Decir que a Juan le gustó la idea es poco.
Estaba encantado, y quería organizarlo ya. Que fuéramos ya, ese día a su casa, en la tarde, cuando Mónica trabajaba.
Consulté con Fernanda y quedamos para unos días después y en un hotel.
Fernanda no quería ir a la casa de Juan, decía que era demasiado agresivo para Mónica que ella fuera sin decírselo antes. Y por ahora, no quería que Mónica supiera. Me asombró porque la noté más cálida con ella, como si nos hubiera perdonado. Desde luego que sabía que yo seguía acostándome con ella regularmente y lo había aceptado, aunque no quería que le contara nada.
Arreglamos entonces para ir a un hotel.
Juan y yo estábamos entusiasmados, algo nerviosos, no sabiendo qué pasaría, ni cómo reaccionaría al vernos. Los dos teníamos la ilusión de que se soltara, caliente, y Juan pudiera finalmente follársela.
Y, aunque eso no pasara, igual iba a ser un hito importante.
Reservé una habitación en un muy buen hotel, una suite, con dormitorio aparte, siempre pensando que pudiera querer ir a coger con Juan. A Fernanda no le gustan los tríos y siempre prefirió que yo no la viera con otro. Era habitual que me negara verla, por lo que pude verla con otro muy pocas veces.
Ordené que nos enviaran dos botellas de un buen cava brut rosé, su preferido. Un whisky single malt para Juan y para mí. La ocasión merecía buenas bebidas.
Finalmente llegó el día.
Llegamos primero Fernanda y yo.
Subimos a la habitación, nos instalamos y nos servimos bebidas. No habíamos llegado a tomar nada que ya estaban golpeando la puerta.
Juan entró, feliz, traía un ramo de flores espectacular, que le entregó a Fernanda y la besó dos veces, en las mejillas. Estuvo inteligente, a mi mujer le encantan las flores y no se demoró en ponerlas en un florero en la habitación.
Juan se sirvió un whisky y brindamos por la ocasión. Estábamos los tres un poco cortados, sin saber bien cómo empezar.
Fue Fernanda la que rompió el hielo. Se sentó en una de las butacas individuales, cruzó las piernas mostrando muslo al subirse su mini y, tomando un trago de su copa, nos dijo:
Bueno, chicos, hagan Uds. cómo si yo no estuviera, y empiecen como hacen siempre. Después veo cómo me siento y que ganas tengo de hacerles un show, hahaha. Yo mando, está claro, ¿no? Pongan algo para ver en la TV, ¿trajeron algo no? ¿Algo mio?
Juan me miró,
Yo traje las fotos de la primera vez que hicimos esto, ¿te parece bien que las veamos Pedro?
Estuve de acuerdo, eran fotos de Fernanda en distintos grados de desvestirse, otras desnuda, algunas follando conmigo y un video de ella en una playa nudista.
Hagan como siempre, pongan las fotos, desnúdense. Hagan como que yo no estuviera. Quiero ver que hacen solos.
Así hicimos, los dos obedeciendo.
Juan conectó su laptop a la Tv, una pantalla plana grande, frente al juego de sillones. Le dio inicio, para que lo viéramos los 3 mientras nosotros nos sacábamos la ropa.
Fernanda comentó, asombrada, las fotos que tenía Juan de ella. Me trató otra vez de hijo de puta, cómo iba a mostrar esas fotos y dárselas. En el fondo, yo sé que le gustaba. Además, no se le veía la cara en ninguna.
Yo me desvestí, mirando a mi mujer y a Juan. No podía olvidarme de que hoy Fernanda no estaba sólo en las fotos, era imposible ignorar su presencia. La miraba tratando de saber que pensaba al vernos, sobre todo al ver a Juan, que ya mostraba una apreciable erección en su enorme pollón.
En mí el efecto era todo lo contrario, los nervios me la tenían encogida, chiquita. El contraste era brutal.
Fernanda estaba impasible. Una mano en el brazo del sillón, la otra sostenía la copa, de la que, de vez en cuando, tomaba un pequeño sorbo de champán. Nada permitía saber que pasaba por su cabeza o por su coño.
Juan se sentó, como siempre, él a la derecha y yo a su izquierda, frente a la TV y a Fernanda, que había corrido el sillón de modo de poder vernos a nosotros y a la pantalla a la vez.
Tratando de no mirar por ahora a mi mujer, nos concentramos en la pantalla. Pasaban fotos que ambos conocíamos muy bien.
Juan se masturbaba despacio, mostrando una buena erección, y un inicio de lubricación en su glande que ya se veía brillante cuando lo desnudaba, corriendo la piel hacia atrás. Yo, de a poco, me fui soltando, al ver a Juan y a Fernanda que nos miraba. Mi polla fue gradualmente elevándose, endureciéndose y creciendo, hasta alcanzar sus dimensiones habituales.
Nadie decía nada. En realidad, estábamos un poco inhibidos.
Denle pajeros, vamos, muéstrenme que hacen o me voy y los dejo solos con las bebidas.
Nos miramos con Juan.
Pedrito, vení y haceme unos mimos en mi polla, un poco, sí, así, cómo vos sabés. ¡Qué buena está tu mujer, que la parió! ¡mirá esas tetitas, son perfectas! ¿Te gusta tocarme la verga? Acercate más, así llego yo a la tuya, sabés que me gusta así, tocarte y que me toques, así nos ve bien tu mujer. No doy más de ganas de verla en persona, sin ropa. ¡Es tan divina!
Nos agarramos cada uno la pija del otro y las pajeábamos suavemente mientras mirábamos a Fernanda y a las fotos.
Fernanda se desprendió todos los botones de la camisa, mirándonos mientras lo hacía, mostrando el precioso sostén negro de encaje que cubría sus tetas. Descruzó las piernas, separando las rodillas y dejando que la falda se subiera, dejando adivinar en la profundidad la oscuridad de su intimidad.
Se levantó del sillón y se trajo la botella de burbujas, que puso sobre la mesita, al lado del sillón. Se llenó una copa, se sentó, separando más los muslos, de forma que la mini subió exponiendo su entrepierna, que impresionaba cómo desnuda. Luego metió la mano por dentro de sostén, acariciándose las tetas. Tomaba champan y suspiraba.
Juan me tocaba y se dejaba acariciar, totalmente desnudo, recostado en el sillón, las piernas abiertas, los pies bien asentados en el suelo. Su pija se veía expuesta totalmente, mostrando también sus dos grandes huevos que colgaban, pesados, llenos. Los acaricié, sabiendo que le gustaba. Estaban muy suaves e hinchados, llenos de leche.
Fernanda ya no miraba más la pantalla, nos miraba a nosotros.
Se paró. Fue al equipo de música y eligió una FM que le gustaba. Se descalzó y se puso a bailar lentamente delante nuestro.
La camisa totalmente desprendida, mostraba sus tetas en el mínimo sostén, que apenas cubría en parte los pezones erectos. Se puso de espaldas a nosotros y se sacó la camisa, que dejó caer al suelo. Giró luego, despacio mostrándose, mientras soltaba los botones de la mini y la descendía, lentamente a lo largo de sus bronceados muslos, sin sacársela del todo. Nos miró, sonrió con cara maligna, se pasó la lengua por los labios y me ordenó:
Pedro, arrodillate entre las piernas de Juan y chupásela. No te la toques mientras lo hacés. Que él te la ponga en la boca y luego sostenela con tu mano, pero no lo pajees. Ummmmm que morbo!
Se giró de espaldas mientras yo tomaba posición, dejando caer su mini y mostrando que no llevaba nada debajo, se agachó para que viéramos su culo depilado y luego se puso de frente, para ver cuando Juan me metía la verga parada en la boca y mostrarnos su coño, totalmente expuesto, sin vello alguno.
Nos exhibió así su concha, doblando algo las rodillas, adelantando el pubis, separando los labios con ambas manos, para que Juan le viera claramente los labios depilados y el tatuaje en su coño. Todo el tiempo moviéndose al ritmo de la música que venía del equipo de la habitación.
Recordé entonces que siempre decía, “si me ven el tatuaje me follan”, pensando que tal vez hoy también fuera así.
Juan le vio el tatuaje. Tal vez recordó entonces que yo le había contado de ese dicho de Fernanda la primera vez que notó el tatuaje en las fotos.
Juan se irguió, enderezando el cuerpo y me sacó la pija de la boca. Me que me ordenó que me parara. Mirando a Fernanda se paró atrás mío y me pasó la verga mojada con mi saliva y sus jugos por la raja del culo. La sentí clarito, mojada y firme. Se apoyó en mi culo y presionó, cómo para entrar en mi interior.
- No Juan, no me la metas, por favor, - le pedí, asustado por el tamaño de su miembro.
- Quedate tranquilo, flojito, sólo te la meto una puntita, no te va a doler, ¡sólo te va a dar ganas de que te la meta más!
- No Juan, -intervino Fernanda, - no se la metas. No todavía, por lo menos hahaha. Siéntense en el sillón y mastúrbense mientras me miran. Digan lo que quieran, pero no me toquen. Juan, quiero verte chupándole la verga a mi marido, ¡y ahora!, arrodillate y chupásela.
- No, no me pidas eso, por favor, no.
- Vos sabrás. Es lo que quiero, quedamos en que me hacían el gusto. Si no lo hacés, me visto y me voy, ¿querés eso?
- Si lo hago, ¿me vas a dejar cogerte después?
- No sé, pero si no lo hacés, seguro que no.
Juan la miró a Fernanda, que entretanto se sacaba el sostén y quedaba totalmente desnuda. ¡Qué buena que estaba!
Resignado, se bajó del sillón y se metió de rodillas entre mis piernas, me agarró la pija cómo hacía para pajearme y, abriendo la boca y cerrando los ojos, se la tragó. No la chupaba nada mal, bien mojada, caliente, sin rozarla con los dientes y lamiéndola dentro de la boca. Un goce.
- Lo hacés muy bien Juan, pero que muy bien, ummmm seguí así, sí mmmm para ser la primera vez que me lo hacés se nota que alguna experiencia tenés, - le dije, en tono de broma, porque sabía que no la tenía.
- Sos un hijo de puta, al final te sacaste las ganas de que te la chupe, ¿no?
Fernanda se había sentado desnuda en el sillón frente a nosotros y se acariciaba el coño con una mano, en la otra mano sostenía la copa. La botella ya estaba casi vacía.
- Esto me encanta, verlos emputecidos así, tan machotes los dos, se cogen todo y pese a todo son un par de putos, hahahaha
- Si, puto, sí, pero no te animás a ponerte en 4…- contestó Juan, algo molesto por haber sido obligado a chupármelo.
- Bueno, no charlen más, vuelvan al sillón y a las pajas. Me gusta cuando se la hacen uno al otro. Mírenme a mí, si quieren. Si les gusta verme, aunque ahora tengo dudas, hahahah. Si quieren traerse a un negro pijudo, hagánlo, no se inhiban, hahaha.
Mientras se apretaba las tetas y los pezones y se metía dedos en la concha. Luego sacaba la mano de adentro, se la chupaba, mojándola más y volviendo a su entrepierna se frotaba el clítoris en círculos mientras nos miraba y se relamía.
-Ahora si quiero ver que Juan te la pase por el culo, pero esperá un poco. Ponete en 4 Pedro.
Fue a la cartera, sacó un pomo de lubricante y se acercó a nosotros. Yo estaba en 4, obediente. Me pasó los dedos, escupió, me metió un dedo y luego echó un chorro de lubricante, mojando bien alrededor y un poco adentro. Se echó otro poco en la palma de la mano y le agarró la polla a Juan, lubricándola bien.
- Juan, cómo sabés, a Pedro yo me lo cojo hace tiempo, con una buena verga que le compré, no tan grande como la tuya, pero no chiquita, para nada, hahaha. Así que desvirgado está. Vamos ahora, fregásela por ahí y metésela un pedacito, a ver que dice el puto. Pónganse así, medio de costado, que me quiero sentar a verlos mientras tomo una copita. Upa, esta botella se acabó. Abrime otra Juan.- ordenó, mientras se sentaba.
- Si, si enseguida, - se apresuró a obedecer Juan.
Yo no me movía, ahora que vi que lo que quería Fernanda que era que Juan me cogiera, y ella verlo, estaba más asustado.
Tomó en una mano la copa y en la otra el teléfono. ¡Nos iba a tomar fotos y filmarnos!
Sentada, desnuda, con la copa de champan y el teléfono estaba impresionante. A ninguno de los dos se le ocurría desobedecerle.
Empezó tomando fotos de ambos cómo estábamos, yo en 4 en el sillón, con el culo ofrecido y Juan trayendo el champan, con la verga esa enorme erguida y brillante de lubricación. Se paró atrás mío, y la puso contra mi culo. La fue pasando cómo si fuera un pincel, en un movimiento lento de arriba abajo, para luego volver a subir, presionando un poco cuando pasaba por el orificio. Gracias a la lubricación que había hecho Fernanda se deslizaba suavemente. Me estaba dando mucho placer.
Fernanda nos miraba, desde su sillón, sonriendo, disfrutando del espectáculo que le dábamos y de nuestra entrega a sus caprichos.
Estaba totalmente desnuda, y una mano alternaba entre sus pezones y su concha, acariciándose, pellizcándose, metiendo los dedos dentro de su vagina. La otra mano, siempre sostenía una copa de champan.
Juan la miraba y le mostraba su verga, cómo se presentaba en mi culo. Estaba aún afuera, se veía grande y potente.
- ¿No se la vas a meter? – preguntó Fernanda, mirándolo, los ojos entrecerrados mientras se metía varios dedos en la concha – metésela, dale, que a mi marido le gusta que lo cojan mmmm, y quiero verlo con una de verdad adentro.
- Aflojá el culo Pedrito, que te va a gustar…
- Despacito, por favor Juan, que sos muy grande – le pedí, con ganas, obedeciendo a mi mujer, pero asustado, con miedo de que me doliera demasiado.
Juan me metió varios dedos, dilatándome, sin mucha delicadeza. Pero eso no me dolía casi nada. Luego sentí que apoyaba la verga y me punteaba, metiendo un pedacito y sacándola, para luego volver a entrar, un poco más profundo que antes. Al estar todo muy lubricado se deslizaba muy fácilmente adentro y afuera, casi sin molestia.
Fernanda se paró al lado nuestro y continuaba sacando fotos de mi enculada, comentando nuestra putez.
Son un par de putos los dos, mirá como se te abre ese culo Pedro, no te imaginás el pedazo que ya tenés adentro, y el puto de Juan la tiene durísima, - decía, agarrándosela y metiéndomela ella.
Así, despacio, sólo dolió en un momento que se apuró a meterla, la sacó cuando me quejé, para volver a entrar más despacio. Yo me sentía lleno, el culo abierto, ya sin dolor y con bastante placer.
Cuando estuvo todo adentro empezó un mete y saca, cada vez más fuerte y más rápido.
Fernanda continuaba a nuestro lado. Se sentó en el sillón a mi lado y me besó en la boca, con la boca abierta, la lengua explorando mi boca y con mucha saliva. Me agarró la pija, que no estaba parada, y acariciándola consiguió que recuperara mi erección.
Sos bien puto, maridito mío, ¡se te baja cuando te enculan! Cuando te la meto yo no se te baja nada.
Me gustaba que me besara y me pajeara mi mujer mientras Juan me cogía. Se ve que el hijo de puta tenía experiencia con ese pollón para encular sin dolor. Me estaba dando mucho placer.
- Dale Juan, cogételo fuerte, dale mucha verga a ese culo, pero no te acabes todavía. Tengo otros planes para eso.
- Me está por venir la leche… ¿qué hago?
- ¡Salí,salite rápido!, sacala Juancito, no te acabes, no todavía.
Juan se salió de adentro mío. Me quedo la sensación de que no podía cerrar el culo, de tanto que me lo había abierto. Me gustó mucho y estaba muy caliente ahora.
-Metéselo en la boca a Pedro, hacele culo-boca, dale, abrí bien la boca, Pedro, tragátelo, que estuvo en tu culo, hhahahaha
No me importó, de tan caliente que estaba. Me había cogido muy bien Juan, en un momento casi me acabé sin tocarme y sin tenerla dura. Cuando eso me pasa me encanta, pero no es muy frecuente. Después vino Fernanda a besarme y me distraje, luego me hizo una paja que me sacó del todo del tema. Me gusta una cosa a la vez.
Me di vuelta en el sillón, me senté y Juan me metió la verga en la boca. No tenía nada, ni gusto ni olor, del culo, yo me había limpiado bien antes, por las dudas.
Fernanda se recostó en el sillón, se abrió la concha con una mano y se metió la otra adentro, y así tuvo su primer orgasmo cuando le chupé la polla otra vez a Juan, después de que me la hubiera metido.
- Qué putos, que putos que son, me encanta verlos uf, así, sisissi
- ¡Asi asi si si asi si asi uuuu que largo!. Ufff, ¡cómo me acabéeee, qué divino que acabé!. Uf.
Nosotros nos separamos para mirarla.
Estaba tan linda, desnuda, algo sudada, con los pelos ya revueltos. Se sirvió otra copa de champán, de la segunda botella. Se veía tan puta, tan caliente, ¡cómo la adoraba!. Juan estaba asombrado, fascinado. No se le bajaba la erección.
- Son divinos los dos, - nos dijo.
- Se paró, vino hacia nosotros, tomó a Juan de la mano, y le dijo:
- ¡Vení Juancito, ahora venís conmigo! - y se lo llevó al dormitorio mientras me miraba y me decía: – vos Pedrito esperá acá, tomá whisky, dormí, hacete la paja, lo que quieras. Nosotros, con Juan, nos vamos a coger, jajajaja. Cuando termine te llamo y venís a hacer tu trabajo, como ya lo sabes. Al final te vas a dar el gusto, me voy a coger a tu amigo, hahahaha buena verga tiene, ¡tenías razón! Ya la probaste vos, ¿no?
Juan no podía creerlo. Se fue con ella de la mano, callado, sin mirarme. Cerraron la puerta del dormitorio, dejándome afuera. Me acerqué y traté de oír algo, pero no se oía casi nada, solo un lejano murmullo, ni cuando apoyaba la oreja en la puerta. Probé si podía abrir un poquito la puerta, la cama estaba hacia un costado y la puerta se abría hacia allí, por lo que podría, por una pequeña abertura, ver la cama.
Pero Fernanda había trancado la puerta, ¡cómo si me conociera!
Resignado, me fui al sillón, prendí la TV y me serví otro whisky.
Pero no podía concentrarme, sólo pensaba en lo que estaría sucediendo en la habitación vecina.
Me imaginaba a mi mujer y mi amigo desnudos en la cama.
Si hacía lo que a ella le gustaba, ahora estaría acostada, boca arriba, las piernas bien abiertas ofreciendo su coño, prolijamente arreglado y depilado, a la boca de Juan. Me imaginaba éste, con sus manos gruesas, abriendo los labios, para exponer el interior jugoso de ese coño tan querido por mí.
Podía casi que ver sus labios gruesos besando y su lengua áspera lamiendo ese interior, que tantas veces disfruté.
Mientras, ella suspiraba y gemía suavemente. Tal vez tomaba la cabeza de su amante para guiarlo, para que prestara atención a los lugares que más placer le daban, cuando los sentía besados o chupados. Sobre todo, a la parte baja de su clítoris, donde parecía estar su punto más sensible, que cuando lo tocaba o lo lamía le despertaba los mayores suspiros y gemidos. Seguro que ahí provocaría su primer orgasmo. Me lo imaginaba, girándose, empujando con su concha para adelante mientras repetía, si,asi, siisiiiiasi, nopares asi…!.
Sin tocarme, mi polla ya estaba dura otra vez. Me la agarré y me masturbé lentamente, no quería acabar ahí, solo. Pero me daba mucho placer tocarme mientras pensaba en ellos ahí al lado.
Creo que cuando tuviera ella su primer orgasmo provocado por la lengua de mi amigo, éste ya estaría impaciente por estar adentro de ella. Sin cambiar de posición, se extendería, cubriéndola, acercando su enorme pija a su concha mojada, palpitante, abierta y deseosa de sentirse rellena por fin. Me imaginaba la verga de Juan entrando dentro de mi mujer, mientras ella se movía para facilitarle la penetración. Yo tenía claro que iba a tragársela toda sin dificultad, ese coño era experimentado y hambriento de vergas grandes y lecheras, como la de mi amigo.
¡Seguro que se darían mucho placer uno al otro!
Tenía que parar de tocarme o me iba a venir sin remedio. Esas imágenes eran muy poderosos en mi mente.
Sabía lo que Juan estaría sintiendo al sentirse dentro de ella, penetrando ese coño tan suave y caliente, donde la verga se deslizaba con tanto placer, con una suave presión, rodeándolo, mientras lo sentía entrando y saliendo alternadamente, y ella lo besaba o le hablaba en el oído, guiándolo. Le diría, asi , si ahoraasí , más fuerte, dale empujámás uuuu si sii sii…cómo me había dicho tantas veces. Pero ahora era con una verga realmente grande, mucho más que la mía. Le daría mucho gusta tenerla adentro, de eso estaba seguro.
Mientras la mía estaba tan dura, tan sensible que tenía que cuidar de tocarme por que me iba a venir sólo imaginando lo que estaría sucediendo en la habitación vecina.
Volví a acercarme a la puerta y traté de oír algo, pero no se sentía nada. ¡Qué buena construcción la de este hotel!, de otra época. Miré mi reloj y había pasado media hora. Juan podía demorar en acabar lo que él quisiera, si Fernanda lo dejaba. A ella le encantaba la leche, así que lo iba a hacer acabar rápido y luego seguiría. La recuperación de Juan no era rápida, por lo menos media hora, en mi experiencia. ¡Pero no sabía cuánto demoraría estimulado por mi mujer!
Volví a mi sillón, me serví otro whisky y traté de no tocarme. Traté de pensar en Guzmán, tratando de distraerme un poco, y luego en el trabajo, en algún problema difícil que teníamos en la empresa, pero no me duraba mucho, volvía al tema. Cuando volví a mirar el reloj había pasado una hora, y todavía no había ningún cambio.
Así esperé una hora y media. Al fin, salió Juan, sonriente, feliz, vino hacia mí, me abrazó, y se dirigió derecho al whisky. Me dijo que Fernanda me esperaba. Que no me demorara.
Yo tomé la copa de Fernanda, la llené, tomé mi bebida y entré al cuarto. Estaba acostada boca arriba en la cama, totalmente desnuda, desde luego, las piernas abiertas, un poco sentada con varias almohadas.
Gracias Pedrito, que se te ocurrió traerme bebida, ¡qué rico! Vení, cerrá la puereta y hacé tu trabajo que te cuento.
Y la historia que me contó era casi cómo lo había imaginado. El primer polvo chupándola y luego la cogió dos veces, me decía que era verdad que cogía muy bien, no sabe las veces que ella acabó, él sólo dos veces, pero el segundo fue muy largo y la hizo entrar en una serie de orgasmos en cadena espectacular. Mientras me contaba yo le chupaba esa concha llena de la leche de Juan y sus jugos. Deliciosa, la notaba flojita y abierta. Me dijo que me diera vuelta, me agarró la polla , y se la llevó a la boca. No duré nada, entre la calentura que tenía y lo bien que la chupa Fer la llené antes de que ella volviera a tener un orgasmo. Después de tragarse todo, me dijo:
¡!Ah no!! Te acabaste, cornudo, me vas a tener que seguir chupando hasta que me venga otra vez, estoy con muchas ganas, méteme unos dedos y chúpame mi pijita que quiero acabar contigo, vamos.
Hice lo que me pedía mientras ella me metía sus dedos en el culo. Mi culo estaba sensible y me dolió un poco.
Si te duele jodete, quiero cogerte yo ahora…- me dijo Fernanda cuando me quejé.
Me metió no sé cuantos dedos y yo hice lo mismo con su culo. Finalmente consiguió tener otro orgasmo. Yo no, aunque si recuperé la erección. Pero a ella no le importó. Me echó del cuarto, que quería dormir.
Afuera estaba Juan, se había vestido y me esperaba para despedirse. Me abrazó, él vestido, yo desnudo, sin decir nada. Un abrazo largo, muy afectuoso, para nada sexual. Me dio un beso en la mejilla, se dio vuelta y se fue. No era necesario agregar nada.
Volví al cuarto y me acosté a dormir al lado de Fernanda. La cubrí con la sábana, le acomodé el cuello que le había quedado torcido, en mala posición. Arreglé las almohadas.
Me tendí a su lado y dormimos hasta el otro día.
A la mañana siguiente despertamos temprano y cogimos otra vez, ahora solos, con mucho cariño y amor. Lento, suave, cómo dos amantes esposos, que lo éramos. Un placer distinto, también excelente, también necesario