6.
Me alistaba para la cena que iba a tener con mi antigua vecina y su sobrina. Me puse una camisa de manga larga y unos jeans. Me miré al espejo por ultima vez mientras me echaba el perfume. Me sentía algo nervioso. Quizás era porque hacía tiempo que no hacía ese tipo de cosas. No sabía que esperar. La verdad no tenía las expectativas muy altas, solo quería pasar el rato y despejar un poco la mente.
—Señor Hugo —el señor P. me recibía con una sonrisa— ¿A que se debe su visita? Mire que bien se ve usted.
—Gracias —estreché su mano— pasa que me invitaron a cenar.
—Oh, ya veo. Buena suerte —me guiñó el ojo.
Toqué el timbre al llegar. Al no ver respuesta, dudé en si tocar el timbre por segunda vez. Noté que mi celular vibraba. Recibí unos mensajes de mi cuñada, Ana. Estaba desbloqueando mi celular para ver que me había escrito cuando la puerta se abre.
—¡Hola Hugo! —dijo mi vecina— adelante, siéntete como en casa. Espero que te guste la cena que preparé.
—Seguro que sí Luisa. Gracias por su hospitalidad.
Miraba lo bien limpia y decorada que estaba la casa. El aroma que había era algo singular.
—¡María! —gritaba mi vecina por las escaleras— anda, baja que ya llegó la visita.
—Es algo tímida al principio, pero cuando agarra confianza es otra —Elena me sonreía.
—¡Tía Elena la estoy escuchando! —escuche que alguien bajaba las escaleras.
—Creo que no apagué la estufa. Ya vengo —mi vecina se codeaba conmigo guiñándome un ojo.
Con una mano asida al barandal, ella descendía con elegancia. Un vestido rojo realzaba sus tacones a la perfección. Al cruzar nuestras miradas, regaló una breve sonrisa. Me acerqué para saludar, pero antes de llegar, tropezó y cayó solo unos peldaños antes de llegar al final de la escalera.
—¿Estás bien? —Me acerqué rápidamente ofreciéndole mi mano para levantarse.
—Sí… por suerte no caí de cara —hizo una sonrisa nerviosa.
—Si te incomodan esos tacones…
—No. No es eso. Es solo que sin mis lentes no veo muy bien y no medí bien mi ultimo paso —tomó mi mano y se puso de pie— Me llamo María, como ya habrás escuchado gritar a mi tía. Y como puedes ver, soy una experta en dar primeras impresiones —rio intentando quitar tensión al asunto.
—Pues definitivamente tienes un toque creativo para las presentaciones —respondí con una sonrisa comprensiva— Me alegra que no te hayas lastimado seriamente. Las escaleras pueden ser traicioneras a veces.
—¡Sí, lo sé! —dijo María riendo mientras se ajustaba el vestido—, pero no me vas a creer, esto no es lo más torpe que me ha pasado. Tengo una habilidad especial para meterme en situaciones un tanto peculiares.
—Intrigante —respondí con interés— Me gustaría conocer más sobre tus aventuras 'peculiares' durante la cena. Quizás podríamos compartir algunas anécdotas divertidas.
—¡Sería genial! —asintió María entusiasmada.
Con el tiempo, nuestra charla se volvió más animada y divertida, como si fuéramos viejos amigos. María resultó ser una persona encantadora y llena de energía. Parecía que el tropiezo inicial no había afectado en nada su buen ánimo ni su disposición para disfrutar de la velada.
Por la mañana me desperté con el sentimiento de que había olvidado algo. Los mensajes de Ana.
“Mis hijos quieren verte. Están preocupados por ti desde que estuviste en el hospital”
“Sé que no quieres venir a casa por ella, pero si gustas podemos vernos en otro lugar”
Leer eso me había subido el ánimo. Saber que todavía podía llegar a ver a aquellos gemelos me vino bien. Le contesté que la estaré contactando para quedar en algún lugar, pero primero, tenía algo pendiente con Sandra.
El sábado por la tarde me reuní con ella. Le pedí al Sr.P que verificara si estaba sola. Llegó a tiempo, sola y deslumbrante: con un nuevo vestido corto y tacones altos (que ella odia, pero sabe que me gusta verla con ellos). No mentiré, mi corazón dio un vuelco. Ella me sonrió cuando abrí la puerta, como si estuviera muy contenta de verme. Permanecí tranquilo y sin expresión. Ella abrió los brazos esperando un abrazo, pero le hice una señal para que entrara. Le ofrecí té, le encanta el té de manzanilla, lo aceptó y yo me hice un café. Nos sentamos uno frente al otro, con la mesa en medio. Saqué mi teléfono y comencé a grabar.
Fue más o menos como esperaba. Súplicas y muchas lágrimas de ambos lados. Sorprendentemente, ella no me culpó. Admitió que todo fue culpa suya. Cuando fisgoneó en mi teléfono, vio que me mudé del condominio y lo más importante para ella, que no estaba saliendo con nadie (al menos por ahora). Dijo que la Sandra que me hizo sufrir ya no existe. Dice que lo que llaman "Niebla de aventura" es real (es un término que describe el estado mental de una pareja infiel que promueve y sostiene estos cambios mientras está consumido por una aventura. La relación comprometida se conceptualiza en términos negativos, mientras que la aventura se ve con euforia, positividad o protección) y no puede creer lo que me hizo.
—Entonces sabes que creo que tu carta solo muestra lo que te conviene —le dije.
—Hugo, todo lo que escribí es real.
—Lo de Lola… ¡me parece una tontería que ella te haya lavado el cerebro! Por favor Sandra, eres 10 veces más inteligente para eso tipo de cosas. Dime la verdad.
Ella se quedó en silencio mirando al suelo.
—¡No, Sandra, no tienes permitido quedarte callada de nuevo! —levanté la voz. Tuve que respirar porque me estaba enojando—Tienes que confesarme todo ahora mismo. Sé más de lo que escribiste en tu carta.
Tristemente, admitió que quería acostarse con Sergio. Confesó que le encantaba la atención que recibía y que cuando veía a Sergio devorándola con la mirada se sentía emocionada y excitada. Confesó que comenzó antes del incidente con las máquinas elípticas, aproximadamente una semana antes cuando yo estaba cambiándome de ropa en las duchas y ella me esperaba afuera. Sergio habló con ella y coqueteó, y ella no podía creer que él se fijara en ella. Lloró cuando me lo contó.
—¿Es eso lo que necesitas para tirar por la borda tus principios y ética? ¿Un cuerpo musculoso y una cabeza hueca? —le pregunté.
—Fui muy estúpida y egoísta. Te di por sentado. Nuestra relación solo fue sexual, nunca emocional. Nunca le dije que lo amaba. Eres el dueño de mi corazón y mi cuerpo.
Respiré hondo y recuperé algo de compostura.
—Han pasado aproximadamente 3 meses desde que tuvimos relaciones y la última vez pude darme cuenta de que no estabas metida en ello. Apuesto a que ansias a ese cabeza hueca —contesté.
—No es verdad. No podría soportar una vida sin ti —dijo Sandra rápidamente.
—No te creo. Tenías un buen ingreso. Podrías haber tenido una vida decente con Sergio.
—No lo amo. Él… Sergio solo fue un juguete para mí.
—No te creo. Los vi en el centro comercial con él. Abrazándose, besándose como cuando estábamos comprometidos —dije.
—Lo siento mucho —respondió inquieta.
—Dime la verdad. Tú sí lo amas.
—Me gustaba cómo la gente nos miraba. Pero no lo amo —sacudió la cabeza.
—Parecían la pareja perfecta, algo que nunca pasó entre nosotros, ¿verdad? Te encantaba la atención que nunca tendrías con alguien como yo —la miré fijamente.
—Por favor, no digas eso.
—¿Por qué no? Es verdad. (Lo es, no me considero un hombre atractivo, soy el tipo de persona a la que nadie voltearía a mirar dos veces).
—¡No, tú eres el hombre de mis sueños! ¡Solo quiero estar contigo!
—Si me amas tanto, ¿por qué engañaste? ¿Qué te dio él que yo no?
Ella no pudo responder la pregunta. La repetí y se cubrió la cara con las manos y finalmente admitió que consideraba el cuerpo de Sergio más atractivo que el mío. Otro golpe. Era algo que esperaba, ¡pero demonios! Dolió.
—Te juro que fue un momento de debilidad y me odio por eso —dijo Sandra.
—¿Un momento? - grité nuevamente— ¡Ese momento duró 9 meses!
—Se salió de control —dijo llorando.
—¡9 meses! 9 malditos meses de faltas de respeto y mentiras. Dime, ¿cómo podría volver a confiar en ti? ¿Fue Sergio el único? ¿Qué pasará cuando el próximo imbécil se cruce en tu camino? Fuiste muy buena mintiendo y ocultando tu infidelidad.
—Te estoy diciendo la verdad —dijo desesperada— Sé que no tienes razones para creerme. Pero he reflexionado. He visto mi vida sin ti y lo siento tanto. Lo siento por haberte engañado. Lo siento por haber mentido. Lo siento porque tu familia me odia. Pero, sobre todo, me siento avergonzada de haberte lastimado. Te suplico tu perdón. Estoy aquí para ser honesta y arreglar las cosas para que podamos estar juntos otra vez. Hugo por favor —muchas lágrimas caían de su rostro. Antes de aquel día en que encontré a mi esposa siendo infiel, hubiera dado un brazo para aliviar esas lágrimas. Hoy solo sentía ira.
—Creo que no lo estás entendiendo —le dije— Ya no puedo confiar en ti. Ya no puedo ser tu esposo. No hay forma de que pueda olvidarte en esa habitación con él. Le enviaste un mensaje de texto el mismo día que te dije que iba a casa de mis padres y ya estabas lista para deshacerte de mí. ¡Dios mío, Sandra! ¡Media hora después de irme, él estaba dentro de ti sin protección! ¿Acaso también lo dejabas terminar adentro?
Para este momento, yo también estaba llorando y la obligué a responder, se veía derrotada. Dijo que eso excitaba a Sergio y a ella le gustaba, y como no puede quedar embarazada, pensó que no importaba. Tragué saliva porque sentí un enorme nudo en mi garganta.
—¿Qué más? —dije con voz temblorosa.
Estaba buscando más información, pero no esperaba escuchar lo que vendría a continuación.
—Me hizo suplicarle que terminara adentro —bajó su cabeza al decir esto último.
Esto fue un gancho a mi mandíbula. No pude hablar durante varios minutos. Ahí fue cuando toqué fondo. Ambos lloramos y Sandra solo decía "Perdóname, perdóname". Intentó tomar mi mano, pero la aparté. Luego me contó que la primera vez que Sergio terminó dentro de ella, fue la primera vez que ella me negó la intimidad, se sintió sucia y no quería que yo fuera manchado. Me sentí asqueado y casi vomito.
Ella juró que fue entonces cuando Sergio se volvió más exigente y amenazó con venir y contarme todo por creer que Sandra le pertenecía. No pude articular palabra, aún podía sentir el nudo en mi garganta. Limpié mis lágrimas con la manga de mi camisa. Usé nuestro lenguaje de señas para decirle que su maquillaje se estaba corriendo. Ella fue al baño y pude respirar para calmarme un poco. Mientras estaba ausente, confirmé que no hay forma de que vuelva con ella. Estaba asqueado, sentía que me habían destripado, pero también sabía que necesitaba saber esto. Necesitaba saber hasta dónde llegaba el problema. No quiero llevar esta ira y confusión más tiempo.
Cuando volvió del baño le dije que no puedo seguir adelante. Necesitaba espacio y tiempo. Ella dijo que lo entendía. Antes de irse, me preguntó si alguna vez la perdonaría. Le dije que no lo sé, pero agradezco su honestidad. Ella me abrazó, yo no devolví el abrazo. Ella lloró y pude sentir sus lágrimas mojando mi cuello. Juró en nombre de mi difunto suegro, quien era su héroe, que nunca me engañaría de nuevo, que ha cortado todo contacto con Sergio y que dedicará su vida a nosotros, a nuestro matrimonio. Incluso propuso ganar peso nuevamente para que esté seguro de que está comprometida conmigo. Le dije que está diciendo tonterías, pues ambos hicimos un gran esfuerzo para perder peso. Me dijo que la terapia la hizo darse cuenta de que es una narcisista y adicta a la atención. Le di una copia de la llave del condominio para que recoja todas sus cosas. Finalmente se fue.
Pensé que lloraría mucho, pero extrañamente sentí una sensación de alivio. Es como si mi mente me dijera "Ahora puedes seguir adelante". Me acosté y reflexioné mucho. En mi mente finalmente acepté que el amor de mi vida se había ido. Supongo que obtuve mi cierre.