Capítulo 23
Parejas
Zaragoza 2003
Javier y Alicia llegaron a casa de Javier. Era un edificio antiguo, casi al borde del casco antiguo.
Subieron al piso, entraron y comenzaron a besarse, Javier recorría el cuerpo de Alicia con las manos. Notaba que no llevaba sujetador, no solo por no notarlo, si no por los pezones duros que se marcaban en el vestido.
Alicia echa un manojo de nervios, no sabía qué hacer.
- ¿Quieres que pare? Le preguntó Javier.
- No, estoy nerviosa. Yo no he hecho esto nunca.
- No quiero forzarte a nada.
- Quiero Javier, quiero, pero es que no sé…
- Déjate llevar.
Javier besaba a Alicia y con sus besos recorría el cuello de la mujer, las manos bajaban al culo y subían por la espalda.
Estaban de pie, en la entrada del piso, Javier la guio, sin dejar de abrazarse, hasta el dormitorio.
Alicia en la penumbra, al solo entrar la luz del pasillo, divisó una cama grande, perfectamente hecha. Javier volvió a besar a la mujer y la palpaba, buscaba una cremallera, un botón que soltar… Ella se dio cuenta y le dijo.
- Déjame.
Se separó de él, y mirándole a los ojos pensó “Lo que sea Será, Siempre”
Se sacó el vestido, despacio, fue subiendo desde las piernas y Javier sin perder detalle, veía aparecer los muslos, tan bien formados, ni anchos ni estrechos, la cantidad justa de músculo y carne. Después empezó a aparecer el triangulito del tanga, blanco, se adivinada un pubis depilado, más arriba el vientre, liso, sin un gramo de mas, el ombligo pequeñito, las costillas, y el inicio de las tetitas, no había sujetador, acertó, la suave curvatura inferior de aquellas tetas, redonditas, más arriba, delicados pezones, pequeñitos, muy pequeñitos, muy duros, muy oscuros, en un marrón oscuro, que en la penumbra del dormitorio parecía negro, su cuello, la cara tapada con el vestido, salió por arriba, se despeinó, sus rizos rubios que volvieron a caer sobre los hombros.
Javier se acercó, la admiró, era perfecta, aquel cuerpo pequeño, proporcionado, aquellas tetas, tan duras, y las pecas de Alicia, las que el ya conocía sobre sus mejillas, a los lados de la nariz. Ahora observaba que bajaban por el cuello, y se hacían hueco, amontonadas en los pechos deliciosos de Alicia, más abajo, desaparecían.
El hombre se abrazó a ella, la sintió. Bajó su cara y lamió el pezón izquierdo, luego el derecho.
Alicia se dejaba hacer, ya estaba hecho, se dejaba querer…
Javier delicadamente ayudó a la mujer a tumbarse en la cama, atravesada, se quitó la camisa y el pecho peludo de Javier apareció ante los ojos de Alicia. Él se soltó el botón del pantalón, lo deslizó y a través del calzoncillo se dibujó una polla que a Alicia le pareció enorme.
Se quitó el calzoncillo, y el pene erecto y duro salió disparado. Alicia no podía dejar de mirar. Él se echó sobre ella, notando su piel caliente, recorrió el cuerpo con la boca, le lamió los pechos, el vientre… agarró las dos tiras laterales de la tanguita y tiró hacia abajo, ella levantó el culo para ayudar, el coñito que apareció frente a Javier le pareció una delicia. Cerradito, con un manojito de pelos rubios, recortaditos.
Javier deslizó un dedo entre los labios vaginales de Alicia y aquel coñito se fue abriendo poco a poco a su paso, para volver a cerrarse. El dedo estaba mojado, lleno de los jugos de Alicia.
Ella respiraba con fuerza, casi gemía, de la emoción, excitación o nerviosismo…
Javier bajó la cabeza y mientras amasaba las tetas con las manos, su boca se lanzó a beber de aquel coño. La respiración de Alicia se aceleró, él introdujo un dedo en el coño y maniobró con delicadeza, sin dejar de lamer. Le acariciaba el clítoris, escondido en la zona superior bajo sus labios. Notaba la humedad de ella aumentando. Ella vibraba y jadeaba.
Sin dejar de lamer, metía y sacaba ahora dos dedos en aquel chochito encharcado.
Alicia aceleró la respiración, a él le pareció notar que ella se iba a correr, y dejó de lamer, se dedicó a meter los dedos y acariciar el coño de Alicia, incorporado, le besaba los labios, le metía la lengua en la boca…
Alicia notó que se iba a correr, nunca había sentido nada igual, empezó a temblar, Javier aceleró y un gemido prolongado, un pequeño gritito, y ella se corrió. Luego nada, silencio, solo la respiración de Alicia.
- ¿Qué me has hecho? Nunca había sentido…
- Lo necesitabas.
- Madre mía, ahora quiero más.
Javier se colocó sobre Alicia y apuntando su polla al coño, empujó y esta despacio fue deslizándose. Notaba aquel coño estrecho abrazándole la polla.
Ella gemía, le abrazaba y rodeaba su cuerpo con las piernas tirando hacia ella. Él comenzó a follarla, despacio, con cuidado, mientras la besaba.
Ella volvió a acelerar la respiración, él aceleró el ritmo y ella se volvió a correr.
Esta vez más largo, menos intenso, pero chorreando por el coño, la polla de Javier sonadísima, entraba y salía. Javier la sacó.
- ¿Quieres que pare?
- Déjame descansar. Hacía mucho que no…
- Tranquila cariño, tenemos toda la noche…
Arenas y Julia pasearon por las calles de la ciudad hasta llegar a un local, Julia le hizo un gesto para entrar.
El local estaba decorado como una cueva, con plantas por las paredes, y del techo estalactitas artificiales que se descolgaban, unas luces ubicadas estratégicamente, iluminaban la sala lo suficiente para verse las caras si estaban cerca.
Se sentaron en unos silloncitos en un lateral del local, en una especie de apartado.
Arenas preguntó.
- ¿Qué quieres tomar?
- ¿Qué vas a tomar tú? ¿Otra copa?
- Casi que prefiero una cerveza.
- Pues yo también.
Arenas fue a la barra a pedir, mientras le servían, se fijó en Julia, el vestido se había abierto y las piernas de la chica estaban al aire, casi no podía distinguir los detalles, pero creía verla sonreír.
- Ya estoy aquí.
- Gracias.
Ambos bebieron, estaban muy juntos, la música no estaba muy alta y se oían perfectamente si estaban cerca.
- Cuéntame de ti dijo ella.
- No sé qué quieres que te cuente.
- ¿Por qué eres tan tímido?
- Es que. No sé... las chicas no se me dan bien.
- ¿Te gusto?
Arenas mirando a otro lado.
- Mucho.
- Mírame Joaquín.
Joaquín la miró.
- Dímelo ahora.
- Me gustas mucho.
- Tú a mí también.
Arenas se armó de valor, sabía que ya no le rechazaría, y la besó.
Ella se dejó besar, abrió la boca y jugueteo con su lengua.
- No estaba en mis planes liarme con nadie dijo Julia.
- Yo tampoco…
- Pero me gustas Joaquín eres tan mono…
- ¿Mono?
- Majo, eres muy majo.
- Tú eres guapa, me gusta tu cuerpo.
- Hala lanzado.
- Perdona.
- Era broma. Dime qué te gusta.
- Las piernas… dijo dirigiendo su mirada a ellas.
Ella le agarró la mano y la dirigió a su muslo, depositándola allí.
- ¿Así mejor?
- Está muy suave.
Estuvieron un buen rato en aquel bar, se besaron, se tocaron.
Dos rondas de cervezas después…
- ¿Vamos al hotel? Está más cerca que mi casa.
- ¿Quieres venir conmigo?
- Claro y le volvió a besar.
Arenas estaba colorado, pero afortunadamente la iluminación no le permitía a ella darse cuenta.
- ¿Nos vamos?
- Vale.
Salieron del local, echaron a andar por las calles de Zaragoza. Ella dirigía los pasos, por esta calle, por esta otra. Fue ella la que agarró a Arenas de la mano. Él notaba su mano caliente en la suya.
- Anda ya casi hemos llegado…
- Sí, esto es la parte de atrás del hotel…
Al entrar en la habitación, Joaquín dudó si agarrarla y comérsela a besos o esperar a ver qué hacía ella.
Los dos plantado en mitad de la habitación se miraban…
- ¿A qué esperas? dijo Julia.
Arenas se acercó a ella y la besó, la devoró con la boca.
- Tócame, tócame.
Arenas le acariciaba los brazos, la cara, mientras la besaba. Ella agarró la mano de Joaquín y la puso encima de su teta, Arenas notó aquella teta, grande, era grande, estaba blandita y se atrevió a agarrar la otra.
- Así Joaquín, tócame.
Julia empezó a soltar los botones del vestido, Arenas notaba su polla durísima.
Cuando acabó de desabrochar botones, dejó caer el vestido, Joaquín la miraba, unas tetas grandes metidas en un sujetador negro y unas bragas a juego.
Ella se soltó el corchete del sostén y las tetas cayeron, eran grandes, caídas, con una aureola enorme que ocupaba toda la punta de la teta, rematadas por un pezón rosa.
Arenas perdió ya la vergüenza, estaba con una mujer casi desnuda. Se acercó y comenzó a comerse las tetas, una y otra, la primera, la otra. Notaba su polla muy dura… ella se dejaba besar y chupar y agarraba su cabeza apretándole contra ella.
Arenas entonces, le cogió la mano a ella y la dirigió a su entrepierna, ella le miró sorprendida.
- Así cielo, hazme tuya.
Ella palpó, calculó la dimensión.
Y pensó “lo vas a flipar, que hija puta como lo sabía ella”
Desabrochó el pantalón con ansia, se lo bajó con calzoncillo y todo.
- Ostia puta, que pollón tienes tío.
Se agachó, y comenzó a chupar aquella polla, la intentaba meter entera, pero el grosor y el largo no se lo permitían.
La pajeó, la chupó, la babeó.
- Quiero esto en mi coño tío, lo quiero en mi coño.
Se levantó se quitó las bragas, Arenas mientras, se quitaba la camisa y los zapatos.
Ella se tumbó en la cama, con las piernas abiertas, enseñándole un coño peludo, recortado en los extremos, pero peludo.
- Fóllame, quiero eso aquí.
Y se metía los dedos en el coño.
Arenas se inclinó sobre ella, y la metió, despacio, pero ella quería fuerte y abrazándole con las piernas tiraba de él hacia ella. Entró toda, hizo tope.
- Fóllame mucho cabrón, muuchooo.
Arenas empezó a bombear, la metía y la sacaba, mientras ella gritaba pidiendo más.
- Así, que pollón, así más más.
Él no decía nada, solo bombeaba.
Ella acercó su cara a la de él.
- Llámame puta, insúltame, fóllame.
- Puta.
- Insúltame cerdo.
- Puta.
- Con ganas cabrón…
- Toma puta.
- Así.
- Toma puta, eres una puta.
- Sigue, sigue.
Los gritos de ella se tenían que estar escuchando en todo el hotel.
- Fóllame cabrón, fóllame.
- Toma puta, ¿te gusta así? Zorra.
- Sí, sí, siiii.
Arenas empujaba con todas sus ganas, nunca había conseguido metérsela así a ninguna mujer.
Notó que le venía, pero no sabía si a ella también…
- Me voy a correr Julia.
- Y yoooo, y yooooo.
Julia gritoooo, se estremeció, Arenas la sacó, se incorporó sobre ella y se la meneó un par de veces. Empezó a expulsar semen, el primer chorro, con fuerza le cayó entre las tetas, el segundo un poco más abajo, luego le siguieron un par de chorros sobre el vientre.
Julia, intentaba recomponerse, mientras veía aquel pollón expulsando semen, nunca había visto una polla tan gorda, y nunca había visto echar tanta leche.
Arenas exhausto, se dejó caer sobre la mujer, ella le abrazó.
- Recupérate, que yo quiero más.
Arenas sonrió.
- Lo intentaré.
Cuando Merche, Alberto y Charo llegaron al hotel, decidieron subir a la terraza a tomar el aire un rato, estuvieron un rato charlando. Charo les contó las ganas que tenía de que volviera Bernardo.
- Y no tienes tentaciones de liarte con alguien Preguntó Merche.
- Sinceramente, no. Si me pica, me toco.
- Merche, ¿por qué iba a tener tentaciones? ¿Tú las tendrías?
- No, pero yo que sé, no todas las mujeres son iguales.
- A ver, a mí Bernardo me da lo que necesito, que no puede ser tan a menudo como me gustaría, bueno pues me aguanto. Yo elegí este trabajo.
- Visto así… sentenció Merche.
Después de un rato, decidieron ir a dormir. Estaban cansados, había sido un día largo.
Charo entró en su habitación, se notaba calor y decidió que se ducharía antes de acostarse.
Dejó caer el agua por su cuerpo, se sentía bien, relajada. Salió de la ducha, se secó y desnuda como estaba salió a la habitación, estaba buscando una camiseta para acostarse, cuando creyó escuchar ruido en la habitación de al lado, la de Arenas.
Apagó la luz, como si eso hiciera que se escuchara mejor, se acercó a la pared. Se oía perfectamente a Julia, gimiendo, pidiendo más.
Charo notó como le venía la humedad a su coño, acercó la mano y se acarició suavemente.
Al otro lado de la pared, los gritos de Julia eran ahora más audibles, “así, que pollón tienes, así”
Le vino a la mente la imagen de Arenas con la polla fuera, mientras ella le pajeaba, y empezó a tocarse con más fuerza.
Se tumbó en la cama, con las piernas abiertas para facilitarse las cosas, “llámame puta, insúltame, fóllame”, cada palabra que oía la encendía más.
Cerró los ojos y comenzó a imaginar, era ella la que estaba allí, con las piernas abiertas, sintiendo la enorme polla de Joaquín en sus entrañas.
Se tocaba, se metía los dedos, intentando llenarse. “fóllame, cabrón fóllame”
Y su mente la llevaba a algún rincón en donde era ella la que le gritaba “fóllame cabrón”
Los escalofríos empezaron a llegar, el tembleque en las piernas, y entonces le oyó a él.
“Toma puta, ¿te gusta así? Zorra”, fue casi lo último que oyó, un latigazo le recorrió el cuerpo, sintió como toda la energía se centraba en su coño, caliente, mojado, preparado… Y cuando escucho “siii, siii, siiii” ella se corrió, con un chorro caliente, que le mojó la mano y la derrumbó en la cama, agotada, jadeante, deseosa. Ojalá hubiera sido ella.
Alberto y Merche, llegaron a la habitación, cansados, cachondos de tanto besarse, de tanto abrazarse. De tanto toqueteo íntimo a escondidas.
- Joder tío, me has estado tocando el coño mientras hablaba con Charo, en el garito aquel.
- No haberme puesto el culo tan cerca.
- Pero tío, que te podía haber visto.
- Soy muy discreto, y tus pantaloncitos un poquito anchos.
- Me tienes cachonda pérdida.
Merche se estaba desvistiendo mientras decía esto. Se había quitado la camiseta y estaba con un sujetador sin tirantes, blanco, que le colocaba las tetas perfectamente.
Alberto al otro lado de la habitación, se había quitado el polo, el pantalón y estaba en calzoncillos. La miraba y su mente se imaginaba aquellas tetas sueltas.
- Quítatelo ya.
- ¿Qué dices?
- Quítate el sujetador.
- Espera, primero el pantalón, esto lleva su ritmo.
Alberto se bajó el calzoncillo, tenía la polla a medias, se la agarró y mirando a Merche empezó a pajearse.
- ¿Qué haces, vicioso?
- Venga enséñame esas tetas.
Merche se soltó el sujetador, ante sus ojos aparecieron las tetas de Merche, con sus pezones endureciéndose y apuntándole. Él aceleró la paja.
- Más, enséñame más.
Ella, haciendo movimientos como si bailara, fue bajándose el pantaloncito, movía el culo de lado a lado, en una parábola perfecta de sensualidad.
- Buff, mira cómo me pones.
- ¿Quieres ver más?
- Sí, todo.
Las braguitas de Merche comenzaron a descender y ante él surgió aquel chochito, ahora completamente depilado, jugoso, brillante, con los labios colgando que parecían querer echarse a hablar.
Alberto aceleró la paja.
- Mira zorrita, cómo me tienes.
- Buff, quieres jugar eh cabrón.
- Ven aquí, a ver que me haces.
Ella se acercó, le agarró la polla, mientras le besaba, tiró de él, y le tumbó en la cama.
Mientras él con la polla dura esperaba, ella apagó la luz de la habitación, volvía hacia donde él estaba y con voz sensual le dijo.
- Déjate hacer.
- Hazme lo que quieras.
Ella traía en la mano el pañuelo que a veces se ponía en la cabeza, a modo de diadema, se lo colocó en los ojos, como una venda.
- ¿Umm no quieres que te vea? Putita.
- Vas a ver lo que tú quieras.
Bajó, se deslizó por la cama, y al llegar a la polla, la engulló. Él se sobresaltó por la rapidez en meterla en la boca. La sacó, le pajeaba suavemente…
- ¿Quien quieres que te la chupe hoy?
- Tú, mi putita.
- Venga elige, es tu noche de suerte…
- Chúpala, venga.
- ¿Quieres que te la chupe Julia? Umm con esas tetas que tiene…
- Mmm.
- La carita de vicio que pone. Seguía pajeándole.
- O prefieres que sea Charo, umm Charo, que putita es… con ese culito duro.
- Joder Merche.
- Ah no, o, mejor Alicia, ¿has visto que buena está la zorra?
- Ahh.
- Que tetas tiene la muy puta, y ese culo prieto.
- Joder Merche.
- Venga elige, ¿quién quieres que te la chupe cabrón?
- No sé.
- Elige cabronazo, tienes a todas aquí esperándote.
- Julia, que me la chupe Julia.
Merche se metió la polla en la boca, empezó a chupar con fuerza, las manos las paseaba por el pecho de Alberto, le acariciaba, y chupaba, con fuerza, se metía el rabo hasta hacer tope, y lo sacaba.
- Que zorra es Julia, como chupa. Te pone cachondo ¿eh?
- Sí, sí , siii.
- ¿Quieres que siga esa zorra chupando?
- Sí, más.
Y volvió a tragar, esta vez sus manos bajaron hasta su coño, estaba empezando a gotear flujo, le colgaba un hilillo que ella recogía con sus dedos.
Llevó la mano hasta la boca de Alberto y se los metió en la boca, mientras él chupaba.
- Mira como le has puesto el coño a la zorra.
Alberto chupaba los dedos, tratando de imaginar qué seguiría después.
- Y ahora cabronazo, ¿quién quieres que te cabalgue?
- Tú.
- Noooo, yo solo miro como te follan, ¿quién quieres que se suba a tu polla?
- No sé, no sé.
- ¿Alicia? Con su coñito apretadito, Charo, umm Charo esa tiene el coño tragón.
- No sé. Tú fóllame tú.
- Vas a follarte a Charo, ya verás, que zorra más buena…
Se incorporó y puso las piernas a los lados de Alberto, subió un poco y colocó su coño a escasos centímetros de la boca de Alberto, el hilillo colgaba y poco a poco fue llegando a sus labios. Alberto sacó la lengua al notarlo, y lo relamía, ella se tocaba el coño para provocar más, y su coño respondía.
Bajó, mientras le iba besando, los labios, las tetitas, colocó la polla en mitad de su coño, y se sentó. Despacio, haciendo presión con los músculos del coño, apretándolo.
- Umm que coño tiene Charo. ¿Te gusta cómo se la ha metido?
- Sí, siii.
- A ver cómo folla esta puta.
Comenzó a cabalgar, arriba y abajo, cada vez más fuerte. De vez en cuando, con todo el rabo dentro, se movía de adelante a atrás, y luego volvía a cabalgar.
- Como folla la puta de Charo, es una zorra folladora.
- Siii.
- Te gusta follarte a esa puta eh, con sus tetitas pequeñitas y esa carita de guarra que tiene.
- Ummmm siii.
- Eres un cerdo. Te las quieres follar a todas ¿eh?
- Sii y a ti, a ti también.
- A mí no, yo soy muy cerda, muy puta, yo soy la guinda. Tu guinda, tu zorra.
- Sii, siii.
- Solo te falta una cabrón.
- Sí.
- Y a esa le tienes muchas ganas…
- No.
- Siii, sabes que te la quieres follar.
- Sí.
Merche le hablaba al oído, bajito, con tono de viciosilla, estaba a su lado tumbada y le pajeaba despacito.
- ¿Umm has visto que cuerpecito, con ese vestidito?
- Sii.
- Te la hubieras follado allí mismo eh.
- Sii.
- Te imaginas, Alicia a cuatro patas, y tú follándola, follándola fuerte.
- Siiii, Siiiii.
- A ver cómo te la follas cabronazo.
Merche se sentó dándole la espalda, y se la metió. Notó la polla de Alberto muy hinchada, muy gorda.
- Ummm el coñito estrecho de Alicia, que gustoooo.
- Ahhh.
Estuvo así un buen rato, subiendo y bajando, deslizándose.
- Alicia, putita, dale gusto a mi chico, fóllatelo perra.
Alberto estaba gozando como nunca, estaba en una nube.
Merche descabalgó, seguía estando empapada.
- ¿Has visto que zorras son todas? Ahora la más puta.
- Sí.
- ¿Quien es la más puta?
- Tuu.
- ¿Quieres que te folla la zorra? ¿Quieres que de gustito?
- Siii.
- Cómeme el coño cabrón.
Y sentándose sobre él, mirando hacia sus pies, le puso el coño encharcado en la boca.
Alberto notaba la cara empapada de los jugos de Merche, ella movía el coño, lo frotaba por su cara. Merche se inclinó hasta llegar con la boca a su polla y se la metió en la boca. La mamo, con gusto, la chupó, la babeó.
- ¿Quieres gozar cabrón?
- Mm sí, mm.
Merche se bajó de la cama, él seguía con los ojos vendados. Merche miró a su alrededor, y encontró el cinturón de Alberto. Le sacó las manos de debajo de su cabeza y las ató con el cinturón. A continuación, le quito el pañuelo de los ojos.
Alberto tuvo que acostumbrase a la poca luz que había, vio el cuerpo brillante y sudoroso de su chica, con las tetas perfectas, con los pezones durísimos.
Ella se acercó a él desde abajo y le comió la polla, otra vez.
- Ahora me toca a mí, a tu puta.
- Sí Merche sí.
- La chupaba, la tragaba con cuidado, despacio, con cariño, la lamía y volvía a engullir.
- Vas a flipar nene.
- Sii.
Bajó la mano y comenzó a tocarse el coño, se empapaba la mano con su flujo, después la llevó al culo de Alberto.
Él notó que le tocaba, se dejó hacer. Metió un dedo y lo movió, seguía chupándole la polla, metió otro dedo, y hacía círculos.
- Vas a gozar cariño, vas a gozar.
- Sii, siii.
Volvía a engullir la polla, cogió el pañuelo y empezó a meterlo por aquel agujero.
- ¿Qué haces, qué haces?
- Shhh calla.
Poco a poco el pañuelo iba entrando, a poquitos, casi estaba entero dentro.
- ¿Preparado?
- ¿Para qué?
- Disfruta.
Comenzó a mamar con fuerza, a chupar con rapidez, luego agarró la polla con la mano y empezó a pajearle, con dureza, muy deprisa.
Él gemía, estaba a punto de correrse con aquella paja salvaje.
- Cabrón, goza.
Entonces empezó a sacar el pañuelo, despacio. Alberto lo notaba salir, acariciándole por dentro, por fuera, la paja se intensificó, empezó a notar el cosquilleo.
Ella bajó con fuerza la polla, la subió, la bajó, él se tensó, y ella tiró del pañuelo para sacarlo todo. Justo en el momento en el que él empezó a correrse, el primer chorro cayó en su pecho, el segundo, el tercero y todo lo que siguió fue a la boca de Merche, que se apresuró a tragar con celeridad. Se corrió con un gusto que jamás había sentido.
- Espectacular.
- ¿Te ha gustado mi niño?
- La ostia.
- Me encanta, tu primera orgía, jajajaj.
- Jajajjaja.