La tentación de Sara

Capítulo 12



Por suerte no me tocó salir de viaje con Sara la siguiente semana. Javier seguía de vacaciones, así que de nuestro equipo solo estábamos ella y yo. Me mantuve todo lo frío y distante que pude, y Sara también se mostró mucho más cortada de lo habitual.

Ni tan siquiera bajé a tomar café con ella cuando me lo pidió a media mañana y me quedé en la sala de descanso del trabajo. El martes ya no insistió en almorzar conmigo y el resto de la semana tampoco.

Me jodía terminar así mi relación con Sara después de lo bien que nos habíamos llevado durante los seis meses de sus prácticas; pero para mí había sido muy humillante lo que pasó en Barcelona y no me atrevía ni a mirarla a la cara. Además, preferí poner un poco de distancia para olvidarme de Sara cuanto antes, pasar página y empezar de cero.

Aun así, me era imposible no fijarme en su cuerpazo, a la mínima se me escapaba una mirada furtiva a su culo cuando se daba la vuelta o me quedaba hipnotizado con el movimiento de su pelo o el bamboleo de sus tetas. Punto y aparte eran sus largas piernas, bronceadas y suaves, y el miércoles, aprovechando la ausencia de Javier, y quizás en un último intento de seducirme, vino con una falda que rozaba «lo legal».

Cada cruce de piernas fue una tortura para mí, y cuando terminó la jornada de trabajo, salí de la oficina con un dolor de huevos importante y tuve que hacerme una paja antológica en cuanto llegué a casa.

Sara intentó estar simpática conmigo, pero sabía que en Barcelona no había actuado bien, y yo ni tan siquiera le di pie a poder disculparse; así que la semana fue bastante tensa entre los dos. Y el viernes, diez minutos antes de la hora de salida, ella se dirigió a mí.

―Bueno, Pablo, eeeeh, he estado hablando con Santi y como ya vuelve Javier me han ofrecido si quería cogerme la semana que viene de vacaciones… y he aceptado; así que oficialmente hoy es mi último día de prácticas.

Eso sí que no me lo esperaba, en el fondo me sentí decepcionado, pero casi mejor, así no tendría que volver a verla. Me giré hacia ella y desde mi silla no supe ni qué decir.

―Vaya…
―Me sabe mal que terminemos de esta manera después de lo bien que te has portado conmigo, ¿te apetece tomar algo?, no puedo irme con este mal sabor de boca ―me pidió Sara.
―Mejor no, es que no puedo, tengo que ir a buscar a las niñas a casa de mi ex… ―puse de excusa para no bajar con ella al bar.
―Vale, lo entiendo, pues, entonces, aquí nos despedimos, ¿no? ―dijo poniéndose de pie y acercándose a mí con los brazos abiertos.
―Claro. ―Nos dimos dos besos y un tímido abrazo.
―Ya lo he dejado todo recogido y terminado. Muchas gracias por todo, Pablo, he aprendido muchísimo contigo.
―Gracias a ti, y bueno, ya te dije que voy a recomendarte para que sigas en la empresa…, has hecho un trabajo estupendo.
―Pues te lo agradezco ―comentó poniéndose el bolso al hombro―, ojalá volvamos a vernos pronto, adiós, Pablo.
―Adiós.

Y Sara salió de la oficina con el rostro triste, me jodió una despedida tan fría, pero era lo mejor para mí. Una cosa era lo personal y otra lo profesional. Es verdad que tenía muchas ganas de que Sara saliera de mi vida, pero en el trabajo nos había ayudado un montón, lo había hecho de diez y yo le prometí que iba a recomendar su contratación. En apenas seis meses Sara se había convertido en una estupenda auditora.

Tampoco consideraba justo que por lo que había pasado en Barcelona entre nosotros Sara no se mereciera continuar en la empresa.

La semana siguiente regresó Javier de vacaciones y, en cuanto entró en la oficina, preguntó por «la de prácticas» al no verla por allí. Yo le contesté que ya había terminado y se había cogido unos días de descanso.

―No voy a decir que la eche de menos, pero nos quitaba mucho trabajo…
―Sí, deberíamos hacer un buen informe de ella, a ver si la vuelven a contratar… ―le expuse .
―Sí, buena idea, hazlo, si quieres, y yo te lo firmo, de todas formas, espero que no cojan a otra de prácticas para empezar desde cero…, eso sí que me jodería…

El lunes, a última hora de la mañana, nos informaron que el miércoles teníamos auditoría en Sevilla.

―¡Cojonudo, a Sevilla en pleno mes de agosto! ¡Me cago en la puta, menuda vuelta de vacaciones!, y encima sin la de prácticas… ―protestó Javier cuando se enteró.

El martes, como no estaba Sara, nos pegamos un currazo tremendo para tener la documentación lista y el miércoles salimos a primerísima hora en el AVE hasta Sevilla. No se me iba a olvidar ese puto viaje en la vida.

Hacía un calor de tres pares de narices en la estación y cogimos un taxi que nos llevó directamente hasta la empresa. Yo estaba deseando llegar para que nos metieran a una salita con su aire acondicionado, pero nos informaron que se había jodido el día anterior.

Nos dejaron una oficina minúscula, con un ventilador de pie que lo único que hacía era mover el aire caliente y pasamos un día de perros. Se nos caían los chorretones de sudor por la frente y a media mañana salimos de allí con la camisa empapada.

Bajamos a comer a un restaurante cercano con un cabreo considerable, tanto que incluso Javier amenazó con no seguir con la auditoría en esas condiciones. Tuve que convencerlo, y si por la mañana pasamos calor por la tarde parecía que estábamos en el mismísimo infierno. Además, tuvimos que apagar el ventilador un buen rato porque nos volaba la documentación, lo cual incrementó, todavía más, la sensación de asfixia.

Nuestra idea era finalizar la auditoría en un solo día, Javier se negaba a volver al día siguiente; así que cuando se hizo tarde, bajamos a picar algo de cenar y regresamos para terminar el trabajo a las once y media de la noche.

Bañados en sudor, enfadados y agotados, pero con la satisfacción del deber cumplido, cogimos un taxi hasta el hotel.

―¡Menudo día!, necesito pegarme una ducha y tomar algo ―anunció Javier―. Así no puedo meterme en la cama, con esta sofoquina…, ¿te apetece?

Otro día le hubiera puesto cualquier excusa, pero a más de treinta grados y sabiendo que el hotel, en el que ya habíamos estado unas cuantas veces, tenía una terraza muy agradable, decidí acompañarle.

Lo hice sin ninguna intención de hablar de Sara ni nada por el estilo; de hecho, no me apetecía y era lo mejor para mí, aunque reconozco que sentía curiosidad por saber si había pasado algo entre ellos cuando hicieron la auditoría juntos.

A pesar de ser miércoles había bastante gente en la terraza y una vez que nos duchamos y nos cambiamos de ropa, tomamos asiento en una mesita con vistas a los jardines.

Javier se pidió su old fashioned y yo un ron cola en copa ancha, y con el calor que hacía y lo bien que se estaba allí, supe que no era lo único que íbamos a beber aquella noche.

―Hoy nos hubiera venido de puta madre la de prácticas, joder, qué currazo nos hemos pegado, te lo juro que estaba deseando salir de aquel infierno.
―Sí, nos habría ahorrado unas cuantas horas de trabajo.
―Ah, por cierto, ¿sabes que «estos» le están montando una cena de despedida? ―me anunció.
―¿A Sara?
―Sí, claro, a quién va a ser…
―Pues no tenía ni idea.
―Como te llevas bien con ella, pensé que lo sabrías.

Por «estos» me supongo que se refería a Luis y Chus, dos compañeros encargados de este tipo de eventos cada vez que alguien se jubilaba, se marchaba de la empresa o terminaba sus prácticas. El montar aquellas cenas no era más que una excusa con sus respectivas para escapar de sus monótonas vidas y salir de fiesta una noche.

―¿Y cuándo se supone que va a ser? ―pregunté.
―El sábado que viene…
―No creo que pueda ir, me toca a las niñas…
―Joder, tío, ¿cómo no vas a venir?, tú y yo tenemos la obligación de ir, ella estaba en nuestro equipo y quedaría un poco feo…, seguro que lo puedes arreglar con tu ex…
―No sé, veré qué puedo hacer…
―No vuelvas a dejarme solo con ella, je, je, je…, que me conozco… ―comentó con un poco de sorna, en un tono que no me gustó nada.

Yo lo miré de manera inquisitiva y sabía que no debía haberlo hecho, pero abrí la bocaza y piqué el anzuelo. Tampoco se resistió mucho Javier, que estaba deseando que lo hiciera.

―¿Y eso?, ¿es que cuando viajasteis solos a hacer la auditoría otra vez te la volviste a…?
―Por supuesto ―afirmó muy seguro de sí mismo―, ¿es que acaso lo dudabas?, no hay nada como dejar a una zorrita con ganas de más…
―¿Lo dices por lo de Bilbao?
―Sí, aquella noche me la pude haber follado más veces, pero dejándola cachonda me aseguré de que ya me la podría tirar cuando quisiera, ja, ja, ja… ―dijo el muy cretino.
―Entonces, te da igual si voy o no a la cena, casi mejor si no lo hago, así te la puedes volver a follar, ¿no?
―No me importaría echarle un polvo de despedida, la niñata bien lo merece…

Casi no le presté atención cuando soltó esa última frase. Tengo que reconocer que no me sorprendió mucho conocer que Javier y Sara se habían vuelto a enrollar, aunque aquella noche no me apetecía escuchar sus fanfarronadas y menos que me relatara cómo se había acostado con Sara; pero una vez que había empezado ya no quiso detenerse.

Se puso cómodo en la silla, le dio un trago a la copa y sin que yo se lo pidiera comenzó a martirizarme con toda la historia, recreándose en los detalles y sin dejarse nada en el tintero…
 
El idiota del prota va a ir al la última reunión y verá como se la levantan ante sus ojos de nuevo.

La otra versión es que ella tome la iniciativa y se lo folle, pero quedará decepcionada por lo rápido que termine. Prefiero que pase lo primero
 
Por ahora Sara es una calientapollas, ambiciosa y egoísta que no vale ni para humillar a su esbirro. Basura como persona y como mujer poderosa.
Claudia le podía dar lecciones de cómo tratar a un sumiso.
 
El personaje protagonista principal y narrador en primera persona, está perfectamente definido y toda la historia actuará como tal. Indeciso, sumiso, introvertido, acomplejado, onanista, etc., etc. Disfruta más y su eyaculación es, seguramente más intensa, cuando piensa en ella que si lo estuviera.
Su vida nos dará más pena que gloria, y sus éxitos son de pura rutina y sin mucho disfrute íntimo. Vamos, que si se la folla, en alguna de las cinco partes del libro, no creo sea por mérito suyo, creo habrá de tener algo de ayuda o una situación muy especial, con la que el magnífico autor nos deleitará.
Reato brutal y excelente, o eso creo.
Un placer
 
Capítulo 13



Se atusó su canoso pelo, jugando con los caracolillos que se le formaban en la nuca y sin tiempo que perder me transportó hasta aquella noche.

―Te lo juro que no tenía ninguna intención de acostarme con ella, de hecho, cuando me dijeron que teníamos auditoría externa, no me sentó nada bien sabiendo que no estabas tú y me iba a tocar viajar con la niñata…
―Sara es lista, ha aprendido rápido y es muy buena, ya puede salir perfectamente a auditar con nosotros…
―Sí, pero no deja de ser de prácticas y, no sé, no tengo tanta confianza como contigo, aunque reconozco que me volvió a sorprender…, ¡hizo un trabajo excelente en Pamplona!
―Lo sé, te recuerdo que yo le he enseñado casi todo…
―No te atribuyas todo el mérito, algo habrá aprendido de mí, ¿no?, pero sí, serías un buen formador, Pablo…, tienes mucha paciencia con los nuevos, en eso tengo que admitir que me superas con creces…
―Creo que en cuanto tome esta copa me subo a dormir, estoy muy cansado con este calor…
―¿Ya?, espera que te cuento lo de Pamplona…, te vas a quedar a cuadros…
―No sé si…
―Terminamos pronto la auditoría ―continuó―, a las seis y media ya estábamos en el hotel…, casi hasta nos habría dado tiempo a volver a Madrid, aunque era un poco precipitado; así que nada, le dije a Sara que podríamos ir adelantando trabajo para que al día siguiente yo no tuviera ni que pasarme por la oficina. Y hasta la hora de la cena nos quedamos cada uno en su habitación, aunque yo no hice una mierda…, no me apetecía trabajar y ya tenía en mente encasquetarle a la de prácticas lo mío también para que lo terminara ella, ja, ja, ja…
―¡Qué cabrón!
―Oye, para eso está…
―Bueno, tampoco es…
―Bajamos a cenar ―dijo volviendo a interrumpirme―, y en cuanto la vi ya supe que quería guerra. Se había puesto una camiseta blanca de tirantes, tipo ropa interior de hombre, y la llevaba metida por dentro de un pantalón vaquero que no podía ir más apretado. Y lo mejor es que se notaba que… ¡no llevaba sujetador!, ¿tú te crees que puede bajar así a cenar?
―Por lo que dices, parece que ya iba pidiendo guerra ―comenté sin mucho entusiasmo.
―Y tanto, joder, se le marcaban los pezones de manera indecente, ¡vaya tetazas!, y yo, claro, durante la cena no sabía ni dónde mirar…, no te creas, para mí también era un poco incómodo.
―Entiendo ―dije de manera seca para ver si Javier se daba por aludido, pues no me apetecía escuchar la historia; pero él siguió a lo suyo.
―Total, que terminamos de cenar y no serían ni las once. Le comenté a Sara que me había quedado dormido en el hotel al llegar de la auditoría y que no me había dado tiempo a adelantar nada de trabajo, que si no le importaba hacerlo a ella.
―¡Vaya morro, tío!, y qué te va a decir la pobre, no le quedó más remedio…
―Sí, no tuve ni que invitarla a una copa ni tan siquiera una mínima proposición para ligármela, con la excusa de lo del trabajo fue ella la que se ofreció a pasar por mi habitación a recoger la documentación.
―¿Y así te la follaste? ―pregunté sin creerme que le hubiera resultado tan fácil volver a llevarse a Sara a la cama.
―Así, tal cual. Me acompañó a la habitación y tenía el papeleo sobre la mesita al lado de la tele…, ella pasó dentro y al cerrar le invité a una copa, abrí el minibar y comencé a servirme un botellín y le pregunté si quería tomar algo…, ella me dijo algo así como «cualquier cosa me vale» y se quedó de pie, haciendo que miraba la documentación, pero en el fondo se me mostraba con ese culazo tan redondo y las tetas sueltas bajo la camiseta. La niñata no estaba dispuesta a irse de la habitación sin otra buena follada, ja, ja, ja.
―¡Qué zorra! ―afirmé, dándome asco de mí mismo.

Pero el desprecio con el que Javier hablaba de Sara e imaginarme la situación hizo que algo se removiera en mí. No podía creérmelo. No quería que sucediera, pero… ¡mi polla comenzó a crecer bajo los pantalones!

Javier ya no se iba a detener. Lo veía en su mirada afilada, en cómo se relamía los labios después de cada trago, degustando su cóctel y reviviendo aquella noche otra vez mientras me lo contaba.

―Me acerqué a ella por detrás, tan sencillo como eso, y dejé su vaso junto a los papeles, y de repente, nos miramos a través del espejo. No se movió, solo me mantenía la mirada y apoyó las dos manos en la mesa. Dejé mi copa junto a la suya y puse una mano en su cintura y le dije algo así como «¿de verdad no te importa hacerlo tú?», me contestó que no y cerró la carpeta. Sin moverse. Esperando que yo diera el siguiente paso.
―Y lo diste…
―Claro, ya no era como el primer día en Bilbao que tenía que ir con pies de plomo, ahora era distinto, ya me la había follado y que ella hubiera entrado en mi habitación y se quedara así no podía significar otra cosa…
―Tampoco te había dicho nada.
―No hizo falta. Si hubieras visto su cara en ese momento lo entenderías, Pablito. Estaba seria, pero me lo pedía a gritos. Sentía su piel de gallina y el calor que transmitía, la pelusilla del cuello la tenía erizada y se echó la melena hacia un lado, dejándola caer por el hombro contrario al que yo me encontraba. Con otro paso me quedé pegado a su culo y besé su hombro desnudo, la niñata cerró los ojos y te lo juro que se me puso durísima.

Igual que a mí escuchando su historia.

―Llevaba todo el día con un buen calentón encima, durante la auditoría no es que se hubiera puesto muy escandalosa, pero no le hace falta, está demasiado buena; pero al bajar así a la cena todavía me calentó más. Era como si se hubiera vestido así para mí…

Por un lado, me apetecía seguir allí, pero mi otro yo quería salir huyendo y apuré mi copa sin pensar. Sin disfrutarla. Solo tenía que ser fuerte y decirle a Javier que me subía a la habitación. Tampoco era tan difícil.

Era demasiado insano volver a escuchar cómo se había follado a Sara.

―¿Ya has terminado eso? ―Y llamó al camarero aprovechando una de las veces que pasaba―. Otras dos de lo mismo ―le pidió señalando la mesa.
―No, yo no quiero más, de verdad, Javier.
―Venga, ahora hace de puta madre, parece que quiere correr un poco el aire y tengo que contarte el final de la historia…, falta lo mejor…
―Otro día, en serio…
―Ya te he pedido la copa, no me hagas el feo, Pablo. Nos la tomamos rápido y termino…
―Está bien ―desistí sin mucho carácter, dejándome caer en la silla.

Todavía tuve que humillarme un poco más y escuchar el final. Me sentía muy despreciable por dejar que Javier hablara así de Sara y yo encima le seguía la corriente; pero cuanto más soez era su relato, más me empalmaba.

¿Cómo podía excitarme y repugnarme a partes iguales lo que salía de su boca?

Hizo una pequeña pausa sabiendo que había llegado el momento culmen de la historia y esperó paciente a que el camarero regresara con las copas y las sirviera. No tenía ninguna prisa. Seguro que el muy cerdo también la tenía dura e hizo su gesto característico de repeinarse con la mano hacia detrás.

―Mmmmm, delicioso ―exclamó al probar su nuevo old fashioned―. Bueno, seguimos…, ¿por dónde iba? ―me preguntó para hacerme cómplice de su aventura.
―Cuando le serviste la copa y te acercaste por detrás…
―Eso es…, besé su hombro y ella cerró los ojos…, ¡no veas qué cachondo me puso eso!, la niñata estaba dispuesta a dejarse follar, ¡otra vez!
―¿Te dijo algo?
―No, estaba callada, seria, con la boca cerrada, solo me miraba a través del espejo, tío. Era muy extraño, pero excitante a la vez. Y mientras besuqueaba su hombro, bajé las manos y fui directo. Podía haber amasado esas tetazas que cada vez parecían más hinchadas, pero no quise perder tiempo y… le desabroché el pantalón. Imagínatelo, Pablo, sin decirnos nada y yo detrás de ella soltándole el botón de sus vaqueros… Sin dejar de apoyar las manos en la mesita, cerró los ojos y se le escapó un gemido cuando bajé la cremallera del pantalón…

Aquella frase hizo que me palpitara la polla y en ese momento supe que en cuanto llegara a la habitación me iba a hacer una tremenda paja. Si es que antes no me corría encima mientras Javier se regodeaba con su «hazaña».

―Me costó un huevo bajárselos, los llevaba tan ceñidos que era casi imposible y tuvo que ayudarme ella moviendo de lado a lado el trasero. Apenas conseguí dejárselos a medio muslo, pero ya era suficiente para podérsela meter sin que me molestaran…, y con el pantalón fueron las braguitas también, ¿para qué perder tiempo?, ja, ja, ja, y en unos pocos segundos la niñata ya me estaba ofreciendo su culazo para que me la follara desde atrás. Era mi puto momento. Ahora tenía que jugar con ella, hacer que esa zorra se rebajara todavía más…
―¡Hijo de puta!, no tenías por qué hacerlo, ya la tenías comiendo de tu mano… ―dije en plan colega levantando la copa para que Javier brindara conmigo.

Pero no lo hizo, le pegó un trago y la dejó en la mesa, dejándome con cara de tonto.

―Lo sé, pero así lo disfrutaba más, ja, ja, ja, me la saqué con calma y le solté: «No he traído condones», y ella me dijo que en el bolso tenía y estiró el brazo para alcanzarlo, pero yo se lo quité de las manos y lo lancé a la cama, «¿No prefieres como el otro día?», le pregunté y se la coloqué entre las piernas.
―¿Te la volviste a follar así?
―No me gustan los putos condones, hace que se me baje, me parecen una puta mierda, solo los he usado cuando no me ha quedado más remedio…, y este no era el caso, ja, ja, ja.
―¿Y qué te respondió ella?
―Pues qué me va a decir, Pablito. Estaba como loca porque se la metiera, ni tan siquiera me advirtió que no me corriera dentro como en Bilbao. Entre suspiros y muy bajito, casi en un gemido se le escapó: «Vale, hazlo así». Uf, no veas cómo me puso aquella frasecita. Imagínatela, tío, ofreciéndome ese tremendo culazo que tiene y… ¡¡dejándome que me la follara a pelo!!
―Sí, me hago una idea. ―Y visualicé la escena. Mi polla volvió a palpitar. Ya tenía el calzón mojado.
―Casi no llegaba a metérsela, la cabrona es alta y menos mal que no llevaba tacones, aunque se había puesto unas sandalias de esas que tienen un poco de cuña. Le pedí que se agachara, la niñata no podía abrir más las piernas porque los pantalones no la dejaban; así que se inclinó sobre la mesa y flexionó las rodillas. Pues todavía tuve que ponerme de puntillas para podérsela meter. Me abalancé sobre ella y mmmmmm …, ¡¡fue una gozada volver a clavársela hasta los huevos!!
―¡Joder!
―No tuvo nada que ver con lo de Bilbao, aquella noche no sé qué me pasó, no sé si fue la situación o…, pero nunca había tenido esa sensación de que no tenía el control y que me podía correr en cualquier momento. Aunque se la acabara de meter, por lo general aguanto mucho y decido cuando termino, pero ese día no. ¡La niñata está demasiado buena!, y no pude ni ver unos segundos cómo rebotaba mi cuerpo contra su culo; así que me incliné sobre ella, pasé las manos hacia delante, apreté sus tetas por encima de la camiseta y me la follé… como un puto conejo, ja, ja, ja. Mientras la embestía, le pregunté: «¿Te has puesto esa camiseta para mí?, me ha puesto muy cachondo».
―¿Y te contestó?
―Entre gemidos murmuró que sí y yo seguí: «Querías que te volviera a follar el jefe, ¿eh?».
―Cómo te pasas…
―Lo sé, ja, ja, ja…
―¿También te contestó a eso?
―La muy puta me miró fijamente a través del espejo, se me estaba cayendo la puta baba en su hombro cuando cruzamos la mirada y me dijo: «Sí, eso es lo que quería, vamos, fóllame». Joder, ¿te lo puedes creer?, pero eso no fue lo mejor…
―¿Todavía hay más? ―insistí removiéndome en la silla para intentar acomodarme la molesta erección.
―Mientras me decía eso, se subió ella misma la camiseta para que le viera las tetas a través del espejo y pasó la mano hacia atrás y me agarró por el culo.
―¿Ella a ti?
―Claro, Pablito, no quería dejarme escapar, ¡¡me estaba pidiendo a su manera que me corriera dentro!!, ¿te lo puedes creer?

Pues no. ¿Cómo iba a creerme aquello? Sara pasando la mano hacia atrás y poniéndola sobre el culo de Javier para que se la follara de pie en su habitación.

¡Era de locos!

―La muy puta me clavó las uñas en los glúteos, ¡qué daño más rico me hizo!, ¡me encantó!, seguía con la cabeza agachada y de repente se levantó un poco y nos miramos a través del espejo, yo le puse una mano en el hombro para clavársela más fuerte y la niñata se mordió los labios, tenías que haber visto esa cara, Pablito, ¡se me estaba derritiendo encima!
―Me lo puedo imaginar.
―Eso no te lo puedas imaginar, hay que verlo…, y yo inclinado sobre ella, de puntillas, parecíamos dos perritos enganchados, rebotando mi barriga contra su culazo y ella con el pantalón a medio bajar y la camiseta subida, ¡enseñándome cómo se le movían las tetas adelante y atrás!, ya no podía más y eso que apenas llevaba un par de minutos follándomela.
―Normal, es que Sara está muy buena…, yo no sé si habría aguantado tant…
―Tú te hubieras corrido nada más empezar, Pablito, la de prácticas en mucha hembra para ti, ja, ja, ja…
―No te digo que no …
―Déjame terminar ―me pidió dándole un nuevo trago a su copa―. Lo que me hizo correrme definitivamente fue cuando palpé sus tetas y las dejé caer a plomo sobre la palma de mi mano, mmmmm, ¡qué tetazas más pesadas y calientes!, y luego pasé el brazo hacia delante y le acaricié los labios con el dedo pulgar.

No. Sara. No hagas eso. Noooo.

―Y la muy guarra abrió la boquita y dejó que le metiera el pulgar, aquello ya fue demasiado, ¡¡me lo chupó con una cara de vicio que flipas!!, sin dejar de mirarme en el espejo mientras le soltaba un pollazo tras otro, ja, ja, ja.
―Se la tenías que haber metido por el culo a la niñata esa ―le seguí la corriente cada vez más enfadado con Sara, pero con una empalmada bajo los pantalones que estaba deseando aliviar en cuanto llegara a la habitación.
―¿Tú crees que me hubiera dejado?, si te digo la verdad, ni lo pensé, estaba demasiado pendiente de sus uñas clavadas en mi piel…, ¡ese dolor me estaba martirizando!
―Sí, yo creo que sí, por lo que cuentas, no te decía que no a nada, seguro que se habría dejado encular por el jefe…
―Ja, ja, ja…, tampoco estaba yo para mucho más, lo tenía a punto y con un golpe final de cadera me agarré a sus dos tetas como un náufrago a la tabla y le dije: «Me voy a correr, zorra». Fue una afirmación de lo que iba a pasar, ni tan siquiera se lo pedí.
―¿Y te contestó?
―Sí, tampoco es que estuviera gimiendo a lo bestia, lo hacía de manera extraña, pero eran muy excitantes esos gemiditos que se le escapaban y suspiró algo así como «vale», y entonces fue cuando caí en la cuenta de que durante todo el día otra vez había omitido llamarle por su nombre, y le pregunté si quería que lo dijera, ja, ja, ja.
―¡Qué cabrón eres!, ¿y Sara?
―Me apretó más fuerte del culo y giró el cuello buscando mi boca, sacó la lengua, me la pasó por los labios y me soltó un lametazo así en plan vulgar, y luego me preguntó: «¿Ya te acuerdas de cómo me llamo?», y yo le contesté: «Pues no, solo eres una puta más de las que me he follado», y bajó la cabeza sumisa, tío, yo creo que le temblaron las piernas y fue cuando gimió más fuerte; pero ya era demasiado tarde, ufffff, ¡¡ya me estaba vaciando dentro de ella!!, y le dije: «No sé ni cómo te llamas y dejas que me corra dentro de ti, hay que ser muy puta».
―Mmmm, ¿te corriste dentro y a pelo?, ya lo creo que hay que ser muy puta…
―¿Te lo dije o no, Pablito?, esta va de fina, pero para tener solo veinticinco tacos en ese coño ya han entrado muuuuuchas pollas, ja, ja, ja.
―¿Y qué pasó después?
―Nada. Todo fue muy rápido, ella apartó la mano de mi culo y cuando me salí de dentro, me subí los pantalones. La niñata se quedó unos segundos más inclinada sobre la mesa, yo creo que se había quedado a medias y quería más, podía haberle hecho un dedo, pero pasé, ¡es que me encanta putearla!, ja, ja, ja…, no sé por qué…

“Porque eres un cerdo machista y una persona de mierda”. Por eso mismo.

―Joder, tío, y después le empezó a escurrir toda mi corrida y le cayó en las braguitas y el pantalón que tenía a medio bajar…, yo tenía una sudada importante y no me quería acostar así. Me quité la camisa para meterme en la ducha y antes de pasar al baño le dije: «Ahí tienes la documentación, vete adelantando todo el trabajo que puedas», y va y me suelta la niñata: «¿Quieres que me quede?».
―Uf, qué manera de rebajarse ¿es que no captó la indirecta de que querías que se pirara?
―Pues parece que no, ja, ja, ja, pero no me corté un pelo y la eché de la habitación. La última instantánea que tengo de ella antes de entrar en la ducha es cuando comenzó a subirse con esfuerzo los vaqueros, ja, ja, ja, me la imagino yendo por el pasillo del hotel con las braguitas empapadas con mi corrida. Y ya no la vi hasta el día siguiente. Debió quedarse hasta bastante tarde, porque cuando cogimos el tren por la mañana, había adelantado bastante, se pegó un currazo.
―¡Guau, menuda historia! ―afirmé apurando mi copa con celeridad―. Bueno, Javier, ahora sí, deberíamos irnos…
―Se está de puta madre aquí, pero sí, es buena hora para dormir.

Antes de coger el ascensor Javier puso la puntilla a su historia.

―Creo que la voy a echar de menos, ja, ja, ja.
―Sí, no me cabe duda…
―El sábado que viene, en su cena de despedida, tendré que rematar la faena…

Lo que me faltaba. Si iba a esa cena, tendría que ver cómo Javier engatusaba a Sara delante de mis narices y se la llevaba a algún hotel para follársela otra vez de manera humillante. Todo lo que salía por boca de Javier me repateaba el estómago y, sin embargo, entré apresurado en la habitación.

Me solté el botón del pantalón y de pie sobre la taza, con siete u ocho sacudidas, exploté en un orgasmo incontrolado, mientras se me venía a la cabeza la escenita de Javier embistiéndola por detrás como un conejo.

¡Qué imagen más desagradable!

Yo visualizaba las uñas de Sara pintaditas arañando el viejo y fofo culo de su jefe, el vaquero a medio bajar y su preciosa melena sudada por encima de su hombro izquierdo. También me imaginaba sus tetas desnudas, estrujadas por las manos de Javier.

Me acababa de correr y no se me bajaba la polla. Seguía igual de dura y palpitante.

Un viscoso hilo caía desde la punta hasta la taza del baño y en ese momento no pude evitar acordarme del coño de Sara goteando la corrida de Javier, que la había inundado por completo. Me sentí fatal, mareado, tenía mucho calor y me puse de rodillas. Me derrumbé mientras limpiaba mi propio semen, asumiendo que, ahora sí, había perdido a Sara para siempre.

Fue bonito mientras duró. Y a pesar de todo lo que había pasado entre nosotros, y aun sabiendo que mis opciones de estar con una chica como Sara fueron mínimas desde el principio, por no decir casi nulas, yo mantuve una cierta esperanza de que podría tener algo con ella, hasta aquella noche.

Se había vuelto a dejar follar por Javier. Era repugnante. ¿Por qué Sara permitía eso? No lo entendía y quería odiarla y que saliera de mi vida, pero no podía hacerlo. Necesitaba olvidarla, cuanto antes mejor, pero Sara seguía ahí, clavada en mi cabeza.

Por suerte para mí, ya solo me quedaba aguantar una última humillación y no la vería nunca más. El sábado siguiente teníamos la cena de homenaje que habían preparado a Sara y yo iría, más que nada por despedirme, pero hasta ahí. En cuanto terminara la cena me marcharía para casa. No podría soportar ver a Sara zorrear con Javier en un bar delante de todos.

Ya era demasiado y mi corazón no estaba preparado para eso…
 
Buenísimo relato, como todos los de este autor. Impresionante.
He leído prácticamente todos sus relatos.
Me encantan los giros de trama.
En este, me sorprende que una chica tan espectacular y que puede tener al tío que quiera, caiga con un tío tan “asqueroso”. Es por eso que aún creo que hay algo sorprendente que no sabemos aún.
Deseando el siguiente capítulo, que el autor hace que sean muy excitantes.
 
Capítulo 14



Lo primero que hice fue hablar con mi exmujer. El sábado era la cena de despedida de Sara, aunque me tocaba quedarme ese finde con las niñas. Natalia fue muy comprensiva y no me puso ninguna pega, pero luego tendría que quedarme yo dos fines de semana consecutivos con ellas.

La marcha definitiva de Sara en la empresa no fue la única noticia importante en mi vida, mi ex, viendo que ya había vuelto a ser el mismo de siempre, había acelerado los trámites para empezar con la custodia compartida. Con el comienzo del curso escolar, en septiembre, las niñas ya pasarían a estar una semana con cada uno, como habíamos acordado.

El lunes, mientras trabajábamos, escuché un pequeño bullicio en la sala de descanso y al poco vino Javier con un café en la mano.

―Está la de prácticas, por si te quieres ir a despedir ―me dijo como si tal cosa.
―Sí, ahora voy, cuando termine esto…

No me apetecía verla e hice todo lo posible por no salir, pero resultó en vano, pues Sara se presentó en nuestra oficina, dando unos toques con la mano en la puerta. Regresaba de sus vacaciones incluso más morena que de costumbre, con un bonito bronceado de playa. Llevaba una falda larga de color azul clarito muy veraniega y un top blanco con un buen escote.

¡Estaba radiante!

―¿Se puede, chicos?
―Eh, sí, claro…
―Nada, que venía a despedirme, me dijo Fermín que me pasara hoy por la mañana y ya nada más, os quería dar las gracias por todo.

Nos levantamos de la silla y le dimos dos besos y un fuerte abrazo.

―Espero veros el sábado en la cena, no me podéis fallar…
―Por supuesto, cuenta con nosotros, te vamos a echar mucho de menos…, a ver quién nos hace ahora el papeleo… ―bromeó Javier.
―Yo por mí encantada, ya lo sabéis…
―Todavía no sé si podré ir, este finde me toca quedarme con las niñas, aunque espero estar…, haré todo lo posible… ―dije para fastidiarla y haciéndome el interesante, pues ya había hablado con Natalia y sabía que podía ir.
―Claro, lo entiendo ―afirmó Sara con el rostro apesadumbrado―, ojalá puedas venir, lo vamos a pasar muy bien…, eh…

Creo que en ese momento se quedó con las ganas de decirme algo más. Lo vi en su mirada. No quería que su relación conmigo terminara así y posiblemente estuvo a punto de pedirme si bajaba con ella al bar a tomar un café. Era lo mínimo después de seis meses. Pero con Javier delante y con mis últimas negativas la semana que estuvimos a solas, no se atrevió a decirme nada.

―Yo también os voy a echar de menos, bueno…, pues no molesto más, os dejo seguir trabajando…
―Adiós, nos vemos el sábado ―apuntilló Javier, y pude ver en su cara que el muy cabrón ya se estaba preparando para un nuevo ataque, lo que todavía hizo que me enervara más la sangre.

Otro triste adiós fue lo que salió de mi boca antes de girarme y volver a ponerme con la documentación que tenía delante. De repente sentí la mano de Sara acariciando mi hombro con suavidad en un gesto cariñoso y después salió de la oficina.

―Joder, tío, podías haber sido un poco más efusivo con ella, a mí me importa tres cojones si se va o no, pero al menos lo disimulo un poco… ―me regañó Javier.

Ya lo que me faltaba, Javier diciéndome cómo tenía que comportarme con Sara. El mayor idiota de la empresa, al que nadie soportaba, el que le había hecho la vida imposible, ahora venía a darme lecciones de educación.

¡Era increíble!

Me quedé con ganas de mandarle a la mierda, pero como era mi jefe no podía hacer eso, así que decidí que era mejor no contestarle. Pasar de él. Como si no lo hubiera escuchado. Eso sí, para darle en los morros redacté un informe de Sara sobre lo válida que era y lo bien que había trabajado durante las prácticas, recomendando su contratación inmediata.

Sabía que eso no iba a ser posible, pues no era la política de la empresa hacer ese tipo de contratos. Les salía mejor seleccionar uno nuevo de prácticas por 300 euros y tener que enseñarle otra vez desde el principio.

Javier firmó el informe sin tan siquiera leerlo y me dijo que lo dejara sobre su mesa para hacérselo llegar al jefe de personal.


Durante la semana estuve muy nervioso pensando en la cena del sábado. No me apetecía nada ver cómo Javier se ponía en plan baboso con Sara, bueno, no solo él, todos los tíos que iban a ir seguro que también lo hacían. Había diez apuntados a la cena en la lista que había en la sala de descanso y todos eran hombres, menos Sara.

Intenté no pensar en ello y por las tardes me machaqué haciendo deporte con Daniel. Cada día una cosa, running, pádel, pesas, salir con la bici…, cualquier cosa con tal de tener la cabeza ocupada.

El jueves nos metimos dos horas de ciclismo y terminamos tomando una caña en un pequeño pueblo de la sierra.

―Esto es lo mejor ―dijo mi amigo degustando su bebida―, respirar aire puro, buena compañía y una cerveza bien fresquita.

Entonces me llegó un whatsapp y miré el móvil para ver de quién se trataba.

Sara 19:15
Hola, Pablo
Q tal va todo?
Oye, espero que hayas solucionado lo de las niñas y que el sábado puedas ir a la cena. Me apetece verte
Me ha sabido muy mal que hayamos terminado así, sé que no me porté bien contigo y me encantaría disculparme…
Porfi, tienes que venir
Un beso

Debería haber ignorado el mensaje. Como si no lo hubiera recibido, pero no puedo negar que me hizo mucha ilusión leer su contenido. Se estaba disculpando e incluso admitía que no se había portado bien conmigo.

Menos mal. Ya estaba empezando a pensar que era solo cosa mía.

Se lo enseñé a Daniel y mi amigo, que estaba al corriente de parte de la historia, excepto de los encuentros de Sara y Javier, no se anduvo por las ramas.

―No sé de qué va esa tía, pero yo iría a saco a por ella, parece la típica calientapollas que tiene novio y quiere tener a todos detrás de ella, vamos, te lo digo sin conocerla… ―afirmó Daniel.
―Puede que tengas razón…
―Mira, no te cortes un pelo, total, ya no la vas a ver nunca más…; pero tienes que dejar de ser tan bueno, Pablo, que luego te pasa lo de siempre… Y, oye, ¿quién sabe?, lo mismo hasta tienes suerte y terminas follándotela en su cena de despedida…
―No creo.
―¿Y por qué no?, torres más altas han caído, sin ir más lejos, acércate… ―susurró mi amigo como si en esa terracita nos conociera alguien―. Este finde posiblemente quede con una de la oficina, llevo tiempo detrás de ella, está casada y me da un morbazo que flipas, ufffff…
―¿E Isabel?
―Ya te dije que estamos bien, pero no quiero nada serio…
―¿Y ella piensa igual que tú?, no se merece que le hagas eso, es una tía de puta madre…
―Sí, tienes razón, este finde se va a Alicante con una amiga.
―Y tú lo vas a aprovechar…
―Ha surgido así, tío, han sido muchos meses pico y pala con la del trabajo y ella me seguía el juego, poco a poco hemos ido a más con el tonteo, luego empezamos con mensajitos y por fin vamos a quedar el sábado, no es seguro, pero casi…
―Bueno, pues ya me contarás…
―Lo mismo digo, a ver si tienes suerte con la de prácticas.

No me gustó que Daniel le hiciera eso a Isabel, pero no era problema mío ni lo podía evitar. Mi amigo era un cabrón mujeriego desde que se había separado y no rechazaba a ninguna que estuviera dispuesta a acostarse con él. Y no era la primera con la que engañaba a Isabel. Aunque no compartía esa forma de ver la vida, Daniel era mi mejor amigo y mi mayor apoyo, mi confidente y el que me había ayudado a salir de la ansiedad y depresión que tuve después de mi divorcio.

Al llegar a casa no quise ser malo y contesté a Sara el mensaje que me había mandado.

Pablo 21:10
Hola, Sara
Al final lo pude arreglar y claro que voy a ir a la cena. Me apetece mucho
Y no tienes por qué disculparte
Nos vemos
Sara 21:11
Qué buenas noticias!
Genial que puedas venir
Claro que tengo que disculparme y además me apetece tomar una copa contigo, tienes que dejar que te invite
Pablo 21:11
Como quieras
Sara 21:12
Pues hasta el sábado
Un besazo y gracias por venir a mi despedida. No te lo hubiera perdonado nunca si no llegas a venir


Con ese mensaje ya me quedé sin palabras. Otra vez había dado pie a que ella retomara la relación conmigo y lo que se presumía como una odiosa cena en la que estaría deseando marcharme para casa se había transformado en una nueva oportunidad de tomar una copa con Sara y que ella se disculpara.

Era un imbécil. Sí. Pero no pude evitar el volver a emocionarme pensando en esa posibilidad. Ni un puto crío de quince años se dejaba engatusar tan fácil como yo.

El viernes llegué todavía más nervioso al trabajo, se acercaba el día de la cena y me sorprendió cuando vi una hoja traspapelada entre los documentos de la mesa de Javier. La cogí y me enfadé mucho al ver que el muy imbécil ni tan siquiera había elevado mi informe sobre Sara.

Yo mismo me acerqué hasta el responsable de personal y le entregué la hoja en mano. Les pedí que hicieran un esfuerzo por ella, que una vez que la habíamos formado no podíamos dejar que se escapara, porque Sara iba a ser una gran auditora y si no la contratábamos nosotros lo iba a hacer otra empresa.

Me aseguró que lo tendría muy en cuenta y más viniendo la recomendación de mi parte y de la de Javier.

Cuando llegó mi jefe, no le comenté nada sobre que había encontrado mi informe en su mesa, seguramente ni se acordara y pasé de discutir con él. Solo quería sacar el trabajo adelante y que llegara el fin de semana.

Una hora antes de la hora de salida Javier apagó el ordenador y dijo que se iba para casa.

―¿Al final vienes a la cena de la de prácticas? ―me preguntó antes de salir de la oficina.
―Sí, hablé con mi exmujer y se va a quedar con las niñas…
―Pues estupendo, mañana nos vemos. Y ponte guapo, eh, ja, ja, ja…

Y salió de la oficina sin que nadie le dijera nada por no cumplir su horario. Ya empezaba a tenerme un poco hasta las narices. Nunca me había quejado, pero cada vez llevaba peor lo de tener que trabajar como un cabrón y hacer parte de su tarea, aunque la culpa la tenía yo, que era el que le había malacostumbrado a eso.

A las tres en punto me marché del trabajo y pasé por casa de mi ex a recoger a las niñas. Quería disfrutar de ellas a tope un día y medio antes de tener que devolvérselas el sábado a media tarde para poder asistir a la cena de Sara.






Una hora antes del evento estaba atacado de los nervios. No tenía ni idea de cómo iba a transcurrir la noche y releí varias veces los mensajes que me había enviado Sara durante la semana. Quería tomar una copa conmigo y disculparse, ¿por qué exactamente?, no lo sabía, pero lo iba a descubrir durante la noche.

Me puse un pantalón de vestir blanco y una camisa a rayas de manga larga con unos mocasines. Un look bastante veraniego. Y aunque la cena era a las diez, habíamos quedado a las 21:30 para tomar algo. Llegué cinco minutillos más tarde y cuando entré en la cafetería del hotel, en el que casualmente también se celebraba una boda, me encontré a cinco compañeros rodeando a la «estrella» de la noche.

Sara estaba sentada en un taburete alto con las piernas cruzadas y una caña en la mano. Cuando me vio, se le escapó una sonrisa amigable y luego me saludó con la mano. Llevaba una falda larga y ceñida negra de talle alto, tapando su ombligo, pero con una impresionante abertura lateral que empezaba muy arriba por la que mostraba toda su pierna derecha bronceada. Tenía el muslo desnudo montado sobre el otro en un cruce muy sensual y se mostraba impúdica a los cincuentones que la rodeaban.

Aunque lo más llamativo era lo que se había puesto en la parte de arriba. No sabría ni cómo llamar a esa prenda. Una especie de blusa negra con las mangas anchas y largas que se unían entre sí por una tira de unos cinco o seis centímetros tanto por delante como por detrás formando un escote redondeado. Llevaba la espalda al aire y su firme vientre también. Además, se notaba que no se había puesto sujetador y aquella tela apenas podía soportar el tamaño y peso de sus tetazas ni cubrir la marca del biquini, por lo que se notaba la piel más blanca por el interior de los pechos.

En el cuello se puso una cadena de oro con varios rectángulos de diferente tamaño que se iban uniendo entre sí. Se había pintado los labios de un color muy neutro, llevaba el pelo cardado, con unas mechas de color castaño, y un sombreado muy pronunciado en los ojos, en los que se había dado un pequeño toque oriental con una línea oscura más pronunciada. Unos zapatos con tacón en forma de cuña completaban su espectacular vestuario.

¡Parecía una jodida actriz en la gala de los Goya!

La noche prometía…
 
No hay que ser un lince para saber qué el pringao al final na de na, como decimos por aquí.
Seguro que otra vez se la lleva a la cama el imbécil de Javier.
Es que parece mentira que no se de cuenta de que va Sara.
 
No hay que ser un lince para saber qué el pringao al final na de na, como decimos por aquí.
Seguro que otra vez se la lleva a la cama el imbécil de Javier.
Es que parece mentira que no se de cuenta de que va Sara.
Creo que prefiero que pase eso, a que se vaya a la cama con ella y el autor haga de él un desastre en la cama, como pasó en la historia original, y ella quede totalmente decepcionada y extrañando más al hdp de Javier
 
Muy buen relato me encanta la verdad es que sara esta jugando me encanta esta intriga
 
Espero que se cepille al menos a 3 compañeros simultáneamente, uno por agujero y que lo haga en presencia del pringado, es la manera de asumir su sitio en el mundo y ser feliz con el.
 
Espero que tenga un poco de orgullo y que vaya y se comporte desinteresadamente

Capítulo 14



Lo primero que hice fue hablar con mi exmujer. El sábado era la cena de despedida de Sara, aunque me tocaba quedarme ese finde con las niñas. Natalia fue muy comprensiva y no me puso ninguna pega, pero luego tendría que quedarme yo dos fines de semana consecutivos con ellas.

La marcha definitiva de Sara en la empresa no fue la única noticia importante en mi vida, mi ex, viendo que ya había vuelto a ser el mismo de siempre, había acelerado los trámites para empezar con la custodia compartida. Con el comienzo del curso escolar, en septiembre, las niñas ya pasarían a estar una semana con cada uno, como habíamos acordado.

El lunes, mientras trabajábamos, escuché un pequeño bullicio en la sala de descanso y al poco vino Javier con un café en la mano.

―Está la de prácticas, por si te quieres ir a despedir ―me dijo como si tal cosa.
―Sí, ahora voy, cuando termine esto…

No me apetecía verla e hice todo lo posible por no salir, pero resultó en vano, pues Sara se presentó en nuestra oficina, dando unos toques con la mano en la puerta. Regresaba de sus vacaciones incluso más morena que de costumbre, con un bonito bronceado de playa. Llevaba una falda larga de color azul clarito muy veraniega y un top blanco con un buen escote.

¡Estaba radiante!

―¿Se puede, chicos?
―Eh, sí, claro…
―Nada, que venía a despedirme, me dijo Fermín que me pasara hoy por la mañana y ya nada más, os quería dar las gracias por todo.

Nos levantamos de la silla y le dimos dos besos y un fuerte abrazo.

―Espero veros el sábado en la cena, no me podéis fallar…
―Por supuesto, cuenta con nosotros, te vamos a echar mucho de menos…, a ver quién nos hace ahora el papeleo… ―bromeó Javier.
―Yo por mí encantada, ya lo sabéis…
―Todavía no sé si podré ir, este finde me toca quedarme con las niñas, aunque espero estar…, haré todo lo posible… ―dije para fastidiarla y haciéndome el interesante, pues ya había hablado con Natalia y sabía que podía ir.
―Claro, lo entiendo ―afirmó Sara con el rostro apesadumbrado―, ojalá puedas venir, lo vamos a pasar muy bien…, eh…

Creo que en ese momento se quedó con las ganas de decirme algo más. Lo vi en su mirada. No quería que su relación conmigo terminara así y posiblemente estuvo a punto de pedirme si bajaba con ella al bar a tomar un café. Era lo mínimo después de seis meses. Pero con Javier delante y con mis últimas negativas la semana que estuvimos a solas, no se atrevió a decirme nada.

―Yo también os voy a echar de menos, bueno…, pues no molesto más, os dejo seguir trabajando…
―Adiós, nos vemos el sábado ―apuntilló Javier, y pude ver en su cara que el muy cabrón ya se estaba preparando para un nuevo ataque, lo que todavía hizo que me enervara más la sangre.

Otro triste adiós fue lo que salió de mi boca antes de girarme y volver a ponerme con la documentación que tenía delante. De repente sentí la mano de Sara acariciando mi hombro con suavidad en un gesto cariñoso y después salió de la oficina.

―Joder, tío, podías haber sido un poco más efusivo con ella, a mí me importa tres cojones si se va o no, pero al menos lo disimulo un poco… ―me regañó Javier.

Ya lo que me faltaba, Javier diciéndome cómo tenía que comportarme con Sara. El mayor idiota de la empresa, al que nadie soportaba, el que le había hecho la vida imposible, ahora venía a darme lecciones de educación.

¡Era increíble!

Me quedé con ganas de mandarle a la mierda, pero como era mi jefe no podía hacer eso, así que decidí que era mejor no contestarle. Pasar de él. Como si no lo hubiera escuchado. Eso sí, para darle en los morros redacté un informe de Sara sobre lo válida que era y lo bien que había trabajado durante las prácticas, recomendando su contratación inmediata.

Sabía que eso no iba a ser posible, pues no era la política de la empresa hacer ese tipo de contratos. Les salía mejor seleccionar uno nuevo de prácticas por 300 euros y tener que enseñarle otra vez desde el principio.

Javier firmó el informe sin tan siquiera leerlo y me dijo que lo dejara sobre su mesa para hacérselo llegar al jefe de personal.


Durante la semana estuve muy nervioso pensando en la cena del sábado. No me apetecía nada ver cómo Javier se ponía en plan baboso con Sara, bueno, no solo él, todos los tíos que iban a ir seguro que también lo hacían. Había diez apuntados a la cena en la lista que había en la sala de descanso y todos eran hombres, menos Sara.

Intenté no pensar en ello y por las tardes me machaqué haciendo deporte con Daniel. Cada día una cosa, running, pádel, pesas, salir con la bici…, cualquier cosa con tal de tener la cabeza ocupada.

El jueves nos metimos dos horas de ciclismo y terminamos tomando una caña en un pequeño pueblo de la sierra.

―Esto es lo mejor ―dijo mi amigo degustando su bebida―, respirar aire puro, buena compañía y una cerveza bien fresquita.

Entonces me llegó un whatsapp y miré el móvil para ver de quién se trataba.

Sara 19:15
Hola, Pablo
Q tal va todo?
Oye, espero que hayas solucionado lo de las niñas y que el sábado puedas ir a la cena. Me apetece verte
Me ha sabido muy mal que hayamos terminado así, sé que no me porté bien contigo y me encantaría disculparme…
Porfi, tienes que venir
Un beso

Debería haber ignorado el mensaje. Como si no lo hubiera recibido, pero no puedo negar que me hizo mucha ilusión leer su contenido. Se estaba disculpando e incluso admitía que no se había portado bien conmigo.

Menos mal. Ya estaba empezando a pensar que era solo cosa mía.

Se lo enseñé a Daniel y mi amigo, que estaba al corriente de parte de la historia, excepto de los encuentros de Sara y Javier, no se anduvo por las ramas.

―No sé de qué va esa tía, pero yo iría a saco a por ella, parece la típica calientapollas que tiene novio y quiere tener a todos detrás de ella, vamos, te lo digo sin conocerla… ―afirmó Daniel.
―Puede que tengas razón…
―Mira, no te cortes un pelo, total, ya no la vas a ver nunca más…; pero tienes que dejar de ser tan bueno, Pablo, que luego te pasa lo de siempre… Y, oye, ¿quién sabe?, lo mismo hasta tienes suerte y terminas follándotela en su cena de despedida…
―No creo.
―¿Y por qué no?, torres más altas han caído, sin ir más lejos, acércate… ―susurró mi amigo como si en esa terracita nos conociera alguien―. Este finde posiblemente quede con una de la oficina, llevo tiempo detrás de ella, está casada y me da un morbazo que flipas, ufffff…
―¿E Isabel?
―Ya te dije que estamos bien, pero no quiero nada serio…
―¿Y ella piensa igual que tú?, no se merece que le hagas eso, es una tía de puta madre…
―Sí, tienes razón, este finde se va a Alicante con una amiga.
―Y tú lo vas a aprovechar…
―Ha surgido así, tío, han sido muchos meses pico y pala con la del trabajo y ella me seguía el juego, poco a poco hemos ido a más con el tonteo, luego empezamos con mensajitos y por fin vamos a quedar el sábado, no es seguro, pero casi…
―Bueno, pues ya me contarás…
―Lo mismo digo, a ver si tienes suerte con la de prácticas.

No me gustó que Daniel le hiciera eso a Isabel, pero no era problema mío ni lo podía evitar. Mi amigo era un cabrón mujeriego desde que se había separado y no rechazaba a ninguna que estuviera dispuesta a acostarse con él. Y no era la primera con la que engañaba a Isabel. Aunque no compartía esa forma de ver la vida, Daniel era mi mejor amigo y mi mayor apoyo, mi confidente y el que me había ayudado a salir de la ansiedad y depresión que tuve después de mi divorcio.

Al llegar a casa no quise ser malo y contesté a Sara el mensaje que me había mandado.

Pablo 21:10
Hola, Sara
Al final lo pude arreglar y claro que voy a ir a la cena. Me apetece mucho
Y no tienes por qué disculparte
Nos vemos
Sara 21:11
Qué buenas noticias!
Genial que puedas venir
Claro que tengo que disculparme y además me apetece tomar una copa contigo, tienes que dejar que te invite
Pablo 21:11
Como quieras
Sara 21:12
Pues hasta el sábado
Un besazo y gracias por venir a mi despedida. No te lo hubiera perdonado nunca si no llegas a venir


Con ese mensaje ya me quedé sin palabras. Otra vez había dado pie a que ella retomara la relación conmigo y lo que se presumía como una odiosa cena en la que estaría deseando marcharme para casa se había transformado en una nueva oportunidad de tomar una copa con Sara y que ella se disculpara.

Era un imbécil. Sí. Pero no pude evitar el volver a emocionarme pensando en esa posibilidad. Ni un puto crío de quince años se dejaba engatusar tan fácil como yo.

El viernes llegué todavía más nervioso al trabajo, se acercaba el día de la cena y me sorprendió cuando vi una hoja traspapelada entre los documentos de la mesa de Javier. La cogí y me enfadé mucho al ver que el muy imbécil ni tan siquiera había elevado mi informe sobre Sara.

Yo mismo me acerqué hasta el responsable de personal y le entregué la hoja en mano. Les pedí que hicieran un esfuerzo por ella, que una vez que la habíamos formado no podíamos dejar que se escapara, porque Sara iba a ser una gran auditora y si no la contratábamos nosotros lo iba a hacer otra empresa.

Me aseguró que lo tendría muy en cuenta y más viniendo la recomendación de mi parte y de la de Javier.

Cuando llegó mi jefe, no le comenté nada sobre que había encontrado mi informe en su mesa, seguramente ni se acordara y pasé de discutir con él. Solo quería sacar el trabajo adelante y que llegara el fin de semana.

Una hora antes de la hora de salida Javier apagó el ordenador y dijo que se iba para casa.

―¿Al final vienes a la cena de la de prácticas? ―me preguntó antes de salir de la oficina.
―Sí, hablé con mi exmujer y se va a quedar con las niñas…
―Pues estupendo, mañana nos vemos. Y ponte guapo, eh, ja, ja, ja…

Y salió de la oficina sin que nadie le dijera nada por no cumplir su horario. Ya empezaba a tenerme un poco hasta las narices. Nunca me había quejado, pero cada vez llevaba peor lo de tener que trabajar como un cabrón y hacer parte de su tarea, aunque la culpa la tenía yo, que era el que le había malacostumbrado a eso.

A las tres en punto me marché del trabajo y pasé por casa de mi ex a recoger a las niñas. Quería disfrutar de ellas a tope un día y medio antes de tener que devolvérselas el sábado a media tarde para poder asistir a la cena de Sara.






Una hora antes del evento estaba atacado de los nervios. No tenía ni idea de cómo iba a transcurrir la noche y releí varias veces los mensajes que me había enviado Sara durante la semana. Quería tomar una copa conmigo y disculparse, ¿por qué exactamente?, no lo sabía, pero lo iba a descubrir durante la noche.

Me puse un pantalón de vestir blanco y una camisa a rayas de manga larga con unos mocasines. Un look bastante veraniego. Y aunque la cena era a las diez, habíamos quedado a las 21:30 para tomar algo. Llegué cinco minutillos más tarde y cuando entré en la cafetería del hotel, en el que casualmente también se celebraba una boda, me encontré a cinco compañeros rodeando a la «estrella» de la noche.

Sara estaba sentada en un taburete alto con las piernas cruzadas y una caña en la mano. Cuando me vio, se le escapó una sonrisa amigable y luego me saludó con la mano. Llevaba una falda larga y ceñida negra de talle alto, tapando su ombligo, pero con una impresionante abertura lateral que empezaba muy arriba por la que mostraba toda su pierna derecha bronceada. Tenía el muslo desnudo montado sobre el otro en un cruce muy sensual y se mostraba impúdica a los cincuentones que la rodeaban.

Aunque lo más llamativo era lo que se había puesto en la parte de arriba. No sabría ni cómo llamar a esa prenda. Una especie de blusa negra con las mangas anchas y largas que se unían entre sí por una tira de unos cinco o seis centímetros tanto por delante como por detrás formando un escote redondeado. Llevaba la espalda al aire y su firme vientre también. Además, se notaba que no se había puesto sujetador y aquella tela apenas podía soportar el tamaño y peso de sus tetazas ni cubrir la marca del biquini, por lo que se notaba la piel más blanca por el interior de los pechos.

En el cuello se puso una cadena de oro con varios rectángulos de diferente tamaño que se iban uniendo entre sí. Se había pintado los labios de un color muy neutro, llevaba el pelo cardado, con unas mechas de color castaño, y un sombreado muy pronunciado en los ojos, en los que se había dado un pequeño toque oriental con una línea oscura más pronunciada. Unos zapatos con tacón en forma de cuña completaban su espectacular vestuario.

¡Parecía una jodida actriz en la gala de los Goya!

La noche prometía…

Creo que prefiero que pase eso, a que se vaya a la cama con ella y el autor haga de él un desastre en la cama, como pasó en la historia original, y ella quede totalmente decepcionada y extrañando más al hdp de Javier
Perdona, ¿has dicho historia original???, muy interesante ¿sabes el título??
 
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