Capítulo 885
Durante el viernes por la noche, Abby y yo estuvimos hablando de cómo lo haríamos para pasar el día juntos para celebrar nuestros cumpleaños. Quedamos en que nos reuniríamos por la mañana para vernos y luego comer juntos, queriendo improvisar, aunque le sugerí ir a algún restaurante para comer y no tener que preparar nada, cosa que ya habíamos comentado y que le pareció bien.
Ese sábado me levanté como siempre, porque tenía tiempo más que de sobra para hacer todo lo que tenía en mente. Me dio tiempo a ir al gimnasio y luego a correr un poco por las cercanías de mi casa, yendo luego a darme una ducha para pasarme por una tienda de ropa y comprarme algo que estrenar, por lo que me puse en marcha, pidiendo opinión en la tienda que más me gustó de las que encontré, consiguiendo una camisa y un jersey para aquel día.
Luego me pasé a comprar el regalo de Abby. Se me vino a la mente que a ella le gustaba mucho jugar, pero que lo tenía consola para hacerlo, teniendo solo un ordenador, el cual tampoco iba sobrado. La única duda que tenía era de si comprarle una consola o un portátil que tuviera buenos componentes para jugar. Pero no me resultó difícil decidirme, pues ella me había dicho en alguna ocasión que prefería las consolas y de hecho, estaba acostumbrada a jugar con la mía.
Así que le compré la misma consola que tenía yo, bueno, un modelo mejor y más avanzado, pero con el que ambos podíamos jugar en línea. También me hice con dos juegos para que no la tuviera de pisapapeles y se pudiera entretener, siendo uno de ellos el que más jugaba cuando iba a casa y con el que pudiéramos jugar los dos juntos. El otro que le compré era uno más reciente, el cual llevaba poco en el mercado.
Pedí que me lo envolvieran todo para regalo y me lo llevé a casa para dárnoslo luego, pues antes íbamos a dar un paseo, por lo que fui a su casa en moto y ella me recibió con una sonrisa muy bonita, dándome un abrazo. Estuvimos un rato en su casa, charlando mientras su gata estaba con nosotros. A Abby le hacía gracia el cariño que me había cogido su gata habiéndome visto pocas veces, pero era algo que le gustaba.
Al final estuvimos más rato de la cuenta en su casa charlando, pero la verdad es que daba igual, porque estábamos muy entretenidos. Se nos pasó el tiempo muy rápido y al final improvisamos un poco para ir a comer a algún sitio, acabando en uno al que solía ir ella años atrás, el cual me gustó bastante por su sencillez, además de que todo lo demás estaba bastante bien. Fue una comida que nos tomamos con calma y muy agradable, aunque lo que más me gustó fue la compañía.
En lo que comíamos acordamos dar un paseo después para luego ir a su casa y comernos allí otra tarta que preparó, pero esta vez para los dos. Que la que preparó para el día de mi cumpleaños también lo fue, pero todo lo que sobró me la llevé a casa y me la terminé yo solo y luego lo que haríamos, después de entregarnos los regalos también, sería arreglarnos bien para ir a otro restaurante a cenar y luego poder irnos a tomar algo por ahí.
Me parecía un plan excelente, por lo que pagamos la comida y nos fuimos de allí, empezando a dar el paseo. Ya lo había hecho bastante por la ciudad, pero ella me llevó por algunos rincones que no conocía, yendo todo de maravilla, aunque luego cambiaría un poco la cosa, porque llegamos a lo que yo creía que era un parque al tener tanto césped y verdor, como había reconocido en las veces que había pasado por ahí en varias ocasiones, aunque no lo era.
Nunca había entrado y ahora que lo había hecho por fin me daba cuenta de aquello era un cementerio, lo cual me impactaba un poco, ya que no estaba acostumbrado a ver un cementerio de esa manera, como tampoco esperaba encontrarlo en una zona tan céntrica y sin mucha privacidad al poder verse todo desde fuera. Tan céntrico estaba situado, que la cafetería donde trabajaba Abby se encontraba tan solo a unos 500 metros de allí.
Me llevó hasta donde se encontraban enterrados sus padres, estando uno al lado del otro. Vi que se emocionó, porque se le pusieron los ojos vidriosos y de hecho se le derramó alguna lágrima. No dijimos nada, dándole yo un abrazo para consolarla, porque era muy evidente que se le hacía muy duro estar allí.
Cuando salimos y continuamos dando ese paseo que empezamos previamente, me contó que le costaba mucho ir a ese lugar en el que estaban enterrados sus padres, porque le traía malos recuerdos. De hecho, me dijo que podía contar con los dedos de una mano las veces que había ido a verlos, pero que siempre pagaba un servicio que mantuviera el lugar limpio y para que le pusieran flores regularmente, como pude observar, ya que había unos lirios morados.
Abby me contó que pidió que pusieran de vez en cuando ese tipo de flor en específico, como también deseaba que fueran de ese color. La razón era más simple de la que imaginaba, ya que su madre se llamaba Lily y el morado era su color favorito. También me contó que no solía mirar cuando pasaba por el lugar, confesándome que siempre apartaba la mirada cuando yo la llevaba desde su casa al trabajo, ya que solíamos pasar por ahí.
El paseo se volvió muy silencioso, aunque no pude evitar preguntarle por qué habíamos ido hasta allí si no le gustaba hacerlo. Abby me contó que llevaba mucho sin hacerlo, que en lo que llevábamos de año no lo había hecho aún y eso que estábamos por acabarlo en pocas semanas, pensando que tendría la fuerza suficiente estando yo a su lado. No le dije nada al respecto, pasándole solo el brazo por encima de los hombros.
Aunque sí pensé que ese gesto de llevarme hasta allí y decirme lo que me acababa de decir era el mejor regalo que me podía haber hecho, aunque sospechaba que ella no se daba cuenta de ello. Y yo tampoco le dije nada, continuando con el paseo hasta que volvimos a su casa, pero le pedí un momento para que pudiera ir a por su regalo, cambiándole el ánimo, pidiéndome que no tardara mucho, que ella también me quería dar el mío.
De camino a casa me quedé muy pensativo con lo que había pasado cuando fuimos al cementerio, dándome cuenta del mal cuerpo que se me había puesto al verla así de mal, con algunas lágrimas en su cara. No quería volver a verla así más, eso lo tenía muy claro. Fui hasta casa y eché en la moto el regalo que le compré por la mañana, no tardando en volver a su casa para poder intercambiárnoslos.
Cuando llegué, Abby me esperaba al parecer con impaciencia, porque me abrió la puerta enseguida. Me contó que estaba pendiente, mirando por la ventana y que en cuanto me vio fue a abrir. Mi regalo estaba sobre la mesa del salón, indicándome ella que dejara mi regalo al lado, porque antes teníamos que hacer una cosa.
Para ello, me llevó al comedor, en donde me pidió que esperara, sacando otra tarta que hizo el día anterior, aunque esta vez era de limón, comentándome ella que era de sus favoritas y que lo mejor era que no empachaba mucho. Volvió a poner las velas que usó el verdadero día de mi cumpleaños, aunque ahora también puso las suyas.
24 años hacía ella, mientras que yo ya llegaba a los 28, aunque en realidad ese día no era el verdadero cumpleaños de ninguno de los dos, pero acordamos celebrarlos ese día. Nos cantamos cumpleaños feliz mutuamente y soplamos las velas después de pedir un deseo, dándonos un abrazo cuando terminamos. La tarta estaba tremendamente buena, gustándome mucho, porque como me contó, era suave y ligera, cosa que te permitía comer sin miedo a empacharte.