La tentación de Sara

Hola pues en Amazon están publicado.
Y puedo escribir que están teniendo muchos éxitos y están sorprendiendo bastante a los autores que ya publicaba novelas eróticas/románticas en Amazon, estos autores como David lovia (economista), tanatos12, DevaNandiny, Lola barnon, C.Velarde, Jos Lira, Abel Santos....

Son autores que se dieron a conocer en todorelatos o pajilleros
Hola, buenas noches

OK, tomo nota.

Saludos y gracias

Hotam
 
Muchas gracias por tus palabras. Me alegro que te haya gustado tanto el libro de La tentación de Sara.

De momento no voy a continuar la historia de Paloma y Andrés, pero en un futuro quién sabe.

Un saludo!
Es una pena. La historia de Paloma y Andrés era buenisima!.
 
PARTE 2





Capítulo 10



Al día siguiente salimos temprano hacia Madrid en el AVE. Javier volvió a ser el mismo jefe serio y antipático de siempre y durante el camino adelantamos trabajo para cerrar el informe definitivo de la auditoría antes del fin de semana.

Fuimos directos de la estación a la oficina y allí me encontré de nuevo con Sara, que nos ayudó con la burocracia para terminar un poco antes de las dos. Llevaba un vestido veraniego largo de color naranja escotado, con el que se le marcaba cada curva de su cuerpo; incluso, si te fijabas bien, se le transparentaba el tanguita por debajo.

Había que tener un señor cuerpazo para poder lucir así ese vestido. Y Sara lo tenía.

Estuve todo lo distante que pude con ella y Sara se dio cuenta de que algo me pasaba cuando a las dos y media apagué el ordenador y dije que me iba para casa.

―¿Te apetece tomar algo? ―me sorprendió Sara de repente―, es viernes y sé que la semana que viene estás de vacaciones, aunque, si no quieres, no pasa nada, entiendo que tengas ganas de irte después de la auditoría que habéis hecho en Zaragoza.
―Sí, la verdad es que me apetece descansar un rato, además, luego vienen las niñas y quiero preparar las maletas, la semana que viene vamos a la playa…
―Claro, lo entiendo… ―dijo decepcionada―. Espero que lo paséis muy bien, te mereces estas vacaciones… ¿Todo bien, Pablo?, te noto raro…
―Sí, solo estoy cansado, entre el trabajo de ayer, hoy nos hemos levantado prontito y el viaje también se me ha hecho muy pesado.
―Bueno, pues otro día cuando vuelvas y ya me cuentas qué tal las vacaciones…
―Sí, mejor.

Quizás debería haber hablado con ella en ese momento, contarle lo que sabía por boca de Javier, pero tampoco lo vi necesario. ¿Qué sentido tenía decírselo a Sara? Con eso lo único que iba a conseguir era dejarla en evidencia y que en su último mes en la auditoría no estuviera cómoda.

No éramos pareja, ni amigos, Sara no tenía que darme ninguna explicación de por qué se había acostado con Javier. Eso era cosa suya. Y de su novio. Pero sí que es verdad que no podía evitar sentirme traicionado por ella.

Yo pensaba que habíamos formado un buen frente común contra Javier y, además, no me gustaba la gente así. Con una doble cara. Suelo tener buena intuición con las personas y Sara me parecía una chica noble y sincera; por eso no concebía esa ambición suya por quedarse en la empresa a cualquier precio.

Incluso el de acostarse con Javier.

Y no solo era el haber mantenido relaciones con él, era cómo se había comportado. Poniéndose a cuatro patas, chupándosela, dejándose follar a pelo y permitiendo que nuestro jefe se corriera en su boca.

Ahora la miraba y ya no veía a esa chica mona y sofisticada con ganas de comerse el mundo. Solo a una trepa a la que no le importaba ponerle los cuernos a su novio con tal de conseguir un trabajo, o traicionarme a mí, que había invertido muchas horas de mi tiempo libre para formarla en la empresa.

Aun así, no pude evitar fijarme en lo atractiva que era. Ese vestido naranja era demasiado espectacular y con cualquier mínimo movimiento se le marcaban las caderas y sobre todo su culo. Llevaba su pelazo suelto, libre, salvaje, y unas sandalias muy monas. Todo perfectamente conjuntado para dar un aire informal y espontáneo; pero ese look se notaba que estaba muy cuidado.

Intentaba despreciarla, pero no me salía. Yo no sabía comportarme de esa manera y aquella tarde, a la salida del trabajo, nos despedimos de manera seca. Quería coger distancia con ella, la semana siguiente estaba de vacaciones y me iba a venir muy bien pasar diez días sin saber nada de Sara.

Apenas tuve tiempo de comer y echarme un ratito la siesta antes de que mi exmujer me trajera a las niñas. A la mañana siguiente salimos de viaje casi de madrugada, una semana de vacaciones en Calpe para desconectar del trabajo. Apagué el teléfono ese viernes por la tarde y solo me preocupé de las niñas, de tomar el sol, bañarme en el mar, tomar cervezas en el chiringuito del hotel y comer como un animal mientras mis hijas disfrutaban con la piscina.

Dormí a pierna suelta nueve horas diarias, sin ninguna preocupación, y puedo asegurar que volví con las pilas recargadas. Era lo que necesitaba. El sábado dejé a las niñas en casa de mi ex y solo encendí el móvil cuando puse un pie en mi apartamento.

Me entraron cuatrocientos mil whatsapp y tenía unos cuantos de Sara a mitad de semana en los que me preguntaba por mis vacaciones y en los que me decía que estaba muy nerviosa porque tenía viaje de trabajo con Javier el miércoles y jueves.

¡Lo que me faltaba!

Hubiera preferido no saber que Sara y Javier habían tenido que salir para hacer una auditoría externa, pero intenté estar tranquilo, aquello no tenía por qué afectarme. Que hicieran lo que les diera la gana.

Ni tan siquiera me molesté en contestar su mensaje, estaba hasta los huevos de ser su puto paño de lágrimas. Ya era mayorcita para arreglárselas ella misma.

Le pegué un telefonazo a Daniel, a él sí me apetecía verlo, y me dijo que estaba en el chiringuito de la piscina con Isabel y unos amigos y que luego iban a cenar allí. Ni me lo pensé dos veces cuando me invitaron y pasamos una velada muy agradable, con buen ambiente, música en vivo y cena al aire libre.

Daniel e Isabel estuvieron muy pendientes de que estuviera a gusto y me alegró comprobar que mi nefasta aventura con Lorena no había supuesto que la pareja de mi amigo cambiara su trato hacia mí.

Isabel era una tía de puta madre y también había congeniado genial con los amigotes de Daniel y sus respectivas, que se notaba que le tenían mucho aprecio. Cuando ya iban todos pasados de alcohol, tuve una charla muy interesante con ella y me estuvo contando el próximo viaje que tenía planificado a Tailandia, al que al parecer iría sola porque mi colega no podía cogerse tantos días de vacaciones.

Alguno diría que le sobraban unos kilos, pero al verla en el chiringuito escasa de ropa, con el pareo en la cintura y esas enormes tetas desbordando la tela por la parte de arriba del biquini reconozco que me dio mucho morbo.

Esa noche fue la primera vez que la vi con otros ojos. No es que antes no estuviera buena, pero mi penosa caída de libido, que llegó a durar más de un año, me había impedido percibir la energía sexual tan poderosa que transmitía Isabel.

¡Aquella mujer tenía que ser un volcán en la cama!

Mientras tanto, Daniel ahí estaba de copas con sus colegas, haciendo bromas y chistes de mal gusto. ¡Eran tan diferentes!

Una de las veces que me levanté al servicio me acompañó Daniel, que ya se había tomado unas cuantas de más.

―¿Qué tal, cabrón?, así que al final triunfaste con la Lore, ¿ves como no era tan difícil echar un polvo?
―Sí, no estuvo mal …
―Cuando quieras, me lo dices y buscamos otra…, ahora que has empezado ya no te puedes detener, ¿o es que has tenido avances con la jovencita del trabajo?
―No, aquello quedó en nada, además, ella tiene novio…, ya te dije que era casi imposible…
―Ooooh…, bueno, no pasa nada, hay más tías que peces en el mar…
―Tú has tenido suerte de encontrar a una mujer como Isabel.
―Es una tía de puta madre, ¿verdad?
―Sí…
―Bah, estamos bien, pero yo no quiero nada serio, y ella cada vez me aprieta más, a mí me gusta que cada uno esté en su casa, como ahora, que ella se haga sus viajes. Prefiero ir a mi bola, ya bastante tuve con la zorra de mi ex…
―Isabel no tiene nada que ver con tu…
―Al final son todas iguales, sí, al principio muy majas, pero cuando te quieres dar cuenta, ya te están organizando la vida.
―¿Es que no quieres seguir con Isabel?
―No es eso, me gusta estar con ella…, folla de puta madre, por cierto, ja, ja, ja ―me susurró en bajito en medio del baño―, pero, no sé, no quiero ataduras…
―Vamos, que quieres follarte a otras tías…
―No lo quería decir así, pero, básicamente, eso es…, lo entiendes, ¿no?
―Eh, sí, claro…, quizás deberías hablar con Isabel…, yo creo que buscáis cosas diferentes…
―Sí, hablaré con ella… ―me dijo visiblemente borracho pasándome el brazo por el cuello, aunque estaba claro que no tenía ninguna intención de hacerlo.

La noche terminó como me imaginaba. Daniel con una buena borrachera y me tocó llevarlo en coche hasta su casa, en compañía de Isabel. Como pudimos lo arrastramos entre los dos hasta su cama y allí lo dejamos.

―Muchas gracias ―me dijo ella sentada a su lado, pasándole un paño de agua fría por la frente para intentar que se recuperara.

Me fui tranquilo de allí, dejando a mi amigo en muy buenas manos, desde luego que no se merecía a una mujer como Isabel, pero ella conocía de sobra cómo era Daniel y, además, estaba encantada en su papel de protectora con mi colega, que era un auténtico desastre.

¿Quién era yo para interponerme en su relación?

De camino a casa reflexioné sobre ese asunto. Cada uno es libre de hacer lo que le dé la gana y no hay que juzgar a las personas por su comportamiento; así que esto mismo lo apliqué con Sara, quizás no estaba siendo justo con ella, al fin y al cabo, no me había hecho nada a mí directamente; así que en cuanto pude le contesté al whatsapp que me había mandado.

Pablo 3:45
Hola Sara!
Perdona, que he tenido el móvil apagado toda la semana. He querido desconectar del todo
Las vacaciones muy bien. Fenomenal. Mucho descanso y playa con las niñas, así que perfecto
Espero que te haya ido bien la auditoría con Javier, seguro que sí, ya me contarás
El lunes te veo
Un saludo


El domingo me levanté tarde, sobre las diez, y nada más encender el móvil me encontré con su respuesta. Sara también debía de estar de fiesta para contestarme a esas horas, cosa normal en ella.

Sara 3:55
Hola Pablo
Pero bueno, qué haces despierto?, jajaja
Me alegro que te lo hayas pasado muy bien de vacaciones
La auditoría con Javier muy bien, un poco nerviosa al principio, pero todo salió perfecto
Por suerte ahora nos libramos de él un par de semanas, que también está de vacaciones, jajaja
Un beso


Es verdad, se me había olvidado que Javier tenía cogidas dos semanas de vacaciones en agosto, por lo que estaría a solas con Sara ya casi hasta el final de sus prácticas. Por lo que me había puesto en su mensaje, la auditoría externa con Javier había ido bien, y yo no pude evitar pensar en si se habrían acostado otra vez viajando los dos solos, tampoco es que me importara mucho, solo quería saber si lo de Bilbao había sido un desliz de Sara o si le había seguido poniendo los cuernos a su chico con el jefe.

En mi fuero interno tenía la esperanza de que no hubiera vuelto a follar con Javier, y aunque tendría que darme igual, no sabía por qué me fastidiaba tanto pensar en la posibilidad de que se hubieran vuelto a enrollar.

El lunes me levanté dispuesto a hacer borrón y cuenta nueva con Sara. Como si no supiera nada de lo que había pasado con Javier. Y la primera en la frente, como se suele decir. No había pisado la oficina cuando me llamó uno de los CEO de la empresa.

―Pablo, buenos días, no te voy a dar ni tiempo para que te recuperes de las vacaciones, el jueves tenéis auditoría en Barcelona…, como no está Javier, vas con la chica de prácticas, es solo una noche, ¿te parece bien o quieres que te acompañe alguien con más experiencia?
―No, todo bien ―contesté casi sin pensar―. Sara está preparada…
―Perfecto, ahora en un ratito os pasamos la documentación y os ponéis con ello.
―De acuerdo.

Qué mejor manera de normalizar mi relación con Sara que viajando con ella. Seguro que se alegraba en cuanto le diera la noticia. Yo intenté aparentar serenidad nada más entrar en la oficina, pero allí me la encontré, frente al ordenador, con su pelo suelto, una minifalda bastante corta, las piernas cruzadas, zapatos de tacón y una blusa verde de corte oriental.

Menos mal que ya terminaba las prácticas en unas semanas porque no me iba a acostumbrar en la vida a tener una compañera de trabajo tan sexy, morbosa y juvenil.

―Buenos días, Sara…, me temo que tengo una mala noticia, el jueves tenemos auditoría en Barcelona…
―¿Tú y yo? ―preguntó con efusividad.
―Sí, claro.
―Pues genial, ¿y por qué son malas noticias?, yo encantada de ir contigo…
―Es que ahora salir de viaje con estos calores…
―¡Nada, eso a mí no me importa!, ¡qué buena noticia me has dado, Pablo!, no te imaginas las ganas que tenía de acompañarte en una salida.
―¿Ah, sí?
―Por supuesto, estoy aprendiendo mucho con las auditorías externas.
―Con Javier también te fue bien, ¿no?
―Sí, pero no es lo mismo, ya lo sabes, no hay ni comparación…, yo prefiero contigo mil veces, aparte de que trabajo mucho más a gusto y con plena confianza…
―Gracias, Sara.
―Gracias a ti. Bueno, y ahora dentro de un rato bajamos a tomar un café y nos ponemos al día…, que me tendrás que contar qué tal tus vacaciones y, sobre todo, qué hacías un sábado despierto a las cuatro de la mañana, ja, ja, ja…

Esa fue nuestra primera toma de contacto, mucho mejor de lo que pensaba, y a partir de ahí… se desataron los acontecimientos a una velocidad vertiginosa.
 
PARTE 2





Capítulo 10



Al día siguiente salimos temprano hacia Madrid en el AVE. Javier volvió a ser el mismo jefe serio y antipático de siempre y durante el camino adelantamos trabajo para cerrar el informe definitivo de la auditoría antes del fin de semana.

Fuimos directos de la estación a la oficina y allí me encontré de nuevo con Sara, que nos ayudó con la burocracia para terminar un poco antes de las dos. Llevaba un vestido veraniego largo de color naranja escotado, con el que se le marcaba cada curva de su cuerpo; incluso, si te fijabas bien, se le transparentaba el tanguita por debajo.

Había que tener un señor cuerpazo para poder lucir así ese vestido. Y Sara lo tenía.

Estuve todo lo distante que pude con ella y Sara se dio cuenta de que algo me pasaba cuando a las dos y media apagué el ordenador y dije que me iba para casa.

―¿Te apetece tomar algo? ―me sorprendió Sara de repente―, es viernes y sé que la semana que viene estás de vacaciones, aunque, si no quieres, no pasa nada, entiendo que tengas ganas de irte después de la auditoría que habéis hecho en Zaragoza.
―Sí, la verdad es que me apetece descansar un rato, además, luego vienen las niñas y quiero preparar las maletas, la semana que viene vamos a la playa…
―Claro, lo entiendo… ―dijo decepcionada―. Espero que lo paséis muy bien, te mereces estas vacaciones… ¿Todo bien, Pablo?, te noto raro…
―Sí, solo estoy cansado, entre el trabajo de ayer, hoy nos hemos levantado prontito y el viaje también se me ha hecho muy pesado.
―Bueno, pues otro día cuando vuelvas y ya me cuentas qué tal las vacaciones…
―Sí, mejor.

Quizás debería haber hablado con ella en ese momento, contarle lo que sabía por boca de Javier, pero tampoco lo vi necesario. ¿Qué sentido tenía decírselo a Sara? Con eso lo único que iba a conseguir era dejarla en evidencia y que en su último mes en la auditoría no estuviera cómoda.

No éramos pareja, ni amigos, Sara no tenía que darme ninguna explicación de por qué se había acostado con Javier. Eso era cosa suya. Y de su novio. Pero sí que es verdad que no podía evitar sentirme traicionado por ella.

Yo pensaba que habíamos formado un buen frente común contra Javier y, además, no me gustaba la gente así. Con una doble cara. Suelo tener buena intuición con las personas y Sara me parecía una chica noble y sincera; por eso no concebía esa ambición suya por quedarse en la empresa a cualquier precio.

Incluso el de acostarse con Javier.

Y no solo era el haber mantenido relaciones con él, era cómo se había comportado. Poniéndose a cuatro patas, chupándosela, dejándose follar a pelo y permitiendo que nuestro jefe se corriera en su boca.

Ahora la miraba y ya no veía a esa chica mona y sofisticada con ganas de comerse el mundo. Solo a una trepa a la que no le importaba ponerle los cuernos a su novio con tal de conseguir un trabajo, o traicionarme a mí, que había invertido muchas horas de mi tiempo libre para formarla en la empresa.

Aun así, no pude evitar fijarme en lo atractiva que era. Ese vestido naranja era demasiado espectacular y con cualquier mínimo movimiento se le marcaban las caderas y sobre todo su culo. Llevaba su pelazo suelto, libre, salvaje, y unas sandalias muy monas. Todo perfectamente conjuntado para dar un aire informal y espontáneo; pero ese look se notaba que estaba muy cuidado.

Intentaba despreciarla, pero no me salía. Yo no sabía comportarme de esa manera y aquella tarde, a la salida del trabajo, nos despedimos de manera seca. Quería coger distancia con ella, la semana siguiente estaba de vacaciones y me iba a venir muy bien pasar diez días sin saber nada de Sara.

Apenas tuve tiempo de comer y echarme un ratito la siesta antes de que mi exmujer me trajera a las niñas. A la mañana siguiente salimos de viaje casi de madrugada, una semana de vacaciones en Calpe para desconectar del trabajo. Apagué el teléfono ese viernes por la tarde y solo me preocupé de las niñas, de tomar el sol, bañarme en el mar, tomar cervezas en el chiringuito del hotel y comer como un animal mientras mis hijas disfrutaban con la piscina.

Dormí a pierna suelta nueve horas diarias, sin ninguna preocupación, y puedo asegurar que volví con las pilas recargadas. Era lo que necesitaba. El sábado dejé a las niñas en casa de mi ex y solo encendí el móvil cuando puse un pie en mi apartamento.

Me entraron cuatrocientos mil whatsapp y tenía unos cuantos de Sara a mitad de semana en los que me preguntaba por mis vacaciones y en los que me decía que estaba muy nerviosa porque tenía viaje de trabajo con Javier el miércoles y jueves.

¡Lo que me faltaba!

Hubiera preferido no saber que Sara y Javier habían tenido que salir para hacer una auditoría externa, pero intenté estar tranquilo, aquello no tenía por qué afectarme. Que hicieran lo que les diera la gana.

Ni tan siquiera me molesté en contestar su mensaje, estaba hasta los huevos de ser su puto paño de lágrimas. Ya era mayorcita para arreglárselas ella misma.

Le pegué un telefonazo a Daniel, a él sí me apetecía verlo, y me dijo que estaba en el chiringuito de la piscina con Isabel y unos amigos y que luego iban a cenar allí. Ni me lo pensé dos veces cuando me invitaron y pasamos una velada muy agradable, con buen ambiente, música en vivo y cena al aire libre.

Daniel e Isabel estuvieron muy pendientes de que estuviera a gusto y me alegró comprobar que mi nefasta aventura con Lorena no había supuesto que la pareja de mi amigo cambiara su trato hacia mí.

Isabel era una tía de puta madre y también había congeniado genial con los amigotes de Daniel y sus respectivas, que se notaba que le tenían mucho aprecio. Cuando ya iban todos pasados de alcohol, tuve una charla muy interesante con ella y me estuvo contando el próximo viaje que tenía planificado a Tailandia, al que al parecer iría sola porque mi colega no podía cogerse tantos días de vacaciones.

Alguno diría que le sobraban unos kilos, pero al verla en el chiringuito escasa de ropa, con el pareo en la cintura y esas enormes tetas desbordando la tela por la parte de arriba del biquini reconozco que me dio mucho morbo.

Esa noche fue la primera vez que la vi con otros ojos. No es que antes no estuviera buena, pero mi penosa caída de libido, que llegó a durar más de un año, me había impedido percibir la energía sexual tan poderosa que transmitía Isabel.

¡Aquella mujer tenía que ser un volcán en la cama!

Mientras tanto, Daniel ahí estaba de copas con sus colegas, haciendo bromas y chistes de mal gusto. ¡Eran tan diferentes!

Una de las veces que me levanté al servicio me acompañó Daniel, que ya se había tomado unas cuantas de más.

―¿Qué tal, cabrón?, así que al final triunfaste con la Lore, ¿ves como no era tan difícil echar un polvo?
―Sí, no estuvo mal …
―Cuando quieras, me lo dices y buscamos otra…, ahora que has empezado ya no te puedes detener, ¿o es que has tenido avances con la jovencita del trabajo?
―No, aquello quedó en nada, además, ella tiene novio…, ya te dije que era casi imposible…
―Ooooh…, bueno, no pasa nada, hay más tías que peces en el mar…
―Tú has tenido suerte de encontrar a una mujer como Isabel.
―Es una tía de puta madre, ¿verdad?
―Sí…
―Bah, estamos bien, pero yo no quiero nada serio, y ella cada vez me aprieta más, a mí me gusta que cada uno esté en su casa, como ahora, que ella se haga sus viajes. Prefiero ir a mi bola, ya bastante tuve con la zorra de mi ex…
―Isabel no tiene nada que ver con tu…
―Al final son todas iguales, sí, al principio muy majas, pero cuando te quieres dar cuenta, ya te están organizando la vida.
―¿Es que no quieres seguir con Isabel?
―No es eso, me gusta estar con ella…, folla de puta madre, por cierto, ja, ja, ja ―me susurró en bajito en medio del baño―, pero, no sé, no quiero ataduras…
―Vamos, que quieres follarte a otras tías…
―No lo quería decir así, pero, básicamente, eso es…, lo entiendes, ¿no?
―Eh, sí, claro…, quizás deberías hablar con Isabel…, yo creo que buscáis cosas diferentes…
―Sí, hablaré con ella… ―me dijo visiblemente borracho pasándome el brazo por el cuello, aunque estaba claro que no tenía ninguna intención de hacerlo.

La noche terminó como me imaginaba. Daniel con una buena borrachera y me tocó llevarlo en coche hasta su casa, en compañía de Isabel. Como pudimos lo arrastramos entre los dos hasta su cama y allí lo dejamos.

―Muchas gracias ―me dijo ella sentada a su lado, pasándole un paño de agua fría por la frente para intentar que se recuperara.

Me fui tranquilo de allí, dejando a mi amigo en muy buenas manos, desde luego que no se merecía a una mujer como Isabel, pero ella conocía de sobra cómo era Daniel y, además, estaba encantada en su papel de protectora con mi colega, que era un auténtico desastre.

¿Quién era yo para interponerme en su relación?

De camino a casa reflexioné sobre ese asunto. Cada uno es libre de hacer lo que le dé la gana y no hay que juzgar a las personas por su comportamiento; así que esto mismo lo apliqué con Sara, quizás no estaba siendo justo con ella, al fin y al cabo, no me había hecho nada a mí directamente; así que en cuanto pude le contesté al whatsapp que me había mandado.

Pablo 3:45
Hola Sara!
Perdona, que he tenido el móvil apagado toda la semana. He querido desconectar del todo
Las vacaciones muy bien. Fenomenal. Mucho descanso y playa con las niñas, así que perfecto
Espero que te haya ido bien la auditoría con Javier, seguro que sí, ya me contarás
El lunes te veo
Un saludo


El domingo me levanté tarde, sobre las diez, y nada más encender el móvil me encontré con su respuesta. Sara también debía de estar de fiesta para contestarme a esas horas, cosa normal en ella.

Sara 3:55
Hola Pablo
Pero bueno, qué haces despierto?, jajaja
Me alegro que te lo hayas pasado muy bien de vacaciones
La auditoría con Javier muy bien, un poco nerviosa al principio, pero todo salió perfecto
Por suerte ahora nos libramos de él un par de semanas, que también está de vacaciones, jajaja
Un beso


Es verdad, se me había olvidado que Javier tenía cogidas dos semanas de vacaciones en agosto, por lo que estaría a solas con Sara ya casi hasta el final de sus prácticas. Por lo que me había puesto en su mensaje, la auditoría externa con Javier había ido bien, y yo no pude evitar pensar en si se habrían acostado otra vez viajando los dos solos, tampoco es que me importara mucho, solo quería saber si lo de Bilbao había sido un desliz de Sara o si le había seguido poniendo los cuernos a su chico con el jefe.

En mi fuero interno tenía la esperanza de que no hubiera vuelto a follar con Javier, y aunque tendría que darme igual, no sabía por qué me fastidiaba tanto pensar en la posibilidad de que se hubieran vuelto a enrollar.

El lunes me levanté dispuesto a hacer borrón y cuenta nueva con Sara. Como si no supiera nada de lo que había pasado con Javier. Y la primera en la frente, como se suele decir. No había pisado la oficina cuando me llamó uno de los CEO de la empresa.

―Pablo, buenos días, no te voy a dar ni tiempo para que te recuperes de las vacaciones, el jueves tenéis auditoría en Barcelona…, como no está Javier, vas con la chica de prácticas, es solo una noche, ¿te parece bien o quieres que te acompañe alguien con más experiencia?
―No, todo bien ―contesté casi sin pensar―. Sara está preparada…
―Perfecto, ahora en un ratito os pasamos la documentación y os ponéis con ello.
―De acuerdo.

Qué mejor manera de normalizar mi relación con Sara que viajando con ella. Seguro que se alegraba en cuanto le diera la noticia. Yo intenté aparentar serenidad nada más entrar en la oficina, pero allí me la encontré, frente al ordenador, con su pelo suelto, una minifalda bastante corta, las piernas cruzadas, zapatos de tacón y una blusa verde de corte oriental.

Menos mal que ya terminaba las prácticas en unas semanas porque no me iba a acostumbrar en la vida a tener una compañera de trabajo tan sexy, morbosa y juvenil.

―Buenos días, Sara…, me temo que tengo una mala noticia, el jueves tenemos auditoría en Barcelona…
―¿Tú y yo? ―preguntó con efusividad.
―Sí, claro.
―Pues genial, ¿y por qué son malas noticias?, yo encantada de ir contigo…
―Es que ahora salir de viaje con estos calores…
―¡Nada, eso a mí no me importa!, ¡qué buena noticia me has dado, Pablo!, no te imaginas las ganas que tenía de acompañarte en una salida.
―¿Ah, sí?
―Por supuesto, estoy aprendiendo mucho con las auditorías externas.
―Con Javier también te fue bien, ¿no?
―Sí, pero no es lo mismo, ya lo sabes, no hay ni comparación…, yo prefiero contigo mil veces, aparte de que trabajo mucho más a gusto y con plena confianza…
―Gracias, Sara.
―Gracias a ti. Bueno, y ahora dentro de un rato bajamos a tomar un café y nos ponemos al día…, que me tendrás que contar qué tal tus vacaciones y, sobre todo, qué hacías un sábado despierto a las cuatro de la mañana, ja, ja, ja…

Esa fue nuestra primera toma de contacto, mucho mejor de lo que pensaba, y a partir de ahí… se desataron los acontecimientos a una velocidad vertiginosa.
Como me alegro de volver a leerte… ya estoy deseando leer mucho más
 
PARTE 2





Capítulo 10



Al día siguiente salimos temprano hacia Madrid en el AVE. Javier volvió a ser el mismo jefe serio y antipático de siempre y durante el camino adelantamos trabajo para cerrar el informe definitivo de la auditoría antes del fin de semana.

Fuimos directos de la estación a la oficina y allí me encontré de nuevo con Sara, que nos ayudó con la burocracia para terminar un poco antes de las dos. Llevaba un vestido veraniego largo de color naranja escotado, con el que se le marcaba cada curva de su cuerpo; incluso, si te fijabas bien, se le transparentaba el tanguita por debajo.

Había que tener un señor cuerpazo para poder lucir así ese vestido. Y Sara lo tenía.

Estuve todo lo distante que pude con ella y Sara se dio cuenta de que algo me pasaba cuando a las dos y media apagué el ordenador y dije que me iba para casa.

―¿Te apetece tomar algo? ―me sorprendió Sara de repente―, es viernes y sé que la semana que viene estás de vacaciones, aunque, si no quieres, no pasa nada, entiendo que tengas ganas de irte después de la auditoría que habéis hecho en Zaragoza.
―Sí, la verdad es que me apetece descansar un rato, además, luego vienen las niñas y quiero preparar las maletas, la semana que viene vamos a la playa…
―Claro, lo entiendo… ―dijo decepcionada―. Espero que lo paséis muy bien, te mereces estas vacaciones… ¿Todo bien, Pablo?, te noto raro…
―Sí, solo estoy cansado, entre el trabajo de ayer, hoy nos hemos levantado prontito y el viaje también se me ha hecho muy pesado.
―Bueno, pues otro día cuando vuelvas y ya me cuentas qué tal las vacaciones…
―Sí, mejor.

Quizás debería haber hablado con ella en ese momento, contarle lo que sabía por boca de Javier, pero tampoco lo vi necesario. ¿Qué sentido tenía decírselo a Sara? Con eso lo único que iba a conseguir era dejarla en evidencia y que en su último mes en la auditoría no estuviera cómoda.

No éramos pareja, ni amigos, Sara no tenía que darme ninguna explicación de por qué se había acostado con Javier. Eso era cosa suya. Y de su novio. Pero sí que es verdad que no podía evitar sentirme traicionado por ella.

Yo pensaba que habíamos formado un buen frente común contra Javier y, además, no me gustaba la gente así. Con una doble cara. Suelo tener buena intuición con las personas y Sara me parecía una chica noble y sincera; por eso no concebía esa ambición suya por quedarse en la empresa a cualquier precio.

Incluso el de acostarse con Javier.

Y no solo era el haber mantenido relaciones con él, era cómo se había comportado. Poniéndose a cuatro patas, chupándosela, dejándose follar a pelo y permitiendo que nuestro jefe se corriera en su boca.

Ahora la miraba y ya no veía a esa chica mona y sofisticada con ganas de comerse el mundo. Solo a una trepa a la que no le importaba ponerle los cuernos a su novio con tal de conseguir un trabajo, o traicionarme a mí, que había invertido muchas horas de mi tiempo libre para formarla en la empresa.

Aun así, no pude evitar fijarme en lo atractiva que era. Ese vestido naranja era demasiado espectacular y con cualquier mínimo movimiento se le marcaban las caderas y sobre todo su culo. Llevaba su pelazo suelto, libre, salvaje, y unas sandalias muy monas. Todo perfectamente conjuntado para dar un aire informal y espontáneo; pero ese look se notaba que estaba muy cuidado.

Intentaba despreciarla, pero no me salía. Yo no sabía comportarme de esa manera y aquella tarde, a la salida del trabajo, nos despedimos de manera seca. Quería coger distancia con ella, la semana siguiente estaba de vacaciones y me iba a venir muy bien pasar diez días sin saber nada de Sara.

Apenas tuve tiempo de comer y echarme un ratito la siesta antes de que mi exmujer me trajera a las niñas. A la mañana siguiente salimos de viaje casi de madrugada, una semana de vacaciones en Calpe para desconectar del trabajo. Apagué el teléfono ese viernes por la tarde y solo me preocupé de las niñas, de tomar el sol, bañarme en el mar, tomar cervezas en el chiringuito del hotel y comer como un animal mientras mis hijas disfrutaban con la piscina.

Dormí a pierna suelta nueve horas diarias, sin ninguna preocupación, y puedo asegurar que volví con las pilas recargadas. Era lo que necesitaba. El sábado dejé a las niñas en casa de mi ex y solo encendí el móvil cuando puse un pie en mi apartamento.

Me entraron cuatrocientos mil whatsapp y tenía unos cuantos de Sara a mitad de semana en los que me preguntaba por mis vacaciones y en los que me decía que estaba muy nerviosa porque tenía viaje de trabajo con Javier el miércoles y jueves.

¡Lo que me faltaba!

Hubiera preferido no saber que Sara y Javier habían tenido que salir para hacer una auditoría externa, pero intenté estar tranquilo, aquello no tenía por qué afectarme. Que hicieran lo que les diera la gana.

Ni tan siquiera me molesté en contestar su mensaje, estaba hasta los huevos de ser su puto paño de lágrimas. Ya era mayorcita para arreglárselas ella misma.

Le pegué un telefonazo a Daniel, a él sí me apetecía verlo, y me dijo que estaba en el chiringuito de la piscina con Isabel y unos amigos y que luego iban a cenar allí. Ni me lo pensé dos veces cuando me invitaron y pasamos una velada muy agradable, con buen ambiente, música en vivo y cena al aire libre.

Daniel e Isabel estuvieron muy pendientes de que estuviera a gusto y me alegró comprobar que mi nefasta aventura con Lorena no había supuesto que la pareja de mi amigo cambiara su trato hacia mí.

Isabel era una tía de puta madre y también había congeniado genial con los amigotes de Daniel y sus respectivas, que se notaba que le tenían mucho aprecio. Cuando ya iban todos pasados de alcohol, tuve una charla muy interesante con ella y me estuvo contando el próximo viaje que tenía planificado a Tailandia, al que al parecer iría sola porque mi colega no podía cogerse tantos días de vacaciones.

Alguno diría que le sobraban unos kilos, pero al verla en el chiringuito escasa de ropa, con el pareo en la cintura y esas enormes tetas desbordando la tela por la parte de arriba del biquini reconozco que me dio mucho morbo.

Esa noche fue la primera vez que la vi con otros ojos. No es que antes no estuviera buena, pero mi penosa caída de libido, que llegó a durar más de un año, me había impedido percibir la energía sexual tan poderosa que transmitía Isabel.

¡Aquella mujer tenía que ser un volcán en la cama!

Mientras tanto, Daniel ahí estaba de copas con sus colegas, haciendo bromas y chistes de mal gusto. ¡Eran tan diferentes!

Una de las veces que me levanté al servicio me acompañó Daniel, que ya se había tomado unas cuantas de más.

―¿Qué tal, cabrón?, así que al final triunfaste con la Lore, ¿ves como no era tan difícil echar un polvo?
―Sí, no estuvo mal …
―Cuando quieras, me lo dices y buscamos otra…, ahora que has empezado ya no te puedes detener, ¿o es que has tenido avances con la jovencita del trabajo?
―No, aquello quedó en nada, además, ella tiene novio…, ya te dije que era casi imposible…
―Ooooh…, bueno, no pasa nada, hay más tías que peces en el mar…
―Tú has tenido suerte de encontrar a una mujer como Isabel.
―Es una tía de puta madre, ¿verdad?
―Sí…
―Bah, estamos bien, pero yo no quiero nada serio, y ella cada vez me aprieta más, a mí me gusta que cada uno esté en su casa, como ahora, que ella se haga sus viajes. Prefiero ir a mi bola, ya bastante tuve con la zorra de mi ex…
―Isabel no tiene nada que ver con tu…
―Al final son todas iguales, sí, al principio muy majas, pero cuando te quieres dar cuenta, ya te están organizando la vida.
―¿Es que no quieres seguir con Isabel?
―No es eso, me gusta estar con ella…, folla de puta madre, por cierto, ja, ja, ja ―me susurró en bajito en medio del baño―, pero, no sé, no quiero ataduras…
―Vamos, que quieres follarte a otras tías…
―No lo quería decir así, pero, básicamente, eso es…, lo entiendes, ¿no?
―Eh, sí, claro…, quizás deberías hablar con Isabel…, yo creo que buscáis cosas diferentes…
―Sí, hablaré con ella… ―me dijo visiblemente borracho pasándome el brazo por el cuello, aunque estaba claro que no tenía ninguna intención de hacerlo.

La noche terminó como me imaginaba. Daniel con una buena borrachera y me tocó llevarlo en coche hasta su casa, en compañía de Isabel. Como pudimos lo arrastramos entre los dos hasta su cama y allí lo dejamos.

―Muchas gracias ―me dijo ella sentada a su lado, pasándole un paño de agua fría por la frente para intentar que se recuperara.

Me fui tranquilo de allí, dejando a mi amigo en muy buenas manos, desde luego que no se merecía a una mujer como Isabel, pero ella conocía de sobra cómo era Daniel y, además, estaba encantada en su papel de protectora con mi colega, que era un auténtico desastre.

¿Quién era yo para interponerme en su relación?

De camino a casa reflexioné sobre ese asunto. Cada uno es libre de hacer lo que le dé la gana y no hay que juzgar a las personas por su comportamiento; así que esto mismo lo apliqué con Sara, quizás no estaba siendo justo con ella, al fin y al cabo, no me había hecho nada a mí directamente; así que en cuanto pude le contesté al whatsapp que me había mandado.

Pablo 3:45
Hola Sara!
Perdona, que he tenido el móvil apagado toda la semana. He querido desconectar del todo
Las vacaciones muy bien. Fenomenal. Mucho descanso y playa con las niñas, así que perfecto
Espero que te haya ido bien la auditoría con Javier, seguro que sí, ya me contarás
El lunes te veo
Un saludo


El domingo me levanté tarde, sobre las diez, y nada más encender el móvil me encontré con su respuesta. Sara también debía de estar de fiesta para contestarme a esas horas, cosa normal en ella.

Sara 3:55
Hola Pablo
Pero bueno, qué haces despierto?, jajaja
Me alegro que te lo hayas pasado muy bien de vacaciones
La auditoría con Javier muy bien, un poco nerviosa al principio, pero todo salió perfecto
Por suerte ahora nos libramos de él un par de semanas, que también está de vacaciones, jajaja
Un beso


Es verdad, se me había olvidado que Javier tenía cogidas dos semanas de vacaciones en agosto, por lo que estaría a solas con Sara ya casi hasta el final de sus prácticas. Por lo que me había puesto en su mensaje, la auditoría externa con Javier había ido bien, y yo no pude evitar pensar en si se habrían acostado otra vez viajando los dos solos, tampoco es que me importara mucho, solo quería saber si lo de Bilbao había sido un desliz de Sara o si le había seguido poniendo los cuernos a su chico con el jefe.

En mi fuero interno tenía la esperanza de que no hubiera vuelto a follar con Javier, y aunque tendría que darme igual, no sabía por qué me fastidiaba tanto pensar en la posibilidad de que se hubieran vuelto a enrollar.

El lunes me levanté dispuesto a hacer borrón y cuenta nueva con Sara. Como si no supiera nada de lo que había pasado con Javier. Y la primera en la frente, como se suele decir. No había pisado la oficina cuando me llamó uno de los CEO de la empresa.

―Pablo, buenos días, no te voy a dar ni tiempo para que te recuperes de las vacaciones, el jueves tenéis auditoría en Barcelona…, como no está Javier, vas con la chica de prácticas, es solo una noche, ¿te parece bien o quieres que te acompañe alguien con más experiencia?
―No, todo bien ―contesté casi sin pensar―. Sara está preparada…
―Perfecto, ahora en un ratito os pasamos la documentación y os ponéis con ello.
―De acuerdo.

Qué mejor manera de normalizar mi relación con Sara que viajando con ella. Seguro que se alegraba en cuanto le diera la noticia. Yo intenté aparentar serenidad nada más entrar en la oficina, pero allí me la encontré, frente al ordenador, con su pelo suelto, una minifalda bastante corta, las piernas cruzadas, zapatos de tacón y una blusa verde de corte oriental.

Menos mal que ya terminaba las prácticas en unas semanas porque no me iba a acostumbrar en la vida a tener una compañera de trabajo tan sexy, morbosa y juvenil.

―Buenos días, Sara…, me temo que tengo una mala noticia, el jueves tenemos auditoría en Barcelona…
―¿Tú y yo? ―preguntó con efusividad.
―Sí, claro.
―Pues genial, ¿y por qué son malas noticias?, yo encantada de ir contigo…
―Es que ahora salir de viaje con estos calores…
―¡Nada, eso a mí no me importa!, ¡qué buena noticia me has dado, Pablo!, no te imaginas las ganas que tenía de acompañarte en una salida.
―¿Ah, sí?
―Por supuesto, estoy aprendiendo mucho con las auditorías externas.
―Con Javier también te fue bien, ¿no?
―Sí, pero no es lo mismo, ya lo sabes, no hay ni comparación…, yo prefiero contigo mil veces, aparte de que trabajo mucho más a gusto y con plena confianza…
―Gracias, Sara.
―Gracias a ti. Bueno, y ahora dentro de un rato bajamos a tomar un café y nos ponemos al día…, que me tendrás que contar qué tal tus vacaciones y, sobre todo, qué hacías un sábado despierto a las cuatro de la mañana, ja, ja, ja…

Esa fue nuestra primera toma de contacto, mucho mejor de lo que pensaba, y a partir de ahí… se desataron los acontecimientos a una velocidad vertiginosa.
Por fin😁.....ya no me quedaban uñas!,,,
 
Que bien captas esa sensación de traición que tiene el prota. Que jodido es cuando cuando te sientes mal sin "justificación".

Lo pongo entre comillas porque en si, si tiene algo de justificación. Te involucras con una doble cara y sientes que fuiste usado para nada.

Tienes derecho a reclamarle? Creo que por un lado si.

No sólo se da con personas que te gustan. Una vez fuí el paño de lágrimas de un buen amigo al que su novia le puso los cuernos, cortó relación y lo felicité y traté de animarlo por días, hasta que al poco tiempo me enteré que regresaron. No corté relación con él pero le dije de todo y le dije que no me haga perder el tiempo con sus putas penas nunca más. Más adelante no me hizo caso y siguió contándome sus desgracias por la ptm 😂
 
PARTE 2





Capítulo 10



Al día siguiente salimos temprano hacia Madrid en el AVE. Javier volvió a ser el mismo jefe serio y antipático de siempre y durante el camino adelantamos trabajo para cerrar el informe definitivo de la auditoría antes del fin de semana.

Fuimos directos de la estación a la oficina y allí me encontré de nuevo con Sara, que nos ayudó con la burocracia para terminar un poco antes de las dos. Llevaba un vestido veraniego largo de color naranja escotado, con el que se le marcaba cada curva de su cuerpo; incluso, si te fijabas bien, se le transparentaba el tanguita por debajo.

Había que tener un señor cuerpazo para poder lucir así ese vestido. Y Sara lo tenía.

Estuve todo lo distante que pude con ella y Sara se dio cuenta de que algo me pasaba cuando a las dos y media apagué el ordenador y dije que me iba para casa.

―¿Te apetece tomar algo? ―me sorprendió Sara de repente―, es viernes y sé que la semana que viene estás de vacaciones, aunque, si no quieres, no pasa nada, entiendo que tengas ganas de irte después de la auditoría que habéis hecho en Zaragoza.
―Sí, la verdad es que me apetece descansar un rato, además, luego vienen las niñas y quiero preparar las maletas, la semana que viene vamos a la playa…
―Claro, lo entiendo… ―dijo decepcionada―. Espero que lo paséis muy bien, te mereces estas vacaciones… ¿Todo bien, Pablo?, te noto raro…
―Sí, solo estoy cansado, entre el trabajo de ayer, hoy nos hemos levantado prontito y el viaje también se me ha hecho muy pesado.
―Bueno, pues otro día cuando vuelvas y ya me cuentas qué tal las vacaciones…
―Sí, mejor.

Quizás debería haber hablado con ella en ese momento, contarle lo que sabía por boca de Javier, pero tampoco lo vi necesario. ¿Qué sentido tenía decírselo a Sara? Con eso lo único que iba a conseguir era dejarla en evidencia y que en su último mes en la auditoría no estuviera cómoda.

No éramos pareja, ni amigos, Sara no tenía que darme ninguna explicación de por qué se había acostado con Javier. Eso era cosa suya. Y de su novio. Pero sí que es verdad que no podía evitar sentirme traicionado por ella.

Yo pensaba que habíamos formado un buen frente común contra Javier y, además, no me gustaba la gente así. Con una doble cara. Suelo tener buena intuición con las personas y Sara me parecía una chica noble y sincera; por eso no concebía esa ambición suya por quedarse en la empresa a cualquier precio.

Incluso el de acostarse con Javier.

Y no solo era el haber mantenido relaciones con él, era cómo se había comportado. Poniéndose a cuatro patas, chupándosela, dejándose follar a pelo y permitiendo que nuestro jefe se corriera en su boca.

Ahora la miraba y ya no veía a esa chica mona y sofisticada con ganas de comerse el mundo. Solo a una trepa a la que no le importaba ponerle los cuernos a su novio con tal de conseguir un trabajo, o traicionarme a mí, que había invertido muchas horas de mi tiempo libre para formarla en la empresa.

Aun así, no pude evitar fijarme en lo atractiva que era. Ese vestido naranja era demasiado espectacular y con cualquier mínimo movimiento se le marcaban las caderas y sobre todo su culo. Llevaba su pelazo suelto, libre, salvaje, y unas sandalias muy monas. Todo perfectamente conjuntado para dar un aire informal y espontáneo; pero ese look se notaba que estaba muy cuidado.

Intentaba despreciarla, pero no me salía. Yo no sabía comportarme de esa manera y aquella tarde, a la salida del trabajo, nos despedimos de manera seca. Quería coger distancia con ella, la semana siguiente estaba de vacaciones y me iba a venir muy bien pasar diez días sin saber nada de Sara.

Apenas tuve tiempo de comer y echarme un ratito la siesta antes de que mi exmujer me trajera a las niñas. A la mañana siguiente salimos de viaje casi de madrugada, una semana de vacaciones en Calpe para desconectar del trabajo. Apagué el teléfono ese viernes por la tarde y solo me preocupé de las niñas, de tomar el sol, bañarme en el mar, tomar cervezas en el chiringuito del hotel y comer como un animal mientras mis hijas disfrutaban con la piscina.

Dormí a pierna suelta nueve horas diarias, sin ninguna preocupación, y puedo asegurar que volví con las pilas recargadas. Era lo que necesitaba. El sábado dejé a las niñas en casa de mi ex y solo encendí el móvil cuando puse un pie en mi apartamento.

Me entraron cuatrocientos mil whatsapp y tenía unos cuantos de Sara a mitad de semana en los que me preguntaba por mis vacaciones y en los que me decía que estaba muy nerviosa porque tenía viaje de trabajo con Javier el miércoles y jueves.

¡Lo que me faltaba!

Hubiera preferido no saber que Sara y Javier habían tenido que salir para hacer una auditoría externa, pero intenté estar tranquilo, aquello no tenía por qué afectarme. Que hicieran lo que les diera la gana.

Ni tan siquiera me molesté en contestar su mensaje, estaba hasta los huevos de ser su puto paño de lágrimas. Ya era mayorcita para arreglárselas ella misma.

Le pegué un telefonazo a Daniel, a él sí me apetecía verlo, y me dijo que estaba en el chiringuito de la piscina con Isabel y unos amigos y que luego iban a cenar allí. Ni me lo pensé dos veces cuando me invitaron y pasamos una velada muy agradable, con buen ambiente, música en vivo y cena al aire libre.

Daniel e Isabel estuvieron muy pendientes de que estuviera a gusto y me alegró comprobar que mi nefasta aventura con Lorena no había supuesto que la pareja de mi amigo cambiara su trato hacia mí.

Isabel era una tía de puta madre y también había congeniado genial con los amigotes de Daniel y sus respectivas, que se notaba que le tenían mucho aprecio. Cuando ya iban todos pasados de alcohol, tuve una charla muy interesante con ella y me estuvo contando el próximo viaje que tenía planificado a Tailandia, al que al parecer iría sola porque mi colega no podía cogerse tantos días de vacaciones.

Alguno diría que le sobraban unos kilos, pero al verla en el chiringuito escasa de ropa, con el pareo en la cintura y esas enormes tetas desbordando la tela por la parte de arriba del biquini reconozco que me dio mucho morbo.

Esa noche fue la primera vez que la vi con otros ojos. No es que antes no estuviera buena, pero mi penosa caída de libido, que llegó a durar más de un año, me había impedido percibir la energía sexual tan poderosa que transmitía Isabel.

¡Aquella mujer tenía que ser un volcán en la cama!

Mientras tanto, Daniel ahí estaba de copas con sus colegas, haciendo bromas y chistes de mal gusto. ¡Eran tan diferentes!

Una de las veces que me levanté al servicio me acompañó Daniel, que ya se había tomado unas cuantas de más.

―¿Qué tal, cabrón?, así que al final triunfaste con la Lore, ¿ves como no era tan difícil echar un polvo?
―Sí, no estuvo mal …
―Cuando quieras, me lo dices y buscamos otra…, ahora que has empezado ya no te puedes detener, ¿o es que has tenido avances con la jovencita del trabajo?
―No, aquello quedó en nada, además, ella tiene novio…, ya te dije que era casi imposible…
―Ooooh…, bueno, no pasa nada, hay más tías que peces en el mar…
―Tú has tenido suerte de encontrar a una mujer como Isabel.
―Es una tía de puta madre, ¿verdad?
―Sí…
―Bah, estamos bien, pero yo no quiero nada serio, y ella cada vez me aprieta más, a mí me gusta que cada uno esté en su casa, como ahora, que ella se haga sus viajes. Prefiero ir a mi bola, ya bastante tuve con la zorra de mi ex…
―Isabel no tiene nada que ver con tu…
―Al final son todas iguales, sí, al principio muy majas, pero cuando te quieres dar cuenta, ya te están organizando la vida.
―¿Es que no quieres seguir con Isabel?
―No es eso, me gusta estar con ella…, folla de puta madre, por cierto, ja, ja, ja ―me susurró en bajito en medio del baño―, pero, no sé, no quiero ataduras…
―Vamos, que quieres follarte a otras tías…
―No lo quería decir así, pero, básicamente, eso es…, lo entiendes, ¿no?
―Eh, sí, claro…, quizás deberías hablar con Isabel…, yo creo que buscáis cosas diferentes…
―Sí, hablaré con ella… ―me dijo visiblemente borracho pasándome el brazo por el cuello, aunque estaba claro que no tenía ninguna intención de hacerlo.

La noche terminó como me imaginaba. Daniel con una buena borrachera y me tocó llevarlo en coche hasta su casa, en compañía de Isabel. Como pudimos lo arrastramos entre los dos hasta su cama y allí lo dejamos.

―Muchas gracias ―me dijo ella sentada a su lado, pasándole un paño de agua fría por la frente para intentar que se recuperara.

Me fui tranquilo de allí, dejando a mi amigo en muy buenas manos, desde luego que no se merecía a una mujer como Isabel, pero ella conocía de sobra cómo era Daniel y, además, estaba encantada en su papel de protectora con mi colega, que era un auténtico desastre.

¿Quién era yo para interponerme en su relación?

De camino a casa reflexioné sobre ese asunto. Cada uno es libre de hacer lo que le dé la gana y no hay que juzgar a las personas por su comportamiento; así que esto mismo lo apliqué con Sara, quizás no estaba siendo justo con ella, al fin y al cabo, no me había hecho nada a mí directamente; así que en cuanto pude le contesté al whatsapp que me había mandado.

Pablo 3:45
Hola Sara!
Perdona, que he tenido el móvil apagado toda la semana. He querido desconectar del todo
Las vacaciones muy bien. Fenomenal. Mucho descanso y playa con las niñas, así que perfecto
Espero que te haya ido bien la auditoría con Javier, seguro que sí, ya me contarás
El lunes te veo
Un saludo


El domingo me levanté tarde, sobre las diez, y nada más encender el móvil me encontré con su respuesta. Sara también debía de estar de fiesta para contestarme a esas horas, cosa normal en ella.

Sara 3:55
Hola Pablo
Pero bueno, qué haces despierto?, jajaja
Me alegro que te lo hayas pasado muy bien de vacaciones
La auditoría con Javier muy bien, un poco nerviosa al principio, pero todo salió perfecto
Por suerte ahora nos libramos de él un par de semanas, que también está de vacaciones, jajaja
Un beso


Es verdad, se me había olvidado que Javier tenía cogidas dos semanas de vacaciones en agosto, por lo que estaría a solas con Sara ya casi hasta el final de sus prácticas. Por lo que me había puesto en su mensaje, la auditoría externa con Javier había ido bien, y yo no pude evitar pensar en si se habrían acostado otra vez viajando los dos solos, tampoco es que me importara mucho, solo quería saber si lo de Bilbao había sido un desliz de Sara o si le había seguido poniendo los cuernos a su chico con el jefe.

En mi fuero interno tenía la esperanza de que no hubiera vuelto a follar con Javier, y aunque tendría que darme igual, no sabía por qué me fastidiaba tanto pensar en la posibilidad de que se hubieran vuelto a enrollar.

El lunes me levanté dispuesto a hacer borrón y cuenta nueva con Sara. Como si no supiera nada de lo que había pasado con Javier. Y la primera en la frente, como se suele decir. No había pisado la oficina cuando me llamó uno de los CEO de la empresa.

―Pablo, buenos días, no te voy a dar ni tiempo para que te recuperes de las vacaciones, el jueves tenéis auditoría en Barcelona…, como no está Javier, vas con la chica de prácticas, es solo una noche, ¿te parece bien o quieres que te acompañe alguien con más experiencia?
―No, todo bien ―contesté casi sin pensar―. Sara está preparada…
―Perfecto, ahora en un ratito os pasamos la documentación y os ponéis con ello.
―De acuerdo.

Qué mejor manera de normalizar mi relación con Sara que viajando con ella. Seguro que se alegraba en cuanto le diera la noticia. Yo intenté aparentar serenidad nada más entrar en la oficina, pero allí me la encontré, frente al ordenador, con su pelo suelto, una minifalda bastante corta, las piernas cruzadas, zapatos de tacón y una blusa verde de corte oriental.

Menos mal que ya terminaba las prácticas en unas semanas porque no me iba a acostumbrar en la vida a tener una compañera de trabajo tan sexy, morbosa y juvenil.

―Buenos días, Sara…, me temo que tengo una mala noticia, el jueves tenemos auditoría en Barcelona…
―¿Tú y yo? ―preguntó con efusividad.
―Sí, claro.
―Pues genial, ¿y por qué son malas noticias?, yo encantada de ir contigo…
―Es que ahora salir de viaje con estos calores…
―¡Nada, eso a mí no me importa!, ¡qué buena noticia me has dado, Pablo!, no te imaginas las ganas que tenía de acompañarte en una salida.
―¿Ah, sí?
―Por supuesto, estoy aprendiendo mucho con las auditorías externas.
―Con Javier también te fue bien, ¿no?
―Sí, pero no es lo mismo, ya lo sabes, no hay ni comparación…, yo prefiero contigo mil veces, aparte de que trabajo mucho más a gusto y con plena confianza…
―Gracias, Sara.
―Gracias a ti. Bueno, y ahora dentro de un rato bajamos a tomar un café y nos ponemos al día…, que me tendrás que contar qué tal tus vacaciones y, sobre todo, qué hacías un sábado despierto a las cuatro de la mañana, ja, ja, ja…

Esa fue nuestra primera toma de contacto, mucho mejor de lo que pensaba, y a partir de ahí… se desataron los acontecimientos a una velocidad vertiginosa.
Hola, buenas tardes.

Gracias por continuar el relato.

Saludos

Hotam
 
Capítulo 11



En los dos siguientes días la carga de trabajo fue brutal. Teníamos que preparar la auditoría de Barcelona y me pasé pegado a Sara diez horas diarias. Bajamos juntos a tomar café, a comer y después del curro me invitó a unas cervezas.

Sara estuvo conmigo más atenta y simpática de lo normal. En el trabajo había ganado una confianza importante y eso hacía que estuviera bromista y risueña, dentro de que desempeñaba sus tareas con una pulcritud intachable.

Yo intenté olvidar lo que me había contado Javier y traté a Sara de la mejor manera posible, como si no supiera nada. No quería sexualizar a mi compañera de prácticas y verla como un simple objeto, pero ella no me lo ponía nada fácil y aprovechando la ausencia de nuestro jefe de equipo Sara volvió a vestirse con modelitos muy atrevidos.

Formales y sexys, rozando el código ético de una empresa tan rancia como la nuestra.

No solo me tenía loco a mí, también notaba cómo la miraban el resto de compañeros y las caras de envida de las auditoras más veteranas. Era imposible que esas largas piernas pasaran desapercibidas y en la pequeña salita de café había tortas por hablar unos minutos con la de prácticas. Me hacía gracia ver a mis compis en plan baboso con ella, incluso algunos me hacían comentarios fuera de lugar sobre el imponente físico de Sara.

Y no era para menos. El miércoles nos sorprendió con unos shorts vaqueros que le llegaban dos centímetros por debajo de donde terminaban sus glúteos. Se cubrió los brazos con una fina chaquetilla para que su look no fuera tan provocativo, pero a media mañana, cuando comenzó a hacer calor y se la quitó, quedándose tan solo con una camisa azul clarita de manga larga, metida por dentro de los shorts, aquello fue un escándalo.

Yo tenía que trabajar a su lado, pegado a ella. ¿Cómo no iba a mirar sus piernas? Era imposible no hacerlo o colarme entre su sugerente escote, con un botón abierto de más en su camisa, por donde se podía apreciar un poco de su sujetador negro.

Su movimiento de pelo, el cruce de piernas, su manera de caminar, la sonrisa; todo en ella era sugerente y sensual, aderezado, además, con la vitalidad de la juventud.

El miércoles a media tarde terminamos de preparar la documentación para la auditoría de Barcelona y después Sara me invitó a una caña en el bar de abajo. El trabajo ya estaba hecho. No nos entretuvimos mucho porque al día siguiente cogíamos un avión temprano para hacer el puente aéreo hasta Barcelona, pero me gustó tomar algo con ella en plan distendido, aunque solo hablamos de cosas del curro.

Ya en casa no podía dejar de pensar en Sara. Me costaba mucho imaginar lo que me había contado Javier. Si no lo hubiera escuchado con mis propios oídos, no me lo hubiera creído. En el trabajo parecía tan correcta que no le pegaba hacer todas esas cosas que me relató nuestro jefe.

¿Cómo se le iba a poner a cuatro patas, de buenas a primeras, en cuanto entraron en la habitación? ¿Se dejó follar sin condón teniendo novio? ¿Le comió la polla de rodillas en el suelo y dejó que Javier se corriera en su boca?

Sus gemidos seguían retumbando en mi cabeza y solo con verla en el trabajo con esos modelitos tan atractivos, hacía que llegara a casa con unos calentones considerables. Aquella noche, antes de viajar a Barcelona, estaba muy nervioso y alterado y tuve que masturbarme para poder relajarme. Y se me vino a la cabeza la faldita tan corta que llevaba en Bilbao, imaginé cómo debía de estar con ella sumisa a cuatro patas sobre la cama, esperando que Javier llegara por detrás y se la follara.

Era tan corta que no se la tuvo ni que subir.

Con unas pocas sacudidas y gimiendo su nombre, me corrí patéticamente fantaseando que Sara se sentaba sobre mí y yo hundía mi cara entre su pelo mientras ella me cabalgaba hasta hacerme terminar.

A primera hora de la mañana Sara ya me estaba esperando en el aeropuerto de Barajas con una pequeña maleta. Iba impecable, como siempre, con unos pantalones de vestir anchos oscuros, pero con los que marcaba culazo, americana a juego, camiseta blanca y zapatos de tacón.

Durante el vuelo fuimos repasando la documentación y del aeropuerto nos llevó un taxi a la empresa que íbamos a auditar. Nos pegamos un trabajazo importante y, como no queríamos dejarlo para el día siguiente, estuvimos hasta casi las diez de la noche para finalizar la auditoría.

Sara volvió a estar lúcida, aplicada, y sobre todo me gustaba el orden con el que desempeñaba su tarea. Eso era quizás lo peor de Javier, que era un poco caótico con la documentación aunque tuviera un ordenador en la cabeza. Mi compi de prácticas era todo lo contrario, siempre tenía la mesa perfectamente ordenada, lo que me daba mucha tranquilidad y hacía que avanzáramos más deprisa.

La felicité por el trabajo y cogimos un taxi para el hotel. Por suerte pudimos llegar a cenar al restaurante sin apenas cambiarnos de ropa y cuando terminamos, eran casi las doce de la noche.

―Uf, estoy molido, qué ganas tengo de llegar a la habitación y pegarme una buena ducha… ―le dije a Sara.
―Yo igual, ha sido un día muy intenso, aunque, si te digo la verdad, me apetece tomar algo contigo, ya que estamos aquí, podíamos disfrutar de la noche de Barcelona, ¿no?
―Uy, eso lo dejo para los jóvenes como tú…, además, hoy es jueves, no creo que haya mucha fiesta.
―¿Un jueves por la noche en agosto en Barcelona?, te aseguro que estará casi todo abierto y con ambientazo…, venga, Pablo, no seas muermo, una noche es una noche…
―Mañana cogemos el avión de vuelta a las once, el taxi nos recoge a las ocho, quizás deberíamos dormir…
―Ya tienes todo el finde para dormir, porfi, Pablo, solo una copa, ¿en serio no vas a salir conmigo a tomar una?
―Estoy muy cansado, Sara.
―De eso nada ―insistió mientras esperábamos abajo para coger el ascensor―. En media hora te paso a buscar por la habitación…
―Cuando te pones así, es difícil decirte que no…
―No lo sabes tú bien…

Al final me dejé convencer por Sara para salir por Barcelona. Me dio el tiempo justo a ducharme, ponerme un pantalón corto y un polo. Cuando me quise dar cuenta, ella ya estaba llamando a mi puerta.

Al abrir casi me caigo de culo al verla. Me parecía increíble que en tan solo media hora le hubiera dado tiempo a ducharse y a vestirse. Sara apenas se había maquillado, llevaba el pelo húmedo y un vestido blanco veraniego, con una falda tan corta que apenas le tapaba el culo, con el que, además, lucía un escote exagerado.

Cualquier otra chica con ese vestido iría como una choni de barrio, pero Sara sabía cómo ponérselo y combinado con sus pulseras, un collar de perlas y unas sandalias de tiras, que rodeaban sus gemelos, estaba realmente guapa y para nada vulgar.

―¿Listo? ―me preguntó con una sonrisa de oreja a oreja.
―Sí, claro, pero algo rápido y volvemos, ¿eh?
―Bueno, ya veremos…

Las calles estaban abarrotadas de gente, y como me había prometido Sara, había ambientazo por toda la ciudad. Nos metimos en el primer garito que tenía buena pinta. Total, para tomar una copa casi me daba igual el sitio, lo único que quería es que no estuviera muy lejos y así regresar más deprisa al hotel.

El bar era un sitio muy raro y la gente que entraba y salía constantemente también, pero a Sara eso no pareció importarle y también le gustó la música chill-out que sonaba. Se acercó una camarera muy atractiva con rastas y un piercing en la nariz y Sara le pidió un daiquiri.

―Pues que sean dos ―dije sin tener ni idea de lo que llevaba.

Ron, lima y azúcar, por lo que me comentó Sara, y la chica nos preparó dos cócteles bien ricos en apenas un par de minutos. Sara cogió un taburete y yo me quedé de pie a su lado. Con el primer cruce de piernas ya me puse en alerta y durante media hora estuvimos hablando de trabajo y sobre cómo nos había ido la auditoría.

A Sara le supo a poco un daiquiri y pedimos otro. Al segundo ya se le había calentado el pico y sin que me lo esperara no tardó en sacar sus garras contra Javier.

―Joder, menuda diferencia de viajar contigo a hacerlo con él…
―¿Y eso?
―Ya ves, por todo, por el trato, por lo a gusto que estoy, sois como el día y la noche, tenían que hacerte un monumento en la empresa por haber aguantado con ese tío tantos años.
―Ja, ja, ja, en eso tienes razón… ―dije siguiendo su broma.

La muy cabrona no podía ser más cínica. Sí, Javier era todo lo impresentable que ella quisiera, pero a las primeras de cambio se había dejado follar por él. Estaba claro que Sara ni se imaginaba por lo más remoto que Javier me había puesto al corriente de lo que pasó en Bilbao y dejé que siguiera hablando, a ver si se le escapaba algo.

―¿Y el otro día qué tal?, espero que no te diera mucha caña… ―añadí sin ningún doble sentido, pero en cuanto terminé la frase no sonó tan bien como yo había pensado.
―No, eh…, bien, bien, estuve todo lo atenta que pude para no equivocarme ni una sola vez y que no me pudiera decir nada…

Sara se puso roja y luego esbozó una sonrisa forzada antes de beber de su copa.

―¿Cenasteis en el hotel o en algún restaurante?, Javier conoce muchos sitios y seguro que te llevó a uno bueno para impresionarte, ja, ja, ja.
―Eh, sí, cómo se nota que lo conoces bien, la segunda noche, cuando ya habíamos terminado la auditoría, me llevó a un restaurante de un conocido suyo, la verdad que cenamos muy bien…, y me invitó, por cierto ―dijo removiendo su copa con la pajita.
―¿Ves como no es tan malo?
―Sí, no estuvo muy borde como de costumbre…, pero vamos a dejar de hablar de trabajo y de Javier…, a partir de ahora prohibido hablar de la auditoría, cambio de tema… ―Y levantó su daiquiri para que brindáramos.
―Eso está hecho…
―La verdad es que hemos acertado con el sitio, un poco… psicodélico quizás, pero las copas están muy ricas y me gusta el rollo… Bueno, voy a levantarme, porque, como siga aquí sentada, me voy a amuermar…

Sara se puso de pie y sacó a relucir todos sus encantos. El pelo ya se le había secado y había cogido volumen, lo que hacía que llamara más la atención. Inevitablemente se me fue la vista a su escote y ella se dio cuenta enseguida. No tenía un pelo de tonta y sabía de sobra que tenía un cuerpazo y cómo lucirlo.

Al tenerla tan cerca de mí, mostrándome esa sonrisa perfecta, hizo que me pusiera de los nervios. Sara conseguía sacar mi lado sexual más salvaje y primitivo sin ningún esfuerzo. Me excitaba todo de ella, no solo sus curvas, también su manera de hablar, de mover las manos, sus gestos.

Era la sensualidad hecha mujer.

Y al verla así, tan radiante, no podía dejar de preguntarme cómo podía haber sucumbido ante Javier. Con lo buena que estaba podría haberse acostado con el que le hubiera dado la gana. Es que no podía comprenderlo. Quizás mi jefe tenía razón y Sara no era más que una puta arpía que lo único que buscaba era que la contrataran en la empresa, aunque a mí no me parecía ese tipo de chica.

Había algo que no me encajaba.

Cuando terminamos la segunda, yo ya iba un poco perjudicado y Sara más alegre de lo normal. Tenía que reconocer que no esperaba pasármelo tan bien. Y entonces ella llamó a la camarera para pedir de nuevo.

―¿Otro?
―Uf, no debería, la verdad es que está muy bueno, pero ya se me están subiendo… ―comenté―. Creo que mañana voy a tener resaca como me tome otro más…
―Venga, Pablo, deja que te invite, por todo lo bien que te has portado conmigo estos meses, al final me va a dar mucha pena terminar las prácticas…
―Vas a echar de menos hasta a Javier, ja, ja, ja.
―No, ¡qué malo eres!, eso no creo, ja, ja, ja. Bueno, y cambiando de tema, ¿tú qué tal con la chica esa con la que quedaste?, ¿has vuelto a verla? ―me preguntó de repente, interesándose por mi vida amorosa.
―Eh, no, solo estuvimos juntos ese día…, no hubo… feeling, por así decirlo…
―Vaya, lo siento.
―¿Por qué lo vas a sentir?
―No, lo digo porque no encontraras a una chica adecuada para ti, creo que eres un buen tío y a muchas les gustaría estar contigo.
―Gracias, ¿y tú qué tal con tu novio?
―Pues regular, tenemos etapas; a veces estamos bien; a veces lo dejamos una temporada. Abel es modelo, viaja mucho, así que es una relación un poco… complicada.
―Me hago una idea…
―Es difícil de explicar porque no lo entendemos ni nosotros qué clase de pareja somos…, en nuestras separaciones yo sé que él ha estado por ahí con unas cuantas modelos y yo también he tenido mis rollos…; pero luego volvemos y como si nada.
―Sí, es un poco extraño, los jóvenes de hoy en día tenéis una mentalidad mucho más abierta que nosotros… y está claro que disfrutáis la vida de otra manera…
―Puede ser.
―¿Y ahora cómo estáis? ―pregunté solo por curiosidad.
―¿Por qué quieres saberlo?
―No, por nada, perdona si te ha molestado, no quería…
―¿Es que quieres ligar conmigo…?, ja, ja, ja, era broma… ―me dijo acercándose a mí.

En ese momento me acordé de todo lo que me había contado Javier. Ahora estaba viviendo una situación parecida a la que pasó él y Sara avanzó hasta casi pegarse a mí. Fue muy disimulado y casi sin querer, pero cuando me quise dar cuenta, ella me había rozado con un pecho en el brazo.

¿Es que acaso estaba usando la misma táctica de seducción que con Javier?

Con dos daiquiris encima, el ambiente distendido que se había creado entre nosotros y el tener delante a aquella chica espectacular, con ese vestido tan provocativo, hizo que no me importara que ella se hubiera acostado con el jefe.

Si surgía la oportunidad, no tendría ninguna duda. Deseaba con todas mis fuerzas follarme a aquella jovencita.

Y ahora estaba allí, conmigo, insinuándose, poderosa, con su vestido blanco, y me miró sin decir nada, solo esperando que diera el siguiente paso; pero yo no era como Javier, él seguramente ya le hubiera puesto la mano en la cintura y le habría soltado cualquier burrada sobre lo buena que estaba.

Al ver que no me decidía, Sara me dijo que tenía que ir al baño. Se giró y no pude evitar fijarme en su culazo. Eso es lo que ella pretendía. Se le transparentaba el tanguita negro a través de la tela y durante unos segundos no pude despegar la vista del movimiento de sus nalgas en dirección al servicio.

¡No podía estar más potente la cabrona!

Ese mínimo acercamiento de Sara me había puesto muy nervioso y notaba el corazón latiendo más deprisa. Y lo que era peor, con el simple roce de una de sus tetas en mi brazo me había provocado una erección considerable.

Sara desprendía una energía sexual fuera de lo normal y cuando estaba con ella, la podía percibir; además, era como que me la transmitía también, y encendía mi fuego interno con solo su presencia.

No me moví del sitio, yo era muy cortado para ligarme a una chica como Sara, pero no era tonto y claramente se me estaba insinuando. Solo esperaba que cuando regresara del baño, ella tomara la iniciativa y esperé hasta que un par de minutos más tarde ya la tenía de nuevo delante de mí.

Removió el daiquiri con la pajita y le dio un trago sin dejar de mirarme.

―¿Ves?, al final no lo hemos pasado tan mal, ¿no? ―comentó.
―No, tenías razón, ahora me alegro de haber salido contigo…
―¿Ah, sí? ―susurró acercándose otra vez como había hecho antes.
―Sí, claro ―afirmé poniendo una mano en su cintura y acercándome a su oído―, uno no tiene todos los días la oportunidad de salir con una chica como tú…
―Gracias, Pablo… ―Y volvió a rozarme con los pechos, acercando más su cuerpo contra mí.

Apoyé la mano en su cintura, casi sin querer, pero no sabía qué más hacer, estábamos demasiado cerca y el contacto era inevitable. Lo que no estaba dispuesto era a dar un paso atrás, al fin y al cabo, era ella la que se había pegado a mí.

Nuestras caras se encontraban a menos de treinta centímetros, y en ese instante el mundo se paró. Ya me daba igual la música que sonaba, la gente tan rara que entraba y salía, la camarera de los piercings…, ya solo estaba pendiente de Sara.

―Yo creo que se nos han subido las copas a la cabeza, no sé tú, pero yo ya voy un poco… ―dije excusándome por algo que todavía no había sucedido.

Ella volvió a beber, poniendo su copa delante de mi cara, y contemplé esos labios chupando la pajita, húmedos, carnosos. Pidiendo a gritos que los devorara. Apoyé con firmeza la mano en su cintura y me incliné sobre ella para comentarle algo al oído, pero sinceramente no tenía ni puta idea de qué decir.

Habíamos llegado a un punto muerto en el que ella lo único que hacía era pegar sus tetas contra mi brazo y mirarme de manera insinuante y yo comportarme como un pardillo. No podía pensar con claridad y mi acercamiento a su oreja quedó en nada. No me salió ni una triste frase, pero no me retiré de allí y dejé mi mano contra su cuerpo.

Solo con ese mínimo contacto hizo que mi polla ya palpitara bajo los pantalones.

Me daba igual si Sara me estaba utilizando para quedarse en la empresa, si Javier ya se la había follado, si tenía novio, si era la chica de prácticas y si no era muy ético que me acostara con ella; todo me importaba tres cojones.

Os aseguro que, si hubierais tenido a Sara delante de vosotros, con ese ambiente que se respiraba en el bar, su vestido, con sus tetas pegadas contra vuestro brazo, con esa mirada de deseo, también habríais hecho lo mismo que yo.

Dejé la copa en la barra y miré fijamente a Sara, luego me acerqué despacio, pero decidido a su boca y saboreé ese segundo previo a posar mis labios en los suyos. Cerré los ojos y aterricé… ¡en su mejilla!

¿Qué había pasado?

No me lo podía creer, pero Sara había retirado la cara y yo no entendía por qué. Me sentí como un estúpido besuqueando su rostro con la mano en su cintura.

―No, lo siento… ―se disculpó―, perdona, Pablo, es que ahora Abel y yo…, bueno, pues eso, que ahora sí estamos juntos…
―Eh, sí, claro, lo siento, yo no quería…, eeeeh, perdona… ―dije avergonzado.

Sara se separó de mí y de repente me invadió una vergüenza como pocas veces había sentido. Quizás había interpretado mal sus señales, pero aquel intento frustrado de beso nos cortó el rollo y el resto de la noche ya no volvió a ser lo mismo. Terminamos la copa y enseguida regresamos al hotel.

Iluso de mí, todavía albergaba alguna esperanza de que mi noche con Sara terminara bien, pues a Javier tampoco le había dejado besarla y eso no había sido impedimento para que nuestro jefe se la follara.

Por los pasillos del hotel, antes de llegar a la habitación, intenté arreglar lo que había sucedido en el bar.

―Oye, Sara, perdona lo de antes ―volví a disculparme con ella cuando llegamos hasta su puerta.
―No tienes por qué, yo quizás no debería… ―Y bajó la cabeza apartándome la mirada.
―Entonces, ¿todo bien entre nosotros?
―Sí, claro, buenas noches, Pablo ―se despidió acercándose a mí con un tierno beso en la cara.

Eso me dejó todavía más descolocado en medio del pasillo, y regresé a mi habitación completamente derrotado. Aquella niñata había jugado conmigo y yo poco menos que me había comportado como un pagafantas.

Analicé todo lo que había pasado y no entendía qué es lo que había hecho mal. Había sido ella la que me suplicó salir a tomar una copa, se había puesto el vestido más erótico que tenía, me había preguntado por mi vida amorosa, se había pegado a mí y me rozó con las tetas en el brazo, había tonteado conmigo, y cuando por fin me lancé a besarla, ella me rechazó de manera incomprensible.

A pesar del mal rato que pasé, eso no impidió que llegara muy excitado a la habitación. No podía sacarme de la cabeza el vestido blanco de Sara, sus tetas botando libres y sin sujetador bajo los tirantes, el tanga transparentándose a través de la tela, la forma de su culo, su pelo húmedo, cómo olía, mi mano en su cintura, sus labios casi pegados a mí.

Tumbado en la cama liberé mi polla y cerré los ojos. Comencé a masturbarme pensando en ella y no tardé en recordar sus gemidos la noche que folló con Javier. «¿Por qué con él sí y conmigo no?, eres una jodida calientapollas», murmuré mientras me la meneaba. Ahora debería estar en su cama probando su cuerpo, sobando su culo y sus tetas, lamiendo su delicioso coño depilado, y ella se me ofrecería también a cuatro patas.

Me lo había ganado.

¿O es que acaso tenía que ser un puto cabrón con ella, como Javier, para que me invitara a su cama?

Y lo que era peor. Todavía fantaseaba con que aquella noche Sara me llamara a su habitación o se presentara en la mía. Lo había visto en su mirada, ella también quería hacerlo, pero había algo que se lo impedía. Retrasé mi eyaculación todo lo que pude, esperando el milagro, y cuando ya había pasado más me media hora, me resigné sobre mi cama.

Sara no me iba a llamar. Ni esa noche ni ninguna.

Al final me dejé llevar y me corrí sobre mi propio estómago. Mientras me limpiaba, me avergoncé de mí mismo por mi comportamiento y tomé la firme decisión de que no iba a volver a ser un pelele en manos de Sara.

Solo quedaban dos semanas para que ella terminara las prácticas y a partir de ahora nuestra relación sería meramente profesional. Nada de hablar de mi vida privada con ella, nada de cañas después del trabajo y nada de seguirle el juego.

Aquella noche me di de bruces con la realidad. Sara era un imposible para mí y debía olvidarme de ella cuanto antes. No me estaba haciendo nada bien ese flirteo que nos traíamos y al final yo era siempre el que salía perjudicado.

En muy poquito Sara saldría de mi vida…, o eso pensaba yo…
 
Capítulo 11



En los dos siguientes días la carga de trabajo fue brutal. Teníamos que preparar la auditoría de Barcelona y me pasé pegado a Sara diez horas diarias. Bajamos juntos a tomar café, a comer y después del curro me invitó a unas cervezas.

Sara estuvo conmigo más atenta y simpática de lo normal. En el trabajo había ganado una confianza importante y eso hacía que estuviera bromista y risueña, dentro de que desempeñaba sus tareas con una pulcritud intachable.

Yo intenté olvidar lo que me había contado Javier y traté a Sara de la mejor manera posible, como si no supiera nada. No quería sexualizar a mi compañera de prácticas y verla como un simple objeto, pero ella no me lo ponía nada fácil y aprovechando la ausencia de nuestro jefe de equipo Sara volvió a vestirse con modelitos muy atrevidos.

Formales y sexys, rozando el código ético de una empresa tan rancia como la nuestra.

No solo me tenía loco a mí, también notaba cómo la miraban el resto de compañeros y las caras de envida de las auditoras más veteranas. Era imposible que esas largas piernas pasaran desapercibidas y en la pequeña salita de café había tortas por hablar unos minutos con la de prácticas. Me hacía gracia ver a mis compis en plan baboso con ella, incluso algunos me hacían comentarios fuera de lugar sobre el imponente físico de Sara.

Y no era para menos. El miércoles nos sorprendió con unos shorts vaqueros que le llegaban dos centímetros por debajo de donde terminaban sus glúteos. Se cubrió los brazos con una fina chaquetilla para que su look no fuera tan provocativo, pero a media mañana, cuando comenzó a hacer calor y se la quitó, quedándose tan solo con una camisa azul clarita de manga larga, metida por dentro de los shorts, aquello fue un escándalo.

Yo tenía que trabajar a su lado, pegado a ella. ¿Cómo no iba a mirar sus piernas? Era imposible no hacerlo o colarme entre su sugerente escote, con un botón abierto de más en su camisa, por donde se podía apreciar un poco de su sujetador negro.

Su movimiento de pelo, el cruce de piernas, su manera de caminar, la sonrisa; todo en ella era sugerente y sensual, aderezado, además, con la vitalidad de la juventud.

El miércoles a media tarde terminamos de preparar la documentación para la auditoría de Barcelona y después Sara me invitó a una caña en el bar de abajo. El trabajo ya estaba hecho. No nos entretuvimos mucho porque al día siguiente cogíamos un avión temprano para hacer el puente aéreo hasta Barcelona, pero me gustó tomar algo con ella en plan distendido, aunque solo hablamos de cosas del curro.

Ya en casa no podía dejar de pensar en Sara. Me costaba mucho imaginar lo que me había contado Javier. Si no lo hubiera escuchado con mis propios oídos, no me lo hubiera creído. En el trabajo parecía tan correcta que no le pegaba hacer todas esas cosas que me relató nuestro jefe.

¿Cómo se le iba a poner a cuatro patas, de buenas a primeras, en cuanto entraron en la habitación? ¿Se dejó follar sin condón teniendo novio? ¿Le comió la polla de rodillas en el suelo y dejó que Javier se corriera en su boca?

Sus gemidos seguían retumbando en mi cabeza y solo con verla en el trabajo con esos modelitos tan atractivos, hacía que llegara a casa con unos calentones considerables. Aquella noche, antes de viajar a Barcelona, estaba muy nervioso y alterado y tuve que masturbarme para poder relajarme. Y se me vino a la cabeza la faldita tan corta que llevaba en Bilbao, imaginé cómo debía de estar con ella sumisa a cuatro patas sobre la cama, esperando que Javier llegara por detrás y se la follara.

Era tan corta que no se la tuvo ni que subir.

Con unas pocas sacudidas y gimiendo su nombre, me corrí patéticamente fantaseando que Sara se sentaba sobre mí y yo hundía mi cara entre su pelo mientras ella me cabalgaba hasta hacerme terminar.

A primera hora de la mañana Sara ya me estaba esperando en el aeropuerto de Barajas con una pequeña maleta. Iba impecable, como siempre, con unos pantalones de vestir anchos oscuros, pero con los que marcaba culazo, americana a juego, camiseta blanca y zapatos de tacón.

Durante el vuelo fuimos repasando la documentación y del aeropuerto nos llevó un taxi a la empresa que íbamos a auditar. Nos pegamos un trabajazo importante y, como no queríamos dejarlo para el día siguiente, estuvimos hasta casi las diez de la noche para finalizar la auditoría.

Sara volvió a estar lúcida, aplicada, y sobre todo me gustaba el orden con el que desempeñaba su tarea. Eso era quizás lo peor de Javier, que era un poco caótico con la documentación aunque tuviera un ordenador en la cabeza. Mi compi de prácticas era todo lo contrario, siempre tenía la mesa perfectamente ordenada, lo que me daba mucha tranquilidad y hacía que avanzáramos más deprisa.

La felicité por el trabajo y cogimos un taxi para el hotel. Por suerte pudimos llegar a cenar al restaurante sin apenas cambiarnos de ropa y cuando terminamos, eran casi las doce de la noche.

―Uf, estoy molido, qué ganas tengo de llegar a la habitación y pegarme una buena ducha… ―le dije a Sara.
―Yo igual, ha sido un día muy intenso, aunque, si te digo la verdad, me apetece tomar algo contigo, ya que estamos aquí, podíamos disfrutar de la noche de Barcelona, ¿no?
―Uy, eso lo dejo para los jóvenes como tú…, además, hoy es jueves, no creo que haya mucha fiesta.
―¿Un jueves por la noche en agosto en Barcelona?, te aseguro que estará casi todo abierto y con ambientazo…, venga, Pablo, no seas muermo, una noche es una noche…
―Mañana cogemos el avión de vuelta a las once, el taxi nos recoge a las ocho, quizás deberíamos dormir…
―Ya tienes todo el finde para dormir, porfi, Pablo, solo una copa, ¿en serio no vas a salir conmigo a tomar una?
―Estoy muy cansado, Sara.
―De eso nada ―insistió mientras esperábamos abajo para coger el ascensor―. En media hora te paso a buscar por la habitación…
―Cuando te pones así, es difícil decirte que no…
―No lo sabes tú bien…

Al final me dejé convencer por Sara para salir por Barcelona. Me dio el tiempo justo a ducharme, ponerme un pantalón corto y un polo. Cuando me quise dar cuenta, ella ya estaba llamando a mi puerta.

Al abrir casi me caigo de culo al verla. Me parecía increíble que en tan solo media hora le hubiera dado tiempo a ducharse y a vestirse. Sara apenas se había maquillado, llevaba el pelo húmedo y un vestido blanco veraniego, con una falda tan corta que apenas le tapaba el culo, con el que, además, lucía un escote exagerado.

Cualquier otra chica con ese vestido iría como una choni de barrio, pero Sara sabía cómo ponérselo y combinado con sus pulseras, un collar de perlas y unas sandalias de tiras, que rodeaban sus gemelos, estaba realmente guapa y para nada vulgar.

―¿Listo? ―me preguntó con una sonrisa de oreja a oreja.
―Sí, claro, pero algo rápido y volvemos, ¿eh?
―Bueno, ya veremos…

Las calles estaban abarrotadas de gente, y como me había prometido Sara, había ambientazo por toda la ciudad. Nos metimos en el primer garito que tenía buena pinta. Total, para tomar una copa casi me daba igual el sitio, lo único que quería es que no estuviera muy lejos y así regresar más deprisa al hotel.

El bar era un sitio muy raro y la gente que entraba y salía constantemente también, pero a Sara eso no pareció importarle y también le gustó la música chill-out que sonaba. Se acercó una camarera muy atractiva con rastas y un piercing en la nariz y Sara le pidió un daiquiri.

―Pues que sean dos ―dije sin tener ni idea de lo que llevaba.

Ron, lima y azúcar, por lo que me comentó Sara, y la chica nos preparó dos cócteles bien ricos en apenas un par de minutos. Sara cogió un taburete y yo me quedé de pie a su lado. Con el primer cruce de piernas ya me puse en alerta y durante media hora estuvimos hablando de trabajo y sobre cómo nos había ido la auditoría.

A Sara le supo a poco un daiquiri y pedimos otro. Al segundo ya se le había calentado el pico y sin que me lo esperara no tardó en sacar sus garras contra Javier.

―Joder, menuda diferencia de viajar contigo a hacerlo con él…
―¿Y eso?
―Ya ves, por todo, por el trato, por lo a gusto que estoy, sois como el día y la noche, tenían que hacerte un monumento en la empresa por haber aguantado con ese tío tantos años.
―Ja, ja, ja, en eso tienes razón… ―dije siguiendo su broma.

La muy cabrona no podía ser más cínica. Sí, Javier era todo lo impresentable que ella quisiera, pero a las primeras de cambio se había dejado follar por él. Estaba claro que Sara ni se imaginaba por lo más remoto que Javier me había puesto al corriente de lo que pasó en Bilbao y dejé que siguiera hablando, a ver si se le escapaba algo.

―¿Y el otro día qué tal?, espero que no te diera mucha caña… ―añadí sin ningún doble sentido, pero en cuanto terminé la frase no sonó tan bien como yo había pensado.
―No, eh…, bien, bien, estuve todo lo atenta que pude para no equivocarme ni una sola vez y que no me pudiera decir nada…

Sara se puso roja y luego esbozó una sonrisa forzada antes de beber de su copa.

―¿Cenasteis en el hotel o en algún restaurante?, Javier conoce muchos sitios y seguro que te llevó a uno bueno para impresionarte, ja, ja, ja.
―Eh, sí, cómo se nota que lo conoces bien, la segunda noche, cuando ya habíamos terminado la auditoría, me llevó a un restaurante de un conocido suyo, la verdad que cenamos muy bien…, y me invitó, por cierto ―dijo removiendo su copa con la pajita.
―¿Ves como no es tan malo?
―Sí, no estuvo muy borde como de costumbre…, pero vamos a dejar de hablar de trabajo y de Javier…, a partir de ahora prohibido hablar de la auditoría, cambio de tema… ―Y levantó su daiquiri para que brindáramos.
―Eso está hecho…
―La verdad es que hemos acertado con el sitio, un poco… psicodélico quizás, pero las copas están muy ricas y me gusta el rollo… Bueno, voy a levantarme, porque, como siga aquí sentada, me voy a amuermar…

Sara se puso de pie y sacó a relucir todos sus encantos. El pelo ya se le había secado y había cogido volumen, lo que hacía que llamara más la atención. Inevitablemente se me fue la vista a su escote y ella se dio cuenta enseguida. No tenía un pelo de tonta y sabía de sobra que tenía un cuerpazo y cómo lucirlo.

Al tenerla tan cerca de mí, mostrándome esa sonrisa perfecta, hizo que me pusiera de los nervios. Sara conseguía sacar mi lado sexual más salvaje y primitivo sin ningún esfuerzo. Me excitaba todo de ella, no solo sus curvas, también su manera de hablar, de mover las manos, sus gestos.

Era la sensualidad hecha mujer.

Y al verla así, tan radiante, no podía dejar de preguntarme cómo podía haber sucumbido ante Javier. Con lo buena que estaba podría haberse acostado con el que le hubiera dado la gana. Es que no podía comprenderlo. Quizás mi jefe tenía razón y Sara no era más que una puta arpía que lo único que buscaba era que la contrataran en la empresa, aunque a mí no me parecía ese tipo de chica.

Había algo que no me encajaba.

Cuando terminamos la segunda, yo ya iba un poco perjudicado y Sara más alegre de lo normal. Tenía que reconocer que no esperaba pasármelo tan bien. Y entonces ella llamó a la camarera para pedir de nuevo.

―¿Otro?
―Uf, no debería, la verdad es que está muy bueno, pero ya se me están subiendo… ―comenté―. Creo que mañana voy a tener resaca como me tome otro más…
―Venga, Pablo, deja que te invite, por todo lo bien que te has portado conmigo estos meses, al final me va a dar mucha pena terminar las prácticas…
―Vas a echar de menos hasta a Javier, ja, ja, ja.
―No, ¡qué malo eres!, eso no creo, ja, ja, ja. Bueno, y cambiando de tema, ¿tú qué tal con la chica esa con la que quedaste?, ¿has vuelto a verla? ―me preguntó de repente, interesándose por mi vida amorosa.
―Eh, no, solo estuvimos juntos ese día…, no hubo… feeling, por así decirlo…
―Vaya, lo siento.
―¿Por qué lo vas a sentir?
―No, lo digo porque no encontraras a una chica adecuada para ti, creo que eres un buen tío y a muchas les gustaría estar contigo.
―Gracias, ¿y tú qué tal con tu novio?
―Pues regular, tenemos etapas; a veces estamos bien; a veces lo dejamos una temporada. Abel es modelo, viaja mucho, así que es una relación un poco… complicada.
―Me hago una idea…
―Es difícil de explicar porque no lo entendemos ni nosotros qué clase de pareja somos…, en nuestras separaciones yo sé que él ha estado por ahí con unas cuantas modelos y yo también he tenido mis rollos…; pero luego volvemos y como si nada.
―Sí, es un poco extraño, los jóvenes de hoy en día tenéis una mentalidad mucho más abierta que nosotros… y está claro que disfrutáis la vida de otra manera…
―Puede ser.
―¿Y ahora cómo estáis? ―pregunté solo por curiosidad.
―¿Por qué quieres saberlo?
―No, por nada, perdona si te ha molestado, no quería…
―¿Es que quieres ligar conmigo…?, ja, ja, ja, era broma… ―me dijo acercándose a mí.

En ese momento me acordé de todo lo que me había contado Javier. Ahora estaba viviendo una situación parecida a la que pasó él y Sara avanzó hasta casi pegarse a mí. Fue muy disimulado y casi sin querer, pero cuando me quise dar cuenta, ella me había rozado con un pecho en el brazo.

¿Es que acaso estaba usando la misma táctica de seducción que con Javier?

Con dos daiquiris encima, el ambiente distendido que se había creado entre nosotros y el tener delante a aquella chica espectacular, con ese vestido tan provocativo, hizo que no me importara que ella se hubiera acostado con el jefe.

Si surgía la oportunidad, no tendría ninguna duda. Deseaba con todas mis fuerzas follarme a aquella jovencita.

Y ahora estaba allí, conmigo, insinuándose, poderosa, con su vestido blanco, y me miró sin decir nada, solo esperando que diera el siguiente paso; pero yo no era como Javier, él seguramente ya le hubiera puesto la mano en la cintura y le habría soltado cualquier burrada sobre lo buena que estaba.

Al ver que no me decidía, Sara me dijo que tenía que ir al baño. Se giró y no pude evitar fijarme en su culazo. Eso es lo que ella pretendía. Se le transparentaba el tanguita negro a través de la tela y durante unos segundos no pude despegar la vista del movimiento de sus nalgas en dirección al servicio.

¡No podía estar más potente la cabrona!

Ese mínimo acercamiento de Sara me había puesto muy nervioso y notaba el corazón latiendo más deprisa. Y lo que era peor, con el simple roce de una de sus tetas en mi brazo me había provocado una erección considerable.

Sara desprendía una energía sexual fuera de lo normal y cuando estaba con ella, la podía percibir; además, era como que me la transmitía también, y encendía mi fuego interno con solo su presencia.

No me moví del sitio, yo era muy cortado para ligarme a una chica como Sara, pero no era tonto y claramente se me estaba insinuando. Solo esperaba que cuando regresara del baño, ella tomara la iniciativa y esperé hasta que un par de minutos más tarde ya la tenía de nuevo delante de mí.

Removió el daiquiri con la pajita y le dio un trago sin dejar de mirarme.

―¿Ves?, al final no lo hemos pasado tan mal, ¿no? ―comentó.
―No, tenías razón, ahora me alegro de haber salido contigo…
―¿Ah, sí? ―susurró acercándose otra vez como había hecho antes.
―Sí, claro ―afirmé poniendo una mano en su cintura y acercándome a su oído―, uno no tiene todos los días la oportunidad de salir con una chica como tú…
―Gracias, Pablo… ―Y volvió a rozarme con los pechos, acercando más su cuerpo contra mí.

Apoyé la mano en su cintura, casi sin querer, pero no sabía qué más hacer, estábamos demasiado cerca y el contacto era inevitable. Lo que no estaba dispuesto era a dar un paso atrás, al fin y al cabo, era ella la que se había pegado a mí.

Nuestras caras se encontraban a menos de treinta centímetros, y en ese instante el mundo se paró. Ya me daba igual la música que sonaba, la gente tan rara que entraba y salía, la camarera de los piercings…, ya solo estaba pendiente de Sara.

―Yo creo que se nos han subido las copas a la cabeza, no sé tú, pero yo ya voy un poco… ―dije excusándome por algo que todavía no había sucedido.

Ella volvió a beber, poniendo su copa delante de mi cara, y contemplé esos labios chupando la pajita, húmedos, carnosos. Pidiendo a gritos que los devorara. Apoyé con firmeza la mano en su cintura y me incliné sobre ella para comentarle algo al oído, pero sinceramente no tenía ni puta idea de qué decir.

Habíamos llegado a un punto muerto en el que ella lo único que hacía era pegar sus tetas contra mi brazo y mirarme de manera insinuante y yo comportarme como un pardillo. No podía pensar con claridad y mi acercamiento a su oreja quedó en nada. No me salió ni una triste frase, pero no me retiré de allí y dejé mi mano contra su cuerpo.

Solo con ese mínimo contacto hizo que mi polla ya palpitara bajo los pantalones.

Me daba igual si Sara me estaba utilizando para quedarse en la empresa, si Javier ya se la había follado, si tenía novio, si era la chica de prácticas y si no era muy ético que me acostara con ella; todo me importaba tres cojones.

Os aseguro que, si hubierais tenido a Sara delante de vosotros, con ese ambiente que se respiraba en el bar, su vestido, con sus tetas pegadas contra vuestro brazo, con esa mirada de deseo, también habríais hecho lo mismo que yo.

Dejé la copa en la barra y miré fijamente a Sara, luego me acerqué despacio, pero decidido a su boca y saboreé ese segundo previo a posar mis labios en los suyos. Cerré los ojos y aterricé… ¡en su mejilla!

¿Qué había pasado?

No me lo podía creer, pero Sara había retirado la cara y yo no entendía por qué. Me sentí como un estúpido besuqueando su rostro con la mano en su cintura.

―No, lo siento… ―se disculpó―, perdona, Pablo, es que ahora Abel y yo…, bueno, pues eso, que ahora sí estamos juntos…
―Eh, sí, claro, lo siento, yo no quería…, eeeeh, perdona… ―dije avergonzado.

Sara se separó de mí y de repente me invadió una vergüenza como pocas veces había sentido. Quizás había interpretado mal sus señales, pero aquel intento frustrado de beso nos cortó el rollo y el resto de la noche ya no volvió a ser lo mismo. Terminamos la copa y enseguida regresamos al hotel.

Iluso de mí, todavía albergaba alguna esperanza de que mi noche con Sara terminara bien, pues a Javier tampoco le había dejado besarla y eso no había sido impedimento para que nuestro jefe se la follara.

Por los pasillos del hotel, antes de llegar a la habitación, intenté arreglar lo que había sucedido en el bar.

―Oye, Sara, perdona lo de antes ―volví a disculparme con ella cuando llegamos hasta su puerta.
―No tienes por qué, yo quizás no debería… ―Y bajó la cabeza apartándome la mirada.
―Entonces, ¿todo bien entre nosotros?
―Sí, claro, buenas noches, Pablo ―se despidió acercándose a mí con un tierno beso en la cara.

Eso me dejó todavía más descolocado en medio del pasillo, y regresé a mi habitación completamente derrotado. Aquella niñata había jugado conmigo y yo poco menos que me había comportado como un pagafantas.

Analicé todo lo que había pasado y no entendía qué es lo que había hecho mal. Había sido ella la que me suplicó salir a tomar una copa, se había puesto el vestido más erótico que tenía, me había preguntado por mi vida amorosa, se había pegado a mí y me rozó con las tetas en el brazo, había tonteado conmigo, y cuando por fin me lancé a besarla, ella me rechazó de manera incomprensible.

A pesar del mal rato que pasé, eso no impidió que llegara muy excitado a la habitación. No podía sacarme de la cabeza el vestido blanco de Sara, sus tetas botando libres y sin sujetador bajo los tirantes, el tanga transparentándose a través de la tela, la forma de su culo, su pelo húmedo, cómo olía, mi mano en su cintura, sus labios casi pegados a mí.

Tumbado en la cama liberé mi polla y cerré los ojos. Comencé a masturbarme pensando en ella y no tardé en recordar sus gemidos la noche que folló con Javier. «¿Por qué con él sí y conmigo no?, eres una jodida calientapollas», murmuré mientras me la meneaba. Ahora debería estar en su cama probando su cuerpo, sobando su culo y sus tetas, lamiendo su delicioso coño depilado, y ella se me ofrecería también a cuatro patas.

Me lo había ganado.

¿O es que acaso tenía que ser un puto cabrón con ella, como Javier, para que me invitara a su cama?

Y lo que era peor. Todavía fantaseaba con que aquella noche Sara me llamara a su habitación o se presentara en la mía. Lo había visto en su mirada, ella también quería hacerlo, pero había algo que se lo impedía. Retrasé mi eyaculación todo lo que pude, esperando el milagro, y cuando ya había pasado más me media hora, me resigné sobre mi cama.

Sara no me iba a llamar. Ni esa noche ni ninguna.

Al final me dejé llevar y me corrí sobre mi propio estómago. Mientras me limpiaba, me avergoncé de mí mismo por mi comportamiento y tomé la firme decisión de que no iba a volver a ser un pelele en manos de Sara.

Solo quedaban dos semanas para que ella terminara las prácticas y a partir de ahora nuestra relación sería meramente profesional. Nada de hablar de mi vida privada con ella, nada de cañas después del trabajo y nada de seguirle el juego.

Aquella noche me di de bruces con la realidad. Sara era un imposible para mí y debía olvidarme de ella cuanto antes. No me estaba haciendo nada bien ese flirteo que nos traíamos y al final yo era siempre el que salía perjudicado.

En muy poquito Sara saldría de mi vida…, o eso pensaba yo…
Muchísimas gracias maestro .....si, esto de ser un pagafantas.....te sientes un puñetero insecto inmundo y pequeño
 
"Nada de hablar de mi vida privada con ella, nada de cañas después del trabajo y nada de seguirle el juego"

Es puro bla bla bla este pagafantas.

Por cierto, la primera vez que escuché pagafantas fue en un video de hace años, que se hizo viral en la red, "la metalera y el pagafantas"

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