dos vasos comprobé que la sábana revuelta ya tenía un par de manchas de humedad.

No tardó en salir del baño y se subió a la cama para venir gateando hasta mí, que la esperaba medio recostado.

Me arrebató el vaso de agua de las manos y se lo terminó, bebiéndoselo de manera vulgar y dejando que se le derramara por la comisura de los labios. Luego cogió el que había traído para ella, que estaba más lleno, e hizo lo mismo, pero todavía más exagerado, bebiendo de manera atropellada y dejando que el agua se le escurriera entre los pechos.

¡Creo que se me volvió a poner dura viendo esa imagen!

Pero Sara quería dejarme descansar un ratito más y se recostó a mi lado. Me encantaron esos minutos en los que apenas hablamos, sin dejar de tocarnos y besarnos. Sara bajó la mano y comenzó a acariciarme la polla con dos deditos.

―Me encanta la facilidad con la que te excitas… ―dijo Sara al ver que en apenas unos segundos ya la tenía dura otra vez.
―No me había pasado nunca…, eres tú la que provoca ese efecto en mí…
―Quiero que me vuelvas a follar. ―Se giró hacia la mesilla y cogió un condón que había dejado listo.

Fue ella misma la que lo sacó y sin dejar de besarme me lo puso muy despacio, desenrollándolo sobre mi polla. Me hizo tumbarme bocarriba, se subió encima y me la agarró para situarla a la entrada de su coño.

Y otra vez esa maravillosa sensación de sentir cómo penetraba aquel coñito depilado. Puse las manos en la cintura de Sara y dejé que me follara, que lo hiciera a su ritmo, que meneara su culazo sobre mis piernas y que me aplastara los huevos con sus glúteos cada vez que se dejaba caer. Yo no podía dejar de mirar la cara de placer que ponía, las gotas de sudor perlando su frente, su pelo moviéndose, esas tetas desbocadas al ritmo de su cabalgada.

¡Menuda follada! ¡Sara me estaba partiendo en dos!

Puso la mano en mi cuello, estrangulándome y yo le pedí un poco de aire, pero Sara no solo no aflojó, sino que apretó con más fuerza, impidiéndome respirar unos segundos. No sé si llegué a perder el sentido, de repente hacía mucho calor y solo escuchaba los gemidos de Sara y sus glúteos golpeando contra mis piernas cada vez que se dejaba caer.

Cuando por fin me liberó el cuello, sentí que mi polla se había hinchado todavía más. Sara sonrió satisfecha y me metió un par de dedos en la boca para que los lamiera. No me había recuperado del todo y me costaba respirar con sus dos dedos rozando mi garganta, pero me volvía loco esa manera tan salvaje que tenía Sara de follarme.

Tiró con los dedos de mi mandíbula hacia abajo y tuve que abrirla, momento que aprovechó Sara para inclinarse sobre mí y dejar caer un escupitajo de saliva, que entró directo hasta mi garganta. Luego me cerró la boca, haciendo presión en mi barbilla y me cogió las manos para que las pusiera sobre sus tetas.

―¡Trágatelo, mmmmmm!, y ahora, apriétamelas duro, eso es, hazme daño, aaaaah…

Yo se las estrujé un poco, pero tampoco quería pasarme. El culo de Sara ya se movía descontrolado sobre mí y me estaba llevando al séptimo cielo.

―Más, joder, más fuerte, pellízcame los pezones, mmmmm, aaaahggg, aaaaahgg…

Pero a mí ese sexo tan duro no es que no me gustara, es que no sabía cómo hacerlo y Sara volvió a subir la mano para estrangularme otra vez el cuello, incrementando todavía más la velocidad de su follada.

Me dio miedo la cara de zorra que puso, pero sabía que ya no me iba a soltar hasta que uno de los dos se corriera. Intenté apartar sus manos, y Sara me golpeó en la mejilla, soltándome una cachetada para que me estuviera quieto.

El final fue una locura y al borde de la asfixia nos corrimos prácticamente a la vez. Solo me liberó el cuello cuando comprobó que ya estaba eyaculando dentro de ella y Sara se inclinó hacia atrás para acariciarse el clítoris y aumentar el placer de su clímax.

Terminé al borde de un puto infarto, menos mal que estaba en forma o hubiera reventado en ese instante. Sara se dejó caer a mi lado también con la respiración acelerada y me pasó la mano por el pecho. Tenía que estar muy en forma para cabalgarme con esa intensidad durante casi media hora.

¡No me habían follado así en la puta vida!

―Joder, Sara, me vas a matar…
―¿No querías follarme toda la noche?…, solo lo hemos hecho dos veces…
―Podría follarte una semana entera.
―¿Te parece bien si nos pegamos una ducha?, creo que sería una buena despedida.
―Me encantaría…

Cuando recuperamos las pulsaciones y dejamos de sudar, nos metimos en la ducha juntos, y yo creo que eso todavía fue mejor que follar. Abrazar el cuerpo desnudo de Sara, magrear sus tetas y sobar su culazo mientras nos comíamos la boca, enjabonar su pelo y su espalda y terminar metiendo un par de dedos por su coño para dejárselo bien limpito.

Ni que decir tiene que mi polla se volvió a poner dura y cuando le tocó el turno a Sara me devolvió el favor, poniéndose detrás de mí y pasando el brazo hacia delante para agarrármela y hacerme una paja bajo el agua caliente que caía sobre nuestras cabezas.

Otra vez volvió a meterme un dedo por el culo, que entró con mucha suavidad gracias al gel, y me masturbó muy despacio sin dejar de penetrarme. No llegué al orgasmo porque Sara no quiso y cinco minutos más tarde detuvo su paja.

―Quiero dejarte así, para que tengas ganas de mí otro día… ―me susurró al oído antes de aclararme el pelo.

Salimos de la ducha sin poder dejar de besarnos y manosearnos. Yo me la hubiera vuelto a follar de nuevo, sin ninguna duda, y me quedé sentado en la cama, con la polla en la mano, mirando cómo Sara se vestía delante de mí.

―¿Cuándo vamos a volver a vernos? ―le pregunté antes de que se fuera de mi casa.
―Este finde lo tengo mal, celebramos el cumpleaños de uno de mis amigos…, aunque, pensándolo bien, ¿por qué no te vienes?, así los conoces…, creo que te lo vas a pasar muy bien.
―¿Yo con tus amigos?, no creo que pueda seguir vuestro ritmo…
―Hoy lo has aguantado muy bien… ―dijo inclinándose sobre mí para darme un beso en la boca―. Puedes venir sin problema, vamos a ir a cenar a La tercera estación y luego tomaremos una copa…
―No sé, si a ti te parece bien…
―Pues claro, la semana que viene lo vamos a tener un poco mal para vernos…, ya tienes a las niñas…
―Vale, entonces, me apunto a cenar con tus amigos…
―¡Guay!, el sábado te mando un whatsapp y te digo sitio y hora.
―Si quieres, te paso a buscar y vamos juntos…
―Perfecto, bueno, Pablo, tengo que irme…, mañana hay que currar… ¿Vas a correrte? ―me preguntó mirando mi mano, que no dejaba de sacudírmela.
―Espera, que te llevo a casa…
―No pasa nada, puedo ir en metro.
―No me importa.
―Si insistes, no te voy a decir que no, si es que estás en todo, eres un amor… Guárdate esta, anda… ―susurró cogiéndome la polla y pegándome un par de sacudidas.

Un rato más tarde regresé a casa sabiendo que aquella tarde iba a suponer un punto de inflexión en nuestra relación. No solo habíamos estado follando durante más de dos horas, es que Sara me había invitado a salir el finde con ella para que conociera a sus amigos.

Era un paso muy importante.

Cené algo rápido y me metí en la cama antes de las diez. Me sentía como si estuviera en una nube. Estaba muy cansado, pero feliz, y me quedé dormido en menos de un minuto.

Ahora sí, parecía que lo mío con Sara comenzaba a despegar…
 
Capítulo 21



El lunes llamé a Sara a mediodía para preguntarle por su nuevo trabajo en la gestoría, estuvimos hablando por teléfono unos quince minutos y ya no volví a tener noticias de ella durante toda la semana. Tampoco le di mucha importancia, pues me tocaba la custodia de las niñas y no tuve un segundo de respiro.

El domingo dejé a mis hijas en casa de mi ex y al regresar volví a llamar a Sara, con la que estuve charlando casi una hora. Me apetecía mucho verla, o quedar el fin de semana, aunque no me atreví a decírselo, pues esperaba que saliera de ella y que no se lo tuviera que estar mendigando. Me sentí muy decepcionado cuando Sara me dejó caer que ya tenía planes con sus amigos también el siguiente finde.

Parecía que no tenía ni un rato libre para nosotros, y el miércoles ya habían pasado diez días desde la última vez que nos habíamos visto. No entendía el comportamiento de Sara conmigo, pues cuando quedábamos estábamos genial, pero luego se podía pasar días y días sin saber de mí.

Ya me estaba comiendo mucho la cabeza con todo este asunto cuando aquella mañana me sorprendí al recibir un whatsapp de ella.

Sara 10:49
Hola!
Qué tal va la semana?
Tienes algún plan hoy por la tarde?, me gustaría verte…

Ya había quedado con Daniel para ir al gimnasio, pero no podía desperdiciar las pocas oportunidades de verme con Sara, y aunque me jodía tener que cambiar los planes, no me lo pensé y le mandé un mensaje a mi amigo para decírselo.

Daniel 11:15
Serás cabroncete!, aunque yo también haría lo mismo…, pásalo bien, Pablito… mañana le damos caña a esos músculos y me cuentas…

Y después le mandé un mensaje a Sara para confirmar nuestra cita.

Pablo 11:16
Había quedado con Daniel, pero he hablado con él y ya me tienes a tu disposición, jajaja.
Sara 11:17
Guay
Te parece bien si me paso por tu casa esta tarde?​
Pablo 11:17
Me parecería genial
Sara 11:18
Pues luego nos vemos
Un beso​
Pablo 11:19
Un beso


Directa y decidida. Sin perder el tiempo. Eso era lo que más me gustaba de Sara, que tenía muy claro lo que quería e iba a por ello.

Me puse muy nervioso, pues aquello sonaba a tarde de sexo salvaje sin salir de la cama, pero tratándose de Sara cualquier cosa me podía esperar.

Recogí la casa a marchas forzadas, aunque más o menos estaba limpia, me pegué una ducha y a las cuatro y media ya estaba listo en el sofá, esperando que llegara. Encendí la tele y cambié de un canal a otro sin dejar de mirar el reloj, y entonces caí en la cuenta de que no habíamos quedado a ninguna hora.

Debería haberle mandado un mensaje a Sara para preguntarle cuándo se iba a pasar, pero no quería parecer impaciente; así que me tocó esperar casi dos horas, lo que hizo que mi tensión sexual no dejara de crecer. Cada vez estaba más nervioso y con ganas de que llegara Sara y a las seis y media sonó el telefonillo del portal.

Casi me da un puto infarto y me levanté con el corazón palpitando para abrir la puerta. Me quedé allí hasta que llegó el ascensor y unos segundos más tarde apareció Sara.

―Perdona, hemos quedado las chicas de la gestoría para comer después del trabajo y se me ha hecho un poco tarde… ―se excusó dándome un beso en la boca antes de entrar en casa.
―No pasa nada…

Sara se coló directamente en el salón y dejó el bolso sobre la mesa. Yo fui detrás de ella y le pregunté si quería beber algo. No pude evitar fijarme en su vestuario, con una camisa blanca, con la que se le transparentaba el sujetador negro, falda de tubo oscura hasta las rodillas y zapatos de tacón.

―Me he tomado tres cañas con las del trabajo y ya voy un poco contentilla… ―comentó acercándose a mí.
―Se nota, se nota…, ja, ja, ja.
―Oye, que voy bien.
―Era broma.

Me rodeó con los brazos y me dio otro beso más intenso, metiéndome la lengua en la boca y yo bajé las manos para sobar su culazo, apretándoselo con ganas. Ya estaba empalmadísimo y Sara lo comprobó con una sonrisa sensual, pasándome la palma por el paquete.

―Mmmmm, ¡cómo estamos ya! ―susurró en mi oído soltándome un pequeño mordisquito en el lóbulo de la oreja―. ¡Siéntate en el sofá! ―me ordenó de repente.
―¿Perdona?
―Que te sientes… y quítate la ropa. ¡Desnúdate!

Sara venía muy decidida y después de tanto tiempo esperando este momento no le quise llevar la contraria. En menos de treinta segundos me quité toda la ropa y ella se quedó de pie, a unos dos metros de mí.

―Me encanta que ya estés así ―afirmó cuando vio que me agarraba la polla y me pegaba un par de sacudidas para que se pusiera más dura, si es que eso era posible.

Esbozó una sonrisa al ver cómo me la meneaba y ella comenzó a desabrocharse la camisa, botón a botón, lo hacía muy despacio y sin dejar de mirarme y me quedé estupefacto ante el espectáculo que Sara me brindaba.

―¿No querías verme desnuda? ―preguntó quitándose la camisa para quedarse solo con el sujetador, mientras comenzaba a bajarse la cremallera lateral de la falda, que en unos segundos también tocó el suelo.

Allí la tenía delante. Con un precioso conjunto de lencería negro y Sara se giró para que viera su culazo, tan solo cubierto por un fino tanguita que se perdía entre sus prominentes glúteos.

―¡No pares, sigue tocándote mientras me miras! ―me pidió mordiéndose los labios, luego se pasó las manos hacia atrás y soltó el broche del sujetador, que siguió el mismo camino que la falda.

Volvió a darse la vuelta y me mostró sus tetazas de manera impúdica, con los brazos en jarra, exhibiéndose ante mí, y yo seguía con la polla en la mano, meneándomela a cámara lenta, absorto con el cuerpazo de Sara. Me gustaba lo morena que estaba, su firme vientre, esas piernas tan largas, con el cuerpo limpio, sin ningún tatuaje ni piercing.

Todo en ella era natural y volvió a agarrarse las tetas, moviéndolas de arriba abajo y dejándolas caer antes de girarse otra vez.

―Hazte una paja mientras me miras…, más rápido… ―jadeó metiendo los dedos por el elástico de su tanguita.

Tenía su culo a menos de un metro y me recosté en el sofá acariciándome la polla muy despacio. No quería subir la intensidad para no correrme, quería disfrutarlo con calma, la situación era muy morbosa, uno no tiene todos los días a una chica como Sara desnudándose en medio del salón, y ella echó la vista hacia atrás, como si quisiera asegurarse de que aquello lo estaba viendo bien.

―Te he dicho que lo hagas más rápido, vuélvete loco, ¡destrózatela!
―Quiero follarte… y si sigo así, me voy a… ―protesté.
―Shhh, tú haz lo que te digo…, tenemos toda la tarde para nosotros. ―Y después se pasó las manos por las piernas hasta que llegó a los tobillos, agachándose como una jodida stripper para mostrarme todo el culazo.

Abrió las piernas y vi sus dedos asomando entre la cara interna de los muslos, peligrosamente cerca de su coño, que seguía cubierto por la tela del tanguita. Yo aumenté la intensidad de mi paja, aunque quizás no tanto como se esperaba Sara, que al girarse me lo volvió a recriminar.

―Más, más fuerte, ¿eso es destrozártela para ti?
―Joder, Sara, aaaah…
―No me importa que te corras, de hecho, es lo que quiero…
―Pero…
―Me encantó la última vez cuando te corriste encima…, me puso muy cachonda ―susurró comenzando a bajarse el tanguita.

Me pareció muy erótico ese gesto, cuando coló los dedos por el lateral y los deslizó por sus largas piernas. Meneó las caderas de lado a lado con mucha sensualidad y el tanguita abandonó su posición hasta que se posó entre sus tobillos y Sara se quedó completamente desnuda.

Su culo lucía poderoso y potente y yo aceleré el pajote que me estaba haciendo. Todavía me puse más caliente cuando Sara se inclinó hacia abajo y abrió las piernas, mostrándome el coño desde atrás. Sus labios vaginales tenían un brillo especial y me excitó comprobar que Sara también estaba muy cachonda.

La muy cabrona se pasó un par de dedos por el coño y después se los metió hasta el fondo. Se le escapó un gemido que todavía me puso más cerdo, y cuando se los sacó, tiró de su glúteo derecho hacia fuera mostrándome su pequeño ano, que se encontraba escondido entre su carnoso culo.

―¡Joder, Sara! ―jadeé sin dejar de pajearme.

Ya me daba igual correrme, porque era lo que pretendía Sara; así que solo me preocupé de disfrutar del momento y deleitarme ante el espectáculo que me estaba brindando. Ella seguía con la mano tirando de su cachete y me fijé en la humedad de sus dedos, que se restregaba ansiosa por la firme piel de su trasero.

Daban ganas de incorporarse, poner las manos en su culo y meter la cara entre sus posaderas. En ese momento me acordé de Javier, cuando en Bilbao no se había podido resistir en lamer aquel ojete que ahora se me ofrecía abierto.

En cuanto ella apartó la mano, sus glúteos volvieron a su lugar original. Sara se giró y se quedó frente a mí.

―Eso es, muy bien, vamos, dale más, más fuerte… ―insistió.

Ya me pajeaba todo lo rápido que podía. Sara dio un paso, elevó la pierna y la apoyó en el sofá. Tenía su depilado coño delante de mi cara y estiré el brazo para tocar su firme vientre, deteniendo unos segundos mi masturbación.

―No pares…, ¡córrete!, mmmmmm…, ¿esto es lo que querías?, ¿verme desnuda? ―Y abrió más la pierna levantada para pasarse un par de dedos por el clítoris, que ya se veía erecto y sensible.

De repente me llegó el olor de su coño y aquello ya fue demasiado para mí, y cuando Sara comenzó a masturbarse a treinta centímetros de mi cara, estiré el brazo libre y lo pasé por detrás para acariciar su culo. Escuchaba el chapoteo de sus dedos jugando dentro de ella y Sara me ordenó en una especie de gemido.

―Aaaah, córrete, échatelo todo por encima, Pablo…, quiero verlo…, aaaah…

Tensé las caderas liberando mi orgasmo mientras, ahora sí, me destrozaba la polla como quería Sara. Me sorprendió otra vez la potencia de mis chorros, que salieron descontrolados y me impactaron en el cuello, que recibió cinco o seis lefazos consecutivos, animado por Sara, que no paraba de gritar «Córrete, córrete», hasta que terminé de vaciarme sobre mi estómago.

―Mmmmm, me encanta que hagas lo que te pido, uf, estabas muy excitado… ―ronroneó Sara bajando la pierna y dándome un beso en los labios.

Sin que me lo esperara me agarró la polla y le pegó un par de sacudidas a la vez que me metía la lengua en la boca.

―Límpiate y vamos a la cama…, ahora tienes que follarme…
―Sara…
―Sí, ya sé lo que vas a decir…, que te vuelvo loco, ¿verdad?
―Ni te lo imaginas, esto jamás me había pasado, lo de correrme y seguir así ―dije señalando mi erección―. Es que ese cuerpo que tienes… Creo que no podré acostumbrarme nunca a verte desnuda, me excitas demasiado…
―Venga, vamos. ―Y tiró de mi mano para que me levantara del sofá.
―Cómo te has puesto, me pone mucho cuando te lo echas encima, como ahora o el otro día…, me hubiera dado morbo que te corrieras en la cara otra vez…

Fuimos agarrados de la mano, me metí en el baño y dejé a Sara que continuara ella sola, moviendo su culo por el pasillo hasta que llegó a mi habitación. Cuando me limpié el semen que bañaba mi cuerpo, Sara ya me estaba esperando en la cama.

Había dejado caer la colcha al suelo y estaba tumbada bocarriba con las piernas abiertas, ofreciéndome su exquisito coño.

―Acércate ―me pidió―. ¿Cómo era eso que dijiste el otro día?, lo de verme desnuda, comerme, follarme sin parar toda la noche, ducharte conmigo…, era así, ¿no?…, creo que ahora te toca lo de comerme…

Me subí a la cama gateando hasta sus piernas. No dije nada, solo me tumbé y pasé las manos por sus muslos. Me quedé unos segundos mirando su coño e incluso pasé la nariz por su agujerito, intentando que me llegara el olor a sexo que emanaba.

Sara me esperaba ansiosa, con la espalda apoyada en la cama y sin mirarme, pero acariciándose los pechos, cuyos pezones apuntaban directos hacia el techo. No se lo hice desear más y en cuanto apoyé la lengua en su coño ella se crispó y elevó las caderas.

―Aaaaah, joder, estoy muy sensible…

Se lo abrí con las manos e hice círculos con mi lengua antes de metérsela. Comencé a soltarle lametazos a la vez que intentaba follármela y Sara pareció enloquecer, subiendo y bajando su culo, que golpeaba contra la cama en cada recorrido. Me puso las manos en el pelo y me aplastó contra su cuerpo, restregándome el coño por la boca.

―¡Aaaah, aaaaah!, ¡qué bueno! ―jadeó sin dejar de apretarse los pechos.

No había que ser muy listo para darse cuenta de que a Sara le encantaba llevar la iniciativa en la cama. Le gustaba mandar, darme órdenes, que se hiciera lo que ella quería y someterme a su completa voluntad.

Dejé que ella se frotara contra mí, saqué la lengua a lo largo de toda su rajita, hasta que Sara levantó tanto la cadera que sin querer llegué a rozar su ano.

―¡Aaaaah, aaaaaah, sí, sí! ―Y esta vez fue ella la que buscó que mi lengua quedara a la altura de su culito.

Yo jamás se lo había comido a Natalia, era algo que no le gustaba y el sexo anal nunca había entrado entre nuestras prácticas sexuales; por eso me aparté pensando que le iba a molestar a Sara, pero volvió a agarrarme por el pelo y guio mi boca hasta su ojete.

―Sigue, sigueeee, cómemelo…, mmmmm, eso, eso…, cómemelo ―me repitió para que no quedara ninguna duda.

Y ahí estaba yo, tumbado en mi cama, lamiendo el culo de aquella jovencita de veinticinco años que se movía como una puta serpiente en círculos sobre mi cara.

―¡¡Aaaaaah, qué rico, Pablo, qué rico!!, me encanta…, me encanta… ―dijo girándose de medio lado e incrustándome la cabeza entre sus glúteos.

Hice verdaderos esfuerzos por tratar de penetrar su apretado culo con la lengua, e incluso creo que llegué a conseguirlo varias veces, y cuando ya le estaba cogiendo el tranquillo, Sara se volvió a tumbar bocarriba y se abrió el coño.

―Méteme la puta lengua y los dedos…, aaaah, aaaah, fóllame con los dedos…, uffff, estoy a punto de correrme…

Aquellas palabras hicieron que se me pusiera más dura, desde que me había corrido todavía no se me había bajado y en ese momento lo que más me apetecía del mundo era tumbarme sobre ella y clavarle mi polla.

Pero Sara quería otra cosa.

Le metí dos dedos de golpe, que entraron demasiado fácil, y luego busqué su clítoris con la boca y lo succioné en cuanto apareció delante de mí.

―Aaaaah, cabrón, aaaaah, qué bueno, joder…

Sara estaba a punto de correrse y de repente vi cómo colaba un dedo por debajo de su cuerpo y se lo metió por el culo. Yo seguí lamiendo su botoncito, follándomela y contemplando alucinado el dedo de Sara entrando y saliendo de su ano.

Sin dejar de jugar con su clítoris, los gemidos de Sara se transformaron en gritos de placer y tensó las caderas para correrse en mi cara, aplastándome contra su cuerpo.

―¡¡AAAAH, AAAAAH, AAAAAH, ME CORRO, JODER, SÍÍÍÍÍÍ, SÍÍÍÍÍÍ!!

Esa fue la primera vez que hice llegar a Sara al orgasmo. Me sentí orgulloso por el trabajo que había hecho, y con un beso en el coño abandoné su clítoris antes de pasar mi lengua por la cara interna de sus muslos.

El dedo de Sara salió de su culo cuando se dejó caer en la cama y la muy cabrona me lo metió en la boca, haciendo que se lo lamiera. Miré hacia arriba y ella sonreía satisfecha, con una cara de puta viciosa que me hizo comprender que esa tarde no la iba a olvidar en la vida.

Jugaba con su dedo, pasándomelo por los labios y otra vez me lo volvió a introducir en la boca, los dos sabíamos dónde lo había tenido metido, lo que hacía que aquello fuera más sucio y depravado. Y Sara no dejaba de mirarme y de someterme a su antojo.

Hacía de mí lo que quería.

Su respiración ahogada era prácticamente un gemido y sin tiempo que perder me lanzó un condón que tenía a su lado.

―Ponte eso y fóllame ―dijo sin titubeos.

Me quedé de rodillas entre sus piernas y me mordí los labios sabiendo que en unos segundos mi polla iba a estar dentro de aquel coño, que Sara me ofrecía abierto, mojado y palpitante.

Recubierto de látex me dejé caer sobre ella y casi sin sujetármela encontré su entrada, que acogió gustosa mi polla. A Sara se le escapó un gemido cuando la penetré y bajó las dos manos para ponerlas sobre mi culo.

―¡Quiero que me folles… fuerte! ―me ordenó.

Y comencé a embestirla, pero Sara no se quedaba quieta y movía su cuerpo, acompasando sus caderas con las mías y saliendo a recibir cada pollazo que le daba.

―¡Más, más fuerte, mááááás…
―Joder, Sara, no te muevas tanto ―le pedí.

Así era imposible que pudiera llevar el control, era como si ella me follara a mí y eso que yo estaba encima. El sexo con Sara era muy salvaje y busqué su cuello para comérselo mientras le estrujaba las dos tetas con las manos. Y sin que me lo esperara noté una de sus uñas jugando con mi culo.

Seguí embistiendo y por los gemidos parecía que le estaba gustando mi manera de follar. Sentí su dedo corazón haciendo círculos en mi ano. No sabía qué era lo que pretendía Sara, ¿es que iba a meterme un dedo por el culo sin tan siquiera pedirme permiso?

En veinte años con Natalia jamás se le había ocurrido hacerme eso y yo tampoco se lo hubiera permitido.

Pero Sara no era mi ex y sentí cómo se fue abriendo paso en mi culo, proporcionándome un placer desconocido, antes de que pudiera protestar.

―¡Fóllame, fóllame! ―gritó Sara sin dejar de lanzar sus caderas contra mí.

Cuando me quise dar cuenta, ya me lo había incrustado hasta el fondo de mi ano. No sé qué cojones hizo con el dedo, pero comenzó a moverlo, y rozó algo en mi interior que disparó mi orgasmo casi de inmediato.

Tensé el culo, atrapando la mano de Sara entre mis glúteos y dejé de follármela intentando retrasar lo inevitable. Ahora fue Sara la que se incorporó y buscó el lóbulo de mi oreja para soltarme un mordisquito a la vez que me decía:

―No te preocupes, córrete dentro…, aaaaah…, aaaaah…, les pasa a todos…

Mi semen salió como un misil, dejé de luchar y caí sobre el cuerpo de Sara, que no paró de menear sus caderas contra mí, follándome con el dedo, mientras me corría en su interior en un polvazo de apenas tres minutos.

Nos quedamos unos segundos abrazados, desnudos, sudando, satisfechos, con una sonrisa en la boca de oreja a oreja. Sara me sacó el dedo del culo y me dio unas palmaditas en las nalgas como si fuera un niño pequeño.

―Muy bien, ha estado muy bien… ―suspiró antes de que sacara mi polla de su interior.

Me quedé de medio lado, mirando su cuerpo, y Sara se giró hacia mí, en una imagen muy tierna. Sin decir nada comenzamos a besarnos, yo no podía dejar de magrear su cuerpo, y a pesar de que mi polla pedía un descanso, mi cabeza quería volver a follar con ella una y otra vez.

Aquella diosa me excitaba demasiado. Sara era una tentación creada por el mismísimo diablo, que había cincelado cada curva de su voluptuoso cuerpo en sus noches más oscuras y prohibidas.

Por suerte fue ella la que me dio un respiro, y después de comerme la boca se levantó para meterse al baño. Eso sí, antes me advirtió:

―Todavía no he terminado contigo…

Yo me quedé mirando su culo desnudo con la boca abierta y después aproveché para quitarme el preservativo y levantarme a beber un poco de agua. Necesitaba hidratarme para lo que faltaba. En ese momento la habitación ya apestaba a sexo y al regresar con dos vasos comprobé que la sábana revuelta ya tenía un par de manchas de humedad.

No tardó en salir del baño y se subió a la cama para venir gateando hasta mí, que la esperaba medio recostado.

Me arrebató el vaso de agua de las manos y se lo terminó, bebiéndoselo de manera vulgar y dejando que se le derramara por la comisura de los labios. Luego cogió el que había traído para ella, que estaba más lleno, e hizo lo mismo, pero todavía más exagerado, bebiendo de manera atropellada y dejando que el agua se le escurriera entre los pechos.

¡Creo que se me volvió a poner dura viendo esa imagen!

Pero Sara quería dejarme descansar un ratito más y se recostó a mi lado. Me encantaron esos minutos en los que apenas hablamos, sin dejar de tocarnos y besarnos. Sara bajó la mano y comenzó a acariciarme la polla con dos deditos.

―Me encanta la facilidad con la que te excitas… ―dijo Sara al ver que en apenas unos segundos ya la tenía dura otra vez.
―No me había pasado nunca…, eres tú la que provoca ese efecto en mí…
―Quiero que me vuelvas a follar. ―Se giró hacia la mesilla y cogió un condón que había dejado listo.

Fue ella misma la que lo sacó y sin dejar de besarme me lo puso muy despacio, desenrollándolo sobre mi polla. Me hizo tumbarme bocarriba, se subió encima y me la agarró para situarla a la entrada de su coño.

Y otra vez esa maravillosa sensación de sentir cómo penetraba aquel coñito depilado. Puse las manos en la cintura de Sara y dejé que me follara, que lo hiciera a su ritmo, que meneara su culazo sobre mis piernas y que me aplastara los huevos con sus glúteos cada vez que se dejaba caer. Yo no podía dejar de mirar la cara de placer que ponía, las gotas de sudor perlando su frente, su pelo moviéndose, esas tetas desbocadas al ritmo de su cabalgada.

¡Menuda follada! ¡Sara me estaba partiendo en dos!

Puso la mano en mi cuello, estrangulándome y yo le pedí un poco de aire, pero Sara no solo no aflojó, sino que apretó con más fuerza, impidiéndome respirar unos segundos. No sé si llegué a perder el sentido, de repente hacía mucho calor y solo escuchaba los gemidos de Sara y sus glúteos golpeando contra mis piernas cada vez que se dejaba caer.

Cuando por fin me liberó el cuello, sentí que mi polla se había hinchado todavía más. Sara sonrió satisfecha y me metió un par de dedos en la boca para que los lamiera. No me había recuperado del todo y me costaba respirar con sus dos dedos rozando mi garganta, pero me volvía loco esa manera tan salvaje que tenía Sara de follarme.

Tiró con los dedos de mi mandíbula hacia abajo y tuve que abrirla, momento que aprovechó Sara para inclinarse sobre mí y dejar caer un escupitajo de saliva, que entró directo hasta mi garganta. Luego me cerró la boca, haciendo presión en mi barbilla y me cogió las manos para que las pusiera sobre sus tetas.

―¡Trágatelo, mmmmmm!, y ahora, apriétamelas duro, eso es, hazme daño, aaaaah…

Yo se las estrujé un poco, pero tampoco quería pasarme. El culo de Sara ya se movía descontrolado sobre mí y me estaba llevando al séptimo cielo.

―Más, joder, más fuerte, pellízcame los pezones, mmmmm, aaaahggg, aaaaahgg…

Pero a mí ese sexo tan duro no es que no me gustara, es que no sabía cómo hacerlo y Sara volvió a subir la mano para estrangularme otra vez el cuello, incrementando todavía más la velocidad de su follada.

Me dio miedo la cara de zorra que puso, pero sabía que ya no me iba a soltar hasta que uno de los dos se corriera. Intenté apartar sus manos, y Sara me golpeó en la mejilla, soltándome una cachetada para que me estuviera quieto.

El final fue una locura y al borde de la asfixia nos corrimos prácticamente a la vez. Solo me liberó el cuello cuando comprobó que ya estaba eyaculando dentro de ella y Sara se inclinó hacia atrás para acariciarse el clítoris y aumentar el placer de su clímax.

Terminé al borde de un puto infarto, menos mal que estaba en forma o hubiera reventado en ese instante. Sara se dejó caer a mi lado también con la respiración acelerada y me pasó la mano por el pecho. Tenía que estar muy en forma para cabalgarme con esa intensidad durante casi media hora.

¡No me habían follado así en la puta vida!

―Joder, Sara, me vas a matar…
―¿No querías follarme toda la noche?…, solo lo hemos hecho dos veces…
―Podría follarte una semana entera.
―¿Te parece bien si nos pegamos una ducha?, creo que sería una buena despedida.
―Me encantaría…

Cuando recuperamos las pulsaciones y dejamos de sudar, nos metimos en la ducha juntos, y yo creo que eso todavía fue mejor que follar. Abrazar el cuerpo desnudo de Sara, magrear sus tetas y sobar su culazo mientras nos comíamos la boca, enjabonar su pelo y su espalda y terminar metiendo un par de dedos por su coño para dejárselo bien limpito.

Ni que decir tiene que mi polla se volvió a poner dura y cuando le tocó el turno a Sara me devolvió el favor, poniéndose detrás de mí y pasando el brazo hacia delante para agarrármela y hacerme una paja bajo el agua caliente que caía sobre nuestras cabezas.

Otra vez volvió a meterme un dedo por el culo, que entró con mucha suavidad gracias al gel, y me masturbó muy despacio sin dejar de penetrarme. No llegué al orgasmo porque Sara no quiso y cinco minutos más tarde detuvo su paja.

―Quiero dejarte así, para que tengas ganas de mí otro día… ―me susurró al oído antes de aclararme el pelo.

Salimos de la ducha sin poder dejar de besarnos y manosearnos. Yo me la hubiera vuelto a follar de nuevo, sin ninguna duda, y me quedé sentado en la cama, con la polla en la mano, mirando cómo Sara se vestía delante de mí.

―¿Cuándo vamos a volver a vernos? ―le pregunté antes de que se fuera de mi casa.
―Este finde lo tengo mal, celebramos el cumpleaños de uno de mis amigos…, aunque, pensándolo bien, ¿por qué no te vienes?, así los conoces…, creo que te lo vas a pasar muy bien.
―¿Yo con tus amigos?, no creo que pueda seguir vuestro ritmo…
―Hoy lo has aguantado muy bien… ―dijo inclinándose sobre mí para darme un beso en la boca―. Puedes venir sin problema, vamos a ir a cenar a La tercera estación y luego tomaremos una copa…
―No sé, si a ti te parece bien…
―Pues claro, la semana que viene lo vamos a tener un poco mal para vernos…, ya tienes a las niñas…
―Vale, entonces, me apunto a cenar con tus amigos…
―¡Guay!, el sábado te mando un whatsapp y te digo sitio y hora.
―Si quieres, te paso a buscar y vamos juntos…
―Perfecto, bueno, Pablo, tengo que irme…, mañana hay que currar… ¿Vas a correrte? ―me preguntó mirando mi mano, que no dejaba de sacudírmela.
―Espera, que te llevo a casa…
―No pasa nada, puedo ir en metro.
―No me importa.
―Si insistes, no te voy a decir que no, si es que estás en todo, eres un amor… Guárdate esta, anda… ―susurró cogiéndome la polla y pegándome un par de sacudidas.

Un rato más tarde regresé a casa sabiendo que aquella tarde iba a suponer un punto de inflexión en nuestra relación. No solo habíamos estado follando durante más de dos horas, es que Sara me había invitado a salir el finde con ella para que conociera a sus amigos.

Era un paso muy importante.

Cené algo rápido y me metí en la cama antes de las diez. Me sentía como si estuviera en una nube. Estaba muy cansado, pero feliz, y me quedé dormido en menos de un minuto.

Ahora sí, parecía que lo mío con Sara comenzaba a despegar…
Sara lo tiene en sus manos a Pablo que parece peor que un pelele, al ritmo que van, en la próxima cita le mete un dildo y se lo hace chupar 😃
 
Me parece extraño qué su jefe no le haya contado nada, porque estoy casi seguro que volvió a follar con Sara.
 
Me parece extraño qué su jefe no le haya contado nada, porque estoy casi seguro que volvió a follar con Sara.

A todas luces pareciera ser así, Sara sabe lo que provoca en su entorno, sobre todo en Pablo.

Si Pablo no lleva cuidado terminará quemándose con esa brasa caliente que es Sara.
 
Capítulo 21



El lunes llamé a Sara a mediodía para preguntarle por su nuevo trabajo en la gestoría, estuvimos hablando por teléfono unos quince minutos y ya no volví a tener noticias de ella durante toda la semana. Tampoco le di mucha importancia, pues me tocaba la custodia de las niñas y no tuve un segundo de respiro.

El domingo dejé a mis hijas en casa de mi ex y al regresar volví a llamar a Sara, con la que estuve charlando casi una hora. Me apetecía mucho verla, o quedar el fin de semana, aunque no me atreví a decírselo, pues esperaba que saliera de ella y que no se lo tuviera que estar mendigando. Me sentí muy decepcionado cuando Sara me dejó caer que ya tenía planes con sus amigos también el siguiente finde.

Parecía que no tenía ni un rato libre para nosotros, y el miércoles ya habían pasado diez días desde la última vez que nos habíamos visto. No entendía el comportamiento de Sara conmigo, pues cuando quedábamos estábamos genial, pero luego se podía pasar días y días sin saber de mí.

Ya me estaba comiendo mucho la cabeza con todo este asunto cuando aquella mañana me sorprendí al recibir un whatsapp de ella.

Sara 10:49
Hola!
Qué tal va la semana?
Tienes algún plan hoy por la tarde?, me gustaría verte…

Ya había quedado con Daniel para ir al gimnasio, pero no podía desperdiciar las pocas oportunidades de verme con Sara, y aunque me jodía tener que cambiar los planes, no me lo pensé y le mandé un mensaje a mi amigo para decírselo.

Daniel 11:15
Serás cabroncete!, aunque yo también haría lo mismo…, pásalo bien, Pablito… mañana le damos caña a esos músculos y me cuentas…

Y después le mandé un mensaje a Sara para confirmar nuestra cita.

Pablo 11:16
Había quedado con Daniel, pero he hablado con él y ya me tienes a tu disposición, jajaja.
Sara 11:17
Guay
Te parece bien si me paso por tu casa esta tarde?​
Pablo 11:17
Me parecería genial
Sara 11:18
Pues luego nos vemos
Un beso​
Pablo 11:19
Un beso


Directa y decidida. Sin perder el tiempo. Eso era lo que más me gustaba de Sara, que tenía muy claro lo que quería e iba a por ello.

Me puse muy nervioso, pues aquello sonaba a tarde de sexo salvaje sin salir de la cama, pero tratándose de Sara cualquier cosa me podía esperar.

Recogí la casa a marchas forzadas, aunque más o menos estaba limpia, me pegué una ducha y a las cuatro y media ya estaba listo en el sofá, esperando que llegara. Encendí la tele y cambié de un canal a otro sin dejar de mirar el reloj, y entonces caí en la cuenta de que no habíamos quedado a ninguna hora.

Debería haberle mandado un mensaje a Sara para preguntarle cuándo se iba a pasar, pero no quería parecer impaciente; así que me tocó esperar casi dos horas, lo que hizo que mi tensión sexual no dejara de crecer. Cada vez estaba más nervioso y con ganas de que llegara Sara y a las seis y media sonó el telefonillo del portal.

Casi me da un puto infarto y me levanté con el corazón palpitando para abrir la puerta. Me quedé allí hasta que llegó el ascensor y unos segundos más tarde apareció Sara.

―Perdona, hemos quedado las chicas de la gestoría para comer después del trabajo y se me ha hecho un poco tarde… ―se excusó dándome un beso en la boca antes de entrar en casa.
―No pasa nada…

Sara se coló directamente en el salón y dejó el bolso sobre la mesa. Yo fui detrás de ella y le pregunté si quería beber algo. No pude evitar fijarme en su vestuario, con una camisa blanca, con la que se le transparentaba el sujetador negro, falda de tubo oscura hasta las rodillas y zapatos de tacón.

―Me he tomado tres cañas con las del trabajo y ya voy un poco contentilla… ―comentó acercándose a mí.
―Se nota, se nota…, ja, ja, ja.
―Oye, que voy bien.
―Era broma.

Me rodeó con los brazos y me dio otro beso más intenso, metiéndome la lengua en la boca y yo bajé las manos para sobar su culazo, apretándoselo con ganas. Ya estaba empalmadísimo y Sara lo comprobó con una sonrisa sensual, pasándome la palma por el paquete.

―Mmmmm, ¡cómo estamos ya! ―susurró en mi oído soltándome un pequeño mordisquito en el lóbulo de la oreja―. ¡Siéntate en el sofá! ―me ordenó de repente.
―¿Perdona?
―Que te sientes… y quítate la ropa. ¡Desnúdate!

Sara venía muy decidida y después de tanto tiempo esperando este momento no le quise llevar la contraria. En menos de treinta segundos me quité toda la ropa y ella se quedó de pie, a unos dos metros de mí.

―Me encanta que ya estés así ―afirmó cuando vio que me agarraba la polla y me pegaba un par de sacudidas para que se pusiera más dura, si es que eso era posible.

Esbozó una sonrisa al ver cómo me la meneaba y ella comenzó a desabrocharse la camisa, botón a botón, lo hacía muy despacio y sin dejar de mirarme y me quedé estupefacto ante el espectáculo que Sara me brindaba.

―¿No querías verme desnuda? ―preguntó quitándose la camisa para quedarse solo con el sujetador, mientras comenzaba a bajarse la cremallera lateral de la falda, que en unos segundos también tocó el suelo.

Allí la tenía delante. Con un precioso conjunto de lencería negro y Sara se giró para que viera su culazo, tan solo cubierto por un fino tanguita que se perdía entre sus prominentes glúteos.

―¡No pares, sigue tocándote mientras me miras! ―me pidió mordiéndose los labios, luego se pasó las manos hacia atrás y soltó el broche del sujetador, que siguió el mismo camino que la falda.

Volvió a darse la vuelta y me mostró sus tetazas de manera impúdica, con los brazos en jarra, exhibiéndose ante mí, y yo seguía con la polla en la mano, meneándomela a cámara lenta, absorto con el cuerpazo de Sara. Me gustaba lo morena que estaba, su firme vientre, esas piernas tan largas, con el cuerpo limpio, sin ningún tatuaje ni piercing.

Todo en ella era natural y volvió a agarrarse las tetas, moviéndolas de arriba abajo y dejándolas caer antes de girarse otra vez.

―Hazte una paja mientras me miras…, más rápido… ―jadeó metiendo los dedos por el elástico de su tanguita.

Tenía su culo a menos de un metro y me recosté en el sofá acariciándome la polla muy despacio. No quería subir la intensidad para no correrme, quería disfrutarlo con calma, la situación era muy morbosa, uno no tiene todos los días a una chica como Sara desnudándose en medio del salón, y ella echó la vista hacia atrás, como si quisiera asegurarse de que aquello lo estaba viendo bien.

―Te he dicho que lo hagas más rápido, vuélvete loco, ¡destrózatela!
―Quiero follarte… y si sigo así, me voy a… ―protesté.
―Shhh, tú haz lo que te digo…, tenemos toda la tarde para nosotros. ―Y después se pasó las manos por las piernas hasta que llegó a los tobillos, agachándose como una jodida stripper para mostrarme todo el culazo.

Abrió las piernas y vi sus dedos asomando entre la cara interna de los muslos, peligrosamente cerca de su coño, que seguía cubierto por la tela del tanguita. Yo aumenté la intensidad de mi paja, aunque quizás no tanto como se esperaba Sara, que al girarse me lo volvió a recriminar.

―Más, más fuerte, ¿eso es destrozártela para ti?
―Joder, Sara, aaaah…
―No me importa que te corras, de hecho, es lo que quiero…
―Pero…
―Me encantó la última vez cuando te corriste encima…, me puso muy cachonda ―susurró comenzando a bajarse el tanguita.

Me pareció muy erótico ese gesto, cuando coló los dedos por el lateral y los deslizó por sus largas piernas. Meneó las caderas de lado a lado con mucha sensualidad y el tanguita abandonó su posición hasta que se posó entre sus tobillos y Sara se quedó completamente desnuda.

Su culo lucía poderoso y potente y yo aceleré el pajote que me estaba haciendo. Todavía me puse más caliente cuando Sara se inclinó hacia abajo y abrió las piernas, mostrándome el coño desde atrás. Sus labios vaginales tenían un brillo especial y me excitó comprobar que Sara también estaba muy cachonda.

La muy cabrona se pasó un par de dedos por el coño y después se los metió hasta el fondo. Se le escapó un gemido que todavía me puso más cerdo, y cuando se los sacó, tiró de su glúteo derecho hacia fuera mostrándome su pequeño ano, que se encontraba escondido entre su carnoso culo.

―¡Joder, Sara! ―jadeé sin dejar de pajearme.

Ya me daba igual correrme, porque era lo que pretendía Sara; así que solo me preocupé de disfrutar del momento y deleitarme ante el espectáculo que me estaba brindando. Ella seguía con la mano tirando de su cachete y me fijé en la humedad de sus dedos, que se restregaba ansiosa por la firme piel de su trasero.

Daban ganas de incorporarse, poner las manos en su culo y meter la cara entre sus posaderas. En ese momento me acordé de Javier, cuando en Bilbao no se había podido resistir en lamer aquel ojete que ahora se me ofrecía abierto.

En cuanto ella apartó la mano, sus glúteos volvieron a su lugar original. Sara se giró y se quedó frente a mí.

―Eso es, muy bien, vamos, dale más, más fuerte… ―insistió.

Ya me pajeaba todo lo rápido que podía. Sara dio un paso, elevó la pierna y la apoyó en el sofá. Tenía su depilado coño delante de mi cara y estiré el brazo para tocar su firme vientre, deteniendo unos segundos mi masturbación.

―No pares…, ¡córrete!, mmmmmm…, ¿esto es lo que querías?, ¿verme desnuda? ―Y abrió más la pierna levantada para pasarse un par de dedos por el clítoris, que ya se veía erecto y sensible.

De repente me llegó el olor de su coño y aquello ya fue demasiado para mí, y cuando Sara comenzó a masturbarse a treinta centímetros de mi cara, estiré el brazo libre y lo pasé por detrás para acariciar su culo. Escuchaba el chapoteo de sus dedos jugando dentro de ella y Sara me ordenó en una especie de gemido.

―Aaaah, córrete, échatelo todo por encima, Pablo…, quiero verlo…, aaaah…

Tensé las caderas liberando mi orgasmo mientras, ahora sí, me destrozaba la polla como quería Sara. Me sorprendió otra vez la potencia de mis chorros, que salieron descontrolados y me impactaron en el cuello, que recibió cinco o seis lefazos consecutivos, animado por Sara, que no paraba de gritar «Córrete, córrete», hasta que terminé de vaciarme sobre mi estómago.

―Mmmmm, me encanta que hagas lo que te pido, uf, estabas muy excitado… ―ronroneó Sara bajando la pierna y dándome un beso en los labios.

Sin que me lo esperara me agarró la polla y le pegó un par de sacudidas a la vez que me metía la lengua en la boca.

―Límpiate y vamos a la cama…, ahora tienes que follarme…
―Sara…
―Sí, ya sé lo que vas a decir…, que te vuelvo loco, ¿verdad?
―Ni te lo imaginas, esto jamás me había pasado, lo de correrme y seguir así ―dije señalando mi erección―. Es que ese cuerpo que tienes… Creo que no podré acostumbrarme nunca a verte desnuda, me excitas demasiado…
―Venga, vamos. ―Y tiró de mi mano para que me levantara del sofá.
―Cómo te has puesto, me pone mucho cuando te lo echas encima, como ahora o el otro día…, me hubiera dado morbo que te corrieras en la cara otra vez…

Fuimos agarrados de la mano, me metí en el baño y dejé a Sara que continuara ella sola, moviendo su culo por el pasillo hasta que llegó a mi habitación. Cuando me limpié el semen que bañaba mi cuerpo, Sara ya me estaba esperando en la cama.

Había dejado caer la colcha al suelo y estaba tumbada bocarriba con las piernas abiertas, ofreciéndome su exquisito coño.

―Acércate ―me pidió―. ¿Cómo era eso que dijiste el otro día?, lo de verme desnuda, comerme, follarme sin parar toda la noche, ducharte conmigo…, era así, ¿no?…, creo que ahora te toca lo de comerme…

Me subí a la cama gateando hasta sus piernas. No dije nada, solo me tumbé y pasé las manos por sus muslos. Me quedé unos segundos mirando su coño e incluso pasé la nariz por su agujerito, intentando que me llegara el olor a sexo que emanaba.

Sara me esperaba ansiosa, con la espalda apoyada en la cama y sin mirarme, pero acariciándose los pechos, cuyos pezones apuntaban directos hacia el techo. No se lo hice desear más y en cuanto apoyé la lengua en su coño ella se crispó y elevó las caderas.

―Aaaaah, joder, estoy muy sensible…

Se lo abrí con las manos e hice círculos con mi lengua antes de metérsela. Comencé a soltarle lametazos a la vez que intentaba follármela y Sara pareció enloquecer, subiendo y bajando su culo, que golpeaba contra la cama en cada recorrido. Me puso las manos en el pelo y me aplastó contra su cuerpo, restregándome el coño por la boca.

―¡Aaaah, aaaaah!, ¡qué bueno! ―jadeó sin dejar de apretarse los pechos.

No había que ser muy listo para darse cuenta de que a Sara le encantaba llevar la iniciativa en la cama. Le gustaba mandar, darme órdenes, que se hiciera lo que ella quería y someterme a su completa voluntad.

Dejé que ella se frotara contra mí, saqué la lengua a lo largo de toda su rajita, hasta que Sara levantó tanto la cadera que sin querer llegué a rozar su ano.

―¡Aaaaah, aaaaaah, sí, sí! ―Y esta vez fue ella la que buscó que mi lengua quedara a la altura de su culito.

Yo jamás se lo había comido a Natalia, era algo que no le gustaba y el sexo anal nunca había entrado entre nuestras prácticas sexuales; por eso me aparté pensando que le iba a molestar a Sara, pero volvió a agarrarme por el pelo y guio mi boca hasta su ojete.

―Sigue, sigueeee, cómemelo…, mmmmm, eso, eso…, cómemelo ―me repitió para que no quedara ninguna duda.

Y ahí estaba yo, tumbado en mi cama, lamiendo el culo de aquella jovencita de veinticinco años que se movía como una puta serpiente en círculos sobre mi cara.

―¡¡Aaaaaah, qué rico, Pablo, qué rico!!, me encanta…, me encanta… ―dijo girándose de medio lado e incrustándome la cabeza entre sus glúteos.

Hice verdaderos esfuerzos por tratar de penetrar su apretado culo con la lengua, e incluso creo que llegué a conseguirlo varias veces, y cuando ya le estaba cogiendo el tranquillo, Sara se volvió a tumbar bocarriba y se abrió el coño.

―Méteme la puta lengua y los dedos…, aaaah, aaaah, fóllame con los dedos…, uffff, estoy a punto de correrme…

Aquellas palabras hicieron que se me pusiera más dura, desde que me había corrido todavía no se me había bajado y en ese momento lo que más me apetecía del mundo era tumbarme sobre ella y clavarle mi polla.

Pero Sara quería otra cosa.

Le metí dos dedos de golpe, que entraron demasiado fácil, y luego busqué su clítoris con la boca y lo succioné en cuanto apareció delante de mí.

―Aaaaah, cabrón, aaaaah, qué bueno, joder…

Sara estaba a punto de correrse y de repente vi cómo colaba un dedo por debajo de su cuerpo y se lo metió por el culo. Yo seguí lamiendo su botoncito, follándomela y contemplando alucinado el dedo de Sara entrando y saliendo de su ano.

Sin dejar de jugar con su clítoris, los gemidos de Sara se transformaron en gritos de placer y tensó las caderas para correrse en mi cara, aplastándome contra su cuerpo.

―¡¡AAAAH, AAAAAH, AAAAAH, ME CORRO, JODER, SÍÍÍÍÍÍ, SÍÍÍÍÍÍ!!

Esa fue la primera vez que hice llegar a Sara al orgasmo. Me sentí orgulloso por el trabajo que había hecho, y con un beso en el coño abandoné su clítoris antes de pasar mi lengua por la cara interna de sus muslos.

El dedo de Sara salió de su culo cuando se dejó caer en la cama y la muy cabrona me lo metió en la boca, haciendo que se lo lamiera. Miré hacia arriba y ella sonreía satisfecha, con una cara de puta viciosa que me hizo comprender que esa tarde no la iba a olvidar en la vida.

Jugaba con su dedo, pasándomelo por los labios y otra vez me lo volvió a introducir en la boca, los dos sabíamos dónde lo había tenido metido, lo que hacía que aquello fuera más sucio y depravado. Y Sara no dejaba de mirarme y de someterme a su antojo.

Hacía de mí lo que quería.

Su respiración ahogada era prácticamente un gemido y sin tiempo que perder me lanzó un condón que tenía a su lado.

―Ponte eso y fóllame ―dijo sin titubeos.

Me quedé de rodillas entre sus piernas y me mordí los labios sabiendo que en unos segundos mi polla iba a estar dentro de aquel coño, que Sara me ofrecía abierto, mojado y palpitante.

Recubierto de látex me dejé caer sobre ella y casi sin sujetármela encontré su entrada, que acogió gustosa mi polla. A Sara se le escapó un gemido cuando la penetré y bajó las dos manos para ponerlas sobre mi culo.

―¡Quiero que me folles… fuerte! ―me ordenó.

Y comencé a embestirla, pero Sara no se quedaba quieta y movía su cuerpo, acompasando sus caderas con las mías y saliendo a recibir cada pollazo que le daba.

―¡Más, más fuerte, mááááás…
―Joder, Sara, no te muevas tanto ―le pedí.

Así era imposible que pudiera llevar el control, era como si ella me follara a mí y eso que yo estaba encima. El sexo con Sara era muy salvaje y busqué su cuello para comérselo mientras le estrujaba las dos tetas con las manos. Y sin que me lo esperara noté una de sus uñas jugando con mi culo.

Seguí embistiendo y por los gemidos parecía que le estaba gustando mi manera de follar. Sentí su dedo corazón haciendo círculos en mi ano. No sabía qué era lo que pretendía Sara, ¿es que iba a meterme un dedo por el culo sin tan siquiera pedirme permiso?

En veinte años con Natalia jamás se le había ocurrido hacerme eso y yo tampoco se lo hubiera permitido.

Pero Sara no era mi ex y sentí cómo se fue abriendo paso en mi culo, proporcionándome un placer desconocido, antes de que pudiera protestar.

―¡Fóllame, fóllame! ―gritó Sara sin dejar de lanzar sus caderas contra mí.

Cuando me quise dar cuenta, ya me lo había incrustado hasta el fondo de mi ano. No sé qué cojones hizo con el dedo, pero comenzó a moverlo, y rozó algo en mi interior que disparó mi orgasmo casi de inmediato.

Tensé el culo, atrapando la mano de Sara entre mis glúteos y dejé de follármela intentando retrasar lo inevitable. Ahora fue Sara la que se incorporó y buscó el lóbulo de mi oreja para soltarme un mordisquito a la vez que me decía:

―No te preocupes, córrete dentro…, aaaaah…, aaaaah…, les pasa a todos…

Mi semen salió como un misil, dejé de luchar y caí sobre el cuerpo de Sara, que no paró de menear sus caderas contra mí, follándome con el dedo, mientras me corría en su interior en un polvazo de apenas tres minutos.

Nos quedamos unos segundos abrazados, desnudos, sudando, satisfechos, con una sonrisa en la boca de oreja a oreja. Sara me sacó el dedo del culo y me dio unas palmaditas en las nalgas como si fuera un niño pequeño.

―Muy bien, ha estado muy bien… ―suspiró antes de que sacara mi polla de su interior.

Me quedé de medio lado, mirando su cuerpo, y Sara se giró hacia mí, en una imagen muy tierna. Sin decir nada comenzamos a besarnos, yo no podía dejar de magrear su cuerpo, y a pesar de que mi polla pedía un descanso, mi cabeza quería volver a follar con ella una y otra vez.

Aquella diosa me excitaba demasiado. Sara era una tentación creada por el mismísimo diablo, que había cincelado cada curva de su voluptuoso cuerpo en sus noches más oscuras y prohibidas.

Por suerte fue ella la que me dio un respiro, y después de comerme la boca se levantó para meterse al baño. Eso sí, antes me advirtió:

―Todavía no he terminado contigo…

Yo me quedé mirando su culo desnudo con la boca abierta y después aproveché para quitarme el preservativo y levantarme a beber un poco de agua. Necesitaba hidratarme para lo que faltaba. En ese momento la habitación ya apestaba a sexo y al regresar con dos vasos comprobé que la sábana revuelta ya tenía un par de manchas de humedad.

No tardó en salir del baño y se subió a la cama para venir gateando hasta mí, que la esperaba medio recostado.

Me arrebató el vaso de agua de las manos y se lo terminó, bebiéndoselo de manera vulgar y dejando que se le derramara por la comisura de los labios. Luego cogió el que había traído para ella, que estaba más lleno, e hizo lo mismo, pero todavía más exagerado, bebiendo de manera atropellada y dejando que el agua se le escurriera entre los pechos.

¡Creo que se me volvió a poner dura viendo esa imagen!

Pero Sara quería dejarme descansar un ratito más y se recostó a mi lado. Me encantaron esos minutos en los que apenas hablamos, sin dejar de tocarnos y besarnos. Sara bajó la mano y comenzó a acariciarme la polla con dos deditos.

―Me encanta la facilidad con la que te excitas… ―dijo Sara al ver que en apenas unos segundos ya la tenía dura otra vez.
―No me había pasado nunca…, eres tú la que provoca ese efecto en mí…
―Quiero que me vuelvas a follar. ―Se giró hacia la mesilla y cogió un condón que había dejado listo.

Fue ella misma la que lo sacó y sin dejar de besarme me lo puso muy despacio, desenrollándolo sobre mi polla. Me hizo tumbarme bocarriba, se subió encima y me la agarró para situarla a la entrada de su coño.

Y otra vez esa maravillosa sensación de sentir cómo penetraba aquel coñito depilado. Puse las manos en la cintura de Sara y dejé que me follara, que lo hiciera a su ritmo, que meneara su culazo sobre mis piernas y que me aplastara los huevos con sus glúteos cada vez que se dejaba caer. Yo no podía dejar de mirar la cara de placer que ponía, las gotas de sudor perlando su frente, su pelo moviéndose, esas tetas desbocadas al ritmo de su cabalgada.

¡Menuda follada! ¡Sara me estaba partiendo en dos!

Puso la mano en mi cuello, estrangulándome y yo le pedí un poco de aire, pero Sara no solo no aflojó, sino que apretó con más fuerza, impidiéndome respirar unos segundos. No sé si llegué a perder el sentido, de repente hacía mucho calor y solo escuchaba los gemidos de Sara y sus glúteos golpeando contra mis piernas cada vez que se dejaba caer.

Cuando por fin me liberó el cuello, sentí que mi polla se había hinchado todavía más. Sara sonrió satisfecha y me metió un par de dedos en la boca para que los lamiera. No me había recuperado del todo y me costaba respirar con sus dos dedos rozando mi garganta, pero me volvía loco esa manera tan salvaje que tenía Sara de follarme.

Tiró con los dedos de mi mandíbula hacia abajo y tuve que abrirla, momento que aprovechó Sara para inclinarse sobre mí y dejar caer un escupitajo de saliva, que entró directo hasta mi garganta. Luego me cerró la boca, haciendo presión en mi barbilla y me cogió las manos para que las pusiera sobre sus tetas.

―¡Trágatelo, mmmmmm!, y ahora, apriétamelas duro, eso es, hazme daño, aaaaah…

Yo se las estrujé un poco, pero tampoco quería pasarme. El culo de Sara ya se movía descontrolado sobre mí y me estaba llevando al séptimo cielo.

―Más, joder, más fuerte, pellízcame los pezones, mmmmm, aaaahggg, aaaaahgg…

Pero a mí ese sexo tan duro no es que no me gustara, es que no sabía cómo hacerlo y Sara volvió a subir la mano para estrangularme otra vez el cuello, incrementando todavía más la velocidad de su follada.

Me dio miedo la cara de zorra que puso, pero sabía que ya no me iba a soltar hasta que uno de los dos se corriera. Intenté apartar sus manos, y Sara me golpeó en la mejilla, soltándome una cachetada para que me estuviera quieto.

El final fue una locura y al borde de la asfixia nos corrimos prácticamente a la vez. Solo me liberó el cuello cuando comprobó que ya estaba eyaculando dentro de ella y Sara se inclinó hacia atrás para acariciarse el clítoris y aumentar el placer de su clímax.

Terminé al borde de un puto infarto, menos mal que estaba en forma o hubiera reventado en ese instante. Sara se dejó caer a mi lado también con la respiración acelerada y me pasó la mano por el pecho. Tenía que estar muy en forma para cabalgarme con esa intensidad durante casi media hora.

¡No me habían follado así en la puta vida!

―Joder, Sara, me vas a matar…
―¿No querías follarme toda la noche?…, solo lo hemos hecho dos veces…
―Podría follarte una semana entera.
―¿Te parece bien si nos pegamos una ducha?, creo que sería una buena despedida.
―Me encantaría…

Cuando recuperamos las pulsaciones y dejamos de sudar, nos metimos en la ducha juntos, y yo creo que eso todavía fue mejor que follar. Abrazar el cuerpo desnudo de Sara, magrear sus tetas y sobar su culazo mientras nos comíamos la boca, enjabonar su pelo y su espalda y terminar metiendo un par de dedos por su coño para dejárselo bien limpito.

Ni que decir tiene que mi polla se volvió a poner dura y cuando le tocó el turno a Sara me devolvió el favor, poniéndose detrás de mí y pasando el brazo hacia delante para agarrármela y hacerme una paja bajo el agua caliente que caía sobre nuestras cabezas.

Otra vez volvió a meterme un dedo por el culo, que entró con mucha suavidad gracias al gel, y me masturbó muy despacio sin dejar de penetrarme. No llegué al orgasmo porque Sara no quiso y cinco minutos más tarde detuvo su paja.

―Quiero dejarte así, para que tengas ganas de mí otro día… ―me susurró al oído antes de aclararme el pelo.

Salimos de la ducha sin poder dejar de besarnos y manosearnos. Yo me la hubiera vuelto a follar de nuevo, sin ninguna duda, y me quedé sentado en la cama, con la polla en la mano, mirando cómo Sara se vestía delante de mí.

―¿Cuándo vamos a volver a vernos? ―le pregunté antes de que se fuera de mi casa.
―Este finde lo tengo mal, celebramos el cumpleaños de uno de mis amigos…, aunque, pensándolo bien, ¿por qué no te vienes?, así los conoces…, creo que te lo vas a pasar muy bien.
―¿Yo con tus amigos?, no creo que pueda seguir vuestro ritmo…
―Hoy lo has aguantado muy bien… ―dijo inclinándose sobre mí para darme un beso en la boca―. Puedes venir sin problema, vamos a ir a cenar a La tercera estación y luego tomaremos una copa…
―No sé, si a ti te parece bien…
―Pues claro, la semana que viene lo vamos a tener un poco mal para vernos…, ya tienes a las niñas…
―Vale, entonces, me apunto a cenar con tus amigos…
―¡Guay!, el sábado te mando un whatsapp y te digo sitio y hora.
―Si quieres, te paso a buscar y vamos juntos…
―Perfecto, bueno, Pablo, tengo que irme…, mañana hay que currar… ¿Vas a correrte? ―me preguntó mirando mi mano, que no dejaba de sacudírmela.
―Espera, que te llevo a casa…
―No pasa nada, puedo ir en metro.
―No me importa.
―Si insistes, no te voy a decir que no, si es que estás en todo, eres un amor… Guárdate esta, anda… ―susurró cogiéndome la polla y pegándome un par de sacudidas.

Un rato más tarde regresé a casa sabiendo que aquella tarde iba a suponer un punto de inflexión en nuestra relación. No solo habíamos estado follando durante más de dos horas, es que Sara me había invitado a salir el finde con ella para que conociera a sus amigos.

Era un paso muy importante.

Cené algo rápido y me metí en la cama antes de las diez. Me sentía como si estuviera en una nube. Estaba muy cansado, pero feliz, y me quedé dormido en menos de un minuto.

Ahora sí, parecía que lo mío con Sara comenzaba a despegar…
Hola, buenas noches.

Sobre lo que pasará o no, no lo sé, pero sobre lo que ha pasado, muy buen capítulo.

Saludos y gracias.

Hotam
 
Imagino que al igual que otros, estoy deseando el siguiente capítulo para saber que pasa con nuestro amigo y Sara.

Gran escritor David.
 
Me parece extraño qué su jefe no le haya contado nada, porque estoy casi seguro que volvió a follar con Sara.
Estoy totalmente contigo. Sip...soy del mismo parecer y aquí vendrá lo bueno!!!.....what happen!!!
 
Capítulo 22



Al día siguiente quedé con Daniel para salir a correr. Aunque estaba reventado, después de la intensa tarde de sexo que había pasado con Sara, me vino fenomenal trotar durante una hora por el parque. Terminamos haciendo unos estiramientos y de repente mi colega me preguntó por mi encuentro con ella.

―Espero que el plantón de ayer mereciera la pena…, te puse falta, eh…, es broma, ¿qué tal con la jovencita de las tetas perfectas?
―Bien, ayer muy bien.
―Mmmmmm, eso es que follaste como un campeón…
―Sí, la verdad es que sí, fue una tarde… intensa.
―Muy bien, Pablo. Esos son los días que molan, cuando no está planeado y surge…
―Siento no haber quedado contigo, pero…
―Joder, tío, no tienes que darme explicaciones.
―Tú seguro que no me hubieras dejado por una tía…
―Hace meses no, pero ahora que ya estás de puta madre ni lo dudes, si me llama una para follar por la tarde, te tocará salir a correr solo…
―¡Qué cabrón!
―Y si está tan buena como la tuya, ni me lo pienso, vamos, es que no hay color…, ja, ja, ja.
―Ja, ja, ja, no cambias.
―Ya hice bastante el tonto con mi ex, ahora cada vez que se me ponga una a tiro no lo pienso desperdiciar…
―Joder, hablas como si no estuvieras con Isabel.
―Es lo que hay… Y, entonces, ¿tú que tal con…?
―Sara.
―Eso, Sara, que no me acordaba, ¿qué tal con ella?, ¿hay avances?
―No lo sé, me tiene bastante desconcertado, mira, este finde, sin ir más lejos, me ha pedido que le acompañe a una cena con sus amigos.
―Mmmmmm, eso es muy buena señal…
―¿Tú crees?, eso pienso yo también…
―Hombre, Pablo, que te incluya en su círculo más cercano es un avance importante.
―Ya, lo que pasa es que luego puedo estar días sin saber nada de ella, por ejemplo, cuando me toca a las niñas, esa semana apenas hablamos una vez por teléfono o nos mandamos un mensaje.
―Claro, puede que no lo hayas pensado, pero es que tienes una doble vida… y quizás Sara no encaja en las dos…
―Es solo una, la mía, la de Pablo…

Ese comentario de Daniel me hizo reflexionar unos segundos. Es verdad que tenía una doble vida y, además, muy marcada. Una semana era padre y me tenía que dedicar a mis dos hijas por completo, tenerlas en casa, llevarlas al colegio, ayudarlas con los deberes, salir a los centros comerciales con ellas… y cuando no me tocaba la custodia era un hombre soltero que hacía deporte todas las tardes y que estaba empezando una relación con Sara.

Debía hacer lo posible por armonizar esas dos caras tan pronunciadas y Sara era lo que necesitaba para conseguirlo. Con ella a mi lado no sería tan marcada esa diferencia entre una semana y otra, aunque lo difícil era seguir avanzando en nuestra relación, pues Sara parecía muy cómoda tal y como estábamos.

―¿Tú qué crees que debería hacer con Sara? ―le pregunté a mi amigo.
―¿Qué debes hacer…?, no entiendo la pregunta…
―Sí, pues eso, me gustaría que la cosa fuera más en serio y que no nos viéramos solo una vez cada dos semanas para echar un polvo…
―Creo que no soy la persona más idónea para responderte a eso, joder, Pablo, para mí tienes la relación perfecta. Nada de compromiso, haces lo que te da la gana sin dar explicaciones a nadie y luego tienes para follar de vez en cuando a una de veinticinco que, por cierto, está buenísima, ¿qué más quieres?
―Visto así…
―¿Para qué te vas a meter en un jardín con esa chica?, yo creo que lo estás haciendo muy bien, poco a poco…, y si en un futuro surge algo más, pues adelante, pero no tengas prisa…, el tiempo pone a cada uno en su sitio…
―Es que me gusta mucho, no lo puedo evitar…
―¡Ay, Pablo!, no vas a cambiar en la vida… Yo seguiría igual que como estás ahora, pero en tu caso…, si quieres averiguar hasta dónde está dispuesta a llegar ella, creo que deberías involucrarla un poco más en tu vida… y ver cómo reacciona…
―¿Y cómo hago eso?
―Pues igual que va a hacer ella contigo este finde, preséntale a tus hijas, a tus amigos, tráela un día a cenar a casa con Isabel y conmigo, así la conocemos…, puedes invitarla a hacer un viaje juntos…, no sé, cosas así…
―Puede que tengas razón…, lo tendré muy en cuenta…

Por la noche le estuve dando vueltas a lo que me había dicho Daniel. Puede que todavía fuera pronto, pero yo no quería seguir como hasta ahora con Sara, necesitaba avanzar más, y sí, quizás había llegado el momento de meter a Sara en mi vida poco a poco; primero presentándola a mi mejor amigo e Isabel y luego haciendo que por fin conociera a mis hijas.

Pero antes estaba la cena con su grupo de amigos y el sábado pasé a recoger a Sara por su casa sobre las ocho de la tarde. Se subió al coche con un espectacular vestido juvenil verde que no le podía quedar más ceñido. La falda era corta, cortísima, los tirantes finos y lucía un escotazo exagerado.

Lo de ir sin sujetador lo veía demasiado provocador, pero estaba claro que a Sara le gustaba ir así y podía hacerlo tranquilamente mientras sus tetas todavía estuvieran tan duras, firmes y en su sitio.

Me saludó con un pico en los labios y me indicó la terraza donde habían quedado para tomar algo antes de la cena. Durante el trayecto estuvimos hablando de cosas del trabajo y Sara me pilló varias veces mirando sus muslos, pero es que no lo podía evitar, al cruzar las piernas se le subía tanto la tela del vestido que casi le podía ver hasta su tanguita.

A la muy cabrona le encantaba provocarme, disfrutaba con ello, y sonreía al sorprenderme con la mirada en sus muslos.

El poder para excitarme que tenía Sara no era ni medio normal y cuando llegamos a la terraza, me bajé del coche con una buena erección. Era imposible ver a semejante mujer con ese vestido y no empalmarse.

Al aproximarnos a la terraza ella se adelantó unos metros, sin duda alguna para que me deleitara con el movimiento de sus glúteos al caminar. Sara no estaba dispuesta a que la ropa interior se le marcara por debajo de la tela y seguro que llevaba un tanguita metido entre sus nalgas, para que ese culo redondo y carnoso se meneara con sensualidad a casa paso que daba.

Llegamos de los primeros y Sara saludó a los integrantes de su pandilla con dos besos y después me presentó a mí como «un amigo» e hice lo mismo que ella. Eran tantos nombres, Alba, Álvaro, Lucía, Laura, Míriam, Héctor… que cuando terminé, ya no me acordaba ni de la mitad. Todavía llegaron otros ocho amigos, hasta que al final nos juntamos quince, contando conmigo. Ocho chicas y siete chicos. Al parecer era el cumpleaños de uno de ellos y lo iban a celebrar cenando en un restaurante.

Todos eran asquerosamente guapos, jóvenes y modernos, parecían sacados de un catálogo de ropa, pero ninguna rivalizaba en belleza con Sara. Ellos, bastante pijos, con camisas de manga larga arremangadas por fuera de los pantalones, y yo no desentonaba en ese aspecto, pues también me había decantado por una camisa de manga larga, aunque no tan veraniega como la de ellos.

Me pareció muy curioso que de los catorce del grupo solo hubiera dos parejas, el resto, a pesar de lo atractivos que eran, estaban solteros. Yo estaba un poco fuera de lugar con esos chicos, y no solo por la diferencia de edad, aunque reconozco que me trataron muy bien y no dejaron que me sintiera apartado en ningún momento.

Dos cañas después fuimos a cenar a un bar de tapas e hice buenas migas con un par de ellos. Sara sonrió satisfecha viendo que me había integrado muy bien con sus amigos, así no tenía que estar tan pendiente de mí todo el rato y terminó la velada con una enorme tarta y cantando todos el cumpleaños feliz.

Al salir de cenar volvimos a la terraza del principio, de la que se notaba que eran clientes habituales. Cuando terminamos allí, ya eran más de las tres de la mañana y cogimos unos taxis para ir a una de las salas de fiesta de moda de la capital.

A mí la noche ya se me estaba haciendo muy larga y cada vez tenía más ganas de llevarme a Sara a casa y echarle un buen polvo; pero ella se lo estaba pasando increíble con sus amigos y no tenía ninguna intención de irse todavía.

Una de las veces que estaba en la barra pidiendo una copa noté que alguien me abrazaba por detrás y al girarme vi que era Sara.

―¿Qué haces aquí tan solo?
―Pidiendo algo, ¿qué quieres tomar?
―Con un botellín de agua me conformo. Bueno…, ¿qué tal lo estás pasando?, ¿qué te parecen mis amigos?
―Pues me han caído muy bien, la verdad…, son muy majetes, aunque desentono bastante, ¡joder, si os saco a todos veinte años!
―¡Qué vas a desentonar!, estás muy bien para tener cuarenta y cinco, ya les gustaría a estos llegar a tu edad así…
―Muchas gracias… ¿Y vamos a estar mucho tiempo aquí? ―le pregunté a Sara a ver si se daba por aludida.
―¿Ya te quieres ir?, si acabamos de llegar…
―Me gustaría estar un rato contigo… a solas, ya me entiendes…

Y justo vino una amiga y se llevó a Sara a la pista de baile cuando comenzaba a sonar una canción de Ozuna, que, por cierto, no tenía ni puta idea de quién era hasta esa noche y me quedé unos segundos viendo a Sara y sus amigas cantar a voz en grito la canción mientras se agarraban todas en círculo.

Ni tan siquiera me di cuenta de que tenía a mi lado a una de las chicas del grupo, era una de las dos que tenían pareja.

―Tú eras… Lucía, ¿verdad?
―Sí, muy buena memoria, ¿qué tal lo estás pasando?
―Bien, aunque vosotros ya vais a otro ritmo…, cuando tengas mi edad, lo entenderás, pero me lo estoy pasando genial.
―Supongo que no debe ser nada fácil para ti, eres el nuevo y tal…, a mí me pasó lo mismo…
―¿Lo mismo?
―Yo soy del grupo desde hace más bien poquito, llevo saliendo con Héctor un año y medio, el resto se conocen desde el instituto, hace más de diez años…
―Ah…, oye, pues ya que sacas el tema te quería preguntar algo que me parece curioso, siendo así tantos y todos tan simpáticos y además guapetes, ¿por qué solo hay dos parejas?, ¿y el resto?
―Eso me llamó la atención a mí también, yo más o menos les he conocido pareja a todos durante este año y medio, pero no suelen durar mucho, de vez en cuando alguno se presenta con un nuevo novio o novia, o un amigo…
―Como yo hoy…
―Sí, aunque Sara ya nos había hablado de ti…
―¿Y entre ellos no ha habido rollos?

Entonces Lucía se tapó la boca y se le escapó una sonrisa.

―¿He dicho alguna tontería?
―No, no, perdona…, pues claro que ha habido rollos, y los sigue habiendo, todos los fines de semana…, de hecho, yo creo que ni ellos mismos sabrían adivinar con cuántos han estado el resto de amigos; por ejemplo, Héctor me ha dicho que se ha enrollado con cuatro del grupo… y yo creo que a todos les pasa igual.
―¿Tú novio ha estado con cuatro…?
―Sí…
―¿Y Sara está entre ellas?, es solo por curiosidad, no me va a molestar…
―Sí, Sara está entre las elegidas, aunque bueno…, tampoco me extraña, ¿quién no querría follar con una chica así?, todos van detrás de ella como habrás podido comprobar…
―Ya, ¿y hay alguno en particular con el que Sara se lleve especialmente bien?
―Eso creo que se lo deberías preguntar a ella, no me quiero meter donde…
―Dímelo, porfi, que no pasa nada…
―Si me quieres preguntar si hay algún chico con el que Sara se haya enrollado más que con el resto, te diría que Álvaro sin dudarlo, tienen una relación «especial», pero ya hace muchos años que no son pareja… Si has visto Friends, podría decirse que son como Ross y Rachel…, no pueden estar juntos ni separados…
―Gracias por ser tan sincera…
―¿Y Sara y tú os conocéis desde hace mucho?
―Estuvo haciendo las prácticas en la auditoría donde trabajo… y después hemos seguido manteniendo relación…
―Tienes que ser algo serio para que Sara haya querido que te conozcamos…, no suele traer muchos «amigos»…
―¿Os presentó a Abel también?
―Claro, con él estuvo bastante tiempo, ¿lo conoces?, salió muchas veces con nosotros…
―Sí…
―Se llevaba muy mal con Álvaro, incluso una vez llegaron a pelearse…, era un poco «sobradete», pero me caía bien…, aunque reconozco que tú me caes mejor…
―Gracias.
―¿Y esto de los rollos entre todos los del grupo sigue pasando?
―Uy, ya sé por dónde vas…
―No, no lo decía por Sara en concreto, era más que nada por curiosidad.
―Sí, claro, todos o casi todos los fines de semana algunos terminan…, bueno, ya sabes…, se acuestan juntos, y no pasa nada más, es solo sexo, al siguiente se pueden formar otras parejas perfectamente…, según les va apeteciendo…, sin ir más lejos el finde pasado fuimos a una casa de verano que tienen los padres de Álvaro, muchas veces terminamos allí… y él se lo hizo con Laura…
―¿Y sabes si Sara…?
―Tengo que irme ya…, me has caído muy bien, Pablo, espero verte con nosotros más a menudo…

Lo que me contaba Lucía me estaba dejando alucinado y estaba claro que había rehusado seguir contestando mis preguntas. Me quedé mirando cómo saltaban en la pista de baile al ritmo de la música y ahora ya los veía de manera distinta, sabiendo que era un grupo de amigos en los que prácticamente todos follaban con todos.

Álvaro era un poco el cabecilla entre los chicos, un niño de papá, se notaba su liderazgo, por así decirlo, era un tío guapete, sobre 1,80, moreno, con el pelo liso peinado a raya y siempre estaba rodeado de chicas. Un auténtico ligoncete con pasta.

Al verme solo, Sara se acercó a mí sin dejar de bailar.

―No te quedes aquí…, ven con nosotros.
―No, tranquila, estoy bien.
―Te he visto antes hablando muy entretenido con Lucía…
―Sí, me ha contado algunas cosas interesantes…
―¿Ah, sí?, ¿por ejemplo?
―No sé, pues, por ejemplo, que sois un grupo de amigos muy especial, unos millennials al más puro estilo Melrose place…
―¿Melrose place?, ¿qué es eso?
―Nada, una serie que daban en la tele cuando no habíais nacido ninguno de vosotros… También me ha contado lo tuyo con Álvaro…
―¿Lo mío con Álvaro?, ja, ja, ja, ya hace años que no salimos juntos…
―Y que tuviste un rollo con su novio…
―¿Con Héctor?
―Sí…
―También fue hace siglos, mira, somos amigos desde el instituto, algunos nos conocimos con trece años; así que imagínate, es normal que hayamos tenido líos entre nosotros…
―Y los seguís teniendo…
―Cuando estamos solteros y no tenemos compromiso, ¿por qué no?
―Me ha dicho que el finde pasado Laura y Álvaro follaron, por ejemplo…
―Pues sí que te ha contado cosas…, pero ya te digo que es normal…
―Me ha dicho que Álvaro y Abel se pelearon.
―Sí, se llevaban mal, aunque no es lo que te estás pensando, no se soportaban, pero no tuvo nada que ver conmigo…
―¿Y puedo saber con cuántos más del grupo has estado?
―Ja, ja, ja, ¿en serio quieres saberlo?, no estarás celoso…
―No, solo es que…
―Anda, no pienses en eso, ya te he dicho que nos conocemos desde que éramos unos críos, prácticamente todos hemos estado con todos, si es lo que quieres saber… Y ahora deja esa copa y ven a bailar conmigo…

Sara tenía un gran poder de persuasión y casi me arrastró hasta la pista de baile para agarrarse a mi cuello y comenzar a contonearse al ritmo de una bachata que estaba sonando. Puse las manos en su cintura y dejé que me llevara, mientras ella se acercaba peligrosamente a mi cuerpo. Se giró y me pasó el culo por el paquete con mucha sensualidad, en un roce casi imperceptible, pero que hizo que me empalmara de inmediato.

Cuando volvió a darse la vuelta y metió las piernas entre las mías, ya me tenía en sus manos y varios de sus amigos comenzaron a jalearnos viéndonos bailar. A mí me daba igual que unos jovencitos nos animaran, yo solo estaba pendiente del contacto contra su cuerpazo y al mirar hacia abajo me encontré con las tetazas de Sara pegadas a mi pecho.

Sentí el peso de sus tetas rozando mi torso, me envalentoné y me acerqué más a ella, hasta que mi paquete se pegó a su vestido y Sara comprobó mi dureza, restregándose un par de veces y poniendo cara de calientapollas.

En ese momento me apeteció bajar la mano y ponerla en su culazo, pero quizás era un poco violento hacerlo delante de todos sus amigos y acerqué despacio mi cara a la suya hasta que nuestros labios se quedaron casi pegados. Sara no dejaba de bailar y nos miramos fijamente, ella me provocaba con sus ojos y sus perfectos labios me llamaban a gritos.

Al intentar besarla Sara me retiró la boca, haciéndome una cobra que provocó la algarabía entre sus amigos. Me quedé unos segundos descolocado, sin saber qué hacer, pero Sara seguía bailando con sus piernas enganchadas a las mías y dando golpecitos con su cuerpo contra mi polla, haciendo que tuviera una empalmada brutal.

Avergonzado y excitado a partes iguales insistí otra vez y al segundo rechazo de Sara las risas entre sus colegas se hicieron más evidentes. Sara me estaba humillando delante de aquellos niñatos y enfurecido y queriendo demostrar que conmigo no se jugaba, le solté un pequeño azote en el culo mientras bailábamos, lo que provocó que sus colegas me vitorearan, y luego dejé la mano allí, sobando su trasero por encima del vestido, y aunque Sara me dejó hacer cuatro o cinco segundos con una sonrisa de diablilla, enseguida me retiró la mano para que la volviera a colocar en su cintura.

No dejó de frotarse contra mí e incluso se dio varias veces la vuelta para acariciarme con los glúteos por encima del paquete. Cuando terminó la canción y por fin nos soltamos, tenía una erección de campeonato.

Después sonó otra canción que yo no conocía y se pusieron todos a saltar como locos mientras gritaban con los brazos en alto. Me sentí un poco fuera de lugar cuando me cogieron entre varios para que bailara con ellos, yo no me sabía la letra, pero, aun así, los acompañé lo que pude.

Desde luego que los cabrones sabían cómo pasárselo bien. Cantaban todas las canciones, no dejaban de bailar entre ellos, incluso tenían alguna coreografía en conjunto, pero yo a las seis y media de la mañana ya no podía ni con mi alma.

No veía el momento de irme con Sara y follármela a lo bestia. Aquel vestidito verde me estaba poniendo muy cachondo y desde la barra me quedé mirando cómo bailaba y cada poco tenía que tirar de la falda hacia abajo porque al más mínimo movimiento se le veía parte de sus glúteos.

No aguantaba ni un minuto más, la música no me gustaba y por esa noche ya había escuchado suficiente reggaeton. Me acerqué a Sara y le dije que me quería ir a casa. Yo sinceramente pensé que ella se vendría conmigo, pero frunció el ceño y puso cara de tristeza como una niña pequeña y consentida.

―¿Ya?, pero si estamos en lo mejor…, no te vayas, Pablo…
―Es un poco tarde, sigue de fiesta con tus amigos y pásalo bien… ―dije intentando quedar bien.
―¿No te importa? ―me preguntó Sara, aunque por mi cara era más que evidente que me fastidiaba que no viniera conmigo.
―No, claro que no…
―Mañana te llamo y hablamos…
―Eh, vale…

Y me soltó un pequeño pico en los labios antes de volver con sus amigos y ponerse a bailar entre dos chicos mientras yo me iba despidiendo del resto del grupo.

No sabía calificar cómo había ido la noche, Sara me tenía muy confundido, me calentó bailando, luego me apartó la cara al intentar besarla, dejó que tocara su culo y me dio un pico delante de sus amigos…, pero, al final, nada. Se quedó con ellos y yo me fui de la fiesta de vacío.

Solo.

Con la imagen de Sara restregándose entre Álvaro y el que celebraba su cumpleaños, salí del local sin saber muy bien qué es lo que había pasado dentro. Caminé unos minutos cabizbajo, confundido, triste y derrotado, pero con una erección terrible bajo los pantalones. Me tocó esperar casi una hora para coger un taxi que me llevara a casa y al llegar no podía sacarme de la cabeza la última imagen de Sara bailando entre sus dos amigos.

Me hubiera gustado tenerla en mi cama, levantar su vestido de zorra y empalarla desde atrás para correrme en veinte segundos; pero allí estaba, medio borracho, de pie frente a la taza con la polla en la mano y un molesto pitido en los oídos que hacía que me retumbara la cabeza.

Con unas pocas sacudidas eyaculé pensando en Sara, que seguramente se lo estaría pasando de puta madre con sus amigos mientras yo tenía que hacerme una triste paja fantaseando con su cuerpazo.

La noche no terminó como me habría gustado, Sara me había presentado a sus amigos y me había permitido entrar en su círculo más cercano; pero aquel día la diferencia de edad se hizo muy palpable entre los dos y me acosté con la sensación de estar fuera de lugar.


Miré el reloj y eran las cuatro de la tarde cuando abrí los ojos. Había dormido nueve horas seguidas y me levanté como si me hubiera pasado un camión por encima. Resacoso, cansado y con mucha hambre.

Rápido me puse las pilas y, después de pegarme una ducha, comí lo primero que pillé en el frigo. Tenía que espabilarme, no me quedaba otra…, en un par de horas pasaría a recoger a las niñas por casa de mi ex y me tocaba desconectar de Sara y comenzar mi vida de padre ejemplar durante una semana…
 
Daniel le ha dado un buen consejo. Cómo follamiga más o menos, pero más allá mejor que no.
Es una calientapollas como ha demostrado está noche y seguro que ha tenido sexo con alguno de los amigos.
Tiene que verlo claro y poner distancia con Ella.
 
Pues si, es evidente que él busca otra cosa y tiene que tomar una decisión. O sigue con ella como follamigo cada 2 semanas (y eso), o corta toda relación que no va a ningún lado.

Al menos me gustaría que su ex esposa los vea juntos, para que de alguna manera se le quede en la cabeza que su ex consiguió a una mucho más guapa y tenga su pequeña venganza.
 
Pues si, es evidente que él busca otra cosa y tiene que tomar una decisión. O sigue con ella como follamigo cada 2 semanas (y eso), o corta toda relación que no va a ningún lado.

Al menos me gustaría que su ex esposa los vea juntos, para que de alguna manera se le quede en la cabeza que su ex consiguió a una mucho más guapa y tenga su pequeña venganza.
Pero el tipo por él que lo dejo era diez años mas joven que su ex... Seguro su ex al verlos juntos piensa que Pablo se la esta devolviendo😃
 
"Con la imagen de Sara restregándose entre Álvaro y el que celebraba su cumpleaños, salí del local sin saber muy bien qué es lo que había pasado dentro. Caminé unos minutos cabizbajo, confundido, triste y derrotado, pero con una erección terrible bajo los pantalones. Me tocó esperar casi una hora para coger un taxi que me llevara a casa y al llegar no podía sacarme de la cabeza la última imagen de Sara bailando entre sus dos amigos.
Me hubiera gustado tenerla en mi cama, levantar su vestido de zorra y empalarla desde atrás para correrme en veinte segundos; pero allí estaba, medio borracho, de pie frente a la taza con la polla en la mano y un molesto pitido en los oídos que hacía que me retumbara la cabeza.

Con unas pocas sacudidas eyaculé pensando en Sara, que seguramente se lo estaría pasando de puta madre con sus amigos mientras yo tenía que hacerme una triste paja fantaseando con su cuerpazo."


Sería muy injusto que toda su relación con Sara se resumiera a esto. :rolleyes:

En lo que a mujeres se refiere, la vida lo ha maltratado demasiado, y de seguir Sara actuando como hasta ahora, podría significar un verdadero "golpe de gracia" para Pablo.
 
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