La tentación de Sara

No sé que pasará chicos, pero pienso que Sara contando su relato provocará 2 cosas: que Pablo se correrá y entonces cortará un poco el rollo entre ambos y por otra parte Pablo seguirá encontrando diferencias en el relato y perderá la confianza en ella...

También puede ser que aparezca por alli Javier y los humillará a los dos. Se follará a Sara violentamente y Pablo viendo que ella no se revela se quedará mirando y fin de la historia. Looser total

Quizá el gran David Lovia nos sorprenda y saque a un Pablo ganador ahora al final. Ojalá!!!
 
No debería por todo lo que le ha hecho pasar, el pasote con el idiota de Javier y como lo ha usado en el trabajo, pero cuando una mujer como esa se te pone delante y te provoca, no medimos....si Sara quiere, se lo tira :cautious:;)
 
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Capítulo 17



La conexión fue inmediata. Mágica. Si ya fue morboso cuando me lo contó Javier, escuchar lo que había pasado entre ellos, con ese susurro ahogado de Sara, lo elevaba al siguiente nivel.

No podía tener la polla más dura y notaba que a ella también le ponía muy cachonda recordar aquella noche; así que allí estábamos, demasiado excitados, nuestra primera vez juntos y hablando de Javier, lo cual era muy extraño, pero morboso y pervertido…, y supe que Sara ya no se iba a detener hasta el final.

¡Estaba a punto de contarme cómo se la había follado el jefe!

Yo le había pedido que lo hiciera. Y con gran habilidad me desabrochó el botón del pantalón con una sola mano, luego introdujo los dedos hacia abajo y rozó mi polla por encima del calzón hasta terminar agarrándome los huevos con delicadeza, apoyando el dorso de la mano en mi paquete.

―Mmmmm, ¡cómo estás! ―susurró Sara y bajé mi brazo izquierdo, en el que ella estaba agarrada y busqué la abertura de su falda.

No tuve que hacer mucho esfuerzo para colarme por ella y mientras Sara frotaba su mano tres o cuatro veces sobre mi polla, yo alcancé la suave piel de sus glúteos. Allí estaban desnudos para mí. Debía llegar tanga, como me dijo Javier aquella noche que también la sobó con su minifalda de «buscona», y eso me encantaba.

Esa sensación de poder tocar su culazo casi desnudo en aquel apartado lugar me volvió loco. No podía sacarme de la cabeza las palabras de Javier cuando me describía su culo. Tenía razón. No era de esos pequeñitos y duros de gimnasio. Lo de Sara era todo genético. Carnoso, redondo, proporcionado, de los que llenan bien un vaquero y dan ganas de azotar hasta que te duela la mano.

Ese era el puto culazo de Sara. Y ahora yo tenía la mano sobre él, y ella me permitía tocárselo a mi antojo.

Hizo una breve pausa de diez segundos y luego continuó con la historia. Sin dejar de frotar la mano contra mi polla, que ya debía haber dejado el calzón hecho un asco con mis fluidos. Notaba cómo me babeaba y eso que ni tan siquiera me la había tocado directamente.

―Luego llegamos a mi habitación ―gimió Sara, con una voz que cada vez sonaba más lasciva y sugerente―, ni yo misma me creía lo que estaba haciendo, no me apetecía que me pusiera las manos encima ni ver su cara de hijo de puta y mucho menos que me besara, ¡me daba asco solo de pensarlo!, y, sin embargo…, estaba muy…
―Caliente…
―Sí…, no lo puedo explicar porque no me había pasado nunca, y, además, en ese momento me acordé de que estabas en la habitación de al lado…
―Gracias por el detalle ―dije con ironía.
―No, idiota, lo que quiero decir es que me sabía mal por ti.
―Podías haber ido a su habitación…
―Prefería hacerlo en la mía, así me sentía más segura…, pero, claro, tú estabas al lado…, seguro que lo escucharías todo...
―Bueno, más o menos…
―Lo siento, aunque lo importante es que ahora… estoy aquí contigo… ―E introdujo los dedos por el elástico de mi calzón y me atrapó la polla sin tela de por medio.

Fue una sensación indescriptible y sentí cómo se me apretaban los glúteos y todo mi cuerpo entraba en una tensión sexual muy placentera. Aquella «niñata» me estaba volviendo loco.

―¿Quieres que siga…? ―me preguntó sabiendo ya la respuesta, pero quería oírmelo decir.
―Sí, quiero que me lo cuentes todo…, hasta el final… ―Y clavé los dedos en su glúteo derecho haciendo que se le escapara un pequeño gemido.
―Mmmmmm, es que lo de ahora me da mucha vergüenza, si nos escuchaste, ya te lo imaginarás…, no creo que…
―Sara, por favor, necesito saberlo, aaaah… ―jadeé cuando sus dedos rodearon mi falo y le pegó la primera sacudida.
―Cogí un condón del bolso y lo lancé sobre la cama en plan, toma, ponte esto y terminemos de una jodida vez.
―Despacio, házmelo despacio…
―Ya lo estoy haciendo despacio, no puedo ir más lenta… ―ronroneó mientras me la meneaba con mucha suavidad.
―¡Me vuelves loco, Sara!
―Lo sé…
―Sigue, ¿y qué pasó luego con Javier?
―No quería que me tocara ni tampoco desnudarme delante de él, solo quería que aquello terminara cuanto antes y eso que todavía no habíamos empezado, pero no te voy a mentir, ¡me apetecía mucho que me lo hiciera!, en el bar me había excitado demasiado…, cuando me puteó…
―Joder…
―Me subí a la cama y lo cogí de la mano para que viniera detrás de mí, y para no ver su cara me puse de espaldas a él, de rodillas…
―A cuatro patas.
―Sí, a cuatro patas…, luego me hizo desnudarme de cintura para abajo, notaba su mirada sucia y el muy guarro se agachó y me metió la lengua…
―¿En el culo?
―Sí, mmmmmm. ―Y volvió a gemir cuando pasé mi mano al otro glúteo jugando con la tira del tanguita, que se le metía entre los cachetes.
―No me apetecía que me babeara, solo que me follara y cuando escuché que por fin se desabrochaba el pantalón y sacaba el condón fue como, ¡ya era hora, joder!, y luego… ni tan siquiera me avisó, cuando me quise dar cuenta…, ¡ya me la había metido!… ¡No me manches la falda! ―me advirtió cuando sintió que mi capullo le rozaba la tela por la parte del ombligo, por lo que se separó unos centímetros de mí.
―Entonces, ¿no te gustó?, ¿no lo disfrutaste?
―¿Te importa eso?
―A mí sí…
―Al principio no disfruté, era la nada más absoluta, no lo sentía, me follaba despacio, de manera mecánica, ni tan siquiera tuve que hacer el esfuerzo en disimular los gemidos para que no nos escucharas. Tampoco puedo decir que tuviera una gran…
―Polla…
―Sí, era más bien normalita, tirando a pequeña… ―En ese momento me dio vergüenza, pues, aunque hablaba de Javier, me sentí representado también, pues la mía no debía medir más de catorce centímetros. La media nacional.
―No me extraña que no lo disfrutaras, el muy hijo de puta te había puteado tanto todos estos meses…
―Ya, aunque, bueno…, eso fue al principio, luego cambió.
―¿Cambió?
―Sí, de repente se puso a embestirme fuerte, con rabia, me hizo suya…
―¿Y eso te pone?
―Creo que sí, pero no lo supe hasta ese día. ¡Ningún tío me había sometido así! Me agarró por el pelo a lo bruto, ¡me hacía daño!…, y luego me soltó un azote…
―Me imagino que habrás estado con unos cuantos tíos, ¿en serio ninguno te había dado un azote?
―Sí, eso sí, pero no de la manera que lo hacía Javier, lo sentía distinto, me dio con ganas, ¡quería hacerme daño!, me tiraba del pelo y yo quería protestar, pero no me salía, ¡me estaba volviendo loca!, y ahí ya no pude reprimirme, seguro que lo escuchaste…, ya había perdido la voluntad…, estaba en manos de Javier.
―Joder, Sara… ―gimoteé girándome hacia ella y metiendo la mano derecha por la abertura de su falda hasta alcanzar su coño, pero ella se apartó de inmediato.
―Mmmmmm…, espera, ven aquí…

Retrocedimos varios pasos hasta situarnos debajo del porche, justo en la esquina. Allí todavía estábamos más oscuros y si pasaba alguien casi no se nos vería. Me apoyé contra la pared y me colé por debajo de su falda, le cogí el culazo a dos manos unos segundos y después apoyé el antebrazo en sus nalgas y le acaricié el coño otra vez.

Sentí sus labios vaginales húmedos, casi pegados a la tela del tanguita e hice un poco de presión para penetrarla levemente, sin tan siquiera apartar su ropa interior. Ella me bajó más el calzón y los pantalones vaqueros, así podía pajearme con más facilidad, agarró mi polla y reanudó el fantástico pajote que me estaba haciendo.

―¿Me escuchaste aquella noche?
―Sí…
―¿Y te excitó?, dime la verdad…
―Sí… ―reconocí avergonzado.
―El muy cabrón me daba con ganas, me soltó unos cuantos azotes y yo estaba a puntito de correrme y todavía quería que me diera más fuerte…, y cuando me iba a correr, se detenía…, paraba en seco e incluso me la sacaba…, ¡no me dejaba llegar al orgasmo y eso me estaba volviendo loca!, aaaaah, aaaah… ―gimió cuando aparté su tanguita y alcancé su húmedo coño.

Le metí un dedo y ella me lo permitió facilitándome el trabajo con un casi imperceptible movimiento de cadera. Pasó un brazo sobre mi hombro, jugando con mi pelo mientras me daba besitos cortos en la boca y en el cuello, tenía que hacerlo así para seguir contándome la historia.

―Eso lo hizo cuatro o cinco veces por lo menos, imagínate cómo me tenía, ¡me había dejado al borde del orgasmo cuatro o cinco veces!, además, era increíble cómo aguantaba, parecía que no se cansaba, ni cuando follaba con tíos de veinte años tenían ese aguante y esa potencia. ¡Nunca pensé que Javier sería así en la cama!
―¿Te folló bien?
―Sí ―contestó sin pensar―, muy bien, me llevó al límite…
―¿Nunca habías disfrutado así?, ¿con ningún tío?
―De esa manera no, y reconozco que me gustó…, mucho…
―¿Volverías a repetir con él?
―No, ni de coña ―mintió Sara.

Vaya. Al parecer la noche en la que íbamos a ser sinceros el uno con el otro se acababa de fastidiar. Y yo no podía decirle que sabía que se habían vuelto a acostar cuando fueron solos a hacer la auditoría a Pamplona. Aquello me jodió, en el punto en el que estábamos no tenía por qué engañarme, pero Sara lo hizo.

Sin embargo, su mano me estaba llevando al séptimo cielo y ni qué decir del agradable tacto de las paredes internas de su coño. No quería salirme de allí. Hubiera estado toda la noche penetrándola con mis dedos. Dentro y fuera. Dentro y fuera.

Ese calorcito era adictivo.

―Una de las veces que me la sacó se le quitó el condón, aaaah, aaaaah… ―siguió Sara sin escatimar en detalles.

Ahora me la agarraba aumentando la presión, pero meneándomela a la misma velocidad pausada.

―¿Y se lo volvió a poner?
―No…
―¿Y qué pasó? ―pregunté como si no lo supiera.
―Me dijo que quería seguir sin él, aaaah, aaaah…
―¿Y le dejaste?, joder, Sara, ¿dejaste que Javier te follara sin condón?
―Sí, no podía más, solo quería correrme…, aaaah.

Aquello hizo que mi polla se hinchara al máximo. Apenas iba a aguantar treinta segundos más la deliciosa paja de Sara.

―Y me folló así, a pelo…, mmmmm…, por fin me permitió correrme… y yo creo que eso hizo que el orgasmo fuera todavía más intenso…, aaaah, aaaah, dejó que me corriera…, y no dijo mi nombre ni una sola vez…
―Sara, Sara… ―gemí yo al borde de mi propio clímax.
―¿Qué pasa?
―No puedo más, creo que yo también me voy a…

No paró de darme besitos por el cuello, jugando con la parte trasera de mi pelo, en mi nuca, meciendo las caderas con mi dedo corazón metido en su coño.

―Shhh, respira, aguanta… ―me susurró Sara cogiéndomela con firmeza, pero sin subir la velocidad.
―¿Se corrió dentro de ti?
―No, no lo dejé, eso sí que no…
―¿Y dónde lo hizo?
―¿De verdad quieres saberlo? ―me preguntó dándome un muerdo y metiéndome la lengua dos segundos.
―Sí, quiero saberlo…
―Aaaaah, me tienes muy excitada, Pablo…
―Dime dónde se corrió, no puedo más…
―¿Ya estás a punto?
―Sí.
―No me manches la falda…
―Aaaah, Sara, dímelo… ―De repente, mi polla se puso más dura y los huevos se me encogieron―, ¡dímelo, ya no puedo más, aaaah, aaaaah!
―En mi boca, ¡se corrió en mi boca! ―susurró inclinándose sobre mí y pasándome su juguetona lengua por los labios.
―AAAAAH, AAAAAH, AAAAAH…
―Date la vuelta, deprisa…

Sara me puso contra la pared sin soltarme la polla. Se situó detrás de mí y apoyando la cabeza en mi espalda no dejó de pajearme con suavidad, pero con firmeza. Mi cuerpo convulsionó y acto seguido exploté en aquel apartado rincón. Me corrí de manera bestial mientras la mano de Sara acompasaba a la perfección las sacudidas que me pegaba con mis espasmos involuntarios típicos del orgasmo.

―Muy bien, córrete, eso es, shhh, córrete, Pablo…, mmmmm…

No se detuvo hasta que exprimió la última gota e incluso después de correrme siguió masturbándome casi un minuto más. No puedo decir que ya fuera igual de placentero, aunque ver los dedos de Sara bañados con mi semen y con la confesión de que Javier se había vaciado en su boca, hizo que no se me bajara la erección ni un ápice.

Cuando me soltó la polla, volví a girarme y nos fundimos en un beso guarro antes de que Sara sacara un pañuelo y se limpiara la mano.

―Joder, Sara…
―¿Te ha gustado?
―Sí, ha sido increíble…
―Ya lo creo…, sigues estando muy excitado ―dijo recorriendo con un dedo el tronco de mi polla―, y yo ni te cuento…
―¿Qué hacemos?, ¿volvemos a la fiesta?, es tu despedida…
―No creo que me echen mucho en falta ya…, me apetece quedarme contigo, ¿te parece bien?
―¡Claro! ―exclamé apoyando las manos en su cintura y acariciando levemente uno de sus pechos, antes de buscar su boca para besarme con ella.
―Si quieres… ―comentó Sara―, vamos a la sala, nos despedimos de estos y después… me llevas a tu casa ―suspiró en un tono que dejaba bien a las claras que en ese momento estaba muy cachonda.

Yo afirmé con la cabeza guardándome mi erecta polla en los pantalones. Todavía quedaba lo mejor de la noche.

Sara quería que me la follara.
 
Capítulo 17



La conexión fue inmediata. Mágica. Si ya fue morboso cuando me lo contó Javier, escuchar lo que había pasado entre ellos, con ese susurro ahogado de Sara, lo elevaba al siguiente nivel.

No podía tener la polla más dura y notaba que a ella también le ponía muy cachonda recordar aquella noche; así que allí estábamos, demasiado excitados, nuestra primera vez juntos y hablando de Javier, lo cual era muy extraño, pero morboso y pervertido…, y supe que Sara ya no se iba a detener hasta el final.

¡Estaba a punto de contarme cómo se la había follado el jefe!

Yo le había pedido que lo hiciera. Y con gran habilidad me desabrochó el botón del pantalón con una sola mano, luego introdujo los dedos hacia abajo y rozó mi polla por encima del calzón hasta terminar agarrándome los huevos con delicadeza, apoyando el dorso de la mano en mi paquete.

―Mmmmm, ¡cómo estás! ―susurró Sara y bajé mi brazo izquierdo, en el que ella estaba agarrada y busqué la abertura de su falda.

No tuve que hacer mucho esfuerzo para colarme por ella y mientras Sara frotaba su mano tres o cuatro veces sobre mi polla, yo alcancé la suave piel de sus glúteos. Allí estaban desnudos para mí. Debía llegar tanga, como me dijo Javier aquella noche que también la sobó con su minifalda de «buscona», y eso me encantaba.

Esa sensación de poder tocar su culazo casi desnudo en aquel apartado lugar me volvió loco. No podía sacarme de la cabeza las palabras de Javier cuando me describía su culo. Tenía razón. No era de esos pequeñitos y duros de gimnasio. Lo de Sara era todo genético. Carnoso, redondo, proporcionado, de los que llenan bien un vaquero y dan ganas de azotar hasta que te duela la mano.

Ese era el puto culazo de Sara. Y ahora yo tenía la mano sobre él, y ella me permitía tocárselo a mi antojo.

Hizo una breve pausa de diez segundos y luego continuó con la historia. Sin dejar de frotar la mano contra mi polla, que ya debía haber dejado el calzón hecho un asco con mis fluidos. Notaba cómo me babeaba y eso que ni tan siquiera me la había tocado directamente.

―Luego llegamos a mi habitación ―gimió Sara, con una voz que cada vez sonaba más lasciva y sugerente―, ni yo misma me creía lo que estaba haciendo, no me apetecía que me pusiera las manos encima ni ver su cara de hijo de puta y mucho menos que me besara, ¡me daba asco solo de pensarlo!, y, sin embargo…, estaba muy…
―Caliente…
―Sí…, no lo puedo explicar porque no me había pasado nunca, y, además, en ese momento me acordé de que estabas en la habitación de al lado…
―Gracias por el detalle ―dije con ironía.
―No, idiota, lo que quiero decir es que me sabía mal por ti.
―Podías haber ido a su habitación…
―Prefería hacerlo en la mía, así me sentía más segura…, pero, claro, tú estabas al lado…, seguro que lo escucharías todo...
―Bueno, más o menos…
―Lo siento, aunque lo importante es que ahora… estoy aquí contigo… ―E introdujo los dedos por el elástico de mi calzón y me atrapó la polla sin tela de por medio.

Fue una sensación indescriptible y sentí cómo se me apretaban los glúteos y todo mi cuerpo entraba en una tensión sexual muy placentera. Aquella «niñata» me estaba volviendo loco.

―¿Quieres que siga…? ―me preguntó sabiendo ya la respuesta, pero quería oírmelo decir.
―Sí, quiero que me lo cuentes todo…, hasta el final… ―Y clavé los dedos en su glúteo derecho haciendo que se le escapara un pequeño gemido.
―Mmmmmm, es que lo de ahora me da mucha vergüenza, si nos escuchaste, ya te lo imaginarás…, no creo que…
―Sara, por favor, necesito saberlo, aaaah… ―jadeé cuando sus dedos rodearon mi falo y le pegó la primera sacudida.
―Cogí un condón del bolso y lo lancé sobre la cama en plan, toma, ponte esto y terminemos de una jodida vez.
―Despacio, házmelo despacio…
―Ya lo estoy haciendo despacio, no puedo ir más lenta… ―ronroneó mientras me la meneaba con mucha suavidad.
―¡Me vuelves loco, Sara!
―Lo sé…
―Sigue, ¿y qué pasó luego con Javier?
―No quería que me tocara ni tampoco desnudarme delante de él, solo quería que aquello terminara cuanto antes y eso que todavía no habíamos empezado, pero no te voy a mentir, ¡me apetecía mucho que me lo hiciera!, en el bar me había excitado demasiado…, cuando me puteó…
―Joder…
―Me subí a la cama y lo cogí de la mano para que viniera detrás de mí, y para no ver su cara me puse de espaldas a él, de rodillas…
―A cuatro patas.
―Sí, a cuatro patas…, luego me hizo desnudarme de cintura para abajo, notaba su mirada sucia y el muy guarro se agachó y me metió la lengua…
―¿En el culo?
―Sí, mmmmmm. ―Y volvió a gemir cuando pasé mi mano al otro glúteo jugando con la tira del tanguita, que se le metía entre los cachetes.
―No me apetecía que me babeara, solo que me follara y cuando escuché que por fin se desabrochaba el pantalón y sacaba el condón fue como, ¡ya era hora, joder!, y luego… ni tan siquiera me avisó, cuando me quise dar cuenta…, ¡ya me la había metido!… ¡No me manches la falda! ―me advirtió cuando sintió que mi capullo le rozaba la tela por la parte del ombligo, por lo que se separó unos centímetros de mí.
―Entonces, ¿no te gustó?, ¿no lo disfrutaste?
―¿Te importa eso?
―A mí sí…
―Al principio no disfruté, era la nada más absoluta, no lo sentía, me follaba despacio, de manera mecánica, ni tan siquiera tuve que hacer el esfuerzo en disimular los gemidos para que no nos escucharas. Tampoco puedo decir que tuviera una gran…
―Polla…
―Sí, era más bien normalita, tirando a pequeña… ―En ese momento me dio vergüenza, pues, aunque hablaba de Javier, me sentí representado también, pues la mía no debía medir más de catorce centímetros. La media nacional.
―No me extraña que no lo disfrutaras, el muy hijo de puta te había puteado tanto todos estos meses…
―Ya, aunque, bueno…, eso fue al principio, luego cambió.
―¿Cambió?
―Sí, de repente se puso a embestirme fuerte, con rabia, me hizo suya…
―¿Y eso te pone?
―Creo que sí, pero no lo supe hasta ese día. ¡Ningún tío me había sometido así! Me agarró por el pelo a lo bruto, ¡me hacía daño!…, y luego me soltó un azote…
―Me imagino que habrás estado con unos cuantos tíos, ¿en serio ninguno te había dado un azote?
―Sí, eso sí, pero no de la manera que lo hacía Javier, lo sentía distinto, me dio con ganas, ¡quería hacerme daño!, me tiraba del pelo y yo quería protestar, pero no me salía, ¡me estaba volviendo loca!, y ahí ya no pude reprimirme, seguro que lo escuchaste…, ya había perdido la voluntad…, estaba en manos de Javier.
―Joder, Sara… ―gimoteé girándome hacia ella y metiendo la mano derecha por la abertura de su falda hasta alcanzar su coño, pero ella se apartó de inmediato.
―Mmmmmm…, espera, ven aquí…

Retrocedimos varios pasos hasta situarnos debajo del porche, justo en la esquina. Allí todavía estábamos más oscuros y si pasaba alguien casi no se nos vería. Me apoyé contra la pared y me colé por debajo de su falda, le cogí el culazo a dos manos unos segundos y después apoyé el antebrazo en sus nalgas y le acaricié el coño otra vez.

Sentí sus labios vaginales húmedos, casi pegados a la tela del tanguita e hice un poco de presión para penetrarla levemente, sin tan siquiera apartar su ropa interior. Ella me bajó más el calzón y los pantalones vaqueros, así podía pajearme con más facilidad, agarró mi polla y reanudó el fantástico pajote que me estaba haciendo.

―¿Me escuchaste aquella noche?
―Sí…
―¿Y te excitó?, dime la verdad…
―Sí… ―reconocí avergonzado.
―El muy cabrón me daba con ganas, me soltó unos cuantos azotes y yo estaba a puntito de correrme y todavía quería que me diera más fuerte…, y cuando me iba a correr, se detenía…, paraba en seco e incluso me la sacaba…, ¡no me dejaba llegar al orgasmo y eso me estaba volviendo loca!, aaaaah, aaaah… ―gimió cuando aparté su tanguita y alcancé su húmedo coño.

Le metí un dedo y ella me lo permitió facilitándome el trabajo con un casi imperceptible movimiento de cadera. Pasó un brazo sobre mi hombro, jugando con mi pelo mientras me daba besitos cortos en la boca y en el cuello, tenía que hacerlo así para seguir contándome la historia.

―Eso lo hizo cuatro o cinco veces por lo menos, imagínate cómo me tenía, ¡me había dejado al borde del orgasmo cuatro o cinco veces!, además, era increíble cómo aguantaba, parecía que no se cansaba, ni cuando follaba con tíos de veinte años tenían ese aguante y esa potencia. ¡Nunca pensé que Javier sería así en la cama!
―¿Te folló bien?
―Sí ―contestó sin pensar―, muy bien, me llevó al límite…
―¿Nunca habías disfrutado así?, ¿con ningún tío?
―De esa manera no, y reconozco que me gustó…, mucho…
―¿Volverías a repetir con él?
―No, ni de coña ―mintió Sara.

Vaya. Al parecer la noche en la que íbamos a ser sinceros el uno con el otro se acababa de fastidiar. Y yo no podía decirle que sabía que se habían vuelto a acostar cuando fueron solos a hacer la auditoría a Pamplona. Aquello me jodió, en el punto en el que estábamos no tenía por qué engañarme, pero Sara lo hizo.

Sin embargo, su mano me estaba llevando al séptimo cielo y ni qué decir del agradable tacto de las paredes internas de su coño. No quería salirme de allí. Hubiera estado toda la noche penetrándola con mis dedos. Dentro y fuera. Dentro y fuera.

Ese calorcito era adictivo.

―Una de las veces que me la sacó se le quitó el condón, aaaah, aaaaah… ―siguió Sara sin escatimar en detalles.

Ahora me la agarraba aumentando la presión, pero meneándomela a la misma velocidad pausada.

―¿Y se lo volvió a poner?
―No…
―¿Y qué pasó? ―pregunté como si no lo supiera.
―Me dijo que quería seguir sin él, aaaah, aaaah…
―¿Y le dejaste?, joder, Sara, ¿dejaste que Javier te follara sin condón?
―Sí, no podía más, solo quería correrme…, aaaah.

Aquello hizo que mi polla se hinchara al máximo. Apenas iba a aguantar treinta segundos más la deliciosa paja de Sara.

―Y me folló así, a pelo…, mmmmm…, por fin me permitió correrme… y yo creo que eso hizo que el orgasmo fuera todavía más intenso…, aaaah, aaaah, dejó que me corriera…, y no dijo mi nombre ni una sola vez…
―Sara, Sara… ―gemí yo al borde de mi propio clímax.
―¿Qué pasa?
―No puedo más, creo que yo también me voy a…

No paró de darme besitos por el cuello, jugando con la parte trasera de mi pelo, en mi nuca, meciendo las caderas con mi dedo corazón metido en su coño.

―Shhh, respira, aguanta… ―me susurró Sara cogiéndomela con firmeza, pero sin subir la velocidad.
―¿Se corrió dentro de ti?
―No, no lo dejé, eso sí que no…
―¿Y dónde lo hizo?
―¿De verdad quieres saberlo? ―me preguntó dándome un muerdo y metiéndome la lengua dos segundos.
―Sí, quiero saberlo…
―Aaaaah, me tienes muy excitada, Pablo…
―Dime dónde se corrió, no puedo más…
―¿Ya estás a punto?
―Sí.
―No me manches la falda…
―Aaaah, Sara, dímelo… ―De repente, mi polla se puso más dura y los huevos se me encogieron―, ¡dímelo, ya no puedo más, aaaah, aaaaah!
―En mi boca, ¡se corrió en mi boca! ―susurró inclinándose sobre mí y pasándome su juguetona lengua por los labios.
―AAAAAH, AAAAAH, AAAAAH…
―Date la vuelta, deprisa…

Sara me puso contra la pared sin soltarme la polla. Se situó detrás de mí y apoyando la cabeza en mi espalda no dejó de pajearme con suavidad, pero con firmeza. Mi cuerpo convulsionó y acto seguido exploté en aquel apartado rincón. Me corrí de manera bestial mientras la mano de Sara acompasaba a la perfección las sacudidas que me pegaba con mis espasmos involuntarios típicos del orgasmo.

―Muy bien, córrete, eso es, shhh, córrete, Pablo…, mmmmm…

No se detuvo hasta que exprimió la última gota e incluso después de correrme siguió masturbándome casi un minuto más. No puedo decir que ya fuera igual de placentero, aunque ver los dedos de Sara bañados con mi semen y con la confesión de que Javier se había vaciado en su boca, hizo que no se me bajara la erección ni un ápice.

Cuando me soltó la polla, volví a girarme y nos fundimos en un beso guarro antes de que Sara sacara un pañuelo y se limpiara la mano.

―Joder, Sara…
―¿Te ha gustado?
―Sí, ha sido increíble…
―Ya lo creo…, sigues estando muy excitado ―dijo recorriendo con un dedo el tronco de mi polla―, y yo ni te cuento…
―¿Qué hacemos?, ¿volvemos a la fiesta?, es tu despedida…
―No creo que me echen mucho en falta ya…, me apetece quedarme contigo, ¿te parece bien?
―¡Claro! ―exclamé apoyando las manos en su cintura y acariciando levemente uno de sus pechos, antes de buscar su boca para besarme con ella.
―Si quieres… ―comentó Sara―, vamos a la sala, nos despedimos de estos y después… me llevas a tu casa ―suspiró en un tono que dejaba bien a las claras que en ese momento estaba muy cachonda.

Yo afirmé con la cabeza guardándome mi erecta polla en los pantalones. Todavía quedaba lo mejor de la noche.

Sara quería que me la follara.
Ya la tiene, Pablo sería el hazmerreir si Javier se la vuelve arrebatar está vez
 
Va a regresar y Sara se irá con Javier.

Yo hasta prefiero eso a que Pablo haga el ridículo en la cama.
 
Ya ha conseguid que Sara la haga una pajilla, y creo que es lo máximo que va a conseguir de ella. Igual consigue que se la folle Javier delante de él, mientras se hace la paja, creo que eso le molaría más.
 
Capítulo 18



Entré como un triunfador en la sala de fiestas. Sara se agarró a mi brazo en plan fraternal y nos acercamos hasta donde estaban nuestros compañeros, que seguían con las mujeres que habían conocido en la boda.

―Pero, ¿dónde estabais vosotros dos?, ya pensábamos que os habíais ido...
―Nos hemos quedado fuera tomando una copa, aquí hacía demasiado calor ―dije yo a modo de excusa―, bueno, chicos, ya nos vamos a ir...
―¿Ya?, eso no puede ser, la homenajeada no puede irse la primera en su propia cena...
―Lo he pasado muy bien, muchas gracias por todo y os voy a echar de menos ―anunció Sara poniendo cara triste―. Ojalá volvamos a coincidir...

Se fue despidiendo de los compañeros uno a uno, con dos besos y un abrazo, pero no estaban todos. Faltaba Javier.

Me giré hacia la barra y allí se encontraba, solo, bebiendo algo en una copa grande y redonda. Sara y yo fuimos a su encuentro y se sorprendió al vernos. Ahora el que sonreí fui yo, quería que viera mi cara de satisfacción y que supiera que había pasado algo entre nosotros, y al llegar a su altura le di un par de palmadas en la espalda.

―¿Qué haces aquí tan apartado, Javier?, ¿todo bien?
―Sí, claro...
―Ya nos vamos ―le dijo Sara―, me ha encantado trabajar contigo ―le mintió de manera piadosa.
―Lo mismo digo, cuídate... y hasta otra... ―fui lo último que salió por boca de Javier antes de que se dieran dos besos.
―Voy a acercarla a casa... ―le informé―, el lunes nos vemos en la oficina ―y volví a palmear su espalda otras dos veces.

No puedo decir que sintiera pena por él al verlo tan solitario en la barra, pero tampoco me sorprendió. En la empresa nadie lo soportaba y al final cada uno recoge lo que siembra. No se puede ir avasallando así por la vida, como hacía Javier.

Todavía tuvo que ver cómo Sara se agarraba a mi brazo antes de salir de la sala.

―¿Llamamos a un taxi? ―me preguntó ella.
―No, tengo aquí el coche, tampoco he bebido tanto... y hace ya un buen rato que tomé la última...
―Tú mismo...

Al llegar a la altura de mi X6 apoyé a Sara contra el coche y le robé otro beso. Puse las manos en su cintura y ella me rodeó el cuello con sus brazos. Me encantaba cuando hacía eso, y nos morreamos con desesperación apenas treinta segundos, en los que volví a meter las manos bajo su falda para sobar su culazo.

―¡Me gusta que estés así! ―musitó Sara―, veo que no se te ha pasado todavía el calentón...
―Contigo es imposible que se me pase..., ¡uf, eres increíble! ―repliqué sacando mi mano derecha para acariciarle un pecho por encima de la blusa.

Luego nos subimos al coche, excitados, yo creo que no se me había bajado la polla ni después de correrme y al arrancar me incliné sobre ella y volví a probar sus labios, en un beso casto en el que apenas nos tocamos los labios. Sara cruzó su pierna derecha sobre la otra, todavía quería mostrarse un poco más, y apoyó las manos sobre su muslo desnudo.

―¿Entonces vamos a mi casa? ―pregunté para asegurarme.
―Sí, claro... ―afirmó abriendo el quitasoles y mirándose en el espejo que había para retocarse el maquillaje.

Y un kilómetro más tarde, justo en un gran rotonda, habían montado un control y estaban haciendo la prueba de alcoholemia. ¡No podía ser! Tenía tres coches delante y pararon al primero, el segundo lo dejaron pasar y el tercero también. Al llegar hasta ellos me hicieron detenerme. Bajé la ventanilla y el guardia me dio las buenas noches. Luego se fijó en Sara, que se lucía deslumbrante con su modelito provocativo y tras una pequeña duda nos mandó seguir.

―Uf, por los pelos, joder... ―exclamé con la adrenalina a mil―, si llego a ir solo me hacen soplar, seguro...
―Hoy es tu día..., o lo mismo soy yo que te da suerte... ―susurró Sara girándose hacia mí para darme un beso en la mejilla y poner una mano sobre mi pierna, peligrosamente cerca del paquete.

Si ya estaba alterado eso era lo que me faltaba. El corazón me bombeaba a toda velocidad y Sara no iba a permitir que se nos pasara el calentón que llevábamos encima.

―Estate quieta, no seas mala y quita esa mano de ahí..., apenas tardamos treinta minutos en llegar a casa...
―¿Treinta minutos?, mmmmm, no sé si me voy a poder aguantar tanto tiempo...
―¿Ah, no?, pues creo que no te va a quedar más remedio..., ¿o qué piensas hacer?
―Se me ocurren unas cuantas ideas... ―y apoyó el pie en el asiento abriendo la rodilla hacia fuera, recostándose, y se acarició la cara interna de su muslo desnudo.
―¿Qué?, ¿lo estás diciendo en serio?, ¿te vas a tocar aquí?
―¿Te molesta?
―Joder, Sara...
―Yo que tú me daría prisa... o tendrás que parar en cualquier sitio... ―dijo insinuando que no le importaría montárselo en el coche.

Tampoco es que se hiciera un dedo directamente, pero me provocó todo el viaje, que fue un puto infierno hasta casa. La muy cabrona se acariciaba los pechos por encima de la blusa, se pasaba las manos por los muslos, subiéndolas y bajándolas, me metió un dedo en la boca para hacer que se lo chupara y luego se rozó muyyy despacio el coño con él, emitiendo un gemidito que casi me hace explotar allí mismo.

Cuando aparqué el coche tenía la polla a punto de reventar y me quité el cinturón a toda velocidad para lanzarme a devorar su boca, en un beso que Sara me correspondió. Entramos al portal agarrados de la mano y mientras subía el ascensor no dejamos de magrearnos mutuamente.

Al llegar a casa, por cortesía, me sentí en la obligación de mostrársela y le ofrecí algo de beber, pero Sara tenía otros planes.

―Llévame a tu habitación...

Eso me gustaba. Cuando ella quería algo no había nada que la detuviera. Era directa. Y entramos en mi cuarto besándonos, yo caminando de espaldas, agarrado a su cintura hasta que tropecé con la cama y caí hacia atrás.

Me quedé medio recostado, apoyando los hombros en el cabecero y Sara abrió las piernas y se montó sobre mí, encorvando su espalda para no dejar de besarme. Esa lengua juguetona me estaba volviendo loco y su preciosa boca era todavía más apetecible de lo que había imaginado.

¡Solo morrearme con ella ya era superexcitante!

Y me encantaba sentir lo cachonda que estaba Sara, nos besábamos con rabia, con desesperación, y yo tiré hacia arriba de la linea de tela horizontal que unía las dos mangas hasta que aparecieron sus grandes tetas desnudas. Blancas, redondas, y con unos pezoncitos pequeños muy oscuros. Eran tal y como me las había descrito Javier.

Se las estrujé con las dos manos, juntándolas entre sí y me incorporé como pude para metérmelas en la boca. Aquello pareció encender todavía más a Sara que no dejaba de menearse encima de mí, restregándose contra mi paquete como si estuviéramos follando.

No sé de dónde lo sacó, pero cuando me quise dar cuenta Sara ya tenía un condón entre los dedos. Yo seguía chupando y lamiendo sus tetas, pasando la lengua por su suave piel y mojándoselas enteritas, no solo sus pezones, que por cierto, aunque eran pequeños ya estaban muy duros.

Parecía que tenía prisa por follarme, yo hubiera preferido tomármelo con más calma, pero Sara me abrió los pantalones y los bajó lo justo para que mi polla saliera despedida.

―Uf, Sara, tranquila, más degpaciof, nou corraz ―farfullé con sus inmensas tetas desbordando mi boca.

Pero ella no me hizo caso, se inclinó hacia delante para hacerse hueco, y sin mirar me colocó el condón con una increíble maestría. Luego sentí sus finos dedos agarrando mi polla y a la vez se apartó el tanguita sin tan siquiera quitárselo.

―Vamos, aaaah, métemela ―gimió justo antes de dejarse caer encima de mí.

No pude disfrutarlo y mucho menos saborearlo. Todo estaba pasando demasiado deprisa y Sara seguía aplastándome contra el cabecero con sus tetazas y casi ni sentí que ya estaba dentro de ella.

Los movimientos de Sara eran secos, duros, amplios. ¡¡Qué manera de menear las caderas!! Como si estuviera bailando sobre mí.

Sentía el calor de su coño traspasando el látex del condón y yo apenas podía hacer ni decir nada, solo dejarme follar y mamar las tetas que tenía delante de mi cara. Era una lucha entre los dos, tratando de ganar la posición, pero Sara llevaba las de ganar, y un minuto más tarde dejé de resistirme. No tenía ningún sentido.

Estaba a su completa merced.

―¡Vamos, Pablo, fóllame! ―escuché que me decía.

Sonó hasta gracioso, porque yo lo único que hacía era mantener la polla erecta. Era ella la que me estaba reventando literal, cabalgándome como una jodida amazonas. Quería guardar aquel momento en la retina, recordar los sonidos, el olor del cuerpo de Sara, el tacto de su pelo, pero todo era demasiado salvaje, excesivo, sexual.

Y Sara no me daba ni un segundo de tregua.

Sus gemidos se me habían metido en la cabeza y con la cabeza incrustada entre sus dos pechos bajé las manos para ponerlas sobre sus glúteos, que no paraban de lanzarse contra mí, sacándolos hacia fuera y luego contrayéndolos con firmeza.

No era posible, ya estaba a punto de correrme por segunda vez y clavé mis dedos en ese culazo que ni tan siquiera había visto desnudo. En realidad no había visto casi nada, su coño tampoco, y las tetas porque me las restregaba ansiosa por la cara, sino ni eso.

Yo quería tenerla desnuda en mi cama, observar su cuerpo, tocar cada centímetro de su piel, contemplar su coño depilado delante de mi cara y lamérselo, lo mismo que su culazo. Follármela en todas las posturas posibles, pero Sara ni tan siquiera se había quitado la ropa. Ni había dejado que me quitara la mía.

Con las manos en su esponjoso culo noté que los huevos volvían a encogerse y mi polla palpitó descontrolada como una manguera cuando está a punto de reventar.

¡Iba a correrme otra vez!

Quise pedirle a Sara que bajara el ritmo, que dejara de follarme de esa manera tan intensa, pero fue ella la que se adelantó.

―¡¡Fóllame más, más, aaaah, Pablo, fóllame, cómemelas, cómemelas, mmmmm, sííí!! ―y se agarró una de las tetas para metérmela en la boca.

Apoyó una mano en el cabecero y la otra en mi cabeza para aplastarme la cara contra su cuerpo, sin dejar de cabalgarme ahora arriba abajo, dejando caer su culo contra mis piernas. Yo me revolví e intenté avisarla.

―Sara, aaaah, aaaah, noooo, noooo..., Sara, jodezz, bajag un mpocoz la veloc, mmmm... ―pero apenas podía hablar con su caliente tetaza llenando mi boca.

Y en ese momento comencé a tener contracciones involuntarias y mis huevos soltaron la descarga que subió fugaz por mi falo en apenas un segundo. Abrí la boca atrapando todo lo que pude el caliente pecho de Sara y dejé que ella siguiera botando sobre mí con sus rodillas flexionadas.

Ni se enteró de que ya me estaba corriendo.

Yo seguía con las manos en su culo, guiando su trayectoria y teniendo el mejor orgasmo de mi vida. Me estaba corriendo en el interior de aquella jovencita tan atractiva, con la que hace unos meses ni tan siquiera imaginé tener la más remota posibilidad.

Cuando terminé de correrme Sara me follaba todavía a más velocidad y giré la cabeza para poder liberarme de sus pesadas tetas. Entonces babeé patéticamete su pecho y me agarré a su espalda.

―Aaaah, aaaaah, Sara, aaaah, ya me he corrido, lo siento..., ya me he corrido...

Y noté cómo ella fue disminuyendo el ritmo de sus embestidas poco a poco, hasta que apoyó su culazo en mis muslos, con toda mi polla todavía clavada en su interior. Se quedó unos segundos recuperando la respiración y bajó la cabeza para darme un beso en la boca antes de cubrirse los pechos con la blusa, que volvió a su sitio.

―¡Joder, Sara, qué polvazo! ―exclamé visiblemente emocionado.
―Sí, no ha estado mal... ―dijo sin mucho entusiasmo.

¿No ha estado mal?

Era una manera bastante educada de decir que había sido una mierda. Desde luego que ella no parecía muy satisfecha y aunque no había sido el mejor polvo del mundo yo tampoco creía que aquello hubiera sido un desastre.

Enseguida caí en la cuenta de que apenas debía haber durado dos o tres minutos como mucho y Sara se subió el vestido y levantó una pierna para dejarse caer a mi lado derecho, con la espalda pegada al cabecero.

Se quedó al descubierto mi polla, que seguía enfundada en el condón, pero ya había perdido toda la dureza después de ese segundo orgasmo y Sara contempló decepcionada mi pingajo cubierto por el látex, reposando sobre mi tripa.

―Tienes una habitación muy chula, me encanta, está muy bien decorado el piso... ―comentó con una rodilla semiflexionada colocándose el pelo.
―Si quieres te lo enseño, nos podemos tomar algo en el salón y después... ―dije levantándome para quitarme el condón, subirme el vaquero y dejar de mostrar mis vergüenzas.

Entonces Sara saltó de la cama, se puso de pie y se arregló la falda y la blusa delante del espejo y después cogió el bolso que estaba tirado en el suelo.

―¿Me acercas a casa?
―¿Yaaa? ―y rodeé la cama para situarme frente a ella y cogerla de la cintura―, pensé que te ibas a quedar toda la noche conmigo...

Sara apoyó la cabeza en mi pecho y se quedó callada meditando su respuesta.

―Vamos poco a poco, ¿vale?, yo creo que por hoy ya está bien, ¿no?
―Claro, como tú quieras...

Y antes de salir le agarré de la mano y la guié por mi sofisticado apartamento para que ella lo viera. Quería impresionarla con aquella moderna y lujosa casa en la que vivía de alquiler.

―Es una pasada, muy, pero que muy bonita...
―Espero que vengas a verme muy a menudo...
―Por supuesto, cuenta con ello, no te vas a librar de mí tan fácilmente ―bromeó Sara dándome un pequeño pico en los labios.

La llevé a casa de sus padres en el coche y nos despedimos con un muerdo breve pero intenso, con el que pude volver a sentir la lengua de Sara. Y con la polla dura otra vez, me quedé esperando hasta que la vi entrar en el portal y luego regresé como un niño con zapatos nuevos. Me sentía como un puto adolescente cuando acompañaba a mi novia hasta su casa, después de habernos morreado toda la tarde en la discoteca.

Jamás me había pillado tanto por una mujer. Ni tan siquiera por Natalia, que era la madre de mis hijas. Y aquella noche supuso un antes y un después en mi relación con Sara. Lo que no tenía ni idea es lo que vendría a continuación, pues no habíamos quedado en nada cuando se bajó del coche.

¿Acabábamos de comenzar una relación o solo había sido un polvo de una noche?
 
Capítulo 18



Entré como un triunfador en la sala de fiestas. Sara se agarró a mi brazo en plan fraternal y nos acercamos hasta donde estaban nuestros compañeros, que seguían con las mujeres que habían conocido en la boda.

―Pero, ¿dónde estabais vosotros dos?, ya pensábamos que os habíais ido...
―Nos hemos quedado fuera tomando una copa, aquí hacía demasiado calor ―dije yo a modo de excusa―, bueno, chicos, ya nos vamos a ir...
―¿Ya?, eso no puede ser, la homenajeada no puede irse la primera en su propia cena...
―Lo he pasado muy bien, muchas gracias por todo y os voy a echar de menos ―anunció Sara poniendo cara triste―. Ojalá volvamos a coincidir...

Se fue despidiendo de los compañeros uno a uno, con dos besos y un abrazo, pero no estaban todos. Faltaba Javier.

Me giré hacia la barra y allí se encontraba, solo, bebiendo algo en una copa grande y redonda. Sara y yo fuimos a su encuentro y se sorprendió al vernos. Ahora el que sonreí fui yo, quería que viera mi cara de satisfacción y que supiera que había pasado algo entre nosotros, y al llegar a su altura le di un par de palmadas en la espalda.

―¿Qué haces aquí tan apartado, Javier?, ¿todo bien?
―Sí, claro...
―Ya nos vamos ―le dijo Sara―, me ha encantado trabajar contigo ―le mintió de manera piadosa.
―Lo mismo digo, cuídate... y hasta otra... ―fui lo último que salió por boca de Javier antes de que se dieran dos besos.
―Voy a acercarla a casa... ―le informé―, el lunes nos vemos en la oficina ―y volví a palmear su espalda otras dos veces.

No puedo decir que sintiera pena por él al verlo tan solitario en la barra, pero tampoco me sorprendió. En la empresa nadie lo soportaba y al final cada uno recoge lo que siembra. No se puede ir avasallando así por la vida, como hacía Javier.

Todavía tuvo que ver cómo Sara se agarraba a mi brazo antes de salir de la sala.

―¿Llamamos a un taxi? ―me preguntó ella.
―No, tengo aquí el coche, tampoco he bebido tanto... y hace ya un buen rato que tomé la última...
―Tú mismo...

Al llegar a la altura de mi X6 apoyé a Sara contra el coche y le robé otro beso. Puse las manos en su cintura y ella me rodeó el cuello con sus brazos. Me encantaba cuando hacía eso, y nos morreamos con desesperación apenas treinta segundos, en los que volví a meter las manos bajo su falda para sobar su culazo.

―¡Me gusta que estés así! ―musitó Sara―, veo que no se te ha pasado todavía el calentón...
―Contigo es imposible que se me pase..., ¡uf, eres increíble! ―repliqué sacando mi mano derecha para acariciarle un pecho por encima de la blusa.

Luego nos subimos al coche, excitados, yo creo que no se me había bajado la polla ni después de correrme y al arrancar me incliné sobre ella y volví a probar sus labios, en un beso casto en el que apenas nos tocamos los labios. Sara cruzó su pierna derecha sobre la otra, todavía quería mostrarse un poco más, y apoyó las manos sobre su muslo desnudo.

―¿Entonces vamos a mi casa? ―pregunté para asegurarme.
―Sí, claro... ―afirmó abriendo el quitasoles y mirándose en el espejo que había para retocarse el maquillaje.

Y un kilómetro más tarde, justo en un gran rotonda, habían montado un control y estaban haciendo la prueba de alcoholemia. ¡No podía ser! Tenía tres coches delante y pararon al primero, el segundo lo dejaron pasar y el tercero también. Al llegar hasta ellos me hicieron detenerme. Bajé la ventanilla y el guardia me dio las buenas noches. Luego se fijó en Sara, que se lucía deslumbrante con su modelito provocativo y tras una pequeña duda nos mandó seguir.

―Uf, por los pelos, joder... ―exclamé con la adrenalina a mil―, si llego a ir solo me hacen soplar, seguro...
―Hoy es tu día..., o lo mismo soy yo que te da suerte... ―susurró Sara girándose hacia mí para darme un beso en la mejilla y poner una mano sobre mi pierna, peligrosamente cerca del paquete.

Si ya estaba alterado eso era lo que me faltaba. El corazón me bombeaba a toda velocidad y Sara no iba a permitir que se nos pasara el calentón que llevábamos encima.

―Estate quieta, no seas mala y quita esa mano de ahí..., apenas tardamos treinta minutos en llegar a casa...
―¿Treinta minutos?, mmmmm, no sé si me voy a poder aguantar tanto tiempo...
―¿Ah, no?, pues creo que no te va a quedar más remedio..., ¿o qué piensas hacer?
―Se me ocurren unas cuantas ideas... ―y apoyó el pie en el asiento abriendo la rodilla hacia fuera, recostándose, y se acarició la cara interna de su muslo desnudo.
―¿Qué?, ¿lo estás diciendo en serio?, ¿te vas a tocar aquí?
―¿Te molesta?
―Joder, Sara...
―Yo que tú me daría prisa... o tendrás que parar en cualquier sitio... ―dijo insinuando que no le importaría montárselo en el coche.

Tampoco es que se hiciera un dedo directamente, pero me provocó todo el viaje, que fue un puto infierno hasta casa. La muy cabrona se acariciaba los pechos por encima de la blusa, se pasaba las manos por los muslos, subiéndolas y bajándolas, me metió un dedo en la boca para hacer que se lo chupara y luego se rozó muyyy despacio el coño con él, emitiendo un gemidito que casi me hace explotar allí mismo.

Cuando aparqué el coche tenía la polla a punto de reventar y me quité el cinturón a toda velocidad para lanzarme a devorar su boca, en un beso que Sara me correspondió. Entramos al portal agarrados de la mano y mientras subía el ascensor no dejamos de magrearnos mutuamente.

Al llegar a casa, por cortesía, me sentí en la obligación de mostrársela y le ofrecí algo de beber, pero Sara tenía otros planes.

―Llévame a tu habitación...

Eso me gustaba. Cuando ella quería algo no había nada que la detuviera. Era directa. Y entramos en mi cuarto besándonos, yo caminando de espaldas, agarrado a su cintura hasta que tropecé con la cama y caí hacia atrás.

Me quedé medio recostado, apoyando los hombros en el cabecero y Sara abrió las piernas y se montó sobre mí, encorvando su espalda para no dejar de besarme. Esa lengua juguetona me estaba volviendo loco y su preciosa boca era todavía más apetecible de lo que había imaginado.

¡Solo morrearme con ella ya era superexcitante!

Y me encantaba sentir lo cachonda que estaba Sara, nos besábamos con rabia, con desesperación, y yo tiré hacia arriba de la linea de tela horizontal que unía las dos mangas hasta que aparecieron sus grandes tetas desnudas. Blancas, redondas, y con unos pezoncitos pequeños muy oscuros. Eran tal y como me las había descrito Javier.

Se las estrujé con las dos manos, juntándolas entre sí y me incorporé como pude para metérmelas en la boca. Aquello pareció encender todavía más a Sara que no dejaba de menearse encima de mí, restregándose contra mi paquete como si estuviéramos follando.

No sé de dónde lo sacó, pero cuando me quise dar cuenta Sara ya tenía un condón entre los dedos. Yo seguía chupando y lamiendo sus tetas, pasando la lengua por su suave piel y mojándoselas enteritas, no solo sus pezones, que por cierto, aunque eran pequeños ya estaban muy duros.

Parecía que tenía prisa por follarme, yo hubiera preferido tomármelo con más calma, pero Sara me abrió los pantalones y los bajó lo justo para que mi polla saliera despedida.

―Uf, Sara, tranquila, más degpaciof, nou corraz ―farfullé con sus inmensas tetas desbordando mi boca.

Pero ella no me hizo caso, se inclinó hacia delante para hacerse hueco, y sin mirar me colocó el condón con una increíble maestría. Luego sentí sus finos dedos agarrando mi polla y a la vez se apartó el tanguita sin tan siquiera quitárselo.

―Vamos, aaaah, métemela ―gimió justo antes de dejarse caer encima de mí.

No pude disfrutarlo y mucho menos saborearlo. Todo estaba pasando demasiado deprisa y Sara seguía aplastándome contra el cabecero con sus tetazas y casi ni sentí que ya estaba dentro de ella.

Los movimientos de Sara eran secos, duros, amplios. ¡¡Qué manera de menear las caderas!! Como si estuviera bailando sobre mí.

Sentía el calor de su coño traspasando el látex del condón y yo apenas podía hacer ni decir nada, solo dejarme follar y mamar las tetas que tenía delante de mi cara. Era una lucha entre los dos, tratando de ganar la posición, pero Sara llevaba las de ganar, y un minuto más tarde dejé de resistirme. No tenía ningún sentido.

Estaba a su completa merced.

―¡Vamos, Pablo, fóllame! ―escuché que me decía.

Sonó hasta gracioso, porque yo lo único que hacía era mantener la polla erecta. Era ella la que me estaba reventando literal, cabalgándome como una jodida amazonas. Quería guardar aquel momento en la retina, recordar los sonidos, el olor del cuerpo de Sara, el tacto de su pelo, pero todo era demasiado salvaje, excesivo, sexual.

Y Sara no me daba ni un segundo de tregua.

Sus gemidos se me habían metido en la cabeza y con la cabeza incrustada entre sus dos pechos bajé las manos para ponerlas sobre sus glúteos, que no paraban de lanzarse contra mí, sacándolos hacia fuera y luego contrayéndolos con firmeza.

No era posible, ya estaba a punto de correrme por segunda vez y clavé mis dedos en ese culazo que ni tan siquiera había visto desnudo. En realidad no había visto casi nada, su coño tampoco, y las tetas porque me las restregaba ansiosa por la cara, sino ni eso.

Yo quería tenerla desnuda en mi cama, observar su cuerpo, tocar cada centímetro de su piel, contemplar su coño depilado delante de mi cara y lamérselo, lo mismo que su culazo. Follármela en todas las posturas posibles, pero Sara ni tan siquiera se había quitado la ropa. Ni había dejado que me quitara la mía.

Con las manos en su esponjoso culo noté que los huevos volvían a encogerse y mi polla palpitó descontrolada como una manguera cuando está a punto de reventar.

¡Iba a correrme otra vez!

Quise pedirle a Sara que bajara el ritmo, que dejara de follarme de esa manera tan intensa, pero fue ella la que se adelantó.

―¡¡Fóllame más, más, aaaah, Pablo, fóllame, cómemelas, cómemelas, mmmmm, sííí!! ―y se agarró una de las tetas para metérmela en la boca.

Apoyó una mano en el cabecero y la otra en mi cabeza para aplastarme la cara contra su cuerpo, sin dejar de cabalgarme ahora arriba abajo, dejando caer su culo contra mis piernas. Yo me revolví e intenté avisarla.

―Sara, aaaah, aaaah, noooo, noooo..., Sara, jodezz, bajag un mpocoz la veloc, mmmm... ―pero apenas podía hablar con su caliente tetaza llenando mi boca.

Y en ese momento comencé a tener contracciones involuntarias y mis huevos soltaron la descarga que subió fugaz por mi falo en apenas un segundo. Abrí la boca atrapando todo lo que pude el caliente pecho de Sara y dejé que ella siguiera botando sobre mí con sus rodillas flexionadas.

Ni se enteró de que ya me estaba corriendo.

Yo seguía con las manos en su culo, guiando su trayectoria y teniendo el mejor orgasmo de mi vida. Me estaba corriendo en el interior de aquella jovencita tan atractiva, con la que hace unos meses ni tan siquiera imaginé tener la más remota posibilidad.

Cuando terminé de correrme Sara me follaba todavía a más velocidad y giré la cabeza para poder liberarme de sus pesadas tetas. Entonces babeé patéticamete su pecho y me agarré a su espalda.

―Aaaah, aaaaah, Sara, aaaah, ya me he corrido, lo siento..., ya me he corrido...

Y noté cómo ella fue disminuyendo el ritmo de sus embestidas poco a poco, hasta que apoyó su culazo en mis muslos, con toda mi polla todavía clavada en su interior. Se quedó unos segundos recuperando la respiración y bajó la cabeza para darme un beso en la boca antes de cubrirse los pechos con la blusa, que volvió a su sitio.

―¡Joder, Sara, qué polvazo! ―exclamé visiblemente emocionado.
―Sí, no ha estado mal... ―dijo sin mucho entusiasmo.

¿No ha estado mal?

Era una manera bastante educada de decir que había sido una mierda. Desde luego que ella no parecía muy satisfecha y aunque no había sido el mejor polvo del mundo yo tampoco creía que aquello hubiera sido un desastre.

Enseguida caí en la cuenta de que apenas debía haber durado dos o tres minutos como mucho y Sara se subió el vestido y levantó una pierna para dejarse caer a mi lado derecho, con la espalda pegada al cabecero.

Se quedó al descubierto mi polla, que seguía enfundada en el condón, pero ya había perdido toda la dureza después de ese segundo orgasmo y Sara contempló decepcionada mi pingajo cubierto por el látex, reposando sobre mi tripa.

―Tienes una habitación muy chula, me encanta, está muy bien decorado el piso... ―comentó con una rodilla semiflexionada colocándose el pelo.
―Si quieres te lo enseño, nos podemos tomar algo en el salón y después... ―dije levantándome para quitarme el condón, subirme el vaquero y dejar de mostrar mis vergüenzas.

Entonces Sara saltó de la cama, se puso de pie y se arregló la falda y la blusa delante del espejo y después cogió el bolso que estaba tirado en el suelo.

―¿Me acercas a casa?
―¿Yaaa? ―y rodeé la cama para situarme frente a ella y cogerla de la cintura―, pensé que te ibas a quedar toda la noche conmigo...

Sara apoyó la cabeza en mi pecho y se quedó callada meditando su respuesta.

―Vamos poco a poco, ¿vale?, yo creo que por hoy ya está bien, ¿no?
―Claro, como tú quieras...

Y antes de salir le agarré de la mano y la guié por mi sofisticado apartamento para que ella lo viera. Quería impresionarla con aquella moderna y lujosa casa en la que vivía de alquiler.

―Es una pasada, muy, pero que muy bonita...
―Espero que vengas a verme muy a menudo...
―Por supuesto, cuenta con ello, no te vas a librar de mí tan fácilmente ―bromeó Sara dándome un pequeño pico en los labios.

La llevé a casa de sus padres en el coche y nos despedimos con un muerdo breve pero intenso, con el que pude volver a sentir la lengua de Sara. Y con la polla dura otra vez, me quedé esperando hasta que la vi entrar en el portal y luego regresé como un niño con zapatos nuevos. Me sentía como un puto adolescente cuando acompañaba a mi novia hasta su casa, después de habernos morreado toda la tarde en la discoteca.

Jamás me había pillado tanto por una mujer. Ni tan siquiera por Natalia, que era la madre de mis hijas. Y aquella noche supuso un antes y un después en mi relación con Sara. Lo que no tenía ni idea es lo que vendría a continuación, pues no habíamos quedado en nada cuando se bajó del coche.

¿Acabábamos de comenzar una relación o solo había sido un polvo de una noche?
Que solo sea una relación de follamigos, porque si es al contrario,la de cuernos que se le ven venir a Pablo 😢
 

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