Siempre

Que gran noticia recuperar esta extraordinaria trilogía, de las mejores que he leído, no solo en foros de Internet si no que supera a muchas novelas eroticas.

Perfectamente construida, con personajes bien delineados, descripciones justas y diálogos precisos. Con una estructura que deben envidiar varios guionistas de series de Netflix.

Solo espero que esta vez si podamos conocer el final de Alberto y su peculiar pandilla.

Muchas gracias a @salgas por traernos de vuelta a @creadordesensaciones
 
Capítulo 12
Alguien quiere que caigas
MADRID 2019

Alberto volvía a estar frente a la verja de aquella gran casa.

- Buenos días Soy Alberto.

- Buenos día Señor, adelante.


La puerta inició su apertura chirriando y Alberto avanzó con su vehículo hasta aparcarlo bajo el mismo árbol del día anterior.

- Buenos días don Alberto.

- Buenos días Lucia, ¿Cómo está Elías?

- Parece que hoy está mucho mejor, pase, pase.

- Gracias.

- ¿Le apetece tomar algo?

- No gracias, de momento no.

- El Señor Elías está en el jardín, pase usted, que le espera.


Y Alberto volvió a atravesar aquella sala que daba acceso al jardín.

- Elías, Buenos días, ¿Qué tal te encuentras?

- Pues bien, un poco más mayor que ayer.

- Estás bien, no pierdes el sentido del humor.

- Si lo pierdo… ¿Qué me queda?

- Tienes razón.


Sanchís, se recolocó en su sillón de mimbre, se colocó las gafas y miró a Alberto.

- ¿Qué ha pasado?

- Nos abren expediente, por una obra…

- ¿Habéis hecho algo mal?

- Hemos hecho lo de siempre…

- Te lo dije, ten cuidado.

- Pero no sé de qué tengo que tener cuidado.

- Mira Alberto. El estudio ya no es aquel sueño de tres amiguetes arquitectos, ahora es una empresa que factura muchos euros, muchos.

- Ya, pero…

- Siempre que una empresa sea de lo que sea, venda huevos o venda melones, siempre que genere mucho beneficio, van a aparecer los buitres.

- Pero aquí no hay buitres… Miguel es...

- Miguel es un Buitre, que le da igual la arquitectura, las obras, los proyectos… a ese chico solo le interesa el dinero, cuanto más mejor.

- Pero su padre… a mí no se me ocurriría...

- Tú no eres Miguel, a ti te importan las obras, los proyectos, te gusta diseñar, te gusta crear espacios, tú eres arquitecto…

- Sigo sin entender a Miguel.

- Miguel es un empresario, su objetivo es ganar dinero, cueste lo que cueste. Él tiene que escurrir la vaca, sacarle toda la leche, y cuando no de más, vender la vaca y comprarse otra cosa, que le siga reportando beneficios.

- Muy bien, ¿y eso qué tiene que ver conmigo?

- Joder Alberto… Eres el jefe de la 7, el departamento que coordina proyectos, si te tiran a ti, se tambalea la estructura. Después será mucho más fácil dar un empujoncito y ver cómo se desmorona todo.

- ¿Y no se puede hacer nada?

- Claro que se puede, pero me tengo que morir jajajajaja.

- No jodas Sanchís.

- Jajajaja, no has abierto el sobre, por lo que veo.

- No, estuve tentado pero no.

- ¿Lo has traído?

- Claro.

- Ábrelo.

- Pero dijiste, y has dicho que da igual, que tú tienes…

- Alberto, hijo, ábrelo.


Alberto sacó el sobre del bolsillo interior de su cazadora y lo miró, como lo miró el día anterior.

- Ábrelo Alberto.

Alberto se inclinó sobre la mesa y cogió el cuchillo que Elías había usado para su fruta, lo limpió en una servilleta e introdujo la punta en una esquina del sobre. Lo rasgó y miró en su interior.

Sacó un pliego de papeles, los desplegó.

- ¿Qué es esto Elías?

- Lee, coño, y no preguntes estupideces.


Alberto fue leyendo en silencio. Iba pasando de una línea a otra… para cuando llegó al final, varias dudas le asaltaban.

- Creo entender, que el estudio es de los tres socios.

- Correcto.

- Que al faltar Salgado, su parte pasó a su hijo.

- Exacto.

- Y que las dos partes restantes, son de Nervión y tuya.

- Vas bien.

- Que si falta Nervión, su parte pasaría a ti, y viceversa. O sea que actualmente, las dos partes son tuyas…

- Eso es. ¿Qué más?

- Que el día que falten los dos socios, toda la parte correspondiente a ellos pasara a mí. ¿A mí?

- A ti Alberto, a ti. Por eso me tengo que morir ja ja ja.

- No lo digas ni en broma, jamás…

- Tranquilo, no te quiero tanto ja, ja, ja, como para morirme por ti.

- Entonces… Miguel solo tiene un tercio de la empresa…

- Sí, Sí, todo eso es correcto y las matemáticas dicen que dos es más que uno. Se me está secando la garganta, Luciaaaa, Luciaaaa.


Sanchís, carraspeó. Lucía salió al jardín…

- Dígame Señor.

- Tráenos dos cervezas, se me seca la boca de tanto hablar, la falta de costumbre.

- Claro conmigo no quiere hablar.

- Porque solo me hablas para decirme que no haga cosas…

- Ahora mismo se las traigo.


Sanchís volvió a mirar a Alberto que miraba al final del jardín, con la mirada extraviada.

- Lo que te decía, en las empresas, a veces, dos no es más que uno.

- Eso no lo entiendo…

- A ver Alberto, una cosa es quién sea el dueño… Pero luego está el consejo de administración, que decide sobre las cosas de la empresa.

- Pero si la empresa es vuestra, tuya…

- A ver las decisiones importantes, no las del día a día, las importantes, se votan. El consejo de administración se reúne, y llegan a un acuerdo o no, sobre su voto, pero es uno. Luego está el voto de cada una de las tres partes, total que hay cuatro votos.

- Entonces podría haber empate…

- No, en caso de empate, manda el voto del presidente.

- Miguel…

- Exacto.

- O sea, que si el consejo, está de parte de Miguel, da igual lo que tú digas.

- Pero el consejo no está de parte de Miguel, siempre, solo algunas veces, y ahí entra el Carlos ese de los cojones, que se dedica a presionar a los miembros del consejo.

- Joder que lío.

- No es un lío, es política.

- ¿Quiénes formas el consejo?

- Uff ahora mismo no lo sé, no me acuerdo, son siete, de distintas empresas afines al estudio.

- Claro, Lourdes me dijo, que ahora viajaba mucho más porque tenía que reunirse con socios…

- Lourdes es tu amiga ¿verdad?

- Sabes quién es Lourdes.

- Sí ya sé quién es Lourdes
dijo Sanchís con tono de no soy tonto.

- Lo que te pregunto, Alberto, es si es TU AMIGA.

- Sí, es amiga mía…

- ¿Quedasteis bien?

- ¿Que si quedamos bien? ¿Cuándo?

- Alberto, ¿de verdad, tú crees que yo alguna vez en mi vida… He sido gilipollas?

Alberto le miró confundido.

- No, claro que no.

- Lourdes era tu pareja… antes de irte a Zaragoza.

- Sí, pero ¿eso qué tiene que ver?

- Pues te pregunto, ¿quedasteis bien?

- Sí, no éramos exactamente pareja, éramos…

- Vale, erais.

- Eso.

- Pues ahora va a tener que demostrarte si es muy amiga, un poco amiga, o no es de fiar.

- Mira me estoy perdiendo… Me estás contando, que voy a heredar el estudio…

- Dos partes de tres.

- Me da igual, que voy a heredar, que me tengo que pelear con siete personas del consejo de administración, para evitar que Salgado, se haga con el control y venda el estudio. ¿Lo he entendido?

- Casi.

- ¿Cómo que casi?

- Si alguna vez cometieras algún delito fiscal, si alguna vez se te condenaran por algún delito fiscal… No podrías pertenecer al accionariado de la empresa. Está en los estatutos.

- ¿A quién se le ocurrió eso?

- A mí, a Salgado y a Julio.


Alberto estaba atando cabos, estaba asimilando todo lo que le había contado Sanchís.

- Señor, las cervezas.

- Gracias Lucía.


Lucía se inclinó para dejarlas en la mesa, justo en el momento que Alberto salía de sus ensoñaciones, miró a Lucía, y vio la blusa de la mujer ahuecada, y sus dos pechos colgando en libertad dentro de la misma. Tenía unas tetas bonitas, no excesivamente grandes, con unos pezones súper oscuros. Fue un instante, alzó la vista, y los ojos de Lucía se clavaron en los suyos. Alberto apartó la mirada.

- Si no necesitan nada más…

- No Lucía, está bien.


Lucía miro a Alberto.

- ¿El señor tampoco?

- No, no Lucía Gracias.


Ella giró y volvió a entrar en la casa.

- Tienes que evitar, a toda costa que ese expediente llegue a buen puerto.

- ¿Y cómo hacemos eso?

- Cuando se abre un expediente, lo investiga un departamento de cuentas, luego las conclusiones llegan al consejo de administración, que decide qué solución dar.

- O sea que quien decide es el consejo…

- Por eso necesitas a tu amiga Lourdes. Necesitas conocer a los miembros del consejo, qué empresas lo forman…

- Madre mía, que jardín.

- Alberto, piensa que lo que está en juego, finalmente, no eres tú, es la empresa, tú eres el eslabón de la cadena que hay que romper…


Alberto se quedó pensativo, tras un rato en aquel jardín con Elías, decidió marcharse, había quedado a comer con José y Lourdes.

- Elías, me voy.

- Espero que sepas tomar buenas decisiones.

- Espero que sí. Si es por mí, esta empresa no va a caer, te lo aseguro.

- Ten cuidado Alberto. Ten cuidado.


Alberto se dio la vuelta entró en la casa y se dirigía a la salida:

- Ya se va Alberto?

- Sí, Lucía, gracias, cuídale.


Lucía se acercó a Alberto y le dio dos besos a modo de despedida, mientras le pegaba las tetas al cuerpo.

- Lucía…

- ¿No le ha gustado lo que ha visto?

- Yo, no… sí.

- Hasta otro día. Vaya con cuidado.


Salió de la casa, con la mente en las tetas de Lucía, en su insinuación y los muchos problemas que le venían encima.

José Alberto, sentado en la mesa, pidió una cerveza, mientras esperaba a sus amigos.

- Hola José, ¿No ha llegado Alberto aun?

- Lourdes, hola, no, debe estar al llegar.

- Has conseguido…

- Vais a flipar. Va-is-a-fli-par.

- Llevo toda la mañana preocupado. ¿Qué hemos hecho mal?

- Posiblemente nada.


En ese momento entraba Alberto en el comedor.

- Hola, ¿Qué tal?

- Estoy nervioso, no sé qué hemos podido hacer mal…

- Nada, no hemos hecho nada mal. Nos están buscando…


Lourdes lo confirmó con la cabeza y de su bolso sacó una carpeta.

- Mirad. Esto es lo que he conseguido de Buendía, y de Salgado por cierto.

- ¿De Salgado?
Preguntó José

- Sí, de los dos, ya que tengo que hacer una ilegalidad, la hago bien ¿no?

Alberto abrió la carpeta y tras examinar los papeles miró a Lourdes poniendo cara de duda.

- Esto quiere decir…

- Esto quiere decir que Buendía lleva algún tiempo haciéndose con acciones de distintas empresas y Salgado también. Forman parte de los accionariados de muchas empresas, y de otras que no existen.


José escuchaba con los ojos abiertos como platos.

- ¿Son corruptos?

- Yo no diría corrupto, es una práctica habitual, te haces con activos de una empresa y luego consigues que esa empresa no funcione bien y la vendes.

- Madre mía, o sea que quieren vender…

- Pues si eso os flipa, yo me acabo de enterar de que soy heredero de esta empresa.


Lourdes le miró con asombro, mientras José, que estaba bebiendo, hizo el aspersor.

- ¿Cómo dices?

- Pues eso, que resulta que cuando Sanchís fallezca, su parte y la de Don Julio, serán mías.


Los dos amigos miraban a Alberto. Se debatían entre alegrarse, sorprenderse…

Fue Lourdes la que dijo:

- Pero… ¿Cómo que eres heredero?

- Que Don Julio y Sanchís, fueron hace años a una notaría y dejaron por escrito, que sus respectivas partes eran del uno o del otro y cuando falten los dos, mías.

- ¿Y lo dices como quien dice que ha visto un perro ladrar?
Le preguntó José.

- ¿Y cómo quieres que lo diga?

- No sé, tío eres heredero de dos terceras parte de esta empresa, tío, ¿tú sabes el dinero que factura esta empresa?

- Es más complicado…


Y mientras comían, les fue dando detalles de la conversación con Sanchís, de los problemas que les acarrearía que un expediente llegara al consejo…

Lourdes pensativa preguntó:

- Entonces, ¿el expediente es para quitarse de en medio la7? ¿O para quitarte de en medio a ti?

- ¿No te entiendo? ¿Qué más da?

- A ver Alberto, si no llegas a heredar, se quitan un problema…

- Pero ellos no creo que sepan…

- Entonces, lo que quieren es hacer caer la7.

- Aun así, ¿qué diferencia hay?
Preguntó José.

- Si la 7 cae, el expediente es para el departamento, no para Alberto. Por lo tanto, Alberto podría ser accionista…

- Y una vez dentro, destapar las tramas y…

- Y hacerles caer…
 
Capítulo 13
Tu pasado, mi pasado
Zaragoza 2003

Paseaban por las calles de Zaragoza como dos novios, tan pronto iban de la mano, como se abrazaban por la cintura. Fueron pasando por calles con tiendas de souvenirs, y llegaron a la gran plaza del Pilar. Ante ellos la basílica de Pilar.

Los dos pararon en mitad de la plaza, mirando la fachada de la basílica.

- El edificio barroco más grande de España. Le decía Alberto a Merche.

- Yo también he estudiado historia del arte… Estaba entre mis asignaturas.

- Lo sé, pero es que es la ostia… Mira esa…


Se hacían apuntes el uno al otro, que si mira allí, anda mira eso, los dos absortos con los detalles arquitectónicos que veían.

Llegó la hora de comer y entraron en un restaurante que les pareció acogedor, el camarero les indicó que, si les apetecía, tenían un patio interior donde podían comer también.

Les ubicaron junto a una pared, en un rincón del patio, decorado con plantas e imágenes de la virgen del Pilar y fotos de la basílica.

- Cuando llueva, tendrán que quitar los cuadros. Dijo ella.

- Joder, pues se quitarán.

- Es que no me parece una buena decoración, si tienes que estar poniéndola y quitándola.

- Visto así, quizás sería mejor meterlos en unas urnas…

- Tenemos deformación profesional.


Y ambos se echaron a reír.

Merche llevaba, otra vez, el pelo suelto, se había puesto una camiseta negra de un grupo de rock, precisamente de Zaragoza, y unos vaqueros ajustadísimos con unas deportivas blancas. No se había maquillado y Alberto la veía guapísima, con la cara limpia, con esos ojos penetrantes e inquietos.

- No me haces caso.

- Te admiro, eres guapísima.

- Tú también, así sin afeitar, Humm te comería aquí mismo.

- Deja, deja, prefiero que esperes…


Ella se acercó a su oído.

- Lo de esta mañana no ha sido nada.

- Buff, espero no tener que ir ahora al aseo, no podría.

- Ja, ja, ja, ja.


El camarero les ofreció bebida, les tomó nota de la comida, y les deseó buen provecho.

Al llegar la bebida, cerveza para él, vino para ella, brindaron.

- Porque seamos capaces dijo Alberto.

- Porque seamos capaces ¿de qué?

- De llevar nuestra relación sin que afecte a nuestro trabajo.

- No debería afectar.

- Eso espero, y la besó cariñosamente en la mejilla.

- Por cierto, Alberto, he visto que llevas un tatuaje. No te hacía yo con tatoos.

- Solo tengo uno.

- Lo he visto, en el omoplato. ¿Qué pone?

- “Siempre”

- ¿Siempre? ¿Y qué quiere decir?

- ¿Qué quiere decir siempre? Siempre quiere decir siempre.

- Ya idiota, ¿que por qué siempre?

- Es una historia… es una historia yo diría divertida. Lo mismo algún día tú también lleves un tatoo que ponga siempre.

- ¿Yo? ¿Mi precioso cuerpo dañado con un tatuaje? Ni loca.

- No digas nunca, es mejor siempre.

- Cuéntamelo.

- No hay mucho que contar.


Fueron trayéndoles la comida y entre risas y bromas comieron con apetito.

Cuando habían acabado, decidieron buscar otro sitio para tomar el café.

- Vi en el hotel un jardín con mesas dijo ella.

- Pues vamos si quieres, así si nos apetece descansar podemos subir a la habitación.

- ¿Al palacio quieres decir? A descansar… ya, descansar.


Y más risas.

Sentados en aquel jardín, a la sombra, pidieron unos cafés.

- ¿Me lo vas a contar?

- ¿El qué?

- La historia del tatoo.

- No hay mucho que contar.

- Pues empieza joooo.

- A ver, hace unos años, cuando creamos el equipo, fuimos a hacer una obra en Lugo, lo pasamos realmente mal, por el tiempo, por problemas en la obra, problemas con el constructor, con una ingeniería. El caso es que avanzaba el tiempo, pero la obra no. Al final, decidí que nos iríamos todos a Lugo.

- ¿Los cinco?

- Los cinco, entonces éramos cinco.

- ¿Incluida Alicia?

- Claro, los cinco, Sebas, Arenas, José, Alicia y yo. El caso es que empezó a avanzar, nos dimos una paliza de la ostia, había que estar todo el día encima de las contratas… Fue la ostia.

- ¿Y qué pasó?

- Faltando un par de semanas, ya casi acabado, teníamos ahora problemas con documentación, y Alicia nos dijo, que ella sola no podía con todo, claro si nos íbamos a hacer el papeleo no avanzábamos, entonces se me ocurrió llamar a Lourdes, que por aquel entonces…

- Era tu novia.

- ¿Novia? Era una especie de pareja.

- Que forma de decir novia…

- Ya hablaremos de esto, no te disperses.

- Venga sigue.

- Bueno el caso es que la llamo, como te decía por aquel entonces, antes de subirla a dirección, estaba con nosotros en la segunda planta, le digo que debería venir, a echarnos una mano… y me dice que ni de coña. Discutimos y al final le dije muy serio, que tenía que ayudarnos, que tal, el caso es que no la convencí.

- ¿Y no fue?

- Espera, Se lo conté a estos durante la comida, y por la tarde Alicia puso las manos libres y la llamó. Estábamos los cinco en el despacho de Alicia, y Alicia con su habitual tranquilidad, sin levantar la voz, le iba diciendo que éramos amigos, que estábamos juntos, que deberíamos estar unidos. Lourdes fue reculando... y al final Alicia, súper seria, le dijo: SIEMPRE JUNTOS, SIEMPRE AMIGOS, SIEMPRE UNIDOS” Al día siguiente Lourdes estaba en aquel despacho con Alicia. Fueron dos semanas durísimas de trabajo, íbamos a la obra, presionábamos, ellas preparando papeles, y por la tarde cuando paraba la obra, nosotros también con la documentación.

- Que paliza.

- Fue bestial, pero mereció la pena. Llegamos a la fecha, entregamos obra, perfectamente rematada, con toda la documentación en regla, hasta vino Don Julio a la entrega y nos felicitó.


Aquella noche fuimos a cenar y a celebrarlo, nos pusimos hasta arriba de beber. Y Sebas dijo que no teníamos cojones a tatuarnos la frase de Alicia. Entre el alcohol y la euforia, pues claro terminamos aceptando, y mientras Sebas se fue a buscar a un tatuador, que aún no sé de dónde coño lo sacó, a mí me quedó un poco de cordura para convencer al resto de que con la palabra “siempre” era suficiente.

- ¿Y todos lleváis el tatoo?

- Exacto, cada uno en un sitio, pero todos.

- ¿Lourdes también?

- En la nuca, debajo de sus rizos negros.

- Alucino. De verdad sois increíbles.

- Un poco sí, son mis amigos, son así.

- Y el resto ¿dónde lo lleva?

- Alicia en un tobillo, no recuerdo cual, José en la parte interior de la muñeca, Sebas y yo en el omoplato izquierdo, y Arenas… ¿a Arenas no se lo has visto?

- ¿Dónde lo lleva? ¿Es el que más a la vista lo lleva?

- No me he fijado, ¿Dónde?

- En la mano derecha, en el lateral del dedo índice, dice que así lo ve cuando escribe, o cuando dibuja.

- No me he fijado.

- Pues fíjate.

- Pero yo no me lo voy a hacer…

- Pues te echamos del equipo.

- Pero chico, ¿tú has visto mi cuerpo?

- En detalle.

- No pensarás que lo voy a estropear…


Dieron por concluida su sobremesa y subieron a la habitación. Allí, después de cambiarse de ropa, ponerse cómodos, salieron a la terraza y se sentaron:

Ella se había quitado los vaqueros y solo llevaba la camiseta, Alberto le miró las piernas, tan largas y esbeltas… Mientras él se había puesto un pantalón corto y una camiseta blanca.

- Te toca contarme cosas de ti.

- No hay mucho que contar.

- Algo habrá, no sé, cuéntame de tus novios.

- Solo he tenido un novio, pero éramos muy jovencitos, Con 16 o 17 años.

- ¿Sólo uno?

- Sí, se llamaba Rafa. Era un vecino, de cuando vivíamos en La Alameda, sus padres y los míos eran amigos. Y a fuerza de vernos terminamos de novios.

- ¿Os obligaron?

- No idiota.

- Como dices a fuerza.

- Me refiero a que tantas comidas en mi casa, en la suya, salidas de vacaciones. Al final pues terminamos juntos…

- ¿Así de repente?

- No, un día me dio un piquito, a escondidas, y al otro fue un morreo, al otro…

- Vamos que terminasteis en la cama.

- No, que va, lo más que llegamos a hacer, fue tocarnos, al principio cada uno lo suyo, y al final, nos tocábamos el uno al otro.

- ¿Y ya?

- Ya.

- Entonces… ¿Eso que me has hecho?

- He dicho que novios solo he tenido uno…

- Pero lios…

- He tenido… No sé cómo decirlo… ¿amantes?

- No sé, Tú sabrás.

- A ver, ¿de verdad quieres saber?

- Claro.

- No sé qué pensarás de mí…

- A ver Merche, ¿quieres contármelo?

- Creo que sí.

- Pues venga, sea lo que sea, es parte de tu pasado, ¿no?

- Claro… Además, ya hace mucho que no… hacía mucho que no estaba con un hombre.

- Venga cuenta, cuenta.

- Cuando estaba en la universidad, me mudé de La Alameda a un piso que mis padres tenían en Madrid, en el que ahora vivo con mi madre.

- Ya.

- Como el piso era grande, terminé llevándome a dos compañeras a vivir allí conmigo.

- Al principio lo pasábamos bien, estudiábamos, compartíamos el salón para ver la tele. Cada una hacía su vida. Yo les había dicho que no quería que llevaran chicos a casa… Pero no me hicieron caso. Una mañana me levanté y me encontré con un chico en la cocina, en calzoncillos. Le pregunté qué hacia allí, me dijo que había venido con Almu, y bueno me enfadé, pero no quise hacer de eso un espectáculo, y quedamos en que la primera y la última.

- Pero no fue la última.

- Un par de meses después, me dijo que si podíamos hacer una cena en casa, que había un chico que le gustaba, y bueno que si venía con un amigo. Yo le dije que no, pero al final me convenció. Como la otra chica, Mónica, se iba los findes a su casa, pues la cena era para nosotras y los dos chicos.

- ¿Y qué pasó?

- El chico, no era tan chico, era un tío mayor, cerca de los treinta y el amigo igual. Cuando los vi, me enfadé, pero pensé, bueno ella sabrá. El caso es que cenamos, nos tomamos una copa, luego otra, para cuando me quise dar cuenta, el amigo me estaba comiendo toda la boca y metía su mano debajo de mi camiseta. Lo peor es que me estaba gustando, imagínatelo, yo con veinte añitos, virgen, sin experiencia y con un hombre de treinta y alguno, mucho más experimentado que yo.

- ¿Se pasó?

- No, al revés, le dije que yo no tenía experiencia que nunca había estado con ningún hombre… Eso para él tuvo que ser como si se le hubiera aparecido la virgen, nunca mejor dicho, me dijo que no me preocupara y terminamos en mi cuarto… Bueno esto me lo ahorro.

- Vale. No me des detalles, que me pongo cachondo.

- Que imbécil eres.

- ¿Qué pasó después?

- La verdad es que fue muy cariñoso, me lo hizo con mucho cuidado, y lo disfruté mucho. Quedamos en llamarnos, y a los pocos días estaba en mi cama otra vez. Así varias veces, yo le iba cogiendo el gustillo, me enamoré, ¿qué más daba que fuera mayor que yo?, joder era un cielo, me follaba… Un día le dije a Almu, que podíamos quedar los cuatro y salir por ahí a cenar. Y ella se echó a reír, y me dijo que ella no cena con sus clientes. Me quedé de piedra, le dije ¿cómo que clientes?, y ella me dijo “pero Merche, ¿tú no le cobras? ¿De qué vas?” me quedé destrozada, mi amiga, mi compañera de piso, era puta. Joder. Hablé con ella muy enfadada y me explicó que no es que se acostara con varios tíos, solo lo hacía con dos, y les cobraba, para poder pagar la habitación y sus gastos, la matrícula…

- Te engañó para que te acostaras con el otro, y el cabrón se ahorró la pasta.

- Nunca lo supe a ciencia cierta. Solo sé, que la eché de mi casa. Pero a él le seguí viendo, me gustaba lo que me hacía, y no le cobraba, por lo tanto, no era una puta, aunque me sintiera así cuando estaba con él. Intenté quedar con él fuera de mi casa, y solo conseguí que un fin de semana me llevara a un pueblecito, a un hotelito pequeño muy mono, casi no salimos. Intenté salir a cenar, quedar en algún sitio, pero no había manera, yo pensaba, ya no quedo más con él, pero joder, cómo follaba, o eso creía, porque yo no tenía ni idea. Al final me enteré que estaba casado, que tenía una niña pequeña. Me sentí tan mal que no le volví a llamar ni le volví a coger el teléfono. Me centré en mis estudios…

Merche, mientras hablaba miraba al horizonte, con una mezcla entre nostalgia y tristeza.

- ¿No estuviste con nadie más?

- Sí, en tercero, yo estaba muy centrada en aprobar, en ir pasando exámenes. Pero me costaba entender algunas cosas de estructuras.

- Normal, yo creo que a todos nos ha pasado.

- Sí, el caso es que pedí una tutoría con el profesor, un tipo de mediana edad, muy cercano a los estudiantes, y a las estudiantes, eso lo descubrí después.

- ¿Te liaste con él?

- Me conquistó, poco a poco, quedaba con él para que me explicara dudas, era muy amable, muy dulce. Yo iba entendiendo todo lo que antes no entendía, estaba súper agradecida por sus clases y al final un día me dijo de ir a tomar algo.

- Y terminasteis en la cama.

- No ese día no, era parte de su estrategia, ya te he dicho que yo era muy inocente, fue tratándome como una princesa, yo me creía todo lo que me decía, me daba consejos, me decía lo buena que era en mis estudios, que iba a ser una gran profesional, además muy guapa, y con mi cuerpo… En menos de un mes, estábamos juntos. Empezamos a follar como una pareja normal, con muchos besos, muchos te quiero, eres mi vida… Pero poco a poco me iba transformando. Él me iba convenciendo para dar un paso más…

- ¿Qué pasos? ¿Qué te hacía?

- Al principio eran tonterías, yo ya te digo no sabía nada de sexo. Y él lo aprovechó. No…


Una lágrima se deslizó por la mejilla de Merche.

- No tienes que…

- Quiero contártelo, no quiero ocultarte nada.

- Vale cariño, pero cuando estés preparada, no hace falta…

- Fui su marioneta, me convirtió en su llave para abrir cerraduras que quería abrir.

- No te entiendo…

- Yo tenía 21 o 22 años, con mis tetas, mi culo… Está feo que yo lo diga, pero estaba muy buena, era muy llamativa. Él me hacía vestirme muy provocativa… Si él quería acostarse con una tía que le molara, yo era quien le hacía el camino, yo hablaba con la chica, tonteaba con ella, como si yo quisiera liarme con ella, si lo conseguía… al final él entraba en escena y se la follaba a la vez que yo. Si se me resistía, le incluía a él en la ecuación, y se la follaba igualmente. Empecé a acostarme con mujeres para suavizarlas para él, e incluso con tíos, para que él se follara a sus mujeres, intercambios. Y yo pensaba que eso era… normal. Que imbécil era…

- Pero pasó algo más…

- Se le fue de las manos… Un fin de semana me llevó a una finca, que según él era de unos amigos, a una fiesta. Yo empecé a ver cosas raras, las chicas no se conocían entre ellas, casi no hablaban, todas eran súper guapas, súper sexis…


Las lágrimas ya corrían por las mejillas, y Merche hablaba entre sollozos, había veces que Alberto incluso no entendía lo que ella decía.

- Era una orgía tío, era una puta orgía, pero de tíos con sus putas. Allí había drogas por todas partes, toda clase de perversiones… Intentó que se la chupara a un tipo… Me negué… le grité y...

Merche lloraba desconsoladamente.

- Tranquila. Estoy aquí. Alberto había colocado su silla junto a la de ella y la abrazaba.

- Me pegó una bofetada, que aún me duele. No por el dolor físico, nunca nadie me había pegado… Yo creo que eso fue un clic en mi cabeza, Salí de aquella casa… llorando. No sabía qué hacer. Me apoyé en una pared, lejos de la puerta de la casa. No sé cuánto tiempo estuve allí, llorando. Un hombre joven se me acercó, no tenía pinta de ser de los de la fiesta, era más… más de la calle, llevaba traje, pero no… no sé explicarlo. Me tranquilizó, me consiguió agua. Se portó muy bien conmigo. Era un chofer de algún ricachón de aquellos.

- Y te sacó de allí.

- Sí, no sé cómo lo hizo, pero me llevó a mi casa, no sé si volvió a por su jefe, si lo dejó allí tirado, solo sé que me llevó a mi casa.

- ¿Y el profesor?

- A la semana siguiente le vi en clase, no me dijo nada, yo a él tampoco, solo quería quitármelo de la mente.

- ¿Te puteó con las notas?

- Al revés, me aprobó, seguramente para que no le denunciara o yo qué sé…

- ¿Y no le denunciaste?

- Yo solo quería acabar aquel curso, acabar mi carrera y escapar de todo aquello.

- Lo siento Merche. Los has pasado mal.

- No he vuelto a acercarme nunca a un hombre.

- A mí.

- A ti. Te vi y me enamoré. Aquel día, cuando te besé, estuve arrepentida… pero tu reacción, joder, no te aprovechaste de mí. Eres diferente.

- Tranquila cariño. Tranquila.

- Te quiero Alberto, Te quiero mucho.
 
Me parece que van a meter a Alberto en un lio muy gordo entre mi tocayo y Miguel y veremos cómo sale de allí. Esto se está complicando.
 
Capítulo 14
Nuevos amigos
Zaragoza 2003

Después de haber escuchado a su chica, de haberla visto llorar desconsoladamente al rememorar aquel pasado, Alberto intentó consolarla. La abrazó, haciendo que sintiera que él estaba allí a su lado.

- Conmigo estarás bien. Yo nunca te haré daño.

- ¿Qué vas a pensar de mí? Creerás que…

- No creo nada, lo pasaste mal, pero ya acabó. Ahora estamos tú y yo, Solo tu yo.


Merche seguía llorando, aquellos recuerdos que había intentado mantener lejos, habían vuelto. Se lo había contado a Alberto y ahora dudaba que eso hubiera sido una buena idea. Pero Alberto no era un tío como otros, no se intentaba aprovechar de ella, la trataba como un igual.

- Échate un rato, trata de descansar.

- Te estoy jodiendo el fin de semana.

- No cariño, tranquila, quiero que descanses.


La acompañó a la cama y ella se recostó en aquella enorme cama, en dos minutos estaba dormida. Alberto la miraba, sentado en el borde de la cama. Ella de lado, con las piernas recogidas y las manos bajo la almohada. A él le parecía un ángel, era muy guapa, incluso con los parpados hinchados de tanto llorar, a él le parecía la mujer más guapa del mundo.

Le colocó el cabello con delicadeza, la besó en la mejilla y se levantó.

Salió a la enorme terraza, y apoyado en la barandilla miró a lo lejos, al solar de la obra.

Después de un par de minutos entró a la habitación y se volvió a poner el pantalón y su camisa, cogió su cartera, el teléfono, y se dirigió a la puerta.

En el hall de recepción se detuvo, y buscó el bar del hotel. Un cartel dorado con letras marrones le puso en la pista.

Entró en el bar, una pequeña barra de madera oscura, con lámparas doradas y tulipas verdes de cristal, le dieron la bienvenida.

Le pareció lo más hortera que había visto en decoración de bares. Un camarero, embutido en una chaquetilla granate, con adornos dorados en los hombros, le dio las buenas tardes, mientras sacaba brillo a una copa de cristal.

- Buenas tardes. ¿Puedo comprar tabaco?

- Sí señor, saliendo por aquella puerta, hay una máquina.

- Muchas gracias, ¿me pone una cerveza? por favor.

- Por supuesto, ¿prefiere barril o vidrio?

- Barril, gracias.

- ¿Le parece bien ésta? Le dijo mostrando una copa de las denominadas doble.

- Perfecto.


Salió por aquella puerta que le habían indicado y buscó en la cartera monedas. No tenía suficientes… Volvió a entrar en el bar.

- Perdona, ¿me cobras y me das monedas?

- Por supuesto señor.


Volvió tras sus pasos, y se dio cuenta que le seguían faltando monedas… Hizo un gesto de fastidio. Tendría que volver.

- ¿Te falta mucho?

- Perdón…

- ¿Que si te falta mucho dinero?… para la máquina.


Quien le hablaba era una chica de unos veintipocos años, no especialmente guapa, pero con una cara atractiva y divertida, que estaba sentada en un sillón ojeando una revista.

- Que va, veinte céntimos.

- Toma,
la chica se levantó, y le entregó una moneda.

- Gracias. Ahora cambio…

- ¿Por veinte céntimos? No hace falta.


Alberto sacó su tabaco y se dirigió a la chica.

- ¿Quieres uno?

- Y me haces un rato compañía, porque estoy aburrida de la ostia.

- ¿Cojo mi copa y salimos ahí detrás?

- Vale.


Alberto entro al bar, cogió la cerveza y salió.

La chica le esperaba junto a la puerta, Alberto se fijó en sus piernas, llevaba una minifalda vaquera, cortita, y dejaba ver unos muslos delgados y unas piernas finas, muy bonitas. La camiseta azul ajustada dejaba adivinar unos pechos muy pequeños, rematados por un pezón que amenazaba con traspasar aquella camiseta, aun llevando sujetador como se apreciaba.

- ¿Quieres una?

- No gracias, ahora no.


Ambos salieron y se sentaron en una mesita.

- Bueno me presentare ¿no? me llamo Alberto.

Ella le sonrió, dio una calada al cigarro y le dijo.

- Hola Alberto, yo soy Charo.

- Encantado.

- Igualmente. ¿Y qué haces aquí solo?

- Mi…
Alberto pensó que palabra emplear. Mi novia está descansando, y yo aproveché para bajar a fumar y que me dé el aire.

- Muy bien.

- ¿Y tú?

- ¿Yo?

- No, espera,
Alberto miró alrededor, no tú no, aquel señor de allí.

- Ja, ja, ja.

- Yo he venido por trabajo, el lunes tengo una reunión y he aprovechado el finde para ver Zaragoza.

- ¿Has venido sola?

- No, que va, he venido con mi marido… pero ha ido con el coche a buscar donde comprar una batería para la cámara... Mira por ahí viene.

- Hola.


El chico, más mayor que ella, Alberto calculó que de su edad más o menos se acercó a la mesa.

- Mira cariño, este es Alberto.

Y el chico tendiéndole la mano le saludó.

- Encantado. Voy a por una cerveza, ¿Quieres otra?

- NO, NO, déjame voy yo. Una cerveza, Charo ¿quieres algo ahora?

- Venga pues otra para mí.


Alberto entró de nuevo en el bar.

- Por favor, me pones 3 cervezas…

- ¿Como antes?

- Sí, perfecto.

- Se las saco yo afuera.

- Muy bien, gracias.


Volvió a salir y se sentó con la pareja.

- ¿Y vosotros habéis venido a pasar el finde también? Preguntó la chica.

- No, bueno sí, pero igual que tú. Estamos en una obra aquí cerca, y hemos aprovechado para ver la ciudad antes de…

- ¿El palacio de la música?

- Sí. ¿Por?

- Ja, ja, ja, Yo vengo para esa obra.

- Anda, que curioso.

- Yo me vuelvo para Vigo mañana
dijo el chico.

- Sois gallegos, se nota el acento.

- A todos los gallegos se nos nota el acento, bueno a ella menos que a mí.

- Es cierto Charo tiene menos acento. Por cierto, cómo has dicho que te llamabas.

- Bernardo, Ber.

- No lo recordaba, hay veces que soy torpe con los nombres.

- O sea ¿que vamos a trabajar en la misma obra?

- ¿Pues eso parece? ¿A qué te dedicas?

- Trabajo en una empresa de suministros y montajes eléctricos. Soy coordinadora de montajes…

- ¿Eres responsable de la instalación?

- Ese es mi trabajo, el lunes recibiré a los compañeros, los electricistas, y empezaremos a organizarnos…

- Que bien…

- Y tú, ¿a que te dedicas tú?

- Pues yo...


Merche salió del bar y se acercó:

- Hola, estabas aquí.

- Hola Merche, mira estos son Charo y Bernardo.

- Ber, un placer
saludo Bernardo.

- Encantada dijo Charo Y se dieron dos besos.

- Siéntate cariño. Ella es mi novia.

- Eres muy guapa l
e dijo Charo.

- Gracias tú también.

- sabes? Charo va a trabajar en la obra del palacio de la música

- Anda, que casualidad.

- Pues sí, Alberto me iba a explicar a qué se dedica él.


Merche, miró divertida a Alberto. Y alzó las cejas como diciendo, venga cuéntale.

- Pues eso que te decía, yo, vamos Ella y yo, trabajamos en un estudio de arquitectura.

- ¿Trabajáis juntos?

- Sí, en el mismo equipo de trabajo dijo ella.

- Que bien, mira Ber podías cambiar de trabajo jajajaj.

- Pues sí, podía, pero yo soy feliz con mis fotografías…

- ¿Eres fotógrafo?
Pregunto Alberto.

- Sí, trabajo para un periódico de Vigo y hago cosas por mi cuenta.

- Que interesante, ya me ensañaras cosas.

- Será un placer.

- Bueno Alberto, nos vas a decir a qué os dedicáis en la obra?


Alberto sonrió, y dio un trago a su cerveza:

- Somos, la dirección de obra.

Charo, le miró seria, luego sonrió.

- Me estás vacilando?

- No te vacila
dijo Merche.

- Sois, eres… ¿Eres el Señor Lorenzo?

- Sí, Alberto, me mola más, pero sí, Alberto Lorenzo.

- No me jodas, no me jodas. Cariño, este señor es el que hizo el albergue de las sombras, que te lo enseñé cuando fuimos a Lugo.

- Cierto, de eso hace ya unos años…

- Es maravilloso, además aquel diseño era suyo ¿verdad?

- La mayor parte sí.

- Joder, Tío eres… eres un referente para mucha gente.

- Creo que exageras.


Charo se levantó de la silla, y se puso a dar saltitos.

- No puede ser, no puede ser... que caña.

Alberto y Merche se miraban divertidos.

Así empezaron una conversación sobre edificios, iluminación. Cada uno contando anécdotas de obras donde habían trabajado… Ber y Merche reían con las anécdotas, no se sentían desplazados como otras veces ocurre en estos casos, ya que Charo y Alberto les incluían en sus historias, haciéndoles partícipes y dando toda clase de explicaciones. Tanto fue así, que Bernardo también contó anécdotas de su trabajo… y Merche de las obras en las que había estado…

La tarde fue cayendo y los cuatro reían. Pidieron dos rondas más y finalmente Alberto les preguntó:

- ¿Cenáis con nosotros?

Ber y Charo se miraron.

- Sí, claro, nos lo estamos pasando bien ¿no? Fue Bernardo el que respondió.

- Voy a ver qué pinta tiene el restaurante de aquí, dijo Merche.

Charo se levantó:

- Te acompaño.

- Pues pedirnos dos cervezas mientras volvéis.
Dijo Alberto.

Las chicas volvieron unos minutos después, y dieron el visto bueno al restaurante.

- Es un poco rococó, pero está bien.

- Un poco recargado diría yo,
respondió Charo.

Los cuatro decidieron que cenarían allí.

Pasaron una velada muy agradable. Se cayeron muy bien mutuamente, estaban a gusto los unos con los otros.

Al final de la noche, quedaron en verse al día siguiente para pasear por la ciudad y comer juntos de nuevo.

Ya en la habitación, por la noche.

- Son muy agradables ¿verdad? Le dijo ella.

- Sí, ella es muy abierta y él es un tío muy simpático.

- Pero él es mucho más mayor que ella.

- ¿Qué más da?

- A mí me da igual, a mí me importas tú.

- Y a mí tú.


Se besaron y Alberto salió a la terraza, con intención de fumar.

- No te había visto nunca fumar.

- Cuando se acerca el inicio de una obra, me pongo nervioso…

- Y esta tarde te he puesto nervioso yo, con mi histo…

- No, me has preocupado, cuando te he dejado en la cama dormida…

- Eres un sol.

- No, solo que te quiero…


Se fundieron en un beso cálido.

- Cuando acabes, solo para que lo sepas, estaré en la cama, esperándote, desnuda.

- Ummmm, que rápido se va a acabar este cigarro.


Ella agarró el paquete de Alberto sobre el pantalón.

- Este es el que me voy a fumar yo.

Y mordiéndose el labio y mirando con ojos de deseo, le dio un beso corto en la boca y se metió a la habitación.
 
Capítulo 15
Casi empezamos ya
Zaragoza 2003

La polla de Alberto estaba reaccionando a las insinuaciones Merche. “te espero desnuda”

Apoyado en la barandilla, sintiendo un comienzo de dolor en su entrepierna por la dureza que iba alcanzando, terminó el cigarro.

Entró en la habitación, Merche había apagado las luces del techo y solo estaba encendida la lamparita pequeña del saloncito, junto al sofá.

Entró en el dormitorio y vio a Merche, sobre la cama. Completamente desnuda.

Se quitó la camisa, mientras sentía la mirada de Merche, lasciva.

Se desabrochó el pantalón, se lo quitó, y quitándose el calzoncillo dejó salir a su polla.

Merche se relamía, le miraba desde la cama. Alberto se agarró la polla, se la meneó un par de veces. Y se acercó a la cama.

Ella se incorporó, y de rodillas, ronroneando, se fue acercando a él.

Alberto se inclinó y besó a aquella mujer, desnuda, con sus grandes tetas redondas, con sus pezones duros.

Merche se separó de Alberto y bajó su cabeza hasta alcanzar con la boca la polla dura del hombre. La engulló, la chupó, la babeó, mientras Alberto desde arriba la miraba.

Ella se volvió a tumbar y le dijo.

- Ven. Fóllame.

- Buff que ganas tenía…

- Ven aquí.


Alberto se dejó caer suavemente sobre la mujer, dejando que ella notara su miembro duro recorriendo su pierna, hasta llegar a la cadera. Ella con maestría movió su cuerpo para dejar su coño a la altura de la polla de Alberto.

Él se inclinó un poco, con los brazos a ambos lados de Merche, apoyó la punta en aquel agujero, notó su humedad, y poco a poco empezó a meterla.

Notaba el calor de aquel coño, ella le abrazaba y le besaba la cara el cuello la boca, y él hundía un poco más su falo en aquel agujero deseoso.

Un poco más, y la polla estuvo completamente dentro de ella.

- Te quiero Alberto.

- Te quiero Merche.


Y comenzó a sacarla, a meterla, despacio, dentro fuera, con cuidado.

Se besaban, mientras ella sentía cómo la penetraba, cómo se le llenaba el coño de carne caliente.

Estuvieron mucho rato así, follando a cámara lenta, sintiéndose.

- Fóllame más.

Alberto la sacó un poco, casi todo, y la metió, no fue un golpe seco, fue más bien rápido.

- Más cariño más.

Alberto entonces las sacó, y ahora sí, de un golpe duro y seco, la enterró entera.

Ella gimió.

Alberto comenzó un mete saca frenético, cada vez más rápido y más fuerte.

- Así cariño, así dámela toda.

- Toma, toma.

- Dame fuerte, venga dame fuerte.


El mete saca estaba siendo brutal, y largo, Alberto se notaba cansado, sudoroso pero ella pedía más y más.

- Date la vuelta, déjame a mí.

Alberto la sacó, se giró y quedó boca arriba, mientras Merche se deslizó hasta alcanzar con la boca el rabo tieso de su amante.

Lo metió en la boca y lo pajeó. Finalmente lo soltó, se incorporó y con una mano lo acercó hasta su coño. Le miró a los ojos y se sentó empalándose con aquella polla.

- Umm que caliente está tu coño.

- Estoy caliente entera, tú me calientas.


Empezó a cabalgar, subía y bajaba, de vez en cuando se paraba y movía las caderas de atrás hacia delante.

Otra cabalgada bestial y de repente se levantó sacándosela, le miró con una sonrisa maliciosa y se giró, ahora de espaldas a él, se volvía a sentar sobre su rabo. Él agarrado a sus caderas acompañaba el ritmo.

Merche le abrió las piernas un poco y mientras cabalgaba, acariciaba las pelotas de Alberto con la mano, se tocaba el coño empapado, y volvía a los huevos.

Giró la cabeza, y comprobó que Alberto estaba gozando, le lanzo un beso y volvió a meter la mano entre sus piernas, después acarició los huevos, sin perder el ritmo de la cabalgada, bajó un poco más la mano, y sin contemplaciones, sin preámbulos, sin masajes, metió un dedo en el culo de Alberto. Alberto dio un gemido largo, ella comenzó a mover su dedo dentro de aquel culo, sin dejar de cabalgar, lo movía, lo sacaba lo metía, literalmente se follaba su culo con el dedo.

- Joder Merche.

- Eso hago.

- Dios que gusto.

- Córrete.


Aquello fue como una orden, la polla de Alberto se tensó, y la empujó, para que se levantara.

Merche lo entendió y se quitó de encima suyo, deslizó su culo hacia la cara de Alberto a la vez que su cabeza se acercaba a la polla, la tenía agarrada, la pajeaba.

Alberto vio aquel culo en su cara y hundió su cara llegando a su chochito, estaba goteando, y Alberto se comió cada gota que caía.

Metió dos dedos en aquel coño y a la vez que ella le pajeaba, él la penetraba con los dedos. Cuando ella notó que el cuerpo de Alberto se tensaba, ella aceleró la paja, y movió su culo hacia Alberto. Casi a la vez que Alberto soltaba su leche caliente sobre la cara a Merche, ella gritaba, temblaba y eyaculaba sobre la boca de Alberto.

Había sido su primer polvo, y Alberto ya le había quedado claro la frase de Merche “señorita en la calle, puta en la cama”

Después de un rato de acariciarse y besarse mutuamente, ella fue a la ducha.

Alberto se quedó en la cama, descansando, pensando en el polvo que acababan de echar.

No se podía ni imaginar que Merche fuera así en la cama, tan leona, tan sexual, tan puta.

Por la mañana, Alberto se despertó, vio a Merche a su lado y sonrió. Volvió a admirarla como el día anterior, era una preciosidad de mujer. Se sintió un tío con suerte.

Se levantó, fue a ducharse, dejó al agua caer sobre su cuerpo, cerró los ojos. Unas manos recorrieron sus caderas, llegaron al vientre y subieron hasta el pecho, mientras unos labios besaban su espalda, su cuello. Giró la cabeza y aquellos labios se encontraron con los suyos.

- Buenos días princesa.

- Buenos días cariño.


Después de ducharse, se vistieron y bajaron a desayunar.

Merche se puso sus bermudas azules, con unas sandalias con la base de cáñamo y una camisa de lino blanco. Se recogió el pelo en una coleta, como aquel día que la vio por primera vez.

- Buenos días señores, ¿habitación?

- Buenos días 507.

- Muy bien, pasen, pueden sentarse donde quieran, disponen de café en la barra del fondo.

- Gracias.


Entraron a aquel salón tan pomposamente decorado y se miraron sonriendo, los dos estaban pensando en lo horrible que era la decoración.

- Chicos, chicos.

Desde una mesa, Charo los llamaba.

- Buenos días.

Se saludaron los cuatro. Aceptando la invitación de Bernardo y Charo, se sentaron a su mesa.

- ¿Qué vais a hacer? Preguntó Charo.

- Pues ir a pasear por la ciudad ¿no? En eso quedamos ayer dijo Merche.

- Lo mismo se os había olvidado jajajaj.

Después de desayunar los cuatro salieron del hotel dispuestos a recorrer las calles de Zaragoza.

Ciertamente, no hicieron mucho caso a los edificios, ni a nada, porque todo el rato fueron charlando, contándose mutuamente experiencias de sus visitas a otras ciudades.

Terminaron paseando por el barrio de Jesús, hasta que a orillas del Ebro vieron un restaurante, en el que decidieron comer.

En la terraza, a la sombra de unos toldos, y con vistas al Río, comieron los cuatro.

- La verdad es que el hotel es una horterada dijo Merche.

- Tú tienes deformación profesional, le respondió Alberto.

Bernardo sacó su cama compacta, y enseñándoles algunas fotos y añadió.

- Voy a preparar un álbum, “los horrores del emperador”

Se reían, mientras veían las fotos que había hecho Ber, de algunas zonas del hotel.

- Vamos a pasar esta semana aquí, y después lo mismo le decimos a Alicia que nos busque otro…

- ¿Más cerca que éste?
Dijo Charo, Mi gente en Vigo buscó y el más próximo era éste.

- Además. Cariño, el director es tu amigo… dijo Merche riendo

- Sí, es verdad ja, ja, aj.


Rieron mientras Charo y Ber, les miraban con extrañeza.

Les contaron el episodio de la llegada al hotel, ahora reían los cuatro.

La comida transcurrió, como el día anterior, entre risas y un ambiente cordial y divertido. Parecía que se conocieran de toda la vida.

Ya en los postres, Ber dijo:

- Yo siento fastidiar este momento, pero en un rato tengo que coger el coche y marcharme.

- Es verdad cariño, Charo le dio un beso en los labios.

- ¿Te marchas tan pronto?

- Son casi 8 horas de viaje.

- Joder ¿tantas?
Preguntó Merche.

- Las carreteras no son todo lo buenas que podrían ser.

- Pues entonces cuanto antes volvamos al hotel…
Dijo Alberto.

- No hace falta que volváis, podéis quedaros aquí… respondió Charo.

- Volvemos y así nos despedimos de Bernardo dijo Merche.

En la puerta del hotel, mientras el coche de Bernardo doblaba la esquina, después de las despedidas, Los tres amigos se miraron entre ellos.

- ¿Y ahora qué hacemos? Dijo Merche.

- ¿Nos sentamos en la terraza de ayer?

- Vale, nos tomamos un café.
Dijo Merche.

- Id vosotras, yo voy a subir un rato a echarme.

- ¿Quieres que suba contigo?

- No, No, quiero descansar.

- Que idiota jajajaja.


Alberto subió a la habitación mientras las chicas se sentaban en la terraza.

- Hacéis muy buena pareja dijo Charo.

- Gracias, vosotros también. Pero Bernardo es más mayor…

- Sí, me saca diez años, yo tengo 25 y él 35.

- Entonces, no llevareis mucho juntos.

- Cuando empezamos a salir yo tenía 19…


Merche sorprendida le dijo:

- ¿Con 19 empezaste a salir con un chico de 29?

- En mi casa se armó una buena, pero según fue pasando el tiempo… yo creo que ahora le quieren a él más que a mí.


Ambas se echaron a reír.

- Y vosotros, ¿lleváis mucho tiempo?

Merche miró a Charo, levantó las cejas y añadió:

- Yo diría que llevamos saliendo… una semana jajaja.

- ¿Una semana? Os estoy jodiendo el finde de enamorados, joder.

- Nooo, no te preocupes, tenemos toda la vida para estar juntos.

- Esa es la actitud,
y levantando su taza de café hizo un gesto de brindar.

Merche reía con la reacción de Charo, Charo añadió:

- Pero os conocéis de antes ¿no?

- Pues no mucho antes… no hace ni un mes.

- Eso es un flechazo.

- Por mi parte sí. Sin duda, le vi, y me enamoré.

- Es muy guapo.

- Es guapo, buena persona, es un tío muy grande.

- Y además es Alberto Lorenzo, eso es la ostia.

- Jajajaja, ya te digo. En el estudio, todo el mundo quiere estar en su grupo.

- Pero te ha tocado a ti.

- Y tan contenta que estoy, ya no solo por estar saliendo con él, que también, profesionalmente, esto es una oportunidad, mi primera obra grande, y en el equipo de Alberto.

- Tú también eres arquitecta ¿no?

- Sí, pero no tan buena como él.

- No te subestimes, hazte valer.

- Mujeres al poder jajajaj.


Y pasaron la tarde charlando, como dos amigas de toda la vida. Dos cafés y dos copas de Bayleis después, apareció Alberto.

- ¿Aquí seguís?

- Aquí seguimos cariño.

- Ya me ha contado Merche que sois pareja novata jajaja.

- Todavía estamos enamorados, la semana que viene ya veremos.


Merche dio un codazo a Alberto.

- Ehhh ¿qué dices?

Los tres rieron. Alberto entró a pedir una cerveza.

- A nosotras no nos preguntes eh, Esto es el comienzo del fin dijo Merche.

- No te creas, aun puede ser peor jajaja le respondió Charo.

Cuando Alberto volvió le preguntó a Charo.

- Tú, ¿cómo irás mañana a la obra? Si Bernardo se ha llevado el coche.

- Pues andando… si está aquí al lado.

- Te acercamos nosotros en el coche, lo que no sé es para volver, yo sé a qué hora voy pero a qué hora vuelvo…

- Te lo agradezco, y para volver, ya me busco la vida, o andando o con algún compañero, ya veré.

- Por cierto, ¿y ellos dónde se alojan?

- Creo que los han mandado a un hotel en la otra punta…

- ¿No os alojan en el mismo sitio?
Preguntó Merche.

- No, en mi empresa son muy… no sabría explicarlo, pero no mezclan categorías.

- Que curioso
decía Merche, que dirigiéndose a Charo añadió:

- Pues fíjate, aquí el señor, no solo comparte hotel, también comparte restaurante y si se tercia, se va de cañas con ellos.

- En nuestro caso es distinto, nosotros no traemos operarios, no traemos electricistas, fontaneros…

- Eso es verdad, los que vienen con nosotros son ingenieros, arquitectos etc.

- Claro, es la gente del equipo, y más que compañeros, son amigos.


Pasaron el resto de la tarde charlando, ellas hicieron buenas migas, después cenaron en el hotel juntos y finalmente se despidieron hasta el día siguiente.

- Desayunamos a las 7 30 y a las 8 00 nos vamos para la obra dijo Alberto.

- Aquí estaré. Que suerte he tenido, conociéndoos.

- Lo mismo mañana no opinas lo mismo. Jajaja.

- Buenas noches chicos.

- Buenas noches Charo
, Merche se acercó y le dio un abrazo y dos besos.

- Hasta mañana dijo Alberto.

En la habitación, antes de ir a dormir, salieron a la terraza. Alberto se puso a fumar, mientras Merche abrazada desde atrás, se acurrucaba a él.

- Es muy maja decía Merche.

- Sí.

- Hemos hablado mucho, y creo que son muy buenas personas.

- Ya veremos cómo responde cuando empiece el estrés de la obra.

- Seguro que bien, se la ve acostumbrada…

- Ya veremos… ¿Nos vamos a dormir?

- ¿A dormir?

- Mañana será un día largo…


Merche, bajó su mano del pecho, a la entrepierna de Alberto. La acarició por encima del pantalón, y notó como iba cogiendo tamaño.

- Yo creo que éste no tiene sueño…

- Merche, cariño… Vamos a dormir.


Alberto se separó de la mujer, ella contrariada, le siguió hacia el interior de la habitación.

- Alberto. ¿He hecho algo mal?

- Nooo, ¿por qué dices eso?

- Es que… ¿No quieres que?

- Cielo, estoy cansado, preocupado, empiezo a ponerme de los nervios…

- Yo te relajo cariño.

- Déjalo, no hace falta.


Unos minutos después estaban en la cama, con la luz apagada.

Merche pensando que quizás no estaba siendo buena pareja, no le estaba dando lo que necesitaba. Él por su parte, pensando que quizás ella pensaría que se tiene que entregar a él sexualmente para ser buena pareja… y él no quería utilizarla, quería que fuera feliz.

A la mañana siguiente, los temores de la noche, se habían disipado. Alberto se levantó temprano y fue a ducharse, ella se despertó a los pocos minutos… entró al baño, se desnudó, y se metió en la ducha con él.

- Buenos días cariño.

- Buenos días princesa.


Ella comenzó a acariciarle y a besarle, él se dejaba hacer.

- ¿Me da tiempo a chupártela?

- Mercheeee.

- Albertoooo, quiero comérmela, quiero que vayas relajado a la obra.


Y bajando la mano, comenzó a frotarla, notando cómo se endurecía.

- Una paja rápida. Una mamada, te corres y nos vamos.

- ¿Y Tú?

- Yo con que tú seas feliz, me vale.


Aceleró el ritmo de la paja y Alberto cerró los ojos sintiendo aquella mano. Merche, se inclinó, sacando el culo, y comenzó a chuparla. Alberto abrió los ojos y se encontró con el culo de Merche al alcance de la mano, y aprovechó para meter la mano entre las piernas de Merche, desde atrás. Notó su coño jugoso, y deslizó el dedo, penetrando en aquel chochito suave.

Ella aceleró la mamada, mientras sentía cómo le hurgaba en el coño. Alberto miraba aquel culo y una idea le pasó por la cabeza, subió la mano un poco, y acarició su agujero, ella movió el culo, colocándolo. Sin pensar más, apretó su dedo contra aquel agujero, y este se fue adaptando a su dedo. Comenzó a meter y a sacar el dedo, cada vez más deprisa. Ella movía el culo, acompasando los movimientos.

Alberto sentía su polla dura como una piedra, más por estar jugando con el culo de Merche, que por la propia mamada. Mientras el agua continuaba cayendo, ella se levantó, le besó en la boca y le dijo:

- ¿Quieres meterla?

- ¿Cómo?

- ¿Quieres meterla en mi culo?

- Si tú quieres...


Merche se giró, apoyó sus manos contra la grifería de la ducha y deslizó su mano hasta alcanzar la polla de Alberto, la guio hasta su coño y moviendo el culo para atrás, entró, sin esfuerzo hasta dentro. Alberto empezó a moverse… cuando ella consideró que la polla estaría suficientemente lubricada con los flujos de su coño, se separó un poco, agarró la polla y la dirigió a su culo. Alberto se dejaba guiar, se movía según lo pedía ella.

Merche, al sentir el capullo llamando a la puerta de atrás, sacó un poco más el culo, y la polla comenzó a entrar, despacio, ella se movió hacia delante, y luego otra vez atrás, así varias veces hasta que se adaptó a aquel grosor.

Comenzó a mover el culo, a los lados, hacia delante, hacia atrás. Cada vez que se echaba para atrás, notaba que entraba, cuando toda la carne estuvo dentro, le dijo.

- Ahora fóllame el culo cabrón, fóllate a tu puta.

Alberto al oír aquellas palabras, con aquel tono tan emputecido. Empujó. Y comenzó a follarse aquel culo, con fuerza, con velocidad. Entraba y salía con mucha facilidad. Alberto notaba las paredes del culo de Merche, abrazar a su polla, en cada embestida, el capullo avanzaba dejando la piel atrás, le daba un cierto dolor, que se disipaba al llegar hasta dentro y sacarla. Vuelta a empezar y para dentro.

- Sigue cabrón, destrózame el culo.

Alberto la oía y se encendía, se le pasaba por la cabeza decirle muchas cosas…

- Joder Cerdo, como me la metes, sigue cabronazo, ábreme el culo, vamos.

Seguía empujando, estaba reventado de follarse aquel culo.

- Me voy a correr.

- Vamos cerdo, córrete, lléname el culo.


Merche estaba fuera de control, a la vez que le decía aquellas cosas, se daba azotes en las nalgas.

- Buff dámela, vamos Alberto so cabrón, vamos.

- Me corro, me corro.

- Venga cerdo.

- Uff me corro.

- Así cabronazo, llena a tu puta de leche.

- Ahhh.

- Vamoooooos, llénale el culo a la guarra.

- Yaaaa, toma, toma puta, toma. Toma leche cerda.


Según eyaculaba en el culo de Merche, ella comenzó a gritar, como siempre empezaron los temblores, apretó las piernas. La polla de Alberto dentro del culo aun, notó como las paredes interiores de Merche le oprimían el rabo.

Finalmente, ella se echó hacia delante y el rabo salió, arrastrando tras de sí un reguero de semen, que el agua de la ducha se encargó de hacer resbalar por el culo y las piernas de Merche, hasta llegar al desagüe.

- Me has dejado destrozada.

- Umm y tú a mi.

- Te quiero Alberto.

- Y yo.


Alberto terminó de ducharse y salió a secarse y vestirse, mientras lo hacía, en su cabeza daban vueltas las frases de ella, y las de él. “¿Cómo se había atrevido a llamarla puta?” pero ella misma lo ha hecho”

- Alberto cielo, vamos a darnos prisa, que nos hemos entretenido un poco jajaja.

- Sí, sí.


No parecía que a ella le preocupara, y sin embargo Alberto le daba vueltas a la cabeza.

Justo antes de salir de la habitación, ya preparados para el duro día que les esperaba Alberto le dijo:

- Cariño, perdona si te he dicho algo que…

- ¿Algo de qué? ¿Cuándo?

- Cuando estábamos en la ducha…

- Alberto, eso es sexo, mientras estamos follando, se dicen muchas cosas, para excitar, forman parte del juego.

- Ya, pero… No sé, te he llamado…

- Me has llamado puta cariño. Sí, me lo puedes decir, puta.


Abrazándole, le besó y añadió:

- Soy Merche, tu novia, tu pareja, tu compañera… y por las noches cuando follamos… Tu puta.
 
Capítulo 16
Ya estamos aquí
Zaragoza 2003

Un ejército de excavadoras y camiones, perfectamente alineados junto a la verja de la obra, esperaban su turno para entrar y devorar su parte de terreno. A la vez que varios camiones, cargados con módulos prefabricados de obra, igualmente alineados, esperaban, al otro lado de la calle.

El coche de Alberto se detuvo unos metros antes y girando a la izquierda, en un trozo de terreno baldío, paró.

Los tres salieron del vehículo, recogieron sus útiles del maletero y se dirigieron a la puerta de la obra.

- Buenos días, Soy Alberto Lorenzo.

- Buenos días. Un placer, me llamo Javier Magalán, José me avisó que llegaba ho
y.

Dijo esto, girando la cabeza y señalando a las mujeres, que estaban un par de pasos por detrás.

Merche se acercó, y extendiendo la mano se presentó:

- Buenos Días, Mercedes Prieto. Co-directora de proyecto.

- Encantado, estamos preparando el solar, para seguir con la excavación…


Charo aun detrás, hablaba por teléfono y gesticulaba.

*- Ya, pero entonces… Sí, en la obra, pero deberíais estar aquí.

*- Entonces, ¿qué hago? ¿Sabes lo que cuesta que venga la compañía…? Joder.

*- Vale, ya me encargo yo, como siempre, me cago en todo…


La cara de Charo era un poema, estaba enfadada. Merche la vio y se acercó:

- ¿Ocurre algo?

- Joder, ¿pues no me dicen ahora, que hasta el miércoles no vienen a traer las conducciones.? Que no me mandan a nadie, porque no habrá material…

- Tranquila, de todas formas…

- He quedado con la gente de la compañía eléctrica… y estos no están.. Esto es empezar bien de cojones.

- No pasa nada Charo, vamos a recibir a los de la compañía, que nos indiquen sus pretensiones… y después…

- Merche, sé hacer mi trabajo, perdona. Lo que me jode es que no me avisen, si no es porque he llamado, no me entero.

- Tienes razón perdona, si necesitas que te ayude, me avisas.

- Gracias Merche, perdona el cabreo.


Mientras, la verja de la obra ya se había abierto y los camiones empezaron a desfilar.

Alberto hablaba con Javier, dando vueltas de un lado a otro en la obra y señalando hacia la parte más cercana al río.

- Allí, creo que es la mejor zona para las casetas de los operarios, pero las de obra, sería mejor aquí, junto a la entrada…

- Alberto, ¿te puedo tutear?

- Por supuesto.

- Alberto. La entrada está aquí hoy, y todo el próximo mes, pero en cuanto empecemos a levantar… aquí van a molestar las casetas.

- Tienes razón, pero tan adentro no las quiero. No quiero que las visitas tengan que atravesar la obra.

- Mira, podemos poner aquí una, para algunos de mis encargados, el resto al fondo. Si vienen visitas, aquí se hace el filtro…

- Parece buena idea, ¿un solo módulo no molestará verdad?

- No, lo dejamos más atrás, por allí, y arreglado.

- Pues hala, primera cosa arreglada.

- Que sea toda la obra así jajajaj.


Los dos hombres, rieron y mientras Javier se dirigió sus operarios para dar instrucciones, Alberto se acercó a las chicas que estaban viendo algo en un plano, apoyado en el capó del todo terreno con las siglas de la empresa de Javier.

- Si el centro de transformación nos dejaran ponerlo aquí, en vez de aquí como está en los planos. Las acometidas serían más cortas, y las zanjas ya estarían hechas, aprovechamos la excavación…

Alberto miró el plano, y encontró un problema a las sugerencias de Charo, pero no dijo nada, dejó que fuera Merche.

- Si lo pones aquí, las conducciones, no pueden pasar por esta línea, aquí estarán las zapatas de toda esta sección, hay previsto…

- Pero podemos bordear, por este lado, dejar a un lado las zapatas de aquí, y de aquí, y por aquí, trazó una línea en el plano, llegar hasta el parking del edificio principal...


Alberto, observó el recorrido que había trazado Charo. Y sonrió.

- Puede ser que sí… Alberto mira dijo Merche.

- Es viable, sí. Hay que corregir eso, y dárselo a Javier. De hecho, hay que decírselo ya.

La mañana siguió así, entre problemas, problemillas y dudas de inicio de obra.

Alberto se percató muy rápidamente, que Javier era un gran profesional, sabía muy bien hacer su trabajo, a la vez que dirigía con habilidad a sus equipos de trabajo.

Llevaban varias horas en la obra, cada uno en sus problemas, cuando Alberto se acercó a Javier:

- Mira, te voy a presentar a… Miró a lo lejos y le hizo un gesto a Charo.

- Mira Javier, ella es Charo…

- Hola, Charo Veiga, de VISOLEL.

- Es la responsable de las instalaciones eléctricas.

- Encantado, Javier Magalán de CONSTRUZAR jefe de obras.


Alberto les dijo.

- Sería interesante, que os pusierais de acuerdo para el trazado de las acometidas desde el centro de transformación.

- Lo dejó marcado José la semana pasada, si quieres os lo…

- Ya Javier, pero Charo esta mañana ha visto una solución mejor.

- A ver, enséñame…


Y mientras Charo explicaba y Javier asentía, Alberto se retiró.

- Os veo luego, por cierto. Cuando venga la compañía, podíais recibirles los dos.

Charo asintió con la cabeza y Javier hizo un gesto con la mano.

Casi a la hora de la comida, todas las casetas estaban colocadas en su sitio, la mayor parte de los camiones habían salido de la obra, llenos de material de desecho y las correcciones de Charo aplicadas en la obra con el visto bueno de la compañía, que no puso pegas.

Merche se las había ingeniado para conseguir un tablero y tras colocarlo sobre dos borriquetas, había creado una mesa donde extender algún plano.

Javier le había asignado a dos de sus encargados, con sus respectivos equipos y estaban organizando las zonas de acopio de materiales, descarga etc.

El teléfono de Alberto sonó:

*- ¿Sí?

*- Alberto campeón ¿Cómo vais?


Era José, se oía con cierto eco, por lo que dedujo que habían puesto el manos libres.

*- Bien, gracias por llamar y darme novedades so perro dijo Alberto con tono irónico.

*- Quedó Javier en contarte, es un tío muy majo.

*- Sí, sí es cierto.


Alicia se metió en la conversación:

*- ¿Qué tal el hotel?

*- Buff, aquí pasó alguna noche de luna de miel Napoleón y Joséfina.

*- Jajajaja.

*- El problema es que sigue decorado igual…

*- ¿Has conocido al director? Tenía mucho interés en verte...

*- Ja, ja, sí, sí qué tipejo, más extraño.


José añadió:

*- Lo del restaurante está hablado, pero como Alicia me dijo que iba a ir Merche, no le he dado el teléfono, que hable con ellos directamente allí ¿no?

*- Sí, ahora iremos.


Sebas dijo:

*- ¿Y con Merche que tal? ¿Todo bien? ¿Y en la obra?

*- Bien muy bien, en la obra también jajaja.

*- Bueno nene, avísanos, a ver cuándo tenemos que ir.

*- No os preocupéis, acabamos de empezar.

*- Venga abrazos y besos de todos.

*- Igualmente.


Merche se acercó a Alberto.

- ¿Todo bien?

- Sí, mejor de lo que pensé.


Javier y Charo se acercaron también.

- Pues nos podemos ir a comer, si queréis claro dijo Javier.

- Tenemos reservado en el gran río Ebro… dijo Merche.

- Pues si no os importa que vaya con vosotros…

- ¿Por qué habría de importar?


Los cuatro echaron a andar hacia el restaurante, no sin antes pararse Javier y dar algunas indicaciones a uno de los encargados.

- Buenos día somos de… decía Merche.

- ¿Son los de la obra, los de Madrid? Dijo una camarera.

- Sí, del estudio…

Un hombre corpulento, con un bigote enorme, justo al contrario del director del hotel, se acercó.

- Buenos días, tenemos preparado el salón como nos indicó Don José la semana pasada.

- Gracias.

- Por aquí, pasen por aquí.


Los cuatro le siguieron por entre las mesas, que como el hotel, estaban pomposamente decoradas, atravesando el salón principal. Mientras andaban Merche y Charo delante y ellos detrás, Alberto se fijó en el culo de las chicas. Las dos llevaban vaqueros, el culo de Merche era más grande, más redondo, mientras el de Charo más pequeñito pero respingón y parecía que duro.

Javier que se dio cuenta de lo que miraba Alberto, le dio con el codo y le guiñó un ojo.

- No sabría cual escoger le dijo Javier.

- Yo ya vine de Madrid escogido... y le guiñó el ojo.

- ¿O sea que Merche y tú? Perdona no... Perdona joder que metepatas soy.

- No te preocupes,
y le dio una palmada en el brazo.

Entraron a aquel salón al que les habían guiado. Tenía una mesa enorme en el centro con varios cubiertos montados, sin pomposidades como fuera, a la derecha había un tablero corrido sobre una pared, completamente libre, y varias sillas.

- Don José nos indicó que montáramos una mesa para comer, que unos días serían dos y otros doce, y que además colocáramos algo para poder trabajar si era necesario…

- Está perfecto
fijo Merche.

- Me alegro que les guste.

- Tenemos que hablar del precio… nos tiene que hacer un presupuesto y…

- Coman, por favor. Prueben nuestra comida y si quedan contentos, mañana les hago llegar el presupuesto… por supuesto hoy esta comida corre por cuenta de la casa.


Alberto se adelantó:

- No es necesario…

- Insisto, coman, disfruten de nuestros servicios y si quedan satisfechos, mañana negociamos.

- Pues muchas gracias.


Se sentaron en extremo más cercano al ventanal, y pidieron bebida y comida.

Durante la comida, hablaron de la obra, Javier les explicó las obras en las que había trabajado, Charo hizo lo propio.

Para cuando la camarera, una chica de unos treinta años, con el pantalón negro ajustado a un culo demasiado grande para aquella talla, trajo los cafés, los cuatro ya hablaban como si no se acabaran de conocer.

Alberto en tono bajo, cuando la chica salió, mirando a Merche les dijo.

- A ver si aceptamos el presupuesto que le compren un pantalón de su talla.

Los demás rieron la gracia y Charo añadió:

- Y la camisa, que ya me gustaría a mí que me costara abrochar los botones como a ella.

Alberto entonces se puso serio y dijo:

- No critiquéis a la chica, que cuando venga Sebas… lo mismo termina siendo vuestra compañera de cenas jajajaja.

- Que peligro tiene Sebas
dijo Merche.

- Bueno es saberlo para alejarse de él, dijo Charo.

- O para acercarse, a ver si pilla para los dos, dijo Javier.

La tarde pasó en la obra y sobre las seis, Javier anunció que se iba. Charo le pidió que le acercara al hotel si no era inconveniente.

- Claro, ¿alguien más?

- Yo me voy también. Alberto ¿te quedas?

- Sí, sí, un rato, termino unas cosas…

- Te espero…

- No hace falta Merche, vete con ellos, ahora os veo en el hotel.


Los tres salieron en dirección al hotel y Alberto se quedó, ya no había nadie trabajando.

Recorrió la excavación, se fijó en las estacas clavadas en el paso que necesitaba Charo, observó las casetas… y pensó “de momento todo bien”

Se sentó en una piedra junto al extremo opuesto a la entrada de obra, encendió un cigarro.

20 minutos después, se montaba en su coche en dirección al hotel.
 
Capítulo 17
La visita
Zaragoza 2003

Las siguientes semanas pasaron a buen ritmo, con la obra empezando a coger forma.

Era jueves, llevaban allí tres semanas, cuando recibieron la visita de un responsable de la empresa de ingeniería que se encargaría de las estructuras metálicas, que en este caso eran de formas complejas.

- Buenos días soy Luis Herrero de INGECON.

- Hola Alberto Lorenzo.

- Encantado, vengo de INGECON, para supervisar la instalación de la estructura…

- Pero si acabamos de empezar, aún no hemos acabado con…

- Ya ya, pero yo simplemente voy ir comprobando cimentaciones y medidas.

- ¿Puedes venir mañana? Que hable con mi oficina…

- Claro, le importa si doy una vuelta por la obra, para ir conociéndola.

- Como si fuera su casa…


Alberto llamó a Alicia.

*- Alicia cariño, tengo aquí a un tipo de INGECON para las estructuras…

*- Perdón, perdón, se me pasó llamarte, me dijo Don Julio, que en esta obra querían hacer las estructuras con esta gente…

*- ¿Pero? ¿A la par? Tan pronto…

*- Sí, si surgen dudas, él os puede ayudar, ya que además de las estructuras, ellos hacen el proyecto.

*- Raro de cojones, pero vale.


Luis recorrió la obra, tomó apuntes y a la hora de la comida, se acercó al grupo, que se marchaba ya a comer.

- Bueno, pues me marcho, mañana me paso…

- Ya he hablado con el estudio. Por mí no hay problema para que os pongáis a trabajar.

- Pues entonces, necesitaré…


Merche le miró y le dijo.

- De momento necesitas comer. Ven con nosotros.

Luis se unió a los cuatro responsables de obra… Y comió con ellos en la ya famosa sala del palacio.

Durante aquella comida, Luis le contó que era de Valencia y trabajaba con Ingecon desde hacía unos pocos años. Que aquella era su primera gran obra.

- Dónde te alojas Luis, preguntó Charo.

- Pues, no te lo vas a creer, pero no me han reservado nada… esta mañana llegué en tren, flipad, me ha mandado en tren desde Valencia. Sacó la carpeta con la documentación, para ver a dónde le digo al taxi que me lleve y no hay hotel…

- No jodas Javier le miraba asombrado.

- Pero entonces…
interrogó Merche.

- Pues le he dicho al taxi que me traiga aquí y ahora veré dónde coño duermo.

- Otro para el emperador
dijo Alberto.

- ¿El emperador? ¿Es el hotel que he visto allí detrás?

- Sí, donde Napoleón enamoró a Josrfina.


Todos rieron y Javier preguntó:

- ¿Y el equipaje?

- En la caseta de obra de la entrada, el chaval ha sido muy majo y me ha dicho que lo podía dejar allí.

- Bueno, pues luego te vienes con nosotros, es un poco…
dijo Charo.

- Clásico añadió Merche.

- Barroco corrigió Javier.

- Hortera que cojones sentenció Alberto.

- ¿Todos estáis en el hotel?

- Yo no majete. Yo vivo en mi casa
dijo Javier añadiendo.

- Pero por las tardes, me voy con ellos allí, nos echamos unas cervezas, y unas risas.

- Bueno pues, si me aceptáis, me uno a esas cervezas…


El viernes transcurrió con normalidad, la obra avanzaba a buen ritmo, Luis en el módulo que le asignaron, trabajaba ya en sus estructuras, cuando a media mañana, alguien aporreaba la puerta de Alberto.

- Oigaaaa. Oigaaaa.

- Qué coño…


Se levantó, abrió la puerta y se encontró con Sebas, Arenas y José.

- Pero... ¿qué hacéis aquí?

Sebas fue el primero en hablar.

- Que te echamos de menos.

Arenas añadió:

- Alguien tiene que controlar la mierda que estéis haciendo.

Y José concluyó:

- Yo no quería venir, pero me han prometido cervezas y diversión.

Sebas volvió a hablar:

- ¿Dónde está nuestra chica?

- Estaba con Charo y Javier, están en…

- Vamos a verles que ha dicho Charo, ese es nombre de mujer…
le dijo Sebas a Arenas.

Y salieron.

José entró al módulo y le dio un abrazo a Alberto.

- Me alegro de verte tío.

- Y yo a ti ¿Qué tal Alicia? ¿No la habéis liado?

- No te creas, estaba con ganas, pero ya sabes el tipo ese que tiene por marido…

- Que lastima, joder, con lo que vale esta mujer.


En ese momento Luis se asomaba a la caseta...

- Perdón. ¿puedo?

- Sí claro Luis, mira te presento este es José Alberto.

- Ah del equipo, me han hablado de ti, y de los otros Sebas y...

- Arenas.

- Eso, Arenas… ¿Qué tal? ¿Habéis llegado ahora? ¿En viernes?

- Es una visita de placer, vamos a ver si Alberto se estira y dejamos Zaragoza sin Ámbar.

- ¿Sin Ámbar?

- Sin cerveza ámbar, la de aquí.

- Ahh ja, ja, aj soy torpe.

- ¿Qué querías Luis?

- Nada, no te preocupes puedo esperar.


Mientras al otro lado de la obra, Charo, Javier y Merche replanteaban la situación de los cuartos de contadores.

Sebas les vio hizo una seña a Arenas y se acercaron despacio, cuando estuvieron cerca, Sebas dijo:

- Y puerta, Por favor, pongan puerta que luego no se puede entrar.

Los tres se giraron extrañados y Merche al verle, se acercó riendo, se colgó de su cuello.

- Sebaaaaas. ¿Qué haces aquí?

- Guapa, no podíamos estar sin ti, y nos hemos venido.


Arenas se acercó:

- Hola, no podemos estar tanto tiempo sin vosotros.

- Pero ¿cómo?, ¿cuando habéis venido?

- Acabamos de llegar, José se ha quedado con Alberto…


Charo Y Javier observaban la escena.

- Joder, que mal educada soy, la obra me embrutece jajajaj Os presento a Charo Y Javier, ellos son Sebas y Arenas, la otra parte del equipo.

- Nos han hablado de vosotros dijo Charo extendiendo a mano.


Sebas rechazó la mano, la envolvió en sus brazos y le dio dos besos.

- Seguro que bien.

Javier se acercó y dándole la mano le dijo.

- Muy bien, nos han hablado muy bien de vosotros.

Después de un rato de charlar, Arenas les dijo.

- Oye terminad lo que estuvierais haciendo, no queremos molestar.

- Ya habíamos terminado
dijo Charo.

Y todos juntos se dirigieron hacia la caseta de dirección de obra.

Una vez allí, hicieron las presentaciones oportunas con Luis y José.

Estuvieron hablando de la obra, de los problemas que se habían encontrado, de las soluciones que habían aportado. Se fueron creando grupos entre ellos que charlaban animadamente.

- Pues tendremos que ir a comer, dijo Alberto.

- Pues vamos añadió Sebas.

Por el camino les enseñaron el hotel a lo lejos, les contaron sus anécdotas en el restaurante, en el hotel.

Al legar al restaurante, entraron a su sala y pidieron cervezas. Cuando la camarera entró con una bandeja y las bebidas, inconscientemente todas las miradas se giraron hacia Sebas. Éste sin darse cuenta de que le observaban, miró a la camarera, de arriba a abajo, de abajo a arriba, se paró a recrearse en el culo y cuando iba a centrarse en el pecho, los demás comenzaron a reír.

- ¿Qué ha pasado? Preguntó Sebas.

- Nada, que eres muy previsible dijo Javier añadiendo.

- Y estos dos cabrones te conocen muy bien.

Sebas puso cara de desconcierto, miró a Merche y Alberto.

- Si hubiéramos apostado, habíamos acertado de pleno dijo Alberto.

- Pero, ¿por qué?

Merche riendo con Charo le dijo:

- ¿Está bien la chica eh?

Todos volvieron a reír.

- ¿Qué chica?

Más risas.

- La de la talla menos de pantalón.

- Y de camisa.


Decían Merche y Charo.

- Ah sí, no me he fijado.

Las risas eran ya carcajadas. Cuando de nuevo entró la camarera.

- ¿Van a comer?

Todos rieron de nuevo.

La chica se quedó parada, sin saber qué hacer y Sebas se acercó a ella.

- Sí, guapa, vamos a comer, pero es que esta gente no sabe comportarse.

Mientras le decía esto, no perdía ojo al escote y a la apertura que hacían los botones apretados contra las tetas.

La chica se dio cuenta e intentó colocarse la camisa mientras salía de la sala.

Sebas se giró y dijo.

- Pues sí, está bien, muy bien diría yo.

Evidentemente todos volvieron a las risas.

Durante la comida, como en anteriores ocasiones, charlaron de anécdotas en obras y le fueron contando sobre ésta en concreto. Cada vez que la chica entraba en la sala, Sebas se la comía con los ojos.

Al ser viernes, por la tarde no iban a la obra. Alberto pidió al encargado, si les podían montar una mesa fuera, junto al río, para tomar unos café y unas copas.

Pasaron la tarde allí, en un ambiente distendido. En un momento dado Javier les dijo que tenía que marcharse, se despidieron y quedaron en hablar al día siguiente por si se unía a ellos en la comida.

Ya era casi de noche cuando decidieron marchar al hotel. Al llegar Arenas se acercó a recepción:

- Buenas tardes necesitamos tres habitaciones…

- Ya tienen asignadas las habitaciones, la señorita Merche nos llamó para avisar…

- Que efectividad de la señorita Merche.


Les dieron las llaves, cada uno subió a su habitación y quedaron en verse para cenar allí mismo.

Ya en su suite, cambiados para irse a dormir salieron como cada noche a la terraza, a que Alberto se fumara su último cigarro. Merche estaba con él, abrazándole por la cintura.

- Qué alegría que hayan venido estos

- La verdad es que sí. Se les echa de menos en la obra.

- ¿Has visto a Arenas?, ¿cómo mira a Charo?

- Sí, y te voy a decir algo, le tiene que gustar mucho, él no es como Sebas que las mira a todas, es más… ¿cómo diría? ¿Tímido?

- Pues no sé. Pero me parece a mí, que Charo está muy enamorada de su marido…

- Seguirá mirando y por la noche… ya sabes, alemanita.

- ¿Alemanita?


- Sí, coño, Ale manita. Dijo haciendo el gesto de pajearse.

- Ja, ja, ja, que imbécil. Le dio un golpe cariñoso en el pecho y se acercó a él melosa.

- Te hago yo de alemana, pero alemana, alemana.

- Sabes que me dejo.

Merche metió la mano dentro del pantalón del pijama de Alberto y agarró el miembro flácido.

- Éste va a disfrutar, tú no lo sé, pero éste…

Alberto se giró y besó a Merche.

- Vamos…

Aquella noche follaron, como ya era costumbre, follaron como si no hubiera un mañana, follaron como dos adolescentes que van aprendiendo cosas… Ella aprendía a ser amada, él aprendía a tener sexo real. Ella se dejaba querer, él se dejaba follar.

Sudorosos, mientras Alberto daba golpes de cadera sobre el culo de Merche levantado en pompa, con ella apoyada en el cabecero de la cama. Mientras la polla de Alberto perforaba el coño de Merche golpe a golpe, él le decía:

- Toma puta, ¿te gusta así?

- Dámela cabrón.

- Eres muy zorra, y te gusta.

- Sí, fóllame, fóllame.


Y cada golpe de cadera, hacía que ella gritara, cada grito de ella era un acicate para él, que golpeaba más fuerte.

- Me corro, zorra, ¿dónde lo quieres?

Ella se giró, abrió la boca, y mirándole a los ojos le dijo.

- Aquí, dámelo todo aquí.

- MMM toma, guarra, toma.


La corrida de Alberto llenó la boca de Merche.

Ella le mostró la corrida, llenándole la boca, y tragó, se relamió y le dijo.

- Te quiero Alberto.

- Te quiero Merche.


Y abrazados, sudorosos y apestando a sexo, durmieron.

Aquel fin de semana lo pasaron entre risas, alcohol, tonterías de unos y paridas de otros.

Tanto Charo como Javier y Luis, estuvieron en un principio un poco apartados, pero a medida que el fin de semana iba pasando, se iban involucrando más con el resto del grupo.

El sábado por la noche, después de haber bebido mucho, Alberto les dijo de subir a la terraza que había en la última planta del hotel, allí no molestarían a nadie. Javier se disculpó porque al día siguiente tenía una celebración familiar y Luis se retiró porque entre el viaje del jueves, la comida y cena del viernes, más la salida de aquel día por la mañana, recorriendo Zaragoza, estaba reventado.

Merche, Alberto, José Alberto, Sebas, Arenas y Charo, subieron a la terraza y se sentaron allí. Arenas estaba sentado en el suelo, en el escalón de salida a la terraza, mientras que Merche y Alberto estaban en dos tumbonas de la terraza y José y Sebas en otras dos enfrente de ellos. Charo acercó un silloncito de la zona de mesas que había en aquella terraza y se sentó, recogiendo las piernas como un indio, entre Arenas y las tumbonas de Merche y Alberto.

Llevaban así un rato, cuando Alberto se fijó en Arenas, que disimuladamente miraba a Charo.

Charo había pasado por su habitación y se había puesto un pijama de verano, con el pantalón corto pero holgado en las piernas, y una camiseta, sin el sujetador que ya sabemos que en realidad poco le hacía.

Al sentarse, el pantalón se le había movido por la pernera y le ofrecía a Arenas una perfecta visión del coñito de Charo, solo tapado por una braguita semitransparente rosa.

Arenas no perdía de vista la entrepierna de Charo, cuando Charo se giró y cambió de postura, la visión dejó de ser la misma, Arenas ahora veía todo el muslo de la chica, y el inicio de la braguita.

Alberto se acercó a Merche y le dijo al oído:

- Esta noche Arenas tiene plan.

- Sí, con una alemana.


Los dos reirán cómplices.

José les vio reír e interrogó con la mirada a Alberto, éste le hizo un gesto y José se percató de lo que ocurría, y avisó a Sebas, que también se fijó en su amigo.

Charo se levantó y paseó por la terraza.

- Estoy entumecida, me duelen las piernas.

Merche le dijo a Alberto.

- Se le ha jodido la historia.

- Pobrecillo, ahora no se puede levantar él.


De nuevo las risas entre los dos.

- Parejita, que felices estáis les dijo Charo.

- Ains si tu quisieras también estarías feliz le replicó Sebas.

- Yo estoy feliz. Sentenció Charo y volvió al sillón.

Se sentó otra vez, volvió a recoger las piernas.

Arenas abrió los ojos como platos cuando descubrió que ahora no solo se había descolocado el pantalón, la braguita se le había desplazado y Arenas veía completamente libre de obstáculos el coño de Charo.

Sebas y José que se reían entre ellos, hacían gestos a Alberto y Merche.

Arenas ya no disimulaba, pero al estar por debajo de la visión de Charo, ésta no se percataba de la visión que le ofrecía al pobre Arenas.

Sebas se levantó.

- Señoras, Señores me es muy grata su compañía, pero me voy a dormir. Y le dio con el pie a José, que en un principio no reaccionó, para después decir.

- Yo también.

Charo los miró y les dijo.

- ¿Ya os vais? Con la buena noche que hace.

Sebas entonces le indicó:

- Arenas se queda contigo, y veis amanecer juntos.

Alberto y Merche se pusieron de pie y también se excusaron.

Charo dijo:

- Pues si os vais todos…

- Yo me quedo, si no quieres quedarte sola.
Le dijo Arenas

- Pues nos quedamos un ratito ¿no?

Todos se despidieron y en aquella terraza quedaron Arenas y Charo.

Ella se levantó y se acercó al borde de la terraza, Arenas se acercó por detrás y trató de abrazarla.

Ella ágilmente le esquivó y disimuló como si no se hubiera dado cuenta de que trataba de abrazarla.

Arenas se fue acercando a Charo. Ella empezó a ponerse nerviosa, no conocía a Arenas como para saber si era de fiar, tenía claro que no quería nada con él, pero no sabía si él intentaría propasarse.

En un momento determinado, Arenas intentó besarla, ella se apartó y muy seria le dijo.

- ¿Qué haces?

- Yo, pensaba que…

- Arenas, estoy casada, felizmente casada.

- Yo, perdona, es que no.


Arenas se apartó avergonzado y Charo se percató del enorme bulto que tenía en los pantalones, además de la inocencia de aquel hombre, desde luego era cualquier cosa menos un acosador peligroso.

- No pasa nada es que… me has pillado por sorpresa.

- He sido un idiota, perdóname.


Charo se acercó a él y le dio un beso en la mejilla.

- No eres un idiota, me pareces un cielo de persona, pero yo no estoy buscando nada.

- Lo entiendo, además nos acabamos de conocer.


Charo bajó su mano al paquete de Sebas, la palpó sobre el pantalón del hombre y notó un miembro realmente grande.

Arenas se sobresaltó y la miró.

- No me voy a acostar contigo, pero esto te lo puedo arreglar.

Y bajando la cremallera, metió la mano dentro y agarró aquel bulto.

Arenas no se movía. La mano de la chica recorrió el bulto, lo sopesó, y sacó la mano, desabrochó el botón y le bajó el pantalón, luego el calzoncillo y miró aquella herramienta.

- Joder que pollón tienes tío.

- No, Si,
Arenas estaba realmente nervioso no sabía qué hacer.

Charo entonces, agarró aquel mástil y comenzó a pajearle. Él mirando hacia la calle, ella mirando hacia la puerta de la terraza, vigilante.

- ¿Quieres tocarme?

Arenas pasó la mano sobre la camiseta y notó las pequeñas tetas de Charo. Ella entonces le agarró la mano y se la dirigió a su entrepierna, se apartó el pantalón y la mano de Arenas se posó sobre el depilado coño de Charo. Lo notó mojado, Ella sin parar de pajear a Arenas le guiaba la mano.

Pasaron así un breve espacio de tiempo, ella empezó a ponerse nerviosa, porque Arenas, no le hacía nada, entonces decidió que lo mejor era hacerlo ella misma.

Le apartó la mano y metió la suya, comenzó a frotarse, empezó a notar su excitación, tenía una mano en su coño y otra en una polla inmensa y muy dura.

Aceleró la mano de la polla, Arenas comenzó a gemir, ella hizo lo propio, cerró los ojos y aceleró la masturbación a aquel cimbel que le llenaba la mano. Su coño estaba encharcado, se metía los dedos y notó que le venía un orgasmo de los gordos, la excitación del sitio, de lo prohibido la aceleró. Cuando notó que ya no lo podía parar, aceleró más aun la paja, los movimientos tenían que estar doliéndole al pobre Arenas, que sólo gemía, no movía ni un musculo, solo acertó a decir.

- Ya.

Y en ese momento un gran chorro de semen impactó contra el murete de la terraza que hacía de barandilla, luego otro, otro más. Ella mientras aguantaba el temblor de las piernas para no caerse, el cuerpo le daba latigazos electrificados. Aquella polla expulsó un par de chorros más, todos con fuerza.

- Joder tío, que corrida.

- Yooo, estooo, lo siento…

- ¿Qué sientes muchacho?, si no fuera… te follaría entero.


Soltó la polla de Arenas, pasó la lengua por los dedos que se habían pringado de semen, se colocó el pantaloncito del pijama, le dio un beso en la mejilla y le dijo:

- Buenas noches, descansa. Y de esto…

Se puso el dedo sobre los labios, indicando silencio, se giró, y entró en el hotel desapareciendo de la vista de Arenas. Él se quedó un rato sin saber qué hacer, como extasiado, al final se subió el pantalón y se dirigió a su habitación.

Aquella noche, en su cama, escenificó mentalmente todo lo que podía haberle hecho a Charo en aquella terraza y se hizo otra paja.
 
Capítulo 18
Primer regreso
Zaragoza 2003

Por la mañana Merche y Alberto cogieron el ascensor para bajar a desayunar, una planta más abajo se paró el ascensor y al abrirse la puerta entró Arenas.

- Buenos días chicos.

- Buenos días Joaquín
dijo Alberto.

Merche le puso la mano sobre un brazo y mirándole a los ojos le dijo.

- ¿Qué tal?

- Bien, bien.

- ¿Seguro?

- Sí, bien de verdad.

- Me alegro.


El ascensor se abrió y caminaron hasta el comedor, allí ya estaban Sebas, Luis y José.

Todos se saludaron y Sebas interrogó en tono jocoso.

- ¿Triunfaste?

- Por favor Sebas.

- ¿Pero hubo temita?


Luis miró a Alberto interrogándole.

- No… Charo... no...

En ese momento Charo que entraba en el comedor y había escuchado la pregunta de Sebas, muy jovial, saludó:

- ¿Qué tal? ¿Habéis descansado?

Los demás fueron respondiendo y Charo se fijó que Arenas estaba colorado, miró a Sebas, que como siempre sonreía y le dijo.

- Joder con tu amigo, Sebas, anoche se portó como un puto campeón.

Sebas puso cara de sorpresa, Arenas la miró sorprendido.

- ¿Cómo? Dijo Sebas.

- Que torpe estas Sebas. Que digo que anoche Joaquín me dejo satisfecha como una reina, se portó como un campeón las dos veces.

Sebas casi se atraganta, el resto reía viendo a Sebas. Arenas, la miró, ella le miró a él, y en la cara de Arenas se encendió una sonrisa.

Merche, sentada justo al lado de Charo, la agarró el brazo por lo bajo, cruzaron sus miradas y Merche le hizo un gesto como de aprobación.

A media mañana, los tres invitados se preparaban para irse, metían sus bultos en el coche.

Se fueron despidiendo, quedando en volver en breve, pero ya para trabajar. Cuando Arenas se acercó a Charo para despedirse, esta le rodeó con los brazos y le dio un beso en la cara.

- Gracias Charo, no tenías que haber dicho nada.

- No te dejes ningunear por nadie, nunca.

- Lo intentaré.

- Eres un sol
. Y le dio un beso en la mejilla.

Finalmente el coche, conducido por José, con Sebas de copiloto y Arenas en el asiento trasero, salió en dirección a Madrid.

Los cuatro se quedaron un rato en la puerta, corría una suave brisa.

Luis le dijo a Alberto:

- Tengo que enseñarte una cosa del edificio 3, Hay algo que no me cuadra, a ver qué opinas.

- Vamos a verlo.


Los dos entraron en el hotel. Charo y Merche se miraron…

- ¿Me lo vas a contar? dijo Merche.

- No hay nada que contar.

- ¿Por qué lo has dicho?

- Porque me jode que se rían de él, es muy parado, muy cortado y me jode que se pasen con él, sobre todo Sebas.

- Pero no pasó nada ¿verdad?

- Merche, ¿qué quieres que pase? Intento acercarse a mí, yo me aparté.

- ¿Y ya?

- Me intentó besar, le hice la cobra. Me disculpé y me fui a dormir.


- Has hecho bien, ahora irán todo el camino intentando sonsacarle. Jajajja.

- Que sonsaquen, que sonsaquen.

El domingo pasó, la semana pasó y el jueves Alberto en la comida les comunicó que ese viernes se volvían a Madrid y que la próxima semana hasta el jueves o viernes no volverían.

Javier se ofreció a cuadrar los equipos de trabajo, Charo se encargaría de sus instalaciones, pero se ofreció a ayudar si era necesario. Igualmente, Luis se puso a disposición de Javier.

También les comunicó que para esa próxima semana ya vendría todo el equipo a trabajar en la obra.

Llegado el viernes Merche y Alberto volvieron a Madrid.

Antes de salir, Merche le preguntó a Charo si ella no iba a volver nunca a Vigo, Charo riendo le dijo.

- Algún día volveré, pero de momento... Bernardo viene este fin de semana, por fin, que el coño me empieza a picar.

- Jajajaj y eso que Arenas te dejó satisfecha.

- Jajajaj.


Madrid 2003

Al llegar a Madrid, Alberto llevó a Merche a su casa, pero no quiso subir, para luego dirigirse a la suya.

Al llegar a casa, Alberto se duchó, se cambió, se sirvió una cerveza y ocupó su sitio en el balconcito.

Estaba tan feliz en su mundo que no oyó el teléfono sonar.

Cuando acabó la cerveza y se disponía a coger otra, vio dos llamadas perdidas, las dos de Merche.

*- Me has llamado perdona no lo oí.

*- Hola cariño, no era urgente.

*- ¿Entonces?

*- Mi madre, que quiere que quedemos a comer juntos.

*- Pues quedar.

*- Contigo idiota.

*- Ah conmigo, no sé.

*- Vamos que no te puedes negar.

*- Sí puedo.

*- No, no puedes.

*- ¿Por qué?

*- Porque tu jefe estará en la comida.

*- ¿Sanchís?

*- Sí.

*- Joder, ¿no puedo excusarme?

*- Si no quieres perder tu trabajo y tu novia…

*- Que cabrona.

*- Entonces ¿te veo mañana?

*- Que remedio, ¿dónde?

*- Nos recoges a la una y vamos a casa de mi tío.

*- ¿A casa de tu tío?

*- A ver vamos a casa de mi tío, y de ahí al club de campo a comer.

*- Madre mía, y qué hay que ponerse.

*- Mientras no lleves la ropa de trabajo sucia… o en pelotas.

*- En pelotas después en mi casa.

*- ¿Quieres que vaya a tu casa?

*- Después, ¿vale?

*- Te quiero Alberto.

*- Y yo a ti Merche.


Su sábado de relax se había ido a la mierda, pero… por su chica haría lo que hiciera falta.

El sábado a la una estaba en la puerta de Merche, como siempre puntual.

Se miró en el espejo interior del coche, estaba afeitado, bien peinado…

Entonces la puerta del portal se abrió, y una sonriente Merche, con un vestido colorido con flores y falda de vuelo salió, los tirantes y el escote del vestido estaban tapados con una chaquetilla roja, pero él adivinaba aquellas tetas, con ese tipo de vestido no se podía poner los sujetadores deportivos que solía usar, y las tetas parecían más grandes.

Detrás de Merche, su madre, Alberto pensó, “de casta le viene al galgo” Irene llevaba un vestido ajustado, con la falda sobre la rodilla y un escote redondo, que escondía unas tetas, aparentemente no tan grandes como las de la hija, sobre los hombros una chaqueta. Tapaba sus ojos con unas gafas de sol grandes y el pelo, más claro que el de Merche y más largo, iba recogido en un moño.

Alberto salió del coche y muy caballerosamente, cogió la bolsa que Irene llevaba en la mano.

- Buenos días, déjeme a mí.

- Que atento, pero no me llames de usted, que no soy tan mayor.

- No te preocupes.


Alberto metió la bolsa de la mujer en el maletero y le abrió la puerta del coche a Irene.

- Déjala que vaya delante Alberto, que se marea. Dijo Merche.

- No hay problema, Cariño… adelante y se apartó para que Merche entrara al coche.

Luego fue al otro lado y abrió la puerta del acompañante a Irene.

- Señora…

- Gracias caballero.


Irene se giró para sentarse y luego metió las piernas en el coche, la falda se le levantó un poco y Alberto vio unas piernas perfectas, y bonitas, bien contorneadas con unos muslos apetecibles.

Apartando el pensamiento de su cabeza se dirigió a su lado y entró al coche.

- ¿Para dónde voy? Preguntó.

- Al barrio de la alameda dijo Irene.

- ¿Sabes ir? preguntó Merche.

- Sí, sí saliendo por la carretera de Burgos ¿verdad?

- Sí pero te desvías hacía Colmenar...


El coche se puso en movimiento, Alberto intentó no mirar a su acompañante, pero cada vez que desviaba su mirada, se encontraba con las piernas de Irene, con sus muslos, se centró en la conducción y por el retrovisor veía los ojos de Merche, estaba preciosa como siempre.

Llegaron a La Alameda e Irene le fue dando indicaciones. Por fin detuvo el coche frente a una gran verja de hierro, Alberto bajó la ventanilla y pulsó el botón del interfono, mientras esperaban respuesta, Irene se inclinó hacia Alberto, como para que se la oyera mejor al hablar. Alberto notó los pechos de Irene contra su brazo, pero no se atrevió a moverse.

- ¿Sí? Dijo una voz femenina por el aparato.

- Buenos días María, Somos nosotros.

- Buenos días Señora, les abro.


La puerta comenzó lentamente a abrirse, Irene volvió a su asiento y Alberto sintió una liberación a sus malos pensamientos.

Recorrieron el camino de gravilla hasta un espacio abierto frente a la fachada de la casa.

- Allí Alberto, déjalo allí, bajo esos árboles, que dará sombra luego.

Alberto estacionó y los tres salieron.

Merche se acercó a Alberto y muy cariñosamente le agarró del brazo, mientras Irene caminaba delante de ellos, Alberto se fijó en el culo de la madura, que se movía con gracia, apretado por aquella falda ajustada, y observó cómo los muslos de la mujer se iban viendo alternativamente, a cada paso de la mujer, por la raja de la falda.

Merche acercó su boca al oído de Alberto:

- ¿Has visto que buena está mi madre? Cuando yo sea mayor quiero estar así.

- No me he fijado.
Mintió Alberto.

- No me digas que no, Que ya hace ella porque se la vea jajajaja.

- Bueno pues me fijaré entonces jajaja.


Entre risitas se acercaron a la puerta.

- Buenos días María ¿Cómo estás? Preguntó Irene.

- Buenos días señora, pues bien, como siempre. Y se apartó para dejar a Irene entrar en la casa.

Merche y Alberto subieron los tres escalones.

- Hola María, que guapa estás.

- Señorita Merche, usted sí que está guapa.

- Mira María, él es Alberto.

- Encantada Señor, Pasen por favor.


Al entrar Alberto se sorprendió del tamaño de aquel hall, con una gran escalera central que subía a una entreplanta para después dividirse en dos, a ambos lados.

De una puerta doble lateral, salió el Sr Sanchís, dio un beso a Irene, se acercó a Merche y cariñosamente la abrazó y le dio dos besos, para a continuación extender la mano a Alberto:

- Buenos días Alberto, Bienvenido a mi casa.

- Gracias Señor Sanchís, es un placer.

- Llámame Elías, por favor.

- Por supuesto Sr Elías.


Elías Sanchís hizo un gesto, emitió un pequeño bufido y añadió.

- Elías, solo Elías.

Alberto sonrió.

Entraron a una sala, y Sanchís les invitó a tomar asiento.

- María, por favor, trae algo de beber y dirigiéndose al resto añadió.

- ¿Qué queréis tomar, Alberto?

- Una cerveza, si no es molestia.

- Yo también añadió Merche.

- ¿Y tú Irene?

- Un refresco, lo que tengas María, da igual.

- María, tres cervezas y el refresco de Irene, Gracias.


Alberto se sentó junto a Merche en un sofá, mientras que Irene a su izquierda en un sillón y Sanchís a la derecha en otro.

Sanchís comenzó a hablar.

- Íbamos a ir al club, pero le he dicho a María que pidiera la comida al club y que la trajeran, mejor comemos aquí.

- Como tú prefieras Elías
dijo Irene.

Y comenzaron una charla sobre la comida del club, sobre ese servicio que ofrecían de comida a domicilio.

Alberto permanecía callado, observaba a sus anfitriones, Merche no se había separado de él en ningún momento, cosa que él, agradecía.

Muy bajito le dijo

- ¿Quieres que salgamos fuera?, ¿te enseño el jardín?

- Sería maravilloso.

- Tío, vamos a salir al jardín que lo vea Alberto.

- Alberto, siéntete como en tu casa, de verdad.

- Gracias Señor… Gracias Elías.


Salieron al jardín y Merche le llevó por un camino entre arbustos recortados perfectamente hasta llegar a un cenador de madera.

- A mi tío le tienes que caer muy bien.

- ¿Y eso?

- Nunca le he visto ser tan amable con nadie…

- Es que me has traído tú.

- Será eso jajaja.


Mientras dentro de la casa.

- Has visto Elías, la veo tan feliz…

- Alberto es un buen hombre…

- Es encantador, educado…

- Y un gran profesional, a ver si la niña me lo va a estropear jajaja.

- No seas tonto.

- Pero tienes razón, la veo muy centrada y feliz. De hecho, me han dicho que está trabajando muy bien en Zaragoza.

María apareció con las bebidas, las dejó en la mesa y preguntó:

- ¿Saco las bebidas de los chicos fuera?

- No María, no es necesario. Gracias.

Alberto y Merche estuvieron un rato fuera, Merche le enseñó la piscina, los parterres con rosas, una zona con una barbacoa y una zona para comer toda decorada con madera y con una cubierta de hierro y cristal de la que Alberto quedó enormemente enamorado.

Después entraron y comieron con Irene y Sanchís. Pasaron una sobremesa agradable, en la que rieron con anécdotas de Irene sobre Merche cuando era una cría pequeña. Merche se ruborizó en más de una ocasión, pero siempre sin perder su sonrisa.

Ya casi se iban a marchar cuando Sanchís pidió a Alberto que le acompañara. Sanchís acompañó a Alberto hasta una puerta que abrió y mostro un enorme despacho al que invitó a Alberto entrar.

Alberto no perdía detalle, una maqueta bajo una urna de cristal mostraba un edificio bajo de una sola planta con líneas curvas y una cubierta redondeada.

- Ese fue mi primer proyecto aceptado en el estudio. Es la iglesia de San Salvador en Murcia.

- Es espectacular, pero no tiene cruz...

- Es una cruz, fíjate.


Sanchís recorrió con el dedo la estructura superior, y efectivamente toda la cristalera superior era en forma de cruz. Y añadió.

- Y en la fachada hay una cruz de acero inoxidable encastrada en el mármol…

- Es muy bonito, desde luego.

- Pero no te he traído para enseñarte esto…


Alberto interrogó a Sanchís con la mirada.

- Quería decirte… a ver cómo te cuento…

- ¿Qué ocurre Sanchís?

- Cuando nos aprobaron el proyecto de Zaragoza.


Hizo una pausa, eligiendo las palabras.

- Nos reunimos los tres, y desde el primer momento que Julio te nombró, tanto Miguel Ángel como yo asentimos en que eras el candidato ideal para ejecutar este proyecto. Pero…

- ¿Hay algún problema? ¿Algo no estamos haciendo bien?

- No, no, Alberto, las noticias que tengo son buenísimas, avanzáis a buen ritmo… no, no, está todo perfecto, la elección fue acertada.

- Entonces…

- A ver Alberto, Merche es… joder cómo me cuesta. No sé qué problemas ha tenido en su vida, pero Merche ha pasado mucho tiempo sin salir de casa, con psicólogos. Lleva en la empresa varios años, eso ya lo sabrás, y ha participado en muchos proyectos, tanto en el estudio como en obra.

- Y lo ha aprovechado muy bien, es una gran profesional…

- Si cierto es. Te lo dije en su día, es una grandísima profesional…

- Entonces…

- En todos los proyectos que ha participado, no ha llegado a integrarse, le cuesta relacionarse con la gente.

- Pues, señor, tengo que decirle que en Zaragoza está siendo una parte importantísima del equipo, se ha integrado perfectamente…

- Alberto, eso es gracias a ti. Estoy seguro, tu forma de tratar a tu gente… y luego el hecho de ser pareja. Nunca pensé realmente que eso fuera una posibilidad, cuando decidimos ponerla en tu equipo…

- Es una gran chica, es guapa, es trabajadora…

- Lo que quiero decir Alberto, es que, por favor, trátala bien, cuídala, es mi vida, yo no tengo otra familia más que ellas.

- Señor… Creo que es la persona ideal para su puesto, está siendo de gran ayuda, ha hecho amistad con la gente de las contratas y de las empresas colaboradoras… Yo cada día la veo más integrada

- Me alegro, de verdad. Y me alegro de que seas tú quien la ha ayudado a estar así. Por favor, cuídala mucho, si alguna vez observas cualquier cosa que pueda resultar… no sé extraña, dímelo, sin ningún temor, habla conmigo.

- No se preocupe, lo haré.


Sanchís, se acercó a Alberto y le abrazó. Alberto notó mucha sinceridad en aquel gesto.

Un poco después, volvían a casa de Merche. Alberto volvió a tener a la vista las piernas de Irene, pero esta vez por el retrovisor vio que Merche se reía, y le hacía gesto de taparse los ojos. Alberto se aguantaba las risas.

Paró el coche, de nuevo en el portal de la casa de Merche e Irene y salió a abrir la puerta a la madura. Nada más abrir, y en cuanto Irene se giró, Alberto no pudo evitar mirar dentro de aquel escote, el vestido se ahuecó lo suficiente para que el hombre viera claramente los pechos de Irene atrapados en un elegante sujetador de encajes en color carne.

Merche acompañó a su madre a la puerta y le dijo:

- Mamá, me voy con Alberto, luego te llamo.

- No vienes a dormir claro.

- No lo sé. Ya te contaré.

- Estarías muy tonta si vienes a casa en vez de quedarte con ese hombre.

- Mamaaaa por favor
le dijo mirando a ver si Alberto lo había escuchado.

- Tú sabrás hija, pero yo… yo no vuelvo a casa de mi madre hasta que me escueza…

- Que bruta eres mamá.

- Bueno y ni aun así.

- Vale ya, mamá, hasta luego
. Le dio dos besos y se metió al coche.

Alberto se acercó a Irene y también le dio dos besos.

- Lo he pasado muy bien, gracias.

- Gracias a ti, Alberto. Eres un cielo.

- Hasta luego Irene.


Entró al coche y enfiló hacia su casa. Merche a su lado le miraba divertida.

- Mira Alberto le dijo subiendo un poco su vestido y mostrándole las piernas.

- Qué mala eres.

- No son las de mi madre pero… tampoco están mal.

- Yo prefiero las tuyas,
y puso su mano sobre el muslo de Merche.

Los dos rieron y continuaron hasta la casa de Alberto.

Zaragoza 2003

Ese mismo día, en Zaragoza a la hora de la comida.

Bernardo y Charo habían paseado por la ciudad, Bernardo había llegado el día anterior a media tarde y desde que llegó habían estado follando. No salieron de la habitación hasta por la mañana para desayunar.

Estaban en el restaurante en el que habían comido unas semanas antes con Alberto y Merche, sentados en la terraza con vistas al río.

- Tengo que contarte una cosa Ber.

- Mmm ¿qué cosa?

- La semana pasada vino el equipo de Alberto y Merche, bueno los tres chicos.

- ¿Y qué tal?

- Ah bien son muy majos, vinieron a pasar el fin de semana, y son muy majos, divertidos…

- ¿Y pasó algo?

- Bueno, a ver.

- Charo, ¿qué me quieres contar?

- A ver, que te quede claro que no me he acostado con nadie, eso ya lo sabes.

- Te he dicho un montón de veces, que, si algún día te acuestas con algún tio, lo único que pido es que no me mientas, que me lo cuentes.

- Nunca, Ber. Escúchame nunca me he acostado con otro que no seas tú, y jamás lo haré, mientras comparta mi vida contigo. Escúchame NUNCA.

- Entonces… ¿qué ha pasado?

- A ver el sábado por la noche, hay uno de los chicos, que…

- ¿Que lo intentó?

- Es más complicado. Es que los tendrías que conocer… A ver uno es un puto fanfarrón, el típico listillo, que va de ligón…

- Pues contigo… tocó hueso.

- No fue ese… Escucha, el caso es que se mete mucho con otro, que es justo lo contrario, es un cielo de persona, calladito, tímido, muy tímido.

- ¿Y fue el tímido?

- No sé cómo pasó, pero el caso es que estábamos en la terraza de hotel, arriba en la cubierta. Y se marcharon todos y me quedé solo con él.

- Y dijo esta quiere follar jajajja.

- Se acercó, después de pensárselo mucho, porque estuvimos un rato los dos solos. E intentó besarme, yo le esquivé y le dije que si estaba loco, que estoy casada, que yo no quiero nada.

- Y se acojonó.

- Se puso rojo, me pidió perdón mil veces, que no pensara que él era mal tío, en fin…

- Y te lo follaste.

- Que no gilipollas, escúchame. Estaba súper cortado, todo rojo, casi temblaba, pero le vi el bulto, estaba súper empalmado, me dio pena…

- Y le hiciste una mamada de buena samaritana.

- ¿Eres idiota?

- ¿Entonces qué?

- Bueno, se la saqué y le hice una paja.

- ¿Le hiciste una paja, porque estaba cortado y empalmado?

- Bueno sí, pero es que...

- ¿Y él a ti?

- Nada, ni me rozó.

- Entonces… le sacas el rabo, le pajeas y él se queda quieto.

- Quieto es poco, parecía una estatua.

- ¿Y qué pasó después?

- Nada, cuando se corrió, le di las buenas noches y me fui a dormir.

- Joder, pobre hombre.

- ¿Pobre hombre? Tío, te estoy contando que le hecho una paja a un tío, cabréate un poco ¿no?

- Jajajaja.

- ¿Y encima te ríes?

- ¿Qué quieres que haga?

- No sé enfadarte, decirme que soy una guarra, yo que sé. Enfádate, dime que soy lo peor…


Charo estaba cabreada, no entendía que él no se enfadara, se lo estaba contando porque su conciencia se lo exigía, no podía dejar pasar aquello, nunca había hecho nada así.

- Charo cariño. Sé que eres fiel. Que no me engañarías. Que me quieres con locura...

- ¿Pero?…

- Si hiciste eso, me consta que tendrás alguna explicación lógica.

- No sé si es lógica, pero le vi, tan cortado, tan rojo, me dio mucha pena, le habría costado un montón intentar algo conmigo…

- ¿Ves? Tienes una explicación. Eres buena gente.

- No te he contado todo…

- No me jodas Charo.

- No, no pasó nada más. Pero al día siguiente cuando bajé a desayunar…

- ¿Qué pasó?

- Pues que el tío, el imbécil, le preguntaba si había triunfado y se reía de él, porque muy rojo de vergüenza le decía que no. Pero es que lo más me jodió, era que se lo preguntara delante de todo el mundo. Parecía que le estaba humillando…

- ¿Y qué hiciste?

- Di los buenos días, sonreí, y le dije al imbécil que su amigo se había portado de puta madre, que me había dejado súper satisfecha… Las dos veces.

- Ja, ja, ja, ja, Que hija puta eres.

- No veas la cara que puso… jajajaj.


Bernardo se reía, pero pensaba que a lo mejor no le había contado todo, claro que si hubiera pasado algo más, "¿le habría contado eso?"
 
Capítulo 19
Confesiones
MADRID 2003

- Bienvenida a mí reino. Adelante.


Alberto abrió la puerta de su casa y se apartó, haciendo a Merche un gesto para que entrase.

Nada más entrar, echó un vistazo general, el recibidor, con un mueblecito pequeño, donde Alberto dejó las llaves, y más allá sin puerta, el salón. Todo muy claro, sin colores estridentes, un mueble bajo, donde se ubicaba una televisión y un equipo de música, en esa pared un poco más arriba y hacia un lado, un mueble cerrado y muchas fotos enmarcadas, la mayoría en blanco y negro, muy artísticas.

- Son obras que he hecho.

- ¿Todas?

- Claro.


Merche las examinaba, había edificios y locales comerciales, incluso una foto de una cabaña en lo alto de un árbol.

- Jajaja ¿esta también es una obra?

- Aunque no lo creas sí. Un amigo de Alicia quiso que le diseñáramos una cabaña, y lo hicimos… nos pagó en barbacoas y cervezas jajajajja.

- Como se entere mi tío que hacéis trabajos personales jajajaja.


Al otro lado de la pared de la televisión y las fotos, había una mesa baja, un sofá y un sillón individual a juego. Vio el hueco vacío de lo que sería otro sillón y miró alrededor, buscándolo. Junto a una puerta de cristal amplia, encontró el sillón, se acercó y a través del ventanal vio el edificio de enfrente, separado de éste por un conjunto de árboles inmensamente altos.

- Ese es mi rincón, cuando hace frio, el sillón, cuando hace bueno, abro la puerta. Abrió la puerta.

- Y me siento aquí, y se sentó en el escalón de salida al pequeño balcón.

- Que sitio más cuco.

- Mira ven.


Por una puerta a la izquierda de la entrada desde la calle, en el mismo salón, entraron en una pequeña cocina, muy bien distribuida, decorada en blanco y gris.

- ¿En esta casa no hay nada de colores?

- Ahora tú, que das color a todo.

- Que ñoño eres algunas veces,
y le dio un besito en los labios, - pero me encanta añadió Merche.

Salieron de la cocina, y de frente a la entrada, un distribuidor daba acceso a dos habitaciones y un baño.

En la primera de la izquierda estaba el estudio de Alberto, de frente el baño y a la derecha el dormitorio.

Merche entró al estudio.

- Joder como mola, ¿son tuyos?

Preguntó señalando un montón de dibujos colgados por las paredes.

- Sí, cuando necesito relajarme, dibujo.

- Como molan, joder que bonito.
Señaló uno que parecían edificios sin ventanas, todos agolpados y desordenados en perfecta perspectiva, con sombreados de lápiz y detalles en bolígrafo azul.

Merche salió y se dirigió a la habitación.

- Que… que vacía ¿no?

- Coño, ¿qué quieres?

- La cama, un armario, esa mesilla, ¿y nada más?

- ¿Qué más quiero?, aquí sólo duermo.

- ¿Sólo duermes?
Le dijo de forma pícara.

- Sólo duermo. Follar, follo en un hotel de Zaragoza.

- Ja ja ja que idiota eres.

- Es verdad.


Merche estaba encantada observando todo en aquella casa, no había lujos, no había obras de arte como cuadros o figuras esculpidas, no había de esas cosas a las que ella estaba acostumbrada a ver en su casa.

- Me gusta tu casa.

Pues no has visto lo mejor.

- ¿Hay más?

Ven mira.

Alberto llevó a Merche a la cocina, abrió la nevera y sacó dos cervezas, y dos vasos del congelador.

- Toma, esto es lo mejor de mi casa.

- Si lo que yo digo, tú eres idiota jajajaja.

- Jajajaja ¿Pero a que mola?

- Sí, están frías, pero sigues siendo un imbécil.


Salieron al salón y se sentaron en el sofá a tomarse la cerveza.

Alberto, que hasta ahora había estado sonriente, se puso serio.

- Merche cariño, tengo algo que preguntarte…

- ¿Tiene relación con la charla, que imagino, que te ha dado mi tío?

- Sí, en parte sí.

- ¿Qué quieres saber?

- No quiero preguntarte nada concreto.

- Pero quieres saber más de mi.

- No, quiero que me cuentes, lo que me quieras contar, quiero que confíes en mí, quiero que si crees que debo saber algo, que me lo cuentes, quiero…

- ¿Sabes? Desde que me asignaron la obra,
contigo, he pasado por muchos sentimientos, desde el miedo a no ser suficientemente buena para el trabajo, he pasado por la incertidumbre de no saber si tú me aceptarías en el equipo, he sentido frustración, cuando los primeros días, no me salían las cosas como yo quería, he sentido satisfacción, el día que anunciaste que era codirectora, he pasado ilusión, celos, vergüenza, admiración… he pasado toda la clase de estados anímicos…

- No me lo has dicho nunca.

- Déjame seguir, ya lo suelto del tirón... Yo Alberto, he pasado años con visitas periódicas a psicólogos, no era estable, cuando algo me salía mal, o no me salía tan bien como yo quería, me hundía y quería dejarlo todo...

- Pero…

- Desde que empezamos este proyecto, en condiciones normales, debería haber visitado al Psicólogo, no sé, unas doce veces, y llamadas… ni las puedo contar. ¿Sabes cuántas visitas he hecho?, ¿y cuántas llamadas?

- No sé, yo no he visto…

- Ni lo verás jajaja, mis visitas son personales y secretas jajajaja.

- Ahora la idiota eres tú, jajaja.

- El día que nos conocimos, tenía sesión, pero no fui, llamé para decir que tenía trabajo y no podía ir. Me cambió la cita para el día siguiente, y llamé para decir que tenía trabajo y no podía ir.

- Pensaría que te exploto.

- Calla, al final vino él a verme a casa, el fin de semana, el domingo ese que no te molestaste en responder a mi correo…

- Pero… ¿por mi culpa? Yo, lo siento...

- No, no, escucha. La ventaja de ser cliente vip de un psicólogo, es que cuando él cree que estás mal, no te cita, viene a verte. También puede influir la pasta que le paga mi madre jajajja.

- Sigue.

- Aquel domingo, por la mañana, el doctor se presentó en casa, imagino que habría hablado con mi madre, yo estaba en mi cuarto, sin arreglar, con los auriculares puestos escuchando música, pasando de la vida y de todo, mentalmente pensando que había metido la pata, que no tenía que haberte besado… en fin estaba pensando renunciar al proyecto.

- No, eso no.

- El psicólogo me preguntó qué sentía, qué creía que sentías tú, qué me parecía el proyecto, vamos que me hizo ver que hacer este proyecto, demostrarme a mí misma que era capaz y por supuesto a los demás. El psicólogo me hizo entender, que, si tú me habías nombrado codirectora, era porque habías visto algo en mí, mi capacidad, que no era por nada relacionado con el sexo, no es que quisieras nada de mí, fuera de lo profesional. Que si luego eso venía, que lo aprovechara, que me sintiera libre de amar…

- ¿Y lo hiciste?

- Me costó, yo no sé amar… estoy aprendiendo… pero…


Merche se echó a llorar.

- Merche, cariño, no llores, por favor.

- No es un bajón no te preocupes, es que… joder me siento querida, amada, siento que estás conmigo porque me quieres… eres… no sé explicarlo.

- Es cierto te quiero.

- Lo sé, pero hay una parte de mí que no termina de entenderlo, cuando hacemos el amor, yo… no sé… es como si…

- ¿Qué?

- Es que… me comporto como si necesitara complacerte, para que sigas conmigo. Tengo que ser la mejor amante, la que más placer te dé…

- Merche cariño. Yo te quiero, te quiero cuando amaneces a mi lado, cuando te veo dormir, preciosa, cuando te veo en la obra dando explicaciones, cuando vamos a comer, cuando te observo hablar con Charo, parecéis tan confidentes.

- Lo somos jejej.

- No necesitas demostrar nada.

- Eso me dijo el psicólogo la última vez que le llamé.

- ¿Le has llamado desde la obra?

- Sí, no estoy orgullosa, pero sentí celos…

- ¿Celos?


- Cuando conocimos a Charo y Bernardo, pasamos el fin de semana con ellos y luego empezamos la obra y tú hablabas con ella…

- Y con Javier… y con…

- Déjame seguir… mi cabeza no estaba preparada para una relación, no sé, no sabía lo que era, el caso es que le llamé…

- ¿Y qué dijo?

- Que los celos son una base de una relación, pero no lo entendí, y sigo sin entenderlo. Me dijo que sentir celos se hace por amor, siempre que sean celos comprensibles, y me explicó que sentir celos, si no son enfermizos y excesivos, son lógicos. Pero que, si se hacen frecuentes, por cualquier tontería, se convertirán en dañinos para la relación.

- Joder que psicólogo.

- El mío, me ha ido bien. Lo entendí.

- Pero, no deberías sentir celos, los celos son falta de confianza en la otra persona… Yo nunca haría nada que te pudiera perjudicar, que te hiciera daño...

- Los celos no se pueden controlar, existen, aunque yo crea que solo existo yo para ti, no puedo evitar pensar que quieras estar con otras…

- Yo no quiero a otras.

- Lo sé, pero tengo que asimilarlo, tengo que interiorizar que somos una pareja, que no necesito hacer determinadas cosas para tenerte a mi lado… No tengo que satisfacerte todas las noches…

- Eso es cierto... no es necesario...

- El día antes de empezar la obra, yo quería darte placer, y tú me dijiste que estabas cansado, estresado… no lo entendía, ¿cómo podías no querer que te hiciera feliz…?

- Pero es que sí me haces feliz…

- Ahora lo entiendo, me haces feliz estando a mi lado, hoy has venido a comer con mi madre y mi tío, joder eso tiene que ser porque me amas, si no lo habrías hecho…

- Merche, te quiero mucho, eres la persona que quiero que esté conmigo, te quiero a mi lado siempre, solo quiero verte feliz…

Merche con lágrimas en los ojos se abrazó a Alberto. Sentía el amor en sus brazos, se sentía amada, nunca había experimentado eso, pero sabía que era amor.


Aquella noche, hicieron el amor, se amaron en la cama, se besaron, ella no sintió la necesidad de dar placer, él no se sintió presionado, solo se amaban.

Y cuando por la mañana el sol que entró por la ventana los despertó, abrazados, se miraron, estaban enamorados, él de ella y ella de él. Eran dos, eran uno, eran ellos.

La semana en Madrid comenzó con una discusión en la oficina, Merche no quiso participar en aquella bronca y se aisló en el despacho, con el ordenador, mientras Alberto, muy alterado discutía con José Alberto.

- Es que no lo entiendo tío, ¿Qué ha pasado para que ahora no quieras ir?

- No lo entiendes porque no quieres Alberto, porque no escuchas…

- Pero es que no sé qué quieres que entienda…

- Te he dicho que tengo motivos personales. No tengo que darte más explicaciones.

- Sí, sí tienes, soy tu jefe joder.


Sebas y Arenas, miraban la escena sin decir nada, mientras Alicia paseaba nerviosa por la sala. Los demás empleados, se hacían pequeños en sus puestos, seguían haciendo sus cosas intentando que nadie se fijara en ellos. Alberto nunca discutía, y ese día estaba fuera de sí.

Alicia se acercó a ellos y con calma, con un tono conciliador dijo:

- Alberto, no te enfades, tiene sus motivos.

- Joder que sí, que me los diga.

- Alberto ostias, per-so-na-les
volvió a decir José.

- Eso ya lo has dicho. Deja de repetirlo. No puedes dejarnos colgados.

Alicia, agarró a Alberto del brazo y tiró de él hacia la sala de reuniones.

- Ven Alberto, vamos a la sala, y hablamos allí.

Alberto la miró, vio en su mirada la preocupación, nunca habían discutido así. Buscó con la mirada a Sebas y Arena, estaban callados, mirando, sin decir nada.

- ¿Todos sabéis lo que pasa verdad? No lo queréis decir.

- Alberto vamos a la sala.


Alberto cedió y entraron en la sala de reuniones, tanto Sebas como Arenas les acompañaron. Merche salió del despacho, y se quedó en el quicio de la puerta, mirando, expectante.

José comenzó a hablar:

- Mira Alberto, te has encendido, y ahí fuera no te iba a explicar nada…

Alberto trató de calmarse.

- Tienes razón me he cabreado, pero…

- Déjale habla
r dijo Alicia.

- Mira Alberto, me han detectado un tumor, parece que no está extendido a ningún sitio, lo han analizado…

- Joder José.

- No es bueno…
Las lágrimas asomaron a sus ojos. - Pero me tienen que hacer más pruebas.

- Tío, joder, porque me has dejado ponerme así, ostias.

- Ahí fuera no lo voy a contar, no, no quiero que nadie sienta lastima de mí, Vosotros sois mis amigos, mi familia. Pero ahí fuera no, no.


Alberto le abrazó, le abrazó con tanta fuerza que casi lo desarma.

- Perdóname José, perdóname.

- Sabes que no hay nada que me moleste más que dejaros tirados, pero no puedo ir, lo siento, no puedo…

- Ya buscaremos una solución, lo importante es que tú te recuperes, que hagas todo lo que digan y salgas de esta. SIEMPRE, juntos, amigos, unidos.


Los demás asintieron, Merche con lágrimas en los ojos se volvió a meter en el despacho.

Un silencio incómodo lleno la sala. Nadie decía nada.

Alicia entonces dijo:

- Yo podría ir. Y que José coordine desde aquí, yo haré su trabajo en obra, bueno lo intentaré, yo no sé…

José la miró:

- Eres un sol Alicia, pero tu marido…

- Hablaré con él. Lo entenderá.


Alberto la miró con cariño.

- A tu marido o le hacemos una encerrona o ese no te deja ir.

- Pues tendrá que dejarme, ya está bien, yo también puedo decidir.


Sebas en su tono de humor de siempre dijo:

- Buff, Alicia sacando los pies del tiesto, está sacando la mala ostia, y se viene a la obra. Yo no voy, no, no voy.

Rieron con la ocurrencia, y empezaron a maquinar un plan.

Había que conseguir que Manolo no pusiera impedimentos al viaje de Alicia.

Merche con los ojos aun rojos, salió de nuevo a la sala.

- Organicemos una cena, decimos que es mi cumpleaños, y que vamos todos con las parejas…

- O sea que vienen la mujer de José y el marido de Alicia, porque los demás…
dijo Arenas.

- Pues eso, además, que es mi cumpleaños, es verdad…

- Joder Merche, ¿cuándo?
Preguntó Sebas.

- El Miércoles.

Organizaron la cena en el restaurante de siempre, y a Alicia no le costó convencer a Manolo, para que viniera con ella a la cena.

Llegó el miércoles, pasaron el día con los habituales trabajos, y a primera hora de la tarde sonó el teléfono de Alberto:

*/Hola Alberto.

*/Hola Javier ¿qué tal todo?

*/Controlado, no ha habido derrumbes, todo bien.

*/Y qué me cuentas.

*/Pues nada especial, pero... ¿tienes tiempo? ¿O lo dejo para otro momento?

*/ No, no está bien cuéntame.

*/ Pues arranco, Conoces al director del hotel ¿Verdad?

*/ Sí claro, el señor… no sé cómo se llama.

*/ Da igual, ¿y al dueño del restaurante?

*/Sí, pero tampoco sé cómo se llama…

*/Pues son hermanos.

*/Ja, jaj, ja, pero si son… no se parecen en nada.

*/ Eso da igual, jajajaja.

*/ Bueno ¿y qué les pasa?

*/Pues nos han ofrecido, para alojarnos, bueno alojaros y para comer, y como oficina, el caso es que nos han ofrecido una casa súper grande que tienen al lado del restaurante…

*/Pero hemos dicho algo… no necesitamos…

*/Han pensado, que alojarnos y comer en el mismo sitio, sin otra gente ajena por allí, que sería bueno… Se han ofrecido a servirnos las comidas y las cenas y hacernos las habitaciones…

*/Y toda esa amabilidad… ¿a cambio de qué?

*/Ahí viene lo realmente bueno jajajja Quieren que se lo arreglemos…

*/¿Cómo?

*/Que lo dejemos útil y bonito para cuando nos vayamos que lo puedan alquilar.

*/O sea, nos meten en una cochiquera… se la arreglamos…

*/ El pago sería ese, arreglarlo...

*/Joder… Pero habría que verlo, a ver en qué estado esta. Además, no tenemos personal…

*/Tú no, pero yo sí. Fui a verlo con Luis y Charo, y no está mal, está sucio eso sí, pero es habitable.

*/ ¿Podemos esperar a dar una respuesta…?

*/Sí imagino que sí, no han metido prisa…

*/El jueves vamos para allá, y lo vemos. A ver qué tal…

*/Pues entonces nos vemos el jueves…

*/Un abrazo Javier.

*/Otra para ti y da recuerdos.

*/Igualmente.




 
Capítulo 20
El cumpleaños
Madrid 2003

- Ya está todo listo,
dijo Sebas.

- A ver cómo le liamos apuntó Arenas.

- Alberto le convence seguro, ya verás.

Habían ido a comprar una tarta para Merche y se la dejaron a los camareros para que la guardara. Alicia se encargó de comprar el regalo para Merche, que habían pagado entre todos.

Sebas y Arenas, estaban en el reservado del restaurante, esperando al resto.

- Buenas noches chicos dijo José al entrar, acompañado de su mujer Lucía.

- Buenas noches, hacía mucho dijo Lucía.

Sebas y Arenas se acercaron a ellos, se saludaron.

- Cada día estás más guapa Lucía dijo Sebas.

- No sé si creerte, a ti te gustan todas replico Lucía.

- Es cierto, esta vez es cierto añadió Arenas.

- Si lo dice Joaquín, ya me lo creo, ¿ves José cariño, ellos sí que saben tratar a una mujer?

- Ya estamos jodiendo, compañeros.


Siguieron charlando mientras esperaban al resto. Al poco tiempo llegaron Merche y Alberto.

Saludaron y José se acercó con Lucía a Merche.

- Mira Merche, te presento a Lucía.

- Encantada, ya tenía ganas de conocerte.

- Y yo a ti, Éste, me ha hablado mucho de ti, y no me extraña...

- Bueno, espero que me haya dejado bien…

- Se ha quedado corto, eres mucho más guapa de lo que él me ha dado a entender. Por cierto, Felicidades.

- Gracias,
se dieron dos besos y empezaron una conversación mientras el resto, en otro grupito hablaban de otras cosas.

Finalmente llegaron Alicia y Manolo. Alicia venía muy guapa, con un vestido ajustado por encima de las rodillas, de color crema, con un escote en forma de pico. Además, unos tacones altos, no parecían pareja, él venía con unos vaqueros, deportivas y un polo de color azul oscuro.

Sebas y José comentaron nada más verla.

- Joder Alicia, ¿eres nuestra Alicia?

- Impresionante, que mujer. Manolo estarás orgulloso.

- Bueno, no me puedo quejar… pero ya le he dicho que no hacía falta ponerse tan…


Merche terminó la frase:

- ¿Elegante? ¿Guapa? Estás preciosa Alicia y se saludaron con dos besos.

- Mira Manolo, esta es Merche, la cumpleañera, y la única que no conoces.

Manolo, la miraba absorto, que mujer. Merche llevaba aquella noche una minifalda ceñida a los muslos, y una camisa que ocultaba una camiseta a modo de top. Se le marcaban unas tetas grandes. Además, se había maquillado y sus ojos parecían más grandes.

- Un placer Merche. Se acercó a darle dos besos y aprovechó para rozarle las tetas.

Merche se apartó con delicadeza. Como si no se hubiera dado cuenta.

Alberto entonces, indicando a la gente que se fuera sentando dijo:

- No sabría decir cual está más guapa de las tres.

- Es evidente Alberto… Con ese cuerpazo que tiene, nos gana Merche.
Dijo Lucía.

- No lo tendría yo tan claro respondió Alberto, a la vez que cogiendo a Lucía por una mano, la levantaba invitando a esta a girar sobre sí misma para admirarla.

Lucía era rubia, con unos preciosos ojos verdes, la piel morena, el cabello ligeramente ondulado en una cabellera larguísima. Llevaba una falda corta, que dejaba ver sus preciosas piernas, morenas, y una camisa a juego con la falda, que dejaba transparentar un bonito sujetador de encajes de color marrón oscuro. Tenía unas bonitas tetas, por supuesto más pequeñas que las de Merche, pero apetecibles a cualquiera que la viera.

- Una preciosidad, añadió Alberto.

- Alberto… Que esa es mía, la tuya está por allí dijo José desde el otro lado de la mesa.

Todos rieron con la ocurrencia. A excepción de Manolo, que no sabía sin fijarse en Lucía o en Merche.

Aquella duda la tuvo toda la noche, porque en la mesa frente a él, le tocaron las dos mujeres.

La cena transcurrió con alegría, se notaba la amistad entre ellos. Hablaron de muchas cosas, incluida la obra, todos sabían que en aquellas comidas no se hablaba de trabajo, pero aquella noche, había que hacerlo.

- Manolo, te ha dicho ya Alicia que se viene a la obra ¿no?

- Pues sí, ya le he dicho que tendríamos que hablarlo.

- Pues poco hay que hablar, porque la necesitamos allí.

- Pero es que... Los críos, la casa…

- Manolo tío, que vuestros críos ya tienen pelambrera en los huevos.

- Sí, sí, pero… no lo veo, no lo veo.


Alicia, sentada junto a Merche, justo enfrente de Alberto, escuchaba la conversación.

- Los niños se manejan solos ya, Manolo dijo Alicia.

- ¿Y yo?...

- ¿Tú? Tú también te manejas, tendrás que hacer un esfuerzo, pero… que lo mismo no vuelvo a ir a una obra…


Alicia le decía esto sin vacilar, era como si un clic en su cabeza se hubiera activado, quería ir e iría.

Manolo empezó a notar que perdía la batalla.

- Además Manolo con las dietas y los incentivos, vais a sacar una pasta añadió Merche mirándole a los ojos.

Manolo que se debatía entre mirar el escote, o mirarla a la cara.

- Aquí también cobra incentivos…

Alberto añadió:

- No son los mismos, ya te digo que no son los mismos, estar en obra da más incentivos que estar en la oficina…

- Con lo que saquéis cambias el coche Manolo
le dijo Sebas.

- Bueno, no sé, no me convence, pero si tiene que ir…

- Manolo, ya verás que merece la pena, además si la echas de menos, siempre puedes ir un fin de semana, y conoces Zaragoza, que es una ciudad muy chula
Sentenció Alberto.

- José, podíamos nosotros un finde ¿no? Dijo Lucía.

- Si a estos locos no les molesta…

- Anda, y si vienes tú sola mejor, déjate a éste aquí,
añadió Sebas entre risas.

- No voy contigo a solas, ni a tirar la basura le respondió Lucía.

Terminaron de cenar. Pidieron unos cafés, y antes se servirlos, apagaron la luz del salón y una camarera trajo la tarta con unas velas.

Todos comenzaron a cantar y a aplaudir mientras Merche, ruborizada, sonreía.

Al terminar, se encendió la luz y dejaron la tarta en mitad de la mesa, frente a Merche.

- Piensa un deseo, dijo Alicia.

- Lo tengo claro añadió Merche mirando a Alicia.

Alicia le sonrió y le hizo un gesto para que soplara.

Mientras La camarera iba cortando la tarta y repartiéndola en platitos, Alicia sacó una bolsa y se la entregó a Merche.

- De parte de todos. Que sepas, que ya eres parte de nuestra familia.

- Gracias
y le dio un beso a Alicia.

Abrió la bolsa y sacó un paquete perfectamente envuelto, en papel de regalo.

- Jo, qué nervios.

Todos miraban expectantes, salvo Manolo, que ya no disimulaba sus miradas directamente a las tetas de Merche.

Abrió el paquete, y de dentro de una cajita de joyería sacó un colgante de oro. Lo miró y sonrió.

- Gracias, Gracias, es precioso, no me lo quitaré nunca.

- ¿Que pone?
preguntó Lucía.

Merche se lo pasó a Lucía, y ella acercándose a José, para que él también lo viera, leyó:

- "Siempre". y añadió - Es muy bonito.

- Es precioso, me encanta añadió Merche que no dejaba de sonreír.

- Pónmelo le dijo a Alicia.

Y Alicia apartando la coleta de Merche, enganchó la cadena.

- Me encanta, muchas gracias.

- De aquí al tatuaje, no queda nada
dijo Alberto.

- Ni de coña. Jajaja rio Merche.

- Ah, es como vuestro tatto, es verdad dijo Lucía.

- Sí es igual, le he tenido que dejar al joyero que me hiciera una foto al pie decía Alicia entre risas.

Comieron la tarta, pidieron unas copas, y fueron haciéndose grupitos.

En un momento de aquella noche Alberto y Merche.

- Estás preciosa esta noche.

- Me encanta el colgante.

- Fue idea de Alicia, dice que ya estás preparada.

- Pero no me voy a hacer el tatuaje eh…

- Ya beberás jajaja.

- Ni de coña
reía ella.

En otra parte de la sala José y Manolo hablaban de las pruebas médicas de José. José le explicaba a Manolo y éste, visiblemente preocupado, le respondía con experiencias que él conocía de casos que al final quedaron en nada.

En otro grupito Alicia y Lucía, hablaban y reían con Sebas y Arenas.

- No te fíes de éste Alicia, que te pervierte decía Lucía.

- Éste es un fanfarrón, pero luego nada de nada.

- Sí, sí pero Éste,
decía Sebas señalando a Arenas.

- No empieces tío.

- Éste ahí donde le ves,
le decía a Lucía, con la jefa de los chispas...

- Anda, Joaquín ¿sí?

- No, fue. noo, no pasó nada importante.

- Pero Joaquín, si triunfaste tío.


Arenas hizo un gesto y se retiró del grupito.

- Voy al servicio.

- ¿De verdad se lio con una?

- Ya te digo, y no veas cómo está la chica. A ver no como vosotras...

- Ya está el tío pescando
dijo Lucía.

- En serio, que está bien la chica pero viendo esta noche a Alicia…

- A mí no me metas en tus cosas.

- Joder Alicia, que no me había fijado yo, lo potente que estás.


Los tres se reían y Lucía añadió.

- En serio Sebas, ¿tú alguna vez has ligado con esta táctica?

- No, pero no sé usar otra.

- Pues déjate asesorar por Arenas
replicó Alicia riendo.

- Pues no te creas, que lo he pensado jajajaj.

Finalmente, cada uno fue retirándose de la velada. Alberto les recordó que al día siguiente se marchaban a Zaragoza.

- Para que no sea muy doloroso, nos iremos después de comer. Por la mañana descansad. Merche y yo saldremos desde mi casa. Si quieres Alicia te recogemos.

Arenas interrumpió.

- A mí me pilla más cerca, puedo recogerla a ella y después al imbécil de Sebas.

- Casi mejor, Arenas y yo vivimos muy cerca…

- Pues entonces, lo hacemos así.


Quedaron en verse al día siguiente, pero ya directamente en el hotel de Zaragoza.

- ¿Te vienes a casa Merche?

- Tengo que pasar por casa a coger la maleta.

- Bueno pasamos y ya está.

- ¿No te importa?


Le dio un beso en los labios.

- ¿Cómo me va a importar?

Llegaron al portal de Merche.

- Sube conmigo, porfa, que de noche no me gusta…

- Pero tu madre estará…

- Por favor.

- Venga.


Subieron al piso, Merche abrió la puerta con cuidado… y le dijo bajito.

- Se ha quedado dormida viendo la tele, vamos a la cocina.

- Vale.


Merche le guio a la cocina y le preguntó.

- ¿Quieres algo?

- No, no hace falta.

- Ahora vuelvo.


Alberto se quedó en la cocina sentado en una silla de la mesa, jugueteando con las frutas que había en el frutero sobre la mesa.

- Hola Alberto.

Irene entró en la cocina y saludó, Alberto cortésmente se levantó y le dio dos besos.

- Hola Irene, no queríamos hacer ruido.

- No pasa nada. ¿Os vais?

- Sí, vamos a dormir en mi casa, y mañana nos vamos a Zaragoza.

- Muy bien, ¿No quieres nada? ¿Aunque sea un vaso de agua?


Irene se giró para abrir la nevera, llevaba una batita de seda cortita, sobre un camisón muy finito. Al agacharse para coger el agua, la bata y el camisón subieron, dejando al aire unos muslos perfectos. Irene se agachó entonces un poco más para coger algo del fondo de la nevera, se sujetó la bata por delante, pero pilló el camisón y éste se recogió sobre las piernas, y el culo de Irene quedó prácticamente a la vista de Alberto, que notó como empezaba a reaccionar su polla.

Irene se levantó con la botella de agua en la mano y le indicó a Alberto que fueran al salón.

- Voy a ver qué hace ésta.

Al irse, camino de la habitación, Alberto le miró el culo, se marcaban perfectamente sus dos cachas, prietas. Y notó que la polla se estaba poniendo realmente dura.

Cuando Irene volvió, Alberto creyó notar los pezones de la mujer…

- Siéntate, le dijo Irene mientras ella misma se sentaba en un sillón.

Alberto ya estaba nervioso, al sentarse ella y colocarse, y puesto que él estaba aún de pie, pudo alcanzar a ver por el escote, ahora no eran imaginaciones, eran las dos tetas de Irene, perfectas, con un pezón duro, oscuro y de un buen grosor. Notó la polla bastante dura, pero no podía hacer nada.

- No te preocupes, si nos vamos a ir ya.

- Como quieras. ¿Cómo ha ido la cena?

- Muy bien.


Irene seguía sentada y recogió las piernas encima del sillón, de nuevo el camisón subió.

Las piernas quedaron completamente a la vista de Alberto, “joder que piernas tiene la señora, y que tetas, joder si le visto hasta el culo”

- Ya estoy
. Salió Merche.

Irene se levantó, otra vez el escote.

- Vámonos entonces.

- Cuando salgáis me llamas, y cuando llegues también,
le decía Irene a su hija.

- Sí, mamá.

- Y tú conduce con cuidado.

- Sí señora, no se preocupe.


Irene soltó a su hija y abrazó a Alberto.

Éste notó las tetas de la mujer. Se dieron dos besos y Alberto cogió la maleta para disimular su erección.

- Hasta luego mamá, te quiero.

- Y yo a ti.

- Hasta luego Irene.

- Adiós Alberto.


El ascensor seguía en su planta, entraron y Merche divertida le dijo a Alberto.

- Cómo te pone mi mamá ¿eh?

- ¿Qué dices?

- Alberto que se te ha puesto dura.

- No, pero no…

- Si es que mi madre no tiene cuidado, te enseña todo cuando va por casa.

- No…


Merche le agarró el paquete.

- Esto te lo arreglo yo en un ratito cariño.

Alberto colorado, solo acertó a decir.

- Vale.

Durante el trayecto, Merche que aún seguía con su minifalda, se recostó en el asiento.

- Me tienes cachonda pérdida.

- Pero si no he hecho nada.

- Pues mira,
Metió la mano entre sus piernas y a continuación le enseñó el dedo, completamente húmedo. Alberto acercó la boca y chupó el dedo.

- Buff, estoy empapada, se subió la falda y apareció su braguita, con un pequeñísimo triangulo de tela negra tapándole a duras penas su coño. Lo apartó, y empezó a tocarse.

- Al final nos piñamos, por mirarte.

El vehículo llegó al portón del garaje de Alberto, y éste comenzó a abrirse.

Mientras el coche avanzaba por la rampa, Merche agarró el paquete de Alberto, que estaba durísimo, entre las imágenes de Irene, y después las de la hija…

- Que pollón tiene mi chico.

Alberto a duras penas, maniobró y aparcó el coche, dejando el maletero pegado a la pared del fondo. Salieron y mientras Alberto sacaba la maleta de Merche del maletero…

- No necesito la maleta…

- Pero para mañana…

- Tengo ropa aquí, y le enseñó una mochila de mano.

- Pues nada.
Cuando iba a bajar el portón del maletero. Merche se acercó a él y le dio un beso con mucha lengua.

- Me tienes como una loba.

- Aguanta que ya subimos.


Merche se agachó, se subió la falda para que no le molestara, y empezó a bajar la bragueta del pantalón de Alberto.

- Merche. Aquí…

- Es muy tarde, no hay nadie.


Se la sacó y comenzó a chuparla, la pajeaba y la chupaba.

- Joder Merche.

Merche decidió que no podía manejarse bien, soltó el botón y el pantalón cayó a los pies. Luego deslizó el calzoncillo y volvió a meterse la polla en la boca.

La chupaba desde los huevos hasta la punta, rodeaba el capullo con la lengua y volvía, lamiendo todo el tronco, hasta los huevos. Los chupaba, los metía en su boca, alternando uno y otro y volvía al capullo. Luego se metió toda la polla en la boca y comenzó a mover la cabeza, de arriba hacia abajo metiéndola y sacándola de la boca.

- Joder Merche.

- Fóllame.

- ¿Aquí?

- Aquí, fóllame.


Merche cerró el maletero, se subió encima y abrió las piernas, tenía la falda de cinturón y con una mano apartó las braguitas.

Alberto vio el coño brillar en la semioscuridad del garaje y agarrándose la polla, la dirigió hasta aquel chocho jugoso, y empujó.

Se deslizó con facilidad, la sacó un poco, y volvió a empujar, repitió el proceso varias veces.

Merche subió las piernas a los hombros de Alberto. Y Éste comenzó un mete saca rápido, que entraba hasta dentro.

La follaba con fuerza y veía las tetas de Merche saltar dentro de aquel top que las encerraba.

Tiró del top hacia abajo y ante él aparecieron sus maravillosas tetas, con los pezones durísimos, retándole a ser chupados y devorados.

- ¿No llevas suje?

- ¿Y no te has fijado hasta ahora?

- Joder, pues no.

- Manolo estará ahora pajeándose, él no ha perdido detalle.

- Joder que cabrona.

- Calla y fóllame.


Alberto siguió y siguió hasta que notó que irremediablemente se iba a correr.

La sacó y empezó a pajearse, con fuerza, mientras ella, sentada sobre el maletero del coche, le miraba con cara de vicio y se tocaba el coño. Alberto aceleró la paja.

- Venga córrete, como se está corriendo Manolo ahora.

- Bufff.

- Venga como si estuvieras viendo a mi madre.

- Buff.

- ¿Quieres follarte a mi madre?


Alberto aceleró estaba a punto.

- Imagínate que te la follas, ummm con esas tetazas que tiene y ese culazo.

- Ahhh.

- Venga Alberto, fóllate a Irene, mientras Manolo se hace una paja con mis tetas.

- Ahhhhhh.


Alberto comenzó a eyacular, esparciendo semen por la pared del parking.

- Ya mi niño, que corrida. Ummm.

Ella bajó al suelo, se colocó la falda, besó a Alberto, y mientras él se subía los pantalones, ella cogió su mochila.

Subieron por el ascensor, abrazados, besándose.

Ya en la casa, después de ponerse cómodos, Alberto le dijo:

- Yo no quiero follarme a tu madre…

- Lo sé.

- Pero como has dicho…

- Era para ponerte cachondo, yo tampoco quiero ver a ese cerdo pajearse.

- Vale, pero que te conste que yo a tu madre nunca le haría nada.

- Que sí Alberto, que lo sé cariño. Que era un juego…

- Por si tienes dudas.

- Ains Albertooooo.


Se besaron y decidieron ir a dormir.

Pero no durmieron, hubo más ración de sexo, esta vez sin citar a nadie, sin necesitar impulsos externos. Se amaron y desnudos, sudados, se quedaron dormidos.
 
Capítulo 21
Dos proyectos
Zaragoza 2003

A las diez de la noche, Alberto Y Merche bajaban en el ascensor a reunirse con sus compañeros. Habían llegado hacía veinte minutos y Sebas con Arenas y Alicia unos minutos antes.

En la terraza del hotel, Charo, Javier y Luis le esperaban.

- Ya era hora dijo Charo nada más verles. Y Se levantó a saludarles con dos besos a cada uno.

- Se os ha echado en falta decía Luis.

- Por fin entrego mis galones jajaja bromeó Javier.

- Venga que solo hemos faltado unos días fue Alberto el que sentenció.

- ¿No han bajado estos? Preguntó Merche.

- No, estarán al caer, le hemos dicho a los del restaurante que iríamos a cenar… apuntó Charo.

- Por nosotros bien, estarías muertos de hambre… dijo Merche.

- Estamos bien, la cerveza alimenta jajaja añadió Luis.

En ese momento, se acercaron los tres restantes y se hicieron las oportunas presentaciones.

Sebas comenzó a hablar:

- Señoras y Señores, les presentamos oficialmente a nuestra organizadora jefa, la siempre profesional, y algunas veces no tanto… Señoritaaaaaa Aaaaaliiiiiiiciiiiiiaaaaaa.

Todos echaron a reír.

- Hola dijo Alicia un poco cortada.

Charo se acercó y le dio dos besos diciéndole.

- Ya era hora, ¿Cuántas veces habremos hablado por teléfono?

- Muchas, y con Javier también… d
ijo Alicia mirando a los dos hombres, esperando a ver cuál era Javier.

- Hola Alicia, ya tenía ganas de conocerte dijo Javier.

Alicia se acercó y dándole los dos besos de rigor añadió.

- No te ponía cara, pero ya está solucionado. ¿Entonces tú eres Luis?

- Pues sí.


Echaron a andar hacia el restaurante, Luis iba dándole novedades a Alberto de algunas cosillas que habían surgido y solucionado. Con Sebas a su lado intentando entender qué problemas habrían surgido.

En otro grupito Charo, Merche y Arenas comentaban el tiempo tan bueno que estaba ya haciendo. Charo les fue contando sobre las cosas que les habían ofrecido…

Y en el último grupo Javier y Alicia…

- Ya tenía ganas de conocerte. Tienes una voz muy bonita por teléfono.

- Espero que en persona no sea fea…
decía Alicia.

- No, no que va, es muy bonita también.

- Pues fíjate, que yo siempre acierto en las caras que me imagino por la voz, pero contigo…

- Espero que la que imaginaste fuera peor.

- Mucho peor no te preocupes.

- Oye por cierto perdóname, que te pregunte esto, pero...

- Dime.

- Me habían dicho que eras más mayor… tú eres muy joven, estos me decían.

- Ja ja ja rozo los cincuenta.

- Ni de coña.

- Ja ja aj me encanta.

- No me lo creo… eso es imposible.
Javier alzó la voz y dijo.

- Mercheee, Mercheee.

- ¿Qué? ¿Qué pasa?

- Dice Alicia que ronda los cincuenta.


Merche abrazando a Alicia por el hombro dijo.

- Cuando yo tenga su edad quiero estar la mitad de bien que ella.

- Me estáis vacilando.

- Al final me pondré colorada.


Siguieron así hasta entrar en el restaurante.

Pasaron a su privado y vieron la mesa preparada.

La camarera, con su ajustado pantalón y su camisa prieta les pregunto si todos querían cerveza, para traerles unas jarras al centro de la mesa. Todos respondieron afirmativamente.

Pasaron la cena entre risas y bromas. Javier y Alicia desde el primer momento habían hecho buenas migas, de hecho, se sentaron juntos.

Sebas miraba a Charo, e intentaba ver alguna señal que le hiciera a Arenas.

Charo por su parte se había sentado junto a Arenas y charlaba animadamente, en voz más baja.

Después de cenar, Charo se puso en pie, y levantando el brazo con su cerveza dijo:

- Un brindis, por favor, un brindis.

Todos callaron y la miraron mientras ella empezó a hablar.

- Quiero brindar, por Merche, por su cumpleaños, quiero brindar por ella, por que sigamos teniendo el mismo feeling, porque nunca perdamos la amistad que estamos construyendo. Porque seas feliz, y que nosotros los podamos comprobar siempre.

Al terminar con esa palabra, Sebas, Arenas y Alberto, se pusieron de pie, y dijeron.

- SIEMPRE. SIEMPRE, SIEMPRE.

- Gracias Charo, eres un sol. Y sí, siempre me tendrás para lo que necesites.


Ellos volvieron a decir.

- SIEMPRE SIEMPRE SIEMPRE.

Javier al oírles, interrogó a Alicia.

- ¿Por qué dicen lo de siempre?

Ella se echó hacia atrás en la silla y le enseñó su tobillo izquierdo.

- Anda, pone siempre.

- Y ellos también lo tienen, cada uno en un sitio, es como un lema el grupo.

- Qué curioso.


Charo salió de la sala, y volvió con una bolsa.

- Toma Merche, en tu ausencia nos hemos ido de compras. Es de los tres.

- Gracias chicos, no hacía falta.


Merche como hiciera el día anterior, abrió la bolsa, sacó un paquete envuelto perfectamente con un pomposo adorno.

- Qué será.

Desenvolvió el paquete y sacó una caja de cartón. La abrió y dentro se encontró con un oso de peluche, vestido de maño. Llevaba un cartel al cuello en el que se leía.

“Ya podrían los leones ser tan fieros como esta leona. Javier, Charo y Luis”

- Gracias chicos, me encanta, me encanta
mientras abrazaba su león de peluche.

- Hay más en la caja dijo Charo.

- Anda sí.

Del fondo de la caja, sacó otro paquete. Lo desgarró, y descubrió una agenda de piel, con un bolígrafo plateado.

En la agenda ponía: Mercedes Prieto. Palacio de la música. Zaragoza 2003.

En el bolígrafo, grabado, Mercedes Prieto.

- Me encanta, Gracias, Gracias.


Después de pedir varias rondas de copas, y visiblemente contentos, decidieron volver al hotel.

El viernes fue un día complicado, las obras habían avanzado a buen ritmo. Alberto y Merche se dedicaron a recorrer las distintas zonas de la obra, examinando los avances y corrigiendo algún error. En general todo iba muy bien.

Alicia se instaló en la caseta de Alberto, pasó la mañana revisando documentaciones de la obra, en varias ocasiones fue a ver a Luis, para que le explicara algunos conceptos de los cambios aplicados a la estructura, la mayoría referentes sobre todo a la forma de transportar las mismas hasta la obra, y los costes que supondrían.

Javier y Sebas se centraron en la planta de parking, revisando los recorridos de las instalaciones con Charo.

A media mañana, casi sin querer, prácticamente todos, a excepción de Luis Y Alicia, estaban en la caseta de Javier.

- Necesitamos que la gente de seguridad, computación y sistemas vengan a ver la obra. Decía Javier.

- ¿No es muy pronto? Preguntó Alberto.

- Hay que ver recorridos y cruces, creo que sería importante.

- Por mí, que no vengan, yo tiro y que se apañen
decía Charo.

- Buenos pues vamos a llamarles. Luego se lo digo a José y que nos manden a alguien Sentenció Alberto.

- Otra cosa Alberto, deberíamos ir a que veas la casa… El del restaurante me ha llamado esta mañana…

- Pues nos acercamos ahora si quieres… Voy a por Alicia, que lo vea y ella negocie cómo hacerlo.


El resto se quedaron en la obra, mientras Javier, Alberto y Alicia fueron al restaurante a ver la casa en cuestión.

- Buenos días ¿podemos ir a ver la casa? Preguntaba Javier al dueño del restaurante.

- Claro que sí, pero yo ahora no puedo ir, les dejo las llaves y vean lo que tengan que ver.

- Gracias.


Por un lateral del restaurante, recorriendo un camino ancho por el que los coches podían perfectamente pasar, llegaron a la verja un poco deteriorada de la finca. Javier abrió el candado y entraron, el aspecto era de abandono, pero nada que no tuviera arreglo.

Nada más entrar un gran espacio abierto, en el que la maleza crecía a sus anchas. Con muchas posibilidades para ubicar un parking.

De frente, la casa, una gran casa construida en ladrillos, con revoco posiblemente de cal, pintada de un color ahora indescifrable, con grandes trozos de pintura desprendidos.

En la fachada principal, se veía la puerta de madera doble, con dos ventanales, uno a cada lado de la puerta, y sobre la misma, un balcón con una puerta y dos ventanas, más pequeñas que las de la planta baja.

Sobre esa planta el tejado, justo en la cumbrera, tenía un mirador. Alberto lo miraba desde abajo intentando entender a quién se le habría ocurrido poner eso ahí. Alicia lo miraba igualmente y dijo.

- Que pegote ¿no?

Javier respondió.

- Esta casa debió ser de algún terrateniente de la zona, con campos de cultivo alrededor, desde ahí podían vigilar su explotación.

- Aun así, es un pegote
añadió Alberto.

Detrás de este edificio principal, en perpendicular, dos edificios más estrechos y bajos se adentraban en el terreno.

Entraron en la casa, estaba sucia, pero a primera vista las estructuras que se veían, estaban en buen estado.

Subieron a la planta superior, y lo que vieron fue similar a lo de abajo, todo estaba en aparente buen estado.

- Lo mismo con un lavado de cara… dijo Javier.

- Habría que sanear las instalaciones, fontanería, evacuación, electricidad… y actualizarlas, pero poco más.

- Y darle una imagen más actual ¿no? O por lo menos que no se vea vieja, que sea rústica, que vende más jajaja
Dijo Alicia.

- Rústico, dícese de lo viejo, modernizado para los urbanitas que vienen al pueblo.

- Eh Zaragoza no es un pueblo
, protestó Javier.

- Claro que no, era para la definición no te enfades.

Después de examinar el edificio principal, dieron una vuelta por los otros dos módulos. El aspecto general era bueno.

- Bueno pues visto, habrá que venir a medir y pasar un presupuesto. Dijo Alberto que además había estado haciendo fotos por todos los rincones.

- Las medidas ya las tenemos. Es que Charo, Luis y yo, la semana pasada aprovechamos para hacerlas. Creo Luis empezó a dibujar algún plano… me suena.

- Pues hablamos con él a ver qué cuenta.


Durante la comida hablaron de las posibilidades de la casa, de los pros y los contras de alojarse allí.

- Alicia ¿y cómo lo haríamos? Lo del dinero digo.

- Lo normal sería que les demos presupuesto de la reforma, si lo aceptan, pues se factura y que paguen.

- Entonces lo de que nos la ceden…

- Es que legalmente, no podemos cambiar el trabajo por alojamiento, o sea, si hacemos la reforma, hay que facturarla y cobrarla. Lo suyo sería nosotros hacer factura a ellos de la reforma y ellos a nosotros del alojamiento y comidas…

- ¿Lo hablas tú con ellos Alicia?

- Sí, tengo que analizarlo con el estudio, pero no hay problema, yo me encargo.


Alberto salió de la sala del restaurante y llamó a José:

*/José, ¿qué tal vas?

*/Bien ¿y vosotros?

*/Ya sabes, como siempre, ¿que tal te encuentras? ¿Sabes algo de las pruebas?

*/De momento no, pero me encuentro bien.

*/Me alegro.

*/No me has llamado para eso verdad’

*/Sí, pero también para que me mandes a alguien…

*/Ya me ha llamado Merche, y ya os he mandado a alguien…

*/Que eficaz Merceditas…

*/Me ha dicho que habíais ido a ver la casa esa, y que seguro que se te pasaba. De hecho, menos mal que ha llamado, porque si no, no los pillamos hasta el lunes.

*/Bueno pues nada, que sigas así de bien. Descansa el finde.

*/Igualmente, un abrazo tío. Da recuerdos a todos.


Volvió dentro y miró a Merche.

- Ya habías llamado a José...

- Perdona, se me pasó decírtelo, es que pensé que se te iba a pasar.

- Has hecho bien, dice que si no, no les pillábamos hasta el lunes…

- Si, Si, me ha llamado una chica, que si podía pasar esta tarde a ver un poco cómo vamos, que están aquí en Zaragoza…


Alicia que estaba oyéndoles se acercó:

- Esa empresa es SIE Servicios Integrales de Empresa, están aquí en Zaragoza, hemos hecho algunas cosas con ellos.

- Pues esta tarde viene una chica…

- Será Julia, he hablado algunas veces con ella, me llamó porque era la responsable de esta instalación, y como había terminado otra en no sé dónde me dijo, que no quería que le asignaran más, para dedicarse a ésta por completo.


El teléfono de Merche empezó a sonar.

- Es ella… perdonadme.

*/¿Holas? Soy Merche Prieto dígame.

*/Hola soy Julia de SIE, estoy…

*/Estamos terminando de comer… en el Gran Río Ebro.

*/Estoy aquí...

*/Salgo espera…


Merche salió del salón y junto a la barra se encontró con una chica de unos treinta y tantos años, Morena, alta con una alegre sonrisa en la cara. Era guapa, pero no iba especialmente arreglada, Un pantalón vaquero, le resaltaba a la perfección las piernas, los muslos y un culo aparentemente prieto y redondo. Llevaba una camiseta gris con el anagrama de la empresa sobre el pecho. Merche se fijó, que tenía un buen par de tetas.

- Hola. ¿Julia?

- Hola, Eres Merche.

- Encantada,
Se dieron dos besos.

- ¿Quieres un café o algo?

- Un café sí me tomaba.


Merche pidió el café de Julia y les dijo que se lo sirvieran dentro.

- Ven, están mis compañeros aquí…

Las dos mujeres entraron a la sala y Merche se dirigió directamente a donde estaban Javier y Alberto.

- Mira Julia, estos son Alberto y Javier.

Se saludaron y Javier avisó a Charo.

- Charo, esta es Julia, de la empresa de sistemas.

- Hola, SIE la empresa se llama SIE sistemas integrales de empresa, instalaremos todas las conducciones de seguridad, informática…

- Perfecto, así nos organizamos para los recorridos, es que tampoco sabíamos cuánto ocupáis, ni dónde van vuestros aparatos…

- Pues cuando queráis, empezamos, yo había pensado, si pudiera ser, ver hoy un poco la obra para hacerme una idea, ya sabes una cosa son los planos y luego en obra…

- Pues ahora, cuando acabes el café, nos acercamos, además ahora no hay nadie ya en la obra, se ve todo con más calma.


Alberto le dijo a Charo.

- Sería bueno que te llevaras a Arenas, ya sabes que él estaba con las modificaciones de los planos…

- Sí, ahora se lo digo y Javier también quería venir…


Al poco tiempo estaban en la obra los cuatro, viendo las previsiones de Charo, y Julia, añadiendo sus pretensiones, no les llevó mucho tiempo. Arenas fue tomando notas y en menos de un par de horas habían terminado.

- ¿Dónde te alojas? Preguntó Charo.

- Soy de aquí, de Zaragoza, bueno no soy de aquí, pero vivo en Zaragoza.

- Ah pues como Javier.

- Sí, yo vivo en Zaragoza, soy de aquí, pero últimamente paso más tiempo en el hotel con ellos que en mi casa.

- Ja, ja, ja, eso es que no te espera nadie…

- Eso es lo bueno de vivir solo, que no tengo que dar explicaciones.

- Yo también vivo sola, por eso no me importa aprovechar los días de fiesta para adelantar trabajo, si no me aburriría en casa jajajaj.


Arenas, que no perdía detalle de la chica.

- Si quieres, antes de irte te tomas algo con nosotros, ya es costumbre tomarnos unas cervezas en la terraza del hotel.

- Pues si no os importa…

- Así conoces a la gente
añadió Charo, - Son todos muy buena gente.

La tarde pasó en la terraza del hotel, con todos juntos de risas, le explicaron a Julia quién era cada uno y a qué se dedicaban. Julia alucinaba con la relación que había entre ellos.

Mientras Javier, Alberto y Alicia seguían hablando de la casa y de las cosas que habría que hacer.

Alberto se disculpó y se acercó a un grupo en el que Merche, en ese momento, explicaba los problemas que tuvo en una obra, cuando pidió explicaciones a un obrero por algo que no estaba bien, y éste le dijo que no daba explicaciones a mujeres. Julia contaba que a ella le pasaba muy a menudo, se fijan más en mis tetas que en mis conocimientos.

Alicia y Javier, estaban viendo los planos que había hecho Luis sobre los que la propiedad les había facilitado, iban tomando anotaciones.

En un momento determinado, Javier miró a Alicia.

- Eres impresionante Alicia.

- ¿Y eso?
Preguntó ella divertida.

- Yo pensaba que solo hacías trabajo de oficina…

- A ver no soy arquitecto, ni ingeniera, pero estudié delineación, soy una profesional
decía riendo.

- Y además guapa, eres una joya.

- Bueno guapa, guapa, Merche es guapa, Charo es guapa…

- Y tú Alicia, tienes unos ojos preciosos, y esas pecas, te hacen una cara preciosa…

- Javier, al final me pongo colorada…

- Colorada también estás guapa.


En menos de un mes, estaban en marcha con la reforma de la casa y además con la obra, que seguía creciendo, ahora ya en altura.

Julia se había integrado en el grupo, y pasaba, como Javier, más tiempo con ellos, que en su casa.

Desde que empezaron con la casa, Alicia y Arenas estaban encargados de aquel proyecto, mientras que el resto seguían con el palacio de la música. Evidentemente Javier, ayudaba a Alicia todo lo que podía.

Para mediados de Julio, todo avanzaba con celeridad, y Javier anunció que ese viernes celebrarían su cumpleaños.

Ya habían pasado 4 meses desde que comenzara la obra…
 
Capítulo 22
La fiesta...
Zaragoza 2003

Finalmente, el cumpleaños quedó pospuesto al sábado para comer, todo estuvieron de acuerdo en hacerlo en sábado para tener más tiempo de fiesta.

El viernes por la noche en la terraza del hotel.

Alicia hablaba con Merche y Charo.

- Estoy rara Merche decía Alicia.

- ¿Pero rara en qué sentido?

- Es que no sé, siento cosas…


Charo la miraba y creía entenderla.

- Te gusta Javier ¿verdad?

- Sí, no, bueno sí, pero…

- A ver Alicia… no seré yo quien te diga qué tienes que hacer…
decía Merche.

- Es que no sé, Es muy joven… yo soy...

- Tú también eres joven, y a él le gustas, seguro
añadió Charo.

- Pero estoy casada… qué voy a hacer con Manolo.

- Tú con Manolo, ¿qué tal estás?
Preguntó Merche.

- Bueno... es mi marido...

- Esa no es la respuesta,
decía Charo, añadiendo…

- Mira Alicia, yo con mi marido estoy muy bien, le quiero, no me liaría con nadie…

- Ya, pero Manolo… yo sé que él tiene sus líos… por ahí.


Merche la miraba con una mezcla entre pena y sorpresa.

- ¿Tiene líos? ¿Con mujeres? Preguntaba Merche.

- Sí, alguna vez le he pillado… por detalles… a ver no lo sé, pero lo imagino…

- ¿Entonces?
Dijo Charo.

- No sé, además Javier no sé, yo no…

Charo se puso seria, miró a los lados asegurándose que no le oyera nadie.

- ¿Tú te quiere acostar con Javier?

- Creo que sí, pero…

- Nada de peros, tú te quieres acostar con él. ¿No?

- Sí, pero…

- Mañana nos arreglamos y les dejamos a todos locos, luego si tiene que caer caerá
decía Charo.

- No he traído ropa… y la vuestra no me vale, soy tan canija.

- Eres perfecta Alicia, tienes un cuerpazo, pequeñito y resultón.
Le dijo Merche.

Charo buscó con la mirada a Julia.

- Juliaaa.

Julia se acercó al grupo de las chicas.

- Anda reunión de chicas.

- A ver Julia, ¿a dónde podemos ir de compras?

- ¿Compras? ¿Ropa?

- Sí, vamos a vestir a Alicia…
dijo Merche.

- Está el centro comercial del alto río, hay de todo.

Merche sentenció.

- Mañana por la mañana, nos vamos de compras.

Alicia reía nerviosa.

- Yo me fio de vosotras, pero no me pongáis de putón…

- ¿Crees que nosotras nos vestimos de putón?
Preguntó Merche.

- No, no quería decir…

Todas rieron y los chicos miraron hacia ellas. Ellas haciendo gestos les hicieron ver que eran cosas de ellas.

Al día siguiente, por la mañana, las cuatro chicas se montaban en el coche de Alberto, rumbo al centro comercial.

Mientras ellos se afanaban por preparar la casa. Javier había pedido permiso al dueño del restaurante, que por supuesto aceptó. Claro que también le había encargado ternasco con patatas al horno para todos, además de raciones variadas y toda la bebida.

Les prestaron unos botelleros para enfriar bebida, mesas portátiles y sillas.

Limpiaron toda la zona trasera de la casa, entre las tres edificaciones… Entre la sombra de los edificios y de los árboles que había en la zona, pensaron que sería el mejor sitio.

Colocaron pegando a la pared derecha del edificio lateral, los botelleros, en el centro las mesas, formando una mesa larga. En frente de los botelleros una mesa larga para las coas que no hacían falta en la mesa.

Arenas y Sebas, subidos a sendas escaleras, colgaban una lona para el poco sol que pudiera entrar, además colocaron unos cables con bombillas que Charo había pedido a su gente que le prepararan.

A la una, todo estaba listo, y sentados en el porche trasero del edificio principal se sirvieron unas cervezas.

Alberto dijo que se iba a cambiar de ropa, estaban sudados.

- Me puedo duchar en tu habitación Alberto, he traído ropa en el coche… preguntó Javier.

- Claro, vamos.

El resto hicieron lo p
ropio.

A las dos salían los chicos del hotel hacia la casa, duchados, cambiados de ropa…

Llegaron a la casa, y admiraron su trabajo, lo habían dejado muy bien, sí señor.

El coche de Alberto entró por la verja, recorrió el camino y aparcó junto a la entrada principal.

Las chicas bajaron, estaban espectaculares.

Charo con una falda vaquera, súper corta y una camisa a cuadros, ajustada a su talle. El pelo recogido y ligeramente maquillada, como el resto.

Julia, se había puesto un vestido largo de tirantes, con flores, llevaba una botonera en todo el frente, desde el cuello hasta los pies, pero los últimos botones desde medio muslo, estaban desabrochados. La parte superior era muy ajustada a su pecho, por lo que sus tetas quedaban perfectamente marcadas.

Merche se había puesto un pantalón corto, y una camiseta de tirantes, súper ajustada que realzaba sus ya de por si grandes tetas.

Y Alicia… Llevaba un vestido ajustado, muy ajustado, con la falda muy corta a medio muslo, el talle ajustadísimo, le quedaba perfecto. Las tetas de Alicia, no eras excesivamente grandes, pero tampoco eran como las de Charo, eran unas tetitas redonditas, perfectamente guardadas dentro de aquel vestido ajustado, tan ajustado que no se había puesto sujetador para que no se marcara… bajo el vestido, la habían convencido para ponerse una micro tanga, que casi no se notaba.

Aparecieron en mitad de la zona de la fiesta y todos se quedaron asombrados, acostumbrados como estaban a verlas con la ropa de trabajo, sin escotes, sin minifaldas…

Javier miraba a Alicia, estaba preciosa, y notó que su miembro también se había dado cuenta.

Arenas admiraba a Julia, veía sus piernas, sus tetas…

El resto miraban al conjunto.

Alberto se acercó a Merche, la abrazó.

- Eres una diosa.

- Ella es hoy la diosa le dijo haciendo un gesto con la cabeza hacia Alicia.

- Joder, no parece ella.

- Está feliz.


Alberto dio un beso a Merche y asintió.

Después de los comentarios y las bromas, Javier avisó al restaurante… Luis y él se acercaron a recoger la comida.

- ¿Has visto que guapa? preguntó Javier.

- Muy guapa, sabes que lo ha hecho por ti ¿verdad?

- Por mí, ¿qué dices?

- Anoche estaban hablando las cuatro. Lo han hecho para ti…

- Pero Alicia está casada…

- Tú verás… yo hoy lo intentaría, Llevas desde que la viste prendado de ella…

- No sé, Luis, no sé.


La comida transcurrió como todas entre risas, la cerveza corría, las copas de después.

Se fueron haciendo corritos, como siempre.

Javier y Alicia llevaban todo el día juntos, hablando, sonriendo, pero ninguno de los dos iba más allá.

Arenas por su parte, miraba a Julia desde la distancia… Charo que le observaba desde su sitio se acercó.

- ¿Te gusta Julia verdad?

- Es muy guapa… y está.

- Está muy buena, dilo, conmigo hay confianza lo sabes.

- Ya, Charo, pero…

- Joaquín, acércate, habla con ella, tontea…

- No sé…

- ¿Cómo que no? Todo el mundo sabe que conmigo te funcionó…

- No seas boba...

- Dos, acuérdate, dos polvazos me echaste… y me dejaste como a una reina.

- Jajaja
Arenas reía con las ocurrencias de Charo.

- Oye si quieres voy y se lo cuento a Julia…

- ¿Qué dices?

- Voy para allá y le digo… Arenas tiene un pollón que flipas, no veas cómo me folló.

- Estás loca.

- ¿Entonces que voy? ¿O vas tú?

- No sé, voy… pero no sé qué decir… joder yo no valgo.

- Llévale una cerveza, y ya se te ocurrirá algo.

- ¿Tú crees?

- Joaquín tío, eres un sol, pero ella no lo sabe, porque no te acercas…

- Buff a ver…

- Venga campeón... tú vales
y le dio un beso en la mejilla.

Mientras Alicia se levantó y se acercó a Merche.

- No me ha dicho nada, no sé qué hacer…

- Acércate a él, rózale.

- Qué fácil es decirlo, con esas tetas…

- Jajajja, que no boba, con las tetas no, con la mano…

- Jajaj que nerviosa estoy, pensaba que querías que…

- A ver eso también lo puedes hacer…

- Nooooo.

- Arrímate a él, cuando habléis, le agarras la mano, el brazo, acerca tu cara a la suya, háblale al oído.

- … No sé…

- Mira o le coges de la mano y le dices Ven que te voy a enseñar una cosa… le metes allí dentro y le comes toda la boca.

- Eso ni de coña.

- No me hagas caso, que he bebido un poco más de lo que debería.

- Eso no lo hago.

- Eso se lo voy a hacer yo a Alberto…

- Qué suerte tienes de ser tan lanzada…

- Alicia. Es tu día, si él no se lanza… lánzate tú.


La tarde avanzó, pero ni Arenas ni Javier ni Charo avanzaban en sus pretensiones, ya casi de noche… Sebas se puso en pie:

- Bueno compañeros, aquí está todo el pescado vendido, Javier, Julia… ¿Nos enseñáis la noche Zaragozana?

- ¿Queréis que vayamos dar una vuelta?
Pregunto Julia.

- ¿Por qué no? Preguntó Luis.

- Podemos ir a cenar algo rápido en algún sitio, y os llevamos al tubo decía Julia.

Javier que veía alejarse su posible rollo con Alicia…

- Pero está lejos…

- ¿Lejos? Hasta el tubo es como media hora andando. Pero si paramos antes a cenar algo…


Alberto y Merche se miraron.

- Por nosotros vale dijo Merche.

Julia ya estaba de pie, y esperaba a los demás.

- Somos 4, ¿quién más viene?

Charo se levantó también.

- Joaquín y yo también vamos.

Joaquín miró a Charo interrogándola.

Y Charo le hizo un gesto de levantarse.

Luis dijo:

- Yo también.

Solo quedaban Alicia y Javier. Ambos se miraron y se hicieron un gesto de pues vale.

- Venga va.

Recogieron un poco… y quedaron en ir al día siguiente a recoger. Todos se pusieron en marcha.

Julia iba con Merche y Alberto, explicándoles dónde irían a cenar… y luego las copas…

Charo se puso junto a Arenas.

- Tío acércate y habla con ella, pregúntale por el tubo, no sé, habla.

- Es que… me da corte.

- Joder macho…


Charo llamó a Julia, y ésta se acercó a ellos.

- Julia, explícale a Joaquín qué es el tubo.

Julia empezó a hablar y a contar que aquello era una calle, con bares, en el casco antiguo…

Disimuladamente, Charo se fue apartando de ellos, para terminar con Sebas y Luis.

- Me parece que somos los desparejados dijo ella.

- Porque tú quieres… mira que dos mancebos tienes aquí
replicó Sebas.

- No te lo crees ni tú, ni tu prima la ciega.

Luis reía con las salidas de Charo.

- A ver Charo, que este es como es, pero yo…

- Contigo todavía, pero a este ni de lejos.

- Tú te lo pierdes… yo en las distancias cortas.


Luis riendo añadió.

- ¿Solo te la notan en las distancias cortas?

Charo reía la ocurrencia de Luis.

Terminaron en un sitio muy rústico cenando bocadillos, para después seguir hasta la famosa zona de copas.

Entraron en un garito, luego en otro… de camino al tercero. Alicia que seguía junto a Javier, los últimos del grupo.

- ¿Tú vives por esta zona?

- No, exactamente, yo vivo al otro lado, está cerca, pero más hacia allá
hizo un gesto señalando.

- ¿Está lejos?

- No, que va, no son ni cinco minutos.


En ese momento pasaban junto a una calle que salía a la derecha… Alicia tiro del brazo de Javier, éste la siguió. Nada más entrar en la calle, Alicia empujó a Javier contra una pared, al lado de un portal, y le besó.

Javier, quedó un poco sorprendido, pero rápidamente le siguió el juego y metió su lengua buscando la de Alicia.

- Llévame a tu casa.

- ¿Seguro?

- Seguro, y volvieron a besarse.

- Les digo…

- No les digas nada…


Y se perdieron por aquella calle, ahora ya con el brazo de Javier sobre el hombro de Alicia y el de ella en la cintura de Javier.

El resto del grupo entró en un sitio, la música estaba más baja que los anteriores, era más grande y la gente parecía más de su edad.

Merche miró hacia atrás… y acercándose a Charo y a Julia.

- Alicia y Javier no están…

- Ya era hora jajja
dijo Charo.

- Pues misión realizada con éxito dijo Julia mientras chocaba las manos con las otras dos mujeres.

- Nos queda una misión dijo Charo mirando a Merche.

- Exacto. Nos queda una misión.

- ¿Cuál?
Preguntó Julia.

Charo dando una palmadita en el culo a Julia le dijo.

- Tú entra… déjate querer anda, déjate querer.

Merche reía y repetía.

- Eso déjate querer.

Julia puso cara ¿de qué me decís? Pero ellas la empujaban dentro del local.

Al fondo encontraron un sitio, pidieron copas y se fueron formando como siempre los grupos.

Merche y Alberto en un lado con Charo y Luis y un poco más allá, Arenas con Sebas y Julia.

- Joder con Sebas dijo Charo.

- ¿Qué le pasa? Preguntaba Luis.

- Que solo necesita una vela, para agarrar el candelabro.

- ¿Arenas y Julia?’
voy a por Sebas.

Luis se acercó a Sebas por detrás, y casi al oído para que le oyera bien.

- Vamos a ver cómo anda de chicas este sitio.

- Venga, chicos vamos de caza jajaja.


Luis miró a Arenas y le hizo un gesto con la mirada como diciéndole, para ti, ataca.

Arenas y Julia, muy juntos para poder oírse, hablaban del sitio en el que estaban, ella le contaba que iba algunas veces…

Arenas escuchaba, sin moverse, y respondía con monosílabos…

Desde donde Charo estaba veía perfectamente la cara de Joaquín, pero no la de Julia… Empezó a hacerle gestos, venga, va, a por ella.

Arenas se acercó al oído de Julia.

- Hoy estás muy guapa.

Ella se quedó un poco descolocada, no venía a cuento aquello.

- ¿Perdona?

- Que digo que hoy estás muy guapa, acostumbrado a verte en la obra.


Entonces ella recordó las palabras de Charo y giró la cabeza… y vio a Charo expectante…

Le sonrió y le dijo a Arenas.

- ¿Me perdonas un momento?

- Claro…


Merche y Alberto, estaban en su mundo, acaramelados, se daban besos, ajenos a lo que ocurría allí a su lado.

- ¿Te referías a esto? Dijo Julia a Charo.

- Se está esforzando…

- A ver Charo. Es muy majo, pero es que lo único que me ha dicho en todo el día es que estoy guapa, no creo que esté muy por la labor…

- Te digo yo que sí.


Charo se acercó al oído de Julia y le dijo:

- No te va a rechazar, y además lo vas a flipar…

- ¿Cómo?

- Tú hazme caso
. Y le volvió a dar un azote en el culo.

Julia volvió con Arenas.

- Invítame a otra copa ¿quieres?

- Claro ¿qué quieres tomar?

- Pero aquí no, conozco otro sitio…

- Vale, les aviso…

- No, vamos tú y yo.

- ¿Solos?…

- ¿No quieres?

- Sí. Esto. Yo.


Julia se acercó a él, y le dio un beso muy cariñoso en los labios. Arenas notó, como siempre, que se le empezaba a endurecer…

- Vámonos, le dijo ella.

Y sin despedirse, salieron del local.

Charo se acercó a Merche y Alberto…

- Yo no digo nada… pero solo quedamos nosotros.

- Anda ¿y eso?
Dijo Alberto.

- Unos de caza, y otros cazados respondió Charo.

Merche se reía y chocó las manos con Charo.

- ¿Y esto? ¿Qué no me habéis contado?

- Te lo contamos de vuelta al hotel… ¿o queréis otra?


Los tres se miraron y decidieron tomarse otra copa, antes de volver.

Durante esta última copa, le contaron a Alberto todo lo acaecido durante la noche anterior y aquel día.

Alberto las miraba.

- Sois unas arpías.

- ¿Nosotras? Noooo
decía Merche.

Charo reía.

- Ya solo quedo yo por colocarme…

Alberto le dijo.

- Llama a Bernardo que se venga a toda ostia.

- Pobrecito mi chico, bastantes veces se viene.


Merche la miró casi con pena.

- Ya te queda poco…

- Pues sí, creo que el próximo fin de semana viene. Mientras tanto, pues noche solitaria de dedos jajaj.


Los tres rieron, y salieron hacia el hotel.

 
Capítulo 23
Parejas
Zaragoza 2003

Javier y Alicia llegaron a casa de Javier. Era un edificio antiguo, casi al borde del casco antiguo.

Subieron al piso, entraron y comenzaron a besarse, Javier recorría el cuerpo de Alicia con las manos. Notaba que no llevaba sujetador, no solo por no notarlo, si no por los pezones duros que se marcaban en el vestido.

Alicia echa un manojo de nervios, no sabía qué hacer.

- ¿Quieres que pare? Le preguntó Javier.

- No, estoy nerviosa. Yo no he hecho esto nunca.

- No quiero forzarte a nada.

- Quiero Javier, quiero, pero es que no sé…

- Déjate llevar.


Javier besaba a Alicia y con sus besos recorría el cuello de la mujer, las manos bajaban al culo y subían por la espalda.

Estaban de pie, en la entrada del piso, Javier la guio, sin dejar de abrazarse, hasta el dormitorio.

Alicia en la penumbra, al solo entrar la luz del pasillo, divisó una cama grande, perfectamente hecha. Javier volvió a besar a la mujer y la palpaba, buscaba una cremallera, un botón que soltar… Ella se dio cuenta y le dijo.

- Déjame.

Se separó de él, y mirándole a los ojos pensó “Lo que sea Será, Siempre”

Se sacó el vestido, despacio, fue subiendo desde las piernas y Javier sin perder detalle, veía aparecer los muslos, tan bien formados, ni anchos ni estrechos, la cantidad justa de músculo y carne. Después empezó a aparecer el triangulito del tanga, blanco, se adivinada un pubis depilado, más arriba el vientre, liso, sin un gramo de mas, el ombligo pequeñito, las costillas, y el inicio de las tetitas, no había sujetador, acertó, la suave curvatura inferior de aquellas tetas, redonditas, más arriba, delicados pezones, pequeñitos, muy pequeñitos, muy duros, muy oscuros, en un marrón oscuro, que en la penumbra del dormitorio parecía negro, su cuello, la cara tapada con el vestido, salió por arriba, se despeinó, sus rizos rubios que volvieron a caer sobre los hombros.

Javier se acercó, la admiró, era perfecta, aquel cuerpo pequeño, proporcionado, aquellas tetas, tan duras, y las pecas de Alicia, las que el ya conocía sobre sus mejillas, a los lados de la nariz. Ahora observaba que bajaban por el cuello, y se hacían hueco, amontonadas en los pechos deliciosos de Alicia, más abajo, desaparecían.

El hombre se abrazó a ella, la sintió. Bajó su cara y lamió el pezón izquierdo, luego el derecho.

Alicia se dejaba hacer, ya estaba hecho, se dejaba querer…

Javier delicadamente ayudó a la mujer a tumbarse en la cama, atravesada, se quitó la camisa y el pecho peludo de Javier apareció ante los ojos de Alicia. Él se soltó el botón del pantalón, lo deslizó y a través del calzoncillo se dibujó una polla que a Alicia le pareció enorme.

Se quitó el calzoncillo, y el pene erecto y duro salió disparado. Alicia no podía dejar de mirar. Él se echó sobre ella, notando su piel caliente, recorrió el cuerpo con la boca, le lamió los pechos, el vientre… agarró las dos tiras laterales de la tanguita y tiró hacia abajo, ella levantó el culo para ayudar, el coñito que apareció frente a Javier le pareció una delicia. Cerradito, con un manojito de pelos rubios, recortaditos.

Javier deslizó un dedo entre los labios vaginales de Alicia y aquel coñito se fue abriendo poco a poco a su paso, para volver a cerrarse. El dedo estaba mojado, lleno de los jugos de Alicia.

Ella respiraba con fuerza, casi gemía, de la emoción, excitación o nerviosismo…

Javier bajó la cabeza y mientras amasaba las tetas con las manos, su boca se lanzó a beber de aquel coño. La respiración de Alicia se aceleró, él introdujo un dedo en el coño y maniobró con delicadeza, sin dejar de lamer. Le acariciaba el clítoris, escondido en la zona superior bajo sus labios. Notaba la humedad de ella aumentando. Ella vibraba y jadeaba.

Sin dejar de lamer, metía y sacaba ahora dos dedos en aquel chochito encharcado.

Alicia aceleró la respiración, a él le pareció notar que ella se iba a correr, y dejó de lamer, se dedicó a meter los dedos y acariciar el coño de Alicia, incorporado, le besaba los labios, le metía la lengua en la boca…

Alicia notó que se iba a correr, nunca había sentido nada igual, empezó a temblar, Javier aceleró y un gemido prolongado, un pequeño gritito, y ella se corrió. Luego nada, silencio, solo la respiración de Alicia.

- ¿Qué me has hecho? Nunca había sentido…

- Lo necesitabas.

- Madre mía, ahora quiero más.


Javier se colocó sobre Alicia y apuntando su polla al coño, empujó y esta despacio fue deslizándose. Notaba aquel coño estrecho abrazándole la polla.

Ella gemía, le abrazaba y rodeaba su cuerpo con las piernas tirando hacia ella. Él comenzó a follarla, despacio, con cuidado, mientras la besaba.

Ella volvió a acelerar la respiración, él aceleró el ritmo y ella se volvió a correr.

Esta vez más largo, menos intenso, pero chorreando por el coño, la polla de Javier sonadísima, entraba y salía. Javier la sacó.

- ¿Quieres que pare?

- Déjame descansar. Hacía mucho que no…

- Tranquila cariño, tenemos toda la noche…


Arenas y Julia pasearon por las calles de la ciudad hasta llegar a un local, Julia le hizo un gesto para entrar.

El local estaba decorado como una cueva, con plantas por las paredes, y del techo estalactitas artificiales que se descolgaban, unas luces ubicadas estratégicamente, iluminaban la sala lo suficiente para verse las caras si estaban cerca.

Se sentaron en unos silloncitos en un lateral del local, en una especie de apartado.

Arenas preguntó.

- ¿Qué quieres tomar?

- ¿Qué vas a tomar tú? ¿Otra copa?

- Casi que prefiero una cerveza.

- Pues yo también.


Arenas fue a la barra a pedir, mientras le servían, se fijó en Julia, el vestido se había abierto y las piernas de la chica estaban al aire, casi no podía distinguir los detalles, pero creía verla sonreír.

- Ya estoy aquí.

- Gracias.


Ambos bebieron, estaban muy juntos, la música no estaba muy alta y se oían perfectamente si estaban cerca.

- Cuéntame de ti dijo ella.

- No sé qué quieres que te cuente.

- ¿Por qué eres tan tímido?

- Es que. No sé... las chicas no se me dan bien.

- ¿Te gusto?


Arenas mirando a otro lado.

- Mucho.

- Mírame Joaquín.


Joaquín la miró.

- Dímelo ahora.

- Me gustas mucho.

- Tú a mí también.


Arenas se armó de valor, sabía que ya no le rechazaría, y la besó.

Ella se dejó besar, abrió la boca y jugueteo con su lengua.

- No estaba en mis planes liarme con nadie dijo Julia.

- Yo tampoco…

- Pero me gustas Joaquín eres tan mono…

- ¿Mono?

- Majo, eres muy majo.

- Tú eres guapa, me gusta tu cuerpo.

- Hala lanzado.

- Perdona.

- Era broma. Dime qué te gusta.

- Las piernas…
dijo dirigiendo su mirada a ellas.

Ella le agarró la mano y la dirigió a su muslo, depositándola allí.

- ¿Así mejor?

- Está muy suave.


Estuvieron un buen rato en aquel bar, se besaron, se tocaron.

Dos rondas de cervezas después…

- ¿Vamos al hotel? Está más cerca que mi casa.

- ¿Quieres venir conmigo?

- Claro y le volvió a besar.


Arenas estaba colorado, pero afortunadamente la iluminación no le permitía a ella darse cuenta.

- ¿Nos vamos?

- Vale.


Salieron del local, echaron a andar por las calles de Zaragoza. Ella dirigía los pasos, por esta calle, por esta otra. Fue ella la que agarró a Arenas de la mano. Él notaba su mano caliente en la suya.

- Anda ya casi hemos llegado…

- Sí, esto es la parte de atrás del hotel…


Al entrar en la habitación, Joaquín dudó si agarrarla y comérsela a besos o esperar a ver qué hacía ella.

Los dos plantado en mitad de la habitación se miraban…

- ¿A qué esperas? dijo Julia.

Arenas se acercó a ella y la besó, la devoró con la boca.

- Tócame, tócame.

Arenas le acariciaba los brazos, la cara, mientras la besaba. Ella agarró la mano de Joaquín y la puso encima de su teta, Arenas notó aquella teta, grande, era grande, estaba blandita y se atrevió a agarrar la otra.

- Así Joaquín, tócame.

Julia empezó a soltar los botones del vestido, Arenas notaba su polla durísima.

Cuando acabó de desabrochar botones, dejó caer el vestido, Joaquín la miraba, unas tetas grandes metidas en un sujetador negro y unas bragas a juego.

Ella se soltó el corchete del sostén y las tetas cayeron, eran grandes, caídas, con una aureola enorme que ocupaba toda la punta de la teta, rematadas por un pezón rosa.

Arenas perdió ya la vergüenza, estaba con una mujer casi desnuda. Se acercó y comenzó a comerse las tetas, una y otra, la primera, la otra. Notaba su polla muy dura… ella se dejaba besar y chupar y agarraba su cabeza apretándole contra ella.

Arenas entonces, le cogió la mano a ella y la dirigió a su entrepierna, ella le miró sorprendida.

- Así cielo, hazme tuya.

Ella palpó, calculó la dimensión.

Y pensó “lo vas a flipar, que hija puta como lo sabía ella”

Desabrochó el pantalón con ansia, se lo bajó con calzoncillo y todo.

- Ostia puta, que pollón tienes tío.

Se agachó, y comenzó a chupar aquella polla, la intentaba meter entera, pero el grosor y el largo no se lo permitían.

La pajeó, la chupó, la babeó.

- Quiero esto en mi coño tío, lo quiero en mi coño.

Se levantó se quitó las bragas, Arenas mientras, se quitaba la camisa y los zapatos.

Ella se tumbó en la cama, con las piernas abiertas, enseñándole un coño peludo, recortado en los extremos, pero peludo.

- Fóllame, quiero eso aquí.

Y se metía los dedos en el coño.

Arenas se inclinó sobre ella, y la metió, despacio, pero ella quería fuerte y abrazándole con las piernas tiraba de él hacia ella. Entró toda, hizo tope.

- Fóllame mucho cabrón, muuchooo.

Arenas empezó a bombear, la metía y la sacaba, mientras ella gritaba pidiendo más.

- Así, que pollón, así más más.

Él no decía nada, solo bombeaba.

Ella acercó su cara a la de él.

- Llámame puta, insúltame, fóllame.

- Puta.

- Insúltame cerdo.

- Puta.

- Con ganas cabrón…

- Toma puta.

- Así.

- Toma puta, eres una puta.

- Sigue, sigue.


Los gritos de ella se tenían que estar escuchando en todo el hotel.

- Fóllame cabrón, fóllame.

- Toma puta, ¿te gusta así? Zorra.

- Sí, sí, siiii.


Arenas empujaba con todas sus ganas, nunca había conseguido metérsela así a ninguna mujer.

Notó que le venía, pero no sabía si a ella también…

- Me voy a correr Julia.

- Y yoooo, y yooooo.


Julia gritoooo, se estremeció, Arenas la sacó, se incorporó sobre ella y se la meneó un par de veces. Empezó a expulsar semen, el primer chorro, con fuerza le cayó entre las tetas, el segundo un poco más abajo, luego le siguieron un par de chorros sobre el vientre.

Julia, intentaba recomponerse, mientras veía aquel pollón expulsando semen, nunca había visto una polla tan gorda, y nunca había visto echar tanta leche.

Arenas exhausto, se dejó caer sobre la mujer, ella le abrazó.

- Recupérate, que yo quiero más.

Arenas sonrió.

- Lo intentaré.

Cuando Merche, Alberto y Charo llegaron al hotel, decidieron subir a la terraza a tomar el aire un rato, estuvieron un rato charlando. Charo les contó las ganas que tenía de que volviera Bernardo.

- Y no tienes tentaciones de liarte con alguien Preguntó Merche.

- Sinceramente, no. Si me pica, me toco.

- Merche, ¿por qué iba a tener tentaciones? ¿Tú las tendrías?

- No, pero yo que sé, no todas las mujeres son iguales.

- A ver, a mí Bernardo me da lo que necesito, que no puede ser tan a menudo como me gustaría, bueno pues me aguanto. Yo elegí este trabajo.

- Visto así…
sentenció Merche.

Después de un rato, decidieron ir a dormir. Estaban cansados, había sido un día largo.

Charo entró en su habitación, se notaba calor y decidió que se ducharía antes de acostarse.

Dejó caer el agua por su cuerpo, se sentía bien, relajada. Salió de la ducha, se secó y desnuda como estaba salió a la habitación, estaba buscando una camiseta para acostarse, cuando creyó escuchar ruido en la habitación de al lado, la de Arenas.

Apagó la luz, como si eso hiciera que se escuchara mejor, se acercó a la pared. Se oía perfectamente a Julia, gimiendo, pidiendo más.

Charo notó como le venía la humedad a su coño, acercó la mano y se acarició suavemente.

Al otro lado de la pared, los gritos de Julia eran ahora más audibles, “así, que pollón tienes, así”

Le vino a la mente la imagen de Arenas con la polla fuera, mientras ella le pajeaba, y empezó a tocarse con más fuerza.

Se tumbó en la cama, con las piernas abiertas para facilitarse las cosas, “llámame puta, insúltame, fóllame”, cada palabra que oía la encendía más.

Cerró los ojos y comenzó a imaginar, era ella la que estaba allí, con las piernas abiertas, sintiendo la enorme polla de Joaquín en sus entrañas.

Se tocaba, se metía los dedos, intentando llenarse. “fóllame, cabrón fóllame”

Y su mente la llevaba a algún rincón en donde era ella la que le gritaba “fóllame cabrón”

Los escalofríos empezaron a llegar, el tembleque en las piernas, y entonces le oyó a él.

“Toma puta, ¿te gusta así? Zorra”, fue casi lo último que oyó, un latigazo le recorrió el cuerpo, sintió como toda la energía se centraba en su coño, caliente, mojado, preparado… Y cuando escucho “siii, siii, siiii” ella se corrió, con un chorro caliente, que le mojó la mano y la derrumbó en la cama, agotada, jadeante, deseosa. Ojalá hubiera sido ella.

Alberto y Merche, llegaron a la habitación, cansados, cachondos de tanto besarse, de tanto abrazarse. De tanto toqueteo íntimo a escondidas.

- Joder tío, me has estado tocando el coño mientras hablaba con Charo, en el garito aquel.

- No haberme puesto el culo tan cerca.

- Pero tío, que te podía haber visto.

- Soy muy discreto, y tus pantaloncitos un poquito anchos.

- Me tienes cachonda pérdida.


Merche se estaba desvistiendo mientras decía esto. Se había quitado la camiseta y estaba con un sujetador sin tirantes, blanco, que le colocaba las tetas perfectamente.

Alberto al otro lado de la habitación, se había quitado el polo, el pantalón y estaba en calzoncillos. La miraba y su mente se imaginaba aquellas tetas sueltas.

- Quítatelo ya.

- ¿Qué dices?

- Quítate el sujetador.

- Espera, primero el pantalón, esto lleva su ritmo.


Alberto se bajó el calzoncillo, tenía la polla a medias, se la agarró y mirando a Merche empezó a pajearse.

- ¿Qué haces, vicioso?

- Venga enséñame esas tetas.


Merche se soltó el sujetador, ante sus ojos aparecieron las tetas de Merche, con sus pezones endureciéndose y apuntándole. Él aceleró la paja.

- Más, enséñame más.

Ella, haciendo movimientos como si bailara, fue bajándose el pantaloncito, movía el culo de lado a lado, en una parábola perfecta de sensualidad.

- Buff, mira cómo me pones.

- ¿Quieres ver más?

- Sí, todo.


Las braguitas de Merche comenzaron a descender y ante él surgió aquel chochito, ahora completamente depilado, jugoso, brillante, con los labios colgando que parecían querer echarse a hablar.

Alberto aceleró la paja.

- Mira zorrita, cómo me tienes.

- Buff, quieres jugar eh cabrón.

- Ven aquí, a ver que me haces.


Ella se acercó, le agarró la polla, mientras le besaba, tiró de él, y le tumbó en la cama.

Mientras él con la polla dura esperaba, ella apagó la luz de la habitación, volvía hacia donde él estaba y con voz sensual le dijo.

- Déjate hacer.

- Hazme lo que quieras.


Ella traía en la mano el pañuelo que a veces se ponía en la cabeza, a modo de diadema, se lo colocó en los ojos, como una venda.

- ¿Umm no quieres que te vea? Putita.

- Vas a ver lo que tú quieras.


Bajó, se deslizó por la cama, y al llegar a la polla, la engulló. Él se sobresaltó por la rapidez en meterla en la boca. La sacó, le pajeaba suavemente…

- ¿Quien quieres que te la chupe hoy?

- Tú, mi putita.

- Venga elige, es tu noche de suerte…

- Chúpala, venga.

- ¿Quieres que te la chupe Julia? Umm con esas tetas que tiene…

- Mmm.

- La carita de vicio que pone. Seguía pajeándole.

- O prefieres que sea Charo, umm Charo, que putita es… con ese culito duro.

- Joder Merche.

- Ah no, o, mejor Alicia, ¿has visto que buena está la zorra?

- Ahh.

- Que tetas tiene la muy puta, y ese culo prieto.

- Joder Merche.

- Venga elige, ¿quién quieres que te la chupe cabrón?

- No sé.

- Elige cabronazo, tienes a todas aquí esperándote.

- Julia, que me la chupe Julia.


Merche se metió la polla en la boca, empezó a chupar con fuerza, las manos las paseaba por el pecho de Alberto, le acariciaba, y chupaba, con fuerza, se metía el rabo hasta hacer tope, y lo sacaba.

- Que zorra es Julia, como chupa. Te pone cachondo ¿eh?

- Sí, sí , siii.

- ¿Quieres que siga esa zorra chupando?

- Sí, más.


Y volvió a tragar, esta vez sus manos bajaron hasta su coño, estaba empezando a gotear flujo, le colgaba un hilillo que ella recogía con sus dedos.

Llevó la mano hasta la boca de Alberto y se los metió en la boca, mientras él chupaba.

- Mira como le has puesto el coño a la zorra.

Alberto chupaba los dedos, tratando de imaginar qué seguiría después.

- Y ahora cabronazo, ¿quién quieres que te cabalgue?

- Tú.

- Noooo, yo solo miro como te follan, ¿quién quieres que se suba a tu polla?

- No sé, no sé.

- ¿Alicia? Con su coñito apretadito, Charo, umm Charo esa tiene el coño tragón.

- No sé. Tú fóllame tú.

- Vas a follarte a Charo, ya verás, que zorra más buena…


Se incorporó y puso las piernas a los lados de Alberto, subió un poco y colocó su coño a escasos centímetros de la boca de Alberto, el hilillo colgaba y poco a poco fue llegando a sus labios. Alberto sacó la lengua al notarlo, y lo relamía, ella se tocaba el coño para provocar más, y su coño respondía.

Bajó, mientras le iba besando, los labios, las tetitas, colocó la polla en mitad de su coño, y se sentó. Despacio, haciendo presión con los músculos del coño, apretándolo.

- Umm que coño tiene Charo. ¿Te gusta cómo se la ha metido?

- Sí, siii.

- A ver cómo folla esta puta.


Comenzó a cabalgar, arriba y abajo, cada vez más fuerte. De vez en cuando, con todo el rabo dentro, se movía de adelante a atrás, y luego volvía a cabalgar.

- Como folla la puta de Charo, es una zorra folladora.

- Siii.

- Te gusta follarte a esa puta eh, con sus tetitas pequeñitas y esa carita de guarra que tiene.

- Ummmm siii.

- Eres un cerdo. Te las quieres follar a todas ¿eh?

- Sii y a ti, a ti también.

- A mí no, yo soy muy cerda, muy puta, yo soy la guinda. Tu guinda, tu zorra.

- Sii, siii.

- Solo te falta una cabrón.

- Sí.

- Y a esa le tienes muchas ganas…

- No.

- Siii, sabes que te la quieres follar.

- Sí.


Merche le hablaba al oído, bajito, con tono de viciosilla, estaba a su lado tumbada y le pajeaba despacito.

- ¿Umm has visto que cuerpecito, con ese vestidito?

- Sii.

- Te la hubieras follado allí mismo eh.

- Sii.

- Te imaginas, Alicia a cuatro patas, y tú follándola, follándola fuerte.

- Siiii, Siiiii.

- A ver cómo te la follas cabronazo.


Merche se sentó dándole la espalda, y se la metió. Notó la polla de Alberto muy hinchada, muy gorda.

- Ummm el coñito estrecho de Alicia, que gustoooo.

- Ahhh.


Estuvo así un buen rato, subiendo y bajando, deslizándose.

- Alicia, putita, dale gusto a mi chico, fóllatelo perra.

Alberto estaba gozando como nunca, estaba en una nube.

Merche descabalgó, seguía estando empapada.

- ¿Has visto que zorras son todas? Ahora la más puta.

- Sí.

- ¿Quien es la más puta?

- Tuu.

- ¿Quieres que te folla la zorra? ¿Quieres que de gustito?

- Siii.

- Cómeme el coño cabrón.


Y sentándose sobre él, mirando hacia sus pies, le puso el coño encharcado en la boca.

Alberto notaba la cara empapada de los jugos de Merche, ella movía el coño, lo frotaba por su cara. Merche se inclinó hasta llegar con la boca a su polla y se la metió en la boca. La mamo, con gusto, la chupó, la babeó.

- ¿Quieres gozar cabrón?

- Mm sí, mm.


Merche se bajó de la cama, él seguía con los ojos vendados. Merche miró a su alrededor, y encontró el cinturón de Alberto. Le sacó las manos de debajo de su cabeza y las ató con el cinturón. A continuación, le quito el pañuelo de los ojos.

Alberto tuvo que acostumbrase a la poca luz que había, vio el cuerpo brillante y sudoroso de su chica, con las tetas perfectas, con los pezones durísimos.

Ella se acercó a él desde abajo y le comió la polla, otra vez.

- Ahora me toca a mí, a tu puta.

- Sí Merche sí.

- La chupaba, la tragaba con cuidado, despacio, con cariño, la lamía y volvía a engullir.

- Vas a flipar nene.

- Sii.


Bajó la mano y comenzó a tocarse el coño, se empapaba la mano con su flujo, después la llevó al culo de Alberto.

Él notó que le tocaba, se dejó hacer. Metió un dedo y lo movió, seguía chupándole la polla, metió otro dedo, y hacía círculos.

- Vas a gozar cariño, vas a gozar.

- Sii, siii.


Volvía a engullir la polla, cogió el pañuelo y empezó a meterlo por aquel agujero.

- ¿Qué haces, qué haces?

- Shhh calla.


Poco a poco el pañuelo iba entrando, a poquitos, casi estaba entero dentro.

- ¿Preparado?

- ¿Para qué?

- Disfruta.


Comenzó a mamar con fuerza, a chupar con rapidez, luego agarró la polla con la mano y empezó a pajearle, con dureza, muy deprisa.

Él gemía, estaba a punto de correrse con aquella paja salvaje.

- Cabrón, goza.

Entonces empezó a sacar el pañuelo, despacio. Alberto lo notaba salir, acariciándole por dentro, por fuera, la paja se intensificó, empezó a notar el cosquilleo.

Ella bajó con fuerza la polla, la subió, la bajó, él se tensó, y ella tiró del pañuelo para sacarlo todo. Justo en el momento en el que él empezó a correrse, el primer chorro cayó en su pecho, el segundo, el tercero y todo lo que siguió fue a la boca de Merche, que se apresuró a tragar con celeridad. Se corrió con un gusto que jamás había sentido.

- Espectacular.

- ¿Te ha gustado mi niño?

- La ostia.

- Me encanta, tu primera orgía, jajajaj.

- Jajajjaja.
 
Capítulo 24
Viejos amigos
Madrid 2019

La semana pasó deprisa, los continuos mensajes y llamadas entre Lourdes, José y Alberto para ir poniéndose al día en las averiguaciones que iban haciendo, hicieron la semana más llevadera.

El jueves por la tarde, estando los tres en la cafetería de la empresa, Alberto recibió una llamada:

*/Javier, ¿Hola cuando llegas?

*/Hola Alberto, mañana a medio día me tienes ahí.

*/Perfecto, me llamas, te vienes a la empresa y vamos a comer por ahí.

*/Me parece bien. Así veo a la gente…

*/De momento aquí conmigo ahora, están José y Lourdes.

*/Mándales saludos de mi parte.

*/De tu parte, tengo ganas ya de verte.

*/Y yo a ti amigo. Y yo a ti.

*/Hasta mañana.

*/Adiós Alberto.

- Mañana viene Javier a comer.

- Cuanto tiempo hace que no le veo
dijo Lourdes.

- Yo también, no recuerdo la última vez… añadió José.

- Pues lo mismo cuando vinieron hace un par de años, para irnos a Granada.

- Pero yo no fui a Granada, nunca he ido a Granada
decía José.

- Gilipollas, cuando vinieron para irnos los tres, y quedamos contigo para tomar algo… le regañaba Alberto.

- Ah pues sí, es posible.

Lourdes les miraba divertida.

- Pues yo les vi, a los dos, hace por lo menos cinco años… en Alicante.

- ¿En Alicante? I
nterrogo José.

- Sí, macho tienes memoria pez.

- En Alicante tampoco estuve.

- Porque tampoco quisiste venir
, dijo Alberto.

- Organizamos un viaje, para todo el mundo, joder, que vino todo cristo con sus parejas. Decía Lourdes.

- Ah sí, que lo organizó el estudio, para como era “jornadas de convivencia”…

- Eso es, y llamaron a gente de muchas empresas colaboradoras…
recordaba Alberto.

- Allí se juntó media España Decía Lourdes.

- Sí, joder qué de gente vino, qué pasada fue aquel fin de semana.

- Pues yo me lo perdí.
Decía José poniendo cara de pena.

- No quisiste venir, como no has querido venir otra muchas veces le respondió Alberto.

Por la noche en casa, Alberto preparó las dos habitaciones libres, para sus invitados. Lo bueno de su piso, era el tamaño, además de su habitación y de su estudio, había otras cuatro habitaciones, el salón, el comedor, la cocina, varios baños… Y todo para él solo. Eso sí, tenía sus vistas al parque.

El viernes acudió como todos los días a su despacho, resolvió unas dudas a algunos de los arquitectos jóvenes, y tras recoger su carpeta con expedientes, subió a su reunión semanal con Miguel.

- Buenos días Do… Alberto.

- Buenos días Lidia, ¿avisas a Sr Salgado? Por favor.

- Por supuesto.
Tecleó como otras veces hiciera Lourdes. - Puede pasar Alberto.

- Gracias.


Pasó por la puerta del despacho de Lourdes, pero estaba cerrada…

- Buenos días Miguel.

- Alberto. Buenos días, pasa.


Alberto volvía otra vez al despacho de Salgado, pero no se sentó, se quedó de pie, frente a la mesa del presidente.

- ¿Qué tal todo? ¿Cómo vamos?

- Ya sabes que bien. Toma los expedientes abiertos.

- ¿No te sientas?

- No hace falta, me voy ya.

- ¿Pero no vamos a charlar? ¿Cómo siempre?

- ¿De qué Miguel? ¿De la puñalada que me queréis dar?

- ¿Cómo dices? ¿De qué hablas Alberto?

- Lo sabes muy bien. Mi departamento siempre ha hecho las cosas bien, si alguna vez algo no era correcto, lo hemos solucionado…

- ¿Qué me estás queriendo decir Alberto?

- Léete los expedientes, en el de Reinosa, he adjuntado todos los pedidos, con sus respectivos presupuestos, además de las facturas. No suelo hacer esas cosas, pero si os empeñáis…

- No sé qué está pasando Alberto… no entiendo tu actitud, dime ¿qué ha pasado?
Miguel le miraba con gesto de preocupación, que a Alberto le parecía realmente difícil de simular.

- Nos habéis abierto expediente… por la obra de Reinosa… Llevo en esta empresa… no sé toda mi puta vida, y jamás, repito jamás, nadie ha podido decir que yo haya hecho algo para perjudicar este estudio… y mucho menos para beneficiarme yo.

- Lo sé Alberto. Pero no sé nada de ese expediente…

- Vale Miguel. Nos vemos. Tengo cosas que hacer…
y se giró para salir del despacho.

- Alberto… Albertoooo.

Alberto se giró antes de salir y le miró, en la mirada había más rabia que rencor…

- Te juro, por la memoria de mi padre, que no sé nada de esto. Que voy a hacer todo lo que esté en mi mano para ayudarte…

- Miguel… eres el presidente… ¿Todo lo que esté en tu mano?...
Y con una sonrisa irónica, se dio media vuelta y salió.

- Hasta luego Lidia, por cierto ¿está Lourdes?

- No Alberto, hoy no la he visto.

- Gracias, hasta luego.

- Hasta luego.


Volvió a su despacho y pasó la mañana intentando no pensar en esas movidas, pensó en las ganas que tenía de ver a sus amigos. Recordó salidas de fin de semana con ellos. A medida que recordaba, una sonrisa se iba dibujando en su cara.

Eran cerca de la una, cuando le entró un WhatsApp.

*Estoy en la cafetería.

*¿Aquí, en el estudio?

*Claro, con una camarera muy maja.

*Bajo.


Recogió sus cosas, cerró los cajones, bajó las persianas y salió del despacho, cerrando con llave. Hacía mucho tiempo que no usaba la llave, pero ¿y si en su ausencia alguien quería buscar algo? Se lo iba a poner difícil.

- Javier cabronazo.

- Albertito.


Se dieron un abrazo, largo, fuerte, de amigos.

- ¿Qué bien te veo?

- Tú estás cojonudo, macho no pasan los años…

- Me quieres y eso se nota jajajja.


La camarera se acercó a la mesa.

- Solo Alberto, que amigos más guapos se trae usted.

- Jajaja Dori, sigo sin saber porque sigues trabajando aquí…

- Porque soy muy buena camarera, Señor solo Alberto.

- Deberías estar conmigo, en la 7.

- Ya se lo dije, si ese trabaja allí, yo no voy,
dijo Dori señalando con la cabeza hacia un lado, por donde aparecía José.

- Hombre Don José dijo Javier.

- Don Javier, que bien te veo.

Los dos se abrazaron, parecido, pero no igual.

Pidieron cervezas los tres, y charlaron animadamente.

El teléfono de Alberto pitó:

*¿No estás en el estudio?

*Estoy en la cafetería.

*Voy a verte.

*Estoy con Javier y con José.

*¿Con Javier? ¿El Javier que yo creo?

*Será.

- Ahora viene Lourdes.

- Lourdes, que chica más maja,
dijo Javier.

- Además de verdad añadió José.

- Es muy buena persona.

- Ya. Y podía haber sido algo más que buena persona para ti
dijo Javier.

- No creo… decía Alberto cuando la chica llegó.

- El tío más guapo de todo Zaragoza, que digo Zaragoza, de todo Aragón.

Él se levantó y abrazó a Lourdes, levantándola en el aire y girándola a los lados.

- Señorita Lourdes, que razón tiene, guapo es un rato, y fuerte…

- Dori, este señor es… como te diría, es como un hermano para mí…

- Pues que hermano tiene señorita. ¿Qué le traigo?

- Ponme una cerveza, sin alcohol.

- ¿Sin alcohol?

- Sí, ahora tengo que conducir.


Dori se marchó y Lourdes se sentó.

- Pero Javier, cuéntame ¿qué tal todo?

- Pues bien, trabajando mucho.

- Que alegría verte.

- Pues anda que yo…


José en tono de broma dijo.

- Si queréis nos vamos.

- Sí, nos vamos, pero a comer
añadió Alberto.

- Yo no puedo dijo Lourdes, mirando a Alberto muy seria.

- ¿Por? ¿Tiene que ver con?

- Sí, tengo que ir a ver a… ya te lo cuento el lunes, disfruta el finde.


Se terminaron las bebidas y se despidieron, José lamentó no acompañarles a comer, había quedado con su mujer.

Javier y Alberto entraron en el restaurante y se sentaron, Javier sacó el móvil y marcó el teléfono de Luis.

*/¿Por dónde vas?

*/Entrando a Madrid.

*/Te esperamos a comer entonces.

*/Sí, por favor.

*/Ahora te mando la ubicación.

*/Perfecto os veo en un rato.


Mientras esperaban, Javier interrogó a Alberto sobre la conversación con Lourdes.

- Luego os cuento, es complicado.

- Ya, y con Lourdes ¿Qué tal?

- ¿Qué tal el qué?

- Pues eso, que si te decidirás algún día a llegar a ser algo con ella.

- Lourdes está casada…

- Ah sí. Vaya, recuerdo una conversación en la que un maño dijo algo parecido…

- Vale tío, no vayas por ahí.

- ¿No te mola?

- No es eso, luego os cuento…

- Tú sabrás.

- Por cierto, mañana me iba a acercar a ver a Alicia.


La cara de Javier cambió, una muesca de tristeza apareció en su rostro.

- ¿Que tal sigue?

- Según Lourdes, no muy bien.

- Voy contigo.

- ¿Lo ves correcto? Manolo sigue con ella.

- ¿Y qué? Somos amigos.

- Como quieras.

- Voy a llamarla y le pregunto si le viene bien…


Alberto salió del restaurante y marcó el teléfono de Alicia.

*/Hola guapa.

*/Alberto cielo.

*/¿Cómo te encuentras?

*/Cansada, pero bien, bastante bien.

*/Me dijo Lourdes que no estabas muy católica…

*/Pasé unos días malos, pero ahora estoy mucho mejor, a ver, dentro lo jodida que estoy...

*/Quería ir a verte mañana.

*/¿Mañana? Claro. Cuando quieras…

*/Es que somos tres.

*/¿tres? ¿Con quién vienes?

*/Con Luis y Javier.

*/Joder, que alegría, Luis y Javier, que ganas de verlos.

*/¿No te importa?

*/Alberto, ¿eres tonto? ¿Cómo me va importar ver a Javier… y a Luis?

*/Pues mañana por la tarde, pasamos…

*/Nooo, mañana venís a comer, preparo una paella, como antes…

*/¿Seguro?

*/Sí, Manolo me ayuda…

*/Como quieras, mañana te veo, un beso.

*/Un beso guapo.


Alberto se giró para entrar y se encontró con un sonriente Luis.

- Lusito.

Se abrazaron, igual que con Javier, se notaba la amistad de años.

- ¿Cómo estás Albertito?

- Bien, muy bien. Vamos que está Javier…


Entraron Luis y Javier se abrazaron, bromearon.

Comieron entre risas, recuerdos, anécdotas… en los cafés, mientras pedían unas copas…

Alberto les contó que al día siguiente irían a comer con Alicia.

- ¿Está bien? Preguntó Luis.

- Está jodida pero no quiere que se note añadió Javier.

- ¿Pero tú?... se extrañó Alberto.

- Hablo con ella, algunas veces… la mirada de Javier se enturbió.

- Pues mañana la alegramos el día dijo Luis.

- ¿A ver qué tal?

Después de comer, recogieron sus bultos de los respectivos coches, y andando se dirigieron a casa de Alberto.

- No merece la pena que mováis los coches. Estando ahí bien aparcados…

- Lo que tú digas, como siempre
dijo Javier.

Subieron al piso y Alberto les enseñó las habitaciones…

- La tienes muy chula, me gusta, cuando la vimos, no había de nada decía Luis.

- Es verdad, parecía un hospital robado, todo vacío y con eco jajajaj.

- Hace ya mucho que la decoramos.

- Decoramos es plural
dijo Luis.

- Ruth y yo.

- ¿Sigues viendo a Ruth?
Preguntó Javier.

- En realidad me ve ella a mí… De cuando en cuando me llama.

- Y folláis
dijo Javier.

- A ver depende, unas veces sí… y las otras también jajajja.

Los dos amigos se reían con Alberto.

- Es muy… rara dijo Luis.

- Es muy suya, tiene sus cosas, pero a mí nunca me ha fallado. Nunca.

- Y encima te folla jajajja
añadió Javier.

- Jajaja eso también sentenció Alberto.

- Vamos a una terraza y pasamos la tarde haciendo nada y bebiendo cerveza dijo Alberto.

- Como en la casa... jajaja pasar las tardes haciendo nada. Recordó Javier.

- A ver, a veces algunos hacíais cosas dijo Luis.

- Pero poco…

- Ya seguro…


Los tres amigos salieron del piso y caminaron hasta la terraza, junto al parque del torreón.

Se sentaron y pidieron…

Alberto estuvo un rato con la mirada perdida, recordando…

- ¿Estás bien, Alberto? Preguntó Javier.

- Sí, sí, perdonad.

- ¿Todos cerveza?
Dijo Luis.

Pidieron, y comenzaron a hablar de marcas de cerveza, de sitios para degustar cervezas buenas, así pasaban la tarde, entre risas y buen rollo.

- Por cierto, Alberto. Interrogó Javier ¿Qué pasaba antes, con Lourdes?

- Ah. Un rollo, nos han abierto expediente… por unos pagos, supuestamente irregulares…

- ¿A vosotros? ¿A tu departamento?
Decía Luis.

- Sí, estamos viendo a ver qué ha pasado. A ver qué ha pasado para que nos abran expediente, hemos hecho todo bien…

- ¿Creéis que os están buscando las vueltas?
Preguntó Javier.

- No sé… podría ser.

Alberto les fue contando lo que habló con Sanchís, lo que le había dicho Salgado por la mañana… Los dos amigos escuchaban sin creerse lo que les contaba.

- Puedo hablar con mi hermano, a ver… Dijo Javier.

- ¿Y qué puede hacer tu hermano? Añadió Luis.

- CONSTRUZAR tiene voto en el consejo de administración del estudio…

- ¿Coño sí? ¿Y por qué mi empresa no? Jajaja.

- Dependerá del volumen de facturación… no lo sé
añadió Javier.

- De cualquier manera, hasta que no sepa quién está ahí, no podemos hacer nada, pero te lo agradezco.

Pasaron el resto de tarde debatiendo qué sería lo mejor para hacer, quién podría estar detrás, no llegaban a nada claro y devaneaban…

- ¿Vamos a cenar algo? Preguntó Alberto.

- Como queráis, ¿pedimos algo aquí? Propuso Javier.

- A ver qué tienen, yo aquí no he comido nunca…

Después de examinar la carta, pidieron unas raciones, más cervezas. Mientras cenaban sonó el teléfono de Alberto:

*/Dime Lourdes.

*/Tengo información, tener amigos es la ostia, mañana te lo enseño.

*/Mañana vamos…

*/Ya, ya, me lo ha dicho Alicia. Nos vemos allí.

*/Ah vale, pues nos vemos allí.

*/Alberto… esto… mañana, voy con Gerar.

*/Normal es tu marido…

*/Sí pero te lo quería decir…

*/Claro, no te preocupes…

*/Ya pero por si habías pensado, que nosotros… o sea, que tú yo...

*/Lourdes, no pasa nada, todo está bien…

*/Hasta mañana.

*/Hasta mañana un beso.

- ¿Qué dice?
Preguntó Javier.

- Que ya tiene la información que había ido a buscar, que mañana en casa de Alicia me la da.

- ¿Viene a comer con nosotros?
Interrogó Luis.

- Sí, con Gerar, su marido...

- Normal. ¿No?
Dijo Javier.

- Bueno sí, pero es que…

- ¿Qué no nos has contado?
decía Javier con tono divertido.

- La semana pasada, bueno… salimos de trabajar y fuimos a tomar unas cervezas.

- ¿Unas cerves?

- Sí, y luego fuimos a cenar…

- Ya, ¿y?

- Acabamos en mi casa, y…

- ¿Te acostaste con Lourdes, hace una semana? I
nterrogó Javier.

- Sí. Fue… fue muy bonito… no estaba planeado, surgió… pasó la noche en mi casa… y por la mañana se marchó.

- ¿Y su marido?
preguntó Javier.

- Según me dijo, estaba en el pueblo, por unas tierras que iban a vender o algo así.

- Joder tío, Sigues pillado de ella.
Espetó Luis.

- Puede ser… no os digo que no. Puede que sea… bueno el amor de mi vida no es Lourdes.

- Ya
dijo Javier.

Los tres quedaron un rato en silencio… después decidieron volver a casa.

 
Capítulo 25
Resaca
Zaragoza 2003

Por la mañana Alberto y Merche bajaron a desayunar, al entrar en el comedor, no vieron a nadie.

- Aquí más de uno ha trasnochado dijo Merche.

- Más de uno, no ha vuelto respondió Alberto.

Se sentaron en la mesa habitual, el camarero al verles se acercó.

- Muy vacía está hoy la mesa…

- Pues sí, no tenemos edad para salir…
añadió Alberto.

- Bueno traigo un plato pequeño con tostadas y bollería, si bajan luego, os acerco más.

- Perfecto, gracias.


Merche se levantó a preparar dos cafés, cuando entró Charo en el comedor.

Alberto la vio, Se paró a hablar con Merche, realmente estaba guapa, venía con el pelo mojado, de haberse duchado, los vaqueros ajustados, le hacían un cuerpo precioso, lástima las tetitas, seguían siendo muy pequeñitas y ni con aquella camiseta ajustada se le marcaban. En cambio, miraba a Merche, los vaqueros también ajustados, le hacían igualmente un culo precioso, más grande, más redondo, pero la gran diferencia eran las tetas, Merche llevaba también una camiseta ajustada por encima de uno de sus sujetadores deportivos, y aun así, se le veían sus tetas grandes y apetecibles.

- ¿Qué tal has dormido? Preguntó Merche.

- Como un tronco, caí rendida.

- Nosotros también, estábamos cansados.

- ¿No hicisteis nada anoche? Mira que me extraña guarrilla, si en el último garito te puso fina…

- Que hija puta, ¿te diste cuenta?

- Es que tu cara lo dice todo jajajaj.

- Bueno, algo sí que nos cansamos...


Charo se acercó a la mesa, se sentó frente a Alberto.

- Buenos días. Hoy no hago nada, estoy reventada, y eso que he dormido de puta madre.

- Hoy toca relax. Hoy no hacemos nada, salvo recoger la casa, que no es poco.


Merche volvió con los cafés, y traía también para Charo. Junto a la bollería que trajo el camarero, ya lo tenían todo para desayunar.

Al poco rato entraron Arenas y Julia, ellos les miraron, pero no se sorprendieron de verla allí… Arenas se acercó al camarero y habló algo con él, mientras señalaba la mesa y el camarero afirmaba con la cabeza. Antes de acercarse a la mesa, Arenas fue a la cafetera a preparar café.

Julia, se acercó a la mesa, llevaba el mismo vestido largo del día anterior. Todos saludaron, pero nadie hizo ningún comentario, Julia se sentó junto a Charo y ésta levantó la mirada de su café, y la miró. Alzó las cejas y sonrió.

- ¿Qué? Dijo Charo.

- Nada respondió Julia.

- ¿Nada?

- Bueno, nada nada…

- ¿Entonces qué? ¿Merecía la pena?


Julia sonrió, de oreja a oreja.

- Ya te digo…

Alberto y Merche asistían divertidos a aquel diálogo extraño.

- Buenos días dijo Arenas. Y dejó frente a Julia un café, sentándose junto a ella.

- ¿Todo bien? Preguntó Alberto.

- Sí, todo bien afirmó Arenas…

No dijeron nada más, se limitaron a desayunar tranquilamente. Arenas fue el primero en hablar:

- ¿Y el resto?

Alberto se encogió de hombros.

- ¿No ha bajado nadie? Insistió Arenas.

- Pues no, estarán descansando… dijo Merche.

- Los chicos habrán cazado jajaja decía Charo.

- Sebas no caza ni aunque ella se queda quieta, sea coja y ciega respondió Julia.

- A lo mejor Luis… decía Merche.

- Claro y Sebas está mirando, esperando a que acabe. Fue Alberto el que respondió mientras reía.

Terminaron de desayunar y cada uno tiró para un lado, Arenas les dijo que iba a acercar a Julia a su casa para que se cambiara.

- ¿Vendréis a comer? Preguntó Merche.

Julia la miró y respondió.

- Posiblemente no, ya veremos.

- Pasadlo bien
respondió Merche guiñándole un ojo.

- Seguro que sí, dijo Charo.

Alberto subió a coger las llaves de la casa, a la vez que Arenas hacía lo propio, con las del coche.

Las tres chicas, fuera, mientras esperaban.

- Hija puta, cuando la vi, pensé en ti. Decía Julia a Charo.

- Te lo dije, iba a merecer la pena respondió Charo.

Merche puso una cara rara mientras escuchaba a las dos chicas hablar.

- Espectacular tía, ha sido alucinante. Joder.

- Me alegro, de verdad, por ti, pero sobre todo por él. No me lo tomes a mal, pero es un cielo de chico.

- No te preocupes, te entiendo
.

Cuando bajó Arenas, se despidieron y montando en el coche, se marcharon a casa de Julia.

- Charo, ¿no me dijiste que no había pasado nada?... le reprendía Merche.

- No pasó nada…

- ¿Entonces?

- A ver, no me lo follé.

- Ya, ¿pero?


En ese momento apareció Alberto.

- ¿Vamos? Preguntó.

- Adelántate tú le respondió Merche.

- Vale.

Las dos chicas continuaron la conversación.

- A ver, ¿qué pasó entonces?

Charo puso cara de circunstancias…

- Joder Merche, es que no quería que pensaras que soy…

- ¿Qué pasó Charo?


Charo le contó cómo lo había intentado Arenas, y ella se apartó… pero que al final le hizo una paja.

- Pero ¿por qué no me lo contaste? No es para tanto.

- Ibas a pensar que soy una sueltecita, Bernardo no está y yo voy por ahí haciéndole pajas a tíos.


Merche dio un abracito a Charo.

- No pensaría eso. Que tonta, Bueno a lo mejor sí, pero solo un ratito. Jajaja.

- Jajaja, Pensé que era mejor no decirlo.

- ¿Entonces qué? ¿La tiene grande?


Las dos empezaron a reír y mientras caminaban hacia la casa, Charo le contaba el tamaño que tenía, y cómo se corrió.

Pasaron los tres la mañana en la casa, recogiendo, desmontando las luces, riendo y recordando la noche anterior, haciendo comentarios y chistes sobre las parejas que se habían formado, incluyendo entre las parejas a Luis y Sebas.

En mitad de las risas, aparecieron los dos en cuestión.

- Madre mía, han amanecido los enamorados decía Alberto.

Ellas reían, y los dos amigos no entendían nada.

- ¿Qué? ¿Hubo caza? ¿O tuvisteis que lameros las heridas uno al otro? Preguntó Charo.

- Que hija puta eres ¿no? decía Sebas.

- ¿Entonces qué? Insistió Charo.

- Pues nada, nos bebimos todo lo que se podía beber en Zaragoza y terminamos con una pandilla de chicos y chicas en la casa de unos, por las afueras… contó Luis.

- ¿Pero? Interrogaba Alberto.

- Este idiota que pensaba que había ligado, y no se ha comido nada, bueno si se descuida se come la del dueño de la casa jajajja seguía contando Luis.

- ¿Pero qué hicisteis? Preguntaban.

- Pues eso, fuimos a un garito, después a otro, había un grupito y empezamos a hablar con ellos, las chicas eran muy… muy dispuestas y Sebas pensó que iba a follar, cuando ya estábamos hasta las trancas de beber, y allí no había nada que rascar, le dije a éste de volver, pero nos ofrecieron terminar la fiesta en casa de unos de ellos, y Sebas pensando que iba a follar, me lio.

- Pero ¿no hubo polvo?
Preguntó Merche.

- El dueño de la casa resultó ser... pareja del amigo, a la casa solo llegaron tíos, y todos emparejados…

Todos reían, menos Sebas.

Luis siguió contando.

- Yo, que sí me fijé, me senté en un rinconcito y estuve hablando con unos chavales muy majos, mientras éste, señalando a Sebas, seguía pensando que las chicas estaban en alguna habitación esperándole a él, jajajja.

- Eso me dijeron.

- Nadie te dijo nada gilipollas, el tío te dijo, que, si querías, podíais ir a la habitación, pero para liarse él contigo idiota.


Las risas siguieron…

- Al final, hace un rato, me he despertado, he buscado a éste por la casa… y a juzgar por la ropa, que aun la llevaba puesta, pues no tiene nada que contarnos. Y nos hemos venido… o a lo mejor sí, pero no nos lo va a contar. Jajajaj.

Alberto estaba sentado en el escalón del porche trasero, inclinado sobre un lado se reía a carcajadas, mientras golpeaba el suelo, Merche y Charo, agarradas la una a la otra se sujetaban para no caerse de las risas. Luis se reía viéndoles, pero Sebas seguía serio.

El resto de la mañana fue de constantes chistes sobre Sebas, que aguantó estoicamente, incluso términó haciéndose los chistes él solo.

Cuando por fin, dieron la limpieza por terminada, decidieron ir al restaurante a comer. Justo en la puerta, se encontraron con Alicia y Javier. Se habían cambiado, por lo que interpretaron que habían pasado por la habitación.

Se saludaron, los chicos con Javier, y las chicas con Alicia. Alicia estaba radiante, alegre, contenta.

Pasaron al salón y se distribuyeron para comer.

Pusieron a Javier y a Alicia al día de las peripecias de Sebas y Luis mientras comían. Charo se fijaba en Alicia y la veía radiante, miraba a Merche y ésta le hacía gestos de que sí, que ella también lo notaba. Estaban impacientes de quedarse a solas con ella para interrogarla.

Cuando terminaron de comer y pusieron los cafés, las tres chicas se disculparon, alegando que tenían que ir al hotel.

Se quedaron solos en el comedor y empezó el interrogatorio a Javier:

- No voy a contaros nada.

- ¿Pero hubo temita?
Preguntó Sebas.

- Que no voy a contar nada.

- La carita que trae Alicia es de que sí, y mucho y bien
decía Luis.

- Que os den. Paso de vosotros.

- Dejadle tranquilo
dijo Alberto añadiendo - Que ya me lo contará a mí luego jajajja.

Todos se echaron a reír.

Mientras ellas.

- Entonces ¿qué tal Ali? Preguntó Charo.

- Buff, aún estoy en una nube.

- Pero ¿cómo fue?
Decía Charo.

- ¿Y qué queréis que os diga?

- Joder Alicia, ¿qué tal te lo hizo? ¿Cuántas veces? ¿La tiene grande?
Preguntaba divertida Merche.

- Noooo, no os voy a contar eso.

- ¿El qué de todo?
Decía Charo.

- Cómo la tiene.

- ¿Y cómo la tiene? jajajaj
dijo Merche.

- Que no os lo voy a decir.

Las tres se reían, Alicia estaba feliz y las dos amigas se alegraban, finalmente Merche dijo.

- No queremos que nos cuentes nada, solo dinos si lo has pasado bien. Si ha merecido la pena.

Alicia, las miró, rio, y casi llorando les dijo.

- Ha sido maravilloso, hacía muchos años que no me sentía así, de querida, de amada, de respetada, que no me sentía mujer. Ha sido lo mejor que me ha pasado en mi puta vida. Y eso que tengo dos hijos...

Charo y Merche la abrazaban mientras Alicia intentaba quitárselas de encima.

Los chicos volvieron al hotel, y ya con ellas se sentaron en la terraza. El domingo cada vez se acercaba más a su fin. Cuando Javier dijo:

- Por cierto, no me habéis regalado nada cabrones.

- ¿Cómo que no?
dijo Alberto señalando a Alicia.

- Gilipollas, en serio, ¿y mi regalo?

- ¿Qué coño regalo?
Preguntó Sebas.

- Os invito a comer, os llevo a conocer la noche de mi ciudad ¿y nada?

- Bueno, si es por ti, nos quedamos aquí anoche
dijo Alberto.

Estaban metiéndose con Javier cuando apareció por la terraza Arenas y se sentó, mientras pedía una cerveza.

- Vaya, el campeón dijo Sebas.

- Para campeón tú, que casi te abren el ojete le dijo Alberto.

Más risas mientras Arenas miraba interrogante.

- Si quiere que te lo cuente dijo Luis.

- Venga va, que sí, que a mi casi… ¿pero tú qué campeón? Decía Sebas.

- ¿Yo? nada.

- ¿Pero has follado?
Insistía Sebas.

- Sebas, toda la vida seguirás siendo un idiota le dijo Charo.

- ¿Por qué? ¿Sólo quiero saber qué tal le ha ido?

- No tienes sentido del tacto, no sabes elegir el momento para hablar le espetó Charo.

- Ya, ya, yo no puedo preguntar si ha follado, pero tú puedes bajar al desayuno e informarnos a todos de lo bien que te folló éste.

- No te pases Sebas, aquello era distinto
Intervino Alberto.

Arenas, se levantó, y mirando a Sebas a los ojos y con una rabia que no pudo contener le dijo:

- Sí, follé, sí, más de una vez, y sí, desde que estamos en esta obra he echado yo más polvos que tetas has visto tú, y eso que las tetas van de dos en dos.

Todos se echaron a reír, e incluso Sebas no pudo aguantarse.

- Touche.

Con aquello acabaron las provocaciones de Sebas y todos siguieron disfrutando de las cervezas en la terraza.

Después de cenar, cuando ya se iban retirando, Charo se acercó a Arenas.

- ¿Quieres hablar?

- No estaría mal.

- Luego te veo en la terraza.


Y se despidieron como si fueran a dormir.

Aquella noche Charo subió a la terraza, salió y buscó con la mirada a Arenas, no había nadie. Avanzó hasta el borde, se apoyó en la barandilla y oteó el horizonte, veía las luces de las casas en mitad del campo, al otro lado del río. Miró hacia el cielo y observó la cantidad de estrellas que se veían en el cielo oscuro.

Caminó hacia el otro lado, y se quedó apoyada, esperando, no pudo evitar acordarse de aquella noche, en ese mismo lugar y sonrió.

Arenas salió a la terraza, adaptó sus ojos a la oscuridad y la vio.

- Hola.

- Hola
respondió ella.

- ¿Llevas mucho?

- No, que va,
mintió ella y añadió.

- ¿Qué tal con Julia?

- Muy bien, es tan… tan sencilla. Me parecía más... complicada.

- Es buena chica.

- Si, lo es.

- ¿Lo pasaste bien con ella?

- Sí, mucho, ha sido… yo nunca…

- ¿No me jodas que eras virgen?

- No, no, pero nunca…

- Joder Joaquín, arranca.

- Que nunca había follado tanto, tantas veces, tan seguido y en tantas posturas

- Jajaja, pero hay algo que te preocupa.

- Claro, ¿ahora qué va a pasar?

- ¿No lo has hablado con ella?

- No me ha dado tiempo...

- Joder, pues sí que habéis follado…

- Mucho, ya te digo que mucho.

- Pero para que no os de tiempo a hablar…

- Anoche…

- No me cuentes de anoche, que os oí.

- Joder, lo siento.

- Me hice una buena paja.

- Que bruta eres.

- Es verdad, tanto dame más, toma puta, fóllame. Pues una no es de piedra.

- Esta mañana, nos fuimos a su casa, y volvimos a follar, no hemos comido, por la tarde me he duchado y me he venido…

- Pues si ha ido tan bien ¿Qué problema puede haber?

- ¿Y mañana qué va a pasar, en la obra? ¿Somos novios? ¿Somos pareja?

- Lo tendrás que hablar con ella.

- Ya, pero tampoco sé… ¿qué le digo?

- Joaquín tío, no sé, pregúntale, ¿y ahora qué?

- ¿Así?

- Así empiezas y luego vas avanzando…

- No sé… yo es que no valgo…

- Que no vales… tampoco valías para ligar y mira el pivon que te has ligado.

- Pero eso ha sido por ti...

- No, eso ha sido por ti, yo os di un empujoncito.

- Te has portado muy bien conmigo, desde el día de…

- No me lo recuerdes… por favor.

- ¿No te gustó? A mí sí…

- Me gustó demasiado, si no fuera por lo que es… Julia no te habría catado.

- Que boba eres…

- Ya, boba, pero esa polla, madre mía… vámonos, que te dejo seco otra vez.

- Gracias Charo, de verdad.

- Te dije un día que no te dejes humillar, que te hagas respetar… Esta tarde lo has hecho muy bien.

- Gracias Charo.

- Vamos a dormir… que no respondo. Hjajajaja.

- Vamos.


Aquella noche a Charo le costó conciliar el sueño, pero finalmente consiguió dormirse sin recurrir a tocarse.

Arenas por su parte, también le costó conciliar, pero sus pensamientos eran más sobre cómo reaccionar al día siguiente cuando la viera… y también sin tocarse, se durmió.
 
Capítulo 26
Pasa el tiempo
Zaragoza 2003

La semana empezó bien para Arenas, nada más ver a Julia, ésta se acercó a él, le dio un beso en la boca y le dijo.

- Buenos días cariño, que tengas buen día.

Él, sorprendido, respondió.

- Igualmente, te veo en la comida.

- Como me cruce contigo por algún cuarto oscuro…

- Voy a la casa con Alicia, o sea que no. Jajaja.


También empezó bien para Javier, que nada más llegar a la obra recibió un aviso de que un repartidor le esperaba en la puerta.

- ¿Javier Magalán?

- Sí soy yo.

- Esto es para usted.

- Ah, vale gracias, ¿hay que pagar algo?

- No, solo firmar aquí.


Cuando Javier se dio la vuelta con su paquete, el resto del grupo le miraba expectantes.

- ¿Qué?

- Que lo abras ¿no?
Dijo Alberto.

- Es mío.

- Claro,
respondió Alberto.

- ¿Es vuestro?

- No coño, es tuyo jajaja
volvió a decir Alberto.

- Que cabrones sois jajaja.

Javier abrió la caja, y se encontró una cámara de fotos réflex de ultimísima generación.

- No me jodas, no me jodas, pero ¿cómo se os ha ocurrido?

- Pregúntale a Alicia
dijo Merche.

- Un día me dijiste que te encantaba hacer fotos, pero que tu máquina no era buena… dijo Alicia.

- Que cabrones, gracias, sois la ostia.

Alicia se acercó a él y abrazándole le estampó un beso en la boca.

Aquel fin de semana que siguió al de la fiesta, Bernardo vino a ver a Charo. Por supuesto Charo aprovechó para desquitarse en sesiones de sexo intensas.

Javier por su parte, también aprovechó que estuviera Bernardo, para hacerle infinidad de preguntas sobre su nueva cámara.

Y fueron pasando las semanas, pasaron los meses, la obra avanzó como tenía que ser.

En Septiembre, entregaron las llaves de la casa a sus propietarios, que quedaron plenamente satisfechos con los trabajos realizados.

La casa, volvía a tener ese aire de casona noble que antaño debió tener. Habían arreglado los jardines, añadido pérgolas de madera que daban un toque de estilo a los exteriores. En la zona de la entrada, colocaron una marquesina de madera y cristal, para el aparcamiento de los coches.

Por dentro, todo saneado, con nuevos cableados, nuevas tuberías, los mecanismos de los enchufes. La escalera renovada lucía un aspecto fabuloso, las habitaciones, ahora parecían más amplias, más luminosas.

Y al fondo del jardín, después de los jardines, habían reparado la vieja piscina y ahora se exhibía orgullosa una nueva, con cascadas de agua y luces de colores para brillar en las noches. Allí, junto a la piscina, una barbacoa, en un quiosco de madera, con una estructura de acero y cristal, copiada literalmente de la que Alberto había visto meses antes en casa de Sanchís, para que no destacara tan moderna, le añadieron toques de madera que la hicieron parecer más rústica.

El conjunto era espectacular, y así se lo hizo saber la propiedad.

Alicia, negoció, con la autorización del estudio, con la propiedad y ese mismo día, todo el equipo se trasladó a la casa. El acuerdo incluía el servicio de desayunos, comidas y cenas en el restaurante. En la casa, cerca de la zona de la barbacoa, habían instalado una pequeña barra, completamente dotada de mobiliario y maquinaria, que quedó para su uso y disfrute.

Tuvieron que organizarse para hacer compra habitualmente, esas compras incluían bebida y comida para entre horas, para las largas sesiones de tarde noche cuando terminaban la tarea en la obra.

Alicia y Sebas, se re incorporaron a la obra, aunque en realidad nunca lo habían dejado.

Durante las siguientes semanas, fueron alternándose, para volver a casa alguna semana entera. La mayoría, algunos como Sebas, Luis o Charo intentaron volver más a menudo que otros, como Arenas o Alicia, que procuraban volver más esporádicamente.

Pasaron más semanas, mas meses, pasó el verano, el otoño, y cuando empezaba el invierno, bastante frío, por cierto, casi en navidad, se reunieron para ver qué hacían durante aquella época del año.

Alberto, como siempre, comenzó la exposición:

- Yo había pensado, bueno Merche y yo, dijo mirándola a ella, que afirmaba con la cabeza, que podíamos parar la obra la semana de navidad, para que podáis marchar a casa con la familia. Y luego la siguiente semana seguimos con la obra, y podemos organizar algo para pasar fin de año juntos aquí.

- ¿Cómo vienen las fiestas?,
preguntó Sebas.

- Noche buena es Miércoles y Navidad Jueves, en toda la mitad de la semana… sería absurdo ir y volver. Creo yo.

- A mí me parece perfecto dijo
Charo, añadiendo.

- Podíamos organizar una fiesta con nuestras parejas…

Alicia miró a Charo con cierta pena.

- A ver, el que quiera. Yo si no os importa me traeré a Bernardo.

- Me parece perfecto, pero cada uno que decida, ¿Quién se encarga de organizar?
Decía Alberto.

- Me puedo encargar yo, conozco gente aquí en Zaragoza. Era Javier el que hablaba y Julia le respondía.

- Yo te ayudo, entre los dos será más fácil.

A todos les pareció bien, pero Alicia estaba triste, su vida estaba en una espiral de sentimientos, en Madrid estaban sus hijos, su marido, pero en Zaragoza tenia a Javier, con quien casi mantenía una relación de pareja estable, pasando prácticamente todas las noches juntos en la casa. Javier casi no iba a su casa.

Aquella tarde Charo habló con ella:

- Estás triste Alicia.

- ¿Normal no? Estoy hecha un lío. ¿No sé qué va a pasar?

- Es muy difícil, solo tú puedes tomar una decisión.

- Lo sé, pero no sé qué hacer.

- ¿Tú quieres a Javier?

- Con locura.

- ¿Y a Manolo?

- Sí, creo que también, es mi marido, es el padre de mis hijos.

- Ya, ¿pero le quieres?

- Sí, puede que sí.

- Eso es lo que tienes que pensar.

- Además… Alicia sopesaba sus palabras antes de decirlas.

- ¿Que?

- Yo quiero mucho a Javier, pero… ¿no le estaré jodiendo la vida?

- ¿Por qué dices eso?

- Tengo casi 50 años y él acaba de cumplir 35… Cuando yo me jubile, a él le quedaran un montón años de trabajar, yo seré una abuelilla y él estará en lo mejor de su vida…

- Joder Alicia. No sé qué decir. Eso es lo que me pasa a mí con Bernardo, me saca diez años… no son quince. Pero… y nunca lo he pensado así. Nunca he pensado que algún día tenga que cuidar de él.

- Me iré a Madrid, en navidad, intentaré poner orden en mi vida. Pero no sé si esta relación me lleva a algún sitio.

- Descansa, medita, y decide lo que creas que es mejor. Tomes la decisión que tomes, él lo entenderá, seguro. Javier no es tonto, y seguro que eso también lo ha pensado él.

- Ojalá.


Se abrazaron, y Charo notó morriña de su casa, de Bernardo. Alicia, por su parte, sintió el cariño de Charo, y pensó en su familia, y en Javier.

Llegó la Semana de navidad, todos volvieron a sus casas.

La despedida de Javier y Alicia, la noche anterior a partir fue muy dolorosa, Alicia le contó a Javier todas sus preocupaciones, y Javier aun con todo el dolor de su corazón, aun deseando que ella se quedara con él siempre, le dijo que la entendía, que siempre respetaría su decisión, fuera cual fuera.

Julia y Arenas, que también convivían con asiduidad, unas veces en casa de Julia, por tener más intimidad se decían, y otra en la casa, lo tenían más claro. Querían vivir juntos algún día, posiblemente Joaquín, cuando acabara la obra, no volvería a Madrid. Aunque también podía ser ella la que se trasladara con él a Madrid.

En su claridad de pensamientos, en sus planes de futuro, estaban sus respectivas familias, de momento, cada uno iría con la suya, y el otro sería un comentario a los postres de la cena, pero nada serio.

Alberto y Merche decidieron pasar las fiestas con Irene y Sanchís, la única familia que ambos tenían.
 
Capítulo 27
Navidad
Madrid 2003

Sonó el teléfono de Alberto.

*/Cariño, ¿tardarás mucho?

*/Si me llamas, más, estoy vistiéndome.

*/Te has puesto el traje ¿no?

*/Que sí, Merche, Que estoy poniéndome la coraza esta.

*/Que exagerado eres. Venga date prisa, que mi madre ya está nerviosa.

*/Más nervioso estoy yo, que pensaba que esto era una cena con la familia…

*/No te quejes, que son tus jefes jajaja.

*/Pues por eso princesa, por eso.

*/Ahora te veo cariño.

*/Hasta luego.


Alberto terminó de vestirse, traje gris oscuro, corbata granate, como le insistió Merche, el chaleco… que agobio sentía. Se puso el abrigo de lana negro y bajó a por el coche.

Por el camino fue pensando en aquella cena, si unos meses antes le hubieran dicho que cenaría con los dueños del estudio y sus familias… no lo hubiera creído.

Llegó a casa de Merche y le mandó un SMS.

*Ya estoy aquí*

*Bajamos*


Se apoyó en el coche, y encendió un cigarrillo, tres caladas después, Merche e Irene salían del portal. Preciosas, las dos, Merche llevaba un vestido largo de color granate, con tirantes anchos y un gran escote cuadrado, una raja enorme bajaba por encima de su pierna derecha, desde tan arriba, que, si la raja estuviera centrada, se le vería el coño, seguro. Con un chal blanco por encima que le tapaba el canalillo. Unos zapatos de tacón altísimos, negros.

Irene llevaba un vestido, prácticamente igual, pero en color champagne, con un chal, exactamente igual y colocado de la misma manera tapando igualmente el escotazo. También llevaba taconazos, pero ella de color marrón. La raja de su vestido, igual de provocativa, pero en la pierna izquierda.

Las dos se habían recogido el cabello, en una especie de moño, del que caían algunos pelos sobre los costados de la cara. Eras dos bellezas, madre e hija, las dos preciosas.

- Alberto, cariño, ¿no sabía que fumabas? Dijo Irene, poniendo un gesto de pequeño fastidio.

- Solo fuma cuando se pone nervioso, mamá.

- Pues no debes estar nervioso, ya verás qué bien lo pasamos.


Alberto tiró el cigarro, y abrió la puerta a su suegra, evitó mirar mientras entraba para no ver escenas que luego le provocaran efectos no deseados, miraba a Merche, que con sus ojazos le miraba a él desde el otro lado del coche, mientras abría su puerta.

Alberto se sentó a conducir, colocó el retrovisor para ver a Merche e intentó no girar la vista a su derecha. Irene ya estaba sentada, con la raja, efectivamente abierta y mostrando la pierna esbelta, prácticamente hasta la cadera. En un rápido gesto con la mirada creyó ver el elástico de unas medias. Pero apartó la mirada y condujo.

Las dos mujeres le indicaron a donde dirigirse, iban a un conocido hotel, concretamente a su restaurante. Por el camino Irene le daba explicaciones de cómo eran esas cenas. Llegarían y les darían un coctel y un vino, luego entrarían a un salón a cenar y al final en otro salón habría un baile.

Paró en un semáforo, Irene se recolocó en su asiento, y Alberto, casi sin querer, pudo ver las tiras de un liguero, marrón claro. Volvió a apartar la mirada.

Alberto miraba por el espejo a Merche, que le examinaba con la mirada, para ver las reacciones a las cosas que le iba contando su madre.

Cuando llegaron, Alberto acercó el coche a la puerta y dos señores, uniformados, uno por cada lado del coche, abrieron las puertas, primero a ellas, luego a él.

El que abrió la puerta de Alberto, le saludó, y le dio una ficha mientras le pedía las llaves del coche.

Merche se cogió de su brazo, mientras Irene caminaba delante de ellos subiendo los escalones hasta la entrada.

Al llegar a la puerta Irene, de su bolso de mano marrón, sacó las invitaciones y se las entregó al señor de la puerta que haciendo una reverencia les indicó que entraran, luego les indicó una puerta al frente.

Alberto iba nerviosísimo, había estado en cenas de empresa, con clientes, en entregas de premios, pero aquello le superaba.

Al atravesar la puerta, accedieron a un salón, no excesivamente grande, allí empezó a ver caras conocidas.

- Buenas noches querida, Feliz Navidad le decía Don Julio a Irene, mientras acercaba su cara a la de ella para casi sin rozar dar un beso al aire.

- Merche. Alberto. Un placer teneros aquí, repitió el gesto con Merche y a Alberto le estrechó la mano, con firmeza.

- Gracias Don Julio, un placer dijo Alberto.

- Pasad y tomad algo.

Una vez dentro, vieron a Sanchís acercarse, dio dos besos a su hermana, otros dos a su sobrina y abrazó a Alberto.

- Buenas noches Alberto. Buenas noches.

- Sr Sanchís. Un placer estar aquí, con usted.

- Elías, hijo, Elías. ¿Tomamos un vino?

- Preferiría una cerveza, si puede ser.

- Claro, hijo, claro.


Hizo señas a un camarero y éste se acercó con una bandeja con copas de vino variadas y refrescos.

- ¿Podrías traerle al señor una cerveza?

- Por supuesto señor.

- Gracias.


Sanchís se volvió para hablar con Alberto.

- ¿Qué tal va todo en Zaragoza?

- Muy bien, todo avanza correctamente.


Don Julio se acercó.

- Al final os habéis hacer especialistas en toda clase de trabajos.

- ¿No le entiendo don julio?

- Lo digo por la casona que habéis reformado.

- Ah. Sí, Sebas y Alicia han hecho un gran trabajo.

- Son dos buenos profesionales.

- Alicia está haciendo un trabajo impresionante, además de coordinar la reforma, se encargó de negociar con la propiedad.

- Y ha firmado un acuerdo muy importante, nos ahorra mucho dinero.

- Y a nosotros nos da una libertad, que antes no teníamos, antes estabas en una habitación y ahora tenemos toda una casa para trabajar de noche cuando no puedes dormir.

- En cuanto pase el frio, me acercaré a ver la obra.

- Cuando usted quiera, si espera un poco, en tres o cuatro meses a lo sumo, el edificio principal estará prácticamente acabado… A ver, a falta de algunas instalaciones, decoraciones, en fin.

- Ya, ya, pues ya me avisaréis.
Dijo Don Julio añadiendo.

- Y Mercedes ¿qué tal está?

Alberto la buscó con la mirada, y las vio juntas, madre e hija hablando entre ellas.

- Allí la tiene Don Julio.

Don Julio miró hacia ellas y las llamó.

- Mercedees…

Irene y Mercedes se acercaron al grupo.

- Don Julio.

- ¿Qué tal en la obra Mercedes? ¿Qué tal te cuida éste?

- Muy bien Don Julio, es un placer trabajar al lado de Alberto, y de los demás, son un gran equipo.

- Somos, Merche, somos
corrigió Alberto.

- Ha sabido hacerse respetar, dijo Alberto.

Alberto miró a Sanchís y a Irene.

- Es una Sanchís, lo lleva en los genes.

Don julio se echó a reír y Sanchís mientras miraba a Irene añadió.

- Los genes de su madre, los del carácter jajaja.

En ese momento, el señor Salgado entró en el salón, acompañado de su esposa, una señora, que Alberto calculó que sería de la edad de Irene, pero que se conservaba bastante peor que ésta. Detrás de ellos, entró Miguel Salgado, el hijo de Don Miguel Ángel, un chaval de apenas 15 o 16 años, junto a él una chica espigada, alta, de unos 18 o 19 años, con una larga cabellera negra, un poco pecosa, embutida en un vestido cortito, de color negro, muy ajustado. La chica tenía unas curvas envidiables, y Alberto no pudo evitar fijarse en el pecho de la chica, realmente grande, y en sus caderas perfectamente redondeadas y acorde con un culo redondo. Las piernas larguísimas, sedosas, enfundadas en unas medias casi de cristal.

- Señores. Buenas noches Dijo el Sr Salgado.

Todos respondieron al saludo, a continuación, saludó a las mujeres, para volver al grupo de los hombres.

- Alberto, ¿qué tal todo? Mira te voy a presentar. Miró hacia un lado.

- Catalina, por favor, mira, este es Alberto Lorenzo, el arquitecto que te comenté.

Ella se acercó y le extendió la mano, que Alberto cogió y con una reverencia a modo de saludo.

- Encantado señora.

- Me han hablado de ti. Ahora preguntaré a Irene a ver su opinión. Porque además del arquitecto de Zaragoza, ¿estás con la niña?

- Sí, ella está en la obra también.

- Me refiero a que sois pareja.

- Bueno. Sí.


Sanchís intercedió.

- Catalina, siempre con tus cosas, Irene te pone al día. Y señalando hacia ellas la dirigió para allá.

Los hombres rieron aquel gesto de Sanchís.

- Si la dejas, te saca toda la información de la primera cita dijo Salgado entre risas.

Después Salgado llamó a su hijo.

- Mira hijo, este señor es Alberto Lorenzo.

Miguel le miraba con curiosidad y quizás altanería.

- Es el arquitecto que está dirigiendo la obra del Palacio de la música de Zaragoza.

- Co dirigiendo
corrigió Alberto.

El muchacho le miró, extendió la mano y dijo.

- Encantado. ¿Con quién co dirige?

- Con ella, Mercedes Prieto
dijo Alberto señalando con la cabeza en dirección a Merche.

El chaval con cara de guasa dijo.

- ¿La sobrina de Sanchís?

Alberto le miró, pero no dijo nada, intentaba encontrar las palabras adecuadas.

Don Julio intervino.

- Una excelente arquitecta, Miguel, excelente.

- Pero ella…

- Ella dirige la obra
añadió Alberto.

- Entonces tú, ¿qué haces allí?

- Yo coordino a los equipos…

- ¿Entonces, no sería más lógico, que a ella la presentaran como la arquitecta de Zaragoza y no a ti?


Alberto empezaba a sentir ganas de abofetear a aquel mocoso.

La chica, que hasta ese momento, había estado callada habló.

- Ella dirige la obra, él coordina a los oficios, se llama equipo Miguel. Cuando hay algún problema, lo hablarán entre los dos, para tomar la mejor solución, eso es equipo.

- Exacto
dijo Alberto gracias.

- Les presento a mi sobrina, Mónica, pasa las fiestas con nosotros. Alberto, acaba de empezar a estudiar arquitectura…

- ¿Y cómo vas?
Preguntó Alberto.

- Estoy en segundo, tengo problemas con estructuras…

- No eres la única que pasa por eso.


Los demás empezaron a hablar de otras cosas, se fueron apartando…

- Al final, más o menos me entero, pero con la topografía, buff eso sí que es difícil.

- Al principio, todo lo que no nos suena, parece difícil, pero luego vas haciéndote a ello.

- Me imagino, Oye te importa que me siente contigo en la cena, y te pregunto cosas que me vaya acordando.


Alberto se acercó a la chica, y le dijo.

- Sería maravilloso, me librarías de… y miró a su alrededor.

- Ja, ja, ja, Pues voy a decírselo a mi tío, para que nos ubiquen.

- Muy bien.


Alberto se quedó solo, aunque no por mucho rato, y se acercó a pedir una cerveza. Irene se acercó:

- ¿A que no está siendo tan malo?

- De momento no.


Bajando la voz, se acercó a su oído y le dijo.

- Menos el jodido niño. ¿A que sí?

Alberto asintió.

- A mí me parece un pedante, cursi, repelente.

Merche que se acercó.

- Mamá, que manía le tienes, pobrecito.

- Es que me pone…
Y se retiró dejándoles solos.

- ¿Qué tal?

- Bien, de momento aguanto sin necesidad de emborracharme jajaja.

- Me alegro cariño,
y le dio un beso en las mejillas.

- La sobrina de Salgado, estudia arquitectura, y quiere sentarse conmigo para que le aclare dudas.

- Ya, dudas, la niña te ha visto, ha visto al resto y ha pensado, yo con ese jajaajja.

- Mientras me de conversación…

- Jajajaj y así te alegras la vista.

- Cómo eres ¿no? Yo solo tengo ojos para ti.

- Pues esta noche entre la niña, mi madre y yo, no vas a saber para dónde mirar jajajaj.


Merche lo decía risueña, Alberto pensó, esta noche… me toca sesión de Merche.

La cena pasó, los postres llegaron, los cafés, y Mónica ya le había preguntado a Alberto absolutamente por todos los temas de la carrera, por los problemas en obra, por soluciones de decoración, que no iba a estudiar…

Llegaron las primeras copas, y les invitaron a pasar al salón contiguo, una sala de similar tamaño, sin mesa en el medio, con sillones a los extremos y una zona central para bailar.

Alberto, se acercó a Merche y le dijo.

- Voy a salir a fumar, y a que me dé el aire.

- Salgo contigo.

- Gracias cielo.


Los dos salieron del salón, y un hombre uniformado les indicó por dónde salir, sin tener que estar en la puerta principal. Siguiendo sus indicaciones, atravesaron una puertecita lateral y salieron a un pequeño porche, frente a un jardincito, iluminado con focos desde el suelo.

- Me ha preguntado por todo, que cansina…

- Pero está buena.

- Tu sí que estás buena.

- ¿Cuantos años tendrá? ¿18? ¿19?

- A ver si está en segundo… no sé ¿20?

- Mira, tiene edad.

- ¿Edad de qué?


Merche muy bajito le dijo al oído.

- De follar como una loca.

- Estás como una cabra.

- Digo yo que follará.

- Y a mí que más me da.

- Bueno, cuando te vuelva a preguntar cosas, tu cabeza estará pensando en cómo follará.

- Que cabrona eres.

- Ya lo verás jajaja.


Volvieron al salón, una chica con uniforme del hotel, ponía discos en una esquina.

Sanchís e Irene, estaban bailando, a su lado Salgado y su esposa, hacían lo mismo.

Don Julio, sentado en un sillón charlaba con Miguel y Mónica

- Bailamos dijo Alberto.

Ella se agarró a su cuello, le besó en los labios y tiró de él hacia la improvisada pista de baile.

Con aquellos tacones tan altos, Merche era casi igual de alta que Alberto. Los dos bailaban agarrados, y reían. Irene y Sanchís les observaban.

- Que bien la veo, está tan feliz le decía Irene a Sanchís.

- Cada vez que la veo, la noto más feliz, más alegre.

- Y la tenías que oír hablar de la obra, de Alberto, de los compañeros.

- Es un grupo muy bueno, son todos muy buenos profesionales, además de amigos.


La canción se fue silenciando, a la par que otra empezaba a sonar.

Irene aprovechando que estaban cerca de los chicos...

- Merche cariño, déjame bailar con este apuesto caballero.

- Todo tuyo, un ratito
le dijo a su madre entre risas.

Merche se abrazó a su tío para bailar, mientras Irene se colgaba del cuello de Alberto y se arrimaba a él.

Comenzaron a bailar, Alberto notaba las tetas de Irene, y no podía evitar su reacción viril.

. No sé qué le das a la niña, pero está muy feliz.

- No le doy nada, compartimos la vida.

- Ya podían haber compartido conmigo alguien.

- Porque no quieras, anda que no habrá hombres detrás de ti.

- Alguno hay, alguno hay, pero no tengo interés.

- No me extraña que los haya.


Irene cada vez se abrazaba más a Alberto, él dudaba ya que ella no hubiera notado su dureza.

La música siguió sonando, y aquello estaba casi en su auge, cuando la música paró para empezar otra. Irene le dijo al oído.

- Que feliz la vas a hacer esta noche. Qué envidia.

Alberto no supo qué decir. Irene le dio un beso en la mejilla y se separó de él.

Alberto se sentó en un sillón y esperó paciente a que aquello se bajara, esperando que nadie lo hubiera notado. Al otro lado del salón, Mónica, sentada con Don Julio y Miguel le miraba, él creyó ver una mueca de lascivia, una risita juguetona y se levantó.

Se acercó hasta Alberto y se sentó a su lado.

- ¿Qué tal? ¿Ya no bailas más?

- Ya he cubierto mi cupo de hoy
respondió mientras se acordaba de Merche diciéndole “cuando hables con ella, pensarás en cómo follará

- ¿Y te ha gustado?

- ¿Bailar?

- Y el roce,
y dirigiendo una mirada hacia la entrepierna y mordiéndose el labio añadió. – A ese le ha gustado seguro.

Alberto no sabía qué responder, ella le miraba con una carita que incitaba al vicio, le escrutaba. Alberto se fijó en la minifalda de Mónica, y vio entre las piernas el inicio de unas braguitas rojas. Ella estaba sentada en el sillón, casi hacia la pared, por lo que nadie más podía ver lo que él veía.

La polla volvió a endurecerse, esta niña le estaba poniendo cachondo perdido. "¿cómo follará la niña?"

La niña dejó de observarle, y miró a su alrededor, Don Julio seguía con Miguel y ahora además con su tía. Salgado bailaba con Merche, e Irene volvía a hacerlo con Sanchís.

Bajó su mano y pellizcó sus medias, justo encima de su coño, clavó las uñas y rompió la tela.

Alberto miraba sin creerse lo que veía. La niña metió el dedo por el roto de las medias, apartó la tela roja y abrió un poco las piernas, dejándole a la vista un coñito completamente depilado, brillante y rosado. Metió un dedo dentro y lo abrió. Todo sin perder de vista a los demás que seguían a lo suyo sin prestar atención.

Después cerró las piernas, se colocó el vestido y se acercó a Alberto.

Le pasó el dedo por los labios y él notó la humedad del dedo.

- Esta noche me voy a tocar, pensando en tu polla y en que me follas.

Alberto tenía la polla que le iba a reventar, pero no decía nada.

- Cuando te folles a Merche, pensarás en mi coño y en mí. Ya lo verás.

La niña se levantó y se fue a donde estaba Don Julio.

Menos de una hora después, todos se despedían. Quedando en verse en algún otro momento, todos se deseaban feliz navidad, además de felicitar a Merche y Alberto, por lo bien que iba la obra y por su relación.

Cuando el aparca coches trajo el coche de Alberto, Irene les indicó que se iría con Sanchís en taxi a su casa, que mañana se verían allí.

Dio un beso a su hija y se acercó a Alberto, mientras le daba un beso a él le dijo.

- Pasad buena noche.

Alberto estaba alucinando con todo lo que le había pasado, su suegra notando su rabo, la niña enseñándole el coño. Menos mal que tenía a Merche para desahogarse, en cuanto llegara a casa se la iba a follar.

Durante el camino a casa, Merche le dijo.

- Cariño, voy como loca por follar.

- En cuanto lleguemos, esta noche tengo ganas de ti.

- Umm. Estoy mojada solo de pensarlo.

- Aguanta un poquito.


Merche separó la raja de su vestido y Alberto vio, efectivamente como había visto en su madre el final de las medias, a media pierna. Pero además vio las tiras de un liguero que las sujetaban, se volvió a encender. Ella apartó su braguita negra y le mostró el coñito.

Alberto la miraba, pero veía el coñito de Mónica “pensarás en mi coño y en mí” la polla se puso durísima.

Nada más llegar, en el trayecto entre el parking y la casa, Merche se comía a besos a Alberto, le abrazaba, le besaba en la boca, en el cuello. Alberto por su parte, la abrazaba, pasaba las manos por el culo, por las tetas, metió la mano por la raja de la falda, ella le miraba con deseo, con lujuria.

El ascensor paró en su planta, y los dos abrazados, entraron al piso.

Alberto palpaba por la espalda de Merche buscando cómo desabrochar el vestido, ella palpaba la dureza del miembro de Alberto. Una vez localizada la cremallera, el resto fue un visto y no visto para que el vestido cayera a los pies de Merche. La americana, el chaleco y la camisa de Alberto, siguieron el mismo camino.

Él dio un paso hacia atrás y la observó, la admiró, se enamoró del cuerpo de Merche otra vez.

El conjunto de lencería negro, aquel sujetador semitransparente, con tela solo hasta media teta, tapando el pezón y por encima nada más, con encajes y piedrecitas, aquellas braguitas, tan minúsculas, transparentes justo en el medio, con los mismos encajes y los mismos adornos en pedrería. Y el remate del liguero, igual que el resto de la ropa interior, sujetando unas medias negras finísimas. El conjunto le quedaba espectacular, y Alberto no pudo evitar imaginar a Irene con aquel mismo conjunto en color marrón, después apareció la imagen de la niña, con sus braguitas rojas, ¿cómo le quedaría aquel conjunto?

Merche con parsimonia, sin prisas, se acercó a Alberto, y literalmente le lamió el cuello, la oreja, y le besó en la boca con mucha lengua.

El bulto de Alberto ya era más que prominente y Merche le hizo un gesto para que se terminara de desvestir.

El hombre entonces, con la polla dura como una roca, con las otras mujeres en la cabeza, se dejó hacer.

Merche le empujó a la cama, se puso sobre él. Y despacio, como si a cámara lenta fuera, fue chupando cada centímetro de piel que encontraba. Alberto sentía aquella lengua húmeda, sentía el roce de la ropa interior de Merche, y cerraba los ojos. Cada vez que lo hacía veía a Mónica, tan joven, tan putita, tan traviesa, tan fresca, tan mujer…

Abría los ojos y se encontraba con su Merche, tan puta, tan mujer, tan traviesa… Era un juego que su mente controlaba y que él no podía hacer nada por evitar.

Cuando volvió a cerrar los ojos, vio a Irene, tan puta como su hija, tan madura, tan traviesa, tan mujer… No podía evitarlo, no quería evitarlo, no lo evitó.

- Fóllame Merche, Fóllame como tú sabes.

- ¿Y con quién quieres follar hoy cabronazo?

- Contigo, Merche, con mi puta.

- ¿Con tu puta? ¿Y con quién más?


Alberto cerró los ojos, vio a Mónica, desnuda con sus tetas grandes y jóvenes, con sus pezones amenazantes y su cara de vicio…

- A Mónica… quiero follarme a Mónica.

- Así me gusta mi niño, ¿a quién más?

- A tu madre, voy a follarme a tu madre.

- Umm que cabrón es mi hombre…


Merche apartó su braguita, se sentó sobre él, y la polla se abrió camino por aquel chorreante coño.

- Te gusta como folla mi mamá. Mira siéntela, es igual de puta que su hija.

- Sii, siii, dame más Irene, dame más.

- Toma cerdo, toma y goza.

- Umm me gusta.

- ¿Te gusta follarte a la señora mayor eh? Que cerdo eres.


Merche aceleró, y Alberto notó que se iba a correr… la empujó a un lado.

Ella lo entendió, pero no quería acabar, aún no había acabado.

Se acercó a su oído, mientras le acariciaba la polla con cuidado…

- Ahora, Mónica te va a chupar el rabo, y luego se va a meter tu polla en su coñito, tan jugosito, tan jovencito.

Alberto cerró los ojos. Mónica le acariciaba la polla, le pajeaba suavemente, sintió su boca caliente comiéndole el rabo, sintió sus manos recorriendo su cuerpo.

- Fóllame Mónica, siéntate aquí, y fóllame.

Ella se incorporó, y dándole la espalda, se metió la polla hasta el fondo.

- Mmm, que polla tienes, dámelo Albertito, fóllame.

- Toma Mónica, gózala puta.

- Así, así, ummm.

- Toma zorra, esto querías ¿eh? Eres una puta, toma.

- Ahhh
, Merche cerró las piernas, aprisionó la polla de Alberto y convulsionó, mientras arqueaba la espalda y un grito salía de su garganta.

Alberto esperó a que ella se recompusiera y la apartó, ella quedó tendida en la cama, con la pintura de la cara corrida, los pelos alborotados, el sudor brillando en su piel.

La admiró unos segundos y colocando las piernas a cada lado de ella, empezó a menearse la polla.

Merche le miraba, tratando de imaginar en quién estaría pensando…

- ¿A quién vas a lefar? ¿A quién le vas a echar tu leche encima?

- A ti puta.

- ¿A mí?

- Sí Merche, te voy a dejar la cara llena de semen calentito.

- Umm sí, échamelo, como si fuera Irene.


Alberto aceleró, y un inmenso chorro de semen cayó en la cara, en la boca, en los ojos. Otro sobre las tetas aun tapadas por el sujetador.

- Ahh.

Un último chorrito, pequeño, quedó colgando del capullo, y goteó hasta alcanzar la braguita de Merche.

- Umm que bestial, cada día disfruto más Alberto.

- Ha sido muy bueno.

- Es que mi madre folla muy bien
dijo Merche riéndose.

- No me digas eso ahora, joder. Que me da palo.

- Vale, pues Mónica, esa niña tiene que follar de puta madre.

- Que cabrona eres Merche.

- Pues anda que tú. Jajaja. Pero no me dirás que no te gustaría follarte a la niña.

- Merche, contigo tengo suficiente.

- Pues ya te digo yo, que ella no te haría ascos, para nada.

- Pues me parece que se va a tener que tocar el coño sola.

- Ja, ja, ja, tan follador cuando estamos en la cama, y luego solo follas a tu coñito, Me encantas.
 
Jolín, a Alberto la desean todas y el al fin y al cabo no es de piedra.
A pesar de todo el está muy enamorado y no le va a ser infiel a Merche.
 
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