Capítulo 883
También me contó que ella había tenido solo un novio y que fue algo bastante breve, que fue antes de que el accidente de sus padres tuviera lugar. Pero se centró más en escucharme que en otra cosa, haciéndome varias preguntas. Al final le conté prácticamente todo lo ocurrido desde que me empecé a ver con Elena hasta que llegué allí. Abby me dijo que era un poco desastre, siendo bastante comedida y educada.
Al menos conseguí que se relajara en cierto modo, volviendo todo un poco a la normalidad, porque ya la notaba más habladora para lo que ella era, como también me proponía más hacer alguna cosa, o simplemente cambiar de juego para poder probar otros. Me alegraba de haber podido conseguir reconducir la confianza que teníamos, como también me sentó bien hablar con ella de todo lo que había pasado en mi vida.
Afortunadamente, la cosa volvió a la normalidad conforme pasaban los días. Y, de hecho, notaba que sus visitas eran más frecuentes los fines de semana. Llegamos incluso a hacerlo rutina, porque comíamos juntos y también jugábamos mucho con la consola y el ordenador.
La verdad es que compartir hobbies con ella era algo que me encantaba, pues podíamos pasarnos horas jugando juntos, comentando sobre juegos y demás, cosa que no había podido hacer mucho con las chicas con las que me había visto, sin contar las que conocí en la tienda, Andrea y Ángela, que se aficionó mucho a ello.
El problema, por decirlo de algún modo, era que conforme más tiempo pasaba con ella, más me apetecía verla, y eso que lo hacíamos prácticamente todos los días, pero ya pensaba de otra manera. La veía muy guapa y atractiva, pasándoseme por la cabeza Elena en alguna ocasión, pero no por nada en especial, sino porque sus cuerpos eran muy parecidos.
Era lo único, porque sus caras no lo eran, aun siendo preciosas las dos, como tampoco en el pelo, teniéndolo Abby más corto que ella, aunque su peinado fuera un poco parecido al ir ambas con la raya al medio, pero no pensaba en ella cuando la miraba a la cara.
Sus cuerpos, sin embargo, sí que tenían muchas similitudes: pechos pequeños, blanquitas de piel, aunque lo de Abby era ya casi extremo, sus culitos redondos y respingones y sus muslos carnosos. Aunque tampoco la había visto con poca ropa. De hecho, solo le había visto los brazos desnudos con el uniforme de verano.
No recuerdo hacerlo nada más conocerla, pero a raíz del incidente en el que la recibí en casa casi desnudo, sí que me había despertado más curiosidad en el aspecto sexual, porque me preguntaba qué podría pensar de mí al haberme visto así.
Que se hubiera puesto así de roja me decía que le había gustado lo que había visto y mi imaginación se desatada al proyectarla en mi mente tocándose mientras pensaba en mí, estando tan roja como en ese momento que me vio de aquella manera.
Y tenerla tan cerca hacía que me entraran ganas. Llevaba ya varios meses sin hacer nada con ninguna chica y el cuerpo me estaba empezando a llamar la atención de que requería un cambio en ese aspecto, pero estaba muy cómodo con ella y me daba miedo dar el paso y que la amistad tan bonita que teníamos se pudiera romper, como pensé que podría pasar con ese incidente.
Se me iban mucho los ojos a su culo cuando ella se levantaba para ir al baño, ya fuera en su casa o en la mía, y también me quedaba embelesado con su cara, especialmente con sus ojos tan bonitos, aunque su sonrisa no quedaba atrás. Pese a llevar brackets, lucía preciosa, como que se le iluminaba la cara cada vez que lo hacía.
No me costó mucho trabajo en esta ocasión darme cuenta de que me estaba pillando por esta chica. Y la cosa iba en serio, porque, pese a todo el tiempo que pasábamos juntos, continuaba pensando en ella en los ratos en los que no nos veíamos o no hablábamos por mensaje, principal vía para comunicarnos cuando no era en persona.
El fin de semana previo a mi cumpleaños, mientras charlábamos, le comenté que se estaba aproximando y que quería celebrarlo un poco, pero caía entre semana, por lo que tenía en mente dejarlo para el fin de semana. Ella se sorprendió mucho, no porque le contara que mi cumpleaños se acercaba o porque la invitara, sino porque el suyo era unos pocos días después del mío.
Ella me dijo que no estaba acostumbrada a celebrarlo, que para ella era como un día más. Me dio una pena cuando me dijo eso, que no pude evitar decirle que eso iba a cambiar, porque podíamos aprovechar para celebrar los dos al mismo tiempo, apeteciéndome tanto por ella, como por mí, ya que los dos cumpleaños previos a ese que estaba a nada de tener lugar habían sido bastante malos por las circunstancias que se dieron.
Ella se mostraba muy alegre, diciéndome que le parecía bien, preguntándome si tenía algo en mente, cosa que en realidad no era así, pero le dije que podíamos pensarlo. Ella no tenía nada en mente tampoco, aunque después de pensar un poco dijo que podríamos pasar el día juntos. Me pareció perfecto, aunque le pregunté qué podíamos hacer.
Ella estaba un poco despistada, sin saber qué decir. Parecía estar un poco descolocada, imagino que por no estar acostumbrada a celebrarlo. Me dijo que podíamos jugar un poco a algunos juegos, dar un paseo y comer por ahí fuera. Me parecía todo muy bien, aunque le propuse que cenáramos también fuera y que luego nos tomáramos algo por ahí.
Abby aceptó sonriente, diciendo que llevaba mucho sin salir a tomar algo, pareciendo que le estaban entrando ganas de que llegara ese plan. Luego me preguntó cuándo quería que me diera mi regalo, si el día de mi cumpleaños, o el día que dijéramos de celebrarlo. Al final pensé que lo suyo sería ese día en el que celebráramos los dos, dándole yo de paso el suyo.
Quedó todo más o menos planeado en ese rato que estuvimos hablando, aunque tenía que pensar qué le iba a regalar, pero ya me ocuparía de ello más tarde. Por lo pronto, seguimos jugando con la consola, estando ella muy concentrada y compartiendo su experiencia conmigo. Yo me quedé más pensativo con aquello de que no solía celebrar su cumpleaños. Me daba mucha pena, no llegándome a creer aún cómo podía estar así de sola con lo increíble que era.
Era tan cariñosa, amable, atenta, inteligente... Si hasta se traía a su gata a casa cuando venía a verme los fines de semana para no dejarla sola, aunque siempre me preguntaba si me importaba, no poniendo yo ningún problema por lo tranquila y cariñosa que era también su mascota. Ese día, una vez volví de dejarla en su casa, me quedé pensando en lo mal que lo tenía que haber pasado, aunque no quise hacerme más daño del que me hacía, poniéndome a pensar qué podía regalarle por su cumpleaños.
Mis amigos me preguntaron si iba a hacer algo por mi cumpleaños, comentándoles yo que sí, que algo tenía en mente. Se interesaron por el plan, siendo yo transparente, contando lo que tenía planeado junto a Abby. Todos se alegraron mucho de ver que estaba haciendo migas con ella, aunque luego Ángela me llamó corriendo una vez dejamos de hablar en esa llamada grupal.
Se puso un poco cotilla, preguntándome si había alguna novedad respecto a Abby, haciéndome yo un poco el loco, pero ella no era tonta, pidiéndome que me mojara. Le dije la verdad, que estaba notando que me estaba empezando a gustar de verdad esta chica y que incluso había empezado a fantasear con ella. Ángela se partía por eso último, preguntándome cuándo tenía pensado lanzarme, aunque aquí le paré los pies.
Ella se extrañó de ello, preguntándome qué pasaba. Le dije que tenía dudas de decirle algo por varias razones. La primera era que no quería estropear lo que había, por si le causaba incomodidad. Ya venía escarmentado de lo que pasó en el incidente de la toalla y la verdad es que no quería volver a pasar por ello. Y segundo, porque no sabía si estaba preparado para empezar algo con alguien.
Ángela me preguntó si tenía ganas de ello, confesándole yo que sí, que me parecía una chica fantástica y que me gustaba mucho pasar tiempo con ella. Después me preguntó si me había fijado en alguna chica más, respondiendo yo negativamente. Ella ya lo tenía bastante claro a esas alturas entre ese detalle y todo lo que le había contado sobre ella. Yo seguía un poco en duda, pero me quedé con su consejo al decirme que me dejara llevar y que si me apetecía dar el paso, que lo diera.