Capítulo 715
Fue entonces cuando le empecé a dar azotes. Para empezar, lo hice con la mano, siendo los primeros secos y fuertes. Ella reaccionaba demasiado bien, escapándosele alguna risita de hecho. Por eso empecé a dárselos de manera más seguida. El problema era que los seguía aguantando pese a tener el culo bastante rojo. Hasta me empezaba a picar la mano y finalmente tuve que parar, porque entre eso y el frío, me empezaba a doler. Ella estaba como si nada, aguantando bien el tipo y la verdad es que así perdía la gracia. De hecho, fue lo que le dije, que un castigo no debería ser algo que le pudiera gustar. Noelia aguantó conforme estaba, aunque puso su cabeza de lado sobre la cama, sin decir nada. Fue entonces cuando cogí la pala, dándole un azote firme en donde quizá me pasé de fuerza. Había usado fustas, pero no recordaba haber usado ese tipo de palas, porque era ancha, además. El chasquido resonó por toda la habitación, haciendo que Noelia levantara su cabeza fuertemente, agarrándola yo para pegarla a la cama de nuevo.
Emitió un sonido de queja hasta extraño, porque era como una especie de quejido que intentaba reprimir, aunque le costaba mucho hacerlo, porque continué dándole más azotes con ese instrumento. Su culo se volvió a poner rojo muy rápidamente, aunque el color ahora era mucho más intenso que cuando usaba mi mano. Conforme le daba más azotes le preguntaba si le seguía gustando, aunque ahora ella no respondía. Le agarré del pelo otra vez para levantar un poco su cabeza y decirle que para una vez que tenía que hablar, no lo hacía. Cometió el error de decirme que sí le gustaba, por eso hinqué de nuevo su cabeza en la cama y seguí con los azotes. Le costaba mantenerse quieta, tanto que colmó mi paciencia y me quité el cinturón, dándole un pequeño latigazo con él, cosa que le dolió más. Le advertí con que si no paraba, usaría eso. Le até las manos al cabecero de la cama, siguiendo ella bocabajo y yo con los azotes, teniéndolo más fácil al tener solo que sujetar sus piernas.
Fue una sesión larga y dura de azotes. La más dura que había hecho nunca. Y no me daba nada de pena verla así. Tampoco es que me pusiera tanto como para estar excitado todo el tiempo. De hecho, mi erección se fue diluyendo poco a poco, quedándose morcillona y nada más. Acabé bastante satisfecho con cómo le dejé el culo, porque ya lo tenía morado. Además, tenía varias líneas dibujadas en él que tenían hasta relieve. Y también pensaba que le había hecho sangrar, pero era la concentración de la sangre en ciertos puntos de su culo, que vistos más de cerca parecían como arañazos. Lo que sí que me gustó y que de hecho hizo que volviera mi erección, fue la manera de temblar que tenían sus piernas de últimas. Lo hacían como cuando tenía un orgasmo intenso. También usé la pala para recolocarla cuando se movía mucho y me costaba controlarla. Apoyaba el filo de ésta en una de sus nalgas y la ponía bien. Y eso le dolía, porque apretaba en las zonas en las que tenía esas heridas.
-¿Te ha gustado? -le pregunté una vez la desaté y le quité la venda.
-No... -dijo bajito.
-Más fuerte, que no te oigo.
-No -dijo con firmeza.
-Bien. Es que los castigos no te tienen que gustar. Así aprenderás a hacerme caso.
-Vale...
-¿Te duele?
-Sí.
-¿Quieres que siga?
-No.
-Respuesta incorrecta.
-¿Por qué?
-Porque yo soy el que manda aquí. Tu opinión no importa nada. Me tendrías que haber dicho que como yo quisiera.
-Pero me duele...
-Te aseguro que ese dolor es una ínfima parte del que yo he sufrido por tu culpa. Pero tranquila, que no voy a seguir.
-¿Me harás esto otra vez?
-¿Te he dado permiso para hablar?
Noelia negó con la cabeza.
-Ya puedes hablar.
-¿Me vas a hacer esto...?
-Depende de ti -dije interrumpiéndola-. Si te portas mal, tendrás que recibir tu castigo. Aunque puede que no sea un castigo como este. O puede que sí. ¿Quién sabe? También puede ser que alguna vez me den ganas de jugar así contigo.
-Vale.
-¿Quieres que te folle?
-Yo siempre tengo ganas de ti.
-Eso ya lo sé -dije pasando un dedo por su cara.
Ella cerró sus ojos e inclinó su cabeza para que le diera más cariño de esa manera. Fue un momento muy tierno por su parte, pero rápidamente retiré mi mano de ella. La puse en posición, abriéndola bien de piernas, pasando a bajarme un poco el pantalón y los boxers, hasta medio muslo para darle unos golpecitos con mi polla en su coñito. Lo tenía empapado, pegándose sus fluidos a mí. Me froté un poco con ella, dándole placer con ese roce, especialmente con lo lubricada que estaba. Pero no se la metí, porque me moví por la cama, gateando de rodillas para quedar con una pierna a cada lado de su cabeza y que me la chupara. Ni se lo pensó, agarrándola para metérsela en la boca y chupar con mucha ansia. Pero al final acabé follándole yo la boca al agarrarle del pelo y moverme. Ella puso sus manos en mi culo, llegando a empujar en ocasiones. Había momentos en los que se la clavaba en la garganta, hasta que ya no pude más y me acabé corriendo, diciéndole que sacara lengua para ver cómo caía el semen sobre ella y en el interior de su boca.
Se atragantó un poco y empezó a tragar, aunque le dije que no lo hiciera todavía. Aguantó lo restante después de tragar por primera vez para enseñármelo un poco y tragar, volviendo a chupar un poco más para sacar hasta la última gota. Fue un buen orgasmo para mí, quedando yo bastante satisfecho. Hasta se le había pasado ese malestar del castigo que le había puesto, porque volvía a estar con una sonrisa en su cara. Me eché en la cama, tumbándome un poco, abrazándome ella, aunque la aparté, diciéndole que no me tocara. Pasados un par de minutos, me puse bien la ropa y el cinturón y me levanté. Noelia me preguntó a dónde iba, diciéndole yo que a mi casa, que por hoy ya habíamos acabado. Le resultó imposible ocultar esa cara de decepción que puso, pero era parte del castigo, dejarla con ganas y sin correrse. Era algo que ya había hecho en numerosas ocasiones y que disfrutaba de por sí, pero en esta ocasión, mucho más.
-¿Cuándo nos veremos?
-Joder, ¿aún no me he ido y ya estás dando por culo?
-Es que...
-Te has quedado con ganas de seguir, ¿no?
-Pues sí.
-No me gusta que seas tan contestona, ¿sabes?
-Pero me has preguntado.
-No tienes ni puta idea de cómo comportarte. Vas a necesitar otro castigo.
-No, otra vez, no...
-Será si yo quiero, ¿no?
-Sí.
-Eso es. Pero no. No voy a azotarte más por hoy, que se te va a caer el culo entonces.
-¿Puedo hablar?
-Sí.
-¿No te has quedado con ganas de seguir? ¿No quieres follarme?
-La verdad es que no. Estoy saciado.
-¿Solo con una mamada?
-Ayer eché dos buenos polvos.
-¿Qué?
-¿No te lo dije? Con la del pelo rosa.
-Ah... -dijo poniendo una cara que transmitía más dolor que todo el juego de los azotes.
-Vaya... Joder, te van a hacer más daño esas palabras que lo que te he hecho hace un rato. Cualquiera lo diría si te viera el culo.
-Mmm... -decía sollozando.
-Estuvo muy bien. Sara folla de puta madre, ¿sabes? Me dejó seco.
-No quiero saber más.
-Pero yo sí quiero que lo sepas. Mira, resulta que es bisexual. Y cuando terminamos le pregunté qué le habías parecido. Le pareciste muy mona. Le gustaste bastante. Así que he pensado que podíamos haber un trío. ¿Qué dices?
-Mmm, no -decía con sus ojos vidriosos.
-¿Por qué?
-Porque no. Mejor que no.
-Dame una razón mejor que esa.
-Lo sabes de sobra, porque me duele verte con otras chicas.
-Ah, es verdad, que eres una celosa... Aunque no tienes derecho a estarlo, porque no somos nada.
-Ya.
-Dime, ¿por qué te conformaste con lo que te dije de que solo quería sexo contigo y nada más? Pareció no importarte mucho para sentir lo que dices sentir.
-Porque es divertido. Y me pones mucho. Contigo voy a tener el mejor sexo de mi vida. Lo sé.
-Y te conformas con eso.
-Sí.
-Ah... Pues puede ser mucho más divertido si metemos a alguien más, como Sara, que tiene mucha experiencia en tríos y tal...
-Pero...
-No parecía importarte una mierda hacer un trío conmigo y con María. Coño, si hasta estabas dispuesta a hacer un trío conmigo y con tu hermana con tal de follar conmigo.
-Pero es que ya no soy así, Javi...
-Es que ahora quiero que seas así.
-No puedo, Javi. Si te veo con otra me muero -dijo empezando a llorar de verdad.
-La vida es una mierda, nunca tenemos lo que queremos. Y cuando lo hacemos, siempre pasa algo para que se joda. Deberías aprenderlo, porque entre tú y yo no va a haber otra cosa más que esto.
-¿Te puedo dar un abrazo?
-¿Me estás oyendo?
-Sí. Pero necesito uno. Por favor.
No dije nada, ni tampoco hice nada. Ella se tomó la libertad de dármelo. No es que me hiciera sentir mal, porque esta chica no me podía importar menos, pero sí es verdad que me recordó a un momento del pasado junto a su hermana. Le froté un poco la espalda y me dejé llevar por una compasión que no debí haber tenido con ella.
-Anda, no llores más -dije tras unos momentos en los que ella me abrazaba con fuerza y lloraba con un buen berrinche.
-Es que te quiero.
-No sigas por ahí. Mira, tengo otra cosa para ti.
-¿El qué?
-Esto -dije dándole algo de mi maleta, lo cual estaba envuelto en papel de regalo negro y rojo.
-¿Qué es?
-¿Por qué no lo abres?
Noelia lo abrió con ansia, descubriendo que en el interior del envoltorio había un collar. Pero era uno fino, con un lazo de cuero que se unía a sí mismo con una argolla redonda de metal. Alicia, la choca del sexshop, me dijo que era común que la persona dominada llevara un collar así, porque indicaba una relación de dominancia, sobre todo cuando había más gente de por medio, en donde había gente que llevaba cadenas atadas a ellos, como si estuvieran paseando a un perrito. Quería uno de los simples, era más un detalle que otra cosa. Y había de dos maneras, con la argolla redonda, o con forma de corazón. Descartadísimo ese último, por eso compré el que le acabé dando. Ella lo miró con atención y luego me miró a mí.
-¿Sabes lo que es?
-Un collar, ¿no?
-Así es. Esto significa que eres mía. Y de nadie más. Al menos que yo lo permita.
-No necesitaba esto para que todo el mundo lo supiera.
-Ah, ¿no te gusta?
-No he dicho eso -dijo con miedo mientras se lo ponía-. ¿Qué tal me queda?
-Bien.
-Es muy mono, porque es muy simple y no llama la atención. Me gusta. Lo voy a llevar siempre -dijo volviendo hacia mí después de mirarse en su espejo, dándome un abrazado muy grande.
-Mañana Andrea se va a casa por la tarde. ¿Qué te parece si nos vemos en mi casa por la noche?
-Sí, por favor.
-Pero no te puedes tocar, ni correrte. Sabré si lo has hecho.
-Vale, vale. Como tú quieras.
-Bien.
-Si quieres podemos estar todo el fin de semana juntos. Puedes hacer conmigo lo que quieras.
-Tengo planes para ti. Se me ocurren muchas cosas, muchas locuras... Pero poco a poco. Este fin de semana no puedo. Me voy con mi familia.
-Vale... Me encantaría...
-Olvídate. Es que ni lo menciones, vaya...
-Tranquilo -decía dándome otro abrazo.
-No me enfades más, ¿vale? Que ya sabes lo que pasa si lo haces.
-Sí.
-A ver si es verdad.
-¿Y cómo hacemos mañana? ¿Cenamos juntos como hoy o…?
-No lo sé. Ya vamos hablando.
-Vale. Estaré atenta.
-Estoy siendo demasiado blando contigo. Y esto no puede ser.
-¿Por...?
-Porque te vas a acostumbrar. Y te conozco.
-No voy a enfadarte más. Te lo prometo.
-Quizá debería dejar pasar unas semanas para volver a vernos.
-No -dijo alarmada.
-Ya veremos.
-Javi, por favor...
-Me voy.
-¿Me puedo quedar esto?
-¿La venda? Lo que quieras. No la voy a usar para nada más.
-Es que huele a ti. Me encanta.
-Toda tuya. La pala me la llevo, por si la vuelvo a necesitar contigo.
-Vale.
-Y cómprate una crema o algo para echarte en el culo, que tiene un poco de mala pinta.
-Vale. Mañana voy a la farmacia.
-Mañana nos vemos. No te levantes, me conozco el camino a la puerta.
-Hasta mañana. Te quiero.
-No digas eso.