La tentación de Sara

Buenísimo relato, como todos los de este autor. Impresionante.
He leído prácticamente todos sus relatos.
Me encantan los giros de trama.
En este, me sorprende que una chica tan espectacular y que puede tener al tío que quiera, caiga con un tío tan “asqueroso”. Es por eso que aún creo que hay algo sorprendente que no sabemos aún.
Deseando el siguiente capítulo, que el autor hace que sean muy excitantes.
 
Capítulo 14



Lo primero que hice fue hablar con mi exmujer. El sábado era la cena de despedida de Sara, aunque me tocaba quedarme ese finde con las niñas. Natalia fue muy comprensiva y no me puso ninguna pega, pero luego tendría que quedarme yo dos fines de semana consecutivos con ellas.

La marcha definitiva de Sara en la empresa no fue la única noticia importante en mi vida, mi ex, viendo que ya había vuelto a ser el mismo de siempre, había acelerado los trámites para empezar con la custodia compartida. Con el comienzo del curso escolar, en septiembre, las niñas ya pasarían a estar una semana con cada uno, como habíamos acordado.

El lunes, mientras trabajábamos, escuché un pequeño bullicio en la sala de descanso y al poco vino Javier con un café en la mano.

―Está la de prácticas, por si te quieres ir a despedir ―me dijo como si tal cosa.
―Sí, ahora voy, cuando termine esto…

No me apetecía verla e hice todo lo posible por no salir, pero resultó en vano, pues Sara se presentó en nuestra oficina, dando unos toques con la mano en la puerta. Regresaba de sus vacaciones incluso más morena que de costumbre, con un bonito bronceado de playa. Llevaba una falda larga de color azul clarito muy veraniega y un top blanco con un buen escote.

¡Estaba radiante!

―¿Se puede, chicos?
―Eh, sí, claro…
―Nada, que venía a despedirme, me dijo Fermín que me pasara hoy por la mañana y ya nada más, os quería dar las gracias por todo.

Nos levantamos de la silla y le dimos dos besos y un fuerte abrazo.

―Espero veros el sábado en la cena, no me podéis fallar…
―Por supuesto, cuenta con nosotros, te vamos a echar mucho de menos…, a ver quién nos hace ahora el papeleo… ―bromeó Javier.
―Yo por mí encantada, ya lo sabéis…
―Todavía no sé si podré ir, este finde me toca quedarme con las niñas, aunque espero estar…, haré todo lo posible… ―dije para fastidiarla y haciéndome el interesante, pues ya había hablado con Natalia y sabía que podía ir.
―Claro, lo entiendo ―afirmó Sara con el rostro apesadumbrado―, ojalá puedas venir, lo vamos a pasar muy bien…, eh…

Creo que en ese momento se quedó con las ganas de decirme algo más. Lo vi en su mirada. No quería que su relación conmigo terminara así y posiblemente estuvo a punto de pedirme si bajaba con ella al bar a tomar un café. Era lo mínimo después de seis meses. Pero con Javier delante y con mis últimas negativas la semana que estuvimos a solas, no se atrevió a decirme nada.

―Yo también os voy a echar de menos, bueno…, pues no molesto más, os dejo seguir trabajando…
―Adiós, nos vemos el sábado ―apuntilló Javier, y pude ver en su cara que el muy cabrón ya se estaba preparando para un nuevo ataque, lo que todavía hizo que me enervara más la sangre.

Otro triste adiós fue lo que salió de mi boca antes de girarme y volver a ponerme con la documentación que tenía delante. De repente sentí la mano de Sara acariciando mi hombro con suavidad en un gesto cariñoso y después salió de la oficina.

―Joder, tío, podías haber sido un poco más efusivo con ella, a mí me importa tres cojones si se va o no, pero al menos lo disimulo un poco… ―me regañó Javier.

Ya lo que me faltaba, Javier diciéndome cómo tenía que comportarme con Sara. El mayor idiota de la empresa, al que nadie soportaba, el que le había hecho la vida imposible, ahora venía a darme lecciones de educación.

¡Era increíble!

Me quedé con ganas de mandarle a la mierda, pero como era mi jefe no podía hacer eso, así que decidí que era mejor no contestarle. Pasar de él. Como si no lo hubiera escuchado. Eso sí, para darle en los morros redacté un informe de Sara sobre lo válida que era y lo bien que había trabajado durante las prácticas, recomendando su contratación inmediata.

Sabía que eso no iba a ser posible, pues no era la política de la empresa hacer ese tipo de contratos. Les salía mejor seleccionar uno nuevo de prácticas por 300 euros y tener que enseñarle otra vez desde el principio.

Javier firmó el informe sin tan siquiera leerlo y me dijo que lo dejara sobre su mesa para hacérselo llegar al jefe de personal.


Durante la semana estuve muy nervioso pensando en la cena del sábado. No me apetecía nada ver cómo Javier se ponía en plan baboso con Sara, bueno, no solo él, todos los tíos que iban a ir seguro que también lo hacían. Había diez apuntados a la cena en la lista que había en la sala de descanso y todos eran hombres, menos Sara.

Intenté no pensar en ello y por las tardes me machaqué haciendo deporte con Daniel. Cada día una cosa, running, pádel, pesas, salir con la bici…, cualquier cosa con tal de tener la cabeza ocupada.

El jueves nos metimos dos horas de ciclismo y terminamos tomando una caña en un pequeño pueblo de la sierra.

―Esto es lo mejor ―dijo mi amigo degustando su bebida―, respirar aire puro, buena compañía y una cerveza bien fresquita.

Entonces me llegó un whatsapp y miré el móvil para ver de quién se trataba.

Sara 19:15
Hola, Pablo
Q tal va todo?
Oye, espero que hayas solucionado lo de las niñas y que el sábado puedas ir a la cena. Me apetece verte
Me ha sabido muy mal que hayamos terminado así, sé que no me porté bien contigo y me encantaría disculparme…
Porfi, tienes que venir
Un beso

Debería haber ignorado el mensaje. Como si no lo hubiera recibido, pero no puedo negar que me hizo mucha ilusión leer su contenido. Se estaba disculpando e incluso admitía que no se había portado bien conmigo.

Menos mal. Ya estaba empezando a pensar que era solo cosa mía.

Se lo enseñé a Daniel y mi amigo, que estaba al corriente de parte de la historia, excepto de los encuentros de Sara y Javier, no se anduvo por las ramas.

―No sé de qué va esa tía, pero yo iría a saco a por ella, parece la típica calientapollas que tiene novio y quiere tener a todos detrás de ella, vamos, te lo digo sin conocerla… ―afirmó Daniel.
―Puede que tengas razón…
―Mira, no te cortes un pelo, total, ya no la vas a ver nunca más…; pero tienes que dejar de ser tan bueno, Pablo, que luego te pasa lo de siempre… Y, oye, ¿quién sabe?, lo mismo hasta tienes suerte y terminas follándotela en su cena de despedida…
―No creo.
―¿Y por qué no?, torres más altas han caído, sin ir más lejos, acércate… ―susurró mi amigo como si en esa terracita nos conociera alguien―. Este finde posiblemente quede con una de la oficina, llevo tiempo detrás de ella, está casada y me da un morbazo que flipas, ufffff…
―¿E Isabel?
―Ya te dije que estamos bien, pero no quiero nada serio…
―¿Y ella piensa igual que tú?, no se merece que le hagas eso, es una tía de puta madre…
―Sí, tienes razón, este finde se va a Alicante con una amiga.
―Y tú lo vas a aprovechar…
―Ha surgido así, tío, han sido muchos meses pico y pala con la del trabajo y ella me seguía el juego, poco a poco hemos ido a más con el tonteo, luego empezamos con mensajitos y por fin vamos a quedar el sábado, no es seguro, pero casi…
―Bueno, pues ya me contarás…
―Lo mismo digo, a ver si tienes suerte con la de prácticas.

No me gustó que Daniel le hiciera eso a Isabel, pero no era problema mío ni lo podía evitar. Mi amigo era un cabrón mujeriego desde que se había separado y no rechazaba a ninguna que estuviera dispuesta a acostarse con él. Y no era la primera con la que engañaba a Isabel. Aunque no compartía esa forma de ver la vida, Daniel era mi mejor amigo y mi mayor apoyo, mi confidente y el que me había ayudado a salir de la ansiedad y depresión que tuve después de mi divorcio.

Al llegar a casa no quise ser malo y contesté a Sara el mensaje que me había mandado.

Pablo 21:10
Hola, Sara
Al final lo pude arreglar y claro que voy a ir a la cena. Me apetece mucho
Y no tienes por qué disculparte
Nos vemos
Sara 21:11
Qué buenas noticias!
Genial que puedas venir
Claro que tengo que disculparme y además me apetece tomar una copa contigo, tienes que dejar que te invite
Pablo 21:11
Como quieras
Sara 21:12
Pues hasta el sábado
Un besazo y gracias por venir a mi despedida. No te lo hubiera perdonado nunca si no llegas a venir


Con ese mensaje ya me quedé sin palabras. Otra vez había dado pie a que ella retomara la relación conmigo y lo que se presumía como una odiosa cena en la que estaría deseando marcharme para casa se había transformado en una nueva oportunidad de tomar una copa con Sara y que ella se disculpara.

Era un imbécil. Sí. Pero no pude evitar el volver a emocionarme pensando en esa posibilidad. Ni un puto crío de quince años se dejaba engatusar tan fácil como yo.

El viernes llegué todavía más nervioso al trabajo, se acercaba el día de la cena y me sorprendió cuando vi una hoja traspapelada entre los documentos de la mesa de Javier. La cogí y me enfadé mucho al ver que el muy imbécil ni tan siquiera había elevado mi informe sobre Sara.

Yo mismo me acerqué hasta el responsable de personal y le entregué la hoja en mano. Les pedí que hicieran un esfuerzo por ella, que una vez que la habíamos formado no podíamos dejar que se escapara, porque Sara iba a ser una gran auditora y si no la contratábamos nosotros lo iba a hacer otra empresa.

Me aseguró que lo tendría muy en cuenta y más viniendo la recomendación de mi parte y de la de Javier.

Cuando llegó mi jefe, no le comenté nada sobre que había encontrado mi informe en su mesa, seguramente ni se acordara y pasé de discutir con él. Solo quería sacar el trabajo adelante y que llegara el fin de semana.

Una hora antes de la hora de salida Javier apagó el ordenador y dijo que se iba para casa.

―¿Al final vienes a la cena de la de prácticas? ―me preguntó antes de salir de la oficina.
―Sí, hablé con mi exmujer y se va a quedar con las niñas…
―Pues estupendo, mañana nos vemos. Y ponte guapo, eh, ja, ja, ja…

Y salió de la oficina sin que nadie le dijera nada por no cumplir su horario. Ya empezaba a tenerme un poco hasta las narices. Nunca me había quejado, pero cada vez llevaba peor lo de tener que trabajar como un cabrón y hacer parte de su tarea, aunque la culpa la tenía yo, que era el que le había malacostumbrado a eso.

A las tres en punto me marché del trabajo y pasé por casa de mi ex a recoger a las niñas. Quería disfrutar de ellas a tope un día y medio antes de tener que devolvérselas el sábado a media tarde para poder asistir a la cena de Sara.






Una hora antes del evento estaba atacado de los nervios. No tenía ni idea de cómo iba a transcurrir la noche y releí varias veces los mensajes que me había enviado Sara durante la semana. Quería tomar una copa conmigo y disculparse, ¿por qué exactamente?, no lo sabía, pero lo iba a descubrir durante la noche.

Me puse un pantalón de vestir blanco y una camisa a rayas de manga larga con unos mocasines. Un look bastante veraniego. Y aunque la cena era a las diez, habíamos quedado a las 21:30 para tomar algo. Llegué cinco minutillos más tarde y cuando entré en la cafetería del hotel, en el que casualmente también se celebraba una boda, me encontré a cinco compañeros rodeando a la «estrella» de la noche.

Sara estaba sentada en un taburete alto con las piernas cruzadas y una caña en la mano. Cuando me vio, se le escapó una sonrisa amigable y luego me saludó con la mano. Llevaba una falda larga y ceñida negra de talle alto, tapando su ombligo, pero con una impresionante abertura lateral que empezaba muy arriba por la que mostraba toda su pierna derecha bronceada. Tenía el muslo desnudo montado sobre el otro en un cruce muy sensual y se mostraba impúdica a los cincuentones que la rodeaban.

Aunque lo más llamativo era lo que se había puesto en la parte de arriba. No sabría ni cómo llamar a esa prenda. Una especie de blusa negra con las mangas anchas y largas que se unían entre sí por una tira de unos cinco o seis centímetros tanto por delante como por detrás formando un escote redondeado. Llevaba la espalda al aire y su firme vientre también. Además, se notaba que no se había puesto sujetador y aquella tela apenas podía soportar el tamaño y peso de sus tetazas ni cubrir la marca del biquini, por lo que se notaba la piel más blanca por el interior de los pechos.

En el cuello se puso una cadena de oro con varios rectángulos de diferente tamaño que se iban uniendo entre sí. Se había pintado los labios de un color muy neutro, llevaba el pelo cardado, con unas mechas de color castaño, y un sombreado muy pronunciado en los ojos, en los que se había dado un pequeño toque oriental con una línea oscura más pronunciada. Unos zapatos con tacón en forma de cuña completaban su espectacular vestuario.

¡Parecía una jodida actriz en la gala de los Goya!

La noche prometía…
 
No hay que ser un lince para saber qué el pringao al final na de na, como decimos por aquí.
Seguro que otra vez se la lleva a la cama el imbécil de Javier.
Es que parece mentira que no se de cuenta de que va Sara.
 
No hay que ser un lince para saber qué el pringao al final na de na, como decimos por aquí.
Seguro que otra vez se la lleva a la cama el imbécil de Javier.
Es que parece mentira que no se de cuenta de que va Sara.
Creo que prefiero que pase eso, a que se vaya a la cama con ella y el autor haga de él un desastre en la cama, como pasó en la historia original, y ella quede totalmente decepcionada y extrañando más al hdp de Javier
 
Muy buen relato me encanta la verdad es que sara esta jugando me encanta esta intriga
 
Espero que se cepille al menos a 3 compañeros simultáneamente, uno por agujero y que lo haga en presencia del pringado, es la manera de asumir su sitio en el mundo y ser feliz con el.
 
Espero que tenga un poco de orgullo y que vaya y se comporte desinteresadamente

Capítulo 14



Lo primero que hice fue hablar con mi exmujer. El sábado era la cena de despedida de Sara, aunque me tocaba quedarme ese finde con las niñas. Natalia fue muy comprensiva y no me puso ninguna pega, pero luego tendría que quedarme yo dos fines de semana consecutivos con ellas.

La marcha definitiva de Sara en la empresa no fue la única noticia importante en mi vida, mi ex, viendo que ya había vuelto a ser el mismo de siempre, había acelerado los trámites para empezar con la custodia compartida. Con el comienzo del curso escolar, en septiembre, las niñas ya pasarían a estar una semana con cada uno, como habíamos acordado.

El lunes, mientras trabajábamos, escuché un pequeño bullicio en la sala de descanso y al poco vino Javier con un café en la mano.

―Está la de prácticas, por si te quieres ir a despedir ―me dijo como si tal cosa.
―Sí, ahora voy, cuando termine esto…

No me apetecía verla e hice todo lo posible por no salir, pero resultó en vano, pues Sara se presentó en nuestra oficina, dando unos toques con la mano en la puerta. Regresaba de sus vacaciones incluso más morena que de costumbre, con un bonito bronceado de playa. Llevaba una falda larga de color azul clarito muy veraniega y un top blanco con un buen escote.

¡Estaba radiante!

―¿Se puede, chicos?
―Eh, sí, claro…
―Nada, que venía a despedirme, me dijo Fermín que me pasara hoy por la mañana y ya nada más, os quería dar las gracias por todo.

Nos levantamos de la silla y le dimos dos besos y un fuerte abrazo.

―Espero veros el sábado en la cena, no me podéis fallar…
―Por supuesto, cuenta con nosotros, te vamos a echar mucho de menos…, a ver quién nos hace ahora el papeleo… ―bromeó Javier.
―Yo por mí encantada, ya lo sabéis…
―Todavía no sé si podré ir, este finde me toca quedarme con las niñas, aunque espero estar…, haré todo lo posible… ―dije para fastidiarla y haciéndome el interesante, pues ya había hablado con Natalia y sabía que podía ir.
―Claro, lo entiendo ―afirmó Sara con el rostro apesadumbrado―, ojalá puedas venir, lo vamos a pasar muy bien…, eh…

Creo que en ese momento se quedó con las ganas de decirme algo más. Lo vi en su mirada. No quería que su relación conmigo terminara así y posiblemente estuvo a punto de pedirme si bajaba con ella al bar a tomar un café. Era lo mínimo después de seis meses. Pero con Javier delante y con mis últimas negativas la semana que estuvimos a solas, no se atrevió a decirme nada.

―Yo también os voy a echar de menos, bueno…, pues no molesto más, os dejo seguir trabajando…
―Adiós, nos vemos el sábado ―apuntilló Javier, y pude ver en su cara que el muy cabrón ya se estaba preparando para un nuevo ataque, lo que todavía hizo que me enervara más la sangre.

Otro triste adiós fue lo que salió de mi boca antes de girarme y volver a ponerme con la documentación que tenía delante. De repente sentí la mano de Sara acariciando mi hombro con suavidad en un gesto cariñoso y después salió de la oficina.

―Joder, tío, podías haber sido un poco más efusivo con ella, a mí me importa tres cojones si se va o no, pero al menos lo disimulo un poco… ―me regañó Javier.

Ya lo que me faltaba, Javier diciéndome cómo tenía que comportarme con Sara. El mayor idiota de la empresa, al que nadie soportaba, el que le había hecho la vida imposible, ahora venía a darme lecciones de educación.

¡Era increíble!

Me quedé con ganas de mandarle a la mierda, pero como era mi jefe no podía hacer eso, así que decidí que era mejor no contestarle. Pasar de él. Como si no lo hubiera escuchado. Eso sí, para darle en los morros redacté un informe de Sara sobre lo válida que era y lo bien que había trabajado durante las prácticas, recomendando su contratación inmediata.

Sabía que eso no iba a ser posible, pues no era la política de la empresa hacer ese tipo de contratos. Les salía mejor seleccionar uno nuevo de prácticas por 300 euros y tener que enseñarle otra vez desde el principio.

Javier firmó el informe sin tan siquiera leerlo y me dijo que lo dejara sobre su mesa para hacérselo llegar al jefe de personal.


Durante la semana estuve muy nervioso pensando en la cena del sábado. No me apetecía nada ver cómo Javier se ponía en plan baboso con Sara, bueno, no solo él, todos los tíos que iban a ir seguro que también lo hacían. Había diez apuntados a la cena en la lista que había en la sala de descanso y todos eran hombres, menos Sara.

Intenté no pensar en ello y por las tardes me machaqué haciendo deporte con Daniel. Cada día una cosa, running, pádel, pesas, salir con la bici…, cualquier cosa con tal de tener la cabeza ocupada.

El jueves nos metimos dos horas de ciclismo y terminamos tomando una caña en un pequeño pueblo de la sierra.

―Esto es lo mejor ―dijo mi amigo degustando su bebida―, respirar aire puro, buena compañía y una cerveza bien fresquita.

Entonces me llegó un whatsapp y miré el móvil para ver de quién se trataba.

Sara 19:15
Hola, Pablo
Q tal va todo?
Oye, espero que hayas solucionado lo de las niñas y que el sábado puedas ir a la cena. Me apetece verte
Me ha sabido muy mal que hayamos terminado así, sé que no me porté bien contigo y me encantaría disculparme…
Porfi, tienes que venir
Un beso

Debería haber ignorado el mensaje. Como si no lo hubiera recibido, pero no puedo negar que me hizo mucha ilusión leer su contenido. Se estaba disculpando e incluso admitía que no se había portado bien conmigo.

Menos mal. Ya estaba empezando a pensar que era solo cosa mía.

Se lo enseñé a Daniel y mi amigo, que estaba al corriente de parte de la historia, excepto de los encuentros de Sara y Javier, no se anduvo por las ramas.

―No sé de qué va esa tía, pero yo iría a saco a por ella, parece la típica calientapollas que tiene novio y quiere tener a todos detrás de ella, vamos, te lo digo sin conocerla… ―afirmó Daniel.
―Puede que tengas razón…
―Mira, no te cortes un pelo, total, ya no la vas a ver nunca más…; pero tienes que dejar de ser tan bueno, Pablo, que luego te pasa lo de siempre… Y, oye, ¿quién sabe?, lo mismo hasta tienes suerte y terminas follándotela en su cena de despedida…
―No creo.
―¿Y por qué no?, torres más altas han caído, sin ir más lejos, acércate… ―susurró mi amigo como si en esa terracita nos conociera alguien―. Este finde posiblemente quede con una de la oficina, llevo tiempo detrás de ella, está casada y me da un morbazo que flipas, ufffff…
―¿E Isabel?
―Ya te dije que estamos bien, pero no quiero nada serio…
―¿Y ella piensa igual que tú?, no se merece que le hagas eso, es una tía de puta madre…
―Sí, tienes razón, este finde se va a Alicante con una amiga.
―Y tú lo vas a aprovechar…
―Ha surgido así, tío, han sido muchos meses pico y pala con la del trabajo y ella me seguía el juego, poco a poco hemos ido a más con el tonteo, luego empezamos con mensajitos y por fin vamos a quedar el sábado, no es seguro, pero casi…
―Bueno, pues ya me contarás…
―Lo mismo digo, a ver si tienes suerte con la de prácticas.

No me gustó que Daniel le hiciera eso a Isabel, pero no era problema mío ni lo podía evitar. Mi amigo era un cabrón mujeriego desde que se había separado y no rechazaba a ninguna que estuviera dispuesta a acostarse con él. Y no era la primera con la que engañaba a Isabel. Aunque no compartía esa forma de ver la vida, Daniel era mi mejor amigo y mi mayor apoyo, mi confidente y el que me había ayudado a salir de la ansiedad y depresión que tuve después de mi divorcio.

Al llegar a casa no quise ser malo y contesté a Sara el mensaje que me había mandado.

Pablo 21:10
Hola, Sara
Al final lo pude arreglar y claro que voy a ir a la cena. Me apetece mucho
Y no tienes por qué disculparte
Nos vemos
Sara 21:11
Qué buenas noticias!
Genial que puedas venir
Claro que tengo que disculparme y además me apetece tomar una copa contigo, tienes que dejar que te invite
Pablo 21:11
Como quieras
Sara 21:12
Pues hasta el sábado
Un besazo y gracias por venir a mi despedida. No te lo hubiera perdonado nunca si no llegas a venir


Con ese mensaje ya me quedé sin palabras. Otra vez había dado pie a que ella retomara la relación conmigo y lo que se presumía como una odiosa cena en la que estaría deseando marcharme para casa se había transformado en una nueva oportunidad de tomar una copa con Sara y que ella se disculpara.

Era un imbécil. Sí. Pero no pude evitar el volver a emocionarme pensando en esa posibilidad. Ni un puto crío de quince años se dejaba engatusar tan fácil como yo.

El viernes llegué todavía más nervioso al trabajo, se acercaba el día de la cena y me sorprendió cuando vi una hoja traspapelada entre los documentos de la mesa de Javier. La cogí y me enfadé mucho al ver que el muy imbécil ni tan siquiera había elevado mi informe sobre Sara.

Yo mismo me acerqué hasta el responsable de personal y le entregué la hoja en mano. Les pedí que hicieran un esfuerzo por ella, que una vez que la habíamos formado no podíamos dejar que se escapara, porque Sara iba a ser una gran auditora y si no la contratábamos nosotros lo iba a hacer otra empresa.

Me aseguró que lo tendría muy en cuenta y más viniendo la recomendación de mi parte y de la de Javier.

Cuando llegó mi jefe, no le comenté nada sobre que había encontrado mi informe en su mesa, seguramente ni se acordara y pasé de discutir con él. Solo quería sacar el trabajo adelante y que llegara el fin de semana.

Una hora antes de la hora de salida Javier apagó el ordenador y dijo que se iba para casa.

―¿Al final vienes a la cena de la de prácticas? ―me preguntó antes de salir de la oficina.
―Sí, hablé con mi exmujer y se va a quedar con las niñas…
―Pues estupendo, mañana nos vemos. Y ponte guapo, eh, ja, ja, ja…

Y salió de la oficina sin que nadie le dijera nada por no cumplir su horario. Ya empezaba a tenerme un poco hasta las narices. Nunca me había quejado, pero cada vez llevaba peor lo de tener que trabajar como un cabrón y hacer parte de su tarea, aunque la culpa la tenía yo, que era el que le había malacostumbrado a eso.

A las tres en punto me marché del trabajo y pasé por casa de mi ex a recoger a las niñas. Quería disfrutar de ellas a tope un día y medio antes de tener que devolvérselas el sábado a media tarde para poder asistir a la cena de Sara.






Una hora antes del evento estaba atacado de los nervios. No tenía ni idea de cómo iba a transcurrir la noche y releí varias veces los mensajes que me había enviado Sara durante la semana. Quería tomar una copa conmigo y disculparse, ¿por qué exactamente?, no lo sabía, pero lo iba a descubrir durante la noche.

Me puse un pantalón de vestir blanco y una camisa a rayas de manga larga con unos mocasines. Un look bastante veraniego. Y aunque la cena era a las diez, habíamos quedado a las 21:30 para tomar algo. Llegué cinco minutillos más tarde y cuando entré en la cafetería del hotel, en el que casualmente también se celebraba una boda, me encontré a cinco compañeros rodeando a la «estrella» de la noche.

Sara estaba sentada en un taburete alto con las piernas cruzadas y una caña en la mano. Cuando me vio, se le escapó una sonrisa amigable y luego me saludó con la mano. Llevaba una falda larga y ceñida negra de talle alto, tapando su ombligo, pero con una impresionante abertura lateral que empezaba muy arriba por la que mostraba toda su pierna derecha bronceada. Tenía el muslo desnudo montado sobre el otro en un cruce muy sensual y se mostraba impúdica a los cincuentones que la rodeaban.

Aunque lo más llamativo era lo que se había puesto en la parte de arriba. No sabría ni cómo llamar a esa prenda. Una especie de blusa negra con las mangas anchas y largas que se unían entre sí por una tira de unos cinco o seis centímetros tanto por delante como por detrás formando un escote redondeado. Llevaba la espalda al aire y su firme vientre también. Además, se notaba que no se había puesto sujetador y aquella tela apenas podía soportar el tamaño y peso de sus tetazas ni cubrir la marca del biquini, por lo que se notaba la piel más blanca por el interior de los pechos.

En el cuello se puso una cadena de oro con varios rectángulos de diferente tamaño que se iban uniendo entre sí. Se había pintado los labios de un color muy neutro, llevaba el pelo cardado, con unas mechas de color castaño, y un sombreado muy pronunciado en los ojos, en los que se había dado un pequeño toque oriental con una línea oscura más pronunciada. Unos zapatos con tacón en forma de cuña completaban su espectacular vestuario.

¡Parecía una jodida actriz en la gala de los Goya!

La noche prometía…

Creo que prefiero que pase eso, a que se vaya a la cama con ella y el autor haga de él un desastre en la cama, como pasó en la historia original, y ella quede totalmente decepcionada y extrañando más al hdp de Javier
Perdona, ¿has dicho historia original???, muy interesante ¿sabes el título??
 
Perdona, ¿has dicho historia original???, muy interesante ¿sabes el título??
Supuestamente es así: "Viaje con una compañera de trabajo y era del autor Serrososh"

Pero es un relato corto, de 2 o 3 capítulos. Este es más extenso
 
Supuestamente es así: "Viaje con una compañera de trabajo y era del autor Serrososh"

Pero es un relato corto, de 2 o 3 capítulos. Este es más extenso
Muchísimas gracias, si lo miraré me intriga las diferentes alternativas.
 
Capítulo 15



Apenas me dio tiempo a disfrutar de su sonrisa, porque enseguida noté unas palmadas en la espalda.

―Llegas tarde, Pablito ―me dijo Javier que había entrado justo después de mí.

Nos acercamos juntos, le dimos dos besos a Sara y nos quedamos también a su lado, cerrando el círculo alrededor de ella. Quizás en esa posición que tenía sobre el taburete empezara a estar un poco incómoda, ya que todos teníamos que mirar inevitablemente sus muslos, pero, aun así, Sara no parecía muy intimidada por verse rodeada de siete hombres que bien podrían ser sus padres.

Ella no era tonta y sabía que sentada de esa manera se estaba luciendo delante de todos, pero dos cañas después Sara se encontraba en su salsa y no se amilanó en absoluto por las continuas miradas libidinosas de los cincuentones.

No tardamos en pasar a los jardines, en los que ya estaba preparada la mesa, era un sitio bastante exclusivo y caro y los encargados de organizar la cena, Luis y Chus, nos habían propuesto invitar a Sara entre todos, lo que nos pareció muy buena idea.

Mientras caminábamos por un pequeño paseo, Sara se rezagó un poquito para ponerse a mi altura.

―Tú te sientas a mi lado, Pablo, eh ―me advirtió y después se agarró a mi brazo de forma cariñosa.

Llegué como un pavo hinchado hasta la mesa, notando cómo los compañeros me miraban con cierta envidia; y luego me fijé en Javier, que afirmaba con la cabeza poniendo una sonrisa sarcástica que no me gustó nada.

Le pude leer las intenciones como si fuera un libro abierto. Había salido de casa decidido con volver a follarse a Sara; y esta vez yo tendría que presenciar al muy cabrón engatusándola y quién sabe si incluso humillando a «la niñata» delante de todos. Podía esperarme cualquier cosa de él. Por lo que me había contado, cuando comenzaba a putearla, ella perdía por completo el control y ya se dejaba hacer cualquier cosa.

La idea me aterraba y no creo que estuviera preparado para ver esa escena. Una cosa es que me lo contara y otra que lo hiciera delante de mis narices.

¡Sara no tenía ni idea de la que se le venía encima!

Con ese pensamiento en la cabeza y la mirada libidinosa de Javier en frente de nosotros durante toda la cena, apenas pude disfrutar de la comida, y cada copa de vino que vaciaba Sara a mi lado era como una puñalada en el estómago. Yo no era quién para decirle que no bebiera más, pero en el cuarto o quinto brindis que propusieron los compañeros era más que evidente que Sara comenzaba a estar más desinhibida de lo normal.

Y cuando ella se levantó al baño, se hizo palpable un murmullo entre los comensales, que clavaron la vista en el culazo de Sara.

Javier estaba extrañamente callado, y levantó la copa de vino en mi dirección sin dejar de mirarme. En ese instante, en el que Sara tenía a todos babeando, le hubiera gustado contar que él ya se la había follado dos veces. Lo podía notar. Se sentía el puto rey del mambo en esa mesa habiéndose acostado con aquella chiquilla que tenía al resto de auditores besando por donde ella pisaba; y quería hacerme a mí cómplice de su hazaña y volvía a afirmar con la cabeza como diciendo «si estos supieran lo que sabemos tú y yo».

No tardó Sara en regresar y un par de compañeros silbaron a su llegada mientras otros aplaudían. La noche se estaba empezando a descontrolar y aquello ya no me gustaba. Todavía tardamos otra hora en salir del restaurante y después del postre nos tomamos un chupito, invitación de la casa, y un copazo bien cargado.

Durante la cena apenas hablé con Sara, nada importante, cosas triviales, pero notaba que ella estaba a gusto con mi presencia y quería tenerme cerca. Había sido su protector durante las prácticas y lo iba a ser hasta el último día.

Y yo estaba encantado en mi papel.

Justo al lado del hotel había una gran sala de fiesta, que era de los mismos propietarios, así no teníamos que coger el coche y nos dieron unos vales para tomar todas las copas que quisiéramos. A Luis y Chus no se les escapaba detalle organizando este tipo de fiestas.

De camino a la sala Sara volvió a agarrarse a mi brazo y yo sentí un escalofrío cuando ella apoyó la cabeza en mi hombro.

―Hoy tenemos pendiente una copa… y una charla ―me dijo sin que nadie más nos escuchara.
―Claro…
―La última semana te comportaste como un capullo, aunque, bueno…, yo también tuve mi parte de culpa por lo de…
―Barcelona…
―Sí, luego lo hablamos…, no puedo irme así de la empresa después de seis meses, y menos después de lo bien que te has portado conmigo.
―Esta semana…

Estuve a punto de contarle que había elevado un informe recomendando su contratación, pero dos compañeros nos abordaron justo antes de entrar en la sala.

Menudo ambientazo había, otra vez volvimos a juntarnos con los de la boda y en cuanto pusimos un pie allí ya supimos que no nos íbamos a aburrir. Había una medio discoteca enorme, pero también tenían una terraza con barra exterior y zona de baile. Podíamos estar indistintamente en los dos sitios y con lo bueno que hacía pillamos una mesa para todos y nos quedamos sentados en la terraza, viendo cómo bailaban los de la boda.

Chus y Luis se acercaron hasta la barra y pedimos las primeras consumiciones, pero Sara no tardó en levantarse y me eligió a mí para el primer baile. Yo le dije que no, que aparte de que era muy patoso, me daba mucha vergüenza y al final desistió y sacó a otro compañero.

He escuchado muchas veces que al ver bailar a una persona puedes intuir más o menos cómo folla, y por los movimientos tan sensuales de Sara y sus contorsiones de pelvis, al más puro estilo Shakira, tenía que ser una puta máquina en la cama.

Nos quedamos agilipollados mirando a Sara menearse en la pista de baile, como si fuera una más de los invitados de la boda. Y después del primer compañero la siguió otro y luego otro más. No había ninguno que no quisiera bailar con Sara y poner las manos en sus caderas mientras ella se giraba y meneaba su culazo delante de las narices del afortunado.

Una de las veces que se levantó Javier a la barra le acompañé para pedir una copa. Ya cada uno iba a su ritmo bebiendo y varios se habían incorporado a la pista de baile para rodear a Sara, que ahora disfrutaba con cuatro compañeros a la vez.

―Está desatada hoy la niñata ―afirmó Javier apoyando el codo en la barra sin ninguna intención de irse de allí hasta que se terminara la copa que le acababan de servir.

Muchos en la empresa sabían de sus problemas con el alcohol, y aunque eso no había sido ningún impedimento para desarrollar su trabajo, se notaba que a Javier no le gustaba que lo vieran bebiendo en público, aunque todos lo estuviéramos haciendo.

―Sí, ya lo creo, se lo está pasando muy bien, es lo que tiene la juventud, que no se corta, además, Sara se lo puede permitir, ya me gustaría a mí bailar así…
―Cómo mueve el culo…, esta tía se lleva de calle al que quiera, pero se está pasando con el alcohol ―comentó Javier.
―En la cena ha bebido y tal, pero aquí ya no ha probado ni gota, mira, se ha pedido una Coca Cola…
―Mejor, no me ponen nada las tías borrachas ―comentó Javier―. Como beba un poco más, esta noche voy a pasar de tirármela… ―dijo con seguridad, como si esa decisión dependiera exclusivamente de él.
―¿Hoy también quieres acostarte con ella? ―murmuré acercándome a Javier aunque no había nadie de la empresa a nuestro alrededor.
―No me importaría, ¿has visto lo buena que está?, y, joder, vaya trapitos lleva, me cago en la puta, ¡si casi se le ven las tetas! Pero mi debilidad son las piernas y esta las tiene de diez, y, además, lo sabe, con esa falda abierta se le ve todo el muslo, en cuanto he entrado al restaurante y la he visto ahí sentada, ya me ha puesto muy cerdo…, ¡cómo se lucía la muy putita!, y está encantada de ser la reina del mambo…

No sé si fue el alcohol o el morbo ese malsano que se había apoderado de mí las últimas semanas, pero aquellas palabras de Javier hicieron que me empalmara. Fue inmediato. Escuchar cómo hablaba de Sara de esa manera tan despectiva me excitaba mucho; y como un imbécil le animé a que siguiera.

Tampoco había que insistirle para que se le soltara la lengua.

―Con un poco de suerte hoy te la follas por detrás…, eso lo tienes pendiente todavía…
―Ja, ja, ja, Pablito, parece que tienes tú más ganas que yo de que encule a la niñata, tranquilo, todo a su debido tiempo…
―¿Es que no te apetece?, tiene un culazo…
―A mí me lo vas a decir, te recuerdo que se lo he visto desnudo, ¡dos veces!, y, además, me la he follado a cuatro patas y de pie desde atrás, es lo mejor del mundo, el sonido de esta… ―dijo tocándose la panza a dos manos― rebotando contra ese pandero…
―Ja, ja, ja…, ya lo creo…

Y justo se acercó Sara hasta nosotros con un andar gracioso, al ritmo de la música y acompasando las caderas con la canción que estaba sonando.

―¿Qué hacen aquí tan solos mis chicos en mi despedida? ―preguntó pasándonos el brazo por el cuello a los dos―. Han bailado todos conmigo, menos vosotros, ya os vale…
―Yo soy nulo, te lo aseguro…, casi mejor que no lo haga o te voy a pisar unas cuantas veces…
―No será para tanto… ¿Y tú, Javier, no te animas?
―Yo estoy ya muy mayor para esta música, es que ni la entiendo ni me gusta ―dijo el jefe.
―Vaya dos sosos, aunque os voy a echar mucho de menos…
―Nosotros también, no te creas ―comentó Javier―, mira, sin ir más lejos, esta misma semana hemos redactado un informe sobre ti recomendando tu contratación ―apostilló con toda la cara del mundo, apuntándose el tanto.

¡Pero si lo había escrito yo y el muy cabrón se lo había dejado olvidado en la mesa! Ni tan siquiera lo había elevado a personal. El cinismo de Javier no tenía límites.

―¿En serio?, pues muchísimas gracias, os quiero. ―Y nos dio un beso a cada uno en la mejilla.
―Espero que te llamen… ―siguió Javier.
―Y yo, me encantaría volver, os he echado de menos hasta en la semana de vacaciones…
―No creo, tiene pinta de que te lo has pasado muy bien en la playa tomando el sol, has venido todavía más morena, estás muy guapa ―la piropeó el cabrón delante de mis narices justo cuando comenzaba a sonar «La bachata», de Manuel Turizo.
―Ooooh, por Dios, ¡¡me encanta esta canción!! ―exclamó Sara―, vamos, uno de los dos, a la pista conmigo, y no acepto un no por respuesta… ―Y nos hizo un gesto con el dedo para que la siguiéramos.

Era todo un pecado tener delante a una chica como Sara y aquella tentación fue superior a la vergüenza que me daba que los compañeros y ella vieran lo mal que bailaba. Con la polla dura y ese muslo asomando constantemente por la abertura de su falda inspiré profundo antes de hacer el ridículo; pero Javier fue más rápido, dejó su copa en la barra y estiró el brazo para agarrar la mano de Sara.

Me quedé con cara de gilipollas. Javier me había levantado a Sara delante de mis narices y se pusieron a tres metros de mí; por lo que encima tuve que ver cómo bailaban aquella bachata bien pegaditos.

Sara abrió las piernas y las colocó entre las de Javier de manera muy sensual, al más puro estilo «Lambada» de los años 90, y nuestro jefe puso la mano en su cintura desnuda, acompasando sus movimientos, y en aquel instante me sentí un estúpido.

Solo en la barra, sin poder dejar de mirarlos y con la polla tiesa.

Era hipnótico y adictivo contemplar la cadera de Sara tan peligrosamente cerca del cuerpo de Javier, incluso creo que alguna vez se llegaron a rozar y me imaginé que él también debía estar empalmado pegando su paquete contra el cuerpo de la de prácticas. Y terminando la canción, ella movió la cadera en círculos, delante y atrás, como si estuvieran follando y aquello hizo que mi erección se volviera más potente.

Me pareció humillante observar esa escena delante de mis narices, con la sonrisa de suficiencia de Javier, sabiendo que ya tenía a Sara justo donde quería. No me cabía ninguna duda de que iba a terminar la noche con ella en cualquier hotel de carretera de vuelta a Madrid.

Al finalizar la canción, que se me hizo eterna, luego vino otra de reggaeton, y no solo no se separaron, sino que continuaron bailando y Sara se giró para menear el culo delante de Javier, que agarró su cintura dejando que «la niñata» lo provocara como toda una calientapollas profesional.

Todavía se puso peor cuando se acercó Chus hasta la barra para pedir una copa.

―Bueno, bueno, pero ¿qué pasa aquí?, ¿os estáis montando vuestra fiesta particular?, compartid un poco, cabrones, que vosotros ya la habéis tenido seis meses trabajando a diario con vosotros, joder con Javier, se está poniendo las botas, hoy no está de mala hostia…, eeeeh, ja, ja, ja… ―bromeó nuestro compañero―. Ey, Pablito, hemos conocido a unas de la boda, estamos dentro, en la sala, ven y te las presento…
―¿Ah, sí?
―Sí, unas cuarentonas muy cachondas que quieren guerra, no veas qué marcha llevan…
―Eh, sí, vale, ahora voy, espera… ―dije resignado, viendo que Javier y Sara ya estaban a lo suyo y ella se había dado la vuelta otra vez y le pasaba los dos brazos por el cuello.

Parecían a punto de besarse.

Y yo ya no pude seguir mirando más. Estaba claro que la promesa de Sara de hablar conmigo y disculparse se iba a quedar en nada. Otra vez me había ninguneado y yo no tenía por qué soportar esos continuos desplantes que Sara me hacía. Si quería acostarse con Javier lo aceptaba, pero que me lo restregara en las putas narices…, por ahí sí que no iba a pasar.

Cuando entré en la sala de fiesta, mis compañeros estaban muy bien acompañados por seis chicas que tendrían entre cuarenta y muchos y cincuenta y pocos años. Me las fueron presentando una a una, pero no me apetecía nada estar con ellas, tenía la cabeza en otra parte y solo podía pensar en qué estarían haciendo Sara y Javier.

Tenía el impulso de salir otra vez a la terraza y espiarles, seguía excitado, enfadado, rabioso, cachondo. La imagen de Sara rodeando con los brazos su cuello, después de haber asistido en directo durante seis meses al machaque constante de Javier sobre ella, me había cerrado el estómago y a la vez me había golpeado una punzada de morbo que no lograba entender.

Una mujer de las de la boda me hablaba risueña, pero yo no escuchaba lo que me decía. Me daba absolutamente igual.

―Disculpa un momento ―le dije y sin poder aguantarme, salí decidido a rebajarme un poco más y ver qué es lo que estaba sucediendo entre Javier y Sara.

Pero antes de abandonar la sala me los encontré de frente, justo estaban entrando y venían juntos y me pareció que Javier no tenía muy buena cara. Sara sonrió al verme y me dio un abrazo.

―Eh, ¿dónde vas?, tenemos pendiente una copa… ―me dijo.
―Sí, claro, no, no iba a ningún sitio…
―Pues venga, vamos…, anda qué menuda fiesta tienen aquí montada…
―¿Te importa si la tomamos fuera?, la música no está tan alta y así estamos más tranquilos ―le pedí a Sara.
―Sí, casi mejor, bueno, Javier, tenía una copa pendiente con Pablo, ahora nos vemos. ―Y Sara lo despachó con toda la naturalidad del mundo.

Me dio la mano y salimos juntos de la sala. Era desconcertante la efusividad de Sara, pero me encantaba ese comportamiento tan espontáneo y juvenil. Era cien veces más echada para delante que yo.

Volvimos al mismo sitio donde la había dejado con Javier, a la barra de la terracita exterior, y después de pedir las copas Sara me sorprendió y me pidió que la acompañara a otro lugar. Se agarró a mi brazo y caminamos despacio, disfrutando de la agradable noche y nos perdimos por los jardines, sin rumbo fijo, hasta que llegamos a un apartado y oscuro porche en el que ya apenas se escuchaba la música y no pasaba nadie por allí. Dejamos las copas en una cubeta grande de vino que tenía un cristal por encima a modo de mesa y allí de pie ella se me quedó mirando.

Estaba claro que Sara quería un poco de intimidad. Y en un tono relajado e informal me dijo:

―Este sitio es perfecto para hablar, ¿no te parece?
 
Es un pagafantas de manual sin carácter ninguno. Lo maneja como le da la gana. Y Pablo no se da cuenta.
Sara no le debe nada, sólo es una amiga que quizás jugó un poco con él sólo esa última vez que salieron, pero antes nada.

Lo que pasa es que Javier se ha metido en un cuento de fantasía, y él solo se está montando una película en la que no es protagonista. Él es el que debería ser más directo, no esperarlo de ella.
 
Sara no le debe nada, sólo es una amiga que quizás jugó un poco con él sólo esa última vez que salieron, pero antes nada.

Lo que pasa es que Javier se ha metido en un cuento de fantasía, y él solo se está montando una película en la que no es protagonista. Él es el que debería ser más directo, no esperarlo de ella.
Sara es una auténtica calientapollas . Así que santa no es precisamente.
Yo es que si fuera Pablo pasaba olímpicamente de ella. Se está obsesionando absurdamente por una tía que no merece la pena cuando podía tener oportunidades con otras chicas.
 
―Sí, casi mejor, bueno, Javier, tenía una copa pendiente con Pablo, ahora nos vemos.

Estos ya han quedado para luego, pero antes tiene que aclararle a Pablo que con él nada de nada. A ver no con esas palabras, claro. Pero Pablito, otra vez, se va a ir a su casa a pajearse mientras Javier se lo pasa en grande con Sara. Es lo que tiene, ser un pagafantas.
 
Capítulo 16



La pose de Sara, su mirada, el estar allí apartados con el eco de la música sonando de fondo. Todo en esos jardines era morbo y sensualidad. Estaba jodidamente nervioso y a la vez muy excitado, aunque por suerte había bebido alguna copa y eso hacía que pudiera afrontar más desinhibido la que se me venía encima.

―¿En serio no pensabas despedirte de mí? ―me recriminó Sara para empezar.
―Sí, iba a hacerlo…
―¿Cuándo?, si no llega a ser por Chus y Luis, que organizan esta cena, quizás no hubiéramos vuelto a vernos nunca más…, no me gustó nada lo que pasó la última semana entre nosotros, me jodió mucho, la verdad, después de estar seis meses superagusto, terminar así por una tontería…
―Bueno, para mí no fue una tontería…, necesitaba…, no sé, poner tierra de por medio…
―¿Por lo de Barcelona?
―Sí, claro…
―Joder, lo podíamos haber hablado, Pablo, sí, quizás no estuve bien aquella noche, y no es porque no me apeteciera… ―me confesó Sara, lo que hizo que todavía me pusiera más nervioso―, ya sabes que lo mío con Abel… es una relación difícil…
―Ya, pero no me gusta que jueguen conmigo…, me sentí ridículo, no sé si fui yo el que malinterpretó las señales o qué es lo que pasó, pero fue… un poco violento para mí. Tienes que entenderme.
―Fue culpa mía, estaba muy bien contigo y quería gustarte…
―Entonces, ¿por qué me rechazaste?
―Tenía que resolver antes alguna cuenta pendiente, aclararme, aquella noche no podíamos…
―Ya…
―¿Y por eso estabas así?
―¿Te parece poco?
―No, pero creo que entre nosotros hay suficiente confianza para contarnos las cosas, ¿no?
―Pues creo que no…
―¿Por qué?, no te entiendo ―me preguntó Sara sorprendida.
―¿Puedo serte sincero?
―Claro, ahora es el momento, deberíamos serlo el uno con el otro…
―No estaba así solo por lo de Barcelona…
―Mmmm, creo que ya sé por dónde vas ―susurró Sara jugando con el dedo dentro de su copa.
―¿Vas a ser tú ahora sincera?
―Sí, para eso hemos venido aquí…
―En Bilbao, bueno, me da un poco de vergüenza decir esto…, por la noche escuché que estabas con un tío en la habitación, y no era tu novio…
―Me imaginaba que era eso…
―Y la voz de tu acompañante me pareció la de Javier, sé sincera, por favor, ¿pasaste aquella noche con él?
―Sí, me acosté con él, la jodí, pero bien, ¡fue una cagada por mi parte!, ¿eso es lo que querías saber?, no estoy nada orgullosa de ello…
―Sí, gracias al menos por haberlo reconocido…, pero en esa época estabas saliendo con Abel, me lo dijiste, o sea, que le pusiste los cuernos con Javier…
―Lo hemos dejado y hemos vuelto muchas veces. Él también me ha engañado con otras…
―No te he preguntado eso.
―No recuerdo exactamente si ese día estábamos juntos o no…
―¿Qué pasa, que cortáis por días…?, hemos dicho que íbamos a ser sinceros, Sara.
―Vale, le engañé esa noche con Javier, ¿contento? ―me regañó como si encima tuviera yo la culpa.
―No, no puedo estar contento porque no lo entiendo, ¿por qué lo hiciste?, joder, Sara, mírate, eres una puta diosa, si tenías ganas, te podías haber follado al que te diera la gana, pero a Javier…, después de todo lo que te había hecho, de cómo te había puteado día sí, día también, de cómo te trataba… Para él no eras más que la inútil de prácticas, y tú vas y te acuestas con él…, ¿cómo se come eso?

Sara se quedó en silencio, como si no supiera qué decir. En ese momento yo no tenía ni puta idea, pero acababa de abrir la caja de Pandora.

―Toda la vida me he sentido así, como has dicho, «una puta diosa», he tenido varios novios, amigos, rollos y, a ver…, no soy tonta, tengo buen físico y tal, estoy acostumbrada a que los tíos me bailéis el agua…, con todos me ha pasado igual. Siempre. Sé que intimido a los hombres, soy directa, sé lo que quiero…, y lo consigo con facilidad.
―O sea, que yo soy de los que te bailan el agua, lo acabas de decir, sin querer, pero lo has dicho…
―Tú eres un cielo, Pablo, yo creo que actúas igual de bien con todo el mundo, no solo conmigo, si la de prácticas hubiera sido cualquier otra, te habrías comportado igual con ella…
―Sí, puede ser…, y tienes razón en lo de que intimidas a los hombres…
―A ti no te ha pasado eso…
―Claro que me ha pasado, Sara, y lo sabes perfectamente…, no te hagas ahora la inocente, que no te pega nada…
―Desahógate si quieres, me lo merezco…
―Yo no valgo para eso, pero sí me gustaría que me contestaras por qué en Barcelona…, bueno, me rechazaste, eeeeh…, quiero saber por qué…
―¿No pasó nada entre nosotros?
―Sí…
―Joder, Pablo, me había enrollado con Javier y no podía hacerlo también contigo. Me parecía feo. Además, creo que entre nosotros había surgido algo más que simplemente una noche de rollo… y no lo quería estropear, antes tenía que aclararme…

¡¡Menuda confesión me había soltado Sara!! Me acababa de decir que ella también estaba sintiendo algo por mí y en ese momento me puse muy nervioso. Nos habíamos quitado las caretas y supe que esa noche nos íbamos a decir todo a la cara.

Todavía encontré un rayo de esperanza. Era nuestra última oportunidad.

―¿Tú crees que entre nosotros había surgido algo? ―le pregunté a Sara.
―Sí, no te voy a engañar…, tampoco te voy a decir que me pillara por ti desde el primer día, pero, no sé, fue poco a poco, me empezaste a gustar, eres atractivo, muy buena gente, educado, paciente, trabajador, me gustaba pasar tiempo contigo, podíamos charlar de cualquier cosa, me ayudaste mucho en la empresa con Javier…, y entonces la cagué en Bilbao…, ya no solo es que tuviera novio, es que también me jodió por ti, después de todo lo que me habías ayudado con Javier, me sentía avergonzada, era como si te hubiera fallado…, y ahora…, supongo que, después de saber esto, no te apetecerá nada conmigo; pero al menos quería que termináramos bien…
―Uf, Sara, no sé ni qué decir…, me has pillado ahora mismo en fuera de juego… ¿Es que ya no estás saliendo con Abel?
―Ahora no estoy con nadie… Sé que la he fastidiado, y espero que me puedas perdonar, no te merecías todo esto… ―susurró acariciándome la cara y acercándose despacio para darme un tierno beso en la mejilla, muy cerca de los labios.
―No me gusta que juegues conmigo, ya te lo he dicho antes…
―No estoy jugando. ―Y volvió a darme otro beso, esta vez rozando mi boca.
―Sara… ―pronuncié su nombre en una especie de gemido.

Giré levemente la cabeza y nuestros labios chocaron en un pico. Ella abrió la boca lo justo para atrapar mi labio inferior y sacó tímidamente la lengua en un gesto muy sensual que hizo que me empalmara de inmediato.

―¿Estás segura de esto? ―le pregunté.
―Sí, aunque creo que el que no lo tiene nada claro eres tú, y lo entiendo…
―¿Por?
―Por lo de Javier, sé que esto no es fácil para ti sabiendo que Javier y yo…
―Hostia, Sara, es que mira que tenías tíos esa noche…
―Soy toda una experta en joder relaciones…, ya sabes una cosa más de mí…
―No te vendes nada bien.

Ella se acercó todavía más y dejó la copa encima del cristal.

―¿Tú crees? ―murmuró mirando hacia mi erección y pasándome los brazos por el cuello―. ¿Necesitas tiempo para pensarlo?

Apoyé las manos en su cintura desnuda y un escalofrío me recorrió de arriba abajo. Era condenadamente guapa y atrevida, y de repente me vi con una jovencita de veinticinco años en aquel rincón solitario.

¡Estábamos a punto de besarnos por primera vez!

Me incliné despacio sobre ella, quería saborear ese instante y Sara me esperó con la boca entreabierta y sacó la lengua para recibirme. Yo saqué la mía también y se la metí con fuerza, haciendo que se entrelazaran formando un nudo dentro de ella. Y Sara me acarició el pelo jugando con sus dedos.

En ese instante tan mágico me acordé de Javier. A él no le había permitido al principio que mancillara su boca y me sentí eufórico al pensar eso, como un triunfador, le había vencido en su terreno y esa noche Sara le había rechazado para terminar conmigo. Me apetecía restregárselo por la cara. Tenía mariposas en el estómago…, pero también un calentón importante.

¡Nos estábamos comiendo los morros como dos adolescentes!

Entonces Sara se separó de mí y volvió a su sitio, pasándose los dedos por los labios de manera muy sexy para limpiarse mi saliva.

―¿Sigues pensando que estoy jugando contigo? ―me preguntó.
―Todavía tenemos que hablar muchas cosas, Sara…, no por un beso…
―Lo que quieras, me puedes preguntar lo que te apetezca…, hoy es el día, ahora es el momento…
―Mira, no quiero darle vueltas a lo mismo, pero… lo de Javier es que no lo entiendo…, ¿cómo pudiste irte aquella noche con él?, es que no me entra en la cabeza…
―Ya veo que, si no arreglamos este asunto…, eeeeh, nos va a costar avanzar…, ¿cómo lo hacemos?, ¿quieres que te cuente lo que pasó en Bilbao y por qué lo hice?, ¿así te lo vas a sacar de la cabeza?
―Bueno, tampoco creo que quiera saberlo…
―Me parece que esto es muy importante para ti, Pablo…, mira, ya te lo comenté antes, desde siempre he sentido que… tenía poder sobre los tíos, por así decirlo… Cuando entro en un bar o en un restaurante, o en la piscina, en la playa, noto que se me quedan mirando…
―Normal…
―Hoy, por ejemplo, antes de entrar a cenar…
―Sí, ya me he dado cuenta, pero reconoce que tú también estabas encantada de conocerte, allí sentada en la silla, enseñándonos la pierna, uffff, te gustaba que todos estuviéramos babeando contigo…
―Pues eso, que los tíos me miran, pero…, prácticamente, no me entra ninguno, les impongo mucho, demasiado y siempre he sido yo la que he llevado la iniciativa en ese aspecto.
―Entiendo.
―Por lo general todos me seguís la corriente, hacéis lo que os pido…
―Vamos, que puedes hacer con nosotros lo que te dé la gana…
―Sí, pero aquel día con Javier fue distinto.
―¿Distinto?
―Sí, él no estaba cortado ni intimidado por mí…
―Javier tiene muchas tablas y dos divorcios a sus espaldas, no creo que le intimide una de veinticinco…
―Me transmitía esa seguridad… y, además, se comportó como un cabrón… y, bueno…, no lo sé explicar muy bien, pero eso tuvo su morbo, no te lo voy a negar.
―¿Que te tratara mal te dio morbo?
―Sí, contigo es distinto, estoy muy a gusto, por ejemplo, ahora… Tú no eres así… ―Y volvió a acercarse por un lado y me dio otro beso rápido en los labios.

Ya se quedó pegada a mí, agarrando mi brazo izquierdo y yo pasé una mano por su cintura mientras ella seguía hablando en bajito, casi susurrando, lo que todavía me excitaba más y me erizaba la piel.

―Le dije que era un cabrón, tal cual…, que en seis meses ni tan siquiera había tenido la decencia de llamarme ni una jodida vez por mi nombre ―soltó con rabia―, y después empezó a hablar de mi novio, me preguntó si tenía y cosas así…, no lo recuerdo muy bien, yo solo quería hacer las paces con él e invitarle a una copa, aunque no se lo mereciera, y él aprovechó que estábamos casi pegados y me tocó el culo.
―¿Te tocó el culo?…, ¿y le dejaste?
―Sí y no, bueno, no me sentó nada bien y le dije que quitara la mano, pero no me hizo caso y luego me sugirió tomar la copa en la habitación del hotel.

Desde luego que las versiones de Javier y Sara eran bien distintas, pero yo hasta ahora me creía más la de Javier, pues me la había contado con mucho más detalle y ella solo decía cosas inconexas y atropelladas. Las dos se parecían, pero había contradicciones entre ambas, ya que, por ejemplo, según Javier, fue Sara la que le propuso ir a su habitación.

El caso es que con el calentón que llevaba después de morrearnos dejé que Sara siguiera contándome aquella noche y al tenerla tan cerca, escuchándola con esa voz tan sensual, como avergonzada, pero dispuesta a seguir hablando, me excité todavía más.

Otra vez era ese morbo enfermizo como cuando me lo relataba Javier y se me puso muy dura. Una erección palpitante que hacía que me temblara la polla con cada palabra que salía de la boca de Sara.

―Y me tocó el culo en el bar, por debajo del vestido, con todo el morro del mundo…, no creas que se cortó, y después intentó besarme, pero no le dejé, joder, eso sí que no, me daba mucho asco comerme la boca con él, mis amigos estaban por la zona, me podían haber visto y, aaaahggg, no me gustó la idea…
―Pero dejaste que te tocara…
―Eso sí ―suspiró Sara agachando la cabeza―, ya te he dicho que, no sé, me daba morbo esa prepotencia y, además, se reía de mí, parecía que le divertía putearme, por ejemplo, me decía que no sabía ni cómo me llamaba…
―¿Cómo no lo va a saber?
―Pues yo tenía muy serias dudas. Cuándo estáis juntos, ¿me llama alguna vez por mi nombre?
―Sí, creo que sí…
―No me mientas, Pablo, que se te da muy mal, dime la verdad, ¿cómo se refiere a mí cuando estáis solos?
―Te llama Sara…
―Pablo, dímelo, hemos dicho que íbamos a ser sinceros…
―La de prácticas, te llama la de prácticas o esta… o la chica…
―Lo sabía, y seguro que utiliza algún nombre todavía más despectivo cuando se refiere a mí…
―No, que yo recuerde ―dije poniéndome rojo.

Pensé que Sara no se daría cuenta de mi cambio de color repentino, estábamos poco iluminados y ella apenas me miraba a los ojos, seguía agarrada a mi brazo y había apoyado la cabeza en el hombro, pero, aun así, volvió a pillarme en otra mentira.

Sara ya me conocía muy bien.

―Dime cómo se refería a mí, te prometo que no me voy a enfadar, además, tú no tienes la culpa…
―Es que…
―Que no pasa naaaada…, vamos, Pablo.
―Niñata, te llama niñata normalmente…
―Me lo suponía, o incluso peor, pensé que me llamaría zorrita o algo por el estilo…
―No, eso no, lo más fuerte ha sido niñata…
―Vale…, pues eso pasó entre nosotros aquella noche de Bilbao, dejé que me tocara el culo, se me fue la cabeza, había bebido en la cena con los amigos y sé que eso no es excusa, tampoco te quiero engañar, no iba borracha, pero el alcohol hace que tenga más ganas de sexo. ―Y me dio otro beso cerca de los labios―, ¿nos pasa a todos, no? ―preguntó pasando la mano por mi cinturón y jugueteando con la hebilla.
―Sí…, como ahora por ejemplo…
―Exacto, el caso es que me excitó más de lo que yo creía que me tocara el culo, me lo estrujaba de una manera muy vulgar…, era asqueroso…, no me lo tocaba, ¡me lo sobaba!
―¡Qué puto cerdo! ―exclamé yo y de repente bajé la mano que tenía en su cintura y la puse sobre su culo por encima del vestido.

Creo que a Sara se le escapó un gemido y yo no supe si era por mi caricia o porque se acordaba de lo que había pasado entre Javier y ella. De lo que sí me di cuenta es de que a Sara le dio mucho morbo que me atreviera a acariciarla mientras ella me contaba lo de Bilbao y eso parece que la incitó a seguir hablando.

―Javier estaba muy seguro de sí mismo, me estaba puteando y lo disfrutaba y yo… me bloqueé…, le dejé hacer como una imbécil, y no solo eso, encima le permití que fuera a mi habitación, ¿te lo puedes creer?
―La verdad es que no. ―Y subí la mano pasando mis dedos por su espalda desnuda.
―No la quites, por favor…, ahora no… ―me pidió en un susurro jugueteando con sus dedos por la parte superior de mi pantalón―. ¿Quieres que siga contándote el resto de la noche o no hace falta?
―No hace falta, pero si quieres continuar… ―le sugerí en una especie de gemido volviendo a apretar su culo, esta vez con más fuerza.
―Está bien, yo creo que necesitas saberlo… ―murmuró en un hilo de voz casi imperceptible―, pero lo que viene es un poco fuerte, no sé si te va a gustar…, ¿entonces, sigo? ― Me soltó el cinturón y comenzó a sacarlo por la hebilla.
―Sí, sigueee… ―gimoteé en bajito, dejándome hacer.
 
Lo manipula como quiere. Que es un pagafantas ya lo sabemos . Al menos parece que va a tener algo con ella, aunque seguramente la dejara a medias. Cómo si lo viera.
Lo mejor sería tenerla como amiga como mucho, no obsesionarse con ella y sobre todo buscar rollos de una noche, tener sexo con varias chicas y dejar de ser un pringado.
 

📢 Webcam con más espectadores ahora 🔥

Atrás
Top Abajo