Capítulo 825
Por el camino iba contento en realidad pese a ese detalle que aún rondaba mi cabeza y que había logrado levantar sospechas en Elena, aunque no le conté lo que me ocurría. Sabía que no podíamos ocultarnos más cosas, y que acordamos contarnos lo que no nos gustaba para tratar que no se volviera a repetir, pero es que estaba tan bien con ella ese fin de semana que no quería sacar el tema para que no cambiara esa forma de ser que tuvo esos días, porque me encantaba.
Lo primero que hice al llegar a casa fue poner el dibujo que me hizo Paula en la nevera, pegado con unos imanes. Me gustó y la verdad es que sabía que nada más mirarlo me levantaría el ánimo en caso de que lo necesitara. Sin embargo, cuando eché la ropa a lavar y me marché a la cama para descansar, ese tema me vino de nuevo a la cabeza.
Estaba claro que los había usado, porque no me entraba en la cabeza cómo podía haber ahí unos condones sin que los utilizara, sobre todo cuando vivía sola. La pregunta verdadera era con quién los había usado, cosa que desembocaba en preguntarme también cuando los había usado, si había sido hacía mucho, hacía poco, mientras nos estábamos viendo en estas semanas...
No merecía la pena comerse más la cabeza, diciéndome todo el rato que yo también había hecho algo así, y mucho peor y muchas más veces, siendo ella conocedora de aquello. Y le lastimaba saber eso, como también me lastimaba a mí saber que ella también lo había hecho, pero es que la vida continua por mucha separación que hubiera en su día.
Al final hice balance y prefería quedarme con lo que tenía, siendo ese fin de semana uno de los mejores que había pasado en mucho tiempo. La verdad es que pese a las broncas que habíamos tenido, Elena me hizo estar muy cómodo ese fin de semana.
Y Paula también me hacía mucho bien, porque me demostraba un afecto que me gustaba mucho y que no sabía que necesitara tanto. Siempre gusta sentirse querido, pero con una personita así como que es más especial, porque me trataba como si fuera de la familia. No imaginaba cuando la conocí que me llegara a querer así, como yo la quería a ella.
El lunes lo empecé como siempre, madrugando mucho para ir al gimnasio, porque el fin de semana poco había hecho más que caminar, así que necesitaba retomar mi entrenamiento y vaya casualidad encontrarme a Natalia allí de nuevo. Me pilló por sorpresa al haberme cosquillas desde atrás, saludándome enérgicamente y poniéndose a mi lado para empezar ella su entrenamiento también, aunque era más ligero, porque lo usaba como calentamiento para sus clases.
Aunque tenía entendido que eran más tarde, pero ella me dijo aquello y no le pedí más explicaciones. La verdad es que no fue un mal rato, porque me dio mucha charla y se me hizo el momento muy corto, recordándome mucho a cuando coincidía con Hugo. Estuvimos hablando de varias cosas, aunque ninguna muy relevante.
Lo más llamativo fue volver a decirme de quedar cuando estaba por irme. Me sugirió tomar un café o algo, dándome cuenta de cómo me miraba de arriba a abajo. Decidí ser lo más claro que pude con ella al decirle que en ese momento me estaba viendo con alguien y que no estaba abierto a hacerlo con nadie más.
Puso una pequeña sonrisa en su boca, diciendo que no le importaba, pero que podíamos quedar igualmente para charlar y demás, porque le caía bien y no veía qué problema podía haber en aquello. Me recordó que nos llevábamos muy bien antes de que yo me quitara del medio al cambiarme de gimnasio y que le gustaría que siguiera siendo así, a lo que yo le respondí que tenía demasiado peligro.
Fingiendo estar ofendida, dijo que ella era muy buena y muy obediente, cosa que me provocó risa. Al ver cómo me tomé sus palabras dijo que no veía justo que hubiéramos tonteado cuando ella tenía novio y que ahora no pudiéramos hacerlo, ya que no íbamos a acabar haciendo nada más por lo que le dije de que me estaba viendo con alguien.
Le reconocí que aquello fue divertido, pero que no podía permitirme volver a hacerlo, porque la persona que había era muy especial y no quería volver a cagarla, sobre todo teniendo yo la mecha tan corta. Aquello le llamó la atención, no lo de la mecha, sino lo de volver a cagarla, pero no me podía parar más, por lo que no se lo pude explicar, pidiéndome ella que nos viéramos para tomar un café y poder hablarlo, diciéndole yo que ya hablaríamos.
Qué peligro le veía a esta chica, aunque se mostraba muy cercana y muy simpática, no dejaba de ponerme mucho también y en un momento dado me podía causar problemas. Unos problemas que no buscaba y no tenía la necesidad de encontrar, por lo que le daría largas para cualquier tipo de encuentro.
Aunque pensaba en ella en los ratos muertos. Sobre todo, recordaba las veces que nos vimos antes de ese par de veces que lo habíamos vuelto a hacer. Recordaba la manera en la que lo conocí, aunque más que eso, ese momento en el que la oí hablar con Lola en las duchas. La chica seguía estando tremenda, y la verdad es que me llamaba la atención aquello de que se hubiera operado los pechos por mucho que yo prefiriera lo natural.
Pero mejor dejarla apartada, todo lo que pudiera, porque era bastante evidente que me atraía mucho, tanto físicamente como en su manera de ser. Le iba demasiado la marcha, siendo muy evidente por dónde iba con eso que me dijo de que era muy buena y obediente. Y como a mí también me iba, pues veía que la cosa se me podía poner muy cuesta arriba para mantenerme fiel.
Me llevé una sorpresa muy grande cuando acabé de trabajar, porque me encontré a Elena en la puerta cuando salí. No me lo esperaba para nada, aunque me encantó, porque me la encontré bastante guapa y con una buena sonrisa. Fui hacia ella para preguntarle qué hacía ahí, dándole un abrazo.
Ella me contó que la presentación que tenían que hacer era allí y que había salido muy bien, pero le dije que esperara para contármelo mejor mientras comíamos en un restaurante, cosa que le pareció bien, aunque primero pasamos por casa para que pudiera dejar mis cosas y para poder ponerme una ropa más adecuada para no desentonar con ella, porque iba guapísima con un traje ejecutivo.
De hecho, pensaba que era el que se puso cuando fue a trabajar por primera vez, preguntándole yo y siendo ese efectivamente. No tardé mucho en arreglarme para que pudiéramos ir a un restaurante para poder comer juntos, dejándome que decidiera yo al llevar más tiempo allí, por lo que nos pusimos en camino.
Allí me contó más detalladamente cómo había ido, estando nerviosa por ser gente tan seria, aunque cuando vio que les gustaba se relajó bastante. Por lo que me contó, no era la primera vez que trabajaba para esos clientes, por lo que había algo de confianza al quedar satisfechos la primera vez que trabajaron para ellos.
Por eso mismo les volvieron a contactar. Elena estaba radiante y muy contenta por cómo había ido todo, aunque no fue todo hablar de lo suyo, ya que me preguntó cómo había ido el día, preguntándome ahora ella a mí algunos detalles, como también me preguntaba si podía verme cómo daba clase, diciéndole yo que si quería podía pasarse, pero que me iba a dar un poco de vergüenza seguramente, cosa que le provocó una risa muy tierna.
Acabamos de comer al poco, llevándonos lo que nos había sobrado en una bolsa. Al llegar a casa, lo dejamos en la nevera, dándose cuenta Elena de que tenía puesto el dibujo de Paula, gustándole el gesto.
Nos sentamos en el sofá para descansar un poco, quitándose ella los tacones y la chaqueta. Me estuvo contando que la tarde la tenía libre, aunque yo no la tenía, diciendo ella que no pasaba nada, que por lo menos habíamos comido juntos y que había estado muy bien. Pero la cosa no quedaría ahí, porque al poner ella sus piernas sobre mi regazo, se las acaricié y una cosa llevó a la otra hasta que nos empezamos a besar.
Empezamos lentamente, poniendo ella su mano en mi cara para acariciarme, pero luego el beso se volvió más intenso, llegándose a poner ella sobre mí para agarrarme ahora la cara con las dos manos y sujetarme bien mientras que yo ponía las mías sobre su culo. Estuvimos así unos minutos, pero no tardamos en irnos a la habitación, quedándose parte de nuestra ropa allí en el salón y por el camino también, porque nos quitamos algo de ella para poder acariciarnos mejor.
En la cama ya dimos rienda suelta las ganas que nos teníamos pese a haber pasado el fin de semana juntos, aunque bien es verdad que no hicimos nada el domingo, pero el sábado nos hinchamos en ese aspecto. No pude resistirme a quitarle todo para comerle el coño por mucho que ella se revolviera y me pidiera que fuera con cuidado.
No podía hacerle mucho caso, aunque ella se encargó de que todo fuera como ella tenía en mente al tumbarme y preguntarme dónde estaban los condones. Le di uno de los que tenía en la mesita y me lo puso, clavándosela al montarme. Fue un polvo bastante rápido y frenético en el que ella empezó botando encima de mí al ponerse en cuclillas para pasar después mover su culo hacia arriba y abajo cuando pegó su cuerpo al mío.
Me beso en el cuello y antes de que pudiera decirle nada, lo hizo con más intensidad para ponerse de manera vertical y frotarse conmigo al moverse hacia delante y detrás, llegándole su orgasmo, como me llegó a mí el mío también.
Me quedé bastante mareado por lo rápido e intenso que había sido todo. Ella también respiraba de manera acelerada y pesada, pasando un brazo por mi pecho al echarse a mi lado. Me quité el condón cuando me recuperé y me puse de lado para observarla, esperando pacientemente a que se recuperara, acariciando su cuerpo de vez en cuando, hasta que lo hizo y le di un beso.
Me habría encantado estar así todo el día con ella, pero me di cuenta de que iba con el tiempo justo de darme una ducha e irme, porque había sudado bastante con el calentón que me entró. Le dije que se duchara conmigo, pero prefirió hacerlo en su casa, porque veía venir que íbamos a empezar otra vez.
Así que me marché a la ducha y ella se visitó, encontrándola en el salón una vez acabé y salí. No tenía tiempo para más, por lo que nos pusimos en marcha, acompañándome ella a la academia, despidiéndonos con un abrazo, volviendo ella a su casa.
Se me hizo muy corta su visita, por eso estuve prácticamente toda la tarde pensando en Elena y en esos momentos que habíamos compartido hacía pocas horas. Tanto pensaba en ello que le pregunté si le parecía bien que me pasara por su casa cuando acabara de trabajar para poder vernos de nuevo, sugiriéndole que podíamos cenar juntos, aunque me apetecía hacer alguna cosa más con ella que eso.
Habíamos pasado el fin de semana juntos y ese mediodía también, pero es que no se me iban las ganas de ella. En cuanto le mandé ese mensaje pensé que quizá le iba a agobiar, porque nos habíamos visto ya demasiado tal vez según su punto de vista y la cosa con ella no estaba como para ir con agobios, porque aún rondaba por mi cabeza cómo se puso cuando le pregunté qué éramos, enfadándose ella.
Por suerte, no fue así esta vez, diciéndome que le parecía bien siempre y cuando no tuviera problema en comerme ese trayecto de ida y luego de vuelta cuando dijera de volver. Le respondí al instante al tener el móvil bocarriba, aunque en silencio para que no intercediera en las clases.