Capítulo 751
Me moría de ganas por llegar a algo más, por eso empecé a meter mis manos por dentro de su ropa, poniéndose ella nerviosa, aunque yo le siseaba para calmarla. Así llegué a agarrarle un pecho al no llevar ella sujetador e ir con una sudadera gruesa. Estuve jugando un rato con él, apretándolo para luego acariciar el pezón con mis dedos y llegar a pellizcarlo. Los besos que nos dábamos se empezaron a hacer más empalagosos, con ella gimiendo de esa manera, por lo que interpreté que le estaba gustando.
Deseaba follarla cuanto antes, pero no podía cambiar el ritmo de manera tan brusca, porque sabía que se iba a asustar, pero probé suerte al cambiar mi mano de lugar, empezando a bajarla hasta llegar a su cadera, metiendo los dedos por dentro de sus leggings y de sus braguitas, pasando a ponerla en su culazo para apretar una nalga. En ese momento le dije que me encantaba su culo, pasando yo a besarle un poco el cuello, aunque ella demandaba mis labios, por lo que me agarró la cara con una mano para dirigirme a su boca.
No tardé mucho en seguir jugando, esta vez pasando mi mano a la parte delantera, acariciando su pubis y poniéndose ella más nerviosa, pero casi no le di oportunidad, porque le acaricié la raja, encontrándola muy caliente y bastante húmeda. Le salió un gemido del alma, el cual me encantó y me incitó a tocarla con algo más de intensidad, pero llevé cuidado de que no se corriera, porque se lo quería comer y quería que acabara en mi boca.
Por eso le dije que quería pasar más allá, para que no le pillara de nuevas, como cuando le empecé a tocar el coño. Como ocurrió la noche pasada, se puso muy nerviosa cuando dije de desnudarla, queriendo que siguiéramos a oscuras, pero le dije que ya la había visto desnuda y que me encantaba, señalando mi erección para que tuviera esa prueba. Andrea resopló estando muy roja y miró al techo, diciendo que estaba bien, por lo que la empecé a desnudar, aunque de manera bastante lenta teniendo en cuenta las ganas que tenía de hacerle de todo.
Cuando la dejé desnuda por completo, ella se tapaba cerrando sus piernas y también lo hacía con sus pechos, así como con su cara. Me hacía gracia en realidad, porque la veía más tímida que acomplejada, pero le dije que era una tontería estar así y que se pusiera en mi lugar, preguntándole si a ella le gustaría que cuando yo me desnudara me estuviera tapando todo el rato. Poco a poco se fue dejando llevar en lo que yo empezaba a besar su cuerpo. Aunque antes ella me quitó la sudadera y me empezó a acariciar el cuerpo conforme yo me pegaba al suyo y me iba moviendo para besar diferentes partes.
Le comí las tetas, pero no fue algo que durara mucho, pues yo tenía claro mi objetivo. Me tuve que ayudar de mis manos para abrir sus muslos y poder tener acceso a su coño, el cual no me demoré en empedar a degustar. Andrea lanzó un gritito esta vez, aunque rápidamente se relajó y no tardó mucho en correrse en mi boca como yo ya preveía. Se retorció y me llegó a tirar del pelo, pero se quedó rendida una vez la dejé tranquila, respirando muy aceleradamente mientras yo me relamía sus fluidos.
Tras un rato, ella acabó abriendo los ojos, habiendo ido yo a por los condones, que se habían quedado en el salón. Me di cuenta de que la estaban llamando al móvil de camino al oírlo sonar, pero no se lo llevé, porque no quería que nos interrumpieran. Cuando volvió en sí se tapó un poco de nuevo, pero una sonrisa por mi parte la calmó y me dejó acariciar su cuerpo. Le enseñé los preservativos, dándole a entender lo que me gustaría hacer a continuación, pero ella me preguntó susurrando si me la podía comer primero, respondiéndole yo que como ella quisiera.
Puso una pequeña sonrisa en su rostro y me empezó a besar de nuevo, empezando a impacientarme yo, porque los besos con ella eran bastante largos, como terminó siendo ese, pero por fin empezó a bajar por mi cuerpo para terminar de desnudarte y agarrar mi polla, dura como una piedra, para empezar a masturbarla, no tardando mucho en acercarse a ella para lamer como le expliqué la noche anterior, pasando a chuparla al poco.
Me la estuvo chupando durante un buen rato, con ella poniendo de su parte y hasta animándose a preguntarme para que lo hiciera mejor, como si quisiera que le enseñara. Le fui diciendo cómo tenía que hacerlo, aunque ya lo hice en nuestra primera vez, no hace muchas horas. Pero en lo que más hincapié hice fue en que se dejara llevar y que disfrutara también ella, porque así sería todo más natural y haría disfrutar a la otra persona también.
Tras eso me relajé bastante y también me dejé hacer, haciéndole algún comentario en el que le dije que no tuviera vergüenza a hacer nada, que cuanto más guarro se fuera en la cama, mejor, comentando además que eso era lo que hacía yo. Ella se puso roja, pero no llegó a decir nada, continuando con la mamada hasta que le dije de pasar a hacerlo ya, porque me moría de ganas por metérsela. No faltó el gesto de taparse con las manos su cuerpo, aunque no podía hacerlo con todo, obviamente, quedando sentada de lado sobre la cama esperándome.
Para mi sorpresa, me dijo que no me pusiera el condón tan rápido y que se la metiera un poco, porque le había gustado mucho cómo lo hicimos la pasada noche. Por supuesto que quería hacerlo sin condón, porque me daba mucho morbo y porque así era mucho más placentero, por lo que me quedé un momento pensativo, aunque ella me dijo que solo sería un poco y que debíamos llevar cuidado, pero que confiaba en mí, porque la pasada noche lo había hecho y no pasó gran cosa al llevar yo cuidado y al sacarla a tiempo.
Me puso una cara que me convenció al instante, por lo que dejé el condón sobre la cama, cerca de nosotros, para ponerme sobre ella y frotarme con su rajita un poco. Andrea gemía muy bajito y de manera tenue, pasando a suspirar conforme se la empecé a meter. Al igual que la pasada noche, la notaba muy caliente y también húmeda, yendo yo lento sin llegar a metérsela por completo.
En esta ocasión, en vez de sacarla de la misma manera, para volver a entrar, me quedé dentro de ella, mirándola fijamente a los ojos, pasando ella a abrazarme, pegando nuestros cuerpos. Al quedar en esa postura, le dije que no me besara el cuello si no quería tener un susto, preguntando ella por qué. Le expliqué que tenía esa zona muy sensible y que si lo hacía, seguramente iba a empezar a correrme sin poder evitarlo.
Ella rio un poco, bajito y me acarició la espalda, contándome que le encantaba sentirme así. Le sugerí que apretara su pequeño coño para darnos así placer a los dos, haciéndolo ella y respirando de manera errática como consecuencia. Yo me mantuve como estaba, empujando un poco más si acaso para hacer la máxima presión que pudiera, gustándole a ella a juzgar por los sonidos que emitía.
Tras unos minutos así me empecé a mover muy lentamente, despegándome muy poco de ella, lo justo para que nos pudiéramos besar. Mi compañera de piso no dejaba de acariciar mi espalda y también mi culo, el cual estrujaba por momentos, llegando a empujarlo también para que fuera más rápido. Al final acabé follándola a buen ritmo y metiéndosela por completo, llegando a ponerme de manera vertical, agarrándola de los tobillos para darle bastante fuerte en esos últimos segundos en los que acabé parando para ponerme el condón después de esperar unos momentos para calmarnos los dos.
La dejé al borde del orgasmo, porque tenía sus ojos cerrados y sus manos agarraban la almohada con fuerza, teniendo cara de placer, con sus cejas caídas. Yo estaba sofocado, y bastante cachondo mirándola, teniendo muchas ganas de continuar, pero preferí aguantar unos segundos más para que no acabara tan rápido.
Pero es que era imposible que no lo hiciera con lo cerca que se había quedado y con lo excitada que estaba. Y yo pensaba que me costaría llegar con condón, pero nada más lejos, porque me empecé a correr también en cuanto noté cómo le llegó el suyo. Esos temblores eran deliciosos, al igual que ese gemido alto que soltó, reprimiendo los demás al cerrar su boca y morder sus labios desde dentro. Apuré todo lo que pude, moviéndome dentro de ella, pero llegó un momento en el que no pude hacerlo más, porque me agarró con mucha fuerza usando sus piernas. No habíamos follado más de 5 minutos, pero había sido muy intenso y estaba hasta sudando con el frío que hacía.
Ella quedó rendida, bocarriba sobre la cama, echándome yo a su lado tras quitarme el condón. En esos instantes en los que esperaba que ella se recuperara, me fije en que era la primera vez que había usado un preservativo de esa clase y la verdad es que no se notaba nada la diferencia con los normales, siendo algo genial para que no fuera algo que restara en las sensaciones.
Tras ese primer polvo, seguimos un poco más. O más bien, un buen rato más, porque cayeron algunos orgasmos más tras follar de varias maneras. Me sorprendía mucho lo fácil que me corría yo con ella y más aún con una goma puesta, pero es que me ponía mucho ese culazo y tenerla a cuatro y verlo retumbar con mis embestidas era algo que aceleraba mucho el proceso. Al igual que tenerla sobre mí pese a no gustarle mucho a ella la idea por sus complejos, pero accedió al contarle yo que era mi postura favorita.
Tenerla así, encima de mí con su cara enrojecida por el sofoco del sexo y mirándome a los ojos con esa expresión tan sexy me tenía bastante loco. Y ella no se quedaba atrás, porque también se corrió unas cuantas veces, diciendo ya de últimas que era una locura. Hicimos una parada para irnos a la cocina y preparar el almuerzo entre los dos, como solíamos hacer.
El almuerzo lo hicimos en el salón, en la mesa grande, aunque ella estaba más callada de lo que normalmente estaba, sobre todo en esas últimas semanas, desde que apareció Noelia, porque antes de ello era todo lo contrario, sacando tema de conversación sin parar y preguntándome muchas cosas. Sabía de sobra el motivo, y como no quería que la cosa fuera a peor, guardé silencio. Tan solo le pregunté cuando tenía pensado irse a casa, porque las clases ya habían acabado y todas sus amistades se habían marchado. Me dijo que tenía pensado hacerlo a media tarde en autobús.
Le pregunté si quería que la acercara yo, que no tenía ningún problema en ello, aunque ella no quería abusar, pero le volví a decir que no era problema y quedamos en que la llevaría yo a su casa. Me preguntó si quería que se fuera ya a casa al preguntarle aquello, pero lo cierto es que no, pasando a decirle que si por mí fuera, se podía quedar todas las navidades conmigo.
Tras comer y recoger, nos quedamos en el sofá, jugando un poco con la consola entre los dos. Pensaba que no habría mucha más historia ese día, pero me acerqué un poco a ella para pasarnos el mando más cómodamente y al final acabamos otra vez liados, besándonos allí mismo, en el sofá, y continuando un rato.
Me la empezó a comer allí y yo también se lo comí a ella, pero me pidió que fuéramos a la cama, así que ambos nos subimos nuestra ropa interior y nuestros pantalones, aunque yo la cogí en brazos, asustándola un poco y revolviéndose, pero le agarré con fuerza, empezando a encarar el pasillo para ir a mi habitación, aunque cambié de opinión al ir a la suya al estar de camino. Allí le conté que esa había sido mi habitación en tiempos de universidad, aunque ya era algo que le había contado anteriormente, pero se lo recordé, pasando a decirle que me gustaría hacerlo ahí con ella.
Así que estuvimos echando unos cuantos polvos más, disfrutando de ese sexo tan nuevo para ella al no haberlo practicado con nadie más. Ya una vez desfogamos en el primero de la tarde, me pidió que fuéramos más lento, porque se lo notaba un poco irritado. Así que llevé cuidado de no causarle más molestia de la que tenía, aunque había momentos en los que no me podía controlar, al igual que le pasaba a ella al empujar con su culo cuando la tenía a cuatro o cuando estábamos los dos de lado y yo le daba desde atrás.
Nos dimos cuenta de que el tiempo pasaba y ella quería volver a casa, así que paramos y nos dimos una ducha, por separado, porque ya volvía con sus complejos y demás, no dándome opción ni a decirle nada, porque se levantó rápido para irse al baño y cerrar la puerta. La dejé en su casa una vez llegamos, despidiéndonos sin saber cuándo nos veríamos, aunque yo le sugerí hacerlo de vez en cuando durante las vacaciones para pasar un buen rato, pero ella no me llegó a decir nada al respecto, despidiéndose de mí y dándome las gracias por haberla llevado a su casa, volviendo yo a la nuestra después.