Capítulo 16
La pose de Sara, su mirada, el estar allí apartados con el eco de la música sonando de fondo. Todo en esos jardines era morbo y sensualidad. Estaba jodidamente nervioso y a la vez muy excitado, aunque por suerte había bebido alguna copa y eso hacía que pudiera afrontar más desinhibido la que se me venía encima.
―¿En serio no pensabas despedirte de mí? ―me recriminó Sara para empezar.
―Sí, iba a hacerlo…
―¿Cuándo?, si no llega a ser por Chus y Luis, que organizan esta cena, quizás no hubiéramos vuelto a vernos nunca más…, no me gustó nada lo que pasó la última semana entre nosotros, me jodió mucho, la verdad, después de estar seis meses superagusto, terminar así por una tontería…
―Bueno, para mí no fue una tontería…, necesitaba…, no sé, poner tierra de por medio…
―¿Por lo de Barcelona?
―Sí, claro…
―Joder, lo podíamos haber hablado, Pablo, sí, quizás no estuve bien aquella noche, y no es porque no me apeteciera… ―me confesó Sara, lo que hizo que todavía me pusiera más nervioso―, ya sabes que lo mío con Abel… es una relación difícil…
―Ya, pero no me gusta que jueguen conmigo…, me sentí ridículo, no sé si fui yo el que malinterpretó las señales o qué es lo que pasó, pero fue… un poco violento para mí. Tienes que entenderme.
―Fue culpa mía, estaba muy bien contigo y quería gustarte…
―Entonces, ¿por qué me rechazaste?
―Tenía que resolver antes alguna cuenta pendiente, aclararme, aquella noche no podíamos…
―Ya…
―¿Y por eso estabas así?
―¿Te parece poco?
―No, pero creo que entre nosotros hay suficiente confianza para contarnos las cosas, ¿no?
―Pues creo que no…
―¿Por qué?, no te entiendo ―me preguntó Sara sorprendida.
―¿Puedo serte sincero?
―Claro, ahora es el momento, deberíamos serlo el uno con el otro…
―No estaba así solo por lo de Barcelona…
―Mmmm, creo que ya sé por dónde vas ―susurró Sara jugando con el dedo dentro de su copa.
―¿Vas a ser tú ahora sincera?
―Sí, para eso hemos venido aquí…
―En Bilbao, bueno, me da un poco de vergüenza decir esto…, por la noche escuché que estabas con un tío en la habitación, y no era tu novio…
―Me imaginaba que era eso…
―Y la voz de tu acompañante me pareció la de Javier, sé sincera, por favor, ¿pasaste aquella noche con él?
―Sí, me acosté con él, la jodí, pero bien, ¡fue una cagada por mi parte!, ¿eso es lo que querías saber?, no estoy nada orgullosa de ello…
―Sí, gracias al menos por haberlo reconocido…, pero en esa época estabas saliendo con Abel, me lo dijiste, o sea, que le pusiste los cuernos con Javier…
―Lo hemos dejado y hemos vuelto muchas veces. Él también me ha engañado con otras…
―No te he preguntado eso.
―No recuerdo exactamente si ese día estábamos juntos o no…
―¿Qué pasa, que cortáis por días…?, hemos dicho que íbamos a ser sinceros, Sara.
―Vale, le engañé esa noche con Javier, ¿contento? ―me regañó como si encima tuviera yo la culpa.
―No, no puedo estar contento porque no lo entiendo, ¿por qué lo hiciste?, joder, Sara, mírate, eres una puta diosa, si tenías ganas, te podías haber follado al que te diera la gana, pero a Javier…, después de todo lo que te había hecho, de cómo te había puteado día sí, día también, de cómo te trataba… Para él no eras más que la inútil de prácticas, y tú vas y te acuestas con él…, ¿cómo se come eso?
Sara se quedó en silencio, como si no supiera qué decir. En ese momento yo no tenía ni puta idea, pero acababa de abrir la caja de Pandora.
―Toda la vida me he sentido así, como has dicho, «una puta diosa», he tenido varios novios, amigos, rollos y, a ver…, no soy tonta, tengo buen físico y tal, estoy acostumbrada a que los tíos me bailéis el agua…, con todos me ha pasado igual. Siempre. Sé que intimido a los hombres, soy directa, sé lo que quiero…, y lo consigo con facilidad.
―O sea, que yo soy de los que te bailan el agua, lo acabas de decir, sin querer, pero lo has dicho…
―Tú eres un cielo, Pablo, yo creo que actúas igual de bien con todo el mundo, no solo conmigo, si la de prácticas hubiera sido cualquier otra, te habrías comportado igual con ella…
―Sí, puede ser…, y tienes razón en lo de que intimidas a los hombres…
―A ti no te ha pasado eso…
―Claro que me ha pasado, Sara, y lo sabes perfectamente…, no te hagas ahora la inocente, que no te pega nada…
―Desahógate si quieres, me lo merezco…
―Yo no valgo para eso, pero sí me gustaría que me contestaras por qué en Barcelona…, bueno, me rechazaste, eeeeh…, quiero saber por qué…
―¿No pasó nada entre nosotros?
―Sí…
―Joder, Pablo, me había enrollado con Javier y no podía hacerlo también contigo. Me parecía feo. Además, creo que entre nosotros había surgido algo más que simplemente una noche de rollo… y no lo quería estropear, antes tenía que aclararme…
¡¡Menuda confesión me había soltado Sara!! Me acababa de decir que ella también estaba sintiendo algo por mí y en ese momento me puse muy nervioso. Nos habíamos quitado las caretas y supe que esa noche nos íbamos a decir todo a la cara.
Todavía encontré un rayo de esperanza. Era nuestra última oportunidad.
―¿Tú crees que entre nosotros había surgido algo? ―le pregunté a Sara.
―Sí, no te voy a engañar…, tampoco te voy a decir que me pillara por ti desde el primer día, pero, no sé, fue poco a poco, me empezaste a gustar, eres atractivo, muy buena gente, educado, paciente, trabajador, me gustaba pasar tiempo contigo, podíamos charlar de cualquier cosa, me ayudaste mucho en la empresa con Javier…, y entonces la cagué en Bilbao…, ya no solo es que tuviera novio, es que también me jodió por ti, después de todo lo que me habías ayudado con Javier, me sentía avergonzada, era como si te hubiera fallado…, y ahora…, supongo que, después de saber esto, no te apetecerá nada conmigo; pero al menos quería que termináramos bien…
―Uf, Sara, no sé ni qué decir…, me has pillado ahora mismo en fuera de juego… ¿Es que ya no estás saliendo con Abel?
―Ahora no estoy con nadie… Sé que la he fastidiado, y espero que me puedas perdonar, no te merecías todo esto… ―susurró acariciándome la cara y acercándose despacio para darme un tierno beso en la mejilla, muy cerca de los labios.
―No me gusta que juegues conmigo, ya te lo he dicho antes…
―No estoy jugando. ―Y volvió a darme otro beso, esta vez rozando mi boca.
―Sara… ―pronuncié su nombre en una especie de gemido.
Giré levemente la cabeza y nuestros labios chocaron en un pico. Ella abrió la boca lo justo para atrapar mi labio inferior y sacó tímidamente la lengua en un gesto muy sensual que hizo que me empalmara de inmediato.
―¿Estás segura de esto? ―le pregunté.
―Sí, aunque creo que el que no lo tiene nada claro eres tú, y lo entiendo…
―¿Por?
―Por lo de Javier, sé que esto no es fácil para ti sabiendo que Javier y yo…
―Hostia, Sara, es que mira que tenías tíos esa noche…
―Soy toda una experta en joder relaciones…, ya sabes una cosa más de mí…
―No te vendes nada bien.
Ella se acercó todavía más y dejó la copa encima del cristal.
―¿Tú crees? ―murmuró mirando hacia mi erección y pasándome los brazos por el cuello―. ¿Necesitas tiempo para pensarlo?
Apoyé las manos en su cintura desnuda y un escalofrío me recorrió de arriba abajo. Era condenadamente guapa y atrevida, y de repente me vi con una jovencita de veinticinco años en aquel rincón solitario.
¡Estábamos a punto de besarnos por primera vez!
Me incliné despacio sobre ella, quería saborear ese instante y Sara me esperó con la boca entreabierta y sacó la lengua para recibirme. Yo saqué la mía también y se la metí con fuerza, haciendo que se entrelazaran formando un nudo dentro de ella. Y Sara me acarició el pelo jugando con sus dedos.
En ese instante tan mágico me acordé de Javier. A él no le había permitido al principio que mancillara su boca y me sentí eufórico al pensar eso, como un triunfador, le había vencido en su terreno y esa noche Sara le había rechazado para terminar conmigo. Me apetecía restregárselo por la cara. Tenía mariposas en el estómago…, pero también un calentón importante.
¡Nos estábamos comiendo los morros como dos adolescentes!
Entonces Sara se separó de mí y volvió a su sitio, pasándose los dedos por los labios de manera muy sexy para limpiarse mi saliva.
―¿Sigues pensando que estoy jugando contigo? ―me preguntó.
―Todavía tenemos que hablar muchas cosas, Sara…, no por un beso…
―Lo que quieras, me puedes preguntar lo que te apetezca…, hoy es el día, ahora es el momento…
―Mira, no quiero darle vueltas a lo mismo, pero… lo de Javier es que no lo entiendo…, ¿cómo pudiste irte aquella noche con él?, es que no me entra en la cabeza…
―Ya veo que, si no arreglamos este asunto…, eeeeh, nos va a costar avanzar…, ¿cómo lo hacemos?, ¿quieres que te cuente lo que pasó en Bilbao y por qué lo hice?, ¿así te lo vas a sacar de la cabeza?
―Bueno, tampoco creo que quiera saberlo…
―Me parece que esto es muy importante para ti, Pablo…, mira, ya te lo comenté antes, desde siempre he sentido que… tenía poder sobre los tíos, por así decirlo… Cuando entro en un bar o en un restaurante, o en la piscina, en la playa, noto que se me quedan mirando…
―Normal…
―Hoy, por ejemplo, antes de entrar a cenar…
―Sí, ya me he dado cuenta, pero reconoce que tú también estabas encantada de conocerte, allí sentada en la silla, enseñándonos la pierna, uffff, te gustaba que todos estuviéramos babeando contigo…
―Pues eso, que los tíos me miran, pero…, prácticamente, no me entra ninguno, les impongo mucho, demasiado y siempre he sido yo la que he llevado la iniciativa en ese aspecto.
―Entiendo.
―Por lo general todos me seguís la corriente, hacéis lo que os pido…
―Vamos, que puedes hacer con nosotros lo que te dé la gana…
―Sí, pero aquel día con Javier fue distinto.
―¿Distinto?
―Sí, él no estaba cortado ni intimidado por mí…
―Javier tiene muchas tablas y dos divorcios a sus espaldas, no creo que le intimide una de veinticinco…
―Me transmitía esa seguridad… y, además, se comportó como un cabrón… y, bueno…, no lo sé explicar muy bien, pero eso tuvo su morbo, no te lo voy a negar.
―¿Que te tratara mal te dio morbo?
―Sí, contigo es distinto, estoy muy a gusto, por ejemplo, ahora… Tú no eres así… ―Y volvió a acercarse por un lado y me dio otro beso rápido en los labios.
Ya se quedó pegada a mí, agarrando mi brazo izquierdo y yo pasé una mano por su cintura mientras ella seguía hablando en bajito, casi susurrando, lo que todavía me excitaba más y me erizaba la piel.
―Le dije que era un cabrón, tal cual…, que en seis meses ni tan siquiera había tenido la decencia de llamarme ni una jodida vez por mi nombre ―soltó con rabia―, y después empezó a hablar de mi novio, me preguntó si tenía y cosas así…, no lo recuerdo muy bien, yo solo quería hacer las paces con él e invitarle a una copa, aunque no se lo mereciera, y él aprovechó que estábamos casi pegados y me tocó el culo.
―¿Te tocó el culo?…, ¿y le dejaste?
―Sí y no, bueno, no me sentó nada bien y le dije que quitara la mano, pero no me hizo caso y luego me sugirió tomar la copa en la habitación del hotel.
Desde luego que las versiones de Javier y Sara eran bien distintas, pero yo hasta ahora me creía más la de Javier, pues me la había contado con mucho más detalle y ella solo decía cosas inconexas y atropelladas. Las dos se parecían, pero había contradicciones entre ambas, ya que, por ejemplo, según Javier, fue Sara la que le propuso ir a su habitación.
El caso es que con el calentón que llevaba después de morrearnos dejé que Sara siguiera contándome aquella noche y al tenerla tan cerca, escuchándola con esa voz tan sensual, como avergonzada, pero dispuesta a seguir hablando, me excité todavía más.
Otra vez era ese morbo enfermizo como cuando me lo relataba Javier y se me puso muy dura. Una erección palpitante que hacía que me temblara la polla con cada palabra que salía de la boca de Sara.
―Y me tocó el culo en el bar, por debajo del vestido, con todo el morro del mundo…, no creas que se cortó, y después intentó besarme, pero no le dejé, joder, eso sí que no, me daba mucho asco comerme la boca con él, mis amigos estaban por la zona, me podían haber visto y, aaaahggg, no me gustó la idea…
―Pero dejaste que te tocara…
―Eso sí ―suspiró Sara agachando la cabeza―, ya te he dicho que, no sé, me daba morbo esa prepotencia y, además, se reía de mí, parecía que le divertía putearme, por ejemplo, me decía que no sabía ni cómo me llamaba…
―¿Cómo no lo va a saber?
―Pues yo tenía muy serias dudas. Cuándo estáis juntos, ¿me llama alguna vez por mi nombre?
―Sí, creo que sí…
―No me mientas, Pablo, que se te da muy mal, dime la verdad, ¿cómo se refiere a mí cuando estáis solos?
―Te llama Sara…
―Pablo, dímelo, hemos dicho que íbamos a ser sinceros…
―La de prácticas, te llama la de prácticas o esta… o la chica…
―Lo sabía, y seguro que utiliza algún nombre todavía más despectivo cuando se refiere a mí…
―No, que yo recuerde ―dije poniéndome rojo.
Pensé que Sara no se daría cuenta de mi cambio de color repentino, estábamos poco iluminados y ella apenas me miraba a los ojos, seguía agarrada a mi brazo y había apoyado la cabeza en el hombro, pero, aun así, volvió a pillarme en otra mentira.
Sara ya me conocía muy bien.
―Dime cómo se refería a mí, te prometo que no me voy a enfadar, además, tú no tienes la culpa…
―Es que…
―Que no pasa naaaada…, vamos, Pablo.
―Niñata, te llama niñata normalmente…
―Me lo suponía, o incluso peor, pensé que me llamaría zorrita o algo por el estilo…
―No, eso no, lo más fuerte ha sido niñata…
―Vale…, pues eso pasó entre nosotros aquella noche de Bilbao, dejé que me tocara el culo, se me fue la cabeza, había bebido en la cena con los amigos y sé que eso no es excusa, tampoco te quiero engañar, no iba borracha, pero el alcohol hace que tenga más ganas de sexo. ―Y me dio otro beso cerca de los labios―, ¿nos pasa a todos, no? ―preguntó pasando la mano por mi cinturón y jugueteando con la hebilla.
―Sí…, como ahora por ejemplo…
―Exacto, el caso es que me excitó más de lo que yo creía que me tocara el culo, me lo estrujaba de una manera muy vulgar…, era asqueroso…, no me lo tocaba, ¡me lo sobaba!
―¡Qué puto cerdo! ―exclamé yo y de repente bajé la mano que tenía en su cintura y la puse sobre su culo por encima del vestido.
Creo que a Sara se le escapó un gemido y yo no supe si era por mi caricia o porque se acordaba de lo que había pasado entre Javier y ella. De lo que sí me di cuenta es de que a Sara le dio mucho morbo que me atreviera a acariciarla mientras ella me contaba lo de Bilbao y eso parece que la incitó a seguir hablando.
―Javier estaba muy seguro de sí mismo, me estaba puteando y lo disfrutaba y yo… me bloqueé…, le dejé hacer como una imbécil, y no solo eso, encima le permití que fuera a mi habitación, ¿te lo puedes creer?
―La verdad es que no. ―Y subí la mano pasando mis dedos por su espalda desnuda.
―No la quites, por favor…, ahora no… ―me pidió en un susurro jugueteando con sus dedos por la parte superior de mi pantalón―. ¿Quieres que siga contándote el resto de la noche o no hace falta?
―No hace falta, pero si quieres continuar… ―le sugerí en una especie de gemido volviendo a apretar su culo, esta vez con más fuerza.
―Está bien, yo creo que necesitas saberlo… ―murmuró en un hilo de voz casi imperceptible―, pero lo que viene es un poco fuerte, no sé si te va a gustar…, ¿entonces, sigo? ― Me soltó el cinturón y comenzó a sacarlo por la hebilla.
―Sí, sigueee… ―gimoteé en bajito, dejándome hacer.