Siempre

Capítulo 28
Rencor
Madrid 2019

Antes de ir a casa de Alicia, los tres hombres decidieron pasar a comprar algo para Alicia.

En el centro comercial que les pillaba de camino, compraron un par de botellas de vino, algunas cervezas, unos pasteles y un ramo de flores.

De camino a casa de Alicia, una población de la zona sur, iban debatiendo sobre la actitud que deberían mostrar con Manolo. Javier era el más beligerante.

- Un tipo que no se ha preocupado por ella ni en estas circunstancias, no merece mi respeto.

- Ya, pero que no se te olvide, que te guste o no, es su marido
añadió Luis.

- Y que ella permanezca con él, lo decidió ella dijo Alberto.

Al llegar, bajaron del coche y se aproximaron a la verja, justo cuando un coche llegaba, y aparcaba al lado del suyo.

- Es Lourdes, dijo Javier.

- Sí, con ese añadió Alberto.

- El mismo caso continuó Javier.

- No, no jodas, este es distinto se defendía Alberto.

- Es igual, corroboró Luis.

Lourdes y Gerard se bajaron del coche, mientras Luis apretaba el timbre de la verja.

- Hola, buenos días decía Lourdes.

- Buenos días respondieron ellos.

Alberto se acercó a Gerard y le extendió la mano.

- ¿Cómo estás? ¿Todo bien?

- De momento sí,
respondió Gerard - ¿y tú?

- Pues bien. Gracias.


Manolo salió a abrir la verja y los saludó con cierto desdén.

- Hola.

- Buenos días Manolo,
dijo Lourdes.

- Pasad, pasad, Alicia está en la barbacoa, esperándoos.

- Pues vamos para dentro.
Dijo Alberto.

Cruzaron la casa y salieron desde el salón al jardín trasero, una parcela amplia con una piscina, unas tumbonas, la mesa para comer a medio poner y la barbacoa.

Alicia, nada más verlos, se acercó a ellos, limpiándose las manos con un trapo que dejó en el borde de la mesa.

- Lourdes guapa, gracias por venir.

- Guapa tú. Y gracias a ti.
Le decía Lourdes mientras se abrazaban y besaban en la mejilla.

Gerard le dio dos besos a Alicia.

- Buenos días.

Así se fueron sucediendo los saludos, hasta llegar a Javier.

Alicia le abrazó, con toda la fuerza que tenía, y al oído le decía.

- Me alegro tanto de tenerte aquí.

- Y yo de estar aquí.


El abrazo fue más largo que los del resto, pero nadie hizo comentario alguno, ni siquiera Manolo, que parecía que ni se había dado cuenta. Una vez más, no se enteraba porque no prestaba atención.

Alicia invitó a la gente a sentarse, agradeció los presentes que los chicos traían.

- Manolo, toma mete el vino y la cerveza a enfriar.

- Ya hay vino y cerveza fría.

- Bueno pues déjalo en la despensa.


A regañadientes, Manolo dejó la cerveza que estaba tomando y llevó las cosas a la despensa, junto a la cocina.

Alicia estaba realmente feliz, se le veía en la cara, pero también se le notaban las muescas de cansancio.

Cuando Manolo volvió, se sentó sin hacer ningún comentario y siguió bebiéndose su cerveza, ajeno a lo que pasaba a su alrededor.

Alicia le volvió a decir.

- Manolo, los pasteles no te los has llevado.

- ¿No me has dicho nada de pasteles?


Alicia sonriendo añadió.

- A veces no ves las cosas, pareces un crio, te tengo que estar guiando.

- Pues llévalos tú, ya me he sentado.


Alberto observaba la situación y no decía nada, pero su expresión era de comenzar a enfadarse.

- Yo los llevo Alicia, ¿lo meto en la nevera?

- Sí por favor, pero vas a tener que hacer hueco.

- No te preocupes.


Dirigiéndose al resto, Alicia preguntó:

- ¿Queréis tomar algo? ¿Cerveza? ¿Vinito?

- Pues unas cervecitas, sí nos tomábamos
dijo Luis.

- Manolo…

- Joder. Dale un grito a ese, que está en la cocina.
Gruñó Manolo.

- No te preocupes Ali, voy yo dijo Javier.

Manolo al oír que la llamaba Ali, levantó la mirada, una fracción de segundo, pero siguió a lo suyo.

Javier entró en la cocina, se encontró con Alberto re ordenando las cosas de la nevera.

- Al final le calzo una ostia a ese imbécil decía Javier.

- Eso será después de la mía jajaja.

Los dos reían, mientras prepararon las cervezas y los vasos.

Cuando Alicia dijo que iba a empezar a hacer la paella, todos se ofrecieron a ayudar. Manolo se abría otra cerveza, ni siquiera miraba.

- Manolo, ¿me enciendes…?

- ¿Ahora?, ¿tiene que ser ahora?


Alicia sin perder ni un ápice de su sonrisa.

- Claro, es que la paella es para comer, no para cenar.

- Ahora voy
respondió Manolo sin moverse.

Javier, con cara de enfado contenido.

- Yo la enciendo Ali, no pasa nada.

- Eso, ya que os habéis auto invitado, haced algo
dijo Manolo sin tan siquiera dirigirles una mirada.

Javier estaba muy encendido, Alberto se fijó en él, y le paró. Haciendo un gesto de no pasa nada, tranquilo.

Entre todos fueron preparando las cosas para hacer la paella. A Alicia se le notaba realmente fatigada.

- Siéntate, Alicia, nosotros lo hacemos. Dijo Lourdes.

La mujer se sentó junto a la mesa, en un extremo, justo al lado de donde Alberto y Javier, preparaban los aderezos del arroz.

Javier la miraba con una mezcla entre ternura y pena. En su cabeza se entre mezclaban los sentimientos, el amor que nunca dejó de sentir por ella, la frustración de no poder hacer nada para que aquel energúmeno de marido que tenia se comportara bien con ella. La pena de verla tan abatida por la enfermedad. La felicidad de verla y tocarla. La desolación de saber, que quizás fuera la última vez que la vería.

Alicia estaba feliz, allí estaban sus amigos, las personas que desde siempre le habían hecho sentirse útil, que la habían amado, la habían enseñado a vivir sin miedo. Allí estaba Javier, el hombre que la había amado con tanta fuerza que aún le perduraba, el hombre al que abandonó, por no atreverse a dar aquel paso. Aquel paso que debió dar, pero vio el abismo, y no vio que Javier la agarraba para cruzarlo.

Desde que abandonara al grupo, hace ya muchos años, su vida había girado a tanta velocidad para volver a estancarse en el mismo sitio...

Pero ya no tenía fuerzas, ya no quedaba apenas un aliento. Hoy iba a ser feliz, por ella, por sus amigos.

- Alicia, trae unas cervezas que nos quedamos secos. Oyó decir a Manolo.

Lo siguiente fue un gruñido un golpe seco y varios insultos.

- Eres un hijo de puta, no has cuidado de esta mujer en tu puta vida.

- ¿Qué sabrás tú?

- Sé que no mereces a esta mujer, eres…


Alberto se puso en medio.

- Vale Javier, ya, para.

- Eso Javier para, que estás en mi casa.

- ¿Tu casa? ¿Cacho de mierda? ¿No querrás decir la casa de Alicia? ¿la que se pudo pagar con lo que gano Alicia? ¿La que se pagó con el trabajo que tú no le querías dejar hacer?

- Mi casa,
dijo Manolo retándole con la mirada.

Alicia se levantó.

- Dejadlo ya, por favor.

- Ha sido ese. Vienen a mi casa y se creen con derecho a todo
Decía Manolo.

- Manolo, hazme un favor, Alicia hablaba con mucha tranquilidad – O aceptas a mis amigos en mi casa, o vete a dar una vuelta, y ya vendrás esta noche.

- Que dices? Que me vaya de mi casa porque han venido estos…

- Digo que hagas lo que te salga de los cojones, pero sin faltar al respeto de mis amigos.
Alicia decía esto con los ojos encendidos, pero sin perder la calma, con tranquilidad.

- Estas desvariando. No ha sido buena idea.

- Manolo, elige, ¿te quedas o te marchas?


Manolo, miró a Javier, a Alberto, a Luis. Y se dio cuenta que tenía las de perder.

- Vale, me voy a dar una vuelta.

Y entrando en la casa desapareció. Unos minutos después escucharon el ruido del coche y el portón del garaje.

- Perdonad todo esto, hubiera preferido que no presenciarais estas disputas

- ¿Es así siempre,?
preguntó Javier.

- Otros días es peor.

- Pero. ¿No te cuida? ¿No te ayuda? No...

- Hace, yo que sé, estoy cansada para hablar de esto. Vamos a reírnos, vamos a disfrutar de la vida, o de lo que me queda
decía riendo.

Alberto miró a Javier, éste tenía los ojos húmedos, y los puños cerrados.

Prepararon la paella, ensaladas, platos con embutido para picar. Corrió la cerveza y el vino.

Comieron, recordaron anécdotas, les contaban a Lourdes y Gerard cosas de la obra.

Pasaron un día especial, a todos se les había pasado el mal rato con Manolo.

A media tarde, cada uno estaba esparcido por un lado del jardín, rodeando la piscina.

Javier estaba sentado con Alicia:

- Me tenías que haber llamado.

- ¿Para qué?

- Para estar contigo, para cuidarte.

- ¿De verdad crees que te iba a estar molestando con mis cosas?

- Alicia, te quiero como te quise entonces, no he dejado de quererte.

- Javier, fue muy bonito, pero pasó. Yo tengo mi familia…

- ¿Qué familia? Has pasado las sesiones con Lourdes, con Alberto, ¿crees que no me han contado?


Alicia empezaba a mojar los ojos, aquellos ojos azules que en su día enamoraron a Javier.

- Me guste o no, es mi familia, la que me ha tocado, no la puedo cambiar.

- Sí, Sí puedes, sabes que solo tienes que decírmelo y te llevo conmigo a donde tú quieras.

- Ya es tarde.

- Nunca es tarde, solo tienes que querer.


En ese momento Manolo salía al jardín, visiblemente bebido. Alberto al verle, intentó convencerle para que entrara en la casa. El hombre se zafó de Alberto y fijo su mirada en Alicia y Javier. Los dos estaban sentados en el lateral de una hamaca y Javier sostenía las manos de Alicia.

- ¿Ese es el hijo puta al que te follabas? ¿Ese es? Por eso no querías volver verdad?

- Manolo, déjalo, ya vale
insistía Alberto.

Luis y Gerard se acercaron a calmar a Manolo.

- ¿Por este cabrón no querías volver a casa? Me dejaste aquí tirado como a un perro.

- Vale Manolo, calma
seguía diciendo Alberto

- ¿Crees que no sé qué te follabas a este? ¿Y cual más? ¿A cuantos te follaste allí?

Alberto intentaba hacerle entrar en la casa.

- Puta, más que puta, que bien os lo pasasteis allí, follando, unos con otros, mientras yo aquí, sin mi mujer. Y tú allí, con estos y con la otra, la gallega de los cojones.

- Manolo ya.

- ¿Crees que no me daba cuenta?

- Venga calma
decía Alberto intentando meterle para la casa.

- ¿Y tú? ¿Tú qué? Decía ahora mirando a Alberto.

- Ya, tranquilo.

- La puta esa con la que estabas, esa es la que envició a esta y a la otra.


Alberto cerró el puño, Luis se fijó, Gerard también.

- La zorra aquella, ¿cómo se llamaba?

Alicia se fijó en la cara de Alberto, Javier se levantó y echó a correr hacia allí.

- Merche, esa era la puta que…

No pudo decir nada más, Alberto le lanzó un puñetazo que impactó directamente en el pómulo derecho de la cara de Manolo. Se tambaleó y cayó al suelo, Alberto se lanzó sobre él, cuando le iba a golpear de nuevo, Gerard y Luis le pararon el brazo y Javier se lanzó y le apartó de encima de Manolo.

Alberto, fuera de sí, con la cara enrojecida de ira…

- Ni la nombres, no se te ocurra poner su nombre en tu asquerosa boca.

Javier tumbado sobre Alberto, le agarraba.

- Ya está Alberto. Ya está.

Alicia sin moverse de la tumbona, lloraba. Lourdes a su lado la abrazaba.

- Ya no aguanto más le decía a Lourdes.

- Tranquila Alicia.

- No le aguanto más. Me voy, no sé adónde, pero me voy.


Lourdes la abrazó con más fuerza.
 
Capítulo 29
La niña, el puente.
Madrid 2003

Tras aquella noche, por la mañana, mientras los dos tomaban café junto al pequeño balcón. Alberto le dijo

- Tenemos que hablar Merche.

- ¿De qué cariño?

- Anoche… Otra vez metimos a tu madre en…

- Cariño, ya lo hemos hablado, solo es un juego.

- Sí, pero cada vez me gusta menos.

- Tu rabo no dice lo mismo
decía Merche mientras se reía.

- Sabes a qué me refiero. No es muy normal meter a tu madre en nuestra cama.

Merche se puso seria.

- Alberto, mírame a los ojos, mírame. Nunca, nunca, metería a nadie en nuestra cama, a nadie.

- Pero es que. Anoche. Anoche volvimos a meter a tu madre a la niña esa… no puedo Merche, no quiero.

- Alberto, te repito que es un juego, pero me parece bien. Buscaré otra forma de ponerte cachondo
dijo esto último mordiéndose el labio.

- Algo se te ocurrirá, seguro.

A media mañana, se ducharon, se vistieron y salieron a recoger a Irene para ir a comer.

Esta vez Irene iba más discreta, con un traje de pantalón y chaqueta, negro. Una camisa de color crema bajo la chaqueta.

Cuando dentro del coche Irene se quitó la chaqueta, Alberto pensó “joder con la discreción”

La camisa era prácticamente transparente y se veía todo el sostén de Irene, negro, sujetando las tetas de la mujer en el medio y levantándolas un poco, lo que hacía que se vieran perfectamente redondas y colocadas.

Alberto miró a Merche por el retrovisor y ésta le devolvió un gesto, encogiendo los hombros.

Aquel día iban a comer a casa de Sanchís. Alberto pensaba que solo la familia. Pero al llegar, cuando vio los coches, se percató de que no iba a ser así.

María, la señora que cuidaba y arreglaba la casa de Sanchís, salió a la puerta a recibirles.

- Señora Irene, guapísima como siempre.

- Gracias María, feliz navidad.

- Señorita Merche… preciosa.

- María, cuánto me adulas.

- Don Alberto. Que joya se lleva usted.

- María, feliz navidad.


Nada más entrar en casa, Alberto preguntó a Merche.

- María, tiene familia ¿verdad?

- Sí, está casada y tiene un par de críos, bueno ya son mayores.

- ¿Y qué hace aquí hoy? ¿No debería estar con su familia?

- Nunca… no lo había pensado.


Merche se fue para la cocina, mientras Alberto fue saludando a los invitados. Los mismos que la noche anterior. Incluida Mónica.

Esa mañana la niña se había propuesto poner cardiacos a los hombres. Llevaba una minifalda muy cortita, con un poco de vuelo y una camiseta ajustadísima, bajo la que se notaba que no había sostén.

- Buenos días Alberto se acercó a él, le pegó las tetas al pecho y al oído le dijo.

- ¿Que tal me follaste anoche?

Se dio la vuelta y se marchó, no sin antes girar la cara hacia Alberto y guiñarle un ojo.

Alberto se quedó cortado, en mitad del salón. Sanchís le ofreció una bebida de una bandeja que habían colocado sobre un aparador a un lado del salón.

- ¿Qué tal todo Alberto? ¿Qué tal lo pasaste anoche?

- ¿Anoche?

- ¿En la cena? ¿Qué te pareció?

- Ah bien, muy bien.


En ese momento, Merche salía de la cocina, muy decidida se acercó a su tío.

- Tío, María tiene todo preparado, solo hay que servirlo.

- Claro hija, como siempre.

- Ya, ya, lo que digo es que ¿por qué no dejas que se marche a su casa a comer con su familia? es Navidad.

- Pero ¿quién sirve?

- Yo misma tío, solo hay que servir.

- ¿Tú? ¿Qué dices?


Irene se acercó.

- Mira Irene lo que dice tu hija y le contó la ocurrencia de Merche.

- Pues me parece perfecto, entre las dos, servimos, o traemos la comida, que cada uno se sirva del centro de la mesa.

- Esto… esto ¿Qué opinas Alberto?

- Me parece muy buena idea.

- Bueno, pues. Si os parece bien... le diré a María que se marche.


Merche se acercó al oído de su tío, y abrazándole le dijo.

- Ya le he dicho que se marche.

- ¿Cómo? ¿Pero?

- Esa es Merche, decisión y acción.
Dijo Alberto.

Sanchís se reía del comentario.

- Eres un cielo, Merche le dijo a su sobrina.

Merche se puso a organizarlo todo, separó los adornos de la mesa, para que pudieran entrar las fuentes con la comida. Irene en la cocina le ayudaba a prepararlo todo.

- Mónica, sal por favor a la leñera, al lado de la barbacoa y traes unos trozos de leña, los más rectos que veas y finos.

Mónica se dirigió a Alberto.

- Acompáñame y me ayudas, por favor.

Alberto miró a Merche.

- Claro.

Ambos salieron al jardín, recorrieron la senda bajo el parterre de rosas ahora vacío y giraron hacia la barbacoa.

Nada más llegar, Mónica se lanzó al cuello de Alberto, le besó. Alberto se separó de ella.

- ¿Qué haces?

- Besarte, lo estas deseando.

- En absoluto, eres una cría.


Ella se levantó la camiseta, unas tetas impresionantemente redondas y bien colocadas, con unos pezones rosados endurecidos por el frio de la época, aparecieron frente a los ojos de Alberto.

- ¿Estas son tetas de una cría?

- Mónica, vale, por favor.


Ella se acercó, le agarró el paquete y notando su principio de erección.

- Esta no opina igual, te pones tu cachondo con facilidad ¿eh?

- Mónica, ya está bien, nos van a ver.

- Ah ¿es por eso?


Le agarró de la mano y abriendo la puerta del cuartito junto a la barbacoa, entró con él de la mano.

Nada más entrar, la mano volvió a la entrepierna, bajó la cremallera y la coló dentro.

Alberto trató de separarse, pero Mónica estaba con la otra mano agarrada a su nuca.

Le sacó la polla, que empezaba a crecer, se arrodilló, y la metió en su boca.

Alberto volvió a intentar separarse, pero ello no quería soltar su presa, le mamaba con ansia, y la polla de Alberto respondió endureciéndose. Ella siguió con la mamada, metiéndose la polla hasta la garganta.

Le agarró la cabeza y empujó hacia ella. No podía parar, aquella niña le estaba mamando la polla con maestría.

Cuando ella consideró suficiente, se levantó, se apoyó contra una mesa de trabajo y sacando el culo, levantó su falda, apartó el tanga y le invitó a meterla.

Alberto, con el pensamiento irracional del calentón, agarró su tranca, apuntó, y la metió de un golpe, la follaba con violencia, mientras ella gemía y se dejaba hacer. Dio varios envites, hasta que de repente en su mente se encendió la luz de la sensatez.

La sacó, se la guardó en su pantalón, ella estaba esperando, sin fijarse en que él ya se la había guardado.

Alberto se acercó por detrás a ella, y le dijo al oído.

- No vuelvas a acercarte a mí en tu puta vida.

Entonces ella se dio cuenta de lo que había ocurrido y colocándose las braguitas y la falda, con ira en la mirada le dijo.

- Me vas a follar, algún día, me follarás, me lo darás todo.

- Ni lo sueñes.

- Tú, tú eres el que vas a soñar con follarme, con terminar esto que has empezado. No vas a poder resistirte.


Alberto se dio la vuelta y salió del trastero.

Rebuscó entre los troncos y seleccionó varios. Cogió dos o tres y dejó otros tantos en la mesa junto a la parrilla. Ella salió, se colocó el cabello, y cogió la leña. Sin hablar volvieron a la casa.

- Toma Merche, ¿dónde los ponemos? Preguntó Mónica.

- A ver, cogió los troncos y los colocó formando un salva mantel. - Habéis tardado un poco ¿no?

- Es que Alberto no se decidía.

- Es muy meticuloso con todo.


- Sí, eso me ha parecido, al principio coge uno y luego decide que no lo quiere.

- Él es así.
Rio Merche.

Durante la comida, Mónica volvió a sentarse junto a Alberto, con la excusa de la carrera.

En varias ocasiones, le pasó el pie descalzo por la pierna, en otras ocasiones, directamente le ponía la mano en la entrepierna.

Para Alberto la comida fue un suplicio. Pero por fin llegó a su fin.

A media tarde, Merche y Alberto salían de aquella casa, Irene se quedó con su hermano.

Cuando se despedían, Mónica le dijo muy bajito.

- Me follarás, ya lo verás, algún día me follarás.

- Te he dicho que ni lo sueñes.

- Cuando se la metas a ella, pensarás que es mi coñito.


Mónica se separó de Alberto y se despidió de Merche.

- Qué envidia me das Merche.

- Anda ¿y eso?

- Alberto es tan guapo, tan caballero…

- Tengo suerte ¿verdad?

- Pues sí, cuídale, la suerte no dura siempre.


Y se alejó de ellos, metiéndose en la casa.

Los dos se miraron, y caminaron hacia el coche.

En el camino de regreso, Merche le preguntó:

- ¿Cómo tardasteis tanto con la leña?

- No te lo vas a creer.

- ¿Qué ha pasado?


Alberto le contó todo, por supuesto a excepción de que se la había metido y lo había disfrutado. Le contó cómo se la había agarrado, cómo se la sacó, cómo se la chupó, y cómo él consiguió zafarse.

- ¿Pero llegó a chupártela?

- Fue muy rápida, a ver se la metió en la boca, pero la aparté.

- Cómo es posible, que haya podido llegar hasta ahí.

- A ver cariño, no quería hacerle daño, podía haberla apartado con brusquedad, pero ¿y si le hacía daño?

- Joder Alberto, que te la ha chupado…

- Ya, pero casi no me ha dado tiempo a enterarme, además no la tenía ni dura.


Merche puso cara de circunstancias, y añadió:

- Joder con la niña.

Cuando llegaron a casa se cambiaron de ropa, se pusieron más cómodos, más sport y bajaron a pasear.

Iban por la calle, agarrados de la mano, caminando en dirección al parque del torreón.

- No me quito de la cabeza a la putita de la niña dijo Merche.

- Pues deberías, no pasó nada.

- Pero es que llama la atención, tan mosquita muerta…

- Ya ves.


El teléfono de Alberto comenzó a sonar. Alberto lo miró:

- Es Julia.

- Cógelo ¿no?


Alberto pulsó el manos libres, y mientras respondía se sentaron en un banco.

*/¿Sí? Julia, ¿qué tal?

*/Hola, ¿qué tal las fiestas?

*/Pues en familia, ya sabes, la de ella, Imagínate.


Merche le dio un codazo y añadió ella.

*/Es un exagerado Julia, ni caso.

*/Merche guapa, ¿qué tal?’

*/Aguantando al idiota este.

*/Así me gusta que os queráis, jajaja.


Alberto preguntó.

*/¿Bueno qué? ¿sólo has llamado para meteros conmigo?

*/No que va, a ver os cuento. Los del restaurante, y hotel, o sea los hermanos siniestros.

*/Jajajaj.

*/Nos han propuesto que cenemos con ellos en nochevieja.

*/Anda ¿y eso?

*/Según nos han contado, En noche vieja, tanto el hotel como el restaurante, los cierran, y organizan una cena, fiesta y todo, con todos los empleados que quieran ir.

*/Anda, mira con lo agarraos que parecen.
Dijo Merche.

*/El caso es que, Javier ha estado hablando con algunos empleados, y le han dicho que es verdad, que se lo pasan de puta madre, y en general a la gente le molaría que participáramos.

Alberto entonces preguntó:

*/Pero tendremos que colaborar económicamente o algo ¿no?

*/Javier ha pensado, que nos podemos encargar de la decoración del salón, de poner luces, y esas cosas.

*/Pues a mí me parece bien
dijo Alberto.

*/¿Has hablado con los demás?

*/No, de momento solo contigo.

*/Pues mañana si queréis lo comentamos entre todos, cuando lleguemos.

*/Pero ¿volvéis mañana ya?

*/¿Y cuándo vamos a volver?

*/No sé, mañana viene Joaquín también.

*/No puede pasar tanto tiempo sin ti
añadió Merche.

*/Sera eso.

*/Pues mañana por la mañana vamos para allá, si estáis por la casa, comemos juntos.

*/Perfecto. Nos vemos.


Los dos se quedaron un rato en el parque, caminaron por las sendas, y terminaron llegando al puente de madera.

En mitad del puente, abrazados, miraron hacia un edificio y Merche dijo:

- Molaría vivir ahí.

Alberto la miró, sin decir nada.

- Algún día viviremos ahí.

- Pero ahí, justo ahí.

- Merche eres tan perfecta, que has elegido el piso que yo elegí hace mucho, cuando paseaba por aquí.

- Pues ya está todo hablado.


Y se besaron.

Se abrazaron, en mitad del puente de madera, el mismo puente que unos meses atrás sirvió de escenario a los besos de Alberto y Lourdes.

Alberto era feliz y no se volvió a acordar de la niña.
 
Lo que tiene que hacer es divorciarse de es imbécil e irse con Javier para que esté le cuide.
Que pena que en su momento tomara malas decisiones porque con Javier hubiera sido muy feliz.
Pero ahora aunque le quede ya poco debe irse con el a pasar lo que le reste de vida.
Por otra parte aunque el marido de Lourdes parece un buen tío, se ve que entre Alberto y Lourdes hay algo parecido al amor y también deberían intentarlo.
 
Capítulo 30
Feliz año nuevo 2004
Zaragoza 2003

Alberto y Merche entraron en la casa, fueron directos a su habitación. Dejaron el equipaje y volvieron a salir.

- Vamos a tomarnos las cervezas más frías que haya dejado Alberto.

- Bueno, si hay.

Recorrieron el pasillo superior, por el lateral, en vez de bajar por las escaleras frontales, habían decidido ir por el edificio lateral y bajar por las del fondo, que daban justo a la puerta del saloncito, junto a la salida al jardín trasero.

Al pasar por la última de las habitaciones escucharon.

- Así, joder, así, como me gusta.

- Toma, toma.

- Ah, ah, dámela, dámela, que pollón dios, que pollón.


Merche y Alberto se aguantaron la risa.

- Ya ha llegado Arenas dijo Merche.

- Sí, ha llegado, hasta el fondo, ha llegado.

Los dos se reían ahora a carcajadas mientras bajaban las escaleras.

En el saloncito de la barra, junto al jardín, se encontraron con Javier.

- Buenas dijo Alberto.

- Hombre, buenas
respondió Javier.

- Ya ha llegado Arenas ¿no? Dijo Merche.

- Hace cinco minutos.

- Pues es muy rápido jajajaj
dijo Alberto mientras sacaba dos cervezas – ¿Quieres otra?

- Vale.


Los tres se sentaron y contaron sus experiencias navideñas, evidentemente Alberto y Merche obviaron los problemillas con la niña.

- Y tú, ¿qué haces aquí, en vez de estar en tu casa? Preguntó Alberto.

- Me llamaron anoche los de seguridad, a las 4 de la mañana, alguien había entrado en la obra.

- ¿Han hecho algo?

- No que va, eran chavales, de botellón, les cogieron los de seguridad y llamaron a los municipales. Nada importante.

- Pues mejor.

- Y ya que estaba aquí, me quedé a dormir. Y como hoy veníais vosotros y esta tarde Sebas y Alicia.

- Anda ¿también vienen ellos tan pronto?

- y Charo, viene con Bernardo y tienen que estar…

- Chicooooooos, Felices fiestas
era Charo con su felicidad habitual.

- Buenos días dijo Bernardo, que la acompañaba.

Se levantaron, se saludaron y sacaron más cervezas.

Charo y Bernardo subieron a dejar sus cosas, para luego bajar e irse todos a comer.

Mientras bajaban, se adelantaron Julia Y Arenas. Más saludos, más felicitaciones.

En el restaurante, entraron a su sala, pidieron cervezas, Javier y Alberto salieron a hablar con el dueño, de la cena de nochevieja.

- Don Pedro, gracias por la invitación.

- Por favor, no me deis las gracias, con lo que estáis haciendo por nosotros…

- Nada que no hubieran hecho otros
dijo Alberto.

- Entonces, ¿aceptan nuestra invitación?

- Por supuesto, pero una condición
añadió Javier.

- A ver pues.

- Déjennos decorar el salón de la fiesta, poner luces, música esas cosas.

- Eso lo suele hacer nuestro personal, pero si quieren colaborar no hay ningún inconveniente.

- Pues hablamos con su gente, y nos organizamos.
Dijo Javier.

Volvieron al salón a comer, y contaron a sus amigos lo que habían hablado. En una de las ocasiones en que la camarera entró a servirles, aprovecharon para preguntar.

- Laura, ¿quién prepara el salón de la fiesta? ¿Con quién tenemos que hablar?

- Suelen encargarse Rafa y Carlos, conmigo y con Eva.

- ¿Y cuando podemos quedar para ver lo que tenéis y organizarnos con vosotros?

- Pues, no sé, luego hablo con ellos.

- Vale Laura, toma mi tarjeta, con lo que sea me llamas
dijo Javier.

- Vale y risueña salió del salón.

Por la tarde llegaron Alicia y Sebas. Ya habían vuelto a la casa y estaban todos en el salón de la barra.

Javier nada más ver a Alicia, la estrechó en sus brazos.

- Te he echado mucho de menos.

- Y yo a ti Javier, y yo a ti.

- Sin poder llamarte, joder... ha sido un infierno.

- Es mejor así. No deberíamos…

- ¿No deberíamos qué? Alicia.

- Es mejor que no… que lo dejemos como está.

- ¿Como está? ¿Qué dices Alicia? Te quiero, te quiero mucho.

- Javier, luego lo hablamos ¿vale?


Alicia se separó de Javier y subió por las escaleras.

Él se quedó en el sillón, abatido, derrumbado. ¿Qué había pasado?

Alberto se acercó a él.

- ¿Qué ha pasado?

- No lo sé. Me ha dicho que es mejor que lo dejemos.

- Viene de estar con su familia, es normal. Alicia es muy… ¿tradicional?

- Pero… no entiendo, ¿entonces por qué se vuelto tan pronto? Podía quedarse allí apurando con su familia.

- Dale espacio y tiempo.
Sentenció Alberto.

Ya con todos en la casa, cada uno a sus tareas, fue pasando la semana. Acercándose la fecha de la fiesta, Javier y Sebas quedaron con la gente del restaurante.

- Hola chicos dijo Javier.

- Hola, dijo Laura que por supuesto no iba vestida de camarera, llevaba una falda corta mostrando unos muslos anchos y carnosos y una camiseta con la que se marcaban unos pechos grandes. Su carita de niña, contrastaba con las generosas curvas.

Laura añadió.

- Al final somos tres solo, Os presento. Éste es Rafa y ella es Eva.

Rafa un chaval alto les saludó mientras sacaba cajas de un armario al fondo de aquel salón oscuro.

Eva una chica delgadita, muy guapilla, con una falda similar a la de Laura, pero unas piernas más contoneadas, más delgadas. Llevaba una camiseta azul, y también mostraba unas tetas, no tan grandes, pero también generosas, debía tener unos 25 a 26 años, igual que Laura.

- Hola, os enseñamos esto dijo Eva.

Rápidamente Sebas, que en su cabeza ya estaba haciendo la elección de cual le gustaba más, añadió.

- Venga enséñamelo.

Mientras Eva iba recorriendo la estancia con Sebas y los cuartitos adyacentes, Javier se acercó a ayudar a Rafa con las cajas. Cuando todas estuvieron en el suelo, fueron abriéndolas.

Había adornos de navidad, tiras de luces navideñas, guirnaldas con estrellas de colores variados.

- ¿Esto es todo?

- Bueno, de decoración sí. Luego está el equipo de música…

- A ver que lo veamos.


De un armario sacaron un cacharro, viejo, con 2 pletinas de cassette y dos altavoces.

Javier lo miró y preguntó:

- ¿Con esto ponéis música?

- Sí, es lo que tenemos
dijo Laura.

- Bueno, pues este año, tendréis mejor equipo añadió Javier.

- Eso sería la ostia decía Rafa.

Mientras Sebas, echaba la caña.

- Y tú, ¿desde cuándo trabajas aquí?

- Desde siempre.

- ¿Tanto tiempo?

- Jajajaja, es que el dueño es mi tío, tenía que elegir entre el hotel con mi padre o esto.

- ¿El Director del hotel es tu padre?

- Si. Ese señor, es mi padre.

- Pues has salido a tu madre seguro.

- Imagino que sí, era muy pequeña cuando murió mi madre. Casi no me acuerdo, lo que he visto en fotos.

- Lo siento.

- No te preocupes. ¿Y tú? ¿Trabajas con esta gente desde hace mucho?

- Llevamos unos cuantos años sí, hemos hecho muchas obras juntos.

- Tenéis un trabajo muy bonito.

- Ya te enseñaré algún día la obra.

- ¿Lo harías?

- Claro, yo por las chicas guapas hago muchas cosas.

- Que bobo.


El paseo por la sala terminó y se acercaron al resto. En ese momento Javier decía:

- Mañana voy a por el equipo nuevo, por la tarde me paso y lo instalamos.

- Mañana no puedo, pero está Laura o Eva por aquí seguro.
Dijo Rafa.

- Pues con lo que sea, os avisamos.

Salieron del salón, se despidieron. Javier y Sebas volvieron a la casa.

- Eva es hija del dueño del hotel.

- Anda coño, pues no se parecen.

- Eso le he dicho.

- Eso y más cosas ¿no?

- Ja, ja, ja, alguna más.

- No tienes arreglo Sebas, ja, ja, ja.


Ya en la casa dieron novedades, todos coincidieron en que lo del equipo de música era buena idea. Bernardo se ofreció:

- Javier, si no te viene bien, dime a dónde tengo que ir, y me acerco. Yo estoy de vacaciones.

- Estaría bien, así no tengo que salir de la obra.


Le dio la dirección del sitio, y quedaron que Bernardo se encargaría de comprar el equipo de música, que luego regalarían a los empleados para sus fiestas.

Javier seguía dando vueltas a la conversación con Alicia de unos días antes, Alicia había tratado de esquivarle, pero más de una vez la había pillado mirándole. Él no quería agobiarla, y procuraba dejarle su espacio a la mujer.

Al día siguiente, Bernardo fue a por el equipo, desde la tienda llamó a Javier y le informó de lo que estaba viendo, para que éste le diera su aprobación, finalmente compró un plato mezclador de cds, con entradas para usb y conexiones auxiliares, además de un amplificador con entradas y salidas variadas y 4 altavoces de varias vías, 2 grandes y dos más pequeños.

Quedaron en mandarle todo esa misma tarde.

Lo montaron todo, decoraron el salón, Sebas siguió lanzando la caña a Eva. Tonteaba, la agarraba de la cintura mientras ella colgaba adornos...

Llegó el día de la cena y la posterior fiesta.

Los empleados del restaurante con la ayuda de algunos del hotel, habían montado unas mesas enormes en el salón más grande del hotel. Allí cenarían, y tomarían las uvas, para luego marchar al salón del restaurante, a la fiesta.

Durante la cena, los chicos y chicas del equipo, se mezclaron con los empleados del hotel y del restaurante. Intercambiaron anécdotas del hotel, del restaurante, de las obras, el ambiente era muy bueno.

Después, entre todos, recogieron las mesas de la cena y se prepararon para tomar las uvas. Ahora sí se habían colocado todos los amigos juntos.

Las campanadas comenzaron a sonar, y al llegar a la última, todos comenzaron a vitorear, a felicitarse el año nuevo.

Alberto y Merche se besaron intensamente, al igual que Bernardo y Charo, o que Julia y Arenas.

Javier se acercó a Alicia.

- Feliz año Ali.

- Feliz año Javi.

- ¿Puedo besarte?


Alicia le miró, sonrió y le dijo.

- Lo estoy deseando.

Se fundieron en un beso largo, cálido. Siguieron abrazados un buen rato.

- Perdóname Javier, perdóname.

- No tengo nada que perdonar.

- Te he tratado tan mal.

- Te quiero Alicia, Te quiero, cualquier cosa que decidas, la entenderé, siempre.

- ¿Otro con Siempre?

- Jajajaj al final me tatúo jajaja.

- Ya estás tardando.


Charo desde lejos les veía, miró a Merche, ésta a su vez buscó con la mirada a Julia, las tres mujeres sonrieron y levantaron su copa desde la distancia, felicitándose entre ellas y alegrándose por Alicia.

Zaragoza 2004

La fiesta comenzó, Sebas se dedicó a poner música, todo el mundo estaba alucinando con el equipo de música de ese año.

El equipo, a un lado de la sala, bailaba y bebía. Luis, estaba al lado de Sebas, mientras ponía discos, le ayudaba.

En un momento dado Sebas acercó su copa a Luis.

- No imaginaba, cuando nos conocimos, que nos íbamos a llevar tan bien, amigo.

- Amigo, tú y yo vamos a hacer grandes cosas juntas.

- Feliz año Luis.

- Feliz año Sebas.


Eva se acercó a ellos. Sebas la miró, estaba muy guapa, llevaba un vestido cortito rojo, con un poco de vuelo, un escote que dejaba ver el canalillo, que otros días Sebas intentaba divisar por los cuellos de las camisetas.

- Feliz año Sebas. Y levantó su copa.

- Ven aquí y dame dos besazos.

Eva rodeó la mesa de la música y abrazando a Sebas, se dieron dos besos.

- Mira Eva, este Luis, mi amigo Luis.

- Encantado Eva.

- Un placer Luis.
Añadió Eva para seguir diciendo.

- Luis ¿te importaría quedarte un rato poniendo la música? Tengo que enseñarle una cosa a Sebas.

- Claro. Luis se intercambió el sitio con Sebas. Y éste salió por la puerta lateral junto a Eva.

- ¿A dónde me llevas?

- No seas impaciente.


Recorrieron un pasillo, casi al final, ella abrió una puerta a la derecha, entraron en una habitación en la que de frente había una puerta y a la derecha una escalera que subía.

Recorrieron la escalera, Eva sacó de un bolsillo del lateral de su vestido una llave y abrió la puerta. Salieron al exterior, era una terraza, sobre el restaurante. Estaba oscura, solo iluminada por las luces del rótulo, anclado en aquella cubierta. Gran Río Ebro, leído al revés, desde atrás, en letras de neón que iban haciendo un juego de luces, encendiéndose progresivamente de un lado al otro, para terminar, haciendo varios flash y permanecer encendidas, hasta apagarse de repente, para volver a empezar la secuencia.

Eva le dirigió entre aparatos de aire acondicionado y extractores de humos, hasta un lateral. Allí en lugar de la barandilla de la terraza, había una pared de ladrillos que subía unos tres metros sobre la cubierta. Sebas mentalmente se ubicó, aquella era la pared en la que, desde la calle se leía, Restaurante Gran río Ebro.

Eva se apoyó en la pared, Sebas se acercó, se miraron a los ojos, y se besaron.

Ella cerró los ojos, sintiendo los labios de él, cálidos. Sebas por su parte, disfrutó de la sensación de besar a una mujer, esa sensación que hacía mucho que no sentía.

Eva entreabrió los labios y con su lengua, buscó la de él. Ambas se mezclaron en un baile, un cortejo de saliva y respiración agitada.

Cuando se separaron, ella abrió los ojos, le miró directamente.

- Me gustas, me gustas mucho.

- Tú a mí también.


Volvieron a besarse, volvió el juego entre sus lenguas. Sebas se asombró él mismo al darse cuenta que no estaba intentando meterle mano, no era su prioridad, su único objetivo era dejarse llevar, dejarse llevar a donde ella quisiera llevarle. De momento, al placer de sentirse, de notar el cuerpo de Eva, cálido, suave y con el leve movimiento de la respiración de la chica.

Eva se pegaba a su cuerpo, y él podía notar las curvas de la chica, notaba sus pechos, redondos, firmes. Pero no quería tocarlos, no sentía necesidad de tocarlos.

Ella notaba el cuerpo de Sebas, pegado al suyo, la erección en su entrepierna, la sentía próxima a su sexo. Pensó en arrimarse más, pensó en bajar su mano, pero si él no lo estaba haciendo, ella tampoco daría el paso.

Siguieron así unos minutos eternos. Finalmente, ella le dijo:

- Vamos a bajar, que no nos echen en falta.

- Como tú quieras.

- Cuando acabe la fiesta, ya veremos.

- Ya veremos
, repitió Sebas y la besó con dulzura en los labios.

Se agarraron de la mano y volvieron sobre sus pasos, entre los extractores, entre las máquinas de aire, hasta la puerta.

Ella repitió la operación, sacó la llave, abrió, y antes de entrar, volvió a besarle, luego se soltó de su mano y bajó las escaleras.

Luis estaba poniendo la música cuando les vio regresar. Sebas se acercó y le dijo.

- Déjame ya sigo yo.

- ¿Qué ha pasado? Has sido muy rápido ¿no?

- Luego te cuento, ha sido… especial.

- Tío, no me gusta esa carita, ¿especial?

- Sí, no sé explicarlo de otra manera.


La canción estaba acabando, Luis apartó a Sebas, y tocó algunos botones, empezó a sonar otra canción, y se separó del equipo de música.

- Algo te ha pasado con esta chica.

Sebas no dijo nada, se puso a buscar entre la música, hasta que encontró lo que quería.

- Estás muy raro tío, muy raro. Voy a ver a estos, a ver qué hacen.

Sebas siguió poniendo música, pero no pensaba en las canciones, pensaba en Eva, tenía un nudo en el estómago, sentía la necesidad de volver a besarla.

Luis se unió al grupo en el que Merche, Alberto, Charo y Bernardo bailaban y reían a partes iguales. Las chicas estaban desatadas, bailando todo lo que sonara, ellos, se acercaban bailaban un poco y se volvían a retirar a una mesa que habían ocupado junto a un rincón, apartados del bullicio general.

- Hombre Luis. ¿Cómo tú por aquí? Decía Alberto.

- Tengo que socializar jajaja.

- ¿Y vienes a socializar sin copa?
Le dijo Bernardo.

- Es que con Sebas, las copas me duran muy poco, no pide ninguna, se queda las mías.

- Que espécimen está hecho
apuntó Alberto.

- Pues fíjate, que para mí, que se ha pillado por la chica esa.

- ¿Qué chica?
Preguntó Alberto.

- Eva, la hija del del hotel.

- Ah, es maja, pero que Sebas se cuelgue así por una chica…
añadió Alberto.

- No sé, pero está raro, no es mi Sebas… Él ya le habría tirado los trastos a todas las mujeres de la fiesta jajajja.

Merche Y Charo se acercaron a los chicos.

- Sebas, que está enamorado dijo Alberto.

- ¿Sebas? ¿De su imagen en el espejo? Reía Charo.

- En serio, está colgado por Eva añadió Luis.

- Eso lo tenemos que ver nena dijo Merche dirigiéndose a Charo.

- Cariño, voy a ligar con Sebas, pero te sigo queriendo eh guapo, le dijo Charo a Bernardo, para luego estamparle un beso en la boca.

Bernardo y Alberto se miraron divertidos, se encogieron de hombros y chocaron sus copas.

Las dos mujeres, ambas con vestido cortito y ajustado, se dirigieron al rincón de la música. Merche acaparaba miradas por sus tetas, Charo por sus piernas.

- Sebas cariño, ponnos algo dijo Charo acercándose a Sebas por detrás de la mesa y rodeándole la cintura con los brazos.

- Charo coño, aparta, que estoy poniendo música.

- Uy ¿me rechazas?

- Estoy ocupado…

- Qué fuerte, es la primera vez que una mujer se acerca a ti, y no tiras la caña
dijo Merche.

- ¿Qué queréis? ¿Queréis que os ponga algo en especial? Dijo Sebas.

Charo, en su papel añadió:

- Queremos que nos pongas tú. A las dos.

Merche miraba divertida y asentía con la cabeza.

Sebas lejos de aceptar el reto, seguía a lo suyo.

- Charo, está centrado en eso, pasa de nosotras.

- No me lo puedo creer.

- Venga dejadme tranquilo.


Charo le dio un beso en la mejilla y le dijo.

- Tío, estás enamorado, por si tenías dudas.

Las dos chicas se alejaron de la mesa de la música, mientras volvían se cruzaron con Eva, que apoyada en la pared hablaba con Laura, y las miró desafiante.

- Charo, te van a despellejar.

- Jajaja esa chica nos ha mirado mal, mal, mal
añadió Charo.

- Vamos a por otra copa, que esta leona está cuidando a su macho añadió Merche y riendo se fueron a por otra copa.

La noche pasó así, entre risas, porque Sebas estuviera enamorado, cosa tan poco probable, y bailes y copas.

Alicia y Javier pasaron gran parte de la noche en un banco junto a la puerta, alejados del ruido. Julia y Arenas alternaban entre el grupo de Alberto y Merche, con Alicia y Javier, se acercaban a la mesa de la música, o salían a pasear al fresco, o mejor dicho frío, de la noche Zaragozana.

La gente se fue marchando, era muy tarde, el grupo se reunió en torno a la mesa de Alberto.

Todos, a excepción de Sebas, que seguía poniendo música, con Eva a su lado, charlando y riendo.

- Le ha enganchado dijo Javier.

- Tiene toda la pinta añadió Bernardo.

- La leona, corteja a su macho Dijo Merche con voz de documental.

- No sé yo si es su macho, o su presa añadió Charo.

Siguieron haciendo bromas, aunque en el fondo todos se alegraban.

- Y ahora ¿con quién me voy yo de caza? dijo Luis.

Todos rieron y empezaron un debate sobre qué hacer ahora, si seguir allí, hasta que no hubiera nadie, o retirarse a la casa, y seguir allí su fiesta.

Todos prefirieron retirarse y Alberto les dijo que iría a decírselo a Sebas.

- Nos vamos a la casa, seguimos allí la fiesta le dijo Alberto.

- Vale, luego iré yo.

- Tráetela, si quieres, sabes que no molesta.

- ¿A quién?
Preguntó Sebas.

- Tío, que se te ve a la legua, estás colgado por esa chica.

- Ah, sí, es muy maja. Luego se lo digo.

- Ja, ja, ja, vale Sebas campeón. Nos vemos.


Alberto volvió, convencido de lo que las chicas ya habían comentado, Sebas estaba enamorado.

El salón estaba prácticamente vacío, quedaban un grupito de chicos y chicas, un poco pasados de copas, Laura, Rafa, Eva y Sebas que desconectaba la música.

- Yo me voy a ir marchando dijo Rafa.

- ¿Tu qué haces Eva? Preguntó Laura.

- Me voy a quedar a ayudar a Sebas.

- ¿A ayudar?
Dijo Laura con una risita.

- Hasta mañana dijo Rafa.

- Me voy contigo añadió Laura y se acercó a Eva – Está muy bueno, pero para mí que es muy mayor para ti.

- Hala vete a casa, que tú sí que estás mayo
r le respondió Eva.

Los dos salieron del salón, solo quedaban Sebas y Eva.

Eva recorrió todos los accesos, echando la llave, dejando solo abierta la puerta del lateral, junto a la mesa de la música. Miró a Sebas, Sebas la miró a ella y salieron por aquella puerta lateral.

En el pasillo se fundieron en un beso largo y húmedo, otra batalla de lenguas.

Entraron al cuartito de donde salía la escalera.

Sebas abrazó a Eva, y volvieron a besarse. Apoyados en la barandilla de la escalera, con la única luz de la señalización de emergencia, se besaban.

Sebas quería tocar a la chica, pero no quería parecer lanzado, increíble en Sebas que siempre iba derecho al grano.

Eva se arrimaba, se pegaba a Sebas, se frotaba. La polla de Sebas estaba dura, pendiente de una orden para asomarse al mundo.

La orden llegó de Eva, que se apartó de Sebas y se quitó el vestido quedándose con un bonito sujetador rojo y unas braguitas diminutas a juego.

Esa fue la señal de salida, Sebas le arrancó literalmente el sujetador, las tetas de Eva se mostrador firmes, algo caídas, con un pezón rosadito rodeado de una aureola que se difuminaba en el resto de teta, mientras sobaba un pezón, chupaba el otro, luego cambiaba de teta.

Eva daba gemiditos de aprobación, mientras intentaba desbrochar los botones de la camisa de Sebas.

Cuando por fin consiguió quitarle la camisa, se lanzó a por el pantalón, le costó más, porque Sebas ya estaba hurgando con un dedo en su coño empapado. Con su melena arreglada, sin depilar. Sebas se enamoró de aquel coño sin verlo, solo de notar la mata de pelos, un coño sin depilar, le encantaba.

La polla de Sebas apareció erecta, larga, dura. Eva la miró, y bajó su cabeza hasta ella, la meneó, la pajeó y la tragó, literalmente, hasta la campanilla. Era larga y la sentía muy dentro, pero no paró, la metía en la boca y la notaba abrirse camino en la garganta, la lamia, la mamaba y Sebas gemía de placer al sentir aquella boca.

Cuando la necesidad de Sebas, por meterla fue incontrolable, la apartó, buscó con la mirada en aquel cuartito, solo vio una vieja mesa. Sentó a Eva en el borde, le levantó las piernas, sacó sus braguitas y hundió la polla en aquel coño, ella gritó al sentirla dentro, aceleró la respiración y se dejó follar.

Empujaba y la sacaba, sintiendo el calor del coño de la chica en su polla, cada vez más húmeda de los flujos de Eva.

Ella gemía cada vez más fuerte, cada vez más rápido, hasta que se abrazó a Sebas con las piernas, con los brazos, gruñó, gritó, empezó a temblar y un escalofrío le recorrió el cuerpo, a través de la espina dorsal hasta descargar en su coño, lo sintió apretarse en torno a la polla de Sebas. Se había corrido.

Estaba temblorosa, calmando la respiración, sin moverse. Sebas la sacó y la observó, estaba preciosa, con el pelo alborotado.

- No te has corrido.

- No te preocupes.


Ella agarró la polla de Sebas y la empezó a mover, primero suave, luego más rápido, finalmente le pajeaba como si fuera él mismo, con la fuerza justa, con la precisión del que sabe cómo hacerse sus pajas.

Sebas miraba las caras de la chica, que cambiaban del placer a la lascivia, de la risa a la concentración.

- Me voy a correr avisó Sebas.

Ella aceleró y un chorro de semen cayó en mitad del cuartito, ella le besó, mientras seguía sacando jugo de la polla, varios chorros más pequeños cayeron igualmente al suelo, y el resto chorreó por el tronco hasta la mano de Eva.

Ella se chupó los restos de la mano, mirándole a los ojos, con cara de vicio y de lujuria. Luego le besó y se comenzó a vestir.

Sebas hizo lo propio. Cuando ambos estuvieron completamente vestidos, se volvieron a besar.

- Me tienes loco Eva.

- ¿Eso se lo dices a todas las que te follas?


Sebas la miró a los ojos y todo lo serio que pudo le dijo.

- Te juro que me tienes loco, no puedo dejar de pensar en ti.

Ella le miró, pensando lo que quería responder y añadió:

- Dímelo mañana, cuando se te haya pasado el calentón.

Sebas la miró a los ojos, y la volvió a besar.

- No sé qué me has dado, pero sé lo que siento.

- Mañana Sebas, mañana.


Salieron del edificio del restaurante, tras asegurarse que todo quedaba apagado y cerrado.

- ¿Te vienes a la casa? Estos seguían allí…

- No, mejor me voy, mañana hablamos.

- ¿Seguro?

- Sí, Sebas, mañana con tranquilidad hablamos.


Se despidieron y cada uno se marchó en una dirección. Sebas estaba contrariado, estaba enamorado, no sabía qué le había dado Eva, pero sentía que no podía dejar de pensar en ella, en su olor, en sus gestos. Llegó a la casa, pero no entró, se sentó frente a la entrada, junto a la pérgola para los coches.

Pensó, en sus conquistas de otras veces, tampoco muchas, pero conquistas, de una sola noche, a lo sumo dos noches. Pensó en la cantidad de veces, que, en la soledad de su habitación, en cualquier hotel, en cualquier ciudad, había pensado lo bueno que sería tener a alguien que te recibiera a la vuelta. Tener a alguien esperando en casa, con quien compartir inquietudes, dudas, ilusiones, sueños, aventuras…

Se levantó y paseó, recorrió la distancia hasta la orilla del río, franqueado por una valla de madera, se apoyó y vio correr el agua. Pensó en su vida, en cómo sus años se iban como aquel agua, cómo pasaban y no volverían, ya no era ningún jovencito, este año cumpliría 35, y no tenía a nadie para compartir su vida.

Volvió a pasear, a lo largo de la orilla, "¿Sería Eva esa compañía? ¿Qué le había dado? O quizás a falta de otra ¿le valía aquella?"

Su mente estaba viajando a muchos lugares, a muchos sitios en los que había estado, viajaba a sus recuerdos, a los recuerdos de mujeres con las que había compartido cama.

Se sorprendió recordando a Eva, pero no por el polvo, no por el sexo, simplemente por sus besos, por sus caricias, por sus miradas… Estaba enamorado, seguro.

Recorrió el camino hasta la puerta de la casa y entró. Al fondo escuchó las risas de los demás, pero no salió, subió la escalera y se encerró en su habitación.

Se acostó y se durmió.
 
Capítulo 31
Un comienzo nuevo
Madrid 2019

Después de la accidentada tarde en casa de Alicia, los tres se marcharon a casa de Alberto, no sin antes hacer prometer a Alicia que haría todo lo que esté en su mano para ser feliz.

Ya en casa, Javier estaba muy molesto, despotricó de Manolo, no le gustaba ver a Alicia pasarlo mal, y menos en sus circunstancias.

- Javier, no está en tu mano, tú no puedes hacer nada. Le decía Luis.

- Sí, sí puedo, puedo convencerla para que se venga conmigo a Zaragoza, que la atiendan allí.

- Eso es muy difícil Javier, además el tratamiento…
decía Alberto.

- En Zaragoza está el hospital provincial, tiene el mejor departamento de oncología de España.

- ¿Y por qué la habrían de tratar allí? ¿Si ya la tratan aquí?

- Porque viviría allí
insistía Javier.

La teoría de Javier era fácil, me la llevo a vivir conmigo, y que la traten en Zaragoza.

Alberto y Luis trataron de convencer a Javier de que aquella era una idea descabellada, pero fue imposible, Javier estaba convencido de que aquello sería lo mejor. Quería que el tiempo que le quedara a Alicia, fuera mucho o poco, lo pasara siendo feliz. Y él lo iba a dar todo por conseguirlo.

A la mañana siguiente el primero en levantarse fue Javier, para cuando Alberto se levantó, Javier ya llevaba dos cafés sentado en el balcón, con la mirada perdida en el parque.

- Buenos días, has dormido poco ¿verdad?

- Buenos días, no sé cómo hacerlo, pero lo voy a hacer.

- ¿Sigues con eso?

- Sí, tío, Alicia es la ostia, siempre ha sido la ostia, ¿antepuso la felicidad de su familia a la suya propia, y se lo pagan así? No es justo, no.


Las lágrimas brotaban a sus ojos, recordaba las largas conversaciones que tuvieron en su día. Después de la obra de Zaragoza, ambos siguieron haciendo obras juntos, con Alberto por supuesto. Pero llegó el día en el que Alicia decidió que no quería hacer daño a su familia, que ya había pasado mucho tiempo fuera de casa.

La intentó convencer, la intentó hacer recapacitar, intentó que se quedara con él, pero todo fue inútil ella había decidido dedicarse a su familia.

Javier quedó muy tocado después de aquello, él la quería, daría todo por ella. De eso hacía ya casi 8 años. En aquella época Javier y Charo se habían asociado, y estaban montando su propia empresa. Intentaron que Alicia se quedara con ellos, en la nueva empresa, pero no hubo forma.

Charo y Bernardo se mudaron a Zaragoza, la empresa abrió y pronto empezaron a entrar clientes, las referencias les avalaban. El estudio siguió contando con ellos, las obras grandes las hacían con construzar, la empresa de la familia de Javier, pero las más pequeñas, siempre fueron para Javier y Charo.

Alberto les ayudó mucho, junto con Luis que diseñó incluso un software para la gestión.

Javier se volcó en el trabajo para no pensar en Alicia, fue inútil, siempre estuvo en su cabeza, nunca salió de allí.

Alberto y Luis fueron un apoyo muy importante, salían algunos fines de semana, los tres solos, recorrían ciudades enteras haciendo turismo, recorrían los bares, el ocio nocturno, los monumentos… pero Javier no dejó de pensar el ella.

Charo y Bernardo por su parte se hicieron indispensables en su vida. No solo por el trabajo, si no por las aficiones en común y por la amistad que les unió. Con Bernardo recorrieron todas las calles de Zaragoza, haciendo fotos.

Ahora había llegado a ese punto en el que tenía que luchar por Alicia, pero no por Alicia como pareja, por Alicia como persona.

Luis se levantó y al ver a Javier así, interrogó con la mirada a Alberto, éste se encogió de hombros.

- Déjame el portátil Alberto, por favor pidió Javier.

- Ahí está.

Javier buscó información sobre la enfermedad, sobre tratamientos, estadísticas. Buscó en Zaragoza. Pasó la mayor parte de la mañana leyendo.

Luis y Alberto no supieron sacarle de aquel estado. No supieron hacer nada.

Casi a la hora de la comida, Lourdes llamó por teléfono.

*/Hola Lourdes.

*/Hola Alberto, ¿qué tal?

*/Bueno, aquí andamos.

*/Que mierda ayer, de verdad, no esperaba que acabara así.

*/Ni nosotros, lo siento mucho, no debí… pero es que.

*/No te disculpes. Se lo merecía, no debió hablar así de Merche.

*/Es un hijo de puta, siempre lo ha sido.

*/Alicia está decidida, dice que lo va a dejar, que no quiere seguir allí con él.

*/¿Seguro?

*/Cuando os marchasteis, Alicia mandó a Manolo a dormir la mona y se desahogó con nosotros.

*/¿Está decidida?

*/Sí, ahora tiene que buscar a dónde ir.

*/Que se venga aquí, en mi casa sobra sitio.


Javier levantó la cabeza, y le miró interrogándole.

*/No sé si querrá, pero yo se lo propondría.

*/¿Dónde está ahora?

*/Aquí con nosotros, echada. Pero ya sabes que mi casa es muy pequeña.

*/Venid a comer, pedimos algo, y lo hablamos aquí.

*/Voy a decírselo y te llamo con lo que sea.

*/Esperamos un beso.


Alberto les resumió la conversación, Javier veía un halo de esperanza en la reacción de Alicia, pero ¿querría ir a Zaragoza con él?

- Alberto, ¿me darías alojamiento? Quiero estar con ella, acompañarla en el tratamiento. Charo lo entenderá. No me echará de menos en la empresa.

- ¿Estás seguro?

- Es lo más seguro que he tenido en mi vida, la perdí una vez, pero no la pierdo más.


Al rato Lourdes llamó para decirles que en una hora estarían en casa de Alberto.

Alicia nada más verles, se echó a llorar y les pidió disculpas, por el comportamiento de su marido.

- No eres tú quien tiene que disculparse Alicia, somos nosotros, no supe contenerme respondió Alberto.

- Se lo merecía. Dijo Alicia.

Javier se acercó a ella y la abrazó, la acunó con sus brazos haciéndola sentir segura.

Ella se dejó abrazar y se acurrucó sobre el pecho de Javier.

- Me voy, no voy a aguantar allí ni un minuto más. Les dijo Alicia.

- Alicia, aquí tienes tu casa, quédate todo el tiempo que necesites dijo Alberto.

- Gracias Alberto, pero no sé si debo aceptar, sería mejor que buscara un sitio.

- Alicia, aquí vas a estar bien, yo casi no paso por aquí,


Javier le interrumpió.

- Yo me quedo aquí contigo, todo el tiempo que haga falta.

- ¿Y tu trabajo?

- Charo se hará cargo, no te preocupes.


Los demás asistían a la escena como meros espectadores, sintiendo que Javier estaba dando todo lo que tenía por aquella mujer.

- Me quedo Alberto, pero no quiero molestar.

- Tú no has molestado en tu vida a nadie, ¿me vas a molestar a mí?


Alicia se separó de Javier y abrazó a Alberto, que por encima de Alicia miraba a Javier, le había cambiado la expresión, se sentía feliz.

Por la tarde, Luis se despidió y volvió a su casa en Valencia.

Lourdes quedó en ayudar a Javier con todo lo que fuera necesario y Gerard se comprometió en ir a por las cosas de Alicia, para que ni Alberto ni Javier se tuvieran que volver a enfrentar a Manolo.

Javier llamó a Charo, le explicó la situación y por supuesto ella respondió que se quedaba al cargo de todo. Si surgía algo importante se lo haría saber.

El lunes por la mañana, Gerard y Alicia se acercaron a su casa a recoger ropa, principalmente, y todas las carpetas con la documentación de la enfermedad y los tratamientos.

Manolo no se molestó en discutir, asintió en todo momento.

Cuando salían, mientras Alicia terminaba de colocar algunas cosas en el coche, Gerard se acercó a Manolo.

- No creo que intentes ninguna gilipollez, pero por si acaso se te pasara por la cabeza…

Manolo le miró desafiante.

Gerard añadió.

- Yo pego más fuerte, más duro y no dejo pruebas.

Manolo bajó la mirada y Gerard se giró para ir al coche donde Alicia le esperaba.

Durante la semana, Lourdes y Alicia, pusieron a Javier al tanto de su tratamiento. El jueves le daban los resultados de las últimas sesiones.

Javier quedó en acompañar a Alicia.

En la sala de espera, Alicia estaba nerviosa, no dejaba de mover la pierna.

- Tranquila, a ver que nos dicen, seguro que ha ido bien.

- Eso espero, no quiero que me tengas que estar cuidando como una enferma…

- ¿Alicia Montes?
Preguntaba la enfermera.

- Aquí.

- Acompáñenme.


Alicia y Javier se levantaron y siguieron a la enfermera hasta una consulta, les abrió y les invitó a entrar.

En la consulta, detrás de una mesa blanca, el doctor Morales, con su también bata blanca.

- Buenos días Alicia Levantó la mirada, vio a Javier y añadió.

- Manuel, que sorpresa.

- No es Manuel
doctor dijo Alicia.

- ¿No es su marido?

- No soy un amigo…

- No puedo dar información, si no es familia.

- Yo lo autorizo doctor, ¿le firmo algo?

- No es necesario Alicia. Si a ti te parece bien.

- Me parece bien doctor. ¿Qué tal ha ido?

- Pues veréis, tengo buenas noticias, y una menos buena.


Alicia miró a Javier, y éste la agarró la mano y la envolvió con las suyas.

- A ver, los resultados de las pruebas, son muy buenos, prácticamente ha desaparecido la infección.

- ¿Pero?


El doctor sonrió mirando a Alicia, para después mirar a Javier.

- La quimio ha terminado.

- Bufff
suspiró Alicia, y sintió el apretón de mano de Javier.

- La quimio ha terminado, pero tienes que seguir sometiéndote a un tratamiento específico… no tan agresivo. Hay que esperar un par de meses como poco, y después analizamos cómo sigues y comenzamos.

- Entonces, ¿puedo hacer vida normal?

- Como siempre Alicia, puedes hacer lo que quieras, evidentemente tienes que tener cuidado con tu brazo derecho, procura que no te pique nada, que no te quemes con el sol, pero por lo demás…

- Qué alegría doctor.

- ¿En qué consistirá el tratamiento doctor?
Preguntó Javier.

- Es parecido a la quimioterapia, en el sentido de que se realiza de la misma manera, pero no es agresivo…

- ¿Lo podríamos hacer en otro hospital?


Alicia miró a Javier interrogativamente.

- ¿En otro hospital? ¿Hay algún problema?

- No, doctor, lo siento, no he sabido explicarme.

- Dígame.

- Yo vivo en Zaragoza, y tengo la intención de llevármela conmigo allí…

- En Zaragoza está el provincial, con la mejor unidad de oncología de España.

- ¿Y sería factible?

- Por supuesto, si me lo confirmáis, hoy mismo me pongo a trasladar el expediente, para que el tratamiento se lo realicen allí.

- ¿Podemos pensarlo unos días doctor?
Añadió Alicia.

- Un par de días, Alicia, espera es jueves, mira, piénsatelo el fin de semana, el lunes por la mañana, antes de las diez, me llamas.

- Gracias doctor, quiero pensarlo.

- Alicia, en Zaragoza están los mejores, y ¿Javier? Te está permitiendo acceder a ellos, no te lo pienses mucho.

- El lunes le llamo doctor, se lo prometo.


Salieron de la consulta, con la alegría en su cara.

- Te invito a comer Alicia.

- Vale, ¿me llevas al estudio?

- ¿Al estudio?

- Tengo ganas de ver a la gente, podemos comer allí.

- Lo que tú quieras Alicia.
 
Capítulo 32
Año nuevo, vida nueva
Zaragoza 2004

El día de año nuevo fue el día de la resaca, de descansar, de no hacer nada.

A las doce de la mañana, nadie se había levantado, a excepción de Sebas.

Se había levantado temprano, había desayunado, salió a dar una vuelta, como la noche anterior por la rivera del río.

Volvió a la casa y decidió acercarse al restaurante, y ayudar a recoger los restos de la fiesta.

Entró en el restaurante, solo había un cliente tomando café, el camarero de la barra, un chaval de apenas veinte años, le miró con indiferencia.

- Buenos días, ¿ha venido alguien a recoger?

- Buenas, ¿a recoger?

- Sí, lo de la fiesta de anoche.

- Ah, solo esta Laura, si quieres pasar…

- Gracias.


Sebas pasó al salón, y se encontró con Laura.

- Hola.

- Hola Sebas.

- ¿Estás sola?

- Para la fiesta todos valen.

- Te ayudo, ¿tienes sacos de basura?

- Allí en la mesa.


Sebas se acercó a la mesa y cogió un saco, después fue recorriendo las distintas mesas, echando los vasos de plástico y restos de confeti en el mismo.

Después de un rato, el saco estaba prácticamente lleno, se acercó a la mesa a por otro.

Laura estaba subida a la escalera, descolgando adornos, Sebas se fijó en las vistas, los muslos gorditos de Laura estaban expuestos a su mirada, se veían apetecibles. Laura tenía más chicha que Eva, todo era más grande, los muslos, las tetas, el culo. Ella se dio cuenta de que Sebas la observaba y se estiró, como para coger algo, haciendo que Sebas, desde abajo le viera las bragas, metiéndose entre sus nalgas, tapando escasamente su coño. Esa situación la excitaba.

- ¿Qué tal anoche? ¿Con Eva?

- ¿Con Eva?

- Os quedasteis solos, algo hay.

- Solo hablamos, pregúntale a ella.

- Ya le he preguntado, pero no me ha respondido aun, debe seguir en la cama.

- Pues ya te responderá.

- Oye. No sé cómo decirte esto, pero.

- ¿Qué?

- Eva es muy buena chica, no le hagas daño, no juegues con ella.

- ¿Jugar? ¿Por qué me dices eso?

- Llevo casi un año poniéndote la comida todos los días, te he visto, te he oído… no me caes bien.

- Siento oír eso.

- Y además eres muy mayor para ella.

- Pero eso lo tendrá que decidir ella ¿no?

- Puede ser, yo solo te digo que ella es muy buena chica…

- No como tú ¿no?

- ¿Qué tienes que decir de mí?

- Si la quieres tanto y te preocupa tanto… ¿por qué te fuiste anoche y la dejaste sola?


Laura se quedó pensando… tenía razón, ¿por qué se fue y la dejó sola?

- Ella me dijo que se quedaba.

- Ya, pero te podías haber quedado para cuidarla de mí.

- Déjalo, me has entendido.

- Sí, te he entendido, no te preocupes por ella, no la voy a hacer daño, ni se lo he hecho, ni se lo haré. Yo no soy así.


Sebas siguió recogiendo, mientras pensaba en lo que había dicho Laura.

Ya casi habían terminado de recoger todas las mesas cuando entraron Rafa y Eva.

- Anda cuanto habéis avanzado, dijo Eva.

- Os queda barrer y fregar, nosotros vamos a descansar y tomarnos una cerveza que nos la hemos ganado ¿verdad Sebas?

- Si necesitáis ayuda…
dijo Sebas.

- Sebas déjales que hagan lo suyo, vamos fuera.

Sebas miró a Eva, ésta le devolvió la mirada, pero no apreció nada significativo que le indicara que ella quería que se quedara.

Salieron a la parte de atrás del edificio del restaurante, allí había varias sillas en torno a una mesa de cervezas ámbar, con una sombrilla.

Laura abrió una nevera y sacó dos botes de cerveza, lanzándole uno a Sebas, para después sentarse.

Sebas se quedó junto a la puerta, mirando a Laura, al sentarse, sin preocuparse por si se le veía algo o no, se había subido la falda vaquera, tenía las piernas abiertas y Sebas veía claramente la tela de las bragas de la chica.

Ella lejos de cortarse, le miraba fijamente.

- ¿Te gusta?

- No está mal.

- ¿Pero?

- Me gusta más Eva.

- Eva es menos… es más delgadita, tiene menos carnes que yo.

- ¿Y?

- Que conmigo tienes para atragantarte.

- Laura ¿Qué estas intentando?

- ¿Yo? Nada.

- Vale, pues nada.


Sebas se sentó al otro lado de la mesa, desde allí, ya no veía las piernas de la chica.

- O sea que no te parezco suficiente.

- Suficiente ¿para qué?

- Suficiente para ti.

- Eres una chica muy guapa, tienes buen cuerpo…

- ¿Pero?

- Pero yo prefiero a Eva.

- Cuando me miras en el salón mientras te pongo la comida, no piensas en Eva ¿no?

- Hasta hace una semana, no conocía a Eva.

- Entonces, ¿sí te parezco suficiente?

- Si no estuviera Eva…

- O sea que de segundo plato sí te sirvo.

- ¿Siempre das todas esas vueltas para todo?

- Siempre no, cuando quiero pillar a un jeta.

- ¿Qué quieres Laura?

- Querer, querer, no quiero nada. A ver, que si me llevas a tu cama y me follas, yo me dejo. Pero no quiero nada especial.

- Estás muy mal tía.

- ¿No me llevarías a la cama?

- ¿Otra vez?


En ese momento salían Eva y Rafa.

- ¿Cómo que otra vez? Preguntó Eva.

- Ja, ja, ja, Ahora explícaselo dijo Laura.

- ¿Qué me tienes que explicar Sebas?

- Nada. Estábamos hablando…

- Ya, ¿y te ha preguntado Laura si no te la llevarías a la cama? Y has respondido que si otra vez.

- No era así la conversación.

- No tengo prisa, me lo puedes explicar.


Laura se reía, mientras hacía muescas con la cara a Sebas.

- A ver Eva, Laura estaba preguntándome si me acostaría con ella, le he dicho que no, que estando tú, te prefiero a ti.

- Ya.

- Cuando ha insistido y me lo ha preguntado por segunda vez, le he respondido que si otra vez, refiriéndome a la pregunta.

- ¿Me lo tengo que creer?


Sebas, en ese momento, pensó en la diferencia de edad, en la tontería por la que estaba dando explicaciones a una chica, con la que no tenía nada. ¿De verdad le merecía la pena todo eso?

- Mira Eva, tengo ya muchos años y mucha vida recorrida para estar en esta tontería de discusión. Te he contado la conversación con tu amiga, si quieres creerme, me crees, si no, pues me levanto me voy y ya está.

- Sebas, es que me estás mintiendo.

- Venga, hasta otro día.


Sebas se levantó y entró en el edificio, atravesó el salón y salió a la barra, le dio dinero al camarero y le dijo.

- Cóbrate la cerveza que me he tomado allí atrás y la de Laura.

El camarero, sin entender mucho lo que le decía, preguntó:

- ¿Dos cervezas?

- Sí, dos cervezas. La mía más la de Laura suman dos cervezas.


Le dio el cambio, y Sebas salió del restaurante.

Estaba casi llegando a la casa, cuando jadeante llegó Eva a su lado, que venía corriendo.

- Sebas, Sebas.

Sebas se paró, la miró.

- ¿Qué?

- No te enfades.

- No estoy enfadado, estoy alucinado.

- Es que… perdóname.

- Que te perdone ¿el qué? ¿Que me montes un pollo de celos sin que seamos nada? ¿Que me llames mentiroso? ¿El qué?

- Lo siento de verdad. ¿Podemos hablar?


Sebas meditó un instante si aquello le iba a merecer la pena. Miró los ojos chispeantes con ese marrón clarito, la miró de arriba a abajo. Se fijó en sus tetas aprisionadas en un sujetador que se adivinaba bajo la camiseta de minnie mouse, las mallas negras, apretadas, se fijó en los muslos bien definidos, en el culito apretado de la chica. ¿Merecía la pena?

- Vamos a dar un paseo dijo Sebas.

- Vale.


Echaron a andar, como por la noche y por la mañana, volvió a llegar a la orilla del río.

Eva a su lado, meditaba cómo empezar a hablar. Llegaron a la baranda de madera, junto al río. Sebas se apoyó y Eva hizo lo propio a su lado, los dos mirando el agua correr.

- Lo siento Sebas. He estado casi toda la noche pensando en ti, en qué pasaría hoy.

- ¿Y qué has pensado que iba a pasar hoy?

- Pensaba que hoy no te vería, ya conseguiste anoche lo que querías…

- ¿Lo que quería? ¿Lo que quería yo? Fuiste tú, la que me subió a la terraza. La que me besó. La que por la noche me llevó al cuartito…

- Lo sé, pero yo pensé que hoy ya no querrías saber nada de mí. Me gustas mucho.

- Eva, no es buen comienzo para una relación.

- Lo sé.

- Voy a hablar a mi favor. Mira si hubiera querido, esta mañana me habría follado a tu amiga, que mientras limpiábamos me ha enseñado todo el potorro, solo para provocarme. Si hubiera querido, después cuando hemos ido a por las cervezas, también me la hubiera podido follar, ahí me ha puesto a prueba por segunda vez. No te digo que yo no haya sido un bala perdida toda mi vida, pero ahora no lo estoy siendo. Anoche me metí en la cama nada más llegar, sin pensar en otra cosa que no fueras tú. He pasado toda la noche pensando en ti. Pero no en tus tetas, en tu coño, en cómo la chuparas, en que me encantaría follarte en una cama, toda la noche, no. He pensado en ti, en tus manos, en tus ojos, en tus labios, en tu sonrisa…


Eva se acercó a él y le beso en la boca.

- Déjame terminar por favor. He pasado la noche pensando en si me merecería la pena, dejar mi vida de solterón, para dedicarme a ti. En cómo sería terminar una obra y volver a casa, aquí, contigo. Sí, es muy ñoño, pero es lo que he pensado.

- Perdóname Sebas, lo siento de verdad.

- Eva, quiero estar contigo, lo deseo con toda mi alma, pero así no. Lo siento, quiero que, si estás conmigo, te fíes de mí, me creas cuando hablo.

- Déjame intentarlo, por favor.

- ¿Conoces a Alberto y Merche?

- ¿Los directores de obra?

- Sí, ¿los conoces?

- Sí claro.

- ¿Tú has visto a Merche? ¿Has visto lo escultural que es?

- Claro, ¿quién no se ha fijado?

- Exacto, ¿quién no se ha fijado? ¿Tú crees que Alberto tiene dudas de ella? ¿Crees que siente celos?

- No lo sé.

- Yo te lo digo. No, nunca. Él sabe que Merche es su chica, que por mucho que la miren, ella seguirá con él, que por mucho que intenten ligar con ella, ella será fiel.

- Yo quiero ser así.

- No, yo quiero que seamos así. Si estamos juntos necesito confianza.

- ¿Me dejarás intentarlo?


Sebas la miró, y entendió que estaba enamorado, profundamente enamorado de aquella chica.

Sebas y Eva entraron en la casa, la llevó al salón de la barra. Ya estaban levantados el resto, pensando en irse a comer. Sebas presentó a Eva a la gente. Todos la saludaron, incluso Luis bromeó:

- ¿No tendrás una amiga…?

- Tengo muchas.

- Ya, pero guapas, que estén buenas, que estén solteras, que se quieran liar conmigo…

- Eso es más difícil, pero si tengo que hacer un casting… pues lo hago.


Luis se rio, y luego se acercó a Eva.

- Me caes bien.

Finalmente fueron al restaurante a comer, Eva se disculpó, tenía que ir a casa a por el uniforme, por la tarde tenía turno. Sebas y ella se despidieron con un beso eterno, mientras el resto, ya en la puerta del restaurante, miraban con escepticismo.

- Sebas enamorado… ¿Cuánto le va a durar? Decía Alberto.

- Pues durará lo que tenga que durar dijo Luis.

- Lo que dura un polvo, dura lo que dura dura, añadió Javier.

Y todos rieron la frase.

La comida esta vez tuvo menos risas, sobre todo por el cansancio acumulado.

La semana siguiente fue estresante en el trabajo, muchas fases llegaban a su fin, muchos oficios saldrían de la obra ya. Y otros empezarían sus trabajos.

- Alberto, mañana se desmontan las grúas. Dijo Javier a Alberto en su módulo.

- Pero no todas, ¿no?

- He pensado desmontar las dos grandes, y las dos pequeñas, desplazarlas a los laterales, para el edificio del restaurante y el de los almacenes.

- ¿Tendremos suficiente?

- Yo creo que si, además al principal, ya no hay que subir material y si necesitáramos algo, podríamos contratar una móvil.

- Pues venga, a otra cosa.


Pasó la semana, pasó el fin de semana, y pasó otra semana y alguna otra.

La relación de Sebas y Eva se fue afianzando, la de Alicia y Javier continuó asentándose, Julia y Arenas vivían en su mundo paralelo, pasaban noches en la casa, y otras en casa de Julia. Merche y Alberto muy enamorados, seguían haciendo el amor cada noche. Charo, seguía echando en falta a su Bernardo, y muchas noches le llamaba para terminar haciéndose una paja mutua virtual. Y Luis, Luis volcó sus ratos en seguir aprendiendo, hacía cursos de programación, de programas de cad, de diseño…

La relación de los habitantes de la casa se fue afianzando, los antiguos por antiguos y los nuevos por afinidad.

Luis y Charo, compartieron muchos momentos de filosofía en charlas eternas, compartiendo cervezas y mesa. Al fin y al cabo, la mayor parte de los días los dos estaban solos. Algunos fines de semana, incluso, se habían ido juntos a tomar copas por la ciudad, pero siempre respetándose, como amigos que comparten su tiempo de ocio. En ningún momento Luis, intentó nada con Charo, y en ningún momento Charo le insinuó nada a Luis.

En mitad de aquella vorágine de trabajo y amistad, de esfuerzo y sexo para algunos, Luis un día sentado en el salón de la barra con Sebas le preguntó:

- ¿Cómo vais?

- Muy bien. Es una chica muy especial.

- Te veo muy centrado, me alegro mucho, lo sabes ¿verdad?

- Lo sé, pero me jode que te he dejado solo, ¿ahora qué haces?

- Estudiar, lo que he hecho toda mi vida, jajaja Salir con Charo algunas veces…

- ¿Con Charo? ¿Tú también?

- ¿Cómo que también?

- A ver Charo y Arenas, al principio...

- Sebas, ¿todavía no sabes que lo de Charo y Arenas fue una broma?


- ¿Arenas y Charo no…?

- No, Charo dijo aquello para putearte, para que dejaras de reírte de Arenas.

- Joder, que pardillo soy.

- Te lo merecías.

- Lo sé, me porté muy mal con Joaquín. Me alegro un montón de que esté con Julia, se les ve tan bien juntos.

- Eso es cierto, están muy bien, aquí todos folláis menos yo. Tengo menos sexo que Disney channel, pero me he acostumbrado.

- Yo también me estoy acostumbrando.

- ¿Cómo dices?

- Que yo también me estoy acostumbrando.

- ¿A vivir sin sexo? ¿Tío y Eva?

- Desde que estamos juntos, follar, lo que se dice follar, hemos follado el primer día, al acabar la fiesta.

- ¿Qué dices?

- Sí, después, alguna pajilla mutua, alguna mamada rápida.

- Pero…

- Desde que estamos juntos, no hemos podido compartir una noche entera, pasar una noche juntos, entre que ella tiene los turnos raros, y que yo he vuelto a Madrid dos veces, por el tema de mi padre…

- Joder, que campeón. Ni tú te imaginabas tanto tiempo en el andén, viendo pasar trenes.

- Es que mi tren merece la pena esperarlo. El próximo finde, ella no curra, ha cambiado todos los turnos…

- ¿Se viene aquí contigo?

- No, nos vamos a Madrid, quiero enseñarle mi ciudad, pasear con ella por el retiro, que vea el calderón, a ver si la hago atlética jajaja.

- Cómo has cambiado por una mujer, tío, me sorprendes.

- Estoy enamorado, no sabía que era eso hasta ahora, soy muy feliz, aunque no folle.

- Ja, ja, ja, eso merece otra cerveza.


Los dos pasaron la tarde bebiendo y riendo, como al principio, aquella era otra relación especial creada por la obra.

Principios de Marzo, casi un año allí, la obra súper avanzada, la gente feliz.

¿Qué puede salir mal?
 
Capítulo 33
Contigo, Siempre
Madrid 2019

Alicia entró en el edificio del estudio de arquitectura, con una sensación de intrusismo, como si aquella que había sido su empresa durante tantos años, ya no fuera nada de ella. Muchos recuerdos afloraron a su mente, cuando la señorita de recepción le peguntó a dónde iba.

Era la primera vez que entraba en el edificio y tenía que parar en recepción.

- Buenos días, A la planta 7.

- ¿Tiene cita?

- No, es una visita de cortesía.

- ¿Va a ver a alguien en concreto?


Alicia se quedó callada un instante, nunca había tenido que responder a aquello para entrar, era su primera vez como visita…

- ¿Señorita? ¿A alguien en concreto?

Javier se acercó y respondió:

- Alberto Lorenzo, por favor

- Necesito sus documentos de identidad, por favor.


La chica tecleó y en apenas unos segundos, les extendió dos pases con una pinza para sujetarlo.

- Pónganselo en un lugar visible, el ascensor está ahí.

- Muchas gracias.


Alicia y Javier entraron en el ascensor, Ella sentía mariposas en el estómago, unos nervios que amenazaban con salir por la boca.

- Tranquila Alicia, estás en tu casa.

- Es tan raro.


El ascensor se abrió, frente a ellos el cristal semi opaco con un letrero en letras azules “La 7”

Una sonrisa le iluminó el rostro recordando aquel día que convencieron a los de arriba para serigrafiar el cristal así, en lugar de poner planta 7 como en las demás.

La mesa de recepción estaba ocupada por una señorita muy joven, no tendría más de 20 años, muy guapa, muy maquillada.

- Buenos días ¿En qué puedo ayudarles?

Javier se adelantó a Alicia y muy serio dijo:

- Buenos días señorita, podría avisar al señor Alberto Lorenzo, mire, venimos de Zaragoza, en representación del club de futbol de la ciudad, Nuestra intención es demoler el estadio de La romareda y construir uno nuevo…

- Un momento por favor dijo la señorita con una gran sonrisa.


Tecleó en su terminal, y dijo:

- Don Alberto, ahí aquí unos señores que preguntan por usted, vienen del club de futbol de Zaragoza, para remodelar el estadio.

Alberto respondió algo.

- Ajam, Sí, Les hago pasar claro.

Dirigiéndose a ellos, con Alicia aguantando la risa y Javier muy serio.

- Pasen a la sala de reuniones, el Señor Lorenzo les espera allí, Es al fondo, en aquella puerta.

- Gracias Señorita, si alguna vez necesita entradas, no dude en pedírmelas. Muy amable.

- Gracias, señor.


Alicia no podía aguantar la risa, mientras caminaban por el pasillo entre las mesas hasta la sala de reuniones.

Casi llegando a la puerta, una chica se levantó de la mesa que ocupaba.

- Alicia, que alegría, ¿qué tal estás? Cuanto tiempo.

- Hola Miriam.


Se dieron dos besos y charlaron un rato. Alicia empezaba a calmar sus nervios. Otra chica se acercó a saludar, después un chaval de no más de 25 años. En un rato, se había formado un corrillo alrededor de Alicia y Javier.

Alberto, estaba en la sala de reuniones, cuando escuchó el revuelo y se asomó. Solo pudo ver un corrillo de gente en torno a alguien. “Será algún futbolista famoso”

Salió del despacho y al acercarse vio a Javier, saliendo del grupito.

- Que cabrón eres.

- Queríamos reformar el estadio, pero no dejan a Alicia que lo explique jajaja.


Alberto se acercó a Alicia, haciéndose hueco entre la gente, que, al verle, se apartaban.

Agarró a Alicia por la cintura y tiró hacia él. Ella se giró y sonrió a Alberto.

Entraron a la sala de reuniones, Alicia miraba todo a su alrededor, como si quisiera encontrar errores, todo estaba igual.

La pared del fondo con un montón de fotos enmarcadas, y una en el centro, la más grande.

Era una vista aérea del palacio de la música.

Luego vio fotos de Sevilla, de Málaga, había obras de Madrid… los ojos se le encharcaban, ella había estado en la mayoría de aquellas obras.

Javier y Alberto la observaban sin decir nada, dejándole su espacio, su tiempo.

- Bueno ¿cómo ha ido? Preguntó Alberto.

Alicia se giró, con una gran sonrisa.

- Estoy limpia, Alberto, estoy limpia.

Alberto la abrazó, con una alegría desbordante.

- Que alegría Alicia, joder, que alegría.

- Me quedan unas pruebas, pero voy muy bien, ha dicho el doctor.

- Entonces. ¿Qué hay que hacer ahora?


Javier le explicó las pruebas que quedaban, y la intención de llevarla a Zaragoza.

- Pero yo no lo tengo claro aún añadió Alicia.

- A mí me parece una oportunidad le decía Alberto.

- Ya, pero si aquí me han tratado bien, ¿por qué cambiar?

- El doctor ha sido muy claro, en Zaragoza están los mejores
… dijo Javier.

- No sé, tengo que pensarlo. Hasta el lunes, tengo tiempo.

Se hizo un silencio, que Alicia aprovechó para mirar a sus amigos. Jamás se hubiera imaginado hace tantos años, que tendría unos amigos como esos, que aquella gente con la que trabajaba, ahora fueran casi su familia.

- ¿Quieres ver a más gente? ¿Te hago un tour?

- ¿Un tour?

- Es que hay muchos de los que conoces que están en otros departamentos ahora.

- Anda sí. Pues hazme un tour.

- Voy a avisar a José, que estará en su despacho…

- No, vamos a verle.

- Ja, ja, ja, venga a visitar a José.


Salieron los tres de la sala, y giraron a la derecha, pasaron por la puerta del despacho de Alberto y en la siguiente puerta ponía: “José Alberto Cuesta”

- ¿Se puede? Dijo Alicia asomando la cabecita por la puerta semi abierta.

- Coño, coño, coño. Alicia.

José se levantó como un resorte, y se acercó a Alicia, la abrazó y la besó.

- ¿Cómo estás reina?

- Muy bien, muy bien.

- Te veo fabulosa. De verdad.

- Gracias. ¿Qué tal tú?

- Aquí explotado por ese,
dijo señalando con la cabeza a Alberto.

Estuvieron un rato charlando, riendo, recordando…

Después Alberto llevó a Alicia y Javier al tour, bajaron a la segunda planta, allí Alicia se entretuvo con un montón de gente, después subieron a la cuarta planta, con idéntico resultado.

Al final subieron a la planta doce.

- Buenos días Don Alberto.

Alberto con resignación preguntó.

- Buenos días, ¿está Lourdes en el despacho?

- No, creo que está con Don Miguel.

- ¿Podemos pasar a ver a Don Miguel, Lidia?

- Eh, no sé, sí creo. Un momento.


Tecleó en su teléfono y habló con alguien.

- Sí Don Miguel, está aquí el Señor Lorenzo con dos personas… Sí, Sí, ahora mismo

- Dice Don miguel que pasen, que les espera.

- Gracias Lidia.


Alberto se dirigió a Alicia.

- Ahora es cuando te tienes que poner nerviosa…

- ¿Ja, ja, ja más? ¿Estoy que me va a dar algo?

- Pídele trabajo jajajaj
añadió Javier.

- Solo me faltaba eso.

Llegaron a la puerta del despacho, Lourdes salía en ese momento y se le iluminó la cara al ver a Alicia, le dio dos besos.

- Miguel, ¿mira que visita tienes? Dijo Lourdes dirigiéndose a Miguel Salgado.

Salgado se asomó fuera de su despacho.

- Aliciaaa, cuanto tiempo, que guapa estás.

- Gracias Miguel.

- Pasad, por favor, pasad.


Lourdes se despidió de ellos y volvió a su despacho.

Una vez dentro y tras presentar a Javier y Miguel Salgado, se sentaron en la mesa redonda de reuniones.

Javier al ver las fotos colgadas en la pared, pidió permiso para verlas.

- ¿Puedo? Dijo señalando sutilmente con el dedo hacia la pared.

- Por supuesto, ahí hay muy buenos recuerdos de este estudio.

- Alguna mía habrá.


Alberto añadió.

- Alguna foto hecha por ti, y alguna foto en la que salgas tú.

- ¿Ha hecho obras con nosotros?
Preguntó Miguel.

- Este señor, es Don Javier Magalán. Jefe de obra de construzar durante muchos años.

- Anda, perdón, perdón, es un placer
dijo Miguel.

- Bueno no es para tanto.

Javier estuvo mirando las fotos de la pared y llegó a la de Zaragoza.

El equipo de Madrid al completo, con Don julio. Abril de 2004.

Esa foto la hizo Javier, recordaba perfectamente aquel día. Habían terminado toda la cubierta del edificio principal, todos los acabados interiores, estaban distribuyendo mobiliario y tirando líneas de comunicaciones, cuando llegó Don Julio, con más gente de la oficina de Madrid, estuvieron visitando la obra, alabando la construcción.

Aquel día, Javier decidió que quería a Alberto en su vida, que le quería cerca de él, lejos de atribuirse méritos delante de sus jefes, fue repartiéndolos entre todos los que estaban en la obra, a cada cual lo suyo. Eso debería ser lo normal, pero todo el mundo sabe que no ocurre, y que el director de obra siempre es el que se lleva los méritos.

Recordaba a Don Julio diciendo, “Por favor Javier, háganos una foto, con mi gente de Madrid”, recordaba perfectamente todo lo acaecido aquel día, la comida de después…

Alicia estaba sentada hablando con Miguel y Alberto, contando como habían sido las sesiones, lo duras que le habían resultado, pero ahora estar limpia, era lo mejor que podía pasar.

La veía y veía a su chica, con más años, abatida por la enfermedad, pero igual de guapa, igual de risueña, y se prometió a si mismo hacerla feliz, muy feliz.

Un rato después, daban por terminada la visita.

- Javier, ha sido un placer decía Salgado.

- Igualmente, ver esas fotos ha sido muy evocador.

- Podías firmar la foto, ya que la hiciste tú.

- Sería estropear ese momento captado. Esa foto es un regalo para los ojos.

- Estoy de acuerdo, Javier, estoy completamente de acuerdo, nunca tendremos otro equipo igual.


Alberto les escuchaba sin decir nada, con el brazo sobre el hombro de Alicia que también escuchaba.

- Bueno gente, ha sido un rato muy ameno dijo Salgado.

Le dio dos besos a Alicia y mientras estrechaba la mano de Alberto, más bajo, le dijo.

- Tengo novedades, cuando puedas…

- Mañana subo, como cada viernes.

- Pues mañana te cuento. He indagado y… a mí no me ha gustado lo que he encontrado.

- Me estás dejando con la incertidumbre.

- Venga, va, mañana hablamos. Hoy es día para estar contentos por Alicia.


Salieron del despacho, y se dirigieron a ver a Lourdes.

- Lidia, está Lourdes ¿verdad?

- Sí, me ha dicho que les diga que pasen antes de irse.

- Gracias Lidia.


Entraron a ver Lourdes.

Pasaron un rato charlando, de las pruebas, de las recomendaciones del doctor.

- Alicia y yo íbamos a comer por aquí, apuntaros y charlamos dijo Javier.

- Tengo que hacer unas llamadas, pero para las dos y media o por ahí, estoy libre seguro añadió Lourdes.

- Pues nos vemos en el restaurante, vamos allí enfrente, al del nombre raro jajaja dijo Alberto.

Lourdes se rio y salió del despacho y dirigiéndose a Lidia le dijo.

- Lidia por favor, llama al restaurante almobieta y reserva mesa para 4 a las dos y media.

- Mejor para 5, por si viene José.

- Para 5.

- ¿Almobieta? ¿No es Amorebieta?


Alicia y Alberto se echaron a reír.

- Al final van a tener que cambiar de nombre dijo Alicia.

- Es Almobieta Lidia. Dijo Lourdes.

Lidia colorada como un gusiluz de noche, añadió.

- Ahora mismo hago la reserva.

Se despidieron y bajaron a la 7.

- Alberto, tú tendrás trabajo, nos bajamos a la cafetería y esperamos allí, dijo Alicia

- Perfecto, termino unas cosillas, le digo a José lo de la comida y bajo.

Alicia y Javier bajaron a la cafetería y buscaron una mesa alejada de la entrada.

- ¿Qué vas a querer? preguntó Javier.

- Una cerveza, que puedo.

- Pues dos cervezas.


Dori se acercó a la mesa, con su alegría habitual, iba mirando su bloc de notas, cuando alzó la mirada dijo:

- Que les pon… señorita Alicia, es usted, que alegría.

- Hola Dori, he venido de visita.

- Que alegría me dijeron que estaba… bueno que no estaba muy bien.

- Eso es pasado Dori, ahora estoy recuperándome, gracias a él.


Dori miró a Javier y le recordó de la semana anterior.

- El Aragonés más guapo.

- Ja, ja, ja, que memoria
dijo Javier.

- Sí es guapo sí, añadió Alicia.

- Bueno ¿qué les pongo?

Pidieron las cervezas y esperaron pacientemente.

- Me alegra mucho tenerte aquí Javier.

- Alicia, voy a estar contigo, siempre.

- ¿Siempre?


Dori trajo las cervezas y un plato con aceitunas.

- ¿Algo más?

- No gracias
dijo Alicia.

Javier miró a Alicia y repitió.

- Siempre.

Alicia sonreía, y recordaba aquel “siempre”, aquella tarde de risas que terminó en un estudio de tatuajes…

- ¿Me lo enseñas?

- ¿Aquí?

- No nos ve nadie. Además, tampoco está en un sitio…


Javier se desabrochó la camisa, mirando a los lados, la abrió, y se movió un poco hacia Alicia. Allí sobre el pectoral izquierdo, en diagonal, “Siempre” con la misma caligrafía que el resto.

Se cerró la camisa.

- ¿Te acuerdas Javier? ¿Qué risas aquel día?

- Como para olvidarlo, no me vuelvo a tatuar en mi puta vida.
 
Capítulo 34
Madrid…
Zaragoza 2004

Llegado el fin de semana Sebas y Eva partieron hacia Madrid.

En Zaragoza quedaron el resto, había mucho trabajo por hacer, pasaron el fin de semana cada uno en su tarea, adelantando trabajo.

Luis estaba preocupado por los remates de la cubierta contra los ventanales centrales. No quería que los ataran a la estructura, pero no encontraba otra solución.

En el salón de la casa, daba vuelta a los planos, miraba los detalles, Merche se acercó:

- ¿Cuál es el problema Luis?

- Mira, aquí, si ponemos los perfiles así, habría que atornillarlos o soldarlos a esta viga que atraviesa de norte a sur.

- Ya, ¿y si los prolongamos hasta esa?
, dijo señalando en la pantalla del ordenador a una viga transversal, más ancha que la longitudinal.

- Entonces por dentro, desde el hall, si miras al cielo se verían las tirantas, y en el proyecto especifican que no habría anclajes vistos en el interior…

- Javier… ¿tenemos aún grúa, para subir a la cubierta?
Preguntó Merche.

- ¿Para subir vosotros?

- Sí, a ver la cumbrera.

- Está la manitou desde dentro, llega hasta la cubierta y si queréis salir, por detrás del atrio, hay una ventana practicable.


Merche y Luis se marcharon a la obra.

Una vez allí, se encontraron con Arenas y Alberto que también estaban viendo algunos detalles del interior del palacio.

- Al final nos juntamos todos aquí dijo Arenas.

- Estoy atacado con los putos remates dijo Luis.

Subieron a la máquina acercándose al techo abovedado rematado por unos ventanales, revisaron las vigas, salieron a la cubierta, y Merche encontró la solución.

- Tiramos unos vientos de allí, señalando al lado este, hasta allí, señalando al lado oeste.

- Y con otros dos de norte a sur, creamos una malla, y ahí podemos sujetar los perfiles… Eres un genio Merche.

- Un genio guapo. No uno de esos gordos que salen de lámparas cuando las frotas

- Un genio, la abrazó, aun en la cubierta y le dio un beso en la mejilla, que con la emoción casi se estampa en la boca.

- Perdón, perdón, es que estoy muy contento.

Bajaron, retiraron la máquina a su lugar y se acercaron a Alberto y Arenas.

- Contadle el problema a Merche que es la genio guapa de la lámpara dijo Luis.

Alberto y Arenas le miraron interrogantes.

- Es una crack.

Y dando media vuelta se marchó, añadiendo.

- Voy a dibujarlo, para el lunes.

Los otros se rieron y Merche se preocupó ahora del problema de los chicos.

Después de pasar casi toda la mañana del sábado en la obra, fueron a comer, fue una comida en la que casi no hablaron, cada uno estaba pensando en sus cosas, en sus problemas de obra.

Por la tarde ya en la casa, cada uno estaba con su ordenador, con sus notas…

Julia, se había marchado a su casa, a media tarde llamó a Arenas.

*/¿Te vienes a casa?

*/Estoy liado con la zona de recepción.

*/Vente, y sigues aquí.

*/Venga dame una hora.

- Me voy a casa de Julia
dijo Arenas.

Los demás asintieron, sin mucho entusiasmo.

Madrid 2004

Eva y Sebas paseaban por el retiro, como le había dicho a Luis unos días antes, iban cogidos de la mano.

- Nunca había estado en Madrid.

- Es muy bonito, pero hay que saber buscar el encanto.

- Es todo muy grande, mira que parque más enorme.

- Bueno es que los de Madrid somos así… todo grande.


Ella le hizo una burla.

Cuando empezaba a anochecer, salieron del parque y callejearon en dirección a la estación de atocha.

- Mira te voy a llevar a un sitio mágico.

Entraron en la estación y se encaminaron hasta el jardín interior.

- Joder lo que tenéis aquí dentro.

- Mira todas esas tortugas, la trae la gente las deja aquí, y mira todas las que hay.

- Es alucinante, mira esa, es enorme.


Se sentaron en un quiosco, y pidieron unas cervezas.

- Mira, allí arriba, eso es una estructura, y no lo que hacemos ahora.

Eva miraba, solo veía hierros cruzados... se lo hizo saber.

- Si tú lo dices, yo solo veos hierros...

- Vigas, Eva, Vigas.


Luego la llevó a cenar a la zona de huertas, se tomaron una copa por allí, y finalmente regresaron al piso de Sebas.

Eva estaba radiante, le había encantado ver Madrid, acompañada de Sebas, se sentía a gusto a su lado.

- Voy a cambiarme, le dijo a Sebas.

- Perfecto, ya sabes dónde está todo.

Mientras ella se cambiaba, él se sentó en el sofá del saloncito.

Después de un rato Sebas la llamó:

- ¿Eva? ¿Estás bien?

- Sí, cariño, un momentito.


Sebas siguió en el salón, encendió el equipo de música y dejó sonar el último disco que había dejado dentro.

Baladas de Scorpions. Qué propio pensó, no recordaba cuándo había puesto aquel disco.

Escuchó la puerta del dormitorio, miró hacia el pasillo y vio salir a Eva.

La miró y abrió los ojos como platos.

Ella se había puesto un picardías, transparente, de seda rosa, con unos tirantes de encajes, debajo veía un sujetador también rosa, a media teta, que se las levantaba y las centraba en su pecho. Un tanga también rosa y unas medias negras, sujetas con un liguero rosa. Todo ello culminado con unos zapatos de tacón muy finos y altos.

Se había maquillado, peinado con una coleta alta. Y se había echado perfume.

Sebas la miraba y veía una princesa, un hada de cuento. Estaba espectacular.

- ¿Te gusta?

- Estás impresionante.

- Para ti cariño, gracias.

- ¿Gracias?

- Llevamos juntos, casi tres meses, y nunca has intentado nada…

- Para hacerlo de mala manera…

- Por eso cariño, no hemos tenido tiempo para nosotros, y nunca me lo has recriminado.

- Pero ¿esto es ser pareja no? Compartir lo malo y lo bueno.

- Sí mi niño.


Se acercó a él que seguía sentado, se inclinó y le besó la boca.

Sebas la veía acercándose, se fijó en sus tetas, en su cuerpo, era perfecta, no había ni un gramo de grasa fuera de su sitio.

Ella se puso de pie otra vez y se giró sobre si misma.

- ¿Qué te parece?

Sebas se fijó en el culo redondo y prieto de Eva. El rabo se estaba poniendo durísimo.

- Estás espectacular.

- Mira, cariño, esto es lo mejor.


Entonces se acercó a él, y soltando un broche de cierre en el lateral del tanga, la abrió, y se la quitó.

- Ostias.

El coño de Eva, hoy arregladito, con los pelos justos rodeando el chirri, apareció jugoso.

Tantas veces lo había tocado, lo había pajeado, pero hoy por fin, lo veía claramente, frente a él. Tenía los labios cerrados, había que abrirlos con cuidado para ver la jugosidad del interior.

Sebas se acercó, con cuidado, aun sentado, acercó su boca y comenzó a comérselo, con cuidado, abriendo el coño con los dedos, enterrando su lengua, llenándose de sus jugos.

Ella le agarró las manos.

- Vamos a la cama, quiero follar toda la noche.

Pasaron la noche follando, follaron nada más llegar, con brío, salvajemente.

Descansaron, follaron con suavidad, queriéndose, notándose, amándose.

Ella le folló a él, le cabalgó, le sacó hasta la última gota con sus labios, acariciándole con su lengua.

Él la folló, desde atrás, sobre ella, y descargó sobre sus tetas.

Estaban agotados, extasiados, derrumbados y durmieron.

El sol daba en la cara de Sebas cuando abrió los ojos, pero lo que le despertó fue la boca de Eva chupándole el rabo, con tranquilidad, con pausa, recreándose en cada milímetro de piel.

Le lamió los huevos, le lamió la polla, la absorbió, jugueteó con el glande.

- Me corro Eva.

Ella le miró a los ojos, y la mantuvo dentro de su boca.

Sebas cerró los ojos, se estremeció y soltó otro chorro de leche.

Ella lo acogió en su boca con cara de satisfacción, relamió todo, sin dejar de mirarle. Y se lo tragó.

Zaragoza 2004

El domingo por la tarde entraban en la casa, sonrientes, felices.

- ¿Hola? ¿Hay alguien en esta mansión? Gritó Sebas.

Del fondo, junto al salón de la barra tan frecuentado salió la voz de Charo.

- Aquí, estamos aquí.

Entraron en la sala, junto al famoso salón.

Allí estaban todos, menos Julia y Arenas

- ¿Qué tal? preguntó Merche.

- Muy bien respondió Sebas.

- Íbamos a ir a cenar ¿os venís? Añadió Eva.

Se miraron entre ellos y haciendo gestos de afirmación, se fueron preparando.

Mientras esperaban a que bajaran todos, Alberto salió a la entrada principal, y se encendió un cigarro. Sebas y Eva salieron con él.

- ¿Qué tal en Madrid? Te ha gustado?

- Lo poco que he visto, me ha encantado
respondió Eva.

- Madrid tiene mucho que ver… decía Alberto.

Y siguieron hablando de Madrid, Merche se incorporó a la conversación, luego Charo que había estado alguna vez, pero quería volver.

Luis y Sebas se quedaron un poco atrás.

- ¿Qué tal? Preguntó Luis.

- Espectacular dijo Sebas sonriente.

- Me alegro tío, y le dio un manotazo en el hombro.

- Estoy enamorado de la ostia, tío, esto es maravilloso.

- Ja, ja, ja, ¿qué quieres darme envidia?

- No, joder, te informo, eres mi amigo ¿no?

- Claro, me alegro cabroncete.


Durante la cena siguieron hablando de Madrid, y casi a los postres entró Arenas en la sala.

- Has vuelto dijo Luis.

- Pues sí.

- ¿Qué tal con Julia? I
nterrogó Merche.

- Bien, bien.

Charo se fijó en su expresión, no le gustó.

Terminaron de cenar y volvieron a la casa. Eva aquella noche sí volvió con ellos.

- Sebas no te he contado una cosa le decía Eva a Sebas.

- No me asustes.

- Que tonto eres, en serio.

- ¿Qué?

- He hablado con mi tío. Yo hacía turnos porque no tenía otra cosa que hacer, y es mi familia…

- ¿Y?

- He pedido marcharme del restaurante, mi padre hace mucho que me decía que me fuera al hotel, a la oficina…

- ¿Al hotel?

- Sí, él quiere que lleve las cosas de la oficina que me entere de todo, para que algún día…

- ¿Y no querías?

- No quería ser la hija del jefe…

- Eres la hija del jefe.

- Ya, pero ahora es distinto, quiero estar más tiempo contigo.


Sebas la besó, le echó el brazo por los hombros y siguieron el camino hacia la casa.

- ¿Te quedas esta noche?

- Sí cariño, contigo.


Charo se acercó a Arenas, fue ralentizando el paso con él, hasta que quedaron rezagados del resto.

- ¿Qué te pasa?

- Nada, estoy bien.


Charo se paró, le agarró, y le dijo.

- Mírame. Mírame.

Arenas la miró.

- ¿Qué te pasa?

- No es nada.

- Cuéntamelo y te digo si es grave.

- Julia…

- ¿Qué ha pasado?

- Que no le baja.

- ¿No le baja la regla? ¿desde hace cuánto?

- Es la segunda falta.

- ¿Se ha hecho la prueba?

- Aún no, dice que va a esperar un poco.

- Puede ser por cualquier cosa, estrés, nervios…

- Ya. Pero…

- Bueno, no te preocupes, vamos a esperar. Mañana hablo con ella.

- No, no le digas nada, no quiere que os diga nada.

- ¿Seguro?

- Sí, por favor. Le prometí que no os diría nada. Pero tú… a ti te lo digo porque eres tú.

- Gracias Nene
, le besó en la cara.

Durante la siguiente semana el estrés aumentó, las prisas, los problemas. Pero ellos seguían con su ambiente de camadería.

Aquel jueves a primera hora.

- ¿Lo habéis oído? Decía Luis.

- ¿Qué ha pasado? Preguntó Alberto mientras desayunaban en la casa.

- Poned la televisión añadió Luis.

Charo pulsó el botón de la televisión.

- ¿Qué canal?

- Da igual.


En la televisión aparecían imágenes de humo saliendo de un tren.

“Se han producido varias explosiones, que tengamos conocimiento al menos has sido 3 en Atocha, Méndez Álvaro y el pozo”

Todos miraban la televisión con expresión de incredulidad y quizás miedo.

- Os lo dije, os dije que ir a la puta guerra no era bueno decía Charo.

- Aún no sabemos qué ha pasado dijo Luis.

- ¿Lo dudas? Seguía diciendo Charo.

A partir de ahí, los comentarios de todos eran de frustración, de rencor.

Unos opinaban que eran terroristas de España, otros que terroristas islámicos, pero al final todos coincidían en que daba igual, eran terroristas.

Charo, la más crítica, aludía al gobierno que nos había llevado a la guerra de Irak.

Después de ver esas noticias, fueron a la obra, todo el mundo hablaba de lo mismo. Pasaron un día realmente triste, viéndolo desde la distancia, aunque para la mayoría, la gente de Madrid, la preocupación era saber si sus amigos y familiares se encontraban bien.

A la hora de la comida, en el restaurante siguieron viendo las noticias. Era realmente terrorífico lo que veían.

Charo, seguía siendo la más activa en sus críticas.

Eva, entró en el salón del restaurante, con su traje de chaqueta y su chapa en la misma, con su nombre Eva Redondo.

- ¿Está bien tu familia, has hablado con ellos?

- Sí cariño, todos bien.

- Joder, que el fin de semana estuvimos ahí, en esa estación.


Sebas la abrazó y trató de calmarla.

El día pasó así, entre noticias y mucho trabajo.

Al día siguiente a la hora de comer Charo les dijo:

- Esta tarde hay convocada una manifestación, yo voy a ir, quien quiera se puede venir conmigo.

Alicia y Javier se apuntaron de inmediato, al igual que Merche y Alberto.

Luis miró a Arenas y éste le hizo un gesto afirmativo.

- Arenas y yo también.

- Luego habló con Julia, a ver qué dice.

- ¿Dónde está Sebas?
Preguntó Charo.

- En el hotel, ha ido a comer con Eva le confirmó Merche.

Aquella tarde fue muy triste, asistieron a aquella manifestación, con el corazón en un puño.

Una multitud de gente recorrió las calles de Zaragoza, en un silencio atronador, solo roto por aplausos.

Pasaron un fin de semana con una mezcla entre nervios por las noticias que llegaban y los nervios de la obra, que cada vez avanzaba a más velocidad.

Pasaron más semanas, más nervios, más discusiones con proveedores, con trabajadores…

En Abril, con la mejora del tiempo, y con el avance de las obras, comenzaron a tener un poco de descanso, el que no habían tenido en los fin de semana anteriores.
 
Que bien que por fin Javier y Alicia estén juntos y ella esté bien y haya superado la enfermedad.
Por otra parte creo que Lourdes y Alberto deberían terminar juntos si se aman aunque lo siento por Gerard, pero si al que ana es a Alberto, debería ser sincera con él.
 
Recuerdo cuando yo tomé partido un poco por el esposo de Alicia.

Es que sabiendo que ahí estaba el amante, además van a su casa a pasearse gente que no le gustaba y apañaba eso, encima lo golpean, pues...
 
Capítulo 35
La visita
Zaragoza 2004

Un lunes de abril, a media mañana, Alicia corría por la obra en dirección al módulo de Alberto.

- Mañana viene don Julio dijo casi sin poder respirar.

- Joder, me lo dijo en navidad. Se me había pasado.

- Pues mañana por la mañana estarán aquí.

- ¿Estarán?

- Sí, me ha dicho que vienen varias personas del estudio con él.

- Bueno pues a recibirles y sonreír.

- Dile a Javier que venga a verme por favor.

- Voy.


Alicia salió del módulo en busca de Javier, le encontró en el edificio principal, estaba supervisando la colocación del riego por goteo para las jardineras del halll.

- Javier, Alberto quiere que vayas a verle.

- ¿Puede esperar un minuto?

- Creo que sí.


Agarró a Alicia de la mano y entró con ella en una sala, por detrás de lo que sería el mostrador de información del palacio.

Una vez dentro, cerró la puerta y besó a Alicia. Ella se dejó querer.

- Te quiero Alicia.

- Y yo a ti, pero estás loco. Vámonos.

- ¿No te gustaría echar un polvo aquí? ¿En mitad de la obra?

- ¿Estás loco?,
dijo Alicia con cara de sorpresa.

- Vamos cariño, aquí, entre el polvo de la obra.

- ¿Qué dices?

- Era broma cariño. Vamos
Y dándole un besito en los labios añadió - que ingenua eres algunas veces, me encanta.

Salieron de aquella sala y fueron directo a ver a Alberto.

- ¿Querías verme?

- Sí, Alberto, mañana viene el jefe. Hay que limpiar un poco la zona de obra, y el hall del palacio.

- Está todo bastante presentable.

- Mejor, así hay menos que quitar de en medio. No quiero cajas, herramientas, andamios abandonados…

- Te he entendido, me pongo a ello.

- Gracias.


Javier puso a una cuadrilla a recoger cajas y herramientas sueltas, casi a la hora de la comida, el revuelo que se había organizado era considerable. Había operarios buscando sus herramientas y Javier tratando de calmar los gritos.

- A ver, a gritos no se entera nadie. Decía Javier.

- Mi máquina de taladrar, estaba ahí, ha desaparecido decía un hombre con ropa de trabajo gris y un anagrama de una empresa eléctrica.

- Vale, ¿y qué hacía tu maquina ahí tirada?

- Nada, estaba ahí.

- ¿Y tú te dejas la herramienta por ahí?


Charo se acercó.

- ¿Qué pasa César? Dijo en tono serio y mirándole fijamente.

- Mi taladro, estaba ahí, y ahora no está.

Javier miró a Charo, Charo solo con esa mirada entendió.

- Y estaba ahí solo, ¿lo habías dejado para que hiciera amigos?

- No joder, he ido a otra cosa, y mientras…

- A ver, sabéis que está prohibido, repito prohibido dejar herramientas tiradas por el suelo, llevo toda la puta obra diciéndooslo.

- Pero no estaba tirada, estaba.

- Estaba aparcada
dijo Javier.

- Alguien pagará por la máquina, si la han robado…

Javier le miró, y se acercó a él, y muy serio le dijo:

- Mira, ¿César? En esta obra, las normas las pongo yo, los gritos, los doy yo, y las amenazas las hago yo. Aquí, nadie ha robado nada a nadie, a la próxima acusación, te vas de la obra. Por cierto, tu taladro, está allí señaló con la mano al cuarto tras el mostrador de información. Acércate, con educación y respeto, y se lo pides al chico que está allí.

- Pero estaba…

- César, te he dicho que aquí los gritos los doy yo, la próxima vez, te quedas sin máquina.


César dio la vuelta, con un rebote considerable, no tanto por la posible pérdida de la máquina, sino por la charla pública que se había llevado.

- Perdona Charo, sé que son de los tuyos…

- No pasa nada, todos los putos días, les digo lo de la herramienta. Pero ¿por qué hoy?

- Mañana hay visita, son órdenes de Alberto, quiere todo presentable para su jefe.

- Acabáramos, jajajja.


Por la tarde, más relajados, compartieron unas cervezas en el jardín trasero de la casa.

- Ahora que estamos todos, os comento, mañana hay visita, vienen los jefes de Madrid les explicó Alberto.

- Pues nos ponemos las galas y les impresionamos dijo Sebas - Creo que la ropa de nochevieja está aún en el armario.

Eva le dio un codazo.

- No hace falta hacer nada especial, seguiremos trabajando como siempre. Sugirió Alberto.

- ¿Son muy perros? Preguntó Charo.

- Mucho, sobre todo el tal Sanchís dijo Merche riéndose.

Los demás la miraron extrañados.

- Es su tío aclaró Alberto.

- Por eso trabajas tú aquí, inútil dijo Charo.

- Por eso y por liarme con el director jajaja añadió Merche colocándose las tetas.

- Guarrona reía Charo.

Al día siguiente, en la obra, todos siguieron haciendo sus trabajos, como cualquier otro día.

Pasadas las 12 de la mañana llegaron dos coches, grandes, con las lunas negras. Aparcaron junto a la verja de la obra.

Alicia los veía desde la ventana de su módulo. Se levantó de la mesa, se limpió el polvo de la ropa, se puso el casco, como siempre y salió a su encuentro.

Del primer vehículo bajaron Don Julio y el Sr Sanchís, acompañados de José Alberto y Lucas, un ingeniero del diseño, que ahora estaba a cargo de José Alberto para incorporarlo a la 7.

Del otro vehículo bajaron el Señor Salgado, Lourdes, Fernando uno de los arquitectos del diseño, también a cargo de José Alberto y una chica joven, que Alicia no identificó.

- Buenos días. Dijo Alicia.

Todos se alegraron de ver allí a Alicia.

- Buenos días dijo Don julio dándole dos besos – ¿Cómo estáis por aquí?

- Bien Señor, trabajando, ¿Han tenido buen viaje?

Los demás se fueron acercando a Alicia.

- Guapa, que alegría verte dijo José mientras le daba dos besos y le presentaba a los dos jóvenes, Lucas y Fernando.

- Tenéis que esperar aquí, os hacen un pase y entráis. Dijo Alicia.

Alberto se acercó al grupo.

- Buenos días. ¿Qué tal están?

- Hombre Alberto,
era Sanchís Le extendió la mano. ¿Qué tal?

- Pues avanzando. ¿Ninguno trae casco?

- Nosotros sí, dijo José Alberto que se acercó a Alberto y le dio un abrazo.

- Mira Lucas y Fernando, participaron en el diseño y se van a incorporar a la7 en Madrid.

- Encantado,
y girándose, les señaló el edificio y añadió –Vuestro diseño, espero que se parezca a lo que dibujasteis.

- Desde aquí se parece, es impresionante dijo Fernando.

- José, en aquel módulo está mi oficina, dejad allí vuestras cosas, y que alguien os vaya enseñando esto.

- ¿Los pases?


Alberto entró en la caseta de la entrada, en el módulo y pidió tres pases.

- Luego os doy los datos, pero es para que vayan avanzando, son del diseño, compañeros de Madrid, los otros vienen de paseo jajaja.

Los dos chavales del módulo se rieron y le dieron tres tarjetas con la palabra “staff”

- Tomad, no hace falta que os de las normas de seguridad ¿verdad? Dijo Alberto.

- Pasad de él, es que se pone muy tonto cuando está de jefe, les decía José a los dos acompañantes.

- Otros son tontos siempre, es lo que hay añadió Alberto riendo.

Se giró y volvió con los jefazos, hasta ese momento no se había fijado en Lourdes:

- Guapa, ¿cómo te han liado? Y la abrazó y le dio dos besos.

- Don Julio me preguntó si quería venir… y aquí estoy. Hacía mucho que no pisaba una obra.

- Pues espero que te guste ésta.

Alberto entonces se fijó en la otra chica, la chica se quitó las gafas de sol y le miró a los ojos fijamente.

- Hola Mónica ¿Qué tal?

- Muy bien, a ti ya te veo que también estás muy bien.

- Me alegro de verte
. Le dio dos besos y se acercó a los jefes.

- Si pasan al módulo, les preparan los pases, ya saben órdenes de los jefes.

- Estos jefes, tienen unas cosas
dijo Don Julio, mientras entraban al módulo.

Alberto sin hacer caso a Mónica se acercó a Lourdes que charlaba con Alicia.

- Me lo dijo ayer Don Julio, me pilló por sorpresa decía Lourdes.

- ¿Hasta cuándo os quedáis?

- Pues Don Julio me dijo que volveríamos el viernes, pero no sé, porque José me dijo que si quería que nos quedábamos aquí el fin de semana con vosotros.

- Pues entonces ya está, planificamos algo para el finde
decía Alicia.

Mónica apartada de la conversación, miraba escondiendo sus ojos tras las oscuras gafas de Sol.

- Perdona Alberto. ¿No me vas a presentar? Dijo la joven.

- Perdona Mónica, pensaba que os conocíais. Habéis venido juntos.

- Pues no.

- A ver Alicia, Lourdes, esta señorita es Mónica Salgado, estudiante de arquitectura de segundo año y so bri na del Señor Salgado
. Esto último lo dijo remarcando las silabas de la palabra sobrina.

- Un placer dijo Lourdes.

- Encantada añadió Alicia.

Los jefes salieron del módulo con sus pases colgados de la solapa, y el casco de visita que les prestaron en la caseta.

- Alicia, ¿te quedas con ellas, y ahora os unís?

- Yo me encargo.


Alberto entonces acompañó a los jefes por la obra, mientras les iba explicando.

Estaban en la rampa de bajada al parking, a la derecha del edificio principal y Sanchís preguntó.

- ¿Aquello es el centro de transformación?

- Correcto.

- Ese no estaba más adelante en los planos, creo recordar.

- Sí, recuerda bien, pero Charo de sistemas eléctricos y Merche decidieron retrasarlo, al igual que los cuartos de contadores del parking.

- ¿Por alguna razón en concreto?
Preguntó Salgado.

- Cuando íbamos a echar el hormigón, se dieron cuenta de que con la ubicación en la que estaban, tendríamos problemas para conducir las acometidas, porque justo ahí, señalando la rampa, está la zapata de aquel pilar y atraviesa para sostener la rampa, hasta allí.

- Esos cambios son muy frecuentes en obra dijo Salgado.

- Sí, pero aquí se hizo antes de echar la solera de hormigón, nos ahorramos zanjas, hormigón y horas de trabajo.

- Interesante, por cierto ¿y Merche?
Dijo Salgado.

- Pues debe estar… Alberto miró alrededor y la vio a lo lejos, en la entrada de uno de los edificios laterales, concretamente el restaurante.

- Allí esta
dijo Sanchís.

- Pues vamos a verla añadió Don Julio.

Alberto caminó con los jefes, haciendo apuntes sobre algunas cosas que veían.

- Merche, cariño Dijo Sanchís.

Merche se giró y vio a los tres hombres con Alberto.

- Tío, ¿qué tal está? Le abrazó y le besó.

Los demás hicieron lo mismo.

- Déjenme que les presente. Ella es Charo de…

- De sistemas eléctricos. Encantado señorita
dijo Sanchís.

- Exacto de Sistemas eléctricos añadió Merche, intentando adivinar porque sabía eso su tío.

Charo les saludó y los tres hombres se interesaron por saber cómo se dieron cuenta del error, del centro de transformación.

La charla continuó un buen rato, entre los jefes y las dos mujeres.

Alberto se disculpó y les dijo que les esperaba en el hall del palacio.

Al entrar al edificio vio a Javier que hablaba con Alicia y las chicas.

- ¿Ya os conocéis?

- Nos acaban de presentar
dijo Lourdes.

- Este es el puto amo aquí dijo Alberto.

- Claro, siempre y cuando haga lo que tú digas jajaja.

- Error, siempre y cuando hagamos, lo que diga Merche respondió Alberto y todos se echaron a reír.

Alberto vio que Mónica se separaba del grupo, pero no hizo ninguna intención en acercarse a ella.

El otro grupo entró en el edificio, y se sorprendieron al ver lo avanzado que estaba todo allí dentro.

- Impresionante Alberto, cómo habéis avanzado.

- Culpa de este Señor, que es el que agita el látigo, el que de verdad manda, Javier Magalán de construzar.

- Encantado Don Javier.

- Por favor señores, Javier, solo soy un jefe de obra de Zaragoza.

- ¿Es usted de aquí?

- Sí señor.

- Muy buena tierra esta
decía Salgado.

Con la ayuda de Javier fueron viendo más estancias, recorrieron las distintas plantas, les informaron de plazos para poner en marcha algunas instalaciones.

Los tres arquitectos estaban impresionados por los avances y por el resultado.

Cuando entraron en el auditorio, los rostros pasaron de Impresión a admiración, era realmente espectacular. Miraban al techo y no se notaba ni una sola unión, todo estaba perfectamente rematado.

El techo de madera, con la forma abuhardillada, se contoneaba recorriendo el espacio entre la pared de la entrada, para ir a morir sobre la vertical, antes del escenario.

- Faltan las butacas, pero si las ponemos ahora, se me vienen los obreros aquí a dormir dijo Javier.

- Será de lo último ¿verdad?, apuntó don Julio.

- Sí, en serio, es mejor instalarlas cuando todo esté acabado, para evitar desperfectos.

- La empresa está avisada, y tiene todo preparado para venir al día siguiente de que les llamemos añadió Merche.

Los tres señores estaban encantados.

- ¿Y aquí dónde se come? ¿dónde toman ustedes unas cervezas fresquitas? Dijo Sanchís.

- Pero nos falta gente añadió Don Julio - No he visto a Arenas ni a Sebastián.

- Ni ha conocido a Julia, ni a Luis.
Añadió Alberto.

- Creo que estaban los tres repasando las cubiertas de los edificios pequeños, para no tener los problemas de ésta. Y Julia hace un rato la vi en el parking, supervisando a los del cableado de comunicaciones Dijo Merche.

- ¿Habéis tenido problemas con la cubierta? Preguntó Sanchís.

- Un problema menor, Luis se dio cuenta de que no podían poner los remates, ocultando las conexiones y sin agarrarse a las estructuras. Explicó Merche.

Salieron del auditorio y todos miraron al techo, efectivamente no se apreciaba nada.

- Y se ve que lo solucionó. Dijo Salgado.

- Es el ingeniero de estructuras, se reunió con Merche, se tiraron un día entero subidos allí arriba, pero solucionado está. Añadió Alberto.

Pues tengo interés en conocer al tal Luis dijo Sanchís.

- ¿Me perdonan un momentito? dijo Alberto y se acercó a Alicia.

- ¿Os habéis acordado de avisar en el restaurante?

- Claro, les llamé esta mañana, y hace un rato les he confirmado cuantos éramos.

- Eres un sol... Vamos yendo al restaurante, que tienen sed, y yo más. Jajaja.


Por el camino, Salgado y Don Julio fueron acribillando a preguntas a Alberto y Javier.

Lourdes iba con Alicia, hablando animadamente, por detrás de ellas Mónica, caminaba sola.

Y a unos metros de distancia por detrás Sanchís, agarrado del brazo de su sobrina.

- Te veo muy bien, muy guapa.

- Gracias tío.

- Te cuida mucho eh.

- Es muy bueno, como jefe, como arquitecto y como pareja.

Y yo me alegro hija, por cierto, que tu madre os manda muchos besos y abrazos.

- Pobrecita allí sola en Madrid.

- Ella no necesita a nadie, le dije que se fuera a mi casa mientras yo estaba aquí, que María la trataría muy bien. ¿Sabes qué me dijo?

- Conociéndola, cualquier cosa.

- Que mejor se quedaba en su casa, y que le diera libre a María.

- Es ella. Lo habrás hecho. ¿No?

- Claro. Sois iguales.
 
Capítulo 36
Zaragoza
Madrid 2019

Durante la comida, Javier y Alicia le contaron a José, Lourdes y Alberto todo lo que había dicho el doctor Morales.

- Ha dicho que, aunque está limpia, queda un tratamiento, menos agresivo, pero que se aplica igual que la quimio… contaba Javier.

- Pero eso genial dijo Lourdes.

- Sí, pero hay que ser cautos, tiene que tener cuidado con el brazo, imagino que por la falta de defensas…

- Aun así, vamos a ser realistas Alicia, todos nos temíamos lo peor dijo Alberto.

- Lo sé, yo también. Dijo Alicia.

José escuchaba sin decir nada, se acordaba de lo que él mismo pasó en su día. Sin ser igual de peligroso que lo de ella. Recordó que Alicia le llamaba, prácticamente a diario para saber cómo seguía.

- Yo de todas formas he flipado cuando el doctor me ha llamado Manolo. Contó Javier.

- Ha sido gracioso, pero es normal, Manolo no ha venido conmigo nunca a las sesiones, ni a la consulta…

- Es gracioso, pero a la vez indignante, coño, que eres su mujer. La madre de sus hijos…dijo Lourdes.

Los ojos de Alicia empezaron a mojarse…

- Perdona Alicia, no tenía que haber dicho eso.

- No es por eso, Da igual. Mis hijos tampoco han venido nunca. He pasado las sesiones de quimio con Alberto, con José o contigo, y a las consultas siempre has venido tú. Los bajones después de las sesiones los he pasado con vosotros. Charo, Julia… no han dejado de llamar en ningún momento. No espero nada de ellos, es muy triste, pero parece que no tenga marido ni hijos… ¿Sabéis que a esta hora, aun no me ha llamado ninguno de los tres, para saber que me han dicho? Charo me llamó hace un rato, cuando salíamos de la empresa y Julia me ha mandado un WhatsApp. Vosotros sois mi familia…

Javier le agarró la mano, la acarició.

José añadió.

- Los amigos son muy útiles en estos casos, ayudan mucho. Pero la familia es el mejor apoyo que se tiene. No me puedo ni imaginar cómo lo has pasado…

- Bueno, no nos pongamos tristes, vamos a brindar dijo Alicia.

- Venga, por Alicia dijo Alberto.

- No. Por mí no, por vosotros. Y porque me marcho a Zaragoza.

Javier soltó la copa, y la abrazó.

- ¿De verdad?

- Sí, cariño. Quiero intentarlo.

Los demás miraban con ternura la escena. Lourdes, sentada junto a Alberto, le miró y pensó en porque ella no tenía el valor de tomar esa decisión.

Al día siguiente Alberto se reunió, como cada viernes con Miguel.

- Buenos días Miguel.

- ¿Alberto?

- ¿Qué tienes?

- Que bien vi ayer a Alicia, que alegría me dio.

- Está muy bien, sí.

Miguel se levantó de la mesa y se dirigió al otro lado del despacho, a la mesa redonda de reuniones.

- Ven, lo vemos aquí.

Abrió una puerta el armario, junto a la mesa, y sacó una carpeta…

- Toma. Esto es la lista de empresas que forman parte del consejo de administración del estudio.

- Esa información la tengo, mi gente sabe hacer su trabajo…

- Sí, pero no quienes forman parte de esas empresas.

- ¿Cómo?

- Tú, imagino, tendrás la lista de los miembros, y a qué empresas pertenecen. Yo voy más allá, te digo de quién es cada empresa. Quién forma sus consejos, sus accionariados.

Alberto iba ojeando los papeles.

- Te vas a sorprender con algunos.

Vio construzar, y leyó los miembros de aquella empresa, nada resaltable, eran los dos hermanos de Javier, y en menor medida, el propio Javier.

- Llévatelo, y lo miras, pero tengo claro que algo está pasando aquí. Alberto, te dije el otro día que no sabía nada, hoy me ratifico en mis palabras y añado, no sé nada, y nunca haría nada que te perjudicara, nunca. Para mí, tú, eres el estudio, tú eres el alma de la empresa, eres la persona que mi padre y sus socios eligieron para avanzar. Jamás te haría nada que pudiera perjudicarte.

- Pero…

- No hay peros. Cuando lo veas, vuelves y lo hablamos.

- Gracias Miguel.

- De momento, como bien dijiste el otro día soy el director y algo podré hacer, he parado el expediente, lo tengo retenido.

- Eso nos da tiempo para investigar.

- Exacto, con lo que sea, me avisas. Quiero llegar al fondo.

Alberto salió de allí, pensando en aquella documentación, y acordándose que Lourdes le había dicho que tenía algo, y finalmente no se lo dio.

Durante aquella mañana llamó a Lourdes y quedaron en el despacho de José.

- Esto es lo que me ha dado Miguel…

- Buff, eso es la ostia, yo tenía algunos nombres, pero eso es súper completo.

José les miraba sin entender.

- ¿Qué significa tener esos nombres? ¿Para qué nos vale?

- Hay que tirar de los hilos, para ver qué se mueve dijo Lourdes.

- Pues me pondré a tirar, tengo todo el finde para hacerlo.

- ¿El otro día comentasteis que Miguel y Carlos estaban en esos papeles que accedían a empresas y las vendían o algo así? Preguntó José

- Eso es lo que me tiene preocupado, No sé de qué va Miguel dijo Alberto.

Alberto pasó el fin de semana, leyendo y resumiendo papeles, Javier y Alicia le ayudaron mucho, sobre todo Alicia que creó una base de datos para poder hacer búsquedas cruzadas.

La semana siguiente, Alberto se centró en el trabajo, que últimamente tenía un poco abandonado. Y Javier y Alicia la pasaron arreglando papeles, visitando a una abogada para formalizar la separación, recogiendo cosas de casa de Alicia. Por supuesto llamaron al Doctor Morales para comunicarle que se iban a Zaragoza.

Zaragoza 2019

Era casi la hora de comer de un lunes de abril, la temperatura comenzaba a subir, y el sol iluminaba la ciudad.

El coche de Javier, con Alicia sentada a su lado, entró por la calle, Charo desde la puerta del local les vio. Salió hasta mitad de la calle y empezó a agitar el brazo.

Javier aparcó un poco antes del local. Charo daba saltitos junto al coche.

- Alicia, Alicia.

Alicia salió del coche y se abrazó a Charo.

- Que ganas tenia de verte aquí.

- Pues ya estoy aquí.

- Y qué bien estás.

- Bueno ¿y la peque? ¿Dónde está?

- Ahora la trae Bernardo del cole.

- Que ganas de conocerla.

- Ven que te enseñe la oficina, el local.

- Espera un poco Charo, que vendrá cansada decía Javier.

- No te preocupes cariño.

Charo abrazada a Alicia la guio hasta el local. Una fachada de acero inoxidable y cristal, con un rótulo en el que se leía “Reformas Integrales Decoración JARCHA”

- ¿Jarcha?

- Javier Reformas Charo, es muy original rio Charo.

Entraron en el local, había una exposición, con muestras de materiales para solados, alicatados, había maderas, tarimas, papel pintado.

Un par de mostradores y una estantería trasera con álbumes de fotos.

En esa misma pared, dos puertas, en la de más a la derecha, ponía ASEOS, en la otra más cerca de los mostradores ponía OFICINA.

Charo abrió esta última y entraron, una gran sala con varias mesas y ordenadores, archivadores y una cristalera a la derecha atravesando toda la estancia, separaba aquella sala de un despacho, en el que había dos zonas de oficina, y otra mesa con varios monitores.

Señalando a las mesas de oficina Charo dijo.

- Ese es la de Javier, aquella la que uso algunas veces, y éste es mi sitio de dibujar.

- ¿Dibujas tú?

- Al principio me costaba, pero a base de cursos y tiempo, mira qué cosas hago.

Y empezó a enseñarle dibujos en 3D de locales comerciales, salones, dormitorios…

- Qué bueno, como me gusta. ¿Y yo dónde me voy a sentar a trabajar?

- ¿Tu? Tú estás jubilada.

- Estoy de baja, no jubilada, si vengo aquí, me tendréis que contratar…

Charo la miraba, extrañada, no había contemplado aquella opción.

- Es broma Charo, es broma. Si os tengo que ayudar vengo a ayudar, pero no quiero meterme en vuestro negocio. Bastante habéis hecho por mí.

Charo la volvió a abrazar.

- Que contenta estoy.

- Por cierto, Alicia se separó de Charo, y señalándole el pecho – ¿Qué ha pasado ahí?

- Ja, ja, ja, Charo cogió las manos de Alicia y se puso una en cada teta – ¿A que molan? Estoy encantada, mira que tetas.

- Pero ¿cuándo?

- Hace por lo menos dos años, ahora me miran el escote cuando voy por la calle.

- Estás loca, me encanta. Que alegría estar aquí contigo.

Se volvieron a abrazar.

La puerta de cristal se abrió de golpe, sonó una campanilla y una vocecita gritando.

- Mamá, mamá.

Alicia se giró hacia la puerta y vio a una pequeñaja de unos seis años, morenita, con rizos negros en la cabeza y muy alegre.

Vino corriendo y se abrazó a las piernas de Charo, que la alzó en sus brazos.

- Te presento a Nerea, mi niña.

- Que preciosa, madre mía, es clavadita a ti.

- ¿A que sí? Nerea dale un beso a Alicia.

Nerea estiró el cuello, puso los labios en forma de beso, y al notar el contacto con la cara de Alicia y dijo.

- Muack.

Siguieron contándose batallas, como dos viejas amigas. Mientras Javier, con la ayuda de Bernardo, descargaba las maletas y las cajas.

Cuando acabaron, las fueron metiendo al portal, junto a la puerta del local y las subieron al piso de Javier.

Después bajaron a reunirse con las chicas.

- Bernardo, que alegría verte. Está guapísimo.

- Tú sí que estás guapa.

Se abrazaron y se dieron dos besos.

Bernardo, sosteniéndola de la mano, se apartó de ella, contemplándola.

- ¿Qué haces para estar así?

- ¿A que está buena? Decía Charo. - Estás impresionante, los años para ti no son problema.

- Que exagerados sois. Estoy delgada de por la quimio y mira que arrugas decía Alicia señalándose la cara.

- Mira, las mías, decía Charo, y soy mucho más joven que tú.

Javier les miraba desde la puerta divertido. Había soñado muchas veces con tener a Alicia allí, a su lado, con él.

Nunca lo había desestimado, pero sabía que era tarea casi imposible, por eso sus relaciones con otras mujeres, nunca llegaban a buen puerto. Se empeñaba en comparar a todas con Alicia. Charo en muchas ocasiones le decía “como Alicia no hay nadie” y él sabía que era cierto.

Dios cuanto quería a esa mujer.

Los cuatro amigos con la peque correteando detrás de su madre, subieron a casa de Javier, Charo, se había encargado de que la casa estuviera decente para cuándo llegará Alicia, y además había preparado comida.

Alicia entró en aquella casa, y no pudo evitar recordar la primera vez que atravesó aquella puerta, aquella noche, ahora tan lejana en el tiempo, tan cercana en su mente.

Javier, intuyó en qué pensaba Alicia y la abrazó.

- Te quiero Ali.

Durante la comida la pusieron al día del negocio, de las obras que hacían, de los empleados que tenían en la oficina.

- Si seguimos así de bien, lo mismo tenemos que trasladarnos a otro sitio más grande decía Javier.

- Pero, te acuerdas, no queríamos ser una empresa grande comentó Charo.

- Bueno, seremos una empresa pequeña, en un local grande.

Bernardo les miraba y añadió dirigiéndose a Alicia.

- Llevan con eso, no sé, los últimos 8 años.

- Pero esos son los que tiene la empresa dijo Alicia.

- Pues eso, añadió Bernardo riendo.

- Hablando de todo un poco, ¿cuándo vamos a ver a Julia? Preguntó Alicia.

Charo miró a Bernardo, y dijo.

- Julia hace un montón de años que no vive en Zaragoza, se fue a vivir a Pamplona.

- Anda ¿y eso?

- Cuando dejó la obra, al poco tiempo se fue allí. Yo la vi un par de veces, que vino a gestionar algo, pero ya no la he vuelto a ver.

- Pero sigue en contacto, el grupo de WhatsApp…

- Sí, por teléfono, he hablado algunas veces.

- Bueno ¿y qué sabes? ¿cómo le va?

- Pues… Se casó, con un chico de Pamplona, bueno de al lado, y estuvieron juntos, no sé cuántos años, pero luego se separaron, y se divorciaron.

- Qué pena, que mala suerte ha tenido esa chica… añadió Alicia.

Bernardo levantó la mirada de su plato y miró a Charo. Ésta le miró y añadió:

- Bueno, pero vamos a hablar de otra cosa dijo Charo ¿Qué tal Alberto y Luis?

La conversación continuó, Javier y Alicia le contaban cosas de Alberto y Charo reía con las ocurrencias de Alicia.

A los pocos días Alicia y Javier se acercaron al Hospital provincial, todo el expediente de Alicia ya estaba allí y la doctora Oliva, les atendió con mucha amabilidad, y les explicó todo lo que había que hacer de ahora en adelante.

- De momento, según lo que ha mandado el doctor Morales, hasta… Miró el calendario sobre la mesa. - Hasta finales de Mayo, podéis estar tranquilos, ahora os daré cita, y entonces empezamos con el tratamiento.

- No tenemos que tener ningún cuidado especial, aparte de lo del brazo… preguntó Javier.

- No, no es necesario. A ver, es importante que adquieras rutinas Alicia, no te metas en casa, tienes que salir, pasear, que te dé el sol, menos en el brazo, y si es posible, busca algo que hacer que te ocupe tiempo…

- Eso es fácil doctora, esta misma tarde la pongo a hacer presupuestos…

- Eso sería maravilloso, en serio, esas tareas que requieren atención y esfuerzo mental, son las más adecuadas. Pero no te dejes explotar Alicia, que te ponga un buen sueldo dijo la doctora riendo.

- Lo intentaré, me hace ilusión trabajar, quién me lo iba a decir jajaja dijo Alicia.

 
Capítulo 37
Encerrona
Zaragoza 2004

En el restaurante, pasaron al salón del equipo, la mesa estaba montada para todos. Mientras esperaban a que llegaran los demás. Laura, la camarera les preguntó si querían beber algo.

Todos pidieron bebidas que Laura se encargó de traer.

Don Julio se acercó a Alicia.

- ¿Esto es lo que negociaste para las comidas?

- Para las comidas y las cenas, tenemos ahí detrás, señalando a las mesas corridas junto a la pared, conexión a internet, y hasta una impresora allí.

- Anda, que bien.

- Además, después de hacer lo de la casa, conseguimos que las comidas y las cenas, las incluyeran en lo pactado por la reforma.

- Alicia eres una joya decía Don Julio.

Alberto se acercó.

- Y se quita méritos, no solo sacó las comidas, las cenas, tenemos desayuno en la casa todos los días, además su comida de hoy está incluida y el alojamiento también. Tenemos cedida la casa entera y eso incluye todas las dietas de todos los que se alojan.

- Impresionante. Entonces… Javier, Charo... ¿también se alojan en la casa?

- No, Javier vive en Zaragoza, igual que Julia, en la casa están Charo, Luis y nosotros explicó Alberto.

- Pero ¿ellos no pagan entonces?

- Sí, nos pagan a nosotros, al estudio vamos, todos los meses, preparo la factura y se la doy a Luis y a Charo, y sus respectivas empresas le pagan al estudio. Contó Alicia.

- Estoy impresionado, de verdad.

En ese momento, entraban por la puerta Arenas, Sebas, Luis y Julia.

- Perdón por el retraso dijo Arenas.

- No hay nada que perdonar, estáis haciendo un trabajo excelente dijo Sanchís que se acercó a ellos y se presentó.

- Señorita, caballero, soy Elías Sanchís.

- Ellos son Julia, se encarga de servicios informáticos y comunicaciones, él es Luis… explicaba Arenas.

- El ingeniero de estructuras terminó Sanchís.

Ambos saludaron e hicieron un gesto al resto del salón.

Julia se acercó a Arenas.

- Que de gente ¿no? Qué vergüenza.

- Ahora nos sentamos a comer, allí al fondo, y ni nos enteramos que están.

Sebas que le había oído, añadió.

- Hacednos sitio a Luis y a mí jajaja.

Los cuatro rieron y disimuladamente fueron pasando al fondo del salón, pero José, acercándose a Luis, le invitó a sentarse junto a ellos, para charlar de la estructura con los dos jóvenes.

La comida pasó, la gente hizo diferentes corrillos, y hablaban entre ellos, el grupo principal, se había formado al principio de la mesa con los 3 jefes, Alberto, Javier y Merche, que estuvieron resolviendo todas y cada una de las dudas y preguntas que hacían los jefes.

Más adelante en la mesa, Luis, José Alberto y los dos chicos nuevos charlabas sobre el proyecto, y concretamente sobre la estructura.

Les seguían, Alicia, Lourdes y Charo, que tenía a su lado a Mónica, aunque ella estaba hablando con Sebas, Arenas y Julia, en el extremo opuesto a los jefes.

Cuando terminaron de comer, Don Julio, se levantó y propuso un brindis.

- Señoras, Señores Por favor, quiero proponer un brindis por cada uno de ustedes, que está realizando una tarea encomiable, un valiosísimo trabajo. Gracias.

Todos jalearon, y alzando sus copas, brindaron.

Don Julio, mirando Javier y Alberto les dijo.

- Tendremos que ir a ver la casa ¿no?

- Si quieren dormir esta noche en ella, tendrán que ir a verla, Sí añadió Alberto.

- Pues si les parece, vamos para allá y se levantó de su silla.

Sanchís y Salgado hicieron lo propio.

Alberto entonces añadió:

- Lo lógico sería que Arenas y Alicia se la enseñaran, ellos fueron los encargados de ese proyecto.

Arenas y Alicia se miraron con cara de resignación.

- Vamos, señores, queremos ver la casa insistió Don Julio.

Arenas, Alicia y Alberto acompañaron a los tres arquitectos, Mónica se levantó y dijo.

- Yo también quiero verla.

Merche al oírla, le dijo a Javier.

- Esa quiere pescar jajaja.

- ¿A quién?

- A Alberto, luego te cuento.

Javier la examinó, de arriba abajo.

- A ver la niña está bien, pero es muy jovencita.

- Y muy arpía jajaja dijo Merche.

Ya en la casa, Arenas y Alicia iban enseñando los distintos detalles, empezaron por el acceso, los jardines laterales, volvieron al frontal, accedieron a la casa. Les mostraron el hall principal, la restauración de la escalera. Los tres arquitectos asentían con la cabeza.

Alberto un poco por detrás les observaba, con Mónica a su lado, que hacia como que mostraba interés.

Pasaron por el pasillo lateral hacia el salón de la barra, les mostraron aquel salón, el contiguo en el que solían meterse a trabajar, y el porche trasero, desde donde se veía la piscina, y quiosco de la barbacoa.

- Esa pérgola, me resulta familiar dijo Sanchís.

- Siento habérsela copiado, pero aquí era ideal dijo Alberto.

- Es cierto queda muy bien sentenció Sanchís.

Volvieron a entrar a la casa, Mónica agarró a Alberto y tiró de él.

Los demás entraron y ellos dos quedaron fuera.

- ¿Qué haces? te dije que no te volvieras a acercar a mí.

- ¿Has pensado en mí?

- Vete a la mierda.

Ella puso cara de niña inocente y añadió.

- Antes de que me vaya, me vas a follar.

- No sabes lo que dices.

Mónica le miró, miró a los lados, al interior de la casa, y vio a los demás que subían por la escalera. Se levantó la sudadera que llevaba puesta, incluso la camiseta, arrastrando el sujetador y le mostró las tetas, tenía los pezones rosados durísimos.

- Déjame en paz.

- ¿No quieres comértelas?

- Vete a tomar por culo.

- Por el culo también me vale.

Alberto abrió la puerta de la casa y entró dejándola allí fuera, mientras ella se colocaba la ropa.

En ese momento Javier y Merche entraban en el salón de la barra desde el interior de la casa y se encontraron allí con Alberto.

Cuando Merche iba a decir algo, se abrió la puerta y entró Mónica, colocándose la sudadera y el sujetador.

Merche le lanzó una mirada a Alberto, y luego a ella, que simplemente sonrió.

Alberto se acercó a los dos.

- Están arriba, voy a subir.

- Y tú ¿qué hacías fuera?

- Nada, aclararle las cosas…

- Ya seguiremos luego dijo Mónica y comenzó a subir la escalera, moviendo el culo redondo, dentro de las mallas ajustadas.

Merche le interrogó con la mirada.

- Luego me lo cuentas le dijo a Alberto y salió al jardín.

- ¿Qué ha pasado? Preguntó Javier.

- Nada, tío nada.

- Pero qué hacías ahí fuera, joder que parece…

- Esa niña es una hija de puta.

- Pues explícaselo bien a Merche, que me da que no está muy contenta.

- Luego hablo con ella, tengo que subir.

Javier se quedó allí, mientras Alberto subía.

La visita estaba recorriendo la primera planta, en ese momento estaban apoyados en la barandilla que asomaba al jardín interior. Al lado contrario de Alberto. Mónica le esperaba junto a la escalera.

- Te ha pillado, esta noche te hago hueco en mi cama, cuando te eche de la suya le dijo con la voz pícara.

- Mira, niñata, te lo voy a dejar claro. No va a pasar nada.

- Ya lo veremos.

Alberto se acercó al grupo y continúo con ellos la visita. Alicia aprovechaba para enseñarles cuáles serían sus habitaciones, justo en el pasillo del lado opuesto.

Javier, salió al Jardín, y encontró a Merche, con cara de cabreo, junto a la piscina.

- Merche, no ha pasado nada.

- ¿Seguro? Esa niñata es muy persuasiva.

- Alberto no haría nada, te quiere demasiado.

- Javier, lo has visto como yo, estaba colocándose la ropa, eso no es un gesto de se me ha descolocado, esa tía se estaba poniendo la sudadera.

- Eso no significa nada. Lo sabes.

- Eso espero, eso espero.

Merche estaba triste, más que enfadada, recordando lo que pasó en la comida de navidad. Aunque también era cierto que Alberto se lo contó, se podía haber callado. Seguro que no había pasado nada, esa niña es una arpía buscona.

La visita terminó, y volvieron al salón de la barra. Arenas y Alicia les explicaron que allí, se relajaban después del día de trabajo. Aquello les estaba viniendo muy bien, no es lo mismo ir al hotel y que cada uno se encierre en su habitación, que convivir allí, en la casa.

Estaban todos en la sala, y Sebas ofreció cervezas o refrescos a los jefes. Mientras los servían. Alberto se sentó junto a Merche.

- Vamos fuera.

- No hace falta, déjalo.

- Merche, no ha pasado nada. No la he dejado.

Merche giró la cabeza, le miró intensamente.

- ¿Lo ha vuelto a hacer?

- Lo ha intentado, pero no ha pasado nada.

Javier, un poco más allá, miraba la escena con preocupación.

- Vale. Ya lo hablamos luego, ahora estoy muy molesta.

- Cariño, te quiero con toda mi alma, te prometo que no ha pasado nada.

Mónica sentada en un sillón, al otro lado de la estancia, miraba a los dos directores y sonreía.

Pasaron la tarde comentando detalles de la obra, narrando anécdotas que habían ocurrido y finalmente Javier les propuso ver unas fotos de la obra.

- Si les parece, tengo en el portátil las fotos que he ido haciendo…

- ¿Podemos verlas? preguntó Sanchís.

- Por supuesto.

Javier sacó el portátil, buscó la carpeta oportuna, conectó el proyector y apuntando a una de las paredes libres del salón, retocó la imagen para que se vieran con nitidez.

Luego Sebas bajó las persianas de los ventanales para oscurecer la sala.

Todos se re ubicaron en la sala para poder tener vista de las imágenes proyectadas.

Javier comenzó a pasar imágenes, de la excavación, de la cimentación, de los primeros trabajos, Se veía a todos los miembros trabajando. A partir de un momento determinado, la calidad de las fotos se incrementó considerablemente.

- Y aquí, queridos amigos, es donde Javier aprendió a hacer fotos dijo Sebas.

Todos rieron en el salón con la ocurrencia.

- Aquí es donde empecé a usar la cámara nueva dijo Javier.

Merche recostó su cabeza contra Alberto, y éste le agarró la mano.

- Te quiero Merche, le dijo bajito al oído.

- Perdóname, soy muy tonta, dijo ella.

Siguieron viendo imágenes. Todos comentaban con algarabía lo que veían.

Una imagen desde la cubierta, en la que se veía la casa y más allá el rio apareció en la pantalla.

- Que preciosa dijo Don Julio.

La siguiente imagen era un primer plano de Alicia, sonriente, con el sol dándole en el cabello rizado y rubio, con sus ojos azules transparentes y su sonrisa impecable.

- Perdón, perdón ésta no iba aquí dijo Javier poniéndose colorado.

- Ésta sí que es preciosa, añadió Sanchís. Alicia estás guapísima.

Alicia se quería hacer pequeña en su sillón, y Charo le echó el brazo por los hombros diciéndole bajito.

- Que fotaza reina.

Javier antes de seguir, comprobó que no hubiera más fotos comprometidas, aunque en realidad un primer plano de Alicia, no era nada comprometido, para que no pareciera que solo tenía de Alicia, hábilmente buscó un par de fotos de otros miembros del equipo.

La siguiente imagen fue de Alberto.

Era una foto de medio cuerpo, con el fondo difuminado, donde se veía a Alberto, con el casco, la carpeta en la mano, la camisa blanca con el anagrama de la empresa en el brazo, remangada, y hablando por teléfono.

- Pedazo de foto gritó Charo – Fiu, fiu.

- Guapoooo decía Sebas.

La siguiente, una foto de Arenas, ésta mucho más de cerca, también hablaba por teléfono, mientras señalaba algo con la mano, estaba tan bien cogida, que se leía perfectamente el tatuaje del dedo “Siempre”

Al ver esa foto, los del grupo empezaron a gritar “siempre”

- Javier, son muy buenas las fotos, de verdad, en esos retratos capta usted hasta el más mínimo detalle Decía Don Julio.

- Lo intento, el marido de Charo, Bernardo, me ha ayudado a perfeccionar la técnica. Y a dar retoques en el ordenador…

- ¿Su marido es fotógrafo? preguntó Don Julio dirigiéndose a Charo.

- Sí señor, trabajó en el diario de Vigo, y hace cosas por su cuenta como freelance.

Siguieron viendo fotos de la obra, y se les hizo de noche.

Había que ir a cenar, y así lo hizo saber Alicia.

- La voz de la cordura en esta casa dijo Sebas.

- Y falta os hace dijo Sanchís riendo.

- Un poco sí, Sr Sanchís, un poco sí, replico Sebas.

Todo el equipo junto con las visitas, se dirigieron al restaurante, por el camino Alicia se acercó a Javier.

- Ten cuidado cariño, ellos no saben nada.

- Lo sé, ha sido un lapsus, pero ¿a que estabas guapa?

- Sí, realmente sí.

- Porque eres guapa, y mucho.

- Que bobo eres.

Y se separó de él, acercándose a Julia que iba hablando con Mónica.

- Entonces, ¿Alberto no descansa nunca? Decía Mónica.

- Como todos, respondía Julia.

- ¿Y vivís todos juntos?

- ¿Juntos? Cada uno tiene su habitación, como en un hotel respondió Alicia.

- ¿Y no os cambias de habitación por la noche? decía Mónica con picardía.

Julia, con su tono serio y cortante habitual dijo.

- Me imagino que No, yo vivo en mi casa.

- A alguno te habrás llevado ¿eh? Añadió Mónica.

- ¿Para qué?

- Ya sabes….

- ¿No, no sé, no sé qué estas preguntando? Yo estoy aquí trabajando.

- Pero no me digas que no hay nadie que…

- Mira, yo trabajo en esta obra, porque mi empresa me ha mandado aquí, hoy estoy aquí, porque hay una visita importante y me veo en la obligación, si no, yo estaría en mi casa.

- Ya, ¿pero?

- Mónica, Julia te ha respondido muy claro. ¿Qué quieres saber? Le dijo Alicia.

- Nada, me imagino que tanto convivir con la gente… pues hará que haya roces, parejitas…

- Pues no tienes ni idea, no sabes lo que es una obra. Añadió Julia, separándose de ellas y dando por zanjada la conversación.

Alicia siguió hablando con Mónica, intentando explicarle que estaba allí trabajando.

Julia se acercó a Charo.

- Esa niña no me gusta, es una…

- Una pequeña putita dijo Charo.

- Podría ser dijo Julia riendo, en serio, me da mala espina.

- Es muy joven, no sé.

- Tiene muy mala baba.

Pasó la cena, volvieron a la casa, se fueron retirando a sus habitaciones. Julia y Javier se despidieron y marcharon a sus respectivas casas.

Sebas, dijo que salía a dar una vuelta, el equipo sabía que había quedado con Eva, y pasó la noche en el hotel con ella.

Aquel martes había sido muy largo, y todos estaban cansados.

Mónica, en su cuarto pensaba en cómo encontrarse con Alberto, accidentalmente, pensaba en cuando tendría oportunidad de estar con él a solas y provocarle.

Estaba asomada a la ventana de su habitación, en el lado que daba al rio. Cuando vio a Alberto, caminando hacia la orilla del mismo.

Estaba en pijama, pantalón largo, ajustado al culo, sin bragas, y camiseta de marga larga sin sujetador. Así, sin cambiarse, salió corriendo a la calle.

Corrió en dirección al río, y le vio a lo lejos, aceleró la carrera y se acercó a él.

- ¿Me esperabas? De aquí no te escapas.

- ¿Mónica? Que haces aquí dijo Alberto.

- Te he dicho que me vas a follar, y lo vas a hacer.

- Te he dicho que no te acerques a mí y te lo vuelvo a repetir.

Ella se quitó la camiseta, y agarrándose las tetas, se acercó un poco más a él.

- ¿Las quieres?

De entre las sombras, más cerca del rio, Mónica escuchó una voz que decía:

- Lo que te vas a comer es la ostia que te voy a dar niñata de mierda.

Mónica cambió la cara al ver a Merche.
 
Capítulo 38
Sin control
Madrid 2019

Alberto intentó sacar algo en claro, aquella documentación le aclaraba cosas, quizás pero también le abría nuevas dudas.

Además, Miguel le había insistido en dos ocasiones, que él no sabía nada. Entonces, aquello que le explicó Sanchís…

Sacó su teléfono y marca el número de Sanchís.

*/¿Dígame?

*/Lucía, Hola soy Alberto.

*/Hola Don Alberto.

*/Solo Alberto Por favor. ¿Está Elías por ahí?

*/Está en el jardín, voy a avisarle.

*/Gracias Lucía.

*/¿Va a venir?

*/No lo tenía pensado, ¿por?

*/Por saber, nada más.

*/Lucía ¿tienes algo que decirme?

*/No, Alberto, solo qué si quiere, algún día…

*/No te entiendo Lucía.

*/Pues que a mí no me importaría…

*/Lucía ¿qué tratas de decirme?, mujer, suéltalo.

*/Que si quiere, a mí no me importaría, salir algún día con usted, por ahí, los dos.

*/Lucía… No quiero que me malinterpretes, eres una chica muy guapa, pero yo no…

*/Lo siento Alberto no tenía que haber dicho nada.

*/No pasa nada Lucía ¿Puedes avisar a Elías por favor?

*/Sí, claro, y no me tenga en cuenta lo que le he dicho.

*/No te preocupes.

Mientras esperaba a Elías, pensó en aquella imagen de las tetas de Lucía, y cuando luego le dio dos besos arrimándole las tetas… El caso es que, para pasar un rato agradable, podría estar bien.

*/¿Sí? ¿Alberto?

*/Elías, ¿cómo estás?

*/Bien hijo ¿y tú?

*/Bien, A ver una duda.

*/Dime.

*/¿Por qué me dijiste que tuviera cuidado con Miguel y Carlos?

*/Por sus actividades, a lo que se dedican…

*/¿Estás seguro?

*/Lo he leído en algunos papeles… vente y los ves.

*/Ahora no puedo. Mañana me acerco por la mañana.

*/Aquí te espero, hasta mañana.

*/Hasta mañana.

Alberto siguió revisando los papeles. Y empezó a organizar las empresas del consejo de administración.

Pero no encontraba nexos de unión, metió todos los datos en la base de datos de Alicia.

Buscar: Salgado.

Sus ojos se abrieron como platos, aparecía en seis de las siete empresas, como parte del accionariado.

Burcar: Buendía.

Similares resultados, solo se libra construzar.

¿Entonces por qué Salgado le había dicho que él no sabía nada?

Estaba en un callejón sin salida, tenía toda la tarde por delante para salir de allí.

Sonó el móvil.

*/¿Sí?

*/Alberto, soy Lucía, me ha dicho Elías que no venga mañana, que le acerque yo la documentación que necesita.

*/¿Mañana?

*/Voy ahora a llevársela.

*/Vale, si no te crea problemas.

*/No, no se preocupe, así salgo un rato.

*/¿Tienes la dirección?

*/Sí, la tengo, me la ha dado Elías.

*/Pues aquí te espero.

Alberto siguió dando vuelta a los documentos, no entendía la actitud de Miguel. Aparecía en seis de las siete empresas del consejo…

Fue a la cocina y cogió una cerveza, aquella tarde se le iba a hacer larga. Salió al balcón, como en tantas otras ocasiones.

Mientras degustaba su cerveza, pensaba en Buendía y en Salgado, haciendo planes para acceder a las empresas del consejo, pero ¿por qué?

Miró al horizonte, el sol empezaba a caer, y veía aquel puente de madera al fondo.

Un taxi paró frente a su portal, vio salir a una chica con un vestido de flores, corto, ceñido al pecho. Llevaba unas sandalias, con muy poco tacón. El cabello oscuro de la chica, caía sobre los hombros. Llevaba una cazadora en el brazo.

Sonó el video portero.

*¿Sí?

*Soy Lucía.

*Sube.

Pulsó el botón de apertura y abrió la puerta, dejándola entreabierta.

- ¿Se puede?

- Pasa Lucía, estoy aquí.

- Hola Alberto, tenga.

Y le extendió un sobre grande, muy grueso de documentación.

- ¿Quieres tomar algo?

- Si no es molestia.

- ¿Una cerveza?

- Vale.

Lucía dejó la cazadora sobre una silla, mientras Alberto fue a por la cerveza para ella y cogía otra para él. Al volver, Lucía estaba de espaldas, mirando un cuadro de la pared. Se fijó en el culo de la chica, Aun con el vestido, se le notaba grande, pero sin exageraciones, ella se giró y se acercó a coger la cerveza. Alberto se fijó entonces en las tetas, apretadas en el vestido, se notaban como las recordaba, de un tamaño adecuado, sin excesos. Recordaba aquel pezón oscuro, muy oscuro. Luego se fijó en la cara de la chica, era sudamericana, pero no acertaba a saber de dónde.

- Toma.

- Gracias. Quería pedirle disculpas, por lo de antes, no debería…

- No te preocupes Lucía. Pero… ¿tú no tienes pareja?

- ¿Cómo voy a tener pareja, si no tengo tiempo libre?

- ¿No libras ningún día?

- A ver, en teoría libro los domingos, pero como no tengo conocidos, ni nadie con quien ir a ningún sitio, pues me quedo en casa.

- Vaya.

- Por eso, a usted le veo soltero, no tiene pareja, que yo sepa… ¿no tiene pareja verdad?

- No, Lucía.

- Y pensé, lo mismo el señor Alberto…

- Lo siento Lucía, fui muy cortante. Pero te prometo que un día, salimos por ahí los dos.

- Me encantaría, de verdad.

Alberto le hizo un gesto para salir a la terraza, ella echó a andar y justo antes de salir, paró de golpe. Alberto se chocó con ella, accidentalmente le tocó el pecho, y la cerveza de él, cayó sobre su vestido.

- Perdón Lucía.

- No perdone usted, quería ir al baño y al parar..

- Mira está allí, pero déjame que te preste algo. Estás empapada.

- No es problema. Voy al baño.

Alberto le indicó el camino y fue a por una camiseta para dejarle a Lucía. Escogió una que no estuviera muy desgastada y se la acercó. Llamó a la puerta del baño.

- ¿Lucía? Te traigo una camiseta.

- Vale.

Alberto abrió la puerta y se encontró con Lucía en tetas, ella se tapó, pero Alberto ya había vuelto a ver aquellos pechos morenos, coronados por un pezón oscurísimo.

- Perdón, pensé que me dijiste… perdón te la dejo aquí.

- No pasa nada.

Alberto dejó la camiseta y colorado salió del baño y volvió a la terraza.

Otra vez aquellas tetas.

- Ya está, ¿me queda bien?

- Te queda perfecta, toma tu cerveza.

- Gracias.

Lucía se había quitado el vestido, la camiseta de Alberto, le quedaba por encima de los muslos, que se veían carnosos y firmes, muy morenos. Los dos se quedaron en silencio, mirando al infinito del parque.

- Pues ya me ha visto dos veces las tetas dijo ella.

- Lo siento. No era mi intención.

- No se preocupe, era por decir algo.

- ¿De dónde eres? Lucía.

- De Bolivia, Cochabamba.

- ¿Y llevas mucho aquí?

- Puff vine muy de niña, con mis tíos, luego ellos se fueron a Barcelona, y yo ya trabajaba y me quedé.

- Y desde entonces… ¿vives sola?

- Al principio vivía con unos amigos de la familia, pero desde hace 3 años y pico, cuando entré a trabajar con Elías, pues vivo sola, en su casa.

Otra vez volvió el silencio. Era un silencio incómodo, Alberto quería preguntar muchas cosas, pero no sabía si le molestarían sus preguntas. Ella por su parte quería acercarse a él, quería que le abrazara, pero no sabía cómo hacerlo sin que se notara que le deseaba.

- Tiene una casa muy bonita.

- No me llames de usted, soy Alberto.

- Tienes una casa muy bonita.

- Gracias Lucía. ¿a qué hora tienes que volver?

- No me ha dicho nada Elías, pero supongo que siendo domingo, que es mi día libre…

- ¿Quieres otra cerveza?

- A ver si me voy a emborrachar…

- ¿Eso sería malo?

- No lo sé. A lo mejor se me quita la vergüenza…

- ¿Te da vergüenza estar conmigo aquí?

- No, solo que… si no fuera tan vergonzosa.

Alberto se acercó y le cogió la copa de la mano, la miró a los ojos, eran de un marrón oscuro, con un brillo especial. Se giró y fue a la cocina a por otra cerveza.

Al volver, Lucía estaba dentro, sentada en el sillón, junto a la puerta del balcón. Se había quitado la camiseta.

Alberto la miró, ella intentaba aguantar la mirada, pero no podía, la desviaba a la pared, a las fotos, al suelo.

Él recorrió con su mirada el cuerpo de la chica, tenía las piernas cruzadas, morenas, muy morenas. Toda su piel era muy morena, las tetas caían levemente y terminaban coronadas por un pezón muy oscuro, con una aureola pequeñita muy oscura. Tenían una pinta deliciosa.

Alberto, dejó las cervezas en la mesa, se acercó a la chica y le extendió la mano. Ella la cogió, y él tiró de ella para ponerla de pie.

La volvió a examinar, la hizo girarse y comprobó que el culo era como lo había imaginado, grande, de carne generoso, pero sin exceso, era firme y redondo. Estaba cubierto por una braguita blanca de algodón.

Tiró de ella hacia él, la abrazó y la besó. Ella entreabrió los labios, y comenzaron a luchar con sus lenguas, una persecución, un juego del perro y el gato que terminaba en suspiros y jadeos.

Posó sus manos en el culo de Lucía, notó aquella carne dura, y su rabo empezó a endurecerse.

Subió las manos hasta las tetas, las amasó, las sopesó, y pellizcó el pezón con delicadeza. La chica se dejaba hacer entre gemidos.

La llevó al dormitorio y la echó con cuidado en la cama. Ella le miraba sin decir nada, con los pezones duros de la excitación y el pecho agitado por la respiración.

Alberto, se arrodilló frente a ella, le bajó con cuidado las bragas y vio aquel coño, con una poblada mata de pelo negro, muy negro. En mitad de aquella selva, adivinó los labios de la chica, oscuros, los apartó, y precioso contraste rosa apareció ante sus ojos. Chocolate y fresa, pensó, justo antes de lanzarse a comer.

Lamía y chupaba, tocaba, se empapaba de jugos, notaba su excitación. Pasó la lengua por cada hueco de aquel chochito jugoso y carnoso. Ella aceleraba la respiración, se mojaba, goteaba.

Alberto, metió un par de dedos, los giró, los apoyó contra la cara interna, acarició lo que le pareció como una pelota… ella gimió, gimió de nuevo, otra vez más, él aceleró los dedos, más deprisa, más.

Ella comenzó a temblar.

- Me viene, no aguanto.

Aceleró el ritmo y de repente, el coño se comprimió, y sin previo aviso, solo acompañado de un grito ahogado de ella, escupió un chorro de líquido espeso, transparente que empapó la cara de Alberto.

Ella temblaba en la cama. Con las piernas abiertas, las tetas duras, la cara de deseo.

Alberto se desvistió. Se colocó frente a ella, que examinaba el cuerpo de él, se centró en la polla de Alberto, gorda, no excesivamente larga, pero gorda, más gorda que otras que hubiera probado, pocas.

- ¿Me vas a follar?

- Entera.

Y se inclinó sobre ella, dirigiendo su rabo hacia aquel coño oscuro. Apretó y la enterró. Notó el calor, la humedad. Notó las pulsaciones del coño en su polla y comenzó a bombear.

- Joder, joder, que rabo.

Siguió embistiendo, con las piernas de Lucía sobre sus hombros. A cada embestida, veía sus tetas saltar. Y siguió empujando, dando golpes de riñón que perforaban el coño de Lucía.

- Me vas a partir.

- No, te voy perforar el coño.

- Sí, sí, así. Ahh que gusto.

Después de unas embestidas, relajó el ritmo, dio un empujón y la enterró entera. Luego la sacó.

- Date la vuelta.

Ella se giró, puso el culo en pompa, dirigido hacia él.

Alberto tenía la polla en la mano, y la acariciaba. Miró aquel culo.

- ¿Te la puedo meter por el culo?

- Es muy gorda, no sé.

- ¿Puedo probar?

- Despacio, por favor gemía ella.

Alberto fue al baño, buscó en los armarios, no encontraba nada. Se le ocurrió… de repente, la cocina. Corrió a la cocina, abrió la nevera y cogió la mantequilla.

Al volver, se encontró a Lucía en la misma posición, tocándose alternativamente el coño, y el culo.

Alberto untó de mantequilla su dedo, lo pasó por el agujero oscuro de Lucía, lo impregnó todo de mantequilla. Cogió otro poco, y repitió la operación.

Luego se acarició el rabo, mientras se ponía duro y crecía de nuevo, se pringaba de mantequilla.

Se acercó a la chica, puso la punta del rabo, en el agujero y esperó que ella se moviera. Lucía empujó hacia atrás y el capullo comenzó a perderse en el interior, ella se movía despacio, se apartó de golpe.

- Ay.

- Con cuidado, no hay prisa.

Ella repitió la operación, agarrando la polla y dirigiéndola. Volvió a empujar hacia atrás, el capullo empezó a entrar, otro poco. Se paró. Relajó la respiración.

- Ya casi lo tienes.

Volvió a empujar y Alberto notó la piel de su polla completamente hacia atrás, mientras iba entrando, otro poco, otro poco.

- La siento, es muy gorda dijo ella.

- Ya casi está.

Había parado, su culo se adaptaba al grosor, y de nuevo empujó. Esta vez entró más cantidad de carne, y los huevos de Alberto chocaron contra el culo de Lucía.

- La tienes toda.

- La siento, joder, la siento.

Comenzó a moverse, despacio, salía un poco y entraba. Luego repetía la operación.

- Así despacio Lucía, despacio.

- Sí, sí, me gusta.

- Más te va a gusta cuando me dejes empujar.

- Ummm ya casi.

Aceleró el ritmo, pero seguía moviéndose poco, el movimiento era rápido y corto.

- Umm me gusta, me gusta dijo Lucía.

Alberto, ya no resistió más y empujó hasta hacer tope.

- Esto sí que te va a gustar zorra.

La sacó casi entera y volvió a empujar.

- Ahh ella chilló.

Volvió a sacarla, volvió a empujar, comenzó una follada de culo intensa, dura. Cada vez que hacía tope los huevos golpeaban en el culo de la chica.

Ella gritaba, pero era de placer.

Alberto aceleró, estaba fuera de sí.

- Toma puta, goza, toma.

- Sí, sí, sí, ahhh.

- Así zorra, así, toma guarra.

El ritmo era frenético, los golpes eran intensos.

- Me corro Lucía, me corro.

- Lléname el culo, siii.

Alberto se corrió copiosamente, notaba en cada latigazo, cómo le apretaba la polla el culo de Lucía. Varios chorros después, ella se dejó caer, boca abajo.

Alberto se levantó, y se tumbó a su lado.

- Gracias Alberto, hacía mucho que no…

- No me des las gracias.

- Me ha encantado, ha sido tan...

- Siento haberte insultado, pero me aceleré.

- No pasa nada.

Alberto cerró los ojos, recordó aquellos polvos del pasado, aquellas sesiones de sexo...
 
Capítulo 39
Confraternización
Zaragoza 2004

La cara de Mónica pasó de sorpresa a rabia, se sentía cazada.

- ¿Lo tienes? Preguntó Merche

- Pues sí, se ve y se oye perfectamente, respondió Javier, mirando la pantalla digital de la cámara, mientras salía de las mismas sombras de las que previamente había salido Merche.

Merche se acercó a Mónica, que aún seguía con el torso descubierto, y se tapaba con los brazos.

- Mira niñata, hoy esto se queda aquí, ese video, lo guardamos, como vuelvas a acercarte a nosotros, te juro que toda tu familia va a ver ese video.

- No te atreverías, contestó ella con soberbia.

- No me tientes, tengo muy mala ostia cuando me cabrean y tápate ya las putas tetillas esas que tienes, ¿con eso vas a tentarle? Se levantó la camiseta y le puso sus tremendas tetas grandes en la cara.

- Esto son tetas, niñata y se bajó la camiseta.

Mónica, aguantando la mirada a Merche.

- ¿Sabes que esto no acaba aquí Merche? Te voy a joder.

- Tú no vas a joder a nadie. Haz cualquier cosa que me pueda molestar, y te hundo la vida…

- Vámonos añadió Alberto agarrando a Merche del brazo.

- Te vas a acordar Merche, y tú también Alberto. Sentenció Mónica.

Los tres se encaminaron hacia la casa, dejando allí a la chica.

La cara de Merche era de un tremendo enfado, Alberto la abrazó mientras caminaban.

- Ya está Merche, olvidemos esto.

- Será gilipollas la niña…

Javier para rebajar el enfado añadió.

- Me podías haber avisado de que iba a sacártelas, que no he grabado jajaja.

Alberto y Merche se echaron a reír.

- Solo tienes que pedirlo… dijo Merche aun riendo.

- Merche coño, que estoy aquí añadió Alberto.

- Solo tienes que pedirlo, que no te las enseñaré jajaja.

Al entrar a la casa, Javier y Alberto fueron a la sala de la barra a tomarse la última cerveza del día. Merche se subió a la habitación.

- Que mal rollo ¿no? Dijo Javier.

- Es una niñata, no me jodas.

- Pero tiene buenas tetas eh dijo Javier riendo.

- Y la chupa bien jajaja.

Los dos estuvieron un rato de risas, y finalmente decidieron subir a dormir.

Ya en la habitación.

- Alberto, Siento no haberte creído.

- No te preocupes, yo también habría dudado.

- Dudar sí, pero cuando me dijiste que no había pasado nada, tenía que haberte creído.

- Bueno, ya está, yo creo que ya no intentará nada más.

- Eso espero.

A la mañana siguiente, en el desayuno.

- ¿Qué tal han dormido? Preguntó Alicia dirigiéndose a los jefes.

- La verdad, es que muy bien dijo Don Julio.

- Nos habéis dado las habitaciones que dan al río. Hemos dormido bien, pero ¿Por qué vosotros usáis las del otro lado? ¿las que no dan al río? Dijo Salgado.

- Las que dan al río, reciben el sol durante toda la tarde, las nuestras están a la sombra, y eso por la noche se nota, Dijo Charo.

- Mírales, por eso les tenemos aquí, son unos listos dijo Sanchís.

Mónica bajó a desayunar, entró en el salón. Llevaba un short deportivo y unas mallas ajustadas. Estaba espectacular, dejando poco a la imaginación.

- Imagino que vas a salir a hacer deporte dijo Salgado.

- Pues sí, anoche no dormí muy bien.

- ¿Puede ser que te viera anoche paseando cerca del río? Preguntó Salgado.

- No sería ella, dijo Merche – suele pasar gente por ahí de noche.

- Pero me pareció…

- No, tío, anoche no Salí de la habitación. Voy a correr, ahora os veo. Y salió del salón.

Durante la mañana, en la obra, Alicia se quedó encargada de acompañar a los arquitectos a las zonas que quisieran visitar, el resto, se emplearon en sus respectivos trabajos.

Por la tarde, Sanchís anunció:

- Señores, nos ha encantado pasar estos dos días con ustedes, están haciendo una labor fabulosa, pero mañana nos volvemos a Madrid.

- Ha sido un placer tenerles aquí. Dijo Alberto.

- La verdad es que hemos visto cosas que nos han dejado un gran sabor de boca. Dijo Salgado.

- Javier, Julia, Charo, Luis son ustedes unos grandísimos profesionales añadió Sanchís - Esperamos que en futuras instalaciones, podamos contar con ustedes.

Javier mirando a sus compañeros le respondió:

- Estamos encantados de trabajar en esta obra, está siendo una experiencia muy positiva, y creo que mis compañeros, estarán de acuerdo conmigo, si nos llaman para otras obras, estaremos encantados de atenderles.

Todo el mundo quedó satisfecho de las palabras de Sanchís, y de la respuesta de Javier.

Por la noche, durante la cena, hubo brindis, y bromas.

Mónica, desde el percance de aquella noche, se había alejado de Alberto y de Merche. El resto de la gente procuraba evitarla. Salgado le preguntó:

- Mónica, ¿tú has aprendido algo en la obra? ¿Te ha gustado la experiencia?

- Debo decir que sí, he visto lo bien que están trabajando. Mirando a Merche añadió – He visto cosas muy grandes, que espero poder imitar algún día.

- Claro que sí, Mónica, si lo intentas seguro que podrás dijo Merche. Y las dos mujeres se aguantaron la mirada aun unos segundos.

A la mañana siguiente en la obra.

- Javier habrá traído usted la cámara ¿verdad? Preguntó Sanchís.

- Claro, siempre está conmigo.

- Vamos a inmortalizar la visita, si no le importa, pónganse aquí todos, y que alguien nos haga la foto.

Se colocaron todos, Javier, Luis, Julia y Charo, además de los integrantes de la7. Con los tres arquitectos. Javier le dio la máquina a Mónica, y le explicó cómo hacer la foto.

- No te molestes en buscarlo, ya está en el ordenador. Le dijo muy bajito.

- Os voy a joder a los tres, algún día os joderé. Añadió Mónica.

- Y cuando lo veas encuadrado, aprietas aquí arriba, es muy fácil, hasta tú serás capaz.

Mónica hizo un par de fotos y le devolvió la cámara a Javier. Que comprobó la foto.

Don Julio se acercó a Javier y le dijo:

- Por favor Javier, háganos una foto, con mi gente de Madrid.

- Claro Don Julio.

Don Julio fue organizando a su gente, Alberto, Merche, Arenas, Sebas.

- Alicia, ¿dónde está?

- Voy Don Julio.

Alicia y José Alberto se acercaron y se colocaron en la foto.

- Lourdes, falta usted dijo Don Julio.

- No, Don Julio, haga usted la foto con la gente de la obra.

- Pero mujer…

- Con la 7 Don Julio, con la 7.

Javier disparó, y miró el resultado, le agradó.

- Ésta se la mando a su oficina Don Julio, ha quedado muy bien.

- Ésta y más, es usted un gran profesional Javier, y no me refiero a las fotos.

Le dio la mano con efusividad. Y se fueron despidiendo todos.

- Entonces Lourdes, ¿os quedáis el fin de semana? Preguntó salgado.

- Sí Señor, vamos a aprovechar para hacer turismo y reírnos con estos.

- Muy bien, la juventud tiene que aprovechar que es juventud añadió Salgado agarrando a Lourdes del antebrazo y añadiendo.

- Pásenlo ustedes, miró al resto, pásenlo muy bien. Disfruten, se lo merecen.

Mónica se acercó a Alberto para despedirse, éste estaba junto a Merche.

Le dio dos besos.

- Me debes un polvo, y no me he olvidado.

- Ha sido un placer. Que tengas buen viaje dijo Alberto.

Se acercó a Merche, y mientras le daba sus besos de despedida.

- Va a terminar lo que empezó, y lo voy a disfrutar.

- Pues eso, que tengas un buen viaje, y no vuelvas a cruzarte en mi vida…

- Ya lo veremos sentenció Mónica.

Javier y Alicia, que, durante toda la visita, no se habían acercado entre ellos, ni para comer, estaban juntos viendo cómo se alejaban los coches.

- Bueno pues ya se han ido. Que comiencen los festejos gritó Javier.

Todos se rieron y Alberto Añadió:

- Pero después de trabajar.

Lourdes y José, anunciaron al resto que se iban a pasar el día a Zaragoza, y quedaron en regresar por la tarde, para cenar todos juntos.

El día pasó sin novedades, de camino al restaurante, para comer, Alicia le dijo A Alberto:

- No hago más que dar vueltas a lo que me ha dicho la niñata.

- No le hagas mas caso, ya se ha ido.

- Va a terminar lo que empezó, ¿Que quería decir?

- Ni idea, pero es mejor olvidarse. Sentenció Alberto.

- Tienes razón, vamos a divertirnos.

Comieron como todos los días, entre risas y alegría, y haciendo planes para el fin de semana.

- Podríamos ir a Belchite, Veis el pueblo y luego nos bañamos en las pozas… dijo Julia.

- Es verdad, no está excesivamente lejos, y para pasar el día, está bien apuntó Javier.

- Pues si a todos os parece bien. Dijo Alberto.

- Voy a hablar con Eva, a ver si puede. Añadió Sebas.

- Quien te ha visto y quién te ve. Respondió Arenas.

- ¿Qué te voy a contar a ti? Y chocaron los dos la mano.

Por la tarde, estaban en la casa, unos en el porche trasero, otros en la sala de la barra, cuando volvieron Lourdes y José.

- ¿Qué tal? ¿Os ha gustado mi ciudad? Dijo Javier.

- Muy chula, José me ha dado unas lecciones de historia y arquitectura…

- Es que venir a Zaragoza, y no visitar la Seo…

- La catedral corrigió Julia.

- Bueno como quieras, pero es delito no visitarla.

- Todos van al Pilar añadió Julia.

- Pero esta, es más antigua y con mucha más historia y mucho más arte…

- Yo voy a tomarme algo, esto ya lo he vivido dijo Lourdes.

- Bueno, pues no os culturicéis, no pasa nada añadió José.

- Hemos pensado en ir mañana a Belchite… decía Javier cuando José interrumpió.

- A Belchite ¿el pueblo arrasado en la guerra civil que Franco no quiso reconstruir?

- A ese. Es por ver algo, luego podemos ir a las pozas…

- Me parece bien añadió José.

A la mañana siguiente, se distribuyeron en los coches y partieron hacia el pueblo. Javier conducía el coche que encabezaba la ruta, con Alicia a su lado y tras ellos Alberto Y Merche.

En otro coche, conducido por Julia, iban Sebas, Arenas y Eva.

En el último, que conducía Luis, le acompañaban José, Lourdes y Charo.

- Alicia me habla muy bien de ti, Charo decía Lourdes.

- Me alegro que sea bien, ella también es muy maja.

- Es cierto, Alicia es muy maja, todo lo bueno que le pase, se lo merece.

Mientras en el segundo coche:

- Eva, ¿conoces la zona está a la que vamos? Preguntaba Julia.

- No, nunca he ido a Belchite, pero es que el pueblo no me llamaba la atención, y no sabía que tenía las pozas.

- Lo bonito son las pozas, el pueblo, bueno… son las ruinas. Añadió Julia.

En el primer coche, Javier y Alicia preguntaban a Alberto Y Merche por la niña.

- Pero ¿cómo se le habrá ocurrido intentarlo contigo? preguntó Alberto.

- No lo sé, pero ha sido muy desagradable, a ver que la chica está buena...

Merche le dio un codazo.

- Estará buena, pero tío, que lo intente con otro. Además, yo estoy más buena jajaj.

- Bueno lo importante es que le habéis dejado claro que no se pase dijo Alicia.

- Espero que le haya quedado claro, y no tengamos que llegar a enseñar el video añadió Alberto.

- Si eso lo ve el Señor Salgado, no la vuelve a dirigir la palabra dijo Alicia.

Llegaron al pueblo, aparcaron y se encontraron con un cartel que hacía referencia a las ruinas y la existencia de un pueblo nuevo.

- Pasamos de las ruinas ¿no? Dijo Alberto.

- Si alguien las quiere ver añadió Javier.

Los demás se miraron entre ellos. Nadie habló.

- Pues quien calla, otorga dijo Javier.

Antes de volver a meterse en los coches Javier aleccionó a los conductores.

- Ahora el camino es malo, hay zonas con piedras y es muy estrecho, id con cuidado.

- No corras, así no te perdemos dijo Luis.

- No os preocupéis, iré pendiente.

Después de conducir por un camino empedrado, dando tumbos en los coches, con mucho polvo… llegaron a un llano, con una barrera.

- Aquí hay que dejar el coche dijo Javier.

- ¿Hay mucho camino?, preguntó Alicia.

- Unos 15 minutos, a un ritmo normal.

- Pues vamos dijo Merche.

Bajaron de los coches, y se pusieron en ruta. En apenas 10 minutos, ya veían las pozas, cinco minutos después, habían dejado sus cosas en un lateral, junto a unas piedras enormes, y se despojaban de las ropas para meterse en el agua.

El primero en entrar al agua fue Sebas.

- Ostia puta, que no han abierto el agua caliente, joder que fría está.

Eva, con un bikini azul y blanco, que resaltaba su figura estilizada se metía tras él.

- No es para tanto, está bien.

- Tus pezones no dicen lo mismo, dijo Julia desde la orilla.

- Métete, ya verás.

Julia también lucía un bikini, sus tetas más grandes, menos duras, estaban aprisionadas en un sujetador negro. Saltó al agua.

- Eres un exagero Sebas, está fría… pero se aguanta.

Los demás fueron entrando al agua. Unos se quejaron y otros disimulaban, aunque el agua estaba realmente fría.

Charo, ya dentro del agua, temblaba mientras decía.

- Fría no, esta helada, mis pezones ahora son más grandes que las tetas.

Las risas comenzaron a calmar el frio. Sebas y Arenas nadaron para entrar en calor.

Alicia abrazada a Javier dentro del agua, temblaba.

- Tú también tienes frio, reía Javier.

- Joder, frio es poco, madre mía.

- A ver esos pezones… decía Javier.

- Déjate de ostias, que no me puedo separar ahora. No las siento, lo mismo ya no están reía Alicia.

Solo quedaba Merche por entrar al agua. Cuando se quitó la camiseta, ningún chico volvió a notar frio, la temperatura subió, y a alguno algo mas también.

- ¿Qué pasa por ahí abajo? Preguntó Eva a Sebas.

- Que me rozas mucho.

- Ya, ¿ese cuerpo? ¿no tiene nada de culpa? Jajaja.

Merche, llevaba un bikini, con la braga tanga, roja, metida por el culo, dejando unos cachetes perfectos, redondos, duros. Las tetas metidas en un trocito de tela, que prácticamente tapaba la aureola y nada más.

Alberto la miraba y se enorgullecía de su chica.

- Merche, si nos hubieras avisado, no habríamos traído bañador tampoco nosotros dijo Javier riendo.

Ella se metió en el agua y fue directa a abrazarse a Alberto.

- Huy, ¿así está? Y eso que el agua esta fría Le dijo Merche al notar la erección de Alberto.

- Pero tú no estás fría… respondió Alberto, agarrando el culo de la chica.

La gente comenzó a nadar en distintas direcciones. Ellos se alejaron un poco, Alberto consiguió ponerse de pie sobre una piedra, con el agua por el pecho, ella se abrazó a él, rodeándole con las piernas por la cintura.

Alberto miró hacia los lados, y al comprobar que todos estaban suficientemente lejos, apartó la tela del tanga y comenzó a tocar el coñito de Merche.

Ella se dejaba hacer, sin soltar sus brazos del cuello, ni las piernas de la cintura.

Él se soltó el cordón del bañador y la sacó al frío del rio. Se hizo hueco con destreza, y la apuntó hacia el coño de Merche, que esperaba impaciente.

- Métela, que tengo ganas.

- Despacito, que nadie se dé cuenta.

Ella se dejó caer un poco, y el rabo de Alberto se hundió en la cueva caliente que Merche le ofrecía.

No se movían. Seguían abrazados.

- No te quiero poner nervioso cariño, pero se acerca Charo le dijo Merche.

- Que oportuna, joder.

Charo llegó a su altura.

- Que fría está ostias.

- Ya te digo dijo Merche.

- Como tú tienes estufa, este te da calor.

- Y más cosas añadió Merche, mordiéndose el labio.

Charo miró a Merche, Merche alzó una ceja.

- No me jodas, no me jodas dijo Charo.

- A ti no Charo, a ella añadió Alberto que aprovechó para moverse con la excusa.

- Ammm dijo Merche.

- ¿Me estáis diciendo, que estáis follando aquí? Decía Charo.

- Bueno, follar, follar, me la ha metido dijo Merche.

- Que cabrones, que envidia, que hijos de puta.

- Te pone cachonda ¿eh? ¿O es el frío? Decía Merche.

- Pues os jodéis, yo de aquí no me muevo.

- Alberto cariño, que le da igual, fóllame, nadie pensará que lo haces con ella delante.

Alberto comenzó a moverse, Charo miraba sus caras, pero no se movía de allí.

- Charo, nunca he follado con público decía Merche que disfrutaba con la experiencia.

- Eres una zorra.

- Umm, me queda bien poco, vas a ver un orgasmo en directo.

- Si no fuera porque me da corte, me tocaba aquí mismo.

Alberto, que hasta ahora había estado callado añadió.

- ¿Corte? Tócate, que parece que estamos jugando a algo, nadie se va a dar cuenta.

- Y a mí me da igual añadió Merche mientras mordía el hombro de Alberto.

Charo, bajó su mano, apartó su braguita y comenzó a tocarse el coño, mojado del río, y húmedo de la situación. Notaba su interior caliente, y notaba el agua fría que entraba y salía.

Merche suspiró, miró a Charo a los ojos, se mordió el labio.

Charo aceleró, estaba muy cachonda con aquel juego.

Alberto ya no disimulaba y bombeaba, la tenía sujeta por el culo, y la subía y bajaba, entrando y saliendo de ella.

Merche suspiró, Charo gimió, Merche fijó sus ojos en los de Charo, y mientras las dos chicas se miraban. Las dos se corrieron.

Alberto seguía con la polla durísima, dentro de Merche. Ella descabalgó y Charo vio el rabo de Alberto bajo el agua, no lo podía apreciar, pero le parecía gordo.

Merche la agarró, y le empezó a pajear.

Charo la miraba, parecía que le suplicaba que la dejara tocar.

Merche que parecía que la entendía con la mirada.

- Es mía, ésta sólo la toco yo.

- Me corro, dijo Alberto mientras pensaba en Charo haciéndole aquella paja.

Merche aceleró, y Alberto expulsó un chorro de semen, que rápidamente se esparció por el agua. Luego otro, y unas gotas finales. Los tres se apartaron y dejaron pasar de largo aquellas manchas blancas, casi disueltas en el agua.

- Que morboso ha sido dijo Charo.

- Mucho añadió Merche.

- Estáis locas dijo Alberto.

- Pero bien que has disfrutado so cabrón dijo Merche.

- Ya te digo, que potencia dijo Charo mientras reía.

Los demás, cada uno en su mundo, cada grupito en sus cosas, no se enteraron de lo sucedido.

Después de un rato, los tres salían del agua, relajados.

Estuvieron tirados por las rocas el resto de la mañana.

- Deberíamos ir moviéndonos dijo Julia.

- Sí, hemos reservado en el Burgo de Ebro, en el restaurante de un amigo añadió Javier.

Llegaron al restaurante del amigo de Javier, y éste les esperaba con una mesa montada en un patio, con muchas plantas y una fuente que refrescaba el ambiente.

Tras saludarle y las pertinentes presentaciones, les pusieron de beber y comenzaron a sacar platos de comida.

Sólo Javier, Luis y Julia se quedaron sin beber, el resto dio buena cuenta de todas las jarras de cerveza que iban saliendo.

Pasaron una comida divertida con Lourdes y José en el centro de atención, ya que eran los invitados.

Después de los postres, la colocación a la mesa era inexistente, cada uno estaba donde mejor le parecía, se habían formado, como siempre grupitos.

Lourdes, se acercó a Merche.

- Me alegro mucho por vosotros, os veo muy bien.

- Gracias Lourdes. Es cierto que estamos muy bien.

- Alberto es muy buena persona, cuídale mucho.

Merche abrazó a Lourdes. Alberto las veía desde un lado.

- Ya, ya, dejaros de abrazos, si hay que abrazar a alguien que sea a mí.

Las dos se rieron y Lourdes se acercó a el.

- Con tu permiso Merche.

- Ahí le tienes.

Lourdes se abrazó a Alberto.

- Te quiero mucho y me alegro que estés tan bien. Es muy buena tía.

- Gracias Lourdes.

- Hala ya, ya, dijo Merche.

Lourdes se separó de Alberto y se acercó a otro grupo.

Merche y Alberto se miraron y sonrieron. Charo se acercó a ellos, con una copa en la mano.

- Chicos, sois tan especiales…

- Tú sí que eres especial Charo, le dijo Merche.

- A ver qué quería deciros, que lo de antes…

- No tienes que decir nada dijo Alberto.

- Sí, a ver, que yo eso no lo haría nunca, ha sido un calentón.

- No pasa nada Charo dijo Merche.

- A ver, que si algún día me ofrecierais…

- No te preocupes, que eso no pasará dijo Alberto.

- ¿Ah no? Dijo Merche riendo.

- Si me lo pidierais, os diría que no. Eso quería deciros, que no penséis que yo…

- No pensamos nada añadió Merche.

Pasaron un rato más allí, y después volvieron a la casa. Nada más llegar, tanto Javier como Julia y Luis se abrieron unas cervezas y salieron al porche trasero.

Los demás se dispersaron, unos subieron a las habitaciones, otros salieron al porche.

- Podíamos ir a tomar algo, por el sitio aquel que nos llevasteis, dijo Luis.

- Si os apetece añadió Julia.

Después de comentarlo entre todos, decidieron salir de copas aquella noche. Faltaban Sebas y Eva, pero seguro que decían que sí.

Para cuando llegó la hora de salir, aún no habían bajado. José le mandó un SMS a Sebas.

*Vamos al tubo, a cenar y beber*

Primero fueron a cenar, como la otra vez, para después seguir de copas por la zona. Dos horas después, Sebas y Eva seguían sin dar señales.

- Este chico la está poniendo fina dijo Charo.

- O ella a él añadió Arenas.

- Touché, estamos en paz. Jajajaj.

Siguieron de risas, cada vez el alcohol se les notaba más.

- A ver, A ver, señoras, señores decía Arenas.

- A ver qué quiere éste. Añadió Alberto.

- Esto es en especial para Julia, Javier, Luis y Charo…

Alberto le dijo al oído a Merche.

- Se ha olvidado de ti.

- ¿De mí?

- Ya verás.

Arenas siguió hablando, desinhibido por el alcohol.

- A ver compañeros, todos nosotros tenemos esto.

Arenas cogió a Alicia con cuidado, la puso en pie y le hizo mostrar su tobillo.

A continuación, siguió hablando.

- Lo lógico, correcto, apropiado y necesario sería que vosotros, también lo tuvierais.

- ¿Pero tiene que ser ahí?, dijo Luis señalando el tobillo de Alicia.

- No, cada uno lo tiene en un sitio. Lourdes, ¿Puedes enseñar el tuyo?

Lourdes, riéndose, se levantó, hizo una reverencia y se giró, levantando los rizos que caían por su nuca.

- Alberto por favor. ¿Puedes enseñar el tuyo?

- No, No me voy a quitar la camisa respondió Alberto.

- Bueno os hacéis a la idea de que está ahí. En la espalda añadió Arenas.

- Sebas lo lleva en el mismo sitio y José… ¿José?

José levantó el brazo, se remangó un poco la camisa y enseñó el antebrazo.

- ¿Entonces? Preguntó Arenas.

- Por mí no hay problema dijo Javier.

- Yo tampoco tengo problema añadió Charo.

- Bueno, pues vale dijo Luis.

- ¿Julia? Qué dices Julia.

- Que tú no has enseñado el tuyo.

- Aquí está, dijo enseñando su dedo índice.

- Pues si no queda más remedio añadió Julia.

Todos reían, mientras Arenas y José salieron del local.

Siguieron haciendo bromas sobre dónde se lo pondría cada uno.

- Merche, ¿tú no lo tienes verdad? Preguntó Lourdes.

- Sí, mira. Respondió Merche enseñando su colgante.

- Eso no vale. Alberto, dile algo.

- Yo no puedo obligar a nadie respondió Alberto.

No habían pasado diez minutos cuando entró Arenas corriendo,

- Vamos, vamos que nos esperan.

- ¿A dónde? Dijo Merche.

- Al tatuador, vamos, que José está dándole coba.

Entre risas salieron del bar dirigiéndose al taller del tatuador que Arenas les indicó.

- ¿Quién va a ser el primero? Dijo José.

- Yo, añadió Javier.

Javier se quitó la camisa y señalando su pecho dijo.

- Aquí.

Alicia le besó.

Después de Javier, fue el turno de Charo, que decidió hacérselo en el tobillo, igual que Alicia. Luego fue el turno de Luis, después de Julia que eligió la nuca igual que Lourdes…

Cuando ya se iban a ir.

- Merche no se lo ha hecho Dijo Arenas.

- Es verdad, añadió José.

- No, yo no decía Merche.

Alberto se acercó a su oído.

- Por favor, cariño, hazlo por mí.

- Pero… yo no quiero.

- Venga Merche anímate decía Alicia.

Merche miró a sus amigos, miró a Alberto, y decidió acceder.

- Venga va. Dijo con resignación.

- ¿Dónde? Preguntó el tatuador.

- En el tobillo.

Aquella noche. Todo el grupo, con sus nuevos tatoos, reían en la casa, cuando llegaron Eva y Sebas.

- Mira sebas decía Luis enseñándole su nuevo tatuaje.

- ¿Os lo habéis hecho? ¿Que Grandes sois?

- Falta tu chica, pero… añadió Julia.

- Ya me lo haré, otro día dijo Eva encogiéndose de hombros.

Al día siguiente todos se levantaron muy tarde, comieron juntos y a media tarde José Y Lourdes, se despidieron. Se abrazaron con todos y cada uno de los amigos que dejaban en Zaragoza, imaginando que en breve volverían a verse.
 
Capítulo 40
No fue culpa nuestra....
Madrid 2019

Alberto se despertó, a su lado, desnuda dormía Lucía. Se fijó en su cuerpo moreno, recordó la noche anterior, y decidió levantarse.

Fue a la cocina, puso la cafetera y mientras esperaba que saliera el café, entró Lucía en la cocina.

- Buenos días Alberto.

- Buenos días.

Lucía se sentó en una silla, junto a la mesa en la que la cafetera de cápsulas emitía un ruido a la vez que el chorro de café llenaba la primera de las tazas.

- Tomas café ¿verdad? Preguntó Alberto.

- Sí, por favor.

Alberto se acercó a cambiar la cápsula. Su paquete quedó muy cerca de la chica. Mientras daba al botón de encendido, notó la mano de Julia, retirando el calzoncillo. Lo siguiente que notó fue la calidez de la boca de la chica en su glande.

- Umm que pequeñita está ahora.

- Si sigues por ahí… respondió Alberto.

La chica se metió la polla entera en la boca y comenzó a notar cómo crecía, llenándole cada hueco libre.

Alberto se inclinó para apagar la cafetera, lo que hizo que la polla se hundiera más aun en la boca de Lucía.

Ella seguía mamando, babeando la polla. Subía y bajaba la mano mientras lamía el capullo.

Alberto cerró los ojos, se dejó hacer.

Después de varios lametones, de sentir cómo se la chupaba con energía, de varios meneos de rabo.

- Me corro Lucía.

Ella no dijo nada.

- Umm me viene.

Lucía miró a los ojos a Alberto, le penetró con la mirada, le suplicaba que se corriera.

- Ya, ya.

Alberto se corrió dentro de la boca de Lucía, que tragaba semen, mientras limpiaba todos los restos de la polla de Alberto.

- Joder, así da gusto empezar el día.

- ¿Te ha gustado?

- Mucho.

Alberto le dio el café a la chica y ambos salieron de la cocina.

- ¿Y ahora qué? Preguntó ella.

- ¿Ahora qué de qué?

- ¿Qué va a pasar a partir de ahora?

- Nada Lucía, lo siento, pero nada.

- Pero podremos quedar…

- No es conveniente Lucía, trabajas para Sanchís.

- Lo entiendo dijo ella mirando al suelo.

En el fondo no lo entendía, "que había sido solo un polvo, claro ella es extranjera, es joven, y se ha aprovechado de ella. Que tonta era, ¿qué pensaba que iba a pasar?"

- Lucía, no pienses cosas raras, no es por ti.

- Ya.

- No quiero ningún compromiso, no quiero volver…

- Lo sé. ¿Me puedo duchar?

- Claro.

Lucía se fue al cuarto de baño, abrió el agua. Se metió en aquel cubículo y dejó caer el agua por todo su cuerpo. "Este hombre ha sufrido mucho, es por eso. No es por mí." Pensaba.

Quince minutos después, con su vestidito ajustado, con sus sandalias nuevas y recién peinada, salía al salón.

Alberto la miró, estaba realmente guapa. Se acercó y la besó en los labios.

- Lucía eres muy guapa, muy buena chica seguro que encontrarás…

- Gracias Alberto, voy a llamar a un taxi.

A media mañana de aquel lunes, Alberto salió hacia el trabajo, la ventaja de ser jefe pensó.

En la oficina, abrió el sobre que Sanchís le había hecho llegar.

Examinó la documentación y comprobó por sí mismo que los datos eran correctos.

En todas las empresas figuraban C. Buendía y M. Salgado.

Llamó a Lourdes y José, quedaron en verse en su despacho en media hora.

Mientras esperaba, telefoneó a Javier.

*Javier tío, ¿qué tal? ¿Cómo está Alicia?

*Muy bien, ya se ha puesto a trabajar con nosotros, ahora nos mete caña jajja.

*Esa es mi chica.

*¿Y tú qué tal?

*Bien, a ver escucha, necesito que hables con tu hermano…

*Claro dime.

*Necesito que te diga si alguna vez ha visto a Miguel y Carlos en alguna reunión…

*¿De tu empresa?

*O de cualquier otra, porque están en el accionariado de seis de las siete empresas del consejo.

*No te preocupes, que hablo con él.

*Perfecto, gracias, ¿Me llamas verdad?

*Sí, en cuanto lo tenga. Ah otra cosa.

*Cuéntame.

*He hablado con los del hotel, y ya tengo la casa reservada para el finde de mayo. Luego el resto de semana, te quedas en casa con nosotros, o si se queda más gente, lo vamos viendo.

*Perfecto.

*En dos semanas te veo.

*Nos vemos, ya tengo ganas.

Más tarde se reunieron los tres amigos, Alberto les contó lo que había visto, lo que había cotejado con la documentación que le dio Sanchís.

- Aparecen en todas partes dijo José algo tiene que haber.

- No entiendo que Miguel insista que no sabe nada decía Lourdes.

No llegaron a ninguna cosa clara, parecía claro que Miguel, no contaba la verdad.

Pasó la semana y en la siguiente, antes de ir a Zaragoza, Alberto recibió un whatsapp.

*Hola Alberto soy Lucía la mujer de José.

*Hola Lucía ¿Qué tal?

*Bien, ¿podríamos quedar? Tengo que hablar contigo.

*Claro, hablo con José y organizamos algo.

*No, no, no hables con José, sólo tú yo.

*¿Solos?

*Sí, prefiero contártelo en persona, ¿cuándo podemos comer juntos?, pero lejos del estudio.

*Pues no sé, mañana. Dime donde te viene bien.

*Mañana, en El castillo ¿sabes dónde es?

*Sí, mañana, a las dos en el castillo.

*Ok Hasta mañana.

Alberto se quedó pensativo con aquella conversación. Pero se lio con sus cosas y no le dio más importancia.

Al día siguiente, a las dos en punto estaba en el restaurante.

- Hola Lucía. ¿Qué bien te veo?

Ella se levantó y dándole dos besos le dijo.

- Gracias, y yo a ti. Estás muy bien. Siéntate.

- ¿Qué tal todo?

- Bien, bien, pero...

- Me tienes intrigado. ¿Qué pasa?

- A ver es José.

El camarero vino a tomar nota, pidieron y Lucía siguió hablando.

- No está bien, El psicólogo me ha llamado varias veces.

- Pero estaba bien ¿no?

- Eso pensaba, pero…

Trajeron la comida y mientras comían ella siguió contando.

- Te dijo que iba a ir a Zaragoza ¿verdad?

- Sí, que te había tenido que convencer…

- Eso no es verdad. Fui yo quien le convenció a él. No quiere ir.

- Pero…

- No quiere ir, según el psicólogo, ir le haría mucho bien, pero no quiere enfrentarse.

- A ver Lucía, él no tuvo nada que ver, no estaba en la obra…

- Pero sabes que, desde siempre, se ha sentido culpable.

- Joder.

- El caso es que creía que le había convencido, y ahora no quiere ir.

- No sé qué decirte. ¿Qué quieres que haga yo?

- A ver yo con Lourdes no tengo mucho trato.

- ¿Lourdes? ¿Qué pinta aquí Lourdes?

- Si Lourdes le convenciera… Para José el hecho de que Lourdes y él no estuvieran en aquella obra les hace ser iguales…

- No lo entiendo.

- Él se ha hecho su película en su cabeza, los que no fueron a la obra, son los responsables… o sea Lourdes y él.

- Pero eso no es cierto, si hay algún culpable…

Alberto empezó a notar que sus ojos se humedecían.

- No, Alberto, no hay ningún culpable.

- Hablaré con Lourdes.

- Por favor, no quiero que falte, quiero que vaya, que disfrute ese fin de semana allí con todos.

- Lo intentaré.

Siguieron comiendo, Lucía le contó muchas cosas de José que él desconocía, era como si fuera una persona en la oficina y otra distinta en casa.

Cuando se despidieron, Alberto le prometió que José iría a Zaragoza.

De camino a su casa, Alberto daba vueltas a todo en su cabeza. Los líos de Salgado, los problemas de José y la siguiente semana…

Al día siguiente habló con Lourdes, le explicó todo y ella quedó en encargarse de José. Ella le convencería, seguro.

Ese mismo día Javier le llamó para contarle lo que había hablado con su hermano.

- Dice que él no ha visto a ninguno de los dos. A las reuniones, va un representante de cada empresa.

- Pero ellos entonces…

- A Salgado solo le ha visto una vez, en una reunión, con Sanchís. Cuando nombraron al tal Buendía.

- Bueno, pues habrá que investigar más.

- A ver Alberto, a nosotros se nos ha ocurrido una idea…

- ¿A vosotros?

- Espero que no te importe, pero lo he comentado con Charo, Bernardo y Alicia.

- No, no, claro que no.

- Bueno, Bernardo se ha ofrecido a hacer de detective, jajaj de paparazzi.

- Ostias, como en las películas jjajja.

- Suena a cachondeo, pero a ver su idea es, seguir a Buendía, y a Salgado y ver qué les une, qué tienen en común.

- Si a él no le importa…

- De hecho, ya se ha ido a Madrid jajaja.

- Jajajja, le veré entonces.

- No, dice que va a su bola, que ya te verá la próxima semana.

- Bueno, pues a ver qué sale de esto.

Ya casi era fin de semana, tenía muchos frentes abiertos, y ahora lo que más le apetecía era ir a Zaragoza, olvidarse de los problemas, matar sus fantasmas…

Zaragoza 2004

La vida en la obra siguió, como siempre. Pero ahora todos tenían algo en común, era una tontería, pero todos lo notaban.

Javier y Alicia cada día eran más pareja, se les notaba más unidos.

Sebas y Eva, desde que ella empezó a trabajar en el hotel, se veían más a menudo y compartían muchas noches, ya fueran en la casa o en el hotel.

Alberto y Merche, afianzaron su relación, se querían, se amaban y se respetaban. Seguían teniendo sesiones salvajes de sexo, pero cada vez necesitaban menos las fantasías de Merche o de Alberto.

Arenas y Julia, estaban preocupados por el ya más que probable embarazo, y hacían planes de futuro.

Charo hizo mucha amistad con Luis, ya que eran los dos que, en el día de día de la obra, no tenían pareja, aunque luego cada vez que venía Bernardo, Charo desaparecía.

Pasaron las semanas, aumentó la tensión, los problemas de la obra, de convivencia… todos necesitaban arar, desconectar un poco.

El primero de Mayo lo pasaron en la obra, desde navidad Alberto y Merche no habían vuelto a Madrid.

- Teníamos que haber ido, estos días. Decía Merche.

- Haberte ido, yo no te lo impido.

- ¿Cómo me voy a ir sin ti?

Las discusiones por este tema habían ido en aumento. Merche quería volver a Madrid, a ver a su familia. Alberto acostumbrado a su soledad, prefería seguir en la obra.

Una noche en la casa, salió el tema de la vuelta a casa para unos días.

- Vamos a hablarlo decía Alberto.

- Hay una fiesta en Madrid en dos semanas dijo Alicia pero cae en sábado.

- Vale, ¿quién quiere volver unos días? Preguntó Merche.

Sebas, Arenas y Luis respondieron afirmativamente.

- Tú, Luis, nos das igual jajaj dijo Alicia.

- Ya pero quiero ir a casa respondió Luis riendo.

- Entonces Sebas y Arenas dijo Alicia.

- Y yo, añadió Merche.

- Pues los tres os vais, y Alberto y yo nos quedamos dijo Alicia.

- Yo voy a ir a ver a mi gente de Navarra, por si a alguien le importa dijo Julia.

- Yo tampoco vuelvo a casa dijo Javier riendo.

Merche se levantó y salió de la casa.

Alberto la miró, pero no hizo nada.

Charo se levantó y salió con ella.

- ¿Qué te pasa Merche?

- Joder, que quiero volver y él no.

- Vete tú, no pasa nada si él se queda aquí.

- Pero es que… joder, es un cabezón.

- Es hombre, ¿Qué esperabas?

- Me jode que no quiera hacer eso por mí.

- Merche cariño, hay veces, que una pareja tiene que separarse, no pasa nada.

- Lo sé, pero…

- Además, para que te quedes tranquila, yo y mis tetazas nos vamos a casa.

- Ja, ja, ja, Merche reía la gracia de Charo, pero seguía triste, enfadada.

Madrid 2019

Lourdes se reunió con José y habló con él sobre el viaje.

- Entonces, ¿vamos juntos?

- Es que no sé si voy a ir, Lucía…

- Deja en paz a Lucía, he hablado con ella.

- ¿Has hablado con Lucía?

- Sí, mintió Lourdes.

- ¿Y eso?

- Me ha contado que no quieres ir.

- Es que, joder fue culpa nuestra.

- No, Lourdes le miraba fijamente.

- Nosotros…

- Mírame José, Mírame le decía Lourdes y añadió.

- No fue culpa nuestra, no fue culpa de nadie.

- Pero… ¿y cuando estemos allí?

- Vamos a pasar el mejor fin de semana, todos juntos como antes.

- Todos no.

- José, todos. Siempre dijo Lourdes.

Los ojos de José se llenaron de lágrimas, Lourdes le abrazó.

- Siempre, repitió Lourdes.

José apretó más aun el abrazo. Y lloró desconsoladamente.

Lourdes no pudo impedir que sus ojos también se encharcaran. Los dos en el despacho de José lloraban abrazados.

- Está bien, vamos juntos. Dijo por fin José.

- Eso es. Eso es.

Estuvieron un buen rato abrazados, dejando pasar el tiempo, dejando que los recuerdos invadieran sus mentes. Las lágrimas fluyeron, pero Lourdes pensó que eso sería bueno.

Unos días después, a primera hora de la mañana, José recogía a Lourdes para ir a Zaragoza.

Ese mismo día, unas horas antes, cuando el sol aún no había salido, Alberto conducía ya con destino a Zaragoza.

En la pantalla del coche iban entrando mensajes de WhatsApp.

Zaragoza 2004

Aquel viernes, a la hora de la comida, Sebas y Arenas se despedían de sus chicas, Luis y Charo se habían marchado a media mañana, mientras Merche seguía enfadada con Alberto.

- Eres un cabezón le decía.

- Joder Merche, déjalo ya.

- Es que no te entiendo, ¿por qué no quieres venir?

- Porque me da igual ir, prefiero quedarme aquí.

- Joder Alberto.

La discusión siguió, ninguno daba su brazo a torcer.

Después de comer, Julia se despidió de todos.

- Pasad buen finde, nos vemos el lunes.

- Yo me voy a currar, igualmente buen finde Dijo Eva.

A las cinco en punto, Sebas acercó el coche a la puerta de la casa.

Entre él y Arenas, metieron las cosas en el maletero.

- Chicos nos vemos el lunes dijo Sebas.

- Disfrutad de la familia añadió Javier.

- Vamos Merche dijo Arenas.

Todos miraban a la pareja, cuando Alberto se acercó a Merche y fue a besarla, ésta apartó la cara.

- El lunes hablamos dijo Merche mientras se metía en el coche.

- Cuídate cariño, te quiero dijo Alberto.

Merche le escuchó, pero no hizo comentario alguno.

Javier, Alicia y Alberto, vieron cómo se alejaba el coche, cómo salía por la cancela de la casa y se alejaba por la carretera.
 
Capítulo 41
¿Recuerdas?
Zaragoza 2019

Eran casi la doce de la mañana, Alberto giró, siguiendo las indicaciones del GPS, a su derecha vio el complejo del palacio de la música de Zaragoza.

Aparcó y bajó del coche. Aquel día hacía un sol de justicia. Se acercó a la entrada principal, atravesó la verja de entrada y caminó por el jardín.

Frente a él, imponente, el edificio del palacio de la música. Blanco, con la fachada en forma de arco ojival, apuntando al cielo. En mitad de la fachada, a un lado, las letras en acero inoxidable, Palacio de la Música y las Artes de Zaragoza.

Camino por el lateral, esquivó la rampa de acceso al parking y entre árboles y plantas, llegó a un edificio más bajo, mucho más bajo. También blanco, también con forma frontal de arco ojival. Restaurante Palacio de la música. Siguió caminando, bordeó el restaurante, entre más jardines vio la pared lateral del almacén general.

Volvió sobre sus pasos, y esta vez caminó por el otro lateral, llegó al auditorio pequeño, y más adelante la sala de exposiciones.

No quiso avanzar más, no quiso entrar a los jardines traseros, volvió a la entrada y caminando se dirigió al restaurante.

Un cartel nuevo presumía GRAN RÍO EBRO, toda la fachada era distinta, lo habían arreglado, pero era su restaurante, ahora antes de entrar en el edificio, una gran terraza esmeradamente decorada te recibía.

Entró al edificio, la barra ahora estaba a la derecha, y los salones a la izquierda y de frente.

Se acercó a la barra y pidió una cerveza.

- ¿Me la puedo tomar fuera?

- Yo se la sirvo señor, siéntese donde quiera.

Alberto salió y se sentó, desde su asiento veía la casa, un lateral de la misma.

- Su cerveza señor.

- Gracias, cóbrate ya.

- Muy bien.

Sacó el móvil y mandó un mensaje.

*Estoy en el gran rio Ebro*

Sin apenas tiempo para guardar el teléfono, llegó la respuesta.

*Qué alegría, en un rato te veo, Quedamos en la casa. Acuérdate, tienes que pasar por el hotel para que te abran la casa*

*Perfecto. Un beso*

Apuró su cerveza, el camarero trajo las vueltas, y Alberto las dejó en el plato. Se levantó, suspiró, y se encaminó hacia el hotel.

La noche anterior, Javier, Alicia y Charo cenaban en una terraza.

- Entonces ¿qué has hecho con la peque? Preguntaba Alicia.

- Bernardo se la llevó a sus padres antes de irse a Madrid.

- Así tienes libertad para moverte esta semana dijo Javier.

- Pues sí.

- Mañana el primero en llegar será Alberto, a priori. Dijo Alicia.

- Ya hablé con él, le dije que me avisara para acercarme con él a la casa.

- No va a ser fácil para él apuntó Javier.

- Yo no querría estar en su piel. Dijo Charo.

Apuraron la cena, y se despidieron.

Por la mañana, Charo, nerviosa, elegía qué ponerse, pero sus nervios aumentaban considerablemente, y no era por la ropa, necesitaba hablar con Bernardo.

Cogió el teléfono.

*Bernardo cariño.

*Hola cielo, ¿Qué tal?

*Bien, ¿cómo te va por allí?

*Muy bien, creo que tenemos cosas importantes.

*Me alegro. Cariño, tengo que hablar contigo…

*Me lo imaginaba.

*¿El qué?

*Que querrías hablar conmigo.

*Es que... ¿cómo te lo explico?

*Charo, cariño, te quiero con toda mi alma, lo sabes.

*Y yo a ti, mucho, mucho, mucho.

*Lo esperaba hace tiempo. Si quieres hacerlo, hazlo.

*Pero ¿a qué te refieres?

*Alberto.

*Cariño yo…

*Hazlo mi vida, Pero no me cuentes nada, por favor.

*Te quiero Bernardo, sabes que jamás haría nada con nadie, pero…

*Charo, no me pidas permiso, hazlo y punto. No volveremos jamás a hablar de esto.

*Mi vida… te quiero.

*Yo también te quiero Charo.

Charo se puso finalmente una falda vaquera corta, una camiseta ajustada. Se miró al espejo y en ese momento entró un mensaje.

*Estoy en el gran rio Ebro*

Respondió y salió de casa.

Alberto entró en la recepción del hotel, todo había cambiado, era más moderno. Se acercó al mostrador.

- Buenos días, tenemos una reserva, la casa.

- Alberto Lorenzo ¿verdad?

- Sí, señorita.

- Necesito que me firme aquí.

La chica, con un uniforme azul y blanco, le extendió un libro y le señaló unos datos a rellenar.

Alberto comenzó a anotar, oyó a alguien acercarse.

- Ya me encargo yo, Pilar.

- Muy bien respondió la chica.

Mientras escribía, vio los brazos de la nueva chica y leyó en el antebrazo “siempre”

Alberto levantó la mirada, frente a él, sonriente, guapísima, una chica de unos cuarenta y tantos años, le miraba.

- ¿Eva?

- Alberto, estás igual.

Eva salió del mostrador y se abrazaron, sintió el calor de su cuerpo junto al suyo, sintió la emoción del abrazo de la chica.

- ¿Cómo estás? ¿Cuándo te has hecho eso? Dijo Alberto señalando el tatuaje.

- Ja, ja, ja, hace mucho, no podía estar sin él. No podía.

- Que alegría Eva.

Eva le dio las llaves de la casa.

- Toma, según vaya llegando la gente, les mando para allá.

- Vendrás ¿verdad?

- Claro. He dejado las neveras llenas. Como si fuera antes, como siempre.

- Gracias.

Se besaron, y Alberto salió del hotel.

En lugar de ir a la casa, fue a por el coche. Condujo hasta la casa, sin prisa. Al llegar, la cancela estaba abierta, se aguantó las lágrimas y entró, condujo hasta la explanada frente a la casa y vio a Charo, apoyada en un pilar de la pérgola. Estaba preciosa, más si cabe que hace años.

Aparcó bajo la estructura y salió al encuentro de la mujer.

Ella se acercó y se tiró literalmente al cuello.

- Alberto, joder que ganas tenia de verte, de abrazarte.

- Charo, estás preciosa.

- Tú estás guapísimo, que porte tienes cabrón.

- ¿Y esas tetas? ¿Qué es eso?

Charo se puso las manos en las tetas y las meneó.

- ¿Te gustan? ¿A que molan?

- Que hija puta, ahora estás buenísima, solo te faltaba eso.

Charo volvió a abrazarse a Alberto.

Juntos se encaminaron hacia la entrada de la casa. Antes de meter la llave, Alberto suspiró, miró a Charo.

- Dale.

- Joder, que difícil.

Metió la llave, la giró y empujó la puerta.

Dentro todo era prácticamente igual. El hall, el pasillo lateral, el salón de la barra.

Ahora la barra, ya era un bar, tenía cafetera de verdad, tenía máquina de hielo, botelleros… botellas en las estanterías.

Abrieron la puerta trasera y salieron al porche, ahora había más vegetación, más flores y más plantas.

- Holaaa, Holaaa.

Desde la entrada se oía a alguien.

- Estamos aquí, grito Charo.

Alicia y Javier entraron a la sala.

- Alberto cariño Alicia abrazó a Alberto.

- ¿Qué tal vas reina?

- Mejor, mucho mejor, estos me cuidan muy bien.

- Me alegro, porque si me entero que no es así, a este le corto los huevos, dijo señalando a Javier.

Se abrazaron y quedaron un rato juntos, dándose el apoyo que necesitaban.

- Se me hace tan raro todo esto dijo Alberto.

- Normal, pero va a ser un gran fin de semana dijo Charo.

Se sirvieron unas cervezas, y pasearon por la casa. Decidieron ir hacia el hall de la entrada para recibir a la gente.

- Voy a subir mi equipaje dijo Alberto.

- ¿Las mismas habitaciones? Preguntó Alicia.

- ¿Para qué cambiar? Respondió Alberto.

Subió la escalera con su bolsa, giró a la derecha y abrió la puerta.

No entró, dejó que la puerta se abriera totalmente y miró al interior.

Cogió aire y dio un par de pasos, miró en todas direcciones, cerró tras de él. Dejó caer la bolsa y notó otra vez las lágrimas, iba a ser un fin de semana difícil.

Abrió la puerta del balcón, y vio un coche aparcar.

Salió de la habitación, y se reunió con los demás.

- Ya estoy aquí, ¿es aquí la fiesta de graduación? decía Luis.

Javier y Luis se abrazaron, luego fue el turno de Alberto, después besó a Alicia.

- ¿Qué tal vas?

- Muy bien.

- Charoooo.

- Luiiiis.

Se abrazaron y Luis se separó de golpe.

- ¿Qué coño es eso?

Charo sacó pecho.

- ¿A que molan?

- Hija puta jajajaj.

Mientras se ponían al día, sobre todo con Charo, mientras les relataban cómo había ido todo con Alicia, llegó otro coche.

- Lourdes y José dijo Alberto.

Mas besos, más abrazos, más demostraciones pectorales de Charo, más explicaciones de Alicia.

- ¿Quién falta? Dijo Javier.

- A Eva la he visto en el hotel dijo Alberto Me ha dicho que luego venía.

- Hace mucho que no la veo, desde la reforma del hotel dijo Javier.

- ¿Reformasteis el hotel vosotros?

- Los mejores de Zaragoza dijo Charo.

- Falta Julia dijo Alicia.

- Que alguien la llame, estará cerca, viviendo aquí dijo Alberto.

- Ya no vive en Zaragoza añadió Charo.

- ¿Ah no?

- Hace un montón de años que se fue.

Charo les relató lo que sabía de Julia, y casi cuando acababa de relatar, Julia aparcaba en el recinto.

Salió del coche, más delgada, con el cabello oscuro recogido en un moño. Sus eternos vaqueros y una camiseta.

Salieron a recibirla y ella sonrió, una sonrisa que iluminó su cara, una cara que a Alberto le había parecido demasiado triste.

Se besaron, se abrazaron, corrieron lágrimas. El último fue Alberto. Se abrazaron, y éste notó todo el cariño del mundo en ella.

- Joder, cómo os he echado de menos dijo Julia.

- Ya estamos aquí.

Las miradas de todos eran de emoción, hacía tantos años que no estaban todos juntos. Algunos se habían visto, pero otros llevaban años, muchos años sin verse, sin saber de los otros.

Las conversaciones entre ellos fueron de corrillo en corrillo, se mezclaban charlas de unos y de otros.

Alberto se separó de los demás y salió a la calle.

Cogió distancia, y apoyado en la pérgola, junto a los coches, se encendió un cigarro.

Miraba a la casa, como la miró quince años atrás, miró al balcón de arriba a la derecha y creyó ver a Merche asomada, con su cabello recogido en una coleta y su sonrisa.

Miró al hall, junto a la puerta Charo le miraba sonriendo y se acercaba. Ya me está jodiendo el momento con Merche, como en las pozas pensó.

- Estás nervioso.

- Mucho.

- Por eso fumas. Como antes.

- Solo fumo cuando estoy nervioso.

- No te imaginas cuánto os echo de menos en todo. Decía Charo.

Alberto echó su brazo por encima de los hombros de la chica.

- Y yo a ti cariño. Y a ella.

Eva llegó, andando, se había quitado el uniforme, venía con un vaquero ajustado y una camisa blanca.

Abrazó a Charo, se besaron.

- ¿Ya está aquí todo el mundo?

- Sí, están dentro dijo Charo.

- Pues vamos a comer, que está todo preparado.

Charo gritó.

- Yu huuuu, vamos.

Fueron saliendo de la casa, y todos saludaron a Eva. La última en salir fue Julia, al ver a Eva, se paró en seco.

La miró, Eva la miró a ella.

Se abrazaron, compartieron su dolor juntas, sin decirse nada. No hacía falta.

Como hacía años, caminaron hacia el restaurante, al entrar, Eva los dirigió a un lateral, en la terraza.

Se fueron sentando, y Eva daba instrucciones a los camareros, Alberto la observaba.

- ¿También diriges el restaurante?

- Por desgracia sí.

- ¿Por desgracia? Tía eres una potentada. Decía Alicia.

- Es mucho para mí sola, el hotel ya requiere mucha atención, el restaurante no me da la vida para atenderlo.

- Delega, tía, delega decía Charo.

- ¿En quién?

En ese momento, unas manos se posaron en los hombros de Alberto, éste se giró.

Una mujer de unos cuarenta y pocos años, le miraba. Morena, un poquito rellenita, guapa. Embutida en un uniforme azul y blanco del restaurante.

- ¿Laura?

Ella sonrió y sin dejarle levantarse le abrazó desde su posición, apoyando las tetas en su espalda.

- Hola, que tal todos ¿Falta cerveza? Dijo riendo.

Todos saludaron al verla, Luis se levantó. Y la abrazó.

- Joder que guapa estás. Dijo Luis.

- Tú eres un madurito interesante jajaja.

- Pregúntale a mi mujer, sabe que soy madurito, pero interesante jajajaj.

Laura después de hablar un rato con ellos, se separó de la mesa e hizo un gesto a Eva.

Ésta se acercó y conversaron un rato.

Cuando Eva volvió dijo.

- En esta es en la que intento delegar…Pero no… No le entra.

- Pues deberías buscar a alguien dijo Alberto.

- Ya, es complicado.

Siguieron allí un rato de risas, de cervezas y empezaron a sacar comida.

Alberto miraba la mesa y recordaba, pero no quería entristecerse.

Después de comer, de tomar café, de tomar unas copas, Eva les preguntó.

- ¿Cuándo queréis ir?

Zaragoza 2004

Javier, Alicia y Alberto entraron a la casa.

- No se lo tengas en cuenta dijo Alicia.

- Joder, es que ni me ha mirado respondió Alberto.

- El lunes seguro que se le ha pasado, lo habláis y arreglado añadió Javier.

- Eso espero.

Se sentaron el porche trasero y Alicia sacó el portátil para enseñarles unos diseños de rótulos para el restaurante.

- Estos los han mandado de rótulos ríos decía ella y añadía.

- Pero a mí no me convencen.

- Son un poco… clásicos ¿no? Dijo Javier.

- Pues sí, decía Alberto.

Alberto se levantó cogió un cuaderno y un bote con rotuladores.

Se puso a bosquejar en el cuaderno, Javier y Alicia le miraban.

- ¿Así, más o menos? Preguntó Alberto.

Javier se levantó cogió dos cuadernos y los acercó a la mesa donde estaban sentados.

- ¿Queréis algo de beber? Les preguntó.

- Cerveza dijo Alicia.

- Yo también.

Javier trajo tres cervezas, luego colocó un cuaderno delante de Alicia, otro delante suyo.

- Empieza el concurso jajaj, a dar ideas.

Los tres se pusieron a dibujar.

Pasaron gran parte de la tarde dibujando y riendo.

Cerca de las ocho, Alberto recibió un SMS.

*Yo también te quiero, perdóname. El lunes hablamos.*

*No hay nada que perdonar. Te quiero mucho.* respondió Alberto.

A Alberto le cambió la cara, y los dos amigos lo notaron.

- ¿Era ella? Preguntó Alicia.

- Sí, me quiere jajaj dijo Alberto.

Javier levantó la cerveza y dijo.

- Brindemos por ella, por vosotros, por nosotros.

- Siempre añadió Alicia.

- Siempre dijo Alberto.





Zaragoza 2019

Salieron del restaurante, con el semblante serio. En esa ocasión Alberto no iba abriendo camino, se fue retrasando, fue rezagándose.

Charo se acercó a él y le abrazó por la cintura.

- Estoy contigo cariño, lo sabes.

- Lo sé.

El grupo casi sin hablar se dirigía a al complejo del Palacio de la Música.

Al llegar, el portón ya estaba cerrado. Eva se acercó al telefonillo y llamó.

- Soy Eva redondo.

La puerta sonó, y se abrió con cuidado, lentamente.

- Cierren cuando hayan entrado.

Fueron entrando, pero nadie se aventuró más allá. De una puerta lateral, salió un hombre.

- Hola, soy Carmelo, os dejo las llaves. Cuando acabéis, me llamáis dijo señalando un video portero en el lateral de la puerta por la que había salido.

- Gracias Carmelo. No tardaremos mucho.

Julia cerró la verja se acercó al grupo, el silencio era atronador, nadie decía nada.

Eva, se acercó a Alberto.

- ¿Quieres abrir tú?

- No, por favor.

- No te preocupes respondió ella.

Caminaron por el lateral izquierdo, por donde unas horas antes lo hizo Alberto. Al llegar al final del camino, una puerta metálica decorada les cerraba el acceso a los jardines.

Eva buscó la llave apropiada y abrió la cancela, empujó la puerta, ésta emitió un chirrido desagradable y comenzaron a pasar.

Solo se oía el ruido de los pasos por el camino de grava. Fueron rodeando zonas ajardinadas, con estanques, y parterres.

Charo se abrazaba a Alberto. Le agarraba con fuerza la cintura y le sostenía la mano.

Al final del camino serpenteante, en un claro de grava, rodeado de piedras y flores, un pedestal de piedra con una placa.

El grupo se fue situando en torno a aquel pedestal. Eva, Julia y Alberto en el centro.

Luis, se acercó a Eva y la abrazó, Javier dejando a Alicia junto a Lourdes hizo lo propio con Julia.

José Alberto, apoyaba su cabeza en el hombro de Lourdes y dejaba caer las lágrimas, mientras Alicia le agarraba la mano.

Zaragoza 2004

Los tres amigos decidieron cenar en el hotel, en lugar del habitual restaurante.

Paseando, sin prisa, por la calle desolada, bordeando el solar vacío que separaba la casa del restaurante. Al llegar al restaurante, lo bordearon y continuaron por la siguiente calle, también vacía, también pegada a un solar vacío. Llegaron al hotel y salieron a la terraza, la misma en la que tantas veces habían pasado la tarde, la misma en la que en su día, Alberto conoció a Charo y Bernardo.

Se sentaron en una mesa, en un rincón. A su lado, en una mesa sola, una chica de unos treinta y tantos años hablaba por teléfono.

*- Sí, ya estoy aquí… Ajam, claro, mañana la busco en la obra, si… Que sí… Sí, no te preocupes… Que sí joder… a ver que sé cuál es mi trabajo. Vale.

Los tres se miraron y aguantaron la risa.

- Esa nos busca dijo Alicia.

- Sí, pero mañana dijo Alberto.

Un camarero se acercó a la mesa.

- ¿Qué va a ser?

- De momento tres cervezas.

- Muy bien.

Siguieron conversando, y observando a la chica.

- ¿De qué será? Preguntó Javier.

- Umm, ¿qué nos queda? Dijo Alberto.

Alicia les miraba divertida.

- Tú lo sabes dijo Javier con retintín.

Ella asintió con la cabeza.

- ¿Qué? ¿Ya estáis de aprovechando que estáis solos? Dijo Eva, aproximándose a ellos.

- ¿Tú no estabas currando? Le preguntó Alberto.

- ¿Tú no descansas nunca en la obra?

- Él descansa siempre, para eso es el amo dijo Javier.

- Eva, aquí la única que trabaja, soy yo. Dijo Alicia.

- Eso es verdad, Alicia, solo nosotras curramos.

La chica de la otra mesa se giró hacia ellos y les observó.

- ¿Te tomas algo con nosotros? le dijo Alberto a Eva.

- No puedo, voy a ver los salones para las cenas. Aunque no hay mucho jaleo.

- Estaremos por aquí un buen rato, si te animas luego dijo Javier.

- Luego os veo, si seguís por aquí dijo Eva y se marchó.

La chica se levantó se su silla y con cierta timidez se acercó a la mesa.

Alberto la observó, era morena, con el pelo ligeramente corto, unos ojos marrones que se movían examinándolo todo. Llevaba unos vaqueros y una camiseta ancha.

- Perdonad. Sois de la obra del palacio ¿verdad?

Javier la miró, y cuando iba a responder, Alicia se adelantó.

- Sí, eres Ruth ¿verdad? ¿De Consulting Work?

La chica, sonrió, y respondió.

- Sí, ¿eres Alicia?

- Sí. Este es Javier, Jefe de obra y él es Alberto, director de proyecto.

Los dos saludaron.

- ¿Quieres sentarte con nosotros? Dijo Javier.

- Voy a por mí… Sí... un momento dijo la chica.

Alberto la vio girar, tenía las caderas anchas, que hacían que el culo pareciera más grande de lo que era.

Cuando la chica volvió, Javier le preguntó.

- ¿Cómo es que has venido en Viernes? Hasta el lunes no hay nadie en obra.

- Mi jefa, está histérica con este proyecto. Yo creo que es muy pronto, pero…

- ¿A qué os dedicáis? Preguntó Alberto.

- Selección de personal, en este caso para mantenimiento de instalaciones.

- Buff pues sí, sí es pronto añadió Javier.

Siguieron hablando del trabajo de ella, le explicaron cómo estaba la obra de avanzada.

Eran cerca de las nueve y Alberto propuso.

- ¿Queréis que cenemos aquí? Ese el plan ¿no?

- Perdonad si vais a cenar… decía Ruth.

- Cena con nosotros, que hoy estamos abandonados, normalmente somos doce dijo Javier.

- Hala, ¿doce? Dijo Ruth asombrada.

Alicia con su tranquilidad habitual, explicó a Ruth quiénes eran los demás, porque hacían vida juntos, porque hoy estaban solos…

La chica se iba sintiendo más cómoda, cada vez sonreía más.

Pues cenamos aquí dijo Javier.

Pidieron unas raciones, más cervezas y siguieron charlando alegremente.

Una hora después, Eva se acercó a ellos.

- ¿Qué tal? Preguntó.

- Bueno, nos tienen secos pero bien dijo Javier.

- Que no pase eso en mi hotel, pero coño… Hizo un gesto a un camarero.

- Mira Eva, esta es Ruth, viene a hacer una selección de personal… decía Alicia.

- Encantada, soy Eva, ¿estás alojada en el hotel?

- Sí, desde hace, miro su reloj, desde hace tres horas jajaja.

- Pues recoge tu maleta, si vas a estar aquí mucho tiempo, mejor estarás en la casa con ellos dijo Eva.

- ¿Cómo?

Ruth les miraba con cara de sorpresa.

- Que duerma aquí hoy, y mañana con más calma, que se traslade ¿no? Dijo Alberto.

Ruth seguía con cara de sorpresa.

Nuevamente fue Alicia quien dio las explicaciones.

Alberto miró la hora.

- Estos deberían haber llamado ya. ¿No?

- Lo mismo había mucho tráfico hoy añadió Javier.

Se encogieron de hombros, mientras el camarero traía otra ronda de cerveza, esta vez incluida Eva.

El teléfono de Alicia sonó.

- Es Don Julio. Qué raro.

*/¿Sí? ¿Don Julio?
 
Capítulo 42
No puede ser
Zaragoza 2019

En el jardín solo se oía a los pájaros, a las ramas de los árboles mecidas por el viento.

Alberto, no miraba la placa, tenía la mirada encharcada fija en la grava del suelo. Charo a su lado le apretaba fuerte por la cintura, intentaba consolarle sin poder dejar de llorar ella misma.

Eva aguantaba sin llorar, se reconfortaba en los brazos de Luis, que con la mirada perdida parecía ver la placa.

Julia lloraba, las lágrimas caían sin remedio, Javier apretaba sus brazos contra ella, dándole todo el apoyo que podía, pero él mismo estaba llorando.

José, desconsolado, abrazado a Lourdes, lloraba sin control. Lourdes también lloraba y se apretaba a José. Alicia se había apartado y sola, apoyada a un árbol, dejaba caer las lágrimas por sus mejillas.

Alberto miro la placa, nunca la había visto, le habían hablado de ella, pero nunca había vuelto allí.

“Siempre en nuestra memoria

Mercedes Prieto

Sebastián Díaz

Joaquín Arenas

14 de Mayo de 2004”

Se derrumbó, ya no se aguantaba sobre las piernas y cayó de rodillas, Charo a su lado le intentaba sujetar. Lloraba desconsolado.

- Si hubiera ido yo…

- Ya Alberto, ya decía Charo.

Eva se apartó de Luis, Julia al verla se acercó a ella y juntas caminaron hasta Alberto.

Los tres de rodillas y abrazados, se consolaban, lo intentaban, los años no habían borrado el dolor. Los sueños rotos, los abrazos, los besos, todos estaban en sus cabezas, arraigados, dando tirones de dolor a sus corazones.

Alicia, intentando poner un poco de calma en la escena se acercó a ellos.

- Vámonos, ya es suficiente.

Zaragoza 2004

*/¿Como? ¿Es imposible? No puede ser, no puede ser.

Alicia escuchaba a Don Julio y no creía lo que oía. Comenzó a llorar.

- ¿Qué pasa Alicia? preguntó Javier.

Alicia rota de dolor, entregó el teléfono a Javier.

*/¿Sí? Soy Javier.

*/Lo siento tanto Javier, ha sido un accidente…

*/¿Cuándo?

*/Hace un par de horas, nos han llamado del cuartel.

*/¿Cómo están? ¿Cómo ha sido? ¿Es grave?

*/Han fallecido los tres dijo Don Julio entre sollozos.

Alberto y Eva se miraban entre ellos entendiendo que algo grave estaba ocurriendo.

Alicia lloraba encogida en su silla, Javier intentaba mantener la calma.

Ruth no entendía lo que estaba ocurriendo, pero se podía hacer una idea.

- Déjame Javier, Déjame el teléfono decía Alberto.

- No, no, Alberto.

- Déjame el teléfono coño.

Javier empujó a Alberto y mirando a Ruth le dijo.

- Sujétale por favor.

Ruth le cogió de los brazos.

- Alberto espera, él te cuenta ahora.

- Dejadme hablar por favor ¿Qué ha pasado?

Javier colgó el teléfono.

Echó el brazo sobre el hombro de Alberto y con el otro atrajo a Eva, que ya estaba llorando imaginando lo peor.

Los arrulló contra él.

- Han tenido un accidente, hace dos horas, pasado Calatayud.

- ¿Cómo están? Preguntó Eva.

Javier movió la cabeza, haciendo un gesto negativo.
 
El momento que no quería que llegara ya ha llegado. Es muy duro lo que pasó.
Me ha costado leer este último capítulo porque ha sido muy triste, pero el recuerdo de los 3 permanecerá siempre en los corazones de todos el grupo.
 
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