5.
Unos días después de mi último mensaje, tuve un ataque de ansiedad debido al estrés acumulado (según mi terapeuta). Mi vida dio un giro de 180 grados y mi mente no había tenido tiempo de adaptarse.
Fue la primera vez que tuve este tipo de episodios, pensé que estaba sufriendo un derrame cerebral: taquicardia, sudoración y pánico nublaron mi juicio. Mis compañeros de trabajo llamaron a emergencias y vino una ambulancia por mí. Si no hubiera estado tan asustado, habría disfrutado del viaje. Estaba tan seguro de que iba a morir en cualquier momento. El paramédico me repetía "Señor, está teniendo un ataque de pánico, todo va a estar bien". Intenté concentrarme en sus palabras, pero no pude. Mis únicos pensamientos eran "Me voy a morir". En el hospital me sedaron y empecé a sentirme mejor y con sueño. Pude responder preguntas, el médico me preguntó mi nombre, mi edad, qué día era. Pude responder correctamente hasta que perdí el conocimiento.
Cuando me desperté, ¿adivinen quién estaba a mi lado? Sandra. Olvidé eliminar su nombre y número de mi contacto de emergencia. Estaba muy confundido debido a los medicamentos. Le sonreí y dije "¿Sandra?". Ella estaba sentada leyendo un libro y cuando me escuchó, saltó de su asiento y se acercó a mí.
—¡Hola mi amor!, nos asustaste mucho —dijo con lágrimas en los ojos.
En ese momento todo volvió a mí.
—¿Qué haces aquí? —dije dejando de sonreír. Intenté sentarme, pero mi cuerpo se sentía entumecido y torpe.
—Tranquilo, sin movimientos bruscos. Voy a buscar al médico —me besó la frente y se fue.
Quería evitar el beso, pero también mis reflejos estaban adormecidos, ese beso se sentía tan familiar, pero sé que ha pasado más de un año desde que me besó con amor sincero. Mientras ella se fue, miré a mi alrededor. Estaba en una habitación grande con otras 6 camas, 4 de ellas con pacientes. Todas separadas por cortinas para tener privacidad. También noté que no llevaba mi ropa, sino una bata de hospital.
A los pocos minutos regresó con el doctor. ¡Había dormido durante 26 horas! El médico me explicó todo acerca del ataque de ansiedad que sufrí. Me preguntó si había dejado de tomar algún medicamento, pero Sandra y yo respondimos casi al mismo tiempo "No". Odio lo bien que me conoce. El doctor me dijo que el episodio se debía a un estrés intenso o un cambio repentino en mi vida, o tal vez ambos. Miré de reojo a Sandra, pero ella escondió su mirada. Él me ordenó tomarme unos días libres para reflexionar y buscar ayuda terapéutica. Le dije que ya estaba en terapia, pero el doctor dijo que necesito ver a un psiquiatra. Mi terapeuta es tanatóloga/psicóloga, así que no puede recetar medicamentos. Me dijo que debía estar hambriento y que al día siguiente me darían de alta, luego se fue. Eran las 8 de la noche, así que Sandra tenía una hora más antes de que terminara el horario de visitas y no parecía tener intenciones de irse. Se sentía incómodo y ese sentimiento me lleva a hablar como un idiota. Así que pregunté:
—Te escuché decir 'nos asustaste'. ¿Quiénes son 'nosotros'? —dije y ella sonrió.
—Tus padres, estuvieron aquí en la mañana.
—¿Se fueron?
—Sí, están esperando mi llamada.
—Hablaré con ellos mañana. Puedes irte, quiero dormir.
—Pero tu cena está por llegar.
Cuando el doctor mencionó que debía tener hambre, mi estómago hizo ruido. No había comido nada durante 26 horas. A los pocos minutos, una enfermera veterana llegó con una bandeja en un carrito, le pidió a Sandra que ajustara la cama para que estuviera en posición sentada para comer. No sé qué expresión puse porque Sandra se divirtió y me miraba mientras la enfermera acomodaba la bandeja frente a mí en la cama (solía ser un chico glotón).
—Dios, te amo tanto —dijo Sandra.
La miré con enfado y le pedí nuevamente que se fuera a casa, pero la enfermera se enfadó mucho conmigo. Según ella, Sandra me había dado un baño de esponja y hasta me había afeitado (no me di cuenta hasta que me lo dijo). Finalmente, le pidió a Sandra que me alimentara porque todavía estaba saliendo de los efectos de los medicamentos. Le dije que estábamos en proceso de divorcio, pero ella dijo que eso no era su problema y que debería agradecerle por haber estado aquí para ayudar y que yo era una persona muy ingrata, luego se fue. Rechacé su ayuda e intenté comer, aunque mis movimientos eran torpes. Estaba haciendo un desastre con la sopa y Sandra me rogó que la dejara ayudarme. Me sentía como un niño mimado haciendo un berrinche. Solo dije: "Está bien" y dejé que me alimentara.
Ella se comportó de manera muy maternal y cariñosa. Pude verla de cerca, no llevaba maquillaje, noté más líneas de expresión y también tiene patas de gallo. Me sentí mejor después de terminar de comer. Ella sacó la bandeja de la habitación, estaba de buen humor. Vi a un paciente frente a mí, un hombre de unos 50 años, observando a Sandra cuando salía y volvía. No me sorprende, llevaba unos jeans ajustados, que con el culo que tenía ahora, la mirada de aquel tipo iba de un lado para otro. No me gustó la sensación de estar en deuda con ella. Cuando se sentó, le di las gracias.
—Siempre que quieras —me miró a los ojos y sonrió.
Ella intentó peinarme el cabello en mi frente con su mano, pero esta vez pude rechazarla. Parecía herida y yo no dije nada. Ella intentó agarrar mi mano, pero la aparte.
—¿Podemos hablar, por favor? —dijo Sandra. Permanecí en silencio.
Solo hay dos razones por las que al menos puedo ser cordial con ella. En primera, los gemelos de su hermana Ana. Cuando eran bebés, no estaban bautizados, pero después de que el ex de mi cuñada se fue, Sandra y yo apoyamos a mi cuñada y a los gemelos. Quiero mucho a esos dos pequeños bribones. Cuando los cuidábamos, le dije a Sandra que esto serviría como entrenamiento para cuando tuviéramos los nuestros. Ahora eso nunca sucederá. Mi cuñada nos pidió que fuéramos sus padrinos y me emocioné hasta las lágrimas. Son lo más cercano que tengo a una hija y un hijo. Sé que Sandra también los quiere mucho y no quiero ningún drama cerca de mi ahijado y ahijada, y los extraño mucho. No los he visto desde aproximadamente una semana antes de que descubriera a Sandra en nuestra cama con Sergio. Tampoco les he hablado porque estaba evitando a mi esposa. Así que le dije:
—Está bien, hablemos. En el condominio. Me pondré en contacto contigo después, no estoy de humor para hablar más, quiero descansar.
Las luces se apagaron y Sandra se quedó a hacer guardia en una de las camas que había. Ya no me sentía tan aturdido, pero curiosamente estaba cansado a pesar de no haberme movido en un buen tiempo, quizá era porque mi cuerpo aún no asimilaba la comida que me hacía falta. No sé que hora era, pero me desperté después de sentir ciertos roses. Sandra estaba pasando su mano por mis bolas llegando hasta mi polla alternativamente. El contacto se sentía tan familiar. Sabía como estimularme. No había tenido nada de actividad sexual y mi polla se sentía realmente sensible. Empezó a masturbarme de manera lenta, presionando lo justo. Cuando caí en cuenta de lo que sucedía intenté detenerla.
—Sandra no…
—Shhh. Yo sé que lo quieres —ponía su dedo sobre mis labios a manera de silencio.
Sandra estaba sobre mí. Me sentía débil como para ver su peso del mío, por otra parte, las caricias y los besos en el cuello que me daba… Nunca me había sentido tan vulnerable antes. Mi polla que no llegó a estar completamente dura del todo, terminó por derramar toda la leche que no había sacado estos últimos días.
—Vete —dije molesto.
—Deja que te limpie cariño. No puedo dejarte.
—¡Que te largues te digo! Antes de que empiece a gritar que has abusado de mí.
—Hugo por dios baja la voz —decía Sandra en Susurros.
—Sandra… —me costaba respirar para decir las palabras.
—Está bien. Me voy por ahora.
Estaba enfurecido. Tuve un momento de debilidad en la que dejé que mi esposa se aprovechara de mí. Me odiaba. Empezaba a sentirme mal y cuando menos lo pensé, caí inconsciente nuevamente.
Desperté al día siguiente. Sandra seguía ahí.
—Lo que hiciste anoche… debería demandarte por acoso sexual —dije al mirarla.
—Hugo yo…
—¡Ya basta! Joder Sandra. En verdad, no sé qué es lo que pasa contigo. ¡Te aprovechaste de mi maldita sea! Sabías que estaba confundido, que estaba débil y aún así… joder —apretaba mis puños, estaba echándole la culpa, pero en el fondo odiaba no haber luchado del todo.
Comencé a voltear a los lados buscando mi ropa. Sandra al notarlo abrió un armario junto a mi cama y me dio mi teléfono. La miré con sospecha y ella hizo su cara de culpabilidad nuevamente, lo que significa que estoy seguro de que revisó mi teléfono y lo admitió. No pronunciamos una palabra, ese es el lenguaje que desarrollamos al estar casados 11 años. No me importa si revisó, no tengo nada que ocultar. Le envié un mensaje a mis padres y llamaron casi de inmediato. Mientras les hablaba, la misma enfermera de siempre le dijo a Sandra que ya se habían terminado las horas de visita y que se tenía que despedir, pero yo la ignoré.
—Sé que cumples tu palabra. Esperaré a que me contactes. Te quiero —dijo antes de darse la vuelta.
Realmente estaba enfadado con ella, pero si quería cerrar etapa con ella, debía hacerlo. Además, yo sí cumplo mi palabra, mi padre siempre me decía: "Un hombre vale tanto como su palabra".
Al día siguiente, era jueves y me dieron el alta del hospital. Mis padres me llevaron a mi nuevo hogar. Una semana antes de mi ataque de pánico, comencé a mudarme a mi nuevo lugar. Llevé mis pertenencias personales. Todo lo demás quedará en el condominio, lo alquilaré como "completamente amueblado". Afortunadamente, hay 3 universidades cercanas. Sé que hay estudiantes que matarían por un lugar como el mío.
Ya he comprado los muebles básicos. Un refrigerador, una estufa (tendré que aprender a cocinar mis propias comidas a partir de ahora), una cama, una mesa con sillas y un escritorio. También compré herramientas de limpieza. Me sentí emocionado por primera vez, puedo llamar a este pequeño apartamento mi propio lugar.
Compré una bonita chaqueta abrigada para el Sr. P. Se la di, le agradecí por su ayuda y le dije que lo visitaré de vez en cuando.
No asistí a la cena de mi vecina. Le comenté lo que había sucedido y le dije que, si podía posponer la cena, a lo que ella accedió con gusto y me dijo que me tomara mi tiempo.
En mi nuevo hogar, reflexioné sobre mis metas al encontrarme con Sandra. Llegué a la conclusión de que necesito cerrar ese capítulo, entender sus acciones, hacerle comprender que no hay posibilidad de reconciliación y terminar las cosas de manera amigable. Me divorciaré de ella y seguiré adelante. Pero no quiero perder a mis suegros. A mi dulce y contradictoria suegra, a mi terca y fuerte cuñada y a sus gemelos a quienes quiero. No quiero perderme sus cumpleaños y logros futuros. Quiero al menos ser cordial con Sandra.
En el trabajo, mi jefe me dio 5 días de descanso a partir de la próxima semana. No quería quedarme en casa, así que fui a la playa. Realmente me ayudó estar lejos de todo y descansar.
Me di cuenta de que realmente amo a mi esposa, pero a la que era más rellenita. A aquella que se emocionaba cuando llegaba el viernes de pizza. A la que me casé hace 11 años. A la que apoyaba mis sueños y esperanzas. A la que me abrazaba cuando la vida se ponía difícil. No sé qué le pasó. ¿La vanidad la mató? ¿La lujuria? No tengo idea, pero amaba profundamente a mi esposa y la que me traicionó no es mi esposa.