La tentación de Sara

El contexto es importante. No debemos olvidar donde estamos "Infidelidades y cornudos".
Me gusta cómo empieza la historia, la emociones de los personajes se sienten, alguno hasta llegará a sufrir con ellos, si solo hubiese sexo, no sería igual.
 
El contexto es importante. No debemos olvidar donde estamos "Infidelidades y cornudos".
Me gusta cómo empieza la historia, la emociones de los personajes se sienten, alguno hasta llegará a sufrir con ellos, si solo hubiese sexo, no sería igual.
Eso es lo malo de categorizar, como que indirectamente te sueltan spoilers.

En teoría, Sara le va a ser infiel, a menos que sólo hayan tomado la infidelidad de la ex.
 
Eso es lo malo de categorizar, como que indirectamente te sueltan spoilers.

En teoría, Sara le va a ser infiel, a menos que sólo hayan tomado la infidelidad de la ex.
Se lo comenté a los moderadores, que no me parecía buena idea lo de categorizar un relato en el foro. Era la esencia de pajis, abrir un hilo y no saber lo que te ibas a encontrar, aquí además, advirtieron que si no se hacía en 48 horas te podrían quitar el hilo o sancionarte.

Es lo que hay...
 
No le veo ningún sentido a lo que ha hecho Natalia de pedir el divorcio sin ningún motivo y encima parece que el malo es él.
Pero parece que con Sara va a tener un affaire o algo más. Interesante comienzo a todo esto.
Es que lo he tenido que releer para ver lo cínica y caradura que es su ex. Vaya tía más impresentable. Es que es flipante y encima no quiere darle explicaciones y todo por un capullazo. Espero que el karma le pegue bien fuerte.
Tienes razón, pero Pablo no puede abandonarse, se debe a sus hijas ante todo.
 
Muy buenos primeros capítulos, promete mucho la historia.

Según entiendo, el prota no tiene mucha experiencia con mujeres, hasta me parece que antes de su esposa creo no hubo gran cosa.

Bajo esa premisa, está bastante expuesto con Sara, quién espero no lo trate mal, ni él se deje tampoco.

Si inicia una relación, su situación con Javier se va a complicar y bastante. Espero se prepare para eso.

Me gustaría que su ex lo vea acompañado de esa preciosura, creo que a todos nos gustaría 😅
Que coincidan cenando en un restaurante los cuatro 😂
 
Capítulo 3



Tenía miedo de que el fin de semana enfriara la complicidad que había surgido entre Sara y yo y ella volviera a mostrarse seria, trabajadora y formal, como hasta ahora; pero al entrar en la oficina me recibió con una sonrisa amigable.

―¿Qué tal el finde, Pablo?
―Bien, no he hecho nada especial, un poco de gimnasio, salir a correr y el sábado por la noche una buena peli en casa… yo solo.
―Pues no suena nada mal ese plan…, yo vengo muy cansada, el sábado estuve de cena con unos amigos y terminamos tarde…, muy tarde, todavía no me he recuperado.
―Ja, ja, ja, no me das ninguna envidia, ya hace tiempo que dejé atrás lo de salir de fiesta.
―Un día te vienes de fiesta con nosotros, ya verás qué bien lo pasas…
―Quita, quita, casi prefiero lo de quedarme en casa viendo una peli, me encanta el cine… y aprovecho cuando no me tocan las niñas… ―Estuve a punto de añadir una pequeña coletilla invitándola cuando quisiera, pero me pareció muy precipitado; así que no dije nada.

Tampoco pudimos hablar mucho más, porque enseguida llegó Javier con su humor habitual. Y a media mañana le pegó una buena bronca a la pobre Sara. Me pareció tan desproporcionada que incluso tuve que intervenir para apaciguar un poco los ánimos de Javier, pero Sara ya se quedó confundida y nerviosa y le salió todo del revés desde ese momento.

Me bajé al bar con Javier, intentando quitarle hierro al asunto, y le pedí que no fuera tan duro con ella.

―Si es que son unos inútiles estos niñatos de hoy en día ―me soltó Javier―, salen de la universidad sin tener ni puta idea de nada, y esta ya no es una chiquilla, eh, que tiene veinticinco tacos; pero, joder, ¡es que es muy corta la pobre!
―No lo está haciendo tan mal, hombre. Ha aprendido rápido, no es nada fácil lo que hacemos.
―Menos mal que por lo menos está muy buena, ¿has visto los modelitos que lleva?
―Sí, es muy guapa.
―Guapa, ¡no me fastidies!, tiene unas tetas perfectas y un buen culo, tiene pinta de saber lo que se hace, a esta no te la acabas en una noche, hazme caso…, sé de lo que hablo.
―No sé, Javier…, parece una tía maja…
―Ja, ja, ja, una tía maja dice, tú siempre tan buenazo, Pablito… Y ahora encima no puedo quejarme de que sea una inútil, ¿sabes por qué?, pues porque la culpa la tengo yo por haberla seleccionado solo por la foto.
―Pues creo que acertaste, porque Sara lo está haciendo muy bien.
―¿Tú crees?
―Sí, lo que pasa es que se pone nerviosa cuando estás delante, te pasas un poco con las broncas que le pegas…
―Bueno, hombre, tampoco es para tanto…, pero si me lo dices tú…, intentaré ser más amable con ella, que esta juventud es muy de cristal, no quiero que se me eche a llorar cualquier día de estos, ja, ja, ja.
―Gracias, Javier.

Pensé que la conversación con mi jefe tendría sus efectos, pero el «buenismo» le duró dos días a Javier, hasta que volvió a reprender a Sara dejándola en evidencia una vez más. Ella intentó aguantar el chaparrón, pero tuvo que salir de la oficina con los ojos humedecidos en dirección al baño para que no la viéramos llorar.

El viernes volvimos a quedar a la salida del trabajo, aunque como me tocaban las niñas todo el finde, apenas pudimos tomarnos una cañita rápida en media hora. Sara iba cogiendo confianza conmigo y ya no era tan prudente como al principio. Ahora se despachaba bien a gusto con el cerdo de Javier, sabiendo que me tenía de su parte.

―¡Es que no lo soporto, te lo juro!, ya es que me da asco en cuanto lo veo, no me gusta su tono de voz, ni cómo viste, ni su colonia ni ese peinado ridículo que lleva, que se piensa que tiene veinte años, joder, ¡qué personaje!
―Tú tranquila, no eres la única a la que le cae mal, de hecho, en la empresa no lo aguanta casi nadie.
―No me extraña.
―Pero es muy bueno en lo suyo, intenta aprender todo lo que puedas con él y olvídate del resto.
―Casi prefiero aprender contigo, eres tan bueno como él y es que no quiero estar ni un segundo con ese tío a mi lado.
―Ya solo te quedan dos meses y medio de prácticas y luego nos pierdes de vista.
―Eso va a ser lo único bueno de terminar, que no voy a volver a ver a Javier; pero a ti te voy a echar mucho de menos.
―Gracias, yo también, espero que cuando pasen estos seis meses te contraten, nos vendrías muy bien en la auditoría, nos hace falta gente y tú has aprendido muy deprisa.
―Ojalá, porque quitando lo de Javier…, ¡me encanta el trabajo!
―¡Jo, es una pena que me tenga que ir!, me quedaría hablando contigo toda la tarde, como la semana pasada; pero tengo que pasar por casa de mi ex a recoger a las peques.
―Pues nada, Pablo, no te entretengo más, que pases un buen finde con tus hijas. ―Y se echó el bolso al hombro bajando del taburete.

Salimos juntos del bar y ella me dio dos besos antes de irse en dirección contraria a la mía. Me hubiera gustado seguir más tiempo con Sara, pero también me apetecía pasar todo el finde con mis hijas.

Por la noche, mientras cenábamos unas pizzas viendo una peli infantil en mi nuevo apartamento, me llegó un whatsapp de mi compi.

Sara 21:54
Muchas gracias por todo, Pablo, no sabes lo que me está ayudando hablar contigo a la salida del trabajo
Pablo 21:54
No tienes por qué dármelas, yo lo hago encantado. Me ha sabido a poco la cañita de hoy, a ver si el viernes que viene repetimos y podemos quedarnos un ratito más​
Sara 21:55
Estaría muy bien
Pablo 21:55
Pues no quedes con nadie, eh​
Sara 21:56
Vale, perfecto
Pablo 21:57
Pasa buen finde​
Sara 21:57
Lo mismo te digo
Pablo 21:58
Sí, mira, aquí viendo Avatar…​
Sara 21:58
Planazo
Pablo 21:59
Jajaja, seguro que tu finde va a ser más entretenido​
Sara 22:00
Mañana tenemos cena con el grupo de amigos, así que sí, la noche va a ser larga
Pablo 22:01
Disfruta​
Sara 22:01
Igual, un beso
Pablo 22:02
Otro para ti


Esta vez sí que me lancé un poco y me despedí con un beso. Me gustaban esas conversaciones con Sara y estuve a punto de invitarla a ver una peli en mi apartamento cuando me puso lo de planazo, pero supuse que fue en tono irónico y al final no me decidí.

Me estaba empezando a crear falsas expectativas con Sara, yo no tenía nada que hacer con aquel bellezón a la que sacaba veinte años. Cuando hablábamos, apenas tocábamos los temas personales, aunque ella sabía que yo me había divorciado y mi situación con las niñas; pero yo no conocía si tenía pareja o novio.

Desde luego que si lo tenía nunca me había hablado de él.

El lunes, nada más llegar al trabajo nos dijeron que esa semana teníamos que salir a hacer una auditoría a una empresa de Bilbao. Serían tres días y la buena noticia es que ¡Sara iba a venir con nosotros!

Ella ni se lo creía cuando se lo dije y se puso un poco nerviosa.

―¿Pero tú crees que puedo acompañaros?, no sé si estoy…
―Claro que estás preparada, Sara, además, nos vas a quitar mucho trabajo a Javier y a mí y vamos a poder avanzar más rápido.
―Pues me hace mucha ilusión hacer una auditoría externa, por fin.
―Eso es muy buena señal, ya verás como cuando pasen los seis meses de prácticas, te contratan…
―Me encantaría…

Tampoco pudimos hablar mucho más tiempo, porque enseguida llegó Javier, que cuando sabía que teníamos que viajar, se ponía todavía más insoportable.

―El miércoles a primera hora salimos para Bilbao, viene ella también ―dijo como si Sara no estuviera delante.
―Sí, ya me lo habían dicho, vamos a empezar a preparar la documentación.

Javier se quedó mirando a Sara como si algo le chocara en ella. Es verdad que aquella mañana había venido más provocativa de lo habitual, con una falda larga veraniega que tenía una abertura lateral con la que nos mostraba su morena pierna al más mínimo movimiento que hacía y una camiseta blanca de tirantes demasiado escotada, pero que le sentaba de maravilla con esos preciosos y perfectos pechos naturales.

―Me parece bien, solo tenemos dos días. Ah, por cierto… ―le soltó a Sara de repente―, aquí puedes venir como te dé la gana, porque nadie te va a decir nada, pero cuando salgamos fuera, haz el favor de vestir correctamente, no puedes ir a una auditoría así, ¡es que no me fastidies, casi no te puedes ni agachar! Vamos en representación de la empresa y hay que vestir de manera sobria y formal, además, también nos dejas en evidencia a tus compañeros y yo estoy ya demasiado mayor para que me pongan colorado… ―Y salió de la oficina como si tal cosa.

La cara de Sara era un poema y tiró de la camiseta hacia arriba intentando taparse un poco el escote, pero con aquel trapito era imposible.

―¿En serio me acaba de decir lo que he escuchado?, pero este tío ¿de qué va? ―me preguntó una Sara descompuesta.
―No le hagas ni caso y viste como te dé la gana, faltaría más, a mí me parece que siempre vas muy… chic, nos viene bien un poquito de modernidad en la empresa…

Con mis palabras intenté tranquilizar a Sara y restarle importancia al comentario de Javier, pero aquello la dejó muy afectada para todo el día y por la tarde, mientras estaba en casa, después de comer, ella se puso en contacto conmigo por WhatsApp y estuvimos casi una hora chateando en la que Sara se volvió a desahogar.

Nunca había tenido una compañera de trabajo con la que tuviera esa complicidad y notaba que Sara también se sentía muy protegida por mí. En cierta manera me consideraba una especie de mentor con ella en la empresa y nuestra buena relación en lo profesional se fue trasladando cada vez más a lo personal.

Y un rato más tarde Daniel pasó por casa. Mi colega estaba muy pendiente de mí y venía a buscarme todas las semanas para ir al gimnasio, salir a correr o echar un pádel.

Él había pasado por una situación como la mía, con un divorcio difícil, pero enseguida se había recuperado y, además, aprovechó el tiempo perdido, porque se pegó unos cuantos años follándose a todo lo que se movía. Últimamente había empezado a verse más a menudo con Isabel, una mujer que trabajaba como guía turística enseñando a los guiris los principales museos de la ciudad. A mí me parecía una mujer increíble, media melena, rubia, cuarenta y tres años, atractiva, culta, con curvas, le encantaba viajar; y todavía no sabía qué hacía una mujer así con mi colega, al que solo le importaba hacer deporte y ligarse a todo lo que se movía.

Me acompañó hasta casa y le invité a una cerveza bien fría después de haber corrido por el parque casi quince kilómetros en una hora y cinco minutos.

―¡Joder, tío, me estás poniendo muy en forma! ―le agradecí a Daniel.
―Sí, aguantas bien para haber estado desentrenado tanto tiempo, estás que te sales…
―Ya lo creo.
―Mira, Pablo, no te he querido decir nada porque me caes muy bien, pero creo que ya va siendo hora de que pases página.
―¿Que pase página?
―Sí, con Natalia…, te voy a hacer una pregunta y quiero que seas sincero, ¿hace cuánto que no echas un polvo?
―¡Qué cabrón!, pues ya lo sabes, hace más de un año, desde que me separé.
―¿Ves?, a eso me refiero. ¡No me jodas, tío!, tienes cuarenta y cinco tacos, ganas pasta, estás de buen ver, podrías estar follándote a una cada semana.
―Sí, ya, ja, ja, ja, muy optimista te veo.
―¿Qué pasa, es que no te apetece?
―Pues he estado una temporada que no mucho, la verdad.
―¿Y ahora?
―Ya me voy animando, aunque todavía no me veo para rehacer mi vida.
―¿Quién está hablando de rehacer nada?, yo te estoy hablando de pasarlo bien, de follar, de conocer mujeres y nada de compromisos, ahora ellas van a lo que van también, te lo aseguro.
―¿Tú has ligado mucho?
―Yo estaba como tú, solo había estado con Estela toda la vida y me costó empezar, pero luego me he follado a muchas, muchísimas, las tengo a todas apuntadas en una libreta, ja, ja, ja.
―Ja, ja, ja, pero ¿con cuántas has estado para tenerlo que apuntar?
―En estos tres años desde que me separé…, con más de treinta, es adictivo, tío.
―¡Guau!, eso son muchas, y ahora Isabel me gusta para ti, a ver si sientas la cabeza con ella.
―Sí, es maja y tal…, pero, no sé, no quiero un compromiso serio, ella sabe lo que hay y estamos bien así.
―Entiendo.
―¿Y tú qué tal?, ¿no te decides?, ¿tienes por ahí alguna amiga?

Entonces se me escapó una media sonrisa que intenté ocultar dándole un trago a la cerveza, pero mi colega me descubrió. Me conocía demasiado bien.

―¡Venga, no me fastidies!, ¿estás con alguien?
―No, no estoy con nadie, ¿con quién voy a estar si solo voy del trabajo a casa y de casa al trabajo y dos semanas al mes me tengo que quedar con las niñas?
―Tú no me engañas, algo tienes por ahí, pillín, lo veo en tu cara, venga, cuéntamelo.
―Que no es nada, de verdad.
―Suéltalo ―me pidió haciendo un gesto con la mano.
―No es nada, solo que…, bueno, ha venido una chica nueva a la oficina.
―Mmmm…
―Y me llevo muy bien con ella, pero ya está, hablamos por WhatsApp y los viernes nos quedamos a tomar una caña a la salida del trabajo. Solo eso.
―Bueno, pues ya es un comienzo, ¿y te gusta esa chica?
―Sí, está muy bien, demasiado diría yo…, y solo tiene veinticinco años, es una niña, sé que no tengo ninguna posibilidad, ¡pero si le saco veinte años!
―Anda, ¿y qué tiene que ver eso?, la edad no es ningún impedimento.
―Si la vieras, lo entenderías…
―Joder, ¿tan buena está?
―Uf, ya te lo estoy diciendo, está fuera de mis posibilidades…
―Pues ya me irás contando, tienes que ir decidido a por ella, lo que a ti te pasa es que eres demasiado bueno y ellas lo perciben enseguida, deberías ser un poco más cabroncete, eso es lo que les gusta.
―Yo soy de esta manera y no lo puedo evitar…
―¿Y te ves opciones o no?
―No, pero mira, hoy por ejemplo hemos estado hablando casi una hora por WhatsApp, Javier se pasa mucho con ella y lo está pasando muy mal.
―Joder, ¿tu jefe sigue tan gilipollas como siempre?
―Más o menos…
―Y tú la consuelas.
―Se podría decir así…
―Bien, pues yo creo que vas bien por ahí y…, eh, te quería comentar, como veo que de momento no tienes nada en concreto con esa chica, me gustaría proponerte un plan para este sábado…, ya que estás sin niñas…
―¿Un plan?
―Sí, verás, Isabel tiene una amiga…
―Noooooo, no, no, no, ¡¡ya te estoy viendo venir y ni de coña!!
―Pero si todavía no te he dicho el plan…
―No, pero me lo estoy imaginando.
―Es una cena entre cuatro amigos y ya está, joder, la amiga de Isabel está como tú, divorciada, cuarenta y siete años.
―Que no, paso, te lo agradezco de verdad…, pero estas citas a ciegas me dan pánico, lo pasaría fatal.
―No seas así, ya le dije a Isabel que ibas a venir, para que se lo comentara a su amiga. No es una cita ni nada por el estilo, es algo informal, que os gustáis, pues nada, tampoco tienes que casarte con ella, es solo echar un polvete, creo que te va a venir muy bien.
―No, Daniel. Muchas gracias, pero no.
―No acepto un no por respuesta. El sábado a las nueve y media en mi casa ―afirmó mi amigo apurando la cerveza y dejándola sobre la mesa antes de ponerse de pie.
―No, Daniel, lo siento, te lo digo muy en serio.
―Ooooh, tío, no insisto más…, bueno, pues nada, tú te lo pierdes…
―De todas maneras, gracias. Eres un gran amigo.
―Lo sé, ja, ja, ja, al menos lo he intentado… Tengo que irme, Pablo, ¿mañana quedamos?
―Uf, mañana no creo que pueda, el miércoles salimos para Bilbao y seguramente tenga que preparar algo de trabajo y descansar.
―Vale, pues vamos hablando.
―Nos vemos…

El día siguiente fue de locura, dejando todo listo para la auditoría en Bilbao. Sara vino a trabajar más recatada de lo normal. Sin duda alguna, las palabras de Javier le habían afectado más de lo que me pensaba. Con un pantalón negro de vestir ancho, camisa blanca y americana grande arremangada estaba muy fashion, mostrándonos las pulseritas de su mano derecha y con su pelo suelto despeinado, pero peinado.

Era toda una belleza a la que Javier no le prestó ese día la más mínima atención y nos pasamos la mañana los tres en silencio, trabajando sin un segundo que perder.

Salimos tarde, casi a las cuatro, pero con el trabajo hecho, y entonces Sara me sorprendió mientras bajábamos las escaleras del viejo edificio en el que estaba la auditoría.

―¿Te quedas a tomar una caña, Pablo?
―Eh, sí, es un poco tarde, pero vale…
―Si quieres, picamos algo en el bar o… ¿tienes algo que hacer?
―No, no…, sin problema, así desconectamos un poco…

Nos pedimos un par de cañas con sus tapas, con las que prácticamente comimos, y Sara siguió dándole vueltas al tema de su vestuario.

―Te lo juro que hoy casi ni he dormido, me sentó fatal lo que me dijo ayer este imbécil… ―afirmó quitándose la americana y dejándola sobre el perchero.
―Ya hablamos ayer, mira, Javier es así, te dice una cosa y al día siguiente ni se acuerda, este suelta lo primero que se le pasa por la cabeza…
―No sé, tampoco me dieron unas normas sobre vestuario, no quiero que esos detalles afecten a mi posible contratación cuando terminen las prácticas.
―Cuando termines las prácticas, yo hablaré con quien tenga que hablar para que te contraten…
―¿Harías eso por mí?
―Por supuesto, no solo eres muy buena trabajando, es que, además, nos has venido como un soplo de aire fresco en la auditoría.
―Muchas gracias, Pablo, no sé ni cómo agradecerte todo lo que estás haciendo por mí…

Esas palabras hicieron que me ruborizara, pero no me dio casi tiempo a disfrutar esa pequeña victoria, porque justo entró en el bar un guaperas, rubio, alto, con el pelo largo, imberbe, en bermudas y camisa a rayas de manga larga con tres botones desabrochados y un collar de surfero. Parecía sacado de un puto anuncio de Calvin Klein. Se acercó por detrás a Sara mirándome con una sonrisa perfecta y poniéndose el dedo en la boca para que no dijera nada.

La abrazó por la cintura y cuando ella se giró, el guaperas le plantó un beso en los labios. Os lo juro que aquel beso me dolió como una puñalada. ¡Menuda decepción!

Estaba claro que Sara no se esperaba que ese chico fuera a buscarla al trabajo y parece que no le hizo mucha gracia.

―Hola, Abel, pero ¿qué haces aquí? ―le preguntó ella con cara de sorpresa.
―Me dijiste que te ibas a quedar a tomar una caña y tenía muchas ganas de verte…
―Luego iba a llamarte…
―Así que aquí me he presentado ―dijo interrumpiéndola―. Hola, soy Abel. ―Y me estrechó la mano con fuerza, como si estuviera marcando territorio.
―Yo soy Pablo, un compañero de Sa…
―Ya sé quién eres, Sara me está hablando de ti a todas horas, joder, tío, tenía ganas de conocerte…
―Sí, yo también ―mentí, pues Sara no me había comentado nada de que tuviera novio.

Y tras una tensa calma estaba claro que yo sobraba allí. Me puse de pie inmediatamente y pagué la cuenta.

―Chicos, yo ya me voy, quiero descansar un rato…
―Sí, nosotros también ―dijo Sara cogiendo la americana.

Salimos a la vez, casi sin despedirnos, cada uno fuimos en una dirección, y a mi espalda escuché al guaperas.

―Bueno, ¿dónde vamos? ―Y me giré para ver como el muy cabrón la agarraba por atrás, pegando el paquete en el culo de Sara y comiendo su cuello a besos.

Llegué a casa con un cabreo considerable. No tenía por qué enfadarme, al fin y al cabo, ya sabía que las posibilidades de tener algo con Sara eran casi nulas; pero me jodió mucho verla con ese guaperas. Lo que me pareció curioso fue la cara que puso ella, como si no le hiciera gracia que su novio se hubiera presentado allí sin avisar.

Y despechado, actué en caliente, cogí el móvil y casi sin pensármelo le mandé un mensaje a Daniel.

Pablo 17:15
Sé que me voy a arrepentir de esto, pero si sigue en pie lo de la cita del sábado, cuenta conmigo…

Veinte minutos más tarde tenía el ok de mi amigo. Ya estaba todo en marcha, no tenía ni idea de con quién había quedado, ni cómo era ella físicamente ni a qué se dedicaba, pero el sábado por la noche tenía mi primera cita en mucho tiempo.

Desde que me había separado de Natalia mi libido sexual había desaparecido por completo. Fue una de las consecuencias de la pequeña depresión por la que atravesé y pasados unos meses no echaba en falta el sexo. Absolutamente nada. De hecho, ni tan siquiera me masturbaba.

Llevaba casi un año sin correrme. Aquello no podía ser muy sano, pero es que no me apetecía, y solo la aparición de Sara había hecho que durante las últimas semanas mi sensación de deseo empezara a florecer muy lentamente dentro de mí.

Intenté pasar página cuanto antes en el asunto de Sara, tenía que estar relajado para dormir bien antes de salir de viaje y después concentrarme en el trabajo, pero estaba claro que ella no me lo quería poner fácil, porque justo antes de cenar me mandó un whatsapp que no me esperaba.

Sara 21:02
Hola, Pablo!
Oye, que siento mucho lo de esta tarde, no pensé que Abel se fuera a presentar en el bar, me apetecía tomarme unas cañas contigo
Pablo 21:03
No tienes que darme explicaciones, no pasa nada, me parece normal que tu novio pase a buscarte​
Sara 21:03
Te había dicho yo lo de bajar al bar y luego me ha sabido mal que viniera, no lo sabía, de verdad
Pablo 21:04
Que no pasa nada, lo entiendo perfectamente​
Sara 21:05
Te debo unas cañas, eh, a ver si en Bilbao sale todo bien en la auditoría y luego te puedo invitar
Pablo 21:05
Cuando quieras, y claro que va a salir todo bien, estás preparada​
Sara 21:06
Muchas gracias por todo. Mañana nos vemos
Un beso
Pablo 21:06
Buenas noches, hasta mañana, descansa​


Ahora sí que no entendía a que habían venido estos mensajes de Sara. Para mí era lógico que su novio fuera a buscarla al trabajo, no tenía por qué disculparse y mucho menos conmigo, puesto que no me había hecho nada; pero mi teoría de que se había molestado porque aquel chico se hubiera presentado allí, era cierta.

Estaba claro que, por el motivo que fuera, Sara no quería que en la auditoría se conociera que tenía novio. O al menos no quería que yo lo supiera.

Me acosté dándole vueltas a todo lo que me había pasado las últimas semanas con Sara, pensando en mi cita a ciegas del sábado y en la auditoría de los próximos días. Se presentaba un viaje interesante con Sara y Javier y a la vuelta me esperaba mi primera cita después de un año.

Lo que no me imaginaba es que aquel viaje a Bilbao lo iba a cambiar todo.
 
Capítulo 3



Tenía miedo de que el fin de semana enfriara la complicidad que había surgido entre Sara y yo y ella volviera a mostrarse seria, trabajadora y formal, como hasta ahora; pero al entrar en la oficina me recibió con una sonrisa amigable.

―¿Qué tal el finde, Pablo?
―Bien, no he hecho nada especial, un poco de gimnasio, salir a correr y el sábado por la noche una buena peli en casa… yo solo.
―Pues no suena nada mal ese plan…, yo vengo muy cansada, el sábado estuve de cena con unos amigos y terminamos tarde…, muy tarde, todavía no me he recuperado.
―Ja, ja, ja, no me das ninguna envidia, ya hace tiempo que dejé atrás lo de salir de fiesta.
―Un día te vienes de fiesta con nosotros, ya verás qué bien lo pasas…
―Quita, quita, casi prefiero lo de quedarme en casa viendo una peli, me encanta el cine… y aprovecho cuando no me tocan las niñas… ―Estuve a punto de añadir una pequeña coletilla invitándola cuando quisiera, pero me pareció muy precipitado; así que no dije nada.

Tampoco pudimos hablar mucho más, porque enseguida llegó Javier con su humor habitual. Y a media mañana le pegó una buena bronca a la pobre Sara. Me pareció tan desproporcionada que incluso tuve que intervenir para apaciguar un poco los ánimos de Javier, pero Sara ya se quedó confundida y nerviosa y le salió todo del revés desde ese momento.

Me bajé al bar con Javier, intentando quitarle hierro al asunto, y le pedí que no fuera tan duro con ella.

―Si es que son unos inútiles estos niñatos de hoy en día ―me soltó Javier―, salen de la universidad sin tener ni puta idea de nada, y esta ya no es una chiquilla, eh, que tiene veinticinco tacos; pero, joder, ¡es que es muy corta la pobre!
―No lo está haciendo tan mal, hombre. Ha aprendido rápido, no es nada fácil lo que hacemos.
―Menos mal que por lo menos está muy buena, ¿has visto los modelitos que lleva?
―Sí, es muy guapa.
―Guapa, ¡no me fastidies!, tiene unas tetas perfectas y un buen culo, tiene pinta de saber lo que se hace, a esta no te la acabas en una noche, hazme caso…, sé de lo que hablo.
―No sé, Javier…, parece una tía maja…
―Ja, ja, ja, una tía maja dice, tú siempre tan buenazo, Pablito… Y ahora encima no puedo quejarme de que sea una inútil, ¿sabes por qué?, pues porque la culpa la tengo yo por haberla seleccionado solo por la foto.
―Pues creo que acertaste, porque Sara lo está haciendo muy bien.
―¿Tú crees?
―Sí, lo que pasa es que se pone nerviosa cuando estás delante, te pasas un poco con las broncas que le pegas…
―Bueno, hombre, tampoco es para tanto…, pero si me lo dices tú…, intentaré ser más amable con ella, que esta juventud es muy de cristal, no quiero que se me eche a llorar cualquier día de estos, ja, ja, ja.
―Gracias, Javier.

Pensé que la conversación con mi jefe tendría sus efectos, pero el «buenismo» le duró dos días a Javier, hasta que volvió a reprender a Sara dejándola en evidencia una vez más. Ella intentó aguantar el chaparrón, pero tuvo que salir de la oficina con los ojos humedecidos en dirección al baño para que no la viéramos llorar.

El viernes volvimos a quedar a la salida del trabajo, aunque como me tocaban las niñas todo el finde, apenas pudimos tomarnos una cañita rápida en media hora. Sara iba cogiendo confianza conmigo y ya no era tan prudente como al principio. Ahora se despachaba bien a gusto con el cerdo de Javier, sabiendo que me tenía de su parte.

―¡Es que no lo soporto, te lo juro!, ya es que me da asco en cuanto lo veo, no me gusta su tono de voz, ni cómo viste, ni su colonia ni ese peinado ridículo que lleva, que se piensa que tiene veinte años, joder, ¡qué personaje!
―Tú tranquila, no eres la única a la que le cae mal, de hecho, en la empresa no lo aguanta casi nadie.
―No me extraña.
―Pero es muy bueno en lo suyo, intenta aprender todo lo que puedas con él y olvídate del resto.
―Casi prefiero aprender contigo, eres tan bueno como él y es que no quiero estar ni un segundo con ese tío a mi lado.
―Ya solo te quedan dos meses y medio de prácticas y luego nos pierdes de vista.
―Eso va a ser lo único bueno de terminar, que no voy a volver a ver a Javier; pero a ti te voy a echar mucho de menos.
―Gracias, yo también, espero que cuando pasen estos seis meses te contraten, nos vendrías muy bien en la auditoría, nos hace falta gente y tú has aprendido muy deprisa.
―Ojalá, porque quitando lo de Javier…, ¡me encanta el trabajo!
―¡Jo, es una pena que me tenga que ir!, me quedaría hablando contigo toda la tarde, como la semana pasada; pero tengo que pasar por casa de mi ex a recoger a las peques.
―Pues nada, Pablo, no te entretengo más, que pases un buen finde con tus hijas. ―Y se echó el bolso al hombro bajando del taburete.

Salimos juntos del bar y ella me dio dos besos antes de irse en dirección contraria a la mía. Me hubiera gustado seguir más tiempo con Sara, pero también me apetecía pasar todo el finde con mis hijas.

Por la noche, mientras cenábamos unas pizzas viendo una peli infantil en mi nuevo apartamento, me llegó un whatsapp de mi compi.

Sara 21:54
Muchas gracias por todo, Pablo, no sabes lo que me está ayudando hablar contigo a la salida del trabajo
Pablo 21:54
No tienes por qué dármelas, yo lo hago encantado. Me ha sabido a poco la cañita de hoy, a ver si el viernes que viene repetimos y podemos quedarnos un ratito más​
Sara 21:55
Estaría muy bien
Pablo 21:55
Pues no quedes con nadie, eh​
Sara 21:56
Vale, perfecto
Pablo 21:57
Pasa buen finde​
Sara 21:57
Lo mismo te digo
Pablo 21:58
Sí, mira, aquí viendo Avatar…​
Sara 21:58
Planazo
Pablo 21:59
Jajaja, seguro que tu finde va a ser más entretenido​
Sara 22:00
Mañana tenemos cena con el grupo de amigos, así que sí, la noche va a ser larga
Pablo 22:01
Disfruta​
Sara 22:01
Igual, un beso
Pablo 22:02
Otro para ti


Esta vez sí que me lancé un poco y me despedí con un beso. Me gustaban esas conversaciones con Sara y estuve a punto de invitarla a ver una peli en mi apartamento cuando me puso lo de planazo, pero supuse que fue en tono irónico y al final no me decidí.

Me estaba empezando a crear falsas expectativas con Sara, yo no tenía nada que hacer con aquel bellezón a la que sacaba veinte años. Cuando hablábamos, apenas tocábamos los temas personales, aunque ella sabía que yo me había divorciado y mi situación con las niñas; pero yo no conocía si tenía pareja o novio.

Desde luego que si lo tenía nunca me había hablado de él.

El lunes, nada más llegar al trabajo nos dijeron que esa semana teníamos que salir a hacer una auditoría a una empresa de Bilbao. Serían tres días y la buena noticia es que ¡Sara iba a venir con nosotros!

Ella ni se lo creía cuando se lo dije y se puso un poco nerviosa.

―¿Pero tú crees que puedo acompañaros?, no sé si estoy…
―Claro que estás preparada, Sara, además, nos vas a quitar mucho trabajo a Javier y a mí y vamos a poder avanzar más rápido.
―Pues me hace mucha ilusión hacer una auditoría externa, por fin.
―Eso es muy buena señal, ya verás como cuando pasen los seis meses de prácticas, te contratan…
―Me encantaría…

Tampoco pudimos hablar mucho más tiempo, porque enseguida llegó Javier, que cuando sabía que teníamos que viajar, se ponía todavía más insoportable.

―El miércoles a primera hora salimos para Bilbao, viene ella también ―dijo como si Sara no estuviera delante.
―Sí, ya me lo habían dicho, vamos a empezar a preparar la documentación.

Javier se quedó mirando a Sara como si algo le chocara en ella. Es verdad que aquella mañana había venido más provocativa de lo habitual, con una falda larga veraniega que tenía una abertura lateral con la que nos mostraba su morena pierna al más mínimo movimiento que hacía y una camiseta blanca de tirantes demasiado escotada, pero que le sentaba de maravilla con esos preciosos y perfectos pechos naturales.

―Me parece bien, solo tenemos dos días. Ah, por cierto… ―le soltó a Sara de repente―, aquí puedes venir como te dé la gana, porque nadie te va a decir nada, pero cuando salgamos fuera, haz el favor de vestir correctamente, no puedes ir a una auditoría así, ¡es que no me fastidies, casi no te puedes ni agachar! Vamos en representación de la empresa y hay que vestir de manera sobria y formal, además, también nos dejas en evidencia a tus compañeros y yo estoy ya demasiado mayor para que me pongan colorado… ―Y salió de la oficina como si tal cosa.

La cara de Sara era un poema y tiró de la camiseta hacia arriba intentando taparse un poco el escote, pero con aquel trapito era imposible.

―¿En serio me acaba de decir lo que he escuchado?, pero este tío ¿de qué va? ―me preguntó una Sara descompuesta.
―No le hagas ni caso y viste como te dé la gana, faltaría más, a mí me parece que siempre vas muy… chic, nos viene bien un poquito de modernidad en la empresa…

Con mis palabras intenté tranquilizar a Sara y restarle importancia al comentario de Javier, pero aquello la dejó muy afectada para todo el día y por la tarde, mientras estaba en casa, después de comer, ella se puso en contacto conmigo por WhatsApp y estuvimos casi una hora chateando en la que Sara se volvió a desahogar.

Nunca había tenido una compañera de trabajo con la que tuviera esa complicidad y notaba que Sara también se sentía muy protegida por mí. En cierta manera me consideraba una especie de mentor con ella en la empresa y nuestra buena relación en lo profesional se fue trasladando cada vez más a lo personal.

Y un rato más tarde Daniel pasó por casa. Mi colega estaba muy pendiente de mí y venía a buscarme todas las semanas para ir al gimnasio, salir a correr o echar un pádel.

Él había pasado por una situación como la mía, con un divorcio difícil, pero enseguida se había recuperado y, además, aprovechó el tiempo perdido, porque se pegó unos cuantos años follándose a todo lo que se movía. Últimamente había empezado a verse más a menudo con Isabel, una mujer que trabajaba como guía turística enseñando a los guiris los principales museos de la ciudad. A mí me parecía una mujer increíble, media melena, rubia, cuarenta y tres años, atractiva, culta, con curvas, le encantaba viajar; y todavía no sabía qué hacía una mujer así con mi colega, al que solo le importaba hacer deporte y ligarse a todo lo que se movía.

Me acompañó hasta casa y le invité a una cerveza bien fría después de haber corrido por el parque casi quince kilómetros en una hora y cinco minutos.

―¡Joder, tío, me estás poniendo muy en forma! ―le agradecí a Daniel.
―Sí, aguantas bien para haber estado desentrenado tanto tiempo, estás que te sales…
―Ya lo creo.
―Mira, Pablo, no te he querido decir nada porque me caes muy bien, pero creo que ya va siendo hora de que pases página.
―¿Que pase página?
―Sí, con Natalia…, te voy a hacer una pregunta y quiero que seas sincero, ¿hace cuánto que no echas un polvo?
―¡Qué cabrón!, pues ya lo sabes, hace más de un año, desde que me separé.
―¿Ves?, a eso me refiero. ¡No me jodas, tío!, tienes cuarenta y cinco tacos, ganas pasta, estás de buen ver, podrías estar follándote a una cada semana.
―Sí, ya, ja, ja, ja, muy optimista te veo.
―¿Qué pasa, es que no te apetece?
―Pues he estado una temporada que no mucho, la verdad.
―¿Y ahora?
―Ya me voy animando, aunque todavía no me veo para rehacer mi vida.
―¿Quién está hablando de rehacer nada?, yo te estoy hablando de pasarlo bien, de follar, de conocer mujeres y nada de compromisos, ahora ellas van a lo que van también, te lo aseguro.
―¿Tú has ligado mucho?
―Yo estaba como tú, solo había estado con Estela toda la vida y me costó empezar, pero luego me he follado a muchas, muchísimas, las tengo a todas apuntadas en una libreta, ja, ja, ja.
―Ja, ja, ja, pero ¿con cuántas has estado para tenerlo que apuntar?
―En estos tres años desde que me separé…, con más de treinta, es adictivo, tío.
―¡Guau!, eso son muchas, y ahora Isabel me gusta para ti, a ver si sientas la cabeza con ella.
―Sí, es maja y tal…, pero, no sé, no quiero un compromiso serio, ella sabe lo que hay y estamos bien así.
―Entiendo.
―¿Y tú qué tal?, ¿no te decides?, ¿tienes por ahí alguna amiga?

Entonces se me escapó una media sonrisa que intenté ocultar dándole un trago a la cerveza, pero mi colega me descubrió. Me conocía demasiado bien.

―¡Venga, no me fastidies!, ¿estás con alguien?
―No, no estoy con nadie, ¿con quién voy a estar si solo voy del trabajo a casa y de casa al trabajo y dos semanas al mes me tengo que quedar con las niñas?
―Tú no me engañas, algo tienes por ahí, pillín, lo veo en tu cara, venga, cuéntamelo.
―Que no es nada, de verdad.
―Suéltalo ―me pidió haciendo un gesto con la mano.
―No es nada, solo que…, bueno, ha venido una chica nueva a la oficina.
―Mmmm…
―Y me llevo muy bien con ella, pero ya está, hablamos por WhatsApp y los viernes nos quedamos a tomar una caña a la salida del trabajo. Solo eso.
―Bueno, pues ya es un comienzo, ¿y te gusta esa chica?
―Sí, está muy bien, demasiado diría yo…, y solo tiene veinticinco años, es una niña, sé que no tengo ninguna posibilidad, ¡pero si le saco veinte años!
―Anda, ¿y qué tiene que ver eso?, la edad no es ningún impedimento.
―Si la vieras, lo entenderías…
―Joder, ¿tan buena está?
―Uf, ya te lo estoy diciendo, está fuera de mis posibilidades…
―Pues ya me irás contando, tienes que ir decidido a por ella, lo que a ti te pasa es que eres demasiado bueno y ellas lo perciben enseguida, deberías ser un poco más cabroncete, eso es lo que les gusta.
―Yo soy de esta manera y no lo puedo evitar…
―¿Y te ves opciones o no?
―No, pero mira, hoy por ejemplo hemos estado hablando casi una hora por WhatsApp, Javier se pasa mucho con ella y lo está pasando muy mal.
―Joder, ¿tu jefe sigue tan gilipollas como siempre?
―Más o menos…
―Y tú la consuelas.
―Se podría decir así…
―Bien, pues yo creo que vas bien por ahí y…, eh, te quería comentar, como veo que de momento no tienes nada en concreto con esa chica, me gustaría proponerte un plan para este sábado…, ya que estás sin niñas…
―¿Un plan?
―Sí, verás, Isabel tiene una amiga…
―Noooooo, no, no, no, ¡¡ya te estoy viendo venir y ni de coña!!
―Pero si todavía no te he dicho el plan…
―No, pero me lo estoy imaginando.
―Es una cena entre cuatro amigos y ya está, joder, la amiga de Isabel está como tú, divorciada, cuarenta y siete años.
―Que no, paso, te lo agradezco de verdad…, pero estas citas a ciegas me dan pánico, lo pasaría fatal.
―No seas así, ya le dije a Isabel que ibas a venir, para que se lo comentara a su amiga. No es una cita ni nada por el estilo, es algo informal, que os gustáis, pues nada, tampoco tienes que casarte con ella, es solo echar un polvete, creo que te va a venir muy bien.
―No, Daniel. Muchas gracias, pero no.
―No acepto un no por respuesta. El sábado a las nueve y media en mi casa ―afirmó mi amigo apurando la cerveza y dejándola sobre la mesa antes de ponerse de pie.
―No, Daniel, lo siento, te lo digo muy en serio.
―Ooooh, tío, no insisto más…, bueno, pues nada, tú te lo pierdes…
―De todas maneras, gracias. Eres un gran amigo.
―Lo sé, ja, ja, ja, al menos lo he intentado… Tengo que irme, Pablo, ¿mañana quedamos?
―Uf, mañana no creo que pueda, el miércoles salimos para Bilbao y seguramente tenga que preparar algo de trabajo y descansar.
―Vale, pues vamos hablando.
―Nos vemos…

El día siguiente fue de locura, dejando todo listo para la auditoría en Bilbao. Sara vino a trabajar más recatada de lo normal. Sin duda alguna, las palabras de Javier le habían afectado más de lo que me pensaba. Con un pantalón negro de vestir ancho, camisa blanca y americana grande arremangada estaba muy fashion, mostrándonos las pulseritas de su mano derecha y con su pelo suelto despeinado, pero peinado.

Era toda una belleza a la que Javier no le prestó ese día la más mínima atención y nos pasamos la mañana los tres en silencio, trabajando sin un segundo que perder.

Salimos tarde, casi a las cuatro, pero con el trabajo hecho, y entonces Sara me sorprendió mientras bajábamos las escaleras del viejo edificio en el que estaba la auditoría.

―¿Te quedas a tomar una caña, Pablo?
―Eh, sí, es un poco tarde, pero vale…
―Si quieres, picamos algo en el bar o… ¿tienes algo que hacer?
―No, no…, sin problema, así desconectamos un poco…

Nos pedimos un par de cañas con sus tapas, con las que prácticamente comimos, y Sara siguió dándole vueltas al tema de su vestuario.

―Te lo juro que hoy casi ni he dormido, me sentó fatal lo que me dijo ayer este imbécil… ―afirmó quitándose la americana y dejándola sobre el perchero.
―Ya hablamos ayer, mira, Javier es así, te dice una cosa y al día siguiente ni se acuerda, este suelta lo primero que se le pasa por la cabeza…
―No sé, tampoco me dieron unas normas sobre vestuario, no quiero que esos detalles afecten a mi posible contratación cuando terminen las prácticas.
―Cuando termines las prácticas, yo hablaré con quien tenga que hablar para que te contraten…
―¿Harías eso por mí?
―Por supuesto, no solo eres muy buena trabajando, es que, además, nos has venido como un soplo de aire fresco en la auditoría.
―Muchas gracias, Pablo, no sé ni cómo agradecerte todo lo que estás haciendo por mí…

Esas palabras hicieron que me ruborizara, pero no me dio casi tiempo a disfrutar esa pequeña victoria, porque justo entró en el bar un guaperas, rubio, alto, con el pelo largo, imberbe, en bermudas y camisa a rayas de manga larga con tres botones desabrochados y un collar de surfero. Parecía sacado de un puto anuncio de Calvin Klein. Se acercó por detrás a Sara mirándome con una sonrisa perfecta y poniéndose el dedo en la boca para que no dijera nada.

La abrazó por la cintura y cuando ella se giró, el guaperas le plantó un beso en los labios. Os lo juro que aquel beso me dolió como una puñalada. ¡Menuda decepción!

Estaba claro que Sara no se esperaba que ese chico fuera a buscarla al trabajo y parece que no le hizo mucha gracia.

―Hola, Abel, pero ¿qué haces aquí? ―le preguntó ella con cara de sorpresa.
―Me dijiste que te ibas a quedar a tomar una caña y tenía muchas ganas de verte…
―Luego iba a llamarte…
―Así que aquí me he presentado ―dijo interrumpiéndola―. Hola, soy Abel. ―Y me estrechó la mano con fuerza, como si estuviera marcando territorio.
―Yo soy Pablo, un compañero de Sa…
―Ya sé quién eres, Sara me está hablando de ti a todas horas, joder, tío, tenía ganas de conocerte…
―Sí, yo también ―mentí, pues Sara no me había comentado nada de que tuviera novio.

Y tras una tensa calma estaba claro que yo sobraba allí. Me puse de pie inmediatamente y pagué la cuenta.

―Chicos, yo ya me voy, quiero descansar un rato…
―Sí, nosotros también ―dijo Sara cogiendo la americana.

Salimos a la vez, casi sin despedirnos, cada uno fuimos en una dirección, y a mi espalda escuché al guaperas.

―Bueno, ¿dónde vamos? ―Y me giré para ver como el muy cabrón la agarraba por atrás, pegando el paquete en el culo de Sara y comiendo su cuello a besos.

Llegué a casa con un cabreo considerable. No tenía por qué enfadarme, al fin y al cabo, ya sabía que las posibilidades de tener algo con Sara eran casi nulas; pero me jodió mucho verla con ese guaperas. Lo que me pareció curioso fue la cara que puso ella, como si no le hiciera gracia que su novio se hubiera presentado allí sin avisar.

Y despechado, actué en caliente, cogí el móvil y casi sin pensármelo le mandé un mensaje a Daniel.

Pablo 17:15
Sé que me voy a arrepentir de esto, pero si sigue en pie lo de la cita del sábado, cuenta conmigo…

Veinte minutos más tarde tenía el ok de mi amigo. Ya estaba todo en marcha, no tenía ni idea de con quién había quedado, ni cómo era ella físicamente ni a qué se dedicaba, pero el sábado por la noche tenía mi primera cita en mucho tiempo.

Desde que me había separado de Natalia mi libido sexual había desaparecido por completo. Fue una de las consecuencias de la pequeña depresión por la que atravesé y pasados unos meses no echaba en falta el sexo. Absolutamente nada. De hecho, ni tan siquiera me masturbaba.

Llevaba casi un año sin correrme. Aquello no podía ser muy sano, pero es que no me apetecía, y solo la aparición de Sara había hecho que durante las últimas semanas mi sensación de deseo empezara a florecer muy lentamente dentro de mí.

Intenté pasar página cuanto antes en el asunto de Sara, tenía que estar relajado para dormir bien antes de salir de viaje y después concentrarme en el trabajo, pero estaba claro que ella no me lo quería poner fácil, porque justo antes de cenar me mandó un whatsapp que no me esperaba.

Sara 21:02
Hola, Pablo!
Oye, que siento mucho lo de esta tarde, no pensé que Abel se fuera a presentar en el bar, me apetecía tomarme unas cañas contigo
Pablo 21:03
No tienes que darme explicaciones, no pasa nada, me parece normal que tu novio pase a buscarte​
Sara 21:03
Te había dicho yo lo de bajar al bar y luego me ha sabido mal que viniera, no lo sabía, de verdad
Pablo 21:04
Que no pasa nada, lo entiendo perfectamente​
Sara 21:05
Te debo unas cañas, eh, a ver si en Bilbao sale todo bien en la auditoría y luego te puedo invitar
Pablo 21:05
Cuando quieras, y claro que va a salir todo bien, estás preparada​
Sara 21:06
Muchas gracias por todo. Mañana nos vemos
Un beso
Pablo 21:06
Buenas noches, hasta mañana, descansa​


Ahora sí que no entendía a que habían venido estos mensajes de Sara. Para mí era lógico que su novio fuera a buscarla al trabajo, no tenía por qué disculparse y mucho menos conmigo, puesto que no me había hecho nada; pero mi teoría de que se había molestado porque aquel chico se hubiera presentado allí, era cierta.

Estaba claro que, por el motivo que fuera, Sara no quería que en la auditoría se conociera que tenía novio. O al menos no quería que yo lo supiera.

Me acosté dándole vueltas a todo lo que me había pasado las últimas semanas con Sara, pensando en mi cita a ciegas del sábado y en la auditoría de los próximos días. Se presentaba un viaje interesante con Sara y Javier y a la vuelta me esperaba mi primera cita después de un año.

Lo que no me imaginaba es que aquel viaje a Bilbao lo iba a cambiar todo.
Muy realista, enhorabuena
 
Lo raro es que al novio le haya hablado de Pablo y a Pablo nunca le haya dicho que tiene novio, y claro este enseguida se ha presentado a marcar su propiedad. ¿A que juega esta chica? ¿A ver si al final el cornudo va ser Abel y ha ido para conocer a Pablo y darle el visto bueno? Veremos que pasa en Bilbao.

Excelente relato, como todos los tuyos
 
Insisto. A mí no me gusta nada de nada Javier.
Lo bueno del relato es que posiblemente el corneador al final sea el y el cornudo el tal Abel, con lo cual no me molestaría tanto.
Lo malo es que me parece que aunque se odien, Javier va a tener sexo con Sara y eso a mí no me hace nada de gracia.
Espero que esa última frase sea porque Pablo va a tener sexo con Sara y no porque se quede como un pringado viendo cómo los que follan son Javier y Sara, aunque creo que no tiene pinta.
 
Por cierto, no descartemos que esa chica con la que va a quedar con Daniel y el ligue de está, sea Sara.
Espero que en ese viaje a Bilbao, el que salga beneficiado se él y que con Javier no pase nada, porque no me gustaría nada que fuera un pringado y viera impotente como Sara tiene sexo con el capullo ese y el se queda compuesto y a 2 velas.
Yo confío en que no y sea él quien tenga unas sesiones con Sara sin el coñazo de Javier rondando.
 
Bueno, aparentemente la infidelidad no va a ser contra el prota, sino que al revés.

Pero bueno, igual por como es, eso no le va a caer nada bien, seguro va a poner pegas si es que ella da el primer paso.

Y respecto a la reunión de su amigo, espero que moje. Es malo para la salud mantener tanto tiempo al loro sin escupir
 
Por cierto, no descartemos que esa chica con la que va a quedar con Daniel y el ligue de está, sea Sara.
Espero que en ese viaje a Bilbao, el que salga beneficiado se él y que con Javier no pase nada, porque no me gustaría nada que fuera un pringado y viera impotente como Sara tiene sexo con el capullo ese y el se queda compuesto y a 2 velas.
Yo confío en que no y sea él quien tenga unas sesiones con Sara sin el coñazo de Javier rondando.
Te estás imaginando la escena de la otra historia que nunca terminaron. Esa de que también viajan por trabajo y al prota le gustaba la chica, pero su compañero lo mandó al desvío y se la folló, no recuerdo el título.
 
Te estás imaginando la escena de la otra historia que nunca terminaron. Esa de que también viajan por trabajo y al prota le gustaba la chica, pero su compañero lo mandó al desvío y se la folló, no recuerdo el título.
No recuerdo esa historia.
A mí lo que me inquieta es el tal Javier que es un mujeriego y seguro que intenta acostarse con Sara.
Por otra parte, más le vale al protagonista ir con cuidado, porque a mí Sara me parece que no es tan buena e inocente como aparece. Lo bueno es que da la sensación que Sara está muy atraída por Pablo.
 
Yo creo que Pablo y Sara terminaran juntos, pero Sara estará acostumbrada a relaciones abiertas (por eso lo de la pulsera tobillera) y Pablo tendrá que decidir hasta qué punto aguanta.
 
Javier da el perfil típico de corneador. Humilla a Sara en el trabajo y eso generará atracción y sumisión cuando con unas copas demás por la ciudad vieja de Bilbao y celebrando lo bien que salió la auditoría, Javier se la follará en el baño de una tasca. Y el pobre Pablo lo verá y se hará una paja, porque es un buenazo y no se atreve a entrarle a Sara porque tiene novio y él no es así.
 
Yo creo que el elegido es Pablo y Javier va a ser el mirón pajillero. Dentro de esa imagen maltratador en el trabajo se esconde un carácter sumiso en el sexo.

o

Otra opción, es que se la follen los dos, y le mande fotos y videos al novio, que tiene pinta de ser consentidor.
 
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