¿Cuál ha sido tu paja más arriesgada?

Bueno.... Discrepo de eso un poco..... Jaja. Yo lo he hecho.... Aunque eso sí.. nunca se ha sabido.... Jaja
Ya te aseguro yo que a un hermano/a la vees con otros ojos, nunca con deseo.
Bueno.... Discrepo de eso un poco..... Jaja. Yo lo he hecho.... Aunque eso sí.. nunca se ha sabido.... Jaja
Te has pajeado delante de tu hermana?
 
Pero porque la has visto desnuda, te la imaginas desnuda?
La imagino desnuda.... Verla entera desnuda no.... Ojalá.... Jeje.
La he visto en bañador y en ropa interior... Pero por desgracia no la he visto desnuda
 
Paja arriesgada la de hace un par de horas. Al llegar a casa de trabajar voy a cerrar la persiana del salon para que no entre el sol y caliente la casa y me he calentado yo al ver desde arriba como la hija de la vecina estaba tomando el sol. Inevitable no darle ese gusto a mi vista y empezara espiarla y a masturbarme minuto tras minuto y crear una buena tension arterial de mas de media hora y al final, por la parte de la persiana por donde la observaba soltar una buena corrida hacia abajo. No creo haber llegado a alcanzarla pero ojala.
Yo creo que sabe que la espias
 
Era una habitación prestada, en la casa del pueblo de Lucía. Agosto rajando el aire. Mosquitos lentos, sudor en la nuca, y el cuerpo… inquieto. Yo no dormía. Ellos sí. Toda la familia, repartida entre sofás, colchones inflables y habitaciones que olían a armario viejo.

Yo estaba sola. O eso creía.

Una sábana finita sobre el cuerpo. Nada debajo. La braga la había quitado antes, mojada, incómoda. El ventilador solo empujaba calor. Me toqué sin pensar. Despacio. Como quien acaricia una herida que arde.

El clítoris lo tenía blandito, despierto. Los dedos me sabían a ganas. Tenía las piernas medio abiertas, la rodilla doblada, la sábana cubriéndome del todo… salvo por un movimiento traidor.

Y ahí… entró él.

Su hermano. El mayor. Silencio absoluto. Solo un crujido leve de puerta y sus ojos abiertos como platos.

Yo, congelada. Mano entre las piernas. Boca entreabierta. El corazón retumbando como si me lo hubieran sacado del pecho.

Él no dijo nada. Ni yo. Solo nos miramos. Un segundo. O diez. O toda la puta vida condensada en ese cruce de miradas.

La sábana resbaló un poco. Me la subí instintivamente, pero no del todo. Algo dentro de mí… no quiso taparse del todo.

Él tragó saliva. Se dio media vuelta. Cerró la puerta muy despacio.

Yo me quedé temblando. Excitada. Humillada. Viva.

Y cuando estuve segura de que no volvería… me metí los dedos hasta el fondo. No para olvidarlo. Sino para grabarlo. Me corrí mordiéndome la muñeca, deseando que él estuviera del otro lado de la puerta, oyéndome.

Al día siguiente, en el desayuno, no me miró. Pero me puso el café. Y me rozó los dedos.

Desde entonces, cuando me toco… siempre dejo la puerta un poco entornada.
 
Era una habitación prestada, en la casa del pueblo de Lucía. Agosto rajando el aire. Mosquitos lentos, sudor en la nuca, y el cuerpo… inquieto. Yo no dormía. Ellos sí. Toda la familia, repartida entre sofás, colchones inflables y habitaciones que olían a armario viejo.

Yo estaba sola. O eso creía.

Una sábana finita sobre el cuerpo. Nada debajo. La braga la había quitado antes, mojada, incómoda. El ventilador solo empujaba calor. Me toqué sin pensar. Despacio. Como quien acaricia una herida que arde.

El clítoris lo tenía blandito, despierto. Los dedos me sabían a ganas. Tenía las piernas medio abiertas, la rodilla doblada, la sábana cubriéndome del todo… salvo por un movimiento traidor.

Y ahí… entró él.

Su hermano. El mayor. Silencio absoluto. Solo un crujido leve de puerta y sus ojos abiertos como platos.

Yo, congelada. Mano entre las piernas. Boca entreabierta. El corazón retumbando como si me lo hubieran sacado del pecho.

Él no dijo nada. Ni yo. Solo nos miramos. Un segundo. O diez. O toda la puta vida condensada en ese cruce de miradas.

La sábana resbaló un poco. Me la subí instintivamente, pero no del todo. Algo dentro de mí… no quiso taparse del todo.

Él tragó saliva. Se dio media vuelta. Cerró la puerta muy despacio.

Yo me quedé temblando. Excitada. Humillada. Viva.

Y cuando estuve segura de que no volvería… me metí los dedos hasta el fondo. No para olvidarlo. Sino para grabarlo. Me corrí mordiéndome la muñeca, deseando que él estuviera del otro lado de la puerta, oyéndome.

Al día siguiente, en el desayuno, no me miró. Pero me puso el café. Y me rozó los dedos.

Desde entonces, cuando me toco… siempre dejo la puerta un poco entornada.
Morboso
 
La mía fue ayer.Mi mujer,de guardia en la farmacia,me manda sobre las 21h un WhatsApp que recoja los toldos.Al recoger el de la terraza veo al otro lado a la hija de mis vecinos tumbada en la hamaca con los cascos inalámbricos en topless....imaginaos lo que tardó mi soldado en convertirse en misil...
 
La mía fue ayer.Mi mujer,de guardia en la farmacia,me manda sobre las 21h un WhatsApp que recoja los toldos.Al recoger el de la terraza veo al otro lado a la hija de mis vecinos tumbada en la hamaca con los cascos inalámbricos en topless....imaginaos lo que tardó mi soldado en convertirse en misil...
Y la mano, rápido al mástil!
 

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