Capítulo 823
Cuando llegué a casa me di una buena ducha y me vestí como Ángela me había aconsejado un par de veces. Hasta que no me vi perfecto no me fui de casa, aunque tampoco tardé tanto. Durante todo el tiempo estaba bloqueando pensar en ese detalle que vi en el cajón de Elena, consiguiéndolo todo el tiempo y si veía que pensaba más de la cuenta en ello me daba una torta y a otra cosa.
Por el camino me entretuve poniéndome música alta para evitar darle vueltas al tema y cuando llegué pues estaba distraído y no podía hacerlo. En cuanto llegué, llamé rápidamente a Elena, quien me abrió y volvió al baño, entrando yo y esperándola en el salón. No me hizo esperarla mucho, saliendo muy guapa al ir con una blusa blanca sobre la cual llevaba una americana negra fina algo remangada.
También tenía puestos unos vaqueros ajustados que le dejaba los tobillos al aire y unos tacones altos negros. De un brazo le colgaba el bolso y del otro el abrigo que tenía previsto ponerse. También iba muy bien maquillada, como cuando solíamos salir en su día, llevando además su pelo alisado, como solía hacer para esas ocasiones.
-¿Cómo me ves?
-Joder, estás guapísima -dije levantándome.
-Muchas gracias -respondió mirándome de arriba a abajo y con una sonrisa pequeña, pero bonita-. Tú también estás muy guapo. ¿Quién te ha enseñado a vestir así?
-Uno, que tiene sus trucos -dije para evitar malos rollos.
-Pues estás muy bien. Estás formal y sexy a la vez.
-¿Sí?
-Sí, porque es ropa un poco ajustada y te queda como un guante -dijo acercándose a mí para poner su mano sobre el pecho.
-Qué bien hueles... -dije recordando ese perfume que solía usar para este tipo de ocasiones.
-Y tú. Bueno, llevas haciéndolo todo el día.
-¿Nos vamos? -pregunté para ver cuál era su plan, porque a ese paso no íbamos a salir de allí, ya que la cosa se estaba poniendo caliente otra vez.
-Sí. Vámonos.
Nos pusimos los abrigos y bajamos a la calle, empezando a dar un paseo para que Elena me enseñara la ciudad. Fue un rato muy ameno en el que ella se dedicó a llevarme por los sitios más importantes de la ciudad, con la visita a algunos monumentos, llevándome también por donde más se movía la gente.
Hasta me llevó a donde trabajaba, aunque no entramos, pasando de largo. Pero nos dio la hora de la cena y con tanta caminata, teníamos ganas de hacerlo, por lo que acabamos parando en un restaurante en el que ella había comido varias veces según me contó y que era bastante bueno. Y sí que lo era, porque tanto el servicio como la comida eran realmente buenos. Nos entretuvimos más con los postres, compartiéndolos para que yo pudiera probar un poco de variedad, tal y como me dejó probar de su plato.
Acabé muy satisfecho con todo aquello y nos marchamos de allí con idea de ver un poco más de la ciudad, pero al poco de empezar a hacerlo de nuevo, comenzó a chispear y no habíamos cogido paraguas, así que nos resguardados bajo una cornisa para ver si paraba y podíamos seguir, pero no tuvimos esa suerte, por lo que acabamos llamando a un taxi para que nos recogiera y poder regresar a casa de Elena.
Al final fue algo positivo, porque Elena tenía sus pies algo resentidos por los tacones tan altos que se había puesto, contándome que no estaba acostumbrada a ello al ir a trabajar siempre con calzado cómodo. Así que tomé la iniciativa, cogiendo sus piernas una vez nos sentamos en el sofá después de quitarnos los abrigos para quitarle los zapatos y poder darle un masaje y ver si así se le pasaba.
Nada más hacerlo se revolvió un poco, aunque me dejó hacer, pero se puso roja como un tomate. Le dije que se calmara un poco mientras reía, que solo le estaba dando un masaje para que no le dolieran los pies. Elena resopló, comentándome entre dientes que sabía de sobra cómo se ponía cuando hacía eso.
Pero yo seguí a lo mío, buscando en realidad que encontrara alivio, pero era imposible no ponerme a tono viendo cómo se estaba poniendo ella. La gota que colmó el vaso fue cuando me dijo que estaba mojando las braguitas, haciéndolo mientras me miraba muy ruborizada.
Ahora el que resoplaba era yo, acercándome a ella sin poder evitarlo para besarla. Nos fundimos en un buen beso, el cual duró bastante, aunque nos acariciábamos más que otra cosa, sobre todo teniendo en cuenta lo excitada que estaba Elena. En esta ocasión, no quise perder el tiempo en el sofá, por lo que la cogí en brazos para llevarla a la habitación, donde la dejé sobre la cama para empezar a quitarme la ropa ante su atenta mirada.
Ella también se iba a empezar a desnudar, pero le pedí que no lo hiciera, que quería hacerlo yo. Una vez me quedé solo con los boxers puestos, me senté sobre la cama para besarla una vez más y empezar a quitarle la ropa poco a poco. La dejé sobre una silla que tenía por allí y tan solo me faltaba por quitarle las braguitas negras de algodón que llevaba puestas, pero antes de hacerlo, me pidió bajar el colchón al suelo, como habíamos hecho por la mañana para no hacer tanto ruido.
De inmediato lo puse sobre el suelo directamente para que nos pudiéramos tumbar, tapándonos un poco, porque hacía frío, pero siguiendo con esas caricias y con esos besos. También le empecé a tocar por encima de las braguitas, notando que había humedad en ellas, como ella me había confesado antes de estar en la habitación.
Ese tocamiento fue cada vez a más, parándome ella al agarrar mi muñeca con bastante fuerza, diciéndome que se iba a correr. Le pregunté riendo cuál era el problema en eso, respondiéndome ella que no quería hacerlo tan rápido.
Se puso sobre mí para continuar con los besos y que la dejara así tranquila, quedando mi polla entre nuestros cuerpos, apretándose ella contra mí para estimularme un poco, aunque acabó quedando de rodillas sobre el colchón para quitarme los calzoncillos y empezar a masturbarme. Lo hacía con bastante brío para estar empezando, pero me daba igual.
Lo que más me ponía era cómo me miraba, de esa manera tan fija y profunda. Hasta me incorporé para acercar nuestras caras, lo que dio lugar a un nuevo beso. Me pidió que me tumbara después, porque tenía ganas de chupármela, así que lo hice, pero le dije que yo también quería hacerle eso a ella.
Le parecía bien, pero prefería esperar un poco, porque aún se notaba demasiado acelerada. Así que se colocó entre mis piernas y se puso a lamer para luego chupar como ella sabía que me gustaba.
Variaba mucho en el ritmo, pero procuraba no llevarme demasiado lejos, aunque le recordé que yo también quería saborearla, por lo que acabamos haciendo un 69, con ella sobre mí, poniendo yo mis manos en su culo para abrirla bien y poder comérselo, pidiéndome ella que llevara cuidado y que no me viniera demasiado arriba. Y me costaba, pero más o menos lograba mantenerme en ese punto que ella pudiera soportar sin problema. Y si me pasaba, ella meneaba su culo para indicarme que debía calmarme.
No tengo ni idea de cuánto tiempo estuvimos así, pero no fue poco, desde luego. Aunque ya no podíamos más, necesitábamos ir un paso más allá. Por eso Elena se levantó para ir a por los condones, quedando yo bocarriba y con los ojos cerrados, centrándome solo en su olor.
Volvió de inmediato junto a mí, abriendo uno para ponérmelo, montándose encima de mí, metiéndosela lentamente hasta que ya no pudo más, empezando a moverse lentamente para luego hacerlo más rápido. Para mi sorpresa, nos acabamos corriendo muy rápido, pero es que en realidad era normal, porque llevábamos un calentón bastante grande y habíamos estado mucho con los preliminares.
Elena se derrumbó sobre mí, con su respiración acelerada y con algún espasmo, aunque no tardó en echarse a mi lado. Yo me giré para quedarme mirándola una vez me quité el condón después de haberme recuperado, viendo lo preciosa que estaba.
Tampoco tardo mucho en volver en sí, empezando de nuevo con los besos poco después. Al final la cosa se volvió a animar, empezando de nuevo con las caricias, los tocamientos, más besos, pero de manera más calmada, como si fuera un juego.
Lo hacíamos por turnos y estuvimos así un buen rato, aunque fue irremediable ir a más, por lo que me acabé poniendo otro condón, metiéndosela y entrando muy bien, pero a la vez notaba cómo estaba ella de sensible. Por eso empecé despacio, aunque luego fuera ella misma la que me pidiera que le diera más fuerte.
Fue muy divertido follar con ella en algunas posturas, donde la que más duró fue estando ella a cuatro, venciéndose poco a poco hasta que acabó tumbada por completo bocabajo, con mi cuerpo sobre ella, continuando la follada. Fue algo que le vino hasta bien para ahogar sus gemidos contra la almohada, aunque levantaba la cabeza de vez en cuando para poder respirar mejor, pidiéndome de paso que no parara.
Pero todo cambió cuando pasamos al misionero. De primeras iba todo perfecto, pero luego mi mente me jugó una mala pasada al venirme como un flash en el que imaginé al jefe de Elena follándosela justo como estaba haciendo yo en ese momento. Aquello hizo que parara en seco, preguntándome Elena por qué lo hacía y respondiendo yo que me diera un momento.
Me entró un bajón bastante grande, yéndose la erección de hecho, por eso mismo me fui al baño, preguntándome Elena de nuevo si todo iba bien mientras iba y yo le respondía que sí. Estuve un par de minutos en el baño, intentando que aquello se fuera de mi mente, aprovechando también para echarme algo de agua en la cara y espabilarme.
Funcionó y volví con ella, aunque tuve que quitarme el condón. Elena me preguntó una vez más, diciéndole yo que me había dado un pequeño golpe de calor, pero que enseguida volvíamos.
Su cara reflejaba preocupación, pero le dije que no pasa nada, que todo estaba bien. Conseguí volver al punto de antes después de que nos diéramos unos cuantos besos, consiguiendo otra erección, aprovechando para ponerme otra goma y volver a metérsela. Lo estaba pasando bien, pero no era lo mismo, por lo que me decidí a acabar con la noche, no sin antes provocarla bien al agarrar sus piernas y besarle los pies.
Se puso roja de manera instantánea, yendo a más cuando me metí sus dedos en mi boca para chuparlos. Era todo un espectáculo verla así, por lo que aproveché para darle con más intensidad, logrando arrancarle un nuevo orgasmo, cosa que provocó el mío, aunque éste fuera breve.
Quise que tuviera uno intenso, por eso le estimulé con los dedos el punto G y luego el clítoris cuando empezó a tener su squirting. Le tapé la boca con un mano mientras le estimulada con la otra, lanzando ella unos cuantos chorros, siendo los primeros grandes y fuertes, bajando la intensidad progresivamente.