La tentación de Sara

Perdona, ¿has dicho historia original???, muy interesante ¿sabes el título??
Supuestamente es así: "Viaje con una compañera de trabajo y era del autor Serrososh"

Pero es un relato corto, de 2 o 3 capítulos. Este es más extenso
 
Supuestamente es así: "Viaje con una compañera de trabajo y era del autor Serrososh"

Pero es un relato corto, de 2 o 3 capítulos. Este es más extenso
Muchísimas gracias, si lo miraré me intriga las diferentes alternativas.
 
Capítulo 15



Apenas me dio tiempo a disfrutar de su sonrisa, porque enseguida noté unas palmadas en la espalda.

―Llegas tarde, Pablito ―me dijo Javier que había entrado justo después de mí.

Nos acercamos juntos, le dimos dos besos a Sara y nos quedamos también a su lado, cerrando el círculo alrededor de ella. Quizás en esa posición que tenía sobre el taburete empezara a estar un poco incómoda, ya que todos teníamos que mirar inevitablemente sus muslos, pero, aun así, Sara no parecía muy intimidada por verse rodeada de siete hombres que bien podrían ser sus padres.

Ella no era tonta y sabía que sentada de esa manera se estaba luciendo delante de todos, pero dos cañas después Sara se encontraba en su salsa y no se amilanó en absoluto por las continuas miradas libidinosas de los cincuentones.

No tardamos en pasar a los jardines, en los que ya estaba preparada la mesa, era un sitio bastante exclusivo y caro y los encargados de organizar la cena, Luis y Chus, nos habían propuesto invitar a Sara entre todos, lo que nos pareció muy buena idea.

Mientras caminábamos por un pequeño paseo, Sara se rezagó un poquito para ponerse a mi altura.

―Tú te sientas a mi lado, Pablo, eh ―me advirtió y después se agarró a mi brazo de forma cariñosa.

Llegué como un pavo hinchado hasta la mesa, notando cómo los compañeros me miraban con cierta envidia; y luego me fijé en Javier, que afirmaba con la cabeza poniendo una sonrisa sarcástica que no me gustó nada.

Le pude leer las intenciones como si fuera un libro abierto. Había salido de casa decidido con volver a follarse a Sara; y esta vez yo tendría que presenciar al muy cabrón engatusándola y quién sabe si incluso humillando a «la niñata» delante de todos. Podía esperarme cualquier cosa de él. Por lo que me había contado, cuando comenzaba a putearla, ella perdía por completo el control y ya se dejaba hacer cualquier cosa.

La idea me aterraba y no creo que estuviera preparado para ver esa escena. Una cosa es que me lo contara y otra que lo hiciera delante de mis narices.

¡Sara no tenía ni idea de la que se le venía encima!

Con ese pensamiento en la cabeza y la mirada libidinosa de Javier en frente de nosotros durante toda la cena, apenas pude disfrutar de la comida, y cada copa de vino que vaciaba Sara a mi lado era como una puñalada en el estómago. Yo no era quién para decirle que no bebiera más, pero en el cuarto o quinto brindis que propusieron los compañeros era más que evidente que Sara comenzaba a estar más desinhibida de lo normal.

Y cuando ella se levantó al baño, se hizo palpable un murmullo entre los comensales, que clavaron la vista en el culazo de Sara.

Javier estaba extrañamente callado, y levantó la copa de vino en mi dirección sin dejar de mirarme. En ese instante, en el que Sara tenía a todos babeando, le hubiera gustado contar que él ya se la había follado dos veces. Lo podía notar. Se sentía el puto rey del mambo en esa mesa habiéndose acostado con aquella chiquilla que tenía al resto de auditores besando por donde ella pisaba; y quería hacerme a mí cómplice de su hazaña y volvía a afirmar con la cabeza como diciendo «si estos supieran lo que sabemos tú y yo».

No tardó Sara en regresar y un par de compañeros silbaron a su llegada mientras otros aplaudían. La noche se estaba empezando a descontrolar y aquello ya no me gustaba. Todavía tardamos otra hora en salir del restaurante y después del postre nos tomamos un chupito, invitación de la casa, y un copazo bien cargado.

Durante la cena apenas hablé con Sara, nada importante, cosas triviales, pero notaba que ella estaba a gusto con mi presencia y quería tenerme cerca. Había sido su protector durante las prácticas y lo iba a ser hasta el último día.

Y yo estaba encantado en mi papel.

Justo al lado del hotel había una gran sala de fiesta, que era de los mismos propietarios, así no teníamos que coger el coche y nos dieron unos vales para tomar todas las copas que quisiéramos. A Luis y Chus no se les escapaba detalle organizando este tipo de fiestas.

De camino a la sala Sara volvió a agarrarse a mi brazo y yo sentí un escalofrío cuando ella apoyó la cabeza en mi hombro.

―Hoy tenemos pendiente una copa… y una charla ―me dijo sin que nadie más nos escuchara.
―Claro…
―La última semana te comportaste como un capullo, aunque, bueno…, yo también tuve mi parte de culpa por lo de…
―Barcelona…
―Sí, luego lo hablamos…, no puedo irme así de la empresa después de seis meses, y menos después de lo bien que te has portado conmigo.
―Esta semana…

Estuve a punto de contarle que había elevado un informe recomendando su contratación, pero dos compañeros nos abordaron justo antes de entrar en la sala.

Menudo ambientazo había, otra vez volvimos a juntarnos con los de la boda y en cuanto pusimos un pie allí ya supimos que no nos íbamos a aburrir. Había una medio discoteca enorme, pero también tenían una terraza con barra exterior y zona de baile. Podíamos estar indistintamente en los dos sitios y con lo bueno que hacía pillamos una mesa para todos y nos quedamos sentados en la terraza, viendo cómo bailaban los de la boda.

Chus y Luis se acercaron hasta la barra y pedimos las primeras consumiciones, pero Sara no tardó en levantarse y me eligió a mí para el primer baile. Yo le dije que no, que aparte de que era muy patoso, me daba mucha vergüenza y al final desistió y sacó a otro compañero.

He escuchado muchas veces que al ver bailar a una persona puedes intuir más o menos cómo folla, y por los movimientos tan sensuales de Sara y sus contorsiones de pelvis, al más puro estilo Shakira, tenía que ser una puta máquina en la cama.

Nos quedamos agilipollados mirando a Sara menearse en la pista de baile, como si fuera una más de los invitados de la boda. Y después del primer compañero la siguió otro y luego otro más. No había ninguno que no quisiera bailar con Sara y poner las manos en sus caderas mientras ella se giraba y meneaba su culazo delante de las narices del afortunado.

Una de las veces que se levantó Javier a la barra le acompañé para pedir una copa. Ya cada uno iba a su ritmo bebiendo y varios se habían incorporado a la pista de baile para rodear a Sara, que ahora disfrutaba con cuatro compañeros a la vez.

―Está desatada hoy la niñata ―afirmó Javier apoyando el codo en la barra sin ninguna intención de irse de allí hasta que se terminara la copa que le acababan de servir.

Muchos en la empresa sabían de sus problemas con el alcohol, y aunque eso no había sido ningún impedimento para desarrollar su trabajo, se notaba que a Javier no le gustaba que lo vieran bebiendo en público, aunque todos lo estuviéramos haciendo.

―Sí, ya lo creo, se lo está pasando muy bien, es lo que tiene la juventud, que no se corta, además, Sara se lo puede permitir, ya me gustaría a mí bailar así…
―Cómo mueve el culo…, esta tía se lleva de calle al que quiera, pero se está pasando con el alcohol ―comentó Javier.
―En la cena ha bebido y tal, pero aquí ya no ha probado ni gota, mira, se ha pedido una Coca Cola…
―Mejor, no me ponen nada las tías borrachas ―comentó Javier―. Como beba un poco más, esta noche voy a pasar de tirármela… ―dijo con seguridad, como si esa decisión dependiera exclusivamente de él.
―¿Hoy también quieres acostarte con ella? ―murmuré acercándome a Javier aunque no había nadie de la empresa a nuestro alrededor.
―No me importaría, ¿has visto lo buena que está?, y, joder, vaya trapitos lleva, me cago en la puta, ¡si casi se le ven las tetas! Pero mi debilidad son las piernas y esta las tiene de diez, y, además, lo sabe, con esa falda abierta se le ve todo el muslo, en cuanto he entrado al restaurante y la he visto ahí sentada, ya me ha puesto muy cerdo…, ¡cómo se lucía la muy putita!, y está encantada de ser la reina del mambo…

No sé si fue el alcohol o el morbo ese malsano que se había apoderado de mí las últimas semanas, pero aquellas palabras de Javier hicieron que me empalmara. Fue inmediato. Escuchar cómo hablaba de Sara de esa manera tan despectiva me excitaba mucho; y como un imbécil le animé a que siguiera.

Tampoco había que insistirle para que se le soltara la lengua.

―Con un poco de suerte hoy te la follas por detrás…, eso lo tienes pendiente todavía…
―Ja, ja, ja, Pablito, parece que tienes tú más ganas que yo de que encule a la niñata, tranquilo, todo a su debido tiempo…
―¿Es que no te apetece?, tiene un culazo…
―A mí me lo vas a decir, te recuerdo que se lo he visto desnudo, ¡dos veces!, y, además, me la he follado a cuatro patas y de pie desde atrás, es lo mejor del mundo, el sonido de esta… ―dijo tocándose la panza a dos manos― rebotando contra ese pandero…
―Ja, ja, ja…, ya lo creo…

Y justo se acercó Sara hasta nosotros con un andar gracioso, al ritmo de la música y acompasando las caderas con la canción que estaba sonando.

―¿Qué hacen aquí tan solos mis chicos en mi despedida? ―preguntó pasándonos el brazo por el cuello a los dos―. Han bailado todos conmigo, menos vosotros, ya os vale…
―Yo soy nulo, te lo aseguro…, casi mejor que no lo haga o te voy a pisar unas cuantas veces…
―No será para tanto… ¿Y tú, Javier, no te animas?
―Yo estoy ya muy mayor para esta música, es que ni la entiendo ni me gusta ―dijo el jefe.
―Vaya dos sosos, aunque os voy a echar mucho de menos…
―Nosotros también, no te creas ―comentó Javier―, mira, sin ir más lejos, esta misma semana hemos redactado un informe sobre ti recomendando tu contratación ―apostilló con toda la cara del mundo, apuntándose el tanto.

¡Pero si lo había escrito yo y el muy cabrón se lo había dejado olvidado en la mesa! Ni tan siquiera lo había elevado a personal. El cinismo de Javier no tenía límites.

―¿En serio?, pues muchísimas gracias, os quiero. ―Y nos dio un beso a cada uno en la mejilla.
―Espero que te llamen… ―siguió Javier.
―Y yo, me encantaría volver, os he echado de menos hasta en la semana de vacaciones…
―No creo, tiene pinta de que te lo has pasado muy bien en la playa tomando el sol, has venido todavía más morena, estás muy guapa ―la piropeó el cabrón delante de mis narices justo cuando comenzaba a sonar «La bachata», de Manuel Turizo.
―Ooooh, por Dios, ¡¡me encanta esta canción!! ―exclamó Sara―, vamos, uno de los dos, a la pista conmigo, y no acepto un no por respuesta… ―Y nos hizo un gesto con el dedo para que la siguiéramos.

Era todo un pecado tener delante a una chica como Sara y aquella tentación fue superior a la vergüenza que me daba que los compañeros y ella vieran lo mal que bailaba. Con la polla dura y ese muslo asomando constantemente por la abertura de su falda inspiré profundo antes de hacer el ridículo; pero Javier fue más rápido, dejó su copa en la barra y estiró el brazo para agarrar la mano de Sara.

Me quedé con cara de gilipollas. Javier me había levantado a Sara delante de mis narices y se pusieron a tres metros de mí; por lo que encima tuve que ver cómo bailaban aquella bachata bien pegaditos.

Sara abrió las piernas y las colocó entre las de Javier de manera muy sensual, al más puro estilo «Lambada» de los años 90, y nuestro jefe puso la mano en su cintura desnuda, acompasando sus movimientos, y en aquel instante me sentí un estúpido.

Solo en la barra, sin poder dejar de mirarlos y con la polla tiesa.

Era hipnótico y adictivo contemplar la cadera de Sara tan peligrosamente cerca del cuerpo de Javier, incluso creo que alguna vez se llegaron a rozar y me imaginé que él también debía estar empalmado pegando su paquete contra el cuerpo de la de prácticas. Y terminando la canción, ella movió la cadera en círculos, delante y atrás, como si estuvieran follando y aquello hizo que mi erección se volviera más potente.

Me pareció humillante observar esa escena delante de mis narices, con la sonrisa de suficiencia de Javier, sabiendo que ya tenía a Sara justo donde quería. No me cabía ninguna duda de que iba a terminar la noche con ella en cualquier hotel de carretera de vuelta a Madrid.

Al finalizar la canción, que se me hizo eterna, luego vino otra de reggaeton, y no solo no se separaron, sino que continuaron bailando y Sara se giró para menear el culo delante de Javier, que agarró su cintura dejando que «la niñata» lo provocara como toda una calientapollas profesional.

Todavía se puso peor cuando se acercó Chus hasta la barra para pedir una copa.

―Bueno, bueno, pero ¿qué pasa aquí?, ¿os estáis montando vuestra fiesta particular?, compartid un poco, cabrones, que vosotros ya la habéis tenido seis meses trabajando a diario con vosotros, joder con Javier, se está poniendo las botas, hoy no está de mala hostia…, eeeeh, ja, ja, ja… ―bromeó nuestro compañero―. Ey, Pablito, hemos conocido a unas de la boda, estamos dentro, en la sala, ven y te las presento…
―¿Ah, sí?
―Sí, unas cuarentonas muy cachondas que quieren guerra, no veas qué marcha llevan…
―Eh, sí, vale, ahora voy, espera… ―dije resignado, viendo que Javier y Sara ya estaban a lo suyo y ella se había dado la vuelta otra vez y le pasaba los dos brazos por el cuello.

Parecían a punto de besarse.

Y yo ya no pude seguir mirando más. Estaba claro que la promesa de Sara de hablar conmigo y disculparse se iba a quedar en nada. Otra vez me había ninguneado y yo no tenía por qué soportar esos continuos desplantes que Sara me hacía. Si quería acostarse con Javier lo aceptaba, pero que me lo restregara en las putas narices…, por ahí sí que no iba a pasar.

Cuando entré en la sala de fiesta, mis compañeros estaban muy bien acompañados por seis chicas que tendrían entre cuarenta y muchos y cincuenta y pocos años. Me las fueron presentando una a una, pero no me apetecía nada estar con ellas, tenía la cabeza en otra parte y solo podía pensar en qué estarían haciendo Sara y Javier.

Tenía el impulso de salir otra vez a la terraza y espiarles, seguía excitado, enfadado, rabioso, cachondo. La imagen de Sara rodeando con los brazos su cuello, después de haber asistido en directo durante seis meses al machaque constante de Javier sobre ella, me había cerrado el estómago y a la vez me había golpeado una punzada de morbo que no lograba entender.

Una mujer de las de la boda me hablaba risueña, pero yo no escuchaba lo que me decía. Me daba absolutamente igual.

―Disculpa un momento ―le dije y sin poder aguantarme, salí decidido a rebajarme un poco más y ver qué es lo que estaba sucediendo entre Javier y Sara.

Pero antes de abandonar la sala me los encontré de frente, justo estaban entrando y venían juntos y me pareció que Javier no tenía muy buena cara. Sara sonrió al verme y me dio un abrazo.

―Eh, ¿dónde vas?, tenemos pendiente una copa… ―me dijo.
―Sí, claro, no, no iba a ningún sitio…
―Pues venga, vamos…, anda qué menuda fiesta tienen aquí montada…
―¿Te importa si la tomamos fuera?, la música no está tan alta y así estamos más tranquilos ―le pedí a Sara.
―Sí, casi mejor, bueno, Javier, tenía una copa pendiente con Pablo, ahora nos vemos. ―Y Sara lo despachó con toda la naturalidad del mundo.

Me dio la mano y salimos juntos de la sala. Era desconcertante la efusividad de Sara, pero me encantaba ese comportamiento tan espontáneo y juvenil. Era cien veces más echada para delante que yo.

Volvimos al mismo sitio donde la había dejado con Javier, a la barra de la terracita exterior, y después de pedir las copas Sara me sorprendió y me pidió que la acompañara a otro lugar. Se agarró a mi brazo y caminamos despacio, disfrutando de la agradable noche y nos perdimos por los jardines, sin rumbo fijo, hasta que llegamos a un apartado y oscuro porche en el que ya apenas se escuchaba la música y no pasaba nadie por allí. Dejamos las copas en una cubeta grande de vino que tenía un cristal por encima a modo de mesa y allí de pie ella se me quedó mirando.

Estaba claro que Sara quería un poco de intimidad. Y en un tono relajado e informal me dijo:

―Este sitio es perfecto para hablar, ¿no te parece?
 
Es un pagafantas de manual sin carácter ninguno. Lo maneja como le da la gana. Y Pablo no se da cuenta.
Sara no le debe nada, sólo es una amiga que quizás jugó un poco con él sólo esa última vez que salieron, pero antes nada.

Lo que pasa es que Javier se ha metido en un cuento de fantasía, y él solo se está montando una película en la que no es protagonista. Él es el que debería ser más directo, no esperarlo de ella.
 
Sara no le debe nada, sólo es una amiga que quizás jugó un poco con él sólo esa última vez que salieron, pero antes nada.

Lo que pasa es que Javier se ha metido en un cuento de fantasía, y él solo se está montando una película en la que no es protagonista. Él es el que debería ser más directo, no esperarlo de ella.
Sara es una auténtica calientapollas . Así que santa no es precisamente.
Yo es que si fuera Pablo pasaba olímpicamente de ella. Se está obsesionando absurdamente por una tía que no merece la pena cuando podía tener oportunidades con otras chicas.
 
―Sí, casi mejor, bueno, Javier, tenía una copa pendiente con Pablo, ahora nos vemos.

Estos ya han quedado para luego, pero antes tiene que aclararle a Pablo que con él nada de nada. A ver no con esas palabras, claro. Pero Pablito, otra vez, se va a ir a su casa a pajearse mientras Javier se lo pasa en grande con Sara. Es lo que tiene, ser un pagafantas.
 
Capítulo 16



La pose de Sara, su mirada, el estar allí apartados con el eco de la música sonando de fondo. Todo en esos jardines era morbo y sensualidad. Estaba jodidamente nervioso y a la vez muy excitado, aunque por suerte había bebido alguna copa y eso hacía que pudiera afrontar más desinhibido la que se me venía encima.

―¿En serio no pensabas despedirte de mí? ―me recriminó Sara para empezar.
―Sí, iba a hacerlo…
―¿Cuándo?, si no llega a ser por Chus y Luis, que organizan esta cena, quizás no hubiéramos vuelto a vernos nunca más…, no me gustó nada lo que pasó la última semana entre nosotros, me jodió mucho, la verdad, después de estar seis meses superagusto, terminar así por una tontería…
―Bueno, para mí no fue una tontería…, necesitaba…, no sé, poner tierra de por medio…
―¿Por lo de Barcelona?
―Sí, claro…
―Joder, lo podíamos haber hablado, Pablo, sí, quizás no estuve bien aquella noche, y no es porque no me apeteciera… ―me confesó Sara, lo que hizo que todavía me pusiera más nervioso―, ya sabes que lo mío con Abel… es una relación difícil…
―Ya, pero no me gusta que jueguen conmigo…, me sentí ridículo, no sé si fui yo el que malinterpretó las señales o qué es lo que pasó, pero fue… un poco violento para mí. Tienes que entenderme.
―Fue culpa mía, estaba muy bien contigo y quería gustarte…
―Entonces, ¿por qué me rechazaste?
―Tenía que resolver antes alguna cuenta pendiente, aclararme, aquella noche no podíamos…
―Ya…
―¿Y por eso estabas así?
―¿Te parece poco?
―No, pero creo que entre nosotros hay suficiente confianza para contarnos las cosas, ¿no?
―Pues creo que no…
―¿Por qué?, no te entiendo ―me preguntó Sara sorprendida.
―¿Puedo serte sincero?
―Claro, ahora es el momento, deberíamos serlo el uno con el otro…
―No estaba así solo por lo de Barcelona…
―Mmmm, creo que ya sé por dónde vas ―susurró Sara jugando con el dedo dentro de su copa.
―¿Vas a ser tú ahora sincera?
―Sí, para eso hemos venido aquí…
―En Bilbao, bueno, me da un poco de vergüenza decir esto…, por la noche escuché que estabas con un tío en la habitación, y no era tu novio…
―Me imaginaba que era eso…
―Y la voz de tu acompañante me pareció la de Javier, sé sincera, por favor, ¿pasaste aquella noche con él?
―Sí, me acosté con él, la jodí, pero bien, ¡fue una cagada por mi parte!, ¿eso es lo que querías saber?, no estoy nada orgullosa de ello…
―Sí, gracias al menos por haberlo reconocido…, pero en esa época estabas saliendo con Abel, me lo dijiste, o sea, que le pusiste los cuernos con Javier…
―Lo hemos dejado y hemos vuelto muchas veces. Él también me ha engañado con otras…
―No te he preguntado eso.
―No recuerdo exactamente si ese día estábamos juntos o no…
―¿Qué pasa, que cortáis por días…?, hemos dicho que íbamos a ser sinceros, Sara.
―Vale, le engañé esa noche con Javier, ¿contento? ―me regañó como si encima tuviera yo la culpa.
―No, no puedo estar contento porque no lo entiendo, ¿por qué lo hiciste?, joder, Sara, mírate, eres una puta diosa, si tenías ganas, te podías haber follado al que te diera la gana, pero a Javier…, después de todo lo que te había hecho, de cómo te había puteado día sí, día también, de cómo te trataba… Para él no eras más que la inútil de prácticas, y tú vas y te acuestas con él…, ¿cómo se come eso?

Sara se quedó en silencio, como si no supiera qué decir. En ese momento yo no tenía ni puta idea, pero acababa de abrir la caja de Pandora.

―Toda la vida me he sentido así, como has dicho, «una puta diosa», he tenido varios novios, amigos, rollos y, a ver…, no soy tonta, tengo buen físico y tal, estoy acostumbrada a que los tíos me bailéis el agua…, con todos me ha pasado igual. Siempre. Sé que intimido a los hombres, soy directa, sé lo que quiero…, y lo consigo con facilidad.
―O sea, que yo soy de los que te bailan el agua, lo acabas de decir, sin querer, pero lo has dicho…
―Tú eres un cielo, Pablo, yo creo que actúas igual de bien con todo el mundo, no solo conmigo, si la de prácticas hubiera sido cualquier otra, te habrías comportado igual con ella…
―Sí, puede ser…, y tienes razón en lo de que intimidas a los hombres…
―A ti no te ha pasado eso…
―Claro que me ha pasado, Sara, y lo sabes perfectamente…, no te hagas ahora la inocente, que no te pega nada…
―Desahógate si quieres, me lo merezco…
―Yo no valgo para eso, pero sí me gustaría que me contestaras por qué en Barcelona…, bueno, me rechazaste, eeeeh…, quiero saber por qué…
―¿No pasó nada entre nosotros?
―Sí…
―Joder, Pablo, me había enrollado con Javier y no podía hacerlo también contigo. Me parecía feo. Además, creo que entre nosotros había surgido algo más que simplemente una noche de rollo… y no lo quería estropear, antes tenía que aclararme…

¡¡Menuda confesión me había soltado Sara!! Me acababa de decir que ella también estaba sintiendo algo por mí y en ese momento me puse muy nervioso. Nos habíamos quitado las caretas y supe que esa noche nos íbamos a decir todo a la cara.

Todavía encontré un rayo de esperanza. Era nuestra última oportunidad.

―¿Tú crees que entre nosotros había surgido algo? ―le pregunté a Sara.
―Sí, no te voy a engañar…, tampoco te voy a decir que me pillara por ti desde el primer día, pero, no sé, fue poco a poco, me empezaste a gustar, eres atractivo, muy buena gente, educado, paciente, trabajador, me gustaba pasar tiempo contigo, podíamos charlar de cualquier cosa, me ayudaste mucho en la empresa con Javier…, y entonces la cagué en Bilbao…, ya no solo es que tuviera novio, es que también me jodió por ti, después de todo lo que me habías ayudado con Javier, me sentía avergonzada, era como si te hubiera fallado…, y ahora…, supongo que, después de saber esto, no te apetecerá nada conmigo; pero al menos quería que termináramos bien…
―Uf, Sara, no sé ni qué decir…, me has pillado ahora mismo en fuera de juego… ¿Es que ya no estás saliendo con Abel?
―Ahora no estoy con nadie… Sé que la he fastidiado, y espero que me puedas perdonar, no te merecías todo esto… ―susurró acariciándome la cara y acercándose despacio para darme un tierno beso en la mejilla, muy cerca de los labios.
―No me gusta que juegues conmigo, ya te lo he dicho antes…
―No estoy jugando. ―Y volvió a darme otro beso, esta vez rozando mi boca.
―Sara… ―pronuncié su nombre en una especie de gemido.

Giré levemente la cabeza y nuestros labios chocaron en un pico. Ella abrió la boca lo justo para atrapar mi labio inferior y sacó tímidamente la lengua en un gesto muy sensual que hizo que me empalmara de inmediato.

―¿Estás segura de esto? ―le pregunté.
―Sí, aunque creo que el que no lo tiene nada claro eres tú, y lo entiendo…
―¿Por?
―Por lo de Javier, sé que esto no es fácil para ti sabiendo que Javier y yo…
―Hostia, Sara, es que mira que tenías tíos esa noche…
―Soy toda una experta en joder relaciones…, ya sabes una cosa más de mí…
―No te vendes nada bien.

Ella se acercó todavía más y dejó la copa encima del cristal.

―¿Tú crees? ―murmuró mirando hacia mi erección y pasándome los brazos por el cuello―. ¿Necesitas tiempo para pensarlo?

Apoyé las manos en su cintura desnuda y un escalofrío me recorrió de arriba abajo. Era condenadamente guapa y atrevida, y de repente me vi con una jovencita de veinticinco años en aquel rincón solitario.

¡Estábamos a punto de besarnos por primera vez!

Me incliné despacio sobre ella, quería saborear ese instante y Sara me esperó con la boca entreabierta y sacó la lengua para recibirme. Yo saqué la mía también y se la metí con fuerza, haciendo que se entrelazaran formando un nudo dentro de ella. Y Sara me acarició el pelo jugando con sus dedos.

En ese instante tan mágico me acordé de Javier. A él no le había permitido al principio que mancillara su boca y me sentí eufórico al pensar eso, como un triunfador, le había vencido en su terreno y esa noche Sara le había rechazado para terminar conmigo. Me apetecía restregárselo por la cara. Tenía mariposas en el estómago…, pero también un calentón importante.

¡Nos estábamos comiendo los morros como dos adolescentes!

Entonces Sara se separó de mí y volvió a su sitio, pasándose los dedos por los labios de manera muy sexy para limpiarse mi saliva.

―¿Sigues pensando que estoy jugando contigo? ―me preguntó.
―Todavía tenemos que hablar muchas cosas, Sara…, no por un beso…
―Lo que quieras, me puedes preguntar lo que te apetezca…, hoy es el día, ahora es el momento…
―Mira, no quiero darle vueltas a lo mismo, pero… lo de Javier es que no lo entiendo…, ¿cómo pudiste irte aquella noche con él?, es que no me entra en la cabeza…
―Ya veo que, si no arreglamos este asunto…, eeeeh, nos va a costar avanzar…, ¿cómo lo hacemos?, ¿quieres que te cuente lo que pasó en Bilbao y por qué lo hice?, ¿así te lo vas a sacar de la cabeza?
―Bueno, tampoco creo que quiera saberlo…
―Me parece que esto es muy importante para ti, Pablo…, mira, ya te lo comenté antes, desde siempre he sentido que… tenía poder sobre los tíos, por así decirlo… Cuando entro en un bar o en un restaurante, o en la piscina, en la playa, noto que se me quedan mirando…
―Normal…
―Hoy, por ejemplo, antes de entrar a cenar…
―Sí, ya me he dado cuenta, pero reconoce que tú también estabas encantada de conocerte, allí sentada en la silla, enseñándonos la pierna, uffff, te gustaba que todos estuviéramos babeando contigo…
―Pues eso, que los tíos me miran, pero…, prácticamente, no me entra ninguno, les impongo mucho, demasiado y siempre he sido yo la que he llevado la iniciativa en ese aspecto.
―Entiendo.
―Por lo general todos me seguís la corriente, hacéis lo que os pido…
―Vamos, que puedes hacer con nosotros lo que te dé la gana…
―Sí, pero aquel día con Javier fue distinto.
―¿Distinto?
―Sí, él no estaba cortado ni intimidado por mí…
―Javier tiene muchas tablas y dos divorcios a sus espaldas, no creo que le intimide una de veinticinco…
―Me transmitía esa seguridad… y, además, se comportó como un cabrón… y, bueno…, no lo sé explicar muy bien, pero eso tuvo su morbo, no te lo voy a negar.
―¿Que te tratara mal te dio morbo?
―Sí, contigo es distinto, estoy muy a gusto, por ejemplo, ahora… Tú no eres así… ―Y volvió a acercarse por un lado y me dio otro beso rápido en los labios.

Ya se quedó pegada a mí, agarrando mi brazo izquierdo y yo pasé una mano por su cintura mientras ella seguía hablando en bajito, casi susurrando, lo que todavía me excitaba más y me erizaba la piel.

―Le dije que era un cabrón, tal cual…, que en seis meses ni tan siquiera había tenido la decencia de llamarme ni una jodida vez por mi nombre ―soltó con rabia―, y después empezó a hablar de mi novio, me preguntó si tenía y cosas así…, no lo recuerdo muy bien, yo solo quería hacer las paces con él e invitarle a una copa, aunque no se lo mereciera, y él aprovechó que estábamos casi pegados y me tocó el culo.
―¿Te tocó el culo?…, ¿y le dejaste?
―Sí y no, bueno, no me sentó nada bien y le dije que quitara la mano, pero no me hizo caso y luego me sugirió tomar la copa en la habitación del hotel.

Desde luego que las versiones de Javier y Sara eran bien distintas, pero yo hasta ahora me creía más la de Javier, pues me la había contado con mucho más detalle y ella solo decía cosas inconexas y atropelladas. Las dos se parecían, pero había contradicciones entre ambas, ya que, por ejemplo, según Javier, fue Sara la que le propuso ir a su habitación.

El caso es que con el calentón que llevaba después de morrearnos dejé que Sara siguiera contándome aquella noche y al tenerla tan cerca, escuchándola con esa voz tan sensual, como avergonzada, pero dispuesta a seguir hablando, me excité todavía más.

Otra vez era ese morbo enfermizo como cuando me lo relataba Javier y se me puso muy dura. Una erección palpitante que hacía que me temblara la polla con cada palabra que salía de la boca de Sara.

―Y me tocó el culo en el bar, por debajo del vestido, con todo el morro del mundo…, no creas que se cortó, y después intentó besarme, pero no le dejé, joder, eso sí que no, me daba mucho asco comerme la boca con él, mis amigos estaban por la zona, me podían haber visto y, aaaahggg, no me gustó la idea…
―Pero dejaste que te tocara…
―Eso sí ―suspiró Sara agachando la cabeza―, ya te he dicho que, no sé, me daba morbo esa prepotencia y, además, se reía de mí, parecía que le divertía putearme, por ejemplo, me decía que no sabía ni cómo me llamaba…
―¿Cómo no lo va a saber?
―Pues yo tenía muy serias dudas. Cuándo estáis juntos, ¿me llama alguna vez por mi nombre?
―Sí, creo que sí…
―No me mientas, Pablo, que se te da muy mal, dime la verdad, ¿cómo se refiere a mí cuando estáis solos?
―Te llama Sara…
―Pablo, dímelo, hemos dicho que íbamos a ser sinceros…
―La de prácticas, te llama la de prácticas o esta… o la chica…
―Lo sabía, y seguro que utiliza algún nombre todavía más despectivo cuando se refiere a mí…
―No, que yo recuerde ―dije poniéndome rojo.

Pensé que Sara no se daría cuenta de mi cambio de color repentino, estábamos poco iluminados y ella apenas me miraba a los ojos, seguía agarrada a mi brazo y había apoyado la cabeza en el hombro, pero, aun así, volvió a pillarme en otra mentira.

Sara ya me conocía muy bien.

―Dime cómo se refería a mí, te prometo que no me voy a enfadar, además, tú no tienes la culpa…
―Es que…
―Que no pasa naaaada…, vamos, Pablo.
―Niñata, te llama niñata normalmente…
―Me lo suponía, o incluso peor, pensé que me llamaría zorrita o algo por el estilo…
―No, eso no, lo más fuerte ha sido niñata…
―Vale…, pues eso pasó entre nosotros aquella noche de Bilbao, dejé que me tocara el culo, se me fue la cabeza, había bebido en la cena con los amigos y sé que eso no es excusa, tampoco te quiero engañar, no iba borracha, pero el alcohol hace que tenga más ganas de sexo. ―Y me dio otro beso cerca de los labios―, ¿nos pasa a todos, no? ―preguntó pasando la mano por mi cinturón y jugueteando con la hebilla.
―Sí…, como ahora por ejemplo…
―Exacto, el caso es que me excitó más de lo que yo creía que me tocara el culo, me lo estrujaba de una manera muy vulgar…, era asqueroso…, no me lo tocaba, ¡me lo sobaba!
―¡Qué puto cerdo! ―exclamé yo y de repente bajé la mano que tenía en su cintura y la puse sobre su culo por encima del vestido.

Creo que a Sara se le escapó un gemido y yo no supe si era por mi caricia o porque se acordaba de lo que había pasado entre Javier y ella. De lo que sí me di cuenta es de que a Sara le dio mucho morbo que me atreviera a acariciarla mientras ella me contaba lo de Bilbao y eso parece que la incitó a seguir hablando.

―Javier estaba muy seguro de sí mismo, me estaba puteando y lo disfrutaba y yo… me bloqueé…, le dejé hacer como una imbécil, y no solo eso, encima le permití que fuera a mi habitación, ¿te lo puedes creer?
―La verdad es que no. ―Y subí la mano pasando mis dedos por su espalda desnuda.
―No la quites, por favor…, ahora no… ―me pidió en un susurro jugueteando con sus dedos por la parte superior de mi pantalón―. ¿Quieres que siga contándote el resto de la noche o no hace falta?
―No hace falta, pero si quieres continuar… ―le sugerí en una especie de gemido volviendo a apretar su culo, esta vez con más fuerza.
―Está bien, yo creo que necesitas saberlo… ―murmuró en un hilo de voz casi imperceptible―, pero lo que viene es un poco fuerte, no sé si te va a gustar…, ¿entonces, sigo? ― Me soltó el cinturón y comenzó a sacarlo por la hebilla.
―Sí, sigueee… ―gimoteé en bajito, dejándome hacer.
 
Lo manipula como quiere. Que es un pagafantas ya lo sabemos . Al menos parece que va a tener algo con ella, aunque seguramente la dejara a medias. Cómo si lo viera.
Lo mejor sería tenerla como amiga como mucho, no obsesionarse con ella y sobre todo buscar rollos de una noche, tener sexo con varias chicas y dejar de ser un pringado.
 
No sé que pasará chicos, pero pienso que Sara contando su relato provocará 2 cosas: que Pablo se correrá y entonces cortará un poco el rollo entre ambos y por otra parte Pablo seguirá encontrando diferencias en el relato y perderá la confianza en ella...

También puede ser que aparezca por alli Javier y los humillará a los dos. Se follará a Sara violentamente y Pablo viendo que ella no se revela se quedará mirando y fin de la historia. Looser total

Quizá el gran David Lovia nos sorprenda y saque a un Pablo ganador ahora al final. Ojalá!!!
 
No debería por todo lo que le ha hecho pasar, el pasote con el idiota de Javier y como lo ha usado en el trabajo, pero cuando una mujer como esa se te pone delante y te provoca, no medimos....si Sara quiere, se lo tira :cautious:;)
 
Última edición:
Capítulo 17



La conexión fue inmediata. Mágica. Si ya fue morboso cuando me lo contó Javier, escuchar lo que había pasado entre ellos, con ese susurro ahogado de Sara, lo elevaba al siguiente nivel.

No podía tener la polla más dura y notaba que a ella también le ponía muy cachonda recordar aquella noche; así que allí estábamos, demasiado excitados, nuestra primera vez juntos y hablando de Javier, lo cual era muy extraño, pero morboso y pervertido…, y supe que Sara ya no se iba a detener hasta el final.

¡Estaba a punto de contarme cómo se la había follado el jefe!

Yo le había pedido que lo hiciera. Y con gran habilidad me desabrochó el botón del pantalón con una sola mano, luego introdujo los dedos hacia abajo y rozó mi polla por encima del calzón hasta terminar agarrándome los huevos con delicadeza, apoyando el dorso de la mano en mi paquete.

―Mmmmm, ¡cómo estás! ―susurró Sara y bajé mi brazo izquierdo, en el que ella estaba agarrada y busqué la abertura de su falda.

No tuve que hacer mucho esfuerzo para colarme por ella y mientras Sara frotaba su mano tres o cuatro veces sobre mi polla, yo alcancé la suave piel de sus glúteos. Allí estaban desnudos para mí. Debía llegar tanga, como me dijo Javier aquella noche que también la sobó con su minifalda de «buscona», y eso me encantaba.

Esa sensación de poder tocar su culazo casi desnudo en aquel apartado lugar me volvió loco. No podía sacarme de la cabeza las palabras de Javier cuando me describía su culo. Tenía razón. No era de esos pequeñitos y duros de gimnasio. Lo de Sara era todo genético. Carnoso, redondo, proporcionado, de los que llenan bien un vaquero y dan ganas de azotar hasta que te duela la mano.

Ese era el puto culazo de Sara. Y ahora yo tenía la mano sobre él, y ella me permitía tocárselo a mi antojo.

Hizo una breve pausa de diez segundos y luego continuó con la historia. Sin dejar de frotar la mano contra mi polla, que ya debía haber dejado el calzón hecho un asco con mis fluidos. Notaba cómo me babeaba y eso que ni tan siquiera me la había tocado directamente.

―Luego llegamos a mi habitación ―gimió Sara, con una voz que cada vez sonaba más lasciva y sugerente―, ni yo misma me creía lo que estaba haciendo, no me apetecía que me pusiera las manos encima ni ver su cara de hijo de puta y mucho menos que me besara, ¡me daba asco solo de pensarlo!, y, sin embargo…, estaba muy…
―Caliente…
―Sí…, no lo puedo explicar porque no me había pasado nunca, y, además, en ese momento me acordé de que estabas en la habitación de al lado…
―Gracias por el detalle ―dije con ironía.
―No, idiota, lo que quiero decir es que me sabía mal por ti.
―Podías haber ido a su habitación…
―Prefería hacerlo en la mía, así me sentía más segura…, pero, claro, tú estabas al lado…, seguro que lo escucharías todo...
―Bueno, más o menos…
―Lo siento, aunque lo importante es que ahora… estoy aquí contigo… ―E introdujo los dedos por el elástico de mi calzón y me atrapó la polla sin tela de por medio.

Fue una sensación indescriptible y sentí cómo se me apretaban los glúteos y todo mi cuerpo entraba en una tensión sexual muy placentera. Aquella «niñata» me estaba volviendo loco.

―¿Quieres que siga…? ―me preguntó sabiendo ya la respuesta, pero quería oírmelo decir.
―Sí, quiero que me lo cuentes todo…, hasta el final… ―Y clavé los dedos en su glúteo derecho haciendo que se le escapara un pequeño gemido.
―Mmmmmm, es que lo de ahora me da mucha vergüenza, si nos escuchaste, ya te lo imaginarás…, no creo que…
―Sara, por favor, necesito saberlo, aaaah… ―jadeé cuando sus dedos rodearon mi falo y le pegó la primera sacudida.
―Cogí un condón del bolso y lo lancé sobre la cama en plan, toma, ponte esto y terminemos de una jodida vez.
―Despacio, házmelo despacio…
―Ya lo estoy haciendo despacio, no puedo ir más lenta… ―ronroneó mientras me la meneaba con mucha suavidad.
―¡Me vuelves loco, Sara!
―Lo sé…
―Sigue, ¿y qué pasó luego con Javier?
―No quería que me tocara ni tampoco desnudarme delante de él, solo quería que aquello terminara cuanto antes y eso que todavía no habíamos empezado, pero no te voy a mentir, ¡me apetecía mucho que me lo hiciera!, en el bar me había excitado demasiado…, cuando me puteó…
―Joder…
―Me subí a la cama y lo cogí de la mano para que viniera detrás de mí, y para no ver su cara me puse de espaldas a él, de rodillas…
―A cuatro patas.
―Sí, a cuatro patas…, luego me hizo desnudarme de cintura para abajo, notaba su mirada sucia y el muy guarro se agachó y me metió la lengua…
―¿En el culo?
―Sí, mmmmmm. ―Y volvió a gemir cuando pasé mi mano al otro glúteo jugando con la tira del tanguita, que se le metía entre los cachetes.
―No me apetecía que me babeara, solo que me follara y cuando escuché que por fin se desabrochaba el pantalón y sacaba el condón fue como, ¡ya era hora, joder!, y luego… ni tan siquiera me avisó, cuando me quise dar cuenta…, ¡ya me la había metido!… ¡No me manches la falda! ―me advirtió cuando sintió que mi capullo le rozaba la tela por la parte del ombligo, por lo que se separó unos centímetros de mí.
―Entonces, ¿no te gustó?, ¿no lo disfrutaste?
―¿Te importa eso?
―A mí sí…
―Al principio no disfruté, era la nada más absoluta, no lo sentía, me follaba despacio, de manera mecánica, ni tan siquiera tuve que hacer el esfuerzo en disimular los gemidos para que no nos escucharas. Tampoco puedo decir que tuviera una gran…
―Polla…
―Sí, era más bien normalita, tirando a pequeña… ―En ese momento me dio vergüenza, pues, aunque hablaba de Javier, me sentí representado también, pues la mía no debía medir más de catorce centímetros. La media nacional.
―No me extraña que no lo disfrutaras, el muy hijo de puta te había puteado tanto todos estos meses…
―Ya, aunque, bueno…, eso fue al principio, luego cambió.
―¿Cambió?
―Sí, de repente se puso a embestirme fuerte, con rabia, me hizo suya…
―¿Y eso te pone?
―Creo que sí, pero no lo supe hasta ese día. ¡Ningún tío me había sometido así! Me agarró por el pelo a lo bruto, ¡me hacía daño!…, y luego me soltó un azote…
―Me imagino que habrás estado con unos cuantos tíos, ¿en serio ninguno te había dado un azote?
―Sí, eso sí, pero no de la manera que lo hacía Javier, lo sentía distinto, me dio con ganas, ¡quería hacerme daño!, me tiraba del pelo y yo quería protestar, pero no me salía, ¡me estaba volviendo loca!, y ahí ya no pude reprimirme, seguro que lo escuchaste…, ya había perdido la voluntad…, estaba en manos de Javier.
―Joder, Sara… ―gimoteé girándome hacia ella y metiendo la mano derecha por la abertura de su falda hasta alcanzar su coño, pero ella se apartó de inmediato.
―Mmmmmm…, espera, ven aquí…

Retrocedimos varios pasos hasta situarnos debajo del porche, justo en la esquina. Allí todavía estábamos más oscuros y si pasaba alguien casi no se nos vería. Me apoyé contra la pared y me colé por debajo de su falda, le cogí el culazo a dos manos unos segundos y después apoyé el antebrazo en sus nalgas y le acaricié el coño otra vez.

Sentí sus labios vaginales húmedos, casi pegados a la tela del tanguita e hice un poco de presión para penetrarla levemente, sin tan siquiera apartar su ropa interior. Ella me bajó más el calzón y los pantalones vaqueros, así podía pajearme con más facilidad, agarró mi polla y reanudó el fantástico pajote que me estaba haciendo.

―¿Me escuchaste aquella noche?
―Sí…
―¿Y te excitó?, dime la verdad…
―Sí… ―reconocí avergonzado.
―El muy cabrón me daba con ganas, me soltó unos cuantos azotes y yo estaba a puntito de correrme y todavía quería que me diera más fuerte…, y cuando me iba a correr, se detenía…, paraba en seco e incluso me la sacaba…, ¡no me dejaba llegar al orgasmo y eso me estaba volviendo loca!, aaaaah, aaaah… ―gimió cuando aparté su tanguita y alcancé su húmedo coño.

Le metí un dedo y ella me lo permitió facilitándome el trabajo con un casi imperceptible movimiento de cadera. Pasó un brazo sobre mi hombro, jugando con mi pelo mientras me daba besitos cortos en la boca y en el cuello, tenía que hacerlo así para seguir contándome la historia.

―Eso lo hizo cuatro o cinco veces por lo menos, imagínate cómo me tenía, ¡me había dejado al borde del orgasmo cuatro o cinco veces!, además, era increíble cómo aguantaba, parecía que no se cansaba, ni cuando follaba con tíos de veinte años tenían ese aguante y esa potencia. ¡Nunca pensé que Javier sería así en la cama!
―¿Te folló bien?
―Sí ―contestó sin pensar―, muy bien, me llevó al límite…
―¿Nunca habías disfrutado así?, ¿con ningún tío?
―De esa manera no, y reconozco que me gustó…, mucho…
―¿Volverías a repetir con él?
―No, ni de coña ―mintió Sara.

Vaya. Al parecer la noche en la que íbamos a ser sinceros el uno con el otro se acababa de fastidiar. Y yo no podía decirle que sabía que se habían vuelto a acostar cuando fueron solos a hacer la auditoría a Pamplona. Aquello me jodió, en el punto en el que estábamos no tenía por qué engañarme, pero Sara lo hizo.

Sin embargo, su mano me estaba llevando al séptimo cielo y ni qué decir del agradable tacto de las paredes internas de su coño. No quería salirme de allí. Hubiera estado toda la noche penetrándola con mis dedos. Dentro y fuera. Dentro y fuera.

Ese calorcito era adictivo.

―Una de las veces que me la sacó se le quitó el condón, aaaah, aaaaah… ―siguió Sara sin escatimar en detalles.

Ahora me la agarraba aumentando la presión, pero meneándomela a la misma velocidad pausada.

―¿Y se lo volvió a poner?
―No…
―¿Y qué pasó? ―pregunté como si no lo supiera.
―Me dijo que quería seguir sin él, aaaah, aaaah…
―¿Y le dejaste?, joder, Sara, ¿dejaste que Javier te follara sin condón?
―Sí, no podía más, solo quería correrme…, aaaah.

Aquello hizo que mi polla se hinchara al máximo. Apenas iba a aguantar treinta segundos más la deliciosa paja de Sara.

―Y me folló así, a pelo…, mmmmm…, por fin me permitió correrme… y yo creo que eso hizo que el orgasmo fuera todavía más intenso…, aaaah, aaaah, dejó que me corriera…, y no dijo mi nombre ni una sola vez…
―Sara, Sara… ―gemí yo al borde de mi propio clímax.
―¿Qué pasa?
―No puedo más, creo que yo también me voy a…

No paró de darme besitos por el cuello, jugando con la parte trasera de mi pelo, en mi nuca, meciendo las caderas con mi dedo corazón metido en su coño.

―Shhh, respira, aguanta… ―me susurró Sara cogiéndomela con firmeza, pero sin subir la velocidad.
―¿Se corrió dentro de ti?
―No, no lo dejé, eso sí que no…
―¿Y dónde lo hizo?
―¿De verdad quieres saberlo? ―me preguntó dándome un muerdo y metiéndome la lengua dos segundos.
―Sí, quiero saberlo…
―Aaaaah, me tienes muy excitada, Pablo…
―Dime dónde se corrió, no puedo más…
―¿Ya estás a punto?
―Sí.
―No me manches la falda…
―Aaaah, Sara, dímelo… ―De repente, mi polla se puso más dura y los huevos se me encogieron―, ¡dímelo, ya no puedo más, aaaah, aaaaah!
―En mi boca, ¡se corrió en mi boca! ―susurró inclinándose sobre mí y pasándome su juguetona lengua por los labios.
―AAAAAH, AAAAAH, AAAAAH…
―Date la vuelta, deprisa…

Sara me puso contra la pared sin soltarme la polla. Se situó detrás de mí y apoyando la cabeza en mi espalda no dejó de pajearme con suavidad, pero con firmeza. Mi cuerpo convulsionó y acto seguido exploté en aquel apartado rincón. Me corrí de manera bestial mientras la mano de Sara acompasaba a la perfección las sacudidas que me pegaba con mis espasmos involuntarios típicos del orgasmo.

―Muy bien, córrete, eso es, shhh, córrete, Pablo…, mmmmm…

No se detuvo hasta que exprimió la última gota e incluso después de correrme siguió masturbándome casi un minuto más. No puedo decir que ya fuera igual de placentero, aunque ver los dedos de Sara bañados con mi semen y con la confesión de que Javier se había vaciado en su boca, hizo que no se me bajara la erección ni un ápice.

Cuando me soltó la polla, volví a girarme y nos fundimos en un beso guarro antes de que Sara sacara un pañuelo y se limpiara la mano.

―Joder, Sara…
―¿Te ha gustado?
―Sí, ha sido increíble…
―Ya lo creo…, sigues estando muy excitado ―dijo recorriendo con un dedo el tronco de mi polla―, y yo ni te cuento…
―¿Qué hacemos?, ¿volvemos a la fiesta?, es tu despedida…
―No creo que me echen mucho en falta ya…, me apetece quedarme contigo, ¿te parece bien?
―¡Claro! ―exclamé apoyando las manos en su cintura y acariciando levemente uno de sus pechos, antes de buscar su boca para besarme con ella.
―Si quieres… ―comentó Sara―, vamos a la sala, nos despedimos de estos y después… me llevas a tu casa ―suspiró en un tono que dejaba bien a las claras que en ese momento estaba muy cachonda.

Yo afirmé con la cabeza guardándome mi erecta polla en los pantalones. Todavía quedaba lo mejor de la noche.

Sara quería que me la follara.
 
Capítulo 17



La conexión fue inmediata. Mágica. Si ya fue morboso cuando me lo contó Javier, escuchar lo que había pasado entre ellos, con ese susurro ahogado de Sara, lo elevaba al siguiente nivel.

No podía tener la polla más dura y notaba que a ella también le ponía muy cachonda recordar aquella noche; así que allí estábamos, demasiado excitados, nuestra primera vez juntos y hablando de Javier, lo cual era muy extraño, pero morboso y pervertido…, y supe que Sara ya no se iba a detener hasta el final.

¡Estaba a punto de contarme cómo se la había follado el jefe!

Yo le había pedido que lo hiciera. Y con gran habilidad me desabrochó el botón del pantalón con una sola mano, luego introdujo los dedos hacia abajo y rozó mi polla por encima del calzón hasta terminar agarrándome los huevos con delicadeza, apoyando el dorso de la mano en mi paquete.

―Mmmmm, ¡cómo estás! ―susurró Sara y bajé mi brazo izquierdo, en el que ella estaba agarrada y busqué la abertura de su falda.

No tuve que hacer mucho esfuerzo para colarme por ella y mientras Sara frotaba su mano tres o cuatro veces sobre mi polla, yo alcancé la suave piel de sus glúteos. Allí estaban desnudos para mí. Debía llegar tanga, como me dijo Javier aquella noche que también la sobó con su minifalda de «buscona», y eso me encantaba.

Esa sensación de poder tocar su culazo casi desnudo en aquel apartado lugar me volvió loco. No podía sacarme de la cabeza las palabras de Javier cuando me describía su culo. Tenía razón. No era de esos pequeñitos y duros de gimnasio. Lo de Sara era todo genético. Carnoso, redondo, proporcionado, de los que llenan bien un vaquero y dan ganas de azotar hasta que te duela la mano.

Ese era el puto culazo de Sara. Y ahora yo tenía la mano sobre él, y ella me permitía tocárselo a mi antojo.

Hizo una breve pausa de diez segundos y luego continuó con la historia. Sin dejar de frotar la mano contra mi polla, que ya debía haber dejado el calzón hecho un asco con mis fluidos. Notaba cómo me babeaba y eso que ni tan siquiera me la había tocado directamente.

―Luego llegamos a mi habitación ―gimió Sara, con una voz que cada vez sonaba más lasciva y sugerente―, ni yo misma me creía lo que estaba haciendo, no me apetecía que me pusiera las manos encima ni ver su cara de hijo de puta y mucho menos que me besara, ¡me daba asco solo de pensarlo!, y, sin embargo…, estaba muy…
―Caliente…
―Sí…, no lo puedo explicar porque no me había pasado nunca, y, además, en ese momento me acordé de que estabas en la habitación de al lado…
―Gracias por el detalle ―dije con ironía.
―No, idiota, lo que quiero decir es que me sabía mal por ti.
―Podías haber ido a su habitación…
―Prefería hacerlo en la mía, así me sentía más segura…, pero, claro, tú estabas al lado…, seguro que lo escucharías todo...
―Bueno, más o menos…
―Lo siento, aunque lo importante es que ahora… estoy aquí contigo… ―E introdujo los dedos por el elástico de mi calzón y me atrapó la polla sin tela de por medio.

Fue una sensación indescriptible y sentí cómo se me apretaban los glúteos y todo mi cuerpo entraba en una tensión sexual muy placentera. Aquella «niñata» me estaba volviendo loco.

―¿Quieres que siga…? ―me preguntó sabiendo ya la respuesta, pero quería oírmelo decir.
―Sí, quiero que me lo cuentes todo…, hasta el final… ―Y clavé los dedos en su glúteo derecho haciendo que se le escapara un pequeño gemido.
―Mmmmmm, es que lo de ahora me da mucha vergüenza, si nos escuchaste, ya te lo imaginarás…, no creo que…
―Sara, por favor, necesito saberlo, aaaah… ―jadeé cuando sus dedos rodearon mi falo y le pegó la primera sacudida.
―Cogí un condón del bolso y lo lancé sobre la cama en plan, toma, ponte esto y terminemos de una jodida vez.
―Despacio, házmelo despacio…
―Ya lo estoy haciendo despacio, no puedo ir más lenta… ―ronroneó mientras me la meneaba con mucha suavidad.
―¡Me vuelves loco, Sara!
―Lo sé…
―Sigue, ¿y qué pasó luego con Javier?
―No quería que me tocara ni tampoco desnudarme delante de él, solo quería que aquello terminara cuanto antes y eso que todavía no habíamos empezado, pero no te voy a mentir, ¡me apetecía mucho que me lo hiciera!, en el bar me había excitado demasiado…, cuando me puteó…
―Joder…
―Me subí a la cama y lo cogí de la mano para que viniera detrás de mí, y para no ver su cara me puse de espaldas a él, de rodillas…
―A cuatro patas.
―Sí, a cuatro patas…, luego me hizo desnudarme de cintura para abajo, notaba su mirada sucia y el muy guarro se agachó y me metió la lengua…
―¿En el culo?
―Sí, mmmmmm. ―Y volvió a gemir cuando pasé mi mano al otro glúteo jugando con la tira del tanguita, que se le metía entre los cachetes.
―No me apetecía que me babeara, solo que me follara y cuando escuché que por fin se desabrochaba el pantalón y sacaba el condón fue como, ¡ya era hora, joder!, y luego… ni tan siquiera me avisó, cuando me quise dar cuenta…, ¡ya me la había metido!… ¡No me manches la falda! ―me advirtió cuando sintió que mi capullo le rozaba la tela por la parte del ombligo, por lo que se separó unos centímetros de mí.
―Entonces, ¿no te gustó?, ¿no lo disfrutaste?
―¿Te importa eso?
―A mí sí…
―Al principio no disfruté, era la nada más absoluta, no lo sentía, me follaba despacio, de manera mecánica, ni tan siquiera tuve que hacer el esfuerzo en disimular los gemidos para que no nos escucharas. Tampoco puedo decir que tuviera una gran…
―Polla…
―Sí, era más bien normalita, tirando a pequeña… ―En ese momento me dio vergüenza, pues, aunque hablaba de Javier, me sentí representado también, pues la mía no debía medir más de catorce centímetros. La media nacional.
―No me extraña que no lo disfrutaras, el muy hijo de puta te había puteado tanto todos estos meses…
―Ya, aunque, bueno…, eso fue al principio, luego cambió.
―¿Cambió?
―Sí, de repente se puso a embestirme fuerte, con rabia, me hizo suya…
―¿Y eso te pone?
―Creo que sí, pero no lo supe hasta ese día. ¡Ningún tío me había sometido así! Me agarró por el pelo a lo bruto, ¡me hacía daño!…, y luego me soltó un azote…
―Me imagino que habrás estado con unos cuantos tíos, ¿en serio ninguno te había dado un azote?
―Sí, eso sí, pero no de la manera que lo hacía Javier, lo sentía distinto, me dio con ganas, ¡quería hacerme daño!, me tiraba del pelo y yo quería protestar, pero no me salía, ¡me estaba volviendo loca!, y ahí ya no pude reprimirme, seguro que lo escuchaste…, ya había perdido la voluntad…, estaba en manos de Javier.
―Joder, Sara… ―gimoteé girándome hacia ella y metiendo la mano derecha por la abertura de su falda hasta alcanzar su coño, pero ella se apartó de inmediato.
―Mmmmmm…, espera, ven aquí…

Retrocedimos varios pasos hasta situarnos debajo del porche, justo en la esquina. Allí todavía estábamos más oscuros y si pasaba alguien casi no se nos vería. Me apoyé contra la pared y me colé por debajo de su falda, le cogí el culazo a dos manos unos segundos y después apoyé el antebrazo en sus nalgas y le acaricié el coño otra vez.

Sentí sus labios vaginales húmedos, casi pegados a la tela del tanguita e hice un poco de presión para penetrarla levemente, sin tan siquiera apartar su ropa interior. Ella me bajó más el calzón y los pantalones vaqueros, así podía pajearme con más facilidad, agarró mi polla y reanudó el fantástico pajote que me estaba haciendo.

―¿Me escuchaste aquella noche?
―Sí…
―¿Y te excitó?, dime la verdad…
―Sí… ―reconocí avergonzado.
―El muy cabrón me daba con ganas, me soltó unos cuantos azotes y yo estaba a puntito de correrme y todavía quería que me diera más fuerte…, y cuando me iba a correr, se detenía…, paraba en seco e incluso me la sacaba…, ¡no me dejaba llegar al orgasmo y eso me estaba volviendo loca!, aaaaah, aaaah… ―gimió cuando aparté su tanguita y alcancé su húmedo coño.

Le metí un dedo y ella me lo permitió facilitándome el trabajo con un casi imperceptible movimiento de cadera. Pasó un brazo sobre mi hombro, jugando con mi pelo mientras me daba besitos cortos en la boca y en el cuello, tenía que hacerlo así para seguir contándome la historia.

―Eso lo hizo cuatro o cinco veces por lo menos, imagínate cómo me tenía, ¡me había dejado al borde del orgasmo cuatro o cinco veces!, además, era increíble cómo aguantaba, parecía que no se cansaba, ni cuando follaba con tíos de veinte años tenían ese aguante y esa potencia. ¡Nunca pensé que Javier sería así en la cama!
―¿Te folló bien?
―Sí ―contestó sin pensar―, muy bien, me llevó al límite…
―¿Nunca habías disfrutado así?, ¿con ningún tío?
―De esa manera no, y reconozco que me gustó…, mucho…
―¿Volverías a repetir con él?
―No, ni de coña ―mintió Sara.

Vaya. Al parecer la noche en la que íbamos a ser sinceros el uno con el otro se acababa de fastidiar. Y yo no podía decirle que sabía que se habían vuelto a acostar cuando fueron solos a hacer la auditoría a Pamplona. Aquello me jodió, en el punto en el que estábamos no tenía por qué engañarme, pero Sara lo hizo.

Sin embargo, su mano me estaba llevando al séptimo cielo y ni qué decir del agradable tacto de las paredes internas de su coño. No quería salirme de allí. Hubiera estado toda la noche penetrándola con mis dedos. Dentro y fuera. Dentro y fuera.

Ese calorcito era adictivo.

―Una de las veces que me la sacó se le quitó el condón, aaaah, aaaaah… ―siguió Sara sin escatimar en detalles.

Ahora me la agarraba aumentando la presión, pero meneándomela a la misma velocidad pausada.

―¿Y se lo volvió a poner?
―No…
―¿Y qué pasó? ―pregunté como si no lo supiera.
―Me dijo que quería seguir sin él, aaaah, aaaah…
―¿Y le dejaste?, joder, Sara, ¿dejaste que Javier te follara sin condón?
―Sí, no podía más, solo quería correrme…, aaaah.

Aquello hizo que mi polla se hinchara al máximo. Apenas iba a aguantar treinta segundos más la deliciosa paja de Sara.

―Y me folló así, a pelo…, mmmmm…, por fin me permitió correrme… y yo creo que eso hizo que el orgasmo fuera todavía más intenso…, aaaah, aaaah, dejó que me corriera…, y no dijo mi nombre ni una sola vez…
―Sara, Sara… ―gemí yo al borde de mi propio clímax.
―¿Qué pasa?
―No puedo más, creo que yo también me voy a…

No paró de darme besitos por el cuello, jugando con la parte trasera de mi pelo, en mi nuca, meciendo las caderas con mi dedo corazón metido en su coño.

―Shhh, respira, aguanta… ―me susurró Sara cogiéndomela con firmeza, pero sin subir la velocidad.
―¿Se corrió dentro de ti?
―No, no lo dejé, eso sí que no…
―¿Y dónde lo hizo?
―¿De verdad quieres saberlo? ―me preguntó dándome un muerdo y metiéndome la lengua dos segundos.
―Sí, quiero saberlo…
―Aaaaah, me tienes muy excitada, Pablo…
―Dime dónde se corrió, no puedo más…
―¿Ya estás a punto?
―Sí.
―No me manches la falda…
―Aaaah, Sara, dímelo… ―De repente, mi polla se puso más dura y los huevos se me encogieron―, ¡dímelo, ya no puedo más, aaaah, aaaaah!
―En mi boca, ¡se corrió en mi boca! ―susurró inclinándose sobre mí y pasándome su juguetona lengua por los labios.
―AAAAAH, AAAAAH, AAAAAH…
―Date la vuelta, deprisa…

Sara me puso contra la pared sin soltarme la polla. Se situó detrás de mí y apoyando la cabeza en mi espalda no dejó de pajearme con suavidad, pero con firmeza. Mi cuerpo convulsionó y acto seguido exploté en aquel apartado rincón. Me corrí de manera bestial mientras la mano de Sara acompasaba a la perfección las sacudidas que me pegaba con mis espasmos involuntarios típicos del orgasmo.

―Muy bien, córrete, eso es, shhh, córrete, Pablo…, mmmmm…

No se detuvo hasta que exprimió la última gota e incluso después de correrme siguió masturbándome casi un minuto más. No puedo decir que ya fuera igual de placentero, aunque ver los dedos de Sara bañados con mi semen y con la confesión de que Javier se había vaciado en su boca, hizo que no se me bajara la erección ni un ápice.

Cuando me soltó la polla, volví a girarme y nos fundimos en un beso guarro antes de que Sara sacara un pañuelo y se limpiara la mano.

―Joder, Sara…
―¿Te ha gustado?
―Sí, ha sido increíble…
―Ya lo creo…, sigues estando muy excitado ―dijo recorriendo con un dedo el tronco de mi polla―, y yo ni te cuento…
―¿Qué hacemos?, ¿volvemos a la fiesta?, es tu despedida…
―No creo que me echen mucho en falta ya…, me apetece quedarme contigo, ¿te parece bien?
―¡Claro! ―exclamé apoyando las manos en su cintura y acariciando levemente uno de sus pechos, antes de buscar su boca para besarme con ella.
―Si quieres… ―comentó Sara―, vamos a la sala, nos despedimos de estos y después… me llevas a tu casa ―suspiró en un tono que dejaba bien a las claras que en ese momento estaba muy cachonda.

Yo afirmé con la cabeza guardándome mi erecta polla en los pantalones. Todavía quedaba lo mejor de la noche.

Sara quería que me la follara.
Ya la tiene, Pablo sería el hazmerreir si Javier se la vuelve arrebatar está vez
 
Va a regresar y Sara se irá con Javier.

Yo hasta prefiero eso a que Pablo haga el ridículo en la cama.
 
Ya ha conseguid que Sara la haga una pajilla, y creo que es lo máximo que va a conseguir de ella. Igual consigue que se la folle Javier delante de él, mientras se hace la paja, creo que eso le molaría más.
 
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