Afortunadamente ya no es un problema, pero como todo joven, he tenido momentos en los que el cuerpo te pide intimidad y no tienes un techo bajo el que guarecerte y en esos momentos la combinación coche y rincón oscuro coge mucho valor.
Tampoco lo romantizaré, para mi siempre fue una situación de emergencia, no algo que hiciera por placer, tengo un coche pequeño y eso limita muchísimo los movimientos: para follar como una cama no hay nada. Aún así en varias ocasiones el calentón se ha sobrepuesto y hemos echado buenos polvos, y sobretodo mamadas en la parte de atrás. Como dato curioso llegué a follar hasta en un coche de sustitución que tuve apenas cuatro días, pero claro, había que estrenarlo, procuramos no manchar eso sí.
Aún así, el tener un techo no ha convertido al coche en un elemento del pasado, la semana pasada tuvimos nuestra última aventura. La estaba llevando a casa después de cenar con amigos y saqué el tema del sexo, llevábamos unos pocos días sin follar, mucho trabajo, y, al hablarlo, resulta que los dos nos moríamos de ganas de follar pero pensábamos que era el otro el que estaba raro; al verlo así, nos relajamos... y nos calentamos. Empecé a acariciarle los muslos y ella no dudó en sobarme la polla por encima del pantalón. En el primer semáforo rojo tomé la decisión, antes de llegar a casa nos íbamos a divertir. Cambié la ruta y fuimos a una zona tranquila, con huertas y algunas estructuras semiabandonadas (para los valencianos, por el final de la Patacona). Serían pasadas las 12 de una noche entre semana, no había ni un alma pero aún así pasamos rápido al asiento de atrás. Luces apagadas, calefacción puesta, llave echada... Todo listo. Al principio le pedí que se tocara un poco, quería que me diera un espectáculo y así lo hizo. Llevaba una falda larga y se la subió, apartándose las braguitas y empezando a tocarse. Uno no es de piedra y me la saqué y empecé a pajearme suave a su lado, viendo como se frotaba el clítoris. En cuanto tomó consciencia de la situación se puso de rodillas sobre el asiento y se inclinó para chuparmela. Normalmente inicia las mamadas con caricias, roces juguetones, lametones traviesos... esta vez no. Se la metió en la boca con ansia y empezó a devorarla con un ritmo caótico. Sus ganas de agradar llegaban más lejos de lo que su garganta podía soportar y tuvo un par de conatos de arcada, tras los cuales intentaba tranquilizarla, en vano, recordándole que no teníamos prisa. Tras cada arcada volvía a la carga, cada vez con más saliva y centrándose más en el glande. Aprovechando su posición a cuatro deslizaba mis dedos por sus partes bajo la falda. Ella sacó la artillería pesada y empezó a lamerme los huevos mientras me pajeaba fuerte, y cuando hace eso sólo hay una salida. "Me voy a correr... ya" alcancé a decir y como un resorte soltó mis huevos y envolvió mi glande con su boca, tragando cada gota y lamiéndo para recoger lo que se hubiese olvidado. Como siempre tragó al instante, pero cuando, al incorporarse la besé como agradecimiento, aún mantenía un poco de ese sabor agrio del semen en la boca. El beso de agradecimiento se alargó y empezamos a enrollarnos mientras ella volvió a tocarse. Decidimos repartirnos las tareas, ella se encargaría de su clítoris y yo de su coño con un par de dedos, empapado por la situación. No tardó mucho en gemir profundamente y apretar los muslos, señales inéquivocas de su orgasmo. Se subió las bragas rápido para evitar que otros restos más fisiólogicos de su corrida manchasen la tapicería y aún con el aliento entrecortado volvimos a la parte delantera. Luces encendidas y a conducir.
¿Moraleja? Hablad con vuestras novias.